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COMO VALORAR AL PACIENTE TERMINAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS CUIDADOS PALIATIVOS

(especial para SIIC © Derechos reservados)

Autor:
Maria Nabal

Columnista Experto de SIIC

Institución:
Hospital Universitario Arnau de Vilanova

Artículos publicados por Maria Nabal 

Recepción del artículo: 3 de julio, 2008 Aprobación: 0 de , 0000

Primera edición: 7 de junio, 2021


Segunda edición, ampliada y corregida: 
7 de junio, 2021

Conclusión breve

Una valoración multidimensional ordenada y consensuada en el equipo de cuidados paliativos será capaz de detectar y dar
respuesta a las necesidades del paciente que sufre una enfermedad terminal y las de su familia.

Resumen

El objetivo del presente trabajo es describir las principales áreas que deben ser evaluadas en la aproximación a un paicente
en situación de enfermedad avanzada y terminal, así como las principales herramientas de evaluación utilizadas en cuidados
paliativos. El método empleado es la revisión no sistemática de la literatura relevante utilizando palabras clave como
"palliative care assessment", "simptoms assessment" "functional assessment" "cognitive assessment" "psychosocial
assessment" "spiritual needs". Todo el trabajo está basado en la definición de cuidados paliativos realizada por la OMS y en
las diferentes dimensiones que forman parte de la persona y pueden generar sufrimiento al final de la vida. A modo de
resultados podemos señalar que, como en el resto de las disciplinas médicas, en cuidados paliativos en punto de partida lo
constituye la historia clínica: una historia clínica completa que revise el diagnóstico y el curso de la enfermedad; los
tratamientos previos y los antecedentes médico-quirúrgicos o psiquiátricos relevantes. Para la detección, ponderación y
monitorización de los principales problemas de cada enfermo será necesario explorar: Síntomas más frecuentes: Las escalas
de evaluación son herramientas útilies en la valoración de la intensidad de los síntomas así como para monitorizar su
evolución tras el inicio de un tratamiento o hacer más palpables afectos secundarios de la medicación. En la selección de
este tipo de escalas el clínico debe considerar: los objetivos de la evaluación, su manejabilidad y la aceptación por parte de
los pacientes. Escalas unidimensionales como las visuales analógicas, numéricas y verbales han demostrado buena
correlación. Las escalas multidimensionales como Edmonton Symptom Asssessment System, Memorial Symptom
Assessment Scale, Symtom Distress Scale y Rotterdam Symptom Checklist han sido validadas para evaluar diversos síntomas
en situaciones de cáncer avanzado. Situación funcional: La evaluación funcional permitirá planificar de forma adecuada los
cuidados y puede ayudar en la adecuada planificación en los casos de dependencia. Evaluación Cognitiva: Su objetivo es
establecer la situación del paciente en el inicio de la intervención y contribuir a detectar casos de neurotoxicidad por
opioides, individuos con demencia, etc. Evaluación del grado de distrés emocional: La evaluación emocional tiene por objeto
establecer los rasgos de personalidad básicos del paciente así como su capacidad para afrontar la enfermedad, miedo a las
pérdidas, irritabilidad, racionalización, negación, rabia, labilidad emocional, problemas no resueltos, ideas de suicidio, etc.
Evaluación sociofamiliar: En ella estableceremos la estructura familiar y su dinámica, el grado de apoyo del entorno o
problemas financieros. Evaluación de la esfera espiritual/existencial: En ella intentamos establecer el grado de sentido y los
valores del paciente y su entorno. La existencia de experiencias religiosas y/o de fe que sean de ayuda para el paciente. Al
final de la vida el área espiritual constituye un área que puede contribuir al bienestar o sufrimiento global del paciente. Como
conclusión cabe destacar que sólo una valoración multidimensional ordenada y consensuada en el equipo de cuidados
paliativos será capaz de detectar y dar respuesta a las necesidades del paciente que sufre una enfermedad terminal y las de
su familia.

Palabras clave
cuidados paliativos, evaluación de síntomas, evaluación funcional, evaluación psicosocial, evaluación espiritual

Clasificación en siicsalud

Artículos originales> Expertos del Mundo>
página www.siicsalud.com/des/expertos.php/98605

Especialidades

Principal: Atención Primaria, Bioética, 

Relacionadas: Anestesiología, Educación Médica, Enfermería, Medicina del Dolor, Medicina Familiar, Medicina Interna, Oncología, Salud Mental, 

Enviar correspondencia a:
María Nabal, Hospital Universitario Arnau de Vilanova, Lleida, España

Global Assessment of Patients with End-Stage Diseases from the Perspective of Palliative Care

Abstract

Objective: To describe the main areas that should be evaluated when approaching patients with end-stage diseases, as well
as the main tools used in palliative care. WHO definition for palliative care was used as a reference for this study. Materials
and Methods: A nonsystematic review of the literature was done, using the following keywords: "palliative care assessment",
symptom assessment" "functional assessment" "cognitive assessment" "psychosocial assessment" "spiritual needs". Results:
The starting-point for palliative care is the medical history: a complete medical history, revising diagnosis and the course of
the disease; previous treatments, and relevant medical, surgical, and psychiatric history. For the detection, assessment and
monitoring of the main problems in every patient, the following must be explored. More frequent symptoms: Assessment
scales are useful tools to assess the intensity of symptoms as well as to monitor their evolution once treatment is under way
and to show the side effects of medication, if any. In the selection of this kind of scales the physician must take in
consideration the goals of the assessment, its implementation and patient acceptance. One-dimensional scales, such as the
Visual Analog Scales, Numeric Scales and Verbal Scales have shown a good correlation. Multidimensional scales such as the
Edmonton Symptom Assessment System, Memorial Symptom Assessment Scale, Symptom Distress Scale and the
Rotterdam Symptom Checklist have been validated to evaluate different symptoms in cases of advanced cancer. Functional
Assessment: The functional assessment will assist in the adequate planning of care and may help in cases of patient
dependence. Cognitive Assessment: The objective is to assess the mental state of the patient at the beginning of treatment
and to assist in the detection of neurotoxicity due to the use of opiates, dementia, etc. Assessment of the degree of emotional
distress: The objective is to establish the basic personality traits of the patient as well as his or her ability to face illness, fear
of loss, irritability, rationalization, negativity, anger, emotional instability, unresolved problems, suicidal ideation, etc.
Assessment of social, family environment: The goal here is to establish the structure and dynamics of the family, the degree of
environmental support or the existence of economic difficulties. Assessment of the spiritual/existential area: It will seek to
establish the degree of awareness and the set of values of the patient and his/her environment. The presence of religious
belief or faith that may be of help to the patient. In late years the spiritual area may contribute to the welfare of the patient, or
be a cause of anxiety for him/her. Conclusion: Only a well organized multidimensional assessment well accepted by all the
members of the team of palliative care will detect and provide an adequate response to the needs of the end-stage patient
and his/her family.

Key words
palliative care, symptom assessment, functional assessment, psycho/social assessment, spiritual assessment

COMO VALORAR AL PACIENTE TERMINAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS CUIDADOS PALIATIVOS


(especial para SIIC © Derechos reservados)

Artículo completo
Introducción

Los cuidados paliativos fueron definidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el “enfoque que mejora la
calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la
vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento por medio de la identificación temprana e impecable evaluación y el
tratamiento del dolor y otros problemas físicos, psicológicos y espirituales”.1

En la propia definición de la disciplina se establece la necesidad de evaluar los problemas de los enfermos al final de la vida y
los de sus familias. Probablemente el verdadero éxito de un equipo de cuidados paliativos (CP) experimentado radique en su
capacidad para detectar el entramado de síntomas y situaciones que rodean el final de la vida.

¿Cuáles son las habilidades que debe presentar el clínico? Para una evaluación integral es preciso desarrollar: capacidad de
escucha, capacidad para reconocer, capacidad de análisis, habilidades para la comunicación y la transmisión de información
y habilidad para ofrecer recursos de apoyo.

¿Qué información necesitamos para aproximarnos a la realidad de un paciente terminal?

Las fases avanzadas de cualquier enfermedad constituyen un proceso complejo, su adecuado abordaje terapéutico –
farmacológico o no– depende en gran medida de nuestra habilidad para detectar todas las necesidades emergentes. Para
ello será necesario que el equipo terapéutico recabe o revise la información sobre las siguientes áreas:2 historia de la
enfermedad, situación física (síntomas y exploración), situación emocional, nivel de información y deseos de participar en la
toma de decisiones, situación sociofamiliar y sistema de valores e inquietudes relativas a la esfera existencial/espiritual.

Historia de la enfermedad

Revisar los antecedentes patológicos de cada paciente y el tratamiento médico es una parte fundamental de la historia
clínica (HC), ya que nos permite ponderar la necesidad de estos tratamientos en un contexto clínico diferente del que motivó
su indicación.

Contrastar los informes médicos con la experiencia de enfermedad vivida por el paciente nos ayuda a aproximarnos a su
realidad y nos permite entender mejor muchas de sus reacciones: no es lo mismo si el lapso entre diagnóstico y fase final de
la vida es de días o semanas que si el final de la vida llega después de años de enfermedad, recaídas y recuperaciones.

Otro aspecto destacado que en ocasiones descuidamos es el consumo de alcohol u otros antecedentes de adicciones del
paciente. Preguntas sencillas como el test de CAGE3,4 nos permiten detectar a aquellos pacientes que tienen más riesgo de
utilizar los analgésicos como antes utilizaron el alcohol u otras drogas para compensar situaciones de conflicto o
frustración.

Situación física: síntomas y exploración

Aproximación a los síntomas del paciente. El final de la vida se asocia a múltiples síntomas de etiología multifactorial y
cambiantes en el tiempo; es necesario por tanto conocer los fundamentos de la valoración inicial de un paciente y los
sistemas de monitorización.

La evaluación de cada síntoma tiene sus propias peculiaridades, pero en la mayor parte de las publicaciones la evaluación
del dolor constituye el modelo de referencia, muchos de los aspectos que abordaremos son aplicables al resto de los
síntomas.

Evaluar es un proceso que debe ayudar al paciente a verbalizar los aspectos relacionados con el síntoma.5,6 En la evaluación
distinguimos, esencialmente tres partes:
a) Identificación del síntoma, habitualmente se realiza mediante el uso de listados de síntomas, más o menos estructurados.
Ello facilita la detección y asegura al paciente que la anamnesis es detallada y no sólo centrada en síntomas “evidentes”.7 En
cualquier caso, no deben obviarse los síntomas más frecuentes al final de la vida, como dolor, astenia, disnea, anorexia,
pérdida de peso, estreñimiento, náuseas y vómitos, confusión, ansiedad y tristeza.

b) Anamnesis: Dirigida a conocer detalles sobre el síntoma evaluado. Cada síntoma tiene sus peculiaridades pero, en general,
el modelo de referencia es el síntoma dolor. Aspectos a evaluar en el caso de que el paciente presente dolor:8-10 el número
de dolores diferentes, la localización e irradiación de cada uno de ellos y su patrón temporal, que puede ser continuo,
intermitente o incidental, cuando está asociado a un estímulo concreto. El ejemplo por excelencia de dolor incidental es el
dolor que producen las metástasis óseas cuando se produce la carga o el apoyo de la zona afectada. En el caso del dolor
neuropático se puede producir un dolor en descargas llamado irruptivo, que no obedece a un estímulo previo pero que tiene
un carácter intermitente.

También se deben evaluar los factores desencadenantes y moduladores negativos, como el tipo de dolor. Según el
mecanismo fisiopatológico que lo cause el dolor puede ser nociceptivo o neuropático. El dolor nociceptivo a su vez puede
ser somático, que es el producido por estímulos dolorosos sobre estructuras somáticas: piel, hueso, articulaciones, músculo,
partes blandas. Se trata de un dolor fácilmente localizable, al que el enfermo se refiere como “un pinchazo”, “algo punzante”,
“algo que roe”. También pude ser visceral: en este caso se trata del dolor que procede de las vísceras u órganos inervados
por el simpático. En este caso quedan incluidas las mucosas, las serosas, los músculos y los vasos. Se trata de un dolor al
que el enfermo se refiere como “algo sordo y difuso”, “es como una presión”, y su localización es profunda.

El dolor neuropático es el producido por la afección de las estructuras nerviosas, lo que condiciona una alteración de la
conducción y por tanto de la motilidad y de la sensibilidad. El enfermo suele referirse a él como “ calambre”, “descarga
eléctrica” (lo que técnicamente llamamos dolor lancinante), “quemazón”, “hormigueo” (técnicamente: dolor disestésico).
Según el tipo de estructura nerviosa afectada este tipo de dolor será: central, periférico o simpático.

También debe evaluarse el grado de complejidad del dolor.11,12 Bruera y col. diseñaron una escala sencilla capaz de
establecer a priori si un dolor será de fácil o difícil control. Disponer de esta información nos ayudará a orientar nuestro
tratamiento, la necesidad de intervención de un equipo específico, rotación opioide, técnicas intervencionistas, etc.

c) La gradación (puntuación) de la magnitud del síntoma evaluado. El objetivo de asignar un número o un calificativo al
síntoma es: obtener una puntuación que permita comparar la respuesta a una determinada intervención terapéutica y
cuantificar (indirectamente) el impacto que genera el síntoma (p. ej.: referente al síntoma anorexia: ¿En la ultima semana, en
una escala de 0 a 4, donde 0 es tener un apetito normal y 4 un apetito pésimo, cómo diría que ha sido su apetito?, o bien:
¿Cómo diría que es su apetito: normal [0], regular[1], bastante malo [2], malo [3], pésimo [4]).

Para eso contamos con diversos instrumentos que han demostrado validez y buena correlación entre ellos.13,14 Las escalas
más destacadas son: las categóricas numéricas,15 las categóricas verbales.7 Las escalas gráficas como la visual
analógica16 son otro sistema de evaluación y que ha constituido la base de algunas herramientas multidimensionales de
evaluación.

En algunos casos al paciente le resulta difícil poner un número o marcar una raya en una escala visual que cuantifique su
dolor. Lo verdaderamente importante no es tanto el número asignado como el proceso de diálogo que se establece y que nos
permitirá descubrir matices sobre ese dolor que orientan mejor nuestra intervención. Esta comunicación nos permitirá
reconocer a los pacientes que minimizan el dolor o aquellos que expresan como dolor físico lo que es angustia o
sufrimiento.

Para la evaluación cualitativa del dolor se han desarrollado escalas más complejas, algunas de las cuales han sido validadas
en castellano, aunque su uso queda, generalmente, limitado a estudios de investigación:12 como la escala Mc Gill,17 y la Brief
Pain Inventory.18

La evaluación del resto de los síntomas se apoya en las escalas ya mencionadas:19 categóricas o gráficas, adaptándolas a
cada circunstancia de intervención.

Existen tres grandes escalas globales que repasan todos los aspectos físicos y alguno emocional del paciente en CP. Estas
son:
Edmonton Symptom Assessment System (ESAS):20,21 Se trata de 10 escalas analógicas visuales que exploran: dolor, astenia,
anorexia, náuseas, ansiedad, depresión, bienestar global, somnolencia y disnea. El síntoma número 10 queda abierto para
que cada enfermo pueda añadirlo. Este cuestionario puede ser completado por el paciente, un familiar o el personal sanitario
cuando el deterioro del paciente lo incapacite.

Support Team Assessment Schedule (STAS):22 Diseñada para su aplicación en el domicilio, se trata de una herramienta que
debe cumplimentar el equipo terapéutico. Esta escala repasa: control del dolor, control de otros síntomas, ansiedad del
paciente y su familia, información del paciente y su familia, comunicación entre paciente y familia, comunicación entre
profesionales, planificación, ayudas prácticas, situación financiera, pérdidas de tiempo y aspectos espirituales.

Palliative Outcome Scale:23 ofrece una versión para ser autoadministrada por el enfermo y otra para ser completada por los
profesionales, con buena correlación entre ambas. Está validada en castellano y ha demostrado buena correlación con
escalas de evaluación funcional y de calidad de vida. Para algunos autores19 es capaz de medir la efectividad de un equipo
de cuidados paliativos.

No podemos afirmar que exista una escala ideal que responda a todas las necesidades del profesional y se ajuste a las
posibilidades de colaborar de todos los enfermos terminales24 pero compartimos la opinión de Homsi7 y col.25 que la
evaluación sintomática inicial debería apoyarse en un listado de síntomas que nos permita identificar su presencia. Esta
evaluación se completa con una priorización en función de su intensidad y las preferencias de cada paciente; para ello las
escalas analógicas visuales son para nosotros la herramienta más completa. En el caso de aquellos pacientes que no la
comprenden completamente, las escalas categóricas verbales y numéricas son una buena alternativa dada su alta
correlación. Para la evaluación continuada de los síntomas la ESAS es una de las escalas más completas ya que aborda de
manera global tanto la esfera física como la emocional del paciente.

Existen situaciones especiales que requerirán una adaptación de todo lo anterior: la evaluación pediátrica y la evaluación en
los pacientes con deterioro cognitivo o bajo nivel de conciencia.

La exploración física como fuente de información. Nos permite aproximarnos de forma no verbal a cada enfermo, contrastar
sus quejas con su situación orgánica y establecer los procesos fisiopatológicos que expliquen los síntomas, orienten nuestro
tratamiento y nos permiten establecer los cambios a lo largo de la enfermedad.

La inspección, la auscultación, la palpación y la percusión rigurosas constituyen una manera tácita de demostrar nuestro
interés ante una persona (y su familia) que se encuentran al final de una enfermedad. Esta manera de acercarnos al paciente
puede ser diagnóstica y al mismo tiempo terapéutica.

En la situación terminal, y más aun en el ámbito domiciliario, una exploración física rigurosa es la mejor ayuda en la toma de
decisiones. No debemos descuidar la revisión de la boca y la faringe, por el alto grado de micosis orales y su repercusión en
síntomas como la anorexia; la revisión de la piel, buscando palidez, ictericia, úlceras incipientes, lesiones por rascado, etc.; no
deberá faltar una auscultación cardiopulmonar y una exploración abdominal que incluya tacto rectal en el caso de que se
sospeche estreñimiento; en el caso de enfermedades específicas (vasculares, neurológicas) será imprescindible detenernos
en estas áreas de forma específica.

Los datos procedentes de exploraciones complementarias recientes nos permitirán completar esta información
(hemograma, bioquímica sanguínea, pruebas radiológicas, gammagrafía ósea, etc.).26 La disponibilidad de historias clínicas
informatizadas facilita el acceso a la información sin la necesidad de repetir las investigaciones. Lo ideal sería disponer de
un registro informatizado único para todos los implicados en el proceso de atención del enfermo.

La evaluación cognitiva. Hace referencia a la exploración del nivel de conciencia, orientación, memoria, atención y presencia
de alucinaciones.27 En CP es interesante establecer la situación cognitiva de inicio, tanto desde el punto de vista legal (el
paciente es competente) como desde el punto de vista del diagnóstico precoz de los cuadros de delirium.28 El test de
Pfeiffer29 o el Minimental Test de Folstein30 constituyen herramientas adecuadas para una primera aproximación.

Los criterios del DSM-IV relativos al cuadro confusional agudo nos permitirán establecer el diagnóstico en el caso de los
pacientes que no pueden completar un test cognitivo. Otra herramienta que ha demostrado utilidad tanto en el diagnóstico
como en su capacidad para graduar el delirium es la Memorial Delirium Assessment Scale.31,32

Evaluación funcional. Nos informa el grado de autonomía o dependencia del paciente y nos ayuda a planificar el tratamiento y
los cuidados. Entre las herramientas más utilizada para la evaluación funcional podemos destacar la escala de Karnofsky
(KPS)33,34 clasifica el estado funcional de 100 (vida normal) a 0 (defunción). La evaluación se realiza a partir de aspectos
relacionados con actividad, trabajo y autocuidado. También el Indice de ECOG: (Eastern Cooperative Oncology Group),35,36
que mide la repercusión funcional de la enfermedad oncológica en el paciente como criterio de progresión de la enfermedad.
Ambas escalas han demostrado alto grado de correlación.37-39

Otros autores han preferido, inspirados en las aportaciones de la geriatría,40-43 utilizar escalas de actividades básicas de la
vida diaria (ABVD) y actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) para la planificación de los cuidados y porque pueden
ser útiles en la estimación del pronóstico de vida.

Específicamente diseñadas para el ámbito de CP se destaca: la Edmonton Functional Assessment Tool (EFAT).44 Esta escala
recoge aspectos relativos al nivel de alerta y comunicación, estado sensorial, movilidad, balance muscular, actividad y ABVD,
así como la presencia de dolor. Requiere la colaboración de un fisioterapeuta y consume un tiempo considerable. La segunda
escala específica para la evaluación funcional en CP es la Palliative Performance Scale (PPS),45 que constituye una
adaptación del KPS para las fases avanzadas de la enfermedad y evalúa deambulación, actividad y evidencia de enfermedad,
autocuidado, ingesta y nivel de conciencia. No existe una variante validada en castellano.

Son muchas las herramientas existentes y dependerá de cada equipo y del tipo de pacientes a los que atiende la elección de
la herramienta más adaptada.46

Situación emocional y rasgos de personalidad previos

La evaluación básica de la esfera emocional puede hacerse mediante una entrevista exploratoria y la anamnesis. Conviene
detectar los rasgos de personalidad más característicos y la presencia de sentimientos y mecanismos defensivos que
protegen la estructura básica. Respecto de los sentimientos y sensaciones básicas deberemos descartar: ansiedad, tristeza,
rabia, miedo, irritabilidad y los cambios emocionales. Respecto de los mecanismos de defensa más habituales podemos
detectar: evitación, negación, racionalización, disociaciones (desconexión entre la situación real del paciente y su mundo
interno), desplazamiento, etc.47

Otras áreas a explorar son las estrategias de afrontamiento utilizadas por el paciente y su familia ante problemas previos; los
miedos a la pérdida del rol y del control, al abandono, a la soledad; la ideación suicida o los problemas no resueltos.

Está en discusión cuál es la mejor manera para establecer esta evaluación. Para algunos autores la aplicación de escalas
analógicas visuales de ansiedad/angustia y depresión/tristeza ha demostrado buena correlación con el cuestionario de
HADS,48 aunque la información que aportan es más grosera. Otros equipos utilizan de forma rutinaria el propio cuestionario
HADS. Algunos trabajos intentan simplificar la evaluación inicial del clínico con algunas preguntas sencillas: “¿Está usted
deprimido? ¿Ha perdido interés por las cosas o actividades que normalmente le satisfacían?”.49

El ámbito de la medicina paliativa y la situación que viven los pacientes escapa a algunas de las clasificaciones clásicas de
la psiquiatría y la psicología. Así, por ejemplo, los criterios del DSM-IV para el diagnóstico de depresión no parecen ser muy
adecuados para el enfermo terminal. En estos pacientes la anorexia o las dificultades en el sueño pueden deberse a causas
ajenas al cuadro depresivo.

Algunos autores como Kissane están trabajando en una nueva entidad nosológica, propia del enfermo en fases avanzadas el
llamado “síndrome de desmoralización”.50 Existe en curso un estudio multicéntrico cuyo objetivo es la mejora del
tratamiento del dolor, la depresión y la astenia a partir de la investigación traslacional. En lo relativo a la depresión, el estudio
pretende mejorar sus métodos de clasificación y evaluación, así como el desarrollo de guías de práctica clínica
consensuadas a nivel europeo para la clasificación, evaluación y tratamiento de la depresión.51

Los pacientes con antecedentes de abuso de alcohol u otras drogas requieren una estrategia específica de tratamiento
farmacológico del dolor. Por ello es importante explorar este dato durante la anamnesis. Aquellas personas con historia de
alcoholismo o abuso de tóxicos reflejan estrategias de afrontamiento mal adaptadas. Estos pacientes tienden a expresar
como dolor físico su malestar emocional, la frustración producida por la pérdida de rol, de autonomía. Ante las quejas de
dolor somático corremos el riesgo de iniciar una escalada analgésica que puede desencadenar fenómenos de
neurotoxicidad.52

El test de CAGE53 nos permite establecer un tamizaje sobre los antecedentes de alcoholismo de los enfermos. Se trata de un
test sencillo de cuatro preguntas que pueden incorporarse a la entrevista clínica. Un resultado igual o superior de 2 sobre 4
puede considerarse positivo y nos obligará a explorar detenidamente la esfera emocional del paciente y llevar a cabo
medidas terapéuticas complementarias al tratamiento farmacológico. En estos casos, el abordaje interdisciplinario
constituye la mejor estrategia.

Habitualmente, la adicción se ha referido al abuso de psicotrópicos en personas sanas pero pueden existir personalidades
que, en el contexto de una enfermedad, adoptan con los analgésicos una conducta adictiva. Hablaríamos de personalidades
adictivas cuando nos encontremos ante un paciente que consume analgésicos de forma compulsiva a pesar de que éstos
pueden producir un daño físico, psíquico o social en él. En el caso de los enfermos oncológicos suelen caracterizarse por
escalada de dosis no autorizada por el médico y búsqueda de recetas en diferentes entornos sanitarios.

En otros casos podemos hablar de seudoadicción, cuando el paciente presenta gran distrés por los síntomas no aliviados y
solicita de forma agresiva el incremento de dosis.

Estos casos requieren una valoración emocional exhaustiva, capaz de establecer el diagnóstico diferencial con otros cuadros
como trastornos de personalidad, de ansiedad, depresión o cuadros disfóricos.

Grado de información

En cualquier ámbito de las relaciones humanas, pero especialmente en los problemas de salud y al final de la vida, la
comunicación e información con el paciente y su familia adquiere una importancia capital. El capítulo de la comunicación de
malas noticias y la información requeriría un artículo monográfico. Aunque no nos adentraremos en dicho tema sí queremos
señalar la importancia de recoger en nuestra historia el grado de conocimiento que tiene el paciente sobre el diagnóstico y el
pronóstico, así como sus deseos al respecto. También es bueno constatar la existencia de una conspiración de silencio por
parte de la familia, que bloquea una adecuada información del paciente y los motivos de ésta.

En este espacio podemos recoger, también, el nivel de implicación que el paciente desea mantener en la toma de decisiones
y la existencia de documentos de voluntades anticipadas.

Situación sociofamiliar

Si tenemos en cuenta que, en CP, la unidad de atención son el paciente y su familia, y que la familia es además la garante de
los cuidados continuados del paciente, se hace necesario reservar un espacio de nuestra evaluación a la familia. ¿Qué datos
no deberían faltar?54

Genograma. Es la representación gráfica que nos permite ver la estructura familiar. Registra información sobre el núcleo de
convivencia, la presencia de niños y ancianos en el domicilio; la existencia de muertes o acontecimientos estresantes, el
ciclo vital familiar y las relaciones familiares.

Identificación del cuidador principal. Definimos como cuidador principal a la persona que pasa más tiempo al lado del
enfermo ofreciéndole su ayuda y asistencia. Familiar o no, es quien tiene los vínculos afectivos más fuertes con el paciente.
Suele ser interlocutor con el equipo asistencial y participa en la toma de decisiones al lado del enfermos o en su
representación, en los casos en los que el enfermo no es competente. Es importante explorar su nivel de salud, el apoyo que
recibe por parte de otros familiares, sus propios recursos y el grado de adaptación al proceso de enfermedad. Todo ello de
cara a prevenir o intervenir en el caso de claudicación.
Situación emocional de la familia. Establecer el grado de impacto emocional que la situación de final de vida genera en ella,
así como los mecanismos de adaptación, necesidades, preocupaciones y conflictos. Es bueno explorar también experiencias
de crisis previas y las estrategias de resolución que desarrolló la propia familia. Es oportuno profundizar sobre las
expectativas que tienen respecto del equipo asistencial y de la propia enfermedad.

Dificultades económicas. A raíz de la enfermedad pueden disminuir de forma importante los ingresos económicos y
aumentar los gastos relacionados con los tratamientos y los cuidados del enfermo. En otras ocasiones la enfermedad llega
en casos de precariedad económica. Detectar estas situaciones nos permitirá intervenir, solicitar ayudas, etc.

Situación de la vivienda. Es importante explorar si en el domicilio existen barreras arquitectónicas así como las condiciones
fundamentales del lugar de residencia, sobre todo en los casos en los que se plantea la atención domiciliaria.

Problemas prácticos. Este apartado hace referencia a la organización real de la familia de cara al cuidado del enfermo. Nos
podemos encontrar que el cuidador principal tiene escasa disponibilidad para desempeñar su tarea por las cargas laborales
que debe soportar. Los domicilios en zonas aisladas pueden ser un problema en función de garantizar una atención
continuada de calidad; la existencia de otros enfermos en el núcleo familiar; situaciones de separación matrimonial, cambios
de lugar de residencia o de trabajo, etc. son elementos a tener en cuenta. En otros casos los asuntos prácticos se centran en
la necesidad de ayudas técnicas: una silla de ruedas, un subsidio por invalidez, trámites legales, etc.

Asuntos pendientes del enfermo. En el curso de la atención podemos explorar el deseo del enfermo de resolver asuntos
pendientes, tanto a nivel legal o económico –testamento, herencias, matrimonios– como emocional: reconciliaciones,
despedidas, etc. Probablemente este apartado no sea abordable en la primera valoración del enfermo pero es bueno tenerlo
en mente para explorarlo en sucesivas visitas. Un adecuado abordaje de estas necesidades acostumbra evitar mucho
sufrimiento y reduce los requerimientos de muchos fármacos.

Sistema de valores e inquietudes relativas a la esfera existencial o espiritual

En nuestra valoración no deberían faltar unas líneas dedicadas a este apartado. El final de la vida nos enfrenta a las
preguntas relativas al sentido de la vida y la trascendencia. En muchos casos son fuente de angustia para el paciente y su
familia. Es importante generar un espacio de diálogo en el que el paciente pueda expresarse y registrar esta información en
la evaluación sistemática para afinar mejor el tratamiento y no tener que improvisar a última hora.55

¿Cómo podemos explorar la esfera existencial espiritual más allá de las aproximaciones religiosas? ¿Cómo explorar la esfera
religiosa sin comprometer al paciente o a la familia?
La exploración de la esfera espiritual la podemos estructurar en tres ejes. Un eje intrapersonal centrado en la búsqueda de
sentido, es decir la respuesta a las preguntas de ¿quién soy, qué hago aquí?, ¿qué sentido tiene mi vida?.56 Un eje
interpersonal referido a las relaciones con los demás: la necesidad intrínseca que todos tenemos de amar y ser amados y
sus “distorsiones” o asuntos pendientes. Y un eje transpersonal, que hace referencia a la necesidad de trascender nuestro
pequeño yo, lo que dejamos, cosas hechas para el futuro y hacia dónde nos dirigimos, conexión con algo que nos abarca y
nos supera.

La posibilidad de explorar estas tres necesidades y su grado de “cobertura” o de satisfacción en nuestros pacientes nos
puede llegar a dar una idea de la plenitud o vacío de lo que entendemos que cada ser humano aspira a completar en su vida.
Consideramos que la existencia de “lagunas” en esta área puede ser fuente de sufrimiento existencial. Algunas de las
carencias, una vez detectadas, podrán ser “acompañadas” y leídas junto al terapeuta, que contribuirá a trascender la visión
insuficiente del enfermo.

¿Cómo ordenar toda esta información?

Disponer de una hoja de registro específica para la fase final de la vida es operativo, ya que condensará toda la información
procedente de nuestra valoración. En los casos de historias clínicas electrónicas57 debería existir una aplicación específica y
que pudiera ser consultada por los diferentes niveles asistenciales. Es importante que cada paciente cuente con un resumen
relativo a su situación en el domicilio para facilitar las intervenciones en caso de urgencia, fallecimiento durante la noche,
etc. En el Anexo 1 ofrecemos un ejemplo de cómo recopilar toda la información.

Principios generales de intervención en medicina paliativa

Podemos resumir las herramientas fundamentales de los CP en:

Control de síntomas
Conocer, detectar, evaluar y tratar los síntomas constituye el punto de partida para garantizar la calidad de vida.

Un correcto tratamiento paliativo pasa por:58

- Una evaluación exhaustiva del número y la magnitud de los síntomas que sufre el paciente, así como el grado de impacto
en su calidad de vida. Dado que los síntomas pertenecen a la esfera de lo subjetivo, la principal fuente de información será
siempre el paciente.

- La determinación de la causa o causas que condicionan la presencia de los síntomas. Siempre desde una perspectiva de
proporcionalidad, confort y capacidad de intervención.

- El establecimiento de objetivos terapéuticos realistas con el enfermo y su familia.

- El manejo adecuado de los tratamientos disponibles, tanto de índole farmacológica como no farmacológica.

- Seleccionar los fármacos que hayan demostrado eficacia terapéutica con mínimos efectos secundarios; utilizar las
posologías más cómodas y las vías de administración más sencillas.

- La evaluación sistemática y periódica de las intervenciones, los resultados obtenidos y los factores moduladores.

Apoyo emocional y comunicación

Sólo en el contexto de un clima de comunicación abierta, centrada en las demandas del paciente, donde se cuide tanto la
expresión verbal como la no verbal podremos ofrecer una relación de ayuda terapéutica que permita aflorar los síntomas de
la esfera emocional y proponer estrategias de adaptación o afrontamiento.

Cambios en la organización

El modelo de cuidados paliativos ha roto la antigua verticalidad de la asistencia médica. Los diferentes profesionales,
reunidos en torno del enfermo, serán capaces de colaborar, cada uno desde su faceta específica, en el desarrollo de un plan
global de intervención que contemple todas las necesidades del paciente y su familia.

Destaca también la incorporación de la familia y el voluntariado como partes fundamentales de un equipo terapéutico más
amplio.

Equipo interdisciplinario

En íntima relación a lo expuesto en el apartado anterior, será la pluralidad de los profesionales que integran el equipo la que
garantice una aproximación a todas las necesidades del paciente. Por su parte, el equipo crece y se enriquece a partir del
intercambio cotidiano de experiencias y puntos de vista diversos. La existencia de múltiples profesionales, por otra parte,
distribuye las cargas y proporciona elementos de apoyo sanitario en contacto con el sufrimiento y la muerte de forma
constante.

Bibliografía del artículo
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