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NOVARO, M.

(2006), Historia de la Argentina contemporánea: de


Perón a Kirchner, Buenos Aires, Edhasa. “Presentación”.

Presentación

l.a historia de un país es el arcón donde podemos encontrar _respuestas a pre-.


guntas por la razón de ser y naturaleza de sus problemas, logros y posibilidades:
¿ ·ómo es que llegamos a la situación que hoy vivimos? ¿Cuál es el origen de los
rasgos y circunstancias que nos distinguen como país y como pueblo? ¿Cuál es
la raíz de los problemas que nos preocupan? ¿Cuál el origen y alcance de nues-
tras fuerzas, capacidades, o incapacidades, para lidiar con ellos? Y, dado todo lo
anterior, ¿qué podemos esperar nos deparará el futuro?
Es fácil ver que__para contestar estas preguntas puede ser tan útil remontar-
se a tiempos muy lejanos como analizar los más inmediatos. Más todavía: estu-
diar el pasado remoto sin ver el modo en que sus legados fueron transmitidos y
transformados desde entonces hasta llegar a nosotros no nos permite sacar todo
el provecho que es posible de las enseñanzas de la historia. Esto nos habla de la
utilidad que tiene la llamada "historia reciente". Pero no resuelve la cuestión de
su factibilidad.
Al respecto, durante mucho tiempo los historiadores pensaron, y toda-
vía hoy muchos piensan, que la historia mientras más remota mejor. Es más
fácil de investigar, de estudiar y de expli car. Por un lado, porque con el paso
del tiempo es más fácil separar lo imporrante de lo irrelevante, y el dato
verificable del rumor, con lo que puede idenrificarse la información fidedig-
na y descartarse las versiones sin fundamento, y distinguir los procesos pe
largo plazo de las circunstancias coyunturales y accidentes, de modo de iden-
tificar causas y cadenas de sucesos. Por otro, porque se facilita la distinción y
la puesta en relación entre las motivaciones de los actores y las consecuencias
de sus actos, ya que se conocen los desenlaces, los efectos de corto, mediano
-y largo plazo. También es más fácil distinguir, por esto mismo, a justos de
pecadores, a quienes se equivocaron o fracasaron de quienes marcaron un
camino; reconocer y valorar, en suma, a las personas que tuvieron un com-
portamiento destacado, los héroes nacionales, y los villanos. En el presente o
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en el pasado inmediato, en cambio, no hay héroes, o al menos, por regla muchos otros, concebidos como parte de operaciones políticas y culturales
general, es mucho más difícil pon erse de acuerdo al respecto. más amplias pa;a lograr unanimidad y para extraer lecciones morales indiscu-
Hay innumerables ejemplos que pueden darse para demostrar el carácter tibles sobre lo bueno y lo malo para la nación, sobre los héroes y los villanos.
precario de nuestras opiniones sobre el tiempo presenre o el pasado inmediato. En parte por ello se justificaba atender exclusivamente a la historia lejana, por-
En lo que atañe a hechos recientes, en muchos casos aún no ha salido a la luz que era una cantera más maleable para lograr esos objetivos. Hoy sabemos que
información relevante para entender porqué sucedió lo qu e sucedió, ni ha pasa- una sociedad democrática, cohesionada y madura requiere de mucho más que de
do el tiempo suficiente para poder ver todas las consecuencias que se siguen de epopeyas heroicas unificadoras, valiosas en ocasiones y para ciertos fines, sin
un acto. Si se hubiera escrito la historia de la convertibilid ad en 1999, muchos, duda, pero insuficientes para sostener identidades activas en el presente. Que
seguro que muchísimos más que hoy, hubieran estado rentados de destacar sus una sociedad con esos rasgos, democrática, cohesionada y madura, no se dis-
méritos y relativizar sus defectos. Estamos inmersos en la historia reciente, es tingue por la unanimidad sobre su historia, ni remota ni cercana, sino por la
nuestra propia historia personal y nuestra participació n y la de nuestros semejan- capacidad de sus miembros para convivir en el disenso, de lograr la solidaridad
tes en los asuntos que analizamos aún no ha concluido. Nuestra mirada está y la cooperación entre grupos que piensan muy distinto sobre muchas cosas, y
sesgada por disensos y conflictos que no han tenido tiempo de desenvolverse. que cooperan precisamente porque piensan distinto, quieren distintas cosas,
Estos parecen ser argumentos bastante sólidos. Con vengamos entonces pero saben que el mejor modo de lograrlas es ése, cooperar, y no aislarse ni
en que si algo así como la "hisroria reciente" es posibl e, será seguramente mu- buscar excluirse.
cho más preliminar y abierta a la polémica que la histori a remota. Ahora bien: ¿Cuál es entonces la función de la historia común de un país, si no se trata de
¿es siempre tan clara y definitoria esta diferencia entre lo remoto y lo inmedia- "estar en un todo de acuerdo", de buscar la unanimidad de memorias y de expe-
to? ¿No es cierro acaso que también en la comprensión del pasado más lejano riencias? Si el consenso es siempre precario y limitado, y la cultura de una nación,
hay inevirables diferencias de criterio, de intereses y preferencias? ¿Acaso no se para que la nación florezca, debe ser pluralista y no ignorar ni suprimir las contro-
discute todavía hoy intensamente contraponiendo virrudes y defectos de versias que habitan en su seno, entonces de lo que trata el estudio de la historia, y su
Saavedra y Moreno, de unitarios y federales, Rosas o Sarmiento, Alvear o enseñanza, no es de construir una verdad única, definiti~a y sellada contra toda
Yrigoyen?; y la lisra de "debates abiertos", de una hi sro ria nacional relativa- opinión particular, sino de aprender a la vez de las experiencias y memorias propias
mente breve como es la nuestra, es impresionantemenre extensa. Por orro lado, y ajenas, poniéndolas en comunicación y en debate entre sí, de manera que ella
¿no es también cierro que sobre hechos recientes ten emos muchas veces muy misma sea una escuela de convivencia, tolerancia y mutua comprensión.
diversas fuentes de inform ación, y que para el pasado remoto son más escasas o Claro que existen los hechos y los actos "objetivos", que es preciso identi-
pueden estar más sesgadas (porque sólo algunos daros y opiniones, para soste- fi car, y que ninguna versión puede legítimamente esconder o manipular; y
ner una versión de los hechos , fueron preservados)? Finalmente, y tal vez lo !aro también que existen buenas y malas explicaciones históricas. Débemos
más importante, lejos de ser un obstáculo, es precisamente una ventaja contar preven irnos contra la idea, complemento perfecto del unanimismo, de que
con una muy amplia pluralidad de versiones. Puesto que esa pluralidad es la cada quien tiene su versión de la historia, hay tantas versiones como grupos de
que hace más interesante y productiva la rarea de pensar la historia. ¿No es opin ión y de interés, y rodas por lo tanto son igualmente válidas. Si esto fuera
acaso contando con rodas las opiniones disponibles sobre el sign ificado del así, sería imposible establecer un criterio para evaluar la veracidad de las mis-
pasado, sea remoto o inmediato, opiniones que se proyectan desde el presente mas que sea legítimo para todas. La ciencia histórica sería apenas una excusa
y que también recibimos como parte del legado histórico, que los miembros de para imponer una versión sobre las otras, sería imposible el diálogo y la com-
una comunidad política debemos encontrar el modo de vivir juntos? Aquí nos prensión entre las distintas opiniones y, en última instancia, no tendría sentido
enfrentamos en realidad con otro asunto: los usos públi cos y políticos de la 11i estudiar ni discutir sobre el tema, más allá de los límites de los que a priori
histori a, que en nuestro caso ~erece una particular aten ción . "csd n de acuerd o" en una posición.
El estudio de la historia, as í co mo su enseñama rn l,1, t".\ll1c las y su difu- Es alarmante comprobar lo exte ndida que es tá esta visión de las cosas
sió n pL1oli ca, fueron clur:rnre largo tiempo, en ni 1L'.\ i111 ¡1.if, 1.d w ·1, más que en c1111T 11 oso 1ros. El popidar arg 11111 ·1110 de qu · "cada quien da su versión de las
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cosas" , en apariencia pluralista y tolerante, alienta a que cada uno adopte la Porque si bien es cieno que son los hombres quienes hacen la historia, ésta no
versi ó n q uc m ·¡orle cuadre y se muestre indiferente ante hechos y análisis que es el mero resultado de sus voluntades, ni sus actos el simple reflejo de sus
la dc:.:smiencan. En muchos casos, en particular cuando este discurso adopta creencias, motivaciones e intereses expresos. El p_roblema que enfrenta en este
formato periodístico, ello va acompañado de un desprecio manifiesto hacia la sentido la historia reciente es de algún modo el opuesto al de la historia remo-
" historiografía seria", a la que se cataloga de aburrida, pretenciosa y, en última ta: mientras que ésta tiende a basarse en fuentes "objetivas" y por lo tanto
instancia, inútil. Ciertamente, las ciencias sociales están imposibilitadas de pro- puede inclinarse a favor del carácter impersonal de los "procesos históricos",
ducir un total acuerdo, una Verdad; pero pueden ofrecer algo más serio y con- aquélla tiene ante sí a los actores mismos, opinando, hablando, interpretando
sistente, y más comprensivo de las distintas miradas, que la proliferación de sus propias vidas, y le resulta por lo tanto muy tentador privilegiar esas fuentes
versiones autocomplacientes que tienden hoy a volverse predominantes en casi "subjetivas", poner en primer plano la voluntad de los actores y lo que ellos
todos los grupos de opinión. Eso es lo que diferencia precisamente a las buenas recuerdan o dicen recordar, y subestimar consecuentemente los factores imper-
explicaciones de las malas: aquéllas no son prisioneras de un punto de vista o_ sonales, los procesos y las con~iciones que escapan a esas voluntades y memo-
un interés, lo que les permite considerar lo que hay de verdad en todos ellos, y _ rias, y a la vez las constriñen y las condicionan. A lo que se suma el hecho
tratar con respeto los datos y las interpretaciones en competencia. bastante natural de que los protagonistas de la historia que son entrevistados
Insistamos, para evitar todo malentendido, que lo dicho no supone exal- para que cuenten su historia, consciente o inconscientemente tienden a redefinir
tar una verdad científica, que implicaría una versión cientificista del unanimismo sus intenciones, creencias y percepción de intereses de entonces desde el pre-
que criticábamos más arriba. Porque lo cierto es que, en cuanto nos acercamos sc:.:nte, en ocasiones modificándolas totalmente, no sólo porque conocen el
_a los "hechos'', se trate de episodios de la vida de los fundadores de la nación o dc:.:senlace de los hechos, y es tentador reemplazar causas por consecuencias,
de la de nuestros más recientes .gobernantes, veremos que están compuestos de sino porque con frecuencia necesitan justificarse ante un público que hace lo
motivaciones y circunstancias diversas y complejamente articuladas, y su mis- mismo y evalúa los éxitos y fracasos en términos de responsabilidades e incluso
ma enunciación es inseparable de interpretaciones siempre plurales. Por más ·ul pabilidades.
que sean remotos o cercanos, los diversos sentidos atribuidos a los hechos por La comprensión de los hechos históricos, sean remotos o recientes, debe
sus protagonistas o por quienes los recibieron como legado, siguen pugnando ·ontemplar ambas dimensiones y encontrar un equilibrio, adecuado a los ras-
entre sí para imponerse y darle un sentido a la historia, las historias, que tene- gos de cada momento y cuestión particular, enti7la determinación que resulta
mos en común. de:.: factores y proces~- impersonal~s y la subjetividad de los actores. -
Advirtamos también que ~subjetivida<i de la que estarnos hablari_do !lQ
1·s só lo ni principalmente "voluntad". En primer lugar porque ella no carece de
Los hechos, los testimonios y la memoria de quienes interpretan s11s propias determinaciones (tradiciones, identidades, creencias), qué impo-
n ·11 <.:n alguna medida lo que los acrores individuales y colectivos quieren,
En relación a esto último, la historia de hechos recientes tiene una ventaja pi ·nsan o sienten. En segundo lugar, porque dicha subjetividad está habitada
notable, que ya insinuamos brevemente: nos es posible tomar contacto en for- por l:i co ntingencia. Lo que quiere decir, por un lado, que ~us actos son siem-
ma más o menos directa (a través de entrevistas, testimonios, y la inmensa p1 -, ' n alguna medida, imprevisibles por ser una creación libre; nunca se co-
variedad de fuentes que ofrecen los archivos, las bibliotecas y los medios de 1respond en exactamente con un "plan estratégico" fruto de una voluntad ra-
comunicación modernos) con las motivaciones y creencias de los actores. Po- l io11al. Y, por otro, que sus efe ctos no están nunca en una relación direcra con

demos de este modo reconstruir "lo que estaban pensando", la idea que se hacían l.1 ~ i111 ·n cionc:.:s, c:.: scapan en mayor o menor medida a la voluntad de c.¡ui c:.: 11cs
de sus problemas, intereses y posibilidades, cuando actuaron de un modo u otro. .ll ll'ia11 .
En la historia remota esto no es imposible, pero siempre es m:ís limitado. ' !(ido ·s to nos ll cv:i :1 1111 :1 u 111 111sió n muy rclcva111 · p:11·;1 n11 ._,1 ro :1~ 11111 0 :
Ahora bien . Sucede que ésta, que es sin duda un :i gr:1n vrn1:ija, puede ser 1·11 l.1 lii ~ toria re i ·111 · 110 ~l' 1ra 1.1sin1pkrn ·111 c de darle 1:1 ¡i:d.1h1 .1 .1 lm .1111 111'.\,
a h vc:.: 7, una compli cación , una fuente de confusio nes y 111 .d.1., 1111crprc:.:raciones. ¡101q111· l'lio,, po r ~r 111i,\111 0., 1.111 M 1l o p11 n lc11 d:1r l ll l' llt .1 de lo q11 · ¡11·11,.d1.111
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querían cuando les tocó actuar, o bien, en un relato retrospectivo, de lo que bilidades como responsabilidades, originadas, como dijimos recién, sea por
creen hoy que estaban haciendo en ese momento. Y eso, si bien puede ser muy fallas de percepción o evaluación o por inconsistencias y debilidades para juz-
ilustrativo, no basta para una comprensión amplia de los hechos. De lo que se gar moralmente la situación que a los protagonistas les tocó vivir.
trata es de comprender las complejas relaciones entre los actores, s~s acciones y
los procesos en que estuvieron inmersos. Ello significa, en primer lugar, reco-
nocer la especificidad de procesos (la situación) y acciones, y las complejas El pasado remoto y el reciente en la actualidad argentina
articulaciones que se dan entre ellos; y en segundo lugar, y al mismo tiempo,_
distinguir y correlacionar las intenciones de los actores y las consecuencias de _ Hemos dicho que la historia reciente nos puede ayudar, y mucho, a entender
sus actos. las tendencias, los problemas y las posibilid ades que definen nuestro presente.
Hay una complicación complementaria en esta relación entre acciones, ¿C uáles son los rasgos de este entorno presente cuyas raíces nos interesa bus-
consecuencias de los actos, procesos históricos y relatos retrospectivos y es la ·::ir?, ¿cuáles son las señas que describen la Arge ntin a actual, y cómo podemos
siguiente: el problema no es sólo la presencia de los recuerdos y voces de los rastrear su origen y significado en el pasad o reciente ?
protagonistas, sino de quienes los escuchan y juzgan, de quienes escriben y Si tuviéramos que definir a la Argentin a acrual seguram ente estaríamos de
leen sobre el pasado reciente, para quienes también en alguna medida esa es su .1·uerdo en decir que es un país con una gran desiguald::id social, que ha logra-
historia, y hacen un ejercicio de reconstrucción en que la memoria y el olvido do mantener un régimen democrático pero en medi o el e graves dificultades,
se combinan de forma tambi én compleja. l on gobiernos e instituciones frecuentem ente débil es y poco efi caces. Si o ri en-
Sin duda que pod emos aprend er mu cho del pasado reciente a través de 1.imos nuestra mirada hacia atrás, buscand o ca usas y antecedentes, veremos
las personas que.lo protagonizaron, así como de evocar nuestros recuerdos; y qu · la Argentina se ha empobrecido progres ivamente, y que en co mparación
que en toda indagación histórica es imposible suprimir completamente el 1011 otros países de la región durante las últim as décad as , ha logrado progresos
sesgo que imprimen al recuerdo nuestras opiniones personales y el sentido 11L\s bien pobres, y sobre tocio poco sosten id os, en términ os ele crecimiento
común presente. Pero al reflexionar sobre el pasado debemos tomar distancia n o nómico, distribución e integración de los actores a la producción y el con-
crítica, poner entre paréntesis nuestras evocaciones habituales y nuestras sim- 1111110 (gráficos 1 a 3). Asimismo, podrem os ver que hasta que en 1983 se instau-
patías o antipatías, comprender antes de juzgar. Sólo así podremos ser real- 1.'1 un sistema democrático mínimamente es table se vivi eron sucesivos experi-
mente justos en la consideración del papel de sus protagonistas, y de nuestro lll l' IHOS autoritarios, y también fuert es conflictos qu e implicaron el uso
propio lugar en la historia: ¿cuánto de lo que sucedió dependía de las volun- ' \1 rnclido y extremo de la violencia, en muy diversas formas y con diversas
tades de quienes actuaron? , ¿qué los movió a actuar, qué representación se 11 1\1 ill caciones .
hacían de sus motivos y qué justificaciones se daban?, ¿qué grado de consis- Al rastrear la genealogía de los rasgos económicos, sociales e instit~ciona-
tencia existe entre sus intenciones, explícitas o implícitas, y las consecuencias 11' que hoy nos identifican, un hecho descollante se destaca entre los muchos
de sus actos? Recién entonces correspondería preguntarse por las responsabi- 111 111lecimientos y procesos vividos en las últimas décadas: la dictadura militar
lidades morales: ¿qué intenciones y actos son moralmente defendibles?, ¿en •Jll\' ri gió en el país entre 1976 y 1983. Ella constituye, sin duda, un momento
qué medida son moralmente responsables de las consecuencias?, ¿en qué In i,, ivo de nuestra historia, porque a la vez significa el desenlace de procesos
medida estas consideraciones permiten asignar también culpabilidades? 111 .1\ 1cmo tos y la agudización de muchos de los problemas en ellos contenidos.
Aunque los juicios, morales o pragmáticos, con implicancias políticas o 1 <1 q11 c sucedió en esos años será, por muchos motivos, imposible de olvidar. Y
puramente historiográficas (juicios que, alternativa o simultáneamente, nos .11 1 111i smo modo que sucede en Europa con el fascismo y el nazismo, por
permiten identificar crímenes y errores), no pueden antepon erse a la compren- 111111 110.~ años se seguirá discutiendo sobre su legado de destrucción, sus ense-
sión, una plena comprensión no puede evitar concluir en ::d gt.'111 juicio de ese l1,i111.1s y los modos de evitar que algo semejante vuelva a suceder.
tipo, cuand o las acciones lo justifi can. No dejaremos :iq1ií de pl :1nrearl os, y de l ,.1 hi s1ori::i que nos interesa estudiar aquí tiene, por lo tanto, por una de
id e ntifi ca r, o al menos propon er un debar · ori enrado :1 id l· 111 ill l :1r 1:11H o cidp:1- 11•, 111 \·1:1s ·entrales, sino la más importante, comprender ese régimen y sus
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legados. Ello no significa que postulemos un pasado ideal truncado por la dic- aplicados por los países vecinos en los duros años setenta. Le dio un sello "ar-
tadura de 1976. Ni mucho menos que consideremos los años de democracia gentino" al método de la desaparición forzada de personas y a los asesinatos
como una prolongación de esa dictadura. Sino simplemente que 1976 signifi- clandestinos en masa. No fue el único autoritarismo de la época que impuso
ca un punto de quiebre en la historia del país; y que resulta imposible com- profundas reformas económicas y abruptos cambios en la distribución del in-
prender los problemas y desafíos de la democracia sin tener en cuenta ese mo- greso a su sociedad, pero el caso argentino también se destaca a este respecto:
mento fundamental. logró que el nuestro pasara de ser uno de los países socialmente más integrados
La exigencia de un diálogo entre lo remoto y lo cercano vuelve a plantear- y económicamente desarrollados de la región a una situación de quiebra finan-
se en este punto. Porque, ¿cómo explicar esa dictadura sin remontarse un poco ciera, desindustrialización y desarticulación productiva, y empobrecimiento y
más atrás? Cuando pensamos en el empobrecimiento de la sociedad argentina, exclusión de amplios grupos sociales.
tenemos en mente la idea de que en algún momento este fue un país en el que Por último, aunque en general los autoritarismos de la región tuvieron
había más integración e igualdad, y en el que la promesa de progreso para problemas para ser aceptados como actores legítimos en el ámbito internacio-
todos parecía al alcance de la mano. Si pensamos en el "ciclo de inestabilidad nal, ninguno llegó al extremo de aislamiento en que cayó el Proceso, ni a la
y golpes de Estado" lo hacemos a contraluz de un pasado más remoto en que paradójica situación, tras proclamarse vanguardia de Occidente en la lucha con-
la Argentina pareció encaminarse desde una Constitución republicana fun- Lra el comunismo, de hacerle la guerra a una potencia occidental intentando
dacional, moderna pero restringida, hacia una democracia plena sin mayores aliarse para ello con la URSS y Cuba.
dificultades. Otros indicadores que podríamos tomar en consideración lo presentan
La última dictadura no sólo adquiere un significado por sus legados pre- como un caso atípico: en particular, la combinación de rasgos ideológicos,
sentes, sino por su rol de bisagra en el tiempo, desenlace de un largo ciclo de institucionales y programáticos antagónicos entre sí. Como muestra de ello
inestabilidad política, declive económico y conflictividad social. Un ciclo que cabe señalar la abismal contradicción entre un sistema altamente instituciona-
muchos han llamado "la decadencia argentina", fechando su inicio en algún lizado y la propensión extendida y permanente a violar todas las reglas escritas
momento de la primera mitad del siglo XX. El objetivo de los primeros capítu- y no escritas, tanto del derecho público y penal como de los códigos que el
los de este libro consiste precisamente en pasar rápida revista a ese ciclo, de régimen se dictó a sí mismo. Existen muchos casos de regímenes autoritarios y
modo de poner en perspectiva la experiencia iniciada en 1976, y en un sentido 1otalitarios que crearon su propia normativa e institucionalidad para hacer pre-
más amplio, toda nuestra historia reciente. visible y "ordenar el arbitrio": los fascismos, los sistemas comunistas, las dicta-
duras de Franco en España y de Pinochet en Chile. En todos ellos hubo discre-
·ionalidad de los jerarcas, pero también estatalidad. En la dictadura argentina
La "decadencia" y el quiebre de los años setenta iniciada en 1976 fue tan intensa la pretensión de emularlos como la'voluntad
de buena parte de sus jerarcas de no hacerlo, y la incapacidad del resto para
La dictadura militar que rigió los destinos de la Argentina entre 1976 y 1983 lograrlo , lo que en conjunto generaría una aguda incertidumbre respecto de las
no es simplemente un caso más en la larga serie de gobiernos militares registra- premisas y los procedimientos a que se ajustaba el uso del poder. La consecuen-
dos en nuestro país. Ni tampoco uno más entre los muchos regímenes autori- t i:i de ello será la práctica destrucción del Estado, un Estado que ya desde antes

tarios que encontramos a lo largo del siglo XX en toda América Latina. Ciertos l".~taba muy debilitado, y que al final de la dictadura llegaría a una casi total
rasgos la distinguen. Algunos, por ser el caso más extremo en una escala: la han carrora , fin anciera, administrativa y ética.
extensión y crueldad de la represión, la profundidad del cambio social y econó- l ~sla di ctadura enormemente destructiva, incomparablemente fracasada,
mico , la violación del derecho internacional y los derechos humanos y el aisla- ddK s ·r exp li c:ida. ¿Có1110 fue posible que en un país con un nivel relativa-
mirnto consecuente del concierto de naciones civilizadas. El Proceso de Reor- 111 c11tL· :illO de des:i rroll o sm i.11, llil111r:d y co n instituciones cal vez inesr::iblcs
ganización Nacional se hizo mundialmente famoso por l;i s i ~ 1c111.Hicidad de un p("10 110 i1H.: x i ~1e111cs, se i111p11 , il'1 .1 ~l' llll'j.ullc barb::iri ·y destrucción, se de.~ ­
plan rcprc.:sivo sin p;irangón en la hisrnria argen1in ;i y ll\l l" , ti¡ lt"r(> ·n mucho los (0 111p11 ~ in :1 li :is 1.11 :tl l'X l1 l· 1110 l.1 11111vivl'1H i.1 l' ivili'f.:1d :1 yL· l l ·: ~ 1 a do de dn("cho?
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Las explicaciones posibles son muchas, pero una cuestión esencial no puede agudizar. Con el agravante, en nuestro caso, de que esta crisis aparecía como la
pasar desapercibida: si esto fue posible es en parte porque esta dictadura no Íase terminal de un prolongado y agudo proceso de deterioro, que requería
surgió de un día para otro, ni fue la obra exclusiva de un pequeño y aislado soluciones especialmente drásticas, incluso inclementes, e innovadoras, que
grupo de fanáticos alienados. El régimen y sus protagonistas tuvieron raíces rompieran definitivamente con los marcos establecidos. Como los militares de
profundas en la sociedad y en los procesos previos. 1976 no se cansarían de repetir, ellos no tomaban el poder para desplazar a un
Es por ello necesario buscar respuestas a la pregunta por las causas en el gobierno, sino para corregir cuarenta años, o más, de desencuentros y fracasos
largo ciclo de "decadencia" vivido por el país en las décadas precedentes. Y argentinos. ¿A qué se referían? Una revisión de ese pasado y del diagnóstico
atender con especial atención a los años inmediatamente anteriores al golpe de sobre la "decadencia" que las elites habían llegado a elaborar nos permitirá tal
1976. Porque también ese golpe tiene su historia remota y su historia cercana, vez entenderlos.
sus causas estructurales y coyunturales.
Este recorrido es relevante tambi én porque el golpe de 1976 y el régimen
resultante aparecieron a los ojos de sus contemporáneos como respuestas nece-
sarias a un largo proceso signado por la inestabilidad institucional, la crisis
económica recurrente y la intensificación de conflictos violentos entre grupos
políticos y de interés. El go lpe y la dictadura eran la respuesta a esa "decaden-
cia" en que parecía resumirse su historia reciente. La de 1976, en este sentido,
no era sólo una coyuntura especialmente crítica, una situación de emergencia
grave pero "excepcional ", que pudiera por tanto considerarse pasajera. Era la
expresión de una crisis a la vez política y económica con raíces identificables en
la primera mitad del siglo, por largo tiempo incubada, que se había ido agra-
vando desde la década del sesenta y que estalló con roda virulencia en la prime-
ra mirad de la siguiente.
La Argentina, igual que otros países de la región, ensayó durante ese peri-
plo una variedad de planes de industri al ización, tanto de corte desarrollista y
distribucionista, como más concentradores y ortodoxos; probó fórmulas de
gobierno democrático y semidemocrático, así como también regímenes auto-
ritarios ordenancistas y modernizadores. Sin embargo, los resultados alcanza-
dos con esos intentos fueron decepcionantes para buena parte de sus protago-
nistas sociales y políticos. Aunque vistos desde hoy, en términos estadísticos,
los resultados no fueron tan pobres, al menos en comparación con los de otros
países de la región (véase gráfico 1), fueron vividos como fracasos. En lo cual
podía encontrarse tanto un efecto como una causa del carácter efímero de
todos y cada uno de esos proyectos.
A resultas de este accidentado recorrido, la confianza de las elites y de
sectores muy amplios de la sociedad en cualquiera de estas fórmulas se había
vuelto muy escasa. Igual que en otros países latinoamericanos, se advertía el
agotamiento del orden económico y social vigente desde la Segund a Guerra
Mundial, que la crisis del petróleo, iniciada a principios de los Sl'I · 111 :1, vino a

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