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*Este material es una adaptación del texto La investigación histórica: un viaje al pasado, escrito
por los historiadores Mauricio Archila y Mario Barbosa, publicado en el libro Bogotá Historia
Común, de la Alcaldía Mayor de Bogotá, 1997.
HISTORIA
Podemos decir que reconstruir una historia es un viaje al pasado con tiquete de retorno al presente.
Saber qué sucedió en el pasado sirve para entendernos mejor hoy (por qué, por ejemplo, los
colombianos somos así), desarrollar un sentido de pertenencia (nacimos en tal parte, pertenecemos a
tal barrio o vereda, somos miembros de esta familia, etc.) y hacernos visibles (con razón se dice que
quienes no tienen historia no cuentan para nada en esta sociedad).
¿Cómo podemos conocer este pasado que ya pasó? (valga la redundancia). El único camino que
queda son las huellas que los hechos pasados dejaron y que nos llegan hasta el presente. Ellas son
las guías o los faros en esa travesía imaginaria hacia el pasado. Algunas quedaron grabadas en las
mentes de los seres humanos, muchas en documentos escritos, otras en obras arquitectónicas o más
recientemente fotografías o películas. Los historiadores llamamos fuentes a esas huellas y son de
distinto tipo, como veremos más adelante.
Pero esas huellas o fuentes no nos dicen totalmente cómo fueron los sucesos pasados, nos dicen
una parte. A quienes buscamos reconstruir esas historias nos toca hacer como al famoso detective
inglés Sherlock Holmes: a partir de unos cuantos indicios no sólo descubrir al villano sino, sobre
todo, reconstruir la escena del crimen. Como no todas las historias son crímenes, afortunadamente,
para la comprensión del oficio de reconstruir historias tal vez sea mejor la comparación con un
personaje más familiar, el médico: a partir de síntomas críticos del paciente, él debe deducir cuál es
la enfermedad. Más o menos así proceden los historiadores: a partir de huellas fragmentarias del
pasado, intentan reconstruirlo. Por eso importa tener tanto la mayor cantidad de huellas, como una
especie de rompecabezas en la mente que permita colocar las piezas donde deben ir. Hay que tener
en cuenta, sin embargo, que en la reconstrucción del pasado no hay una sola forma de armar el
“rompecabezas”. Por eso hay que optar por la mejor que es aquella que cuenta con un buen número
de fuentes y es más convincente por su rigor, imaginación y coherencia. De eso dan juicio no sólo
los profesores de historia, sino la gente con la cual hacemos la reconstrucción del pasado.
TRAZANDO LA RUTA
Planeación de la investigación
Planear una investigación histórica es como preparar el viaje hacia el pasado. Pero todo viaje por
más repentino que sea, además de un destino necesita una ruta, un equipaje y, sobre todo, de
hombres y mujeres que decidan emprenderlo. Es decir, se necesita un plan de viaje que permita
tener claridad de lo que queremos indagar y de la ruta elegida para hacerlo.
Para comenzar a delinear la ruta, es necesario elegir claramente el tema que queremos investigar.
Siguiendo a Heródoto, podemos pensar en hacer un seguimiento de hechos en el tiempo, pero no
sólo de los hechos más relevantes como lo enseña la historia tradicional, sino también de la vida de
hombres comunes y corrientes.
Luego de haber definido el tema, se requiere plantear unas preguntas o unos aspectos a los que se
pretende dar respuesta. Estas preguntas son la brújula que va guiar el camino de la información que
hallaremos en las fuentes y se formulan de acuerdo con las preocupaciones de quienes se plantean la
investigación.
Cada tema tiene aspectos particulares para ser estudiados. Preguntas más concretas aseguran
resultados más valiosos y evitan la dispersión en aspectos que harían perder el rumbo de nuestra
búsqueda. Más aún, el éxito y los alcances de muchas investigaciones dependen del tipo de
preguntas que se formula en un comienzo. Las preguntas pueden cambiar a lo largo del viaje, pero
no podremos prescindir de ellas como guías permanentes.
La revisión de los textos producidos con anterioridad sobre la temática elegida puede ser de gran
utilidad para establecer los aspectos en los que se va a centrar el trabajo de consulta de las fuentes.
Esta revisión brinda la oportunidad de conocer los avances y los vacíos, las experiencias y las
sugerencias de investigaciones previas. Para hacer este balance, no sólo se puede acudir a las
bibliotecas más cercanas; también a ciertas personas que tengan conocimiento del pasado.
Paralelamente a la elección del tema y al planteamiento de los aspectos por indagar, se requiere
conformar el equipo de personas que estén decididas a buscar y sistematizar información. A quienes
se resuelvan a enfrentar este reto es importante advertirles que la cualidad más importante para
emprender cualquier proyecto de investigación es la constancia y la persistencia. Las dificultades
técnicas se pueden superar consultando a algunos especialistas que seguramente apoyarán esta
aventura; pero si no se persevera en la realización a cabalidad de las tareas de consulta y
sistematización de fuentes, es difícil poder llevar “a feliz término” cualquier empresa de este tipo.
Otras de las acciones importantes para trazar la ruta es determinar la forma como se va a obtener la
información, a qué fuentes vamos a acudir para responder las preguntas iniciales. Como quien hace
historia no puede comprobar por sí mismo lo que quiere indagar, sólo puede hacerlo a través de
testimonios indirectos. Su viaje al pasado lo hace por intermedio de otros que escribieron o cuyos
testimonios orales nos hablan sobre lo que sucedió en esos momentos que ya ocurrieron.
Al tener claro los puntos de partida de la investigación y la manera como se va a llevar a cabo, se
requiere elaborar un plan de trabajo que considere la fase de preparación, la recolección de
información, su sistematización y la elaboración del producto final (sea escrito o audiovisual).
LAS FUENTES
Huellas para navegar por el laberinto de la historia
Luego de definir el tema de investigación, la metodología de trabajo y las ideas que queremos
indagar, se inicia la etapa de recolección de todas las huellas que nos pueden brindar información en
torno a la temática elegida. Estas pistas las encontramos en documentos, libros, testimonios orales,
fotografías, etc. Son necesarias tanto para la producción de un informe escrito de investigación
como para escribir el guión de un video u otro material audiovisual. Las fuentes no hablan por sí
mismas, es necesario interrogarlas. Entre más huellas tengamos y más variadas, es decir de diversa
procedencia, mejor podemos develar el laberinto de nuestras preguntas frente al tema elegido. Cada
investigador las enfrenta de manera diferente y encuentra pistas que con anterioridad otros no
habían percibido. Por ello, cada historia es una pieza más del rompecabezas para construir con
mayor claridad el pasado.
Si se piensa con qué intención fueron producidas las fuentes, existen algunas hechas con el
propósito expreso de convertirse en el futuro en relatos sobre lo ocurrido en un momento
determinado las cuales llamaremos voluntarias. Aquí nos referimos a las memorias publicadas por
personajes reconocidos, discursos, entrevistas y pronunciamientos públicos con ocasión de hechos
relevantes, balances sobre gestión de políticos en el gobierno, las crónicas de viajes, entre tantos
otros testimonios.
Pero existen otras huellas que no fueron pensadas para que otros hombres y otras mujeres las
retomaran posteriormente para reconstruir lo ocurrido. Fueron producidas como parte de la vida
diaria de cada persona o grupo. En este tipo de fuentes, conocidas como involuntarias, encontramos
los diarios personales, la correspondencia privada y los documentos de circulación restringida.
Tanto unas como otras, son fuentes necesarias para la investigación histórica, pues sus diferentes
matices brindan una visión integral de lo acontecido. La forma como se presentan las fuentes
establece otra clasificación de las fuentes en tres grupos fundamentales: escritas, orales y otras
(audiovisuales, iconográficas, fotográficas).
FUENTES SECUNDARIAS
Las fuentes secundarias son todos los documentos, libros o artículos, escritos posteriormente al
período estudiado y que se refieren a temas relacionados con el objeto elegido. Todos los textos
que consultamos en la revisión inicial de estado del tema hacen parte de este tipo de fuentes.
FUENTES PRIMARIAS
Las fuentes primarias son todos los documentos, tanto manuscritos como impresos, escritos y/o
editados en el periodo que se investiga. Entre dichos testimonios se encuentran cartas, oficios,
declaraciones judiciales, registros contables, registros notariales, archivos parroquiales, archivos de
pequeñas organizaciones o asociaciones, actas de juntas de acción comunal, crónicas, diarios,
documentos públicos y artículos de prensa. También se consideran fuentes primarias los testimonios
orales, fotográficos y otros.
Muchas de estas fuentes permanecen en archivos públicos para la consulta de los interesados. Pero
con frecuencia se encuentran en los llamados archivos de baúl, es decir, entre los papeles que todos
guardamos como recuerdos personales. En estos archivos caseros podemos encontrar cartas, actas
de reuniones, recortes de prensa, impresos, narraciones, fotografías, entre muchas posibilidades.
Estos archivos sólo son accesibles gracias a la comunicación con personajes que permiten entrar al
enriquecedor universo de su memoria.
Al consultar las fuentes escritas se sugiere utilizar fichas u otro tipo de formato con el cual se
sientan cómodos los integrantes del grupo investigador y que les permita consignar la información y
facilitar el proceso posterior de sistematización y síntesis. Es importante sólo consignar
información relevante y no detenerse a transcribir largos trozos que no son vitales para los
propósitos de la investigación.
Existen dos tipos de fichas que son útiles en toda investigación: LA FICHA BIBLIOGRÁFICA o
de identificación de los documentos: en ellas se registran los datos editoriales de las fuentes
consultadas. Estas fichas permiten la localización de las fuentes para la sustentación de
afirmaciones en notas de pie de página dentro de los informes de investigación. Así mismo son
útiles para la elaboración de las listas bibliográficas y de fuentes. Con la citación de fuentes en los
escritos se brinda a los lectores la oportunidad de ampliar o de confrontar la información presente
en el texto.
Uno de los grandes historiadores de nuestro siglo, el medievalista francés Marc Bloch, aconsejaba a
todos los historiadores no confiar únicamente en el sentido común, sino tener una constante
posición crítica a las huellas del pasado que nos brindan las fuentes.
Por eso se aconseja allegar el mayor número de fuentes posibles para confrontar el contenido de un
documento con otros similares. Al momento de evaluar una fuente de puede “echar mano” de
algunos elementos que ayudan a contextualizar su contenido, tales como la referencia del momento
histórico en el que fue escrito, el lenguaje, y las convenciones sociales.
También se aconseja precisar la fecha exacta del documento en caso de que no se encuentre
fechado, tomando en cuenta las características de cómo fue producido: el tipo de letra, la caligrafía,
la impresión y el papel, así como el contexto que refleja su contenido.
La citación tiene la función no sólo de demostrar una rigurosidad en el trabajo, sino de socializar las
informaciones que se consiguieron con todo el esfuerzo que implica un trabajo de investigación.
Con ello el investigador de la historia permite la evaluación de su trabajo a la luz de las fuentes que
aporta, por parte de los lectores que juegan así un papel mucho más activo. Además, no citar se
convierte en un acto de desconocimiento de la labor de otros hombres y mujeres que dedicaron
todo su potencial a recuperar hechos y a brindar opiniones para enriquecer el conocimiento social.
FORMAS DE CITACIÓN
PARA LIBROS se aconseja registrar en el siguiente orden: autor, título (en cursiva o subrayado),
lugar de edición, editorial, año de publicación y páginas consultadas. Ej:
PARA PUBLICACIONES periódicas (revistas, boletines periódicos) se indica: autor, título del
artículo entre comillas, título de la publicación periódica (en cursiva o subrayado), año, tomo,
número de edición, fecha y páginas. Ej.:
Archivo General de la Nación (en adelante AGN). Fondo: Notaría 5ª. Tomo 213 (1916).
Folios 415-416.
CUANDO SE CITA VARIAS VECES una misma fuente en un escrito, se aconseja abreviar la cita,
generalmente con apellido del autor, el título o una parte del mismo si es muy largo y la página o
páginas. Ej.:
Las fuentes orales han entrado muy tardíamente al campo profesional de los historiadores. Las
usaron primero otros científicos sociales como los sociólogos o antropólogos. Surgieron en Estados
Unidos en los años 20 con el fin de rescatar historias de las memorias de inmigrantes que aún no
hablaban el inglés. Sólo en los años 40 fueron aceptadas por los historiadores norteamericanos
para complementar la información escrita. Por lo general los entrevistados eran grandes personajes
como ex presidentes o miembros del gobierno. En Europa, especialmente del Este, también se han
usado para explorar un pasado difícil, el del fascismo, sobre el que nadie quiere recordar y hay poca
documentación escrita.
Muchos historiadores profesionales no son muy dados a utilizarlas por las supuestas deficiencias
que encierran. Se dice, por ejemplo, que las fuentes orales se apoyan sobre su memoria que es
frágil y selectiva. Es decir, que la gente no recuerda todo lo que ocurrió y que lo poco que recuerda
no es lo que sucedió tal cual sino la forma como cada quien lo vivió. Aunque eso es cierto no
podemos asegurar que todo es olvido. La gente recuerda lo que quiere recordar, principalmente, sus
experiencias significativas. También sucede que se reprimen ciertos recuerdos por motivos
personales o por censura moral y política. Aquí es evidente que no estamos ante un olvido total
sino ante un recuerdo tan vivo que se quiere borrar.
La entrevista es la técnica más común para construir las fuentes orales. Se debe diferenciar de las
que hacen los periodistas no sólo por el énfasis en el pasado, sino por la profundidad con que se
realizan. El secreto de la entrevista de la que hablamos es convertirla en una conversación más
fluida y espontánea como si fuera entre amigos. Hay que dejar que fluya la memoria lo más
libremente posible. Por ello, lo primero que se debe crear entre entrevistado(s) y entrevistador es la
mutua confianza. Debe quedar claro el propósito de la conversación y sin consentimiento del
entrevistado no hay diálogo posible. Como en el amor, una entrevista a la fuerza no funciona.
Existen otros tipos de fuentes que no tienen que ver con la palabra hablada o escrita. Se trata de
fuentes no muy usadas en nuestro medio, pero interesantes no sólo por su precario uso, sino por el
tipo de huella del pasado que representan. Aquí hablaremos, a modo de ejemplo, de tres, pero
pueden ser muchas más.
VISUALES es de utilidad sacar del cajón del olvido (archivos de baúl) fotografías históricas que
retratan el pasado. Las familias e instituciones suelen guardar esos recuerdos referidos a escenas
cotidianas y grandes fiestas, personajes destacados o común y corrientes, usos y costumbres, calles
y casas, obras comunes, lugares ya olvidados, etc. Entre más viejas y colectivas sean, mejor para
nuestro propósito.
Para el mejor uso de las fotografías en la reconstrucción de las historias hay que precisar al máximo
la fecha y el contexto espacial y humano de ellas. A veces la gente las guarda en sus baúles o
álbumes personales con una leyenda que indica el tiempo, lugar y personas del suceso fotografiado.
De lo contrario hay que proceder por aproximación. La discusión sobre una fotografía puede ser
parte de una conversación al estilo de las señaladas páginas atrás. Lo dicho sobre las fotografías se
puede extender a todo el patrimonio fílmico, más precario aún pero no por ello inexistente:
hablamos de películas, cortometrajes, videos, partes de noticieros, etc.