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La historia reciente surgió entre mediados y fines de los años noventa para estudiar
la historia argentina de las últimas décadas. En primer lugar, la historia reciente está
definida por una temporalidad que se delimita por su relación de cercanía con el
presente y su objeto de estudio se encuentra en permanente reconstitución por esa
relación de coetaneidad entre el sujeto que estudia, el historiador, y su objeto de
conocimiento, el tiempo reciente. Sin embargo, en su mayoría, la historiografía
concuerda en que la especificidad de la historia reciente deviene de algo excesivo,
excepcional y novedoso en la historia argentina, difícil de conceptualizar pero
aludido siempre a partir de algunos términos clave como ‘violencia’, ‘represión
clandestina’, ‘terrorismo de Estado’, ‘desaparecidos’.
Introducción:
La historia oral nos da los elementos para comprender las formas en que la gente
recuerda y construye sus memorias. Igualmente, esto nos ayuda a poder recopilar
datos de hechos sucedidos, pero también estos testimonios siempre estarán sujetos
a una reelaboración de lo que interpreto en dicho momento el sujeto. Aun así, habrá
recuerdos que no podrán ser recuperados del todo debido a lo traumático que
pudiesen haber sido.
Esto a su vez debe ser sostenido con datos empíricos validos que nos brinda la
historia misma. Y con esta combinación poder reconstruir los hechos del pasado
que se recuerdan junto con la subjetividad de los sujetos que la vivieron.
A su vez, el objeto de estudio a desarrollar aquí va a ser sobre los testimonios de
las abuelas y madres de plaza de mayo con relación a los hijos y nietos; y también
los familiares de desaparecidos durante la dictadura. Esta, considerada como una
historia reciente, la cual está en permanente reconstitución por dicha relación de con
la cotidianidad entre el sujeto que estudia, el historiador, y su objeto de
conocimiento.
En ese sentido, los testimonios orales son documentos (obtenidos del dialogo entre
el historiador y el entrevistado) que incluyen interrelaciones entre memorias
privadas, individuales, públicas, entre experiencias pasadas, situaciones presentes y
representaciones culturales del pasado y del presente.
La dictadura
Los “desaparecidos”
El 6 de septiembre de 1977, los acusados rodearon una casa precaria del barrio
Unión Villa España de Berazategui, un suburbio al sur del Gran Buenos Aires. Allí se
escondían dos integrantes del área de Prensa de la organización armada
Montoneros. María Nicasia Rodríguez alcanzó a refugiar en el baño a sus tres hijos:
Marcela (12), Sergio (9) y Marina (de un año y medio). “Pórtense bien, que mamita
los quiere”, les dijo, cerró la puerta y resistió el ataque a tiros junto a Arturo
Alejandrino Jaimez, Silver, otro militante que vivía en la casa. Ambos murieron.
“Cuando cesó el fuego, un uniformado detectó que había “pichones en el nido” y
abrió el baño. Entraron a patadas. Yo cargaba a mi hermanita. Nos sacaron con
violencia, a ojos de todo el mundo. Estábamos semidesnudos, descalzos y
aterrorizados”, contó Marcela Quiroga mientras lloraba al recordar que su hermano
Sergio tuvo que ver a su madre muerta. A su vez, Sergio declaró entre lágrimas que
los esposaron a un vehículo, y que a Marcela la llamaron “puta” y se la llevaron.
“Me llevaron a señalar casas, lugares, vecinos", contó Marcela a los jueces.
"Preguntaban por mi árbol genealógico y toda relación que podíamos tener. Dije
todo lo que sabía. Pero algunos estaban enojados y me pedían más. Me asusté y di
una dirección inventada. Entonces me llevaron a una pieza, me golpearon y me
retorcieron los pezones. Yo tenía 12 años e iba por mi segunda menstruación.
Recién en 2013, al declarar en otro juicio, pude ponerle palabras a esto, que fue un
abuso sexual”, dice.
Marcela Quiroga estuvo tres meses desaparecida, controlada por los verdugos
Fresco y Francés. Pasó por el Regimiento de La Tablada y los centros de detención
Vesubio y Sheraton. Sufrió torturas y amenazas. Debió caminar a ciegas sobre otros
cuerpos y usar un baño electrificado, oír los gritos de la tortura y las crisis de nervios
de las detenidas arrancadas de sus hijos. “Tenía terror, pero no conciencia. Y una
parte mía se mantenía pensando que mi mamá iba a volver”, dijo en el juicio.
Por último, analizo, "No sé cómo hice este camino terrible, pero si sobreviví es para
decirlo”. Para encontrar a Marcela hubo un proceso largo y de por medio muchos
años, según contaron los hermanos, pero la marca de dicha experiencia asegura
que los marco de por vida.