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“Hablar de las y los docentes siempre es importante.

Se puede abordar
la cuestión desde su función propiamente dicha, en relación al papel
que juegan en las distintas actividades educativas, cualesquiera que
sean las particularidades o perspectivas desde donde se miren, o bien
desde la dimensión personal de quienes encarnan tales funciones, pero
lo cierto es que ambos aspectos, función y persona, ineludiblemente
van de la mano” 1

Cuando hacemos alusión al término docente nos referimos principalmente a todos


aquellos educadores que trabajan en el sistema escolar, pero cuando hablamos
de su formación incluimos a educadores dentro del aula, tanto a alumno como a
profesor (ambos en este juego de enseñanza-aprendizaje) y en el que no puede
deslindarse el uno del otro. Así pues como lo menciona Rosa María Torres 2 “los
docentes –como los alumnos- y la formación docente son abstracciones que
requieren afinarse en cada condición concreta, lo que supone el desafío de
construir certezas situadas”, podemos hacer alusión a como el docente tiene retos
en cada etapa de su formación, mismos que le hacen enriquecerse para seguir
transmitiendo este saber a lo largo de las generaciones.

A lo largo de los años los saberes y competencias que el docente adquiere no sólo
van ligados a su formación inicial como profesionista, estos radican desde todo el
transcurso de su vida, Torres del Castillo nos hace referencia que este docente
tiende a traer al aula los conocimientos provenidos de la familia, el sistema
escolar, su formación específica como docente, la práctica de enseñar y un sinfín
de ámbitos que le rodean, haciendo de la enseñanza un complemento de la vida
misma del profesor.

Este perfil inicial del docente debemos contemplar entonces no sólo los
conocimientos adquiridos a lo largo de su profesión, sino como hemos
mencionado, su trayecto de vida, el admitir la multiplicidad y la complejidad de
competencias requeridas por el docente, nos llevaría a admitir la necesidad de un

1
Gómez Fernández, Teresita, Didac, Universidad Iberoamericana, México, D.F. 2005, pp. 2
2
Torres del Castillo, Rosa María, ¿Qué modelo de formación y para qué modelo educativo?, en Perfiles
Educativos, México, D.F., 1998.
aprendizaje permanente, reconociendo una centralidad del aprendizaje, una
renovación de la escuela normal, de recuperar el aprendizaje.

Al partir de la biografía escolar del docente y asumir la reforma del sistema escolar
como parte de la estrategia de formación docente puede asumirse que la
formación docente arranca con la "formación inicial", pues se ha desconocido la
importancia de la biografía escolar del futuro docente, no sólo respecto a los
contenidos curriculares sino al aprendizaje sobre la enseñanza y sobre el
aprendizaje que tiene lugar en el aparato escolar, como parte del "currículum
oculto"3.

Por otro lado María Eugenia Paniagua nos habla de varias funciones de la
educación, dentro de ámbitos específicos, podemos ver que desde una
perspectiva social la función primordial de esta trata de ser un instrumento eficaz
para cerrar las brechas entre las clases sociales garantizando la permanencia del
estudiando mediante una oferta pertinente con las exigencias de los nuevos
paradigmas socioeconómicos, tratando de reducir las deserciones; mientras que
por otro lado, desde una perspectiva educativa se habla de la construcción del
ciudadano capaz de desarrollar proceso de pensamientos críticos para “aprender
a aprender”4.

Dentro de este marco de conceptos y teorías podemos interrogarnos a cerca de


¿qué papel que juega el docente? ¿Cuáles son las necesidades básicas de
aprendizaje de los propios educadores para hacer frente al perfil o rol que le
asigna la sociedad? ¿Qué requiere el docente aprender para despojarse del viejo
rol enciclopedista tradicional? Se trata entonces de dejar de formar profesores que
“lo saben y lo contestan todo” para formar nuevos profesores capaces de
preguntar, guiar, razonar, proponer su propia investigación.

3
Ibidem.
4
Paniagua, María Eugenia, La formación y la actualización de los docentes: herramientas para el cambio en
educación, México, D.F., 2004.
“Hay cuatro formas de aproximación al problema de la formación de
los docentes. Una tendencia se preocupa por la forma y la calidad de
la educación que están recibiendo los docentes. Una segunda
tendencia trata de encontrar respuesta para los roles y controles
educativos del futuro en tanto la cuantía y la valía de los cambios
sociales que experimenta el mundo. Una tercera tendencia señala
que hay que estudiar el problema de la calidad de la educación
siendo uno de sus componentes o variables la formación docente.
La última examina las necesidades y posibilidades del desarrollo
socioeconómico desde las diversas fuentes de riqueza existentes, lo
que influye en la formación de recursos humanos” 5

La formación docente no puede encararse de manera aislada, sino como parte de


un paquete de medidas dirigidas a revitalizar la profesión docente. La ausencia de
una visión sistémica de la política y el cambio educativos continúa y continuará,
como en el pasado, reduciendo la posibilidad de hacer efectivos incluso esos
pequeños cambios parciales que pretenden instaurarse.

5
Ibídem.

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