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comenzó interesándose por procesos básicos, como el lenguaje, el pensamiento o la memoria, hoy

día el enfoque cognitivo es el dominante también en la psicología evolutiva, la psicología social, la


neuropsicología, la psicología animal o la psicología clínica. En algunos de estos campos el interés
por la cognición fue consecuencia del cambio de rumbo de la psicología experimental académica
(por ejemplo, en la psicología clínica); en otros, sin embargo, nunca se había abandonado del todo
el estudio de los procesos mentales (tal es el caso, por ejemplo, de la psicología evolutiva o social),
pero el ascenso de la psicología cognitiva reforzó esta tendencia

Conviene señalar, sin embargo, que su nacimiento no fue estrictamente académico, sino que en
buena medida provino de las demandas planteadas por ciertos problemas aplicados (el
comportamiento de las personas en tareas de vigilancia, de comunicación, etc.) y de necesidades y
preguntas surgidas en otros campos científicos y tecnológicos, como la inteligencia artificial o la
lingüística. Por eso dedicaremos buena parte de estas páginas a desarrollos externos a la propia
psicología, pero que la impactaron profundamente.

Entre los siglos XIX y XX se producirán una serie de desarrollos teóricos y tecnológicos (en la lógica,
las matemáticas, etc.) y aplicados (informática, cibernética) que permitirán tratar el pensamiento y
el propósito de forma científicamente irreprochable. Es una perspectiva mecanicista, porque se
trata de crear máquinas pensantes y propositivas, pero con un mecanicismo de signo peculiar.

Wiener y sus colaboradores abrieron una alternativa: las máquinas son propositivas, puesto que
pueden variar su acción para alcanzar una meta, y por tanto es legítimo científicamente hablar de
conductas propositivas, tanto en el caso de las máquinas como en el de las personas. Como
veremos más adelante, George Miller y sus colaboradores se apoyarían en los conceptos de
Wiener para abordar de otra manera la conducta humana.

En lo que a la psicología se refiere, la influencia de todos estos factores que hemos examinado se
va a hacer explícita en los años cincuenta. En esta década hay un denso intercambio de ideas entre
científicos de diversos campos (psicólogos, ingenieros, informáticos, lingüistas, filósofos, etc.),
sobre todo a través de reuniones científicas centradas en los problemas del conocimiento, la
información y la comunicación

Podemos decir que la psicología cognitiva nace en los años cincuenta, porque en ellos aparecieron
trabajos pioneros que marcarían su desarrollo posterior, aunque habrá que esperar a los sesenta
para que el nuevo movimiento tome identidad y se consolide. Surgió paralelamente en dos
ámbitos geográficos: en Inglaterra, donde la investigación aplicada sobre los factores humanos
generó modelos del procesamiento de información; y en Estados Unidos, donde 1956 resultaría
ser un ‘‘año mágico’’, por la importancia de las contribuciones que se produjeron en él.

En 1953, Colin Cherry se interesó por la manera en que las personas seleccionan una información
entre las que les llegan simultáneamente, utilizando el paradigma de la escucha dicótica. Donald
Broadbent publicó Perception and Communication (1958), obra decisiva en la que recogía
novedosos estudios experimentales sobre problemas de atención, memoria, etc. Lo esencial es
que esbozó un primer modelo del procesamiento humano de información, que se puede resumir
gráficamente en forma de diagrama de flujo

De entre las reuniones científicas celebradas en este período, tuvieron especial importancia dos de
ellas, celebradas en 1956: La Conferencia celebrada en verano en el Dartmouth College (New
Hampshire), considerada el nacimiento de la ‘‘Inteligencia Artificial’’, y el simposio que tuvo lugar
poco después en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), que es para muchos el
‘‘momento fundacional’’ de la psicología cognitiva. De este último destacamos las contribuciones
de Allen Newell (físico) y Herbert Simon (economista y psicólogo), del lingüista Noam Chomsky y
del psicólogo George A. Miller.

Posiblemente sea George Miller la figura más influyente en el nacimiento de la psicología


cognitiva. Trabajó, entre otros campos, la comunicación y el lenguaje, introduciendo conceptos de
la Teoría de la Información y de la gramática chomskyana. Fundó con Jerome Bruner el Centro de
Estudios Cognitivos (del que hablaremos después), y junto con Eugene Galanter y Karl Pribram,
publicó en 1960 Planes y estructura de la conducta.

Volviendo a 1956, fue ‘‘mágico’’ también por ser la fecha de publicación de A study of thinking
(‘‘Un estudio del pensamiento’’), de Jerome Bruner, J. Goodnow y G. Austin. Estudiando la
formación y adquisición de conceptos mediante experimentos de clasificación de tarjetas que
contenían dibujos geométricos con distinta forma, color, número, etc., Bruner y sus colaboradores
llegaron a la conclusión de que las personas forman conceptos formulando hipótesis, y siguiendo
determinadas estrategias para comprobarlas. En definitiva, utilizando actividades mentales que
eran impensables desde los planteamientos conductistas

El término cognitivo se había utilizado hasta entonces como un gesto de desafío, de búsqueda de
algo nuevo, pero aún no tenía un significado preciso. El libro Cognitive Psychology (‘‘Psicología
cognitiva’’), publicado por Ulric Neisser en 1967, contribuyó a dotarlo de contenido, ‘‘bautizando’’
a la vez la nueva corriente. Neisser ofreció una síntesis de lo conseguido hasta el momento,
recopilando numerosas investigaciones de laboratorio, aunque mantenía una cierta actitud crítica
–que más tarde se acentuaría– respecto a la equiparación entre mente y ordenador. En los años
setenta aparecieron las primeras revistas representativas del nuevo enfoque: Cognitive Psychology
(1970), Cognition (1972), o Memory and Cognition (1973)

En la teoría de Kuhn tiene un segundo sentido: se llama paradigma o matriz disciplinar al conjunto
de supuestos ontológicos (cómo es el mundo), epistemológicos (cómo se obtiene el conocimiento)
y metodológicos (criterios para que una teoría sea científica), que configuran una ciencia en un
momento histórico. Una ‘‘revolución científica’’ consiste en un proceso de sustitución de un
paradigma científico

El supuesto funcionalista se relaciona con el ‘‘dualismo funcionalista’’, formulado por Hilary


Putnam en 1960. En el dualismo de Descartes, mente y cuerpo existían independientemente. En la
concepción del dualismo funcionalista, la mente no puede existir sin el cerebro, pero no podemos
comprender la mente si nos limitamos a estudiar las propiedades físicas del cerebro. Lo mismo
sucede con el ordenador: si nos limitamos a desmontarlo y examinar sus piezas, no entenderemos
cómo funciona. Para ello, tenemos que estudiar su programa, las instrucciones y reglas con las que
opera.

A mediados de los años ochenta ha surgido una nueva orientación en el campo de la explicación
de los fenómenos mentales y de la conducta que se basa en un conjunto de supuestos que la
diferencia e incluso enfrenta a algunos de los postulados tradicionales de la psicología cognitiva.
Aunque la lista de estos supuestos podría ser bastante larga, podemos decir que gran parte de las
diferencias entre los modelos conexionistas y los simbólicos (cognitivos tradicionales)

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