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Argumento

Vemos el amanecer nebuloso y sublime de un pueblo de la selva, junto a una casa de buen
tamaño. Hernán se lava la cara rápidamente y sonríe campante frente al espejo. Llega al comedor,
prepara rápidamente su desayuno y el de su hermano mayor Gabriel. Hernán termina de comer y
su hermano Gabriel aparece para tomar su desayuno. Hernán le dice que se adelantará para abrir
la bodega y acomodar todo, y que Gabriel se podía tomar su tiempo.

Hernán sale de su casa. Hace sol, pero no un calor excesivo. Podemos observar bien como es su
vivienda y su vecindario. Su casa es grande, de color verde azulado, y está junto a un riachuelo. Los
dos hermanos viven en un pueblo en la selva de la Amazonía. Es una zona muy turística con
distintos atractivos. Se ven las moto taxis pasar, los niños jugando fútbol en la pista de tierra y los
amables vecinos saludando a Hernán. Él llega hasta una parte de su trayecto, que es muy solitario,
pero tranquilo, es como un atajo a su bodega que Hernán siempre toma. En eso, al doblar en una
esquina, ve a un sujeto delgado amenazando con un arma de fuego a un asustadizo anciano.
Parece que le quiere robar.

Hernán está muy asustado, pero logra gritarle al ladrón para que deje en paz al anciano. Sin
embargo, por lo repentino que fue el grito de Hernán, el ladrón se asustó y apretó el gatillo. Luego
este huyó de la escena sin pensarlo dos veces, ya que un carro lo estaba esperando a lo lejos.
Hernán rápidamente fue a ver al anciano que yacía en el suelo. El pobre hombre era de una edad
muy avanzada, no tendría menos de 85. El señor estaba en lágrimas por el dolor y momentos
después, muere.

Hernán se lo queda viendo, y no sabe qué hacer, él sigue intentando “salvarlo”. En eso que Hernán
intenta detener la hemorragia, ve en el cuello del señor, una extraña mancha negra. Al principio
piensa que es una verruga o algo así, pero luego que lo ve bien, se da cuenta que era un tatuaje de
una anaconda enredada. Fue algo que le llamó la atención, pero después no le dio mucha
importancia y continuó con su intento de salvarlo. El sonido de la bala perturbó el silencio de aquel
pueblo, y algunas personas se acercaron al lugar. Hernán piensa que las personas están ahí para
llamar a una ambulancia o algo parecido, pero las personas con horror empiezan a recriminar a
Hernán ese acto, y lo miran con ojos de terror y de asco, pareciese que incluso algunos levantan su
celular para llamar a la policía. Hernán se pone demasiado nervioso y asustado. Entonces corre.
Corre como nunca antes había corrido en su vida, su garganta está fría y seca, y parece que su
corazón se le va a salir del pecho. Se asegura de que logró perder a la multitud, y vuelve a su casa.

Se encuentra con Gabriel ya casi listo para ir a la bodega a trabajar. Gabriel nota a su hermano
menor pálido, sudando, y con las manos temblando. Gabriel subiendo cada vez más el tono de su
voz, le dice a Hernán que se calme y que le explique qué fue lo que pasó. Hernán se sienta en el
sofá de la sala. Los rayos del sol mañanero, pasan tenuemente a través de las viejas cortinas de la
casa y vemos a Hernán siendo alcanzado por estos. Gabriel sigue de pie, impaciente porque su
hermano le cuente lo ocurrido. Hernán empieza contándole lo que pasó, como todo fue un día
normal y luego pasó lo del anciano. Gabriel le grita a Hernán, diciéndole de porque tuvo que
intervenir, sólo debía de alejarse de ahí lo más rápido posible. Gabriel no sabe en que estaba
pensando su hermano. Hernán prosigue, cuenta que el ladrón al escuchar a Hernán disparó y huyó
en un carro. Y que luego él fue a ayudarlo, y después llegó gente al lugar, y él entró en pánico y
huyó.

Gabriel le pega un golpe a la mesa del comedor y se aprieta la cabeza de la rabia. Gabriel calma su
ímpetu por un momento, y le pregunta a Hernán si alguna de esas personas los conocía. Hernán
dijo que no. De todas formas, Gabriel sigue muy preocupado por lo ocurrido. Sin embargo,
determina que lo mejor es que ellos mismos vayan con la policía y le expliquen lo que en verdad
pasó. Hernán, mira fijamente a Gabriel y entre sollozos le recuerda a su hermano acerca de su
libertad condicional. Ya que Gabriel estuvo años en prisión, y la policía no se fiará nada de él, ni de
los que conozca. Gabriel con una expresión de tristeza y seriedad, le dice a Hernán que eso no
importa. Ya que, si no van con la policía, Hernán tendrá que vivir escondido toda su vida, o
probablemente terminará en la cárcel por un crimen que no cometió. Gabriel se sienta un rato, y
le pregunta a Hernán acerca de detalles más precisos de lo ocurrido. Como, por ejemplo, la marca
del carro que recogió al asaltante, o la placa, o si el ladrón tenía algún tatuaje o cicatriz. Hernán, le
dice que no pudo ver de cerca al ladrón. Pero sí le dijo que el anciano tenía ese peculiar y extraño
tatuaje de una serpiente en su cuello.

Gabriel mira fijamente a su hermano, y le empieza a describir un tatuaje de una serpiente. Hernán
se queda sorprendido, porque el tatuaje que le describió su hermano, era exactamente el mismo
tatuaje que tenía aquel anciano en su cuello. Hernán asiente, y le dice que sí, que ese era el
tatuaje que él vio. La cara de Gabriel cambia totalmente. Se pone de pie, y muy preocupado le dice
a Hernán que ahora sí, están bien jodidos. Gabriel grita de ira. Hernán luce confundido y no sabe
porque su hermano está así. Gabriel vuelve a tomar asiento, sus ojos están llorosos. Hernán le
pregunta que sucede. Hay una pausa, y luego Gabriel habla, y le dice a su hermano, que fuera
quien fuera ese anciano, era un Gibson. Hernán no entendía muy bien cuál era el punto de su
hermano, había oído hablar de la familia Gibson, pero no entiende que hay con ellos. Gabriel le
cuenta que los Gibson, son la familia que maneja el cártel más grande de distribución de pasta
básica de cocaína en todo el Amazonas. Hernán se queda mudo. Gabriel con un tono de voz muy
alto le dice, que todos y cada una de esas mierdas, son unos completos psicópatas, y que ya no
pueden ir a la policía, esa idea está completamente descartada, terminarían asesinados si abrieran
la boca, y más aún si es con los tombos.

Hernán le pregunta, como es que él sabe todo eso. Gabriel contesta, que él trabajó para ellos.
Hernán, se sienta frente a su hermano, y le dice que creyó que esos 5 años que Gabriel estuvo
preso, fue por un simple robo. Gabriel le dice que no, y que nunca le dijo nada, porque le
avergonzaba decirle a su hermano menor la verdad. Pero dadas las circunstancias, Hernán tenía
que saberlo. Gabriel empieza, y cuenta que cuando los padres de ambos murieron, él se tuvo que
hacer cargo de Hernán, quien apenas tenía 8 años. Gabriel ya tenía 18 así que, sabía moverse por
la calle y encontrar trabajo. Hernán dejó el colegio, y ambos hermanos limpiaban carros, pero no
era suficiente para vivir bien. Así que un día, un señor de unos 35 años aproximadamente, que
estaba haciendo cola para para entrar al taller donde limpiaban, llamó a Gabriel y le empezó a
preguntar sobre su familia, su situación económica, y si quería un segundo trabajo. Aquel señor se
llamaba Pascual. Él dijo que Gabriel se veía como un muchacho trabajador. Y pues, Gabriel no
sabía que esa simple conversación, sería su entrada al infierno.
Gabriel, como vio que era aparentemente un señor de dinero, le dijo que sí. Él suponía que iba a
trabajar en algo como limpiarle su casa, o preparar comida. Sin embargo, todo fue extraño cuando
Pascual, le dijo que se encuentren a las afueras del taller a las 11 de la noche. Que era para
entregarle las instrucciones del trabajo. Gabriel fue, y le pusieron una bolsa en la cabeza y lo
subieron repentinamente a un carro. Él estaba aterrado, pensó que lo iban a matar para donar sus
órganos o algo similar. En eso escucha la voz de Pascual quién le dice que se calme, que ello sólo
era un protocolo. Está en el carro con la bolsa puesta durante más o menos 45 minutos, hasta que
el carro frena y le ordenan que se puede sacar la bolsa. Gabriel lo hace, pero aún sigue
indescriptiblemente asustado. Ve a Pascual, y este le dice que se calme. Que todo eso, sólo fue por
cuestiones de seguridad de la locación. Gabriel observa una gran planta de producción de cocaína
y entonces comprende. Pascual era un capo de la droga. Lleva a Gabriel hasta una oficina y
empiezan a hablar. Pascual le comenta a Gabriel que lo trajo hasta ese lugar, para explicarle que
necesita a alguien venda la mercancía por su zona.

La cosa es que Gabriel acepta, porque lo más probable, era de que, si no lo hiciera, acabaría
muerto ahí mismo, y además la paga le haría muy bien para ambos hermanos. Pascual le da la
mano, y le da la bienvenida al cártel Gibson. Gabriel se sorprende, porque ya había escuchado de
ellos. Unas historias muy locas que le contaban sus amigos. Y finalmente empieza a trabajar con
ellos.

Hernán le dice que sí recuerda que, por ese tiempo, empezaron a vivir un poco mejor. Tenían más
comida y más comodidades. Gabriel sigue muy serio, y continúa contando. Así estuvo durante dos
años. Trabajando con los Gibson. Pero Gabriel narra las cosas horribles que veía en la planta
cuando iba para que le den la mercancía. Pascual se hizo “amigo” de Gabriel, lo trataba mejor que
a los demás empleados. Le contó muchas cosas, como lo de los tatuajes que era exclusivo de los
que eran directamente familia, bastantes anécdotas, bromas, en general era bastante bueno con
Gabriel. También estaban los primos de Pascual. Eran unos salvajes, se divertían despellejando
cerdos en la planta, y torturaban hasta la muerte a las personas que los desobedecían o eran
enemigos del cártel. Por eso, se juntaba con Pascual, porque era el más “bueno” del lugar, y le
enseñaba bastantes cosas, él fue el primero que le enseñó a Gabriel a usar un arma de fuego. Le
hizo disparar a una gallina en la cabeza. Gabriel terminó llorando, y Pascual le dijo que la vida era
dura, y que cosas así de espantosas siempre pasarían. Fuera de lo de la gallina, Pascual siendo el
jefe, era el mejor en ese lugar. Aunque eso era pura apariencia. Si bien, le agarró confianza a
Gabriel, Pascual no lo involucraba en todo, y también le ocultaba algunas cosas.

Hasta que un día, él decidió que ya podía mostrarle más. Gabriel solloza mientras narra esa parte,
fue el peor momento de su vida. Él estaba en la planta, y el tío de Pascual le estaba dando la
mercancía del mes como de costumbre. En eso llega violentamente Pascual en su carro y arroja a
dos chicos, un tanto menores que Gabriel, al piso. Gritó que todos se reúnan, y dijo que esos dos
niños, que también eran distribuidores, quisieron quedarse con parte de la ganancia del cártel. Los
dos chicos estaban brutalmente ensangrentados por la golpiza que les proporcionó Pascual. Y este
último les comunica que aquellos dos mocosos eran hermanos, pero que sólo uno sobreviviría. Y
para determinar cuál sobreviviría, pues ambos hermanos tendrían que matarse entre ellos. Uno de
los primos, pensó que ello ya era demencia, incluso hasta para ellos. Pascual sacó su arma y le
disparó a su primo. Preguntó si alguien más tenía una objeción. Todos callados. Gabriel empezó a
soltar lágrimas. Pascual se le acerca, y le dice que mire atentamente. Que Gabriel ya no era un
niño, y si quería seguir en el negocio, miraría lo que el negocio conllevaba.

Ambos chicos en el piso, estaban llorando suplicándole a Pascual. Él no se conmovió en lo más


mínimo. Los jaló del pelo, golpeo sus cabezas una contra la otra, y les gritó de la forma más
inhumana y fuerte posible, que se empiecen a matar de una vez, o él los decapitaría a ambos. Los
hermanos simplemente no podían intentar matarse entre ellos. Pascual se hartó, así que agarró un
hacha, y primero mató a un hermano. Hizo que el que estaba vivo, mirara a fijamente a el cadáver
de su hermano por un par de minutos, y luego le hizo lo mismo. Una vez acabó con ellos, miró a
Gabriel, le sonrió, y le dijo que se encargara de que los cuerpos queden en cenizas.

Después de ese incidente, Gabriel mantuvo mucha distancia de Pascual. Y se dio cuenta, que sus
primos, eran unos angelitos a su lado. Después de eso, pasó el incidente con la policía. Atraparon a
Gabriel vendiendo droga cerca de un colegio y lo llevaron a la comisaría. Le hicieron bastantes
preguntas, pero él no dijo nada acerca del cártel Gibson. Temía demasiado por su vida y por la de
su hermano. Gabriel habló con Hernán por teléfono, y le comunicó que estaría en prisión porque
hizo cosas malas y luego cuando salga le contaría todo. Pasaron los 5 años, y al salir de prisión y
dirigiéndose a casa. Se encuentra con Pascual. Él estaba al tanto de que Gabriel saldría ese día de
la cárcel. Y le ofreció volver a trabajar. Gabriel le dijo a Pascual que lo sentía mucho, pero que no
quería seguir en eso. Pascual golpeó a Hernán y le apunta con un arma. Está a punto de dispararle,
pero parece que no pudo. Pascual se había encariñado con Gabriel. El muchacho ya con un
carácter más fuerte, le dice a Pascual que jamás hablará acerca del cártel, ni de todo lo que vio, y
de que ellos nunca lo volverían a buscar a él. Pascual le da la mano, y ambos toman caminos
separados.

Hernán se queda sin palabras por todo lo que escuchó. Se pone muy triste, jamás se le ocurrió que
su hermano tuvo que pasar por todo eso. Pero también le da un ataque de ansiedad, cae al piso y
se pone a llorar pensando en que ya está muerto. Que lo iban a encontrar y lo iban a matar.
Gabriel le dice que se calme. Hernán empuja a su hermano, y le grita que como quiere que se
calme si esos locos de mierda de seguro están buscando al que mató a uno de los suyos, y al único
que las personas vieron en la escena del crimen era a él. Hernán llora. Se da por vencido. Dice que
tarde o temprano alguien del cártel lo encontrará y lo matará.

Gabriel lo levanta y abraza a su hermano menor. Le dice que se calme y vea todo el panorama
completo. Ninguna de las personas 4 personas que lo vieron lo conocían. Hernán corrió rápido, los
perdió, y está completamente seguro que nadie lo siguió. Gabriel no sabe nada de los Gibson
desde hace 10 años. Y ambos hermanos se mudaron semanas después de que Gabriel salió de
prisión. Hernán sigue muy intranquilo. Gabriel también sigue asustado, sólo que no lo muestra a
su hermano. Gabriel le dice que quedarse en su casa es lo más seguro por ahora. Ninguno de los
dos tiene conocidos, y su casa está selva adentro y oculta por la vegetación. Hernán le dice que
igual tienen que hacer algo en algún momento, ya que si bien la casa es un lugar seguro por ahora,
quizás no lo será para siempre. Y él tampoco puede vivir oculto por el resto de su vida en la casa.
Necesitan un plan B en caso de cualquier cosa. Gabriel le dice a Hernán que le dé un respiro. Hoy
no irán a trabajar y ambos se quedarán en la casa a descansar y despejar la mente.

Hernán se pone de pie, y va cabizbajo hacía su cuarto. Gabriel continúa sentado en la sala con una
mirada perdida.
Pasaron varias horas y ya es de noche. Gabriel va hacía el cuarto de Hernán, le toca la puerta y le
dice que preparó algo para comer. No hay respuesta de Hernán, pero escucha que se levanta de su
cama, y finalmente abre la puerta y asiente en señal de que sí le gustaría comer algo. Ambos van al
comedor. Hernán se sienta, mientras Gabriel va a la cocina a buscar los platos. Llega a la mesa con
dos platos de lomo a lo pobre de infarto. Hernán dibuja una pequeña sonrisa en su rostro, y se
dispone a comer. Está hambriento.

Ambos hermanos se sientan frente a frente y cenan. Hay un silencio muy pacífico en el ambiente.
Comen con una luz muy tenue por parte del foco. Se escucha el hermoso cantar de los grillos y
otros insectos de la selva. La casa es bañada por los tonos azules y brillantes de una noche
despejada con luna llena y una inmensa cantidad de estrellas. Los árboles se ven majestuosos e
imponentes en el paisaje nocturno. Hacen que la casa se vea de cierta forma, adornada en el
alrededor.

Gabriel rompe el silencio, y suelta una pequeña risa. Hernán le pregunta de que se ríe. Gabriel
continúa mirando su plato, pero le habla a Hernán y le menciona de esa vez cuando estaban
cenando con sus papás en su antigua casa, y Hernán probó por primera vez el lomo que preparaba
su mamá, y dijo que parecía comida de los dioses. Gabriel terminó la oración y miró a Hernán. Este
ríe y dice que no se acuerda muy bien de eso. Gabriel dice que eso es algo obvio, Hernán tenía
como 6 años cuando eso pasó. Ambos continúan comiendo, y luego Hernán menciona que lo que
sí se acuerda era de Gabriel poniendo a Elvis Presley cada día con un volumen muy fuerte, y
volviendo loco a su papá. Ambos hermanos ríen. Gabriel agrega que sí, efectivamente su papá se
volvía loco cada vez que lo escuchaba cantando Can´t help falling in love, y ni siquiera sabía a
quién se la cantaba porque en ese momento Gabriel estaba más sólo que piojo en cabeza de calvo.
Ambos hermanos ríen bien. Hernán le recrimina y le dice que igual, Gabriel es el hermano
guapetón. Gabriel le dice que sí, de eso no había ninguna duda, y ambos continúan vacilándose.
Cuando las risas cesan un poco, hay un corto silencio. Hernán mira a su hermano. Y le agradece
por todo lo que hizo por él. Hernán no tenía idea de todas las cosas horribles por las que tuvo que
pasar su hermano para cuidarlo y darle una mejor vida. Lo vuelve a mirar, y le da el
agradecimiento más sincero que se te pueda ocurrir. Gabriel le responde con una sonrisa, y le dice
que no había de qué. Que para eso estaba su hermano mayor. Hernán vuelve a cambiar el tono de
la conversación para hacerla más amena como hace un rato. Y le dice a Gabriel que cualquier
hermano mayor con cordura lo habría dado en adopción o sólo lo lanzaba al río. Gabriel ríe, y le
dice que sí, claro que lo pensó un montón de veces. Ambos hermanos ríen por las mutuas bromas.
Y luego, escuchan que alguien toca la puerta.

Ambos están fríos. Siguen tocando la puerta. Gabriel en voz baja le dice a Hernán que retroceda, y
que él abriría la puerta. Gabriel observa lentamente por la mirilla. Era Pascual Gibson. Pascual
habla fuerte y dice que sabe que Gabriel está ahí, y que sólo quiere hablar un rato. Gabriel mira si
hay alguien más afuera, y aparentemente es sólo Pascual. Le dice con voz seca y cortante que ya
va a abrir. Pascual está con una gran sonrisa y abraza fuertemente a Gabriel. Es un hombre alto y
corpulento. Viste una camisa roja con negro, y tiene un grueso mostacho. Pascual continúa con
esa sonrisa y se invita él mismo a pasar. Ahí ve a Hernán y le da un fuerte apretón de manos, y le
menciona a Gabriel si ese era su pequeño hermano del que siempre hablaba. Gabriel asiente.
Pascual le dice a Gabriel que lo recordaba con unas cuantas canas menos en las sienes, y ríe
fuerte. Gabriel suelta una sonrisa fingida y le pregunta a Pascual cómo fue que lo encontró. Él
contesta que nunca le perdieron el rastro. Gabriel suspira, y le recuerda el trato que tenían.
Pascual dice que este caso es diferente. Sólo estaba ahí para hablar. Le comunica que ese día hubo
un asesinato por esa área, y sólo fue hasta su casa para ver si él como vivía cerca sabía algo.
Gabriel le dice que ni se había enterado que hubo un asesinato. Pascual, mira hacia abajo
desconfiado de esa respuesta y le hace esa misma pregunta a Hernán.

Todo el ambiente está tenso. Hernán le dice que no. Pascual le menciona que eso le parece
curioso, ya que Hernán era idéntico a la descripción de la única persona a la que los aldeanos
vieron en la escena del crimen.

Hay un silencio sepulcral. Los 3 se miran. En eso Pascual se lanza contra Hernán y pasan de la sala
al comedor. Le grita que es un asesino y que iba a colocar su cabeza en una estaca. Gabriel
interviene en el segundo en el que ve que su hermano está en peligro, y ahorca a Pascual. Pero la
furia y adrenalina del hombre hacen que Pascual empuje a Gabriel hasta un ropero y lo despedace.
Gabriel queda rendido. Pascual vuelve con Hernán, quien seguía tendido en el suelo, estaba
consciente pero muy débil y golpeado.

Pascual le grita, lo insulta y lo amenaza. Ahí Pascual revela que ese anciano muerto, era el
mismísimo padre de Pascual. Se sube sobre Hernán para que no pueda moverse, y lo empieza a
golpear con todas sus fuerzas. En eso saca un machete y se dispone a partirle el cráneo a un ya
casi moribundo Hernán.

En eso ¡BAM! Una bala atraviesa la cabeza de Pascual y cae muerto sobre Hernán. Brutalmente
golpeado, Hernán abre los ojos y de lado ve a su hermano aun incorporándose del golpe contra el
ropero, pero con una pistola en mano. Hernán empuja el cadáver de Pascual y lentamente se
levanta. Ambos hermanos están ensangrentados y golpeados. Se miran uno al otro. Hernán está
en shock y con la cara llena de moretones.

Gabriel procesa lo que acaba de pasar, y le pregunta a Hernán si lo que escuchó era cierto, que sí
el anciano que mató aquel delincuente, era el papá de Pascual. Hernán le afirma que sí, eso fue lo
que escuchó. A Gabriel se le dibuja lentamente una sonrisa, y le dice a su hermano, que va un
Gibson menos, faltan 3.
ACCIÓN: DEFIENDE A UN ANCIANO DE UN ASALTO Y LUEGO LO TILDAN DE
CULPABLE

CAMBIO DE VALOR: + (TRANQUILO) A - (ANSIOSO)

EXT. ATAJO solitario - DÍA

HERNÁN(25) silva campante y despreocupado rumbo a su bodega. Juega con las llaves
haciéndolas girar en su dedo. Se acerca hacía un lugar más alejado del pueblo y dobla en
una esquina para llegar a un atajo largo y desértico que siempre usaba para distraerse un
rato camino a la bodega. Pero al doblar en la esquina ve a un sujeto amenazando con un
arma de fuego a un anciano. Hernán se queda frío y nervioso, pero quiere defender al señor.

Hernán

!Oe déjalo tranq...!

El ladrón suelta un disparo por lo repentino del grito. Logra correr y sube a un carro.
Hernán va a socorrer al anciano.

hernán

¡Señor por favor aguante! Escúcheme. Va a estar bien ¡Carajo ayuda!

Le hace presión sobre la herida para detener el desangrado y mira haber si alguien se
aparece a auxiliarlo. Mientras hace eso, se percata de un curioso tatuaje que tenía el señor
en el cuello. Era una serpiente en forma de ocho mostrando los colmillos. Hernán le deja de
prestar atención a su tatuaje, y continúa con su intento de salvarlo. Es inútil. Perdió
demasiada sangre.

HERNÁN

¡No!¡Puta madre!¡Aguanta!
A lo lejos, se escuchan pasos. Cuatro personas llegan al lugar. Hay una distancia de 50
metros entre ellos y Hernán junto al anciano. Las personas miran horrorizadas a Hernán que
está con las manos llenas de sangre.

Hernán

¡Llamen rápido a una ambulancia!

Eran tres señoras y un señor. Los cuatro se quedaron paralizados viendo a Hernán. Hicieron
caso omiso a lo que decía. Era cómo si la sangrienta e irreal imagen que tenían al frente,
opacara las palabras de Hernán.

Hernán

(gritando agresivamente)

¡¿Qué mierda miran!?¡Llamen rápido a una puta ambulancia!

Dos de las señoras dan media vuelta y salen corriendo. El señor y la señora que quedaba,
siguen mirando con temor a Hernán y guardan su distancia, pero sin irse del lugar.

Señora

(gritando de forma desgarradora)

¡Auxilio!¡Policía!¡Rápido que alguien venga!

Hernán

(confundido y nervioso)

¡No no no señora!¡Yo le quise ayudar!¡Yo no le hice nada! No le hice...

Hernán ve de reojo que el señor mirándolo con miedo, agarra su celular y era más que
seguro que estaba llamando a la policía. La señora continuaba muy nerviosa y frenética. A
lo lejos se escuchaba el paso de más personas que corrían hacia el lugar. Hernán ni lo
pensó. Fue como un reflejo.

Viendo que las personas ni lo escuchaban, y pensando en que hablar con la policía le traería
muchos problemas a su hermano, se levanta y corre sin mirar atrás. Corre como nunca antes
había corrido en su vida. Su garganta está fría y seca, y parece que su corazón se le va a
salir del pecho. Se asegura de que logró perder a la multitud, y vuelve a su casa.

Int. sala de la casa - día


Se encuentra con GABRIEL(35) ya listo para ir a la bodega. Él nota que su hermano a
llegado corriendo y está pálido y con las manos temblando. Gabriel lo agarra de los
hombros y lo samaquea.

GABRIEL

¡Hernán!¡¿Qué pasó?!¡¿Estás bien!?

Hernán

(como sollozando y muy nervioso)

'Tamare' huevón ya la cagué.

Hernán se sienta en el sofá de la sala. Los rayos amarillos pasan tenuemente a través de las
cortinas de la casa y vemos a Hernán siendo alcanzado por estos. Gabriel sigue de pie, muy
impaciente porque su hermano le cuente lo ocurrido.

GABRIEL

(muy molesto)

¡¿Qué mierda hiciste?!¿Qué pasó?!

Hernán

!Deja de gritarme mierda!

GABRIEL

¡Entonces dime que chucha pasó!

Hernán tiene una mirada perdida. Luego toma aire muy disimuladamente. Se calma y
levanta la mirada hacia Gabriel.

Hernán

Yo estaba saliendo de la casa normal y luego quise despejar un rato la mente y me fui por
ese pasaje que tomamos a veces para huevear. El que está junto al río y es tranquilaso. La
cosa es que cuando paso esa esquina cerradasa ya para entrar al pasaje. Veo a lo lejos a un
huevón que le quería robar a un viejito, y quise ayudarlo pe huevón.

GABRIEL

Puta que tú sí eres un pendejo huevón ¡¿Por qué mierda tenías que hacer algo, imbécil?!
¡Sólo te largabas de ahí!¡Te pudieron haber disparado o hasta matado, cojudo!
Hernán

¡Ya sé mierda!¡Perdón! Y bueno, le grité para que lo dejara en paz y como mi grito fue de
la nada, al 'conchesumare' se le escapó una bala y le cayó al señor.

GABRIEL

No Hernán. Puta madre ¡¿En que cabeza eso te pareció una buena idea?!¡Sólo tenías que
dar la vuelta e irte por otro camino! Si hubieras sido lo suficientemente inteligente, quizás
aquel señor seguiría con vida.

Hernán

¡Ya lo sé! No sé en que estaba pensando. Sólo vi que le querían hacer daño, y no lo sé.
Pensé que el ladrón huiría o una huevada así.

Gabriel

¡Bueno ya!¿Y qué pasó después?

Hernán

Puta el choro al toque corrió y se subió a un carro que estaba lejos. Entonces yo corro para
ayudarlo al señor. Grité por ayuda y en un toque llegaron unas señoras y un señor. Pero los
idiotas pensaban que yo había sido el que le había hecho eso al viejo, y yo les seguía
diciendo que no, pero ninguno escuchaba, y una tía ya estaba gritando para que venga la
policía y así. Me asusté un culo. Entonces corrí y me fijé que nadie me siga ni me
reconociera. Porque estaban algo lejos igual. Y bueno, vine. Pero enserio huevón, te juro
que nadie me siguió. Perdón Gabriel.

Gabriel mira fijamente y con gran decepción a su hermano. Va hacía la cocina sin decir ni
una sola palabra. Hernán lo sigue.

INT. COcina DE LA CASA - DÍA

Gabriel se aprieta la cabeza de la rabia. Después de unos segundos se calma ligeramente.


Agarra una botella de uvashado y se sirve una copa. Se sienta y a su lado está Hernán
parado como un niño culpable.

GABRIEL

(suspirando)

Tienes huevos pero no cerebro pequeño imbécil. Por cómo yo lo veo, nuestra única opción,
es que nosotros mismos vayamos con la policía ahora. Y que tú les expliques lo que en
verdad pasó con lujo de detalles.
Hernán

¿Qué? Es una idea de mierda. Yo fui el único al que los testigos vieron, y además tú
estuviste cinco años preso. Los tombos no se fiarán de una sola palabra que nosotros
digamos.

Gabriel

(centrado y sereno)

Sí bueno ¿Y que otra opción tenemos?¿Qué te quedes escondido de por vida en la casa?
¿Mudarnos con lo que ganamos de la bodega? Ir con la policía es lo mejor que podemos
hacer. Y no te preocupes, yo te acompañaré en todo momento huevón.

Hernán

(suspirando)

Está bien. Supongo que tiene sentido.

GABRIEL

Claro que lo tiene. Ahora dame datos específicos del asaltante. Algo que puedas usar para
que tu explicación tenga credibilidad. Algo como la matrícula del carro, o la marca, o cómo
era la cara del asaltante, o si tenía un tatuaje. Algo así sirve.

Hernán

(pensativo)

La verdad es que no vi bien nada. Estaba como a más de media cuadra de distancia del
choro. Y del carro, más de cien metros. Sólo vi que era un huevón delgado, de no más de
1.75, medio trigueñito, y el carro no sé. Era de color guinda y parecía una vieja camioneta
Chevrolet. Tatuajes o cicatrices del choro no pude ver nada. Más bien, el que sí tenía un
tatuaje era el viejito. Un tatuaje de serpiente en su cuello. Estaba bien bacán su 'tattoo'.

GABRIEL

(alerta)

¿Qué mierda dijiste?

Hernán

¿Ah? Nada. Sólo que el señor tenía un tatuaje de una serpiente en su cuello. Estaba en
forma de una letra S o una huevada así.
GABRIEL

Puta madre.

Gabriel se levanta violentamente de la mesita de la cocina. Agarra unas servilletas que


estaban en el repostero de especias y saca un lapicero. Empieza a dibujar sobre la servilleta
un tatuaje de una serpiente en forma de S.

Hernán

(sorprendido)

¡Hablas huevadas!¡Ese es!¡Así era el tatuaje del señor! Espera ¿Y tú cómo chucha sabías
como era?

Hernán en eso sube la mirada y ve a Gabriel muy preocupado. La cara serena y segura de
su hermano había desaparecido. Era como si hubiera visto un fantasma. Gabriel cae en la
silla en donde estuvo previamente sentado y se lleva la mano a la cabeza. Su mirada muerta
está en un punto fijo.

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