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Lo
expresan con mucha claridad Johnson y Johnson (1997:62-63) cuando dicen que «ser
capaz de realizar habilidades técnicas como leer, hablar, escuchar, escribir, calcular y
resolver problemas es algo valioso, pero poco útil si la persona no puede aplicar estas
habilidades en una interacción cooperativa con las otras personas en el trabajo, en la
familia y en los entornos comunitarios. La manera más lógica de enfatizar el uso del
conocimiento y las habilidades de los alumnos dentro de un marco cooperativo, tal como
deberán hacer cuando sean miembros adultos de la sociedad, es dedicar mucho tiempo al
aprendizaje de estas habilidades en relaciones cooperativas con los demás». En la tabla
2.2 se recoge un esquema del trabajo que debe realizarse en esta Fase II, focalizado en
los ámbitos de agrupamiento y técnicas simples.
TABLA 2.2
Fase II. El aprendizaje cooperativo como contenido a enseñar. Esquema de los
ámbitos y descripción de las actuaciones que se desarrollan
Tiempo total Hasta un trimestre, si bien las estructuras cooperativas simples, una vez
iniciadas, pueden trabajarse siempre.
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A) Parejas
El trabajo por parejas puede tener como objetivo activar conocimientos previos,
procesar información o recapitular lo aprendido. Se pueden proponer tareas que susciten
roles recíprocos bien delimitados y previamente planificados. Estaríamos de esta forma
desarrollando todas aquellas habilidades que son necesarias para trabajar en equipo. Se
trata, pues, de «crecer» gradualmente. En esta fase las parejas podrían empezar a tener ya
una cierta estabilidad.
B) Equipos de base
Una vez que el alumnado aprende a gestionar las situaciones de interacción (nivel de
ruido, responsabilidad individual, bajo nivel de dispersión...) dentro de una pareja, se
pasaría ya a una estructura de equipo formando «equipos base», que son grupos
cooperativos heterogéneos cuyos miembros trabajan juntos por un largo período de
tiempo (un trimestre o, incluso, todo el curso). Son, por tanto, equipos estables y
conforman la estructura básica de la red de aprendizaje. Cada integrante del equipo
proporciona apoyo, ánimo y ayuda para completar las tareas y conseguir un buen
progreso en los estudios. Esto incluye facilitar el material a quien lo precise, asegurarse
que todos se están esforzando para progresar, verificar que han comprendido las tareas,
escuchar de forma comprensiva los problemas, etc. «Cuando los alumnos saben que el
grupo de base permanecerá unido durante un tiempo se comprometen a encontrar formas
de motivar y animar a sus compañeros y para resolver cualquier problema en común»
(Johnson y Johnson, 2014:40).
Estos equipos base constituyen el marco estable de referencia del alumnado para
desarrollar la mayoría de las actividades propuestas, establecer y ejercer los roles
cooperativos y llevar a cabo la evaluación grupal (Moruno, Sánchez y Zariquiey, 2011b).
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Aunque no conviene variar su composición, porque se podría estar impidiendo que sus
integrantes aprendan las técnicas para resolver conflictos (Johnson, Johnson y Holubec,
1999), en ocasiones será necesario hacerlo para evitar un deterioro de las relaciones
interpersonales o del rendimiento escolar.
En relación con los equipos base, hay que tomar decisiones en dos ámbitos
fundamentales: en el de su formación y en el de su funcionamiento (figura 2.3).
Para conformar los equipos hay que tener en cuenta una serie de aspectos
importantes: características del alumnado, número de integrantes que van a tener los
equipos como término medio y, en función de ese dato, qué número de equipos se van a
formar, criterios que se van a tener en cuenta para la formación de los equipos y, por
último, disposición de los equipos en el espacio aula. Vamos a ver cada uno de ellos.
Uno de los aspectos que hay que conocer con mayor profundidad es el referido a las
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características que presenta el alumnado que integra el grupo clase. Para ello hay que
analizar el mayor número de variables posible y determinar qué instrumentos se van a
utilizar para llevar a cabo dicho análisis, tal como se recoge en la tabla 2.3.
TABLA 2.3
Variables que hay que analizar e instrumentos que se pueden aplicar para conocer
las características del alumnado
Variables Instrumentos
Otras. Observación.
En la práctica, es muy difícil tener en cuenta todas estas variables al mismo tiempo,
por lo que habrá que priorizar en cada caso las que queremos utilizar, obedeciendo a
criterios de rentabilidad pedagógica.
No existe ningún número perfecto de integrantes para estos equipos, porque esta
decisión va a depender de la edad del alumnado, de la experiencia que tengan en el
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trabajo en equipo o de los objetivos que se persigan (Johnson, Johnson y Holubec,
1999). El número de equipos irá en función, lógicamente, del número total de estudiantes
y del número de integrantes que se decida que haya en cada equipo. Hay opiniones
diversas sobre la conveniencia de formar grupos grandes o pequeños para trabajar de
forma cooperativa. La realidad es que tanto unos como otros presentan ventajas e
inconvenientes, como puede verse en la tabla 2.4.
TABLA 2.4
Tamaño de los grupos. Ventajas e inconvenientes (adaptado de Moruno, Sánchez y
Zariquiey, 2011b)
Tipo de
Ventajas Inconvenientes
grupo
A la vista del contenido de la tabla, es fácil deducir que lo más aconsejable es que los
equipos estén formados, siempre que sea posible, por cuatro estudiantes, porque de ese
modo existe suficiente diversidad, se facilita la participación, se asegura un correcto
funcionamiento grupal y una buena coordinación, se visibilizan las aportaciones de cada
integrante del grupo y la asunción de responsabilidades personales, el grupo no queda
demasiado mermado si se produce alguna ausencia a clase, se pueden distribuir los roles
necesarios para el trabajo en equipo y resulta sencilla la formación de parejas (pareja de
hombro-pareja de cara) dentro del grupo para realizar determinadas tareas.
Para formar los equipos base se atiende a dos criterios principales: si los equipos va a
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ser homogéneos o heterogéneos y cuál va a ser el sistema de distribución del alumnado
en los grupos (quién decide la composición de los equipos).
• Homogeneidad/heterogeneidad
Los tres sistemas más habituales de distribución del alumnado en los grupos (al azar,
elegidos por el alumnado o elegidos por el profesorado) tienen ventajas e inconvenientes
(tabla 2.5), que habrá que valorar en cada caso.
TABLA 2.5
Sistemas de distribución del alumnado en los grupos. Ventajas e inconvenientes de
cada uno de ellos (Johnson, Johnson y Holubec, 1999; Moruno, Sánchez y Zariquiey,
2011b)
Sistema de
distribución Ventajas Inconvenientes
grupal
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elegidos por a formar grupos. homogéneos: chicos o chicas, amigos...
el alumnado — Puede ser adecuado para hacer — Limita la posibilidad de que aumenten su
propuestas centradas en los intereses del círculo de relaciones y conozcan otras
alumnado. perspectivas y otras formas de hacer.
— Puede ser motivador. — Al agruparse por motivos de relación social,
a veces son poco eficaces en el trabajo.
— Puede haber estudiantes que no sean
admitidos en ningún grupo.
Equipos — Puede controlarse el grado de — Menor motivación inicial por parte de los
elegidos por heterogeneidad-homogeneidad de los estudiantes.
el grupos en función de uno o más criterios.
profesorado — Permite crear situaciones de interacción
que se adapten a las necesidades del
alumnado y de la tarea.
Después de analizar las tres alternativas, lo más aconsejable es que sea el profesorado
quien tome las decisiones acerca de su composición, buscando controlar el grado de
heterogeneidad-homogeneidad en función de alguno de estos criterios: género,
nacionalidad, rendimiento académico-capacidad, intereses, motivación, habilidades y
actitud cooperativa, comportamiento, nivel de aceptación/rechazo dentro del grupo
clase... Como señala Echeita (2012:30), «los grupos cooperativos de una clase deben
reflejar, a escala, la heterogeneidad del aula en términos de género, capacidades, estilos
de aprendizaje o necesidades específicas de apoyo».
El espacio físico del que se disponga para desarrollar la tarea educativa debe
utilizarse con criterios de eficacia y comodidad, buscando la mayor rentabilidad
pedagógica posible. Así, habrá que tener en cuenta algunos aspectos importantes
(Johnson, Johnson y Holubec, 1999:48-49):
— Quienes integran cada grupo se sentarán juntos, de forma que puedan mirarse a la
cara, interactuar, compartir materiales, debatir, etc.
— Los equipos deben estar lo suficientemente separados para que no haya
interferencias entre ellos a la hora de desarrollar el trabajo.
— La distribución de los equipos permitirá al alumnado un desplazamiento fácil por
el aula para acceder a materiales y recursos e interaccionar.
— La distribución del mobiliario ha de ser flexible, para permitir cambiar los equipos
con facilidad y rapidez.
— Se habilitarán zonas comunes para consultar documentos, buscar información en
Internet..., así como puntos de atención en los que se colocan murales, trabajos,
carteles, paneles...
— La disposición del aula permitirá al profesor o profesora tener un acceso fácil a los
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equipos y observar y supervisar a todo el grupo clase. De esta forma se podrán
evitar disrupciones y problemas de disciplina.
De todas formas, está claro que ningún ordenamiento del aula puede, por sí solo,
satisfacer todos los requisitos de todas las actividades. Se necesitan puntos de referencia
y límites bien definidos de los espacios de trabajo para hacer que los alumnos pasen de
una actividad a otra o incluso de una modalidad grupal a otra (Johnson y Johnson, 1999).
Así, los colores, las formas y la iluminación pueden servir para concentrar la atención
visual en puntos concretos del aula (los equipos, el docente, los materiales) y para definir
los límites territoriales de los espacios de trabajo. La figura 2.4 muestra un ejemplo
sencillo y esquemático de cómo puede ser la distribución espacial en un aula
cooperativa: equipos base, pizarra, rincones para agrupamientos esporádicos, espacios
para exponer materiales y trabajos de los equipos, paneles informativos, etc.
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no es muy grande.
Una vez establecidos los equipos, hay que garantizar que vayan a tener un correcto
funcionamiento. De lo contrario, no podremos conseguir los objetivos e incluso podemos
tener unos resultados más negativos que si mantuviéramos una organización de aula
tradicional. Lo primero sería elaborar unas normas generales por las que se regirán todos
los equipos. A continuación, habrá que poner todos los medios para que la organización
de los equipos favorezca el aprendizaje en colaboración.
«Un grupo clase organizado de una forma cooperativa no puede funcionar con las
mismas normas que un grupo individualista o competitivo. Los grupos cooperativos
deben ir regulando su convivencia con normas propias, asumidas por todos sus
miembros. A medida que van funcionando de una forma cooperativa, surge la necesidad
de determinar, mediante consenso, las reglas del juego que sean necesarias para asegurar
la convivencia y el logro de los objetivos que se han propuesto: cooperar para aprender y
aprender para cooperar» (Pujolàs, 2005:52). Estas normas son independientes de la
existencia de unas normas de aula (se puede ver un ejemplo en la tabla 2.6). El alumnado
participará activamente en su elaboración, pudiendo utilizarse para ello la dinámica del
«grupo nominal».
Está comprobado que es mucho más probable que se cumplan las normas en cuya
elaboración el alumnado ha tenido una participación activa, que aquellas que vienen
dadas y son impuestas (Iglesias Muñiz y González García, 2006; Jares, 2001; De
Vicente, 2006, 2010). Cuando se elaboren las normas, hay que procurar satisfacer
algunas de sus características más esenciales: ser claras, concretas, realizables, reducidas
en número, justas, redactadas en positivo, adaptadas y adaptables, educativas,
equilibradas (Iglesias Muñiz y González García, 2006). Estas normas pasarán a formar
parte del Cuaderno de Equipo (este elemento se explica más adelante), deberán ser
revisadas periódicamente y, en su caso, modificadas. Un aula es una estructura viva y
cambiante, y las normas, para ser eficaces, se deben estar adaptando permanentemente a
esa evolución. Se podrá establecer, si algún equipo así lo decide, alguna norma
específica de funcionamiento para ese equipo para un período de tiempo determinado o
para una actividad determinada.
TABLA 2.6
Un ejemplo de posibles normas de aula y de normas de funcionamiento de los
equipos base
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Normas de aula Normas generales de funcionamiento de los equipos cooperativos
Los equipos necesitan tener también una correcta organización interna para optimizar
su rendimiento (Lobato, 1998; Pujolàs, 2009, Rué, 1998). Para ello hay que impulsar una
serie de actuaciones orientadas a dicho fin, algunas de las cuales resultan
imprescindibles, como, por ejemplo, elección de un nombre y un logotipo para cada
equipo, establecimiento de roles y elaboración de un Cuaderno de Equipo (Pujolàs,
2009).
Una de las maneras más eficaces de asegurarse de que los integrantes de los equipos
base trabajen juntos sin tropiezos y de forma productiva es asignar un rol a cada uno de
ellos (Johnson, Johnson y Holubec, 1999). La asignación de roles presenta varias
ventajas: a) reduce la probabilidad de que haya estudiantes que adopten actitudes
pasivas, o bien dominantes, dentro del grupo, b) garantiza que el grupo utilice las
técnicas grupales básicas y que todos los miembros las aprendan, y c) crea una
interdependencia entre los miembros del grupo.
Cada integrante del equipo debe ejercer, por tanto, un rol que sea imprescindible y
resulte relevante para el buen funcionamiento del equipo. Para ello:
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— Hay que asegurarse que todos entienden en qué consiste el rol, por lo que será
necesario proponer situaciones repetidas de práctica del rol para que el alumnado
descubra por sí mismo que es necesario para trabajar en equipo y puedan llegar a
su interiorización.
— Aunque se pueden asignar los roles al azar, se aconseja asignarlos por perfiles,
sobre todo al principio.
— Los roles deben ser complementarios entre sí; es decir, debe haber
interdependencia positiva entre ellos. «Asignar roles complementarios e
interconectados a los miembros de los grupos es un método eficaz para enseñar
habilidades sociales y fomentar la interdependencia positiva» (Johnson y Johnson,
2014:42).
— Los roles necesitan tener poder para ser eficaces.
— No tienen por qué establecerse los mismos roles en todos los equipos, aunque
suele ser lo más habitual.
Cada rol debe concretarse en una serie de funciones específicas para que quienes lo
ejerzan tengan claro lo que tienen que hacer, y debe estar adaptado a las edades y niveles
del alumnado. No se deben asignar, sobre todo al principio, demasiadas funciones a cada
rol, para que no vean muy difícil y complejo su desempeño. Se podría empezar por una
sola función e ir incrementando su número progresivamente. Conviene también que los
roles sean rotatorios, para que todas las personas del grupo se ejerciten en el desempeño
de las distintas funciones asignadas a cada uno, adquieran diferentes tipos de habilidades
y comprendan la importancia y las dificultades inherentes a cada rol. En la tabla 2.7
puede verse una relación de los posibles roles con indicación de algunas funciones que
se pueden asignar a cada uno de ellos (Pujolàs, 2009).
TABLA 2.7
Relación de roles, con indicación de sus respectivas funciones
Rol Funciones
Coordinador/a — Explica a los compañeros/as del equipo lo que hay que hacer.
— Da los turnos de palabra.
— Anima a las personas que integran el equipo a participar y a hacer su
trabajo.
— Dirige las revisiones periódicas del equipo.
— Determina quién debe hacerse cargo de las tareas de alguna persona
ausente.
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— Custodia el Cuaderno del Equipo.
Responsable del material y del — Proporciona al equipo el material necesario para realizar la tarea.
orden — Controla el nivel de ruido.
— Cuida el material del equipo.
— Se asegura que esté ordenada la zona de trabajo.
El Cuaderno del Equipo es un instrumento didáctico que tiene como finalidad ayudar
a los equipos de aprendizaje cooperativo a auto-organizarse (Pujolàs, 2009, 2012). Se
puede decir que es la primera propiedad común del equipo. Del mismo modo que cada
estudiante tiene un cuaderno individual donde va plasmando todos los productos de su
trabajo diario en el aula, los equipos base deben tener un cuaderno que recoja las
producciones colectivas y todo el material generado por el equipo: documentos, dibujos,
informes, planes y normas (tabla 2.8). Su cuidado y custodia le corresponde al integrante
del equipo que desempeñe el rol de secretario o secretaria.
TABLA 2.8
Elementos que puede contener un Cuaderno del Equipo (basado en Pujolàs, 2009)
Planes
(para un período de tiempo determinado)
Diario de sesiones
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de Sesiones.
• Planes de Equipo
Son documentos que recogen una especie de «declaración de intenciones» del equipo
para un período de tiempo determinado (Pujolàs, 2009). En ellos se hace constar:
— El cargo que ejercerá cada integrante del equipo durante este período de tiempo.
— Los objetivos que el equipo se propone conseguir, de una manera especial durante
el tiempo que dura el Plan.
— Los compromisos personales, es decir, aquello a lo que cada integrante del equipo
se compromete, de manera individual, para que el equipo funcione mejor.
— Los procedimientos que se van a utilizar para su revisión.
TABLA 2.9
Ejemplo de un Plan de Equipo. Adaptado de Putnam (1993) y de Pujolàs (2009)
Cargo Nombre
Coordinador o coordinadora
Secretario o secretaria
Responsable de material
Portavoz
Otros:
3 Respetarse mutuamente
4 …
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Compromisos personales Nombre
¿Cómo funcionó el equipo durante este período? Necesita mejorar Bien Muy bien
4. Ayuda mutua
• Diario de Sesiones
Recoge los aspectos más importantes del trabajo realizado por el equipo durante la
sesión de clase. Los equipos rellenan cada día su hoja del diario, lo que les ayuda a
evaluar el trabajo y a ser conscientes de lo que les falta por aprender. Deben tratar de
responder básicamente a estas dos preguntas: ¿qué hemos hecho hoy? y ¿cómo lo hemos
hecho? Este diario ayuda también al profesorado a realizar la evaluación grupal y a
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introducir, si fuera necesario, modificaciones en la estructura organizativa de aula y en el
proceso didáctico.
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