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PARTE II
LOS PRIMEROS PERUANOS
SECCIÓN 4
LA PISTA DE LA TECNOLOGÍA
DE LAS PUNTAS DE PIEDRA
Es más o menos aceptado el criterio de que América comenzó a ser poblada hace unos
25,000 años por la Beringia; que una de las rutas de ocupación fue la costa occidental
que siguieron los Primeros Americanos desde su punto de ingreso en el Norte, hasta
Tierra del Fuego, en el extremo Sur; que, a partir de Mesoamérica, los primeros
americanos y sus descendientes abrieron otras dos rutas hacia el Sur, una por el ramal
oriental de la Cordillera de los Andes y otro por lo que ahora es Venezuela y Bélice
hacia Brasil y todo el llano amazónico.
No obstante, han cobrado nueva fuerza las propuestas sin fechado cierto, de otras
migraciones transcontinentales, Oeste – Sureste, que habrían procedido de Polinesia,
Melanesia y Australia, a través del Pacífico, hacia Chile, Argentina y Perú, así como
arribos Este – Oeste, de Europa y África, hasta las costas de Mesoamérica y Brasil,
gracias a las corrientes marítimas atlánticas.
Así, los objetivos que determinaban las rutas de los primeros americanos eran: hallar
fuentes de agua dulce accesibles que también pudieran permitir pesca, sitios de caza,
bosques de frutales y guaridas naturales como cavernas y cornisas. Esos propósitos les
llevaban a trasladarse continuamente, de un sitio a otro, en grupos muy móviles de
solo 15 a 20 individuos, formados por pequeñas bandas familiares.
Para cazar y recolectar frutas, bayas, raíces y tubérculos emplearon sus instrumentos
fabricados de piedra, hueso y madera, entre los que destacaban bifaces, cuchillos,
raspadores, batanes y puntas, etc. Esta larga etapa andariega de exploración,
ocupación, conocimiento y adaptación del sapiens al Nuevo Mundo, duró hasta entre
12,000 y 10,000 años antes del presente, cuando se dio el fin del Pleistoneco y el
advenimiento del Holoceno; el clima mejoró y posibilitó nuevos intereses y destrezas
de los americanos que los pusieron en camino del semi sedentarismo y luego del
sedentarismo y todo lo que eso significa económica y culturalmente.
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Juan José Yataco. Este investigador, por encargo de la universidad, también realizó el
trabajo de “Revisión de las evidencias de Pikimachay, Ayacucho, ocupación del
Pleistoceno Final en los Andes Centrales”, luego de presentar los artefactos líticos y
restos óseos de animales (resalte nuestro) del Pleistoceno Final. Su examen abarcó
estos vestigios que no incluyen los restos humanos mencionados.
En un artículo publicado en el Boletín de Arqueología PUCP N° 15 – 2011, Yataco
presentó sus resultados preliminares: confirmó el hallazgo de tecnologías líticas y
cortes en huesos (de animales), atribuibles a humanos. Así mismo, su corrección
radiocarbónica del fechado procedente del complejo Ayacucho arrojó: 15,781 y 14,886
cal AC, lo cual en lenguaje sencillo equivale aproximadamente a 17, 500 y 14, 600 años
antes del presente.
Como se ve, Yataco no incluyó en su revisión los cruciales e importantes restos
humanos del estrato Ayacucho, no explica por qué ni informa cuál es el paradero de
esos vestigios, como si los hubiese olvidado, pero la conclusión general de su trabajo
es: “Si se acepta como valedero este fechado, que puede resultar muy coherente
debido a la concentración de restos de fauna y artefactos líticos reportados (cf.
MacNeish 1979: 33-40), y por las evidencias que se presentan aquí, el complejo
Ayacucho constituiría la ocupación más temprana de los Andes Centrales”.
de una de las principales “tradiciones” o “culturas” del periodo lítico peruano que
se difundió ampliamente por la Costa peruana. En 1975, C. Chauchat halló en la
Pampa de los Fósiles restos óseos de una persona adolescente (12 a 13 años) cuyo
sexo no ha sido determinado y de un adulto varón (25 años), señalado en algunos
trabajos distintos al de Chauchat et al., como una mujer, enterrados sobre una
capa de ceniza. El primero estaba en posición fetal y el adulto con las
extremidades inferiores semi flexionadas. El carbono 14 arrojó una antigüedad de
10.200 ± 180 adp., es decir, mayor que la de los restos de Lauricocha. Por ello
fueron reconocidos como los más antiguos restos humanos del Perú.
En fases más tardías del paijanense, Dillehay halló las primeras viviendas de
piedra de plantas cuadrangulares, tipo rompevientos, las que constituyen el
primer antecedente arquitectónico – constructivo lítico habitacional.
afluente del Sumbay en el lado derecho. Fueron descubiertas en 1968 por Máximo
Neira Avendaño. El C-14 arrojó una antigüedad de entre 6,210 y 5,400 años adp,
correspondientes al Arcaico Tardío, para restos orgánicos. Contenía además,
numerosos artefactos líticos y le mayor número de pinturas rupestres en un sitio
peruano.
Hostnig, Rainer. Sumbay: sitio rupestre emblemático del Arcaico peruano.
http://www.rupestreweb.info/sumbay.html
xviii) Uchkumachay, en Junín, hallada por Ramiro Matos y explorada a fondo en
xix) restos óseos, trozos de hematita. De aproximadamente 9,000 años de
antigüedad, calculada en función de la datación carbónica de Telarmachay, que está
a 12 kms de distancia.
xx) Viscachani, en la cuenca del lago Titicaca, hacia el lado de Bolivia, La Paz, con
un fechado de 9,000 adp. Fue hallado por C. Dick, E. Ibarra Grasso. Contenía puntas
de flecha de tipo "hoja de laurel", artefactos líticos de la tradición viscachanense.
Ahí habrían habitado los primeros pobladores de Bolivia.
xxi) Pampa canario, en Ancón, Lima. Hallado por Federico Engel. Ca. 6,000
años adp. Encontró instrumentos liticos morteros y batanes. Estudiada por Edward
Lanning. Fueron recolectores, pescadores y cazadores. Hacían pachamanca de lobos
marinos, recolectaban totora para sus embarcaciones y edificar sus chozas. Anzuelo
de concha.
1. Tradición lauricochense: hacían sus puntas líticas para con forma de hoja (diseño
foliar). También fabricaban raspadores, perforadores, cuchillos, raederas,
percutores y piedras de molienda. Con esos artefactos cazaban y aprovechaban la
carne de algunas especies del fin del Pleistoceno y durante el Holoceno, de
camélidos sudamericanos, venados y otros animales menores. Procesaban también
recursos vegetales. Esta “fábrica”, se extendió en la Sierra Central y Sur, hasta Chile,
Bolivia y el Norte de Argentina. Por el Norte, llegó hasta Ecuador.
2. Tradición paijanense: fabricaban puntas de piedra con pedúnculo o apéndice en la
parte posterior, en tamaños entre 2.5 y 23 cm de largo por 3.5 cm de ancho, las que
son conocidas como “Punta de Paiján” o “Punta paijanense”. Lo hacían por talla a
percusión y presión. También manufacturaban raederas, cuchillos, perforadores y
piedras de molienda. Con esa parafernalia cazaban animales pequeños y medianos,
pescaban y recolectaban. Está “fábrica” se difundió desde La Libertad hasta
Lambayeque, por el Norte, hasta Ica, hacia el Sur y solo hasta el piso “Yunga”, hacia
el Este.
3. Tradición viscachanense: Sus puntas de piedra eran triangulares y también con
forma de hoja de laurel. Con sus lanzas cazaban camélidos sudamericanos y
venados, pequeños animales. Se sustentaban también en vegetales. Surgió en la
Meseta del Collao.
4. El unifaz de la Costa Norte: produjeron artefactos de piedra sencillos, hechos por
percusión con otra piedra para adecuar una sola cara del producto (lascas,
raspadores, cuchillos incipientes, todos unifaces, así como moledores). Les daban
uso múltiple para apoyar el proceso de aprovechamiento de pequeños animales, de
bayas, frutas, raíces, hojas y tubérculos, para pescar. Esta Fábrica surgió en Piura, y
se difundió hacia Tumbes, Cajamarca y el Sur del Ecuador. No llegaron a fabricar
puntas.
Vamos a seguir la pista de las dos primeras tradiciones de puntas líticas, siguiendo el
esfuerzo de numerosos investigadores sobre la realidad del hombre lítico peruano.
Continuará…
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PARTE II
LOS PRIMEROS PERUANOS
SECCIÓN 5
LAS FÁBRICAS DE LAS LETALES PUNTAS LÍTICAS
LAURICOCHENSE Y PAIJANENSE
La punta foliácea lítica, dentro del conjunto de las primeras herramientas humanas
(hojas cuchillo de sílex, raspadores y perforadores, batanes, útiles de hueso como
aguja de coser y anzuelo), es un campo de estudio importante para el difícil
conocimiento del nómade cazador – recolector peruano, así como su agricultura,
arquitectura, construcción y alfarería lo son para el estudio de sus sociedades
posteriores.
La punta foliácea lítica fue concebida como la parte primordial de un arma de uso a
corta distancia (cuchillo) y como extremo de impacto incisivo de un proyectil de
forma de hoja, laminar, de diferente tamaño, entre 2.50 a 10.50 centímetros de
longitud, fabricada en piedra, mediante tallado rudimentario a golpes con piedras más
duras y/o abrasión.
Su origen transpacífico
No se conoce a ciencia cierta el origen de la punta foliácea lauricochense; tampoco se
sabe con certeza si los nómades la trajeron de fuera del continente o la inventaron
durante sus caminatas por suelo americano, en condición de cazadores – recolectores.
Su diseño mejoró en tiempos posglaciales, cuando los caminantes optaron por buscar
presas especiales (caza selectiva) y también a raíz del inicio del manejo de camélidos
sudamericanos como la llama, la alpaca y de roedores como el cuy, así como el
aprovechamiento de calabazas y leguminosas mediante la horticultura incipiente.
En su ensayo, “La fase Proto-Lauricocha de los Andes Centrales y el origen de la
Tradición Andina de Puntas Foliáceas. 2011”, Salcedo presenta sorprendentes e
importantes hipótesis sobre dos probables orígenes, sustentadas en la teoría de la
llamada “Migración Circumpacífica” desde el Asia Oriental.
La más factible es la que plantea como punto de origen de la punta foliácea a los
pobladores de la isla Honshū, la mayor del archipiélago del Japón, cuyos yacimientos,
1) Kogure-Higashi-Arayama, 2) Tana-Mukaihara, 3) Kyusekki 2, Monte Yatsugatake, y,
4) Uenotaira C, Shomen y otras, han producido fechados para puntas foliáceas líticas,
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entre 22,400 a 12,200 cal adp., por lo que constituirían la cultura originaria más
probable de la industria de puntas foliáceas en América.
La otra opción es Siberia Oriental donde las puntas foliáceas han sido fechadas entre
22,800 y 14.300 años adp., aunque se trata de piezas bifaciales pertenecientes a la
llamada “Tradición Paleoártica Sibero-Americana” y son mucho más grandes, de 8 a
10 centímetros en promedio y aparecen siempre asociadas a industrias de láminas, así
como otros artefactos bifaciales característicos de esa tradición, como las puntas
alargadas, los cuchillos en forma de medialuna, entre otros.
La ruta circumpacífica es un recorrido marítimo – costero que desde el Norte bordea
América. Es la base de la teoría de la “Migración circumpacífica” planteada por
Fladmark, desde 1978, por Dixon, en 1993 y por Lepper, en 2000. Propone que
inmigrantes asiáticos, provenientes de Japón y/o Siberia Oriental, allá por el año
12,500 se lanzaron en pequeños botes de madera a las corrientes marinas del Pacífico
Norte, llamadas Kuroshio, Alaska y California, las que desde la Costa Asiática van en
sentido de las agujas del reloj, hacia el Nuevo Mundo. Una vez frente a Canadá,
habrían navegado paralelamente a la línea costera hacia el Sur, haciendo algunas
paradas en el litoral.
Los migrantes, premunidos de su arma principal, la punta foliácea lítica y otras
herramientas habrían seguido hacia Sudamérica y poco tiempo después
desembarcaron en la Costa Central Andina, la colonizaron y avanzaron rápidamente a
la Sierra Central y Centro – Sur del Perú, y después, hacia la Sierra Norte chilena, para
luego continuar hacia las tierras altas de Argentina, Bolivia y, por último, hacia Ecuador
ya durante el Periodo Arcaico. Además de perfeccionar su talla lítica, esta ocupación
avanzó también en el arte rupestre y la domesticación de plantas, animales, así como
a prácticas de entierro de sus muertos.
Sierra y la Alta Amazonía, en las cuevas del Lauricocha, en Huánuco, toda vez que
recién a partir del año 9, 900 adp., esta “fábrica” comenzó a difundirse hacia la Sierra
Sur peruana, a Toquepala y hasta la Costa Central de Chile, al sitio Huentelauquén.
Después, según los fechados, avanzó hacia el altiplano boliviano y el Nor Oeste de
Argentina. Esto, sin duda, muestra un patrón de poblamiento progresivo, quizás en
varias oleadas sucesivas, en lugar de una sola migración de Norte a Sur.
El arqueólogo, Salcedo, cree que de las cuatro (4) tradiciones de puntas líticas, “quizás
la mejor conocida es la “Tradición Andina de Puntas Foliáceas” – TAPF, definida en
1961 por Lanning y Hammel”. La TAPF, contendría cuatro (4) sub tradiciones que se
expresaron en 18 culturas.
1. Lauricochense (Sitio San José en Ecuador; Mongoncillo, Lauricocha y La Esmeralda
en el Perú)
2. Tarapaquense (Sitio Toquepala en el Perú; Tarapacá, Tiliviche, Conanoxa, Ghatchi,
Chiu-Chiu y Punta de Teatinos, en Chile)
3. Viscachanense (complejos Viscachani en Bolivia, e Intihuasi en Argentina), y
4. Chinchorro (complejos Chilca y Pampa Colorada en el Perú; Huentelauquén,
Camarones y Quiani, en Chile). En el 2006, Salcedo, en ese conjunto identificó hasta 18
“complejos” o culturas conocidas hasta el momento.
La TAPF abarcó, entonces, desde Ecuador hasta el centro chileno, y desde la Costa de
ese territorio hasta la Meseta del Collao, en Bolivia y el Noroeste argentino. Pero, las
áreas mejor estudiadas son los Andes Centrales peruanos y el Norte semi árido chileno
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Claro está que una lanza con una punta de piedra de 23 centímetros de largo por 7 de
ancho podía también matar fácilmente a un hombre en una lucha cuerpo a cuerpo o
usada como arma arrojadiza, tipo jabalina, a media distancia.
Nuevas investigaciones determinaron que la fabricación y uso de esta arma lítica se
extendieron en la Costa Peruana, por el Norte hasta el Valle de Zaña, en el
departamento de Lambayeque y, por el Sur, hasta Pampa Lechuza, en el
departamento de Ica, a tal punto que en distintos sitios de ese territorio, han sido
hallados numerosos campamentos que alojaron talleres de fabricación de la punta.
Además de Engel, las puntas de lanza paijanenses han sido estudiadas por Duccio
Bonavia, Claude Chauchat y Elmo León.
de puntas con acanaladuras (fluting) que existieron en toda América y cuyo prototipo
fue la famosa “Punta Clovis”, de la cultura Clovis, localizada en América del Norte y
tenida hasta hace poco como la cultura madre de todas las del Nuevo Mundo.
Su variación o característica regional fue el angostamiento de la base y la aparición de
un pedúnculo, similar a la forma de la Tradición El Inga, de Ecuador, y de las puntas
halladas en Cueva Fell, en la Patagonia de Chile. Posteriormente, en la fase II de la
punta paijanense, el pedúnculo fue angostado, lo cual completó el diseño regional
exclusivo de esta arma lítica. Chauchat anota que en América del Sur, la tradición de
las puntas “en cola de pescado”, acanaladas o no, son similares a las de El Inga y Cueva
Fell. En Perú son idénticas a las halladas en La Cumbre y Piura y a las encontradas en
Mendoza, Argentina, sin que haya respuesta aún al por qué de este hecho de evidente
dispersión territorial.
Esta inferencia de Chauchat apunta a que los llamados “paijanenses” habrían sido
algún grupo migrante de “primeros americanos” que desde América del Norte siguió la
ruta terrestre de la Costa del Pacífico, remontando Mesoamérica, Colombia y Ecuador
hasta recalar aún como nómades en el territorio llamado Cupisnique, desde donde
accedieron a la Costa, hacia la Pampa de los Fósiles, durante el comienzo del Holoceno,
cuando la línea de playa estaba a unos 20 kilómetros de la actual.
Sin embargo, respecto al origen norteamericano (Punta Clovis) de la Punta Paijanense,
planteado por Chauchat, surge una contradicción manifiesta con su determinación de
que el perfil facial de los paijanenses, difiere de las características de los asiático –
mongoloides – japoneses y es similar al de los aínos, melanesios, australianos y
tasmanianos, y que su morfología general se parece más a la de los pobladores
patagoneses (“Prehistoria de la Costa Norte del Perú, Pág. 395), tema que
ampliaremos más adelante. El hueco negro surge de la pregunta: si los paijanenses
fueron el resultado de una misión circumpacífica Oeste – Este desde Oceanía y
Australia, ¿cómo es que desarrollaron regionalmente en la Costa central y norteña del
territorio peruano, la norteamericana Punta Clovis?
De las 145 unidades con vestigios que conforman el sitio, la ocupación paijanense
comprende 142. Dos de ellas fueron atribuidas a la fase “cantera”, 57 a la fase “taller
de bifaces” y 80 a la fase “campamento”. 2 unidades fueron mixtas campamento –
taller. Las canteras proveían de riolita de color que va del rosado al anaranjado y al
amarillo. En la Unidad 2, se realizó el hallazgo de dos contextos funerarios de primera
importancia para el estudio de la prehistoria del Perú y, específicamente de la Costa
Norte.
Continuará…
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PARTE II
LOS PRIMEROS PERUANOS
SECCIÓN 6
LOS FÓSILES HUMANOS MÁS ANTIGUOS
Dibujos de los restos de un adolescente “paijanense”, uno de los más antiguos hallados en el Perú
Fuente. Op. Cit Chauchat et al.