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Bizancio como problema histórico – Maier

Historiografía

Siglo XIX - Desde la estrechez de miras, en cuanto a la política nacional, propia de la Edad
Media europea, el Imperio bizantino parecía algo carente de importancia; y desde la estrechez
conceptual clasicista, algo doblemente despreciable por «oriental» y «decadente».

Siglo XX - Bizancio es considerado ahora como fenómeno histórico independiente, cuyos


aspectos, cada vez 1uás diferenciados, dificultan normalmente la explicación del significado del
término de «lo bizantino~, sin caer en fórmulas vacías o definiciones exclusivamente negativas.

Area de dominio

En Bizancio influyeron en su historia ciertos factores geográficos. Las fronteras del Estado
bizantino correspondieron, en un principio, a las del Imperio romano oriental creado por
Teodosici en el año ·395 al hacer su división del Imperio. Esta división no pudo deberse a un
simple capricho administrativo. El oriente griego y el occidente latino se diferenciaban con
toda claridad desde hacía mucho tiempo, tanto en la estructura y protundidad de su cultura
como en su situación económica y demográfica'. Mayores reservas humanas y una fuerza
productiva superior confirieron ·a la parte oriental del Imperio una fuerza y capacidad
regeneradora más elevada, situación que resultó fundamental en d desarrollo de la historia
bizantina. La primitiva área de dominio bizantino estuvo sujeta a continuas transformaciones y
finalmente a un drástico proceso de contracción.

Economía

era evidente una clara diferencia económica. Desde hacía tiempo el centro de gravedad de la
productividad industrial, el capital y la potencia tributaria se hallaba en las provincias
orientales, con su mayor densidad demográfica y una estructura más desarrollada. Estas
provincias poseían, y no en última instancia , gracias a las estrechas relaciones existentes con
los países limítrofes de Oriente, los centros más importantes de la industria y el comercio. La
banca y los servicios de crédito se hallaban aquí más desarrollados que en las provincias
occidentales, que más bien hacían las veces de mercados y actuaban como suministradores de
materias primas. La crisis producida por la invasión de los bárbaros aumentó aún más la
superioridad económica y consolidó la estabilidad de la parte oriental del Imperio. La
descomposición de la administración tardorromana hizo estragos en Occidente. El comercio, la
industria y la política financiera se vieron seriamente disminuidas. .Sin embargo, en Asia
Menor, Siria y Egipto la situación económica de la agricultura, así como la de los grandes
centros urbanos, apenas si se vio influida por tal acontecimiento.
Política

El Estado bizantino heredó, a la par que el mundo político de Roma, los graves problemas de
Imperio concernientes a política exterior. Ciertas regiones limítrofes de vital importancia para
Bizancio estaban situadas en dos áreas tradicionalmente críticas: el curso bajo del Danubio y
Siria-Armenia. La guerra bifronte se convirtió en una constante de la historia bizantina, tras
varios siglos de continua presión político militar en estas zonas. En un principio se logró desviar
en la frontera del Danubio el empuje de la migración germana hacia el oeste: Pero en el siglo vi
el asentamiento eslavo en los Balcanes resultó ser un foco de peligros de mayor envergadura,
además de continuo. El mundo romano poseía desde hacía mucho tiempo una tupida red de
relaciones económicas y culturales con el este. Pero al mismo tiempo se hallaba confrontado
con ·el reino persa de los Sasánidas, un estado altamente civilizado y severamente organizado,
cuya pretensión de dominar el control político del área siria y de Asia Menor tenía que
provocar, necesariamente, un conflicto permanente. Con la destrucción del reino sasánida por
el Califato el siglo vii, cambió tan sólo el rival y no la constelación política.

Los coraceros persas fueron reemplazados por los ejércitos árabes y, más tarde, por los
turcos. Dos factores ·geográficos amenazaban principalmente la estabilidad y la resistencia del
Imperio bizantino ante estas constantes estratégicas y de política exterior: la situación
limítrofe de las zonas más ricas y fecundas (África del Norte, Egipto y Siria) y la falta de
barreras naturales que hubiesen facilitado una defensa eficaz de los frentes del Imperio tanto
en el Danubio como en el desierto sirio y africano. Estos dos aspectos resultaron definitivos en
la rápida pérdida de las provincias orientales y de África en el siglo VII, así como también en el
menoscabo de la situación económica, originalmente próspera, del Imperio. Por el contrario,
demostraron ser factores positivos las favorables condiciones geográficas existentes para la
creación de una soberanía marítima en el Mediterráneo y, fundamentalmente, la sólida
situación defensiva de Asia Menor, que junto con Tracia constituía la reserva humana más
importante. La altiplanicie de Asia Menor estaba protegida hacia el · sudeste por la barrera
constituida por los Montes Tauro, así como por escarpados acantilados en la amenazada costa
meridional.

Un factor geopolítico fundamental en la historia bizantina lo constituyó la situación de su


capital: durante más de mil años Constantinopla fue, gracias a las extraordinarias ventajas de
su situación, el centro vital y el último reducto de resistencia del Imperio. El filósofo oficial
árabe Ibn Jaldún había visto cómo se confirmaba --con el papel que representaba la capital
bizantina- su teoría sobre la función de los centros dinásticos • Su posición dominante,
intermedia entre Asia y Europa hizo que Constantinopla se convirtiera, desde el punto de vista
geográfico, en el centro del Imperio, al mismo tiempo que, en caso de necesidad, también
hacía posible el bloqueo de los territorios orientales de los Balcanes. Situada en la línea
estratégica de las principales comunicaciones entre los frentes persa y germano, la ciudad
controlaba también la importante ruta comercial entre las cuencas del Danubio y el Éufrates.
Disfrutaba también de una posición igualmente favorable desde el punto de vista marítimo; al
estar situada entre el Mar Negro y el Egeo, comunicaba directamente con Siria, Egipto, África
del Norte e Italia. Sus instalaciones defensivas, continuamente modernizadas, la convirtieron
en el mayor centro comercial del Mediterráneo y en la fortaleza más resistente, de modo que,
en el curso de su historia, únicamente pudo ser conquistada en dos ocasiones: en 1204 y en
1453. A lo largo de los siglos se confirmó cuán acertada fue la idea de Constantino, basada en
consideraciones de orden político, económico y estratégico, de fundar una nueva capital
imperial en el lugar de la antigua Bizancio en el Bósforo. Acentuó el desplazamiento del peso
político dentro del Imperio, condicionado no sólo por la superioridad económica de la parte
oriental de éste, sino también por su situación militar. Pero no debe restársele importancia a
las motivaciones religiosas y políticoreligiosas: la nueva capital debía estar libre del lastre que
significaban las tradiciones paganas y los anticuados esquemas políticos. La segunda Roma, en
donde ya no estaba permitido el culto público pagano, era una Roma cristiana.

El papel histórico de Bizancio

Por el contrario, en las provincias orientales sobrevivieron, en un sistema de gobierno besado


en los principios absolutistas y centralistas, el orden estatal , las normas jurídicas y las ideas
políticas del Imperio romano: así se operó la unión de un cristianismo de carácter griego y de
una cultura helenística fuertemente influida por Oriente. De la síntesis de estas tradiciones
nació un producto histórico de asombrosa vitalidad y gran fuerza regeneradora. El Imperio
bizantino - como herencia de Roma- disfrutaba. en su calidad de potencia económica, política y
cultural, de una posición preponderante, incluso única, en un principio. En una época de
descentralización y de horizontes locales era aquí donde residía la verdadera fuerza histórica
del área; la Nueva Roma era su centro espiritual decisivo. Con el auge del islam, Bizancio dejó
de ser la única potencia en el mediterráneo, papel que había desempeñado durante 200 años.
Pero, hasta finalizar la Baja Edad Media, el imperio bizantino siguió siendo el estado con la
administración más eficaz, el ejército más contundente, y la mayor capacidad financiera del
mundo europeo mediterráneo. Hasta el fortalecimiento de las repúblicas marítimas de Génova
y Venecia constituyó la figura principal del comercio oriental y mediterráneo. Constantinopla
era indiscutiblemente la capital de la cultura europea. Incluso cuando se extendió, con las
Cruzadas. al campo político la oposición existente entre el occidente latino y el oriente griego,
y el conflicto con los estados occidentales contribuyó definitivamente a su caída. el Imperio
bizantino siguió ejerciendo su triple misión histórica durante otros 250 años más: defensa
contra el islam, transmisión de la cultura griega y mediación espiritual entre Occidente y
Oriente. De las consecuencias del vacío que a raíz de la caída de Constantinopla se originó en
los países balcánicos puede deducirse la importancia de su capacidad de resistencia de ocho
siglos de duración- en los campos de batalla de Siria, Armenia, Sicilia y Asia Menor. Mas esta
función pasiva, de choque, desarrollada por un estado oriental cristiano, bajo cuya protección
podían desarrollarse el mundo político y la cultura de los pueblos germano-romanos de la
Europa central, se ha destacado con frecuencia de forma unilateral. El papel histórico de
Bizancio no se limitó a la autoafirmación militar y de la política exterior como baluarte contra
el islam. Su papel clave se fundamentó en una autoafirmación espiritual ante la extinción de la
cultura antigua en occidente y la irrupción del islam en oriente. Bizancio no sólo actuó como
salvaguardia de la tradición clásica en tiempos de crisis, , como administrador de una zona
protegida en la que podían sobrevivir la literatura, las ciencias y el arte greco-helénico. En un
proceso creativo de asimilación surgió, de la unión de la herencia griega con las tradiciones
cristianas y con los elementos orientales, la cultura más brillante y efectiva de la alta edad
media.

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