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Encuentro N°27

Texto bíblico: Hechos 20:1-38

Objetivo: Comprender el modo en que la primera iglesia llevó a cabo la difusión de las Buenas
Noticias del Reino: contaba con un buen equipo de hermanos cubriendo todas las áreas
necesarias; planificaba con la guía de Espíritu Santo y desarrollaba una vida de relación con las
iglesias que fundaba y acompañaba.

Reconocer que la obra apostólica aceptó el sufrimiento como continuación del carácter
de Cristo.

Introducción:

“Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de
los gentiles en fe y verdad” 1°Timoteo 2:7.

Pablo estaba resuelto a hacer crecer a la iglesia. Consideró que esa era su tarea principal e
irreemplazable: predicar el evangelio a toda la humanidad e incorporar a todos los que creyeran
en su vida comunitaria. Él creía que sólo mediante la multiplicación deliberada de nuevas y
múltiples congregaciones sería posible evangelizar a su generación. Como apóstol y miembro de
un equipo apostólico, se vio trabajando en la vanguardia del evangelio, realizando esta tarea
prioritaria. Esto significa, que Pablo daba una importancia trascendental a la relación entre su
equipo y las nuevas congregaciones que estaba fundando gracias a la bendición de Dios. 1

Esta relación, se ve defendida y fundamentada en las cartas que iba escribiendo a medida que
realizaba sus viajes misioneros.

“La forma en que Jesucristo establece y extiende su evangelio es clara. Esta es la


manera en que el Señor nuestro gobernador, establece su Reino por la Palabra
externa y oral, que predicaron los apóstoles y que ahora por la gracia de Dios
nosotros también predicamos, escuchamos, aceptamos y creemos. Muchos
escuchan y aceptan con nosotros. No obligamos a nadie a esto.”

Martin Lutero

Recorrido por Macedonia. Hechos 20:1-6

Tenemos dos aspectos a destacar en este breve pasaje.

Por un lado la lista de colaboradores reclutados: fueron siete personas de cuatro diferentes
ciudades visitadas por el apóstol (Nerea, Tesalónica, Derbe y Asia). Seguramente eran discípulos
altamente confiables y entrenados personalmente por Pablo, llenos del Espíritu Santo; él sabía de
la importancia de un buen equipo de respaldo.

Por otro lado el cambio en la narrativa del autor del libro. A partir del Vs.6 comienza a escribir en
primera persona del plural: “nosotros”. Esto hace pensar que se sumó al equipo pasando a ser
protagonista de los acontecimientos que sucedieron de aquí en adelante.
1
Arthur Glasser, El apóstol Pablo y la obra misionera (1976)
La obra del Señor no se puede hacer en solitario, siempre es necesario un equipo de hermanos
que estén apoyando, espiritual y económicamente, orando y planificando con la guía de Dios.

Visita de Pablo a Troas. Hechos 20: 7-12

El autor registra un solo hecho relevante durante esta semana en Troas. Este hecho seguramente
se mantuvo vivo durante mucho tiempo en la memoria colectiva de la congregación.

Como Pablo hablaba y hablaba, a un joven llamado Eutico, que estaba sentado en el borde
de la ventana, le dio mucho sueño. Finalmente se quedó profundamente dormido y se cayó
desde el tercer piso y murió. Hechos 20:9 (Nueva Traducción Viviente)

El relato aclara que luego Pablo lo abraza y el muchacho vuelve a la vida. En este pasaje no hay
connotaciones negativas sobre la situación que vivió Eutico, el joven que se cayó por la ventana.
Describe lo prolongado del discurso, el ambiente saturado (muchas lámparas, mucha gente), y el
proceso de adormecimiento del muchacho. Concluye con el gran consuelo de todos cuando lo
llevaron vivo a su casa.

Cualquiera que haya sido testigo de algo así no lo olvida fácilmente. Pablo actuó igual que Elías y
Eliseo (1°Reyes 17:21 y 2°Reyes 4:34). Después de tremenda experiencia la congregación
participó de la comida comunitaria (Vs.11) y la cena conmemorativa (“partir el pan” es una
expresión neotestamentaria para la Cena del Señor) y Pablo continuó hablando hasta el
amanecer. La disertación de Pablo duró muchas horas. Comenzó a la noche, se prolongó hasta la
medianoche (hasta el momento en que el joven se cayó) y luego prosiguió hasta el amanecer.
Probablemente hayan sido alrededor de 10 horas de discurso.

Pablo se despide de los hermanos de Éfeso. Hechos 20:13-38.

Llama la atención la forma en que Pablo planificaba sus viajes en detalle (Vs.13). No obstante en
esta ocasión sus planes fueron alterados por una amenaza contra su vida (Vs.3). Entre los Vs.15
y 16 tenemos un detalle del viaje de los hermanos. Pablo tenía apuro por llegar a Jerusalén para
la fiesta de Pentecostés; por este motivo tal vez decidió no pasar por Éfeso, pero a pesar de ello
no obvió juntarse con los líderes de la iglesia de Éfeso, así que aprovechando los días que iba a
permanecer en Miletto, los mandó llamar para que se encuentren con él. Éfeso está a 48 kms. de
distancia.

El registro bíblico de aquel encuentro conserva lo que aparentemente fue lo más significativo, el
discurso de Pablo. A partir del Vs.18, Pablo hace una declaración llena de emotividad, el texto
nos presenta uno de los grandes discursos del apóstol, rico en temas teológicos, prácticos,
morales, espirituales y devocionales.

El propósito de Pablo al convocar esta reunión con los ancianos de Éfeso era:

1. Animarles por medio de su presencia. “Ustedes saben que desde el día que pisé la
provincia de Asia hasta ahora, he hecho el trabajo del Señor con humildad y con
muchas lágrimas. He soportado las pruebas que me vinieron como consecuencia de
las conspiraciones de los judíos. Nunca me eché para atrás a la hora de decirles lo
que necesitaban oír, ya fuera en público o en sus casas. He tenido un solo mensaje
para los judíos y los griegos por igual: la necesidad de arrepentirse del pecado, de
volver a Dios y de tener fe en nuestro Señor Jesús.” (Vs. 18-21)
2. Instruirles en vista de los peligros que se avecinaban “Entonces cuídense a sí mismos y
cuiden al pueblo de Dios. Alimenten y pastoreen al rebaño de Dios —su iglesia,
comprada con su propia sangre— sobre quien el Espíritu Santo los ha designado
ancianos. Sé que, después de mi salida, vendrán en medio de ustedes falsos maestros
como lobos rapaces y no perdonarán al rebaño. Incluso algunos hombres de su
propio grupo se levantarán y distorsionarán la verdad para poder juntar
seguidores.” (Vs. 28-30)
3. Exhortarles a cumplir con fidelidad el ministerio en el que habían sido colocados por el
Señor. “Y ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, que tiene poder
para edificarlos y darles una herencia junto con todos los que él ha consagrado para
sí mismo.” (vs. 32)
4. Recordarles el ejemplo dado de trabajo y ayuda a otros. “Yo nunca he codiciado la plata
ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes saben que mis dos manos han trabajado para
satisfacer mis propias necesidades e incluso las necesidades de los que estuvieron
conmigo. Y he sido un ejemplo constante de cómo pueden ayudar con trabajo y
esfuerzo a los que están en necesidad. Deben recordar las palabras del Señor
Jesús: “Hay más bendición en dar que en recibir” (Vs. 33-35).
5. Despedirse de ellos, porque aunque no sabía qué le iba a acontecer en Jerusalén, tenía
la convicción de que no volvería a verles más. “Cuando Pablo terminó de hablar, se
arrodilló y oró con ellos. Todos lloraban mientras lo abrazaban y le daban besos de
despedida. Estaban tristes principalmente porque les había dicho que nunca más
volverían a verlo. Luego lo acompañaron hasta el barco.” (Vs. 36-38)

Una vida de relación

Pablo siempre se caracterizó por desarrollar un servicio personal. Vivía con las personas, conocía
sus problemas y les predicaba. Él no era un evangelista concentrado en desarrollar un ministerio
público entre las masas, dejando a otros el trabajo personal, mientras él se retiraba a su hotel. La
Biblia no conoce este tipo de especialización. De hecho, quien haga esto es muy posible que
pierda el contacto con las personas y sus mensajes se vuelvan ineficaces y fríos.

Tal vez podríamos llegar a hacernos una idea equivocada del ministerio de Pablo en Éfeso,
pensando que durante dos años estuvo haciendo poderosos milagros en grandes campañas y
predicando la Palabra a las masas. Sin embargo, el relato de su discurso a los ancianos reunidos
en Mileto, nos revela que su labor tuvo mucho de personal, de tal manera que su enseñanza
pública se complementaba con una tarea mucho más íntima, llevada a cabo en sus propias
casas (Hechos 20:20), amonestándoles y enseñándoles a cada uno de ellos de noche y de día
con muchas lágrimas (Hechos 20:31).

Pablo siempre mostraba una disposición a servir al Señor con toda humildad, acercándose con
sencillez a las personas. No marcaba distancias por el hecho de ser apóstol. Esta es una de las
virtudes más difíciles de practicar en nuestros días, porque se considera que ser humilde equivale
a despojarse de las cualidades que aseguran el éxito. El mundo nos enseña constantemente que
debemos ser agresivos, imponernos, hacer valer nuestros derechos, porque de otra manera nos
pasarán por encima y nunca llegaremos a ninguna parte. Pero el apóstol no siguió esta norma en
sus relaciones y ésta fue la clave para entablar amistad con tantas personas y de tan diversa
procedencia y estado social. Esto lo podemos percibir a través de los saludos que envía al final
de muchas de sus cartas.

Planificar con la guía del Espíritu Santo:

Vs 22-23: “Y ahora tengan en cuenta que voy a Jerusalén obligado por el Espíritu, sin saber lo
que allí me espera. Lo único que sé es que en todas las ciudades el Espíritu Santo me asegura
que me esperan prisiones y sufrimientos.”

No es posible rastrear la carrera misionera de Pablo sin ser conmovidos por el hecho de que toda
su vida estuvo marcada por el sufrimiento. Cuando el Señor Jesús lo llamó al apostolado, dijo:
“Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre” (Hechos 9:16). Aunque había sido
liberado por Jesús, Pablo sabía que esa libertad sólo se le concedía para que pudiera publicar el
amor de Dios a todos. Según el uso del Nuevo Testamento, la palabra “Señor” significa dueño de
esclavos. Mientras que en nuestros días tendemos a considerarnos “siervos” del Señor, en los
días de Pablo los cristianos tenían otro concepto de sí mismos. Pablo sabía que para colaborar
con el Señor no podía ser menos que “esclavo” de todos.

Planificar con la guía del Espíritu Santo, requiere hacer un espacio para la posibilidad del
sufrimiento. En su carta a los Colosenses (1:24) Pablo les dice: “Ahora me alegro en medio de
mis sufrimientos por ustedes, y voy completando en mí mismo lo que falta de las aflicciones de
Cristo, en favor de su cuerpo, que es la iglesia”. Estas aflicciones no se refieren a la obra
redentora de Cristo, que fue acabada y consumada en la cruz. Nada hay que agregarle a la gracia
obtenida por el sacrificio de Jesús. Estas aflicciones no acabadas tienen que ver con todo lo que
tuvo que afrontar física, emocional y espiritualmente al entregarse por completo a las exigencias
de su ministerio público. Jesús experimentó cansancio físico, gran hostilidad y oposición
espiritual. Todos los que por su propia voluntad eligen comprometerse en un servicio activo a
Cristo habrán de soportar tales aflicciones, especialmente cuando procuran dar testimonio público
del evangelio. Estas aflicciones son incompletas en el sentido de que cada generación del pueblo
de Dios debe abrazar de forma voluntaria el sufrimiento, si es que la obra misionera se ha de
completar. Esta fue la experiencia de Pablo. El mundo espiritual siempre estuvo presente, y los
demonios nunca fueron amables. Si Pablo estuviera presente hoy entre nosotros, podría
exhortarnos a resistir activamente contra todo lo que obstaculiza el avance del propósito
misionero de Dios.

Para meditar y reflexionar:

La tarea en el servicio a Dios puede no ser sencilla, puede tener complicaciones de diversos
tipos, puede llevar al desaliento y generar ganas de dedicarse a otra cosa “más provechosa”.
Para servir a Dios se necesita integridad, pasión y amor por las personas, y la guía del Espíritu
Santo. Pablo no estaba victimizándose en su despedida, pero todo el campo semántico refiere a
un tema: el sufrimiento. Las expresiones: “lágrimas”, “duras pruebas”, “maquinaciones”,
“prisiones”, “sufrimientos”, “lobos feroces”, “acabar con el rebaño”, “falsedades”, “alerta”, “trabajar
duro”, “lloraban inconsolablemente”, dan cuenta del tono de su discurso. Esto no significa que
debemos buscar el sacrificio o el dolor para sentir que servimos mejor al Señor. De ningún modo
la palabra apunta a ese modo de pensar. A lo que nos anima, es a considerar este aspecto como
una posibilidad, que no comenzó con Pablo, y ciertamente no terminará con nosotros.

Jesús nos dejó un claro ejemplo de esto:

Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios


    fuera algo a lo cual aferrarse.

En cambio, renunció a sus privilegios divinos;


adoptó la humilde posición de un esclavo  y nació como un ser humano.
Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios
    y murió en una cruz como morían los criminales.

Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor  y le dio el nombre que está por encima de
todos los demás nombres,
para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla  en el cielo y en la tierra y debajo de la
tierra, y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor
    para la gloria de Dios Padre.

Filipenses 2:6-11 (Nueva Traducción Viviente)

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