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Entre esas fechas existía una celebración especial dirigida a recordar a San José,
el carpintero de Galilea y el Padre adoptivo de Jesús, por tanto esa fecha marcada
en 19 de marzo tenía y aún tiene connotaciones especiales para su celebración,
especialmente entre los obreros de la madera, como se denomina a los ebanistas
y carpinteros.
Pero fue recién en el año 1958, cuando por impulso de un empresario privado,
Don Víctor Handal Salame se impuso la celebración del Día del Padre como un
elemento simbólico de recordación a un Ser importante que es la base del hogar y
que se lo reconoce como el Padre… de familia.
Todo comenzó con una promoción específicamente comercial, tentando en una
primera instancia a las mamás y a los hijos mayores a homenajear al papá con un
regalo en el Día de San José, que se convertiría desde entonces en el Día del
Padre. Varios años se habló del Día del Padre, pero la reacción fue de duda y
hasta de rechazo a la iniciativa de saludar a un componente básico de la familia, el
Padre.
Sin embargo, por encima de esa condicionante del mercado el Día del Padre sirve
para comprender y responder al deseo de la mayoría de los niños y jóvenes que
tienen derecho a tener un papá y su mamá. Ese binomio sin el cual no hay
perfección natural de hacer familia.
Ahora bien ser Padre no es simple y llanamente engendrar es mucho más que
eso, es dar vida total, esfuerzo, capacidad y sobre todo ejemplo a hijos e hijas
para que a su vez respondan al gran reto de seguir haciendo familia
incrementando los eslabones de la cadena humana, como Dios lo dispuso.