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El otro lado de la crianza

Cómo educar a tus hijos a través de la conexión

Si eres una madre o un padre que se encuentra buscando una


manera respetuosa y empática de criar y acompañar a tus
hijos, este ebook es para ti.

Es común que durante el desarrollo de nuestros hijos nos


preguntemos si la manera en que lo hacemos es la adecuada,
o si las herramientas con que contamos realmente los ayudan
a desarrollarse plenamente. Hay tantas propuestas de crianza,
incluso algunas contradictorias entre sí, que podemos sentirnos
confundidos y no tener claro cuál es el mejor camino para
nuestra familia. En Crianza Desansiedad tenemos por objetivo
que tanto el proceso de crianza como la infancia se vivan libres
de ansiedad y gozando de una conexión profunda y nutritiva.

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La nueva forma de entender la crianza

En los últimos años, ha habido un cambio de paradigma


relacionado con la crianza y la disciplina. Durante demasiado
tiempo se ha relacionado a la disciplina únicamente con la
impartición de correcciones y castigos, dejando de lado el
sentido profundo de la palabra, el cual implica un alumno y un
proceso de aprendizaje.

En la perspectiva que te presento, cuando hable de crianza y


de disciplina será desde una visión amorosa y respetuosa. Este
enfoque comprende al niño como un ser con una esencia única,
quien por varios años se encontrará en un proceso de desarrollo
y necesitará estar en conexión profunda con sus cuidadores
principales para lograr un crecimiento pleno. Las sugerencias
y recomendaciones que leerás te ayudarán a conectar con tu
hijo y fortalecer el vínculo entre ustedes. De esta manera, podrás
guiarlo a lo largo de su desarrollo para que pueda desenvolver
su esencia y potencialidades.

Los modelos de crianza tradicionales se centraban en cómo


cambiar y corregir al niño, como si intentaran meterlo en un
único molde para que pensara y actuara como sus adultos
deseaban. Ponderaban la obediencia por encima de cualquier
otra cosa. Además, presentaban estrategias para corregirlo y
castigarlo sin instruir a los adultos sobre el proceso de desarrollo
del niño, por lo que continuamente era castigado a pesar de
que no tuviera desarrolladas las habilidades indispensables

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para lograr los comportamientos que se le pedían. Podemos
concluir que se pasaban por alto dos cosas importantísimas:
la experiencia interna del adulto al estar frente a las reacciones
y necesidades de su hijo y las necesidades y emociones del
propio niño.

No solo el niño se desarrolla, el adulto también.

Mientras el niño crece y se nutre de


la vida, la tarea de los cuidadores
es ayudarlo a mantenerse a salvo y
enseñarle a desarrollar habilidades
que con el tiempo le permitan
convertirse en un ser autosuficiente,
empático y responsable. Y la otra
tarea que tiene que ver contigo,
es que continúes con tu propio
crecimiento. Sí, leíste bien. El adulto
también sigue en desarrollo.
Desde esta perspectiva, estamos
convencidos de que la crianza
implica que tanto el niño como sus
cuidadores se desarrollen. Ahora te
cuento a qué me refiero.

¿Has notado cómo el proceso de acompañar a tu hijo en su


desarrollo pone al descubierto reacciones que tienen que ver
con tu historia, tus experiencias de infancia y tus patrones
aprendidos? Tal vez hayas notado que frente a situaciones
cotidianas con tu hijo sientes emociones intensas como enojo,

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miedo, frustración desesperación, insatisfacción y culpa; lo que
te lleva a tener reacciones impulsivas igualmente intensas.

Es como si tu hijo fuera capaz de tocar “botones” sensibles


que activan tus recuerdos emocionales. Cuando esto sucede,
reaccionas con el niño según esto que pasa en tu interior, y no
necesariamente respondiendo a lo que el niño necesita. Así
pues, la convivencia con él o ella te evidencia que hay algunos
asuntos, recuerdos y prácticas que necesitan revisión de tu parte.
Hacerlo conscientemente te ayudará a continuar tu desarrollo
como persona y como padre o madre.

Tradicionalmente se ha criticado, enjuiciado, regañado y


castigado a los niños cuando la convivencia activa uno de estos
botones emocionales. Sin embargo, desde esta perspectiva
de crianza, lo que queremos es que seas consciente de ambas
partes de la ecuación: tu parte y la parte con tu hijo. Así conectarás
con él o ella y te será más fácil guiarlos mientras descubren y
desenvuelven su esencia.

Al mismo tiempo, la interacción con él o ella te ayudará a


identificar aquello que interfirió, bloqueó o estorbó para que tu
esencia saliera a la luz y puedas hacer algo al respecto.

Te invito a ver la crianza como una oportunidad para hacerte


justicia: dándote lo que necesitas, apoyándote y validándote
hoy que eres adulto.

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Esta propuesta te anima a ser consciente de cómo te sientes,
de qué recuerdas, de qué te dan ganas de hacer al ver a tu hija
o hijo cuando experimenta emociones desagradables, cuando
se enfrenta a retos o te pide atención. O sea, primero necesitas
revisar tu parte de la ecuación: la parte que te implica a ti. Y solo
entonces tendrás ojos claros para revisar la segunda parte de
la ecuación: qué es lo que sucede con tu hijo. Podrás conectar
con él solo si conectas contigo primero.

La crianza tradicional usaba


sus herramientas para corregir
en el niño todo aquello que
causaba incomodidad como
adulto. Desde esta visión,
estamos convencidos de que,
para ser efectivo, primero
tenemos que ser conscientes
y responsables de lo que nos
pasa a nosotros antes de entrar
en acción con el niño.

Si quedas fuera de la ecuación, probablemente tu reacción se


encamine a resolver la mala conducta de tu hijo, pero te quedes
sin entender qué necesidad la causó y no puedas enseñarle a tu
hijo cómo satisfacer dicha necesidad de una manera adecuada.

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Como ves, los modelos afortunadamente han cambiado bastante.
Hoy sabemos que una crianza que recurre a herramientas de
disciplina basadas en el respeto y empatía, que considera las
necesidades y emociones de los niños y de sus padres y que
promueve el aprendizaje por encima de la corrección, genera
mejores comportamientos y mayor vinculación padres-hijos,
que cuando la crianza se basa en corrección, desconexión
y castigos. Es notorio cómo aumenta la cooperación y el
aprendizaje cuando un niño se siente fuertemente vinculado
con sus cuidadores.

Por este motivo, no buscamos la obediencia ciega ni


sometimiento, no queremos que sienta miedo de ser quien es.
Más bien, te invitamos a fortalecer tu conexión con él para que
puedas enseñarle cómo funciona el mundo; le ayudes a parar
conductas inapropiadas e inseguras, le transmitas los valores
familiares, lo motives cuando enfrente retos complejos, lo
animes cuando las cosas no salen como él espera y le enseñes
a hacer acuerdos y negociaciones.

Todas esas buenas intenciones de que tu hijo sea convierta en


un adulto responsable, empático, trabajador, que haga lo que
le apasione, que sea amado y aceptado por él mismo y por
otros, se materializan a través de esta perspectiva con mayor
facilidad que con las herramientas correctivas y castigadoras
de modelos antiguos, ya que se centra en el aprendizaje y
promueve el desarrollo de habilidades.

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Si te animas a ir por el camino de la conexión y el respeto, además
de los beneficios que te platiqué, notarás que la experiencia
al disciplinar cambiará radicalmente, ya que tu papel dejará
de ser el de un juez castigador para convertirse en un maestro
empático que conecta con su hijo para entender en qué punto
se encuentra. Y, desde ese lugar, brindar lo que el niño necesita
para aprender. La culpa, desesperación, angustia y miedo
disminuyen, ya que los conflictos y problemas se conciben
como oportunidades para enseñar-aprender. Las herramientas
y estrategias que uses no te generarán culpa a ti, ni dolor físico
o emocional a tu hijo; al contrario, ampliarás tu comprensión
de él y podrás desmentir esos pensamientos que te dicen que
“se portan mal a propósito para hacerte enojar”. Contarás con
herramientas prácticas para gestionar tus emociones y resolver
las situaciones que se presenten cotidianamente.

En lo personal, me hubiera encantado que mis padres conocieran


más de estas herramientas mientras fui niña, pero no estuvieron
disponibles para nosotros en ese momento. Afortunadamente,
hoy lo están y es un gusto poder compartirlas. Espero que te
sean de utilidad y que te ayuden a tener una fuerte conexión
con tus hijos.

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Pilares de la crianza

Si lo que has leído hasta ahora te hace sentido y quieres ser


un adulto que acompañe conscientemente y en conexión a su
pequeño; es momento de hablar sobre cómo puedes aterrizar
este modelo en tu hogar.

Hay tres elementos indispensables para lograrlo: conexión


emocional, estructura y motivación. Imagínalos de la siguiente
manera: trae a tu mente un banco de tres patas; para que este
banco tenga equilibrio y quien
se siente en él sienta estabilidad
y seguridad, cada pata requiere
estar debidamente fortalecida y
mantener un tamaño proporcional
con las otras patas. Si una de las
patas es más pequeña que las
demás, el banco perderá equilibrio
y el usuario no se sentiría seguro al
sentarse.

Si una de las patas es más pequeña que las demás, el banco


perderá equilibrio y el usuario no se sentiría seguro al sentarse.
De la misma manera es con estos elementos. Si en tu crianza
cuentas con conexión emocional, estructura y motivación; tu
hijo se sentirá seguro y le será más fácil aprender, cooperar,
considerar a los demás y desarrollar sus potencialidades.
Vamos a ver qué representa cada uno de estos elementos.

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Conexión emocional
La primera pata de nuestro banco es la conexión emocional
entre el niño y sus adultos. Conectar emocionalmente significa
que con frecuencia des atención a tu hijo, poniendo tus ojos
y oídos atentos a sus relatos, actividades y su sentir. Implica
mostrarte disponible para escuchar lo que le pasa, validar sus
emociones y tener conversaciones significativas en las que
ofrezcas calma, comprensión y apoyo.

La conexión para un niño es una necesidad sumamente


importante. Gracias a ella es que se siente visto, querido,
atendido y comprendido. Si está cubierta, el niño tendrá un mejor
desempeño, se sabrá amado incondicionalmente, se reforzará
su seguridad, su confianza en el mundo y en su cooperación en
general.

Es esperable que no puedas estar en conexión todo el tiempo,


pero sí puedes ir al encuentro con él frecuentemente y cubrir su
necesidad de conexión varias veces en un día. Especialmente
cuando experimenta emociones desagradables.

Es común que cuando un niño se “comporta mal”, el adulto


rompa la conexión y le pida que primero se calme si quiere
hablar o tener su apoyo. Desde esta perspectiva, te invitamos
a hacer justo lo contrario. No te desconectes cuando lo veas
cargado de emociones desagradables, pues es cuando más
necesita un adulto en calma que comprenda lo que le sucede
y le comparta de su calma y apoyo. Así que te invito a que

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lo escuches y valides sus emociones para que baje su tensión
emocional; y una vez logrado esto, estará listo para aprender de
la situación que tienen enfrente. Es justo en estas situaciones en
que demostramos la incondicionalidad de nuestro amor.

Si esta pata está fortalecida, tu hijo tenderá a mostrar, de


acuerdo a su edad, mayor cooperación y mejor comunicación
y consideración hacia los acuerdos familiares y hacia las
necesidades de los demás. Si su necesidad de conexión está
cubierta, no tendrá que recurrir a comportamientos que lo
metan en problemas con el fin de sentirte cerca de él. Así que no
escatimes en dar tiempo y atención de calidad. Recuerda que
validar sus gustos, sus sueños, sus deseos, sus intentos, sus logros,
sus emociones y sensaciones agradables y desagradables tiene
efectos positivos en su comportamiento y en su autoestima.

La segunda pata del banco: estructura


A la segunda pata del banco la llamaremos estructura. Tal vez
la conozcas como los famosos “límites”. La manera de llevarlos
a nuestro hogar es a través de la rutina, las reglas, los valores
y los acuerdos familiares. No creas que porque hablamos de
conciencia y conexión descuidamos los límites. Un niño que
desconoce los acuerdos, que no le ayudan a parar sus conductas
inapropiadas, que no le dicen qué se espera de él o que le dejan

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salirse siempre con la suya, tenderá a tener comportamientos
inapropiados y se le dificultará adaptarse a los diferentes lugares
en los que interactúe.

¿Sabías que los límites ayudan al niño a desarrollar su cerebro


superior? Y este desarrollo se traduce en que pueda gestionar
sus emociones y controlar sus conductas y su cuerpo. Por otra
parte, a ti te ayudan a tener una mejor planeación, organización
y respuesta frente a las necesidades diarias y a saber qué
hacer cuando se presenta una situación especial. Por todos
estos motivos afirmamos que los límites generan seguridad y
confianza tanto al adulto como al niño.

Te invito a revisar tu rutina y contestar las siguientes preguntas:


¿Tus hijos gozan de horarios más o menos estables para
dormir, comer, jugar, hacer tareas? ¿Usas transiciones que
ayuden a facilitar el cambio de una actividad a otra? ¿Transitan

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de una actividad a otra en calma o más bien se viven a prisa,
corriendo, estresados, con miedo a llegar tarde a lo que
sigue? ¿La organización del tiempo te permite cubrir también
tus necesidades personales? Todos estos aspectos son
importantes, ya que muchos de los que consideramos “malos
comportamientos” se generan cuando el niño experimenta una
necesidad y no se satisface a tiempo. La incomodidad de esa
insatisfacción origina el mal comportamiento como un intento
de satisfacer la necesidad.

En cuanto a las reglas, es importante que los niños sepan


exactamente qué se espera de ellos en situaciones específicas,
sobre todo en asuntos de seguridad. Puede ser que para un
niño pequeño las escaleras sean un escenario maravilloso para
su juego cargado de fantasía; sin embargo, tener juguetes en
ese espacio puede ser realmente peligroso para el resto de la
familia, así que una regla específica podría ser de gran ayuda
en este caso. No obstante, desde nuestra perspectiva no le
dejamos todo el peso a las reglas. De hecho, te recomendamos
que sean pocas, y más bien te invitamos a recurrir a los valores
familiares para que éstos guíen a la familia.

Cuando nos enfocamos en transmitir valores, en el niño se


genera una disposición interna a actuar desde esos parámetros
generales y los podrá aplicar en diversas situaciones. Así que
cuando tu pequeño esté realizando un comportamiento que
no apruebas, recuérdale el valor familiar. Luego conecta con él
para entender qué fue lo que lo motivó a actuar de esa manera,
intentando descubrir qué necesidad intentaba satisfacer con
su comportamiento. Y una vez que tengas esta información,

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ayúdale a formular un acuerdo que le permita satisfacer esa
necesidad sin meterse en problemas o tener comportamientos
poco amables o riesgosos.

Esta pata del banco, la estructura, es la única que consideraba


la disciplina tradicional de una manera estricta, rígida y llena
de castigos. Hoy sabemos que si las estrategias disciplinarias
generan miedo y dolor físico o emocional (castigos), no ayudan
al niño a convertirse en una mejor persona, a desarrollar su
empatía, cooperación ni a aprender de sus errores, por lo tanto,
la invitación es a dejar de recurrir a ellas.

Si esta pata es mayor a las otras dos, el niño no tendrá el


mejor equilibrio posible, ya que las rutinas y reglas por sí solas
no generan cooperación, ni le ayudan a absorber los valores
familiares que se quieren transmitir, ni le ofrecen oportunidades
de desarrollar la empatía o el respeto por los demás, ni de
sentirse parte de una familia que lo apoya y lo guía. Por todo
esto, es indispensable nutrir la crianza con valores y las otras
dos patas del banco: conexión emocional y motivación.

La tercera pata: la motivación


La última pata es la del apoyo, el impulso o la motivación. Gracias
a ella transmitimos al niño nuestra confianza en él, le hacemos
saber que estamos seguros de que puede con los retos que por
edad le tocan vivir. Lo motivamos amable y respetuosamente

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a salir de la zona de confort, ese lugar metafórico en donde
descansa y se recarga de energía, para por momentos ir a la
zona de aprendizaje, en donde están los retos nuevos que le
permitirán desarrollar sus habilidades.

La motivación requiere de un apoyo emocional y empático que


lo anime a avanzar con la seguridad de nuestra compañía, de
nuestra confianza y, sobre todo, de nuestro amor incondicional.
Cuando presionamos, en lugar de alentarlo, lo llevamos a la
zona de disconfort en la cual el aprendizaje no tiene lugar. En
cambio, el apoyo y motivación consciente ve la realidad del
niño, conecta con su experiencia y lo ayuda a desplazarse hacia
el desarrollo al ritmo adecuado.

Motivar y alentar también nos invita a permitir que el niño viva sus
retos y obtenga aprendizaje de los resultados que su esfuerzo va
generando. Sé que es complicado observar a nuestros pequeños
intentar e intentar y aun así no lograr cumplir sus objetivos. Si
lo has presenciado, tal vez hayas tenido ganas de rescatar a
tu hijo de la situación y hacer las cosas por él; sin embargo, tu
confianza y paciencia al permitir que se mantenga en la zona
de aprendizaje será recompensada al verlo ganar seguridad,
al verlo resolver problemas y a recuperarse emocionalmente
cuando las cosas no salen como espera.

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Disciplinar en conexión

Como ves, una y otra vez hablamos sobre conectar con el niño.
Esta necesidad emocional durante mucho tiempo estuvo fuera
de los modelos disciplinarios, y cuando la incluimos la experiencia
cambia completamente para toda la familia. Déjame contarte
por qué pasa esto. Pongamos como base que niños y adultos
compartimos la necesidad de sentirnos reconocidos, valiosos,
vistos, que noten nuestros gustos, nuestra forma de pensar,
preferencias, necesidades, emociones e ilusiones. Además,
necesitamos sentir que pertenecemos a un grupo y que somos
importantes para nuestros seres queridos. Queremos sentir que
somos dignos de su atención, orgullo y de su tiempo; anhelamos
sentirnos aceptados siendo lo que somos sin la presión de
cambiar o tener que ser diferentes. También necesitamos ser
reconfortados y tranquilizados para experimentar seguridad.
Cuando somos niños dependemos de papá y mamá para
satisfacer estas necesidades. Conforme crecemos, encontramos
a otras personas que nos ayudan a sentirnos así, hasta que
llega el punto en que podemos satisfacer estas necesidades
por nosotros mismos.

Te invito a que evoques un recuerdo de tu infancia agradable,


que haya sido especial, en el que estuviera presente un adulto
importante (por ejemplo tu mamá, tu papá o una maestra). Por
favor, detén tu lectura y date un minuto para recordar.

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¿Ya lo tienes? Estoy segura de que en ese recuerdo que
elegiste hubo un momento de conexión que te hizo sentir
valiosa, importante y/o reconocida por esa persona. Como ves,
aunque pasen los años seguimos recordando esos momentos,
porque estar en conexión es una experiencia profundamente
significativa.

Estar en conexión es la clave que te permite guiar a tu hijo en su


desarrollo. Sin embargo, en ocasiones esta conexión no se logra
o se interrumpe; sobre todo cuando el niño está experimentando
emociones desagradables, cuando se comporta de una manera
que se considera un “mal comportamiento”, o en los episodios
de desborde emocional (berrinches, pataletas, rabietas). Al
presenciarlos, en nuestro interior se suele activar un estado
de alarma que nubla nuestra visión, y entonces tratamos
al niño de acuerdo con lo que pasa en nuestro interior, sin
considerar la necesidad real del niño. Al estar desconectados,
no acompañamos al niño ni le damos lo que necesita para
aprender, sino que reaccionamos enjuiciando, regañando o
castigando sin impartir la lección adecuada.

Sabemos que el caos y la desconexión trabajando juntos son


una fórmula efectiva para activar la ansiedad infantil. Por
ello, nuestra propuesta es que fortalezcas la conexión con tu
pequeño de tal forma que él se sienta seguro, amado y aceptado
incondicionalmente aún en momentos de intensidad emocional.

A continuación, te comparto 7 pautas que te ayudarán a lograrlo.

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7 PAUTAS PARA ACOMPAÑAR UN
“MAL COMPORTAMIENTO”
sin romper la conexión

1 La crianza es un proceso de aprendizaje para ambos

Aunque el rol nos diga que los adultos somos los que
enseñamos, y en gran parte es real, lo cierto es que los
niños nos ayudan a ver aspectos de nosotros mismos
que tenemos poco vistos. Normalmente no son nuestras
partes favoritas, y al verlas expuestas, nos incomodamos
y reaccionamos sobre el niño intentando que deje de
exponerlas. Estos asuntos no los trajo el niño, ya estaban
en nuestro interior, él solo los alumbró. En realidad son
temas pendientes por atender, resolver o reacomodar.

Desde esta perspectiva verás que tu hijo te brinda


oportunidades para que des atención y satisfagas tus
propias necesidades.

Es probable que cuando tengas una reacción en un


momento de intensidad pienses que lo que disparó
tu reacción fue la conducta de tu hijo. Sin embargo,
el disparador está dentro de ti. Los disparadores se
conforman de experiencias, recuerdos, expectativas,
heridas y, sobre todo, de miedo. En muchas ocasiones,
estos disparadores nos hacen usar técnicas y estrategias

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poco respetuosas que lastiman, que no consideran
la necesidad del niño, y que desgastan la relación
con nuestro pequeño. Te invito a que identifiques tus
disparadores.

2 Atiende tu reacción

Entrar en conexión requiere de atender a dos cosas en


el siguiente orden: Primero atender a tu experiencia
interna; después, atender a la situación del niño.
Sí, tal como lo lees, primero te invito a que pongas los
ojos en ti. Date un tiempo para notar qué sientes, en
qué piensas, qué sensaciones reporta tu cuerpo y qué
impulso surge en ti.

Después, date un tiempo para respirar lenta y


profundamente un par de veces. Esto te ayudará a salir
de ese estado de emergencia que te apresura a que
actúes siguiendo un impulso sin haber conectado con
tu hijo ni haber comprendido su necesidad. Una vez que
valides y atiendas a lo tuyo, estarás disponible para
entrar en conexión con él.

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3 Activa tu percepción

Nuestro pensamiento puede ir más allá de lo que está


sucediendo en la realidad, lo que genera que nuestras
reacciones no tengan relación con la situación presente.
Para evitar esto, te recomiendo que actives tus sentidos:
observa la situación y escucha atentamente para
entender qué pasa. También mantente percibiendo lo
que sucede en tu interior. En las diferentes escuelas de
meditación hay un concepto llamado “el observador”,
que es esa parte de ti capaz de autoobservarse, observar
tus pensamientos, tu cuerpo y tus sensaciones. Tenerlo
activo te ayudará a observar el momento presente y
dar la respuesta que tu hijo necesita.

Dado que tú eres responsable de tus acciones y tus


actitudes, te invito a que lleves tu atención a ellas,
así te será más fácil regularlas. Si te autorregulas y
mantienes una actitud de calma, con mirada apacible,
un tono de voz grave en un volumen bajo-medio, y
haces movimientos suaves, impactarás en el estado
emocional de tu hijo. A esto lo conocemos como
corregulación.

Esta experiencia de conexión y corregulación son las


bases para que él vaya aprendiendo a autorregularse,
así que intenta atender a los hechos externos y a los
que suceden en tu interior.

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4 Conecta antes de corregir

Como te decía, niños y adultos necesitamos de una


conexión que nos permita sentirnos validados, seguros
y que pertenecemos al grupo. Sin embargo, cuando nos
acercamos a un niño desde el rol de: “yo soy un adulto
que te viene a corregir”, tenemos acciones y actitudes
que rompen la conexión, y el niño interpreta que el adulto,
aun cuando sea mamá o papá, no es de su equipo, sino
del equipo contrario. Como si el adulto fuera parte de
las dificultades, retos y problemas.

Esto no quiere decir que dejes de guiar el camino o


que elimines los límites y acuerdos familiares, sino que
te concentres en conectar con él, hacerle sentir que
lo entiendes y que puedes serle de ayuda al enfrentar
los retos propios de su edad. Cuando papá o mamá
está en conexión, el niño lo percibe como parte de su
equipo, alguien que lo guía y le ayuda a aprender de
la vida. Así que la propuesta es que te acerques con
la intención de vincularte con tu hijo de forma que él
note que estás interesado en entender la situación y
ayudarlo a resolverla.

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5 Identifica y valida sus emociones

Cuando el niño experimenta una emoción desagradable


que incomoda al adulto, tendemos a impedir el proceso,
ya sea rescatándolo de su emoción o intentando
reprimirla. Al hacer esto, le mandamos el mensaje
de que sentir no está bien, que no creemos que sea
capaz de gestionar esa emoción, y que no cuenta con
nosotros si se siente de esa manera. Y, contrario a lo que
deseábamos, el niño tardará más tiempo en procesar y
regresar a la calma.

No hay necesidad de luchar contra las emociones:


son guías genuinas de lo que pasa en nuestro interior.
Entre más pronto el niño aprenda a gestionarlas, a
relacionarse con ellas, le servirán para tomar decisiones
y para obtener aprendizajes valiosos de la vida. Todas las
emociones son válidas, genuinas y dignas de respeto.
Los niños simplemente las transitan y siguen adelante,
listos para la siguiente emoción que surja.

Si aprendes a ser testigo de sus emociones, le ayudarás


a que las transite con la seguridad de tu compañía y,
eventualmente, él también aprenderá a observarlas
mientras pasan.

Para lograrlo, dile que entiendes qué le está pasando,


que sabes cómo se siente porque también te ha pasado,
y que es normal que lo experimente.

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Puedes decir: “Noto tu tristeza, sé que eso es
decepcionante”. Y luego empatiza: “ Te entiendo, yo
me sentiría igual que tú, te comprendo. Está bien que
llores, deja que salga toda la tensión. Yo te acompaño
mientras esto pasa”.

6 Descubre la necesidad detrás de la conducta

Las conductas tienen la intención de satisfacer alguna


necesidad, aun aquellas que tradicionalmente se han
catalogado como inadecuadas o “malas conductas”.
Ser reconocido, ser valioso y ser importante, suelen ser las
necesidades que están detrás de esos comportamientos.
Si no las reconocemos, podemos pensar que el niño
necesita ser corregido y desperdiciamos la oportunidad
de disipar la niebla de nuestra cabeza y atender su
necesidad. Los niños tienen necesidades válidas, dignas
de ser respetadas, y los adultos somos responsables
de ayudarlos a satisfacerlas hasta que puedan hacerlo
por sí mismos.

Cuando tu hijo tenga un comportamiento que no sea


amable o seguro, te invito a verlo como una oportunidad
para conectar y entender cuál es su necesidad. Trata
de entender la lógica de sus acciones. Las preguntas
claves son: ¿Para qué hizo esto?, ¿Qué necesitaba? Así
sabrás qué le estaba haciendo falta.

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En lugar de regañar y dar discursos que tienen poco
efecto a mediano y largo plazo, te sugiero que valides
su emoción, su necesidad, sus ganas, su intención, y
luego que lo invites a reflexionar sobre lo que sucedió.
Puedes preguntarle: ¿Qué aprendes de esto que pasó?
¿Cómo podrías conseguir “tal cosa” de otra manera que
sea segura y amable? ¿Qué puedes hacer diferente la
siguiente vez? Esta charla es fundamental para activar
su pensamiento reflexivo y para que pueda transferir el
aprendizaje de este evento a situaciones futuras.

7 Tiempo de conexión

Por último, te invito a generar un espacio en tu agenda


para fomentar el vínculo con tu hijo, con la intención
de que aumente el sentirse amado y aceptado
incondicionalmente. Hacer esto no es complicad; en
general, suele ser agradable para ambos. Pueden
hacerlo a través del juego: permite que él elija a qué
jugar y aprovechen la acción para liberar la tensión y
divertirse juntos.

Otra manera de nutrir la conexión es que dejes cualquier


distractor y pongas tu atención en él, para que te
enteres de sus gustos, sus sueños, lo que le pasa en el
colegio, sepas quién le da miedo, qué lo llena de alegría,
por qué sus amigas se pelearon, etc. Esta plática no

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es de tipo formativa donde tú le digas cómo se tiene
que comportar, más bien lo contrario: la idea es que
propicies que sea él quien comparta su mundo interior
y tú tengas una actitud escucha atenta.

Si tu hijo nota que decides pasar tiempo con él, que


disfrutas de su compañía, que te interesan sus temas
y que respetas su punto de vista, notarás que aumenta
su cooperación y comunicación.

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En conclusión

Sé que se requiere esfuerzo para aprender nuevas estrategias y


llevarlas a cabo sin que nos gane el impulso de usar herramientas
de modelos antiguos (enjuiciar, regañar, castigar), pero el
resultado de los esfuerzos sin duda vale la pena.

Ser un papá o una mamá en conexión te permite hacerte cargo


de lo que te pasa internamente frente a los comportamientos
de tu hijo. Si te responsabilizas de tu actitud y conducta y te
autorregulas, notarás que baja tu miedo, la presión, los juicios y
las expectativas. Verás a tu hijo como realmente es, respetarás
sus emociones y necesidades, lo guiarás hacia su desarrollo y
podrán construir lazos profundos y significativos.

La crianza es un proceso de aprendizaje en el que tanto tú como


tus hijos pueden aprender de cada experiencia. Espero que esta
información te sea de utilidad para que desarrolles tu habilidad
de entrar en conexión y seas un padre o una madre vinculada
con una brújula interna que sea capaz de leer las situaciones y
responder de acuerdo a lo que tu hijo(a) realmente necesita.

Si quieres saber más sobre temas de crianza te invito a que


visites nuestros canales

@CrianzaDesansiedad

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