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Santoral, Reflexiones de la Palabra de Dios y Oraciones

“Tu Palabra, Señor, es luz y guía para mis pasos”

Reflexión de las lecturas del día


04 Octubre 2022
N° Parroquia San Miguel Arcángel, de Texistepec,
Ver. Texistepec, Ver.
Martes 4 de octubre, 2022
XXVII de Ordinario, Ciclo C, Año II,
San Francisco De Asís, Religioso
MR p. 807 [839] / Lecc. II p. 872
Lit. de las Horas: Tomo IV,
III Semana del Salterio, Salmo 138

San Francisco De Asís, Religioso. Desde el día en que encontró al Señor en San Damián, hasta el día en
que murió en la Porciúncula, a lo largo de su vida de peregrino con sus hermanos, los Frailes Menores,
aquel “poverello” de Asís redujo literalmente su vida a seguir a Jesús con alegría, sencillez, fidelidad a
la Iglesia y ternura para todos (1182-1226).

Quiso revelarme a su Hijo para que yo lo anunciara entre los paganos.


Primera Lectura: de San Pablo a los Gálatas (1, 13-24)

Comentario Bíblico. Tras haber declarado con una apretada argumentación que su evangelio es el de
Jesucristo, Pablo presenta -por así decirlo- sus credenciales de apóstol. Se trata de una perícopa
importante, de corte decididamente autobiográfico. El apóstol recuerda a los gálatas lo repentino y radical
que fue su cambio. De tenaz defensor de la Ley (como vía de salvación) y furioso perseguidor de la
Iglesia de Cristo, se convirtió en su audaz defensor.

El Evangelio que predica Pablo no encuentra en su pasado de judío unas raíces psicológicas y
sociológicas razonables. No ha «florecido» de sus profundas convicciones ni de su práctica de fariseo
más celoso que sus mismos correligionarios (v. 14), aferradísimos en su adhesión a la Ley. La revelación
en el camino de Damasco (cf. Hch 9,1-19; 22,1-21; 26,9-18) da literalmente la vuelta a su pensamiento
y a su acción. No ha habido en ello ninguna mediación, ninguna intervención humana: éste es el quid de
la cuestión. Pablo es consciente de que el Padre lo eligió y lo llamó, desde el seno de su madre, en vistas
a un acontecimiento absolutamente gratuito: anunciar a los paganos la revelación de Jesús (cf. vv. 15 y
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16). La traducción literal dice: «... revelar a su Hijo en mí», y expresa mejor la revolución existencial
que, a partir de su interioridad, experimenta Pablo, aunque sus ojos quedaron cegados por la luz de
Jesucristo resucitado. La suya es, por tanto, una vocación profética (como la de Jeremías), a la que no
opone resistencia. «Sin consultar a hombre alguno» (literalmente, el v. 16 dice «sin consultar carne y
sangre»), salió Pablo para Arabia, dejándose comprometer de inmediato en la aventura de anunciar a
Jesús. La absoluta independencia del Evangelio de Pablo respecto a cualquier influencia judía o de la
Iglesia de Jerusalén aparece destacada por el hecho de que sólo en un segundo momento sintió la
necesidad de «conocer a Pedro», cuando fue a Jerusalén, donde sólo se quedó «quince días» (v. 18). Lo
que dice Pablo tiene todo el sabor de la verdad profundamente acogida y toda la luz de un acontecimiento
vivido en plenitud.

Meditación. Uno de los problemas de nuestro cristianismo actual es la superficialidad, producto, en


muchos de los casos, de una evangelización que no ha calado en el corazón. La verdadera conversión
está basada, como diría san Ignacio de Loyola, en “Conocer y Gustar interiormente a Dios, por medio
de Jesucristo”. San Pablo, mediante su testimonio de conversión, nos hace ver que la vida en Cristo es
algo que transforma interiormente y que los demás lo notan: “El que antes nos perseguía, ahora anuncia
la fe”. Para que esto se realice es necesario que cada uno de nosotros tenga, como dice el papa san Juan
Pablo II: “Un encuentro personal con Jesús: Un encuentro de ojos abiertos y corazón palpitante”.
Cuando el hombre llega a tener esta experiencia interior no sólo se transforma él mismo, sino que todo
su alrededor se transforma pues es capaz de llevar el “buen aroma del Evangelio” a todas partes. Dios
nos ha llamado pero, ¿tendremos el coraje de responder?

Oración. Gracias, Señor, por haberme elegido desde el vientre de mi madre, para conocerte a ti que eres
bondad infinita. Te pido que el encuentro contigo se renueve a diario que cada vez pueda crecer en mi
intimidad. Que todo mi ser pueda conocerte y gustarte.

Propósito. Hoy recordaré cuál fue mi primer encuentro con Dios, y si hubo una persona involucrada en
acercarme a Dios la buscaré y le agradeceré que me haya presentado a mi Salvador, también le haré saber
que me siento con el compromiso profundo de ahora anunciarlo yo.

Salmo Responsorial (138, 1-3. 13-14. 15)


R/. Condúceme, Señor, por tu camino.

Marta lo recibió en su casa. - María escogió la mejor parte.


Del santo Evangelio según San Lucas (10, 38-42)

Comentario Bíblico. Esta perícopa ha suscitado gran interés a lo largo de los siglos. Es posible que el
motivo de fondo sea haber «cristalizado» en Marta la figura-tipo de la vida activa y en María la de la
vida contemplativa. Sin embargo, no se trata de dos estados de vida; la clave de lectura del texto se
encuentra más bien en captar dos actitudes interiores. Jesús va de viaje con los suyos hacia Jerusalén. El
suyo es un caminar hacia el epílogo dramático de su propia misión, hacia el misterio pascual de nuestra
salvación. El testo dice «según iban de camino» y, después, «entró». Cuando se encuentra en Betania,
entra sólo en casa de Lázaro, donde Marta, la hermana de Lázaro y de María, le recibe. Hay audacia
innovadora en este entrar de Jesús en una casa donde el hombre, si es que lo hay, ni siquiera es nombrado.
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Verdaderamente, para Jesús «no cuenta ya ser judío o griego, hombre o mujer»; cuenta la «nueva
criatura» (cf. Gal 6,15) que se afirma en relación con él.

Marta recibe a Jesús; María se sienta a sus pies y escucha su Palabra. El tono descriptivo no se refiere
aquí al Señor, que habla, sino a la «mujer-verdadera-discípula», que está acurrucada a sus pies con un
olvido de todo lo que no sea él y su Palabra. Marta, en cambio, «estaba atareada con los muchos
quehaceres del servicio» (v. 40). El verbo del texto original se emplea únicamente aquí; Lucas lo utiliza
para expresar la gran tensión y agitación -digamos también la alienación- que hay en las cosas por hacer.
Marta «se acercó» (v. 40, al pie de la letra en griego: «Se echó encima»), intervino con una cierta
petulancia, molestando a la quietud contemplativa de las palabras de Jesús y de la escucha de María. El
suyo es casi un reproche dirigido al Señor, que, según su restringido punto de vista, no se preocupa de
su «ahogamiento» entre las muchas tareas de las que se ocupa.

Y es aquí donde Jesús aprovecha la oportunidad para censurar, no su utilísima entrega a la tarea, sino el
afán y la preocupación que marcan de manera negativa su quehacer. ¿Acaso no había dicho ya Jesús en
otro lugar: no os afanéis, no os preocupéis ni por el vestido ni por el alimento, no os afanéis por nada?
(cf. Mt 6,25-34). En cambio, a propósito de María, afirma el Maestro que su elección tiene que ver con
lo único que cuenta. Esta única cosa es la escucha de la Palabra (que en otro lugar es comparada con la
semilla sofocada por las zarzas de las preocupaciones y de la avidez ansiosa). La parte mejor que nunca
será quitada al que ama es el amor mismo: el Señor-Amor.

Meditación. Los «pequeños» que acogen la invitación de Jesús a seguir su ejemplo de sencillez y
humildad experimentan el amor divino. Se descubren amados por Jesús, que no ha dudado en dar su
propia vida a fin de que todos los hombres pudieran vivir eternamente la amistad con él y con el Padre.
El Espíritu Santo nos ha hecho en el bautismo criaturas nuevas y nos ha introducido en la familiaridad
con Dios. Somos del Señor, estamos llamados a dejarnos animar por el mismo pálpito de amor por el que
él se entregó totalmente a nosotros hasta el fin.

Francisco de Asís respondió a esta llamada: se hizo «pequeño», menor, humilde y pobre, satisfecho sólo
con Dios. Descubrió que el Evangelio, vivido sin rebajas, nos hace criaturas nuevas, personas resucitadas,
partícipes de la verdadera humanidad del Hijo de Dios y, por consiguiente, auténticos servidores de los
hermanos, de todos los hermanos. En Francisco, esta humanidad redimida, forjada por las exigencias y
por la ternura del amor a Dios y a los demás, se volvió visible en los signos de la crucifixión. Y el mismo
Francisco se convirtió en la bendición viva del Padre, puesto que no se apropió de nada, sino que -como
menor- todo se lo restituyó, reconociéndole como el Dador de todo bien.

Oración. ¡Santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro! Hágase tu
voluntad, como en el cielo, también en la tierra: para que te amemos con todo el corazón (cf. Lc 10,27),
pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas
nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, empleando todas
nuestras energías y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio, no de otra cosa, sino del amor a ti; y
para que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos, atrayendo a todos, según podamos, a tu
amor, alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros y compadeciéndolos en los males y no
ofendiendo a nadie (Francisco de Asís, «Paráfrasis del Padre nuestro», en Fuentes franciscanas, versión
electrónica).
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Contemplación. Donde hay caridad y sabiduría, no hay temor ni ignorancia. Donde hay paciencia y
humildad, no hay ira ni desasosiego. Donde hay pobreza con alegría, no hay codicia ni avaricia. Donde
hay quietud y meditación, no hay preocupación ni disipación. Donde hay temor de Dios que guarda la
entrada {cf. Lc 11,21), no hay enemigo que tenga modo de entrar en la casa. Donde hay misericordia y
discreción, no hay superfluidad ni endurecimiento (Francisco de Asís, «Admoniciones, en Fuentes
franciscanas», versión electrónica).

Propósito. Repite a menudo y medita durante el día la invocación de san Francisco: « ¿Qué eres tú, oh
dulcísimo Dios mío? ¿Qué soy yo, vilísimo gusano e inútil siervo tuyo?»

Enseñanza para la Vida Espiritual. Su vida estuvo enteramente caracterizada -hasta el momento de la
conversión- por la búsqueda de un modelo que pudiera educar y plasmar su natural propensión al canto.
Lo encontró de repente en el Señor Jesús, en la belleza de su vida narrada por el Evangelio y, en particular,
en el luminoso canto nuevo de su muerte en la cruz. Dejó que la pasión marcara cada uno de sus pasos y
afinara de manera progresiva todas las fibras de su persona con la humanidad del Hijo de Dios, que se
entregó por completo a sí mismo por nosotros.

Francisco oró así: «Te ruego, oh Señor, que la ardiente y dulce fuerza de tu amor arrebate mi mente de
todas las cosas que hay bajo el cielo, para que muera yo de amor por tu amor, como tú te dignaste morir
por amor a mi amor» (oración Absorbeat). Su camino estuvo siempre acompañado por confirmaciones
y consuelos. Su predicación y su ministerio tocaron el corazón de las personas y suscitaron decisiones
de conversión y de reconciliación. Su manera de seguir radicalmente al Señor se volvió, cada vez más,
casa hospitalaria para otros muchos hermanos y hermanas, que encontraron en su itinerario personal una
modalidad radical y actual de interpretar y vivir el Evangelio de la nueva estación histórica que avanzaba.
Sin embargo, en el tiempo del monte Alverna, parece apagarse el canto fluente.

En esta estación encuentra Francisco la prueba más terrible: las fatigas originadas por un movimiento
que se institucionaliza -que pierde en intensidad evangélica y llega incluso a dudar sobre la posibilidad
de que sea integralmente practicable su estilo de vida- repercuten en su misma fe. La pregunta sobre la
verdad de sus intuiciones más profundas y la duda sobre el origen divino de su proyecto de vida resuenan
en un silencio opresor en el que Dios no parece hablarle ya, a pesar de haberlo buscado con tanta
tenacidad. Francisco experimenta el abandono de Dios y se retira de los hermanos para no mostrar su
semblante, que ha perdido la serenidad habitual. El canto nuevo, por consiguiente, no le fue dado en un
momento de paz y consolación, sino en un momento en el que -como dice el salmista- «fallan los
cimientos» (Sal 11,3) y todas las seguridades parecen hundidas (C. M. Martini - R. Cantalamessa, La
cruz como raíz de la perfecta alegría, Verbo Divino, Estella 2002, pp. 15-16).

Pautas para la Reflexión


San Pablo –al atestiguar que anuncia una doctrina recibida directamente de Dios y sin la mediación de
los hombres– traza una interesante y aleccionadora página autobiográfica (Cfr. Hech 22, 3-5; Flp 3, 3-
12). Su vida tiene un “antes” y un “después”, claramente separados por una conversión, operada por la
gracia de Dios. Él lo llamó a la fe y al apostolado dentro de un «misterioso designio», luego también
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confirmado por la Iglesia, en la breve visita a Pedro y a Santiago en Jerusalén. A partir de entonces él ya
no será fiel a algo, sino a Alguien. Para la comunidad cristiana y para el creyente de todos los tiempos,
Marta y María representan dos actitudes complementarias. No se trata, pues, de ponernos ante una
alternativa: Marta o María, trabajo u oración, acción o contemplación. Marta y María significan, en
realidad, dos dimensiones de un mismo quehacer. Son las dos caras de una misma moneda. Es la fórmula
que San Benito (s. VI) propuso a sus monjes: Ora et labora, oración y trabajo. La enseñanza es clara y
permanente: todos estamos llamados a ser siempre y en todo contemplativos en la acción.

Aquel que me llamó por su gracia


Pablo, no duda en manifestar su pasado y hacer más creíble así la autenticidad de su conversión a
Jesucristo. Pablo es un hombre de fuertes convicciones, y entregado con pasión a lo que el cree como
verdadero. Se dejó alcanzar por Cristo, no se sentó a los pies del Maestro como María, pero sí que escuchó
con claridad sus palabras y se entregó con gran celo y generosidad a la misión que se le confió. El relata
en su carta “sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusalén donde los apóstoles
anteriores a mí, me fui a Arabia…” Es en el único sitio donde consta su paso por Arabia, según algunos
exégetas, se supone que estuvo retirado y procesando aquello que le había sucedido. Escuchar de nuevo
a Dios con un corazón abierto a Su Palabra, por eso podrá decir más tarde “su Gracia no se ha frustrado
en mi”

Le recibió en su casa
Qué bonita escena la que nos relata Lucas y nos resulta familiar. Jesús va de camino, posiblemente con
sus discípulos, se dirigen a Jerusalén, pero se detiene en una aldea. Esta aldea, aunque aquí no dice su
nombre, pudiera ser Betania, donde, según narra el evangelista Juan, se dirigió Jesús a la casa de Marta,
María y Lázaro y tuvo lugar la resurrección de Lázaro. Si así fuera, Betania no está muy lejos de
Jerusalén. Lugar donde le aguardan trágicos acontecimientos y quizá en su corazón sintiera el peso de la
incomprensión, de los ataques, del rechazo de algunos y humanamente ¡que consolador, entrar en la
casa de sus amigos! Nos resulta fácil comprender sus sentimientos y ofrecernos como anfitriones de la
casa. Dentro del mundo judío es sorprendente que Jesús entrara en la casa de dos mujeres. Una vez más,
y esta vez como seguidora, cabe expresar un sentimiento profundo de gratitud por la actitud de Jesús
hacia las mujeres y que Lucas preferentemente destaca en su evangelio. Nos situamos dentro de la casa
y nos dejamos cuestionar por las actitudes de las dos hermanas a la hora de afrontar el encuentro con
Jesús. Hay quien subraya que, en este relato, Lucas quiere determinar las actitudes básicas de aquellos
que quieren seguir a Jesús y, sin duda, nosotros estamos entre ellos: escucha y acogida.

Marta, símbolo de la hospitalidad, de la acogida. Se desvive por atenderle, pero no llega a todo y esto le
produce agitación, nerviosismo, juicio precipitado ante la actitud de su hermana. Y se hace merecedora
de un reproche cariñoso de Jesús “Marta, Marta…” Hay que saber discernir, qué es lo importante en
cada momento y hasta dónde. Y seguro que nos viene bien escuchar de vez en cuando “Hombres y
mujeres de nuestro tiempo, andáis preocupados por tantas cosas…”. Pudiera suceder que preocupados
por tantas cosas, se nos olvide lo fundamental. Pensemos.

A los pies del maestro


María hizo de Jesús su primera prioridad. “Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra” En actitud
reservada a los hombres, sólo a ellos estaba permitido sentarse a los pies de un maestro de la ley para
escuchar sus enseñanzas. María está allí como discípula.
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María escuchaba. Hoy en una sociedad súper o hiperactiva y ruidosa, donde la escucha es selectiva y
muchas veces a través de los auriculares, donde, por otra parte, hay demasiada gente en “paro obligado”
pero sin demasiada motivación para la escucha de “otras voces” que no sean la urgencia de vivir el día a
día, Escuchar sin prisa, escuchar al otro que nos cuenta, que quiere por unos momentos olvidar su
soledad, escuchar desde el fondo de nuestro corazón hoy nos resulta difícil, aunque afortunadamente
cada vez hay más voces que reclaman la importancia de esta actitud, la escucha.

Pero la escucha de María es más profunda. Escucha las palabras que salen de la boca de Jesús. Es
momento de dejarnos interpelar por la actitud de María. Es momento de hacer un repaso de nuestro día,
de nuestras actitudes como creyentes y buscar espacios donde sea posible mantener una escucha atenta
a la Palabra del Señor. Es decir, encontrar esos momentos de oración en los que me va a resonar con
fuerza Su Palabra, la Palabra que ilumina mi vida y me envía a proclamar la Buena Noticia del Evangelio,
porque la fe se encarna en la vida.

Concluyendo, no hay contraposición entre estas dos actitudes de las dos hermanas, hay
complementariedad para la vida de un cristiano, Marta y María, acogida, hospitalidad, escucha, oración
se han de dar simultáneamente en nuestra vida. Es momento para reflexionar sobre esto, tomarnos el
pulso y actuar de manera comprometida con nuestra fe en la vida de cada día. En la tradición dominicana
y dentro del carisma dominicano, se propone ese difícil equilibrio entre contemplación y acción. De
Nuestro Padre Santo Domingo se dice que hablaba de Dios a los hombres y de los hombres a Dios.

Hoy celebramos en la Iglesia universal la fiesta de un gran Santo y muy popular. Supo escuchar a Dios,
escuchar la naturaleza, escuchar a los hermanos más pobres. Termino con una pequeña oración de San
Francisco de Asís: El Señor te bendiga y te guarde. Te muestre su rostro y tenga piedad de ti. Te dirija
su mirada y te de la paz. El Señor te bendiga. Aunque este evangelio nos refiere, muy probablemente, a
María la hermana de Lázaro, las palabras de Jesús se aplican perfectamente a María, su Santísima Madre.
Son muchísimos los pasajes en los que Jesús, de manera especial en el evangelio de san Lucas, nos
presentan a la Madre de Jesús como: “la que escucha y obedece la palabra de Dios”. Ahora bien, este
pasaje ha sido utilizado constantemente en la Iglesia para ilustrar dos grandes vocaciones: la vida
Contemplativa (María) y la vida Activa (Marta).

Las dos sirven a Jesús de diferente manera. Lo bello en María de Nazaret es que ella resume estas dos
vocaciones y con ello nos invita a imitarla: El cristiano debe ser un contemplativo en la acción. ¿Por qué
no te tomas unos pocos minutos de tu agitado día para elevar tu corazón a Dios, y darte cuenta de toda
la belleza que él ha puesto a tu alrededor?

San Francisco de Asís. Toca el enlace. https://youtu.be/26SGXSH07qI


Oración de la Tarde (vísperas). Toca el enlace. https://youtu.be/zddb7pgre-4

Lectio Divina. Tele VID. Toca el enlace. https://youtu.be/O1PAGs8hpOw

Los 5 Minutos del Espíritu Santo Toca el enlace https://youtu.be/nrRrG3-kMVY


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