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Aristóteles

Aportes

Aristóteles es uno de los filósofos griegos más influyentes de la tradición occidental. Vivió durante el
siglo IV a.C., y se interesó en distintos campos del saber, de ahí que sea considerado un polímata.
Escribió unas 200 obras, aunque solo 31 se han mantenido a lo largo del tiempo.

A él se deben grandes aportes en distintas disciplinas como la biología, la física, la astronomía o la


política, entre otras. Aristóteles es considerado el fundador de la lógica, gracias al planteamiento un
sistema de silogismos, y el padre de la biología, al ser la primera persona en hacer una clasificación de
los seres vivos.

Asimismo, organizó conocimientos sobre anatomía comparada y fue el primero en desarrollar hipótesis
sobre la forma esférica de la Tierra. Sus contribuciones permanecieron vigentes durante siglos, incluso
hasta nuestros días.

Así, una de las grandes contribuciones de Aristóteles en el campo de la física fue la agrupación de los
cuatro elementos como generadores de todos los seres o sustancias que componen el Universo, ya que
sus antecesores solo consideraban un elemento como el origen de todo.

La primera clasificación científica de los seres vivos se le debe a Aristóteles. Esta aportación hace que se
considere hoy día como el padre de la biología. A través de la observación, Aristóteles elaboró un
meticuloso análisis que implicó a más de 500 especies.

Otra de las contribuciones del filósofo fue en el campo de la zoología, gracias a la clasificación que hizo
de los animales según si tienen sangre o no la tienen. De aquí se distinguen dos grupos.

Por un lado, enhaima, donde situaba a aquellas especies con sangre, como mamíferos, anfibios, peces,
aves y reptiles. Por otro lado, anhaima, conformado por aquellos seres vivos que no tenían sangre,
como pulpos y calamares, insectos, gusanos y arañas.

Bibliografía

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amp_gsa=1&amp_js_v=a9&usqp=mq331AQKKAFQArABIIACAw%3D%3D#amp_tf=De
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Forma de vida
No solo se interesó por todas las disciplinas que llamaron su curiosidad -aunque sea recordado
principalmente como filósofo-, sino que buscó la verdad incluso aunque significase llevar la contraria a
aquellos que le habían protegido, ya fueran maestros o reyes. De su gran mentor, cuyo pensamiento a
menudo no compartió, dijo una vez: “Soy amigo de Platón, pero más aún soy amigo de la verdad”.

Aristóteles, nacido en el año 384 aC en la ciudad de Estagira -en el noreste de Grecia-, vino al mundo
bajo una buena estrella: formaba parte de una estirpe de médicos que llevaba varias generaciones
sirviendo a la familia real de Macedonia y su destino, en principio, era proseguir este legado.

Su padre Nicómaco era el médico personal del rey macedonio Amintas III, padre de Filipo II y abuelo de
Alejandro Magno, dos personajes que influirían decisivamente en la vida del polímata. Pero a la muerte
de su padre, cuando Aristóteles solo tenía 17 años, el joven fue confiado a la tutela de su pariente
Proxeno, quien se dio cuenta de su extraordinario intelecto y su curiosidad insaciable.

Así pues, Aristóteles fue enviado a Atenas para estudiar en el mejor lugar posible para una mente
polifacética como la suya: la Academia de Platón. Aunque la gran polis griega había perdido el poder
político que tuvo en los tiempos de Pericles, seguía siendo la capital helenística del pensamiento y las
artes, y su ambiente dinámico y abierto ofrecían al joven estudiante un ambiente rico de estímulos de
todo tipo. La Academia era principalmente conocida por sus enseñanzas en filosofía, pero al igual que
Aristóteles se interesaba por un amplio abanico de materias que incluían tanto ciencias naturales como
sociales. Platón le puso el apodo de “el lector” por la avidez con la que devoraba las obras de la
biblioteca de la Academia. Su propio nombre parecía un signo del destino, pues significa "destinado a lo
mejor".

Fundamento

Se puede decir, entonces, que para Aristóteles el objetivo de todos los seres vivos es desarrollarse hacia
su mejor condición y esforzarse por sobrevivir. De esta observación llegó a la conclusión de que debe
haber una explicación de por qué todos los seres vivos se esfuerzan por su mejor condición y por la
eternidad. En su opinión, debe haber un Bien último, un Dios, que es perfecto y eterno y cuya bondad
actúa por causalidad final. Por lo tanto, los seres vivos, cuando se esfuerzan por sobrevivir en su mejor
condición, en realidad buscan la bondad última y la eternidad de Dios. Así pues, Dios es el fundamento
metafísico de toda teleología.

Pero la ética también es teleológica por naturaleza. Todos los seres humanos luchan por su bien, y la
ética nos da las reglas para alcanzar este bien. El bien que los seres humanos son capaces de alcanzar es
la felicidad (εὐδαιμονία). Así, Aristóteles nos dice que el objetivo de la vida humana es alcanzar la
felicidad19 . Incluso dice que todos los filósofos y la gente común están de acuerdo con él en decir que
el propósito de la vida es alcanzarla20. Desde entonces casi todos los filósofos han seguido manteniendo
este punto de vista21. De hecho, puede decirse que hay muy pocas opiniones filosóficas sobre las cuales
hay tanto acuerdo. Sin embargo, me gustaría proponer tres razones por las que sería mejor decir que el
objetivo de la vida no es la felicidad y que lo que Aristóteles quería decir con eudaimonía era algo
diferente. En primer lugar, la felicidad es un sentimiento y sería extraño que el propósito de la vida fuera
un sentimiento. Uno esperaría que el propósito de la vida fuera una realidad más sustancial que un
sentimiento. En segundo lugar, el mismo Aristóteles habla de la eudaimonía (su término para expresar la
felicidad) como exigiendo una vida perfecta o completa22. Así, eudaimonía significa más que un
sentimiento de felicidad, ya que un sentimiento de felicidad es transitorio. El requisito de una vida
completa implica el pleno desarrollo de un ser humano y el logro de la perfección o la integridad. En
términos metafísicos, implica el logro de la forma (plenamente desarrollada). En tercer lugar, podemos
decir que el objetivo de la vida es la supervivencia en la mejor condición y que los momentos en que nos
sentimos felices son precisamente los momentos en que creemos que hemos logrado algo que
promoverá nuestro objetivo en la vida. Esto es, otra vez, una observación empírica. Por ejemplo, nos
sentimos felices si pasamos un examen o recibimos una promoción o tenemos éxito en hacer algo que
mejorará nuestras vidas. Por lo tanto, la felicidad no es el objetivo de la vida, sino una especie de
barómetro que mide el grado de éxito que estamos logrando para alcanzar el objetivo de realizar
nuestras potencialidades en la vida. Solo los seres humanos pueden ser felices, y esto se debe a que solo
los seres humanos poseen inteligencia y pueden calcular si tienen éxito en la vida. La felicidad, por lo
tanto, parece ser un sentimiento que surge de la comprensión de que estamos haciendo progresos en el
logro de nuestra mejor condición. Se sigue, entonces, que la ética no es solo un método para lograr la
felicidad, sino, más profundamente, un método para lograr nuestro pleno desarrollo en la vida y para
mantener esta condición durante el mayor tiempo posible. La comprensión de Aristóteles de la
eudaimonía como el objetivo de la ética es, por tanto, paralela a su comprensión de la meta de toda
vida, tal como se expresa en sus obras físicas. Así pues, para Aristóteles, los seres humanos luchan por la
eudaimonía porque es el bien humano que pueden alcanzar. Pero en la búsqueda de este bien están en
realidad tratando de lograr un bien que no son capaces de lograr, a saber, la perfección y la eternidad de
Dios. Así pues, Dios es el Bien y la causa final del esfuerzo de los seres humanos por alcanzar la felicidad
que surge del progreso hacia el objetivo de lograr su mejor condición posible por el mayor tiempo
posible. Parece, entonces, que Dios es el fundamento metafísico de la felicidad, el objetivo de la ética.

Dado el paralelo en el objetivo entre la física y la ética, podríamos preguntarnos por qué Aristóteles no
incluyó la ética en el campo de la física. La respuesta radica en el hecho de que los seres humanos son
libres gracias a su intelecto23. Es por esta razón que Aristóteles nos dice que el arte (que depende del
intelecto) imita a la naturaleza24. Lo que los seres humanos hacen con la ayuda del intelecto es una
imitación de lo que hace la naturaleza sin intelecto. La naturaleza actúa teleológicamente y también lo
hacen los seres humanos. La explicación de la teleología no se encuentra pues en el intelecto, puesto
que los animales y las plantas no poseen intelecto, sino en el alma. Es de la naturaleza del alma actuar
teleológicamente, es decir, luchar por el bien. Las plantas y los animales luchan por su bien gracias a su
alma, y los seres humanos también se esfuerzan por su bien con la ayuda de un alma más compleja que
incluye al intelecto. Dios no es, pues, solo el fundamento metafísico de la teleología en la física, sino
también en la ética.

Relación en nuestras vidas

Los problemas planteados por Aristóteles son un ingrediente esencial de nuestras vidas, y su elucidación
ha venido a ser “el ardiente deseo de toda mente pensante”, en palabras del Nobel de Física Max Born,
que recogen la convicción aristotélica de que el rasgo que singulariza a nuestra especie en el seno de la
animalidad se traduce en deseo de conocer y simbolizar. Tesis que no es fruto de una especulación, sino
de su trabajo como primer gran biólogo de la historia, que suplía con prodigiosa intuición y agudeza
conceptual la penuria de instrumentos a la hora de establecer comparaciones entre las especies. Y si hoy
podemos afirmar que hay evolución, es naturalmente porque tenemos claro qué es una especie, cosa a
la que Aristóteles contribuyó de manera determinante. Y podría dar otros muchos ejemplos.

Apostando a que conocer es lo nuestro, Aristóteles nos ayudó a ser lógicos, explicitando criterios que
posibilitan el distinguir o clasificar, y de su mano establecía aun Lineo sus taxonomías. Aristóteles tuvo
impresionantes intuiciones topológicas, y en lo concerniente al tiempo tuvo una deslumbrante
premonición de su vínculo con el cambio meramente destructor, en el sentido del segundo principio de
la termodinámica. Aristóteles rechazó el vacío y defendió la finitud del universo, concepción que los
partidarios actuales de ciertos modelos cosmológicos nunca podrán rechazar de manera tan tajante
como lo hacen con la infinitud del espacio de Newton.

Aristóteles nos ayuda a percibir la causa de la emoción que provoca la representación trágica, y en sus
reflexiones ético-políticas nos mueve a entender las tremendas consecuencias de la ausencia de las
condiciones sociales que garanticen la dignidad material; precisa que las cosas verdaderamente propias
del hombre, la matemática, la filosofía o la propia representación trágica, sólo pueden desplegarse
cuando están resueltas, no ya las cuestiones relativas a la necesidad, sino también a la distracción, el
ornato y hasta la belleza. A lo cual se añade algo aún más importante.

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