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Cuando los pobres nos llaman a

la conversión
Dedico este libro o más, como me gusta llamarle:
“manual”, a mi bisabuelo valdense Joseph
Cattalin. Cuentan las historias o mitos familiares
que él, si bien tenía una vida austera, cuando
tenía un pan tomaba gran parte de este y se los
daba a las personas más pobres.

También a mi papá Federico José Reimondo que


siempre me enseño a mirar a las personas que
están en desventaja.

Agradezco a La familia de la calle a haberme


incluido en sus vidas.

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© Copyright 2018, Gustavo Reimondo, Todos
los derechos reservados.
Se prohíbe toda reproducción sin autorización
escrita del autor.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Prólogo del autor del manual

Este manual puede ser categorizado como un


“Manual de desprocedimiento”. En nuestro
mundo estamos acostumbrados a realizar
procedimientos y métodos del funcionamiento y
operatoria de un grupo de trabajo, como parte de
nuestros empleos, negocios y organizaciones. El
género de estos escritos se desarrolla en una
temática diferente, sin construir estructuras
rígidas y/o métodos que tracen un camino
predeterminado por una vivencia dada. De
manera distinta, este manual contiene las bases,
relatos, críticas y reflexiones sobre los
comienzos del sostenimiento a una
institución de la calle: “La Familia de la calle”.
Si bien desde la simple visualización de las
comunidades indigentes esto no se llega a
exteriorizar, el compartir la vida con ellos nos
incluye en esta familia. Descubrimos una nueva
contención en nuestras vidas, fuera de los tantos
ambientes seguros que creemos construir a lo
largo de la existencia.

Este manual de “desprocedimiento”, como yo lo


llamo, da pautas básicas y el análisis de
diferentes historias en la búsqueda de la
conformación de un grupo sólido: no étnico, pero
sí con características en común entre sus

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

integrantes y el empoderamiento de cada uno de


ellos.

Justifiquemos este manual

“Tiene que hacer esto”, “tiene que trabajar de


esto”, “no tiene que pedir más que esto”, son
algunos de los mandatos que los pudientes
hacen sobre las personas que se encuentran
indefensas y en la mayoría de los casos con una
gran crisis emocional y de subsistencia. ¿Por
qué surgen estos mandatos? Porque vivimos en
un mundo que tiende a la estructuración y a las
promesas mágicas que no se centran en una
práctica solidaria, la cual se construye desde un
contexto teórico básico y se desarrolla en forma
de movimiento en la práctica, en una continua
redefinición. Por ello, estos escritos tienen como
premisa generar una base por donde iniciar la
acción solidaria, a través de una serie de
reflexiones que forjen un contexto: una pequeña
biblioteca de experiencias, narraciones históricas
analizadas desde una perspectiva empoderadora
basada en el amor. Estos escritos, que no
conforman un marco, brindan información
complementaria que cada uno puede sumar a su
propia historia en el acompañamiento liberador
para con los marginados en situación de calle.
Me atrevo a utilizar la palabra “marginados”,
antes que “oprimidos”, dado que en mi
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

experiencia la mayoría de las personas de calle


no se ven a sí mismas como víctimas de una
opresión. Prefiero por el momento respetar su
autodefinición.

Arribo a la temática desde una premisa inicial:


desde el análisis de las posturas, bloqueos y
preevaluaciones propias de las personas que
encuentran dificultad para poder tener una
relación igualitaria y afectiva con indigentes,
basada en el respeto de sus deseos, cultura o
lenguaje. Dicho respeto es fundamental para la
revalorización del marginado, pues le permite
religar su ser en la autodeterminación y
capacidad de poder crear historia comunitaria en
su propio mundo.

En el inicio del acompañamiento es imposible no


identificar las “ranchadas” y el concepto
integrador de “la familia de calle”: dos entidades
no institucionalizadas que se complementan.
Una, la ranchada, con desarrollo local y a veces
identificada con un nombre propio; y la familia de
calle, la cual trasciende a las ranchadas
construyendo relaciones de parentesco
sanguíneo en algunos casos, y de familia
ensamblada en otros.

Cuando deseamos buscar una solución desde


nuestra estructuración, atentamos contra estas
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

instituciones, que por imperfectas que puedan


ser, son las propias de este grupo social. Grupo
social silenciado, al que se le ha suprimido la voz
y que ni siquiera es defendido por parte de
partidos políticos. Esto se debe a que gran
cantidad de veces, muchos de ellos no votan o
no poseen documentación en regla para ejercer
este derecho. Por otro lado, es notable cómo
varias de las instituciones políticas que incluyen
a personas en situación de calle generan en ellas
un rechazo a su pertenencia anterior, quitando
toda posibilidad de construcción desde su
pertenencia. Las agrupaciones políticas y las
organizaciones caritativas no construyen
comunidad fuera de su entorno; no son
semilleros de agrupaciones o comunidades
autodeterminadas, basadas en su propia
identidad. En contraste con las propuestas
existentes, el contexto que desarrollo en este
manual tiene como premisa a la persona, su
entorno, sus agrupaciones naturales y su
realización.

Los textos, por medio de un lenguaje amigable,


sencillo y coloquial, han sido producidos con el
deseo de llegar a la mayor cantidad de personas,
evitando excluir por motivos de
profesionalización académica.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

¿Un método?

Aunque suene antagónico a un manual de


desprocedimiento, como he definido este grupo
de escritos, remarco que existe un orden de
trabajo que desestructura organizadamente el
camino a seguir, sin perder el objetivo móvil o
difuso que significa el camino de vida de una
persona decidida a actuar por el prójimo
oprimido. Todos cambiamos y tenemos derecho
a cambiar nuestra historia, a ser partícipes de un
trazo que no siempre avanza, retrocede, sube,
baja o dobla en un sentido; sino que es como el
espíritu, como el viento en cambio permanente.

No podemos obviar una temática de acción


basada en la observación, el conocimiento de lo
observado, la valorización de sus características,
la apreciación del entorno y sus consecuencias.
Revalorar las premisas por las cuales
accionamos, para así, sucesivamente, ajustar las
metas temporales.

Querido lector: lo que me motivó a escribir este


manual ha sido, a nivel personal, una gran crisis
continua en la búsqueda del replanteo de mi
accionar en un punto de la historia de mi (no en
su sentido más posesivo) Familia de calle. Y a
nivel de la familia propiamente dicha, la
necesidad de que los vecinos de cada pueblo, de
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

cada barrio, se lancen en el compromiso de


impulsar un mundo de justicia y equidad que
comience con el empoderamiento de ellos
mismos y de los grandes marginados: los
indigentes. Por eso espero que durante la lectura
de este manual o luego de su culminación, vos te
animes, te permitas ser un agente de cambio
para un mundo más amoroso y justo.

OTRO MUNDO ES POSIBLE.

Una persona de fe

Más allá de todo tipo de lucha, el proceso de vida


con las personas desfavorecidas y marginadas
es la vivencia que nos interpela, que nos cambia
realmente el punto de visión y nos subvierte en
nuestra profundidad. Cuando queremos cambiar
las cosas desde nuestra propia realidad, en gran
parte lo que hacemos es colonizar: nos guste o
no admitirlo. De esa manera, conformamos una
realidad no inclusiva y liberadora. Si el cura, el
pastor o la pastora están para predicar, el pobre
es el evangelizador y liberador. La idea es amar
y generar un vínculo real, un nexo con el que
vive el sufrimiento, el cual parte de nosotros
construye o naturaliza: es allí donde comienza la
lucha que nos liberará, donde se inicia la ruptura
de las propias ataduras que no podemos ver.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Cerca de nuestras casas, a la vuelta de ellas y


en las plazas hay personas dispuestas a
evangelizarnos, a reformarnos. Solo tenés que ir
hacia ellas con humildad sincera y respeto.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Primera Parte
En el convencimiento de que nuestra fe
puede actuar para la consolidación de un
nuevo mundo.

“Las personas en situación de calle están


en situación de vereda, no de calle”.
La Chiro, Hermana de calle.

Introducción

Comparto por medio de este manual un análisis


de la historia, premisas, teoría, teología y
práctica como contexto de mi abordaje al
acompañamiento a mis amigos y amigas
indigentes del barrio donde vivo.

El surgir

No puedo negar que la sensibilidad y situaciones


puntuales ya existían, pero no de una forma
programática: es decir, organizadas y con la
aplicación de un método dinámico.

Hacía mucho tiempo leí un cuento medieval del


siglo XII en el cual se relata que solo es posible
llegar a la ciudad perfecta lanzándose a un río,
donde todos dudan y son llevados por la
corriente o vuelven a la orilla de inicio. Pasados

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

unos años, y con la idea en la cabeza de


lanzarme al río y nadar hacia la otra orilla,
escuché el sermón de un pastor, que al combinar
dos relatos bíblicos –el de la vida familiar de
José y aquel en que Pedro se lanza a caminar
sobre las aguas- reflejaba el mismo espíritu del
cuento. Me largué y no hubo vuelta atrás,
entendiendo que no hay retorno por audacia,
sino por amor.

¿Cuáles fueron las premisas iniciales para


tener una relación solidaria con las personas
en situación de calle?

Quizás, en el fondo, no sean distintas de las que


tenemos para todas las personas, pero sí
contextualizadas respecto de la vida y cultura de
las personas en situación de calle. Podemos
resumirlas en las siguientes:

No juzgar. Para mí, considerada una de las


primeras leyes de la humanidad desde la
centralidad del relato del Génesis, capítulo 2. No
vernos diferentes, sino como seres humanos
indiferenciables desde nuestra condición.

Respeto al hogar. Las personas en situación de


calle tienen como hogar parte de un espacio que
puede ser una vereda, una partecita de un
parque, un espacio del frente de un negocio
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

abandonado, etc. Los aposentos íntimos de este


hogar, como por ejemplo el living y su dormitorio,
se ven transitados por personas desconocidas
que pasan por allí. Imaginate gente pasando por
tu living, tu dormitorio, en tu casa, donde vos
querés descansar, vivir tranquilo o ponerte las
pantuflas. ¿Qué vida tortuosa sería? Pues esa es
la realidad de las personas que no tienen un
techo. Con lo cual sería prudente, al ingresar al
entorno, que primero golpees la puerta. Como no
la hay, se debe hacer la entrada a este espacio
en forma medida: con el respeto propio de entrar
a una propiedad que no es pública ni propia.

Cuando uno ingresa a una casa ajena también


es medido: no empieza a ofrecer cosas como un
vendedor, o a hacer ridiculeces para someter a
los demás a la risa o el jolgorio propio. Esas
cosas vienen después, con el encuentro y la
confianza. Si no, simplemente estamos
sometiendo a las personas al “producto o
servicio” que queremos vender, viendo a los
marginados como consumidores de lo que
queremos dar, como objetos cautivos de
nuestras intenciones.

Servir. Solo ofrecer lo que se tiene, sin forzar y


sin repreguntar a quien no lo desea. La
centralidad del servicio no debe estar en lo que
proveemos: para eso hay mucha gente que hace
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

caridad. Nuestro esfuerzo debe estar en


escuchar, estar dispuesto a estar en silencio, no
juzgar, y no hacer juicios de valor sobre lo que se
escucha. Esta acción abre la puerta del hogar y
de la necesidad de ser escuchado, de tener voz
y poder hablar.

El secreto de un buen café con leche. Si vas a


llevar algo para compartir, como un café con
leche, usa la fórmula mágica al prepararlo: la
fórmula secreta, “hecho con amor”. Ese es el
café que más gusta.

Estrechar la mano. Por favor, no hagas eso.


Siempre está disponible un simple “hola” a la
llegada y un beso a la ida, más que todo en las
primeras visitas a las casas de tus vecinos que
no poseen un techo. Con el tiempo, si no podés
dar un beso, replanteate los primeros dos puntos
mencionados: no juzgar y respetar el hogar. Si
no sentís que estás juzgando al no tener el
contacto de un beso, piensa en lo que va a
dignificar a la persona ese acto. Después de
todo, esa o esas personas te recibieron en su
casa, te abrieron las puertas de su hogar.

El abrazo. Todas las personas necesitan recibir


cariños o abrazos de los demás. Si te lo piden,
no dudes en hacerlo. En algún caso puede ser
una prueba para conocer si la relación es
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

genuina. ¿Lo será para vos? Y si no, ¿por qué lo


hacés?

Ser un antropólogo. No es fácil. Uno está allí


con toda su personalidad, oportunidades y
realidades tan distintas. Es por ello que debe
centrarse en no juzgar y en escuchar para poder
ser objetivo y aprender sobre la forma de vida,
las costumbres, el léxico, los temores y las
seguridades del prójimo. Ser antropólogo para no
ser colonizador, invasor, sometedor; sino un
acompañante que en el futuro tomará acciones
teniendo en cuenta las injusticias pero
respetando la cultura y el ser del otro.

¿Cuáles fueron los resultados? ¿Se abrió el


camino para una segunda etapa?

Luego de unas semanas los resultados fueron


evidentes:

Interés y curiosidad por mi persona

Apertura al diálogo

Aumento de las expresiones corporales de


aprecio y de necesidad de manifestar situaciones
emocionales

Aceptación de acompañantes temporales

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Reconocimiento de mi persona y actitudes

Valoración de la no invasión de sus ideas y


cultura. Es decir, no ir a bajar recomendaciones
o una religiosidad determinada.

Reconocimiento de mi persona y rol entre las


diferentes ranchadas. La ranchada es el espacio
u hogar donde realizan su vida las personas en
situación de calle.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Segunda Parte

Creyendo que existirá un


mundo donde cada uno tome el
maná que necesita

Introducción

Clasifico esta segunda etapa como el estado


previo a comprender el concepto de “familia de
calle”.

El camino

Los dos primeros meses realizaba un recorrido


de varios kilómetros para visitar a gran cantidad
de personas y ranchadas. En las zonas
destacadas de espacios amplios y avenidas
concurridas por peatones, como por ejemplo la
Avenida 9 de Julio en Buenos Aires, se
encontraban los grupos más controversiales,
formados en general por jóvenes y en cantidades
de cuatro a quince personas. Generalmente, en
algunas avenidas se encuentran personas que
viven allí en forma prácticamente solitaria o
eventualmente acompañadas. Estas personas
poseen un perfil muy diferenciado de las otras.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Yo

A los dos o tres meses de iniciar las visitaciones,


algunos grupos comenzaron a tener un interés
particular en mí. Empezaba a existir en su
mundo, y comenzaban a producirse las
relaciones personales con preguntas sobre mí,
tales como:

“¿Quién te manda?” Una de las preguntas más


típicas, generalmente formulada de manera
inquisitiva e imperativa. Lo que buscaban era
saber si uno les visitaba y convidaba café por
interés propio, o si había otra persona o
institución detrás. Es decir, averiguar si el
interés surgía de uno mismo.

“¿Quién te paga?” Lo que busca esta pregunta


es corroborar si el interés es genuino; si hay un
deseo personal que puede ir más allá de las
relaciones eventuales y de caridad. No para
exigir, sino para determinar si se van a abrir a
una relación más íntima. Hay mucha gente que
les promete cosas, o se acercan por un impulso
temporal y efímero.

“¡No vas a ir al cielo o a salvarte por hacer


esto!” Es una expresión que escuché varias
veces, en un principio. Implica siempre el deseo
de conocer si se trata de una relación genuina.
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Aunque esta es una afirmación, se convierte en


una pregunta en cuanto a la religiosidad de uno:
a través de esta interpelación, que
simultáneamente es una pregunta encubierta, se
desea saber si realmente lo que uno hace es a
conciencia.

¿Cómo creí conveniente contestar estas


preguntas?

Se podría optar por dar explicaciones o


justificaciones. Sin embargo, la respuesta
indirecta que lleve a un análisis o reflexión es
más provechosa. Generalmente, uno puede
hacer alusiones indirectas a Dios sin
mencionarlo. Ello logra dos efectos: que la
persona también tenga en cuenta que el que
puede dar también necesita ser tratado con
interés, con valorización de su persona; y por
otro lado, que se dé cuenta de que quien se
acerca tiene convicciones y cree en la existencia
de un “ser” supremo.

Por otra parte, se comprende que en función de


que uno no trabaja para una institución estaría
libre de recibir beneficios por la actividad
solidaria que realiza. Es común, como pasó
tiempo después, que ellos duden o consideren
que ese tipo de situaciones ocurren: uso
fraudulento de donaciones, beneficios de viajes,
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

accesos a medios políticos para beneficio


personal, etc.

Ser un creyente diferente

Por lo general, existen tres tipos de


organizaciones que ofrecen asistencia a las
personas sin techo: las organizaciones
gubernamentales como el 108 en la Ciudad de
Buenos Aires, las ONG y fundaciones, y las
iglesias de corte fundamentalista. Debido al
proselitismo y a la ansiedad manifiesta de
quienes provienen de estas iglesias (en muchos
casos, en relación con personas que se
encuentran conteniéndose del consumo de
alcohol/estupefacientes o que lo han superado)
se aborda una relación inmediata basada en una
teología dualista y de grandes contradicciones.
A mi entender, estas “técnicas” o
“procedimientos” tienden a:

-Captar personas que ya han tenido algún tipo de


contacto con estas teologías en el pasado.

-Aplicar un chaleco psicológico a la persona,


sometiéndola a grandes privaciones basadas en
ataduras psicológicas y relaciones dogmáticas, al
considerar que la vida con Dios solo se logra
estando dentro de la iglesia, y que fuera de ella
se está en pecado. Esto les produce grandes
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

controversias y depresiones a algunas personas


con consumo, pues se considera que por estar
en dicha vida no tienen derecho a que Dios les
acompañe. Es algo así como estar siendo
desterrado espiritualmente por Dios. Si no
tenemos derecho a Dios, ¿qué perspectivas
futuras puede tener un creyente? Más aun para
alguien que ha sido adoctrinado a vivir solo bajo
las reglas conservadoras de estas iglesias.

-Hablar sobre la predominancia de un “demonio”


o “Lucifer” que estaría adueñado de sus almas,
manifestando además que existirían actualmente
guerras en los cielos entre el demonio y
supuestos ángeles de Dios, de las cuales el
hombre es presa en sentido literal. Esto no deja
ninguna alternativa a ver o percibir una salida por
parte de la persona consumidora, dado que nada
dependería de su voluntad, salvo que se someta
a las reglas de estas iglesias. En mi experiencia,
las personas que han tenido algún tipo de
contacto prolongado con estas teologías –tanto
en los penales como en centros de
rehabilitación- y que caen nuevamente en el
consumo, experimentan una falta de voluntad
que les hace pensar que cambiar sus vidas está
fuera de toda posibilidad.

- Llamado al arrepentimiento. Yo me pregunto:


¿cuál debería ser el motivo de arrepentimiento
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

de, por ejemplo, una niña que escapa de su casa


por ser golpeada?

En contraste con todo ello, luego de las


preguntas que anteriormente se enlistaron
aparece una curiosidad por saber cuál es la fe
que uno practica. Ante la contestación de
“evangélico”, ellos perciben rápidamente un
contraste importantísimo con las iglesias
evangelistas conservadoras. Esto genera más
curiosidad, interés y sobre todo un deseo de ser
escuchado sin ser sometido a lo que antes
analizamos: sin ser juzgado. Yo creo que debido
a las pésimas experiencias, se manifiesta la
apertura a una nueva posibilidad, a algo que sea
diferente a lo conocido.

Es importante entender que la visitación es para


apoyar a las personas en indefensión en sus
propias decisiones, a escuchar, a ser un sostén
espiritual. No todos aceptan las oraciones o las
actividades religiosas. No hay que olvidar que
muchos están en la calle por necesidad y
algunos también en la búsqueda de liberarse de
ataduras. No habría que dejar de tener en cuenta
que el entorno religioso con el cual más han
tenido contacto en la calle es el fundamentalista.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Los que están solos

Hay personas que viven en la calle que


generalmente están solas, o a veces
acompañadas por alguna visita. Hay dos tipos de
personas: la que no gusta de tener compañía y la
que se considera distinta, que no acepta su
igualdad con otras personas de calle. En cierta
manera, estos últimos no admiten su situación.

Hay un grupo en el que solo es posible trabajar


en forma individual, y no colectiva. Ellos no se
aceptan como personas de calle y en general se
trata de mayores de cincuenta años
aproximadamente, que han tenido trabajo y
hogar pero que en algún momento de su vida
perdieron el sustento y cayeron en desgracia.
Aunque hay casos que se integran a ranchadas y
actúan como referentes: estos últimos son muy
puntuales.

Abrir el oído es acercar el corazón

Todas las personas en situación de calle poseen


una necesidad muy notable de ser escuchadas.
Escuchar significa oír y analizar lo dicho sin
juicios de valor o comentarios que interrumpan
los relatos o expresiones de la persona. El día de
vida en la calle es muy duro, lleno de
confrontaciones para mantener el lugar y la
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

dignidad, y cierta tranquilidad o descanso. El


acoso existe, a veces por parte de la policía o de
espacios verdes (como en la Ciudad de Buenos
Aires); también de vecinos o transeúntes que son
poco tolerantes con aquellos paisajes que
difieren de su concepción de orden.

En los grupos más grandes y más


controversiales comenzaron a darme un rol: el de
asistir a aquel que se encontrara en una
situación sentimental, ansiedad, depresión, o
cualquier otra cuestión que requiriera sanar el
alma. Cuando uno llega repetidamente, los
demás del grupo van dejándolo solo, haciendo
distancia y dirigiéndolo a uno hacia esa persona.
Con el tiempo, empieza a funcionar esto como si
estuviera predefinido y se da como algo natural.

También, hay quienes necesitan hablar o recibir


una atención en especial pero se distancian, o
dan vueltas alrededor del grupo al cual uno ya se
ha integrado, como generando un alejamiento
que solo indica que quieren llamar la atención.
De esta manera, el amigo de calle intenta recibir
en algún momento lo que no se anima a pedir:
una relación particular, una charla privada o un
trato afectuoso más personalizado. Recuerdo a
Chichilo. Cada vez que llegaba al grupo donde
estaba –al comienzo en la plaza Tribunales y
luego en el Obelisco- primero se alejaba hasta
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

que yo entrara en el grupo, y comenzaba a mirar


desde afuera, dando vueltas. Me decía: “Usted
no me quiere”. Cosa que no era así y él lo sabía.

Las invasiones son de los imperios

Antes que todo, se debe dar escucha o ayuda al


que la pide. No hay que creer que por el hecho
de haber tenido estudios o condiciones de
crianza y vida de mejores posibilidades, se tiene
la prerrogativa de intervenir en la privacidad del
otro. No hagas eso nunca: solo lograrás generar
más ansiedad, cometer errores y, sobre todo, no
podrás escuchar. Seguramente, caerás en la
situación de querer decirles a los demás lo que
tienen que hacer, sin conocerles y sin
comprender su realidad. Si hacés esto, es
posible que tengas una relación con ellos, pero
no el rol de poder asistirles en lo espiritual y
sentimental. El espíritu que lucha arduamente
por su libertad, escapando de ataduras, no
acepta interpelaciones e intervenciones no
queridas. Deseo hacer notar que he aprendido
mucho de ellos al respecto.

NO debes ser un “PROVEEDOR” pero


tampoco un indiferente

Las personas en necesidad encuentran la


solución a sus requerimientos por medio de pedir
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

lo necesario o lo que creen necesario. Quienes


han nacido en situación de calle o los que de
chicos están en ella, poseen una habilidad innata
para lograr de los demás lo que desean. Pedir se
convierte en una acción prácticamente fisiológica
e intrínseca a la persona. Si se piensa ser
solidario, hay que tratar por todos los medios de
que esto quede en segundo plano, sin olvidar
que deberás valorizar si lo pedido es realmente
importante, o si está al alcance de otra persona o
institución. Porque de ser alguno de estos dos
últimos casos, no deberás intervenir, dado que si
no te convertirás en una especie de “proveedor”
en el aspecto comercial de la palabra, o tendrás
una relación paternalista y dañina para la
autonomía de la persona. Uno debe ser en
algunos casos un facilitador o un acompañante,
que está en situación pero no hace.

Si actúas como una persona que simplemente


lleva pedidos, te convertirás en el muchacho que
entrega las pizzas y sin recibir propina. Es una
analogía jocosa, pero real. La relación debe ser
lo más humanizada posible en ambos lados:
tanto en el de los que reciben, como en el de los
que dan. Debes ir a compartir tu tiempo, tu
persona, tus abrazos y tu oreja, y estar en las
emergencias alimenticias o de salud cuando es
requerido.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Las relaciones en la calle son sumamente


intensas cuando uno rompe con el mito del
proveedor. ¿Por qué? Porque también es intensa
la vida, los dolores, las desesperanzas, la
soledad… En ese entorno se comenzará a
extrañar tu presencia, y con el tiempo, el sentir
de tu apoyo aunque no estés físicamente allí.

Conocimientos adquiridos en esta etapa:

No tener una relación cliente-proveedor

La función principal de uno es la de escuchar a


las personas visitadas.

No forzar relaciones o ponerse como ejecutor de


los requerimientos

Generar un interés personal que lleve a la


reflexión y a ser visto como una persona y no
como un expendedor. La cultura impuesta llega a
todos los niveles.

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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Tercera Parte

El mayor valor del ser humano es “el


cuidado”. Seguimos ídolos y dejamos de
lado el cuidado. Si Dios estuviera presente
en nuestra sociedad no existiría la
marginación, porque cada individuo se
entrelazaría en una red universal del
cuidado del prójimo.

Introducción

Esta tercera etapa es el inicio del conocimiento


de la “Familia de calle”.

La familia

En esta etapa –la cual puedo diferenciar


actualmente, ya avanzada mi acción de
acompañamiento– comencé a interpretar el
sentido de una nueva familia sustituta para
aquellas personas y grupos familiares que se
encuentran en la calle. Al comprenderlo, y al
verme desbordado en lo amplio de mi recorrido
así como en su efectividad, decidí reducir la
caminata y la cantidad de personas visitadas,
dado que muchas de ellas tenían una presencia
circunstancial. Comprendí que para lo que
comenzaba a ver, la única manera de actuar era
solidificar la identidad, el autorreconocimiento, la
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

autonomía y tratar de fortalecer los vínculos. Que


de esta manera, las personas en situación de
calle comenzaran a sentirse en unidad: me
refiero, claramente, a la población visitada. Ello
porque pude darme cuenta de que había
personas que entendían que la teoría se basaba
en la institución de la ranchada (gracias a charlas
que mantuve con algunas que realizaban
actividades en un salón en la zona sur de la
ciudad), lo cual yo no compartía. Dicho
razonamiento era limitante y las ranchadas
temporarias, en muchos casos.

Comprendí que en “algunas” ranchadas existía la


posibilidad de tener referentes y que estos
ayudaban a organizarlas de una manera más
familiar. No se trata de una relación jerárquica,
sino de necesidad y confianza.
Generalmente, podía ser una persona mejor
formada o libre de adicciones. Pero más allá de
ello, se entrelazan relaciones de roles familiares;
a veces fuertes y duraderas, y otras no tanto. Allí
surgen los términos hermano/hermana de calle,
tío/tía de calle, etc.

Del “yo” al “hagamos juntos”

Recuerdo que en una ranchada había un amigo


de unos setenta años: se llamaba Carlos. Vivía
en una plazoleta de la Avenida 9 de Julio junto a
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

otros cuatro muchachos. Él los contenía humana


y dignamente dentro de sus posibilidades. Era
una persona culta y ordenada. Le gustaban
mucho los temas de religión y un poco de
esoterismo; recuerdo que leía algunas revistas
afines. Decía que su padre había sido masón,
aunque creo que se refería a un referente distinto
de su padre de sangre. Me produjo cierta
afinidad dado que según relatos familiares, mi
abuelo y bisabuelo por parte de mi padre
practicaban la masonería.

Después de la segunda visita ellos se


interesaron en mí, y comenzamos a compartir
charlas de índole general. Después de la cuarta
o quinta visita, habíamos quedado en que
elegiríamos un tema de interés, para que luego
yo en mi casa buscara material en internet y lo
llevara al próximo encuentro. Así fue que luego
de dos o tres reuniones, Carlos planteó estudiar
la Biblia. Por varias noches lo hicimos, y también
llevé material adicional impreso para que todos
pudieran leerlo. Cuando la noche se tornaba
oscura, nos acercábamos a algún farol de la
esquina para ver mejor. Más de uno se
preguntaría que hacían seis personas paradas
alrededor de una farola. Si bien el estudio no fue
por un tiempo prolongado, traté de practicarlo
con libertad de razonamiento, sin misticismo:
acompañando la razón, lo espiritual y los
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Cuando los pobres nos llaman a la conversión

sentimientos. Lamentablemente, después de una


noche Carlos desapareció por un tiempo: había
estado internado sin que supiéramos nada,
debido a que se descompensó durante el día en
otro lugar. Es notable mi imposibilidad de decir
“en la vía pública”, porque ellos vivían en ella.
Pasada una semana o semana y media volvió,
pero un tanto desmejorado. El grupo se
desintegró a los dos o tres meses, aunque
eventualmente veo a uno de los chicos, quien
está viviendo en la Villa 31. Carlos terminó en un
hogar; nos vimos unos meses más adelante
cuando nos reuníamos con otros grupos a pasar
el día en un salón prestado. Pero después perdí
todo contacto, y él estaba muy mal de salud.
Siempre lo recuerdo.

Con esta experiencia se abrió un nuevo


panorama: la participación dentro de un grupo.
Además de darse el espacio para reflexiones y
charlas, comencé a observar el funcionamiento
de una ranchada por dentro o, podríamos decir,
“más de cerca”.

¿Cómo integrarse en una charla creando un


espacio democrático y de respeto hacia el
otro?

Si bien en este momento de mis lecturas no


había avanzado sobre los ensayos y escritos de
32
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Paulo Freire, gracias a mi experiencia, vivencias


personales y la forma de diálogo en la Iglesia
Valdense, tenía muy en claro la manera de
arribar a una charla liberadora y participativa. Ya
la centralidad de mi actitud ante las personas de
calle estaba puesta en escuchar, lo cual me
permitiría conocer la cultura y el lenguaje propio
del grupo. Si bien todos vivimos en la misma
ciudad, nuestras historias de vida y posibilidades
son totalmente diferentes: esto se evidencia más
aún en los dialectos que se conforman con la
utilización de palabras propias de un grupo
social. En el caso de la calle, y supongo también
que de las villas, existe todo un lenguaje propio:
expresiones que caracterizan situaciones,
personas o acciones. Pero ese lenguaje no solo
es una codificación de expresiones sino también
el de una manera de vida y una cotidianeidad
propia de su realidad.

La acción de hablar en una charla o en un


encuentro de desarrollo de una temática y su
reflexión debe estar combinada con la de
escuchar al hermano de calle, y acompañarle
gradualmente con nuestros aportes. Darle un
espacio a la información y un espacio al diálogo
equilibrado, sin tomar la palabra. Luego, cuando
se nos va dando el espacio (que nosotros
mismos debemos graduar y expandir
criteriosamente), se llega a un equilibrio donde
33
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

nuestra voz esté balanceada con la del resto, sin


tampoco perderla. Escuchar nos permitirá
educarnos en las visiones de los más
necesitados, desde su existencia. Esto irá
abriendo nuestra percepción de la realidad desde
los grupos más marginados de la ciudad.
Obligándonos, al participar de las charlas, a
redefinir nuestra propia visión y vocabulario. Y
sobre todo, haciendo un paralelismo con el
movimiento del siglo XII de los pobres de Lyon,
al liberar el conocimiento en un lenguaje vulgar:
el lenguaje del pueblo. En nuestro diálogo
debemos mantenernos nivelados en un perfil
bajo, incrementándolo hasta llegar a una práctica
de igual a igual. En caso contrario,
escucharemos no lo que la persona tiene para
decir o aportar, sino lo que él quiere que
nosotros escuchemos inmerso en un diálogo
estructurado, coincidente con la relación cliente-
proveedor establecida por el modelo vigente. No
pudiendo, de esta manera, conocer su
idiosincrasia, pensamientos, necesidades reales,
aflicciones y sobre todo la manera en que esta
persona evalúa su propia situación en el sistema
establecido. Debemos evitar poner nuestra voz
sobre la suya, y que esta quede acallada.

Creo sumamente útil citar e interpretar lo que


Paulo Freire decía: “Si, en verdad, el sueño que
nos anima es democrático y solidario, no es
34
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

hablando a los otros, desde arriba, sobre todo,


como si fuéramos los portadores de la verdad
que hay que transmitir a los demás, como
aprendemos a escuchar, pero es escuchando
como aprendemos a hablar con ellos. Sólo quien
escucha paciente y críticamente al otro, habla
con él, aun cuando, en ciertas ocasiones,
necesite hablarle a él. Lo que nunca hace quien
aprende a escuchar para poder hablar con es
hablar impositivamente. Incluso cuando, por
necesidad, habla contra posiciones o
concepciones del otro, habla con él como sujeto
de la escucha de su habla crítica y no como
objeto de su discurso. El educador que escucha
aprende la difícil lección de transformar su
discurso al alumno, a veces necesario, en un
habla con él.”

“Aceptar y respetar la diferencia es una de esas


virtudes sin las cuales la escucha no se puede
dar. Si discrimino al niño o a la niña pobre, a la
niña o al niño negro, al niño indio, a la niña rica;
si discrimino a la mujer, a la campesina, a la
obrera, no puedo evidentemente escucharlas y,
si no las escucho, no puedo hablar con ellas,
sino hablarles a ellas, desde arriba hacia abajo.
Sobre todo, me prohíbo entenderlas. Si me
siento superior al que es diferente, no importa
quien sea, me niego a escucharlo o a
escucharla. El diferente no es el otro que merece
35
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

respeto, es un esto o aquello, mal tratable o


despreciable.”

Una vez establecidos acompañamiento y


confianza en el habla, no debemos dudar de
contraponer pensamientos: sobre todo al tratarse
de temas religiosos, resulta aconsejable romper
con estructuras opresoras o con prácticas que
dañen la integridad psíquica y corporal del
hermano de calle. Una manera útil es narrar
cómo se fueron construyendo los libros de la
Biblia, y así hacer comprender a aquellos que
dejan su salud a la suerte de reglas destructivas
y mágicas, que pueden replantearse el asunto y
dar participación a profesionales de la salud y la
psiquiatría. Empero, llegar a esta situación
requiere haber logrado un respeto mutuo y una
confianza de ambas partes. Si no se manifiesta
de esa manera no considero prudente avanzar,
porque lo único que haremos será dañar o hacer
sentir injuriada a la persona.

Más adelante, cuando me refiera a lo que


podemos decir en una especie de convivencia
con los hermanos y hermanas en situación de
calle, se comprenderá que se requiere de un
esfuerzo personal considerable. Uno debe tener
cuidado de no herir con comentarios que
normalmente no analizaría, o saber contemplar
las situaciones para ver qué es lo que están
36
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

deseando, y ofrecerles nuestra presencia para


una posible solución.

La familia controversial y su necesidad de


contención e identidad

Casi en simultáneo con lo narrado en el relato


anterior, un grupo muy grande del Obelisco
(quizá uno de los más controversiales por su
consumo, dinámica y característica de ser todas
personas jóvenes) fue el primero en tener un
acercamiento y manifestar no solo necesidades
espirituales y de contención, sino también de
integración grupal y dignificación de su situación.
Se estableció una relación muy especial, basada
en la confianza y el respeto mutuo.

El comienzo de la relación con esta nueva


familia

Luego de las preguntas e inquietudes descriptas


en el inicio del capítulo anterior (“¿Quién te
manda?”, “¿Quién te paga?”, etc.) y de que el
grupo me diera una función natural –la de
escuchar a los que se sentían mal o estaban
dolidos– comenzaron a surgir ciertas charlas
grupales, más que todo sobre inquietudes
colectivas. A diferencia de otros grupos, no
podría decirse que este fuera una “ranchada”,
porque lo que hacían era congregarse en una de
37
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

las plazoletas de la Plaza de la República, donde


se encuentra el tan famoso Obelisco de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Este es un
punto referencial, turístico y emblemático de la
ciudad. Ellos se agrupaban de manera
circunstancial para dormir en los alrededores de
la zona; generalmente, debajo de las
marquesinas de teatros y en las entradas
peatonales de los estacionamientos
subterráneos. Era un grupo muy numeroso.

En una charla dada por dos amigas del grupo,


me dijeron: “¡Qué bueno sería que nos
pudiéramos reunir en un lugar, sentados en una
mesa, tomando mate y compartiendo!” Luego,
otros se sumaron y aportaron ideas. En ese
momento, estuvo clara la necesidad y la
inquietud fue planteada. El hacer posible esa
inquietud significaba para mis amigos saltar una
barrera prácticamente imposible. ¿Cuál era
entonces la solución? La solución establecida y
típica en los métodos convencionales es hacer
un evento en un lugar donde las personas
concurran y se les ofrezca un almuerzo o una
merienda. Pero eso, si bien parece solucionar
rápidamente lo planteado, destruye toda
autonomía y la posibilidad de que lo que se hace
se construya desde ellos, desde el marginado. El
mensaje dado por las amigas era otro: había un
deseo de conformar un “nosotros hacemos” en
38
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

forma digna. No el de un “ellos, que nos invitan,


nos atienden y nos vamos.” Es un “nosotros
estamos en una mesa, nuestra mesa, y
compartimos un mate.” Una infusión que se pasa
de mano en mano y es preparada por alguien del
grupo. La solución de “ellos me atienden y yo me
siento a una mesa” es denigrante ante su deseo,
el de ser los actores de su propia necesidad; es
decir: “nosotros existimos, por nosotros mismos y
no por ellos, los dadores.”

Me movilicé rápidamente e intenté que nos


prestaran un salón en dos iglesias. Una de ellas
accedió, dado que yo en esa época me
congregaba allí y conocían de mis actividades.
No fue fácil. Ese es un problema que abordaré
más adelante, el cual no tuvo un desarrollo grato
y no terminó como se pretendía.

Obtenido el lugar, fui a comentarle al grupo sobre


la noticia. Fue muy motivador. Enseguida,
muchos amigos y amigas se entusiasmaron y
comprometieron a hacer diferentes actividades:
preparar la comida, realizar actividades de
recreación y festejar los cumpleaños. Yo los
escuchaba, pero era consciente de que, para
ellos, en una primera instancia iba a ser
complicado; más todavía cuando consideraron
que ellos por sí solos conseguirían todo lo
necesario para preparar la comida. Entonces
39
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

sugerí que yo pondría lo restante que pudiera


hacer falta.
Había un tema complejo ese día: el de la bebida.
Yo propuse que se sirviera una cantidad medida
de alcohol de manera que hubiera, pero en forma
moderada. Sin embargo, ellos inmediatamente
decidieron que ese día no habría consumo de
alcohol. De allí en más dicha regla se convirtió
en ley: la primera ley de la Familia de la calle.

Un solitario que creyó ver un ángel

No puedo dejar de narrar esta historia aislada.


En el recorrido que había quedado visitaba a dos
personas que ranchaban solas, aunque en
realidad casi todos los días estaban
acompañadas por visitas circunstanciales. Uno
de ellos era una persona con rasgos originarios
del noroeste argentino. Le llamaban “Pan y
leche”. Usaba muletas dado que le faltaba una
pierna. Con él ocurrió una situación que me
estremeció, que me puso justo en un lugar que
nunca quise.

Siempre me recibía el café y charlaba muy


poquito. Pero un día, cuando llegué, lo noté un
tanto emocionado. Me dijo que estaba contento
de verme, y que él creía que yo era un ángel. Me
tomo la mano, besándomela repetitivamente.
Quede inmóvil, no sabía cómo reaccionar. Por un
40
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

lado sentía el impulso que me prohibía permitir


que alguien me venerara; y, por el otro, quería
evitar cualquier acción que pudiera ser tomada
como rechazo o desprecio hacia sus creencias,
que aunque no fueran las mías debía respetar.

Él me miraba y me agradecía mis visitas, insistía


retóricamente en que yo era un ángel. Decía que
cuando me veía venir todos los días le cambiaba
el día. Me esmeré en hacerle entender que
simplemente era una persona y que incluso no
tenía bien en claro el porqué de su actitud. Pero
el reiteraba una y otra vez que era un ángel y me
besaba con devoción. Me dijo que al día
siguiente le irían a visitar sus hijas y que quería
que yo las viera. Entendí que aunque en el
mismo pedido hubiera una relación con mi
persona más allá de lo humano no podía
negarme, pensando que así quizás al verme al
otro día, acompañado de su familia, podría
verme de una forma diferente. Luego me relató
parte de los Evangelios, en especial la relación
entre Jesús y los dos ladrones crucificados a sus
lados. Siguió expresándose y adorándome. Yo
estaba sinceramente conmocionado y tratando
de no perder mi compostura; le explicaba que
solo era una persona común que salía a visitar a
la gente que vive, como él, en la calle.

41
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Al mediodía siguiente, tomé tiempo de mi trabajo


y fui a visitarle. Le llevé algunas cosas para que
compartiera con sus hijas. Cuando llegué todavía
estaba solo: él me vio y me besó, y seguía
diciendo las mismas cosas. Le avisé que iría a
comprar algo para que recibiera a sus hijas.
Cuando volví, ellas ya estaban allí, sobre un
mantel, acostadas haciendo varias actividades:
entre estas, coloreando libros con imágenes. Me
puso muy contento verlos así.

Cuando regresé, seguí pensando qué podía


hacer para respetar sus creencias y también las
mías. Como protestante, era una situación
inaceptable: casi contraria a lo que deseo hacer
en mis visitaciones, donde me esfuerzo por
acompañarles, evitando todo tipo de
personalismo o participación que pudiera dirigir
sus deseos y elecciones. Como dije antes, solo
intento acompañarlos: estar con ellos. Que
sepan que no están solos, y evito todo tipo de
liderazgo que provoque que hagan o tomen
decisiones que son mías y no propias. Estuve
pensando por muchos días, y se me ocurrió que
lo mejor sería escribirle algún cuento. En esas
situaciones que a veces uno considera casi
increíbles leí algo en un libro sobre una prédica
del siglo XII, y decidí basarme en ella para
escribir un cuento.

42
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

A los pocos días lo llevé y se lo dejé para que lo


leyera. Cuando volví al poco tiempo, él tenía un
poco de vergüenza y hablamos sobre lo ocurrido.
De allí en más, fuimos mejores amigos y nos
vimos de igual a igual.

43
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Cuarta Parte:
El dolor por un reino, una realidad de
justicia y equidad no establecida

Él decía: “Ha llegado el momento, el reino de


Dios ya está cerca. Cambien su manera de
pensar y de vivir, crean en la buena noticia”.

Introducción

En un principio, no fue fácil para mí afrontar las


realidades que observaba en los diferentes
grupos de calle. A lo largo del acompañamiento
fui pasando por diferentes etapas espirituales y
de dolor. En los inicios, ante mi impotencia por
poder cambiar la realidad, rogaba por el
advenimiento de una sociedad justa, como el tan
anhelado reinado de Dios.

La realidad

Qué crueles situaciones recuerdo: niños y bebés


sometidos a las frías noches de invierno,
personas totalmente abandonadas; madres que
ruegan ayuda para sus hijos, y un estado y una
sociedad que no siempre dan una solución.

En esos tiempos, una vez por semana, un amigo


me acompañaba a hacer los recorridos. Por mi

45
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

parte, como describí en los capítulos anteriores,


yo tenía en cuenta que mi tarea se basaba en la
relación humanitaria desde el aspecto afectivo y
contenedor. Con una visión a futuro, donde la
centralidad de la relación no pasaba por la
provisión, aunque obviamente sin desatender las
urgencias. Entendía que yo no podía cubrir
todos los requerimientos y situaciones que
surgieran, además de tener en claro que se
trataba de una dedicación que se veía a sí
misma como atemporal: a largo plazo, con una
acción firme hacía la posterioridad. Ese
compromiso a futuro, esa visión de las
ranchadas visitadas en unidad, canalizaba mi
esfuerzo en el acompañamiento.

Una noche de invierno, estaba una de las


mujeres con su pareja y una beba. Horacio se
sensibilizó con la situación. Pero la verdad era
que si bien podíamos ofrecer algo caliente y
nuestra presencia, la solución para que no
durmiera en la calle debía venir del servicio
social de la ciudad. Él se puso muy mal y más
tarde, en el camino de regreso, tuvimos una
charla un poco fuerte. Ver la cruda realidad y no
poder dar solución produce una impotencia muy
grande, un dolor muy profundo y difícil de
subsanar. En mi caso (no creo que por
acostumbramiento), trataba de centrarme en lo
que debía hacer con mi rol: tener las palabras
46
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

adecuadas, traer serenidad, y si podía encontrar


una solución intentaba encaminarla. Al mismo
tiempo, buscaba generar con la persona algún
tipo de acercamiento a la Familia de la calle,
grupo que estaba conformándose. Yo estoy
convencido de que el problema estructural debe
ser solucionado desde las personas de calle, con
la ayuda de acompañantes y reclamando a las
instituciones una vida digna y recursos que no
solamente salven una situación circunstancial.
Tiene que haber una acción inclusiva, donde las
personas en situación de calle sean artífices de
esta. Para ello, es necesario trabajar con miras a
generar conciencia en las personas de calle y en
las instituciones.

Esa noche, Horacio se quebró.


Lamentablemente, dirigió su angustia hacia mí.
Él me recriminó que era una persona insensible,
lo cual creo que en cierta manera podría verse
así: yo consideraba la problemática como algo
más estructural y me preparaba psicológica y
sentimentalmente con el objetivo de estar en la
condición óptima para poder oír, reflexionar y
gestionar lo que realmente estuviera al alcance.
En el caso contrario, uno cae en la angustia y
desesperación al proyectar soluciones
inalcanzables, y en esa situación no es posible
ayudar.

47
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Esa noche, seguramente en su casa, lloró. Traté


de explicarle el compromiso con la construcción
de un futuro, intentado no caer en una situación
de angustia que nos impida seguir adelante.
Lamentablemente, al tiempo Horacio dejó de
venir. Era muy difícil poner en la balanza los
logros, que a veces parecían invisibles, contra
toda la injusticia que se experimenta en las
visitaciones.

Durante la etapa inicial entré en crisis en muchos


momentos. Rogaba a Dios que concretara su
reino de justicia. Si bien esto puede parecer un
tanto fantasioso, me ayudó por mucho tiempo a
desahogar mis frustraciones. A la noche, ya en
mi hogar, cuando uno puede hacer un balance
del día y los dolores de la inequidad lastiman la
conciencia, no quedaba más que reclamarle a
quien o lo que conformó este mundo que tomara
una medida inmediata para subsanar todo el
sufrimiento de los hermanos de calle.

Si bien algunos aducían que debía cambiar de


postura teológica, en ese momento esos ruegos
eran lo único que me permitían seguir adelante
sin flagelar mi corazón. A lo largo de mi relación,
desde las visitaciones hasta la conformación de
la Familia de calle, las posturas teológicas fueron
cambiando, porque uno es parte de un proceso:
48
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

un camino con sus particularidades y


sufrimientos característicos de cada tiempo. Sin
embargo, no puedo negar que con el tiempo
surgió una grieta en mi corazón, que me
separaba de aquellas personas que tienen la
capacidad de ayudar y no lo hacen, o niegan sus
recursos y espacios de encuentro. Aquellos que
mezquinan lo que Dios les dio.

Hoy, que han pasado siete años de caminar con


la Familia de la calle, solo me mantiene los pies
en movimiento la esperanza de que estamos en
un tiempo especial: un tiempo de renovación, de
fe en la esperanza del advenimiento de una
sociedad más justa, equitativa y amorosa.

49
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Quinta Parte

“Dame una fe sencilla


que se siente a la mesa de los pobres
que se alegre de alegrar sus corazones
y que llore también con sus dolores
una fe así parecida a ti.
Sencilla como fue a la tierra tu venida
como fueron tus historias campesinas.”
Santiago Benavides.

Introducción

En esta quinta etapa desarrollaré el tema de la


amistad y las características de la Familia de la
calle como movimiento incipiente.

Una reunión revolucionaria

Habíamos instituido, sin darnos cuenta, la


primera fiesta o reunión comunitaria, donde
comeríamos juntos y pasaríamos momentos
inolvidables: tanto los más chicos como sus
papás y tíos de calle. Teníamos a disposición un
salón para usar, estábamos bien conscientes de
que debíamos cuidarlo y entregarlo en
condiciones. La propuesta, como tal, era
revolucionaria. ¿Por qué? Porque rompía con los
esquemas convencionales que conjugan los
factores indigencia, dadores y espacio. ¿Cuál es
51
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

la temática clásica? Que los dadores reciben


donaciones, preparan un almuerzo y recolectan a
los indigentes, los sientan y les sirven de comer;
pasado todo eso, se retiran. Esa manera
tradicional de llevar adelante un encuentro pone
a los organizadores en una relación de
superioridad, dado que los “indigentes” son
guiados como si no pudieran ser artífices de su
propia gestión y en sí de su propia historia. Por
otro lado, las donaciones provienen de terceros
que no alcanzan a tener una relación cara a cara
con el necesitado. En este formato, por más que
nos duela, debemos aceptar como sociedad que
convertimos a los desposeídos en objetos.

La historia que estábamos escribiendo rompe


con esos esquemas, basándose en las
siguientes reglas:

Selección colectiva de las actividades y el menú


a ser compartido

Recepción de donaciones por medio de una


relación directa cara a cara y de diálogo
igualitario, a como sucedía en nuestro grupo
entre dadores y menesterosos.

De ser posible, agrupamiento colectivo de


alimentos entre hermanos dadores e indigentes

52
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Preparación comunitaria de los alimentos

Ingesta del almuerzo en comunidad y


participación en las actividades

No nos dábamos cuenta, pero teníamos a


nuestro lado la presencia de aquel hombre
campesino de la Galilea, llamado Jesús, que nos
acompañaba con su igualitarismo radical. Él
estaba entre nosotros.

El accionar tradicional propicia la intermediación


y el patronazgo, que es cuando una persona
gestiona el bienestar de los demás, sus deseos o
sus actividades, conformando una red de
intereses. En la opción acostumbrada, si bien
son los dadores quienes sirven a los
necesitados, esta estructura no garantiza que la
acción empodere y sea liberadora de los
marginados.

Podríamos decir que se trata de la acción de un


grupo A hacia otro B, sin un retorno o una ida y
vuelta de acciones. Esto favorece
exclusivamente el manejo de las personas como
títeres de nuestras propias necesidades, pues
proveer nos genera satisfacción. A da a B en un
formato rígido, donde B –que se encuentra en un
estado de desvalorización por sus características
y carencias- se siente aún más disminuido por no
53
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

gestionar sus propios recursos. Las acciones


deben ser como un diálogo: es decir, en un
permanente ir y venir de emociones,
obligaciones, atenciones, etc. A interactúa con B
y B interactúa con A en acompañamiento mutuo.
Todos están en igual nivel y con intereses en
común; fundamentalmente, el de compartir y
tener resultados colectivos.

Creo muy estimulante analizar las siguientes


enseñanzas de Jesús, en Lucas 14: 7-11:
“7
Observando cómo escogían los primeros
asientos a la mesa, refirió a los convidados una
parábola, diciéndoles:
8
Cuando fueres convidado por alguno a bodas,
no te sientes en el primer lugar, no sea que otro
más distinguido que tú esté convidado por él,
9
y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga:
Da lugar a éste; y entonces comiences con
vergüenza a ocupar el último lugar.
10
Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en
el último lugar, para que cuando venga el que te
convidó, te diga: Amigo, sube más arriba;
entonces tendrás gloria delante de los que se
sientan contigo a la mesa.
11
Porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla, será enaltecido.”

54
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

El imperio romano mantenía su estructura y


cohesión gracias al patronazgo o relación patrón-
cliente. La palabra cliente viene del latín cliens y
esta a su vez de cluere, que significa “acatar,
obedecer”. En la sociedad romana el cliente era
una persona de rango social y económico
inferior que se ponía bajo el patrocinio de un
patrón (patronus), de rango socioeconómico
superior. El cliente generalmente pertenecía a
una familia empobrecida, de origen humilde o
extranjero que solicitaba la protección de un
romano poderoso. Al inicio de la historia romana,
el cliente recibía del patrón, a cambio de su
sumisión y servicios, un heredium
particularmente pequeño (una parcela agrícola
de dos iugera, insuficiente para alimentarse),
aunque esa relación cuasi laboral dejó de existir
en tiempos de la República.
Jesús minaba esta estructura con sus parábolas,
fomentando una igualdad radical. En los
versículos 7 al 11 de Lucas 14, ordena rebelarse
contra la tendencia a ocupar los puestos de
jerarquía, y les dice a sus seguidores que tomen
los lugares de clientes. Obviamente, no como
una sumisión sino como una manera de romper
con el modelo social establecido. Esto también
se ve reforzado en Mateo 22:9-10 y Lucas 14:21-
23. En estos dos últimos, como parábolas del
Reino de Dios, Dios sería el anfitrión y todos los

55
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

demás, clientes. Es decir, no habría lugar para


patronos.
En Lucas 14:12-14 podemos notar algo parecido.
La comida debe romper con el patronazgo, la
jerarquía y las relaciones de poder convenientes.
¿Por qué? Veamos lo que dice:

“12Dijo también al que le había convidado:


Cuando hagas comida o cena, no llames a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni
a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te
vuelvan a convidar, y seas recompensado.
13
Mas cuando hagas banquete, llama a los
pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14
y serás bienaventurado; porque ellos no te
pueden recompensar, pero te será
recompensado en la resurrección de los justos.”

En el versículo 12 se ordena no convocar a


hermanos, parientes o vecinos ricos; es decir, a
otras personas del mismo nivel social (patronos).
Esto se cumple en las comidas caritativas
tradicionales de las instituciones modernas, pero
el indigente en cierta manera se convierte en
cliente, pues ve a los dadores en un estatus
superior debido al orden y estructura en la
organización del evento. Los dadores son
proveedores con un estatus superior otorgado
por la relación establecida, y también por la
misma condición de dependencia y baja
56
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

autoestima de las personas en vulnerabilidad


extrema. Si no se rompe por medio de premisas
liberadoras, esta problemática se incrusta en la
relación, pues patronos y clientes se acomodan
de forma culturalmente automática. Ahora bien,
no hay que perder de vista la expresión: “no sea
que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas
recompensado”. Se debe evitar que el vínculo
generado por el dador pueda ser satisfecho al
recibir influencias de prestigio o poder por parte
de los invitados. La dinámica de una comida
caritativa pero no solidaria establece una relación
por la cual el indigente debe gestionar sus
necesidades por medio de un dador. Es decir, la
gestión no es directa, sino que requiere de un
intermediario.

Las premisas surgidas del grupo de amigos de la


calle rompen con toda intermediación o
mecanización establecida por la caridad
contemporánea, debido a la autogestión de lo
necesario. Y en el caso de que alguna persona
externa quiera hacer donaciones, solicitamos
que se incorpore al grupo por medio de una
relación de amistad o que entregue las
provisiones directamente a las personas
necesitadas, evitando así la deshumanización de
la relación. Las reglas de los amigos de la calle
obligan a una interacción que genere justicia

57
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

social, al identificar al necesitado como persona


digna.

“No, él es un amigo”

Era una noche de primavera en la plazoleta del


Obelisco. Conformábamos un grupo grande y,
como se acostumbraba en esos tiempos, la
actividad conjunta era intensa.

En un momento nos adelantamos hacia la calle


con mi amiga “la Negrita”. En esa época, yo
había optado por hacer las visitaciones con un
carrito para compartir café con leche. Se nos
acercó un muchacho, de unos treinta y cinco
años más o menos, y nos ofreció bandejas con
comida (un guiso de lentejas). Él empezó a
hablar con la Negrita; en eso, miró mi changuito
(carrito con ruedas para llevar productos) y me
preguntó: “¿De dónde sos?”. Yo quedé un poco
sin saber qué contestar porque no entendía muy
bien a qué se refería la pregunta, por lo que él
luego dio a entender que si era de alguna
organización. Entonces, ella se apuró a
contestar: “No, él es un amigo”. El muchacho
intercambió unas palabras más, dejó unas
bandejas y se fue. Yo estaba curioso por saber a
qué se refería la Negrita con el término de
amistad hacia mí. Le pregunté sobre ello y me
58
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

explicó: “Vos te preocupas por nosotros, a él no


le interesa si esto que nos da nosotros lo
tiramos. Ayer trajo, era incomible. Vos hablas
con nosotros, estás con nosotros…”. En ese
momento, me di cuenta de que formaba parte de
algo que yo todavía no sabía bien qué era.

“¿Es hoy? Me colgué”. Una vida en un tiempo


sin dimensión

Algunos amigos de calle se habían


comprometido a conseguir ingredientes para la
comida, como por ejemplo los productos de
verdulería.

Mi experiencia ya me había demostrado que la


vida en la situación mendicante transcurría
atemporalmente. Por supuesto, la subordinación
a cronogramas mecanicistas no es algo
saludable ni digno para una persona; pero el
abandono a un grado tal de no poder cumplir con
obligaciones autoimpuestas o con el deseo de
participar en determinadas actividades es
altamente destructivo, y es producto del
abandono personal al punto límite. En algunos
casos, se llega a no poder cumplir con
cuestiones mínimas del cuidado personal.

Por estos motivos, decidí recordarles la fecha de


la reunión una semana antes. Ese recordatorio
59
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

consistía en visitar a cada uno más seguido y


comentarle amenamente que el sábado nos
encontraríamos para estar todos juntos.
Habíamos decidido hacer el encuentro un
sábado y juntar los ingredientes de las comidas
el día anterior. Mi querido hermano de calle
Marcos, “el Uru”, se había comprometido a
conseguir el surtido de verdulería. Cuando llegué
al grupo en la hora programada del día anterior
al encuentro, él me dijo: “Ah, ¿era hoy?”. La
realidad fue que incluso el mismo sábado tuve
que ir a despertarlos a la mañana. De no haber
hecho eso, hubieran seguido con su vida
rutinaria, aunque en lo más profundo de sus
anhelos estaba el deseo de estar todos juntos en
la reunión. Es tal el lastre de la vida como
indigente que resulta muy difícil poder ver que
otra realidad es posible, si no hay un
acompañamiento, además de un cambio en su
autovaloración y la satisfacción de sus
requerimientos básicos.

El cumplimiento de compromisos en función de


fechas y horarios fue uno de mis primeros retos a
vencer. Actualmente, muchos del grupo que
toman con gran interés y como parte de sus
vidas las actividades, ya están acostumbrados a
participar en el día y horario aproximados.

Todo ello fue un trabajo minucioso a lo largo del


60
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

tiempo, concientizando a los amigos en


comprometerse cuando tienen el deseo de poder
compartir una actividad. Muchas veces, para
algunos es tan denigrante su situación que
pierden toda esperanza y fe en un futuro
próspero. Por ello, un trabajo de
acompañamiento que destrabe cerrojos que
impiden la valoración de sus sueños colabora
con ir reconstruyendo un camino vivencial, para
así sortear los obstáculos que se autoimponen
como resultado de la marginación e indiferencia
social en sus vidas.

Desde la realidad de las personas que creemos


tener resueltas nuestras vidas y en concordancia
con los valores recibidos, nos parece que esto
puede ser “producto de la vagancia”. Pero una
mirada desde el propio entorno nos enseña que
cuando una persona está quebrada en su
interior, no le es posible moverse en lo exterior.
Pequeñas dificultades se convierten en murallas
o en excusas inamovibles; situación que solo se
puede observar desde la escucha y comprensión
minuciosa y amorosa hacia la persona en
vulnerabilidad. Desde este punto se entiende que
son las personas que resumen todo a un
fenómeno de vagancia quienes se construyen
paredones para no aceptar y analizar la realidad
aplastante que es consecuencia de nuestra
propia indiferencia.
61
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

El “colgarse” es una consecuencia propia de no


poder tener perspectivas: del “todo momento es
igual” y el “no puede pasar nada que cambie el
estado de mi existencia”. Es un eterno esperar,
en un vacío repetitivo de la marginación.

La caridad verdadera es la del amor: la


solidaridad, que es la caridad de amigo

Desarrollaré primero este tema por medio de un


relato sobre lo que sucedió una de nuestras
noches en el Obelisco; y en segundo lugar,
mediante un texto bíblico y su interpretación por
los valdenses del siglo XII. Este grupo fue una
comunidad cristiana que se esmeraba en vivir
como lo hacían los cristianos primitivos.

Llegué esa noche al Obelisco: había unos


cuantos amigos de la calle. Repartí el café con
leche que tenía y me quedé allí. Estuvimos
hablando y planificando algunas cosas para el
sábado, y llamamos por celular al Negrito y a la
Negrita, quienes dijeron que habían conseguido
unas tapas de empanadas para la reunión del fin
de semana. Mientras que charlábamos, llegó un
grupo de alguna ONG que ofrecía sopa: eran
aproximadamente unas cinco personas, con un
solo termo de agua caliente, sobres de sopa
instantánea y dos frazadas para dar. Repartieron
62
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

la sopa que pudieron y después fueron a


recargar el termo de agua caliente a un local de
comida rápida. El tema es que ofrecían las sopas
y se quedaban hablando entre ellos, sin
intercambiar ni una mínima conversación con mis
amigos de calle. Sí, tomaron nota en un
cuaderno de algunas necesidades de una amiga.
Les ofrecí dos termos míos para que pudieran
cargar agua caliente más rápidamente; uno los
aceptó, pero al consultarle a otra persona de
edad mayor, esta rechazó la colaboración. Luego
vino otro grupo y trajo porciones de comida
caliente: arroz con algo de vegetales. Ese nuevo
grupo se puso a hablar con el grupo anterior y
tampoco tuvo la mínima interacción con
nosotros. Finalmente se fueron, y allí terminó
todo.

Ninguno de los voluntarios de las ONG conoció


las necesidades ni las historias de aquellas
personas que intentaban asistir: todo se centró
en proveer desde quien puede hacerlo porque
está arriba, no desde la igualdad o el diálogo.
Esa situación genera la misma disparidad que
los margina y que solo sirve para engañarnos a
nosotros mismos, cuando pensamos que
estamos haciendo algo como sociedad y que
existe la acción caritativa entre nosotros (los
dadores). “Caridad” es una palabra que ha
perdido totalmente su valor a través de los
63
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

tiempos, y en especial en estos tan modernos:


porque la caridad no es el dar al otro
insensiblemente. La caridad y el amor al prójimo
son sinónimos. Para que alguien sea prójimo
tiene que estar al mismo nivel, no en un nivel
bastardeado o de inferioridad. El prójimo puede
tener una necesidad, pero eso no implica que
sea inferior. El amor al prójimo, la caridad desde
los tiempos ancestrales, se ejerce de igual a
igual, conviviendo con el necesitado.
Compartiendo con él como se comparte en una
comida. Mis amigos, al comer lo que les
proveían, quisieron compartir conmigo la comida
que les estaban dando. Ellos necesitaron comer
conmigo. Ese es el camino por el cual todos
podemos ayudarnos; y ayudarles, de igual a
igual, como compañeros de vida. Si bien la
ayuda comunitaria con asistencia de
determinadas necesidades es útil, para que
podamos comenzar a trazar un camino más justo
y verdadero realmente se requiere que nos
involucremos de otra manera, con caridad
amorosa: con caridad. Si no, lo único que
fomentaremos será el distanciamiento, la
incomprensión y la existencia de un método por
el cual simplemente todos podamos dormir
tranquilos, pensando que dimos algo y que por
eso seremos salvos. Pero solo nos salvaremos
cuando se haga presente el resultado de un
amor verdadero hacia el prójimo. En el caso
64
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

contrario, es como si solo estuviéramos pintando


las paredes de una casa para que se vea
blanqueada.

La caridad, como amor al prójimo, como


completitud del amor, es la que debemos
perseguir; y no simplemente dar lo que nos
sobra.

De acuerdo con la versión Reina-Valera 1960, en


1 Corintios 13: 1-13 se usa la palabra “amor”. En
los viejos estudios bíblicos valdenses del siglo
XII la palabra usada no era “amor”, sino
“caridad”. Una palabra que hoy hemos perdido o
minimizado a su más paupérrimo significado.

1 Corintios 13: 1-13. La preeminencia del amor


1
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y
no tengo amor (caridad), vengo a ser como metal
que resuena, o címbalo que retiñe.
2
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los
misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de
tal manera que trasladase los montes, y no tengo
amor (caridad), nada soy.
3
Y si repartiese todos mis bienes para dar de
comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo
para ser quemado, y no tengo amor (caridad), de
nada me sirve.
4
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene
65
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

envidia, el amor no es jactancioso, no se


envanece;
5
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor;
6
no se goza de la injusticia, mas se goza de la
verdad.
7
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo
lo soporta.
8
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se
acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia
acabará.
9
Porque en parte conocemos, y en parte
profetizamos;
10
mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que
es en parte se acabará.
11
Cuando yo era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, juzgaba como niño; mas
cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
12
Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas
entonces veremos cara a cara. Ahora conozco
en parte; pero entonces conoceré como fui
conocido.
13
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el
amor (la caridad), estos tres; pero el mayor de
ellos es el amor (la caridad).

Si tomamos en cuenta algunos textos de


catequesis del siglo XII podemos extraer los
siguientes comentarios, que son de valor para

66
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

comprender el significado de la palabra en


cuestión:

¿Cuáles son las virtudes necesarias para la


salvación? Contestaban: “Fe, esperanza y
caridad”.

¿Cuál es una fe viva? Y el creyente contestaba:


“Es aquella que trabaja para la caridad”.

¿Qué es la caridad? El catecúmeno contestaba:


“Es un obsequio del Espíritu Santo, por el cual el
alma es reformada en sus deseos, iluminada por
fe, y por la cual Yo creo todas las cosas que
deben ser creídas, y tengo esperanza para todo
lo que se debe esperar.”

67
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Sexta Parte

"Yo afirmo que los pobres salvarán al


mundo, y que lo salvarán sin querer, lo
salvarán a pesar de ellos mismos, que no
pedirán nada a cambio de ello,
sencillamente porque no sabrían el precio
del servicio que han prestado"
Georges Bernanos.

Introducción

En este capítulo comenzaremos a ver cómo la


Familia de la calle crea sus primeras “leyes” y
cómo empezábamos a construir una imagen de
grupo con perspectiva a futuro.

Primera regla

Como ya dijimos, habíamos puesto fecha para


un primer encuentro. Todo el grupo había
decidido no beber alcohol en la reunión. Querían
vivir algo diferente. Quizás podemos pensar que
se trataba de una simple regla para evitar
disturbios, pero no es así. O quizás una cosa
lleva a la otra. Lo que se crea es un espacio
nuevo, un espacio para la esperanza. Para poder
verse a sí mismos de otra manera. En una
situación más digna no para conformar a la
sociedad, sino para verse en paz, hermandad y
69
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

comunión. Un sueño que se ve diariamente


atacado por la violencia de aquello que les da un
espacio: la calle.

Este nuevo lugar de encuentro tomaría su propio


significado: el de un hogar. No en el sentido de
cubrir las necesidades de desarrollo de una vida,
sino en su simbolismo. El Salón, el lugar donde
nos reuniríamos, se convirtió en el “lugar donde
se estaría armónicamente en familia”. Donde los
niños podían estar sin riesgo, donde se podía
compartir fácilmente, como lo hacen las familias
o amigos en sus casas. Al verse así, y habiendo
excluido la bebida, era claro que también se
reconocieron como un grupo que tiene
problemas con el alcohol. Ese reconocimiento y
su nueva visión sobre sus personas son el
principio de una sanación. La reunión,
simbolizada por el Salón, se convirtió en el lugar
donde “ese día no se bebía, para ir a lo de Jugo
Loco”. Aunque todos sabíamos que no era “el
lugar de Jugo Loco” (“Jugo Loco” es mi nombre
de calle), sino que el salón había sido pedido
entre todos. Aunque algunos no podían
compenetrarse en lo que estaba pasando por
estar sumergidos en la vorágine de vivir allí en el
lugar de nadie –tratando de hacerse su sitio y
expresar su disconformidad, luchando día a día
con la indiferencia y el acoso- lo interpretaban a
su manera, con toda validez y sencillez.
70
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Segunda regla

Al poco tiempo de pasada la primera reunión,


comenzamos con las juntadas en mi casa. Estas,
por supuesto, eran más sencillas y participaba un
número menor de hermanas/os de calle. Más
que todo surgieron como un espacio de reflexión.
No todos participaban; los encuentros estaban
preparados para concurrir a una reunión no tan
programada u organizada, en un espacio
reducido como el living de mi casa. Aunque con
el tiempo ello fue cambiando.

Reunidos/as allí, reflexionamos sobre las


características de la Familia de la calle: cómo
queríamos ser vistos, quiénes éramos. El primer
tema que surgió fue el de la amistad: que todos
éramos amigos y que se trataba de “un grupo de
amigos”. Lo que se quería dar a entender con
esa expresión era que todos estábamos en
igualdad: en amistad entre el que necesita y el
que puede dar. A muchos les podría sorprender
ese término utilizado, “amistad”. No se trataba de
una amistad del tipo social, o la que se desarrolla
en un entorno de intereses. ¿Cuál sería el
significado de esta palabra? Hoy me atrevo a
pensar que es el de la amistad del necesitado:
de igualdad y dignidad. Y quizás,
particularizándola un poco más en la calle,
podría ser una amistad que se interpreta como
71
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

desinteresada en lo material, pero muy unida en


lo afectivo y en soportarse grupalmente. La del
amigo que está para afianzarnos, para poder
apoyarnos en él: para que sea nuestro soporte.

¿Por qué surgiría ese planteo?

Creo que fue porque la situación se daba en los


hechos. Estaba plasmada en la práctica de mis
visitaciones; en nuestra relación. Lo que se
deseaba y no se tenía se hizo visible y verídico:
dejó de ser solo un ideal.

Las acciones de caridad se convierten


generalmente en acciones que podríamos llamar
mecanizadas, y como ya lo he desarrollado
anteriormente, en una relación proveedor–
cliente. Lo que caracteriza dicha relación es la
amistad por mutuo interés, donde cada uno
actúa desde su rol inamovible. Esto no implica
que no pueda romperse esa relación, aunque es
cada vez más difícil si durante el tiempo no se
producen cambios. Ambas partes reciben su
paga o intercambio, pero ¿a costa de qué? Dejo
esta pregunta para que cada uno se la conteste,
si decide a tener una relación diferente con el
necesitado.

72
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

¿Por qué aparece el espacio para


desarrollarlo?

Aparece en el entorno de un lugar característico


de los amigos: el de la invitación a la casa. Como
bien sabemos, desde chicos es toda una
situación invitar a los amigos a casa: abrirse en
lo más íntimo para compartir. Allí, se grabó a
fuego la segunda regla: “todas las personas que
se relacionan con la Familia de la calle lo hacen
como amigos”. Si alguien desea colaborar –sea
abogado, médico, o cualquier persona que posea
o no una profesión- lo hará comenzando como
amigo, para luego libremente desarrollarse en el
grupo. El concepto se profundiza allí: no solo se
trata de personas que deseen brindar algo
material, sino que también puedan aportar con
su conocimiento u otras cualidades; pero
siempre la relación igualitaria y cotidiana estará
por encima de la necesidad material. ¿Por qué
cotidiana? Porque se debe dar en el seno de una
relación familiar. Como cuando, si tenemos una
buena familia, no dudamos en pedir ayuda a un
primo, un hermano o a nuestros padres o tíos. Es
quizás difícil de describir, porque hay que vivirlo
para poder percibir cómo es ese deseo. Lo que
debemos remarcar es que ese apetito, esa sed,
engloba en sí misma el anhelo de una utopía,
que al comenzar a palparse en la cotidianeidad
(en una relación horizontal con una persona de
73
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

mejor situación social) deja de serlo, y se


convierte en real. Debemos entender que no se
trata de una situación circunstancial, sino del
inicio de una convivencia, con las características
de un movimiento incipiente.

Tercera regla

Reunidos en el Salón, la comida se prepara entre


varios y la mesa también. Pero no se trata
simplemente de una comida para saciar las
necesidades fisiológicas, sino de una que
permita comer a todos juntos, en dignidad y
autogestionados. Lo que se denominaría “una
comida en común”.

El deseo de los chicos y chicas fue, desde un


principio y sin generar ningún tipo de sentimiento
de obligación, hacer una oración. La regla
siempre fue comer todos juntos.

Cuarta regla

Esta no siempre se cumple; es más un lema:


“todo lo hacemos entre todos”. Generalmente, se
refiere a la limpieza, la preparación de las
comidas, etc.

Todas estas reglas, si bien podían ser cumplidas


en cualquier lugar o espacio, no lo fueron así.
74
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Siempre se asoció a un espacio representado


por el Salón.

“Queremos que nos des estudio bíblico”

Durante ese período, mis visitaciones al Obelisco


fueron diarias. Mi rol en el grupo ya estaba
afianzado: escuchar, colaborar y tratar de que se
ayudaran unos a otros. Allí se comenzó a
consolidar un grupo de mujeres, con el cual –
generalmente luego de repartir mi café y
escuchar a quienes lo necesitaran- tomaba
mates. Una de ellas se dio cuenta de que
podíamos conformar un grupo más activo y
empezó a participar más conmigo. Un día, me
dijo: “¿Por qué no nos enseñas la Biblia?”. Me
sorprendió bastante la inquietud, dado que de
parte de muchos de ellos había rechazo hacia la
religiosidad, producto del acoso de predicadores
o visitas de grupos fundamentalistas. Ellos vieron
en mis acciones otra opción que no era,
podríamos decir “colonizadora”: que no
avasallaba a las personas con creencias y
conductas estrictas.

Lo que hice fue preparar una de las habitaciones


de casa con dos mesas que tenía en desuso.
Luego, estipulamos un día para reunirnos. Si no
recuerdo mal, nos juntábamos los sábados a la
mañana. Venían tres o cuatro chicas, y a veces
75
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

alguna pareja más. Yo les esperaba con


desayuno y mate. Hicimos estudio por mucho
tiempo. Recuerdo que al principio me preguntaba
cómo haría para explicar la historia bíblica. En
general, las chicas tenían algún nivel primario de
los años iniciales.

Se me ocurrió asociar la historia bíblica del


Antiguo Testamento con la Familia de la calle.
Puede ser que a muchos les parezca un tanto
profano, pero en realidad estoy convencido de
que tuvo sus buenos resultados: a algunas
personas las motivó incluso a intentar tener un
espacio donde vivir.

Para lograr la comprensión en una manera


sencilla sobre la existencia de mitos, relatos,
compilaciones y diferentes versiones de un
mismo suceso, les conté un cuento con
perspectivas a futuro sobre la Familia de la calle.
Un relato que a su vez daba proyección
generacional y perspectivas de futuro al grupo.
Más o menos, era así:

“La Familia de la calle ya existía en el Obelisco y


se manifestaba en la calle. Se organizaban de
alguna manera. Muchos de sus integrantes
tenían lazos familiares entre sí. Luego aparecí
yo, Jugo Loco, y nos organizamos mejor.
Comenzamos a reunirnos en el Salón y a
76
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

desarrollar otras actividades. Ahora bien, cada


miembro de la Familia de la calle vivió y vio los
acontecimientos y situaciones con sus propios
ojos; desde su realidad, sus vivencias y las
características que en ese momento tenía
nuestro grupo. El tiempo pasará: Airon, Mía y los
demás chicos (los hijos e hijas de las mujeres)
habrán crecido. Les contaremos nuestros
encuentros y ellos los relatarán desde sus
recuerdos y las narraciones de sus padres. Y si
la Familia de la calle sigue, incluso después de
que Jugo Loco, la Negrita, Ale y los demás
dejen de existir, cuando los más chicos sean
viejos relatarán las historias, teniendo en cuenta
los problemas de la Familia de la calle en ese
tiempo. Así, de generación en generación,
algunos contarán las historias, y los conceptos e
ideas se transmitirán a través del tiempo. Hasta
que, un día, decidan escribirlas. Cada uno
contará según como se la relataron sus familias y
sus propias vivencias. Quizás, en diferentes
tiempos, distintas personas escribirán las
historias e ideas: por ejemplo, alguno escribirá:
“Sobre este problema, la Negrita pensaba u
opinaba así…”. Es decir, no solo relatarán las
reuniones sino también las ideas y
pensamientos. Pero no terminaría allí, ya que en
algún momento alguien o un grupo deseará
poner todas las diferentes versiones en un único

77
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

texto, y se comenzarán a entremezclar cada uno


de los textos originales en uno solo.”

Luego, relataba y describía los libros de la Biblia,


refiriéndome brevemente a las diferentes
tradiciones escritas. Todo esto era muy
motivador para algunas mujeres, y daba una
perspectiva de tener esperanza de establecerse
en una tierra propia: no solamente ellas, sino
también sus familias.

78
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Séptima Parte:
Los estudios bíblicos

“Quería comentarte algo, que no sé por qué


pensé anoche en decírtelo. La salvación es
individual y comunitaria, no por medio del
compromiso, sino a través del amor. El amor
es el que salva, el amor es el que nos
permite escuchar a la otra persona y no
juzgarla, acompañarla en sus deseos y en
sus perspectivas. Dejando de lado las
ansiedades personales que se proyectan
sobre el otro y limitan su libertad. Hay que
darse la posibilidad de obligarse menos y
amar más, para poder ponerse en los ojos y
en la realidad del otro para poder
acompañarle.
Que tengas un buen día.”
Introducción

El estudio puede ser ejercido de diferentes


maneras; así también el espíritu puede ser
adiestrado para la sumisión o acompañado para
su liberación.

Los planteos iniciales

Cuando comencé entendía que debía adaptar mi


lenguaje y el de la Biblia al lenguaje de la calle.
79
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Si bien esto era algo positivo, no me permitió


concentrarme en comprender que para
interpretar los textos bíblicos se requería de
capacidades de lectura, análisis e interpretación
de textos, así como también de conocimientos
básicos o preparación en geografía e historia.

El grupo de mujeres que se estaba formando era


muy diferente a la experiencia que había tenido
con la ranchada de Carlos. Carlos era una
persona instruida, y si mal no recuerdo compartía
sus conocimientos con los demás. En el grupo
de las amigas del Obelo (como le decimos
cariñosamente al Obelisco) no había personas
con formación. Era un gran reto.

Cuando la teoría comienza a hacer agua

Los estudios bíblicos se realizaron en casa, en


una sala que tengo para reuniones. Es una salita
que da a un pulmón de manzana (espacio
reducido libre): muy tranquila, donde no llegan
los ruidos de la calle. Para nosotros era un oasis.
Los elementos en la sala eran:

Dos mesas unidas

Sillas de distinto tipo y un sillón al cual llamamos


“el trono”.

80
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Tres biblias: dos Reina-Valera 1960 y una en


lenguaje contemporáneo.

Elementos para preparar y tomar mate.

Platos y alimentos como pan o galletitas.

Se podría decir que lo típico para cualquier


estudio convencional, aunque algunos
componentes tenían un sentido para el grupo. De
ellos podríamos decir lo siguiente:

El espacio. La sala y el departamento mismo,


por ser interior, estaba separado de toda la
agresividad sonora de la calle. Así, nos ponía a
todos en capacidad de estar más tranquilos, en
armonía. Este espacio, a través de la comida y el
mate, se vinculaba con la cocina: un lugar donde
algunas de las mujeres preparaban el agua
caliente, tomaban los utensilios, cortaban el pan,
etc. Todo para compartir. Como las chicas
venían con sus hijas e hijos, también el living
tenía una función: sala de entretenimiento para
los más pequeños. Ninguno de estos espacios
estaba a disposición en la calle o en los hoteles
donde vivían las chicas. Los hoteles –a los
cuales acceden por medio de los planes del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires- les
alquilan mensualmente una pequeña habitación
de unos tres por tres metros, donde

81
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

generalmente duerme una pareja y sus tres o


cuatro niños. En algunos casos, pueden tener
una cocina en común o baños compartidos. En
temporadas de calor, más que todo, el hotel (es
decir, la vivienda a la cual acceden) no puede
considerarse un lugar para estar. Solo se está
allí para dormir o a veces para almorzar. El
esparcimiento y la vida misma queda en la calle
o las plazas, por lo cual el acceso a mi casa se
convertía en una posibilidad diferente.
La mesa. La mesa es dignidad, es verse las
caras, es encuentro. En la gran mayoría de los
hoteles no se permiten las visitas, salvo con
algún permiso que generalmente queda limitado
a personas con apariencia y lenguaje no
indigente (por ejemplo, yo). Con lo cual el
encuentro queda en el espacio público: la calle,
alguna pared baja, un escalón en el frente de
una casa, etc. Lugares donde en general no se
crea un ambiente de relación cara a cara y sin
interrupciones.

Los alimentos y los utensilios. No se accede a


una mesa en el hotel ni en la calle. Un elemento
que, si bien es básico para muchos, ya no se le
da la utilidad y el significado que tiene. Compartir
la comida, aunque esta sea elemental –galletitas,
pan con manteca, mate- produce una dinámica
paralela al estudio, pues unos y otros se sirven
entre sí.
82
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Las Biblias. Podemos verla como un libro o más


bien un compendio de libros, pero para algunas
de las chicas era al mismo tiempo un elemento
con poderes mágicos. En el hotel se la guardaba
en lugares especiales: debajo de la almohada
para proteger en la noche, cerca de los enfermos
como elemento curativo, etc. Es decir, un
elemento que se veía en espacios diferentes.

Todo esto generaba un ambiente nuevo y


acogedor para muchas de las chicas.

La inquietud había partido de la Negrita en el


Obelisco, quien tomó un liderazgo. En los
primeros encuentros las chicas vivían en la calle,
pero luego ya estaban en un mismo hotel todas
juntas. Comenzamos a reunirnos un día de la
semana a la tarde y luego cambiamos por los
sábados a la mañana. La Negrita tenía un rol
fundamental que consistía en convocar a las
chicas y venir a casa en un rango horario. Nunca
fue fácil cumplir un horario fijo: siempre
terminábamos reuniéndonos de una a dos horas
más tarde de lo planeado. Cuando llegaba la
hora, yo solía mandarle mensajes de texto (SMS)
a ella, quien después de levantarse golpeaba la
puerta de las habitaciones de las otras chicas,
para que se prepararan ellas y sus niñas/os.

83
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Cuando llegaban a casa, se acomodaban en la


sala y preparaban todas las cosas. Una vez que
los chicos estaban en el living y ellas sentadas a
la mesa, comenzábamos con el estudio.

¿Por dónde empezar el estudio?

Uno podría enfrentarse con la primera página de


la Biblia: el primer capítulo del Génesis. La
pregunta que me hice fue: ¿por qué comenzar
por allí? Y luego, otras: ¿Es relevante para la
situación de los educandos indagar los textos
míticos de la creación? ¿Es considerable para su
realidad estudiar los relatos y cuentos del
Génesis? ¿Aportarán algo en concreto? Para
contestar estas preguntas primero había que
reflexionar sobre su lugar en la sociedad, las
circunstancias del grupo, la proyección del grupo
como mujeres y la de la Familia de la calle.

Su contexto como mujeres de la Familia de la


calle pasaba por:

Marginación frente al hombre de la Familia de


calle

Pertenencia a un grupo invisible para la sociedad

84
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Algunas de las mujeres que han nacido en


familias en situación de calle van desde la
primera hasta la quinta generación.

Presencia de ranchadas o grupos compactos con


relaciones interfamiliares

Identidad de “Familia de calle”

Léxico común

Insertar en este contexto una serie de mitos para


su reflexión abstracta no me pareció lo más
adecuado. Debía primar todo aquello que
fortaleciera la entidad del grupo, la crítica al
patriarcado; ver la Biblia como una herramienta
para comprender que ellas mismas pueden ser
los actores de su cambio tanto personal como
grupal; el fortalecimiento del grupo y su
proyección a futuro. La historia fundante de la
liberación es el Éxodo: un texto que profundiza el
proyecto divino de liberación y el establecimiento
en una tierra propia, con todo lo necesario para
vivir.

Recuerdo que comenzamos con el análisis del


relato hasta que llegamos a Éxodo 2: 21, donde
el sacerdote Jetro “dio su hija Séfora por mujer a
Moises”. Entonces, una de las chicas me
reclama a voz viva: “¿Y cómo la madre no dijo

85
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

nada?”, refiriéndose a que la hija había sido dada


como un objeto por el padre, y que si la madre
como mujer no había tenido objeciones a ello.
Fue muy motivador ver cómo por ellas mismas
encontraban situaciones de poder patriarcal y
criticaban el texto bíblico. Allí pasé a explicarles
sobre la invisibilización de la mujer en la Biblia, y
les di algunos ejemplos de mujeres prominentes
como Débora, Rebeca, etc. Lo más importante
fue que si bien ellas en algunos casos tenían una
imagen mágica o mística del “libro”, encontraron
un espacio para poder deconstruir y cuestionar
ese concepto.

A lo largo del relato del Éxodo me di cuenta de


que las chicas no lograban tener empatía con el
texto en sí mismo: que no lo podían asimilar o
verse en él. ¿Por qué? Por una parte, porque no
se veían como oprimidas; y por el otro lado, no
podían asociar su situación de marginación con
la de la esclavitud de los hebreos, ya que estos
tenían casa y trabajaban. Dos atributos que las
chicas no tenían, y por ende, no se veían
reflejadas en el texto. Sin embargo, considero
que gracias a la intercalación de las referencias a
la tierra prometida, este relato creó un
antecedente para verse en el texto. Aunada al
relato (y tal vez de manera inconsciente) estaba
mi guía, la cual trataba de que fuera forjando la

86
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

concepción de pueblo y su asentamiento en una


tierra propia.

¿Por qué se alejó el concepto esclavitud de


los de exclusión y marginación?

Yo creo que tiene que ver con que, a pesar de


ser un grupo social marginado y discriminado,
existe un liderazgo generador de una cultura que
pretende expresarse con anhelos de
superioridad. Por ejemplo, consideraciones
como:
 Yo como de la basura y el resto de la gente
no.
 Yo tengo una necesidad y “los trabajo” para
obtener lo que necesito o deseo. Puedo
dominarlos. (*)
 Yo vivo sin nada y con lo que tengo: “lo
material va y viene”. (**)

(*) Aunque dicha relación se convierta en


contraproducente.
(**) Aunque sea una excusa que en realidad
oculta determinados temores.

Con este grupo llegamos hasta el estudio de


Jueces y Josué. Creo que la Negrita se vio
motivada por la historia de la jueza Débora y su
convocatoria. Nos reunimos muchas veces:
87
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

algunas personas se agregaron y otras


discontinuaron su participación.
Para algunas de las chicas se veía limitada la
interpretación del texto e incluso la comprensión
de mis explicaciones, debido a la falta de una
fase educativa.

La falta de otras personas que se involucraran


como dadores limitaba la posibilidad de realizar
un proceso de educación básica que
complementara al estudio bíblico, el cual
representaba una fuente de reflexión para la
liberación. El relato bíblico era crucial para
abordar diferentes problemáticas del grupo y
para, de alguna manera, comenzar a hacerles
pensar en un proyecto futuro. Lamentablemente,
no pude conseguir otra persona que se
encargara de compartir clases de lectura y
matemática básica. Consciente de la situación y
avanzado el estudio bíblico, comencé a practicar
la lectura y el desarrollo de las explicaciones de
los textos utilizando analogías con situaciones o
expresiones de calle.

En ese tiempo conseguí material básico de


catequesis, pero al leerlo me di cuenta de que se
basaba en un entorno familiar o social centrado
en el hogar y el trabajo. Al principio, las mujeres
se reían cuando hacia una mención relacionada
con la actividad en una casa o en un trabajo,
88
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

porque dichos conceptos no eran parte de su


vida cotidiana. Me propuse entonces modificar
las explicaciones en torno a la ranchada y la
mendicidad, sin quitar las perspectivas de
fomento de una vida más digna. Mi lenguaje
debía pasar por un tamiz que filtrara aquellos
conceptos de mi vida cotidiana y los transformara
en algo más palpable para su realidad, a la cual
yo también accedía a través de la convivencia
que se iba generando. Esta práctica ya estaba
dada en el habla cotidiana, pero al llevarla al
estudio bíblico debía romper mi formato
tradicional de reflexión y mis expresiones.
Muchas palabras no eran entendidas una gran
cantidad de veces, y debía estar muy atento a
sus reacciones, dado que era fundamental no
dejar que se generara un distanciamiento mayor
entre ellas y yo.

En una de las reuniones se me ocurrió


preguntarles qué era Dios, y allí fue cuando
conocí la angustia profunda pero de tipo
diferente a la que había experimentado en un
entorno de injusticias y necesidades extremas.
Hubo un silencio, y solo una de las mujeres quiso
hablar. Ella pertenece a la cuarta generación de
una familia en situación de calle, y dijo: “Dios es
como alguien que pasa, y viene y te ayuda… Y
vuelve cada tanto, te ayuda y se va.” Lo que ella
manifestaba estaba directamente vinculado a la
89
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

mendicidad en la calle: pasa un transeúnte y


ayuda a la persona que está pidiendo, y si se
genera un vínculo, vuelve otra vez a prestar
ayuda. Me di cuenta de que el suyo era el Dios-
proveedor del modelo proveedor-cliente que
ejercemos las personas pudientes que
ayudamos. No había otra realidad o aspiración
en su vida más que esperar a que alguien le
ayude y luego vuelva. Sentí mucha tristeza, pero
me sirvió para comprender el valor del Dios
liberador en la historia y a ellos como artífices de
la suya propia, comenzando por las actitudes
más sencillas o los primeros logros que íbamos
teniendo. Resumiendo el concepto: como una
vez un teólogo brasileño de San Leopoldo me
había confirmado, hay personas de calle que nos
ven como Dioses.

Más adelante, incorporé al estudio bíblico


algunos relatos de ficción en el entorno de la
calle que incluían personalidades típicas dentro
del grupo e interpretaciones de textos bíblicos.
Esto nos permitió trabajar con conceptos y en la
descodificación de palabras. Por medio de la
interpretación de cuentos se puede comprender
que hay criterios y palabras que se esconden, y
el reconocer su ocultamiento es un paso para la
superación de adicciones.

90
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

En tiempos posteriores siguieron los estudios


bíblicos: hubo rotación de personas e
interrupciones de los grupos, con muchísimas
experiencias más complejas y edificantes para
mí. Porque el estudio bíblico basado en el
diálogo permite que uno como educador se
instruya y aprenda, sobre todo de aquellas
visiones desde los necesitados y sus realidades
que desestructuran y critican con voz sencilla las
premisas de nuestro mundo dominador.

91
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Octava Parte:
Acompañar a una referente para el
grupo

Una compañera que asumió un liderazgo que


no fue del todo constructivo

Como comenté antes, la Negrita había tomado


un rol importante en el grupo: no solo de
mujeres, sino en general. Había hablado con su
pareja y considerado que era prudente
ayudarme. Creo que la idea se solidificó cuando
los fui a visitar un par de veces a un hotel cerca
de La Boca. Como siempre, el grupo tuvo
momentos de concentración y dispersión: esa
vez hubo uno de dispersión. Ella manifestó que
me ayudaría. Esto fue mucho antes de los
estudios bíblicos.

Ella comenzó a hablar con otras mujeres, a


darme una mano para agrupar a las otras
personas en torno a las diferentes actividades
que hacíamos. Íbamos juntos de un lado al otro.
Yo también la ayudaba mucho a ella, tratando de
apoyarla como posible referente futuro en el
grupo. Si bien yo siempre estaba presente,
también “le daba algunas mañas”, como decía
Leandro, un amigo que falleció un fin de año
cuando yo estaba de vacaciones en Córdoba.

93
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Para esa época, yo había decidido dejar de usar


la mochila donde llevaba los termos. Dado que al
principio había pensado en esta por considerarla
menos intrusiva, pasado un tiempo decidí utilizar
un carrito. Paralelamente, comenzaron a
aparecer requerimientos de acompañamiento a
hospitales o a hacer trámites.

Algunos chicos que estaban un tanto dejados por


la cotidianidad del dolor, buscaban en mí alguien
con quien poder acompañar sus necesidades. A
veces me pedían que quedáramos en un día y
horario para que les hiciera “la segunda”: es
decir, para que con ese encuentro pudieran
iniciar el camino hacia un hospital o un lugar
donde requerían hacer algún trámite. Es muy
interesante este concepto, que refleja cómo en
las expresiones o pedidos que surgen de ellos se
deja ver la necesidad de un bastón: una opción
donde apoyarse o basarse. A veces es tanto el
“miedo” a iniciar o tomar una iniciativa, que es
necesario crear una obligación o vínculo con un
conocido. Así, una vez tomada la decisión de
iniciar y estando a tiempo (lo cual no era
sencillo), ir acompañado al lugar.

¿Por qué estas dos primeras etapas no son


tan sencillas? ¿Cómo es eso?

Antes de explicarlo, debo asumir que me olvidé


94
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

de un paso anterior. En un principio, no era fácil


que pudieran asociar el tiempo de sus vidas con
un día y horario, por lo cual la Negrita se
ocupaba también de los recordatorios. Era algo
muy importante, y aunque no lo parezca, hacía
de nexo entre la persona y mi labor: armonizaba
e incluía mi acción en su mundo diario.

Como desarrollé capítulos atrás, las personas


que están muy quebradas en sus sentimientos,
autoestima y proyección de futuro se inmovilizan,
se osifican, se convierten en estatuas vivientes;
no en un sentido poético o artístico, sino en la
inanimación sin perspectivas. Iba a utilizar la
palabra “sueños” en vez de “perspectiva”, pero la
siento un poco desubicada para la realidad de la
que hablamos. Podríamos decir que los sueños
están escondidos bajo una costra, barrera o
paredón, que hace falta abrir o a la que hay que
hacerle una hendija para poder dejarlos fluir
aunque sea por unos instantes.

¿Qué me pedía el hermano de calle? Pues


generarse una obligación por medio de un
compromiso con una persona cercana, o a quien
él considera una persona en la cual pudiera
confiar al verse comprendido y sentirse
apreciado. No está pidiendo que se lo pase a
buscar y se lo lleve, sino que necesita generar un
nexo que le permita empujarse y levantarse por
95
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

sí mismo. En su inconsciente, sabe que es él


quien debe ser el creador de la acción, el dueño
de su movimiento. Está pidiendo una relación
liberadora no dependiente. Esto demuestra que
el espíritu del oprimido, del pobre, hasta en las
situaciones más adversas desea liberarse, no ser
liberado. Tener autonomía. Reconociendo esto, y
una vez en el lugar, dejaba que la persona
tomara iniciativa de arrancar y yo “le hacia la
segunda”. Quizás la segunda marcha, pero una
marcha en un segundo lugar, que aportara los
recursos: no siendo “el ejecutor”.

Así era como nos complementábamos con la


Negrita. Yo, dentro de mis capacidades, siempre
estaba al tanto de las necesidades de su familia.

Cuando empezó a funcionar todo esto, a tomar


un ritmo, me di cuenta de que estaba haciendo el
rol de padre, tío, primo o esposo, según la
relación con cada uno. Y me prestaba a ello sin
generar ningún tipo de dependencia. Mientras
tanto, veía cómo su niñito Airon, en especial, me
iba tomando como un referente. No olvido mi
emoción la primera vez que me abrió los brazos.
Allí me di cuenta de que podía tener una
influencia en él y que iba a ser recibida. Quizás
podría darle otras opciones o imágenes que le
mostraran realidades o posibilidades diferentes
de las que veía desde la mirada de sus padres.
96
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

No obstante y por supuesto, bajo ninguna


circunstancia debía yo estar sobre ellos.

Comenzamos a hacer reuniones en casa aparte


del estudio bíblico, que consistían en tratar un
tema en cada encuentro. Yo había apreciado que
en el trato entre madres e hijos había un
vocabulario violento además de castigos físicos:
unas veces leves, y otras no tanto. Con lo cual
comencé con un primer objetivo a tratar: la
crianza de los niños y la violencia infantil.
Seleccionaba videos y notas de internet.

Recuerdo que busqué videos de distinto tipo:


unos eran de concientización con fotografías o
videos de niños golpeados, y otros eran con
animaciones o marionetas, los cuales
desarrollaban una historia y contenían
determinadas afirmaciones sobre los derechos
universales del niño y el no uso de la violencia.
Las notas las íbamos leyendo en el televisor
entre todos, y hacíamos comentarios. También,
vimos videos con imágenes de niños golpeados,
algún texto recitado y una composición musical.
Noté que las chicas se ponían sensibles ante
estos videos, pero como en una especie de
evocación: como si volvieran a vivir las
situaciones. No me pareció que solo el
avivamiento de sentimientos contrapuestos
pudiera ser productivo para el abordaje de la
97
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

problemática, si bien ellas lo consideraban


interesante. A continuación, vimos el material
animado y con marionetas que desarrollaba una
historia y transmitía los conceptos sobre los
derechos del niño por medio de mensajes
directos. Era un material de muy buen nivel
educativo y con una temática cultural local.

Hubo un reclamo: ¡¿Por qué se pasaba un video


que no era con imágenes reales?! Allí me di
cuenta de que había rememoración y melancolía
en el recuerdo, y que esto era deseado por ellas.
Que esas sensaciones, en cierta manera,
inhibían la posibilidad de ver el problema en lo
más profundo o en el análisis de reglas de
protección al menor. ¿Por qué? Porque el
mensaje directo apelaba a la actitud violenta que
generalmente se encarnaba, repitiéndose en un
ciclo que venía de generación en generación. En
el caso de las imágenes realistas
contextualizadas con música melódica, los
sentimientos se concentraban en sus vivencias
pasadas. Ello no implicaba que se produjera una
reflexión en torno al daño hacia sus propios hijos
o una ruptura con la cultura del castigo impuesta
por sus padres; aunque no se niega que el
reavivar los sentimientos encontrados puede
generar un deseo de justicia a nivel personal.
Después de charlas sobre el tema y exposición
de trabajos audiovisuales, no logré que quien
98
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

más me interesaba (una de las amigas) pudiera


hacer una ruptura con la cultura de castigo y
desvalorización verbal por medio de frases
hirientes o ultrajantes hacia algunos niños. Con
sus hijos intentaba ser diferente, pero tenía el
problema de que utilizaba esta modalidad con
sus sobrinas y sobrinos, la cual se volvía a veces
muy recurrente y abusiva. Su madre era violenta,
según lo que ella relató alguna vez: cuando ellos
no pedían, los llevaba al baño de un local de
comidas rápidas y les castigaba con golpes. Pero
ella, a su vez, tenía una valorización un poco
idealizada de su madre y la recordaba –según
creo yo- como una especie de líder.

Intenté mostrarle a través del ejemplo, sobre


todo ante determinadas situaciones, como
cuando su hijo más chico hacía algún berrinche.
En esos casos yo trataba de calmarlo o hacerlo
cambiar de opinión tratándolo afectuosamente,
dándole la palabra o por medio de diálogo. Con
el tiempo, ella comenzó a notar la diferencia
entre el castigo y el afecto. Mi error fue que, si
bien le estaba enseñando con el ejemplo y no
dirigiéndole, no hubo espacio para que ella
ensayara por su cuenta las situaciones. O quizás
habría necesitado una acción mía que la incitara
a realizar un cambio. Pero si de algo estoy
seguro es de que ella advertía mi trato, si bien no

99
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

le era posible reproducirlo en determinadas


circunstancias.

El liderazgo sobre las mujeres

Siento que nunca propicié o fomenté un


liderazgo propio, sino que más bien esperaba
que a través del método o el ejemplo se fuera
conformando una manera horizontal de
relacionarse entre las mujeres del grupo. La
Negrita se veía a sí misma como una figura un
tanto personalista: ella comenzó a dirigir a las
mujeres, y sin darme cuenta creo que terminó
manejándolas para que participaran en las
actividades que hacíamos. Yo no lo percibí, y
solo dejé que ella actuara libremente. El tema es
que si bien realizamos muchas actividades, ella
terminaba dominando a las demás mujeres en
aquellos espacios de recreación o momentos de
organización, actuando con cierta violencia
psicológica, o sometiéndolas por medio de
comentarios o directivas. Yo no lo percibí, o tuve
la “falsa concepción” de que como el lenguaje de
calle en gran parte encierra violencia verbal y
actitudes prejuiciosas hacia otros del grupo, solo
se trataba de una expresión cultural. Hoy me doy
cuenta de que fue un gran error, y de que se
trató de mi inexperiencia o idealización.

100
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Pese a todo ello íbamos a la par, siempre


haciendo algo para los amigos de la Familia de la
calle: respetando su palabra y tratando de
mostrar ese respeto en la pluralidad del grupo.

Cierta vez, una de las mujeres –la Ale- se había


juntado con un chico nuevo; un chico muy
tranquilo. Sin embargo, a la Negrita (desconozco
por qué motivos) no le gustaba. Alejandra tenía
dos niñas y se había separado de su pareja. Ella
comenzó a traer al muchacho a las actividades.
En ese período se habían quedado en la calle,
debido a un problema en el hotel donde vivía la
gran mayoría de las chicas. Ante esta situación,
la Negrita venía a casa y llamábamos a hoteles
de una lista que teníamos del Gobierno de la
Ciudad. Las llamadas no daban resultado: los
hoteles no admitían niños, o bien no querían
aceptar amparos (*) o el subsidio habitacional
dado por la ciudad. Ellas se habían mudado a
San Telmo y yo las iba a visitar. Un día, pasé por
un hotel familiar y pensé: “voy a preguntar”. Entré
y consulté con la encargada si había
habitaciones. Me confirmó que tenía dos.

Fui a buscar a la Negrita urgentemente y le


avisé; el único problema era el dinero del primer
mes para entrar. Por suerte, en esos días tenía
unos ahorros y podía colaborarles. Al otro día las
pasé a buscar temprano y fuimos al hotel para
101
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

ingresar. La mujer nos reconoció y ofreció las


dos habitaciones, pero Ale se negó: me dijo que
no quería estar más con su compañera. No hubo
manera de convencerla, por lo cual solo la
Negrita y su familia se acomodaron en el hotel.
Lamentablemente, Ale se fue a provincia y
comenzó otra historia que no terminó bien. Pero
ese suceso me hizo reflexionar un poco sobre la
situación: por un lado, valoraba la colaboración
permanente de ella en el grupo; pero por el otro,
notaba su asfixiante relación con las demás
chicas y hermanas.

Con sus hijos era diferente, pero con las demás y


con las hijas de estas descargaba una cierta
manera de poder y hasta de violencia verbal. Por
una parte, ella quería venir a las reuniones y
participar de las charlas contra la violencia; pero
por la otra, necesitaba mantener vivo cierto
legado materno relacionado con el juzgamiento y
la dominación. Recuerdo que a su sobrina la
llamaba y la hacía quedar con ella, mientras en
voz baja le repetía todo tipo de improperios,
como si la criatura tuviera que pasar por un
proceso de formación relacionado con eso. De a
poco fui entendiendo que tal cosa estaba muy en
sintonía con la personalidad de su madre.

Lamentablemente, con el tiempo muchas de las


chicas dejaron de venir, ya fuera por el trato de
102
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

ella para con las demás mujeres o aquel que


practicaba hacia sus hijos.

(*) Amparo: es el método por el cual una


institución intima a la ciudad a hacerse cargo de
una familia que no tiene dónde vivir hasta que
solucione su situación.

103
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Novena Parte:
La opresión en los grupos minoritarios

Introducción

Este escrito está basado en parte en el trabajo


Characteristics of Oppressed and Oppressor
Peoples: Their Effect on the Interpreting Context
de Charlotte Baker-Shenk, tras haber sido
adaptado a un texto para la Familia de la calle.

¿Cuándo pertenecemos a un grupo


minoritario oprimido?

Cuando sufres porque el grupo dominante posee


todo a lo que vos no podés acceder, lo cual no te
permite determinar tu futuro y daña tu
autoestima, tus capacidades, tu inteligencia y tu
derecho a ser diferente; a afirmar tu diferencia y
tu manera de ser. Es decir, que no tienes poder
para negociar con las instituciones que influyen
en tu vida y careces de oportunidades para la
autodeterminación: para tomar tu propio rumbo y
progresar a tu manera. A menudo, estas
personas rechazan o no aceptan la forma en que
hablas, juzgan el valor de tus palabras y te dan
pocas oportunidades para expresarte,
menospreciando tu cultura.

105
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Sucede cuando no has podido acceder a una


buena educación porque la sociedad no
garantizó las posibilidades para que concurrieras
a una escuela en tu infancia, con el objetivo de
que después te enfrentaras a la escasez de
trabajo y oportunidades para progresar. Muchas
veces, se manifiesta también en discriminación a
la hora de buscar alojamiento, acceder a una
vivienda digna o a tener atención médica.

¿Cómo llega a ocultarse en la sociedad esta


situación de opresión?

Goffman (1963), un reconocido sociólogo,


explica que los grupos minoritarios oprimidos
tienden a tener un estigma: o sea, que se les ve
como personas inferiores. El estigma es un
“rasgo profundamente desacreditador” que se
considera una falencia o defecto en las personas
que lo padecen. Por regla general, las personas
desarrollan expectativas sobre la manera en la
que deben actuar las otras y cómo debe ser su
apariencia. Los miembros de los grupos
dominantes o de poder en la sociedad también
desarrollan expectativas sobre la manera en que
otras personas deben vestirse, comportarse y
pensar, comparándolos con cómo son ellos
mismos. Las personas dominantes (socialmente
mejor acomodadas) determinan un “patrón”: una
manera de cómo se debe ser y verse ante los
106
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

demás. No obstante, existen algunas personas


se rebelan contra ese supuesto “patrón”. Esto se
manifiesta por ejemplo con “personas de color”,
marginadas, sordas y homosexuales, entre otras.

Desafortunadamente, los miembros de los


grupos dominantes que crean y controlan el
mundo en que vivimos rechazan en general otras
maneras de ser, expresiones, etc. Para dar un
ejemplo de este comportamiento injusto,
podemos decir que muchos consideran a las
personas negras como perezosas,
intelectualmente inferiores o irresponsables.

Las características de las personas oprimidas

¿Qué es lo que sucede cuando se imponen


estos prejuicios hacia las personas en
desventaja social, como por ejemplo los
miembros de la familia de la calle?

Aquella actitud prejuiciosa ante los rasgos que


los estigmatizan y marcan como diferentes es
tomada como propia, por lo que a su vez se usan
dichos atributos para denigrarse a sí mismos y a
sus compañeros.

El pensador Paulo Freire habla de una vida en


dualidad: en los dos mundos. Por un lado, las
personas oprimidas desean liberarse y gozar de
107
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

autodeterminación, de hablar y actuar por su


propia cuenta, de tener opciones, de romper su
silencio. Por ejemplo, de tener voz y hablar
directamente con las autoridades de la iglesia
que nos prestaba el Salón para pasar el día.
Pero por el otro, desean parecerse a aquellos
mismos que los dominan, y comienzan a
discriminar y/o dominar a sus propios
compañeros de la familia de calle.

El deseo de libertad de las personas oprimidas


también se manifiesta en sus expresiones de
resentimiento y hasta odio contra el opresor, y en
sus fantasías de venganza. Estas expresiones
muestran su deseo de salir de debajo del martillo
que los oprime y les niega su libertad. Por otra
parte, las personas oprimidas a menudo quieren
ser como su opresor: han interiorizado los
valores y la manera de pensar, juzgar y vivir
desde la superioridad del grupo dominante. Los
oprimidos sienten una atracción irresistible hacia
sus dominadores y su cultura: quieren seguirlos y
hacer lo mismo que ellos. De acuerdo con esta
lógica, aquellos amigos y amigas de la calle que
son más fuertes se consideran superiores,
porque pueden soportar las inclemencias y
penas a las cuales les somete la vida y las
privaciones.

108
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Freire observa que las personas oprimidas


tienden a repetir las palabras del opresor: se
desestiman ellos mismos diciendo que son
ignorantes, perezosos, enfermos, improductivos
e inferiores. Carecen de autoestima y, además,
no confían en sus compañeros que comparten la
misma situación.

Freire también encuentra que otra característica


de las personas oprimidas resulta ser la
“violencia horizontal”: tienden a desahogar sus
frustraciones y desesperaciones con sus
compañeros de una forma agresiva y a veces
violenta. Otro rasgo de las personas oprimidas
se llama “conciencia de esclavitud” o “actitud
fatalista” (Freire, 1970, 1973). La persona
oprimida se vuelve dócil y pasiva hacia la
situación opresiva, pues piensa: “No puedo hacer
nada al respecto”. La persona simplemente se
acomoda a su realidad. Otra característica de los
oprimidos es su creencia difusa y mágica en el
poder y la invulnerabilidad del opresor. Freire
comenta: “los opresores poderosos nunca
cometen errores, tienen todo lo que pudieran
desear, pueden conseguir trabajos y dinero con
facilidad.”

Las personas oprimidas creen profundamente en


que ellos mismos tienen que ser opresores para
lograr su propia supervivencia. A la vez,
109
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

dependen emocionalmente: necesitan a los


opresores para que hagan cosas para ellos
que no pueden hacer por sí mismos. Por
tanto, sienten un profundo “temor a la
libertad” cuando se encuentran con la
posibilidad de “liberación”. Resisten también
su propio avance hacia la liberación porque
temen que conduzca a aún más represión por
parte del opresor.

Cualidades de los opresores: ¿qué


comportamientos y actitudes caracterizan a
los miembros del grupo opresor?

El grupo opresor es el grupo dominante y


poderoso. Como se mencionó antes, los
miembros de este grupo creen que su manera es
“la mejor manera”, la manera “correcta”, la
manera “refinada” o “inteligente”. Así, la primera
característica del grupo opresor es su
perspectiva peyorativa respecto de los oprimidos.
Ven a estas personas como inferiores, sin
capacidades, en quienes no se puede confiar,
etc. Debido a que el grupo dominante cree que
es superior a los oprimidos, automáticamente
supone que éstos quieren cambiar y ser como
ellos.

Otra característica del grupo dominante opresor


es el paternalismo hacia los oprimidos: “Estos
110
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

pobrecitos me necesitan: yo los cuidaré”; “estoy


haciendo todas estas cosas para ayudar”. En
realidad se trata de que se desea mantener una
relación de dominación sobre el oprimido porque
reafirma su superioridad y les hace sentir bien
consigo mismos. La dependencia que tienen los
oprimidos mantiene los empleos de los
opresores. Junto con el paternalismo está lo que
se llama una “conciencia de posesión” profunda
(Freire, 1970): “Estas personas son mías; están
bajo mi control”. Tal conciencia subyacente se
escucha en frases como “mis amigos de la calle”
o “mis estudiantes de Biblia” (en sentido
posesivo, como si estas personas fueran suyas).
Una característica interesante de los opresores
es el deseo de agradecimiento y aprobación de
su comportamiento por parte de los oprimidos.
Necesitamos que nos digan que vamos bien, que
estamos haciendo un buen trabajo, que somos
personas buenas. La gente pobre debe ser
agradecida por las cositas que las personas
pudientes les dan (aunque sean las reglas de
nuestro sistema las que los mantienen en la
pobreza y a nosotros nos ponen en la cima). Por
último, otra característica importante del grupo
dominante opresor es su temerosa y rabiosa
reacción hacia los esfuerzos de los oprimidos por
liberarse…

111
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Décima Parte:
¡Cuidado! ¿Acompañás o te prestás a
ser usado?

Como comenté en los capítulos anteriores, una


de las mujeres y yo íbamos a la par en la
organización, y de alguna manera nos
estábamos complementando. Por mi parte,
trataba de probar nuevas formas para el trabajo
en grupo.

Unos años antes de lo que narraré, una amiga y


su pareja tuvieron una niña. La relación entre
ellos se volvió complicada: la mamá dejó el hotel
en que vivía y se fue a Plaza Once. Allí, se
habría perdido en el consumo de paco, según
me enteré. Al poco tiempo y de acuerdo con los
relatos, otra mujer fue a buscarla, le sacó la nena
y la trajo a vivir con ella a su hotel. Días después,
cuando la mamá tomó conciencia, volvió al
Obelisco y se hizo cargo de su hija. El tiempo
pasó y la niña fue creciendo. Por tiempos sus
padres estaban juntos, y en otros, separados.

En una oportunidad, el papá desapareció con la


niña por una semana. Pobre niña: tan temerosa,
tan frágil, tan sensible. No supimos exactamente
qué pasó, pero cuando retornó, cada vez que me
acercaba o se acercaba un hombre, daba la

113
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

espalda y se recluía en sí misma. Recuerdo que


nos reunimos en el hotel para estar con ella: la
mujer que la había ido a buscar a Once, la mamá
y no recuerdo si también otra madre del grupo.

Al poco tiempo, la mamá tuvo otra beba y


conoció a un muchacho. Venían al Cine Careta,
el cual es una actividad que hacemos los martes
en mi casa: vemos una película y compartimos
algo de comer. Resultaba que, por algún motivo,
a la mujer que había rescatado a la nena de
Once no le gustaba la pareja de la mamá de las
niñas. Debido a ello, la mamá se fue del hotel y
volvió a la calle con su nueva pareja. Durante
mucho tiempo no supimos nada, y solo nos
llegaron rumores de que estaban en la zona de
Puerto Madero, debajo de la autopista.
Empezamos a buscarla, hasta que después de
varios recorridos la encontramos en un sector
que era un hoyo tapado con unas chapas. Las
nenas estaban muy sucias. La mujer que me
acompañaba se acercó a su amiga (la mamá de
las nenas) y la arretó o intimidó como si ella
fuera su propia madre. Yo no intervine.

Después de discutir un poco convinieron en que


la amiga de la madre se llevaría a Mía para
bañarla y cuidarla hasta el otro día, en que la
iríamos a buscar. Ese día, Mía se pegó
muchísimo a mí: hubo un espacio donde le pude
114
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

dar afecto. De allí en más se produjo una


relación especial con ella. Pero eso no duró
mucho porque la mamá se cansó de que su
amiga no aceptara a su pareja, y terminó
yéndose con las dos nenas. Se fue a vivir a
provincia con una de las hermanas de la amiga.
Al tiempo, la amiga me comentó que su hermana
la hacía pedir dinero a la mamá y a sus nenas.
Pasado un tiempo fui a visitarlas donde
supuestamente pedían, en la 9 de Julio. Luego,
esta amiga (la cual como se imaginarán también
era amiga mía) me insistió en que su hermana le
pegaba a las nenas. Con lo cual decidí darle los
recursos a esta señora para hacer una denuncia
telefónica en el sistema del Gobierno de la
Ciudad. Llamamos dos veces y asentamos dos
denuncias, pero según nuestra información nadie
apareció en la zona para verificar la situación.

Después, la señora me comentó que la mamá se


fue de casa de su hermana y dejó allí a las dos
criaturas; y según ella, su hermana les pegaba.

Le ayudé una vez más. Averiguamos


nuevamente por medio de los servicios
telefónicos del Gobierno de la Ciudad pero no
nos quisieron tomar la denuncia, porque decían
que si ellas vivían en provincia y venían a capital
a pedir, en capital no se podía tomar la denuncia.
Me movilicé y averigüé dónde nos podían asistir
115
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

en provincia: me dieron la información de una


Oficina de Familia en la Municipalidad de Monte
Grande. Ese día, nos encontramos temprano con
mi amiga y nos fuimos hasta allí. Intentamos
exponer nuestro caso, pero no quisieron
tomarnos la denuncia y nos mandaron a la
Comisaría de Familia de la zona. Allí tomaron
testimonio a mi amiga, quien aparentemente
había visto los castigos hacia las niñas. Pero nos
dijeron que no podían actuar, y que debíamos
hacer la denuncia en el lugar donde habíamos
estado antes: es decir, en la oficina de la
Municipalidad de Monte Grande. En esa oficina
nos atendió una abogada, la cual nos dijo que
nos tomaría un testimonio y que lo enviaría a
Capital Federal.

Mientras tanto, la noche anterior el papá de la


niña fue a hacer una denuncia en una comisaría
de Capital Federal, argumentando que su hija
estaba extraviada y solicitando que se le ayudara
a determinar el paradero.

Aquí haré una pausa en el relato. Resulta que


cuando estábamos mi amiga y yo con la
abogada, yo le hice una descripción general de
la situación a la profesional. Ahora bien, mi
práctica es que mi voz nunca esté sobre la de la
persona que acompaño y que deseo empoderar.
Entonces, propicié un espacio y alenté a mi
116
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

amiga a continuar: ella empezó a relatar la


situación con sus palabras. ¿Qué sucedió? La
abogada no le daba importancia, la corregía,
puso un corte y siguió con la idea que tenía
sobre el modelo de testimonio que deseaba
aplicar. Ya para ese momento se nos había ido
toda la mañana y parte de tarde. Luego, la mujer
nos leyó lo que escribió (no sé para qué porque
casi no coincidía con un formato de reclamo): era
como si solo nos hubiésemos presentado a dar
una vaga descripción de lo ocurrido. La abogada
trató de que un patrullero fuera con mi amiga a
ver si la niña estaba allí, en casa de su hermana,
pero no pudieron coordinarlo porque no había
móviles. Sin más que hacer en ese lugar,
iniciamos el retorno.

No recuerdo cómo fueron los detalles, pero mi


amiga convino con el padre de la niña ir al otro
día a la mañana, cuando supuestamente habría
disposición de un patrullero, y sacar a la nena del
poder de su hermana. En el viaje de vuelta,
percibí que mi amiga en realidad quería ir con el
patrullero y tomar a la nena así como así: sin
investigaciones o procesos de acción social.

Lamentablemente, en ese tiempo el papá vivía


en la calle y tenía problemas severos de
alcoholismo. Actualmente, está dando batalla a
esta adicción en un instituto de rehabilitación.
117
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Nuestra amiga quería llevar a vivir a la nena con


ella, supuestamente para que el padre la pudiera
ver. Ahora bien, ella vivía en una pieza con una
única cama, donde dormían ella, su pareja y sus
nenes; y los fines de semana también sus tres
hijas. En cuanto al papá de la niña, la visitaría y
eventualmente ayudaría con recursos a nuestra
amiga. Me di cuenta de que su interés era
exclusivamente hacerse cargo de la nena, pero
sin garantizarle lo necesario. Percibí, dados sus
pedidos, que pretendía que al próximo día yo
interviniera de alguna manera para que se le
facilitara un patrullero. Según mi entender, eso
hubiese conllevado una acción fuera de los
controles de la asistencia infantil. Resumiendo la
situación: pensé que ella me estaba usando para
tener a la criatura en forma ilegal e insegura.

Yo no podía colaborar para que la criatura


viviese en condiciones tan precarias, aunadas al
hecho de que en ese momento el padre estaba
incapacitado para brindar apoyo alguno.
Además, era consciente de que en ese entonces
nuestra amiga tenía problemas para continuar en
su pieza de hotel. A través del tiempo y de las
necesidades de calle, algunas personas
adquieren cierta habilidad para manipular o
inducir a otras con el objetivo de que actúen

118
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

directa o indirectamente sobre sus necesidades,


gestionando o intermediando.

Si me dejaba llevar directamente y colaboraba


con sus deseos sin evaluar las consecuencias,
iba a terminar haciendo mal. Es decir, por llevar
a cabo una acción que podría catalogarse como
buena (al ayudar al necesitado), acabaría
actuando en perjuicio de la vida y derechos de la
criatura. A la tarde comenzamos a recibir
llamados de diferentes juzgados e instituciones.
Finalmente, se comunicó una persona de Niñez,
quien tenía en sus manos el expediente. Le
reclamé, diciéndole que no podía ser posible que
habiendo estado la niña en una supuesta
situación de indefensión y/o cautiverio, no se
hiciera lo correspondiente para verificar su salud
y realizar los chequeos adecuados de asistencia
social.

Esa tarde, el papá de la pequeña vio a la nena


con la hermana de nuestra amiga pidiendo en
una esquina y llamó por teléfono a la policía.
Llegó el patrullero y Acción Social se hizo cargo
de la nena. En esa etapa, por fin logré respirar.
Eso no implica que esté de acuerdo con que el
Estado pueda apropiarse de hijos e hijas de
personas de calle, tema que abordaré en otra
oportunidad. Pero en este caso, y ante la

119
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

vulnerabilidad de la niña, considero que era lo


más sano para ella.

Por consiguiente, hay que tener en claro en qué


casos uno ayuda o acompaña, y si ello genera
una acción justa o si solo se deja llevar por las
necesidades de las personas. Uno a veces
puede confundirse y pensar que simplemente
colaborar es lo correcto; sin embargo, un
acompañamiento verdadero debe permitir
conocer el entorno y las situaciones para poder
definir una actuación justa.

120
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Onceava Parte:
Las reuniones en el Salón

En los primeros tiempos, nos reuníamos en el


Salón unas cinco a seis veces por año. Un par
de semanas antes de la fecha, nos juntábamos y
hacíamos una pequeña asamblea entre los que
estábamos. Decidíamos el día exacto para pedir
el Salón y el menú que íbamos a preparar.
También, quedábamos en consultar a los
ausentes por sus inquietudes. A los pocos días
yo editaba e imprimía una pequeña invitación,
que más adelante llamamos “participación”.
Recuerdo que una de las primeras veces había
firmado las invitaciones como “Café 1200”. En un
principio, cuando yo había decidido salir a hacer
las visitaciones a las familias en situación de
calle e invitaba a conocidos o integrantes de
iglesias a participar, a esa convocatoria la
llamaba de esa manera.

La primera vez que llevé algunas invitaciones, la


Negrita las miró y dijo: “¿Qué es esto?”,
refiriéndose a que en el margen inferior derecho
decía “Café 1200”. Luego de explicarle, me
sugirió que pusiéramos “los amigos de la calle”,
lo cual me alegró mucho. Era evidente que la
idea iba en el sentido correcto, pues daba a
entender que todos estábamos invitados desde
la igualdad e inclusión. Ese tipo de indicios no
121
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

solo evidenciaba que lo planeado se encaminaba


con lo naturalmente manifestado, sino que
afirmaba la idea de grupo homogéneo donde
todos estamos en el mismo nivel, y así ser dentro
de lo posible un solo cuerpo; no los que sirven y
los servidos.

Durante los primeros años, las reuniones en el


Salón tuvieron mucha convocatoria y unidad.
Había consenso en el hecho de que era nuestra
propia reunión, la cual se convertía en una fiesta
colectiva. Si bien no todos participaban todas las
veces, se formó un núcleo donde un grupo
numeroso se hacía partícipe y se organizaba en
sus tareas.

En principio, teníamos por punto de encuentro la


puerta de Tribunales. A mí me había parecido
una referencia a la búsqueda de justicia, y quizás
por eso lo propuse como inicio. Sin embargo,
esto no se lo declaré al grupo, pues había
hechos que indicaban que no había justicia para
la realidad de las familias de calle. Tal cosa se
ponía de manifiesto cuando, tras quedar de
vernos sábado a las nueve de la mañana, nos
íbamos concentrando hombres, mujeres y niños:
unas quince a veinte personas. Sin embargo, no
faltaba que del edificio saliera algún policía para
decirnos que nos fuéramos. En esos casos,
debíamos dar explicaciones de por qué
122
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

estábamos allí, y argumentar que enseguida nos


retiraríamos. El edificio tiene una entrada amplia,
con escaleras y espacios para sentarse, pero se
ve que nosotros no debíamos estar allí aunque
fuera en horas tempranas de un sábado.

Esperábamos un buen tiempo hasta estar


seguros de que ya no llegaría nadie más, y de
allí algunos iban en colectivo para acompañar a
nuestra amiga Chiro, que es discapacitada
(viajaba en su silla de ruedas dentro del
autobús), mientras que la gran mayoría nos
íbamos en subte. Era hermoso ver que
viajábamos todos juntos a pasar el día.

En media hora de viaje o menos estábamos en el


barrio del Salón, y caminábamos todos juntos
hasta allí. Apenas llegábamos, el Negrito,
algunos otros muchachos y yo nos poníamos a
ver los suministros para cocinar. Siempre
hacíamos un plato principal que podía ser
empanadas caseras, fideos con tuco o guiso,
entre otros; y un segundo plato: el típico pollo al
horno con papas. Los cocineros buscaban una
radio que teníamos para nuestro uso y se
aplicaban a pelar las verduras, preparar la salsa
y limpiar los pollos: parecía que esa cocina se
convertía en un espacio de dignidad y amor para
con los demás. Mientras tanto, otros
aprovechaban para darse un baño. Las mujeres
123
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

casi siempre se instalaban en la mesa junto a


algunos de los niños y niñas, tomaban mate y
comían galletitas mientras charlaban un poco.

A las dos de la tarde, la comida estaba hecha y


entre todos preparábamos la mesa, si bien
muchos estaban ansiosos por comer. Una vez
que todos estaban sentados a las mesas,
servíamos los alimentos. Siempre, antes de
comer, consultaba si deseaban hacer alguna
oración, y la contestación era afirmativa. Era
notable cómo en esas oportunidades, si bien
muchos se manifestaban en otros momentos
como negativos hacia las costumbres religiosas,
también lo sentían como algo propio. En el
almuerzo en común podía observarse a la
Familia de la calle unida de una manera
armónica; aunque nunca faltó que algún
miembro “descansara a otro”. “Descansar” es un
término que corresponde a decir algo que es una
tomada de pelo: a burlarse o decir una cosa que
no es totalmente cierta sobre otra persona que
está presente. Nada muy salido de tono;
generalmente, se trataba de alguna situación o
característica que buscaba tener un cierto
acercamiento en un ambiente amable,
remarcando quizás algunas cualidades del grupo
de calle. Era como sentirse próximos.

Al terminar de comer, todos muy satisfechos


124
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

levantábamos la mesa; algunos iban al patio y


otros aprovechaban para dormir en una especie
de sofá. Algunos amigos, que de seguro habían
pasado varios días con pocas horas de sueño, al
estar allí tranquilos se sentían con la posibilidad
de descansar sin temores; de dormir sin tener un
ojo abierto. El ambiente que se formaba en el
Salón era de mucha paz, familiaridad y
confianza.

Si bien el lugar era prestado, se había convertido


en un símbolo de la casa colectiva, donde
podíamos estar en comunión. Muchos de los
niños y niñas fueron allí desde muy pequeños.
Se convirtió en un hogar muy especial.

A la tarde, algunas mujeres tomaban el control


de la cocina y preparar las tortas para la
merienda. La idea era festejar los cumpleaños
próximos a la fecha. No escatimábamos en
cantidad: siempre hacíamos un par de tortas,
muchas veces hasta con cobertura.

El Salón como reunión familiar

Aunque la Familia de la calle se caracterizaba


por vivir en la Gran Ciudad de Buenos Aires, en
su zona más céntrica, era como un pueblo dentro
de un pequeño pueblo. Podían pasar cientos de
personas por hora en las ranchadas o por el
125
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Obelisco, pero el grupo hacía su vida. Se


relacionaban entre ellos, generando parentescos
sanguíneos y no solo afectivos. Ir al Salón
propiciaba un espacio donde se reunían varias
hermanas y primos. Muchas veces, iban María
Teresa, Ángela y Leonor, todas con sus hijos; y
como eran hermanas entre ellas, los primos
podían estar en un lugar todos juntos,
compartiendo y jugando.

Algunas veces, por cuestiones de personalidad o


peleas, las hermanas se separaban; pero se
podría decir que mi acompañamiento era como
una especie de nexo para generar unión y seguir
conectadas entre ellas, por lo menos para recibir
noticias.

La foto como retrato de la dignidad

Siempre sacaba fotos del encuentro: la idea no


era solo para compartir en medios de internet,
sino también para imprimirlas y dárselas a
algunos de los amigos. Muchos de ellos, al estar
en un lugar con comodidades podían bañarse,
cambiarse de ropa, lavarse el pelo (a veces,
hasta cortárselo): es decir, podían acceder a
estar en una condición más digna.

La idea de mis fotos era capturar ese momento,


para luego regalarle la foto a ese amigo. Para
126
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

que la guardara y recordara ese estado de


dignidad estando en la calle: y así, dentro de sus
posibilidades, crear a partir de ese recuerdo una
representación movilizadora.

Muchos de los chicos guardaban sus fotos en los


bolsillos de sus mochilas, en sus billeteras o en
sus libretas de anotaciones. Eran muy valoradas
por ellos, y se podría decir que se convertían en
una de sus pertenencias favoritas.

En algunos casos, algunos muchachos


guardaban la foto para luego dársela a una hija o
familiar lejano. Algunos viajaban una o dos veces
por año hacia sus lugares de origen, en los que
tenían familia.

127
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Doceava Parte:
Subsidios para el acceso a un techo

Lucas 6:46-49
46
¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no
hacéis lo que yo digo?
47
Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras
y las hace, os indicaré a quién es semejante.
48
Semejante es al hombre que al edificar una
casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre
la roca; y cuando vino una inundación, el río dio
con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo
mover, porque estaba fundada sobre la roca.
49
Más el que oyó y no hizo, semejante es al
hombre que edificó su casa sobre tierra, sin
fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu,
y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella
casa.
Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Introducción

Si bien esta parábola puede tener muchas


interpretaciones, es posible aplicarla literalmente.
Sin un hogar con una base estable –es decir,
que se edifique desde lo sólido- es imposible
construir contención para una familia.

129
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Los subsidios

No siempre es fácil acceder a un subsidio. A


veces, se adjudican rápidamente debido a la
remodelación o el embellecimiento de una zona,
ya que las personas en situación de calle
parecen molestar.

Las mujeres con niños siempre están a la espera


de recibir este tipo de ayuda. No siempre el
auxilio es directo y pueden pasar días, semanas
y hasta meses. En la Ciudad de Buenos Aires el
subsidio consiste en una suma de dinero para
que la persona pueda alquilar una pieza de hotel.
El procedimiento comienza con la obtención de
un presupuesto de hotel. ¿Es esto fácil? No, no
lo es. Antes que todo, la familia o la mujer con
sus hijos debe recorrer hoteles para obtener un
presupuesto. No son muchos los hoteles
disponibles en la ciudad, y recorrerlos con los
hijos a cuestas no es algo muy realizable: más
aún cuando hay pertenencias en la calle. Los
que tenemos resguardo, una casa, nuestra vida
controlada, pocas veces logramos comprender la
realidad del otro que no puede acceder a lo
básico, y construimos instituciones y métodos
que son en realidad barreras invisibles, porque
no se adecuan a las posibilidades de la familia
de calle. Porque las construimos desde arriba
hacia abajo, desconociendo lo que es vivir en el
130
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

lodo: ponemos muros ante quienes deberíamos


cuidar y apoyar, en vez de ser como las manos
de un amigo que se juntan para que la persona
ponga su pie y escale las dificultades propias de
la subsistencia.

Es imposible para muchas mamás con niños


recorrer hoteles, en los que la gran mayoría no
acepta niños y que no quieren dar presupuestos
por motivos desconocidos. Si bien se consiguen
listados de hoteles, la única manera de conocer
sus disponibilidades es llamar por teléfono. El
tipo de hoteles accesibles son a los que se
denomina “hoteles familiares”. Estos en general
poseen una persona encargada que atiende el
teléfono y resuelve las cuestiones dentro del
hotel. Dentro de todo, es medianamente
realizable llamar y tener una atención inmediata
con información certera, pero queda supeditado
a acceder a un teléfono. Por eso, no es raro que
se convierta en imposible. Encontrar un hotel
puede llevar días o semanas: en algunos casos,
simplemente se abandona la búsqueda.

Recuerdo que cuando venían a casa las mujeres


de la Familia a llamar por teléfono,
consultábamos a una gran cantidad de hoteles
en listas que algunas veces proveía Acción
Social. Solo una o dos veces logramos conseguir
hotel por ese medio.
131
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

En una oportunidad, conseguimos un hotel


porque yo pasé caminando frente a su puerta en
San Telmo, entré y pregunté. Un lugar en el que
las chicas habían consultado antes, pero en el
que al parecer mi pregunta abría las puertas.

Conseguir un hotel no garantiza la continuidad


bajo un techo. Muchas veces, la vida en los
hoteles no es sencilla ni se adecua fácilmente a
la problemática de cada familia. El hotel es un
mundo: cada uno con sus reglas y penalidades.
Un problema común es el atraso en los pagos de
la Oficina de Asistencia Social. En algunas
oportunidades, se producía demoras de más de
dos meses, las cuales generaban inconvenientes
para continuar permaneciendo en el hotel. En
muchos casos, las familias se encontraban que
al volver al hotel las puertas de sus habitaciones
estaban cerradas, y sus pertenencias, podríamos
decir “confiscadas”. Por lo cual no solo se
quedaban en la calle, sino que con todo lo que
habían logrado juntar para organizar un hogar en
el nuevo lugar. Esta situación se repetía para
algunas familias en forma cíclica, como una
pesadilla del día a día, y sin solución. Ante esta
realidad, varias veces intenté encontrar el apoyo
de algún abogado que nos asesorara para poder
defendernos; no obstante, nunca pudimos lograr
que alguien se incluyera y prestara ayuda legal.
132
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Esta situación de verse cíclicamente desposeído


de todo aquello que se iba acumulando para
vestir o dar comodidad y dignidad al hogar es la
historia del que siempre pierde. Comienza cada
vez con una nueva esperanza: se acurruca el
corazón en un nuevo lugar, apretados,
compartiendo la cama y el calor de familia.
Trágicamente, esto se rompe, y más aún para
los niños que nunca llegan a conocer un hogar.
En la Familia de la calle, mi casa era como un
reflejo de ese hogar, porque muchos de los niños
venían desde chicos al mismo lugar y compartían
reuniones familiares.

En general, los hoteles existentes, con sus


condiciones de admisión –no aceptar niños, la
primera y principal- no alcanzan para dar una
solución habitacional rápida y adecuada.

¿Cómo son, en general, las habitaciones que


se consiguen?

Muchas veces he visto familias conformadas por


un matrimonio y dos o tres chicos en una pieza
de 2.5 metros x 3 metros, con una sola cama
para dormir. Además, se les cobra por persona,
incluso a niños y bebés: se considera a los niños
de cualquier edad como una persona más.

133
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Treceava Parte:
¿Rescate o apoderamiento?

Introducción

Con base en mi experiencia, los niños visitados


por agentes estatales que verifican que se
encuentran en condiciones desfavorables en la
calle, casi siempre son quitados a sus padres y
dados en adopción tras algún tiempo. De entre
quienes conozco, ninguna madre o padre ha
podido ver a sus hijos luego de la adopción.

¿Quiénes comprenden la familia?

La familia tipo está conformada por papá, mamá


y los niños y/o niñas. Si bien los niños están
condicionados por el nivel de vida de los padres,
esto no deja de ser consecuencia de la
problemática social. No voy a ahondar en
cuestiones conocidas: desventaja histórica, falta
de oportunidades, problemas familiares
reiterados, etc. A) Papá, B) mamá y C) niños
forman un subconjunto o célula. Este
subconjunto es dependiente de la sociedad: si la
sociedad genera desventajas históricas sobre A
y B, entonces también las genera sobre C, los
niños. Por consiguiente, la totalidad de la familia
integrada por A, B y C sufre las consecuencias y
condiciones ejercidas por la sociedad. Una
135
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

sociedad responsable, comunitaria y solidaria


entendería que la familia es la que requiere
asistencia, no solo los menores, a los cuales
toma como víctimas de las acciones exclusivas
de los padres. C sufre las consecuencias de A y
B, a como A y B sufren las consecuencias de
una sociedad insensibilizada. Si bien A y B (es
decir papá y mamá) también pueden ser
insensibles como parte de la sociedad, el grupo
familiar es el que necesita ayuda.

Generalmente, se separa al niño o niña de los


padres y se pone condiciones para que los
segundos puedan ver en forma gradual y
programada a los primeros. En algunos casos,
se solicita a los padres que recurran a asistencia
psicológica. En la gran mayoría de casos que he
conocido, los padres poseen problemas para
cumplir con lo estipulado. No todos
reaccionamos de la misma manera ante estos
casos: algunos padres pueden entrar en
depresión, sentirse incapaces, o incluso
considerarse aislados del mundo que les pone
estas barreras a sortear. Es decir, que se
generan situaciones de marginación profunda en
las realidades de personas para las cuales ya
existe una pared entre su mundo y el institucional
implantado por la sociedad. No he visto nunca
que algún asistente se ocupe de la situación de
los padres, de acompañarlos en un proceso de
136
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

toma de control. Obviamente, los problemas son


profundos y su solución puede conllevar mucho
tiempo, superior al tiempo de adaptación
estipulado. Ahora bien, sin ayuda personalizada
a los padres, sin canalización acompañada para
la solución o tratamiento de los problemas es
imposible que los padres puedan cambiar su
realidad. La medida común es: falta de soporte
para los padres y en sí para la familia como
núcleo, y privilegio de la protección de los hijos.
Obviamente, no en todos los casos la maternidad
o paternidad está ligada al maltrato de los hijos;
sin embargo, las consecuencias son las mismas,
y la protección termina ejerciendo un castigo
sobre los padres.

El apoderamiento vs. el empoderamiento

En el mayor número de casos que conocí, la


sociedad separa a los hijos de los padres, en los
hogares o luego en la adopción, sin contemplar
ayuda de contención a todo el grupo familiar, y
sin pensar a los padres como víctimas de la
situación. No solo debería verlos como parte de
un mecanismo en la educación y cuidado de los
hijos, sino como personas que son parte del
sufrimiento y privaciones de la familia. Este
programa adoptado por el estado genera en la
familia de la calle el apoderamiento de los hijos e
hijas a nivel macroscópico: les separa tanto de
137
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

su identidad como de un posible tratamiento que


no rompa vínculos entre padres e hijos. Para
ilustrar esta propuesta, podríamos considerar la
acción contraria, que sería que la familia tuviera
acompañantes o tutores. Esta manera de
acceder a una solución integral devendría en
muchos posibles criterios a aplicar, sin olvidar
que la conformación y dinámica debe ser desde
la praxis y con la participación de padres de
familia de calle.

138
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Catorceava Parte:
Las instituciones como negocios de
puertas abiertas

¿Por qué la crítica?

Es común que en la calle aparezcan algunos


recelos por la relación con el necesitado, los
cuales usualmente se confunden con las críticas
al llevar diferentes abordajes. A uno mismo le
pasa, pero no debe quedarse atrapado en dicha
sensación: la idea es avanzar en aquello que
puede criticarse constructivamente, teniendo fe
en que después de un tiempo este mundo logre
ser más humano. Generalmente, todas las
instituciones (incluso las de actividades más
altruistas) centran su actitud para con los
hermanos necesitados bajo la consigna de
“negocio de puertas abiertas” o a veces, “negocio
de puertas selectivas”.

¿Por qué la palabra “negocio”?

No es porque tenga alguna vinculación directa


con el dinero, sino por la modalidad en que se
opera. En realidad, hay una relación dada por las
necesidades de éxito y progreso.

139
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Se forman instituciones que abren las puertas


para que las personas vayan a sus instalaciones:
así, la institución “tomará casos” o “procurará
soluciones” como si se tratara de clientes. La
resolución está dada en un ambiente que no es
la calle. Sin embargo, las personas dadoras
deberían ir a la persona para saciar sus
necesidades. El problema principal que tienen
las personas en situación de calle es vencer esta
barrera. A su vez, la frialdad de una atención en
un consultorio no deja de ser una relación
alejada de los afectos. Si bien a las personas
que poseen una familia establecida -un “pasar
sin carencias”- nos han acostumbrado a ello,
para las que no tienen más que lo puesto, la
visita y el reconocimiento de su espacio no deja
de ser motor para una contención
esperanzadora. Cuando no se tiene nada, la
visita es mucho. Valoriza a la persona en el
mayor de sus vacíos: el desinterés que los
demás sienten por él.

Hace un par de miles de años, hubo un sanador


que recorría su pueblo. Iba a la gente. Los
sanados de su pueblo le reconocieron con
historias de milagros sobrenaturales. Mientras
tanto, la sociedad actual –cada vez más cerrada
en sus costumbres basadas en la eficiencia del
comercio y el emprendimiento- replica su modus
operandi para con la atención de los marginados.
140
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

¡Esto es tan lejano a la valoración de la persona!


En este contexto, como todo negocio, necesita
tener antecedentes de éxito. Ambas cosas, la
manera de ofrecer la atención y el éxito, se
conjugan en una fórmula que solo encaja con
aquellos que se encuentran en una situación
favorable, o lo que yo denomino en una situación
de “descarrilamiento”. Esto es como cuando un
vagón de un tren se descalza de su vía, y solo
necesita ser re-encausado sobre el riel del único
camino aceptado por la sociedad. De esta
manera, quedan fuera todos aquellos que se
encuentren extraviados en un submundo cada
vez más alejado de aquellas vías.

¿Negocio de puertas selectivas?

Sí: estas instituciones se esmeran por tener


estadísticas positivas y evitar todo posible
conflicto. Esto se debe a que culturalmente es
necesario tener casos de éxito. En realidad, la
manera de lograr tal cosa sería ir a las personas
e involucrarse en su lugar para generar vínculos
de afecto. Que a través del amor se engendre el
mayor bien de los seres humanos: “el cuidado
del otro”.

141
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Quinceava Parte:
“Yo sé que vos ayudas a los chicos,
¿podés ayudarme a mí?”

Marcos 7:22
22
Y he aquí una mujer cananea que había salido
de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es
gravemente atormentada por un demonio.

Al poco tiempo de que algunas de las familias y


amigos se fueran al Barrio de San Telmo, yo
comencé a hacer visitaciones por allí, en los
hoteles donde vivían y en los lugares de
encuentro. El Barrio de San Telmo de la Ciudad
de Buenos Aires se encuentra a no mucha
distancia del Obelisco: podríamos decir que a
unos cinco minutos en colectivo. Este Barrio
posee construcciones viejas: mercado, hoteles
familiares, conventillos, almacenes, negocios de
antigüedades y coleccionables, etc. Es el lugar
donde muchos turistas confluyen para recorrer
sus calles.

Una tarde, llegué a uno de los lugares en que


solían reunirse algunos de los chicos, a la vuelta
de un hotel. Estaban allí cuatro o cinco de las
amigas y amigos. Uno de ellos era un muchacho
al que solo había visto alguna vez; no pertenecía

143
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

al grupo y vivía en San Telmo desde hacía


tiempo. En cierto momento, tomó la palabra y me
dijo: “Yo sé que vos ayudas a los chicos, ¿podes
ayudarme a mí?” Yo me quedé un poco
sorprendido e inmóvil, y se vino a mi mente el
relato de Marcos 7:20. Enseguida, retomé la
situación y le contesté afirmativamente.
Después, él habló una vez más: “Yo solo quiero
que vos me ayudes a internarme en un lugar
para recuperación de adicciones”. Le dije que sí,
que no había problema.

Todo esto me hizo pensar en lo rico del relato de


los evangelios en cuanto al accionar de Jesús y
las historias de sus servicio, así como la manera
en que muchas partes de las narraciones de los
evangelios recrean y retroalimentan la solidaria
praxis comunitaria. A lo largo del
acompañamiento, descubrí que no solo se
reflejan las satisfacciones, sino también las
amarguras propias de la hipocresía (Mateo 23); y
el ser despreciado, desvalorizado y hasta
juzgado o desechado por otros debido a las
amistades que uno tiene. Esto último ocurre
cuando la acción interpela a determinados
grupos que se encuentran cómodos en su lugar
de confianza o privilegio.

144
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

La zona de confianza

¿A qué se refiere la antigua frase “La luz


resplandece en las tinieblas” (Juan 1:5)? A que
los humanos tendemos a formar zonas de
confort, que no son más que el encubrimiento de
zonas exclusivas. Tendemos a creer que nuestra
forma de vida es la correcta, lo cual se afirma
con las aseveraciones mismas de nuestra propia
forma de vida y certeza: la correcta, la pulcra, la
fantástica, que hasta posee su propia mística
(del tipo religioso). En esa zona –en esa burbuja-
nos sentimos cómodos y tenemos una falsa paz
interior, que no es más que el engaño basado en
que “las cosas están en armonía y bajo control”.
Incluso, tratamos de excluir aquello que
desarmoniza en dicha burbuja: tratamos de
eliminarlo en el extenso sentido de la palabra.
¿Pero qué hay fuera de esa burbuja? La
realidad: personas que sufren, personas
marginadas, concentración de poder, jerarquías
propias de cada burbuja, desigualdad; hasta el
mismo mal que ejerce nuestra burbuja para su
propia existencia. Y es allí, en ese
reconocimiento, donde se inicia la vida plena: un
camino de felicidades y amarguras, de placeres y
dolores. Es allí donde se comienza a reconocer
al otro, y una vida no solo vista desde nosotros
mismos sino también como reflejo del otro: el
145
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

que es distinto. En la burbuja estamos en una


vida de muerte donde eliminamos lo distinto, al
distinto. Al salir de ella, tenemos una vida con
vida para todos.

El relato continúa

Volviendo a la narración, el nuevo amigo, Cecilio


–que para mí llegó a ser querido como un
hermano más- comenzó a hacerse más próximo.
Al poco tiempo convinimos en iniciar pidiendo un
turno por teléfono al SEDRONAR, la
coordinadora de política nacional en materia de
adicciones (Sarmiento 546,
https://www.argentina.gob.ar/sedronar). Era la
primera vez que ayudaba a alguien en ese
sentido. Nos dieron turno para unos días
después en un horario accesible, por lo que
quedamos con Cecilio de encontrarnos en el
Obelisco e ir al SEDRONAR. El día indicado, nos
juntamos y en el camino me aclaró que me pedía
ayuda para que lo acompañara, pero que él
mismo gestionaría la internación. Su idea no era
quedarse hasta terminar el tratamiento, sino solo
por unos meses, pues deseaba estar mejor para
así volver a lo que hacía desde varios años
atrás: vender sahumerios en los colectivos.
Llegamos al SEDRONAR y después de un
tiempo de espera lo atendieron.

146
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Mi misión es acompañar, lo que se llama “hacer


la segunda”; por lo tanto, me quedé esperando a
que terminara su entrevista. Cuando salió, me
contó que debía regresar en unos días, pues le
darían la derivación para una internación. La
segunda vez, volvimos a fijar un horario y fuimos,
pero yo no lo esperé hasta el final.
Posteriormente, él me comentó que le habían
dado la derivación para una entrevista en una
institución de tratamiento. Quedamos en que yo
lo acompañaría a ese lugar. Quizás a esta altura
del relato parecen un poco improductivos estos
acompañamientos, pero para comprenderlo
mejor recomiendo leer el capítulo “Acompañar a
una referente para el grupo”.

Nos encontramos en el Obelisco y nos dirigimos


a las oficinas del lugar donde tendría la
entrevista. Al ingresar percibí que se trataba de
un lugar privado, y que según las fotografías del
sitio de retiro parecía ser de cierto lujo. Esto me
hizo dudar sobre las posibilidades de que Cecilio
fuera aceptado, pero consideré que a lo mejor
solo se trataba de prejuicios míos. Si no recuerdo
mal, una persona le hizo la entrevista; luego él
salió, y me llamaron de otra oficina. Se presentó
como una administrativa/contadora y me
preguntó si me iba a hacer cargo de
determinados gastos. Yo le contesté
negativamente y le dije que iba a hablar con
147
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Cecilio. Conversamos el tema, y él me confirmó


que solo me había pedido que lo acompañara
para poder internarse, que todo terminaba allí.
Ya habíamos conocido a otros chicos que se
internaron voluntariamente en algunas
instituciones sin requerir gastos adicionales:
menos aún con derivación del SEDRONAR.
Después, salió una persona para hacerle una
segunda entrevista y me pidió que yo también
ingresara. Nos explicó que su método de
recuperación solo funcionaba si había una
persona afuera de la institución que actuara de
referente. Allí, Cecilio tomó la palabra y explicó
que él solo quería internarse y que yo le estaba
acompañando en esa oportunidad. El hombre
volvió a explicarnos que el método funcionaba
con una persona o responsable externo. Al no
acceder, nos dijo que no podría aceptarlo. Todo
fue muy extraño, pues en ningún momento el
SEDRONAR había considerado su situación de
calle. Cecilio no quiso desilusionarse: hablamos,
y tras ello él se fue para el SEDRONAR a
exponer lo sucedido. Finalmente, quedamos en
que yo luego pasaría a visitarlo para ver cómo le
había ido.

Ese día a la tarde fui a verlo y me mostró la


dirección del otro lugar donde debía internarse,
así como la fecha: sería una semana después.
Convinimos en encontrarnos a la mañana e ir
148
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

juntos hasta allí. Llegado el día, lo fui a buscar a


San Telmo a primera hora, pero no estaba. No
me enojé con él, porque sabía que una semana
era un tiempo prolongado en el que podría
cambiar de decisión o tener nuevos miedos de
un cambio. Volví a la tarde, hablamos y me dio el
número de teléfono del lugar para que me
comunicara y solicitara una nueva fecha de
ingreso. Me recordó que él solo me pedía que le
acompañara, pero que no se comprometería en
terminar el proceso. Eso a mí no me preocupó,
pues Cecilio no estaba bien de salud, por lo cual
no me importaba si la internación era por unos
meses o por todo el tiempo requerido, debido a
que sería peor que continuara en la calle. Yo
consideraba más urgente e importante que
saliera de la situación de salud del momento.

Me comuniqué con el lugar y pedí una nueva


fecha de ingreso, ante lo cual me dijeron que
simplemente había que presentarse lo antes
posible. Se lo hice saber a Cecilio, y a los pocos
días fue y se internó. A las dos o tres semanas
se comunicó por teléfono y también habló
conmigo el sacerdote a cargo de la institución.
Unos meses más tarde lo fui a visitar, y tras unos
cuantos más abandonó el lugar.

Lo importante de este relato es destacar que


cuando uno inicia una relación solidaria y se va
149
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

conformando una comunidad, hay personas que


se enteran de la acción, de los hechos y de los
logros: en sí, del amor compartido, y desean ser
parte de él. Uno debe estar atento a estas
nuevas relaciones sin sucumbir en el intento o
sobrecargarse. Hay que conocer bien los límites
y lo que uno puede comprometerse a dar sin
descuidar el servicio hacia los demás del grupo.

150
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Dieciseisava Parte:
El oprimido que oprime

¿Puede un oprimido oprimir?

Nos gustaría a muchos pensar que no, pero la


práctica demuestra lo contrario. Como relaté
capítulos atrás, había dedicado mucho tiempo a
tratar de empoderar a una amiga de la Familia de
la calle que podía tener virtudes de coordinación.
Un tanto avanzada la época en que hacíamos
encuentros en el Salón, además del Cine Careta,
aparecieron dos muchachos en el Obelisco. Ella
siempre deseaba hacer crecer el grupo, y me
propuso que uno de los muchachos viniera al
Cine Careta. Pasadas unas semanas, estas
personas ingresaron a una propiedad en desuso
en la zona de Aeroparque, y la invitaron a ella y
su familia para que también se asentaran en el
sitio. Posteriormente, un conocido de ella se
sumó al grupo. De allí en adelante, ella no
participó en ninguna actividad más de la Familia
de la calle.

Aproximadamente un mes después los fui a


visitar y me invitaron a comer. Prepararon un
guiso. Sentados a la mesa, comimos todos en el
comedor improvisado. Ella –en una manera un
tanto imperativa- comenzó a decirles a los otros
cómo debían comportarse en la mesa, o cómo
151
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

debían comer. Dicha actitud me molestó porque


en el grupo nunca había pasado algo así.
Comimos, y le dije: “Hace años que te acompaño
y nunca me viste decirles a los demás cómo
debían comer.” Me fui, y a los dos o tres meses
volví de visita. En esa ocasión, ella me mostró
cómo estaban instalados cada uno en diferentes
edificios o habitaciones, y en cierta manera había
desplazado del liderazgo a las personas que
tomaron el lugar y le invitaron a vivir allí. Ella,
incluso, hizo salir a alguno de los muchachos de
su habitación para mostrármela; algo así como si
fuera la “mandamás” del lugar. Me fui indignado,
porque vi todo mi esfuerzo de guiarla durante
años ir en un sentido totalmente opuesto al que
había pretendido inducir. Un tiempo más tarde,
me enteré de que se había armado una batalla
campal en el lugar. Los muchachos que
originalmente habían ocupado el lugar llevaron a
otras personas, y allí comenzaron a pelear a los
piedrazos: según me comentaron, hasta con un
hacha. Terminó una persona internada.

Pasado un tiempo les fui a visitar. Ella había


llevado otra gente para que defendieran el lugar
en caso de necesidad, y también a su hermana,
quien usaba una de las casas como si fuera de
fin de semana. Para entonces, habían echado a
los dos muchachos que tomaron el lugar
originariamente. Ante las personas nuevas, ella
152
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

se mostraba como una intermediadora: en


especial con las personas que podían hacer
caridad o ayudar. La policía custodiaba la puerta
del lugar para evitar cualquier otro incidente.

A todo esto había una pareja nueva. Según se


me comentó, el hombre era alcohólico y su
esposa se esmeraba para que él no bebiera, por
lo cual le prohibía tomar en el lugar. Me indigné
al ver cómo ella y su hermana trataban mal a
esta mujer, diciendo que si ella conoció a su
pareja como alcohólico, no debía hacerle
problema porque bebiera. Como sabemos, en
estos ambientes el patriarcado es muy fuerte:
quizás a veces encubierto. En este caso, vemos
cómo las mujeres mismas se vuelven opresoras
de las mujeres que luchan por su dignidad.

Al poco tiempo, invitaron a vivir allí a un


matrimonio con dos niñas y una beba. Ellos
pertenecían al grupo de la Familia de la calle.
Les dieron una habitación, y esas personas se
mudaron del hotel donde estaban con todas sus
cosas: heladera, camas, placar, etc.
Transcurridos unos días, surgió un inconveniente
pues desapareció un celular. Nunca estuvo bien
claro qué sucedió, debido a que las versiones
eran encontradas. El hombre de la pareja se fue,
y aquella no era la primera vez en que dejaba a
la mujer sola. ¿Y qué sucedió entonces? Las
153
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

mujeres la echaron a ella con sus nenas y su


beba a la calle. Le prohibieron que se llevara sus
cosas, de la misma manera en que los hoteles lo
hacen con las personas de calle, en muchos
casos e injustamente. Es decir, las mujeres
replicaron con esta otra las mismas injusticias
que habían sufrido en el pasado. Al ponerse en
la misma actitud de los hoteles cuando les
echaban, se convirtieron en opresores.

En conclusión: el oprimido puede convertirse en


opresor y replicar los modelos de aquellos que le
dominan.

154
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Diecisieteava Parte:
¿Para qué vas, si nunca cambia nada?

“Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo”
Cambia todo cambia” de nuestra Mercedes Sosa

El título del capítulo corresponde a lo que le


reclamaba la esposa a un amigo que venía a las
recorridas de los primeros tiempos: como si todo
pudiera cambiar con el simple deseo de uno o en
la dirección que ese deseo determina. La esposa
es asidua de una iglesia histórica, de familia de
cristianos, hija de cristianos... Y yo me pregunto:
“¿De qué religión?”. De la que cree que todo se
soluciona mágicamente. Esa que cuando ve que
hay algunos a quienes no se les cumple el
milagro, hace decir a sus feligreses: “por algo
será”. O que, peor aún, considera que aquellas
personas son vagos simplemente por elección.
Me dolió mucho saberlo, porque si bien éramos
diferentes, fue muy difícil continuar solo.

Según la experiencia desarrollada en este


manual, queda claro que es difícil involucrar a las
personas a nivel sentimental con una visión llana
de las relaciones personales con el necesitado:
afectuosa y de compromiso más allá de lo
155
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

temporal o pasajero, con el objetivo de entablar


una amistad en el marco de Familia de calle. Los
compromisos se hacen fuertes, demandantes y
dolorosos: toman tiempo de nuestra vida, pero
también la reconstruyen desde sus más
importantes cimientos. Todo ello es más difícil en
soledad. Muchos ven mi convivencia o a la
actividad como imposible; sin embargo, no es
así. Cada uno puede graduar la cantidad de
relaciones en que se compromete: más todavía
si la acción se convierte en comunitaria, en un
“nosotros actuamos con los necesitados y todos
podemos”. El amor, los abrazos, las historias
escuchadas, la aflicción y la alegría de los
corazones: todo ello, en relación estrecha, nos
fuerza a estar constantemente exigidos,
chicaneándonos cualquier posibilidad de escape
en promesas infundadas y simplistas. A veces no
es fácil limitar el acompañamiento que uno
realiza, no solo por el cansancio personal, sino
también por la posibilidad latente de caer en el
servilismo. Es decir, por hacer para el prójimo
hasta convertirse en un objeto que le es útil y
que no tiene decisiones propias.

Transcurrió el tiempo desde que mi amigo dejó


de venir, por lo que le pedí que se involucrara
nuevamente con nuestros amigos mutuos. Pero
no fue así. El tiempo pasó y uno de nuestros
amigos, quien buscaba mi acompañamiento,
156
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

terminó de hacerse los análisis por VIH. Él


estaba muy decaído y deprimido, pero salió
adelante: tanto, que actualmente está más
gordito, vive en hotel y dejó el alcohol hace
algunas semanas. Siempre me dice: “Yo con vos
voy a salir”, aunque no es así, pues su mamá
también viene cada tanto de Uruguay a visitarle.
En ese tiempo estuve muy contento, luego de
acompañarlo al hospital a seguir adelante con
sus análisis. Juntos los dos, con mi
acompañamiento –porque él dice que lo valora y
puede sentirse mejor dado que uno lo hace de
corazón- parecía que éramos capaces de salir
adelante. Él decía: “necesito compañía sincera”.
Es obvio que quería sentirse amado, y yo
realmente lo quiero mucho.

Un mes antes de eso, la Negrita consiguió


trabajo: cuatro horas a la semana. Yo fui el
primero a quien llamó para avisarle, lo cual me
hizo sentir orgulloso. Luego consiguió otro
trabajo y también fui el primero que lo supo. Eso
me volvió a poner contento, pues es parte del
amor que uno da y que regresa.

El tiempo seguirá pasando. Actualmente,


algunas amigas retornaron a sus casas y están
trabajando, mientras que otros se establecieron
con parejas en hogares propios. Esto abre una

157
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

nueva etapa: parte de un continuo renacer de


uno mismo y de lo que uno hace.

158
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Dieciochoava Parte:
El significado de recibir un nombre

Génesis 2:7
7
Entonces Jehová Dios formó al hombre del
polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de
vida, y fue el hombre un ser viviente.

Dios le da forma al hombre, lo cual implica


también un nombre. La humanidad le debe servir
a Dios cuidando de su creación.

Génesis 2:19-20
19
Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda
bestia del campo, y toda aves de los cielos, y las
trajo a Adán para que viese cómo las había de
llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales
vivientes, ese es su nombre.
20
Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los
cielos y a todo ganado del campo; mas para
Adán no se halló ayuda idónea para él.

Crea a los animales para que estos le sirvan al


hombre, a la humanidad.

Los nombres de los personajes en los relatos


ancestrales de la humanidad determinan su rol
en la comunidad. Esto se ve por ejemplo en el
159
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

caso de “Rueca” o “Rebeca”, como en los relatos


antiguos donde este nombre es dado a la mujer
cuya sensibilidad es destacable. O como en los
relatos del Parzival, el que corta al medio, o el
puro-loco: una historia del tipo de Juan el Bobo.

Hace poco me enteré de que había disputa por el


origen de “Jugo Loco”, mi nombre de calle. La
Chiro siempre me hizo saber que ella me había
puesto el nombre en aquellos tiempos en que yo
iba al Obelisco provisto de café con leche. A
veces le preguntaba el porqué del nombre, y me
decía: “porque estás loco, vos sos el único que
siempre viene, que sigue viniendo”. Sin embargo,
en la actualidad otra persona (que no vive en
situación de calle pero se junta con ellos en
compañía de su pareja) dice que fue quien le
mencionó mi nombre, el cual ella después
popularizó.

¿Qué es lo importante? Que la Familia de la


calle me dio un nombre, y su significado práctico
es el del servicio. Cuando hay un problema se
convoca a Jugo Loco, o se le comenta, dentro de
lo posible. A veces, algunos de los que ya viven
en otra ciudad como Bahía Blanca me siguen
pasando parte de situaciones en Buenos Aires.

Ese es mi nombre en el mundo de la calle:


mundo perfecto o imperfecto, es el mundo que
160
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

adopté y me adoptó, y con ese nombre me


bautizaron. Cuando oigo que me llaman así solo
aparecen sentimientos de amor, el deseo de
compasión, un pedido de cariño, una caricia al
alma. Y uno está allí para servir.

161
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Diecinueveava Parte:
Las necesidades de los otros y el límite
personal

Marcos 7:28
28
Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los
perrillos, debajo de la mesa, comen de las
migajas de los hijos.

Introducción

Puede que me exceda un poco del alcance de


este manual, pero en función de no dejar
desprotegido al lector decidido a cambiar su vida
creo conveniente compartir esta reflexión. No
obstante, aclaro que refiere a tiempos muy
posteriores al inicio de mi acompañamiento a la
Familia de la calle, cuando los pedidos de auxilio
también incluyeron a la periferia familiar de mis
amigos indigentes.

Volver a la calle, volver la ofrenda

Durante el sexto año de camino disminuí la


frecuencia de las visitaciones a las ranchadas, si
bien siempre estuve acompañando a los
hermanos/as de la Familia de la calle, siguiendo
con nuestras diferentes reuniones, y acuerpando

163
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

a algunos con especial necesidad, más las


familias y/o novias (de clase media baja con
casa) que también comenzaron a necesitar de
contención. Esto último, más que todo en los seis
meses posteriores. Aunque parezca mentira, los
familiares de algunos amigos que están
establecidos en sus casas comenzaron a
requerir mucho tiempo; a veces, con cuatro o
tres comunicaciones diarias. Eso denota el nivel
de miseria al que ha llegado nuestra sociedad,
en el cual:

-las personas desamparadas, con problemas, en


soledad o en necesidad son totalmente invisibles
a nuestros mundos.

-la sociedad repite, invocando a su fantástico


Dios-Estado: “El estado tiene que ocuparse…”,
como si fuera algo mágico; como si la
institucionalización por si misma pudiera resolver
la indiferencia existente. Una indiferencia
justificadora de la existencia del pobre, del
necesitado, del que sufre. Esta, por cierto, es la
excusa más cruel de todas, pues se da para no
involucrarse y poder echarle la culpa a “algo”.
Mientras, nos sentimos “perfectos” trabajando,
con modales preestablecidos y con cuanto nos
haga sentir que hacemos “lo correcto”: “el bien”.

164
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

-la sociedad expulsa familias, como la familia


expulsa a algunos de sus miembros. En la
centralidad de “la culpa”, “lo correcto”, “lo
preestablecido”, está la falta de comprensión y
de ponerse en el lugar del otro; de aquel que –
por algún motivo que no queremos ver o no
hacemos el esfuerzo para hacerlo- no puede
cumplir con todo ello, y es llevado a una continua
degradación, humillación, aislación y
marginación.

-se dice: “es vago”. Lo hacemos sin preguntarnos


a nosotros mismos si no es vagancia el no
ponerse en el lugar del otro, para ver y sentir
desde sus ojos, su corazón y su mente.

A pesar de todo eso, esta semana decidí salir


nuevamente a poner en práctica ese rol que mis
hermanos me dieron. Un rol que no se obtuvo
con estudios o méritos, sino con la confianza que
tuvieron ellos para poner sus palabras en mis
oídos: suavemente, como una pluma. De esta
manera se generan espacios que a veces me
trasladan a un recinto de seguridad y paz en esta
voraz ciudad que nos rodea: allí mismo, en la
calle. Las palabras y los relatos duelen, tanto al
que los cuenta como para quien los escucha.
Pero es un dolor en la hermandad que, pese a
las heridas que genera, no deja de sumergirnos
en el dolor del amor. Porque en ese momento
165
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

ambas personas, sentadas quizás una en una


silla de ruedas y la otra sobre un tacho, se
igualan y pese a las diferencias logran ser uno,
para juntos “intentar” emerger a lo largo del
acompañamiento hacia una vida mejor.

166
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Veinteava Parte:
¿Conclusiones?

Este espacio es para que cada uno escriba su


propia historia en las visitaciones a sus vecinos
indigentes del barrio en que vive. Cada uno debe
dejar fluir su vida en busca de su conversión y
salvación a través del amor al prójimo. Como
habrás podido apreciar, este manual discrepa de
crear un procedimiento y prefiere presentar un
contexto. Abarca el análisis de una primer etapa,
probablemente circunscripta al primer año de
acompañamiento a la Familia de la calle del
Obelo. En la actualidad, luego de que han
transcurrido más de siete años, se han producido
nuevas realidades y una continua reevaluación
del tipo y la forma de servicio. A la altura de la
fecha en que escribo este capítulo, algunos
amigos y amigas han fallecido, y otros se están
acomodando en una realidad más cercana al
ingreso hacia una pobreza próspera.

167
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Indice
Prólogo del autor del manual ............................................... 3
Justifiquemos este manual ............................................... 4
¿Un método? .................................................................... 7
Una persona de fe ............................................................ 8
Primera Parte ..................................................................... 11
Introducción .................................................................... 11
El surgir ........................................................................... 11
¿Cuáles fueron las premisas iniciales para tener una
relación solidaria con las personas en situación de
calle?............................................................................... 12
¿Cuáles fueron los resultados? ¿Se abrió el camino
para una segunda etapa? ............................................... 15
Segunda Parte ................................................................... 17
Introducción .................................................................... 17
El camino ........................................................................ 17
Yo.................................................................................... 18
¿Cómo creí conveniente contestar estas preguntas? .... 19
Ser un creyente diferente ............................................... 20
Los que están solos ........................................................ 23
Abrir el oído es acercar el corazón ................................. 23
Las invasiones son de los imperios ................................ 25
NO debes ser un “PROVEEDOR” pero tampoco un
indiferente ....................................................................... 25

168
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Tercera Parte ..................................................................... 29


Introducción .................................................................... 29
La familia......................................................................... 29
Del “yo” al “hagamos juntos” ........................................... 30
¿Cómo integrarse en una charla creando un espacio
democrático y de respeto hacia el otro? ......................... 32
La familia controversial y su necesidad de
contención e identidad .................................................... 37
El comienzo de la relación con esta nueva familia ......... 37
Un solitario que creyó ver un ángel ................................ 40
Cuarta Parte: ...................................................................... 45
El dolor por un reino, una realidad de justicia y equidad no
establecida ......................................................................... 45
Introducción .................................................................... 45
La realidad ...................................................................... 45
Quinta Parte ....................................................................... 51
Introducción .................................................................... 51
Una reunión revolucionaria ............................................. 51
“No, él es un amigo”........................................................ 58
“¿Es hoy? Me colgué”. Una vida en un tiempo sin
dimensión........................................................................ 59
La caridad verdadera es la del amor: la solidaridad,
que es la caridad de amigo ............................................. 62
Sexta Parte ........................................................................ 69
Introducción .................................................................... 69
Primera regla .................................................................. 69
169
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Segunda Regla .............................................................. 71


¿Por qué surgiría ese planteo? ...................................... 72
¿Por qué aparece el espacio para desarrollarlo? ........... 73
Tercera regla................................................................... 74
Cuarta regla .................................................................... 74
“Queremos que nos des estudio bíblico” ........................ 75
Séptima Parte: ................................................................... 79
Los estudios bíblicos.......................................................... 79
Introducción .................................................................... 79
Los planteos iniciales ...................................................... 79
¿Por dónde empezar el estudio? .................................... 84
¿Por qué se alejó el concepto esclavitud de los de
exclusión y marginación? ............................................... 87
Octava Parte: ..................................................................... 93
Acompañar a una referente para el grupo ......................... 93
Una compañera que asumió un liderazgo que no fue
del todo constructivo ....................................................... 93
¿Por qué estas dos primeras etapas no son tan
sencillas? ¿Cómo es eso? .............................................. 94
El liderazgo sobre las mujeres ...................................... 100
Novena Parte: .................................................................. 105
La opresión en los grupos minoritarios ............................ 105
Introducción .................................................................. 105
¿Cuándo pertenecemos a un grupo minoritario
oprimido? ...................................................................... 105

170
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

¿Cómo llega a ocultarse en la sociedad esta


situación de opresión? .................................................. 106
Las características de las personas oprimidas ............. 107
Cualidades de los opresores: ¿qué comportamientos
y actitudes caracterizan a los miembros del grupo
opresor? ........................................................................ 110
Décima Parte: .................................................................. 113
¡Cuidado! ¿Acompañás o te prestás a ser usado? ......... 113
Onceava Parte: ................................................................ 121
Las reuniones en el Salón ............................................... 121
El Salón como reunión familiar ..................................... 125
La foto como retrato de la dignidad .............................. 126
Doceava Parte: ................................................................ 129
Subsidios para el acceso a un techo ............................... 129
Introducción .................................................................. 129
Los subsidios ................................................................ 130
¿Cómo son, en general, las habitaciones que se
consiguen?.................................................................... 133
Treceava Parte: ............................................................... 135
¿Rescate o apoderamiento?............................................ 135
Introducción .................................................................. 135
¿Quiénes comprenden la familia? ................................ 135
El apoderamiento vs. el empoderamiento .................... 137
Catorceava Parte: ............................................................ 139
Las instituciones como negocios de puertas abiertas ..... 139

171
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

¿Por qué la crítica? ....................................................... 139


¿Por qué la palabra “negocio”? .................................... 139
¿Negocio de puertas selectivas? .................................. 141
Quinceava Parte: ............................................................. 143
“Yo sé que vos ayudas a los chicos, ¿podés ayudarme a
mí?” .................................................................................. 143
La zona de confianza .................................................... 145
El relato continúa .......................................................... 146
Dieciseisava Parte: .......................................................... 151
El oprimido que oprime .................................................... 151
¿Puede un oprimido oprimir? ....................................... 151
Diecisieteava Parte: ......................................................... 155
¿Para qué vas, si nunca cambia nada? .......................... 155
Dieciochoava Parte: ......................................................... 159
El significado de recibir un nombre .................................. 159
Diecinueveava Parte: ....................................................... 163
Las necesidades de los otros y el límite personal ........... 163
Introducción .................................................................. 163
Volver a la calle, volver la ofrenda ............................... 163
Veinteava Parte: .............................................................. 167
¿Conclusiones? ............................................................... 167

172
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Sobre el libro
Un libro categorizado por el autor como un “Manual de
desprocedimiento”, el cual compendia la teoría
básica, praxis y contexto para el acompañamiento a
grupos de personas indigentes. Se basa en la
experiencia práctica y teológica comprendida entre la
teología y la filosofía de la liberación.

El manual se desarrolla en lenguaje vulgar y con


sencillez, sin impedir esto que se puedan desarrollar
en profundidad los análisis y reflexiones socio
culturales vinculados al planteo de una realidad
inclusiva de las personas vulnerables, los sin poder.
El autor, ofrece las bases para la auto invitación al
lector a actuar por medio del amor igualitario con las
personas marginadas e indigentes. Su desarrollo ha
vislumbrado una nueva perspectiva basada en la
descentralización, la cultura propia, la
autodeterminación, la libertad y el amor prójimo. En
este proceso se descubre una entidad no
institucionalizada que es “la familia de calle”.

Los relatos y análisis de este libro incluyen reflexiones


y experiencias de base desde la perspectiva de
“Familia de calle”. La mayoría de los terapeutas y
diferentes profesionales analizan la realidad de los
grupos de calle desde “la ranchada”, sin embargo la
convivencia cotidiana demuestra que existe otra
relación en la calle, que es la: “Familia de calle”.
173
Cuando los pobres nos llaman a la conversión

Desarrolla una contextualización dinámica y en


continuo cambio de la praxis solidaria basada en la
reformulación continua de la realidad en un proceso
de empatía y de relación amorosa con aquellas
personas visitadas. La vida con determinadas
necesidades básicas cubiertas, acceso a una
educación predominante y la aceptación de los
métodos y formas establecidas por la sociedad en
especial a lo relacionado con la salud pública, son
interpeladas ante la relación afectiva y familiar con
quienes están marginados. Esto, ante un llamado al
compromiso, conlleva a la reformulación de todas las
preguntas básicas y certeras en un largo proceso de
negociación entre la teoría y la práctica. Es decir lo
que denominamos praxis.

www.TECNOLOGIAHUMANIZADA.com
Nuestra filosofía se solidariza con una visión humanizada de la tecnología.
Nos cuestionamos sobre el uso de la tecnología y sus consecuencias, las
cuales pueden ser justas o injustas para la humanidad teniendo en cuenta
las minorías y los sectores marginados y en desventaja.

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