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Mito de Sikana - Leyenda Abakuá

Mito de Sikana
Sikana iba diariamente al río Oldán que separa la tierra de Efó de la de
Efí a recoger agua con una tinaja. Cuando avanzaba con ella en la cabeza,
sintió como un hervor dentro del recipiente, y a poco, el sonido de una
voz terrible que dijo exactamente: ¡Ekue!
Aterrorizada por la voz misteriosa que retumbó en el interior de la
tinaja, la dejó caer. Simultáneamente un espíritu, el ireme Eribangandó,
purificaba el camino y al instante que resonaba la misteriosa voz, una
enorme serpiente se enredaba en las piernas de Sikán. El ireme la libró
del reptil, conociendo Iyamba del hallazgo milagroso de su hija. Fue
Iyamba al río y a la orilla de una palma, se apoderó de la tinaja que
contenía el pez sobrenatural Tánze, una encarnación del dios Abasí.
Oyó chillar a Tánze en la tinaja, recibió sus instrucciones directamente y
metido en el agua, sólo en presencia de la palma, Iyamba se llevó la
tinaja a la cabeza y se consagró el mismo. Mas tarde reunió a los viejos
de su tribu y les comunicó el secreto, bajo el solemne juramento de
permanecer inquebrantablemente unidos en el futuro, creando el primer
partido o potencia Efó. El jefe de los efor exigió de sus hombres que
guardaran en el fondo de sus mentes aquel secreto tan sublime, y juró que
castigaría con la muerte a quien lo divulgara. Escondió la tinaja en una
cueva que ocultaba un peñasco, no lejos de la palma, la montó sobre tres
piedras y le ordenó a Sikán que guardase muy secreto todo lo sucedido.La
presencia de Tánze entre los efor propició abundantes cosechas y nutrida
caza; y para consolidar la paz en la región, su padre decidió casarla con
Mokongo, el hijo de Chabiaca, rey de los efires.
Pasado un tiempo de realizarse la alianza, Sikana dijo a su marido que
ella había oído la voz de Abasí, y que su padre Iyamba era el más grande
de los hombres, porque tenía el secreto del dios. Mokongo y su padre,
después de varios conciliábulos con los grandes de Efí, resolvieron cruzar
el río y exigirles a las buenas o las malas a los de Efó, que les
permitiesen participar en sus misterios.
Sikán, aunque había jurado callar, había develado el misterio que estaba
en poder de Iyamba. Se habla de una guerra que sostuvieron ambas tribus;
sin embargo parece que las dos tribus o naciones, mas tarde unidas por una
misma fe, pactaron antes de librar la batalla. Firmaron una alianza en la
piel de un tigre, con el que hicieron un estandarte, y juntos pasearon en
procesión, después de reverenciar a Ekue. La transacción se había llevado
a cabo debajo de una palma. Pero Tánze, el maravilloso pez, había muerto,
y era necesario que su voz volviese a oírse.
En su afán de revivirle, Nasacó, el brujo, pidió la sangre de Sikán
creyendo que con ella podía resucitarlo. Condenada a morir, para resucitar
con el tambor, fue sentenciada bajo una ceiba; aunque otras historias
refieren que fue condenada por el delito de traición, toda vez que no
guardó el secreto de la aparición de Tánze.
La ejecución se llevó a cabo debajo de una palma; Ekueñón, que se había
hallado presente cuando la primera consagración, la decapita con un
cuchillo por orden de Mokongo. Ekueñón decapita a Sikán y después la
descuartiza. Los huesos son reducidos a polvo y se queman como incienso;
pero la sangre de Sikán no revivió a Tánze.
Desconcertados, Nasacó empleó la piel del pez sobrenatural para hacer el
parche del tambor que consagrarían como fundamento, y para que hablase
Ekue. Mas, la piel no tenía consistencia, sacrificaron un carnero, y
tomaron su cuero para forrar el fundamento, pero como tenía mucha grasa,
el espíritu no se dejó oír. La última transmisión la hicieron con el cuero
de un chivo, y Nasacó oyó la voz de Ekue; la voz del espíritu encarnado en
el fundamento. Había logrado con su magia llevar el espíritu al
fundamento, al bongó o pequeño tambor; hecho con madera de palma
inicialmente, y sustituido luego por cedro o caoba.

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