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“El camino manchado de la Independencia”

En estos momentos de la historia, me preguntaba realmente si éramos libres, los


ricos se hacían más ricos y los pobres más pobres, había injusticias por donde
quieras que vieras, pero no es como si pudiera hacer algo al respecto, no me
importaba, mientras yo siguiera acatando ordenes ganaría el dinero necesario
para mantener a mi esposa e hijos. Pero la gente murmura, y las ideas circulan
mis hijos mayores escuchan, hablan y piensan también, son jóvenes, aún tienen
esperanzas, yo ya estoy muy viejo y cansado. Al llegar a casa para compartir el
pan que podemos comprar con dificultad mis hijos cuentan con determinación las
ideas de los criollos hablando de cosas que no entiendo y no quiero entender, las
personas ven por si mismas siempre, y en este caso no era diferente, les advertía
a mis hijos que no se metieran en esos temas, ya que podrían meterse en graves
problemas, pero los jóvenes no escuchan a los adultos y los adultos a los jóvenes,
así que nunca llegaríamos a un acuerdo para estar en paz, sus nuevas ideas
podrían poner todo en peligro, nuestra estilo de vida saldría afectado
extremadamente, teniendo solo dos resultas algo mejor o algo peor que nuestra
situación actual. Mis hijos hablaban sobre la victoria gloriosa de las trece colonias
sobre los ingleses y de los franceses sobre ellos mismos, se endulzaban los oídos
y las mentes al escuchar las victorias vacías de estos lugares, sin ver el costo y
sacrificio de estas, mujeres, niños y hombres inocentes manchando la victoria, los
que salieron beneficiados hablan sobre el orgullo y que sus muertes eran
necesarias para la victoria, pero quien escucha a los afectados, quien les
regresara a las madres sus hijos, a los niños sus padres, la libertad cuesta y no
siempre será libertad verdadera, quien nos sabe decir con certeza que nuestra
libertad será como nos dicen, nadie, por que lamentablemente habrá líderes igual
o peores que estos, tal vez allá buenos, pero las personas buenas no sobreviven a
este mundo, sobreviven las inteligentes que saben endulzar nuestros oídos como
lo están haciendo con mis hijos.
La gente murmura, los murmullos ya son demasiado altos, los lideres sospechan,
todos sospechan de todos, tras golpes de estado y movimientos descubiertos y
detenidos, la gente hervía en determinación, la tención era palpable, una nueva
conspiración se alzaba, más fuerte, más segura, más grande, tenían hasta un cura
decían las lenguas. Temía por mis hijos, hace poco me pidieron que me uniera al
movimiento, que necesitaban hombres, yo les conteste que no necesitaban
hombres, necesitaban carne de cañón les advertí por última vez que no se
acercaran a esas personas y ya no volvieron a hablar sobre ello, pensé que me
habían escuchado y tomado mi consejo. Estaba tan equivocado. Me desperté en
la madrugada, escuchaba los gritos de libertad y guerra de mi pueblo, los golpes
contra el suelo de las varas y machetes oxidados tratando de despertar el espirito
guerrero que tenían adentro, con rapidez trate de buscar a mis hijos entre los
petates de toda mi familia, no había rastro de dos de ellos, y yo ya sabía donde
estaban perfectamente, salí de mi hogar descalzo y con el corazón en la boca, mi
esposa se quedo en casa tratando de calmar a los más pequeños que lloraban sin
parar por el insoportable ruido de los gritos de las personas y el disparo de sus
armas, pedía a dios mientras corría clemencia hacia mis hijos, no eran más que
niños, niños que no sabían en lo que se metían, pedí que no estén sufriendo en
estos momentos, llegue a los pies del templo la sangre aparecía por montones, los
charcos manchaban mis pantalones y mis esperanzas de ver a mis hijos con bien,
seguí buscándolos mezclándome entre las personas, agarre un machete del
cuerpo de un joven para tener algo con lo cual defenderme en esta situación tan
peligrosa, encontré a unos de mis hijos irreconocibles, su rostro parecía haber sido
devorado por el fuego, lo reconocí solo por la ropa que su madre siempre trataba
de mantener lo más limpia posible, pues decía que cuando llegara el momento de
buscar a una señorita no se tenía que ver andrajoso, llore amargamente al
recordar esto, mi niño había muerto, y no había vivido lo suficiente, puse a mi hijo
sobre mi espalda y me encamine para buscar a mí otro hijo, las lagrimas no
dejaban de salir de mis ojos pero eso no me impedía para seguir buscando a mi
hijo, la vista era horrible, jóvenes y hombres tratando de defenderse con palos de
las balas de los soldados, muchachas asesinando jóvenes y siendo asesinadas,
hombres lanzándose a la batalla como si fueran seres inmortales a los que no se
les puede hacer el menor rasguño, la vista era horrible, pero eso me dejo
pensando, las personas están dispuestas a morir por su libertad, saben desde el
principio que pueden morir, pero aun así lo hacen, yo creía que no pensaban en
sus familias, pero eso es en lo primero que piensan a meterse en estas cosas,
mejores oportunidades para sus hijos, ayudar a sus padres, ser libres; aun y con
mi hijo en la espalda me metí entre las personas, tratando de buscar a mi hijo,
tengo que ayudarlo, tengo que apoyarlo, lo encontré tirado en el suelo, siendo
pisado por sus compatriotas al no darse cuanta de que este estaba allí, me
dispare en su rescate, pero mi hijo estaba demasiado cerca de el área de los
soldados españoles, quienes no dudaron en dispararme, caí al suelo al momento
que mi pierna recibió un disparo, no podía caminar pero si arrastrarme,
aguantando las ganas de gritar del dolor, guarde mis fuerzas para apoyarme con
mis brazos y llegar a mi hijo, este no respiraba, tenia llena de sangre la boca y sus
ojos marrones se veían vacíos, mis dos hijos están muertos y nada va a hacer que
vuelvan, cargue en mis brazos a mis hijos aun tirado en el suelo y con una fuerza
que no sabia que tenia me sentá para tenerlos más cerca de mí, por unos
momentos todo estaba tan silencioso, no escuchaba nada, todo era tan tranquilo,
no había sangre y mis hijos no eran más que los niños que crie los abrace contra
mi pecho mientras lloraba de dolor, ningún padre merecía ver a sus hijos morir,
nadie merecía sentir el dolor que yo siento, de repente todo cambio bruscamente,
volví a escuchar los gritos de dolor y el olor a muerte, estaba sentado con mis
hijos en brazos, enfrente de la vista de los soldados españoles, trate de cubrir a
mis hijos con mi cuerpo para que no recibieran más daño, pero fue inútil, tanto mi
cuerpo como el de mis hijos fue masacrado por las balas que nos dieron de lleno,
no sentía nada, no veía nada sentía un frio sobrehumano en mi cuerpo, mis
últimos pensamientos fueron sobre mi familia, y un deseo se formo, esperando
que la muerte de mis hijos como la mía no haya sido en vano.

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