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El cine de oro mexicano: ¿por qué fue la industria más prolífica de esa época?

Con la llegada del cinematógrafo de los hermanos Lumière, el cine comenzó su auge

en todo el mundo, incluido México. Pero los inicios del cine mexicano sustentarían una

base más allegada al documental, reproduciendo su realidad inmediata o como

herramienta para retratar la política.

Tras los estragos de la Revolución Mexicana, las personas comenzaron a buscar más

ficción y no una réplica de la realidad que acontecía. Así fue cómo surgió la época del

cine de oro, a partir de la década de 1930. Y para consolidarse sólo se necesitaron dos

elementos importantes: la estabilidad política y económica del sexenio de Lázaro

Cárdenas y la Segunda Guerra Mundial.

Éste último provocó que el mayor sustentante de la cinematografía de esa época (y de

siempre), Estados Unidos, se mantuviera ocupado. Esto permitió que México se abriera

camino en la realización masiva, haciendo también que el vecino del norte viera una

salida y una antesala para sus producciones. Ejemplo de esto fue la creación de los

Estudios Churubusco, fundados en 1943 entre la productora estadounidense RKO y el

magnate de las telecomunicaciones Emilio Azcárraga Vidaurreta.

Gracias a esta fusión se llegaban a estrenar hasta noventa películas al año, lo que

permitió que el cine se consolidará como la industria autosustentable más importante

del país, seguida de la industria petrolera.

¿Pero por qué fue tal el crecimiento cinematográfico en México? Además de lo anterior,

la temática y estructura narrativa de las películas hizo que el espectador idealizará la

mexicanidad, folklorizándola y sustentando estereotipos. Así se intensificó la imagen

del indio, el charro valiente y la pueblerina sumisa. Esto creo un imaginario colectivo
que le daría al extranjero una imagen muy reducida de lo que era el país (y que hasta

la fecha continúa).

En esta misma vertiente, la narrativa cinematográfica mexicana siguió la estructura del

melodrama hollywoodense, poniendo de antesala el contexto rural y urbano y gracias a

herramientas como los planos generales y medios; escenas coreografiadas y

musicalizadas; primeros planos y monólogos para mostrar la subjetividad; fundidos y

transiciones para la continuidad espacio-temporal; entre otros. Así se generaba la idea

en el espectador de estar mirando situaciones reales, aunque todo era ficción.

A pesar de que el cine de oro mexicano se concibe como un constructo nacional, tiene

todas las técnicas narrativas del montaje hollywoodense. Pero eso no le quita méritos

de que fue explotado de mejor forma. Además, la llegada del cineasta Sergei Esenstein

al país, le proveyó a México de una influencia soviética igualmente importante, sobre

todo en cuanto al paisaje abierto, técnica que adoptaría el fotógrafo Gabriel Figueroa,

por ejemplo.

Es así como se instaura entonces el melodrama ranchero, liderado por el director

Ismael Rodríguez, que le daría al cine de oro su ícono más grande: Pedro Infante; al

igual que el arquetipo más importante y recurrente de estos filmes, el del charro

brabucón, borracho y sentimentalista. Así el melodrama rescatado de Hollywood pasó a

ser el género por excelencia de las producciones mexicanas.

También logró sustentar estereotipos y darles un rostro específico con grandes

estrellas: el charro cantador (Pedro Infante y Jorge Negrete), la belleza femenina

(Dolores del Río), el pachuco (Germán Valdés “Tin Tan”), la mujer fuerte (María Félix),

la maternidad sagrada (Sara García), y hasta el inigualable Cantinflas (Mario Moreno).


El cine de oro mexicano fue prolífico en todos los sentidos y ayudó a consolidar una

industria que nunca más ha vuelto a ponerse de pie por sí misma. Además, posicionó al

país en un panorama internacional que estaba a la par de otras grandes naciones

productoras como Estados Unidos y Francia.

Aunque también encasilló a México dentro de un paradigma del que no ha podido

librarse desde entonces: la visión internacional del mexicano sigue siendo tal cual se

plantea en esos filmes, incluso en la actualidad. Por lo cual no se ha podido explotar

otro género de la misma manera, y por la que posiblemente, tampoco se ha podido

lograr otra película con tales repercusiones.

Fuera de eso, la época de oro también ayudó a mantener las costumbres y tradiciones

que hasta el día de hoy hemos adoptado como puramente mexicanas (más allá del

vestuario ostentoso y el hablar tan florido). La identidad que este arte le dio a la cultura

mexicana es algo que muchos pueden o no agradecer, pero que sin duda nació para

quedarse.

Bibliografía

Castro-Ricalde, M. (2012). “El cine mexicano de la edad de oro y su impacto

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Silva Escobar, Juan Pablo. (2011). “La Época de Oro del cine mexicano: la colonización
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de-oro-del-cine-mexicano/

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