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San Alonso Rodríguez

San Alonso Rodríguez (Alonso Rodriguez, 1533-1617) se hizo famoso por la


extraordinaria santidad que supo desarrollar en el día a día de su trabajo
como jesuita portero de un colegio. Había nacido en Segovia, España, hijo
segundo de un próspero comerciante de lana y tejidos, que un día dio confortable
hospitalidad en su casa a Pedro Fabro, uno de los primeros compañeros de
Ignacio, cuando estuvo predicando en Segovia. Fabro ayudó a aquel niño a
prepararse para la primera comunión, pero el camino de Rodríguez hasta llegar a
la Compañía de Jesús había de ser lento e indirecto.

A los doce años su padre lo mandó al nuevo colegio de los jesuitas en Alcalá,
pero sus estudios se interrumpieron abruptamente con la muerte de su padre.
Alonso ayudó a su madre a mantener el negocio familiar, y llegó a hacerse cargo
de la dirección. A la edad de 27 años se casó con María Suárez, de la que tuvo
tres hijos, pero la vida familiar tocó a su fin cuando murieron los cuatro. Los
fuertes impuestos acabaron dando al traste con su negocio, dejando en el joven
viudo una

En su angustia se dirigió a los jesuitas, que acababan de llegar a Segovia, en busca de dirección espiritual. Por medio de la pérdida
inconsolable de su mujer y su familia, Dios condujo a Rodríguez hasta una relación de intimidad consigo. Fueron días de triste
oración en soledad, buscando la voluntad de Dios. Queriendo entregarse a Dios como jesuita se ofreció como candidato al
sacerdocio, pero su avanzada edad de 35 años, su frágil salud y lo limitado de su formación, no lo hacían apto a los ojos de los
jesuitas que lo examinaron con vistas a su admisión. El año 1568 se trasladó a Valencia, a donde había sido destinado su director
espiritual, y durante dos años se esforzó por obtener la formación necesaria para ser sacerdote. Por su parte estaba dispuesto a ser
hermano jesuita si había que descartar el sacerdocio, pero los padres que lo examinaron en Valencia llegaron a la misma conclusión
negativa de los anteriores. Sin embargo el provincial detectó su santidad y le dio el permiso para entrar en la Compañía.

El 31 de enero de 1571, a la edad de 37 años, entró Rodríguez en el noviciado, pero sólo seis meses después lo enviaron al colegio
de Montesión en la isla de Mallorca, frente a la costa española. Allí acabaría su noviciado y se haría famoso por su humilde trabajo
de portero y su amistad con otro santo jesuita, Pedro Claver, el apóstol de los esclavos que llegaban a Colombia.

En 1679 es nombrado Rodríguez portero del colegio, encargado de recibir a las visitas, localizar a los jesuitas o estudiantes que
recibían alguna llamada, dar mensajes, hacer mandados, distribuir limosnas y - lo más importante – consolar a los atribulados que no
tenían a nadie a quien dirigirse. Era repetitivo y monótono, exigía mucha humildad, pero Rodríguez imaginaba que todo el que
llamaba a la puerta era el mismo Señor, y saludaba a todos con la misma sonrisa que habría reservado a Dios. Los estudiantes
sentían la presencia y la influencia de Alonso y se le acercaban en busca de consejo, ánimos o de una oración.

Tenía ya 72 años cuando llegó Pedro Claver al colegio, ardiendo en deseos de hacer algo por Dios, pero no sabiendo cómo hacerlo.
Se hicieron amigos y hablaban a menudo sobre la oración y la santidad mientras paseaban por el colegio. El anciano consejero
animó al estudiante a irse a las misiones de América del Sur.

Al portero jesuita lo apreciaban por su amabilidad y su santidad, pero fueron sus apuntes espirituales y sus memorias, las que
revelaron, después de su muerte, la cualidad y profundidad de su vida de oración. El humilde hermano había sido favorecido por
Dios con notables favores místicos, con éxtasis y visiones del Señor, Nuestra Señora y los santos.

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