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o pueblos donde no había una diferenciación social interna. Las familias vivían en
condiciones de igualdad y solamente se destacaban los jefes o mayordomos quienes se
encargaban de resolver los problemas y pleitos comunales.
América del norte
De todas las culturas amerindias, las tribus habitantes de América del norte no llegaron a
tener la complejidad social, económica y cultura de las civilizaciones azteca, maya,
zapoteca, olmeca y mixteca. Esto se debió, según los estudios antropológicos, a la menor
densidad demográfica de estas tribus a sus diferencias étnicas y sobre todo al nomadismo.
sin embargo, a estos pueblos se les atribuye una fuerte conexión con la naturaleza y un
profundo respeto y cuidado hacia ella.
Cada tribu se componía de varios clanes: los mohawk y oneida de tres cada uno, los
cayuga de diez, y los onondaga y seneca de nueve cada una. Cada clan era gobernado a
través de un consejo donde votaban todos los hombres y mujeres adultos; estos elegían a
los sachem, jefes en tiempos de paz, con fuerte autoridad moral, pero sin capacidad
coercitiva; y los caudillos para los tiempos de guerra pero que solo tenían autoridad para
dirigir las campañas. También se les consideraban jefe y sub-jefe o jefe guerrero (algunos
clanes solo elegían jefes). Los hijos de un hombre elegido no podían ser elegidos por ser
miembros del clan de la madre y solo se podía ser jefe del clan propio, usualmente los
cargos se transmitían del sachem a su hermano o sobrino. Sachem y caudillos podían ser
depuestos si el consejo lo decidía y debían responder ante las ancianas del clan por sus
decisiones. A inicios del siglo XIX los blancos que convivieron con los iroqueses detectaron
frecuentes conflictos entre los sachem (cargos por entonces hereditarios) y caudillos
(hombres que llegaron al liderazgo demostrando su valía como dirigentes militares).
Los nombramientos de estos jefes debían contar con el apoyo de otros clanes de la misma
fratría (hermandad). Todos los clanes de cada tribu se agrupaban en fratrías de primera y
segunda categoría. Así, en los consejos tribales se incluían a los jefes de paz y guerra de
cada clan, más los representantes de cada fratría. En estas reuniones se resolvían las
cuestiones que atañían a toda la tribu y los asuntos más delicados que exigían
unanimidad, como hacer la paz, declarar la guerra o recibir embajadores. Todos los
asistentes, hombres o mujeres, podían hablar si querían. Los jefes tenían el deber de
proteger social y políticamente a su tribu, y podían vender sus tierras o decidir el traslado
a otro sitio.
Los consejos de madres o ancianas de las tribus tenían gran poder. Según sus costumbres,
se requería la aprobación de dos tercios de ellas para decidir, y podían vetar tratados de
paz o declaraciones de guerra. Se reunían de forma separada a los consejos masculinos y
solían usar a varones como mensajeros para informar de sus decisiones, o a féminas de
oradoras y representantes ante sus contrapartes de hombres. Era frecuente que fueran
mujeres quienes sugirieran en todos los consejos los temas a tratar.25 Los embajadores
Alejandra Leyva Maciel
Tras su paso, los nazcas dejaron una gigantesca red de líneas en el desierto. Los mochicas,
en cambio, construyeron edificios, carreteras y una compleja red de riego. Éstos
expandieron su dominio por la fuerza, a diferencia de los chavines.
En cuanto a la estratificación social el ámbito andino se presentaba como un mosaico de
diversos caciques y curacas, agrupados bajo la hegemonía de jefes de mayor rango. Bajo el
dominio incaico este esquema varió, ya que los jefes principales aceptaron la
preeminencia del Sapa Inca y reconocieron el nuevo ordenamiento estatal. Este grupo de
señores regionales, a los que se agregaban los mayores funcionarios del imperio, los
sacerdotes y algunos mercaderes, conformaban la élite del Tahuantinsuyo. Se distinguían
de los demás por el uso de llamativos aros, por lo cual recibieron el nombre de "orejones",
cuando arribaron los españoles. El Ayllu (núcleo familiar) constituía la unidad básica de la
organización social. Poseían una organización comunitaria de la propiedad, tanto sobre la
tierra como sobre el ganado. Cada miembro tenía acceso a ellos y, en retribución, debía
trabajar para el ayllu. Cada ayllu tenía derechos sobre un territorio determinado, dentro
del cual cada jefe de familia recibía un terreno para sus sustentos. Sobre los ayllus se
ordenaba una sociedad altamente jerarquizada, con una gran burocracia.
Presenta la estructura social de una población inca entre los años 1438 y 1535, en toda la
parte oeste de Latinoamérica, comenzando por el Perú, y hasta la selva amazónica.