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El secretario de Defensa de Estados Unidos, Chuck Hagel, aprovechó la reciente cumbre de ministros de Defensa
de las Américas en Arequipa (Perú) para presentar el documento Climate change adaptation forecast, el primer
informe del Pentágono sobre los riesgos que para la seguridad mundial representan los desastres ecológicos
asociados al cambio climático. Esa amenaza, asegura el texto, actúa como factor multiplicador, “exacerbando
muchos de los desafíos con los que nos enfrentamos hoy, desde enfermedades infecciosas al terrorismo”.
Hagel advirtió en la ciudad peruana –rodeada de tres volcanes cuyas nieves, antes perpetuas, han retrocedido
aceleradamente en los últimos años– sobre amenazas medioambientales como la desaparición de los glaciares
andinos y la aparición de huracanes cada vez más potentes por el calentamiento de la superficie marina en las
zonas tropicales del hemisferio occidental. Según el informe, las estrategias internacionales de seguridad deben
incorporar los factores climáticos y las perturbaciones ecológicas, sobre todo en regiones de alto riesgo como
Oriente Próximo y África, donde las sequías pueden provocar hambrunas, desplazamientos masivos y crisis de
refugiados.
De hecho, EE UU ya está sufriendo esas consecuencias: el 58% del territorio de California se ve afectado por una
severa sequía que ha causado pérdidas por valor de 2.200 millones de dólares en lo que va de año. Según Marcus
King, experto de la Universidad George Washington, la guerra civil siria está directamente relacionada con las
sequías que provocaron una emigración masiva del campo a las ciudades, lo que creó el caldo de cultivo propicio
para la radicalización de jóvenes desempleados y sin futuro.
El último informe Living Planet Index de la World Wildlife Fund (WWF), señala que desde los años setenta, la
actividad humana ha hecho desaparecer la mitad de la población animal vertebrada del planeta. Las regiones
tropicales son las que han visto las mayores caídas. Las especies acuáticas de agua salada han registrado
descensos del 39%, mientras que las de agua dulce –batracios, peces, moluscos, crustáceos…– han colapsado,
con descensos de hasta el 76%, lo que ha puesto a muchas especies al borde de la extinción.
La humanidad necesita actualmente, según la WWF, el equivalente a la capacidad regenerativa de 1,5 planetas
Tierra para proveer bienes y servicios ecológicos imprescindibles. Los bosques, por ejemplo, filtran el agua y
evitan la erosión de los suelos. En otras palabras, la humanidad consume recursos naturales mucho más rápido de
los que puede reponer.
Casi todas las enfermedades infecciosas emergentes en los últimos 40 años –entre ellas el ébola y el sida–, que
se han cuadruplicado desde 1950, han aparecido tras la irrupción humana en ecosistemas tropicales vírgenes. Un
60% de esas enfermedades son “zootónicas”: provienen de animales que transmiten sus virus a personas que han
invadido sus hábitat.
El Antropoceno
El uso de combustibles fósiles es el factor de mayor peso en la huella ecológica humana de la era del
Antropoceno, denominación de los biólogos a la nueva era geológica en la que ha entrado la Tierra por la
incidencia humana en los ecosistemas terrestres. En 1961 las emisiones de gases de carbono representaban el
36% de esa huella. En 2010 esa cifra era ya del 53%.
Los residuos y desechos plásticos matan a millones de animales marinos que los ingieren confundiéndolos con
alimentos naturales, contaminando la cadena nutricia de la que dependen los atunes y salmones.
Los ecosistemas de los mares y océanos del mundo son, con los bosques tropicales, los más amenazados por la
sobreexplotación y la contaminación. Muchos arrecifes de coral, desde México a Tailandia, se han convertido en
“ecosistemas zombis”, vivos en apariencia pero condenados a colapsarse en 20 o 30 años por la sobrepesca, la
acidificación de los mares y la polución.
Los más perjudicados por la pesca industrial son los pescadores artesanales, que representan casi la mitad de la
pesca mundial y emplea a alrededor de 33 de los 36 millones de personas que viven de la pesca en el mundo, un
sector que genera 107 millones de empleos y que es la principal fuente de proteínas animales de 1.000 millones
de personas.
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