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El documento discute la transición de las sociedades agrícolas a las sociedades urbanas e industriales. Describe cómo la agricultura perdió autonomía y se subordinó a la industria, llevando a la concentración de la población en ciudades que absorben pueblos y aldeas. También analiza la evolución de las ciudades desde centros políticos a centros de comercio e industria, transformando sus funciones y estructuras.
El documento discute la transición de las sociedades agrícolas a las sociedades urbanas e industriales. Describe cómo la agricultura perdió autonomía y se subordinó a la industria, llevando a la concentración de la población en ciudades que absorben pueblos y aldeas. También analiza la evolución de las ciudades desde centros políticos a centros de comercio e industria, transformando sus funciones y estructuras.
El documento discute la transición de las sociedades agrícolas a las sociedades urbanas e industriales. Describe cómo la agricultura perdió autonomía y se subordinó a la industria, llevando a la concentración de la población en ciudades que absorben pueblos y aldeas. También analiza la evolución de las ciudades desde centros políticos a centros de comercio e industria, transformando sus funciones y estructuras.
una hipótesis: la urbanización completa de la sociedad
llamaremos “sociedad urbana” aquella que surge de la urbanización
completa se emplea el término “sociedad urbana” para caracterizar tipos muy diferentes de ciudad o “polis”; la “polis” griega, la ciudad oriental o medieval, la ciudad comercial o industrial, la ciudad pequeña o gran urbe. se hace abstracción -o se ignoran las relaciones que se hallan ligadas a cada modelo urbano. Nosotros el termino “sociedad urbana” lo aplicamos a la sociedad que surge de la industrialización. la sociedad caracterizada por un proceso de dominación y asimilación de la producción agraria. se habla de sociedad industrial, de sociedad tecnificada, de sociedad de la abundancia, de ocio, de consumo, etc. Para definir la sociedad postindustrial, es decir, aquella que nace en la industrialización y sucede a ésta, proponemos el concepto de “sociedad urbana”, que hace referencia, más que a una realidad palpable, a una tendencia, una orientación, La sociedad urbana es para nosotros un objeto virtual, es decir, un objeto posible, cuyo nacimiento y desarrollo hemos de presentar ligado a un procesoy a una praxis (una acción práctica). la producción agraria ha perdido en los grandes países industriales, y a escala internacional, toda su autonomía ya no es el sector fundamental y carece de características específicas, a no ser la del subdesarrollo las particularidades locales y regionales,heredadas de una época en la que la agricultura era factor dominante, no han desaparecido la producción agrícola se transforma en un sector de la producción industrial, subordinada a sus imperativos y sometida a sus exigencias. la aglomeración tradicional propia de la vida campesina, es decir, la aldea, se transforma; unidades más amplias la absorben o la asimilan; se produce su integración en la industrial. La concentración de la población se realiza al mismo tiempo que la de los medios de producción. El tejido urbano prolifera, se extiende, consumiendo los residuos de la vida agraria En el horizonte de los productores agrícolas, de los campesinos, se perfila la agro-ciudad, sustituyendo al antiguo pueblo. la gran ciudad ha estallado, provocando una serie de protuberancias La ciudad pequeña y mediana se transforma en dependencia, en una semicolonia de la metrópoli La expresión “sociedad urbana” responde a una necesidad teórica. El concepto de “sociedad urbana”, tal y como lo presentamos aquí, es pues, al mismo tiempo una hipótesis y una definición. llamaremos más adelante “revolución urbana” al conjunto de transformaciones que se producen en la sociedad contemporánea para marcar el paso desde el período en el que predominan los problemas de crecimiento y de industrialización a aquel otro en el que predominará ante todo la problemática urbana y donde la búsqueda de soluciones y modelos propios a la “sociedad urbana” pasará a un primer plano. El concepto “revolución urbana” no implica necesariamente acciones violentas. Pero tampoco las excluye. ¿Cómo discernir de antemano lo que se puede producir mediante una acción racional? ¿Qué había en un principio? Una serie de pueblos, objeto de la etnología y de la antropología. los primeros grupos humanos (recolectores, pescadores, cazadores y, quizá, pastores) han marcado y caracterizado el espacio, lo han explorado y jalonado. Han indicado las aldeas, los enclaves geográficos estratégicos. Más tarde, los campesinos, enraizados en el suelo, han perfeccionado y precisado tal topología del espacio, sin alterarla. Lo que más nos interesa es el hecho de que en muchos lugares del mundo, sin duda allí donde surge la historia, la ciudad ha acompañado o seguido de cerca a la aldea. La agricultura no ha superado la recolección, no se ha constituido como tal más que bajo impulso (autoritario) de centros urbanos, ocupados, generalmente, por hábiles conquistadores, convertidos en protectores, explotadores y opresores, es decir, administradores, fundadores de un Estado o de un esbozo de Estado. La ciudad política acompaña o sigue inmediatamente la instauración de una vida social organizada de la agricultura y de la aldea. El problema general de las relaciones entre la ciudad y el campo dista mucho de hallarse resuelto. . La ciudad política no se concibe sin la escritura: documentos, órdenes, inventarios, percepción de impuestos. La ciudad es todo orden, ordenanza y poder. No obstante, su existencia implica también un artesanado e intercambios, aunque sólo fuesen debidos a la necesidad de procurarse las materias indispensables para la guerra y el poder (muebles, cueros, etc.), La ciudad política administra, protege y explota un territorio, con frecuencia amplio. Dirige los grandes trabajos agrícolas: drenaje, regadío, construcción de diques, roturaciones, etc. Domina cierto número de aldeas; la propiedad del suelo, símbolo del orden y de la acción, se convierte en propiedad eminente del monarca., los campesinos y las comunidades guardan su posesión real mediante el pago de tributos. El intercambio y el comercio, si bien nunca han estado ausentes, deben aumentar.. Los lugares destinados al intercambio y el comercio son, en un primer momento, claramente estigmatizados por signos de heterotopía. La ciudad política resiste con toda su energía, con toda su cohesión; se siente y se sabe amenazada, amenazada por el mercado, por la mercancía, por los comerciantes, por su tipo de propiedad (la propiedad mueble, y móvil por definición: el dinero sólo es en el occidente europeo, al final de la Edad Media, donde la mercancía, el mercado y los mercaderes se introducen triunfalmente en la ciudad el emplazamiento del mercado se convierte en el centro. Sustituye y suplanta al lugar de reunión (ágora, fórum). En torno al mercado, convertido en algo fundamental, se agrupan la iglesia y el ayuntamiento (dominado por la oligarquía de mercaderes), con su torreta o su campanil, símbolo de libertad. Obsérvese cómo la arquitectura sigue y refleja la nueva concepción de la ciudad. El espacio urbano se convierte en el enclave donde se opera el contacto entre las cosas y las gentes, donde tiene lugar el intercambio Dicho espacio se enriquece con la representación de esta libertad conquistada, que se asemeja a la Libertad. el intercambio comercial se convierte en función urbana; dicha función ha hecho que surja una forma (o unas formas arquitectónicas y/ urbanísticas) y, a partir de ellas, una nueva estructura del espacio urbano. la ciudad ya no se considera a sí misma, ni tampoco por los demás, como una isla urbana en el océano rural; ya no se enfrentada a la naturaleza aldeana o campesina. Penetra en la conciencia y en el conocimiento como uno de los términos -igual al otro- de la oposición “ciudad.-campo”. El campo pasa a ser “los alrededores” de la ciudad, su horizonte, su límite La ciudad comercial precede en muy poco a la aparición del capital industrial y, en consecuencia, a la ciudad industrial. Sabido es que la industria se implanta cerca de las fuentes de energía (carbón, agua), de las materias primas (metales, textiles) y de las reservas de mano de obra abundante, sostenida a bajo precio. Así, pues, puede instalarse en cualquier sitio, pero, más tarde o más temprano, llega a las ciudades preexistentes, o bien las crea la ciudad política resiste mucho tiempo ante la acción conquistadora -mitad pacífica, mitad violenta- de comerciantes, intercambio y dinero, Sin embargo, ninguno de estos términos descriptivos aclara completamente el proceso histórico: la enorme concentración (de agentes, de actividades, de riquezas, de cosas y de objetos, de instrumentos, de medios, de posibilidades y de pensamiento) en la realidad urbana, y el inmenso estallido, la proyección de múltiples y disociados fragmentos (periferia, extrarradios, residencias secundarias, satélites, etc.). . El aumento de la producción industrial se superpone al crecimiento de los intercambios comerciales, y los multiplica. Este crecimiento va desde el trueque hasta el mercado mundial, desde el intercambio de productos, realizaciones, pensamientos y seres humanos Lo urbano (abreviación de “sociedad urbana”) se define pues, no como realidad consumada, situada en el tiempo con desfase respecto de la realidad actual, sino, por el contrario, como horizonte y virtualidad clasificadora. A favor de la calle. No se trata únicamente de un lugar de paso y de circulación; la invasión de automóviles y la presión de su industria, es decir, del lobby del auto, han convertido al coche en un objeto piloto, ¿Qué es la calle? Es el lugar (topo) del encuentro, sin la cual no caben otros posibles encuentros en lugares asignados a tal fin (cafés, teatros y salas diversas). La calle cumple una serie de funciones que Le Corbusier desdeña: fusión informativa, función simbólica y función de esparcimiento. Se juega y se aprende. En la calle hay desorden, es cierto, pero todos los elementos de la vida humana, inmovilizados en otros lugares por una ordenación fija y redundante, se liberan y confluyen en las calles, y alcanzan el centro a través de ellos; todos se dan cita, alejados de sus habitáculos fijos. Es un desorden vivo, que informa y sorprende. La calle y su espacio es el lugar donde un grupo (la propia ciudad) se manifiesta, se muestra, se apodera de los lugares y se realiza un adecuado tiempo-espacio. En contra de la calle. ¿Un lugar de encuentros?, quizá, pero ¿qué encuentros? Aquellos que son más superficiales. En la calle se marcha unos junto a otros, pero no es lugar de encuentros. En la calle domina el “se” (impersonal), e imposibilita la constitución de un grupo, de un “sujeto”, y lo que la puebla es un amasijo de seres en búsqueda .La velocidad de circulación, todavía permitida, del peatón se halla determinada y calculada en función de la posibilidad de apercibir los escaparates y de comprar los objetos exhibidos. La calle ya no es más que la obligada transición entre el trabajo forzado, los esparcimientos programados y la habitación, en cuanto lugar de consumo. La acumulación de objetos es paralela a la de la población y sucede a la del capital En ninguna parte ha estado la humanidad más alejada de su naturaleza orgánica que bajo las condiciones de vida propias de las grandes ciudades. El rasgo que distingue al modo de vida del hombre de la edad moderna es su concentración en agregados gigantescos que irradian las ideas y prácticas que llamamos civilización, y alrededor de los cuales se aglomeran centros menores Las influencias que la ciudad ejerce sobre la vida social del hombre son mayores de lo que indicaría la magnitud de la población urbana, pues la ciudad no es sólo la morada y el taller del hombre moderno, sino también el centro de iniciación y control de la vida económica, política y cultural que ha atraído a su órbita las más remotas partes del mundo y entrelazado en un cosmos diversas áreas, pueblos y actividades. El crecimiento de las ciudades y la urbanización del mundo es uno de los hechos más impresionantes de los tiempos modernos. Aunque es imposible establecer en forma precisa qué proporción de la población total mundial, estimada en 1.800.000.000 de habitantes, es urbana, el 69,22 % de la población total de aquéllos países que sostienen la distinción entre áreas urbanas y rurales, lo es (Pearson, 1935). Esta transformación de una sociedad rural en una predominantemente urbana, acaecida en áreas industrializadas tales como los Estados Unidos y el Japón en el lapso de una simple generación, fue virtualmente acompañada por cambios que han afectado profundamente todos los aspectos de la vida social. Dado que la ciudad es producto del crecimiento antes que de una creación instantánea, puede suponerse que las influencias que ejerce sobre los modos de vida no logran extirpar por completo los modos previamente dominantes de asociación humana. Por lo tanto, y en un grado mayor o menor, nuestra vida social muestra huellas de una temprana sociedad folk, de la que son modos característicos de instalación las granjas, la hacienda (“manor”) y la villa. Tal influencia histórica está reforzada por la circunstancia de que la población de la ciudad misma es en gran medida reclutada en el campo, donde persiste un modo de vida que recuerda aquella forma primera. La ciudad y el campo deben ser vistos como dos polos y todos los establecimientos humanos tienden a acomodarse con relación a uno u otro de ellos. A pesar de la significación preponderante que la ciudad tiene en nuestra civilización, el conocimiento de la naturaleza del urbanismo y del proceso de urbanización es pobre. Una definición de la ciudad sociológicamente significativa busca seleccionar aquellos elementos del urbanismo que lo caracterizan como un modo distintivo de la vida humana de grupo. Caracterizar como urbana una comunidad sólo sobre la base de su tamaño es obviamente arbitrario. Es difícil defender semejante definición censal, que designa como urbana a una comunidad de 2.500 habitantes o más, y a todas las menores como rurales. La situación sería la misma si el criterio fuese 4.000, 8.000, 10.000, 25.000 ó 100.000 habitantes pues aunque en el último caso podríamos sentir que estamos más cerca de un agregado urbano que tratándose de comunidades de menor tamaño, ninguna definición del urbanismo puede pretender ser completamente satisfactoria en tanto las cifras sean consideradas como criterio único. Además, no es difícil demostrar que comunidades que poseen un número menor de habitantes del que indica aquel límite arbitrario, pero que están situadas en la esfera de influencia de los centros metropolitanos, tienen mayor derecho a ser reconocidos como urbanas que otras de mayor extensión pero que llevan una existencia más aislada, en un área predominantemente rural. Finalmente, debe reconocerse que las definiciones censales están indebidamente influidas por el hecho de que la ciudad, donde los límites legales juegan un papel decisivo delineando el área urbana es siempre, estadísticamente hablando, un concepto administrativo. En tanto identifiquemos urbanismo con la entidad física de la ciudad, viéndola sólo como rígidamente delimitada en el espacio, y procedamos como si los atributos urbanos cesaran abruptamente de manifestarse más allá de una línea limítrofe arbitraria, no estaremos en condiciones de elaborar ninguna adecuada concepción del urbanismo como modo de vida. El desarrollo tecnológico de los transportes y la comunicación, que marcó virtualmente una nueva época en la historia humana, ha acentuado el papel de las ciudades como elementos dominantes de nuestra civilización y extendido enormemente el modo urbano de vida más allá de los confines de la ciudad misma. La cuestión no es si las ciudades, en nuestra civilización o en otras, exhiben estos rasgos distintivos, sino la de si poseen la potencia para moldear el carácter de la vida social en su forma específicamente urbana grandes variaciones que se dan entre las ciudades. Mediante una tipología de ciudades basada en el tamaño, la ubicación, la edad y la función de las mismas, hemos podido ordenar y clasificar las comunidades urbanas en una escala que fluctúa desde pueblos pequeños y precarios hasta florecientes centros metropolitanos mundiales Una ciudad industrial diferirá significativamente, en los aspectos sociales, de una ciudad comercial, minera, pesquera, universitaria o capital. Una ciudad de una sola industria presentará una serie de características sociales diferente de la de una ciudad de muchas industrias, así como lo hará una ciudad industrialmente equilibrada respecto de una desequilibrada, un suburbio respecto de un satélite, Además, podemos inferir que la vida rural tendrá la marca del urbanismo en la medida en que experimente la influencia de las ciudades a través del contacto y la comunicación. El urbanismo, ese complejo de rasgos que componen el modo característico de la vida en las ciudades, y la urbanización, que denota el desarrollo y extensión de esos factores, no se encuentran pues exclusivamente en establecimientos que son ciudades en un sentido físico y demográfico. Con todo, deben encontrar su más pronunciada expresión en tales áreas, especialmente en las ciudades metropolitanas. Es particularmente importante llamar la atención sobre el peligro de confundir urbanismo con industrialismo y capitalismo moderno. El surgimiento de las ciudades en el mundo moderno no es, sin duda, independiente de la emergencia de la moderna tecnología de las máquinas a fuerza motriz, de la producción en serie y de la empresa capitalista. Para propósitos sociológicos, una ciudad puede ser definida como un establecimiento relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente heterogéneos . Así, cuanto más grande, más densamente poblada y más heterogénea sea una comunidad, más acentuadas estarán las características asociadas con el urbanismo. la ciudad muestra una clase y grado de heterogeneidad de población que no puede ser enteramente explicada por la ley de las grandes cantidades o representada adecuadamente por medio de una curva de distribución normal. Dado que la población de la ciudad no se reproduce sólo por sí misma, debe reclutar sus inmigrantes de otras ciudades, del campo, y –en este país hasta hace poco- de otros países. Así, históricamente la ciudad ha sido un crisol de razas, gentes y culturas y la base más favorable para nuevos híbridos biológicos y culturales. Además, cuanto mayor es el número de individuos que participan en un proceso de interacción, mayor es la diferenciación potencial entre ellos. Por lo tanto, se puede suponer que los rasgos personales, las ocupaciones, la vida cultural y las ideas de los miembros de una comunidad urbana, variarán entre polos más ampliamente separados que los de los habitantes rurales. El aumento en el número de habitantes de una comunidad más allá de unos pocos centenares, necesariamente limita la posibilidad del conocimiento mutuo y personal de cada miembro de la comunidad. El aumento cuantitativo involucra así un cambio en el carácter de las relaciones sociales. La multiplicación de personas en un estado de interacción bajo condiciones que hacen imposible su contacto como personalidades completas produce esa segmentación de las relaciones humanas interpretada a veces por los estudiosos de la vida mental de las ciudades como una explicación del carácter “esquizoide” de la personalidad urbana. Esto no quiere decir que los habitantes urbanos tengan menos conocimiento mutuo que los habitantes rurales, ya que lo inverso precisamente es quizá lo cierto; significa, más bien, que en relación con el número de gente que se ve y con quien uno se codea en el curso de la vida diaria, se conoce una proporción menor y de éstos se tiene un conocimiento menos intenso. cuando se dice que la ciudad está caracterizada por contactos secundarios antes que primarios. Ciertamente, los contactos de la ciudad pueden ser cara a cara, pero son sin embargo impersonales, superficiales, transitorios y segmentados. La reserva, la indiferencia y el aspecto de hastío que los urbanos manifiestan en sus relaciones, pueden ser considerados, por lo tanto, como recursos de auto-inmunización contra las exigencias personales y las expectativas de otros. La superficialidad, el anonimato y el carácter transitorio de las relaciones sociales urbanas hacen también inteligible la sofisticación y la racionalidad adscriptas generalmente a los habitantes de la ciudad. En una comunidad constituida por una cantidad de individuos que excede a aquélla en la que puedan conocerse íntimamente unos a otros y sea dado reunirlos en un solo lugar, se hace necesario comunicarse a través de medios indirectos. El mundo urbano acentúa el reconocimiento visual. Vemos el uniforme que denota el rol de los funcionarios y olvidamos las excentricidades personales subyacentes al uniforme. Tendemos a adquirir y a desarrollar una sensibilidad para un mundo de artefactos y nos alejamos cada vez más del mundo de la naturaleza. La densidad, los valores de la tierra, las rentas, la accesibilidad, la salubridad, el prestigio, las consideraciones estéticas, la ausencia de molestias tales como el ruido, el humo y la suciedad, determinan la deseabilidad de las diversas áreas de la ciudad como lugares para el establecimiento de los diferentes sectores de la población. las personas de status y necesidades homogéneas se agrupan inconscientemente, se seleccionan conscientemente, o son forzadas a hacerlo por imperio de las circunstancias, dentro de una misma área. la ciudad tiende a asemejarse a un mosaico de mundos sociales, donde la transición de uno a otro es abrupta. La yuxtaposición de personalidades y modos de vida divergentes tiende a producir una perspectiva relativista y un sentido de tolerancia hacia las diferencias . El reloj y las señales de tránsito son símbolos de las bases de nuestro orden social en el mundo urbano. El urbanismo en tanto modo característico de vida puede ser enfocado empíricamente desde tres puntos de vista interrelacionados: 1) Como una estructura física que comprende una base de población, una tecnología y un orden ecológico; 2) como un sistema de organización social que involucra una estructura social característica, una serie de instituciones sociales y una pauta típica de relaciones sociales; y 3) como un conjunto de actitudes e ideas, y una constelación de personalidades comprometidas en formas típicas de conducta colectiva y sujetas a mecanismos característicos de control social. la declinación de la tasa de natalidad puede en general considerarse como uno de los signos más característicos de la urbanización del mundo occidental. Los rasgos característicos del modo de vida urbano han sido a menudo descritos sociológicamente como consistentes en la sustitución de contactos primarios por secundarios, el debilitamiento de los vínculos de parentesco y la decadencia de la significación social de la familia, la desaparición del vecindario y la socavación de las bases tradicionales de la solidaridad social En general, la ciudad desalienta una vida económica en la que en tiempos de crisis el individuo tenga una base de subsistencia a la cual recurrir, y desalienta el trabajo por cuenta propia. Si bien los ingresos de la gente de la ciudad son más altos que los de la del campo, el costo de la vida también parece ser más alto en las grandes ciudades Frente a la desaparición de la unidad territorial como base de la solidaridad social, creamos unidades de intereses. Mientras tanto, la ciudad como comunidad, se resuelve en una serie de tenues relaciones segmentadas sobreimpuestas en una base territorial con un centro definido pero sin una periferia definida,