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NIÑOS ANTE DIOS

La Infancia Espiritual
NIÑOS ANTE DIOS
La Infancia Espiritual
P. José Kentenich

Traducción:
Prof. Sergio Danilo Acosta

Diseño de tapa:
Lucía Carcur

ISBN: 950-9579-45-9
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Abril, 2003
Niños
Ante Dios
LalnfanciaEspiritual

P. José Kentenich

EDITORIAL
PATRIS
CONTENIDO

PRESENTACION ____________________ __ _____________________ 7


Primera Conferencia
EXTENDER ANHELANTES NUESTRAS MANOS
HACIA DIOS________________________________________________ 13
Segunda Conferencia
LA PATERNIDAD ES LA ESENCIA DE DIOS ___________________ 27
Tercera Conferencia
EL HOMBRE NIÑO ES OMNIPOTENTE ANTE DIOS ____________ 49
Cuarta Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL ES UN CLAMOR
DE LA NATURALEZA DEL HOMBRE__________________________ 73
Quinta Conferencia
EL SENTIDO DE SER HOMBRE ES HACERSE NIÑO_____________ 99

Sexta Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL ES EL CAMINO
HACIA EL CIELO__________________________________________ 107
Séptima Conferencia
ESCUCHAR A DIOS EN LA VIDA MISMA____________________ 129
Octava Conferencia
EL RECOGIMIENTO CONTINUO EN DIOS___________________ 157
Novena Conferencia
BASTA REPETIR "SI, PADRE"_______________________________ 183
Décima Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL ES ENTREGA
DE SI MISMO______________________________________________ 197
Undécima Conferencia
LA ASCETICA DE LA INFANCIA ESPIRITUAL _______________ 217
Duodécima Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL COMO
REMEDIO A LAS CRISIS____________________________________ 241
Decimotercera Conferencia
EL HEROISMO DE LA ENTREGA A DIOS PADRE 265
Decimocuarta Conferencia
CUANDO DIOS NOS PRUEBA______________________________ 273
Decimoquinta Conferencia
EL SI PERSONAL Y PATERNAL DE DIOS ____________________ 303
Decimosexta Conferencia
EL AMOR DEL PADRE ESTA DETRAS DE LA CRUZ __________ 325
Decimoséptima Conferencia
LOS FRUTOS DE LA INFANCIA ESPIRITUAL ________________ 353
Decimoctava Conferencia
LA SABIDURIA SANTA ____________________________________ 365
Decimonovena Conferencia
VINCULOS OBLIGATORIOS Y VINCULOS CON DIOS_________ 395
Vigésima Conferencia
MARIA Y EL ESPIRITU SANTO _____________________________ 417
Vigésimo primera Conferencia
LA TRANSFORMACION EN DIOS___________________________ 437
Vigésimo segunda Conferencia
ESENCIA DE LA INFANCIA ESPIRITUAL____________________ 443
Vigésimo tercera Conferencia
LA PUREZA_______________________________________________ 469
Vigésimo cuarta Conferencia
EL PUDOR Y LA TEMPLANZA______________________________ 493
Vigésimo quinta Conferencia
MARIA Y LA INFANCIA ESPIRITUAL________________________ 515

BIBLIOGRAFIA_____________________________________________ 531
INDICE DE PERSONAS Y LUGARES__________________________ 533
INDICE TEMATICO_________________________________________ 535
INDICE ANALITICO___________ 541
PRESENTACION

La presente obra compendia las conferencias dictadas


por el Padre Kentenich, fundador del Movimiento de
Schoenstatt, en el retiro predicado a los sacerdotes de la
Comunidad Misionera de Belén (Padres Betlemitas), en
Immensee, Suiza, en otoño de 1937.
Estos ejercicios se realizaron en un marco histórico es­
pecial, como lo son las vísperas de los terribles sucesos de la
Segunda Guerra Mundial. El Padre Kentenich se encontra­
ba en la siempre neutral Suiza, y bien podría haberse sumer­
gido en la atmósfera de relativa calma que se vivía allí y
dedicarse a temas puramente ascéticos y atemporales. Pero
no procedió de esa manera, sinojque siguiendo su principio
de mantener la mano en el pulso del tiempo y el oído en el
corazón de Dios, hizo una permanente referencia a lo que
pasaba "en los países vecinos" (Alemania y Austria) y extra­
jo de ello una lección actualizada para los hombres que te­
nía frente a sí.
Recordemos que desde 1933 el Nacionalsocialismo
detentaba el poder en Alemania e impulsaba una política de
expansión territorial con miras a integrar un imperio conti­
nental. Se estaba modificando vertiginosamente el mapa
europeo, como consecuencia de las anexiones territoriales
por parte de Alemania (recordemos el famoso "Anschluss"
o anexión de Austria) y la desintegración de otros países,
como Checoeslovaquia. Esta política expansionista sería
uno de los factores detonantes de la Segunda Guerra, en
septiembre de 1939. Ya en 1934 Hitler se había autodeno­
minado "Führer y Canciller del Reich", aunando en sí mis­
mo todo el poder político. Desde 1936 se venía intensifican­
do la carrera armamentista alemana y el acrecentamiento de
su poderío militar en general. Los valores que exaltaba la
ideología nacionalsocialista impregnaban todos los ámbitos
e instituciones sociales: existía una propaganda oficial en

7
favor del belicismo, el racismo y la fidelidad al Führer. A
ello se unía la declaración de guerra a todos los enemigos
del único partido reinante. Entre estos enemigos se había
incluido también a las iglesias cristianas.
La pugna contra la Iglesia católica alemana se tradujo
en el paulatino vaciamiento de los artículos del Concorda­
to firmado en 1933 y que contemplaban el libre desempeño
de las comunidades religiosas, la garantía de los bienes de
la Iglesia católica alemana, la libertad de enseñanza, el libre
funcionamiento de las escuelas confesionales y las organiza­
ciones y asociaciones católicas, así como la libre predicación
de la fe y la moral católicas.
El 14 de marzo de 1937, precisamente en el mismo año
en que el Padre Kentenich dicta el retiro que nos ocupa, Su
Santidad Pío XI da a conocer la Encíclica Mit Brennender
Sorge ("Con viva angustia y estupor"), donde denuncia y
condena el ideario nacionalsocialista y la persecución a que
era sometida la Iglesia. Los ecos de esta encíclica, que pre­
sagiaban nuevos enfrentamientos entre Iglesia y Estado en
Alemania, resonaban vivamente en el ánimo de los asisten­
tes al retiro de Immensee.
Más allá del enfoque sobre la actualidad de su tiempo,
el Padre Kentenich presiente incluso el futuro desmo­
ronamiento de la otra gran ideología que competía con el
Nacionalsocialismo. En efecto, al leer la conferencia decimo­
tercera del presente volumen, se nos actualiza el derrumbe
del marxismo y la secuela de cambios políticos, sociales,
económicos que traería aparejado, incluso los conflictos que
hoy observamos entre las diferentes nacionalidades del ex
bloque del Este.
Lejos de amilanarse ante este estado de cosas, el Padre
Kentenich se remonta a las fuentes del Evangelio y estruc­
tura las reflexiones del retiro a los Padres Betlemitas basán­
dose en aquellas palabras de Jesús: "Yo os aseguro: si no
cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Rei­
no de los Cielos" (Mt 18,3). A partir de esta gran idea direc­
triz, el Fundador de Schoenstatt va trazando todo un

8
camino de espiritualidad que ofrece una respuesta concreta
a la dureza y angustia de la época que se vivía.
Schoenstatt suele ser conocido más bien por su cultivo
de la devoción mariana y no tanto por la acentuación de la
infancia espiritual; pero precisamente estas páginas nos
abrirán al conocimiento de otra de sus facetas: la pro-
fundización en el misterio de nuestra relación filial con Dios.
La infancia espiritual está perfectamente fundamentada en
la palabra y la vida de Jesús y en las cartas de los apóstoles.
En este libro se ofrece una propuesta de reactualización
creativa de ese mismo mensaje de filialidad, una propues­
ta "cortada a la medida del hombre de hoy", si se me
permite recurrir a un giro popular que solía emplear el
Padre Kentenich.
Si bien el tema de la filialidad o infancia espiritual es­
tuvo siempre presente en la historia de la espiritualidad
católica, en las primeras décadas de este siglo tuvo un nue­
vo auge debido, entre otros factores, a la rauda expansión
de la devoción a Santa Teresita del Niño Jesús. En efecto, la
obra más conocida de la carmelita de Lisieux, Historia de
un alma, se venía editando con un ritmo vertiginoso de
ediciones y era bien conocida entre el auditorio que tenía
frente a sí el Padre Kentenich. En su autobiografía espiritual,
Teresita volvía a subrayar la vigencia del camino de la
infancia espiritual, a quien designaba sencillamente como el
"caminito".
El Fundador de Schoenstatt armonizará las ocasionales
referencias a dicha obra con otras citas de Pestallozzi,
Tagore, Nietzsche, etc., que aluden igualmente al universo
de los niños y de la infancia espiritual. Todas ellas, a su vez,
pueden recapitularse en la cita de San Mateo que es la pie­
dra angular y el elemento cohesionante de los ejercicios de
Immensee: "Si no cambiáis y os hacéis como niños no entra­
réis en el Reino de los cielos".
En cuanto a los primeros destinatarios del retiro, cuan­
do el Padre Kentenich se refiere a la comunidad de los
Misioneros Betlemitas, utiliza el término "Familia", que en

9
el habla kentenijiana es sinónimo de comunidad por exce­
lencia. Es importante tener en cuenta que aquel primer au­
ditorio estaba conformado por religiosos, para así compren­
der mejor la elección de temas, ejemplos, matices expresivos
y vocabulario del autor.
Nuestro autor buscaba continuamente sintonizar la
perspectiva de interés de su auditorio. Esa sintonía lo lleva­
ba a adaptar el rumbo previsto para su conferencia a las
necesidades que iba detectando entre sus oyentes. Por ejem­
plo, en la conferencia veinte, en medio de una sumaria ex­
posición de las características de la sabiduría, se explaya en
un tema aparentemente tangencial en relación con el hilo
central que venía desarrollando: la aridez espiritual y nues­
tras posibles reacciones ante ese estado. ¿Por qué ese
excurso? En conversaciones grupales o personales, el Padre
había percibido en esos días que el tema era importante
para las necesidades espirituales de los hombres a quienes
hablaba y no vacila en tocarlo.
En lo tocante al lenguaje, recordemos que todo autor
tiene su registro de palabras favoritas, a las que tiñe de
matices muy personales. En el discurso del Padre Kentenich
hallamos palabras generadoras que estructuran la reflexión.
En torno de ellas, como una constelación, se agrupan regu­
larmente una familia de términos sinónimos. Por ejemplo,
en el contexto de la palabra clave "santidad", nos habla de
aspirar, empeñarse, esforzarse, empeño y esfuerzo por la
santidad o por el cultivo de determinadas virtudes, etc... Al
referirse a la comunidad, la familia o el Estado, el Padre
Kentenich despliega una serie de términos que significan
labor o trabajo de construcción: edificar, estructurar, alzar el
edificio, organizar, etc.
El Fundador de Schoenstatt se movía con libertad ab­
soluta entre los diversos registros de la lengua. Pasa de la
exposición teórica de una idea a la aplicación práctica de la
misma, amoldando su lenguaje con flexibilidad, tanto al
discurso abstracto cuanto a la narración de ejemplos de la
vida cotidiana, pasando por todos los niveles intermedios

10
de la lengua. En cada registro fue original e innovador, in­
troduciendo ora expresiones complejas ora refranes y di­
chos populares. Hablaba como lo que fue: un teólogo pro­
fundo, pero también un hombre de pueblo. Hemos procu­
rado traducir fielmente esta agilidad del habla kentenijiana
y creemos que hemos dado un paso adelante en cuanto a
una mayor fidelidad de traducción, si bien resta aún mucho
por hacer.
Respecto de las notas de pie de página que se van su­
cediendo en la presente obra, ellas han sido elaboradas por
nuestro equipo de traducción y apuntan a aclarar pasajes
más complejos o bien completar información sobre otros
autores o determinados aspectos de espiritualidad, historia,
etc. En algunos casos nos apoyamos en los datos suministra­
dos por las notas de pie de página de la edición alemana,
pero siempre enriqueciéndolos o resumiéndolos en razón
de la perspectiva de interés de los lectores de la edición cas­
tellana. Cabe agregar asimismo que las notas marginales no
son originales del autor sino que fueron introducidas en la
presente traducción como apoyo y guía para el lector.
Finalmente quiero expresar mi más cálida gratitud por
el trabajo intenso de mi estrecho colaborador y corrector, el
P.Horacio Sosa; al P.Benjamín Pereira, a Isabel Mugica y
colaboradores de Editorial Patris de Buenos Aires; al Sr.
Mario Tubert, de Editorial Patris de Santiago de Chile, que
revisó el texto y redactó las notas marginales, y a todo el
círculo de nuestros benefactores. Gracias también a los
PP.Enrique Schaefer y Paúl Vautier; y al P.Alberto Meroni.
Ya fuera del ámbito escrito de nuestro equipo de traducción,
quiero expresar también mi agradecimiento por la compa­
ñía y aliento recibidos de los PP. Carmelitas Descalzos y del
Ing. Claudio Magnoni y familia, todos de esta ciudad.

Prof. Sergio Danilo Acosta


Buenos Aires, Octubre de 1993

11
Primera Conferencia

EXTENDER ANHELANTES NUESTRAS


MANOS HACIA DIOS

Introducción

Fue sin duda un hecho de especial relevancia para


la historia de la Iglesia en Occidente que San Bonifacio
talase en aquellos días el roble de Donar1. El árbol cayó
sin que se hiciese daño alguno al santo y con toda ra­
zón se interpretó ese acontecimiento como un triunfo
del cristianismo sobre el paganismo. Sin embargo en
nuestros días se ha iniciado un movimiento regresivo;
el paganismo12 ha vuelto a alzar su cerviz y se vuelca Abatir el
árbol del
hoy en demostraciones masivas intentando abatir el cristianismo
árbol del cristianismo. ¿Tendrá éxito en su empresa?
He aquí una cuestión en la que como cristianos, suizos
y misioneros estamos todos interesados, sin excepción.
Como cristianos porque es evidente que las preocu­
paciones de la Iglesia son también nuestras preocupa­
ciones y sus enemigos los nuestros. Como suizos, por­
que si bien este paganismo moderno no ha obtenido en

1. San Bonifacio, apóstol de Germania, nacido en Devonshire


(675 - 754). Su nombre era Winfrido. El Papa Gregorio II lo
envió a evangelizar la Germania, lo que realizó gracias a la
protección de Carlos Martel. Fue arzobispo de Maguncia y
primado de Germania. Sufrió el martirio en Dockum (Frisia).
El episodio de la tala del árbol sagrado de Donar se remonta
a los primeros tiempos de la actividad cristianizadora de
Bonifacio entre las tribus paganas germánicas.
2. Alusión al Movimiento Nacionalsocialista.

13
nuestras tierras una victoria tan contundente, ustedes
saben mejor que yo todo lo que está fermentando e in­
cubando bajo la superficie. Además saben que en la
actualidad las ideologías trascienden las fronteras
nacionales.
Como misioneros nos informamos con singular
interés sobre el surgimiento del neopaganismo en Eu­
ropa porque advertimos la repercusión especial que
tales ideologías tienen en nuestros países de misión. En
Manchuria y en Japón se sigue con suma atención lo
que pasa en Alemania. Todo lo que en este último país
tenga visos de triunfo del paganismo sobre el cristianis­
mo, aviva poderosamente los ánimos en nuestras áreas
de misión.
¿Cómo concluirá esta contienda? Es indudable
que se está tratando de talar enérgica y violentamente
el árbol del cristianismo. ¿Caerá? Más allá de la gracia
y de la Divina Providencia, la respuesta depende en
¿Caerá el gran medida de nuestra colaboración personal. Hom­
árbol del bres conocedores del tiempo actual, como por ejemplo
cristianismo? Pfliegler3, opinan que nosotros, los sacerdotes, somos
bastante incapaces de asumir la situación actual. Si fue­
se así, ¿dónde reside nuestra falencia?, ¿en no saber
captar los problemas que afectan a nuestro tiempo y
por ende en no atinar a resolverlos? Pero no es tan di­
fícil hacerlo, pues lo que hoy se pregona con bombos y
platillos ha sido ya refutado incontables veces a lo lar­
go de los siglos. No se trata ante todo de solucionar los
problemas en el plano teórico. La diferencia entre ayer
y hoy radica en lo siguiente: Lo que se enseñaba anta­
ño en las cátedras ha calado hogaño en la masa y des­
embocado en un poderoso movimiento de vida.
Me parece que la dificultad estriba en nuestra in­
capacidad de adaptarnos a la manera moderna de ver

3. Miguel Pfliegler, teólogo austríaco especializado en pastoral.

14
y sentir la vida y oponer a ese gigantesco movimiento
de vida del adversario un genuino y marcado movi­
miento de vida católico. Nos falta por último asumir Adaptamos
más el papel de jefes heroicos de un movimiento vital a la manera
de tales características. Y sin embargo intuimos que en moderna
nuestro tiempo se está decidiendo de manera especial
el destino de Europa.
Al dar una mirada retrospectiva sobre la historia,
casi podríamos decir que "así como en los días de la
Reforma se echaron las suertes de los siglos que siguie­
ron, así también hoy nos hallamos en los umbrales del Se decide el
futuro; y tal como en el próximo tiempo se formen los futuro por
frentes, así permanecerán probablemente por los siglos siglos
venideros". ¡Qué enorme, qué gran responsabilidad
tiene que despertarse en nosotros! Ya no deberíamos
llevar una vida burguesa en una época y sociedad bur­
guesas, sino enarbolar esa responsabilidad que nos
compromete: "Nuestra acción de hoy y de mañana,
nuestro compromiso heroico con un heroico movi­
miento de vida católico ejercerá una influencia impor­
tante sobre el destino de este tiempo y de Europa por
los siglos venideros". Lo que hacemos aquí en Europa,
lo hacemos indirectamente por nuestros países de mi­
sión. Lo que intentamos aquí por Europa debemos in­
tentarlo también por nuestros países de misión.

Meta de los ejercicios

Reflexionando un poco sobre estas características


generales y ubicándolas en el marco de nuestros ejerci­ Constituir
cios de este año, podría decirles lo siguiente: Aprove­ un heroico
chemos los ejercicios para formarnos y modelarnos movimiento
más que nunca como jefes heroicos de un heroico de vida
movimiento de vida católico, especialmente en el
extranjero.
Quizás deseen una formulación más sencilla: Con
heroísmo y mediante nuestro ser y nuestro obrar-,

15
aprendamos a glorificar a Dios, al Eterno, al Infinito, al
tan perseguido en la actualidad. Naturalmente, ustedes
dirán que el objetivo es muy general. Tienen razón,
pero esta tarde queremos darnos por satisfechos con
una meta general.
Mientras pronuncio estas palabras recuerdo dos
preguntas que en su momento le fueron dirigidas a San
Bernardo de Claraval4. Una fue planteada por su her­
mano menor cuando Bernardo quería abandonar el
mundo junto a otros tres o cuatro hermanos y un tío:
Bynard0/ ¿a "Bernardo" -insistía el más chico- "¿Adonde vas?" Co­
d°nde vas? nocemos la respuesta. Bernardo le dijo que tanto él
como sus acompañantes querían dejarle la parte que les
correspondía de la rica herencia paterna e ingresar al
monasterio para servir por entero a Dios y ganar el cie­
lo. El hermano menor advirtió enseguida que aquello
era un mal negocio para él y al cabo declaró que no
estaba de acuerdo con el trato, que no quería los despo­
jos de este mundo sino buscar a Dios y servirlo.
Cuando en aquellos años nos decidimos por la co­
munidad, también nosotros hicimos una declaración
de este tipo, directa o indirecta, implícita o explícita­
mente. ¿Adonde vas...? ¿Adonde fuimos? Queríamos
buscar nuestro propio camino para glorificar a Dios,
para servirlo, para entregarle todas nuestras fuerzas
sirviendo a los hombres.
Unos más, otros menos, todos estamos ya desde
hace años en la comunidad. ¿Acaso no sigue siendo
actual la segunda pregunta que Bernardo solía dirigirse
a sí mismo?: "Bernarde, ¿ad quid venisti?"5. Podemos

4. San Bernardo de Claraval (1090 -1153): Principal figura del


movimiento reformador monástico surgido en el monasterio
de Císter (Borgoña - Francia). Monje escritor y místico de
gran repercusión en la mística occidental ulterior.
5. Bernardo, ¿a qué has venido?

16
imaginarnos los ecos que despertaba este interrogante
en el ánimo vivaz pero a veces también fatigado del
santo: Era como una señal luminosa del faro de la eter­
nidad, como un son de trompeta que aventaba toda
mediocridad y negligencia del alma. Como hombre
religioso que era, Bernardo experimentó que hay horas
en las que nos sentimos paralizados y experimentamos
el elemento animal que hay en nosotros con mayor
intensidad que en los años de la juventud. En esos tran­
ces el santo de Claraval solía decirse: ¿Ad quid venisti? ¿Quieres
¿Por qué has venido? ¿Quieres pasarlo bien? ¿Quieres pasarlo
una vida cómoda? ¿Has venido para rehuir las fatigas bien?
del mundo? ¡Bernarde!, ¿ad quid venisti?
Creo que al comienzo de los ejercicios deberíamos
plantearnos a menudo esta pregunta: ¿Para qué nos hi­
¿Para qué
cimos sacerdotes? ¿Para qué entregamos nuestras nos hicimos
fuerzas a la nueva comunidad?6 La respuesta que ob­ sacerdotes?
tengamos será asimismo la que demos a la pregunta:
¿Para qué vinimos a participar todos juntos en estos
ejercicios? Repito la respuesta recién esbozada. Es muy
general, pero más tarde despejaremos un acceso perso­
nal a ella. Hemos venido a estos días de soledad para
aprender a glorificar a Dios, al Eterno, al Infinito, al hoy
tan perseguido por el neopaganismo. Y a hacerlo con
heroísmo y mediante nuestro ser y actuar.
No sé cuál de estos pensamientos destacar en esta
noche. ¿Hace falta decirles nuevamente por qué empe­
ñarse hoy en glorificar a Dios con heroísmo? Les plan­
teo un sólo pensamiento: Quien conozca el tiempo ac­
tual, sabe que en nuestros días toda mediocridad ya no Arrojar la
mediocridad
sirve de nada, es un bagaje inútil que hay que arrojar
por la borda. Quien haya captado cuáles son las
corrientes ideológicas de los países limítrofes, habrá

6. Por decreto fechado el 31 de mayo de 1921, la Casa de las


Misiones, fundada en 1895 en Immensee (Suiza), fue elevada
al rango de Seminario para las Misiones en el Extranjero.

17
advertido que en ellos se está gestando una lucha
dantesca. Digámoslo sin rodeos: A través de sus esbi­
rros, el diablo está realizando ingentes esfuerzos para
alcanzar su meta. Me parece que no está lejos el día en
que el antiguo paganismo se una al nuevo y conformen
un único y gran frente para luchar con bríos titánicos.
En todas partes donde se mire se está exigiendo heroís­
mo. De ahí la urgencia de desechar toda medianía...¡A
todo o nada! ¿No creen que esto debería valer espe­
cialmente para una comunidad joven, con tantas y
extraordinarias fuerzas juveniles y que todavía debe
demostrar públicamente su derecho a existir?
Esta noche quisiera cincelar con trazos más hon­
dos la palabra "Dios" en nuestra alma: Dios el Eterno,
el Infinito, a quien el neopaganismo quiere destronar.
Tratemos de glorificar a través de nuestro ser y actuar
a ese Dios a quien hoy tanto se persigue y blasfema.
Pronunciemos la palabra "Dios" con mayor serenidad,
con una actitud meditativa, íntima y equilibrada. Este
es el Dios a quien debemos nuestro ser, El que mantie­
ne continuamente nuestras fuerzas y quien en su con­
ducción divina nos sostuvo en todo momento. Sí, esta
noche meditamos cómo Dios ha sido sustento y
cobijamiento de nuestra vida hasta ahora y cómo la
quiere conducir en todo momento hacia las alturas.
De manera espontánea nos viene a la mente aquel
pasaje del Antiguo Testamento:
"Escuchad pueblos, atended islas lejanas, el Dios
¡Mío eres tú! que me llamó desde la juventud me dice: '¡Mío eres tú,
mío debes ser! ¡Quiero glorificarme a través de ti, quie­
ro glorificar mi nombre en ti!'" (Is 49,1 y 43,1-7).
Me parece que estas palabras abarcan todo lo que
nuestro espíritu procura captar en esta noche. Creo que
tendría el derecho de interpretarlas de tres maneras. Al
contemplar mi vida en su relación con Dios, se me pre­
sentan tres realidades: He sido llamado por Dios,
consagrado a Dios y enviado por Dios.

18
Llamado por Dios

Teniendo presente el fondo oscuro sobre el que se


desarrollan los eventos del tiempo actual, me digo lo si­
guiente: "Es Dios quien me ha llamado, ese Dios del
cual el mundo de hoy no quiere saber mucho". Quizás
valga la pena evocar en este contexto la historia de
nuestra propia vocación al sacerdocio. "Dios me ha lla­ Dios me ha
mado, ¡Deo gratias! (¡Gracias a Dios!)". He aquí lo que llamado,
debo repetirme cuando sufra a causa de la vocación, ¡Deo Gratias!
cuando en tal o cual oportunidad experimente y padez­
ca amargas desilusiones. Yo no me he llamado a mí
mismo, sino que fue Dios quien me llamó. No me con­
vocó una voz cualquiera, ¡no!, mi vocación procede de
Dios, ¡Deo gratias! ¡Que vengan los problemas! El Dios
que me ha llamado estará siempre a mi lado. ¿Acaso
Jesús no dijo algo similar en la plenitud de su vida?: "El
que me ha enviado está conmigo: No me ha dejado
solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él" (Jn
8, 29).
Les sugiero en resumen que echen una mirada re­
trospectiva sobre el devenir de su propia vocación para
reencender el alma y abrirla de par en par a la simien­
te de la gracia divina. Al repasar la historia de su vida,
me parece que serán tres las notas que hallarán en ella.
Cada etapa de esa historia tiene sus propias caracterís­
ticas. Y sin embargo en todas ellas se documenta la
realidad de que la nuestra es una vocación extraordi­
naria, fácilmente reconocible y eficaz.

Extraordinaria

¿Qué pretendo decir con esto? La voz escuchada


"¡Ven y sígueme!" (Mt 19, 21) fue una exhortación a
desprendernos de la chatura de la vida cotidiana. La
llamamos "extraordinaria" en comparación con aque­
lla que perciben los cristianos comunes, en cuyos oídos
resuena también el llamamiento divino de ir en pos de

19
Jesús. Pero son relativamente pocos los convocados a
seguir a Cristo en su íntima comunidad, a ser sacerdo-
Vocación tes- $e trata Pues de una vocación extraordinaria: Non
extraordinaria vos me elegistis, sed ego elegi vos, "no me habéis ele­
gido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a voso­
tros" (Jn 15,16).
Ahora bien, lo que nos interesa al repasar nuestra
vida es lograr una comprensión más honda de la pala­
bra "Dios". ¡Qué paz experimentamos entonces! ¡Cómo
cala victoriosamente ese nombre en nuestra alma
infundiéndole nuevas energías!

Reconocible

Tarde o temprano nuestra vocación se hizo evi­


dente. ¡Con qué rapidez nos dimos cuenta de que era
realmente Dios quien llamaba! Puede ser que en uno u
otro caso la persona haya tenido que pasar por noches
y oscuridades; pero cuando llegó el momento del
discernimiento final, tuvimos mucha claridad.

Eficaz

Fue una vocación eficaz. Recordemos todos los


obstáculos que tuvo que sortear la gracia de la vocación
hasta que al cabo llegamos al altar. Rememoremos las
dificultades que arrostramos en la comunidad hasta
llegar a ser miembros plenos y así poder brindar en ella
nuestro aporte para el reino de Dios.
En resumen: He sido llamado por Dios, por eso
estoy aquí.

Consagrado a Dios

Dios me dijo: "¡Tú debes ser mío!". Dios quiso que

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me regalase a El. Y yo le respondí: "Heme aquí, quie­
ro ser tuyo en este mundo y en la eternidad".
Valdría la pena desplegar la historia de nuestra
vida a partir del momento en que dijimos "sí" a Dios.
Me entregué a El; quizás ya lo había hecho de manera
privada mucho tiempo antes, siendo aún muy joven.
Reflexionen sobre aquella hora, cuando por primera
vez exclamamos: "Sí, quiero ser tuyo, todo lo demás es
secundario. Aunque en mi familia no haya habido na­
die que siguiera esta vocación, yo siento, experimento,
estoy convencido de que Dios me quiere tener en otro
lugar". Pensemos en la consagración privada, en la
donación personal a Dios. Meditemos nuevamente
sobre todo lo que vivenciamos en ocasión de la
tonsura, el diaconado y la ordenación sacerdotal. En
suma, volvamos a recapitular toda nuestra vida desde
el punto de vista del llamado y de la consagración a
Dios.
Cuando repasen de esta forma la historia de su
vida, deténganse un momento y pregúntense todo lo
que hicieron entonces. ¿No fue aquello algo extraordi­
nariamente insólito, grande, gratificante y al mismo
tiempo fecundo? Consideren estas cuatro ideas en la
meditación.
Mi paso, mi entrega a Dios, mi consagración a
Dios son algo extraordinariamente insólito. En efecto,
rara vez sucede que un hombre se regale a Dios. Y mu­ Consagración
cho más raro aún es que permanezca fiel a su consagra­ insólita
ción. Es asimismo un hecho extraordinariamente
insólito en otro sentido: La íntima convicción y volun­
tad personal que acompañó mi consagración fue algo
grande y sublime. Reflexionemos sobre todo lo que la
consagración trajo y trae aparejado consigo. ¿No po­
dría decir que extendí la mano, en principio, hacia las
tres coronas: corona martyrum, corona virginum y co-

21
roña doctorum? (Corona de los mártires, corona de las
vírgenes y corona de los doctores).

Corona martyrum

¿No ha sido y es mi más profunda actitud la de


estar preparado a dar la vida en aras del servicio de
Dios si El lo quisiera? No sé si Dios me hará el honor de
otorgarme un martirio cruento, pero sé que debo estar
preparado cada día para afrontar un martirio incruen­
to. Cuando en mi vida privada y aquella comunitaria
enfrente situaciones duras y difíciles, hay que decirse:
"¡Deo grafías! ¡Es la respuesta a mi actitud de
Para un
disposición al martirio! ¿Acaso no quiero alcanzar la
martirio corona del martirio?". En virtud de un amor a Dios
incruento profundo, grande y ardiente, estoy dispuesto a entre­
gar todo, en especial mi voluntad, sobre el altar de la
inmolación.

Corona virginum

¿No significa además esa consagración extender la


mano hacia la corona virginum? No sólo quiero ser
Señor sobre
señor sobre la muerte, sino también sobre la carne. Para
la carne
nosotros es algo evidente, ya que el celibato nos hace
apuntar con mayor conciencia hacia esa actitud.

Corona doctorum

Por último queremos alcanzar la corona doc­


torum. Aspiramos a que la ciencia sagrada sea más y
más nuestra heredad para triunfar así sobre tantas limi­
taciones de nuestro estrecho entendimiento.
Les pregunto nuevamente si no fue algo sublime
aquel "Aquí estoy Señor, haz de mí lo que Tú quieras".
Dicho con otras palabras, ese "Aquí estoy Señor, haz de
mí lo que Tú quieras, yo estoy a tu disposición" es una

22
fuerte reactualización de las ocho bienaventuranzas,
una fuerte revitalización del misterio de la cruz. ¿No
sería bueno que esta noche repasáramos en la oración
estas cosas? Ellas son habituales para nosotros; pero
cobrarán una nueva luminosidad en la medida en que
vayamos progresando en el arte de contemplarlas a la
luz de la gracia.
Ese "Aquí estoy Señor, haz de mí lo que Tú quie­
ras, soy tuyo" es algo extraordinariamente grande.
Grande porque grande es Dios, a quien nos hemos en­ Haz de mí
tregado. Y grande es quien consagra su vida a grandes lo que Tú
cosas. ¿A quién consagramos nuestra vida? Al más quieras
grande, al Señor del cielo y de la tierra. Recuerden en
este punto todo lo que leyeron en los Padres de la Igle­
sia sobre la dignidad del sacerdocio y de la entrega a
Dios.
Pero permítanme decirles, además, que este paso,
decisión y entrega deben ser algo que nos llene de di­
cha, precisamente por habernos dedicado con cuerpo y
alma a Dios, al Eterno, al que es infinitamente dichoso
en sí mismo. Así comprenderemos por qué al servicio
a Dios se lo pinta muchas veces en la Biblia como una
inmensa felicidad: "Dichoso tu elegido, tu privado"
(Sal 65,5); "Venturosos los que a El se acogen" (Cf. Sal
2, 12; 33, 12; 34, 9; 40, 5; 84,13; 112,1; 128, 1; Prov 16,
20); "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia" (Mt 5, 6; Le 6,21). Pueden enumerar otras tan­
tas citas semejantes que fortalecerán su conciencia de Entregarse
que pertenecer a Dios, entregarse al Dios ignorado por al Dios
el mundo de hoy, entraña una inmensa ventura y una ignorado
gran fecundidad. ¿Recuerdan la pregunta planteada?
¿Para qué fuimos llamados? "Para dar fruto" (Jn 15,
16). Tenemos que ser sacerdotes fecundos, fecundos
para el reino de Dios, para la comunidad a la que per­
tenecemos. ¿Acaso el sentido más profundo del celiba­
to no es una fecundidad integral y de una hondura
inconmensurable? Que cada uno medite este pensa-

23
miento. No seguiré desarrollándolo; este breve enfoque
basta para disponernos a la siembra de la simiente que
se nos confió.

Enviado por Dios

Yo no he sido solamente llamado por Dios y con­


sagrado a Dios, sino también enviado por Dios. ¿Para
qué me llamó el buen Dios? ¿Para qué me consagré a
El? ¡Para que me envíe! Recibí esa misión en la ordena­
ción sacerdotal y quiero volver a recibirla al final de los
ejercicios. "Como el Padre me envió, también yo os
envío" (Jn 20,21). No ingresamos a la comunidad para
La corriente
llevar la vida placentera de una Arcadia. No; fuimos
misionera sumergidos en la gran corriente misionera de Cristo.
de Cristo ¡Qué singular resonancia adquieren estas palabras para
quien conoce la época actual, para aquellos de nosotros
que conocemos "los reinos paganos de la Antigüe­
dad" 7 y contemplamos el incesante combate que en
ellos libra la luz contra las tinieblas! Sí, fuimos sumer­
gidos en la gran corriente misionera de Cristo, ¡Deo
gratias! Tal como lo escuchábamos recién en la cita de
San Juan, Dios quiere glorificar su nombre a través de
mí, en todas partes a donde El me envíe.
Escuchen esta otra frase referida en su momento a
San Pablo y vean si pueden aplicarla a ustedes mismos:
"Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi
nombre" (Hch 9,16). Inmersión en la corriente misio­
En la nera quiere decir para nosotros, naturalmente, ingreso
corriente de en la corriente de sufrimientos de Jesús. Inmersión en
sufrimientos la corriente misionera significa también sumarse a la
de Jesús corriente de trabajo. Lean en la Sagrada Escritura cómo
esta misión comprometía a los apóstoles: ellos no po­
dían quedarse con los brazos cruzados, ¡había que tra­

7. Nueva alusión velada al régimen nazi imperante más allá de


las fronteras suizas.

24
bajar! A esto mismo apuntan las distintas expresiones
y formulaciones que definen el oficio del apóstol:
Luchador de Cristo, "miles Christi" (2 Tim 2, 3); peón
del viñedo del Señor (Cf Mt 20,1-16); pescador de hom­
bres (Cf Mt 4,19; Me 1,17). Si fuimos enviados tenemos
que trabajar en serio, trabajar por los hombres aún
cuando muramos en la empresa. No debemos buscar­
nos a nosotros mismos.
Les pido, en resumen, que comprendan correcta­
mente estos pensamientos introductorios. Esta noche
no formularemos cosas grandes y nuevas; simplemente
queremos zambullirnos en el océano infinito que es En el
Dios. Dios el eterno, el infinito, rodea mi vida, mi vida océano
personal, de esa manera tan profunda. Me llamó infinito de
personalmente, me convocó por mi nombre, me consa­ Dios
gré a El y El me envió personalmente. Ahora puedo
estudiar en particular cuál es mi misión original en el
ámbito laboral al que me ha destinado la Divina Provi­
dencia. Lo importante esta noche es captar más
hondamente a Dios con todo nuestro corazón, a Dios el
Eterno, el Infinito, a quien hoy tanto se persigue. En
estos días queremos glorificar a ese Dios que ha
circundado, rodeado nuestra vida de tanto amor. Sí,
queremos aprender nuevamente a glorificarlo de ma­
nera heroica, tanto a través de nuestro ser como de
nuestro actuar.
Permítanme preguntar por último cuál es la res­
puesta de nuestra alma a este objetivo general, casi
demasiado general. Quizá estemos ya cautivados por
Dios; si es así, ¡Deo gratias! Pero si estamos abrumados Manos
por la fatiga diaria, si sufrimos excesivamente la ley de anhelantes
gravedad de la vida espiritual, entonces esta noche hacia Dios
deberíamos esforzarnos por lo menos en extender
anhelantes nuestras manos hacia Dios y elevarle nues­
tro corazón.
Nos damos por satisfechos con comenzar los san­
tos ejercicios al menos como hombres de anhelos. Si ya

25
somos hombres de entusiasmo y con dominio de sí,
tanto mejor. Pero nos conformamos con reunirnos al
menos como hombres de anhelos, varones animados
de un fuerte anhelo de poner todo su ser y vida a los
pies del Dios eterno e infinito. ¡Cuántas son hoy las
ideologías antagónicas que se hostigan y condenan
mutuamente! ¡Cuánta gente corre en pos de ídolos que
forjaron con sus propias manos! ¡Si corriésemos así en
pos de Dios! ¡Si estuviésemos animados por un fuerte
impulso de aniquilar lo mundano, los bienes aparentes,
como si fuesen ídolos, y de arrojarnos con alma y vida,
con todas las fibras del ser, a los brazos del Uno, Eter­
no e Infinito!
"A los hambrientos colmó de bienes" (Le 1, 53).
"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de jus­
ticia porque ellos serán saciados" (Mt 5,6). En la medi­
Un anhelo da en que tengamos anhelo de Dios, un anhelo profun­
abismal por do, abismal y clamoroso por el Eterno e Infinito, en esa
el Eterno misma medida se cumplirán los deseos y satisfarán las
necesidades particulares que trajimos a estos ejercicios.
Así pues, esta noche queremos unirnos en el sim­
ple anhelo de Dios, el Grande y Eterno, a quien servi­
mos, a quien pertenece toda nuestra vida; quien nos
Hacer luz en llamó y a quien nos hemos regalado. El nos volverá a
el mundo enviar al final de estos días, cada uno a su puesto, fiján­
donos la elevada meta de volver a hacer la luz en las
tinieblas del mundo pagano actual, un mundo donde
se mezclan tantos elementos paganos antiguos y
modernos.

26
Segunda Conferencia

LA PATERNIDAD
ES LA ESENCIA DE DIOS

Recapitulación

Ayer por la noche fijamos la idea conductora de


nuestros ejercicios: Aprender a glorificar heroicamen­
te con nuestro ser y obrar a Dios, el Eterno, el Infinito,
el tan perseguido. Ciertamente todos ustedes perciben
que esta formulación es demasiado general. Por eso
añado ahora dos elementos complementarios: una
ampliación y una limitación.

Ampliación: El ejemplo de Cristo

¿Bernarde, ad quid venisti? ¿Para qué vinimos


aquí? Estos interrogantes deben interpretarse siempre
de dos maneras. En primer lugar plantéandome por
qué me hice sacerdote y para qué ingresé a una comu­
nidad; y en segundo término, para qué vine a los ejerci­
cios. Vinimos para glorificar con nuestro ser y actuar al
Dios eterno, infinito y tan perseguido; a hacerlo con
heroísmo y siguiendo el ejemplo de Cristo. Mediten un
momento sobre esta pequeña pero importante idea
complementaria. Al pronunciar la palabra "Cristo" en
nuestro mundo de hoy, ¿qué eco recibiremos? Millones
de hombres rechazan a Jesús, ven en él una fantasía, un
espejismo, una mera ilusión. Otros, en cambio, y
nosotros nos contamos entre estos pocos, lo reconocen
como al Dios hecho hombre, el Cristo por siempre
alabado1.

1. Sobre la importancia de una expresa decisión por Cristo en

27
Pero esta situación es una de las ventajas que nos
ofrece nuestro tiempo ya que nos obliga a reconocer y
ver como realidad esencial que Jesús es también gran­
de como líder y como hombre. Sin embargo no es esto
lo que nos impresiona en profundidad y nos motiva a
seguirlo. La gran verdad que nos mueve a vincularnos
a él y a apoyarnos en su persona y doctrina como sobre
cimiento de piedra es que Dios es Deum de Deo,
lumen de lumine, Deum verum de Deo vero, j
Nosotros, los que conocemos con tanta claridad
las contradicciones de los pareceres humanos, nos in­
clinamos ante la divinidad de Jesucristo y nos resulta
Glorificar a evidente confesarlo como el camino, la verdad y la vida
Dios según (Jn 14, 6). Sabemos lo que tenemos que hacer para
el ejemplo
glorificar al Padre. Jesús nos dice que él es el camino, la
de Cristo
verdad y la vida; él es el camino para glorificar al Pa­
dre. Bernarde, ¿ad quid venisti? Vinimos a glorificar
con nuestro ser y obrar a Dios, el infinito, el tan
perseguido; a hacerlo con heroísmo y según el ejemplo
de Cristo.

Limitación: Seleccionar
El segundo complemento es hacer una necesaria
limitación. El Señor irradia una plenitud infinita de luz
porque él es justamente el Dios hecho hombre. ¿Cuál es
el hombre, grupo o comunidad religiosa que pueda
acoger en sí toda esa luz, encarnarla e irradiarla? Por
un lado tenemos la infinita plenitud de luz y de vida de
Jesús; y por otro, la tremenda estrechez de nuestro en­
tendimiento. De ahí la necesidad de destacar tal o cual
punto de la vida de Jesús que podamos y querramos
imitar. Ese punto debe tener ciertas características. Por

el marco del tiempo actual, véase la oración introductoria del


"Vía Crucis del Instrumento", en: Kentenich, José, Hacia el
Padre, Oraciones para uso de la Familia de Schoenstatt,
Santiago de Chile, Patris, 1990, pág. 78.

28
un lado, ser algo concreto, que casi pueda "palparse"
con las manos. Por otro, ser tan universal y fecundo
como para desplegar a partir de él toda la vida del
Señor. Finalmente, y en virtud de que constituimos una
comunidad con un determinado carisma, ese punto
debe armonizar perfectamente con el carisma y la vida
de la familia que conformamos. Todos ustedes conocen
una nota de la vida de Jesús que reúne notoriamente La infancia
estas tres características; se trata de un aspecto sobre el espiritual
cual ya nos llaman la atención nuestras Constituciones: de Jesús
la infancia espiritual de Jesús frente a su Padre.

Formulación definitiva

Estoy preguntando para qué vinimos aquí. Les


repito que este interrogante se desdobla en dos pregun­
tas: ¿Para qué ingresamos a la comunidad? ¿Para qué
realizamos los ejercicios?
Creo que ahora podría fijar con precisión y clari­
dad la idea conductora que nos acompañará hasta el
final de los ejercicios; más aún, hasta el final de nues­
tra vida. Hemos venido para glorificar con nuestro ser Glorificar
y obrar a Dios, el Eterno, el Infinito; a hacerlo con he­ a Dios
roísmo y siguiendo el ejemplo de Jesús. Iremos profun­ como Jesús
dizando esta idea directriz para que al concluir los
ejercicios esté bien grabada en nosotros.

Respuesta del hombre de hoy

Detengámonos un poco y preguntémonos cuál es


la respuesta que da el hombre de hoy a una meta como
la que acabamos de fijar, a una idea directriz de tales
características. Hagan la prueba y salgan a pregonar en
medio de la sociedad de hoy: "¡Infancia espiritual! ¡In­
fancia espiritual heroica!" Verán con qué rapidez se
produce una increíble división en la opinión de la gen­
te. Apenas si existe otra palabra que como ésta forme

29
tan drásticamente dos bandos2. Hay unos que, al igual
que nosotros, están convencidos de que la infancia es­
piritual es el culmen de todo lo grande del cielo y de la
tierra y el medio adecuado para superar las crisis de los
tiempos modernos. Pero son relativamente pocos los
que piensan y hablan así. El otro grupo, incomparable­
mente mayor, sacude la cabeza y exclama con desdén:
"¿Cómo?, ¿infancia espiritual?, ¡eso es la caricatura
total del cristiano y del cristianismo!".
No hace falta ir muy lejos para confrontarnos con
esta actitud. Basta detenernos en nuestras propias filas
católicas...¡Imagínense entonces lo que será asomarse al
campo adversario! Proclamen la consigna "Infancia es­
piritual" en medio del concierto de los paganos de hoy.
No sólo provocarán un sacudimiento de cabezas sino
Eso, ¿qué un rechazo fanático. ¿Ser niño? ¿Qué significa eso?
significa? ¡Cursilería, afeminamiento, puerilidad! Sopesen por
favor estos tres términos y observen el otro bando. Allí
se nos espeta con gesto sumamente agrio: "¡La infancia
espiritual es el enemigo mortal de la verdadera
hombría; sólo la hombría es capaz de dominar la vida".

Nuestra respuesta

La segunda pregunta que nos llega como un eco es


la siguiente: ¿Qué resuena en nuestro interior cuando
percibimos la palabra "infancia espiritual"? Cada uno

2. El Padre Kentenich era plenamente consciente de que su


propuesta de una espiritualidad católica adecuada al tiempo
y a la vez superadora del tiempo donde se inserta, lo
introducía necesariamente en un campo de tensiones donde
se confrontan corrientes antagónicas. Según su concepción,
ese enfrentamiento es inevitable para detectar el espíritu
"positivo" del tiempo en medio del espíritu "negativo" del
tiempo. Ese espíritu positivo, ya depurado y acendrado, es
un auténtico llamado de Dios y debe plasmarse en las
actitudes fundamentales del hombre.

30
de nosotros sabe que la infancia espiritual es el alma de
nuestro instituto; que Dios lo destinó desde la eterni­
dad para que encarne ese ideal.
Delante de cada uno hay una imagen
de aquello que debe ser
en tanto que no lo sea
no gozará de paz completa.
Lo que vale para cada individuo vale asimismo
para la comunidad, ya que ella tiene un alma comuni­
taria. Sí, Dios hizo surgir nuestra comunidad para que
fuese pregonera de la infancia espiritual en el mundo
de hoy. Por lo tanto resulta evidente que estamos Un medio
para superar
comprometidos con toda el alma -o al menos queremos la crisis
estarlo- con la infancia espiritual. Apuntamos a engro­ actual
sar las filas de aquellos que se afirman sobre la base de
que la infancia espiritual es compendio de todo lo
grande en el cielo y en la tierra; es el gran medio para
superar las crisis del tiempo actual.

Las dificultades nos obligan a discernir

No sólo queremos aumentar las huestes de los que


piensan así sino que estamos convencidos de que Dios
nos ha convocado a servir como dirigentes en el reino
de la infancia espiritual. Esta es la razón, a mi entender, Infancia
espiritual e
de que nos resulte fácil dar una respuesta a las dificul­ infantilismo
tades que nos presenta el adversario. ¿Por qué? Porque
al estar familiarizados con el mundo de la auténtica
infancia espiritual podemos distinguir muy bien entre
ésta y el infantilismo que pretenda usurpar su nombre.
Para comprender y refutar las objeciones que se
nos presente hay que discernir infantilismo de infancia
espiritual. Lo que hombres nobles combaten allá afue­
ra en sus propias filas -suponiendo que ellos tengan
realmente una visión más o menos clara de las cosas-
no es la infancia espiritual sino el infantilismo.

31
Dos tipos de infancia espiritual

En la infancia espiritual podemos discernir una in­


fancia espiritual primitiva y una esclarecida. Mediten
en qué consiste la primitiva; más tarde hablaremos so­
bre ella. ¿Y la esclarecida, sacerdotal o acendrada?
Cuando decimos que la infancia espiritual es el culmen
de todo lo grande que hay en el cielo y en la tierra, nos
referimos a la esclarecida, sacerdotal o acendrada.
Pero no queremos facilitarnos tanto las cosas. Con
todos esos ataques que hoy se hacen a la infancia espi­
ritual, Dios quizás quiere que reflexionemos sobre el
deseo original que El tiene para con nosotros. Quizás el
Una ascética buen Dios nos esté pidiendo que enfoquemos toda la
basada en ascética desde el punto de vista de la infancia espiri­
la infancia tual. Ustedes comprenden todo esto mejor o tan bien
espiritual
como yo. Lo que le da fuerza a una comunidad no es
una mera tarea exterior o simple apostolado. Sí, por
cierto, el apostolado contribuye a ello, pero no es su
causa finalis sino sólo una causa partialis. La causa
finalis totalis está contenida en el nombre de nuestra
comunidad3. Sabemos que la causa finalis determina en
su esencia a la causa formalis.
Mediten el siguiente punto: lo que da fuerza a una
comunidad es precisamente una marcada causa
formalis, vale decir, un carisma claro y marcado. Quien
transmita con ardor ese espíritu siendo él mismo un
Tener un gran faro orientador, actuará con creatividad, creará
carisma algo grande en la Iglesia. Por eso si nosotros, los miem­
claro bros de la comunidad, no amamos con entusiasmo el
carisma de la comunidad -y no sólo su tarea exterior-
creo que la comunidad no prestará nunca, en lo que a
nosotros concierne, un servicio satisfactorio en la
Iglesia de Dios.

3. Recordemos que el nombre de la comunidad a quien se


dirige el Padre Kentenich es "Misioneros Betlemitas".

32
Echen por favor una ojeada en el campo de los je­
suítas, ya que hay tantos de ellos en Suiza. Entre ellos
todo está claramente organizado, hay una ratio
studiorum y una ratio educandi4. O bien fíjense en las
filas del nacionalsocialismo; allí saben utilizar las leyes
de la psicología y tienen una capacidad de adaptación
extraordinariamente fina. En cuanto a una participa­
ción activa en luchas exteriores, el panorama es relati­
vamente calmo. ¿Por qué? Porque primero se quiere
crear un hombre nuevo. Se quiere crear al hombre
nacionalsocialista que sea en el futuro el sostén de un
estado nacionalsocialista. Aplicado a nuestro caso, si
queremos cumplir una misión apostólica tenemos que
formar primero hombres apostólicos.
Volviendo a los jesuítas, podemos decir que en
ellos el principio educativo está constituido por las
cuatro semanas de ejercicios, los ejercicios ignacianos.
Todo ha sido perfilado con claridad: "Así nos educa­ "Quiero
mos, así es nuestro modelo de hombre jesuíta...". ¿No saber cuál es
les parece que una de las tareas esenciales de una nue­ tu gran idea"
va comunidad sería preguntarse cuál es su tipo origi­
nal, su modelo de hombre? Dicho con las palabras de
Nietzsche: "Quiero saber cuál es tu gran idea"5.

Lineamientos basados en la infancia espiritual


para vivir y aspirar a la santidad

¿Cómo es el tipo de hombre de nuestra comuni­


dad? En primer lugar les presentaré el perfil de ese
hombre a la luz de la infancia espiritual; luego trazaré
algunos lineamientos para vivir y aspirar a la santidad
basados en la infancia espiritual; y por último les ofre­
ceré el bosquejo de todo un sistema pedagógico en
consonancia con la misma. Desde ya les advierto que
algunos puntos esenciales de nuestros ejercicios serán

4. Principios orientadores del estudio y la educación.


5. Cf. F.W. Nietzsche, Así hablaba Zaratustra, I.

33
presentados como simples esbozos, ya que el tiempo
no alcanza para explicar todo hasta en sus mínimos
detalles.
Algunos de ustedes deberían rever luego estas
ideas y ampliarlas para que la comunidad, en medio de
nuestro mundo actual, se afirme interiormente y enta­
ble la lucha a la par del tiempo y en el tiempo de hoy.
Cuatro Pasando enseguida a lo concreto quiero presentar­
pilares de la les los cuatro pilares fundamentales que sostienen el
infancia gran edificio de la infancia espiritual. Ellos estruc­
espiritual
turarán las cuatro partes de nuestros ejercicios.
Analizaremos el valor de la infancia espiritual, su
raíz, esencia y medios. En la etapa final tendremos por
lo menos una gran visión de conjunto, una gran impre­
sión y línea que por supuesto deberíamos ampliar y
profundizar en algunos aspectos mediante el estudio y
la investigación personales.

PRIMER PILAR:
EL VALOR DE LA INFANCIA ESPIRITUAL

Comenzamos ya con el primer pilar, lanzados a la


búsqueda de una respuesta a la cuestión del valor de la
infancia espiritual. Quizás les extrañe que no haya co­
Encendernos locado al principio el tema de la esencia. Como psicó­
con la logo y pedagogo me parece que en primer lugar lo
infancia mejor es encendernos por la idea de la infancia espiri­
espiritual tual. Así cada uno de nosotros será a su vez un "predi­
cador de ejercicios" para con los demás asistentes. Por­
que quien se entusiasma con esta idea ejerce sobre sus
cohermanos la influencia de un predicador de ejerci­
cios. Al definir el valor de la infancia espiritual delimi­
taremos al mismo tiempo, nolens volens6, su esencia.
No lo haremos con precisión metafísica pero sí relacio­
nando continuamente ambos planos.
6. Queriéndolo y a la vez no queriéndolo.

34
En cuanto al valor de la infancia espiritual, lo en­
focaremos en sus dos aspectos: el supratemporal y el
temporal. Permítanme formularlos de manera rudi­
mentaria. Tal vez algunos lo consideren demasiado ru­
dimentario, pero ya iremos afinando las definiciones
para captar mejor la realidad. La infancia espiritual
posee tres valores: ella es por excelencia el camino ha­
Tres
cia el cielo (valor supratemporal); en segundo lugar, la valores
infancia espiritual es por excelencia el camino para
superar las crisis del tiempo actual; y es, por último, ca­
mino para la comprensión de nuestras santas constitu­
ciones y el seguimiento "lleno de espíritu" de las
mismas7.
Necesitaríamos mucho tiempo para desmenuzar
cada uno de los puntos aludidos en estas respuestas.
No crean que estoy haciendo concesiones a determina­
dos intereses ni que echaré mano de recursos retóricos
con miras a conseguir ciertos efectos; al contrario, les
pido que tomen mis palabras en su sentido literal.
Hemos mencionado tres veces el término "cami­
no": camino para ir al cielo, camino para superar las cri­
sis del tiempo actual y camino para la comprensión de
nuestras santas constituciones y el seguimiento lleno
de espíritu de las mismas. ¿Qué significa esto? Que no
hay otra senda, que quien elija otra no podrá prescin­
dir totalmente de ésta. Si no les parece un dicho muy
trivial, permítanme citarles aquel que dice: "no hay

7. Estos dos últimos valores son los temporales, vale decir, los
referidos al mundo terrenal. El Padre Kentenich no
desarrollará el último punto enumerado, la infancia
espiritual como camino para la comprensión y seguimiento
de las Constituciones de la comunidad, pero hará varias
sugerencias sobre el tema.

35
vuelta de hoja"8: Para ir al cielo, superar las crisis de
No hay nuestro tiempo, comprender nuestras santas Consti-
otra vía tuciones y seguirlas con auténtico compromiso interior,
no hay otra vía sino la tan despreciada de la infancia
espiritual.
Según la Biblia, el sendero de la infancia espiritual
es el tesoro en el campo 9. En la vida de algunos hom­
bres la infancia espiritual adquirirá una importancia
singular, en otros habrá de darse al menos como una
complementación. Todo esto vale especialísimamente
Un tesoro para nosotros porque en virtud de nuestras santas
Constituciones todo otro camino debe ser secundario.
Que otras comunidades vivan sus propios carismas, es
su vocación; en nuestro caso, para nosotros la infancia
espiritual es la vía principal.
Permítanme pasar a los aspectos particulares. En
la medida en que el tiempo alcance iremos aclarando
paso a paso las tres afirmaciones hechas más arriba. No
esperen que les exponga la verdad acentuando mucho
la dimensión afectiva. La expondré con austeridad y
sencillez. Si se enciende nuestro corazón al escuchar
esos conceptos, comprenderán entonces con qué inten­
sidad el ideal de la infancia espiritual se me presenta
como "el" ideal.

A- La infancia espiritual es el camino por excelencia para ir


al cielo

¿Es cierto que la filialidad es el camino por exce­


lencia para ir al cielo? Obtendríamos fácilmente la

8. El Padre Kentenich recuerda un dicho alemán popular: "Es


führt kein anderer Weg nach Küssnacht", no existe otro
camino que lleve a Küssnacht, cuyo sentido, el de la ausencia
de alternativas frente a un hecho dado, creemos rescatar en
este otro decir de nuestro acervo castellano. N. del T.

9. Cf Mt 13,44

36
prueba si pudiéramos consultar las fuentes de la reve­
lación y ellas nos diesen una respuesta clara e inequí­
voca. Si nos basáramos sólo en nuestras propias
cavilaciones y teorías posiblemente plantearíamos una La Sagrada
y otra vez un "si...", un "pero..." y todo género de Escritura
distingos. Pero cuando la Sagrada Escritura toma una es clara
posición clara y unívoca frente a un tema, cesa toda
cavilación. ¿Habla la Biblia en este punto con claridad?
¡Sí! Ella es contundente tanto al hablar de hechos como
de verdades salvíficas.

Prueba de la Sagrada Escritura

Aquellos que se sientan motivados o bien reciban


alguna vez el encargo de elaborar un sistema educati­
vo para la comunidad, deberían basarse con criterio
filosófico en el hecho de que Dios no sólo habla a tra­ Como
deseos
vés de palabras sino de cosas. ¿Por qué? Contempladas
encarnados
desde un punto de vista filosófico, las cosas creadas no de Dios
son sólo ideas divinas encarnadas sino también deseos
encarnados de Dios; Dios no solamente habla a través
de palabras, sino también de cosas.
Consideren por ejemplo la estructura de la mujer.
Si Dios estructuró de esa manera a la mujer, tal como
ella es, eso significa que la naturaleza femenina es una Naturaleza
idea divina encarnada y al mismo tiempo un deseo femenina
encarnado de Dios. ¿Cómo tratar entonces a la mujer?
Tal como Dios lo quiere, porque en la estructura de la
mujer El expresó un deseo. De manera similar, existen
hechos salvíficos que debemos interpretar correcta­
mente.
En resumen, y volviendo al tema que nos interesa,
Dios me habla de la infancia espiritual no sólo a través
de palabras sino también de hechos. Pasemos ahora a
tratar sobre la inexorable necesidad de la infancia espi­
ritual tal como se nos manifiesta mediante hechos y
palabras salvíficas.

37
Hechos salvíficos

Estamos hablando de la necesidad de la infancia


espiritual. En este punto, y apoyándome en la Sagrada
Escritura, distingo una necessitas medii y una
necessitas praecepti10. La infancia espiritual puede ser
concebida como "ser niño" o bien "sentir de niño".
Recuerden estas dos definiciones, que se hilvanarán
como un hilo rojo a lo largo de todas nuestras medita­
ciones.
La infancia espiritual como "ser niño" es necesaria
necessitate medii. Nadie puede entrar en el cielo sin ser
Ser niño
y sentir niño, más aún, sin ser un hijo de Dios. La infancia espi­
de niño ritual como "sentir de niño" es necesaria necessitate
praecepti. ¿Qué significa esto? Para entrar al cielo, todo
aquel que sea capaz de realizar actos personales debe
primero llegar a ser niño, poseer un sentir de niño.
Recuerden entonces que Dios habla a través de he­
chos salvíficos. ¿Cuáles? Dos son estos imponentes
Dos hechos hechos salvíficos: la paternidad de Dios y la encarna­
salvíficos
ción del Señor, cuando el Unigénito de Dios se hizo

10. Necesidad del medio y necesidad de precepto. Se trata de


una distinción necesaria en relación con la consecución de un
fin (Cf. Santo Tomás, Summa Theologica, I, q 82, a I; II-II, q
58): Se habla de una necessitas medii cuando el medio es
realmente lo único necesario para conseguir un fin
determinado, de tal manera que sin él no puede ser
alcanzado dicho fin (tampoco en el caso de que sea pasado
por alto involuntariamente). En cambio si la necesidad del
medio descansa en un mandamiento positivo, se habla
entonces de una necessitas praecepti. Esta distinción es de
especial utilidad en la doctrina de los sacramentos, ante todo
en la doctrina del bautismo. Esta terminología puede sonar
un tanto lejana a oídos del lector moderno; pero recuérdese
que el Padre Kentenich está hablando a un auditorio de
sacerdotes y empleando los conceptos propios y corrientes en
la formación teológica de aquella década del treinta.

38
niño. Estas son las realidades mediantes las cuales Dios
nos habla seriamente de la necesidad de una auténtica
infancia espiritual.

La Paternidad Divina

Tres son los pensamientos que desarrollaré en


mayor o menor medida. Meditaremos sobre el hecho
de la paternidad, su interpretación y finalmente su va­
loración.

El hecho

Aquellos de ustedes que sean especialistas en


dogmática deberían estudiar este mundo de la infancia
espiritual, de la filiación divina, y proyectar en todos
los planos lo que les iré exponiendo en pocas palabras.
¿Qué significa el hecho de la paternidad considerado
en sí mismo? Así como la infancia espiritual compren­
de dos elementos, ser niño y sentir de niño, así también
la paternidad abarca el ser padre y el sentir de padre. Ser padre
La paternidad, contemplada en estos dos sentidos, es y sentir
por excelencia la esencia de Dios. Naturalmente se trata de padre
de una afirmación importante y deberíamos aprehen­
derla no sólo a nivel intelectual o espiritual sino
también vivencial.
La esencia del Dios Trino es la paternidad, vale
decir que la cualidad personal de Dios es la de engen­
drar. Dios Padre engendra al Hijo y de ambos surge el Dios
Espíritu Santo. Esa paternidad es algo muy original y engendra
propio de Dios. De ahí que su más ardiente anhelo sea
que la mayor cantidad posible de seres, más aún, que
todas las creaturas en las que aliente la vida se integren
en la filiación del Unigénito, para así extender su pater­
nidad sobre todas ellas.
Planteo estos pensamientos de manera espontá­
nea, tal cual surgen. Los iremos completando, en par­
te, mediante las lecturas de las comidas; quizás sean un

39
poco difíciles para la mesa, pero aprenderán algo de
ellas.

El amor, ley fundamental universal

La esencia de Dios es ser Padre y a esa paternidad


divina corresponde un sentir divino de padre. Fíjense
Sentir
que de aquí se desprende la gran realidad de la ley fun­
divino
de padre damental universal: Dios hace todo por amor, median­
te el amor y para el amor 11.

Todo por amor

La motivación principal del obrar divino es su


amor paternal. Si bien existen motivaciones secunda-

11.El término "Ley fundamental universal del amor" está


tomado de la obra Alegre amor de Dios, de M.Müller,
inspirado a su vez en el ideario de San Francisco de Sales.
Esta ley desempeña un importante papel en el pensamiento
teológico del Padre Kentenich. Para él, la ley universal del
amor presenta dos componentes: uno teológico y otro
antropológico. En cuanto a lo teológico, es una síntesis en
forma de "ley" de la formulación de San Juan: "Dios es
amor" (1 Jn 4,8). Hay que hacer la salvedad de que al hablar
de "ley", el Padre Kentenich no apunta a fijar el obrar de Dios
en la realización de la economía de salvación sino a señalar
la esencia más recóndita, la "motivación" capital de toda la
acción salvífica de Dios; aquello que, en definitiva, inspira
todo (de allí el calificativo de "ley") el hacer divino. A esta
motivación principal de Dios corresponde en el hombre el
amor como "instinto y moción fundamental", que lo mueve
y determina de manera radical e integral. Por eso existe la
posibilidad de una "Alianza de Amor" entre Dios y el
hombre. En el marco de las tres dimensiones de la
espiritualidad de Schoenstatt: piedad de Alianza, piedad
instrumental y santidad de la vida diaria, la piedad de
Alianza tiene el objetivo de profundizar la apertura del
hombre a la ley fundamental universal del amor, base última
y esencial en la relación Dios - hombre.

40
rias como la justicia y la voluntad creadora de Dios, su
motivo principal es la voluntad divina de comunica­
ción, es el amor. Este amor es tan creador que movili­
za toda otra motivación secundaria.
La paternidad de Dios no significa blandura de
abuelo. Dios Padre también sabe hacer doler; es el Dios
justo, si bien su justicia está impulsada por la misericor­
dia, por el amor paternal. Dios lo hace todo a partir de
la motivación central del amor. ¿Qué significa esto? La
respuesta es muy importante.

Todo mediante amor

Dios quiere atraer hacia sí a todos los hombres a


través de pruebas de amor visibles. Bajo esta luz enten­
demos la encarnación, la crucifixión y el cúmulo de
misericordias con que Dios nos colma. A través de
Instinto de
pruebas de amor visibles, el Padre celestial quiere ligar amor ligado
a sí nuestro instinto de amar. Aquí se revela la maravi­ a Dios
llosa maestría pedagógica del Dios omnipotente. Dios
integró en nuestra afectividad el instinto de amar como
el más noble de los instintos primarios. Si quieren cap­
tar la esencia del instituto al que pertenecen deben es­
tar convencidos de esta realidad.
El instinto primario más importante no es el temor
sino el amor. Una prueba de ello es, entre otras, que si
me vinculo a alguien a través del amor, lo tendré, lo El instinto
captaré en toda su integridad; pero si la vinculación se primario no
ha basado en el temor, sólo tendré a esa persona mien­ es el temor
tras esté bajo mi autoridad. El instinto de amar es el
más importante de los instintos primarios. Lean lo que
dice San Agustín hablando del amor como fuerza de
gravedad del alma ’2. San Francisco de Sales 12
13 destaca

12. San Agustín, “Las Confesiones", XIII, 9,10, en: Obras de San
Agustín, texto bilingüe, t. II, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1979, pág 561: "Pondus meus amor meus, eo feror

41
a su vez: "Así como el cuerpo para el alma, así ha sido
creada el alma para el amor". El gran artista, el gran ar­
quitecto del mundo, el Dios infinitamente misericor­
dioso, bondadoso y todopoderoso, sabe que el instinto
de amar del hombre se despierta de la manera más
potente cuando éste toma conciencia de que está rodea­
do de un amor abundante. Dios, ese gran artista y
pedagogo, quiere ligar a su persona el instinto de amar
del hombre. Todo por amor, mediante el amor y para
el amor.

Todo para el amor

¿Qué significa "para el amor"? ¿Qué quiere Dios


de su criatura? Conducirla a una profunda comunión
amorosa con él. He aquí el sentido de la creación y de
la redención: alcanzar una comunión amorosa muy
Ser paternal profunda e íntima con Dios. ¿Saben a qué hecho estoy
y sentir
aludiendo con estas breves palabras? A la gran reali­
de padre
en Dios dad de que Dios no sólo posee un ser paternal sino
además un sentir de padre. El sentido paternal es prue­
ba de la vigencia de la gran ley fundamental universal:
todo por amor, mediante el amor y para el amor.

quocumque feror": "Mi peso es mi amor; él me lleva


doquiera soy llevado".

13. San Francisco de Sales (1567-1622): Obispo francés, titular de


Ginebra. Desplegó una gran actividad evangélica con sus
predicaciones cuaresmales y en su campaña por recuperar
para el catolicismo la Saboya norteña, que se había plegado
al calvinismo. Junto con Santa Francisca Chantal fundó en
1618 la Orden de las Hermanas de la Visitación. Estre sus
obras, que lo colocan en primera línea entre los escritores
franceses de su época, descuellan: Introducción a la vida
devota (1609), llamada vulgarmente Filotea, y Tratado del
amor de Dios (1616).

42
Tómense el tiempo necesario para examinar la Bi­
blia desde este punto de vista. Pronto los iluminará,
como el destello de una sonrisa, el mensaje feliz, la
Buena Nueva de Jesús. El Señor no se cansa de inculcar
a los suyos la gran verdad de que Dios, en virtud de su
paternidad, no sólo cuida del mundo en general, o de
un determinado pueblo, sino de cada individuo en
particular. Esta es una nueva concepción frente a aque­
lla del Antiguo Testamento. En su Edad de Oro, Israel
Una nueva
creyó también que Yahve custodiaba paternalmente a concepción
los suyos, pero al pueblo visto como totalidad, no al
individuo. Jesús subraya a menudo que Dios Padre se
preocupa paternalmente por cada uno y aún por las
cosas más insignificantes.
Estudien en la Sagrada Escritura per longum et
latum estas verdades fundamentales. La actitud pater­
nal de Dios se refleja por ejemplo cuando el Señor ha­
bla de los cabellos de nuestra cabeza, afirmando que
están todos contados14. O bien que si Dios cuida de los
lirios del campo y de los pájaros del cielo, ¿cómo no
habrá de cuidar de cada ser humano?15. Jesús utiliza
frecuentemente imágenes cuyo sentido simbólico no
salta a primera vista. Tomemos por ejemplo aquella del Paternidad
hijo pródigo, la dracma perdida o la oveja extraviada 16. de Dios
en las
¿Qué quiere decirnos con ellas? Jesús quiere llenar el parábolas
concepto de padre con todo lo grande y noble que hay
en el cielo y en la tierra. Dios es tan padre que está dis­
puesto a abandonar las noventa y nueve ovejas en el
desierto para ir en busca de la perdida; deja de lado el
montón de dracmas para ir en pos de una de ellas que
se ha extraviado. En resumen, ¿frente a qué realidad
estamos? La de la paternidad de Dios. Y en este punto
no se puede torcer ni malinterpretar nada.

14. Cf. Mt 10,30; Le 12, 7

15. Cf. Mt 6,25-34; Le 12,22-28


16. Cf. Le 15

43
Consecuencias para la actividad del educador

Si les parece, deténganse un poco más en la re­


flexión de estos temas. Estamos meditando sobre la
fuerza creadora de la paternidad divina. ¿No es acaso
la actividad del educador, sea cual fuere, un reflejo de
la fuerza creadora de la paternidad divina? Ustedes
han incorporado en su comunidad esa ley general
como un elemento original. ¿Qué debe ser cada supe­
rior? Un reflejo de la fuerza creadora de la paternidad
de Dios. Si no lo somos, entonces no hemos alcanzado
Gobernar lo último; no somos "de pura raza", ni llegamos -visto
por la desde el punto de vista divino- a lo más profundo de
paternidad nuestro ser y esencia. La paternidad es una fuerza crea­
dora. A través de ella debemos gobernar e infundir
alma.
Quizás nadie mejor que Don Bosco ha comprendi­
do esta realidad en los tiempos modernos. El también
distinguió entre paternidad y blandura de abuelo. Don
Bosco, quien llamó a su pedagogía "hija del amor",
confiaba así a sus hijos, en su testamento, el secreto de
su éxito: "Si quieren que sus alumnos ejerciten tal o
Procuren cual virtud, procuren que ellos los amen a uste­
que ellos des... ¿Cómo lo lograrán? para que sus alumnos los a-
los amen men, ustedes tienen que amarlos primero...Deben de­
mostrarles su amor de manera visible".
He aquí la paternitas Dei (paternidad de Dios).
Por eso entre nosotros el superior tiene que ser un re­
flejo de la paternidad de Dios; de una paternidad que,
no obstante, es capaz de reprender. Creo que éste debe­
ría ser el carisma de toda la comunidad. Allí donde
alguno de nosotros sea superior no hay medias tintas:
los superiores deben ser un reflejo, un destello de la pa­
ternidad divina.
Creo que ya han tomado conciencia de ese gran
pensamiento: Dios es, en esencia, padre. Pasemos aho­
ra a la segunda parte.

44
Rabindranaz Tagore (1861-1941)

Cuadro al óleo. Gentileza de la


Sra. Mercedes Carbó Funes de Sosa.

45
Interpretación

Trataré a continuación de interpretar esta paterni­


dad de Dios. Les recuerdo que la paternidad, conside­
rada en sus dimensiones de ser padre y sentir de padre,
Ser y sentir es un concepto relativo-correlativo. ¿Qué significa esto?
de Dios y ¿Existe un ser padre o un sentir de padre sin el sentir de
del hombre
niño? Ustedes advierten las relaciones internas de este
planteo. Si Dios es en esencia padre y posee un sentir
de padre, entonces el hombre debe ser en esencia niño
y tener sentir de niño.
Intentemos ahora interpretar esta gran realidad. El
hecho de ser padre está en necesaria correspondencia
con el hecho de la existencia del niño; por lo tanto mi
Mi actitud
fundamental
actitud fundamental ante Dios es la del niño. He aquí
ante Dios es el punto de partida para trazar una línea clara en me­
la del niño dio del torbellino de las ideologías de hoy. Nuestra
actitud frente a Dios no es la del servilismo. No somos,
si me permiten la expresión, una especie de lacayos o
esclavos de Dios. No; la actitud primordial frente a Dios
-teniendo en cuenta que El es en esencia padre- es la del
niño. ¿Qué significa esto en la práctica? Que la infancia
espiritual, concebida como ser niño y sentir de niño, es
sencillamente el camino al cielo. Esta verdad está clara­
mente expresada en el acontecer salvífico.
De esta manera les he expuesto el segundo punto
de reflexión; pasemos ahora a la dimensión afectiva.

Saturación de valores

Es necesario saturar de valores el punto que esta­


mos tratando, grabar en nuestro corazón esa realidad
salvífica y su correspondiente interpretación. Les cito
para ello dos frases, una de Pestalozzi17 y otra de

Enrique
17. Pestalozzi: pedagogo suizo (1746 -1827). Se debe a
Pestallozzi el haber puesto de relieve el valor humano y

46
Tagore*18. Hago referencia expresa a un cristiano y a un
no cristiano para que vean cómo ambos se unen en la
alabanza de la verdadera filialidad.
Pestalozzi dice: "La mayor desgracia del hombre La mayor
actual es la pérdida del sentir de niño, porque ello im­ desgracia
posibilita la actividad paternal divina, la actividad pe­ del hombre
actual
dagógica paternal de Dios".
Quien comprenda la misión de su comunidad se
detendrá en esta idea y se tomará el tiempo necesario
para desmenuzarla y meditarla. Más tarde ampliaré e
interpretaré estas palabras de Pestalozzi.
La segunda frase pertenece aTagore, poeta hindú:
"Dios quiere que reconquistemos, en santa sabiduría,
nuestro ser de niños".
Lleven estas dos frases a la oración, repasen y me­
dítenlas, para que la infancia espiritual cale más pro­
fundamente en nuestro corazón. No sólo es importan­
te que tengamos clara la idea de la infancia espiritual
sino que todo nuestro ser y esencia se colme de ella.

nacional de la educación, especialmente para los medios


más pobres, y el haber presentado el programa para la
organización de la instrucción popular elemental y la
educación profesional. Los institutos pestalocianos sirvieron
de modelo en toda Europa y en sus ideas se inspiraron los
grandes pedagogos del siglo, como Herbart y Froebel.
18. Rabindranaz Tagore (1861-1941), poeta y filósofo hindú.

47
Tercera Conferencia

EL HOMBRE NIÑO
ES OMNIPOTENTE ANTE DIOS

Nuestro intento de erigir una estructura ascética y


pedagógica sobre el fundamento de la infancia espiri­
tual se enfrenta enseguida con la cuestión del valor de
esa infancia espiritual. Tres son las respuestas que po­
demos enunciar: La primera de ellas es que la infancia
espiritual es el camino hacia el cielo. Para lograr una
disposición más nítida de esta respuesta les subrayo
que son dos los aspectos que desde este punto de vis­
ta nos interesan: el hecho en sí y el contenido de la in­
fancia espiritual.
Con respecto al hecho, podemos formular la pre­
gunta con otras palabras. ¿Es cierto que la infancia es­
piritual es el camino al cielo por excelencia? Dejemos ¿Es el
que la Biblia nos ofrezca la respuesta. Ella nos señala camino
dos grandes acontecimientos salvíficos y luego nos co­ al cielo?
munica algunas palabras salvíficas. Los hechos salví­
ficos son dos, el primero es la paternidad de Dios.
En este último punto nos interesan tres pensa­
mientos: En primer término, el hecho de que Dios es,
según su esencia, verdaderamente Padre. Más tarde ca­
da uno deberá estudiar y elaborar personalmente esta
realidad. Se trata del fundamento o al menos de un
fundamento esencial de toda la estructura de nuestros
ejercicios espirituales.
En segundo término nos interesa interpretar la pa­
ternidad divina. Creo que la idea es muy clara. Si Dios
es paternal según su esencia y por lo tanto es padre y
posee sentir de padre, resulta evidente que nuestra

49
actitud esencial frente a El es la de ser niño y sentir
como niño, ya que la paternidad es un concepto relati­
Paternidad
como vo, vale decir, entraña una relación o vinculación. En la
vinculación medida en que estemos convencidos de la paternidad
de Dios, estaremos asimismo convencidos de que la
infancia espiritual es el camino al cielo por excelencia.
En este punto quedamos esta mañana.
Queremos que estos postulados del dogma cristia­
no, sobrios y relativamente claros, calen con mayor
profundidad en nuestro corazón y afectos. De ahí la
necesidad de un tercer paso, que consiste en saturarlos
de valor. A este fin contribuirán algunas frases de dos
grandes personalidades. La primera es de Pestalozzi:
"La mayor desgracia del hombre actual es la pér­
dida del sentir de niño, porque ella imposibilita la ac­
tividad paternal y educadora de Dios".
Desmenucemos este pensamiento y dejemos que
se decante lentamente en nuestra alma. Para hablar del
modo más transparente posible quisiera marcar el
método a seguir: primero procuraremos explicar la fra­
se, luego fundamentarla y por último aplicarla.

Explicación

Creo que el pensamiento de Pestalozzi habla por


sí mismo. Medítenlo por un momento en toda su am­
plitud. ¿Quién de nosotros, hombres de hoy, no sabe de
las crisis que se han abatido sobre la humanidad? ¿En
Una
catástrofe qué pensamos? Quizás en los conflictos bélicos o en las
mayor revoluciones que sacuden al mundo actual. Sin embar­
go Pestalozzi se atreve a afirmar que la pérdida del
sentir de niño es una catástrofe mayor. Estoy conven­
cido de que podemos y debemos tomar literalmente su
aserción.
Mencionen una catástrofe que haya afectado o
pueda afectar nuestra comunidad, la Iglesia o la socie­
dad de hoy. Dejemos que la imaginación discurra a su

50
placer. Y comprobemos si es correcto el pensamiento
pestalociano, aquello de que la tragedia más grave que
ha sufrido o puede sufrir el hombre de nuestros días es
la pérdida del sentir de niño. Si esta aseveración es
veraz, o bien si ustedes la aceptan con pleno convenci­
miento, entonces ya estaremos vislumbrando la enver­
gadura de la misión de nuestra comunidad.
Si esta frase de Pestalozzi es cierta, puede entonces
formularse invirtiendo sus términos: "No hay mayor
felicidad para el hombre de hoy que la recuperación
del sentir de niño frente a Dios y no hay misión más La misión
grande en estos tiempos que la de reconquistar para la más grande
humanidad el perdido sentir de niño".
Este postulado no sólo vale para nuestra labor con
la masa de los no creyentes, sino también para nuestra
propia cultura cristiana, nuestros conciudadanos y
toda la Iglesia. "Héroe es quien consagra su vida a algo
grande" 1 ¡Qué gran tarea tenemos, qué misión tan cla­
ra! Me parece que en la Iglesia hay comunidades reli­
giosas que se distinguen unas de otras no en razón de
un carisma bien marcado sino por simples tareas
exteriores. Es como si Dios hubiera permitido la exis­
tencia de diferentes institutos para que surgiese una
sana competencia entre ellos. Este no es el caso de us­
tedes, que poseen una personalidad bien definida y
original, un ethos perfectamente delineado y en conse­
cuencia una misión clara. Por eso repito que debemos
tomar literalmente la frase de Pestalozzi.

Fundamentación

Con su sencillo estilo, Pestallozzi agregó una fun­


damentación muy clara. ¿Por qué la pérdida del sentir
de niño es la mayor desgracia? Porque imposibilita la

1. Frase atribuida a Friedrich Hebbel, poeta y dramaturgo


alemán (1813 -1863).

51
actividad pedagógica paternal de Dios. Examinemos
con mayor profundidad los contextos filosóficos y psi­
cológicos:

La filosofía y psicología del amor

Arribaremos de la manera más rápida e ilustrativa


a nuestra meta representando el amor como un árbol.
Imaginemos que ante nosotros tenemos el árbol del
amor 2, en el que discernimos cinco partes: raíz, base
del tronco, tronco, hojas, flores y por último los frutos.
Interpretemos esas cinco partes a la luz de una buena
filosofía y psicología católicas. ¿Qué observan enton­
ces? La raíz y la base del tronco son las condiciones que
exige el amor. ¿Advierten por qué insisto en ellas? Nos
preguntamos qué se necesita para que Dios despliegue
Para que su amor paternal sobre nosotros. Nuestra pregunta re­
haya amor viste importancia tanto para la filosofía como para la
psicología. ¿Cuáles son los presupuestos que deben
existir siempre para que pueda haber amor? En primer
lugar debe existir una raíz y luego el pie del tronco.
Estos términos pueden sonarnos un poco abstractos;
paso a trazarles ya un breve esbozo de la raíz y de la
base del tronco
¿Qué es la raíz? La existencia de una igualdad y de
una desigualdad entendidas como una mutua capaci­
dad de complementación y una mutua necesidad de
complementación.

2. El Padre Kentenich toma la imagen del "árbol del amor" de


San Francisco de Sales, Teótimo o Tratado sobre el amor de
Dios, 11, cap. VIL Sin embargo el empleo de esta metáfora se
documenta ya mucho antes, por ejemplo en el dominico Fray
Luis de Granada (1504 -1588), escritor místico español.

52
Igualdad

Comprueben si es cierto que para que dos seres se


amen realmente es necesario que exista una verdadera
igualdad, aunque sea en el sentido de una semejanza
relativa. Sí, debe haber igualdad en el plano del ser y de
las facultades espirituales.
Aplicando esta idea a Dios y a nosotros mismos
nos preguntamos qué se necesita para que Dios desa­
rrolle su amor de padre. Una igualdad análoga en el Igualdad
ser. Naturalmente hay que recordar en este contexto la desigual o
analogía entis3. ¿De qué tipo de igualdad se trata? De desigualdad
semejante
una igualdad desigual o una desigualdad semejante.
Aunque haya una distancia infinita entre los amantes,
basta una igualdad analógica para posibilitar realmen­
te el amor.
Hablamos de igualdad en el ser e igualdad de fa­
cultades espirituales.
Hoy escuchamos, en la lectura durante la comida,
que no es posible que haya un amor auténtico entre el
hombre y el animal, que entre ellos no se puede dar un
amor espiritual. ¿Por qué no? Porque entre ellos no hay
igualdad en el plano del ser.

Desigualdad

Pero no basta con la pura igualdad; se exige


simultáneamente una desigualdad, al menos según la
visión de San Francisco de Sales4. Es bueno que adhie-

3. La metafísica nos dice que todo ente es análogo. Por ser ente
está constituido por acto de ser y existencia. Ese "ser" le es
dado participativamente por otro a quien le corresponde el
ser en plenitud. En algo se asemejan el que da el ser y el que
recibe el ser. Ambos lo poseen, pero en distinto grado.
4. Cf. San Francisco de Sales, Teótimo..., op. cit., 11, cap. 8.

53
ran un poco a esta teoría. Por otra parte, no cualquier
desigualdad es condición para la existencia de un ver­
dadero amor. Entre nosotros somos desiguales a pesar
de toda igualdad. Un amor natural no brota de un día
Capacidad
mutua de para el otro. Por eso San Francisco de Sales habla de
comple­ una desigualdad en el sentido de una mutua capacidad
mentación de complementación y necesidad de complementación.
Detengámonos en este punto, sobre todo aquellos
que más adelante quieran elaborar un sistema ascético
de tales características. Es necesario tener en cuenta la
dimensión psicológica. Imaginen que una vez encuen­
tro a un amigo de ustedes. Yo no lo conozco, pero sí los
conozco a ustedes. ¿Me creerán si les digo que de algu­
na manera ya sé algo de este amigo suyo? ¿En qué baso
tal conocimiento? En que, como todo otro tipo de amor,
Ya sé algo amistacb el amor verdadero y genuino, presupone
de tu amigo una desigualdad en el sentido de una mutua capacidad
de complementación y necesidad de complementación.
Si yo sé, por ejemplo, que uno de ustedes es colérico,
podré decir a priori que el amigo en cuestión es, proba­
blemente, un sanguíneo o un melancólico. Preci­
samente porque el amor genuino tiene siempre como
Com- presupuesto una capacidad y necesidad de comple-
plementar mentación. Yo debo complementar mi ser a través de
travé^de °* :ro ser rasgos distintos. Cuando regalo espontánea-
alguien mente nii corazón a alguno de mis cohermanos u otra
distinto persona, con seguridad esta última es una persona de
características distintas de las mías; y si es colérico
como yo, seguramente no lo será de la misma pasta.
Tómense el tiempo necesario para profundizar
estos pensamientos. Piensen por ejemplo en la madre
y el niño o en el padre y el niño. Para que sea posible el
amor de la madre o del padre hacia su hijo debe cum­
plirse esta ley. También aquí debe darse no sólo la
igualdad en el plano del ser y de las facultades del es­
píritu sino también la desigualdad en el sentido de una

54
mutua rapacidad de complementación y necesidad de
complementación. Es lógico, la pobre criatura en su
cuna es capaz de ser complementada y necesita del ¿Necesitan
complemento de sus padres. Pero planteemos la pre­ los padres el
gunta inversa: ¿Necesitan los progenitores del comple­ complemento
mento del niño? ¡Claro que sí! Fíjense cómo el niño del hijo?
mediante su necesidad de ayuda despierta en el padre
y la madre el gusto de dar. Observen la vida, obsérven­
se ustedes mismos, observen a sus hermanos y herma­
nas. ¡Cuántas veces escuchamos decir: "con fulano o
mengano no se puede contar para nada "!; pero cuando
esa persona se convierte en padre o madre, surge en
ella una nueva fuerza vital. ¿Por qué? Porque la necesi­
dad del niño ha despertado la fuerza, el gusto de dar y
el poder plasmador del padre. Supongo que
entendemos lo que esto quiere decir. He aquí el punto
de partida para las reflexiones que siguen.
Un amor verdadero presupone igualdad pero
también desigualdad en el sentido de una mutua capa­
cidad de complementación y necesidad dé comple­
mentación. Podemos decir que esto es aplicable a Dios,
pero con una pequeña limitación: en Dios hay una
disposición a la complementación que es analó­
gicamente similar a nuestra necesidad de complemen­
tación.
Para que Dios desarrolle su poder plasmador y
educador, su bondad y riquezas paternales, es necesa­
rio que éstas sean despertadas por la capacidad de de­
jarse modelar y el desvalimiento del ser humano. Lo Despierta
las riquezas
digo con toda serenidad. Y vuelvo a repetirlo para que paternales
comprendan lo que Pestalozzi quiso decir: Para que de Dios
Dios, el Padre Celestial, pueda desarrollar su infinita
riqueza y poder plasmador y educador, es necesario
que de parte del hombre haya capacidad para dejarse
modelar y recibir.
¿Qué significa esto en la práctica? Que se necesita
una profunda infancia espiritual de parte del hombre;

55
en caso contrario Dios no podrá desarrollar su paterni­
dad. Deténganse un poco en esta idea porque es muy
importante aprehenderla con claridad.
Fíjense que Dios está dispuesto a la comple­
mentación, es decir, desarrolla su actividad educadora,
regala toda la riqueza de sus dones y gracias a aquellas
criaturas que se le entregan con docilidad, pequeñez y
humildad. Dios quiere la complementación; el hombre
que ante Dios se reconozca pequeño y confiese su mi­
seria, será en cierto sentido "omnipotente" ante Dios y
Dios omnipotente será a su vez "impotente" ante él. El
conocimiento y reconocimiento de la miseria humana
ante Dios significa impotencia de Dios y omnipotencia
del ser humano. Por eso aunque yo haya cometido sabe
Obtiene de Dios cuántos pecados, lo peor que me puede pasanes.
Dios lo cerrarme a Dios, endurecerme ante El. Dicho en otras
que quiere palabras: que no sea ante El pequeño y niño. El hombre
niño y humilde obtiene de Dios todo lo que quiere. Así
lo dicen los santos y la Biblia. ”Et exaltavit humiles" (Le
1, 52), eleva a los pequeños. Porque los pequeños son
pequeños y Dios sólo obra a través de niños pequeños;
no necesita de los "grandes". Reflexionen sobre estos
pensamientos con una actitud de apertura, de
"ingenuidad"5.
Les repito, a modo de resumen, la pregunta que ya
planteamos: ¿Por qué la pérdida del sentir de niño es la
desgracia más grande que padece la humanidad de
hoy? Porque la pérdida del sentir del niño no da a Dios
oportunidad de desarrollar su rasgo esencial, la activi­
dad paternal. Dios es padre y por eso -hablando huma­
namente- debe trabajar sobre la humanidad hasta que
ésta sea de nuevo capaz de dejarse moldear, sea
pequeña y reconquiste el sentir de niño. Una humani­
dad, una sociedad y un individuo que no se confiesen

5. Cf. Kentenich, José, Pedagogía schoenstattiana para la


juventud. Líneas fundamentales, Buenos Aires, Patris, 1991,
nota 3, pág. 109.

56
pequeños ante Dios, o acaban en la ruina, y quizás para
siempre, o bien Dios procurará, en su bondad, que este
hombrecito tan lleno de sí mismo paulatinamente se
reconozca y se sienta pequeño ante El.

Base del tronco y tronco

Donde exista igualdad y desigualdad en el senti­


do de una mutua capacidad de complementación y
necesidad de complementación, surge enseguida una
corriente de simpatía. La simpatía es la base del tronco.
El tronco representa el movimiento del amor. Cuando
se dan las condiciones se origina un movimiento hacia
el tú, hacia el otro; todo impulsa hacia el amado. De ese
movimiento amoroso resultan hechos de amor. El alma
quiere estar espiritualmente junto a la persona amada Nuestro
y en lo posible también en su cercanía física. Los hechos corazón no
de amor impulsan hacia la unión amorosa. El alma no descansará
está en paz hasta hallar su punto de reposo en lo más
íntimo del corazón del amado. Así entendemos lo que
dijera San Agustín: "Nuestro corazón fue creado para
Ti y no descansará hasta que repose en Ti" 6. El corazón
quiere descansar en Dios. Esta es toda la psicología del
amor aplicada a Dios.
Pasemos ahora a la tercera parte de nuestra re­
flexión.

Aplicación al neopaganismo

En primer lugar apliquemos estas ideas, si les pa­


rece, a los nuevos paganos. Piensen dónde se halla el
fundamento más profundo del neopaganismo. Creo
que intuyen la respuesta: se trata de la escasez de sen­
tir de niño. Puedo enumerarles una serie de motivos

6. San Agustín, "Las Confesiones", en: Obras de San Agustín,


texto bilingüe, t. II, op. cit, pág. 73.

57
que explican ese neopaganismo que se está gestando y
desarrollando en los países vecinos.

Escasa acentuación de la inmanencia y acentuación


unilateral de la trascendencia de Dios

Desde un punto de vista filosófico les digo en pri­


mer lugar que nosotros, los católicos, somos un poco
culpables de la aparición del neopaganismo. Me pare­
ce que en nuestra vida religiosa acentuamos muy poco
la inmanencia de Dios y destacamos, por otra parte,
demasiado unilateralmente la trascendencia divina.
Como personas con formación en filosofía e historia,
conocemos bien la ley del movimiento pendular de las
corrientes culturales y espirituales. A una época en la
que se acentúa un extremo determinado, le sigue otra
en la que se acentúa el extremo opuesto. Hemos tenido
Relegamos
a Dios en muy poco en cuenta la inmanencia de Dios, vale decir,
algún rincón la vida de Dios en los hombres, en las criaturas, y rele­
gamos a Dios a algún rincón del cielo. Por eso resulta
fácil comprender hoy la existencia de una contraco­
rriente que acentúa exageradamente la inmanencia de
Dios, al punto de llegar a igualarlo con las cosas concre­
tas.
Hay además una segunda causa para ese rever-
decimiento del neopaganismo:

Vivencias de la guerra y de la posguerra

¿Pensaron por qué el neopaganismo irrumpe con


vigor en pueblos que sufrieron la guerra? Es fácil de
comprender. Quien vivió o leyó los relatos de la confla­
¿Por qué
un padre gración, tal vez entienda por qué millones de hombres
permitió perdieron la fe en un Dios Padre que es persona.
la guerra? ¿Puede ser padre un Dios que permitió tales cosas?
Aunque la fe esté sembrada en el corazón desde la in­
fancia, resulta difícil conservarla en la vida diaria, en la
que Dios permite esas terribles atrocidades. Ustedes se

58
dan cuenta de que de esta manera la fe en Dios Padre
y su Divina Providencia se fue debilitando más y más.
Analicen las vivencias de la posguerra 7. Es cierto,
nuestro cristianismo se había aburguesado hasta el col­
mo y se mostró incapaz de solucionar los grandes
problemas de la posguerra, tanto en su manera de
obrar cuanto en sus proyectos concretos de reconstruc­
ción. ¿No es lógico que un cristianismo aburguesado Una
imagen
haya predicado un Dios aburguesado? De ahí que en de Dios
nuestros días los países que participaron en la Guerra sin sentido
Mundial se enfrenten a una imagen de Dios que ya no
les significa nada. Los cristianos, sin excluir los católi­
cos, son en parte culpables de que en el bando contra­
rio haya surgido una imagen de Dios que contradice la
imagen bíblica.
Luego sobrevino otra vivencia de posguerra que
hoy experimentamos fuertemente y que ustedes
vivenciarán también en su país: a un intelectualismo
extremo sucedió un vitalismo extremo. Volveré sobre
el tema cuando hablemos de las necesidades del tiem­
po actual. En esa oportunidad veremos cómo una épo­
ca que quiso dominar todo a través de la "ratio" sufrió
un terrible fracaso precisamente en el campo del
racionalismo y del intelectualismo. Este fenómeno nos
vuelve a demostrar una vez más la vigencia de la ley
del péndulo.
Observamos cómo se desarrolla un vitalismo y un
irracionalismo extremos tanto aquí en nuestra tierra
Irradonalismo
como más allá de sus fronteras. Si a un hombre de los extremo
países vecinos, totalmente afectado por ese vitalismo,
le preguntásemos cuál es la esencia del hombre, creo
que a nuestra afirmación "homo est animal rationale"

7. Ya en vísperas de la segunda gran conflagración mundial, el


Padre Kentenich hace referencia a la posguerra de la Primera
Guerra Mundial.

59
respondería "quod non...homo est animal irrationale".
Así se considera al hombre en esos países: como animal
irracional.
Si el hombre es un animal irracional, ¿cómo será
entonces el Ser Supremo? Un "ens irrationale" (un ente
o ser irracional). Debemos entender lo que se está
gestando para comprender cabalmente por qué en el
campo opositor cundió con tanta rapidez esta cos-
movisión.

Hybris desenfrenada

Para ser sinceros, tenemos que decir con todo res­


peto lo siguiente: más allá de las interpretaciones que
Soberbia se hagan del fenómeno, el motivo más rotundo para el
desenfrenada rechazo de un Dios personal en el hombre moderno es
una hybris (soberbia) desenfrenada. Quienes alguna
vez trabajaron entre los no cristianos, nunca se toparon
Sacudirse
el yugo
con una hybris tal. Eritis sicut dii ("Seréis como dioses",
de Dios Gén 3,5). El hombre de hoy quiere sacudirse el yugo de
Dios y por lo tanto no puede reconocer más a un Dios
personal que sea al mismo tiempo un juez personal.
Intenten probar lo contrario mediante fogosas
prédicas...no servirá de nada. El entusiasmo de un
hombre captado por una idea no puede enfriarse con
razonamientos. ¡He aquí la tragedia del hombre actual!
Para convertir a un hombre que quiere ser Dios hay
que dejar que escarmiente en carne propia, que se quie­
bre su vitalismo. Las graves crisis de estos tiempos,
similares a una tempestad, pueden hacerlo entrar un
Pueblos
víctimas poco en razón. Quizás optemos por quedarnos muy
de psicosis cómodos, arrellanados en nuestro sillón, pero ustedes
saben lo que quiero decir. No curaremos nuestro mun­
do de un día para el otro. Los pueblos son víctimas de
una psicosis y nosotros mismos debemos aprender de
esta situación.

60
Neopaganismo

En resumen, recuerden que el fundamento más


profundo del neopaganismo es la terrible carencia de
sentir de niño. ¿Por qué no aplican por favor esta idea
a ustedes mismos y a nuestros círculos católicos? Nos­
otros como cristianos corrientes y también como hom­
bres religiosos, nos inclinamos profunda e instinti­
vamente ante Dios. Pero permítanme hacerles una pe­
queña confesión: Nos inclinamos ante El -¿cómo
expresarlo?- como si se tratase de una cierta Ley que
rige nuestro interior. Como hombres y sacerdotes No experi­
católicos vemos y experimentamos a Dios (y soy el pri­ mentar a
mero en incluirme en este grupo) demasiado unilate­ Dios en
ralmente como ley, legislador o idea. Comprueben si abstracto
estoy interpretando bien las cosas. A mí, por lo menos,
me ocurre así. Sólo Dios sabe cuánto hace que estoy
luchando por ver y experimentar a Dios realmente co­
mo padre, como persona, y no sólo como mera idea.
Comprendo muy bien a aquel que me dice que nunca
se siente junto a Dios, pero que tiene pensamientos
religiosos. Uno puede tener un montón de pensamien­ La santidad
tos religiosos...Tomemos como ejemplo la oración. Si es amor
del niño
nuestra oración se agota en pensar religiosamente,
al padre
entonces ya no es oración. Puedo tener pensamientos
religiosos todos los días sin que se transforme mi inte­
rior; orar significa, en cambio, amar. ¿Y qué es la san­
tidad? ¡Es el amor del niño al padre!
Les pido que hagan una autoevaluación en esta
área: ¿Nos dirijimos a un Dios Padre personal a quien
regalamos nuestro amor de niño? Puede ser que lo ha­
yamos logrado. Será entonces porque el paso por una
escuela intelectualista no los ha afectado mucho. Pero
si esa escuela ha dejado sus huellas, temo a priori que
no logren tan rápidamente experimentarse como niños
frente al Padre. De ello se deriva el problema de
nuestra falta de sentido para la ternura en nuestra re­
lación con Dios. Mantenemos una actitud muy general

61
Ternura del frente a una ley vigente entre nosotros, frente a una
niño hacia idea de Dios, pero no tenemos esa delicada ternura del
su padre niño hacia su padre. Falta un fuerte sentir de niño; el
niño clama por su padre, no puede existir sin el Dios
Padre personal.
¿Cómo se origina esa carencia en nosotros? No
sólo nos falta sentido para la ternura sino también ge­
nerosidad. Así lo formuló tan bellamente Nuestro Se­
ñor, que es un ejemplo en todo: "El que me ha enviado
no me deja solo, siempre está junto a mí, porque yo
hago lo que le agrada" (Jn 8, 29). Como ven, el hijo no
Hago lo que
le agrada
mide las cosas minuciosamente, no pregunta qué debe
hacer. San Francisco de Sales marcó el rumbo cuando
dijo que en la nave real de Dios (o bien del amor de
niño) no hay galeotes, sino sólo remeros voluntarios. El
esclavo sólo rema mientras el capataz empuña su láti­
go. Elhijo en cambio trabaja porque puede trabajar. El
hijo hace las alegrías de su padre, se porta bien porque
sabe que así lo desea su progenitor. He aquí la actitud
generosa, la de los santos, la del verdadero y genuino
hijo de Dios.
¿Dónde reside la causa de la falta de generosidad?
En la escasez de un hondo sentir de niño._¿Por qué nos
falta eficacia, iniciativa y resistencia cuando nos cercan
las dificultades?...Porque nos falta efectivamente un
sentir de niño que sea genuino, verdadero, sencillo y
profundo.

Ejemplos de infancia espiritual

Si quieren ver un ejemplo maravilloso de cómo un


niño auténtico se abandonó a la cruz y al padecimien­
to, fíjense en lo que nos narra San Francisco de Sales. El
fue un maestro insigne de la vida espiritual y
estructuró toda su ascética sobre estos pilares funda­
mentales de la infancia espiritual. Deberíamos tomar­
lo como numen inspirador. El santo de Annecy expu-

62
^an Francisco de Sales (1567-1622)

"San Francisco de Sales fue un maestro insigne de la


vida espiritual y estructuró toda su ascética sobre estos
pilares fundamentales de la infancia espiritual."
J. Kentenich

63
so la siguiente parábola ante un pequeño círculo de
oyentes: Había una vez una niña enferma cuyo padre
era médico. Pues bien, el padre le dijo: "Es necesario
operarte". La pequeña respondió entonces: "Si tú lo di­
ces, así será". Esta es la manera de ser ingenua del niño;
"Si tú lo no hay protestas ni cavilaciones; la niña se limitó a
dices, decir: "Si tú lo piensas y crees así, entonces será lo
así será" justo". Ya en el quirófano, la pequeña se retuerce y su­
fre. Pero, más allá del dolor, una sola es la exclamación
que surge de sus labios: "¡Padre, cuánto me amas!" He
aquí la victoria del sentir de niño.
El padre poda las vides para que den más fruto8.
¿Por qué mencionamos aquí a la vid? La bondad pater­
nal de Dios es la que guía la podadera. ¿Por qué esa
El poda actitud de niño es en mí tan poco instintiva y visceral?
las vides La respuesta es que en realidad no se trata tanto de la
pérdida cuanto de la escasez de sentir de niño. Ese sen­
tir no es aún un rasgo predominante en nosotros. En
este contexto me viene a la mente una frase que quizás
sentenció San Jerónimo: "Lo grande no es haber estado
en Belén sino haber vivido allí como un betlemita".
Apliquemos esta idea a nuestra comunidad. No es
importante haber estado en Belén 9, sino haber sido
educados allí como betlemitas. Lo esencial es entonces
haber conquistado una genuina y marcada actitud de
niño ante Dios.
Creo que así entenderemos aquellas profundas
palabras de Pestalozzi: "La mayor desgracia del hom­
bre actual es la pérdida del sentir de niño, porque ella
imposibilita la actividad paternal y educadora de
Dios". Les pido nuevamente que repasen bajo esta luz
la misión de su comunidad.
Permítanme ahora formular la frase invirtiendo

8. Cf. Jn 15,2
9. Se alude al Seminario Misionero en Suiza.

64
los términos: La mayor felicidad que podemos brindar­
le a la humanidad de hoy es la reconquista del sentir de
niño.
Cuando finalicen los ejercicios y retomen la labor
pastoral, tanto en las homilías cuanto en la predicación
de ejercicios espirituales, rompan una lanza por el ver­
dadero sentir de niño e insistan en este tema. Cualquie­
ra sea el lugar a donde se nos destine, que de uno u Aroma
otro modo se desprenda siempre de nosotros el aroma del sentir
del sentir de niño. He aquí la misión, lo que prestará co­ del niño
hesión, empuje y calidez a la comunidad. ¿Qué pasaría
si ustedes no estuviesen entusiasmados ni encendidos
por la comunidad; si deambularan sin rumbo, sufrien­
do como un lastre la tarea de la comunidad, simple­
mente porque la Providencia así lo ha dispuesto y de­
ben permanecer en la comunidad aunque sea a contra­
pelo? Nunca llegarían a ser algo grande ni a entregar
algo a los demás; ni a los de afuera ni a la grey que
deban guiar. Donde hay seres humanos ¿no pasan aca­
so cosas humanas?
A renglón seguido hablaremos sobre la segunda
frase citada. Es la de un no cristiano, Radindranaz
Tagore: "Dios quiere que reconquistemos en santa sa­
biduría nuestro ser niño".
Reflexionen sobre estas palabras; no se trata de in­
corporar nuevas ideas sino de motivar, hacer vibrar el
corazón de cara a la gran tarea. Dios lo quiere y si él lo
quiere...¡que todo lo demás calle! Más adelante lo verán ¡Dios lo
con mayor claridad. Realmente, ¡Dios lo quiere! quiere!
Conocemos el "Dios lo quiere" de la historia de las
Cruzadas. Que esa consigna nos marque el rumbo de la
nueva cruzada. Se trata de algo más que de palabras o
figuras retóricas; hay que organizar una cruzada para
reconquistar la tierra perdida de la infancia y nosotros ¡Reconquista!
debemos ser los principales portadores de ese movi­
miento. Les repito la palabra clave: ¡Reconquista! Y la
reconquista exige fuerzas varoniles.

65
Les subrayo breve pero claramente que quien
quiera ser niño y desee seguir siendo niño, necesita
hacerse de un extraordinario caudal y reservas de ener­
gía varonil. No puedo seguir siendo niño -o reconquis­
tar la infancia espiritual perdida o llegar a ser niño- sin
desarrollar la fuerza varonil elemental que hay
acumulada en mí.
Para demostrarlo sucintamente haré referencia a
algunos grandes hombres de la historia universal. Qui­
zás caiga en sus manos el libro del "Rembrandt-
deutsche" 10. Su autor fue un hombre de pensamientos
originales y nos ofrece valiosos aportes sobre la infan­
cia espiritual. El Rembrandtdeutsche nos brinda una
interpretación madura de la infancia espiritual. Dice
por ejemplo que sólo quien sea verdaderamente niño
Nuestra
puede entender el mundo de hoy; y quien no lo sea se
hombría
en la enmarañará en miles de contradicciones de las que no
reconquista podrá liberarse. Por eso es un grave error sacrificar la
predisposición a la infancia espiritual en aras de una
presunta hombría. Al contrario, deberíamos utilizar
nuestra hombría para reconquistar y conservar la in­
fancia espiritual.
Lo que dice el Rembrandtdeutsche es lo mismo
que yo quiero poner de relieve: reconquistar la infancia

10. Julio Langbehn, escritor alemán (1851 - 1907), llamado el


"Rembrandtdeutsche" debido a su libro titulado Rembrandt
como educador. Esta obra despertó mucho interés en su
tiempo porque fue un llamado de atención del irracionalismo
en medio de una época racionalista. Lleno de fe en un
"renacimiento desde adentro" y en una inminente nueva era
en la historia cultural de su pueblo marcada por los valores
artísticos, Langbehn convocó a realizar los ideales
humanísticos clásico-románticos, a profundizar la vida
espiritual y exaltar los valores genuinamente alemanes frente
al racionalismo mecanicista y a un sistema educativo
meramente enciclopedista.

66
espiritual, movilizar nuestra hombría para desarrollar­
la. No crean que es algo fácil; exige una abnegación y
un caudal de gracia tales que más allá de los esfuerzos No es fácil
que cada uno realice, se llegará a la conclusión de que
sólo aquel que sea un varón íntegro logrará ser niño.
Tengo que proteger la infancia espiritual a través de
una verdadera virilidad. El concepto "niño" es un
término que entraña un mensaje para el hombre madu­
ro; pero al medianamente maduro no le dice nada.
Hace falta toda la fuerza del varón para preservar la
infancia espiritual. Así deben interpretarse los dichos
de San Pablo: "¡Esto vir!...¡Viriliter age!" n...Ser varoni­
les y actuar virilmente. Destaquemos la hombría para
formar al niño en el adulto.
Mediten también aquellas otras palabras de San
Pablo en la Epístola a los Corintios: "Cuando era niño
pensaba y obraba como un niño, cuando fui grande
dejé lo que era propio de un niño" (1 Co 13,11) ¿Cómo
interpretarlas? Al repasar el texto notarán que
evidentemente no se habla de la infancia espiritual sino
del infantilismo. Cuando yo era un niño, cuando era
inmaduro, obraba como un niño; luego abandoné las
cosas propias del niño. Consideren siempre a la infan­
cia espiritual como un gran ideal bíblico por excelencia:
Dios quiere que reconquistemos, en santa sabiduría,
nuestro ser niño.
La empresa exige energía; por eso deben ser pru­
dentes al presentar la senda de la infancia espiritual
como el "caminito", ya que pueden surgir malinter-
pretaciones. Es un caminito porque no es complicado,
pero eso no equivale a decir que sea un sendero fácil.
Elijamos nuestros vocablos según las ocasiones en que
nos toque hablar. En lo que hace al educador, todo de­
pende de que capte la manera de ver y sentir la vida
que tienen sus educandos; debe tener conceptos claros*

ll.Cf. IColó, 13

67
y capacidad de adaptación a las circunstancias. No di­
gan que se trata de un caminito en el sentido de una vía
fácil. No; no es fácil. Compruébenlo; es terriblemente
fragoso. Es un camino que requiere la más grande y
total abnegación.
Más adelante citaré ejemplos de la literatura y de
la historia universal y eclesiástica. Ejemplos todos que
Santa Teresita -en quien ustedes con tanto gusto espi­
gan- armonizó en su manera de vivir la infancia espi­
ritual: "Soy una pelotita con la que Dios juega" 12. Tra­
Mi bandera
ten también ustedes de ser un juguete de Dios, y verán
que no es un camino fácil, sino que enciende el heroís­
mo más elevado. Y ustedes, que son una comunidad
joven, deben apuntar hacia ese heroísmo. Si no inscri­
ben el ideal de la filialidad sobre su bandera, entonces
no sé cómo forjarán un mundo nuevo. Sólo quien sea
un niño sencillo podrá edificar un mundo nuevo. Re­
cuerden entonces que la infancia espiritual es un
caminito, pero difícil y "grande". Naturalmente hay
que saber desde qué punto de vista el camino es gran­
de y desde cuál otro es pequeño.

La sabiduría del anciano

Quiero ahondar aún más en la reflexión de las pa­


labras de Tagore: Para ser verdaderamente niños
necesitamos no sólo la energía del varón sino también
Recobrar la sabiduría del anciano. La sabiduría es necesaria; por
lo que el eso me parece que es fácil hablar de infancia espiritual
niño posee frente a ustedes y a nuestra edad. Si hablara ante per­
sonas más jóvenes sería más complejo hacerlo. Lo que
el niño posee por naturaleza debe reconquistarlo el
hombre maduro a costa de una lucha seria.

12. Cf. Santa Teresita del Niño Jesús, "Historia de un alma",


cap.6, pág. 171, en : Obra Completa de Santa Teresita,
Burgos, Ed. Monte Carmelo, 1984.

68
Se exige una extraordinaria dosis de sabiduría
para vislumbrar en la infancia espiritual algo grande.
Así quizás entendamos por qué la liturgia, refiriéndo­
se a santos jóvenes, dice que ellos alcanzaron a tempra­
na edad muchas cosas grandes. Eran jóvenes en cuanto
a su edad -alrededor de los veinte años- pero poseían
la sabiduría del anciano porque anhelaron la infancia
espiritual y la lograron. Dios quiere que también noso­
tros reconquistemos en santa sabiduría nuestro ser
niño. Resumiendo, si meditamos estos pensamientos,
arribaremos a la conclusión de que la infancia espiri­
tual es un bien inmenso.

Nuestra propia infancia espiritual

¿Hemos conservado nuestra propia infancia espi­


ritual? Si contestamos afirmativamente, demos gracias ¿Cómo está
a Dios por ello. Y quizás comprendan también por qué nuestra
Dios nos condujo precisamente hacia esta nuestra co­ filialidad?
munidad. A menudo las sendas de Dios son sorpren­
dentes. Tener vocación para esta comunidad, ¿no supo­
ne a priori que exista en mí una aptitud especial para la
infancia espiritual? Si no se hallase en mí tal capacidad,
no sé si podría hablar de una clara vocación para los
Betlemitas.
Nuestra comunidad se esfuerza en el cultivo de
este espíritu que constituye su inspiración y carisma
originales. Ese empeño da la pauta del principio de
selección para el ingreso o exclusión de la comunidad.
Tener una marcada vocación para nuestro instituto sig­
nifica que en mí exista de alguna manera la capacidad
correspondiente. ¿Conservé y cultivé esa aptitud aún
cuando en la comunidad no se cultivase conscien­
temente la infancia espiritual ni se tuviese un claro co­
nocimiento intelectual de la misma? A mi entender,
nuestra Familia se ha ocupado desde sus comienzos, y
en forma espontánea, de la infancia espiritual.

69
Los educadores quizás se pregunten si las oracio­
nes que rezan nuestros jóvenes respiran el espíritu de
la infancia espiritual. No se aspiró conscientemente a
esta meta de modo claro, pero siempre estuvo presen­
te. El ideal no fue asumido conscientemente como ta­
rea, pero obró continuamente como función; la infancia
espiritual "funcionó", fue factor operante. En el caso de
algunos miembros de la comunidad, estas ideas tuvie­
ron que asumirse como una tarea a cumplir y conquis­
tar, pero en cuanto a la Familia en su totalidad, ellas
operaron como función.
¿Cómo está nuestra filialidad? ¿La hemos cultiva­
do y conservado? Ahora podemos comprender toda
una serie de pruebas sufridas. Dios las envió porque
somos niños, y, por lo tanto, maleables. Dios me pue­
de modelar porque soy sencillo; quiere tallar en mí la
imagen de un santo. Si no soy niño, si estoy endureci­
do y me endurezco cada vez más y más ante El, no me
enviará pruebas, salvo que me ame tan intensamente
que quiera quebrar mi terquedad varonil obstinada e
inarticulada. Entonces le gritaré: "¡Dios escultor, dame
golpes de mazo y hunde en mí tu escoplo, que soy la
¡Asesta piedra!" Dicho de manera más simple: "¡Padre escul­
tus golpes!
tor, asesta tus golpes, que soy tu hijo!". He aquí nues­
tra oración cuando sobrevengan las dificultades; y la
rezaremos en comunión con el resto de la comunidad,
como sus legítimos miembros.
Repasemos las dificultades interiores y exteriores.
Cuando tengan oportunidad, y ciertamente la tendrán,
observen a las otras comunidades de la Iglesia. Halla­
rán en todas partes muchas cosas humanas ya que el
hombre es hombrel La comunidad, aún la de los santos,
es pecado original concentrado, Pero, en honor de la
verdad, hay que agregar que la comunidad es también
gracia condensada. No sería justo señalar siempre lo
negativo, hay que ver lo positivo. Cuando algo no se
pueda cambiar, repitamos lo dicho: "¡Padre escultor,
empuña tu cincel, soy el mármol, soy tu niño!".

70
Les cito ahora otro pensamiento de Pestalozzi: "El
hombre es por naturaleza un ser vinculado al nido".
¡Cuán bellamente lo expresa Pestalozzi! Captó instin­
tivamente toda la naturaleza del hombre. El ser huma­
no está vinculado a su nido. Dios, el corazón de Dios,
es el nido original y definitivo del hombre. Adviertan Dios es
que ante nosotros se alza un ideal sublime. Si luego de el nido del
hombre
examinarnos en esta área llegamos a la conclusión de
que la infancia espiritual no se ha desarrollado en no­
sotros como debiera... réquiem aeternum dona ei... hay
que doblar las campanas a duelo y esforzarse por reen­
cender un afecto serio, sencillo y sin embargo profun­
¡Ayúdame
do: "Señor, que sea lo que debo ser, lo que desde un a ser niño!
principio debí ser y no logré a causa de tantas malas
experiencias...¡Ayúdame a ser un niño auténtico!".

71
Cuarta Conferencia

LA INFANCIA ESPIRITUAL
ES UN CLAMOR DE LA
NATURALEZA DEL HOMBRE

Hay dos palabras y hechos salvíficos que nos acla­


ran aún más el significado de la infancia espiritual y nos
dan la certeza de que ella es el camino al cielo. Ya
tratamos de interpretar uno de esos hechos salvíficos: la
paternidad divina. Quizás haya aumentado en noso­
tros, gracias a esta interpretación, la conciencia de nues­
tro propio estado. Creo que en la educación deberíamos
dar mucha importancia a esta realidad. Nadie tomará a E1 car¡sma
mal si decimos que el carisma de nuestra comunidad es es i0 más
para nosotros lo más importante. Un franciscano, un importante
benedictino o un jesuíta afirmarán otro tanto
refiriéndose a sus propios carismas. Pero sería
desmesura de nuestra parte querer imponer a los de­
más aquellas formas de nuestra espiritualidad que es­
tán condicionadas por el tiempo, que no son válidas
para todas las épocas. Con el paso de los años cada uno
de nosotros debería decirse a sí mismo: "Lo que nues­
tra comunidad quiere es para mí lo real, lo concreto, no
hay otra cosa más grande". Esta actitud da pie a una
fuerte conciencia de estado. Por supuesto, otros busca­
rán algo mejor o más elevado en otra parte.
Pensemos lo que sentía un romano cuando escu­
chaba las palabras: "Civis romanus sum" (Soy ciudada­
no romano). ¡Con qué fuerza surgía en ese momento la Surge la
conciencia de su estado! Algo similar debería suceder conciencia
en nosotros cada vez que escuchemos el nombre de de su estado
nuestra comunidad: en esos momentos se debe actuali­
zar el carisma de la infancia espiritual. Ese carisma su­

73
pone una gran tarea a asumir, pero es también un
patrimonio que nos hace felices. Al reflexionar sobre el
segundo hecho salvífico, la encarnación, deberíamos
profundizar no sólo la conciencia sino también el orgu­
llo de estado. Nos referimos a este segundo hecho
salvífico citando una frase clave: El Unigénito se hizo
niño.
Para simplificar permítanme que utilice el mismo
esquema que venimos empleando hasta ahora. Les re­
cuerdo los tres pasos: el hecho en sí, su interpretación
y su valoración.

El hecho

¿De qué hecho salvífico estoy hablando? El


Unigénito se hizo hombre haciéndose, en primer lugar,
niño. Fue un momento de hondo misterio, una hora
cumbre sin igual en toda la historia universal, aquella
en que los ángeles cantaron y el mundo tomó poco a
Primero poco conciencia de que el logos se había hecho carne.
hacerse Sí, la hora en que Dios se hizo hombre. Un hacerse
niño hombre que implica en primer lugar hacerse niño. Así
nos lo recuerda la liturgia: "Porque una criatura nos ha
nacido"1. No se puede malinterpretar o hacer conjetu­
ras sobre este hecho pues se trata de un acontecimien­
to de la historia universal.

Interpretación

Aquí la pregunta no es por qué Dios se hizo hom­


bre, sino por qué se hizo niño, por qué se hizo "infans".
¿Cuál es la razón principal y el sentido de este gran
misterio?
Un punto de partida para contestar estos inte­
rrogantes puede ser aquel axioma que la teología sue­

1. Introito de la tercera misa de Navidad; Is 9,6.

74
le emplear con gusto en mariología: el camino por el
cual el Verbum Divinum vino a nosotros es también el El mismo
camino por el cual nosotros vamos hacia el Padre. Este camino
hacerse niño es realización tanto en el plano del ser
cuanto del sentir; es por excelencia el camino hacia el
Padre.
Observen que el Verbum Divinum, a medida que
crecía -crecía en sabiduría, estatura y en gracia ante
Dios y ante los hombres (Le 2,52)- desarrollaba más y
más un heroico sentido filial. Al avanzar en edad, Cris­
to desarrolló su infancia espiritual con mayor fuerza
hasta llegar a la entrega perfecta de sí mismo en la cruz. El modelo
de Cristo
¿Qué nos dice esto a nosotros? Seremos tanto más per­
fectos y grandes cuanto más tomemos como ejemplo
para nuestra propia vida el ser niño y el sentir de niño
de Cristo. El niño "más grande" entre nosotros debe ser
también el santo "más grande".
Pasemos al tercer paso; tal como lo hiciera hoy por
la mañana, colocaré el acento en este tercer segmento.
Valoración

Al hablar de valoración me refiero al hecho de es­


forzarnos para que estos pensamientos calen hondo en
la esfera de la afectividad.
No sé si debo excusarme por introducirlos nueva­
mente en contextos filosóficos y psicológicos más pro­
fundos. Me sería mucho más fácil indicarles rápida­
mente que ese hacerse niño de Jesús se manifestó en tal
o cual virtud y por lo tanto nos resultaría sencillo con­ Trazar un
vertirnos en niños imitando dichas virtudes. Así se camino de
procede frecuentemente, pero no apelaré a este medio. Santidad
No porque renuncie a la aplicación práctica de las vir­
tudes, sino porque me he propuesto trazar, en la medi­
da de mis posibilidades, todo un camino de san­
tificación basado sobre la infancia espiritual.

75
Tres son las ideas que meditaremos a continuación
y que llamaré "graduales". La primera es "hacerse
niño", nuestro propio "hacernos niños", y la infancia
Ser hombre
espiritual como instinto humano y a la vez divino (qui­
es hacerse
niño
zás intuyan por qué quiero destacar esta realidad). La
segunda idea gradual nos advierte que el sentido de ser
hombre es hacerse niño; y la tercera nos dice que el
sentido de hacerse niño es posibilitar que Jesús cobre
forma y figura en nosotros.
De esta manera les he presentado, de un sólo tra­
zo, un panorama teológico y filosófico de la infancia
espiritual. Lo que en un primer momento quizás les
suene extraño o abstracto, se irá comprendiendo a lo
largo de las reflexiones que seguirán.

La infancia espiritual es un instinto no sólo humano sino


también divino

En primer lugar entenderemos la infancia espiri­


tual como sentir de niño o como una predisposición a
ser niño. Combinemos libremente estos conceptos.

La predisposición a ser niño es un instinto humano

En lugar de predisposición a ser niño podemos


hablar de amor de niño. En lugar de instinto de la na­
turaleza humana podemos hablar, por ejemplo, de un
don natural, de un clamor de la naturaleza o bien de
una necesidad natural. El filósofo juega con las posibili­
dades de combinación de los vocablos para demostrar
que ha comprendido bien el proceso vital en cuestión.
Si bien estos términos expresan básicamente lo mismo,
señalan sin embargo facetas distintas del proceso vital.
El hecho de que estemos estudiando la infancia es­
piritual como ideal de nuestra Familia nos está dicien­
do que la infancia espiritual está extraordinariamente
arraigada en la naturaleza humana. Pero no se trata

76
sólo de eso, ya que de ser así se podría decir: "¡Por el
amor de Dios! ¿Infancia espiritual? ¡Pero si lo que yo
quiero es ser santo!" A esta objeción respondo dicien­ ¿Infancia
do que la infancia espiritual es también una apetencia espiritual?
divina, un regalo del Espíritu Santo. No es sólo un bien Lo que yo
de la naturaleza humana, sino también del Espíritu. quiero es
Dicho sea de paso, es una alegría para mí poder dete­ ser santo
nerme en la presentación de estos temas.
En esta primera serie de reflexiones tenemos aún
una tercera idea que mencionar: la infancia espiritual
no es sólo una apetencia humana sino también espiri­
tual y divina. En la infancia espiritual encontramos una
unión, una profundización de la unión de naturaleza y
gracia.
Iré desplegando todos estos puntos para que los
educadores -ante todo los de su comunidad- tengan
pautas orientadoras para comprender mejor la natura­
leza del joven.
Dos son las tareas a realizar: fundamentar la tesis
y luego repasar la historia de la infancia espiritual
como instinto natural; no una historia cualquiera sino
la historia de nuestra propia infancia espiritual.
La prueba ha sido ya presentada. Ahora la enfoca­
ré desde el punto de vista filosófico y finalmente la pro­
fundizaré con las observaciones de la vida cotidiana y
la cita de pensamientos de grandes hombres sobre el
tema.

Demostración filosófica

¿Cuál es la prueba filosófica de que la infancia es­


piritual es un instinto natural, una predisposición na­
tural íntimamente unida a nuestra naturaleza humana?
Se puede expresar con pocas palabras: nuestra condi­
ción de creaturas. La infancia espiritual vista como
clamor y predisposición naturales se fundamenta en

77
nuestra condición de creaturas. Soy un ens ab alio, un
Soy un ser ser limitado y que no se basta a sí mismo. Si fuese un
limitado ens a me, podría, al igual que Dios, bastarme a mí mis­
mo 2.
La realidad de ser creaturas equivale en sus nive­
les más hondos a la realidad de la infancia espiritual.
Deseo de Sopesen bien esta aserción. Puedo darle otro contenido
ser acogido a la infancia espiritual. En este contexto, la infancia es­
y comple­ piritual es un deseo clamoroso de ser acogido y com­
mentado
plementado. Háganse la siguiente pregunta: ¿Acaso
esta predisposición a la infancia espiritual no es parte
de nuestra condición de creaturas?

Fundamentarían por el testimonio de grandes hombres

Ahora se nos ofrece la oportunidad de enfocar


bajo una nueva luz todo lo que San Ignacio3 nos dice
sobre nuestra condición de creaturas. Pero no me de­
tendré en este punto ya que ustedes me pidieron bre­
vedad en el tratamiento de muchos tópicos para que al­
cance así a estructurarles todo un camino de
santificación.

2. Tal como se desprende del texto, las cualidades "ab alio" y


"a me" están expresando, respectivamente, la condición de
dependencia de un ser con respecto a otro ser (ab alio) o bien
de sí mismo (a me).

3. San Ignacio de Loyola (Loyola, España, 1491- Roma, 1556):


Fundador de la Compañía de Jesús. Luego de haberse
dedicado a las armas abrazó una vida de completa entrega a
Dios. Entre 1522 y 1524 compuso el libro de los Ejercicios
espirituales. En París fundó la Congregación de la Compañía
de Jesús, que el Papa Pablo III confirmó en 1545. En Roma
fundó el Colegio Romano y el Germano. Ignacio fue un
verdadero imitador de Cristo, que aspiraba únicamente a la
mayor gloria de Dios y la salvación de las almas. Estaba
dotado de gran firmeza de carácter, regulada por la razón y
el deber, y de un profundo conocimiento del hombre.

78
Quien quiera hacer ejercicios de modo radical y
exhaustivo, debería integrar en esta área todo lo que
sepa sobre la condición de creatura. Mucho es lo que
dice San Ignacio sobre el tema, pero habría que inter­
pretarlo según el enfoque ya señalado.
De esta manera queda fundamentada la infancia
espiritual desde el punto de vista filosófico y metafísi-
co.
Permítanme repetir, en el marco de estas ideas que
les son bien conocidas, aquella frase que dice: "Soy, in
ordine essendi, una abalietas personificada y me voy
convirtiendo, in ordine agendi, en una adalietas perso­
nificada". La adalietas se fomenta a través de la
abalietas. He aquí el verdadero sentir de niño 4.
Si quieren profundizar un poco más estos pensa­
mientos, recurran a la historia universal. De mi parte
Un niño
sólo quiero destacar una frase de Schopenhauer5. Una clama en
vez habló sobre el niño que hay en el hombre; nos dice el hombre
que en el hombre hay un niño, que en el ser humano
clama un niño. Seamos sinceros: ¿No experimentamos
en nosotros mismos esta realidad?, ¿no hay un niño

4. A la luz de lo expuesto en la última nota, podríamos definir


la "abalietas" como la condición o estado de dependencia
que vive un ser con respecto a otro; y la "adalietas" como la
condición o estado de orientación de un ser hacia otro.

5. Arthur Schopenhauer: filósofo alemán (1788 - 1860). Su


filosofía establece como primer principio la voluntad, fuerza
infinita que evoluciona según las leyes necesarias y
preeminentes sobre la inteligencia, que de ella no es sino un
accidente. La moral que se desprende de esta teoría es que el
mundo, con todo lo que contiene, no es sino el efecto de una
voluntad que tiende a vivir como un esfuerzo sostenido y
poderoso. En el hombre sobre todo, este esfuerzo es
perfectamente consciente y doloroso, porque es sin cesar
combatido y más o menos frustrado; así, pues, la ley del
sufrimiento es la misma ley de la vida.

79
gritando en nosotros? Es algo comprensible desde el
punto de vista metafísico, precisamente porque somos
creaturas. Pero el hecho de que esto sea cierto, más allá
de lo que nos diga la metafísica, queda librado a la
constatación que cada uno pueda hacer en sus propias
observaciones de la vida.
Quiero agregar a la frase de Schopenhauer que no
solamente en el varón se oculta un niño, sino también
en la mujer, en la joven. Si observan con cuidado la
vida, verán que el niño grita mucho más fuerte en el
varón que en la mujer ¡ Fíjense con atención en la mane­
ra de ser de la gente sencilla. ¡Qué infancia espiritual
tan honda y original hay en el varón! Podemos con­
quistarlo "asiéndolo" de ese niño que se oculta en él.

Desde el punto de vista de la esencia del hombre

Ampliemos un poco más esta reflexión. No sé


cuánto han leído de literatura y pedagogía modernas.
Pero sí saben que en nuestro tiempo se ha escrito mu­
cho sobre el ethos de la mujer. Se lo ha analizado en
Esencia todas sus gradaciones, inclusive la metafísica. Se habla
de la mujer a menudo de la "virgo et mater" (virgen y madre)
como esencia de la mujer. Por otra parte, es tremenda­
mente poca la atención que se le ha dispensado, tanto
en el plano intelectual como práctico, a la esencia del
varón. Allá (en Alemania) deberíamos ocuparnos mu­
cho más de la esencia del varón.
Creo que puedo decir a priori cuál es la esencia del
varón. Quizás los términos les parezcan extraños:
"puer et pater" (niño y padre). Virgo et mater es la
Esencia esencia de la mujer; virgo significa también "infans y
del hombre
puella" (niña y muchacha). Estudien la dimensión psi­
cológica de estas realidades para tener una imagen de
la infancia espiritual en todas las áreas fundamentales
de la naturaleza humana.
Probablemente hayan leído ya sobre la "mujer

80
eterna"6, o dicho con otras palabras, lo eterno en la
mujer. Ensayemos otra formulación: "El niño eterno".
Lo eterno en
Es una frase cierta, pues en cada ser humano existe el hombre y
algo atemporal. La dimensión filial en el niño "eterno", en la mujer
la creatura "eterna", lo eterno en el ser humano, lo eter­
no tanto en el hombre como en la mujer, ello es la infan­
cia espiritual.

La falsa religiosidad "masculina"

Me parece que la conciencia de tener un ideal tan


elevado y tan unido a la esencia de la naturaleza huma­
na debería liberarnos interiormente. No debemos aver­
gonzarnos de ese ideal. Si no se tiene una idea clara de
la infancia espiritual, quizás uno se impaciente y diga:
"¡No! no me interesa la infancia espiritual sino la
virilidad, la caballerosidad". Pero basándome en mi
experiencia de muchos años, les digo que no nos enga­
ñemos. Sé que así pasa en Alemania. Allí, en todas
partes, se habla de la "devoción masculina". Les acla­
ro que esto es algo muy peligroso, porque en el fondo
se trata de una masculinidad inarticulada. Quien no
educa al niño en el varón, educará un hombre
sexualmente enfermo. Las numerosas aberraciones
sexuales en nuestros ambientes, las graves aberracio­
nes sexuales que han ocurrido entre religiosos, se deri­
van, a mi parecer, de falencias en la educación de una
auténtica infancia espiritual. No tomen esta asevera­
ción como una mera frase, les estoy hablando a nivel
académico y me gustaría que lo tomasen literalmente.

6. Cf. Gertrudis von Le Fort, La mujer eterna, 1934. Gertrudis


von Le Fort es una escritora alemana de notable influencia
entre los pensadores católicos de este siglo. De orígenes
protestantes, se convirtió al catolicismo y es autora de
novelas, principalmente históricas, de asunto religioso; y de
una lírica de modernísima expresión.

81
Reflexionen sobre estas tesis tan contundentes;
ellas revisten gran importancia para su comunidad. Al
meditarlas y asumirlas se convierten en una misión a
cumplir. No entusiasmarse por una tarea de tal enver­
gadura significaría que ustedes se han incorporado a
esta comunidad por simple azar.
Un clamor
de la natu­ Recordemos, a modo de resumen, que la infancia
raleza del espiritual es un claro instinto humano, un clamor de la
hombre naturaleza del hombre.

Pasemos ahora a una segunda reflexión que orien­


ta nuestra mira hacia la vida diaria y nos lleva a revisar
la historia de nuestra propia infancia espiritual.
¿Cómo se desarrolló nuestra infancia espiritual a
lo largo de la vida? Ustedes mismos deben darse la res­
puesta; yo sólo puedo ayudarlos un poco presentándo­
Revisar
les, desde el punto de vista de la psicología, las
nuestra
infancia distintas formas de la infancia espiritual. Mientras rea­
espiritual lizo mi exposición vayan pensando en el desarrollo de
su infancia espiritual desde su temprana juventud y en
la edad actual.
Desde el punto de vista del desarrollo de la perso­
na, distingo tres clases de infancia espiritual. En un
primer momento les parecerá un juego de conceptos;
pero esos términos entrañan un hondo significado.
Existe pues una infancia espiritual no desarrollada y
una infancia espiritual malograda.

Infancia espiritual no desarrollada

Hay que ocuparse con mayor detalle de este tipo


de infancia espiritual. No sólo para tener claridad al
respecto, sino para motivarnos a observar un poco más
la vida desde ese punto de vista. Para ir enseguida al
grano quiero destacar los siguientes puntos: definición,
causa, consecuencia y remedio de la infancia espiritual
no desarrollada.

82
Definición

Hablamos de infancia espiritual no desarrollada


cuando ésta no se ha desplegado, cuando el instinto na­
tural de la infancia espiritual no ha evolucionado de la No tuvimos
manera adecuada. Basándome en mi propio conoci­ padre y
miento de la cultura de hoy agrego enseguida lo si­ madre
guiente: En nuestro tiempo existen muchas personas
que al repasar sus vidas toman conciencia de su infan­
cia espiritual no desarrollada. Si bien todos tuvimos pa­
dre y madre, paradójicamente muy pocos los tuvimos
realmente. Creo que comprenden lo que quiero decir.

Causa

¿Cuál es la causa de esta carencia, de esta infancia


espiritual no desarrollada? El filósofo y el psicólogo
tienen una respuesta rápida: La infancia espiritual es
un concepto relativamente correlativo. ¿Qué quiere
Un gran
decir esto? Que la infancia espiritual, en tanto predis­ clamor de la
posición natural del ser humano, necesita un "tú" para humanidad
desplegarse, un tú paternal o maternal. He aquí el gran
clamor de la humanidad actual, clamor que surge de la
tremenda éscasez de padres y madres.
En este contexto quiero citar una frase de
Nietzsche. Nietzsche reprende a "la tierra paterna y
materna". Con ello quiere decir que está desilusionado
de los padres y madres de hoy; clama por la tierra de
los niños y pone proa hacia ese país aún no descubier­
to. Nietzsche nos da a entender así que hay pocos niños
porque hay pocos padres y madres. La tierra de los
niños está aún por descubrirse. ¿Por qué? Porque pri­
mero hay que descubrir la tierra paterna y materna.
Ustedes dirán quizás que estoy exagerando; bue­
no, eso depende de cuál sea el prisma con que se mire.
Contemplen la cultura de hoy en su totalidad; ¿de dón-

83
de proviene su terrible decadencia?, ¿no será acaso de
la ruina de la familia? Si hoy hablamos de una tremen­
Ocaso de da decadencia religiosa y moral de la cultura cristiana
la familia y católica, tenemos que hacer referencia forzosa a la
ruina de la familia. El ocaso de la familia es el ocaso de
la paternidad y de la maternidad. La causa de la
inhibición de la infancia espiritual reside en la gran
carencia de una paternidad y maternidad auténticas; y
esto constituye una de las lacras de nuestro tiempo. De
esta manera van comprendiendo mejor la dimensión
socio cultural de su ideal de comunidad.

Consecuencia

¿Cuál es la consecuencia de la infancia espiritual


no desarrollada? Falta de infancia espiritual significa
carencia de una parte esencial del auténtico ser huma-
no. Reflexionen sobre este pensamiento. Si quieren
ampliar la idea pueden hacer sus propias formu­
Carencias
laciones con los matices más diversos y agudos: quien
esenciales
no ha sido niño no es un hombre verdadero, carece de
algo esencial, es un ser híbrido a pesar de que sea un
gran personaje en la vida pública y privada. Desde el
punto de vista puramente natural, es un medio hom­
bre. Otra gran desventaja que sufrirá esa persona es la
falta del puente normal hacia el mundo sobrenatural,
hacia la persona de Dios Padre. La relación filial con un
padre terrenal o carnal es el camino normal para lograr
una relación filial con el Padre Celestial. ¿No es algo
evidente? Aquí tienen la respuesta a la pregunta de por
qué tantos católicos no logran establecer una relación
filial con el Padre del Cielo. Precisamente porque son
muchísimos los que no experimentaron jamás la
filialidad frente al propio padre carnal. Deberían reco­
rrer todo nuestro mundo católico y estudiarlo, no sólo
en los ejercicios sino en otras oportunidades. Se asom­
brarán al apreciar cuán difícil es introducir a muchos
católicos en una relación filial con Dios Padre. Es difícil

84
Friedrich Nietzsche (1844 -1900)

"Nietzsche reprende a 'la tierra paterna y materna


Con ello quiere decir que está desilusionado de los padres
y madres de hoy; clama por la tierra de los niños y pone proa
hacia ese país aún no descubierto". J. Kentenich

85
aún para aquellos que saben hablar brillantemente
sobre el tema. Esos hombres carecen pues del puente
normal.

Remedio

¿Cómo remediar esta situación? Podría


estructurar aquí toda una filosofía; ya se están dando
cuenta de que me he ocupado mucho de estos temas.
En primer lugar les brindaré una respuesta teórica que
quizás capten sólo quienes tengan un sólido conoci­
miento de filosofía y psicología, pero luego la aplicaré
a la vida práctica y concreta.
La gran cuestión filosófica y psicológica que inte­
resa a todo verdadero educador es cómo convertir el
saber en amor. Hablamos aquí del verdadero educa­
dor, de aquél que no busca transmitir sólo conocimien­
tos sino también vida. Hay cuatro medios para lograr
esa transmisión de vida.

Primera respuesta: Meditar

Tomemos un caso concreto. Por ejemplo, leo algo


sobre el amor de Dios Padre hacia mí. ¿Cómo conse­
guir que esta lectura se proyecte concretamente en la
vida? Adviertan que esta pregunta es idéntica a la an­
terior: ¿Cómo puedo educar el amor de niño en mí y en
los demás? La primera respuesta es la siguiente: medi­
tar clara y autónomamente las verdades parciales hasta
alcanzar una visión global de las mismas. A fin de que
me comprendan mejor les confieso que el amor,
también en cuanto proceso natural, es un misterio.
¡Recuérdenlo! No sólo hay misterios en el orden so­
brenatural, sino también en el natural. De ahí que la
respuesta dada (meditación clara y autónoma, etc.) no
abarque plena sino tangencialmente la problemática
del amor.

86
Quienes tengan, como yo, predisposición para la
especulación filosófica, deberán recorrer frecuentemen­
te este último camino. En efecto, el que se inclina por el
camino filosófico suele meditar las cosas con
detenimiento y a menudo con extrema minuciosidad
para alimentar, por lo menos un poquito más, ese pro­
ceso del amor en su propia alma. Aplicado a nuestro
caso, esto significa esforzarnos por meditar lo que quie­
re decir "Dios es Padre y nosotros somos sus hijos". Un
claro conocimiento de esta realidad quizás pueda
despertar un poco el amor en nosotros.

Segunda respuesta: Unir

La palabra clave de la segunda respuesta es:


unión. En este punto estoy suponiendo algo que quizás
no deba suponer; me refiero al hecho de que alguna
vez hayamos vivenciado realmente una verdad en
nuestro interior. En nuestro caso apuntamos a algo
bien concreto, a la vivencia de un verdadero amor, a un
ideal personal, a una experiencia central, una vivencia
religiosa central sin la cual seríamos meros soñadores.
Supongo entonces que alguna vez experimentamos un
amor verdadero, el del padre o la madre carnales o
adoptivos, o bien el de un amigo, etc.
¿Qué nos dice la Sagrada Escritura sobre el amor
paternal de Dios? ¿Cómo puede la vida encender el
amor en mí? El proceso es sencillo. Tomamos como
punto de partida la vivencia de amor que tuvimos y ¿Cómo
nos decimos: "La gente nos quiere, se encariña con encender en
nosotros. Ahora bien, al leer lo que hace el Padre Dios mí el amor?
por nosotros, inferimos que su amor hacia nosotros
debe ser infinitamente más grande." A una vivencia
que se ha tenido y experimentado a nivel vital le uni­
mos un nuevo conocimiento. De este modo el nuevo
conocimiento participa también, con el tiempo, de las
características de la vivencia primera.

87
Tercera respuesta: Comparar7

Pasemos ahora a la palabra clave de la tercera res­


puesta: comparar. Supongamos esta vez que nuestra
experiencia no fue una experiencia central. Entonces
compararemos lo leído con lo vivido en nuestra exis­
tencia concreta.

Cuarta respuesta: Posvivenciar

El cuarto medio para lograr que el saber se haga


vida estriba en la cruda confrontación, en el plano
cognoscitivo y vivencial, de las cualidades correlativas.
Esta respuesta teórica está dirigida a aquellos que se
abocan con gusto a análisis más finos. Sin embargo
quiero expresarla también de manera más sencilla. Tal
Un sufrí como 1° hice en casos anteriores, vuelvo a suponer que
Húenfo nú infancia espiritual no ha sido desarrollada y quedó
inmenso trunca, inhibida en su estado germinal. Repito que ello
produce un sufrimiento inmenso a la persona; aunque
hacia afuera se comporte sabe Dios cuán varonilmente,
en su interior hay algo que no está en orden, existe algo
así como un tremendo e insatisfecho anhelo de una tie­
rra desconocida.
¿Qué hacer entonces? Lo que podemos hacer -ha­
blamos ahora de la infancia espiritual como instinto de
Buscar una la naturaleza humana- es esforzarnos seriamente por
posvivencia tener una vivencia posterior de infancia espiritual. La
falta de vivencia debe convertirse en pos vivencia. Na­
turalmente esto no depende de nosotros, sino de quie­
nes deban educarnos.
Al meditar sobre la situación actual de nuestra cul­
tura, constatarán que el ideal más elevado al que pue­
dan aspirar será el de entregarse como sacerdotes a los
demás, con toda el alma y de manera paternal. No con

7. No desarrollada.

88
la blandura de un abuelo; no se confundan. La paterni­
dad no es andar con remilgos. En nuestros días ya no
tenemos claro el concepto de "padre"; deberíamos in­ Investigar
vestigar lo que significa paternidad y ser padre desde qué significa
el punto de vista metafísico, precisamente porque sin ser padre
un concepto claro de paternidad no tendrán un
concepto claro de lo que es infancia espiritual. La pala­
bra "Dios Padre" no expresa sólo el elemento de bon­
dad sino además el de fuerza, ya que el padre también
puede "hacer doler".
Nuestro ideal tiene que ser la educación en la fra­
gua de las prácticas devocionales, valiéndonos de los
medios que nos suministre la comunidad. Educarse La imagen
para que la imagen de Dios Padre sea en nosotros lo interna de
más perfecta posible. A través de esa forja de nuestra Dios Padre
persona brindaremos a nuestros seguidores la valiosa
oportunidad de una posvivencia de infancia espiritual.
Entiéndanme bien, no se trata de que nuestros subor­
dinados nos llamen continuamente "padre" y nosotros
a ellos "hijos". Eso no es lo importante; más aún, suele
ocurrir lo contrario. En efecto, quienes experimentan
con mayor profundidad una sencilla infancia espiritual
en el misterioso fondo de sus corazones son precisa­
mente aquellos que a menudo guardan una actitud de
silencio y reserva frente a ustedes. Se trata de un pro­
ceso vital delicado que se malogra cuando se lo mani­
pula en público con criterios puramente intelectuales.
Si la infancia espiritual es tan importante como lo
indicamos y si es cierto que a muchos les falta la expe­
riencia filial, entonces una de las principales tareas de
la educación será la de posibilitar una posvivencia de Hacer
infancia espiritual. Medítenlo. Hoy por la mañana les posible una
dije que todo superior debe ser un reflejo de la paterni­ posvivencia
dad divina; pero creo que esto debería ser lo específico
de cada uno de los miembros de su comunidad. La
mejor manera de transmitir la infancia espiritual a los

89
demás es que ella sea para nosotros una misión y noso­
tros mismos una imagen fiel de la verdadera paterni­
dad.
Desde hace veinte o treinta años vengo ocupándo­
me de estas cosas porque creo que deberíamos estudiar
mejor nuestra cultura. No todo está en los libros. Si se
observan a ustedes mismos o bien a personas que
revistan cierta importancia en la sociedad, verán que
muchos jamás se sintieron verdaderamente niños fren­
te a otros y, sin embargo, son filiales. ¿Cómo lo logra­
ron? La vivencia de una paternidad elevada puede
convertirse en posvivencia de la infancia espiritual no
vivida en su momento oportuno. Supongamos que yo
Debo jamás me sentí niño ante otra persona. Ahora que soy
despertar sacerdote tengo la ocasión de despertar todo mi amor
mi amor
paternal paternal. Naturalmente, esto presupone que otros
hombres se sientan niños ante mí. Ya les fundamenté
este último aspecto hoy por la mañana, cuando les de­
cía que hay que despertar la paternidad y la ma­
ternidad.
Tomemos el ejemplo del acompañamiento espiri­
tual o de cualquier otra labor que me ponga en contacto
directo con la gente. Al desempeñar esa función co­
menzaré a tener la experiencia de la infancia espiritual
que se suscita en los demás y que a su vez despertará
en nosotros toda la riqueza aletargada de la paterni­
dad. Observando este proceso comprobaremos que
una paternidad elevada puede suplir la vivencia de la
infancia espiritual que no se ha tenido. ¿Por qué? Per­
mítanme destacar el principio ya mencionado: Con­
Vivenciar frontación, en el plano cognoscitivo y vivencial, de las
la infancia cualidades correlativas. Vivenciamos la infancia espi­
espiritual en ritual no en nuestra persona sino en nuestro prójimo, y
el prójimo
esa infancia espiritual suscitará la paternidad. Por este
camino conoceremos e integraremos esas cualidades
correlativas y experimentaremos existencialmente
cómo las personas se entregan a nosotros como niños.

90
Este es el camino que debemos transitar nosotros mis­
mos para entregarnos con perfección al Padre Dios.
Existen otros medios para alcanzar una
posvivencia de infancia espiritual, tales como el intenso
contacto con niños o personas filiales. No pierdan de Intenso
vista este aspecto, pues es muy importante. Desde un contacto
punto de vista humano es una gracia que algunos de con niños
ustedes puedan trabajar con la juventud. El
Rembrandtdeutsche nos transmite este pensamiento
formulándolo de otra manera. Lamenta que hoy se
denigre y se haga burla de los sentimientos propios del
niño. Si bien reconoce que a nivel teórico se ha roto al­
guna lanza por ellos, en la práctica se los desprecia;
opina además que los ancianos de hoy deberían volver
a ser niños.
¿Cómo lograr una posvivencia de infancia espiri­
tual? Tratando asiduamente con niños u hombres filia­
les, ya que los adultos también pueden ser filiales. ¡Qué
hermoso sería educar a toda su comunidad para que
sean niños auténticos! ¡Cumplirían una misión tan
hermosa! Llevarían a cabo una gran tarea sin recurrir a
muchos sermones; porque "bonum est diffusivum sui" Se irradiará
a todas
(el bien es, por naturaleza, difusivo) y lo que encarnen partes
se irradiará a todas partes, siempre y cuando sea una
infancia espiritual auténtica. Así me imagino la re­
novación del mundo. No esperen conversiones en ma­
sa; quizás sucedan alguna vez. Pero hoy por hoy, la ta­
rea es reconquistar cada posición con muchos esfuerzos.

La infancia espiritual es un instinto espiritual y divino

Hasta aquí les he mostrado cómo reconquistar la


vivencia de la infancia espiritual en el plano natural.
Ahora les brindaré un segundo grupo de respuestas
basadas en la premisa de que la naturaleza y la gracia
se entrelazan, se condicionan mutuamente, y que la
filialidad sobrenatural despierta la natural.

91
Consideración preliminar

Para que me comprendan mejor quisiera presen­


tarles unos pensamientos preliminares. Supongamos
que en su labor con los chicos se proponen el objetivo
de desarrollar en ellos el amor filial a la Sma.Virgen.
Naturalmente, el problema se resolvería con facilidad
si tuviesen sólo jóvenes que experimentaron un pro­
fundo amor hacia sus madres; pero no siempre se pue­
de suponer este caso. Al contrario, en nuestro tiempo
hay que contar con que los chicos tuvieron una relación
María, filial deficiente. Desde el punto de vista pedagógico,
grande y para contribuir a que nuestros muchachos amen a la
poderosa Sma.Virgen debemos procurar que la imagen de María
esté antes sus ojos como el ideal de la Señora grande y
poderosa frente a la cual el joven sienta su propio
desvalimiento. Si saben hacerlo, recibirán ecos formi­
dables de la juventud. Por supuesto, para ello hace falta
cinco o seis años, en uno solo es imposible lograrlo.
El verdadero educador se reconoce en que no dice
hoy una cosa y mañana otra; no, sino que él es hombre
de una sola idea. Nuestra generación, de nervios tan
desgastados, ya no cuenta con educadores de esa talla.
Hoy en día una idea suplanta rápidamente a la otra y
por eso falta fecundidad a nuestra labor. Al infundir al
La filialidad joven un profundo amor a María observarán en él el
sobrenatural siguiente fenómeno: el chico tendrá una imagen más
se transfiere
ennoblecida de su propia madre y transferirá a ella el
amor de niño que profese a nuestra Madre del Cielo.
Con esta última reflexión quiero decirles que también
podemos comenzar por la filialidad sobrenatural, ya
que una exige y fomenta a la otra.
El Rembrandtdeutsche nos dice que quien desee
superar los rasgos de senilidad del hombre actual de-
Contacto berá procurar que éste tenga mucho contacto con Jesús
con Jesús njño. He aquí justamente el mundo de ustedes. Ponga-
niño

92
mos a los hombres seniles de hoy en contacto con el
divino Infante o con la Sma.Virgen. Donde esté María,
allí se despertará la infancia espiritual; por eso agradez­
can a Dios que la piedad mariana haya encontrado un
arraigo tan hondo en su comunidad.
No sé si los árboles les impiden ver el bosque.
¿Qué hemos analizado hasta ahora? Sólo la primera
parte de la premisa "infancia espiritual es un instinto
tanto humano cuanto divino". Ahora nos referiremos
a la segunda parteóla infancia espiritual es también una
apetencia divina.

Fundamentación

La infancia espiritual es un instinto divino, un don


especial del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el espí­
ritu de la filiación. San Pablo nos dice claramente que El Espíritu
Santo es el
es el Espíritu Santo quien viene y nos estimula como un espíritu de
padre o una madre que incentivan cariñosamente a su filiación
niño a pronunciar las palabras que ellos le repiten:
"¡Vamos!...¡di: 'Abba, Padre'!". El es quien habla en
nosotros con suspiros inefables, es el espíritu de la filia­
ción 8, que nos quiere transmitir el ser y el sentir de
niño, regalos sobrenaturales. La infancia espiritual es
pues un don sobrenatural y, por lo tanto, es indirecta­
mente un don natural.
He aquí un nuevo punto de partida para la estruc­
turación de una pedagogía: Lo sobrenatural despierta
y perfecciona lo natural. El Espíritu Santo otorga el don
de la sabiduría y el don de la sabiduría es la verdade­
ra fuente de la mística. El venero de la verdadera in­
fancia espiritual es el don de la sabiduría, que los
dogmáticos presentan como la cumbre. Los teólogos y
filósofos de su comunidad deben estudiar estas realida­
des y aportar así elementos para elaborar una es­

8. Cf. Rm 8,14-27; Gál 4,6s.

93
piritualidad y una pedagogía que nos den más seguri­
dad en la labor pastoral. En esta tarea de elaboración
suele olvidarse a veces algunas realidades humanas y
sobrenaturales. Si logran elaborar una espiritualidad y
una pedagogía de metas claras, serán una bendición
para las generaciones futuras. Lo que no haga nuestra
generación difícilmente lo realizarán las venideras. En
efecto, el espíritu de los pioneros debería ser el espíri­
tu que nos siga animando en el futuro; pero sin los do­
nes del Espíritu Santo no les será posible.
¿Cómo se relacionan internamente estas cosas? El
Espíritu Santo es el que actúa en nosotros como Espí­
ritu de filiación. No hemos recibido el espíritu de sier­
vos, sino el de hijos 9. La infancia espiritual no es sólo
un bien humano sino también espiritual, es por exce­
lencia un regalo del Espíritu Santo.

Nuestra propia infancia espiritual sobrenatural

Análogamente a lo hecho en casos anteriores,


ahondemos ahora en el estudio de la historia de nues­
tra propia infancia espiritual sobrenatural. Pueden se­
guir el mismo esquema y hablar entonces de una infan­
cia espiritual no desarrollada. Sí, también nuestra
infancia espiritual sobrenatural puede estar inhibida,
vale decir, no desarrollada. Esto significa en concreto
que no se ha dado cauce a mi amor de niño hacia el
Padre Dios.

Infancia espiritual malograda

La filialidad natural puede estar también trunca o


malograda. Ello ocurre en el plano intelectual cuando
la persona se entrega demasiado unilateralmente a ca­
vilaciones enfermizas. Por otra parte, la infancia espi-

9. Cf. Rm 8,15

94
ritual se malogra a nivel volitivo y afectivo cuando uno
se deja dominar por una honda actitud de irreverencia.
Preguntémonos ahora cuál es, en este contexto, el
estado en que se halla nuestra propia infancia espiri­
tual: ¿se ha malogrado? Plantéense ahora la misma pre­
gunta refiriéndola a la infancia espiritual sobrenatural.
Podemos y debemos hablar de una infancia espiritual
trunca o malograda en el plano sobrenatural cuando Reconocer
consideramos el pecado mortal y también, en parte, el su miseria
venial. En este punto nos enfrentamos al gran ante Dios
mysterium iniquitatis, el misterio del pecado. Quien a
la vista de sus faltas reconozca humildemente su mise­
ria ante Dios, profundizará su infancia espiritual en el
plano sobrenatural.

Infancia espiritual íntegra

En tercer lugar existe una infancia espiritual ínte­


gra, tanto en el orden natural cuanto sobrenatural. En
el orden natural se manifiesta de dos maneras: por una
parte aquella que llamamos íntegra porque no enfren­
tó aún las pruebas de la vida; este tipo de infancia es­
piritual no es tanto una virtud que la persona ha
conquistado conscientemente, sino más bien un instin­
to natural. Por otra parte existe una infancia espiritual
íntegra que ha tenido un proceso de maduración. Pue­
den estudiar esta última variedad de infancia espiritual
en la vida de Santa Teresita. A menudo se malin-
terpreta totalmente a esta santa. Su infancia espiritual
era de un vigor extraordinario. Cuando una mujer sien­
te una fuerte inclinación hacia algo, todo la impulsará
hacia esa meta; quien conozca la psicología femenina lo
sabe muy bien. Pero volviendo a la santa de Lisieux, se
cuenta que a veces experimentaba un deseo imperioso
de ir a ver a sus superioras. Este apego era en sí algo
sano; pero ella quería educarse en la austeridad. ¿Qué
hacía entonces? En una oportunidad, subiendo ya la

95
Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897)

"Por otra parte existe una infancia espiritual íntegra que ha


tenido un proceso de maduración. Pueden estudiar esta última
variedad de infancia espiritual en la vida de Santa Teresita. A
menudo se malinterpreta totalmente a esta santa. Su infancia
espiritual era de un vigor extraordinario." J. Kentenich

96
escalera para ir adonde estaba la superiora, se aferró de
pronto al pasamanos y exclamó: "¡No iré allí!".10
La infancia espiritual íntegra es la cumbre de la en­
trega y de la abnegación. Es una infancia espiritual
acrisolada y depurada en la dura lucha de la vida.. La
infancia espiritual probada y abnegada es por excelen­
cia y antonomasia donación de sí mismo. Si aplican
esto a la infancia espiritual puramente sobrenatural,
ella se hace sinónimo de santidad heroica.
Distingamos dos etapas en la historia de nuestra
propia infancia espiritual sobrenatural. Esbozo la pri­
mera de ellas con las palabras "yo con la gracia de
Dios". Aquí colocamos en el centro nuestra propia vo­
luntad y lucha personal. La segunda etapa podría
caracterizarse con las palabras "gratia Dei mecum", la Dos etapas
gracia de Dios conmigo; ellas expresan el hecho de que
estamos bajo la acción de los dones del Espíritu Santo.
En la primera etapa mi alma se orientará más bien ha­
cia el cultivo de las virtudes: "Ego cum gratia Dei" (yo
con la gracia de Dios), vale decir, se acentúa nuestra
propia actividad.
La infancia espiritual se nos presenta como un ins­
tinto natural y divino. Pero, insisto, no sólo humano
sino también divino. ¡Gracias a Dios! La infancia espi­
ritual, el gran ideal al cual queremos consagrar toda
nuestra vida, se nos aparece como una apetencia divi­
na y humana. De esta manera tenemos en nuestro ideal
un fino entrelazamiento de naturaleza y gracia; ellas se
complementan mutuamente.
Debo concluir, ya que nos hemos excedido en el
tiempo. Naturalmente hay mucho que reflexionar aún
sobre el tema. Hasta ahora he tratado de presentarles la

10. Cf. Santa Teresita del Niño Jesús, Historia de un alma,


op.cit., cap. 11, pág 274.

97
realidad de "hacerse niño", llenándola de valores. Con
este fin les ofrecí tres meditaciones: en primer lugar la
infancia espiritual es un instinto tanto natural cuanto
Síntesis divino; en segundo lugar, el sentido de ser hombre es
de las hacerse niño (este es el punto central); y, por último, el
meditaciones
sentido de hacerse niño es que Cristo cobre figura en
nosotros. Todo este horizonte de la infancia espiritual
no es tan difícil como parece; a medida que lo asuma­
mos vivencialmente lo iremos comprendiendo mejor.
El segundo hecho salvífico mencionado es que Je­
sús se hizo niño. En torno de esta realidad gira un
mundo maravilloso que hay que meditar en todas sus
dimensiones. A partir de mañana la elaboración del
material será más simple. El primer y segundo día son
siempre los más difíciles.

98
Quinta Conferencia

EL SENTIDO DE SER HOMBRE


ES HACERSE NIÑO

Recapitulación

Esta noche buscaremos un punto de apoyo pro­


visorio para todo lo que hemos elaborado, meditado y
rezado a lo largo de la jornada. Es preciso dar un cier­
to remate a la cadena de pensamientos que hemos ido
eslabonando. En la última conferencia el punto central
de nuestra reflexión y oración fue el hecho de que Dios
se haya hecho niño y además nuestro propio hacernos
niños. Procuremos ahora captar con mayor hondura Instinto
esa realidad de hacerse niño y encuadrémosla en con­ humano y
textos más vastos. Con ese fin haremos gradualmente divino
las siguientes reflexiones: La infancia espiritual es un
instinto no sólo de la naturaleza humana sino también
divino; ella es un don tanto natural cuanto divino y
espiritual; y, por último, el sentido de ser hombre es
hacerse niño.

El sentido de ser hombre es hacerse niño

En este punto vuelvo a pedirles que por un mo­


mento piensen en las corrientes espirituales de hoy.
Seguramente ya habrán caído en la cuenta de que, en la
actualidad, las herejías que proliferan en el Viejo Mun­
do son por antonomasia de tipo y naturaleza an­
tropológica. Vale decir que su centro de interés es el ser
y la imagen del hombre. Naturalmente estas herejías
modernas cobran distintos matices según la acen-

99
tuación que conlleven. Las hay así cristológicas,
trinitarias, etc. Todas giran, en definitiva, en torno de la
imagen del hombre. Como pastores debemos saberlo y
ayudar al hombre actual a lograr una visión, correcta de
la genuina imagen cristiana y católica del hombre.
Permítanme resumirles rápidamente los linca­
mientos de la antropología cristiana. En ella distingui­
Antropología mos un aspecto estático y uno dinámico. El estático se
cristiana preocupa por el ser original del hombre y el dinámico
por su devenir y actuar.

Imagen cristiana del hombre


Aspecto estático

En primer lugar diré algunas palabras sobre el as­


pecto estático. Con este análisis estamos procurando
responder a una pregunta de singular importancia:
¿Qué es el hombre en realidad? ¿Qué es el cristiano?
Les brindo cuatro respuestas que aconsejo meditar
mucho. En un primer momento les parecerán un tanto
insólitas. Volveremos sobre ellas en la parte central de
los ejercicios. Ustedes ya intuyen que todo lo que diji­
mos hoy y lo que trataremos mañana conforma el fun­
damento sobre el cual se erigirá el edificio. Compren­
deremos mejor las ideas expuestas cuando alcancemos
la cumbre.

Liminal

En primer lugar podemos decir que el hombre, y


por lo tanto el cristiano, es un ser liminal. Con estas
palabras no aludo tanto a las "limitaciones" del ser
Ciudadano
humano cuanto al hecho de que su persona se adentra
de tres en tres regiones liminales o fronterizas, de que es ciu­
mundos dadano de tres mundos. Dicho de manera más llana: el
hombre es ciudadano del mundo de los instintos, del
mundo del espíritu y del mundo de Dios. Según la vi­
sión católica, el hombre es un ser instintivo, en él hay

100
un animal, y por eso hablamos de "animal rationale";
pero también es un ser espiritual, en él mora un ángel,
y por lo tanto lo definimos como "animal rationale".
Finalmente existe en el ser humano una dimensión di­
vina, él es un hombre divino -no "endiosado"- que
expresamos por lo común con las palabras "hijo de
Dios".
El hombre es, en cuanto a su esencia, un ser li-
minal, se adentra en tres zonas de frontera.

Pendular

El hombre es un ser pendular, o bien una creatura


oscilante. En efecto, el ser humano es un ser pendular Oscilamos
y oscilante tanto desde el punto de vista ontológico como seres
cuanto racional y práctico. Sólo basta observarnos a liminales
nosotros mismos. ¿Por qué oscilamos tanto? Porque es
parte de nuestra naturaleza, porque somos seres
liminales.
Experimentamos a menudo que una vez es el
hombre instintivo quien pretende la hegemonía en no­
sotros, luego quizás sea el espiritual y más tarde será el
divino, el hijo de Dios, quien querrá llevarse la palma.
Observen cómo a nivel ontológico somos empujados Empujados
de aquí para allá. Nuestro ser hombre y cristiano está de aquí
sujeto a un continuo estado de oscilación, de veleidad. para allá
Este término, "estado de oscilación", define muy bien
el sentimiento vital de hoy y en los próximos días nos
será de gran utilidad para marcar el rumbo de nuestro
análisis.
¿Dónde se halla el punto de apoyo del péndulo?
Sólo arriba, en algún lugar o sitio de donde cuelga.
¿Dónde hallará su punto de reposo este hombre de hoy
que experimenta tan hondamente su condición hu­
mana? Si estamos integrados a un medio burgués qui­
zás pensemos que el apoyo adecuado a nuestra natura­
leza debe ser algo así como esta mesa que aprecian aquí

101
delante de ustedes y que descansa sobre sus cuatro
patas. Pero no es así; si el hombre es un ser pendular y
oscilante, su apoyo y seguridad connaturales estará allá
arriba, en la mano de Dios Padre. Sólo en lo alto hay
Sólo en lo .descanso, sólo hacia lo alto debe aspirar el hombre. No
alto hay lo olviden. Más tarde hablaré detalladamente sobre el
descanso punto, cuando tratemos el tema de las crisis modernas
y de la infancia espiritual como única salvación efecti­
va frente a la crisis del tiempo actual. Precisamente
porque el reposo adecuado a la naturaleza humana
está arriba, en su nido original, en lo alto, y no aquí
abajo.

Buscador

De esas primeras características (liminal y pen­


dular) del ser humano, se desprende una tercera: El
hombre es por naturaleza un ser buscador. O bien, ex­
presado con mayor exactitud, un ser que vive en esta­
do de perplejidad. Ya desde el punto de vista puramen-
Siempre *e ont°lógico, el hombre se halla siempre en un estado
indagando, de perplejidad. Obsérvense a ustedes mismos y co-
siempre rroboren la veracidad de mis dichos. El ser humano es-
en camino tá siempre indagando, siempre en camino. No nos
inquietemos si nos vemos retratados en estas pocas pin­
celadas; ese desasosiego es natural, ya que nosotros en­
carnamos de modo relevante esa esencia del hombre.
Quien va por la vida inmerso en la seguridad y
hartura burguesas no tiene que hacerse muchas ilusio­
nes en cuanto a la filialidad; no le será fácil volver a
tomar filialmente la mano de Dios. El hombre que en-
carna perfectamente la esencia del ser humano experi­
menta dentro de sí un poderoso impulso que lo lleva
hacia el corazón de Dios. Desea hallar el reposo del
péndulo. Otro tipo de descanso no es adecuado para él.

102
Sublime y contradictorio

Permítanme subrayar una última característica,


citar un postrer rasgo de la dimensión estática de la an­
tropología cristiana: el hombre es un ser sublimé.'Esto
significa, en primer lugar y desde el punto de vista
ontológico, que en lo profundo de su ser el hombre tie­
ne las más tremendas y contradictorias posibilidades.
Puede llegar a ser santo y encarnar el mysteriurn carita-
tis (El misterio de la caridad, del amor), pero también Puede llegar
ser un delincuente, un demonio. Toda naturaleza a ser santo
humana ofrece ambas potencialidades. Los más o demonio
maduros de entre nosotros son los que están más con­
vencidos de poseer una naturaleza de delincuente, vale
decir, capaz de delinquir. Yo mismo, que hoy me hallo
en el cénit de mi auténtica dignidad humana, ¿no sería
capaz de convertirme, de un día para otro, en un
canalla?
El hombre encierra dentro de sí las más tremendas
posibilidades; pero no sólo en el plano del ser sino tam­
bién de la existencia. Puedo llegar a ser un delincuen­
te o un santo y hacer de otra persona un delincuente o
un ángel. Fíjense cómo la expresión "Aquí tenéis al
hombre" (Jn 19,5) puede variar su significado según la
entonación que le demos. Si decimos: ¿Esto es un
hombre? asociamos enseguida la idea de algo mons­
truoso, infrahumano, una escoria de la humanidad.
Pero si exclamamos: ¡Qué hombre! aludimos a la
nobleza o santidad de alguien, como por ejemplo,
cuando piensan en sus cohermanos más ancianos,
aquellos que a su juicio son hombres nobles y modelos
de vida. Quien haya reconocido en sí mismo las posi­
bilidades para la delincuencia, se inclinará ante tales
personas, que de alguna manera son ya maestros de
vida. En ellos divisaremos una gran meta a la cual tam­
bién nosotros podemos aspirar. Los que somos más
jóvenes no sabemos cuántas capacidades latentes exis­
ten en nosotros ni lo que podemos llegar a ser.

103
Aspecto dinámico

La gran ley de la dinámica en el campo de la an­


tropología es: "Ser lo que se es". Creo que la entienden
bien, ya que la cuarta característica que más arriba ci­
tamos nos ha tendido un puente hacia la comprensión
Llegar a cabal de la misma. Esta ley establece que la persona
ser lo que debe llegar a ser, de la manera más perfecta posible,
en germen todo lo noble y grande que posee germinalmente. Debe
ya se es desarrollar las predisposiciones sembradas en lo hon­
do de su ser. Ser lo que se es...
Pero permítanme decirles que para nosotros ha­
blar de esa nobleza y grandeza que debemos desarro­
llar es hablar de la infancia espiritual. En efecto, la in­
fancia espiritual es la gran meta del devenir del hom­
Hacerse bre. De ahí se desprende una segunda idea: el sentido
hombre es de ser hombre es hacerse niño; porque el ideal de ser
hacerse niño hombre está representado, según nuestra concepción
de las cosas, en el hacerse niño.
Con este pensamiento concluyo la serie de re­
flexiones de hoy. San Pablo nos dice que "ya no vivo
yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gál 2, 20). El
auténtico sentido de la educación cristiana es precisa­
mente que Jesús, el Unigénito de Dios, cobre figura en
el cristiano. Cristo, el Hijo, debe cobrar forma, figura y
vida en nosotros. En este punto podemos traer a cola­
ción toda la enseñanza del corpus mysticum. Aprove­
charemos la lectura de la mesa para refrescar este tema
del corpus mysticum.

Conclusión

Repasemos, a manera de conclusión por hoy, todo


lo que elaboramos en esta jornada. ¿Fue poco o mucho?
Sólo tratamos de delinear dos ideas sencillas, dos he­
chos salvíficos bien conocidos, y saturarlos de valor: La
paternidad divina y el hecho de que el Unigénito se

104
haya hecho niño. Lo hemos estudiado con miras a fun­
damentar la infancia espiritual. ¿Se encienden nuestros
afectos al considerar estas ideas? Si en el transcurso de
este día se ha ido profundizando el respeto y el asom­
bro por el gran objetivo, por la grandeza del ideal de
nuestra comunidad, entonces creo que ya hemos logra­
do mucho.
Les repito que no les hablo por mera retórica; ad­
vertirán que mis palabras nacen de mi convicción más
personal. Por lo demás, las cosas expuestas han sido
cimentadas con claridad, ¡compruébenlo! Es muy im­
portante tener como base principios claros, que veamos
con nitidez lo que quiere nuestra comunidad: Crear un
nuevo tipo de hombre que satisfaga el anhelo del cora­
zón humano y dé respuestas a las crisis más grandes de
nuestro tiempo.
Mediten ustedes solos el segundo tema; su estruc­
tura teológica es simple: el camino por el cual el Verbo
Divino vino a nosotros procedente del Padre es a su
vez la senda por la cual arribaremos al Padre. Esa vía El camino
se llama "hacerse niños" y la hemos integrado en el del Verbo
contexto de otra gran verdad que nos dice que la infan­ Divino
cia espiritual no sólo es un instinto humano sino
también divino. El sentido de hacerse niño es que Jesús
cobre figura en el cristiano. Así retornamos al pensa­
miento inicial. Cristo, el Hijo Unigénito de Dios, debe
cobrar forma y figura en nosotros; tanto en el plano de
nuestro ser cuanto de nuestros sentimientos.
Aquellos de nosotros que se orienten con un acen­
to especial hacia lo litúrgico podrán relacionar fácil­
mente todas estas ideas con la Misa. ¿Acaso Jesús no Misa
vuelve a adquirir figura en la celebración de cada e infancia
Misa? ¿No debería ser la Misa el gran medio para fo­ espiritual
mentar en nosotros la infancia espiritual? Más adelan­
te, cuando les hable de los senderos de la infancia
espiritual, abordaré en particular al camino litúrgico.
Les aclaro que este último es muy útil. Por mi parte

105
espero tratarlo sistemáticamente en el cuarto segmen­
to de estos ejercicios, cuando hablemos de las sendas
que nos llevan hacia la fuente y la raíz de la infancia es­
piritual: El camino litúrgico, el eclesial y el mariano.

106
Sexta Conferencia

LA INFANCIA ESPIRITUAL
ES EL CAMINO HACIA EL CIELO

Recapitulación

Todavía nos hallamos en el primer punto del estu­


dio de nuestro ideal de Familia, vale decir, de la infan­
cia espiritual. Visto a través del prisma de nuestra co­
munidad, la infancia espiritual entraña dos realidades.
Observamos que ella, en su sentido bíblico, está
hondamente arraigada en el espíritu de nuestra comu­
nidad y adquiere rasgos especiales al proyectarse de
manera original en el plano del apostolado. Tenemos
así una totalidad que ofrece dos facetas: la funda-
mentación de la infancia espiritual y su plasmación
apostólica concreta.
Nos encontramos en la etapa de la delimitación
del valor de esa infancia espiritual. La cuestión que si­
gue ocupándonos es la infancia espiritual como cami­ Camino
no hacia el cielo. Desde la conferencia anterior venimos hacia el
realizando la verificación y comprobación de esa cielo
aserción. Queríamos examinar dos tipos de pruebas.
En primer lugar dos hechos salvíficos: la paternidad
divina y el hecho de que el Unigénito de Dios se haya
hecho niño. ¿No nos habremos equivocado en la inter­
pretación de estos dos grandes hechos salvíficos? Qui­
zás sí, a pesar de haber tenido, como teólogos, muchí­
simas oportunidades de verificar las demostraciones.

107
Palabras salvíficas de Jesús

Para eliminar toda duda y equívoco abordaremos


otra fuente. Junto a los hechos salvíficos deben tenerse
en cuenta a las palabras salvíficas o bien, sin rodeos, las
palabras de Jesús. Ellas serán pautas de discernimien­
to para cada ejemplo que demos. Si ellas confirman las
conclusiones a las que arribamos ayer no habrá ya lu­
gar a dudas.
Teniendo en la mira nuestro ideal de Familia, la
infancia espiritual, y para lograr una exposición clara
y sobria del material, distinguiré dos clases de palabras
jesuánicas: las centrales y las contextúales.

Palabras centrales

Me detengo sólo en unas que son clásicas, de tal


"Si no
manera que ya no necesitaremos mentar otras. Me re­
os hacéis fiero a aquellas que dicen: "Si no os hacéis como niños"
como (Mt 18, 3). Las enfocamos e interpretamos ahora por
niños" primera vez, pero no nos apartaremos de ellas hasta el
final de estos ejercicios.
Recuerden la oportunidad en que Jesús pronunció
esas palabras. Es muy importante para el exégeta cono­
cer el ámbito y las circunstancias en que fueron pro­
nunciadas. Ellas se ubican posiblemente hacia fines de
la predicación de Jesús en Galilea. El Señor había anun­
ciado ya dos veces la pasión y la muerte que le
aguardaban. Curiosamente, los apóstoles no lo enten­
dieron. 1
Si ahora se transportan a la realidad de los países
vecinos y observan la psicología que se aplica allí, com­
prenderán la manera de pensar de los apóstoles. Esta­
ban convencidos de que Jesús era el gran mesías polí-

1. Cf. Mt 16,21-23; 22 s.

108
tico y de que ellos serían quieren ocuparían los sillones
en los ministerios del "Reich" que suponían ya en cier­
nes. De manera similar en nuestros países vecinos asig­
naron los cargos del futuro gobierno antes de que esta­ Ambiciones
llase la revolución. Algo así deben imaginarse que desatadas
acontecía con estos seguidores de Jesús. El Señor habló
una segunda vez de su pasión y muerte, pero los após­
toles tampoco lo entendieron; al contrario, retomaron
los conciliábulos sobre cuál sillón correspondería a
cada uno.
Tal proceder surgía ante todo de esa falsa concep­
ción de Jesús como mesías político. Pero además se
dieron dos hechos que contribuyeron a profundizar
dicha creencia errónea. Cuando el Señor se transfiguró Falsa
sobre el monte Tabor2, tomó consigo a algunos apósto­ concepción
les, cuya narración de lo visto dió naturalmente más del mesías
pábulo a las fantasías y creencias de los demás. Y con político
todo, no hacía mucho que Jesús había designado a
Pedro, uno de los doce, para que fuese el jefe del cole­
gio apostólico 3, el dirigente del nuevo reino y por lo
tanto su sucesor. Por supuesto, esta acción de Jesús
volvió a suscitar entre los apóstoles la cuestión del des­
tino y cargo que cada uno tendría en ese reino. De ahí
las riñas y cavilaciones en torno del reparto de los
"sillones ministeriales".
Finalmente se vuelven al Señor, quien ya sabía de
la ambición que se había encendido entre sus discípu­ "¿De qué
los. Y les pregunta: "¿De qué habéis hablado en el ca­ habéis
mino?" (Me 9, 33). Comienza entonces a plantearles, a hablado en
ellos, los futuros dirigentes de la historia universal, un el camino?"
ideal especial.
Por lo común -y ahora me dirijo especialmente a
sus educadores- para lograr un buen fruto pedagógico

2. Cf. Mt 17
3. Cf. Mt 16,13 ss.

109
en la presentación de una personalidad ideal, se toma
a un gran personaje de la historia universal, y se lo se­
ñala a los educandos diciéndoles: "¡Tienen que ser
como él!" ¿Qué hizo Jesús en aquel momento? Por allí
No me
servirán andaba un niño; lo trajo junto a sí y les dijo: "Ustedes
están urdiendo planes ambiciosos y pretenden ser los
primeros en un reino 'político' que jamás fundaré; pues
bien, ¿cuál debe ser su ideal? Si no se hacen como este
niño, no me servirán de nada en mi reino, no podrán
ser en él personalidades líderes".
¿Se dan cuenta de la situación que se creó enton­
ces? ¡Qué golpe a la ambición de los doce! ¿Qué espe­
ra Jesús? Que nos hagamos como niños; debemos ha­
cernos niños. Es el mismo Cristo quien predica esta
conversión. Si no nos hacemos niños no entraremos en
su reino ni mucho menos seremos sus pilares.
Creo que no hace falta agregar otros comentarios
a estas palabras. Hacerse niños es simplemente el cami­
no hacia el cielo. Está muy claro. Me parece que toda
otra palabra sería superfina y confundiría.

Palabras contextúales

Sería bueno que cada uno elaborase luego estos


pensamientos y repasase en las Sagradas Escrituras lo
que dicen los apóstoles sobre el hacerse niño. Creo que
tenemos el derecho de hacer nuestro todo lo que el Se­
ñor dice sobre la "Ley del Reino de los niños", que rige
plenamente para nosotros.

Ley del Reino de los niños

Escuchemos su texto y estudiemos su formulación


positiva y negativa. Cierto día, Jesús, fatigado de su ac­
tividad apostólica, buscó un momento de descanso.
Los apóstoles, que lo habían acompañado y observado
a lo largo de la jornada, lo dejaron reposar. Entonces se
acercaron algunas madres de Israel -nos imaginamos

110
muy bien la escena- pidiendo que el gran profeta vea y
bendiga a sus hijos. Algo común de la piedad popular. "Dejad que
Los discípulos intentaron apartarlas, ¡el Maestro tenía los niños
vengan
que descansar un poco! Pero Jesús los reconvino; "De­
a mí"
jad que los niños vengan a mí y no se le impidáisy pues
de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 19,14).
Palabras de una profundidad maravillosa...Me-
dítenlas por favor...¿Con quién deben estar los hijos?.
Los hijos
Los hijos deben estar junto al Hijo. ¿Aprecian, el íntimo, deben estar
parentesco existente entre el Hijo Unigénito de Dios y junto al Hijo
nosotros mismos, los otros hijos de Dios? Esta frase del
Señor vale para nosotros en toda su amplitud. El hijo
debe estar con el hijo, los hijos de Dios deben estar con
el Unigénito de Dios.
Al meditar sobre esta solemne promulgación dis­
cernimos a su vez una formulación positiva y una ne­
gativa.

Formulación negativa

La formulación negativa tiene un acento terrible,


abrumador: "El que escandalice a uno de estos peque­
ños. .. más le vale que le cuelguen al cuello una de esas
piedras de molino que mueven los asnos y le hundan
en lo profundo del mar" (Mt 18,6 s.). "El que escandali­
ce...". Escandalizar significa presentar una ocasión para
el mal. Y sobre quien obre así Jesús pronuncia este
dictamen: "Más le vale que le cuelguen al cuello una de
esas piedras de molino que mueven los asnos y le
hundan en lo profundo del mar". El Señor se expresa Sucumbirá
con imágenes cotidianas y accesibles, propias de un irremisible­
predicador popular; pero vibrantes de terrible mente
seriedad. "Al cuello", dice, al cuello y no a los pies,
para que el culpable se hunda sin remedio. Si la piedra
le fuese colgada a sus pies o manos o cualquier otra
parte del cuerpo, quizás el reo podría librarse de su
castigo. Pero no debe haber huida posible. Y se le cuel­
ga una piedra de molino, de aquellas que son de un

111
peso extraordinario. Se insiste de esta manera en que el
malvado debe sucumbir, ser precipitado a lo hondo. Y
no en un río sino en el mar, en "lo profundo del mar".
Noten por favor cuán cara le era a Jesús la defensa de
la verdadera y auténtica infancia espiritual.
Hasta aquí pues la formulación negativa. Com­
prueben si esta tremenda amonestación también nos
cabe a nosotros, si no hemos sido los unos motivos de
escándalos para los otros. Como hijos de Dios no debe­
mos dar pie a escándalos.

Formulación positiva

La formulación positiva tiene un tono invitante y


entusiasta; "El que reciba a este niño en mi nombre, a
mí me recibe; y el que me recibe a mí recibe al que me
envió" (Le 9, 48). En otra oportunidad exclamará con
vehemencia: "Sus ángeles, en los cielos, ven continua­
mente el rostro de mi Padre cjie está en los cielos"4.
Naturalmente soy consciente de que las palabras
contextúales hasta aquí citadas valen primera y expre­
samente para los niños propiamente dichos. Pero con
todo derecho podemos aplicarlas a los espiritualmen­
te niños, a los que cultivan la infancia espiritual.
En cuanto a la frase "recibáis en mi nombre", los
teólogos y los exégetas nos dicen que se refieren a la
realidad de ser miembros de Cristo. Vale decir que se
podrían reformular como "recibáis porque son miem­
bros de Cristo". Cuando acepte y reciba a una persona
Unión porque ella es miembro del cuerpo místico del Señor,
con Jesús recibo al mismo Cristo. He aquí la gran verdad del
casi física cuerpo místico. La unidad entre nosotros y Jesús es una
unión cuasi física y no puramente moral. Pero tampo­
co puramente física.

4. Cf. Mt 18,10

112
"Quien reciba a uno de estos pequeños en mi
nombre, me recibe a mí". Pero Jesús no se contenta con
esto, sino que agrega: "El que me recibe a mí, recibe al
que me envió". Palabras que irradian mucha calidez y
alegría. El, el Hijo Unigénito de Dios, se alegraba mu­
cho con los niños, vivía en y del mundo de los niños.
En otra ocasión subrayó que Sus ángeles -los ánge­
les de esos niños- contemplan continuamente la faz del
Padre5. Pareciera querer expresar, de manera popular,
que los rostros de los niños están calcados de aquél del
Padre y por eso sus ángeles se alegran cuando ellos
honran al Padre.
Este y otros pasajes similares deberían ser objeto
de nuestra meditación diaria y nutrir nuestra piedad,
pensamiento, vida y amor.
Repasemos ahora estas otras palabras del Señor:
Les reveló
¡Yo te bendigo, Padre porque has revelado esto a los a los
pequeños, y se lo has ocultado al que le sobra, al harto, pequeños
al lleno de sí mismo!6. Jesús vuelve así a acentuar con
energía y júbilo la infancia espiritual; el Señor se incli­
na nuevamente ante ella.
Examinen otros pasajes similares de la Sagrada Es­
critura; por ejemplo, aquel que dice que debemos ser
"sencillos como palomas" (Mt 10,16). ¿Qué significa
esto? Que hay que volver a ser niños. Recuerden las
palabras que a menudo rezamos, especialmente en el Leche no
segundo domingo de Pascua: Sine dolo lac adulterada
concupiscite (Desead la leche pura, no adulterada), te­
nemos que mamar la leche no adulterada como lo
hacen los niños recién nacidos7. Hoy estamos aquí re­
unidos como hijos, como niños de Dios y debemos ma­
mar sin cesar la leche no adulterada.

5. Cf. Mtl8,10

6. Cf.Mt 11,25; Le 10,21


7. Cf. IPe 2,2

113
Me parece que lo expuesto resiste a toda objeción;
lo que hemos ido meditando y explicando no puede
torcerse ni malinterpretarse. Sólo nos interesa recalcar
el hecho de que la infancia espiritual es por excelencia
el camino hacia el cielo. Si estamos convencidos de es­
tas verdades, si ellas nos encienden interiormente,
¿cómo no alegrarse de que Dios haya dado a nuestra
comunidad un ideal tan extraordinariamente hermoso
y magnífico, anclado en la naturaleza, en la gracia?
Permítanme citarles el pensamiento de un poeta
acomodándolo un poco a este momento:
Estamos en esta tierra
para que sin cesar
resplandezca cada vez más
la luz del sol.
Sí, el sol de la infancia espiritual debe resplande­
cer con mayor intensidad, y a través de nosotros irra­
diar y bañar de luz todo el mundo. Y ahora hago un
pequeño cambio en estos versos:
Estamos en esta tierra
para que día a día
sea más cálida.
A través de nosotros el tiempo actual no sólo debe
Calor de la recibir el resplandor sino también la calidez de la infan­
infancia cia espiritual. Fíjense cuánta calidez entrañan aquellas
espiritual palabras: "Amor filial al Padre del Cielo". Pero hay
además una tercera versión del pensamiento citado:
Estamos en esta tierra
para que día a día
sea más divina y celestial.
Según nuestra concepción de las cosas, la infancia
espiritual es algo divino. Más tarde nos detendremos
en este tema con mayor detalle.

114
Les digo, a manera de resumen, que si hemos se­
guido con seriedad las reflexiones hechas arribarán a la
conclusión y convicción de que la infancia espiritual es
el camino por excelencia al cielo.

Contenido de la infancia espiritual

Echemos una ojeada sobre el material ya visto.


Dos eran los temas que nos proponíamos estudiar: en
primer lugar explicar por qué la filialidad es el camino
al cielo; y, en segundo lugar, aclarar todo lo queJen­
traña la infancia espiritual, analizar su contenido.
Anoche dimos una respuesta general a este
interrogante, cuando hablamos sobre el sentido del ha­
cerse niño. Dijimos entonces que gracias a ello Dios se
hizo hombre; y este pensamiento nos ofrece de alguna
manera una respuesta clara a la pregunta sobre el
contenido de la infancia espiritual. Pero ahondemos un
poco más y preguntémonos sobre el contenido más
exacto de la infancia espiritual.
Naturalmente hay dos modos de responder a esta
cuestión: recurrir a la metafísica o bien a la exégesis bí­
blica. No tomaremos ahora el primer camino, el de la
metafísica, porque lo haremos más tarde, cuando ha­
blemos de la esencia de la infancia espiritual; pasamos Desde la
al segundo camino, el de la exégesis. Para obtener una exégesis
definición más exacta del contenido de la infancia espi­ bíblica
ritual es prudente apoyarse siempre sobre un funda­
mento sólido como la roca, estudiar per longum et
latum esas palabras decisivas de Jesús que ya hemos
citado: "Si no os hacéis como los niños, no entraréis en
el reino de los cielos" (Mt 18,3).
Verán cómo esta frase del Señor nos acompañará
hasta el final de nuestros ejercicios; todo lo que diremos
sobre el tema surgirá de la meditación de ellas.

115
Examinemos ese versículo con toda tranquilidad.
Enseguida notarán que Jesús nos está señalando dos
contenidos de la infancia espiritual: uno negativo y
otro positivo. En efecto, la infancia espiritual entraña
para Nuestro Señor el abandono de una manera de ser
Abandonar
una manera
y la asunción de una nueva manera de ser. Habrán
y asumir advertido seguramente que no cité textualmente el
otra versículo que nos ocupa del Evangelio según San
Mateo; pues bien, lo hice a propósito, para destacar
ahora las palabras que faltaron. Jesús dijo exactamente:
"Si no cambiáis -y os convertís- y os hacéis como los
niños..." Aquí tienen la formulación negativa y la po­
sitiva. La infancia espiritual comprende por tanto el
abandono de una manera de ser y la asunción de una
nueva manera de ser. Así se nos abre un amplio hori­
zonte a explorar.
Nos ocuparemos en primer lugar del contenido
positivo, de la asunción de una nueva manera de ser,
y mañana, si Dios quiere, del abandono de una vieja
manera de ser.

Asumir una nueva manera de ser

¿Qué riquezas encierra este asumir una nueva ma­


nera de ser? En primer lugar les hago una aclaración:
realizar una sana exégesis de un texto dado supone no
sólo interpretarlo en el marco de su contexto inmediato
sino examinarlo también a la luz del más amplio, de
toda la Sagrada Escritura. Les hago esta salvedad para
que nos entendamos mejor en las reflexiones que
vendrán.
¿Qué comprende esta asunción de una nueva ma­
nera de ser? Jesús nos dice dos cosas: Si no vuelven a
ser niños de una manera nueva y divina ni tienen una
nueva actitud filial noble y divina, no entrarán en el
Reino de los Cielos; no entrarán en absoluto o bien no
lo harán del modo adecuado.

116
Ser niños, de una manera nueva y divina

Confrontando los textos paralelos a este que esta­


mos tratando, llegamos a la conclusión de que Jesús
nos está exigiendo efectivamente que seamos niños, de
una manera nueva y divina. Que en este punto los teó­
logos aporten todo lo que sepan sobre la vida y la filia­
ción divinas; por ahora yo me excusaré de hacerlo.
Valdría la pena que una vez organicemos ejercicios de
cuatro semanas sobre estos temas, pero tratados a la
luz del ideal de su comunidad. Es precisamente el ideal
lo que ustedes tienen que preservar, custodiar y culti­
var con sumo cuidado.
Pasemos a estudiar esta nueva y divina manera de
ser niños. Me viene a la memoria la escena de Jesús y
Nicodemo8; meditémosla en el marco de lo que el Se­
ñor nos ha venido diciendo sobre la infancia espiritual.
Repasemos el texto juánico: Nicodemo tiene sed de
salvación; como a tantos otros buscadores en el plano
religioso, le preocupa la pregunta sobre qué hacer para
ir al cielo. Había advertido que Jesús era un maestro en ¿Cómo
cosas de religión, un profeta y quizás algo más. Rehuía, ir al cielo?
por vergüenza, abordarlo durante el día y por eso
aguardó la noche. "¿Qué debemos hacer para ir al cie­
lo?". Esta fue la pregunta; y la respuesta fue sorpren­
dente. Jesús no dijo en absoluto que había que "hacer"
algo -al menos en el sentido literal de la palabra-, sino
que en nosotros debía operarse una transformación:
"El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar Nacer de
en el Reino de Dios" (Jn 3, 5). Tenemos que recibir un agua y de
nuevo ser; y los exégetas nos explican que se trata de Espíritu
asumir la filiación divina. Debemos asumir una vida
nueva y divina, convertirnos en hijos de Dios per
eminentiam.

8. Cf. Jn 3, lss.

117
En las lecturas de la mesa -aunque resulta un poco
difícil introducirse en tales reflexiones durante las co­
midas- escuchábamos cómo era esa relación de
filialidad para con Dios.

Tres tipos de filiación y paternidad

Mi padre es en sentido estricto aquel que me ha


engendrado. Pero no hablamos ahora de este tipo de
paternidad. En un sentido más amplio decimos que
alguien es nuestro padre cuando es tan bondadoso con
nosotros como lo sería un padre. Esto se acerca ya un
poco más al punto que nos interesa, pero no define lo <
esencial; Dios es, a esta luz, padre también de perros y
gatos...
Existe una tercera interpretación de la paternidad;
No sólo aquella que dice que somos hijos adoptivos de nuestro
adoptivos padre. ¿Qué significa esto? Que participamos de la he­
rencia paterna y recibimos el apellido paterno. ¿Expre­
sa este tipo de relación padre-hijo el proceso vital al
que nos referimos? Sí y no. Sí porque participamos de
la herencia del Hijo Unigénito, recibimos "el nombre"
del Hijo Unigénito. Pero filiación divina significa mu­
chísimo más que una mera adopción en el sentido
usual de la palabra. El padre adoptivo puede no brin­
darle nada de su vida a su hijo adoptivo. Lo original en
la relación entre Dios Padre y el hombre es que el Pa­
El nos hace
partícipes
dre del Cielo nos hace partícipes de su vida. Natural­
de su vida mente se trata de una participación misteriosa. Lo que
el Unigénito posee por nacimiento lo recibimos noso­
tros en razón de una misteriosa participación instalada
en lo más profundo de nuestro ser: La Trinidad está en
mí y me comunica continuamente algo de su vida. He
aquí un mundo en el que debemos ir ahondando sin
cesar.
Al repasar estos grandes misterios comprendemos
mejor a San Juan, uno de cuyos temas favoritos era pre­
cisamente el de la filiación. El discípulo amado de Jesús

118
está frente a su comunidad como el maestro delante de
su clase. El advierte a sus alumnos: "Chicos, atiendan,
que ahora viene algo importante y que deben apren­
der..." Da un golpe sobre su escritorio y luego dice:
"Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para lla­ El misterio
de la
marnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!" (1 Jn 3,1). Somos filiación
realmente hijos de Dios y tenemos que descubrir en to­ divina
das sus dimensiones este mundo misterioso y grande
de la filiación divina. Nosotros que vivimos y amamos
basándonos en la infancia espiritual deberíamos sentir­
nos en él como en nuestra propia casa.
Así entenderemos también a San Pablo, cuando
nos dice que no hemos recibido un espíritu de esclavos, No es un
sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace excla­ espíritu de
mar: ¡Abbá, Padre!; y es el espíritu de Dios el que cla­ esclavos
ma en nosotros testificando que somos hijos de Dios9.
Meditemos otros pasajes bíblicos de este tenor
para comprender en profundidad lo que significa que
si no volvemos a ser niños, de una manera nueva y di­ Hacerse
vina, vale decir, si no nos hacemos niños en el plano del niños en
ser, no podremos entrar en el cielo. En este sentido, ser la esencia
niño es una realidad insustituible. Los sacramentos se del ser
pueden sustituir; pero el ser niño, no. El sacramento del
bautismo puede ser sustituido por el bautismo de
deseo. Quien no pueda hacer suyo ese ser niño, simple­
mente no entrará en el cielo.
Reflexionen un momento sobre la nobleza de ese
ser niño, y...¡nobleza obliga! ¡Qué sentimiento de vida
plenamente divino embeberá mi alma en virtud de ese
nuevo nacimiento, de ese "nacer de Dios" del que habla Un nuevo
San Juan! Quizás nos digamos: "La historia de mi fami­ nacimiento
lia, la vida de mis padres o abuelos...¡cuántas manchas desde Dios
tiene!...no puedo orgullecerme de ella". Pero tenemos
por delante otro nacimiento, un nuevo nacimiento que

9. Cf. Rm 8,15; Gál 4, 6

119
se realiza "desde Dios". Si realmente hubiera asumido
profundamente un nuevo ser, éste sería el sentimiento
de vida divino que debería cultivar en mí. Y el mundo
No cansar actual lo necesita. No tenemos que cansar al hombre de
al hombre
con la ética
hoy con meras exigencias éticas; en nuestros días tene­
mos que acentuar con mucho más intensidad lo óntico,
el ser; también en nosotros mismos. Yo no soy sólo
fulano de tal sino que he nacido de Dios; soy un hijo de
Dios en el sentido más pleno y auténtico de la palabra,
tal como lo enseñan la Sagrada Escritura y la
dogmática. Si estamos captados con hondura por esta
realidad, ¡qué nobles nos sentiremos! En fin, no quiero
desarrollar todo este tema per longunr et latum.
En este contexto existe un aspecto sobre el cual
quiero hacer especial hincapié. Se trata de las conse­
cuencias éticas que se desprenden del ser niño.

Una nueva actitud filial noble y divina

Si no somos niños de una manera nueva y divina


y no asumimos una nueva actitud filial noble y divina,
no podremos entrar en el Reino de los Cielos. Nos ocu­
paremos ahora de este último punto, de la nueva acti­
tud filial noble y divina.
¿Qué busca Jesús con esta acentuación de la acti­
tud filial? Mediten estas palabras: las cosas nobles y
buenas que un niño tiene por naturaleza, pero sólo
Como estado transitoriamente y en escasa medida, tenemos que con­
permanente quistarlas nosotros, de manera perfecta y como estado
permanente, al precio de luchas, esfuerzos y oración
serios.
Les repito este pensamiento porque todo lo que
seguirá gira en torno de él. Jesús dice que si no nos
A costa volvemos como niños; si no conquistamos de manera
de luchas perfecta y como estado permanente, a costa de luchas
y oración y oración serias, las cosas nobles y buenas que un niño

120
tiene por naturaleza, de modo transitorio e imperfecto,
entonces no entraremos en el cielo; no entraremos en
absoluto o bien no de la manera adecuada. Paso a ex­
plicar cada elemento de esta aserción.
Observemos a un niño; Jesús nos dijo que observá­
semos a los niños. Notaremos que en él hay por natu­
raleza muchas cosas nobles y muchas cosas buenas.
¡Deo gratias! El que ha observado a los niños nos pue­
de contar muchas cosas de una belleza cautivante.
¿Cuál es el fundamento dogmático más profundo de No corrompe
esa realidad? Los niños tienen el pecado original; pero totalmente al
este pecado no corrompe totalmente al hombre; y esa hombre
dimensión de nobleza que alberga el ser humano se
manifiesta en el niño. Agreguemos enseguida que en el
niño hay también muchas cosas innobles. La causa de
ello reside en el pecado original; si bien éste no ha co­
rrompido por entero la naturaleza humana, por cierto
la ha afectado seriamente. Por eso lo noble que se halla
en el niño no se manifiesta en su plena pureza y caudal,
sino que se encuentra mezclado con lo malo. Más bien
existe como algo transitorio, ya que lo malo de la natu­
raleza humana trata continuamente de sofocar las
buenas inclinaciones y predisposiciones.
Poniéndome ahora en el lugar de ustedes, les digo
que para diseñar una ascesis, una pastoral y una peda­
gogía basadas en la filialidad, hay que observar más a
los niños. Les repito que en el niño observamos muchas
cosas delicadas y nobles, pero también muchas
peligrosas. Los niños pueden ser muy celosos y pelear­
se como perros y gatos; el niño puede ser intrigante;
aún los bebés son capaces de martirizar y burlarse de
sus papás cuando las madres los consienten en exceso.
Sí, en la naturaleza del niño existen muchas imperfec­
ciones.
Comencemos a profundizar en nuestra investiga­
ción. ¿Qué es lo noble y lo bueno que subyace en el
niño? Naturalmente me esforzaré por resumir en un

121
denominador común todas nuestras observaciones de
la vida. Permítanme señalarles ya uno de esos
denominadores comunes.

Manifestación divina original

He aquí un pensamiento que no podremos agotar


de un día para el otro. Distingamos en primer lugar
que cada creatura es una manifestación original de
¿Qué debo Dios. Si colocamos en este contexto la frase "El niño es
llegar a ser? una manifestación divina original", lo hacemos para
resaltar especialmente una serie de valores. Escuchen
de nuevo el imperativo: "Hay que llegar a ser lo que es
_un niño''.,,No lo olviden. ¿Qué debo llegar a ser? Debes
hacer tuyo, de manera perfecta y permanente, aquello
que el niño es por naturaleza de manera imperfecta y
en escaso caudal.
Estos son los grandes lineamientos que deben te­
ner presente a lo largo de la jornada de hoy. Dos son las
tareas que tenemos por delante: en primer lugar estu­
diar la manifestación original de Dios que nos sale al
encuentro en el niño; y luego decirnos: "¡Así debemos
llegar a ser nosotros!".
¿Cómo es esa manifestación original de Dios que
resplandece en el niño? Hablaré en términos generales,
ya que el tiempo no nos alcanza para detenernos en
toda una serie de rasgos delicados y encantadores de la
personalidad del niño. Les pido que ustedes mismos se
encarguen de profundizar en esos detalles. Les ofreceré
a continuación algunas formulaciones que apuntan
más bien al plano metafísico; pero pueden estar segu­
ros de que ellas se basan en muchas observaciones de
la vida cotidiana.
¿Cómo es esa manifestación original de Dios? Les
doy tres respuestas: el niño es una señal original de
Dios, un reflejo original de Dios y una unión original a
Dios.

122
Si no se hacen como los niños...¿Comprenden lo
que esto significa? Si no nos volvemos como los niños
-naturalmente de una manera perfecta- y no logran ser
señal original de Dios, reflejo original de Dios y unión
original con Dios, entonces no podrán entrar en el Rei­
no de los Cielos.
Al meditar sobre el ideal de ser un reflejo de Dios, Sencillez
surgen ante nuestra mirada dos grandes e importantes del Padre y
verdades: el niño es un reflejo original de la sencillez entrega del
del Padre y un reflejo original de la entrega del Hijo. Hijo
Observen que tenemos así ante nosotros todo un hori­
zonte teológico y filosófico a estudiar.
Nos quedamos un poco perplejos...¿Cuáles de es­
tos temas acentuaremos y profundizaremos en estos
días? Quizás se conformen con un panorama de estos
tópicos, en el cual también sabremos explayarnos en
determinados puntos.

Señal original de Dios

Mediten lo que ello significa; el niño señala, apun­


ta hacia Dios. Quien tenga el don de una fina observa­
ción de la vida, quien no haya perdido ese sentido prís­
tino para contemplar la vida, quien ame a los niños -
todos deberíamos amarlos porque los niños deben
estar con los niños- ese captará bien lo que estoy dicien­
do. Resumiré ahora con un enfoque metafísico todo lo
que se puede decir sobre este punto. El niño señala a El niño
Dios, directa e indirectamente. Al observar con señala
atención a un niño, ¿qué sentimos en nuestro interior? a Dios
Sí...un niño nos hace pensar espontáneamente en el
paraíso de la humanidad y en el paraíso de nuestra
propia vida.

Señala directamente a Dios

Decíamos pues que el niño señala directamente


esos dos paraísos. ¿Es cierto? Ustedes saben por Alban

123
Stolz10 que existen tres cosas que siempre recuerdan al
paraíso: las estrellas, las flores y los ojos de un niño.
Los ojos de un niño señalan expresamente el pa­
raíso de la humanidad:
Diamantes son los ojos infantiles
en las arenas de este desierto
resplandecientes espejos
de ignotos mundos de felicidad perdida.
Mediten si el poeta tiene o no razón. Los ojos del
niño son un recuerdo del paraíso, del paraíso de la
Un humanidad. Pero como filósofo y teólogo les planteo
recuerdo enseguida la siguiente pregunta: ¿Qué era aquello que
del paraíso formalmente hacía del paraíso un paraíso? El trato con
Dios. Los ojos del niño señalan directamente a Dios. El
niño es una señal de Dios.
Pasemos ahora a ese segundo recuerdo que susci­
tan en nosotros esos ojos; me refiero a la memoria del
paraíso de nuestra propia infancia. En este punto el
simbolismo de los ojos de un niño es el mismo que su­
brayábamos anteriormente. Cuando estamos cansados,
cuando hemos sido vapuleados y azotados por la vida
y de pronto nos acercamos a una cuna a contemplar a
un niño y nos rendimos a la magia del niño...¡Cuántas
Convive cosas se despiertan en lo profundo del alma! ¡Cuántos
con lo recuerdos de otros tiempos, cuando aún dormían
divino
nuestros instintos! ¡Cuántas memorias del paraíso de
nuestra propia infancia! ¿Qué es lo que hacía que esa
etapa de la vida fuese un paraíso, al menos en el caso
del niño católico? Ese trato simple y despreocupado
con lo divino, con los ángeles. Eso es algo que subyace
en la esencia de todo niño, que nos impulsa exprésa­

lo. Alban Stolz (1808 -1883), teólogo y escritor católico alemán.


Junto con una profunda religiosidad poseía un agudo don de
observación, conocimiento de la naturaleza humana, amor
por la naturaleza y cordial sentido del humor.

124
mente hacia ese Dios que ha estado y obrado así en
nosotros.

Señala indirectamente a Dios

Repasemos nuestras propias experiencias de la


vida. ¡Qué hermoso y encantador es estar delante de un
niño sencillo y contemplar sus ojos llenos de asombro Ojos llenos
(¡y cuán grande es la capacidad de asombro de un de asombro
niño!). ¿No tienen entonces la sensación de que la dis­
tancia de Dios se ha reducido, que de El tan sólo nos
separa un humilde puentecito? Les vuelvo a pedir que
examinen sus experiencias y observaciones de la vida.
Cuando concluyan estos ejercicios y regresen al traba­
jo, pónganse junto a un cochecito de bebé y contemplen
a la crea tura; solamente para saber cómo tenemos que
ser. Debemos llegar a ser lo que es el niño: una señal de
Dios.
En los ojos puros de un niño se refleja en primer
lugar toda la grandeza de la creación que el niño ha
acogido en sí mismo. Y esa grandeza brilla en sus ojos
y su resplandor nos alcanza cuando los contemplamos.
Pero hay algo más. Los ojos de un niño reflejan con Una tenue
película
pureza todo lo divino que él lleva en sí; y nosotros al
contemplarlos sentimos espontáneamente que entre el
niño y Dios sólo hay una tenue película, una delgada
pared. De ahí que nos sintamos como obligados a
mantener una actitud de respeto.
Un escritor podría contarnos mejor cómo los chi­
cos traviesos, esos que todo lo rompen y destrozan, se
quedan fascinados por la manera de ser tan simple y la
mirada mansa de un niño pequeño. Algo misterioso.
Volvamos a recordar entonces que el niño es una señal
original de Dios.
No les estoy transmitiendo complicados conoci­
mientos académicos; más bien quiero ofrecerles una in­

125
terpretación de aquellas palabras de Jesús a sus discí­
pulos, cuando les dijo que debían observar a los niños.

Consecuencia:
Ser nosotros mismos señales originales de Dios

Naturalmente, de esta reflexión que acabamos de


hacer se desprenden serias consecuencias. ¿Qué debo
llegar a ser? Yo también tengo que llegar a ser una se­
ñal original de Dios, un original y permanente
Quien me
vea debe "sursum corda" (¡levantemos los corazones!). Lo que el
ser atraído niño es imperfecta y transitoriamente, debo asumirlo
por Dios permanente y perfectamente; quien me vea debe ser
atraído hacia Dios.
Recordemos que Dios ha querido y previsto que la
comunidad de ustedes no tuviese votos. Es interesan­
te repasar la historia de las órdenes religiosas a la luz
de nuestra manera original de ser, de nuestro tipo ori­
ginal, aquel que queremos encarnar. Pues bien, halla­
remos que el Espíritu Santo está motivando cada vez
con mayor intensidad el surgimiento de comunidades
que mitigan las vinculaciones exteriores para estimular
y fortalecer las interiores.
¿Entienden lo que les estoy diciendo? En razón de
su original actitud ante la vida y de su firme fe en la
bondad del hombre , San Francisco de Sales concibió
una idea directriz que por motivos de humildad no lle­
gó a imponer en la práctica. El decía que existen comu­
nidades masculinas que han desbordado las viejas for­
mas; mitigaron la vinculación hacia abajo para poder
trabajar más por Dios. "¿No debería ser esto también
posible -se preguntaba- para las comunidades femeni­
nas?". Y siguiendo esta inspiración quiso fundar una
comunidad de religiosas que no guardasen la clausu­
ra tradicional; una nueva comunidad que tuviese una
cierta libertad frente a las vinculaciones tradicionales,
para poder trabajar más por Dios, para dedicarse mejor
a El. Pero no lo logró... por respeto; la orden por él

126
fundada se convirtió en una orden al viejo estilo. San
Vicente de Paúl11 retomó la idea de San Francisco de
Sales y tuvo el valor, y también la destreza necesaria,
para abandonar la modalidad tradicional de las comu­
nidades religiosas.
Observen pues cómo el Espíritu de Dios motiva
permanentemente a la Iglesia de Dios a mitigar la vin­ Profundizar
culación hacia abajo para profundizar la vinculación la vincula­
hacia arriba. Lean sobre la idea que San Vicente de Paúl ción hacia
tenía de la comunidad de religiosas que había fundado. arriba
Las Hermanas no profesaban votos según el estilo
tradicional ni tampoco tenían clausura papal. Esto era
una novedad sorprendente en aquellos tiempos. La
santidad y ascendiente del santo contribuyó a que su
proyecto se hiciese realidad. Ustedes saben cuán
conservadora es la Iglesia, que insiste en el principio de
que las vinculaciones sean lo más estrictas posible. Pero
San Vicente siempre les decía a sus religiosas: Si entre
ustedes hay alguien de ideas poco claras que quiere ser Con escasas
monja según el viejo estilo, no la sigan jamás; porque vinculaciones
cuando una comunidad comienza a convertirse en una hacia abajo
orden de corte tradicional, entonces podemos doblar la
campanas a duelo por ella. Si la Iglesia les quiere impo­
ner los votos, entonces suplíquenle que no proceda así,
porque la misión de ustedes es marchar al mundo con
una libertad mayor y con escasas vinculaciones hacia
abajo. De ahí que su clausura sea el amor de Dios.
Nosotros pertenecemos a aquellas comunidades
bendecidas que tienen pocas vinculaciones exteriores.
Pero permítanme aclararles enseguida lo siguiente:

11. San Vicente de Paúl. Nació en Aquitania el año 1581.


Cursados los correspondientes estudios, fue ordenado
sacerdote y ejerció de párroco en París. Fundó la
Congregación de la Misión, destinada a la formación del
clero y al servicio de los pobres, y también, con la ayuda de
santa Luisa de Marillac, la Congregación de Hijas de la
Caridad. Murió en París el año 1660.

127
para cumplir con nuestra misión en la Iglesia, debemos
complementar esas débiles vinculaciones hacia abajo
con una mayor firmeza en las vinculaciones hacia arri­
ba. ¿Saben lo que ello significa? Que nuestros "muros
Muros
conventuales" son el caminar permanente y profundo
conventuales en la presencia de Dios. Cuanto más débiles los muros
y muros conventuales exteriores, tanto más fuertes los muros
interiores interiores, tanto más fervorosa la relación de amor con
Dios. Quien quiera educar en la comunidad, no debe
cejar en el empeño de hacer que estos pensamientos
calen hasta los huesos en los integrantes del Instituto.
¿Cómo se relacionan estas ideas con el contexto de
la conferencia de hoy? Citábamos las palabras de Jesús:
"Si no os volvéis como los niños...". Con mi esencia y.
con mi ser debo convertirme en una señal original de
Dios. Debo estar siempre en actitud de respeto ante
Actitud de Dios, tal como lo está el niño. Nuestra comunidad ha­
respeto,
como el niño
bla en este sentido de "caminar siempre en Dios y con
Dios". Si cultivamos en grado heroico este caminar, la
existencia de nuestro Instituto estará plenamente ga­
rantizada.
Debemos llegar a ser una señal de Dios totalmente
original, tal como lo es el niño. Y esto lo alcanzaremos
a través de un permanente y respetuoso estar en la pre­
sencia de Dios, en la permanente relación de amor con
Dios. Creo que este punto es muy importante; por eso
le dedicaré una conferencia completa, en la cual
intentaré exponerles cómo hacer para reforzar, a la luz
de nuestra misión, nuestros muros conventuales. Tra­
taré de brindarles un método para ejercitar y cultivar el
caminar con Dios según el espíritu de nuestra comuni­
dad, para así hacer realidad aquellas palabras de Jesús:
" Si no os volvéis como los niños, no entraréis en el
Reino de los Cielos".

128
Séptima Conferencia

ESCUCHAR A DIOS
EN LA VIDA MISMA

Recapitulación

"Si no os hacéis como los niños...no entraréis en el


Reino de los Cielos." En la conferencia de esta mañana
nuestras reflexiones llegaron a una cierta conclusión Ser una
manifestación
que nos brinda una interpretación profunda y univer­
original de
sal de aquellas palabras y mandato de lesús: Si no se Dios
hacen semejantes a los niños, si no son una manifesta­
ción original de Dios, no podrán entrar en el Reino de
los Cielos; no entrarán en absoluto, o bien no de la
manera adecuada.

Vivir en la cercanía de Dios

¿Qué hacer para cumplir lo que el Señor nos pide?


Vivir permanentemente en la cercanía de Dios. Sere­
mos un sursum corda viviente para nuestro medio
sólo si vivimos siempre en la cercanía de Dios. Hoy por Vivir
la mañana recordábamos que debido a la estructura siempre en
original de nuestra comunidad dependemos mucho la cercanía
más que otros -por ejemplo, las órdenes y congregacio­ de Dios
nes de clausura- de nuestros muros interiores. En efec­
to, necesitamos remplazar los muros conventuales por
aquellos interiores de una continua vida en la cercanía
de Dios. Permítanme resumir en un sólo principio la
estructura de su comunidad, pero por favor, les pido
que me entiendan bien. Ese principio es: "Vínculos
obligatorios sólo los necesarios, libertad toda la posible
y por encima de todo cultivo del espíritu."

129
Sopesen las palabras de este principio. No deben
desechar ni silenciar ninguna de ellas. Las primeras tie­
nen un dejo agradable:

Vínculos obligatorios sólo los necesarios

Esta parte del principio expuesto presenta dos


acentuaciones: "Vínculos obligatorios sólo los necesa­
rios"; pero también: "Vínculos obligatorios sólo los ne­
cesarios".
En razón del pecado original, el hombre necesita
vínculos hacia abajo. Una comunidad, de la cual decía­
mos ayer que es "pecado original concentrado", nece­
Necesitamos sita a fortiori vínculos hacia abajo. Observen la vida
vínculos cotidiana...¿Conocen alguna comunidad, aunque sea
obligatorios
sólo una de trabajo, que pueda existir sin esos vínculos
hacia abajo? Necesitamos vínculos obligatorios, tam­
bién a nivel comunitario; lo consideramos a priori
como algo evidente.
Tal como ya lo destacábamos ayer, "la comunidad
es pecado original concentrado, pero también gracia
Pecado concentrada". Vean todo lo positivo que se despierta
original y en la comunidad en virtud de la interacción de sus
gracia con­ miembros. Es muy difícil captar cabalmente estos pro­
centrados
cesos vitales. Por ahora recordemos nuevamente el
principio: "Vínculos obligatorios sólo los necesarios",
debido a la naturaleza afectada por el pecado original;
y sólo los necesarios, en razón de las grandes tareas y
trabajos que tenemos en común.
Hasta aquí les he presentado las tres razones por
las cuales los vínculos obligatorios son necesarios.
Naturalmente, vínculos obligatorios sólo los nece­
sarios. Nosotros no tenemos los severos vínculos obli­
gatorios de las órdenes religiosas. ¿Cuál es la diferen­
cia entre vínculos obligatorios de los religiosos y los
nuestros? Aquí pasamos a la segunda parte del princi­
pio arriba enunciado:

130
Libertad, toda la posible

Queremos tener libertades más amplias. Hoy por


la mañana decíamos que la tendencia hacia una mayor
libertad que se aprecia en la Iglesia de hoy, ha sido evi­
dentemente inspirada por el Espíritu Santo; de otra
manera no surgirían tantas comunidades que buscan
abrirse camino en esa dirección.

Por encima de todo cultivo del espíritu

Cuanto menos vínculos obligatorios hacia abajo y


mayor la libertad para el individuo y la comunidad,
tanto más fuerte debe ser el cultivo del espíritu. Cierta­
mente, si ustedes le tienen cariño a su comunidad,
mantendrán las libertades prescriptas en sus estatutos;
porque detrás de ellas también está Dios. Pero protejan
y valoren asimismo su Instituto educándose y educan­
do más a sus vocaciones en la consolidación de los
"muros interiores", para que ellos sean indestructibles
e inexpugnables. ¿Cómo hacerlo? En este punto habla­
mos de "cultivo del espíritu". Es muy importante uti­
lizar con fidelidad inconmovible los medios que nos
brinda la comunidad para el cultivo del espíritu, no
dispensarse fácilmente de la práctica de las devociones
y contribuir a que esos medios sean cada vez más esti­
mados en nuestra comunidad.

Sentido de las prácticas de devoción

Pero esto solo no basta. El sentido de las prácticas


de devoción debe reactualizarse en nuestra comuni­
dad. ¿Cuál es el sentido de toda práctica de devoción?
Vivir continuamente en y con Dios; estar perma­
nentemente en presencia de Dios en actitud de amor
y respeto. Lo que les diré en este punto quizás encierre
para ustedes algo especial y tenga una particular
acentuación en su Instituto. Naturalmente vale tam-

131
bién para los religiosos y todos los que aspiren a la san­
tidad; pero, repito, es posible que ustedes capten estos
pensamientos, en sí evidentes, con un fervor mayor,
debido precisamente a la originalidad de la estructura
de su comunidad. Les hago además una advertencia
para el área de la educación de sus vocaciones: en el
caso de ustedes, más que en el de los religiosos, hay
que poner especial énfasis en el cumplimiento de los
postulados que estamos enunciando.
Permítanme diseñarles en unos pocos trazos todo
un panorama de este vivir continuamente en la presen­
cia de Dios.
Delimitaremos en primer lugar el fundamento del
vivir en y con Dios para luego trazar lineamientos para
la vida práctica.
Fundamento de la vida en y con Dios

¿Cuál es el fundamento? Se trata de una verdad de


nuestra fe que entraña a su vez tres aspectos. Tanto yo
Real, como aquellos que me sigan deben estar convencidos
personal e
de que Dios es una realidad, de que Dios es una reali­
ineludible
dad personal y de que Dios es una realidad ineludible.
Estos pensamientos suenan enseguida muy plau­
sibles, pero no basta simplemente saberlos. Para
expresarlo en una terminología más actual, les digo
que estas verdades no deben ser sólo complejos de ver­
dades o ideas sino que deben convertirse en complejos
de valores. Luego nuestra tarea consistirá en que tales
verdades de indeclinable vigencia plasmen y confor­
men nuestra vida.
Dios es una realidad

Es importante tener presente que Dios es una rea­


lidad y no un mero fantasma o espejismo. Decimos por
ejemplo que este ambón es una realidad. Pero, ¿qué es
esta realidad frente a aquella de Dios? ¡Cuán pocos de

132
nosotros están conmovidos por la verdad de la reali­
dad de Dios! Si este fuera el Dios vivo, no saldríamos Dios sólo
de nuestro asombro. Pero Dios no es para nosotros un nos parece
Dios vivo, sino muerto, no real, una ilusión, al menos una idea
así es como la idea de Dios plasma nuestra vida.
Presentemos a Dios como el Dios vivo; ésta es pre­
cisamente la tarea de los directores espirituales y teólo­
gos. Si hubiésemos considerado más a Dios como la
gran realidad de nuestra vida, hoy estaríamos aquí más La gran
firmes y purificados interiormente. No habríamos realidad de
cometido en nuestra vida tantas tonterías. Ya la misma nuestra vida
pración infantil:
En todo lugar y todo lo que hago
Dios mi Padre me está mirando...
debería ejercer sobre nuestra vida un influjo renovador
y regenerador.
Personal

Este es un pensamiento del cual nosotros, los inte­


lectuales, hablamos fácilmente; hasta podemos hacer
una brillante exposición sobre el mismo. Pero todo se
agota en mero conocimiento. ¿Cómo vivimos y
vivenciamos a Dios? Generalmente como una idea; o si Un Dios
no como una ley general que nos compromete vaga­ abstracto
mente, una especie de extraño impulso hacia algo inde­ que nos
compromete
terminado. ¡Cuán pocos de nosotros viven plenamen­ vagamente
te a partir de la fe en un Dios personal, más aún, de un
Dios que es tres personas. Nuestra propia persona
quiere hallar un complemento en otra persona. Recor­
demos pues que Dios es personal, es tres personas, es
Trinidad.
Pensemos por ejemplo en nuestro celibato. Desta­
co este aspecto para ilustrar mejor nuestra reflexión.
¿Cuál es el sentido positivo del celibato? La entrega
indivisa de las fuerzas de nuestro amor a un Dios per-

133
Vivir a sonal- Si no teng° una vivencia de la personalidad de
partir de ^1OS como Padre o amigo, ¿creen ustedes que podría
la entrega mantener la castidad? No lo creo viable. Podré hacer
a un Dios cuantas mortificaciones quiera: todo será luchar contra
personal molinos de viento. Tenemos que percibir y visualizar
las relaciones internas de las cosas. Debo vivir a partir
de la entrega a un Dios personal.
Ineludible

Este es otro punto sobre el cual hay que trabajar


mucho hasta que las verdades de la fe se hagan "carne
y hueso" en nosotros. Meditemos las distintas formas
de la presencia divina. La teología nos dice que son
tres:
Omnipresencia divina

Dios está en todas partes per essentiam, scientiam


et potentiam (por esencia, por conocimiento y por po­
tencia). Reflexionemos sobre lo que significa que Dios
esté en todas partes, no sólo en virtud de su esencia,
Di°s sjno también de su saber y poder. Vaya adonde vaya,
opera p)ios estará allí. El está obrando en cada acción: no po-
Sie^rá dría mover las manos ni hablar si El no estuviese ac­
tuando en esos movimientos y acciones. En todo mo­
mento Dios está operando en mí con amor y bondad.
Esto me lo dice ya la filosofía cristiana, y con más razón
-■ una sana teología católica.
Praesentia supernaturalis

¿Qué significan estos términos? Dios está actúan^


do de modo sobrenatural en el alma del hombre en
gracia. Recordemos en este punto lo que hayamos leí­
do sobre la inhabitación divina1. Dios, como Dios reve­

1. Cf. Entre otros pasajes de la mística cristiana, Cf. Santa Teresa


de Avila, "Camino de Perfección", en: Obra Completa, op.

134
lado, está vivo y obi¿a en nosotros sumergiendo miste­
riosamente al alma en su propia vida intertrinitaria. Se
trata nuevamente de un modo de la presencia divina.
Nos resulta evidente entonces que Dios ponga su
omnipotencia al servicio de su amor. El amor impulsa
a una presencia continua* 2. La presencia de Dios se
manifiesta también de una tercera manera: Praesentia
sacramentalis.
El fundamento para lograr la meta de la infancia
espiritual es este continuo y respetuoso andar y estar
en presencia de Dios; un caminar que se hace en actitud
de amor y de respeto. Quien quiera incorporar a su
vida religiosa verdades primordiales, tiene que medi- Avanzar
tar una y otra vez esas tres realidades: Dios es real, es hacia lo
persona y es ineludible. En la educación de nuestros central,
estudiantes tenemos que subrayar siempre las verda- hacia D10S
des centrales. No podemos estancarnos en lo periférico.
Quantum potes, tantum aude (Arriesga cuanto pue­
das), vale decir, enseñémosles esas verdades centrales
en la plena medida de la apertura que ellos manifiesten

cit, pág. 458: "Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues
claro está que adonde está el rey, allí -dicen- está la corte; en Donde está
fin, que adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer _el Rey, está
que adonde está Su Majestad está toda la gloria. Pues mirad la corte
que dice San Agustín que le buscaba en muchas partes y que
le vino a hallar dentro de sí mismo (Confes., lib. X, c. XXVII).
¿Pensáis que importa poco para un alma derramada
entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar
con su Padre Eterno ir al cielo ni para regalarse con El, ni ha
menester hablar a voces? Aunque hable muy en voz baja,
está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a
buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no
extrañarse de tan buen huésped".
2. Cf. San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, canción XI: "Mira
que la dolencia/ de amor, que no se cura/ sino con la
presencia y la figura". Cf. el amplio comentario juancrucista
a este cantar en: Juan de la Cruz, Obras Completas, BAC, 9.
ed., Madrid, 1975, pág.731.

135
Todo lo hacia las mismas. Hoy todo lo periférico se derrumba;
periférico se nuestra época exige que avancemos hacia lo central,
derrumba hacia Dios, mucho más rápida y fuertemente que anta­
ño, en tiempos de nuestra juventud.

Lineamientos basados en este fundamento:


Trato continuo y amoroso con Dios
Pasemos ahora a una cuestión concreta: ¿Cómo
conformar una vida sencilla en y con Dios basada en
este fundamento? En primer lugar les daré una res­
puesta más bien popular, que podrán ofrecer también
a sus educandos y a todos aquellos frente a los cuales
tengan una responsabilidad pedagógica. Permítanme
Volverme subrayarles así lo siguiente: Dios tiene mucho trato
hacia El conmigo, El está actuando en mí amorosamente, por lo
tanto resulta evidente -y un verdadero deber de corte­
sía-, que yo me vuelva hacia El. El me sale al encuentro
' continuamente con su ser, su amor y su actividad
Ese trato bondadosa. De ahí que mi alma debería estar, como el
sencillo girasol, orientada permanentemente hacia su sol, Dios,
con Dios Quizás nuestros padres y abuelos hayan cultivado, sin
mucha retórica, ese sencillo trato con Dios. Aprenda­
mos de ellos; aprendamos ese trato con Dios más en la
vida y de la vida, de la gente sencilla, que de los libros
de ascética. Es un proceso vital simple, pero, claro, al
analizarlo ofrece una cierta complejidad. Lo que paso
a analizar deben entonces considerarlo en la vida coti­
diana como un solo y gran proceso vital.
Este proceso puede ser apreciado desde tres ángu­
los distintos. Al observar cómo un hombre sencillo y
En un sólo honesto trata con Dios, constato lo siguiente: en primer
proceso lugar, mira con frecuencia a Dios a la luz de la fe; en
vital segundo lugar, habla a menudo y fervorosamente con
Dios; y, por último, realiza por amor a Dios muchos
sacrificios. No olviden que todas estas facetas confor­
man un solo proceso vital...Quizás en una oportunidad
se acentúe una de ellas, y en otra, otra. Este polifacético

136
trato de Dios brota espontáneamente de ese fundamen­
to del cual hablábamos más arriba. Meditemos estas
cosas para hacerlas realidad en nuestra vida.

Mirar con frecuencia a Dios 3

Con el mero pensar frecuentemente en Dios es


muy poco lo que se logra. Desde el punto de vista
psicológico, no deben llamarse a engaño: un complejo
de ideas, y también Dios, como complejo de ideas, no
significa mucho si al mismo tiempo no se convierte en
un complejo de valores. Para cumplir con este postula­
Contemplarlo
do y prevenir un cierto automatismo, prefiero decir: a la luz de
"Hay que contemplar a Dios con frecuencia, y a la luz la fe
de la fe." El proceso vital de la fe no sólo se adentra en
el entendimiento, sino también en la voluntad.
¿Qué significa a la luz de la fe? Pueden considerar
a la fe como una participación en la manera de conocer
de la Sma.Trinidad. Esta es una definición simple de lo
que es fe. En tiempos de Pío X, de feliz memoria, se
reunió una comisión de teólogos alemanes. Su Santi­
dad les había dado una conferencia sobre la "Visión de Participación
en la visión
la vida y del mundo que tiene Dios", vale decir, sobre de Dios
la fe católica. La fe católica es la visión que Dios tiene
de la vida y del mundo...mediten esta formulación.
¿Qué es nuestra fe? Es una participación en la visión de
Dios. Puedo y debo contemplar el mundo tal como
Dios lo contempla. Y agreguemos que no se trata de un

3. Cf. Santa Teresa de Avila, "Vida", VIII, 5: "Orar no es otra


cosa que tratar de amistad, estando muchas veces tratando a
solas con quien sabemos nos ama". Y "Camino de
Perfección", XXVI, 3: "No os pido más de que le
miréis...mirad que no está aguardando otra cosa sino que le
miremos". Ambas citas en Obra Completa, op. cit., págs. 52
y 451 respectivamente.

137
dios de la naturaleza, sino del Dios Trino y revelado. La
fe sobrenatural es pues una participación analógica en
la manera sobrenatural de conocer propia de Dios.
Continuemos repasando un poco más de teología.
Les propongo dos reflexiones complementarias: a la fe
podemos concebirla como gratia Dei externa y gratia
Dei interna.

Gratia Dei externa

¿Cómo llega la gracia de Dios externa hacia noso­


tros? La lectura de la Carta a los Romanos4 nos brinda
Trajo las una idea de cómo el Señor trajo del cielo las verdades
verdades de la fe y las sembró en el campo de la Iglesia. Dios
desde el sigue dando esas semillas. La fe no es ante todo semi­
cielo lla que procede del interior del alma y se gesta y germi­
na allí. No; la fe es es un bien en sí mismo, acabado, que
ha sido confiado a la Iglesia. Jesús eligió a sus discípu­
La semilla los, a sus enviados, los sacerdotes y obispos, para que
proviene
de afuera
reciban el don de la fe y lo transmitan. De allí que
hablemos de gratia Dei externa. En este sentido es ne­
cesario que la semilla de la fe sea depositada en noso­
tros desde afuera y de una manera auténtica. Nosotros
somos misioneros, elegidos por Dios: nuestra labor es
ir hacia otros países y transmitir allí a los no cristianos
la gratia Dei externa. Esta gracia ha descendido tam­
bién a nosotros en abundancia. Pensemos en nuestros
maestros y profesores; y en los libros de religión; ¡qué
hubiese sido de nosotros sin esos medios! Fue necesa­
Se necesitaba
un mensajero rio que hubiese alguien, un mensajero de Dios, que nos
de Dios saliese al encuentro y nos transmitiese objetivamente
las verdades de la fe. Pero esto solo no basta. Para que
haya fe es necesaria también la gratia Dei interna.

4. Cf. Rm 10,17

138
Gratia Dei interna

Detengámonos un poco en este punto. Santo To­


más llamaba a esta gracia divina interna lumen
propheticum (luz profética)5. No me explayaré ahora
en un análisis dogmático del tema; reflexionemos más
bien sobre nuestras propias vivencias. La gracia de
Dios externa ha descendido a granel sobre nosotros,
por ejemplo en los ejercicios espirituales. Pero a veces
ocurre que escuchamos la palabra de Dios y sin embar­
go ella no conmueve nuestro corazón. ¿Qué hace falta El debe
para que la palabra exterior se convierta en palabra encender la
interior? Un lumen propheticum, una adecuada luz luz profética
en mi alma
profética; el Espíritu de Dios debe encender una luz en
mi alma. Debemos contemplar el mundo de Dios a la
luz de la fe. Les recuerdo que ese lumen propheticum
puede ser implorado, luchado y conquistado a costa
de sacrificios. Está bien que estudiemos con dedica­
ción; pero si no ofrecemos sacrificios llevados por un
hondo amor a Dios, si no somos al mismo tiempo
maestros de la oración, entonces no podremos transmi­
tirles a los que nos siguen esa gracia divina interna.
En estos ejercicios escuchamos con cierto interés
estas verdades de la fe, motivados al menos por las
nuevas formulaciones en que están vertidas. No obs­
tante, a menudo es muy poco el entusiasmo que des­
piertan en nuestro corazón. ¿Por qué sucede así? Por­ Sacrificios
que falta la gracia divina interna. ¿Y esto a qué se debe? y oración
A que rezamos muy poco y ofrecemos muy pocos sa­ en un
crificios. De ahí que todo movimiento apostólico deba movimiento
estar respaldado por un movimiento de sacrificios, de apostólico
oración. No olviden esta reflexión cuando estén afuera
en el trabajo. Naturalmente, para el trabajo hace falta

5. Cf. Santo Tomás de Apiro, Summa Theologica, I-II q. 109,


al.

139
muchos medios materiales; hay que procurarlos sin
angustiarse6; Dios así lo quiere. Pero no olviden que un
movimiento apostólico tiene que ser también un movi­
miento de sacrificios. Tenemos que estar respaldados
por un ejército de personas que ofrezcan sacrificios,
para que así nuestros sacerdotes allá afuera puedan
transmitir a los suyos la gracia divina interna.
Apliquemos ahora estas ideas a nuestro caso. De-
cíamos que tenemos que contemplar a Dios a la luz de
la fe. ¿Cómo y dónde hacerlo? Hay que contemplarlo
¿Cómo y en sí mismo y allí donde El nos salga al encuentro,
dónde ¿Dónde está Dios? En el corazón del hombre en gracia;
contemplar aqj contemplaremos a la luz resplandeciente de la fe.
a Dios? Arrjbamos as¡ a ]a iey ¿ei hacer transparente todo lo
. .., - creado. En virtud de la luz de la fe podemos mirar a
, ■; través del hombre como a través de un cristal, y vis-
\ lumbrar en su corazón al Dios Trino. A la luz de la fe
percibimos a Cristo en el tabernáculo y contemplamos
’ su presencia. Sólo la luz de la fe da calor y claridad;
con el puro pensar mecánico no se alcanza la meta.
Preguntemos a nuestros padres y abuelos, o a
otras personas sencillas que aspiren a la santidad, cómo
realizan esta simple y frecuente contemplación de Dios.
¿Qué nos responderán? Que lo contemplan en sus ac-
Contemplar ciones. He aquí la fe simple en la Divina Providencia
a Dios en que tiene nuestro pueblo. Para el que cree con sencillez
sus acciones en |a Providencia, todo lo que percibe es un regalo de
amor y un pedido de amor del Dios eterno, bondado­
so e infinito. Quizás la formulación correcta sea: Todo
acontecimiento en y en torno de nosotros debe ser
visto a la luz de la fe como un regalo y un pedido de
amor por parte del Padre del Cielo. ¿No les parece que
éste pueblo nuestro, esta gente sencilla que nos rodea,
vive de la fe?

6. Mt 6,25-34

140
Meditemos los golpes que nos deparó el destino.
Un saludo
Hallaremos que para la gente sencilla esos momentos de Dios
de crisis son el mejor medio para ejercitar el espíritu de
fe. En las adversidades de la vida los hombres senci­
llos perciben un saludo de Dios que invita a la res­
puesta. Dios me saluda y pide que yo conteste ese sa­
ludo. La fe en la Divina Providencia enseña que nada
es casual, que todo proviene de Dios. La fe en la Divi­
na Providencia dice que Dios es Padre, que Dios es
bueno y bueno es todo lo que El hace, aún aquello que
repugne a nuestra naturaleza. La gente de nuestro pue­
blo considera y trata a esos golpes de la vida como
"cambios de vías": Un tren rápido corre veloz por los
campos, pero sorpresivamente hay un cambio de vías,
¿quién realizó la maniobra? Dios. En el tren se produ­
ce un alboroto, se registran heridos y contusos, pero to­ Cambios
de vía
dos salvan sus vidas. Así hay que aprender a valorar
los grandes reveses que la vida trae aparejados, tanto
en el ámbito comunitario como familiar. Un hombre
sencillo ve detrás de todo al Padre del Cielo. Dios es Pa­
dre, Dios es bueno, bueno es todo lo que El hace.
Valdría la pena que contemplásemos nuestro pa­
sado a esta luz. ¿Acaso los períodos de crisis no fueron
también tiempos de bendiciones? Si medito esos mo­
mentos y descubro en ellos la mano de Dios, entonces
enfrentaré el futuro con mayor serenidad; pensaré en el La mano
futuro de la familia sin preocupación. Yo sé que detrás paternal
de todo el acontecer mundial está la mano paternal de de Dios
Dios que sostiene todo. Consideren a esta luz la sostiene
situación general de hoy o bien la de aquellos países todo
donde iremos a misionar. Todo parece estar a punto de
derrumbarse y sólo quien sea un niño podrá mantener
su aplomo y serenidad. Dios es Padre, E)ios es bueno,
bueno es todo lo que El hace. La manera más efectiva
de abordar la actualidad es medir todo según el patrón
de Dios y descubrir la mano de padre, bondadosa y a-
morosa, que está detrás de toda crisis, de todo suceso.

141
Contemplemos frecuentemente a Dios a la luz de
la fe. Quizás uno u otro me pregunten: ¿Con cuánta
frecuencia? Les doy primero una respuesta general
que luego iré perfilando con mayor precisión: quantum
potes, tantum aude. Contempla a Dios a la luz de la fe
con la frecuencia que te sugiera la medida de tu fe y de
tu amor. En este punto, los educadores deben evitar el
automatismo en la relación con Dios. No me parece
prudente decir desde un principio: hay que pensar en
Dios cada hora, cada media hora o cada cuarto de hora.
No aconsejo esas recetas que se encuentran en la mayo­
ría de los libros de ascética. La experiencia me ha
enseñado que cuando se procede mecánicamente en
este campo, al final se acaba arrojando todo por la bor­
da. Si las prácticas de devoción no están comportadas
ni fecundadas por el amor, se convierten en fríos
automatismos que no duran mucho. Lo que no ha
cuajado en nuestro interior, finalmente lo hacemos a un
lado. Quantum potes, tantum aude.

Hablar frecuentemente con Dios

Esforcémonos, en segundo lugar, en hablar a me­


nudo con Dios. Les confieso que esto es para nosotros,
los varones, lo más importante. Hemos sido educados
para descubrir con rapidez el obrar de Dios detrás de
Encender un acontecimiento y tener plena claridad teórica sobre
nuestro
fervor
la dimensión divina de una cierta acción; hasta sabe­
mos pronunciar un discurso sobre el asunto. Pero sen­
timos que no es el pensar religiosamente lo que encien­
de nuestro fervor, sino el amar religiosamente 7. Dios
quiere ese amor religioso; y tal amor debe traducirse en

7. "Para aprovechar mucho en este camino y subir a las


moradas más íntimas, no está la cosa en pensar mucho, sino
en amar mucho". "Moradas” 4,1,7, en: Obra Completa, op.
cit., pág.560.

142
nosotros, los varones, en diálogo sencillo con EL Dios
me habla, y por eso yo le respondo con sencillez.

¿Cómo debe ser el diálogo con Dios?

Pensemos en las jaculatorias; no hace falta


jaculatorias "patentadas" y dotadas de tales o cuales
indulgencias8. Con el Padre del Cielo hay que conver­
sar con originalidad y autenticidad. Esa es una de las Autenticidad
claves de la genuina infancia espiritual. Lo importante
no es que se repita una determinada jaculatoria sino
que ella sea expresión de nuestra actitud dialogante
para con Dios. Hoy somos muy superficiales y
mecánicos en nuestro trato con Dios; de ahí que nunca
será excesivo el acento que pongamos en tomar con­
ciencia de que hay que hablar con Dios de manera ori­
ginal y auténtica, cada uno con sus propias palabras.
También podemos desahogar nuestro enojo en la con­ Podemos
versación con Dios, manteniendo siempre una actitud desahogar
de respeto. Ojalá volviésemos a aprender a ha­ nuestro
enojo
cerlo...Eso es infancia espiritual. Así nuestra religiosi­
dad irá despertando y creciendo quizás lenta, quizás
rápidamente, pero, sea como fuere, se revitalizará. Sin
embargo tenemos la triste experiencia que tuvieron
tantas personas que aspiran a la santidad: en nuestra
juventud pasamos por un tiempo de "primavera"; ¡lo
que no habremos hecho por entonces! No era orgánico,
no era sano. Por eso cuando fuimos madurando aban­ Dialogar
donamos esas cosas. Escarmentamos y nos hicimos re­ con sencillez
celosos: probamos lo que decían los libros y ahora ya
no hacemos nada. Por eso con mayor razón deberíamos
aprender a dialogar con sencillez y autenticidad con

8. Fiel a su visión orgánica de la realidad, el P.Kentenich nos


recuerda que en este campo de las jaculatorias dotadas de
indulgencias, lo importante y primordial es que dichas
oraciones sean instrumento y medio para el cultivo del
contacto y diálogo con Dios.

143
Dios, tal como lo hacen nuestros padres y abuelos.
Ellos no sabían tantas teorías, pero el Espíritu de Dios
estaba allí. Hablemos a menudo con Dios; pero no con
la boca -cada uno es libre de hacerlo- sino <x>n el cora­
zón.
¿Con qué frecuencia debo hablar con Dios? Aho­
ra puedo darles una respuesta que a su vez,
adecuándola al caso concreto, puede aplicarse al tema
del "mirar a Dios" tratado más arriba. Desde el punto
de vista psicológico me parece muy importante hallar
en esta área el correcto punto de enlace. Cuando que­
remos hablar con Dios, ¿cómo hacerlo? Les ofrezco dos
respuestas:
Prácticas de devoción: "Escuela de amor"

¿Qué es una escuela de amor? El corazón debe


arder de amor en ese tiempo dedicado a las prácticas
de devoción. Esta es otra razón por la cual no debemos
dispensarnos tan fácilmente de la realización de esas
prácticas. Si logramos asumirlas como una escuela de
Un trato amor, algo de esa calidez se irradiará sobre nuestra
cálido con vida cotidiana. ¿No fue éste el caso de Moisés? Noso­
Dios tros, en un plano inferior, experimentaremos algo simi­
lar a lo que aconteciese a aquel varón de Dios. Moisés
habló con Dios y luego su rostro se tornó resplande­
ciente 9. También nuestra alma resplandece con la luz
que le presta el trato luminoso y cálido con Dios en esas
horas de oración y cumplimiento de las prácticas de de­
voción.
Vale la pena que en este punto hagamos una revi­
sión de vida. Preguntémonos qué hacer para que la
celebración de la misa, el rezo de la Liturgia de las
Horas, la lectura espiritual, etc. se conviertan en una
escuela de amor. Pongamos énfasis en ello, porque es
un tema que nos concierne especialmente. En efecto,

9. Cf. Ex 34,29-35

144
nuestro ideal es la infancia espiritual sencilla, y por eso
tenemos que llegar lo más rápidamente posible a la
motivación del amor.
Lo más importante es no tomar atajos; aprendan
de los santos. Recién cuando se supieron amados ex­
traordinariamente por Dios, comenzaron a transitar las
sendas de la santidad heroica. Por eso yo también en
mi vida religiosa tengo que poner mucho énfasis en la Nadar en
meditación de las misericordias de Dios, "nadar" en las las mise­
misericordias de Dios, repasar gota a gota todo ese mar ricordias
de misericordias divinas. Mi ocupación favorita será de Dios
exclamar siempre: "¡Cuánto me amas, Dios mío! ¡Me
amas como a las niñas de tus ojos!" No repitamos me­
cánicamente las oraciones que nos presenta la liturgia,
sino hagámoslas nuestras como expresión viva de
nuestra propia experiencia de vida.
Un ejercicio interesante sería que durante la medi­
tación posvivenciemos y vivenciemos lo bueno que
Dios nos ha regalado ayer y anteayer. O bien cuando
tengan el libro de la historia de su comunidad y quie­
ran sentirse plenamente hijos de ella, repasen esa his­
toria y constaten y prueben cómo la mano de Dios es­
tuvo paternalmente sobre ella cuando parecía precipi­
tarse al abismo y haber llegado a su fin. Nuestro ali­
mento debería ser en realidad rastrear los caminos del Rastrear el
amor de Dios en nuestra propia vida y en la vida de la amor de
Dios
comunidad y de la Iglesia. Eso es lo que hace la gente
sencilla. El punto de enlace es pues aprender a dialogar
con Dios en los tiempos de las prácticas de devoción, y
así se irradiará espontáneamente un haz de luz sobre la
vida cotidiana, sin que uno tenga que esforzarse mu­
cho para que ocurra así.
Momentos oportunos

En segundo lugar me parece que cada uno de no­


sotros, respetando su propia originalidad, debería in­
geniarse para disponer de esos momentos en los cuales

145
detecta un impulso más fuerte al trato con Dios. Suele
suceder a menudo que unos prefieran las horas de la
tarde o del anochecer. Algunos novicios quizás les di­
Cuando gan: "¡Qué lástima que la hora de acostarse sea tan es­
quiero rezar tricta! En esos momentos yo siento un deseo especial de
arrodillarme y rezar". Dejando ahora de lado el caso
del noviciado, les aconsejo que aprovechen esos mo­
mentos en los que Dios aparentemente quiere tener
consigo al alma. Esos anhelos son señal de la actividad
de Dios en nosotros. Hay casos en los que la persona se
siente más motivada para el trato con Dios en las horas
de la mañana. Pero es cierto que los que tienen un tra­
bajo más intenso suelen sentirse bastante fatigados por
las mañanas. Hay que ser sincero en estos temas y es­
tudiar, a la luz de nuestra experiencia concreta, cuáles
son los momentos del día cuando nos sentimos más
impulsados a dialogar con Dios.
La experiencia señala que la persona religiosa sien­
te el mayor impulso a refugiarse en Dios cuando so­
brevienen la cruz y los padecimientos. Compruébenlo
ustedes mismos. Y esto es importante por dos razones:
En primer lugar para comprender por qué el divi­
no viñador nos poda tan reciamente 10. Y en segundo
Dios se lugar, Dios se "hace notar", llama a nuestra puerta a
hace notar través de la cruz y del dolor, precisamente para que no
a través de perdamos de vista los caminos que llevan hacia El.
la cruz
Si tenemos claridad en este tema, ¿cuál será nues­
tra primera respuesta cuando sobrevengan la cruz y el
dolor? Pasa mucho tiempo hasta que aprendemos a
decir: "Dios mío, ¿qué nuevos regalos de amor quieres
hacerme?". Por lo común nuestra respuesta es: "Pero,
Señor, ¿yo qué te hice?"; estas no son las palabras de un
niño. Un niño auténtico debería ver siempre el amor
detrás de la cruz y el dolor; aun cuando estos debiesen

10. Cf. Jn 15, Is.

146
ser entendidos como un castigo. La primer moción de
nuestros afectos debería ser siempre: "¿Qué nueva mi­
sericordia es ésta, Dios mío, qué quieres Tú hacer
conmigo?". Y habría que decirle también: "¡Gracias,
Señor, de todo corazón!". También cuando no sepamos
por qué se nos envía cruz y dolor, nuestro comentario
debería ser: "Yo sé que todo esto sucede por amor".
No aspiremos a volar por sabe Dios cuán sublimes
regiones celestes; y menos nosotros, que luchamos en
medio de la vida cotidiana. Tenemos que ejercitarnos
en un caminar activo en y con Dios, vale decir, escu­
char a Dios que nos habla en la vida. ¿Acaso no debe­
mos estar bien plantados en la vida? No podemos vivir
en continuo repliegue, agregando aquí una hora más
de adoración del Santísimo y allá otra hora más a la
meditación, etc. No; así no puede ser.
Detectemos los golpes que Dios da a nuestra puer­
ta en medio de la vida cotidiana. Dios llama a mi puer­
ta en la vida de todos los días. Creo que hay muchas
personas, también entre ustedes, que llegarían a ser
santos mucho más rápidamente en la vida cotidiana Dios llama
que en un monasterio de adoración perpetua. Estar en a mi puerta
permanente adoración puede sumirnos en la laxitud.
Nosotros adoramos la voluntad de Dios en la vida dia­
ria y por lo tanto formamos parte de la adoración per­
petua. A través de su unión con la vid^, el apóstol re­
cibe un fuerte estímulo para desplegar su vuelo hacia
Dios; y eso es parte de su vocación misionera.
Estas son cosas muy simples, pero que entrañan
un hondo significado. En nuestro caminar en y con
Dios hay que mantener "los muros conventuales"; de
lo contrario, al final de nuestra vida sufriremos una
gran desilusión. No piensen que se ingresa a la comu­
nidad para pasar una vida cómoda. Su comunidad no
tiene votos al estilo tradicional, pero no tomó esa op­
ción para llevar una vida más confortable; de ser así no

147
Recorro durará mucho. Toda comunidad religiosa debe ser por­
el camino tadora de los principios de la santidad. Si no ocurre así,
hacia la si no puede alumbrar santos, ¿qué hombre noble
santidad consagrará su vida a una comunidad tal? La consigna
es la generosidad. Soy libre, y porque soy libre, recorre­
ré con mayor empeño y constancia el camino hacia la
santidad.
Reparemos en otros momentos donde Dios llama
a nuestra puerta suscitando en nosotros el impulso a
remontarnos hacia El. Suele suceder a las personas de
particular nobleza espiritual, que cuando una alegría
embarga sus corazones se sienten elevadas rau­
damente hacia Dios. Según mi manera de ver, nosotros,
hijos de nuestro tiempo, somos terriblemente "proleta­
rios" en esta área: nos parece evidente que Dios nos dé
alegrías; ¡es una lástima! Un temperamento noble tiene
siempre un "¡Gracias, Señor!" a flor de labios. Les
propongo esta consigna: "Acabar con las 'evidencias'".
En efecto, no es "obvio" que su comunidad pueda estar
tranquilamente instalada en este país, mientras otras
comunidades en los países vecinos están sometidas a
tantas presiones. No es obvio que tengan aquí una casa
tan hermosa. Pregúntense si han agradecido
personalmente a Dios por tantos regalos. En este
campo de la gratitud solemos ser hombres masa. Hay
que mantener y cumplir el siguiente principio: "Cada
miembro debe considerar a la comunidad como
fundada por él mismo"; por lo tanto toda pequeñez, y
también todo lo noble y bueno que Dios le regale, debe
ser motivo de mi gratitud personal. He aquí un medio
que utiliza la gente sencilla para estar permanentemen­
te en unión con Dios. Esa gente no sabe mucho, pero
vive mucho.
El punto clave de nuestra ascética es dejarse im­
pulsar hacia Dios por la vida, y no sólo por los libros.
Los libros ya no nos motivan en la misma medida en
que solían hacerlo antaño. Si no probamos primero en
la vida lo que sabemos, los libros no nos ayudarán

148
mucho. Por eso aquel que esté siempre en medio de la
vida y sepa aprovechar sus prácticas de devoción qui­
zás logre una más fuerte relación de amor con Dios que No sólo por
un maestro de novicios. No olviden que conocimientos los libros
religiosos no significan ya santidad; santidad es amor
religioso. Y para alcanzar esta meta no hace falta estar
todo el día husmeando en los libros. No quiero decir
nada en contra del hábito de lectura, sino sólo subrayar
lo siguiente: Dios nos da hoy la vida para que constru­
yamos nuestros "muros conventuales". Busquemos
una ascética que nos brinde la posibilidad de llegar a
ser santos. La comunidad debe alumbrar santos, de lo
contrario, si somos hombres de nobleza interior no nos
quedaremos en ella.
En la actualidad están surgiendo muchas comuni­
dades nuevas. Si tienen oportunidad de ayudar con su
consejo en estas fundaciones, procuren que en ellas se
fijen principios claros de santidad. Si no ocurre así, no
presten su colaboración, porque ¿qué harían las
personas nobles en una comunidad tal? No pueden
ingresar a una comunidad así, no es posible.
Les repito que busquen los puntos de contacto
para cultivar el diálogo sencillo, simple y permanente
con Dios. ¿Cuáles son estos puntos? En primer lugar
las oraciones de todos los días; en segundo lugar, algu­
nos momentos especiales de oración que cada uno de­
termina. Si no me equivoco, me parece que la mayoría
de nosotros aprovecha mejor este último tipo de tiem­
pos que los primeros. La meditación de las cosas que
nos va presentando la vida puede ser a veces más efi­
caz para ponernos y permanecer en la presencia de
Dios que los tiempos ordinarios de oración. Aparente­ Cuanto
mente Dios nos exige una santidad activa. No logra­ más luchas,
mos nada con quedarnos sentados en un rincón y en­ mejor
tregarnos a nuestras fantasías. Cuanto más se nos arro­
je a la vida, cuanto más luchas nos envíe el Señor, tan­
to mejor. De ahí que una vida de apóstol llena de acti­
vidades y fatigas pueda convertirse en un gran sursum

149
corda. Teniendo en cuenta los diferentes matices, una
vida así puede contribuir a alcanzar más rápidamente
Dejarse la santidad que aquella otra, sedentaria y tranquila, de
conducir un director espiritual. Pero cuidado con engañarse a
por Dios uno mismo; dejémonos conducir por Dios, cumplamos
las tareas a medida que El vaya enviándolas.
En resumen, todos estamos de acuerdo en una as­
piración común: cultivar un íntimo trato de amor con
Dios; trato que a su vez constituye nuestros muros
conventuales.
Decíamos que si queremos tratar frecuentemente
con Dios tenemos que buscar los puntos de contacto
necesarios. Y en este campo se nos plantea una nueva
pregunta: ¿Cómo aprovechar esos puntos de contacto?
Les daré una respuesta lo más sencilla posible: en
primer lugar deberíamos profundizar ese diálogo de
desahogo con Dios; en segundo lugar, simplificarlo y,
por último, multiplicarlo. De esta manera tienen ante sí
toda una labor de profundización e interiorización.
¿Cómo resolverla en la práctica?

Profundizar

Aprendamos a valorar lo personal; eduquémonos


en una buena valoración de los momentos de oración
personal. Ustedes pueden hacerlo con facilidad, ya que
tienen pocos momentos de oración comunitaria. Tam­
bién en esos ratos en que están juntos en la capilla, cada
uno puede rezar con plena libertad, ya que las oracio­
Un fuerte
nes comunitarias están reducidas a un mínimo. Les
impulso al
diálogo aconsejo -y yo mismo tomo este consejo- aprovechar
con fervor esos momentos y ratos en los cuales senti­
mos un fuerte impulso de dialogar con Dios. En esas
oportunidades, dejen con gusto las otras actividades; si
el alma está motivada, entonces démosle cauce a su
anhelo, haciendo más íntimo el trato con Dios y que­
dándonos más tiempo en oración.

150
Simplificar

Hay que simplificar constantemente esos afectos.


Nosotros tenemos que hacer especial hincapié en este
proceso de simplificación.
Vale la pena detenerse a examinar cuántos de no­
sotros cumplimos con la meditación pero, paradójica­
mente, tenemos la sensación de que en el fondo no la
estamos haciendo bien. ¿Por qué? Porque arrastramos
todo un fardo de formalismos que entorpece nuestras Simplificar
prácticas de devoción. No se dejen obstaculizar por los los afectos
formalismos. La mejor meditación puede ser, por ejem­
plo, la oración del corazón n, que posee un valor mayor
que la meditación planeada y desarrollada formal y
metódicamente. No hay que hacer del método un fin;
él es sólo un medio para alcanzar un determinado fin.
Si el método no surte el efecto deseado, lo dejamos de
lado.
Lo más importante es estar junto a Dios; seamos
por eso sencillos en nuestro trato con Dios. Felicito a
aquellos que tienen mucho contacto con niños. Al en­
señar a orar a los niños somos nosotros mismos quie­
nes aprendemos a hacerlo. Cuanto más sencillos, tanto
mejor. Verán que cuanto más madura es una persona,
tanto mayor la sencillez de su relación de amor con La sencillez
Dios. Los santos lograron hacerlo; lamentablemente de los santos
nosotros tachamos de "fuera de lo común" a ciertos
aspectos de su vida de oración y de esa manera le cerra­
mos la puerta al accionar de Dios. Los santos vivían
durante meses inmersos en un único afecto11 12, pero cu­

11. Cf. Relatos de un peregrino ruso a su padre espiritual,


Traducción de la versión francesa de María Luisa Luna.
Introducción y notas del R.P. Martín de Elizalde O.S.B.
Buenos Aires, Patria Grande, 2.ed. 1979.
12. Sobre este tema, cf. Carretto, Carlos, Cartas del desierto,
5a.ed., Buenos Aires, Paulinas, cap. 6.

151
riosamente esto no nos parece hoy correcto. Pensemos
por ejemplo en San Francisco; en la jaculatoria "Oh mi
Dios y mi todo", el Pobrecillo de Asís resumía su punto
de equilibrio, su nido y sentimiento fundamental que
lo nutría espiritualmente. Luego de esos tiempos en
que se había limitado a repetir y decantar interiormen­
te esas pocas palabras, el santo no decía que no había
realizado su meditación.
Con nuestro exagerado apego a los formalismos
terminamos ahuyentando el Espíritu de Dios. Al
principio las formas son necesarias como puntos de
apoyo; pero con el tiempo se hacen cuestionables y es
Como niño
tratar necesario replantearlas. Que cada uno elabore su pro­
con Dios pia pauta en este campo; pero manteniendo el princi­
pio: "Cuanto más auténtico, mejor". Tengo que tratar
con Dios tal como lo hace un niño con su padre, "a su
manera", aun cuando esa manera no figure en los li­
bros; quizás los libros estén escritos para otros...

Multiplicar

Por último hay que multiplicar los puntos de en­


lace. Es algo natural; pero ¿en qué medida multiplicar­
los? No me parece oportuno dar recetas en estos temas.
Sólo les recuerdo el axioma ya citado: quantum potes,
tantum aude. Creo que si utilizan los puntos de enlace
que hemos ido meditando no caerán en el automatismo
y los escrúpulos en su relación de amor con Dios.

Recapitulación

Decíamos que hay que mirar con frecuencia a


Dios, y hacerlo a la luz de la fe; contemplarlo en sí mis­
mo y en sus hechos. En segundo lugar hablamos de la
importancia de hablar a menudo con El, en actitud de
amor y a través de jaculatorias simples, sencillas. Nos
falta un tercer punto, aquel que nos recordaba el valor

152
de ofrecer a Dios sacrificios concretos. Más adelante
nos explayaremos en este tópico; por ahora les brindo
un esbozo rápido para redondear las meditaciones de
este día.

Ofrecer sacrificios a Dios


Fundament ación

La relación con Dios es una relación de amor; y si


es realmente una relación de amor, ello supone un
paulatino desprendimiento de mí mismo, ya que esa
relación de amor no es conmigo mismo sino con Dios.
El trato de amor con Dios exige paralelamente que el
orante se desprenda de sí mismo y de todo lo que no
sea Dios o esté contra Dios. Tenemos que hacer peque­ Desprenderse
ños sacrificios paca que toda nuestra vida sea un úni­ de todo lo
co y gran acto de amor; recordemos que para eso vini­ que no es
Dios
mos a la comunidad. La libertad que nos ofrece la co­
munidad nos obliga aun más a procurar medios para
alcanzar autónomamente-esa meta. En este punto quie­
ro rememorar aquellas hermosas palabras de San Igna­
cio de Loyola: "Deum quaerere et diligere in ómnibus
tum in rebus cum in hominibus" (Buscar y amar a Dios
en todo, tanto en las cosas cuanto en los hombres). Yo
busco a Dios en todo y detrás de todo y lo amo en todo.
Pero si amo a Dios, tengo que desprenderme del amor
enfermizo a mí mismo y del amor enfermizo a las
creaturas.
Queremos ser hijos del Padre del Cielo; y somos al
mismo tiempo hermanos de Jesús. Por eso somos hijos
del Padre según el modelo del Unigénito de Dios. Re­
cuerden la constelación de ideas paulinas en torno a la
realidad de ser miembros de Cristo: "Completo en mi
carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo" (Col 1,
24). Si Jesús, el Unigénito de Dios, sufrió tanto, yo
también debo sufrir y de esa manera hacer fluir hacia
el Padre del Cielo toda la fuerza de mi amor.

153
Características

¿Cómo deben ser esos sacrificios? Les trazaré sólo


algunas pinceladas, para no sobrepasar el límite de una
hora de esta conferencia. Esta acción nuestra de ofrecer
sacrificios debe ser lúcida, positiva, enérgica y seria.
Más tarde les hablaré un poco sobre cada una de estas
características.
A manera de conclusión quiero recordarles nueva­
mente que lo analizado aquí es algo mucho más senci­
llo en la vida práctica. Quizás volvamos a rescatar
elementos de nuestra infancia; lo que hacíamos en
nuestra niñez es frecuentemente mucho mejor que lo
que intentamos luego como hombres ya adultos. Hay
que retornar a lo genuino. Estoy casi seguro de que el
Espíritu de Dios ha conducido nuestra vida con mano
fuerte. Dejemos de lado lo que venimos arrastrando
quizás desde hace diez años o más y como hombres
maduros retomemos la autenticidad de la infancia
como fundamento de nuestro desarrollo. ¿No es esto
una terrible humillación para nuestra propia forma­
ción? ¡Cuántos procesos de deformación hemos pade­
cido en nuestra vida! ¿Y después? Les repito que el
proceso vital expuesto es mucho más simple en la vida
cotidiana.
Si se plantean por qué es tan escasa la relación de
amor que cultivan con Dios, pregúntense entonces cuál
de esos tres elementos 13 está faltando. La mayoría de
Grandes nosotros muchas veces deberá admitir que falla en el
sacrificios diálogo sencillo y filial con Dios o bien en la realización
de sacrificios. La experiencia nos enseña que cuando
hacemos un gran sacrificio brota en nosotros un fuer­
te impulso que nos remonta a Dios. Les digo también
que en este último punto a veces hay que ser radical.

13. Mirar a Dios, dialogar con él y ofrecerle sacrificios.

154
Dios compensa con muchos golpes de la vida los
sacrificios que no le hemos presentado voluntariamen­ Sacrificios
te. ¡Cuántos sacrificios nos impone! Si sabemos llevar­ impuestos
los con amor, todo está bien; pero si nos dejamos
invadir por la amargura caeremos en lo contrario de lo
que Dios espera de nosotros. Si no os hacéis como los
niños no entraréis en el Reino de los Cielos.
Tenemos que ser una señal original de Dios. Sabe­
mos que lo podemos y queremos hacer; sólo hay que
esforzarse con ahínco en poner en práctica’las ideas que
hemos ido elaborando e internalizando.

155
Octava Conferencia

EL RECOGIMIENTO
CONTINUO EN DIOS

Recapitulación

Para redondear la conferencia anterior quisiera re­


calcar una advertencia muy importante: Hay que ofre­
cerle sacrificios a Dios. Ya hablamos sobre el funda­
mento de estos sacrificios; ahora pasaremos a la aplica­
ción concreta.
Existen distintas maneras de hacer sacrificios: asu­
mir los que se nos impongan, hacer mortificaciones o
realizar actos de autosuperación. Utilicen la termino­
logía que quieran, pero el objeto en sí seguirá siendo
siempre el mismo.
Permítanme que les dé algunos consejos sobre el
tema.

Mortificación lúcida, orgánica 1

Ya dijimos que nuestra mortificación tiene que ser


esclarecida. En la literatura ascética se habla también
de "orgánica", en oposición a la mortificación mecáni­
ca. La ascética de hoy, con una orientación psicológica, Ennobleci­
miento de la
busca con especial ahínco romper una lanza por una naturaleza
mortificación lúcida. En la elección de las mortifi­
caciones, ella pone particular énfasis en el ennobleci­
miento de la naturaleza.
Algunos opinan que esta nueva concepción de la
mortificación es algo inconsistente y superficial. No; de
1. Cf. Fernández, Jaime, Caminos de Autoeducación, Santiago
de Chile, Ed. Schoenstatt, 1987.

157
ninguna manera. Ya que no puedo detenerme mucho
en este tema, les doy al menos un ejemplo.

El caso del melancólico

Supongamos que yo sea muy melancólico por na­


turaleza y por lo tanto tenga la tendencia a retirarme
cuando me veo invadido fuertemente por la melanco­
lía. Vale decir que tengo una predisposición a ser poco
comunitario y a amar en exceso la soledad; pero natu­
ralmente doy por sentado que esa soledad no es una
soledad llena de Dios, sino de mí mismo. Por lo demás,
¿quién no ha pasado por esos momentos?
Ahora bien, si reconozco que soy de temperamen­
to melancólico, ¿qué sacrificios haré?, ¿qué sacrificios
lúcidos u orgánicos ofreceré para ennoblecer mi natu­
raleza? A mi parecer, un verdadero miembro de su
comunidad que quiera ser auténtico y sencillo debe
saber moverse en sociedad; cada uno de nosotros debe
ser capaz de sentirse alegre en medio de la comunidad.
Sacrificio
de un Por eso me esforzaré en hacer sacrificios en esa línea.
melancólico Para un temperamento melancólico, el propósito de
cultivar la comunidad constituye un verdadero sacri­
ficio. El melancólico tiende por naturaleza a decir:
Vanitas vanitatum, et omnia vanitas (Qo 1,2: "Vanidad
de vanidades, todo es vanidad") y luego se acaracola
haciéndose así inútil para sí mismo, para la comunidad
y para Dios, todo so pretexto de ofrecer sacrificios.

El caso del sanguíneo

Con un sanguíneo ocurre lo contrario: está dis­


puesto por naturaleza a andar zumbando todo el día
de un lado para el otro. Cuando sabe un chiste, se mue­
re por contarlo. ¡Feliz la comunidad que albergue en su
seno temperamentos tan distintos! El sanguíneo
tomará a su vez el propósito de guardar su chiste unos
minutos antes de decirlo. Cometería un error si se pro­

158
pusiese no contar más chistes, porque él es la alegría de
la casa y debe estar agradecido de serlo.
Los sacrificios son un medio para reencauzar y
perfeccionar nuestra naturaleza. Según nuestra con­
cepción de las cosas, el hombre más sobrenatural de­ Perfeccionar
bería ser precisamente el más natural. Tenemos que nuestra
naturaleza
aprovechar la gracia para elevarnos, para hacernos más
nobles; y para ello hay que esforzarse en la práctica de
la mortificación. Les repito que no debe ser una morti­
ficación unilateral; no, hay que empeñarse en la
ejercitación de una mortificación y una abnegación
positivas.
Mortificación negativa y positiva

Existe una mortificación positiva y otra negativa.


Nosotros queremos, naturalmente, conservar una vi­
sión universal de la vida, y por eso aceptamos ambos
tipos de mortificación, pero acentuamos un poco más
la positiva. Les doy algunos ejemplos: me siento tenta­ Empañar
do por una joven o por una persona cualquiera y me el objeto
que nos
vuelvo loco por ella. ¿Qué hacer entonces? Permítanme
tienta
utilizar ahora un término técnico: hay que empañar,
obnubilar el objeto de nuestra tentación. Esto se reali­
za en la práctica diciéndose: "¿Pero ¡hombre!, ¿no sabes
acaso que lo terrenal es hierba y todo su esplendor
como flor del campo?...la flor se marchita, se seca la
hierba... ¡Hoy en figura, mañana en la sepultura!" Este
es uno de los métodos para obnubilar ese objeto que
me excita interior y exteriormente.
Pero existe otro método, el de eclipsamiento. Ex-
pliquémoslo con el ejemplo ya visto de la tentación que
proviene de una determinada persona. En lugar de tor­
turarme con una visión pesimista y exclamar: "Vanitas
vanitatum..¡fuera con esa persona!, ¡es sólo hierba!",
puedo realizar otro enfoque del mismo asunto y decir: Mortificación
"¿Qué es la belleza del ser humano frente a aquella de positiva
Dios?", y dejaré entonces que resplandezca ante mí

159
toda la belleza y gloria divinas; y así mi corazón, en
lugar de apegarse a una creatura, se apegará a Dios.
Al repasar la vida de Jesús o de hombres y santos
que se caracterizaron por su energía y su actitud posi­
tiva ante el mundo, hallaremos, para ser sinceros, que
ellos utilizaron ambos métodos. Por eso no hay que
valerse unilateralmente de uno de ellos, pero sí prefe-
rir el positivo. ¿Por qué? Porque el hombre de hoy ya
tiene de por sí una visión fuertemente negativa de las
cosas. Por eso, en esta época que nos toca vivir tenemos
que acentuar un poco unilateralmente el método posi­
c tivo, que nos llevará a la meta y fue enseñado por él
mismo Jesús. En efecto, recuerden el acento positivo
con el que Jesús se refiere al impulso humano hacia la
bienaventuranza y la felicidad. ¿Por qué ser puro? Por­
que por la pureza alcanzamos la felicidad2. La lumino­
sidad superior de ese ideal de pureza produce el
eclipsamiento de la tentación. Este es pues el método
de eclipsamiento. Jesús no decía que todo lo terrenal
fuese hierba...
Aplicaciones del método positivo: casos

Hemos hablado de dos pautas para encarar la


mortificación. La primera nos dice que hay que aceptar
ambos métodos, tanto el positivo como el negativo. La
segunda pauta nos advierte que en general hay que
preferir el positivo. Ahora les presento una tercera pau­
Se impone
el método ta, que nos recuerda que existen tres casos en los que a
positivo toda costa hay que aplicar el método positivo. En este
punto apelaré a sus conocimientos de psicología.
Primer caso: Tentaciones de índole sexual

El primer caso es el de las tentaciones y problemas


unidos a cambios a nivel corporal. Creo que me com-

2. Cf. Mt5,8

160
prenden. Tomemos un ejemplo neutral: la tentación de
la ira. Supongamos que por naturaleza tiendo a la ira.
Los estados de ira acarrean transformaciones a nivel
corporal: palidez, taquicardia, etc; pasemos ahora al
caso clásico de las tentaciones contra la santa pureza.
Me veo asaltado por mociones y sensaciones impuras Tentaciones
que producen en mí transformaciones a nivel corporal. sexuales
Les pido que mediten sobre lo que les ocurre cuando
combaten esas tentaciones acentuando unilateralmente
lo negativo. Llamemos a las cosas por su nombre...¿no
suele suceder que cuanto más negamos el objeto de la
tentación y tratamos de obnubilarlo, tanto más nos ocu­
Eclipsar la
pamos de él y tanto más se apegan nuestros afectos -si
tentación
bien no pecaminosamente- a las cosas? Así nuestra
afectividad se irá inclinando a aprovechar la próxima
ocasión propicia para pasar de la predisposición al acto
concreto. Pero si nuestra actitud es la de no ocuparse
obsesivamente de esa efervescencia de los instintos y
eclipsar el objeto de la tentación pensando en Dios,
etc....¿no percibiremos acaso que nuestros instintos se
serenan y aplacan con mayor prontitud? Pero, ¡aten­
ción!, no estamos diciendo que esa pacificación sea
instantánea.
Tengamos en cuenta asimimismo que tales tenta­
ciones son a menudo algo natural. No olvidemos aquel
viejo principio ascético: "Cuanto mayor la calma con la
cual encaremos estas mociones, tanto mayor la rapidez
con que las superaremos". Hay que tener la valentía de
educar a nuestras vocaciones en esa tranquilidad. Creo
que un carisma de su comunidad debería ser el de cul­
tivar una vida y una ascética que contemplen una
sexualidad sana y genuina. En el clero de nuestros días
se observa muchas patologías en el área de la sexuali­
dad.
Si el tiempo lo permite, volveré más tarde a ha­
blarles en detalle de las características de la pureza de
niño. La pureza de niño es marcadamente instintiva.

161
¿Comprenden lo que significa "pureza instintiva" des­
La pureza de el punto de vista psicológico? No es una pureza que
de niño es se conquista y mantiene en base a puros actos de
instintiva voluntad rayanos en la obsesión, sino que surge instin­
tiva y espontáneamente. Recordemos estas palabras:
"pureza instintiva"; más adelante volveremos a ocupar­
nos de ella3.
En resumen, cuanto más genuina, tanto más sana
será nuestra sexualidad. En este campo de la pureza,
las personas con predisposición a desarrollar patolo­
gías, o bien escrúpulos enfermizos, no resistirán el es­
tilo de vida de nuestra comunidad. La atmósfera debe
ser muy sana, de manera tal que desaloje todo desarro­
llo morboso en el área de la sexualidad y se elimine
toda anomalía que pueda haber entre aquellos de nos­
otros o de nuestras vocaciones que sufran procesos
neuróticos fuertes.

Segundo caso: Madurez

Al llegar a una determinada edad -no sé cuántos


de nosotros cuentan ya un número de años tan bende­
cidos-, tenemos la sensación de topar con límites in­
Cansancio franqueables y nos invade una cierta "fatiga ascética".
de una Frente a esta situación procuremos el cultivo de una
fatiga actitud positiva, mantengamos en la mira las grandes
ascética metas a las que aspiramos con todas las fuerzas de
nuestra generosidad. De ese modo lograremos sacar
renovados bríos de nuestra naturaleza, aun cuando nos
haya asaltado el cansancio. Una actitud negativa sólo
intensificará un estado de fatiga ya declarado.

3. Cf. Kentenich, José, La riqueza de ser puro, Florencio Varela,


Hermanas de María, 1985. "La sexualidad", Revista Carisma,
n.7, Ed. Patris, Buenos Aires - Santiago de Chile.

162
Tercer caso: Juventud

Examinemos ahora el caso de esta fatiga en los


años de juventud. Todos experimentamos que periódi­
camente nos sentimos paralizados y dejamos caer las Una actitud
alas, como si nos las hubiesen cortado. En esas horas positiva
suspiramos diciéndonos: "¡Ay, si viniese alguien a
levantarme!". Pero no hay un remedio de efecto instan­
táneo; en esas horas hay que recordar que una actitud
positiva despierta siempre fuerzas renovadas.
Si coinciden en la exactitud de estos tres casos
planteados, comprenderán por qué hay que preferir,
adecuándose a las distintas situaciones, el método po­
sitivo: es el método que despierta en la persona una
gran cantidad de fuerzas.

Seriedad de la mortificación

Decíamos que nuestra mortificación debe tener


una orientación general positiva; pero quiero agregar
también que ella debe ser seria. Sin mortificación seria
no hay empeño ni aspiración religiosa. Cuanto más Sin
mortificación
avancemos en edad, tanto más nos convenceremos de hay incon­
que todo lo que no se pueda unir a una mortificación sistencia
seria es humo de paja. Todo esfuerzo por alcanzar la
santidad, por hacer transparente lo creado y divinizar
nuestra naturaleza, requiere sacrificios. No podremos
evitarlos, i
Me parece que, en general, nuestros sacerdotes jó­
venes presentan una fuerte tendencia hacia una cierta
.relajación. No estoy pensando ahora en ustedes, a quie­
nes no conozco aún en profundidad, sino en el mundo
de hoy, en nuestros seminaristas, de los cuales conozco
una gran cantidad. No crean que con esa relajación
llegarán a buen puerto.' Puede ser que ese
reblandecimiento sea un estadio transitorio? pero si
queremos hacernos al camino, si queremos llegar a ser

163
algo grande, integremos en nuestra vida la práctica
sencilla y muy seria de la mortificación, ella debe con­
vertirse en el ABC de nuestra vida. Naturalmente no
estará nunca separada del amor. Si separan mortifica­
ción de amor, la práctica de la mortificación puede ha­
cerse mecánica y forzada.

Mortificación pasiva

Existen tres tipos de mortificación. Cuando Dios


me envía un padecimiento puedo responderle de dife­
rentes maneras: Fiat voluntas tua, ¡hágase tu voluntad!
(Mt 6,10); Deo gratias, ¡gracias a Dios!; y finalmente
Sitio, ¡tengo sed! (Jn 19,28). Cada una de estas respues­
tas define una actitud y tipo de mortificación distintos.
¿Hacia cuál de estos tres grados de mortificación
tengo la valentía de aspirar? Creo que en general no
hay que contentarse con el simple "hágase tu volun­
¿A qué
aspiro?
tad", ya que ello indicaría escasas energías en nosotros.
Cuando vengan cruz y dolor, deberíamos decir por lo
menos: ¡Deo gratias! En cuanto al tercer grado, no sé si
nos animamos a aspirar a él tan rápidamente. Tenga­
mos en cuenta en este punto que Dios, nuestro Padre
No apresu­ del Cielo, escucha enseguida, como ninguna otra, la
rarse a pedir
sufrimientos súplica en la que le pedimos que nos envíe sufrimien­
tos. Por eso quizás sea mejor esperar un poco antes de
hacerle tal pedido. Ya habremos hecho mucho si logra­
mos asumir la actitud de Deo gratias. Esta actitud de­
fine la mortificación pasiva.

Mortificación activa

Lo que nos dice San Ignacio sobre la mortificación


activa tiene validez general: agere contra (proceder
contra); pero hay que hacerlo generosamente.
Tomemos aquel ejemplo tan conocido de Aris­
tóteles: si tengo una vara fuertemente torcida hacia la

164
izquierda y quiero que vuelva a estar derecha, habré de
doblarla con mucha energía hacia la derecha. Suponga­
mos que yo posea una marcada inclinación a la
sensualidad, o a la prepotencia, o bien esté interior­
mente tensionado por afectos de simpatía y antipatía.
En este último caso, no hay que contentarse con propó­
sitos tales como: "La próxima vez seré muy amable con
este hermano"; o bien: "Cuando rece 'Santa María,
Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores', recor­
daré a fulano y mengano". Tampoco basta con decir:
"Yo no le deseo ningún mal, pero mejor que no se me pjercitar ej
cruce"; "Le brindo mi sonrisa, pero no lo dejo pasar de agere contra
allí". El agere contra debería consistir más bien en ser r
más amable que lo usual. Nuestra naturaleza está muy ' <o
afectada interiormente; por eso, si no ejercitamos el •A"
agere contra no alcanzaremos un sano punto medio.
Por otra parte, seamos prudentes y no incurramos
en actitudes artificiosas que hacen pensar al otro: "Se­
guro que este tiene algo en contra de mí, de otra mane- Mortificación
ra no sería tan zalamero". Tampoco hay que proponer- sin amor,
se una jpráctica continua del agere contra, sino en la destruye
medida en que esas prácticas estén comportadas por el
amor; precisamente porque la mortificación sin amor
nos destruye. Y a la inversa: un amor que no se nutra
de mortificación es puerilidad. ¿De qué sirve tener
afectos que no operen una transformación interior?
Incorporen este pensamiento a la serie de reflexio­
nes de la última conferencia. Recuerden lo que decía­
mos sobre el estar en actitud de respeto ante Dios, vale Aplicación
decir, el cultivo de un continuo trato de amor con Dios. a oíos
Esto significa contemplar con bastante frecuencia á~~7
Dios a la luz de la fe; hablarle a menudo con amor y I '
realizar con seriedad los sacrificios correspondientes. ! ',
Creo que de esta manera les he presentado en pocas !
palabras toda una ascética "de bolsillo". . ¿
Concluyamos ya esta meditación. Si no os hacéis
como los niños...Si no llegamos a ser una manifestación

165
original de Dios, una señal original Dios, no entrare­
mos en el Reino de los Cielos, o al menos no lo haremos
de la manera adecuada.

Reflejo original de Dios

Decíamos pues que el niño es una manifestación


original de Dios; pero es también un reflejo original de
Dios. ¿Qué es lo que refleja el niño? La sencillez del
Padre y la donación de sí mismo del Hijo.
Hagamos en primer lugar algunas reflexiones pre­
liminares. Quizás parezca innecesario hacer referencia
a la analogía entis. ¿Qué significa analogía entis? Cuan­
do decimos que el niño refleja alguna cualidad de Dios,
no debemos pasar por alto que se trata de una
semejanza desemejante y de una desemejanza semejan-
Un reflejo a te. Y esto vale ya para el caso de María; no olvidemos
distancia que al llamarla speculum justitiae, espejo de todas las
perfecciones de Dios, lo que decimos de la Bendita
entre todas las mujeres es siempre, en relación con
Dios, una semejanza desemejante. ¿Tendremos el cora­
je de llamar al niño "reflejo de Dios", si más arriba
subrayamos todas las imperfecciones que tiene? Sí,
pero teniendo en cuenta esa distancia infinita entre
creatura y Creador.

Sencillez

Ustedes ya están familiarizados con todos estos


pensamientos. Hablemos un poco sobre la sencillez, de
la cual deben ocuparse más detenidamente.
Reflexionemos sobre la sencillez desde el punto de
vista del niño considerado como reflejo de Dios. En
primer lugar les recuerdo aquella idea directriz: "Con
ayuda de la gracia y mediante un serio trabajo debo lle­
gar a ser de manera perfecta y permanente lo que el
niño es de manera imperfecta y transitoria". Por eso es
recomendable meditar en primer término sobre la ima­

166
gen original, Dios, y su reflejo, el niño, para pasar final­
mente a su trasunto, el hombre adulto. Quizás los
amantes de la metafísica se alegren de investigar las
raíces más hondas de la infancia espiritual.

La imagen original: El Padre del Cielo '

¿Cuál es la imagen original de la simplicidad y la


sencillez? El Padre del Cielo. La teología y la filosofía
nos dicen, en pocas palabras, que Dios es un "ens
simplicissimum" (ente o ser simplicísimo) y actus
purissimus (acto purísimo). Pero dejemos las especula­
ciones, porque nos apartarán de nuestro tema; además
creo que comprendemos bien estas cosas.
Decíamos que el niño es por naturaleza un reflejo
de la sencillez y simplicidad del Padre del Cielo, de
quien lo separa, lógicamente, una infinita distancia. Al
decir "por naturaleza" quiero expresar que el niño es
en primer lugar un reflejo relativamente perfecto de la
sencillez absoluta de Dios; y por lo tanto se diferencia
fuertemente del adulto y su complejidad. Si observan
a los niños ustedes me llamarán la atención sobre una
cantidad de rasgos infantiles que quizás demuestren lo
contrario. Sí, el niño está afectado por el pecado origi­
nal, en él hay mucha picardía, etc. Pero, sea como fuere,
al compararlo con el adulto notamos que en el niño se
manifiesta clarísimamente la sencillez.
¿Cómo es la simplicidad del niño? Mediten sobre
el significado mismo de la palabra "simple". Simple Simplicidad
significa uno; lo que no tiene pliegues ni dobleces. Y así relativa
es el niño, aunque, por supuesto, de manera relativa.
Reparen en los niños como lo hizo Jesús...
La manera de pensar y de amar del niño se carac­
teriza siempre por la sencillez y la fidelidad. Natural­
mente cum grano salís (teniendo en cuenta los mati­
ces); pero al compararlo con el adulto, son estos los
rasgos que sobresalen. La manera de hablar del niño se

167
distingue por la veracidad, por la falta de
malicia...pero, de nuevo, cum grano salis. El niño des­
conoce toda diplomacia. Podemos aplicarle aquella lo­
¡Bendita cución tan conocida: ¡O sancta simplicitas! (¡Oh bendita
simplicidad! simplicidad!). Es curioso cómo se comportan los niños.
Imagínense a una mamá y su hijo que están esperando
la visita de la tía. El niño le cuenta a esta última todo lo
que su madre le dijo sobre ella. Cuando la madre reci­
be a la visita diciéndole: "¡Ay, me siento tan contenta de
que hayas venido!", el niño la interrumpe y le dice:
"¡No, eso no es cierto!". El niño es en verdad relativa­
mente sencillo y simple.
En su manera de actuar, el niño es siempre senci­
llo, veraz; naturalmente, cum grano salis.
Para clarificar un poco más esa simplicidad relati­
va del niño podemos recurrir a otros conceptos. Armo­
nizando y combinando distintos términos lograremos
una mejor comprensión del tema que nos ocupa.
Es común que la simplicidad del niño sea defini­
da también como ingenuidad. Esta palabra -al igual
Nadie
que "simplicidad"- suele tener un dejo desagradable
quiere ser para el gusto del adulto. Nadie quiere ser hoy simple o
simple o ingenuo; es lo peor que se puede decir de alguien. Sin
ingenuo embargo, para nosotros la mayor alabanza que se nos
pueda hacer será decir que en nosotros hay algo de la
ingenuidad de un niño.
Vuelvan a meditar sobre la etimología de las pala­
bras y el proceso de vida que traducen. "Ingenuo"4 vie­
Ingenuo
ne de "nativum", vale decir, lo que es original, lo uni­
significa do a la naturaleza. En este punto, al hablar de natura­
'original" leza nos referimos a la naturaleza no afectada por_el
pecado original, a la naturaleza noble. Un hombre in­
genuo es aquel que ha desarrollado en sí, de manera
genuina, una nobleza genuina y natural. La gente del
campo suele ser muy genuina, no se deja sugestionar

4. En alemán, "naiv”.

168
fácilmente; quizás en una comunidad religiosa resulten
un poco molestos, pero por último son una bendición
para ella. Se dice que la gente de campo es testaruda; y
es precisamente esta cualidad la que los protege de caer
fácilmente en espejismos. Ellos tienen un sentido "ca­
sero" y popular para comprender la vida y no se dejan
dar gato por liebre.
Creo que en general hay que alegrarse de que una
comunidad cuente con muchos hombres de estas carac­
terísticas. Con ellos sí que se puede poner manos a la
obra. Los otros dan un pasito adelante, se detienen y es
necesario volver a empujarlos; es como si necesitasen
permanentemente de una niñera. La comunidad que
necesita de niñeras es una pobre comunidad. Recuer­
den por eso que un Instituto como el de ustedes, que
contempla un amplio margen de libertad; tiene que Cultivo de
poner el acento en el cultivo de personalidades genui- lo genuino
nas, de naturalezas originales. Si tuviésemos más
personalidades genuinas habría más hombres "inge­
nuos" en el buen sentido de la palabra y nuestra comu­
nidad sería fuente de bendiciones para el mundo de
hoy. En general la educación de nuestra época es poco
amiga de fomentar la originalidad de las personas. De
ahí que haya tantos clisés y tan poca originalidad. Y sin
embargo la vida cotidiana sigue exigiendo hombres
genuinos.
• ^Nosotros somos trasunto del niño

Hemos contemplado la imagen original en su re­


flejo. Pasemos ahora a su trasunto. ¿Quién es esteira-
sunto?,_Nosotros tenemos que serlo...¡Sé lo que debes
ser! ¿Qué es lo que debo ser? No un simplón, no sólo
simple como una paloma sino simple como Dios} Eso Simple
£sjo que quiere decir Jesús cuando nos advierte: "Si no como Dios
os hacéis como niños...". Purifiquemos entonces nues­
tra manera de ser de toda diplomacia ambigua, de todo,
doblez.

169
Si fuésemos austeros, pero al mismo tiempo since-;
ros, abiertos y rectos, se fomentaría el espíritu comuni- j
tario y la atmósfera de alegría y familiaridad en nues­
tro Instituto. En un clima así habrá margen para que
uno, dado el caso, pueda reprender con dureza a
otro...porque, en fin, ya nos conocemos. Lo peorque
puede darse en una comunidad es esa sensación gene­
Decir ralizada de que no se dicen las cosas como son, de que
las cosas no se confía en la gente. Descargarse no es malo, suele
como son suceder en las mejores familias; al contrario, a menudo
es muy bueno. Los zuavos dicen -estoy muchas veces
con ellos- que no es malo ni trágico "apretar las clavi­
jas" cuando es necesario, y decirle cuatro verdades al
hermano. Creo que me darán la razón. Los problemas
no se solucionan cuando andamos con falsas cortesías,
diplomacias, retorcimientos y jugarretas. Es mejor que
a veces arda Troya -y sanseacabó- que sufrir
interminablemente una atmósfera enrarecida que na­
die puede tolerar, especialmente cuando es viento nor­
te el que sopla.,
Reflejar la sencillez del Padre

El patrón con el cual medir nuestra sencillez debe


ser aquél de la sencillez de Dios Padre. Jesús nos dice
que "Si no os hacéis como niños..." pero aquí no se trata
de una sencillez según el grado y la medida de un niño;
eso sería muy poco. Tenemos que hacer nuestro, de
manera perfecta y permanente, lo que el niño posee por
naturaleza de manera imperfecta y transitoria. Sí, esas
cualidades del niño deben llegar a ser plena posesión
nuestra.
Evidentemente a Jesús le interesa mucho que nos
Perfectos
midamos según el patrón de su Padre. De ahí que en
como otra oportunidad subrayase clara y clásicamente que
vuestro debemos ser "perfectos como es perfecto vuestro Padre
Padre celestial" (Mt 5,48). ¡Un ideal altísimo! No sólo ser per­
fectos como tal o cual procer de la historia universal; no
sólo ser perfectos como la Sma.Virgen, no; hay que

170
serlo como lo es el Padre del Cielo. Un ideal infinita­
mente alto...
Ya hablamos de la sencillez y simplicidad del Pa­
dre, de cómo El es "sin doblez"; de ahí que ahora ten­ Simplicidad
gamos todo el derecho de aplicar ese "sin doblez" al sin doblez
concepto "simplicidad".
Nosotros, seres humanos que estamos tan por de­
bajo de la majestad divina, ¿de qué manera podemos
Un solo
llegar a ser semejantes al Padre? Para obtener una res­ espíritu
puesta hay que recordar la eficacia que tiene todo amor con El
auténtico y sano. ¡Ah! ¡Cuánta fecundidad posee el
amor auténtico y sano! El que ama al Señor, se hace un
solo espíritu con El5.
¿Qué es el amor desde el punto de vista filosófico?
Una fuerza unitiva y asemejadora6. Por lo tanto, si amo
al Padre del Cielo, no sólo estaré íntima y espiritual­
mente unido a El de una manera misteriosa, sino que
me iré haciendo cada vez más semejante a El, la imagen
original de la sencillez, la inocencia y la simplicidad.
Repasen todo el tesoro de nuestra lengua y verán cuán­
tos hermosos términos y giros tenemos para expresar la
idea de "simplicidad" y "sencillez"7. Nuestra tarea es

5. Cf. ICo 6,17


6. Cf. San Juan de la Cruz, "Cántico espiritual", canción 28,1,
en: Obras completas, Madrid, BAC.: "Dios no se sirve de otra
Igualarse
cosa sino de amor...y como no hay otra cosa en que más
puede engrandecer al alma que igualándola consigo, por eso con la cosa
solamente se sirve de que le ame, porque la propiedad del amada
amor es igualar al que ama con la cosa amada...Se llama
esposa del hijo de Dios, lo cual significa igualdad con él, en
la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son
comunes a entrambos".
7. Vale la pena seguir esta invitación del Padre Kentenich y
descubrir otras posibilidades expresivas de nuestra lengua
castellana para significar otros matices e ideas afines del
término "sencillez": naturalidad, candidez, ingenuidad,
humildad, inocencia, sinceridad, franqueza, llaneza,
afabilidad, pureza.

171
esforzarnos en una lucha seria por lograr esa sencillez
y simplicidad.
¿Qué entraña el concepto "simplicidad" desde el
punto de vista filosófico? Les trazaré un breve esbozo
¿Qué es la del contenido del término. Al hojear los libros de ascé­
simplicidad? tica observamos que hay mucho material pero poca
claridad sobre el tema. ¿Qué es la simplicidad? La sim­
plicidad comprende dos cosas; una concentración de
todas las fuerzas en Dios y un desasimiento de todo lo
que no sea Dios o esté contra Dios.
Una definición muy sencilla. Medítenla en toda su
envergadura y verán que la simplicidad es un grado
alto de la santidad. Si le adjuntan las palabras "por
amor" tendrán la santidad por excelencia. Desde el
punto de vista formal la simplicidad no comprende en
sí el amor; pero en la práctica no puede darse sin él.
Busquemos otros términos para expresar esta rea­
lidad de la simplicidad. Les digo entonces que ella
comprende también una doble armonía espiritual: en
Como primer lugar una armonía de las fuerzas espirituales
lago en la entre sí; y en segundo lugar una armonía entre éstas y
montaña Dios. Por todo lo dicho pueden apreciar la belleza de
un alma sencilla; ella es límpida, tranquila y pura como
un lago de montaña.

Concentración de todas las fuerzas en Dios

Para hallar otros términos que expresen ese conte­


nido de sencillez y simplicidad, relean la oración del
ofertorio de la misa de consagración de una iglesia:
"Por eso te he ofrecido voluntariamente todo esto con
rectitud de corazón" (ICro 29,17). En esta cita observa­
mos la concentración, la recolección de todas las fuer­
zas en el Uno, en Dios.
O bien tomemos aquella otra formulación: "Pe­
queña indivisa Dei". ¿Qué significa indivisa Dei? Es la
persona que se ha entregado a Dios por entero, sin di­

172
visiones, ni reservas, sin escatimarle nada. Y eso es sen­
cillez. También se habla en este punto de "holocausto",
palabra en la que a su vez vuelve a reaparecer fuerte­
mente el elemento del amor.
Quizás hayan leído sobre esa especie de ideal per­
sonal que tenía Hettinger8. Lo grabó sobre su sello per­
sonal y aparecía en sus cartas. El ideal personal o bien
su programa de vida era: Omnia uni, todo para el Uno.
¿Prefieren traducirlo de una forma más popular? Nues­
tros ojos puestos únicamente en el único Dios, nuestro
corazón sólo para el único Padre. Todos estos pensa­
mientos son otras tantas manifestaciones de la sencillez
y la simplicidad en el plano de una auténtica y profun­
da religiosidad.

Motivaciones

Con todo lo dicho hasta ahora se nos presenta una


gran tarea a cumplir. Hemos clarificado los conceptos;
ahora hay que esforzarse en encender nuestro entusias­
mo por vivir y aspirar seriamente a la sencillez.
Quisiera serles útil en este sentido; y para ello les
expondré algunas motivaciones que por un lado nos
estimulen a concentrar todas nuestras fuerzas en Dios
y, por otro, nos inspiren en la tarea de liberar esas fuer­
zas de todo lo que no sea Dios o esté contra Dios.
¿Qué nos puede motivar entonces a una seria re­
colección de todas nuestras fuerzas en Dios y para
Dios? Estas motivaciones son parte esencial de la sen­
cillez y de la simplicidad.
Les propongo cuatro afirmaciones que iré funda­
mentando en la medida en que nos alcance el tiempo.
Les digo pues que sin un continuo recogimiento de

8. Francisco Serafín Hettinger (1819-1890), apologista y


especialista en dogma en Würzburg.

173
nuestras fuerzas espirituales en Dios no experimen­
Para ser taremos fervor en nuestra oración vocal, no seremos
fieles en lo
pequeño fieles en lo pequeño (no habrá santificación de la vida
diaria), no viviremos a la luz de la fe ni conformaremos
nuestra vida según los dones del Espíritu Santo.

Fervor

Sin un recogimiento continuo...permítanme mati­


zar esta idea y agregar que se trata de un recogimien­
to relativamente continuo. En este punto hay que
cuidarse especialmente de incurrir en mecanicismos,
de exponerse a obsesiones; cosas todas que no quere­
mos. Por supuesto, el psicólogo y el filósofo se pregun­
tarán si tal recogimiento continuo es posible o no. De­
jemos la pregunta abierta, yo por mi parte les propon­
go una nueva formulación: recogimiento relativamente
continuo.
Este recogimiento sólo se da cuando nuestra vida
interior está comportada por un alto grado de amor de
Dios y un estar embebidos en los dones del Espíritu
Santo. De lo contrario habrá siempre divisiones en
nuestra personalidad, de las que no hablaremos ahora.
¿Se puede orar con fervor a Dios, sin recogimien­
to? He aquí una tragedia tan común en nuestros días:
nos quejamos de no poder orar y nos olvidamos que
ello en gran parte se debe a que estamos muy distraí­
¿Orar sin re­
cogimiento?
dos a lo largo del día. Si estuve toda la jornada volca­
do y disperso en varias actividades, cuando quiera po­
nerme en oración no podré decir sin más ni más: "A
partir de este momento se acabaron las distracciones,
ahora voy a recogerme para hacer oración". Si nuestra
vida cotidiana no reza con nosotros, no lograremos re­
zar en los momentos de oración.
Pensemos por ejemplo en el sacerdote que anda
rezando su breviario en una plaza. Se distrae mucho,
sus ojos atisban subrepticiamente todo lo que pasa a su

174
alrededor. Otro sacerdote lo ve y le pregunta por qué
elige ese lugar para sus oraciones. Nuestro hombre le
contesta: "No importa que haya más o menos
distracciones, yo ya soy distraído por naturaleza; hom­
bre soy, nada humano me es ajeno...". Veamos ahora
un ejemplo positivo tomado de la vida de San Francis­
co de Sales. Se cuenta que cuando el santo se acercaba
al altar se olvidaba de todo pensamiento terrenal.
Tenemos pues dos tipos opuestos de personas. La
que se resigna completamente frente a las dificultades
de la vida diaria, en especial frente a las distracciones;
y la que las tiene a raya. ¿Cómo hacía San Francisco de Siempre
Sales para mantener el recogimiento en la oración? recogido
Aunque su biografía no lo consignase, podríamos en Dios
intuirlo. San Francisco vivía a lo largo de toda su jorna­
da plenamente recogido en Dios. El mismo nos dice
que "aunque vengan mil personas por día a verme, yo
estoy interiormente a solas con Dios".
Recordemos entonces que sin ese recogimiento re­
lativamente continuo no podremos cultivar la oración.
Pero no forcemos nuestra voluntad obligándola a hacer
juegos malabares.
Si no nos esforzamos por estar en un recogimien­
to relativamente continuo, nuestras oraciones vocales
se verán sometidas a distracciones. A su vez, estar con­
tinuamente distraído significa ser continuamente esté­
ril. Y esto es explicable ya desde un punto de vista La oración
estéril
puramente psicológico. La oración que no ancla todas
las fuerzas del alma en Dios es estéril. Desde el punto
de vista psicológico, la fecundidad de la oración de­ La oración
pende de que la razón, el corazón y la voluntad se unan distraída
a Dios. Pasando ahora al enfoque teológico, Dios no
puede aprobar una oración "distraída" porque no es
una oración correcta.
No olvidemos que sin un recogimiento relativa­
mente continuo en Dios, sin ese elemento vital de la

175
sencillez, a la larga se imposibilita la oración recogida.
Que este pensamiento nos ayude a cultivar más un re­
cogimiento continuo a lo largo del día y una mayor
simplicidad ante Dios. La simplicidad no consiste sólo
en ser genuino. La cumbre de la simplicidad en nues­
tra relación con Dios reside en ese recogimiento de to­
das las fuerzas, en esa permanente concentración de
todas las energías en Dios. Nuestros ojos puestos única­
mente en el único Dios, nuestro corazón sólo para el
único Padre.

Fidelidad en lo pequeño

En segundo lugar podemos decir que sin ese reco­


gimiento relativamente continuo no habrá fidelidad en
lo pequeño. A este tipo de fidelidad suele llamársela
también Santidad de la vida diaria. Santidad de la
vida cotidiana es desempeñarse a lo largo del día recor­
Obra a
conciencia
dando aquel adagio latino: ¡Age quod agis! (Obra -a
todo el día conciencia- lo que estás obrando). Esta santidad no es
precisamente la de los días de fiesta, sino aquella que
modela la vida común de todos los días con las herra­
mientas de las prácticas de devoción.
Desde hace no mucho tiempo se propone al
P.Eberschweiler9 como modelo de santo de la vida dia­
ria. Se dice que este varón de Dios se esforzaba por
Todo con hacer todo con perfección: cuando limpiaba sus vesti­
perfección
ante Dios
dos, lo hacía a la perfección; cuando rezaba, trataba de
que la postura, etc., fuese lo más perfecto posible. Uno
de sus hermanos, que nos cuenta detalles de su vida,
afirma que al tratar al P.Eberschweiler uno tenía la sen­
sación, y aún la convicción, de que él caminaba conti­
nuamente en la presencia de los ángeles. He aquí la
clave de la vida de este hijo de San Ignacio: caminar
bajo los ojos de Dios, en la presencia de Dios y de los

9. P. Guillermo Eberschweiler SJ, 1837-1921. En 1951 fue abierto


en Tréveris su proceso de beatificación.

176
Angeles Custodios. He aquí precisamente la recolec­
ción de todas las fuerzas en Dios.
¿Es posible ser fieles en lo pequeño si descuida­
mos concentrar en Dios todas nuestras energías? Si vi­
vimos nuestra jornada en permanente dispersión y Permanente
agotamiento, no percibiremos las imperfecciones de dispersión
nuestras acciones, no escucharemos a Dios cuando nos
hable ni mucho menos advertiremos la precariedad de
nuestra motivación. Pero si escuchamos a Dios, ¡con
qué claridad notaremos la pobreza de nuestra motiva­
ción!, ¡con qué nitidez el abismo entre ideal y realidad!

Vivir de la fe

En tercer lugar, sin un recogimiento relativamen­


te continuo de nuestras fuerzas en Dios no es
imaginable una vida basada en la fe.
¿Qué es vivir de la fe? Es dejar que la luz de la fe
ilumine todos los acontecimientos de mi vida y actuar ¿Qué es
impulsado por las motivaciones de la fe. vivir de
la fe?
Midan con este patrón del vivir de la fe nuestra
vida, la labor pastoral, la oración, la celebración de la
misa, el rezo de la Liturgia de las Horas y también las
desilusiones que hayan sufrido en su comunidad y
todo otro tipo de cruz y dolor. Verán así cuán poco
hemos contemplado las cosas a la luz de la fe. ¿Por qué
es tan escasa la participación que le damos a la fe en la
plasmación concreta de nuestra vida?
No pretendo sugerirles que digamos ciegamente
"sí" a todo. Más adelante, cuando hablemos sobre la
obediencia, retomaré este punto. Por ahora sólo quie­
ro poner el acento sobre el espíritu de fe.
Ese espíritu se apaga en nosotros cuando nuestro
corazón y nuestra alma se abren excesivamente al espí­
ritu mundano, permitiéndole entrar a raudales. Por eso

177
es indispensable procurar que el espíritu de Dios vuel­
Abrirnos va a penetrar en el alma con mayor fuerza. La ascética
al espíritu
de Dios común nos dice que para alcanzar esta meta hay que
cultivar las prácticas de devoción, la meditación, etc.
Hay que realizar la meditación diaria y ejercitar
cuidadosamente el recogimiento para que el espíritu de
fe colme nuestra alma. Existen ascetas10 que recomien­
dan multiplicar tales prácticas para hacerle un
contrapeso mayor al espíritu mundano. Pero si analiza­
mos detenidamente esta última propuesta, hallamos
que la acumulación de prácticas de devoción no es
suficiente. Aunque hayamos aumentado el número de
prácticas, si no nos esforzamos por una permanente
concentración de las fuerzas en Dios, el espíritu
mundano ingresará en el alma por todas sus puertas y
poros.
De todo lo expuesto resulta evidente que sin un re­
Rezar todo cogimiento relativamente continuo de nuestras ener­
lo posible gías en Dios no es posible una profunda vida de la fe.
Por eso, ¡a rezar todo lo posible! ¿Qué es rezar? Ofrecer
en silencio mi corazón a Dios, como un regalo.

Los dones del Espíritu Santo

Por último, sin un recogimiento continuo de las


fuerzas en Dios no es posible la acción de los dones del
Espíritu Santo.
Los teólogos nos demuestran que son precisamen­
te los dones del Espíritu Santo los que capacitan al alma
para alcanzar una santidad heroica y para asumir las li­
mitaciones.

10. Cf. Kentenich, José, Pedagogía schoenstattiana...op. cit.,


nota 1, pág. 45.

178
Santidad heroica

Nuestra esperanza de vislumbrar las cumbres de


la santidad se hará más cercana recién cuando los do­
nes del Espíritu Santo comiencen a actuar más profun­
damente en nosotros. Una persona puede estar ya bajo
el influjo de las virtudes y trabajar enérgicamente, con Las velas
la ayuda de la gracia, por alcanzar la santidad. Pero por del alma
ese camino no llegará nunca a ser realmente santa. Es
necesario que se le infundan los dones del Espíritu
Santo, que el mismo Espíritu hinche las velas del alma,
que las inspiraciones del Espíritu Santo la guíe y con­
duzca.
Puedo esforzarme mucho por conquistar yo sólo
un espíritu de piedad; pero no alcanzaré mucho sin la
ayuda del Espíritu Santo y su don de la piedad. O qui­
zás quiera ser sabio, para convertirme así en un niño
auténtico...sí, podemos tener muchos anhelos de sabi­
duría y empeñarnos por ella con la ayuda de la gracia,
etc.,...pero el hombre comienza a ser verdaderamente
sabio recién cuando en él obre el Espíritu Santo y sus
dones. Algo similar ocurre con el temor de Dios y la
contrición. Podremos matarnos por la obtención del
don de la contrición, hacer meditaciones sobre el infier­
no, etc., pero si no sopla el Espíritu Santo en el velamen
del alma, nos quedaremos siempre a mitad de camino.
Nosotros, sacerdotes de hoy, subestimamos estos
dones del Espíritu Santo; y hacemos algo similar con la
ascética y los ideales. Pero en la Iglesia primitiva ocu­ Subestima­
rría algo diametralmente distinto; por entonces hasta el ción de los
saludo hacía alusión al Espíritu Santo 11. El saludo ex­ dones del
Espíritu
presa una determinada concepción de vida. En otros

11. "Vivas in Spiritu Sancto": ¡Que vivas en el Espíritu Santo!

179
tiempos la nota religiosa estaba también presente en las
salutaciones usuales en nuestra patria. Por ejemplo,
Vaya Ud. cuando antaño se decía: "¡Vaya Ud.con Dios!" o bien
con Dios "¡Quede Ud. con Dios!" se estaba expresando una cier­
ta concepción de vida. Hoy es otra la visión que se tie­
ne de la vida y de las cosas y ello trae aparejado un
nuevo estilo de saludar12.
Retomando la idea central, digamos que los tiem­
pos de esplendor de la vida cristiana son aquellos en
los que el Espíritu Santo ocupa el lugar central.
Nosotros nos esforzamos en servir a la
Sma.Virgen y cultivar el amor filial hacia Ella para que
Ella nos implore el Espíritu Santo. Somos una comuni­
dad joven y necesitamos el Espíritu Santo; tanto más en
los momentos en los que enfrentamos dificultades. Si
no reciben el Espíritu Santo, jamás se remontarán más
allá de un nivel mediocre. Cuando Dios nos envía
muchas dificultades, no lo hace para que perezcamos
en ellas, sino para estimularnos a que nos volvamos al
Espíritu Santo, para que con su auxilio superemos esos
problemas, maduremos en la lucha y crezcamos en su
amor. Así nos lo enseña nuestra fe.

Asunción de limitaciones

Permítanme agregar otro comentario que extraigo


de mi propia experiencia personal y pastoral. Tarde o
temprano nos enfrentaremos con la realidad de haber
llegado a ciertos límites. Todos, aun los más jóvenes,
venimos experimentándolo quizás desde hace bastan­
te tiempo. ¿Y los mayores? ¡Ah! "Si viniese alguien a
ayudarme!"13, vale decir, "¡Si pudiese saltar por encima

12. Cf.José Kentenich,Pedagogía schoenstattiana para la


juventud...op.cit., nota 1, pág. 68.
13. Cf. Jn 5,7

180
de estas limitaciones!". Seamos sinceros y admitamos
que existen limitaciones que no podremos superar aun­
que pongamos todo el empeño de nuestra parte.
Naturalmente, si nos esforzásemos con mayor seriedad Existen
podríamos vencer tal o cual limitación; siempre dentro limitaciones
del margen de lo que se puede obtener con la ayuda de
la gracia ordinaria. Pero acabar por completo con una
limitación es sólo posible cuando el Espíritu Santo des­
ciende hondamente sobre nosotros. Aspiremos por eso
al cultivo de una relación más íntima con el Espíritu
Santo.
¿Qué tiene que ver todo esto con el recogimiento
del cual veníamos hablando? Advertirán enseguida las
conexiones internas de ambos temas. Los teólogos nos
dicen que para disponerse a una acción más profunda
del Espíritu Santo y de sus dones debemos cuidarnos
del pecado voluntario y de las distracciones.
Procuremos un mayor recogimiento; si bien no
uno forzado o artificial. Si estuviésemos más recogidos
en Dios, el Espíritu Santo actuaría mucho más en noso­
tros infundiéndonos sus dones; y así todas aquellas
dificultades que nos hacen sufrir, que nos cuestan san­ Procuremos
más reco­
gre y nos desangran, dejarían de ser piedras de tropie­ gimiento
zo en nuestro camino, peñascos que nos aplastan, e
irían conformando una escalera por la cual ascender
lenta y seguramente hacia la cima más alta, hacia Dios.
Por supuesto, no podremos eliminar todas las dificul­
tades. Si no logramos cambiar la situación a pesar de
haber hecho todo lo que estaba de nuestra parte, enton­
ces, ¡a mal tiempo buena cara!, y busquemos el lado
bueno de las cosas. Dios quiere que nos hagamos fuer­
tes en la adversidad y nos desprendamos de todo lo
que no sea El o esté contra El.
Que todos estos pensamientos nos ofrezcan abun­
dante motivación para aspirar seriamente a una autén­
tica filialidad.

181
Novena Conferencia

BASTA REPETIR "SI, PADRE"

Recapitulación

Aquellas palabras de Jesús: "Si no os hacéis como


los niños..." nos van descubriendo poco a poco toda su La sencillez
riqueza. "Si no os hacéis como los niños..." significa del Padre
que si no nos hacemos imagen de la sencillez del Padre
del cielo, tal como lo son los niños, no podremos entrar
en el Reino de los Cielos.
Estábamos reflexionando sobre todo lo que entra­
ña esa sencillez frente a Dios. Dos son las respuestas
que dimos al interrogante: sencillez es recogimiento en Recogimien­
Dios de nuestras fuerzas y desasimiento, desprendi­ to en Dios
miento de todo aquello que no sea Dios o se oponga a
El. Seguramente ustedes están de acuerdo en que la
cumbre de la sencillez está precisamente en estas dos
aspiraciones.
Como material de meditación en estos ejercicios,
les presenté una serie de motivaciones para el recogi­
miento. Quizás uno u otro pensamiento de los muchos
que expuse en la conferencia pasada les hayan servido
de estímulo.
Vuelvo a advertirles que lo dicho no deja de ser
por último algo periférico y que lo más importante es
el amor \ Un crecimiento profundo en el amor redun­
da naturalmente en un recogimiento permanente de
nuestras fuerzas en Dios.

Cf. ICo 13
l.

183
Desasimiento

En cuanto al desasimiento de nuestras fuerzas de


todo lo que no sea Dios o bien esté contra El, puede
asumir dos modos: el desasimiento activo y el pasivo.
Podría facilitarme mucho la tarea diciendo que si
amamos real y profundamente a Dios el desasimiento
se operará por sí mismo. Pero no vendría mal detener­
nos en este tema y enfocar las dos maneras en las que
podemos ejercitar ese desprendimiento.
Salta a la vista que no hay vinculación sin desasi­
Vinculación
y desa­
miento y que el grado de la vinculación marca el gra­
simiento do del desasimiento. El desasimiento puede ser activo
o pasivo.

Activo

El desasimiento activo es el vencimiento de sí mis­


mo y la mortificación puestos en práctica de manera
Vencerse a consciente y programada. Con el apoyo de la gracia,
sí mismo tengo que desasirme por mí mismo de todo lo que no
sea bueno. Por el momento no quiero explayarme en
este tipo de desasimiento porque ya hablamos un poco
sobre el asunto en la anteúltima conferencia.

Pasivo

Quisiera destacar más el desasimiento pasivo.


Dios, nuestro Padre del cielo, toma en su mano la po­
dadera y trabaja sobre nosotros. El Padre poda su viña
para que ésta dé más fruto 2. ¿Qué tenemos que hacer
Aguantar
en silencio nosotros? Tendernos sobre "la mesa del quirófano" y
dejar que El opere. Hay que aguantar en silencio y re­
petir: "Sí, Padre, haz con tu hijo lo que Tú quieras".

2. Cf. Jn 15,2

184
Existen dos motivaciones, una negativa y otra po­
sitiva, que nos pueden ayudar a cultivar esa actitud de
entrega a Dios.

Motivación negativa

Quien no logra pronunciar ese "Ita, Pater" (Sí,


Padre) sencillo, hondo, simple y filial, obstaculiza la No pOner
profunda actividad educadora de Dios. De esta mane- obstáculos
ra vuelvo a recordarles un pensamiento de Pestalozzi
que ya hemos citado3; no olvidemos que es demasiado
profundo como para internalizarlo todo de una sola
vez.
Si no pronuncio valiente y filialmente un "Ita,
Pater" a toda la cruz y el dolor que deba enfrentar, le Aceptar
impediré a Dios realizar una profunda actividad la cruz y
formadora y educadora en mí. Creo que no hace falta el dolor
demostrarlo; en su momento aclaramos suficientemen­
te este pensamiento. Por mi parte prefiero presentarlo
siempre en su faz positiva.

Motivación positiva

Si al sufrir los golpes de la vida pronuncio humil­


de y filialmente "Ita, Pater" y actúo de la manera co­
rrespondiente, tendré dos grandes ventajas: desentra­
ñaré de alguna manera, y en la práctica, los misterios
de mi propio destino y le daré oportunidad al Padre
del cielo para que me trate y eduque especialmente
como a las niñas de sus ojos.
Trasladen a la práctica lo que les estoy diciendo en
un plano abstracto. Piensen, por ejemplo, en el dolor

3. Cf. Conferencia II, p.47: "La mayor desgracia del hombre


actual es la pérdida del sentir de niño, porque ello
imposibilita la actividad paternal divina, la actividad
pedagógica paternal de Dios".

185
que acarrea cada uno, en todo lo que nos cuesta mucho;
tanto las dificultades que sufran en la comunidad como
en las de índole muy personal e íntima. Pasado mañana
volveremos sobre este tema; me siento obligado a ha­
cerlo para que aprendamos a ir educando lentamente
los entresijos de nuestra personalidad. Esta noche ha­
remos sólo unos rápidos enfoques sobre el tema.

Los enigmas se solucionan

Suele hablarse de los "enigmas insolubles" del


Fe en acontecer mundial. Sí, es cierto, existen tales arcanos y
la Divina no es fácil desanudar la enredada trama de la historia
Providencia universal. ¿Por qué sucede o sucedió tal o cual cosa? Si
cultivo una fe sencilla en la Divina Providencia y la
expreso permanentemente en ese simple y filial "Ita,
Niño Pater", tendré prácticamente solucionados todos esos
sencillo, lo misteriosos enigmas. En efecto, yo sabré entonces que
acepto todo
lo que Dios me envía es siempre lo mejor para mí. "Es
el Padre quien lo envía"...y esto es suficiente para un
niño sencillo. No hace falta que yo, simple niño, tenga
una explicación racional sobre la relaciones internas de
lo sucedido. Sólo sé que todo lo que me pasa en cada
momento ha sido previsto por Dios Padre; o bien me lo
envía directamente o bien lo permite.
El niño sencillo tiene en este "Ita, Pater" la solu­
ción de todos los enigmas. Sólo basta repetirlo minuto
Repetir a minuto. Cada instante trae aparejado una invitación
"Sí, Padre" a pronunciarlo. No hace falta torturarse de continuo
cavilando obsesivamente sobre los porqués de tales y
cuales cosas.
Mediten sobre la santidad que se esconde en esta
sencillez...son cumbres de santidad. Y esto lo sabemos
muy bien aquellos que tenemos una inclinación a la
cavilación y la amargura. Ya vendrá el momento lumi­
noso en que se despeje el cielo; mientras tanto debo
repetir "Ita, Pater"...Dios escultor, dame golpes de cin-

186
cel, yo soy la piedra. Dios escultor, golpea que soy tu
hijo. Tú lo sabes todo. Tú simplemente has visto, ocul­
ta en mí, una figura a esculpir, una secreta obra de arte
que quieres sacar a luz. Y para eso hay que asestar
golpes de escoplo a derecha e izquierda sobre el bloque
de mi piedra. Golpea que soy tu hijo. Si me resisto, si
Totalmente
digo no, comenzaré a empuñar yo mismo las riendas despreo­
de mi destino, y eso puede ser peligroso. Tomar en cupado
nuestras manos nuestro propio destino sin o contra la
divina voluntad es lo peor que pueda hacer. Les pro­
pongo una consigna que expresa en simples palabras
todo un mundo de fe: mi preocupación más grande
debe ser vivir cada segundo infinitamente despreocu­
pado. Esto no es una frivolidad. ¿Por qué? Porque re­
afirma la fe de que es el Padre quien empuña el timón
de mi vida.
En el rugido de la tempestades
y el ulular de los céfiros
entre el fuego de los relámpagos
y el fragor de los truenos
yo pienso tranquilo
como el hijo del barquero:
"Mi padre es timonel de la nave:
¡yo nada temo!"
Imagínense la escena: en alta mar y en medio de la
tormenta, hay una nave vapuleada por las olas. El niño
está en cubierta y mira tranquilo las olas encrespadas,
admirado por su violencia. Así son los niños: mientras
sepan que el padre está en el timón y gobierna la nave,
todo estará bien. En esta actitud hay también una do­
sis de ignorancia, pero no es éste el punto que nos in­
teresa aquí.
Apliquemos este ejemplo a nosotros mismos, a
nuestras dificultades personales; aún cuando ellas nos
hayan amargado terriblemente e inducido a tomar por
otros caminos que no son los de Dios. Nunca he llega­

187
do al meollo de las cosas; ¿por qué?, porque me faltó
una fe sencilla y filial en la Divina Providencia, me faltó
pronunciar: "Ita, Pater". Mi única preocupación debe
ser vivir cada segundo infinitamente despreocupado.
Estas palabras son una versión popular de nuestro
ideal de comunidad, especialmente válido en las situa­
ciones más difíciles.
Todos los enigmas de la vida se aclaran si los en­
lodo frento con esa fe sencilla de niño, si me dejo educar por
se aclara el Padre del cielo teniendo presente que El quiere tallar
en mí una obra de arte. Meditemos si esto es así real­
mente en nuestra vida cotidiana.

El Padre me educa como a las niñas de sus ojos

Pasemos ahora a una segunda reflexión. Mi dispo­


sición a la voluntad del Padre, mi actitud de someter­
me con docilidad a las "operaciones", aun cuando no
comprenda el sentido último que ellas tengan, le da
oportunidad a Dios de desarrollar en mí, su favorito,
las niñas de sus ojos, su magistral actividad formado-
ra. Estos son pensamientos simples, pero expresan ver­
dades que inciden profundamente en nuestra vida.
¿Qué objetivo persigue Dios cuando me poda, cuando
caen a granel mis sarmientos bajo los golpes de su po­
dadera? ¿Qué quiere de nuestra Familia cuando le
envía tantas cruces y sufrimientos? En primer lugar
desprendernos de todo voluntarismo enfermizo, ansia
de valer, orgullo y apego desordenado a las creaturas.
Ustedes pueden darse cuenta enseguida de la razón de
esta purificación: Dios realiza esas tres intervenciones
quirúrgicas porque nos quiere enteramente para sí, con
todas las fibras de nuestro ser.

Superar el voluntarismo enfermizo

Desde la caída en el pecado original, el hombre


opone su voluntad a aquella de Dios. De esta manera

188
estorba continuamente a la mano divina en su labor de
modelarnos y educarnos. Nuestra voluntad está tan
enferma y contaminada que para depurarla del vene­
no hace falta la cirugía divina.
Les pido que con valentía y sencillez de espíritu
apliquen esta reflexión a las cruces y sufrimientos de su
comunidad. Si hemos hecho todo lo que estaba en Dios lo
nuestras manos para detener el sufrimiento y sin em­ permite
bargo éste sigue su curso, entonces es claro como el
agua que es Dios quien lo permite para el bien, para el
mayor bien de nuestra Familia. Aun cuando no poda­
mos decir con seguridad que Dios quiere eso, al menos
sabemos que El siempre quiere lo bueno.
Volveré sobre este punto cuando hable sobre la
obediencia; porque creo que debemos tener un sano
concepto de obediencia. Es bueno cultivar una obe­
diencia combinada con franqueza; pero también es Aceptar que
bueno que nuestra obediencia sepa plegarse a la volun­ El conduzca
tad de Dios cuando El señale claramente que quiere el barco
conducir la "barquilla" de la comunidad por otros ca­
minos que los que nosotros actualmente queremos. En
tales momentos, ¡sigamos la senda marcada por Dios
con una fe sencilla en la Divina Providencia!
¿Qué quiere Dios? Quebrar mi voluntarismo en­
fermizo para que cada fibra de mi voluntad le perte­
nezca enteramente.

Superar el ansia enfermiza de valer

Hagamos en este punto una rápida meditación


sobre el orgullo que llevamos a cuesta nosotros los sa­
cerdotes, sin darnos cuenta cabal de ello. Repasemos la
pedantería en que a veces incurrimos en la pastoral y
en nuestro abordaje y tratamiento de las faltas y peca­
dos del prójimo. En esa tarea caemos fácilmente en la
tentación de ser soberbios. Cuanto más se trabaja sobre

189
las faltas ajenas y se las combate, tanto más probable es
nuestra caída en actitudes de soberbia. Reflexionemos
sobre tales y cuales éxitos en nuestra labor; examine­
mos, en resumen, todas las oportunidades que tenemos
de alimentar y cebar nuestro orgullo.
Fijémonos por otra parte en los padecimientos que
Dios envía o permite; ellos están unidos a una expe­
riencia de humillación. Por ejemplo, las desilusiones
Humillaciones sufridas en relación con nuestro medio, con los supe­
riores y los que trabajan a nuestro lado. ¿No suponen
los desengaños una vivencia de humillación? Por ejem­
plo, ver cómo se destruye la obra de nuestras manos, lo
que habíamos levantado con tanto esfuerzo; o cómo
aquellos por los cuales yo me había sacrificado son
ahora los que me lapidan...¿Acaso este género de
El orgullo
humillaciones no suelen ser casi una parte de la vida
en el hombre
cotidiana? ¿Por qué? Porque en virtud del pecado ori­
ginal el orgullo se ha convertido en una suerte de se­
gunda naturaleza del ser humano. Por eso Dios tiene
que asestar sus golpes. En otro orden de cosas, si Dios
no nos enviase ningún sufrimiento, ni humillaciones,
casi habría que temer que nos pasó por alto, que ya no
nos trata como a las niñas de sus ojos. Naturalmente,
Para Dios obra así por amor y no para atormentarnos. Lo
quitarnos el hace para quitarnos el veneno, para que el alma em­
veneno prenda el vuelo hacia El con mayor sencillez.
Quiero recordarles que Dios nos aparta gradual­
mente de todo apego desordenado. Mediten sobre el
sentido y el fin de la creatura según el designio divino.
Tres son los sentidos o funciones que ella tiene: función
de estímulo, de traspaso y de desengaño.
En primer lugar, la creatura tiene una función de
estímulo. Por ejemplo, una persona despierta en mí,
por su manera de ser, el instinto de amar. Lo mismo
vale para las cosas. En segundo lugar, la función de
traspaso. Toda creatura debe conducirnos, por encima

190
y más allá de sí misma, hacia Dios. Comúnmente esta
función de traspaso no se opera adecuadamente y nos
esclavizamos a las cosas y a las personas; de ahí que las
creaturas tengan un tercer cometido, la función de
desengaño.

Función de desengaño

Como hombres ya maduros debemos detenernos


en este punto. Preguntémonos por la cantidad de des­
engaños sufridos en nuestra actividad laboral, en nues­
tra vida de familia...Pero, por favor, sean razonables y Desengaños
normales
admitan que sufrir desengaños de parte de las creatu­
ras es algo normal. A lo sumo me podrían decir que un
determinado desengaño no tendría que haber sido tan
lacerante. Sí, tienen razón. Pero no está en nuestras
manos decidir la manera en que nos sobrevendrán las
desilusiones: somos muy torpes para hacerlo. Dejemos
Digamos
que lo haga Dios. Hagamos lo que esté en nuestras
"sí" al
manos para impedir o cambiar una situación dada; desengaño
pero si ello no nos es posible, obremos como hombres
maduros o bien como niños sencillos (aquí tienen un
caso en que ambas realidades se funden en una sola) y
digamos "sí" al desengaño.
¿Cuál es la razón de ser de la función de desenga­
ño?, ¿por qué dejarla incidir tan tajantemente en nues­
tra vida? La función de desengaño se opera no para
amargarnos sino para despertar en nosotros nuevas Genera
energías. Ella es el camino más seguro para suscitar las nuevas
fuerzas más profundas y vitales del amor; así pueden fuerzas
corroborarlo en la vida de los santos. Ellos tuvieron que
soportar los más grandes desengaños; no sé a cuál
santo citar en especial. Piensen en toda una cantidad de
fundadores de órdenes religiosas. ¡Ah! ¡Cuántos desen­
gaños padecieron! Luego de haber consagrado toda su
vida y sus fuerzas a la obra que fundase, San Alfonso

191
María Ligorio4 fue puesto en la calle. Los hombres no
deberían apegarse tanto a instituciones, a cosas huma­
nas. Precisamente porque existe el peligro de esclavi­
zarse a ellas, la mano paternal de Dios está siempre en
actividad, podando y podando. Y esta poda se opera a
través de un amplio espectro de desengaños.
Detengámonos un momento en este punto y sope­
semos nuestras experiencias y observaciones de la
vida. Las personas de carácter débil no logran superar
El
hombre
los grandes desengaños y son presa de la amargura;
débil ¿acaso no suele ocurrir así?
Es más, les digo que los sacerdotes amargados son
gente peligrosa. A la luz de mi experiencia pastoral
podría agregar que nuestros conventos, institutos y
parroquias están llenos de hombres amargados:...una
verdadera catástrofe. Los desengaños son las pruebas
más difíciles que nosotros, pobres mortales, tenemos
que apurar hasta las heces. Los desengaños nos vienen
de todos lados: de nuestros superiores, de nuestros her­
Desilusiona­ manos y subordinados. Y ya verán que no pasará mu­
mos a otros cho tiempo hasta que nosotros mismos hayamos de­
silusionado a otros. ¿No lo creen? Simplemente es parte
de la vida real. Sólo el hombre maduro, o si les parece,
el niño sencillo, podrá superar estos problemas.
Mediten el caso de la escuela primaria: todo era
una maravilla, allí yo casi adoraba a mis maes­
tras... ¿Creen que la vida es siempre así? Creerlo es ex­
ponerse a graves crisis. Cuanto mayor haya sido mi ad­
hesión afectiva a los demás en los años de infancia y
juventud, tanto mayores serán las crisis cuando vengan

4. San Alfonso María Ligorio (1696 - 1787): Obispo y teólogo


italiano, fundador de la Orden del Smo. Redentor
(Redentoristas). Fue autor, entre otras obras, de una
"Teología moral" y de "Las glorias de María". Canonizado
en 1839 y proclamado Doctor de la Iglesia en 1871.

192
las desilusiones. Por eso, recuerden que la prueba de No
fuego es: no amargarse ante los desengaños. Natural­ amargarse
mente, sufrimos momentos de amargura; es algo que le
pasa a todo ser humano auténtico, pero no debo "amar­
garme". Retomando la imagen que les propuse hoy a la
tarde, les aconsejo utilizar todas esos obstáculos que Escalera de
hallemos en nuestra vida como bloques de piedra que obstáculos
podamos ordenar a manera de escalera. Por esa
escalera ascenderemos tranquilos y seguros hacia el co­
razón de Dios.
Sé que todo esto es fácil de decir pero difícil de
poner en práctica. Pues bien, díganme el nombre de
una persona que haya realizado grandes cosas en la
vida sin transitar por ese puente. Cítenme una comuni­
dad religiosa cualquiera...y verán que en toda comuni­
dad se cuecen habas. Lógicamente el tipo de dificulta­
des es distinto de una a otra; pero la grandeza de la
comunidad se mide según su capacidad de formar
hombres capaces de asumir las dificultades y vencerlas.
Si no hubiese dificultades, no sé qué sería de nosotros.
No soy adivino y por supuesto las cosas podrían ser de
otro modo. Pero desde el momento en que son así, mi
tarea como hombre cabal, o si quieren, como niño, es
apretar bien fuerte los dientes. Sabemos cuál es nuestra
meta: ser personalidades firmes, no hacer concesiones Perso­
ni ceder a las debilidades; ser sacerdotes santos que nalidades
sepan aprovechar esas duras dificultades para firmes
autosuperarse y crecer por encima de las limitaciones.
¿No les parece que este es el camino correcto?
¿Advierten que obrando así vendrá sobre nosotros el
Espíritu Santo, una fuerza viva que no nos abandona­
rá? Cuando se presentan las dificultades, de nada sir­
ve refugiarse en un rincón. Con esa actitud no le hare­
mos un favor a la comunidad, ni a Dios ni a nosotros
mismos. En las pruebas se demuestra la verdadera
hombría. ¿Cuál es el enemigo? ¿Qué es lo que puedo
hacer todavía a pesar de la situación adversa que me

193
rodea? Tenemos nuestra comunidad, tenemos tierra
firme bajo nuestros pies sobre la cual apoyarnos con se­
guridad. Lo que deba hacer, lo haré viril y filialmente;
ya Dios se encargará de bendecirnos.
Repasemos nuevamente las reflexiones que esta­
mos realizando. Quizás nos hayamos dispersado un
poco, pero la articulación es clara: Si no os hacéis como
los niños...La cumbre de la simplicidad consiste en la
recolección de todas nuestras fuerzas en Dios, en el
desprendimiento de todo lo que no sea o esté contra
Dios. Si no nos hacemos como los niños...Dios no podrá
utilizarnos como sus instrumentos.
Entrando en la faz final de esta conferencia, les
propongo algunas oraciones para despertar nuestro en­
tusiasmo por la sencillez. Hace poco realicé una pere­
grinación a Sachseln. En esa oportunidad escuché una
conferencia donde se analizó la oración de San Nico­
lás5, que compendia delicadamente lo que nosotros
llamamos "cumbre de la sencillez".
Oh, mi Dios y Señor,
dame todo lo que me lleve a Ti,
¿Tenemos el coraje de decirle a Dios: "Dame todo,
también la cruz y el dolor, si ellos me llevan a Ti?".
Oh, mi Dios y Señor,
quítame todo lo que me separe de Ti.
Quítame todo, también el amor de mis superiores,
el respeto de mis subordinados, si ello me separase de
Ti...¡Cuán grande es esta sencillez! Luego el santo con­
tinúa diciendo:

5. San Nicolás de Flue (1417 -1487): Ermitaño suizo, conocido


también como "Hermano Nicolás". Dejó a su mujer e hijos
para retirarse a la montaña que domina el valle de Melch,
donde vivió santamente alrededor de treinta años. El Papa
Clemente IX lo beatificó en 1669 y Pío XII lo canonizó en
1947.

194
San Ignacio de Layóla (1491-1556)

195
Oh, mi Dios y Señor,
despréndeme de mí mismo
y hazme enteramente tuyo.
He aquí la cima de la sencillez. Si nos animásemos
a orar de una manera similar, habría entonces que es­
tar dispuestos a asumir lo que venga con mucha serie­
dad. Seamos veraces en la oración, aun cuando nuestro
pobre corazón tiemble de miedo.
¿Quieren meditar sobre otras oraciones de este
tipo? Quizás recuerden aquella tan conocida de San
Ignacio6, que es otro nuevo compendio de la sencillez:
"Señor, Tú puedes tomar todo de mí; Tú me lo diste,
tuyo debe ser. Sólo dame tu gracia y tu amor; eso me
basta para ser rico en abundancia".
Repasen asimismo aquella otra jaculatoria: "Señor,
Si me busco, si te busco, bendíceme; si me busco a mí mismo, re­
repréndeme préndeme."

Busquen y elijan otras oraciones similares, pero no


olviden rezarlas con sinceridad. ¡Ah!, ¡Si tuviésemos el
coraje de remontarnos, de lanzarnos hacia esa cumbre
de la santidad! Los hombres "a medias" se desploman
Hombres
enteros bajo el peso de ciertas dificultades. Sólo los "enteros"
logran dominarlas. Todos nosotros tenemos que llegar
a ser hombres enteros, precisamente porque queremos
ser niños enteros.
Quizás poco a poco vayan vislumbrando cómo la
infancia espiritual es capaz de superar todas esas serias
dificultades que podemos encontrar en nuestro cami­
no. Se puede equiparar el ser niño con el ser hombre;
ambas realidades son, por último, idénticas; pero no­
sotros preferimos hablar de "niño", ya que esa palabra
expresa una maravillosa actitud sobrenatural en nues­
tro trato con Dios y al mismo tiempo se adecúa mejor
al ideal de nuestra comunidad.

6. Ignacio de Loyola, Ejercicios, cuarta semana, "Meditación


para alcanzar el amor", n. 234.

196
Décima Conferencia

LA INFANCIA ESPIRITUAL
ES ENTREGA DE SI MISMO

Recapitulación

Cuanto más se nos va revelando el rico contenido


de la infancia espiritual, tanto más nos alegramos de
nuestro ideal de comunidad. Y de esa manera crece la
conciencia -¡y no la arrogancia!- de nuestro estado de
vida, así como la convicción de que tenemos algo gran­
de que ofrecerle al mundo actual. Ustedes ya lo van
intuyendo; por otro lado, a partir de esta noche comen­
zaremos a ocuparnos con mayor detalle de ese fuerte Debemos
anhelo de infancia espiritual que experimenta la dar una
humanidad de hoy. Mediten sobre lo que nuestra épo­ respuesta
ca exige y aquello que podemos brindarle. Los hom­
bres nos preguntan y nosotros como comunidad debe­
mos darles una respuesta.
No sólo "sintamos" el ideal de la infancia espiri­
tual, sino irradiémoslo en nuestra sociedad a través de
todo nuestro ser. Naturalmente, cuanto más claro sea Irradiar la
este ideal ante nuestros ojos, tanto mayor deberá ser infancia
espiritual
nuestra humildad y pequeñez. Creo que todos estamos
de acuerdo en aplicar a nuestro caso aquellas palabras
del poeta: "El que soy saluda con tristeza al que debe­ ¿Qué soy
ría ser". ¿Qué debemos ser? ¿Qué debería ser yo y qué realmente?
soy realmente? En nuestro pensamiento y voluntad, en
nuestro amor y vida, ¡qué abismal la diferencia entre
ideal y realidad!
Hasta ahora hemos estudiado el contenido positi­
vo de la filialidad. ¡Cuán alto se alza ese ideal ante no­
sotros! Debemos ser una manifestación de Dios lo más
perfecta y original posible, tanto cada uno de nosotros

197
como la comunidad en su conjunto; y serlo también en
nuestra relación con otras comunidades religiosas. Esto
significa en particular transformarse en una señal de
Una señal Dios lo más perfecta posible, vale decir, estar perma-
de Dios nentemente en contemplación respetuosa de Aquel que
es infinito. El que soy saluda con tristeza al que debería
ser...¿Qué debemos ser? Un espejo lo más perfecto
posible de la simplicidad del Padre del cielo.
Lo que hablábamos ayer sobre la simplicidad no
admitía rodeos ni cortapisas y arribamos rápida y di­
rectamente a delimitar cuál era la cumbre de la senci­
llez. Desde el punto de vista del método hay que tener
en cuenta lo siguiente: si queremos que nuestra
comunidad se abra camino en el mundo de hoy, no hay
que rebajar sus ideales. Pensar que una comunidad
será atractiva en la medida en que sea superficial es un
craso error. No, no; la comunidad despertará al héroe
que está latente en cada hombre si ella misma es heroi­
ca. Estudien la historia de las órdenes religiosas.
Cuanto más grande el ideal de una comunidad -habla­
mos por supuesto de ideales en armonía con la Sagra­
da Escritura y la voluntad de Dios-, tanto mayor la
atracción que ejercerá sobre las posibles vocaciones.
Por eso ayer nos esforzamos en descartar todos los
aspectos secundarios y nos concentramos en la medita­
ción de las cumbres de la sencillez.
Las Constituciones de su comunidad están seña­
lando el espíritu original que los anima. Cuando fina­
licen los ejercicios y echen una mirada retrospectiva
sobre los mismos, verán que en ellos hemos desarrolla­
do el ideario de sus Constituciones.
Es verdad que ustedes centran la meditación de la
sencillez en la figura de Jesús y está bien que así sea.
Nosotros ayer nos remontamos hacia las fuentes, y con­
templamos la sencillez de Dios: Deus est actus

198
.
*
purissimus, ens simplicissimum Estas dos maneras
de reflexionar sobre la sencillez, ya sea en Jesús o bien
en Dios Padre, no son contrapuestas sino armónicas.
I El que soy saluda con tristeza al que debería
ser.^.Que esta actitud nos acompañe al retomar ahora
nuestra labor de investigar y descubrir el restante con­
tenido de la infancia espiritual.

Ser un reflejo lo más perfecto posible de la entrega de Jesús

Creo que estarán de acuerdo en que les presente,


al menos de forma esquemática, este punto tan impor­
tante. Si no me equivoco, nos estamos moviendo en un
terreno muy familiar.

La entrega de sí mismo es la cumbre de la infancia espiritual

Decíamos que el niño es una señal original de


Dios. Desde un punto de vista psicológico equivale ai Con
decir que la infancia espiritual puede definirse también | asombro y
como una actitud de respeto lleno de asombro y reve­ reverencia
rencia. Dijimos asimismo que la infancia espiritual
puede definirse como sencillez y simplicidad.
Ahora iluminaremos un nuevo contenido, una i
profunda faceta de la infancia espiritual que es una 1
fuerte protesta contra toda concepción superficial del i
ser niño.
En nuestros días existe una cantidad de gente que
clama incesantemente por cobijamiento -más adelante
les demostraré que tal clamor está muy justificado-. Si Es entrega
alguno de ustedes está trabajando con comunidades de sí mismo
religiosas, advertirá la intensidad del anhelo de
cobijamiento que existe en ellas. Pero atención, cuida­
do con equiparar directamente infancia espiritual con
cobijamiento. Más bien hay que equipararla con la en-

* Dios es acto purísimo, un ser simplísimo.

199
\ trega de sí mismo. El cobijamiento es un elemento se-
Cobijamiento, cundariO/ o si prefieren, una consecuencia de esa entre-
^la^ntr ¿a §a’ Volveré a hablar sobre este punto más adelante,
cuando hablemos de la infancia espiritual en el plano
metafísico y delimitemos su esencia.
¿Se dan cuenta de que la infancia espiritual exige
Mucha la hombría más "viril"? Sin esa hombría decididamen-
hombría te viril no alcanzarán jamás la cumbre de la entrega, el
t pináculo de la infancia espiritual.
En cuanto al método a emplear para transmitir los
valores de la infancia espiritual, les aconsejo que ante
todo estudien la receptividad, el sentimiento de vida y
las necesidades de la gente. Para nosotros la infancia
espiritual es siempre algo grande, que es necesario se­
llar con esa admirable entrega de nosotros mismos,
según el ejemplo que nos diese Jesús a lo largo de toda
su vida.
Examinemos brevemente el fuerte anhelo de fami­
lia que se documenta hoy en las órdenes religiosas y en
r ivt el hombre en general. Advertimos así que en ese cla-
/ • 'o mor se mezcla una considerable dosis de ansia de gra-
Ansia de tificaciones. No estoy diciendo que la búsqueda de
gratificaciones gratificaciones sea algo totalmente ilícito o que ella no
sea deseable en la etapa inicial de un desarrollo; ni tam­
poco que como superiores de una pequeña comunidad
debamos eliminar las gratificaciones justificadas. Pero
[no hay que considerar a la mesa de la familia como
"mesa de placeres sino como una de sacrificios.
Meditemos estas ideas, difundámoslas en nuestro me­
dio, y seamos sensibles al eco que despierten. 2
La tragedia de nuestro tiempo y la tragedia de la
familia natural es precisamente el afán de gozar. Si
El afán
para nosotros la familia es ante todo una mesa de pla­
de gozar
ceres, ya podemos ir liando el petate; no tendremos el
instrumento para llegar a ser algo grande. Yo conozco
un poco el tema y sé que hay comunidades donde la

200
gente joven clama y clama por familia. ¿Saben cómo se
considera a la mesa familiar en esas comunidades?
Como una mesa de bar donde se fuma y bebe cerveza.
No me malinterpreten; no estoy diciendo que la cerve­
za o el cigarrillo no sirvan para matizar la vida, para
hacerla más agradable, pero ¡a no poner las cosas patas
arriba, a no tergiversarlas!
Estas ideas son muy importantes y hay que tomar­
las a pecho. Aprendamos como hijos de la Familia a Mesa de
considerar la mesa familiar ante todo como mesa de sacrificios
sacrificios.
Repasen las Constituciones1 y verán que ellas
aconsejan educar a sus vocaciones, desde el principio,
en el espíritu de sacrificio. Quizás mi tratamiento del
tema sea más sistemático y explícito que el que hacen
las Constituciones; además mi punto de vista es el de la
infancia espiritual. Sea como fuere, podemos cambiar
una u otra palabra de estas reflexiones, pero no altere­
mos jamás las formas de vida, los contenidos profun­
dos, serios y austeros de los cuales ellas se ocupan.
(.Las Constituciones nos recuerdan insistentemen­
te que nuestras vocaciones no se están educando en un Para una
colegio de enseñanza secundaria cualquiera sino con vida de
miras a una futura vida de sacrificios. No pierdan de sacrificios
vista esta aclaración. No hace falta andar remarcando
siempre el lado áspero del sacrificio; hay que saber
adaptarlo al sentimiento de vida y a la edad del edu­
cando. Pero no disfracemos ni banalicemos la realidad
del sacrificio; de otro modo nos estaremos engañando.
Continuemos con nuestra reflexión sobre el sacri­
ficio y sus dimensiones; observaremos que la infancia
espiritual requiere una buena cuota de austeridad.
Naturalmente, ella nos ofrece determinadas gratifica­
ciones, como por ejemplo la del amor; en efecto, en el

1. Se refiere a las Constituciones o Norma de vida de los Padres


Betlemitas.

201
niño lo primero es el amor] Si es el amor lo que suscita
T , y nutre en mí la fuerza necesaria para hacer de la mesa
necesaria familiar una mesa de sacrificios, se neutralizaran las as­
perezas que todo sacrificio comporta. El amor nos
orientará en cada caso para proceder del modo adecua­
do, para dar en la tecla justa.

La entrega de Jesús a la voluntad del Padre

Dejemos por ahora estos planteos pedagógicos y


prosigamos trazando el lincamiento ascético. Decíamos
que el niño es también reflejo de la entrega de Jesús. ¡Sé
La donación lo que debes ser! Más aún: ¡Sé lo que es un niño! Aní­
de sí mismo mense a meditar a fondo este pensamiento. Al contem­
en Jesús pjar ja vida de Nuestro Señor advertimos que su rasgo
característico fue efectivamente el de una especialísima
donación de sí mismo. La entrega del Salvador a la
voluntad del Padre se operó tanto en su infancia
biológica cuanto a lo largo de toda su vida ulterior.
La infancia de Jesús...He aquí un mundo que nos
es bien conocido. Ustedes en su comunidad suelen
meditar con frecuencia esta etapa de la vida del Señor.
I ¡Cuán juicioso, dócil y obediente era cuando niño! Es \
típico de su comunidad subrayar las virtudes del Niño I
Jesús y luego decirse: "Si El fue así, nosotros debemos
imitarlo".
En vista de nuestra propia condición de adultos, la
pauta para nuestra ascesis no debe ser sólo la entrega
de sí ejercitada por Jesús niño, sino la que el Señor prac­
ticó a lo largo de toda su vida.
El vivió ese espíritu de sencillez y entrega en Be­
lén y, desde Belén, durante toda su vida. Sería inteli­
gente de nuestra parte estudiar cómo Nuestro Señor
fue desarrollando y perfeccionando esa entrega filial
año tras año.

202
Deténganse en el tema y examinen cómo ha sido la
entrega sin reservas de Cristo a la voluntad del Padre.
Consecuencia de esa entrega es también la entre­
ga a los suyos, a los hombres. No me ocuparé ahora de
este último punto. Si quieren leer más sobre él consul­
ten la Santificación de la Vida diaria 2; allí se expone
este tópico con una visión actual que a su vez respeta
y aprovecha el legado de la ascética tradicional.
Retornemos a la cuestión de la entrega de Jesús a
la voluntad del Padre.
La tesis que nos servirá de punto de partida para
nuestra reflexión es la siguiente: el Señor aspiró a algo
grande en su vida porque quería y debía ser ejemplo
para todas las generaciones futuras, para todos los
pueblos, para todos los hombres, incluso los hombres
geniales. De ahí que buscase como ideal lo más grande
que hubiese en el cielo y en la tierra.
¿En qué consistía esta grandeza? En estar, en todas
sus acciones, permanentemente cobijado en Dios. En
Jesús no había grandezas humanas, cada acto de su En Jesús
no había
vida fue grande porque estuvo cimentado en el grandezas
cobijamiento en Dios, porque en toda circunstancia dijo humanas
"sí" a lo que el Padre quería de él. La grandeza más
grande de su vida fue haber dicho: ¡Ita Pater! También
nosotros, y especialmente los jóvenes que tenemos que Anhelos de
educar, manifestamos a menudo irrefrenables anhelos grandeza
de grandeza. ¿Hacia dónde orientar un impulso tal? Al
cumplimiento del deseo y de la voluntad del Padre del
Cielo.
San Pablo nos dice que aquellas palabras del
salmista: "Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has
formado un cuerpo...He aquí que vengo a hacer tu vo-

2. Nailis, M.A., La santificación de la vida diaria, Barcelona,


Herder, 1985.

203
¡untad"3 pueden escribirse a manera de friso sobre la
vida de Jesús, como su "oración de la mañana". Aquí
tenemos el ideal de vida de Jesús, casi podríamos decir
su Ideal Personal. Más tarde él lo formularía con las
palabras: ¡Sí, Padre! ¡Ita Pater!
Cuál fue la gran idea directriz de Jesús a lo largo
de toda su vida? "Yo hago lo que el Padre me mandó;
Lo que el llevo a cabo las obras que el Padre quiere ver realiza­
Padre das 4...Emprendo el camino de mi pasión y muerte para
me mandó que el mundo vea que yo cumplo la voluntad del Pa­
dre 5". Esta debería ser la ascesis más propia de su
comunidad...
Observen cómo el Señor expresa en su oración,
con trabajos y sufrimientos, esa entrega filial al deseo y
La entrega la voluntad del Padre. La entrega filial es la gran clave
filial, clave de la vida cristiana. Sabemos que toda vida cristiana se
de la vida trifurca en oración, trabajo y sufrimiento. Nuestro "ora
cristiana et labora" (ora y trabaja)6 ha pasado por alto el sufri­
miento. A menudo olvidamos que padecer es una de
las "tareas" esenciales del cristiano.

Entrega filial y trabajo

Miremos en el corazón del Señor a través de los


resquicios de luz que nos ofrecen las palabras de la
Sagrada Escritura. Verán entonces que el afecto que
acompañaba siempre a Jesús en su trabajo era: ¡Ita
Pater! Ya citamos su oración de la mañana. Las prime­
ras palabras que escuchamos de su boca fueron: "¿No

3. Cf. Sal 40, 7-9; Heb 10,5ss.

4. Cf. Jn, 14,10

5. Cf. Jn 14,31
6. Lema de la Orden Benedictina, fundada en 529 por San
Benito de Nursia.

204
sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" (Le
1, 49). Reflexionemos siempre sobre esta respuesta de
Jesús a sus padres. Si alguna vez escriben algún librito
de meditaciones, que esas palabras sean la idea dire­
ctriz.
Más tarde Nuestro Señor pronunció otras palabras
que compendian toda la trayectoria de su vida: Mi ale­
gría fue hacer aquello que complacía al Padre. Que esta Aquello que
sea también nuestra actitud. No hacemos sólo lo que el complace a
Padre manda so pena de pecado mortal; si obrásemos mi Padre
sólo en virtud de ese temor, daríamos prueba de un
espíritu de esclavos. A las palabras: "El que me ha
enviado está conmigo: no me ha dejado solo", Jesús
agrega la siguiente fundamentación: "Porque yo hago
siempre lo que le agrada a él" (Jn 8,29). Piensen en las
arduas tareas que tienen que asumir; cuando las en­
frentemos, recordemos la actitud del Señor y di­
gámonos: "No les tengo miedo, no me angustian, ya No me deja
que quien me ha enviado no me deja solo". O bien solo
cuando abordemos problemas económicos o rela­
cionados con las vocaciones..."El que me ha enviado no
me deja solo".
Tengan en cuenta que si Dios Padre está con noso­
tros no hay por qué temer. El "partido" más fuerte será
aquel que tenga a Dios por aliado.
¿Cómo conseguir la bendición divina? Jesús decía:
"Porque yo hago siempre lo que le agrada a él". Dios ¿Cómo
nos brindará su bendición en la medida en que siempre conseguir la
nos esforcemos en decir "sí" no sólo a sus mandamien­ bendición
tos (lo damos por sentado) sino a sus deseos. Por eso divina?
Jesús, profundizando en este punto, continúa diciendo:
"Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha
enviado" (Jn 4,34). ¿Qué quiere decirnos el Señor? Que
hacer la voluntad de su Padre era su ocupación
favorita. Basta con dedicarse a aquello que agrade al
Padre. Observen la contundencia de la afirmación. ¿Se
dan cuenta de la plenitud de esta entrega de sí mismo?

205
Aquí no se habla de gozar de la vida sino de entregar­
se; el hijo se entrega sin reservas a los deseos de su Pa­
dre.
Todo lo remite Jesús al Padre, todo es manifesta­
ción de su entrega filial a él: sus acciones, grandes y
pequeñas, su vida entera.
Es hermoso y edificante contemplar cómo Jesús
fue educando a Pedro para que aquel bravo pescador
hiciese la primera profesión de fe en su divinidad. Des­
de un punto de vista puramente humano, ¡cuánta
alegría debió haber embargado el corazón del Señor en
aquella hora!
Jesús remite todo al Padre: "Bienaventurado eres
Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la
carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos"
(Mt 16,17). Jesús gira siempre en torno del Padre.
En un plano ya psicológico, meditemos sobre cuál
es la medida de las cosas que nos propone Jesús. El
Padre es esa medida; el Hijo debe girar permanente­
mente en torno de los deseos y la voluntad del Padre.
Perseguimos Se trata de la donación de sí mismo por parte del Hijo
nuestra y no lo contrario. Si bien con nuestros labios rezamos:
voluntad "Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo",
en la vida cotidiana buscamos que se cumpla nuestra
voluntad. No pretendamos acomodar la voluntad del
Padre a nuestro gusto; al contrario, para el hijo la vo­
luntad del Padre es la medida de todas las cosas. Ya
conocen aquel axioma clásico: "Dios es la medida de
las cosas, no el hombre". No pretendamos ser para
Dios la medida de las cosas.
En otra oportunidad la gente que rodeaba a Jesús
le dijo entre gritos: "¡Oye!, ahí afuera están tu madre y
tus hermanos que desean hablarte". Jesús les respon­
¿Quién es dió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis herma­
mi madre? nos?" (Mt 12, 46-50). Estas palabras trasuntan nueva­
mente uno de los grandes principios que nutren la vida

206
interior de Jesús: ¿Quién es mi madre, mi hermano o
hermana? Aquel que cumpla la voluntad de mi Padre
que me ha enviado.
Mediten con cuidado y atención estos "pequeños"
dichos del Señor que suelen decirnos más que muchas
colecciones de citas bíblicas y nos revelan el fondo de
oro del corazón de Jesús.
Hay un gran afecto, una gran pasión en la vida de
Cristo. ¿Cuál? El amor hacia su Padre. Observen qué
hermosa coronación de su obra realiza el Señor...¡Si yo
pudiese decir lo mismo cada noche y al final de mi
vida! Jesús clama al Padre diciéndole: "He llevado a La obra
cabo la obra que me encomendaste". Apliquemos estas que me en­
palabras a nosotros mismos. ¿Qué obra me confió el comendaste
Padre? ¿Somos profesores...o bien maestros o directo­
res espirituales? Todo lo consideraremos como una ta­
rea encomendada por el Padre del Cielo, aunque sean
labores que demanden sacrificios. Esa obra es la que
debo llevar a cabo comprometiendo todas mis fuerzas
para así poder decir que no perdí el tiempo en cosas
secundarias, en niñerías.
Que cada uno en su lugar se esfuerce para rendir
lo mejor de sí mismo en su labor, tal como lo hiciese el
Señor Jesús, animado por un espíritu de sencilla
filialidad. De esa manera se convertirán en una bendi­
ción para su comunidad, ¿no les parece? Si aquel que
dirige toda la comunidad puede decirse cada noche:
"He llevado a cabo la obra que me encomendaste", esa
obra será grande y luminosa. Por otra parte, sus Cons­
tituciones especifican cuáles son los límites y modos de
las tareas a desarrollar, y esa reglamentación está más
allá de todo planteo personal caprichoso y subjetivo.
¡Qué grande es cuando una comunidad cumple
realmente con la obra que Dios le ha encomendado! Se
convierte en una bendición para toda la Iglesia. Por el
contrario, cuando una comunidad no define su estilo

207
propio... quizás pueda hacer muchas cosas, pero al fi­
nal no hará nada razonable. Por eso hay que atenerse
a fondo a lo que Dios nos ha fijado en nuestras Cons­
tituciones.
La obra a cumplir es como el coronamiento de mi
Entrega vida. ¿Quién realizará ese coronamiento? "Yo te he glo­
ilimitada
de Jesús rificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me
encomendaste realizar" (Jn 17, 4)...En todo momento
pueden apreciar esa entrega ilimitada de Jesús a la vo­
luntad de su Padre.

Entrega filial y oración

Comprueben esta misma actitud en la oración de


Nuestro Señor. Cuando Jesús habla sobre la importan­
cia de los pequeños en el Reino de Dios, se dirige al
Padre diciendo: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios
e inteligentes, y se las has revelado a pequeños" (Mt 11,
25 par.).
Para apreciar en profundidad ese sentimiento de
filialidad ante el Padre que resuena en las palabras de
Jesús, relean la oración sacerdotal, en el capítulo
décimoséptimo del Evangelio según San Juan. ¡Hágan­
La palabra lo hoy mismo! La palabra "Padre" suena con singular
Padre belleza en boca de Jesús. Cuando él dice, entre otras
en boca de cosas, "He manifestado tu Nombre a los hombres" (Jn
Jesús 17,6), ¿a qué nombre se refiere? ¡Al nombre del Padre!
Además lo llama "Padre santo" (Jn, 17, 11), "Padre
bueno"(=justo) (Jn 17, 25). Evidentemente Nuestro
Señor no conoce otra oración sino la dirigida hacia el
Padre. A esta luz comprendemos la oración final de su
vida: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" (Le 23,
46). Quizás aún no hayamos reparado tanto en el hecho
de que la "oración de la mañana" y la "oración de la
tarde" de Jesús conforman una única oración al Padre.

208
Valdría la pena plantearnos alguna vez la pregun­
ta sobre la frecuencia con la que en nuestra oración
personal nos volvemos al Padre. ¿Saben por qué plan­
teo esta pregunta? Porque a mi entender la crisis de la
fe en la Divina Providencia, que padecemos en el cato­
licismo de hoy, va empañando cada vez más la imagen
del Padre del Cielo.
No sé exactamente cómo son sus oraciones comu­
nitarias, pero creo que deberían ser un reflejo especial
de la oración de Jesús. Si quieren una oración de pura
cepa, vuélvanse al Padre; no solamente al Padre, claro Por Cristo,
está, pero sí de manera especial. Que sus oraciones al Padre
privadas sean un reflejo especial de la oración litúrgi­
ca, orientada siempre al Padre. El estilo más puro de la
liturgia es, en efecto, Per Christum ad Patrem (Por
Cristo al Padre).
La oración de Jesús, su entrega en la oración, es la
oración de la liturgia. Observen cómo todas las oracio­
nes de la Santa Misa, salvando las tres que preceden in­
mediatamente a la comunión, se dirigen por Cristo al
Padre.
Sería bueno -pero quizás nos lleve muy lejos- in­
vestigar por qué el hombre de hoy lamentablemente
ora tan poco al Padre del Cielo, y cuáles son las causas
y efectos de esta falencia.

Entrega filial y sufrimiento

Prosiguiendo con nuestra meditación, observemos


cómo vive Jesús su entrega filial en el sufrimiento. En
vista de que todos somos hombres relativamente jóve­
nes, permítanme repetirles lo siguiente: no olvidemos
que el sufrimiento es una parte esencial de nuestra vida
cristiana. Sería prudente de nuestra parte inculcar a No hay vida
nuestras vocaciones, desde temprano, que no hay vida cristiana sin
cristiana o vida sacerdotal sin sufrimientos. De otra sufrimientos
manera, cuando el dolor se anuncie en nuestra vida

209
seremos presa de grandes desilusiones y no saldremos
de nuestro asombro. En realidad de lo que habría que
asombrarse es de que no nos venga ningún sufrimien­
to; pero dejo de lado por ahora la fundamentación de
este último pensamiento; sólo basta recordar aquellas
palabras evangélicas: "Mi Padre es el viñador. Todo
Sanar
sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que
nuestra da fruto, lo limpia, para que dé más fruto" (Jn 15, Iss.).
naturaleza El Padre quiere sanar nuestra naturaleza enferma, y
enferma ello no es posible sin cirugía. Mediten sobre la realidad
de ser miembros de Cristo. Si queremos ser miembros
de Cristo, es evidente que debemos hacernos cargo del
sufrimiento.
La perfecta infancia espiritual se manifiesta preci­
samente en el sufrimiento. Hablando ahora desde un
Como un punto de vista psicológico, no debemos sobrellevar el
niño, no dolor como un recluta sino como un niño que sabe gri­
como un tar cuando así lo siente. Esto vale tanto para la comu­
recluta nidad en general cuanto para cada uno de sus miem­
bros en particular. Retornemos al caso del soldado;
pues bien, el recluta permanece en su rincón hasta que
se le da la orden: ¡media vuelta!, ¡izquierda!, ¡derecha!
Esa no es la manera de sufrir del niño, ni tampoco la de
Jesús. Si quieren saber cómo sufre un ser humano au­
téntico, observen cómo lo hace una niña. También de
las mujeres podemos aprender a sufrir correctamente.
Asumir una rígida actitud militar en el sufrimiento es
destruir en nuestra naturaleza algo de la infancia espi­
ritual, es embrutecerse.
Les ilustraré estos pensamientos tomando la vida
de Jesús. Meditemos especialmente la escena de la ora­
Horas de ción en el Huerto de Getsemaní. Ahí tenemos la mejor
Getsemaní escuela para aprender cómo sufrir como un niño.
¡Cuántas "horas de Getsemaní" no habremos pasado
ya! Quizás Dios nos haya preservado de ellas hasta
ahora...pero tarde o temprano vendrán.
¿Qué entendemos por "horas de Getsemaní"? Mo-

210
mentos en los que el alma ya no halla en sí consuelo al­
guno que sirva de contrapeso al dolor que la embarga. El alma ya
En esos momentos se ve completamente librada al su­ no halla
frimiento. Todos tenemos horas en las que somos presa consuelo
de grandes dolores, pero en las que sentimos que en
nuestro interior aún existe un núcleo de fuerzas que se
mantiene firme ante los embates del dolor. Pero hay
otras en los que tenemos la sensación de que ya no hay
nada en el alma que pueda oponer resistencia alguna a
los padecimientos.
Mediten esas horas de Getsemaní en la vida de
Jesús. Dos son las observaciones que podemos hacer en Gritar como
vista de nuestra labor pastoral: dejar libertad para gri­ un niño
tar como un niño y no tratar de calmar demasiado rá­
pidamente al que sufre.

Dejar libertad

Subrayo a propósito este punto. Siguiendo el


ejemplo de Jesús, en el sufrimiento podemos permitir­
nos gritar como un niño. Procuremos que nuestra gente
tome conciencia de ello: no hay que sufrir como un
espartano o un indio, ya que de esa manera se destru­
ye la naturaleza humana, la infancia espiritual. Sobre
este tema pueden consultar el libro Santificación de la
vida diaria.7
Pasemos a examinar la vida de Nuestro Señor. El
dolor se cebó en él hasta hacerlo caer en tierra...¡qué
humano es esto! El, el Señor del cielo y de la tierra, ex­
perimenta su abandono; anhela consuelo, quiere
desahogarse, ¡cuán humano! La necesidad de desaho­
garse, satisfecha con mesura, no significa de ninguna
manera falta de infancia espiritual. Pero hay que ser
prudentes en la elección de la persona con la cual uno

7. Cfr. Nailis, M.A., La santificación de la vida diaria, op.cit.,


Parte II, "El sufrimiento y la vida", pág. 169.

211
se desahoga. Jesús hizo suya esa necesidad humana de
desahogo, pero el Padre del Cielo no condescendió en
ello. Nuestro Señor se volvió entonces hacia sus
discípulos...¿cómo lo recibieron estos?..¡estaban dur­
miendo!
El niño sabe llorar; sabe ir a su padre con sus que­
jas y lamentos. Si alguna vez tuvieron que hacer de
padres ante ciertos niños, saben que cuando uno de
Nos dice- estos viene a quejarse y nos dice: "Me duele", crecemos
¡Me duele! en paternidad; la actitud del niño no tiene por qué
molestarnos. Tengamos una visión más humana de las
cosas, para alcanzar finalmente una visión más divina
de las mismas. ¿Qué hace Jesús? Reparemos en su cla­
mor filial: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta
copa" (Mt 26,39). A menudo tenemos una concepción
distorsionada de las cosas. Por lo general pensamos
que Nuestro Señor pronunció esas palabras como al­
guien que recita un verso de memoria. Sin embargo la
Profundo Sagrada Escritura nos relata sobre la hondura de su
dolor dolor: Jesús hombre no sólo sudó de angustia -suele
de Jesús pasar- sino que su traspiración fue de sangre; y cayó en
hombre tjerra Nosotros diríamos: ¡Qué pusilánime!, ¡renunció
a toda hombría! Pero yo creo que debemos revisar
nuestro concepto de hombría. Jesús fue siempre un
hombre, un ejemplo a seguir; pero al mismo tiempo
tenemos el derecho de suponer que en ciertas oportu­
nidades haya clamado al Padre: "Padre, si es posible,
que pase de mí esta copa". Tuvo que pasar un poco de
tiempo hasta que la naturaleza humana se plegase y
dijese: "Pero no sea como yo quiero, sino como quieras
tú (Ibidem)".
Creo que tales cuadros de la vida de Jesús, que ar­
monizan perfectamente con el contexto bíblico y la
Humanos dogmática, son muy importantes para el hombre de
en el dolor hoy. Debemos ser humanos en el dolor, vale decir, filia­
les, como niños. Recordemos lo ya dicho: asumamos el
sufrimiento como un niño, no a la manera de un
espartano o de un indio. Detengámonos un poco más

212
en este punto; no es ninguna imperfección de nuestra
parte si a veces le "rezongamos" a Dios, le manifesta­
mos nuestro enojo y le decimos lo que nos está pasan­
do; incluso creo que Dios se alegra de ello.

No tratar de calmar demasiado rápidamente al que sufre

Me parece, en segundo lugar, que no habría que


tratar de calmar demasiado rápidamente a los que car­ Puedo
gan con una cruz. Dejemos que primero se desahoguen desahogarme
con Dios y derramen ante El sus lágrimas; no los con Dios
apabullemos con un montón de razones por las cuales
a nuestro parecer deberían consolarse.
Meditemos nuevamente sobre la escena del Huer­
to de Getsemaní. Jesús desahogó su angustia y buscó
un mesurado consuelo en el Padre del cielo y en los Que no sea
hombres; pero no lo halló. Fue en ese momento cuan­ como yo
do exclamó: "Pero no sea como yo quiero, sino como quiero
quieras tú". He aquí la segunda lección que nos ense­
ña este paso del Evangelio y quizás éste sea también
nuestro camino; posiblemente a nivel individual o bien
comunitario hayamos hecho con bastante frecuencia
experiencias similares.
Si asumimos el dolor con la actitud de un niño,
pronto, en un tiempo previsible, podremos seguir el
ejemplo del Señor y decir: "Padre, que no se haga mi
voluntad, sino la tuya". Esto no significa una inmediata Tu voluntad
pacificación interior; la tormenta quizás continúe ru­
giendo. Pero nuestra voluntad se habrá plegado filial e
inequívocamente al deseo y la voluntad divinas.
Observemos cómo sucede esto en el caso del niño.
Luego de haber visto el modelo, reparemos en su refle­
jo. ¿Se da en el niño una donación de esas característi­
cas? Sí, por supuesto, pero fuertemente mezclada con
la autocomplacencia y el egoísmo. Les repito la tesis:
"Hacer nuestro con mayor perfección y como estado
permanente lo que existe en el niño de manera imper­
fecta y como estado transitorio".

213
Ser un reflejo lo más perfecto posible de Jesús

Pasemos a la tercera reflexión: tenemos que ser un


trasunto lo más perfecto posible del niño, un reflejo lo
más perfecto posible del Señor.
¿Qué puedo hacer para ejercitar la entrega radical
Eso es de mí mismo a los deseos y la voluntad del Padre pro­
la infancia pia de la infancia espiritual? Les plantearé en esta área
espiritual una serie de preguntas.

Como un niño auténtico, ¿no debería considerar a


las Constituciones como expresión de los deseos y, en
cierta medida, de la voluntad de Jesús para conmigo?
Hoy por la tarde volveremos sobre el tema. Tenemos
que cultivar en nosotros la siguiente actitud: "Aunque
las Constituciones fuesen sólo expresión de los deseos
del Padre del Cielo para conmigo, ello es suficiente
para mí". Que nuestra actitud no sea andar calculando
Sólo hay cuáles puntos de las Constituciones nos obligan y cuá­
voluntarios les no; ello significaría que no comprendimos el ABC
de la infancia espiritual. Les repito que en la nave real
de Dios no hay remeros forzados, sino voluntarios.
Toda nuestra comunidad está orientada al desa­
rrollo de la generosidad. Precisamente porque los vín­
culos obligatorios hacia abajo son tan escasos, los vín­
culos hacia arriba deben ser tanto más profundos; y
esto último supone generosidad de pies a cabeza. De­
cirse que tal o cual infracción no es pecado y dejarla
No es
pecado, pasar sin pestañear, es no haber captado cuál es el
pero no principio fundamental de la infancia espiritual. Nues­
lo haré tra actitud debe ser otra muy distinta: "Esto no es pe­
cado, por lo tanto lo haré con mayor conciencia, ¿por
qué razón? Porque es agradable a Dios y le procura una
alegría. El Padre del cielo se alegra de cada uno de los
puntos de las Constituciones; El no quiere cargarlos
sobre mí como un lastre; no. Yo cumpliré con las
Constituciones porque eso le agrada al Padre; porque
mi alimento es cumplir con los deseos del Padre obser­

214
vando hasta las mínimas reglamentaciones de la
comunidad.
Hemos visto con frecuencia imágenes de santos
patronos de la juventud; en una mano sostienen el libro
de la Regla que observaron. Que en nuestro caso ocu­
rra algo similar. Si alguna vez algún miembro de su co­
munidad es canonizado, que ello sea por haber cumpli­
do al máximo con los principios de santidad tal como
están vertidos en sus Constituciones. Al canonizarse a
alguno de ustedes, en él se debería canonizar también
sus Constituciones, su Instituto. Quizás esto les sirva
como una cierta motivación. Una comunidad religiosa
tan original dentro de la Iglesia como es la de ustedes,
debe de alguna manera dar razón de sí misma forman­
do hombres santos, santos realmente canonizables.
Esto no es ambición enfermiza, sino una meta a la cual
aspirar conscientemente; y los educadores de su
comunidad tienen que apuntar en todo momento a
estos ideales.
En esta área podemos mencionar asimismo al ho­
rario del día como una manifestación más de los deseos
de Dios. Cumpliremos el horario no como esclavos sino
como hijos libres que hacen con espíritu de fe lo que les La obedien­
dice el Padre. Lo mismo vale para los deseos de los cia a los
superiores. Tampoco en este punto tenemos que actuar superiores
como esclavos. La obediencia que practicaremos será la
obediencia filial, unida no sólo a una generosidad
ilimitada sino también a una franqueza filial. Hay que
tener en cuenta ambos aspectos.
Mediten pues cómo seguir en la vida cotidiana el
ejemplo de entrega de sí mismo que nos diese Jesús.
Las cosas nos hacen interiormente libres cuando las
cumplimos por generosidad, cuando la motivación que
nos impulsa no es ante todo la mera obligación o la
pura actitud de evitar el pecado. Cuanto menor sea el
rol que desempeñe el pecado como amenaza y peligro
en el camino de mi vida, tanto más libre y generoso
seré interiormente.

215
Sé lo que es el niño...Creo que me he detenido un
poco más de lo previsto en el punto precedente; en rea­
lidad sólo quería esbozarlo.

Una unión original a Dios

Nos resta aún un tercer pensamiento que estudiar.


Decíamos que el niño es una manifestación original de
Dios que se nos aparece como una señal original, un
reflejo original y una unión original a Dios. ¿Qué signi­
fica esto? Examinen la religiosidad del niño. El gira per­
manentemente en torno de Dios; es una manifestación
suya porque está unido a El por la fe, la esperanza y el
amor. Sé lo que es el niño: una encarnación de las tres
virtudes teologales.
Más tarde volveré sobre este tema con todo deta­
lle, cuando hagamos el enfoque metafísico del concepto
"infancia espiritual".
Coloquemos ya el punto final de esta conferencia.
Hemos arribado al último eslabón de una larga cadena
de reflexiones. En primer lugar explicamos el significa­
do de la infancia espiritual, luego demostramos que
ella es el camino hacia el cielo y por último comenza­
mos a estudiar todo lo que entraña la infancia espiri­
tual. Observamos que en ella hay un aspecto positivo
y uno negativo; hablamos en efecto de un nuevo ser y
de un dejar de ser.
¿En qué consiste ese dejar de ser, vale decir, el as­
pecto negativo? Hoy por la tarde nos abocaremos a este
tema, que a su vez servirá para prepararnos todos jun­
tos, como Familia, a la confesión. Ustedes saben muy
¿Despojamos bien que Jesús dijo que si no cambiamos y no nos
de qué? hacemos como los niños, no entraremos en el Reino de
los Cielos. ¿De qué tenemos que despojarnos? Si que­
remos ser como los niños hay que plantearse primero
una pregunta fundamental: ¿Cómo asumir ese dejar de
ser para que luego podamos revestirnos plenamente de
un nuevo ser?

216
Undécima Conferencia

LA ASCETICA DE LA
INFANCIA ESPIRITUAL

Adquirir un nuevo ser

La exhortación que Jesús nos dirige es que si no


nos hacemos como los niños no entraremos en el Rei­
no de los Cielos...Dos son las cosas que el Señor quie­
re recordarnos. En primer lugar, que luchemos por
adquirir un nuevo ser, precisamente el de los niños; y Nacer de
en segundo lugar, que nos esforcemos y aspiremos a nuevo y
abandonar una cierta manera de ser. Dicho con otras despegarse
de lo viejo
palabras, para ser niños en el sentido en que Jesús lo
fue, no sólo debemos "nacer de nuevo" (Jn 3, 3) sino
despojarnos de algo viejo. A esta luz se entienden me­
jor aquellas palabras: "Si no cambiáis y os hacéis como
los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos".
Dos son las preguntas que nos interesan: ¿Qué de­
bemos deponer? ¿Cómo hacerlo?

¿Qué debemos abandonar?

Colocando esta pregunta en un marco estricta- p>epOner ja


mente bíblico, la respuesta salta enseguida a la vista: inmadurez
hay que deponer toda inmadurez y niñería, todo lo que y la niñería
no sea auténticamente filial.
Revivamos aquella escena del Evangelio, tan cla­
ra de comprender, cuando los apóstoles, llevados por
la ambición, disputaron sobre los primeros lugares en
el Reino. ¿Qué les dijo Jesús?1 ¡Abandonen esa ambi-

1. Cf. Mt 18, Iss.

217
ción tan inmadura! El Señor relacionó la actitud de
Despojarse despojarse de ambiciones con la infancia espiritual. De
de ambi­ ahí que bien hubiera podido decirles: Cesen ya de
ciones comportarse puerilmente y preocúpense más bien por
llegar a ser niños auténticos, ¡ése es su ideal!
Vuelvo a recordarles que en el niño hay también
mucha inmadurez; y él debe aprender a despojarse
Mucha paulatinamente de ella. Cuando proponemos al niño
inmadurez como ideal, lo hacemos sólo en consideración de lo
bueno y noble que existe en él.
En la afectividad y en la vida del niño en general
se observan rasgos de inmadurez que no provienen del
exterior; ¿cuál es entonces su procedencia? Ellos son
simplemente consecuencias del pecado original.
Quizás estas cosas no nos interesen tanto; pero sí
el otro aspecto, el de la interpretación, a la luz de la
historia salvífica, de la no filialidad, de la puerilidad.
En este marco referencial, la no filialidad recibe el nom­
bre de pecado e imperfección. Por lo tanto tenemos que
despojarnos del pecado y emprender la batalla contra
las imperfecciones.

El pecado

Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no po­


dréis entrar en el Reino de los Cielos. Si no se apartan
del pecado -mortal y venial- y no emprenden la lucha
contra las imperfecciones, no ingresarán, o bien no en­
trarán en el grado adecuado, en el Reino de los Cielos.
Los pensamientos que les estoy exponiendo son
bien conocidos. Se los repito para que recuerden que
estas ideas tan profundas integran la ascética de la in­
Ascética de
la infancia fancia espiritual, y son parte del estilo de nuestros ejer­
espiritual cicios espirituales. Me gustaría repasarlas todas, pero,
como comprenderán, el tiempo no alcanza para ello.
De ahí que lo mejor será profundizar en aquellas ver­

218
dades que no nos sean tan conocidas. Meditemos pues
sistemáticamente sobre la inmadurez, el pecado y las
imperfecciones.
Permítanme anticiparles una idea muy importan­
te, en especial para una pedagogía y una ascética de la
infancia espiritual. ¿Han reflexionado alguna vez por
qué nuestro sentido y nuestra conciencia de pecado son
tan pobres? Habría muchísimas respuestas a este
Conciencia
interrogante, pero en el horizonte de nuestros ejercicios
de pecado
creo que hay una que es central: nuestro sentido y con­ muy pobre
ciencia de pecado son tan precarios debido a la escasez
de sentido filial frente a Dios Padre. Estas palabras
parecen muy simples, pero entrañan un rico contenido.
Si mi sentido y conciencia de pecado tienen como
punto de referencia una idea de Dios vaga y arbitraria,
o bien la sujeción a una ley cualquiera, ¿les parece que
el tema "pecado" me comprometerá existencialmente
como persona? Sólo quien tenga una profunda con­ Una idea
ciencia filial ante un Dios Padre personal será capaz de vaga de
desarrollar una profunda conciencia de pecado. Este Dios poco
pensamiento parece muy evidente, sin embargo es ca­ me compro­
mete
paz de dar respuesta a un cúmulo de preguntas. Si yo
tuviese una relación con el Padre del Cielo más delica­
da, filial, tierna e íntima, experimentaría las imper­
fecciones que cometo con mayor profundidad, apre­
ciando así la inmadurez y pecado que ellas comportan.
Recuerden que la conciencia de pecado presupo­
ne una sólida educación de la verdadera conciencia fi­
lial. Pasemos ahora al plano de la educación de sus jó­
venes: sembrar o suscitar en ellos una infancia espiri­
tual honda y cálida es al mismo tiempo profundizar Sembrar la
una sana conciencia de pecado. Recalco el término infancia
espiritual
"sana"; vale decir que descartamos toda conciencia de
pecado patológica o morbosa. Una de las causas y raí­
ces de la conciencia enfermiza de pecado es la falta de
una infancia espiritual profunda. En esos casos, lo que

219
se reprime en la persona en una cierta área busca abrir­
se cauce en otras.
Echando una mirada retrospectiva sobre el trata­
miento de este tema del pecado a lo largo de la historia
del pensamiento católico, podemos decir que existen
dos concepciones de pecado, la de la patrística y aque­
lla de la escolástica.
La concepción patrística considera y siente al pe­
cado, con extraordinaria intensidad, como una pérdi-
Concepción da, un aniquilamiento del ser querido por Dios. A su
patrística vez, la concepción escolástica ve en el pecado más bien
del pecado la dimensión ética, vale decir, descubre en el pecado el
crimen tremendo de la ingratitud, que sólo puede repa­
rarse mediante una correspondiente expiación,
igualmente tremenda e infinita, de parte del Hijo de
Dios.
¿A cuál concepción adheriremos? Creo que debe­
mos unirlas, ¡es fácil hacerlo!
En estos días decíamos que la infancia espiritual
comprende en sí el ser filial y el sentido filial. Este es
nuestro claro lineamiento.

El pecado mortal

Digamos ahora algunas breves palabras sobre el


pecado mortal como expresión de una completa pueri­
lidad, de una total inmadurez. Se lo llama así porque es
capaz de matar; sofoca enteramente en la persona el ser
y el sentido filiales. Así pues, la infancia espiritual les
ofrece un enfoque original para la meditación del peca­
do.

Aniquila el ser filial

El pecado mortal, concebido como completa inma­


durez, no filialidad y conducta totalmente pueril, ani­
quila el ser niño. Esto significa que nos despoja de la

220
vida divina, nos priva de la participación en la natura­
leza divina, nos arrebata la filiación divina y nos con­
vierte, en un sentido pleno y verdadero, en hijos de
Satanás.
La gente del pueblo dice que cuando se echa a
Dios del alma, el diablo viene a ocupar el lugar vacan­ El diablo
te. También escuchamos a veces, especialmente en ocupa
nuestros días, de tales y cuales casos de posesión dia­ el lugar
vacante
bólica. Vivir en pecado mortal es estar -en otro sentido
pero a la vez en un verdadero sentido- poseído por el
demonio. No hace falta que les explique en qué senti­
do lo digo; medítenlo ustedes mismos.
Al ser despojado de la vida divina, del ser niño,
perderé la belleza maravillosa del alma en gracia; me
veré desposeído de la dignidad y los derechos que
habilitan para recibir la bondad, el amor y la misericor­
dia de Dios; y por último no gozaré el beneficio de los
méritos adquiridos hasta ese momento.
Habré perdido la hermosura del alma... Hay mís­
ticos que nos hablan con fascinante profundidad sobre El alma se
la belleza del alma en gracia.2 Luego de Dios -nos di­ sume en
cen- no hay cosa más bella que un alma en gracia. Si la fealdad
esto es cierto, podemos decir entonces, haciendo el en­
foque inverso, que sin esa vida divina, el alma se sume
en la fealdad.
Es comprensible que la imagen del diablo, la efigie
espantable de Satanás, llene de terror al alma en gracia.
Ahora bien, de manera paralela, el alma que es presa
del diablo, que se ha entregado al Maligno, presentará
una fealdad similar; vale decir, habrá perdido la gracia
divina y su consiguiente y admirable hermosura.

2. Ya en el Cantar de los Cantares se califica muchas veces a la


Amada (símbolo del alma) como "bella, hermosísima,
encantadora". En las letras castellanas es San Juan de la Cruz
quien da cima poética a este tema de la belleza del Amado y
de la Amada, en su Cántico Espiritual.

221
¿Qué más pierde? Naturalmente, también sus mé­
Perdemos la ritos. Es lo mismo que se puede observar en el mundo:
complacen­ cuando alguien comete un crimen de lesa majestad, de
cia de Dios nada le sirven sus méritos, todos son anulados. Así
ocurre en relación con Dios: al pecar, perdemos ante
todo la complacencia de Dios.
Sólo quien tenga una profunda conciencia de niño
estará abierto a esa complacencia de Dios. Al asalaria­
No le do, al esclavo, al lacayo de Dios, ¿qué le importará que
importa al su Señor lo mire con alegría y complacencia? Profundi­
esclavo cen la infancia espiritual, porque de esa manera de­
sarrollarán una sana conciencia de pecado y tendrán
una protección contra el mismo.
Mediten sobre el dolor que experimenta el niño
cuando advierte que su padre ya no lo mira con agra­
Su padre ya do. Esa experiencia conmueve más su corazón que sabe
no lo mira Dios cuántos castigos y golpes -salvo que estos hayan
con agrado sido enviados especialmente por el Padre del Cielo-.
Los castigos no son en sí mismos pedagógicos sino
cuando son expresión del desagrado del Padre.
Si no os hacéis como los niños. Si no os despojáis
del pecado mortal, no podréis entrar en el Reino de los
Cielos, porque el pecado mortal mata el ser niño.

Aniquila el sentido filial

Para demostrar una vez más que la infancia espi­


ritual tiene un horizonte universal y puede ser cimiento
de una ascesis global y orgánica, repasemos la concep­
ción de pecado que nos legaron la patrística y la
escolástica. Reflexionemos a continuación sobre cómo
el pecado grave aniquila el sentido filial. Naturalmen­
te, ya hablamos de que el pecado grave se opone radi­
calmente a todo tipo de infancia espiritual.
Comenzando pues con esta nueva meditación,
permítanme trazarles dos lineamientos.

222
En primer lugar, el pecado mortal es una rebelión,
un desprecio y una ingratitud terribles para con Dios,
y lo es en una medida que sofoca todo sentido filial.
¿De qué rebelión se trata? No sólo de aquella del
súbdito contra su señor sino la del niño contra su pro­
pio padre. Este señor es rey y jefe, pero al mismo tiem­ Es una
po es también el padre del súbdito, del hijo. Este alza­ rebelión
miento es tanto más infame cuanto más elevada sea la contra su
posición que ocupemos en el Reino de Dios, en el cora­ padre
zón del Padre. Somos hijos del Padre y "oficiales" del
Reino del Padre. Somos ambas cosas a la vez en el
corazón del Padre del Cielo. Imagínense entonces la
gravedad de nuestro delito cuando cometemos un pe­
cado mortal.
Consideremos ahora el plano humano natural.
¿Qué pasa cuando un príncipe heredero se alza contra
el rey, contra su padre? Ese es nuestro caso.
El pecado mortal mata el sentido filial porque in­
cita a la rebelión, pero también porque fomenta el des­ El pecado
precio. Como hijo del Padre conozco las cualidades del mortal
Padre: su omnipresencia, su justicia, santidad y fomenta el
omnisciencia. Mediten ahora el desprecio que supone desprecio
saber de esas cualidades, creer en ellas y sin embargo
no prestarles atención alguna.
El pecado mortal aniquila el sentido filial a causa
de la terrible ingratitud que comporta. ¡Ah! ¡Cuántos
regalos me ha hecho Dios!
Cultivemos la nobleza de nuestros sentimientos,
cultivemos la gratitud repasando día y noche los dones
que Dios nos ha hecho, "nadando" en el mar de sus mi­
sericordias. Es muy importante hacerlo, ya que sere­ Repasar
los dones
mos niños en la medida en que nos sepamos amados. recibidos
En nuestra labor pedagógica con los jóvenes, no olvide­
mos transmitir estas verdades gozosas. No lo hagamos
sólo a nivel intelectual, sino existencial y concreto. Esas
verdades gozosas cobran eficacia educativa y pedagó­

223
gica cuando el educando ha aprendido a gustar el mar
de misericordias de Dios.
He aquí el motivo por el cual en primer lugar re­
pasamos todo lo grande que ha habido y hay en nues­
tra vida y recién luego nos volvemos hacia las facetas
oscuras. El dolor por las manchas que haya en mi vida
No recor­ se tornará tanto más intenso cuanto más haya medita­
damos sus
misericordias do sobre las cosas grandes que Dios me ofreció y rega­
ló. ¿Por qué solemos ser tan terriblemente desagrade­
cidos? Porque nos acordamos muy poco de las miseri­
cordias de Dios. Y esto proviene de la grave carencia de
una delicada infancia espiritual, de nuestra falta de
cultivo de la soledad con el Padre, de coloquio cara a
cara con El. Si fuese filial estaría más a solas con El.
Si fuese filial
Pero como soy tan poco filial, mi corazón está en per­
manente distracción, derramado en las cosas del mun­
do, a la búsqueda de satisfacciones. Si fuésemos más
niños, tendríamos ese delicado sensor para detectar las
misericordias de Dios, buscaríamos la soledad con El y
recibiríamos la fuerza para evitar y acabar con la triste
ingratitud del pecado mortal.
En resumen, si no os hacéis como los niños, si no
os despojáis del pecado mortal, no podréis entrar en el
Reino de los Cielos. Tomemos estas palabras al pie de
la letra.

El pecado venial

Permítanme ahora decirles algunas palabras sobre


el pecado venial. Les advierto que la brevedad del tra­
tamiento del tema no significa que lo relegamos a un
segundo plano. Así pues, en cuanto al pecado venial,
hay que distinguir los pecados veniales plenamente
voluntarios de aquellos que no lo son.
El pecado venial es tanto más grave cuanto mayor
sea la malicia con la cual es cometido, cuando se lo rea­
liza con premeditación, cuando está unido a la ira, es

224
producto de un hábito inadvertido o bien no debida­
mente combatido. Repasemos cada una de estas carac­
terísticas y meditemos sobre la experiencia del pecado
venial que hemos tenido en nuestra vida.
¿Por qué luchar contra el pecado venial? Les repi­
to lo que dijera en relación con el pecado mortal: lo que Se debilita
vale para el pecado mortal, vale también, salvando las el sentido
debidas distancias, para el pecado venial. Si el pecado filial
mortal mata el sentido filial, el venial lo debilita. El
pecado venial no es una rebelión horrible, pero sí un
tipo de rebelión; no es un desprecio horrible, pero sí
una forma de desprecio; no es una ingratitud horrible, Una forma
pero sin embargo entraña una cierta ingratitud para de desprecio
con Dios. Un corazón de niño, una conciencia filial,
experimenta estas imperfecciones como muy duras y
odiosas.

Consecuencias

Son varias las consecuencias de la acción ani­


quiladora del pecado mortal. En primer lugar nos des­
poja del derecho a la paz y la libertad de los hijos de
Dios. El pecado mortal nos arrebata el derecho a una
muerte tranquila y a un juez bondadoso. Matizando un
poco estas formulaciones podemos aplicarlas, ana­
lógicamente, al caso del pecado venial.

Paz y libertad de los hijos de Dios

Les decía que el pecado mortal nos priva del dere­


cho a la paz y la libertad de los hijos de Dios. Esta afir­
mación admite en primer término una interpretación
desde el punto de vista de la psicología. Supongamos
que en mis años de juventud cometí la mar de pecados
mortales. Pecados contra la pureza o bien el de la ira,
los celos, etc., vale decir, los unidos a cambios físico
corporales. Estos ofrecen la prueba más directa de la
realidad del pecado mortal y su incidencia en la psico­
logía humana.

225
Retornando al caso de los pecados de juventud,
¿por qué cuando ya han pasado los años vuelvo a su­
frir una tremenda excitabilidad ante todo lo que tenga
que ver con la sexualidad? Se trata de una situación de
carencia de libertad que sobreviene como fruto del pe­
cado. Otros van por la vida gozando de libertad inte­
rior, mientras que yo ¡sabe Dios cuánta excitación
sexual sufro al enfrentar las cosas más triviales! Es que
precisamente he malogrado ese derecho a la paz y la
Se paladea libertad. Si me permiten una comparación algo cruda,
el néctar y pecar es como beber de una botella cuyo contenido es,
se traga el
veneno
arriba, un néctar muy dulce y, abajo, arsénico. Se pala­
dea el néctar y no se advierte que a su vez se traga el
veneno. Y éste comienza a actuar pronto. El pecado nos
quita pues el derecho a la paz, la alegría y la libertad de
los hijos de Dios.
Pasando ahora a una fundamentación más bien
dogmática del tema, recordemos que la paz es
tranquillitas ordinis, la tranquilidad fruto de la inser­
La alegría ción en el orden querido por Dios. El pecado no puede
estar unido a ninguna paz porque nos arranca de ese
orden querido por Dios. ¿Y qué es alegría? el descanso
de los apetitos en la posesión de un bien adecuado. El
pecado no es justamente un bien y por lo tanto no com­
porta ninguna alegría duradera, genuina y auténtica.

La buena muerte

El pecado mortal nos priva de un cierto derecho a


lo que la gente sencilla llama "una buena muerte". Fí­
jense que al hablar de "derecho" añado el adjetivo
"cierto", porque como teólogos sabemos que nadie tie­
ne un derecho explícito y seguro a la gracia de la per­
severancia. Quien cae en pecado mortal malogra el
derecho a algo que de otra manera hubiese alcanzado
con un cierto margen de probabilidad. ¡Qué espantosa

226
será la muerte para mí si me sorprende en pecado mor­
tal!
¿Qué es la muerte? El fin de la vida terrena y el co­
mienzo de la eternidad. Palabras muy profundas...Si
desean hacerlo, aquí tienen oportunidad de contemplar
la transitoriedad de todo lo terreno y la realidad de la
muerte. Es una reflexión que puede resultarnos muy
fecunda. Les ofrezco con este fin algunos puntos de
meditación:

Las cuatro exhortaciones de la muerte

La muerte se nos aparece dirigiéndonos cuatro ex­


hortaciones:
¡Abandona la vida terrenal!: Mediten lo que este
imperativo significa. Despedirme de la vida a la cual
me he apegado con devoción idolátrica. Dejar las
comodidades sin las cuales no me parecía posible vivir.
Partir de esta vida, vale decir, dar el adiós a los hom­
bres que adoré como dioses y a los que me había escla­
vizado.
¡Baja a la fosa!: Al sentir el espanto de la tumba,
experimentaré la transitoriedad de este mundo.
¡Preséntate ante el Juez Eterno, entra en la eterni­
dad! : Estos son pensamientos muy profundos y no nos
vendría mal repasarlos a la luz de la infancia espiritual. Motivo
Si yo he sido siempre un sencillo hijo del Padre aquí en de alegría
para un
la tierra, esos cuatro imperativos me infundirán una hijo sencillo
gran alegría, ya que son otras tantas invitaciones a en­
caminarme hacia el Padre, a contemplarlo, a acudir al
encuentro de sus brazos abiertos. Pero si no he sido su
hijo, si me he convertido en su enemigo a causa del
pecado mortal...¡qué será de mí entonces!
Por último, el pecado mortal me despoja de un
cierto derecho a una felicidad eterna. Aquí se nos ofre-

227
ce la oportunidad de realizar una meditación sobre el
infierno. Este tipo de meditaciones no tiene por qué
Infierno
para un
hacernos temblar de miedo; al contrario, son inmen­
niño samente fecundas, fértiles como el mar. Examinen lo
que significa el pensamiento del infierno para un niño:
refugiarse con mayor premura en los brazos del padre
y esforzarse por cumplir todos los deseos del padre.
De modo similar deberíamos interpretar positiva­
mente las verdades de nuestra fe que nos resulten un
poco más lejanas o bien sombrías. La literatura religio­
sa actual ha comenzado ya a hacer una presentación
positiva del tema del infierno, vale decir, apuntando a
hacerlo fecundo para la vida concreta.
Retomando el tópico del pecado venial, les repito
que todas estas consecuencias del pecado mortal valen
asimismo, si bien en menor grado, para el pecado ve­
nial. En efecto, el pecado venial nos priva, en un cier­
Encuentro
con el juez to sentido y con una intensidad mucho menor, del de­
eterno recho a la paz y la libertad; precisamente porque en
todo pecado hay una cuota de falta de libertad, espe­
cialmente cuando éste se ha hecho un hábito. El peca­
do venial puede intranquilizarnos en nuestra agonía,
ya que no nos hará tan agradable el encuentro con el
Juez Eterno.
Meditemos todos estos pensamientos desde el
punto de vista de una sencilla infancia espiritual.

Las imperfecciones

Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no en­


traréis en el Reino de los Cielos. Podríamos hacer aún
una tercera interpretación de estas palabras y decir: no
entraréis en el Reino de los Cielos si no emprendéis la
lucha contra las imperfecciones. Repasemos rápida­
mente algunos tipos de imperfecciones. Recordemos
que a éstas sólo las advertimos cuando tenemos un
profundo sentido filial.

228
Indiferencia ante las inspiraciones de Dios

Si soy un niño ante el Padre del Cielo, las inspira­


ciones de Dios no me "molestarán". Y me limitaré a Cuando las
realizar mis "benditas obligaciones y deberes", sin tra­ inspiraciones
bar jamás una relación más tierna y personal con El. de Dios
Quien logra una relación de esta índole es aquella per­ molestan
sona que tiene un adecuado sensor para detectar las
mociones de la gracia divina.
Reparen en otras clases de imperfecciones: no ha­
cer o quizás hacer imperfectamente eso que he recono­
cido como bueno. O tal vez emplear mis pensamientos
y sentimientos, y aun mi vida cotidiana, en cosas su­
perfinas que no necesariamente son peligrosas.
Consideren también la infracción de los reglamen­
tos de la comunidad. Al leer las Constituciones halla­
rán que ellas no obligan expresamente bajo pecado. Me
estoy refiriendo a las Constituciones en general, dejo de
lado por ahora los puntos que ellas prescriben bajo
pecado como obligatorios.

Cumplir las Constituciones por generosidad

Yo cumpliré las Constituciones precisamente por­


que ellas no me obligan bajo pecado. He aquí el ámbi­
to de la nobleza del hijo. Cuando el hijo toma concien­
cia de que tiene libertad, obedece hasta los menores de­
Obedece
seos del Padre. Pero cuando advierte que detrás de una los menores
reglamentación o mandato hay un: "¡Debes hacerlo!", deseos del
se siente coercionado y presionado. Por eso la invita­ Padre
ción libre de las Constituciones despertará toda mi
noble generosidad y mi deseo más ardiente será descu­
brir en las pequeñeces de la vida la expresión del deseo
del Padre del Cielo, y aceptarlas y abrazarlas con toda
el alma. Sabré que esos deseos no son para presio­
narme, que esos puntos de las Constituciones no son

229
para esclavizarme. Mi actitud global será la de corres­
ponder a ellos como lo haría un niño.
Ya en un nivel estrictamente jurídico, moral y
teológico, hay que detenerse en algunos aspectos espe­
ciales. Si bien las Constituciones en general no obligan
per se bajo pecado, sí lo hacen per accidens en algunos
puntos. No queremos ser como esos teólogos que
valiéndose de alambicadas explicaciones logran final­
mente calificar de "pecado" a cualquier quebranta­
miento de las Constituciones. Creo que es un proceder
desleal y que no se atiene a la verdad. Tres son los ca­
sos en los cuales una transgresión de las Constituciones
constituye per accidens un pecado. Sus Constituciones
mencionan dos de ellas:
>i El primer caso es cuando la contravención se pro­
duce como consecuencia de un desprecio formal hacia
Desprecio
formal al
las Constituciones. Los especialistas en morál dicen que
reglamento esto supone comisión de pecado mortal. Pero es raro
observar que se actúe por desprecio formal hacia un
reglamento.
‘ El segundo caso atañe a puntos que por razones
de derecho y obligación estipulan una prohibición. Por
ejemplo, me propongo quebrantar los puntos que re­
Transgredir
un manda­
glamentan el amor fraterno; y lo hago de manera tal
miento que transgredo el octavo mandamiento. Esta infracción
de las Constituciones es pecado por tratarse no de una
infracción de las Constituciones sino, por último, de un
mandamiento divino que le da sustento.
En tercer lugar, una transgresión de las Constitu­
ciones es pecado cuando la comisión de dicho
Motivo quebrantamiento obedece a un motivo no razonable o
innoble bien innoble. Tomemos otro ejemplo: un reglamento
dice que debemos observar un tiempo de levantarse y
otro de acostarse. Puedo transgredir esa regla sin que
ello sea pecado. Pero si a la mañana siguiente me que­
do en la cama por pereza, me habré hecho culpable
precisamente del pecado de pereza; y esto vale plena­

230
mente /para
,
todos, tanto ipara
.
los miembros de la ~ I'.IM.VWic
comunidad como para cualquier otra persona.
No nos apresuremos a tachar de pecado cualquier .
quebrantamiento de las Constituciones. Pero les ad-
vierto que este tipo de transgresiones es por naturale- '. ~.
za algo más que una mera imperfección. ¿Qué quiero
decir? La infracción de las Constituciones es infracción infracción
de una ley penal. Ellas son un compuesto especial: no a una ley
son una mera lista de recomendaciones, sino una ley Penal
penal. Consulten a sus especialistas en moral sobre este
tema. Yo puedo infringir las Constituciones sin come­
ter pecado, pero si después los superiores, en virtud del
derecho que los asiste, me imponen un castigo por la
transgresión cometida, estaré entonces obligado por
conciencia, y por lo tanto bajo pecado, a asumir la
penitencia impuesta.
Creo qué de esta manera les he recordado todos
los puntos que integran el tema de la desobediencia de
las Constituciones. Lo más importante sigue siendo
para nosotros la mentalidad noble del hijo de Dios y su Señor' ¿Qué
artihiH rlp dprir«p íipmnrp- 'Spñnr ;mip ps In nnp fp es 1° que te
actitud de decirse siempre: "Señor, ¿qué es lo que te .
alegra? Porque yo abrazo con toda el alma aquello que 8
signifique una alegría para Ti".

Evitar las imperfecciones

Les he presentado algunos tipos de imperfeccio­


nes; ahora quizás nos interese saber algunas de las ra­
zones que nos urgen a evitarlas. Creo que ya las he
mencionado; me refiero a la infancia espiritual, a una Las ¡mper-
marcada infancia espiritual. Si quieren un panorama de fecciones
las consecuencias específicas de las imperfecciones, eJnP°^I'ece
repasen lo dicho sobre el aniquilamiento y el empobre- fibal
cimiento del sentido filial. Por supuesto, estos se dan en
un grado inferior a los que provoca el pecado, pero, sea
como fuere, las imperfecciones perturban y afectan a su
manera el sentido filial. Mi ideal es la infancia
espiritual y por eso procuraré ir venciendo en mí a to-

231
dos sus enemigos, comenzando por el enemigo mortal.
De este modo les he respondido la primera pregunta,
que giraba en torno a lo que debíamos superar. Pase­
mos ahora a la segunda cuestión.
La respuesta a este interrogante es también muy
clara. Me libraré de todas las imperfecciones en la me­
Me libraré
de las im­ dida en que me esfuerce por cultivar un amor filial
perfecciones íntimo y eficaz. Como respuesta "frontal" a la cuestión
que nos ocupa les propongo pues un "ataque frontal"
a esas imperfecciones. Pasemos a estudiar los términos
de esa respuesta.

Amor filial íntimo

¿Qué hacer para profundizar la intimidad del


amor filial? Les recuerdo un pensamiento que me gusta
mucho: nadar siempre en las misericordias de Dios. Ex­
Misericordias perimentemos a Dios cada vez más como un padre
de Dios en bondadoso; repasemos constantemente, y con una cier­
mi vida
ta insistencia, las misericordias que Dios nos hizo en
nuestra propia vida y en la vida de la familia, de la
comunidad. Desarrollemos una cierta "habilidad" para
realizar ese ejercicio de rememoración. Ya que hasta
ahora, como es común, no hemos aplicado este méto­
do, habría que practicarlo durante un determinado
tiempo con especial intensidad. Que nuestra contem­
plación y examen de conciencia sean como un
posgustar los beneficios recibidos de Dios y que no ha­
yamos retribuido. Así veremos cuán escasa es la
nobleza de nuestro espíritu, cuán poco aprovechamos
el alimento espiritual que nos ofrece la meditación de
esos beneficios y, por lo tanto, cuán poco se enciende
nuestro corazón. Todo esto es prueba de la precariedad
a que se ha reducido nuestra actitud filial ante Dios.
Valdría la pena recordar en este contexto que las
Constituciones nos presentan a la Sma.Virgen como
Patrona nuestra, bajo la advocación "Madre del Buen
Consejo". Ella tiene el remedio. ¿Cómo nos remedia?

232
Ella responde a nuestras súplicas enviándonos el Espí­ Un fuerte
ritu Santo, el Espíritu de Amor. Si el Espíritu Santo, el espíritu de
amor increado, no desciende hasta lo más hondo de filiación
nuestro ser, no tendremos jamás un fuerte espíritu de
filiación.
Que los medios para alcanzar una gran intimidad
en nuestro amor filial sean la meditación de las miseri­
cordias divinas y la oración constante, dirigida espe­
cialmente a María, para que Ella nos envíe el Espíritu
Santo.

Amor filial eficaz

El amor filial es eficaz cuando suscita en nosotros


dos actitudes:

Primera actitud: Compromiso serio

El amor nos dará en primer lugar un espíritu de


seriedad en nuestro compromiso. Tenemos que luchar
con férreo denuedo, y a toda costa, para borrar de
nuestra vida todo pecado mortal y venial.
La vida de Santa Blanca puede servirnos de ejem­
plo en este punto. Ella fue la madre de San Luis, rey de
Francia. La santa solía decirle al rey niño: "Tú sabes
que te quiero. Pero preferiría verte caer muerto a mis
pies, antes que saber que has cometido un solo pecado
mortal".
El propósito de no cometer jamás un pecado vo­
luntariamente debería ser como un hilo rojo que reco­
rra toda nuestra vida. Que este pensamiento nos inspi­ Jamás
re y renueve como niños auténticos. Ustedes ya saben cometer
un pecado
todo lo que entraña el hecho de que un pensamiento se
volun­
convierta en idea directriz. Un niño no peca jamás tariamente
voluntariamente; al menos se esfuerza por todos los
medios en no desagradar al Padre, haciendo y pade­
ciendo todo lo que sea necesario para evitar el pecado

233
voluntario. Precisamente porque el pecado comporta
un aniquilamiento o bien una disminución del ser y el
sentido filiales.

Velar

La eficacia del amor se aprecia también en la ur­


Velar sobre gencia y el impulso de velar sobre la fantasía, las mo­
la fantasía ciones del corazón y ciertas cosas y personas.

Más adelante, cuando abordemos el tópico de la


pureza filial, retomaré ciertos puntos y aspectos de este
tema que quizás les interesen en especial. La actitud de
velar sobre nuestras relaciones con los demás estará
garantizada de la mejor manera si nos atenemos férrea­
mente al siguiente gran principio: Sereno en el alma y
no tocado en el cuerpo, tal como corresponde a nuestro
estado de vida.
En cuanto al tema del mantenimiento de la pure­
za, su comunidad ha desarrollado una serie de costum­
bres muy valiosas. Por ejemplo, no realizar dirección
espiritual de mujeres mediante intercambio espistolar.
Es una medida muy sabia. Con el correr de los años
advertirán que fueron escasísimos los frutos
cosechados de todos esos ensayos de dirección espiri­
tual epistolar.
Distingamos empero algunos casos especiales,
como aquel de la mujer de dotes sobresalientes o bien
de la que tiene a otras bajo su potestad, como por ejem­
plo la superiora de una comunidad. Pero en general la
mujer deberá contentarse con la dirección espiritual
ordinaria y normalmente así ocurre. Algún día, con el
paso de los años, sonreirán sobre todo lo que hayan
hecho más allá de ese marco, y exclamarán: "¡Cuánto
tiempo derrochado!". Repito que se puede hacer excep­
ciones, siempre en el espíritu de las Constituciones. Al
cumplir con esta costumbre de su comunidad, no lo ha­

234
gan porque es un "reglamento" sino porque ese uso es
expresión de una sabiduría de vida razonable y sana.
Cuando se es joven, se cree que uno es un exce­
lente director espiritual porque hay muchas mujeres
que solicitan nuestro acompañamiento espiritual. Es
comprensible que suceda así, ya por el mismo hecho de
que uno es hombre; vale decir que en sí no es algo
malo. Pero desistamos de la dirección espiritual de la
mujer a nivel espistolar. No por miedo a caer alguna
vez en pecado sino porque es una pérdida de tiempo.
El acompañamiento espiritual de la mujer se puede
hacer perfectamente en el confesionario. Se puede ha­
cer excepciones en los casos de mujeres de aspiraciones
extraordinarias. Pero, cuidado, uno está inclinado a
creer que aquellas que saben escribir con delicadeza
son muy dotadas. Así pues, ¡atención con la inex­
periencia! Por otro lado, les repito que el acompaña­
miento espiritual epistolar tiene otro sentido en el caso
de personas de dotes extraordinarias porque a través
de ellas estaremos sirviendo a un amplio grupo huma­
no, como en el caso de que la persona en cuestión sea
superiora ordinaria o bien superiora general de una co­
munidad.
La actitud de velar es un índice más de la eficacia
del amor filial.

Arrepentimiento

La eficacia del amor filial se manifiesta también en


nuestra capacidad de arrepentimiento. Les recuerdo
que un arrepentimiento genuino y verdadero es una Fuerza
fuerza sanadora y santificadora. Cuando luego de co­ sanadora
meter una falta realizo un profundo acto de arrepenti­ del arrepen­
miento, no sólo aparto mi voluntad del error sino que timiento
al mismo tiempo abrazo con gran fervor el bien que
había negado. Esta es pues la fuerza de empuje positi­
va del arrepentimiento. Tomemos por ejemplo el caso
de la mentira: no es suficiente arrepentirse y apartar la

235
voluntad del mal cometido, sino que debemos abrazar
con una mayor calidez el bien negado, la verdad que
hayamos lesionado y, de esa manera, a Dios mismo.
En resumen, el amor filial nos urge e impulsa a
profundizar nuestra capacidad de arrepentimos.

Penitencia

Asimismo debe manifestarse un adecuado espíri­


tu de penitencia, que se exprese sobre todo en la recep­
Frecuente ción del sacramento de la reconciliación con la frecuen­
reconciliación cia que corresponde. Este espíritu de penitencia se pro­
yectará en todas las facetas de mi vida.
Meditemos un poco sobre el sacramento de la re­
conciliación, desde el punto de vista de la infancia es­
piritual. Dios, en su sabiduría, instituyó ese sacramen­
to; así como sacerdotes, hombres de carne y hueso, que
fuesen sus vicarios. Comprueben cómo el confesor que
tiene una conciencia cabal del significado de su labor y
la cumple correctamente suscita en nosotros una sana
y amplia filialidad.
Por otra parte, no consideremos a la confesión sólo
como un medio para recibir la gracia sino también
como un medio pedagógico. Por eso en la confesión, y
en la medida de lo posible, demos cuenta al confesor
sobre las razones de nuestras imperfecciones y sobre el
Examen Particular. Este punto está ya incorporado a
los usos y costumbres de su comunidad; sólo resta
cumplirlo convenientemente. También está explicado
con suficiente claridad en la Santificación de la vida
diaria3.
Hasta aquí pues la primera gran actitud que debe­
mos cultivar frente al pecado y que surge de un genui­
no amor filial.

3. Cf. Nailis, M.A., La santificación de la vida diaria, op. cit.,


Parte I, "La oración", pág. 88.

236
Segunda actitud: Temor de Dios

Para adquirir un verdadero aborrecimiento del


pecado, también es necesario que el amor filial nos lle­
ve a implorar el Espíritu Santo y sus dones, en especial
el del temor de Dios. Con los medios habituales de la
gracia no alcanzaremos a desarrollar un profundo te­
mor de pecar. Si bien es cierto que los teólogos no sa­
ben a veces decirnos con exactitud lo que nos transmi­
ten en detalle cada uno de los dones del Espíritu San­
to, ello no es tan grave: ya se trate del don del temor o
bien de cualquier otro, eso no es lo más importante.
Sabemos que esos dones profundizan en nosotros la
acción del Espíritu Santo; eso es lo esencial, y no tanto
si tal o cual cosa es obra de tal o cual don del Espíritu
Santo.
Al hablar del don del temor de Dios que nos con­
fiere el Espíritu Santo me atengo a lo que los místicos
nos han dicho sobre el tema. Ellos nos explican que en Iluminación
virtud de ese don, el Espíritu Santo nos hace el gran repentina
regalo de no temer ya otra cosa que el pecado. Los san­
tos recurren con gusto a algunas imágenes para descri­
bir esta realidad. Por ejemplo, somos como un cami­
nante que marcha en medio de una noche oscura. De
pronto se ve. envuelto en la luz deslumbrante de un
relámpago y el fragor del trueno. Un fogonazo... y lue­ Se percibe
go todo vuelve a la calma. Algo similar ocurre cuando la fealdad
el Espíritu Santo ilumina repentinamente en lo profun­ del pecado
do del alma con el don del temor de Dios. En medio de
esa luz la persona percibe la fealdad del pecado4. Lue­
go se desencadena la tempestad, se suceden los rayos
y truenos y el hombre cae. Entonces toma conciencia de

4. (El alma entonces)"Vese claro indignísima, porque en pieza "Ver su


a donde entra mucho sol no hay telaraña escondida; ve su miseria"
miseria" (Santa Teresa de Jesús, Vida, op. cit.,
caps,19,2;20,28).

237
cuán poco filial ha sido y de lo que ha hecho. Si esa
misma persona hubiese estado llena del don del temor
de Dios jamás hubiese cometido el mínimo pecado
venial, aunque a cambio se le hubiese prometido la
felicidad de todo un mundo; precisamente porque para
ella el pecado es el peor de los males tanto a nivel expe­
riencia! cuanto intelectual. Antes que decir la mínima
mentira (aunque fuese para protegerse de algún mal
que la estuviera amenazando) estaría dispuesta a dejar­
se arrojar a los infiernos.
Es fácil decir estas cosas... Pero recordemos que
sólo el Espíritu Santo puede concedernos ese don del
temor de Dios. Por lo tanto, si queremos ser niños en
alto grado hay que esforzarse en alto grado por el Es­
píritu Santo.
En segundo lugar, el Espíritu Santo es quien se en­
carga de que cuando pecamos, no haya cosa que sinta­
mos con mayor dolor que ese mismo pecado cometido.
Es cierto que más allá de todos nuestros esfuerzos y de
la acción del Espíritu Santo, seguiremos sujetos a la
debilidad. Sin embargo, ¿cuál será nuestra reacción
ante el pecado cometido? No habrá dolor más grande
que la pena de haber pecado contra el Espíritu Santo.
Para que tengamos una idea más cabal de tal do­
lor, los místicos proponen el ejemplo del sufrimiento de
una madre por su hijo. Pero esto no se puede comparar
en absoluto con el dolor que el hombre siente cuando
ha ofendido, aunque sea mínimamente, a Dios. Esa
El dolor compunción por el pecado cometido no puede alcan­
de ofender zarse con los medios ordinarios de la gracia, aún cuan­
a Dios do pongamos todo nuestro empeño en ello; más bien es
un regalo que sólo puede hacer el Espíritu Santo. El
temor de Dios es también fruto del amor filial, un
efecto del temor ante el Padre, que no es un temor ser­
vil.

238
Les repito que si queremos desarrollar un sentido
verdadero, genuino y profundo del pecado, debemos
pedirle a la Sma.Virgen, en la fuerza de la infancia es­
piritual, que nos envíe el Espíritu Santo. Sólo el Espíritu Un pedido
Santo puede desplegar en nosotros, y en toda su ampli­ a la Sma.
tud, la infancia espiritual. Si no os hacéis como los Virgen
niños...vale decir, si no cambiáis vuestra actitud, si no
quitáis el pecado y las imperfecciones mediante el cul­
tivo de una infancia espiritual tierna y eficaz, no po­
dréis entrar en el Reino de los cielos; no ingresaréis allí
en absoluto o bien no lo haréis de la manera adecuada.

239
Duodécima Conferencia

LA INFANCIA ESPIRITUAL
COMO REMEDIO A LAS CRISIS

Recapitulación

Hemos tratado hasta ahora de ahondar un poco


más en el valor de una infancia espiritual sencilla y
genuina. En este campo nos resta aún mucho por hacer. El camino
Hasta este momento nuestras reflexiones giraron en hacia el cielo
torno de una única tesis: la infancia espiritual es el ca­
mino hacia el cielo.
El Espíritu Santo ha actuado en nuestra Familia re­
galándonos el ideal de la infancia espiritual, hermoso
ideal de alcances universales. ¡Qué alegría la nuestra y
cuánta gratitud a Dios por este precioso don!

B. La infancia espiritual es el camino para vencer las crisis


de nuestro tiempo

La convicción de que la infancia espiritual es efec­


tivamente el camino hacia el cielo se hará más profun­
da en nosotros si damos un paso más y la descubrimos El gran
remedio
como gran remedio contra las crisis de nuestro tiempo.
contra las
El binomio "infancia espiritual y crisis del tiempo" ha crisis
estado ya en boca de muchos a lo largo de la historia;
así pues haré ahora referencia a algunos momentos
puntuales de esa historia.

Males del tiempo


Inautenticidad

Weiss nos relata en su Apología del Cristianismo


la siguiente anécdota: En un tren rápido viajaban, en el
mismo compartimento, un inglés, un francés y un

241
monje. El tema que los ocupaba era la causa de los pro­
blemas que tiene el mundo y sostenían opiniones dife­
rentes. Uno de ellos -me parece que el francés- decía
que la culpa era de las mujeres; el otro -digamos el in­
La falta glés- afirmaba que los hombres eran los culpables de
de niñez es todas las catástrofes. Por último, el monje pidió la pa­
la causa labra y dijo que la causa de todo era la falta de niños:
hoy ya no hay más niños. Ya desde chicos, los hombres
de hoy se van educando en la inautenticidad. ¿Quién
tenía razón? ¡Piénsenlo por favor! El monje no estaba
del todo equivocado, aunque no sabemos si tenía toda
la razón.
¿Cómo veía el monje a la infancia espiritual?
Como remedio contra uno de los males del tiempo. La
Naturalidad, infancia espiritual implica naturalidad y espontanei­
como en los dad, y como tal es indudablemente la principal medi­
los niños
cina contra toda inautenticidad.

Arrogancia

Scheeben1 luchó enérgicamente por superar el es­


píritu negativo del tiempo. Supo enfrentar con singu­
lar brío a los enemigos del dogma de la infalibilidad del
Papa. Scheeben hizo un análisis de la mentalidad de su
tiempo: ya para los intelectuales de entonces era

1. Scheeben, Matías José: Teólogo alemán de la segunda mitad


del s.XIX. Su punto de partida se puede resumir en el lema
"sentiré cum Ecclesia". Ello lo llevó a considerar a la vez la
predicación de la Iglesia presente y la de los primeros siglos
del cristianismo, con la preocupación por manifestar toda la
riqueza de la fe, y así guiar a los fieles hacia una adoración
más profunda y fundada de los misterios inescrutables de
Dios, y hacia la acción de gracias por su amor liberal y
gratuito. Esta relación íntima de la teología y la mística fue
siempre la nota característica de su labor especulativa, que
rechaza tanto el racionalismo y semirracionalismo como el
fideísmo y el formalismo excesivo.

242
inimaginable plegarse a un dogma como el de la in­
falibilidad. El espíritu liberal negativo es espíritu de
arrogancia y si no se le opone aquél de la infancia espi­
ritual, no se podrá esperar ya salvación alguna.
¿Qué vislumbró Scheeben en su época? ¿En qué
consistía la crisis de su tiempo en la cual comprometió Gran
sus esfuerzos? Ese problema era precisamente la arro­ remedio
gancia. Y el gran remedio para ese mal debía ser la para la
apertura y la docilidad de la infancia espiritual. Obser­ arrogancia
ven que ambas realidades, infancia espiritual y crisis
del tiempo, no son ajenas entre sí sino que están en una
cierta relación, ¿no les parece?

Senilidad

Citemos una vez más al Rembrandtdeutsche,


quien fue un gran luchador contra la mentalidad senil. Mentalidad
El nos dice, en efecto, que el hombre actual clama por senil
filialidad porque a nivel espiritual ha sido presa de una
senilidad prematura.
En este punto de la senilidad, el remedio es nueva­
mente la infancia espiritual, entendida como sencilla
actitud de apertura, naturalidad y autenticidad.
Cuando hablamos de "infancia espiritual como re­
medio contra la crisis del tiempo", lo primero que debe­
ríamos aclarar es en qué consiste la crisis que vivimos
hoy. Podría repetirles así todo lo que ya hemos ex­
puesto y reiterarles que la mentalidad de nuestra épo­
ca está marcada por la senilidad, la inautenticidad y
una terrible arrogancia. Todo esto es cierto; sin embar­
go creo que con ello aún no delimitamos el problema
más típico de nuestros días: la espantosa falta de
cobijamiento.
Detengámonos un poco en el tema. ¿Es real esa fal­
ta de cobijamiento? Como es usual en mí, quizás des­ ¿Es real la
criba los contenidos de esa expresión recurriendo a si­ falta de co­
nónimos como "carencia de hogar" y "desarraigo"; bijamiento?

243
pero, les repito, estoy designando siempre los mismos
contenidos.
Peter Wust2 es uno de nuestros filósofos católicos
de hoy que más se ha ocupado de este problema. Posi-
Peter Wust- blemente porque él mismo lo padeció en carne propia,
inseguridad Pues bien, este pensador utiliza con preferencia el
término inseguridad o "insecuritas humana" (insegu­
ridad humana). Se trata siempre de lo mismo, los
términos sólo ponen de relieve otros aspectos de un
único problema.
Quien quiera conocer el tiempo en que vive, haría
bien en fijarse en el campo del adversario. Este a menu­
do asume con mayor intensidad los rasgos típicos del
mundo de hoy y tiene la capacidad de detectar las crisis
Jaspers. je nuesf-ros ¿fas con mayor celeridad que nosotros, que
p fuimos educados en una fuerte mentalidad conserva­
dora. Así pues, reparemos en las filas adversarias; allí
hallamos al filósofo Jaspers 3, quien nos habla del de­
samparo del hombre moderno.
No se rían de formulaciones novedosas como es­
tas; ellas traducen un sentimiento de vida bien concre­
to. ¡El desamparo del hombre actual! Espontáneamente
No está recordamos aquella otra frase de Pestalozzi sobre el
vinculado hecho de que el hombre es por naturaleza un ser vincu-
a un nido |ajo aj nj¿o Evidentemente el hombre de hoy ya no
está vinculado a un nido, vale decir, siente la necesidad
instintiva de tener un nido, pero ya no lo tiene. Ese

2. Wust, Peter (1884 - 1940): Filósofo alemán. Participó en la


resistencia de la Iglesia Católica contra el Nacionalsocialismo.

3. Jaspers, Karl (1883 - 1969): Médico psiquiatra y filósofo


alemán. En filosofía ha dado origen a una de las formas del
existencialismo. En él es fundamental el concepto de
comunicación e historicidad del yo existente en subjetividad
y objetividad.

244
instinto primario de tener un nido no ha sido satisfe­
cho, de ahí su desamparo, su carencia de cobijamiento.
El pensamiento de Heidegger4 es probablemente
el que más escuela ha hecho en nuestra época. El es
quien traduce, quizás de la manera más clásica, el sen­ Heidegger:
timiento de vida del hombre de hoy. Heidegger utiliza un madero
términos aún más crudos, y nos habla de la en el mar
"derrelicción" del hombre moderno, de su condición
de estar "arrojado en medio de la vida". ¿Qué quiere
decir con esa expresión? Que el hombre ha sido lanza­
do y abandonado en la vida como un trozo de madera
que alguien arrojó al mar y lo dejó librado al capricho
de las olas que lo arrastran de aquí para allá. Debido a De allí la
su derrelicción, el estado fundamental del hombre es la angustia
angustia.
Si mi propósito fuese dar aquí una lección de filo­
sofía, tendríamos que profundizar en el tema y compro­
bar si Heidegger nos está ofreciendo una filosofía del
ser o bien una simple filosofía de vida. Para nuestros
fines nos basta con detenernos un poco -aunque sea un
tanto superficialmente- en el estudio del hombre de
hoy. A mi parecer, Heidegger ahonda mucho más en
este asunto, pero no es lo que ahora nos interesa.
Les recuerdo que Heidegger se basa en Kier-
kegaard 5. Lo que este último enseña en referencia al

4. Heidegger, Martín (1889 - 1976): Filósofo alemán. Ha dado


un nuevo desarrollo a la concepción fenomenológica de
Husserl y su escuela en el sentido de una metafísica como
"conocimiento fundamental de la existencia como tal y en su
totalidad". La influencia de su filosofía en Francia ha
originado el existencialismo de Sartre.

5. Sóren Kierkegaard: teólogo y filósofo danés (1813 - 1855).


Elaboró una moral de abnegación y apartamiento del
mundo, que se alejó cada vez más del sentido que daba al
cristianismo la Iglesia oficial danesa, con la cual acabó por

245
plano religioso, Heidegger lo traslada -naturalmente en
su manera original- a la filosofía moderna.
Retornemos al tema de la falta de cobijamiento.
Creo que debería añadir una nueva palabra: una pecu­
liar falta de cobijamiento, una falta de cobijamiento que
clama a voz en cuello. Quizás ustedes me digan que no
Una falta de notan en absoluto ese fenómeno. Más tarde les demos­
cobijamiento traré que sí,que nos es difícil advertirlo; incluso que no­
que clama sotros mismos padecemos esa espantosa inseguridad.
Pero por ahora basta esta tesis general: el problema del
hombre de hoy es su peculiar falta de cobijamiento.

Remedio

Decíamos que la infancia espiritual es el remedio


contra esa peculiar falta de cobijamiento. Ustedes segu­
ramente están esperando que agregue un nuevo adje­
tivo a la fórmula "infancia espiritual". En efecto, no se
El riesgo de trata de una infancia espiritual cualquiera, sino del más
la infancia alto grado de infancia que podamos concebir; dicho en
espiritual
otras palabras, se trata de una infancia espiritual audaz.
El remedio contra la crisis del tiempo es pues asumir el
riesgo de una infancia espiritual extraordinaria,
profunda y marcada.
Reflexionemos un poco sobre el "riesgo" de la in­
fancia espiritual.
Creo que nuestra filosofía católica debería ir elabo­
rando y redondeando gradualmente su propia filoso­
fía existencial. En un primer paso habría que tomar al­
gunos elementos de Heidegger, el gran filósofo exis-

romper. Condenó en libros de brillante estilo lo que él llamó


"paradoja del cristianismo", y proclamó, en cambio, un
cristianismo interior, que ha influido mucho en todos los
países de religión protestante, y en algunos aspectos de la
filosofía moderna, especialmente en el existencialismo.

246
tencialista. Heidegger analizó la existencia humana, la
vida del hombre tal cual es. Me parece que valdría la
pena volver a examinar los principios fundamentales
de una vida plenamente cristiana. Más tarde les aclara­
ré por qué es importante hacer un estudio semejante.
Por ahora me conformo con resaltar las dos cualidades
de la vida humana que subraya Heidegger: "derrelic­
ción" y "necesidad de decisión". Cualidades que a su
vez también presenta la vida, la existencia cristiana; si
bien, naturalmente, en un sentido y grado distintos.
¿Qué quiere decir Heidegger con el término
"derrelicción"? Que el hombre ha sido lanzado y aban­
donado en medio de la vida. A Heidegger no le intere­
sa de dónde viene el hombre, por quién ha sido arroja­
do, ni hacia adonde va. Nosotros sabemos por quién
hemos sido arrojados a la vida: por Dios; y sabemos
Incertidumbre
para qué. Sin embargo nuestra vida cristiana está
signada también por un cierto abandono e inseguridad.
¿O creen ustedes que ella está tan asegurada como
solemos representarla? Nuestra vida cristiana es a
menudo una vida muy incierta.
Más tarde, cuando hayamos avanzado un poco
más, les expondré en detalle cuánto, o mejor dicho,
cuán poca seguridad puramente natural tenemos en
torno de las preguntas fundamentales de nuestra vida. Cuando
se acerca
Casi diría que cuanto más se acerca un hombre a Dios,
mucho a
tanto más es zarandeado y lanzado a la vida. Observen Dios
a las personas con dotes místicas: ¡Cuántas veces son
"arrojadas", "lanzadas" fuera de la presencia de Dios!
Y lo son en una medida que no alcanzamos a ima­
ginar...Ser arrojado supone también ser zarandeado;
ambas cosas son asimismo características de la vida
cristiana.
Por supuesto, los cristianos sabemos que por últi­
mo podemos contar con una cierta seguridad; pero les Seguridad
adelanto que esa seguridad se da en un plano superior. en un plano
superior

247
Recuerden el ejemplo que ya les di, el del péndu­
lo. El hombre es un ser pendular, oscilante. ¿Dónde
está el punto de apoyo del péndulo? ¡Arriba! ¿Cuál es
El punto de el fundamento de la seguridad del ser humano? El ries­
apoyo del
péndulo
go de la humildad y del amor. La existencia cristiana,
tal como se la concibe y se la vive comúnmente, entraña
una cantidad de inseguridades y desamparos que sólo
pueden superarse remitiéndose a un plano superior:
las manos de Dios, el riesgo de la infancia espiritual. El
abandono, en la existencia cristiana, sólo puede ser
superado por la decisión, por el coraje de una infancia
espiritual heroica. Es cierto que nosotros sufrimos esa
inseguridad y desamparo con mayor intensidad que
otros hombres en otros países, ya que la vida moderna
nos está despojando de toda seguridad infundada y
ficticia.
El cristianismo que vivimos en el siglo pasado te­
nía muchos seguros que en realidad no lo eran. Se tra­
Muchos
seguros
taba más bien de hartura burguesa, de búsqueda bur­
ficticios guesa de seguridades. Nosotros asumimos ese estilo de
vida tal como lo heredamos; nos criamos en él pensan­
do que las cosas seguirían siendo así eternamente.
El cardenal Newman6 dijo que el cristiano común
-el ordinario y corriente- considera su religión como un
seguro de vida para la eternidad, pero que se adquie­
Seguro de
re pagando la menor cantidad posible de cuotas. El
vida para la
eternidad razonamiento que da sustento a esa mentalidad es el si­
guiente: "Aquí vivimos una vida tranquila y burguesa;
quizás sea cierto lo que dice la religión sobre la vida en

6. Newman, John Henry (1801 - 1890): Cardenal y teólogo


inglés, el más famoso de los conversos al catolicismo en la
Inglaterra victoriana. Newman fue, antes que nada, un pastor
de almas, de tal forma que toda su teología tiene un sentido
práctico y fue de hecho elaborada como resultado de alguna
necesidad pastoral.

248
el más allá; por eso, tomemos aquí todas las medidas
para que lleguemos bien allá arriba". ¿Qué mentalidad
es ésta? Una sociedad burguesa engendra un cristianis­ Pocas cuotas
mo burgués; y un cristianismo burgués es un cristia­ de seguro
nismo chato que no sabe del coraje de ser cristiano, y
que sólo procura asegurarse un "buen pasar" futuro
("Hay que asegurarse el futuro").
Pero cuando llegan tiempos como los que están
viviendo los países que nos rodean, toda seguridad
burguesa en la que se vivía hasta entonces es aniquila­ Derrumbe
de la
da y el hombre vuelve a experimentar y vivenciar, seguridad
hasta las heces, el abandono que signa su existencia.
Esos tiempos exigen imperiosamente un coraje de hé­
roes.
¿Qué les he esbozado hasta este momento?: El
riesgo de la infancia espiritual es el remedio contra ese
peculiar desamparo que constituye el gran problema
de este tiempo.
Pasemos ahora a reflexionar sobre dos temas.
Hablaré más pausadamente porque el primero de ellos
aún nos resulta bastante nuevo. Mañana nos entende­
remos mejor; al fin y al cabo se trata de cosas que, qui­
zás sin darnos cuenta cabal de ello, experimentamos
día a día. Pues bien, los dos temas son: la crisis del
tiempo y el rescate de nuestro tiempo.
Permítanme insistir sobre el hecho de que la falta
de cobijamiento es algo evidente. Toda la humanidad,
incluidos los cristianos, está profundamente sacudida
y conmovida por una serie de inseguridades y de­
samparos. Al afirmar que la falta de cobijamiento y la Inseguridad
inseguridad que reinan hoy son extraordinarias, quie­ en todos los
ro decirles que toda la existencia cristiana y la existen­ niveles
cia del ser humano en general están plagadas de inse­
guridades en todos sus niveles. Más adelante iré colo­
cando otros acentos; por ahora les repito que la
inseguridad ordinaria de la existencia cristiana se ha

249
tornado extraordinaria. Los dos grados de intensidad
de la inseguridad que sufrimos y sobre la cual reflexio­
naremos son así la inseguridad ordinaria y la extraor­
dinaria.
Para comprender la crisis de este tiempo, tenga­
La insegu­ mos en cuenta que la existencia del ser humano, la exis­
ridad se ha tencia cristiana, está sumida íntegramente en la insegu­
agravado ridad; y esa inseguridad se ha agravado de una manera
espantosa.

La falta de cobijamiento general y ordinaria

En este campo son nuevamente dos las meditacio­


nes que queremos hacer. Estamos siempre enfocando
un mismo proceso de vida; una vez lo hacemos más
desde el punto de vista psicológico y otras desde el
filosófico.

Enfoque psicológico

La psicología nos dice que la existencia humana y


cristiana está cargada de tensiones alimentadas por an­
Angustias gustias y miedos profundos. Para el psicólogo, la
y miedos
profundos existencia humana está ligada a temores y angustias
inexorables. No nos vendrá mal hacer un poco de luz
sobre el misterio de nuestro propio psiquismo. Tam­
bién nosotros sufrimos el tormento, no confesado, del
miedo y de la angustia.

Miedo

Miedo es la situación de conmoción físico psicoló­


gica ante un mal determinado y concreto. No me de­
tendré ahora sobre este punto. Me parece que más
importante es reflexionar sobre el tema de los estados
de temor del hombre en general y del hombre de hoy
en particular.

250
Angustia

Es un fuerte estado de displacer físico psicológico Algo oscuro


a causa de la inferioridad de condiciones ante un nos acosa
"algo" indeterminado, de la impotencia que sentimos
frente a una oscura fuerza todopoderosa.
La diferencia característica entre angustia y miedo
estriba en que el miedo es un displacer físico psicológi­
co ante un mal o un sufrimiento concreto y palpable; en
cambio la angustia -la palabra misma proviene de
"angostura"- es una sensación de opresión físico psico­
lógica. Este estado se origina cuando hay algo que nos
acosa y no podemos localizarlo exactamente porque es
algo indeterminado. Tenemos entonces la sensación de
ser subyugados, de ser impotentes ante una intangible
fuerza todopoderosa.
Nos planteamos ahora dos interrogantes: ¿Cómo
se manifiesta el miedo? y ¿de dónde proviene?
Para el estudio de la primera cuestión discernire­
mos quién es el sujeto del miedo, cuál su objeto y final­
mente los efectos que acarrea. Ya en el comienzo mis­
mo de esta reflexión debemos recordar que la angustia La angustia
es un sentimiento universal, primario y raigal. Univer­ es universal
sal porque todos los hombres afectados por el pecado
original padecen de alguna manera la angustia;
primario porque pertenece a aquellos sentimientos más
hondos y fundamentales de la naturaleza humana; y
raigal por ser precisamente raíz de otros sentimientos
concomitantes.
Examinemos ahora los tipos, el sujeto, el objeto y
las consecuencias del miedo.

Tipos de miedo:
Miedo disimulado

¿Quién no ha observado en la vida este tipo de


miedo, o bien lo ha sufrido en carne propia? Quizás

251
cuando una vez tuvimos que marchar de noche por un
bosque o andar a campo traviesa y sentíamos un vago
terror. En esa situación, el muchacho disimula el páni­
co cantando y silbando lo que se le viene a la mente.
Este es el caso del miedo "disfrazado", disimulado.
Observen cuánto miedo de este tipo padecemos en la
vida. Recordemos por ejemplo las vísperas de un exa­
men, etc.; en esas horas saltábamos sobre los bancos y
los pupitres. ¿Por qué? porque así disimulábamos el
miedo que nos asediaba. Lo que nos impulsaba a obrar
así no era precisamente la alegría, sino la pulsión a des­
ahogar el miedo.

Miedo simulador

Tomemos nuevamente el ejemplo del estudiante


que está ante un examen. Este no ha estudiado lo sufi­
ciente como para enfrentar airosamente la mesa exami­
nadora, ¿qué hace entonces? Se finge enfermo, se refu­
gia en la enfermedad; por ejemplo, le duele el estóma­
go. Siempre estuvo sano...¡pero ahora no! O bien tendrá
dolores de cabeza y fingirá tales y cuales síntomas. En
realidad se trata de miedo que impulsa a situaciones de
simulación con miras a alcanzar un determinado
objetivo. No es una enfermedad causada naturalmen­
te sino provocada artificialmente para obtener algo.

Miedo desembozado

Existe por último un miedo abierto, desembozado.


Es el miedo sincero de quien se dice: "Sí, realmente ten­
go miedo, estoy temblando de miedo".

Sujeto del miedo

Sujetos del miedo son el cuerpo y el alma.

252
El cuerpo

Lo sabemos por experiencia. Cuando tenemos mie­


do, sentimos una opresión a nivel corporal: se acelera
el latir del corazón, transpiramos, nos sentimos des­
compuestos, empalidecemos, la presión sanguínea au­ Angustia
menta peligrosamente, el estómago no funciona y las a nivel
extremidades parecen no obedecernos. Repasen todas corporal
estas manifestaciones de la angustia a nivel corporal;
verán como cada uno puede contar muchas cosas sobre
el tema.
Sin embargo el principal sujeto del miedo es el
alma. Cuando ésta no está involucrada en el estado de
temor, los síntomas corporales del miedo no son tan
penosos ni difíciles.
¿Cómo se manifiesta el miedo a nivel psíquico? En
un estrechamiento de la fantasía, de la memoria y de la Estrecha­
miento
razón. ¿Hace falta describirlo? Creo que la misma pa­ psíquico
labra "estrechamiento" expresa cabalmente de qué se
trata.
Suele darse también el miedo a nivel volitivo; ha­
blamos en esos casos de un estrechamiento de la volun­
tad. Cuando la voluntad es presa del miedo pierde su Se pierde
norte y es arrastrada de un lado a otro. Observen lo que la dignidad
está pasando en los países vecinos, de todo lo que el humana
hombre es capaz cuando se deja dominar por el miedo:
pierde la dignidad humana, pierde su propia identi­
dad, comete acciones indignas, dice mentiras, etc. El
temor es utilizado como arma, se infunde miedo a la
gente para forzarla a adherir a lo que se quiere que El miedo
adhieran. Los que han vivido esa realidad comentan como arma
después que hay que ser humanos y comprensivos. Las
ideologías que hoy imperan en los países vecinos sue­
len apelar, cruelmente, al recurso del miedo para lograr
sus fines.

253
El miedo se manifiesta, a nivel psíquico, en esta­
Afectos
dos de inestabilidad de los afectos, excitación de los
inestables sentimientos y de los pensamientos. Fenómenos que
hablan igualmente de una situación de angustia.
Todos sabemos o intuimos muy bien el vasto aba­
nico de posibilidades en que puede manifestarse el
miedo en nuestra propia vida.

Objeto del miedo

Enfoquemos ahora el miedo desde el punto de


vista del objeto. Todo lo que existe puede ser objeto de
nuestro temor: el medio ambiente, la relación con uno
mismo y con los demás, y finalmente el más allá.

El medio ambiente

Nuestros miedos suelen estar ligados a lugares.


Podemos reír sobre este hecho, pero con ello no elimi­
namos el temor. Pensemos por ejemplo en la claustro­
Fobias y fobia, la agorafobia y el vértigo. De nada valdrá que a
vértigos los que sufren esos estados se les diga: "¡Tu temor es in­
fundado!". ¿Acaso no ha habido sacerdotes que tenían
fobia de celebrar la misa en un altar determinado?
Cuando se dirigía a ese altar, el celebrante en cuestión
era presa de estados de temor, transpiraba y casi se des­
mayaba de angustia; sin embargo, en otros altares po­
día decir misa sin problema alguno.
Existe también el miedo ante ciertas enfermeda­
Miedo a la des. A esto se añade el hecho de que el miedo tiene un
enfermedad poder provocador y sugestionador. Provocador, por­
que quien teme una cierta enfermedad, de alguna ma­
nera se predispone a contraería; éste es un proceso bas­
La psicosis
tante misterioso, pero suele darse. En cuanto al aspec­
colectiva to de la sugestión, tomemos por ejemplo el caso de una
del miedo comunidad que ha caído en el temor; cuando el miedo
se apodera de una comunidad, se multiplica y

254
potencia. De modo paralelo, cuando todo un pueblo
está afectado de una psicosis de miedo, ¡a ver si
encuentran en él uno solo que piense con sangre fría!
Hay gente que tiene miedo de ciertos animales: ra­
tones, ratas y otras alimañas. Quizás nos haga gracia,
pero no es raro encontrar tales casos.
Los bienes pueden ser también desencadenantes
de fuertes estados de ansiedad. Aún en medio de una Temor a
gran estabilidad económica en el país, hay quienes pa­ perder los
decen un temor enfermizo de perder sus bienes, o de bienes
que la moneda se deprecie, etc.
Otros experimentan temor frente a ciertos tiem­
pos, como los días Ubres, las horas del mediodía o de la
noche, etc...hay todo un abanico de posibilidades. Si
nos dejamos asaltar por el cúmulo de miedos que exis­
te, ¡guay de nosotros!
Recordemos que suele haber asimismo miedo a la Miedo a
vida y al mundo. Hay gente que siente pánico al en­ enfrentar
frentar la vida y el mundo; es como si sintiesen el peso la vida
de todo el mundo sobre sus espaldas. A lo mejor uno
sonríe frente a estas cosas; sin embargo no es tan fácil
librarse de los miedos.
Más tarde hablaremos en detalle sobre la terapia
del temor; verán que sin el riesgo de la infancia espiri­ La curación
tual los remedios que se apliquen no surtirán su efecto.
Esos antídotos quizás alivien y suavicen un poco el
temor; pero si la curación es posible, ésta sólo se logrará
apelando a la audacia de una sencilla infancia espiri­
tual.
Tomemos plena conciencia de este último pensa­
miento, para tener así una visión más concreta del tema
del miedo. Más adelante lo demostraré con todo deta­
lle, aunque debamos tomarnos más tiempo que el pre­
visto. Uno de los frutos más bellos de esta meditación
es la posibilidad de contemplar su ideal a la luz y en el

255
marco de la crisis del mundo actual. Que ello les dé
renovadas fuerzas para encarnar su ideal y luchar por
él todos juntos como comunidad. No olviden que su
ideal es un gran regalo para el hombre de hoy.
Procuren rastrear otros estados de temor provoca­
dos por circunstancias u objetos del medio ambiente.

En la relación con uno mismo y con los demás

¿Conocen personas que temen el trato con autori­


dades o superiores? Por ejemplo, alguien ha tenido una
Miedo relación cordial y fluida con otro; pero de pronto este
a los último se convierte en su rector y al enfrentarlo en su
superiores nueva investidura siente que la angustia le oprime el
corazón y le hace temblar las rodillas. El miedo a la au­
toridad es real. El temor ante los superiores suele darse
con frecuencia entre los hijos de maestros y profesores.
¿Por qué? Si no me equivoco, precisamente porque
cuando éstos tienen a sus propios hijos en su clase, los
tratan con severidad, y aún con dureza, para no dar la
impresión de que los prefieren o apañan. A los pobres
chicos tal trato los sume en el miedo y los hace temblar
de pavor; exteriormente se comportan como soldados
ante su superior, pero...¡si se pudiese ver el miedo que
embarga sus corazones!
Existe también un cierto miedo en cuanto a la es­
Temor tima de sí mismo. Por ejemplo, se teme que en tal o cual
a no ser lugar o medio uno no sea reconocido en su justo valor.
valorado Está además el miedo del superior que teme no ser
valorado por sus subordinados.
Otro temor es el que se sufre ante la multitud de
gente. Hay hombres que casi se desmayan cuando en­
Temor a tran a una habitación donde se encuentra mucha gen­
la multitud te reunida o bien cuando tienen que hablar ante un
auditorio numeroso. Aunque en esos momentos se
diga a mí mismo: "Tu temor es ridículo", de nada le
servirá: el miedo estará ahí.

256
Les repito que se puede atemperar estos temores
apelando a medios naturales. Pero en caso de ser cura­ Curación
bles, tal curación sólo será posible asumiendo el riesgo por la
de la infancia espiritual. ¡Hay que arriesgarse! No basta infancia
la infancia espiritual corriente, hay que asumir la espiritual
heroica
infancia espiritual heroica. ¿Se dan cuenta de que Dios
les ha regalado un ideal grande y hermoso?

El más allá

Existen muchos católicos que no sienten ante Dios Miedo


un temor filial y respetuoso, sino un miedo pánico del a Dios
que jamás se librarán.
¡Y cuántos hay que tienen un miedo enfermizo al Miedo
diablo! Hagan lo que hagan por librarse de él, ese te­ al Diablo
mor estará allí, latente; simplemente porque es parte de
la condición humana.

Efectos del miedo

Pasando ahora al tema de los efectos del miedo,


normalmente son bastante desagradables. Sin embargo
pueden ser positivos y nosotros podemos colaborar
para que sea así.
¿Cuándo son buenos los efectos del miedo? Cuan­
do nos impulsan a arrojarnos en los brazos de Dios. La
bendición más grande que trae consigo el miedo con­
siste en ese estímulo a buscar seguridad y cobijamiento Ir a un
en un plano superior. No busquen tranquilidad y segu­ plano
ridad en el mismo plano en que viven, sino en uno su­ superior
perior, en Dios. Eso es lo que Dios quiere y ese es el
sentido del miedo. Decíamos que el hombre es un ser
pendular, por eso Dios quiere que busquemos y halle­
mos la serenidad en lo alto, en El. Dios quiere que pro­
curemos y encontremos amparo en la entrega a El,
sencilla y filial.
De este modo concluimos el tratamiento de la pri-

257
mera pregunta, la de la fenomenología del miedo. Pa­
semos ahora a aquella del origen del miedo.
Esta pregunta ya está en parte contestada en la res­
puesta que dimos al primer interrogante.
La angustia y la sensación de opresión se condicio­
nan mutuamente. La causa puede residir en el cuerpo;
por ejemplo, la contracción de los vasos sanguíneos
suele estar unida a estados de ansiedad concomitantes.
Habría que agregar que si una persona afectada por el
temor sabe crear los contrapesos necesarios, su estado
interior no se evidenciará mucho a nivel corporal. Y
puedo lograr algo similar en otros casos de dolencias
físicas, como por ejemplo afecciones del aparato respi­
ratorio, etc. Volviendo al tema inicial, recalquemos
pues que la enfermedad física y los estados de opresión
predisponen a la angustia.
Sin embargo la raíz más fina y peligrosa del mie­
do es la misma psiquis humana. Tomemos por ejemplo
Grandes la estrechez de miras a nivel racional: soy muy limita­
contextos de
mis miedos
do en mi manera de pensar, no logro percibir los gran­
des contextos, me estanco en la percepción de lo
inmediato. Naturalmente, en un caso así seré presa de
todo un cúmulo de miedos.
El temor puede tener sus raíces en la estrechez de
la voluntad. En este sentido se habla de "estrechez per­
Compulsión sonal", vale decir, cuando una persona da rienda suelta
del valer a un enfermizo afán de valer. Les advierto que la
mayoría de los estados de nerviosismo están unidos a
una compulsión de valer. Uno y otro punto aparecerán
en la lectura de la cena de esta noche. Es importante
que los que guían a otras personas, tales como directo­
Ausencia de res espirituales, maestros y profesores, dominen bien el
una sana tema. Yo personalmente estoy convencido de que una
humildad gran parte de nuestros problemas nerviosos -si no to­
dos- pueden atribuirse a un enfermizo afán de valer y
a una falta de sana humildad. Naturalmente, estoy ha­
blando de problemas nerviosos a nivel funcional, y no

258
orgánico, ya que estos últimos se derivan de enferme­
dades físicas.
Ese afán de valer patológico es lo que se llama en
psiquiatría estrechez personal. El individuo tiene en
esos casos una personalidad marcada por la estrechez; Dios en el
sufre un terrible miedo de ser subestimado. Procuren centro de
que esas personas rompan el cerco de ese afán de valer la mira
compulsivo, que coloquen más en el centro de su mira
a Dios, su Reino y su valor. Verán entonces con qué
rapidez se alivian los estados de angustia.
La audacia de la infancia espiritual es un remedio
directo para propiciar esa curación. El hijo gira en tor­ Se alivia
no del padre, y no alrededor de sí mismo. El padre es la angustia
la medida de las cosas, no el hijo. Captar esta verdad es
quebrar la estrechez personal, recobrar la salud o al
menos aumentar nuestra fortaleza y la resistencia. No
es necesario estar completamente sanos de los nervios
-el hombre de hoy "tiene derecho" a estar nervioso, lo
es por naturaleza y yo también vivo esa realidad- pero
sí podemos fortalecer nuestros nervios, hacerlos más
resistentes. Los nervios bien pueden estar un poco ata­
cados, es lo normal. Pero les repito que debemos
esforzarnos para hacerlos más resistentes.
Una conciencia moral signada por una grave es­
trechez de miras puede ser también causa de estados Miedo y
de angustia; suele ocurrir a menudo. Por eso hay que estrechez de
velar por una sana formación de nuestra conciencia. O mira
bien puede tratarse de la educación que se ha recibido
y que estuvo signada por la estrechez. Observen la re­
lación entre las palabras "miedo - angustia" y "angos­
tura, estrechamiento": ahí está la pista para nuestra
reflexión.
Existe también una estrechez religiosa que da pá­
bulo a un sinfín de estados de angustia y temor. Creo Estrechez
que ya les hablé suficientemente sobre el tema y tienen religiosa
material en abundancia.

259
Estamos analizando la realidad de nuestra condi­
ción humana y decíamos que ser humano significa es­
tar cercado por una cierta angustia e inseguridad. Has­
ta aquí hemos estudiado ese estado desde el punto de
vista psicológico.

Enfoque filosófico

Al abordar el tópico de la angustia y la inseguri­


dad, el filósofo se interesa por dos temas: las constan­
tes y las causas del desamparo y de la inseguridad.

Constantes del desamparo

Para conocer más de cerca las constantes de nues­


tro desamparo, relean la parábola del hijo pródigo (Le
15,11-32). Como teólogos católicos solemos ver en esa
*
perícopa un resumen de la visión católica de la justi­
ficación. Más aún, me parece que allí podemos hallar
las grandes constantes de la filosofía de vida católica.
Detengámonos en la parábola citada...¿no les pa­
rece que nos presenta las tres grandes constantes de la
falta de cobijamiento? Estas son las siguientes: existe
Tres amparo y desamparo; en el desamparo existe un ampa-
constantes rO; y en el amparo existe un desamparo.
Naturalmente, hay que familiarizarse con esta ma­
nera de pensar las cosas. Se trata de una nueva filoso­
fía que parte de la vida misma. Nosotros estamos
acostumbrados a otro estilo de plantearse la realidad.
Adaptémonos a esta nueva manera de pensar para
comprender el tiempo que vivimos. Y en especial es
importante que nosotros lo hagamos, porque más ade­
lante aprenderemos a contemplar la infancia espiritual
desde este punto de vista.

* Perícopa: fragmento

260
Lo sabemos a la luz de muchas experiencias que
nosotros mismos hemos hecho. Otras personas de
nuestra edad viven sin seguridades económicas, mien­ Hay
desamparo
tras que nosotros gozamos de bienestar en esa área. La y amparo
constante del desamparo puede darse en todos los pla­
nos de la vida: el económico, el espiritual, el social, etc.
Mediten la parábola del hijo pródigo y allí verán cómo
se da el desamparo y el amparo: el hijo que partió cul­
minó en el desamparo, mientras que el que se quedó en
casa disfrutaba de bienestar económico.
Observen al hijo pródigo, el que vivió tanto tiem­
po en el extranjero. Al principio nos resultaba antipá­
tico, pero al final de la historia se nos hace muy simpá­ Amparo
tico. Fíjense en que este muchacho pasa de una situa­ en un plano
ción de falta de cobijamiento a una plenitud de seguri­ superior
dad y protección. Esta trayectoria de su vida nos da el
fundamento de la segunda ley, que más adelante
estudiaremos: el sentido del desamparo de la existen­
cia humana es el amparo en un plano superior.
Meditemos ahora sobre el hijo que quedó junto a
su padre. Al principio nos caía en gracia y al final nos
resulta muy antipático. La parábola no nos dice cómo
es en detalle su situación definitiva. Sabemos que se
Cuando
quedó en casa y se sentía muy cobijado. Pero al retor­ retorna su
nar el hijo perdido y ser recibido gozosamente por su hermano
padre, al salir aquel hijo de su situación de desamparo
y conquistar un cobijamiento más elevado, se nos pre­
senta como un hombre totalmente desamparado; está
confundido, no se siente ya en su propio hogar y quiere
reñir con su padre.
Me parece que estas ideas se les antojan un poco
extrañas y lo comprendo. Por eso dedicaré otra confe­
rencia completa al tratamiento del tema, para que apli­
quemos el caso a nosotros mismos y nos fortalezcamos
un poco en este campo de las tres constantes citadas. La
mira de nuestras reflexiones está puesta en alcanzar
una visión correcta del riesgo de la infancia espiritual

261
que quede grabada indeleblemente en nuestra mente y
nuestro corazón.

Causa del desamparo

El enfoque filosófico nos llama la atención sobre


las grandes constantes del desamparo en la vida huma­
na y también sobre sus causas.
Ya hablamos más arriba sobre el origen de estos
estados de desamparo; ¿recuerdan lo que decíamos
Un ser sobre el hombre como ser pendular? El hombre está
pendular siempre en camino, en búsqueda permanente. Repasen
la fundamentación que hicimos de esa realidad. El ser
humano es un ser pendular: oscila perpetuamente de
aquí para allá. La constante del desamparo y de la in­
seguridad son partes de la estructura ontológica del ser
humano.
Esa realidad del estado oscilante del hombre, con
sus leyes y causas, se proyecta concretamente en la
Se genera vida. El carácter pendular se manifiesta en la tremenda
inestabilidad diversidad e inestabilidad de los destinos de las perso­
nas.
Reparen en la desigualdad de los destinos huma­
nos. Pensemos por ejemplo en nuestro compañero de
banco en la escuela. ¿Qué rumbo tomó luego su vida?
¿Y cuál fue el mío? ¡Cuán distintos nuestros destinos!
Mi vida fue en general como un ascenso hacia lo alto;
Diferentes ¿y la de aquel compañero? Quizás un descenso al abis­
destinos mo y sabe Dios cuántas otras cosas...¡Las divergencias
humanos de la vida! O bien pensemos en nuestros camaradas del
Seminario: uno es ahora superior, mientras que yo soy
una "cenicienta". Contemplen la vida tal cual es, y ve­
rán ciertas asimetrías. Probablemente a mí me vaya
muy bien, mientras que a otro le va de mal en peor.
Comparen la inestabilidad de su propia vida con
aquella de otras personas. Unos sufren una permanen-

262
te inestabilidad en su destino; en otros esa inestabilidad
es menor.
Mediten el dicho: "Ayer caballero, hoy va­
quero"...Observen además la situación en los países ve­
cinos: ayer gobernaba el Partido del Centro, quien tenía
sus hombres y sin el cual no se hacía nada en el estado
ni en la sociedad...¿Y hoy? Los que adhieren al Partido
del Centro deben contentarse con que se les respete la
vida. ¡Inestabilidad en nuestra propia vida e inestabi­
lidad en la política!
Existe también una inestabilidad económica; segu­
ramente conocen gente que en un tiempo fue muy rica
y luego cayeron en la pobreza. Y por último hay tam­
bién inestabilidad en la vida religiosa.
Recuerden entonces que la nota de toda vida hu­
mana es la disparidad y la inestabiliad, que a su vez
manifiestan práctica y concretamente nuestra condi­
ción de seres pendulares.
Ahora tenemos la hermosa tarea de estudiar estos
dos rasgos de la condición humana en las distintas
áreas de la vida. En el hombre distinguimos los planos
instintivo, intelectivo y espiritual. Mañana examinare­
mos cómo se expresa el desamparo y la inseguridad del
cristiano en cada uno de esos estratos del ser o niveles
de la vida humana. Pero ya les adelanto cuáles son esas
manifestaciones: en el plano instintivo, la crisis de
"fortuna" (una formulación que tomo de Nicolás
Maquiavelo7); en el intelectivo, la crisis de conoci-

7. Nicolás Maquiavelo (1469-1527): Político y escritor italiano.


Su obra principal es El Príncipe, donde trata del futuro
"nuevo principado" a través de una exposición crítica de los
existentes y de una argumentación sobre las armas propias
frente a las mercenarias, sobre la política moderna del
príncipe, sobre la necesidad de la virtud y los dilemas de la
fortuna, y sobre la exigencia de un estado orgánico para
hacer frente a la situación de la Italia de entonces.

263
miento; y en el espiritual, la inseguridad en torno de la
propia salvación.
Me parece que tendríamos la obligación de medi­
tar sobre cómo se dan esas distintas crisis en nuestra
propia vida y comprobar así que también nosotros su­
Cobijarse
en Dios frimos mucho el desamparo en cada uno de los tres
niveles mencionados. De esa manera nos prepararemos
mejor para avizorar el lucero resplandeciente de la in­
fancia espiritual y comprenderemos que el sentido del
desamparo humano es el cobijamiento en Dios Padre.
La asunción del riesgo de la infancia espiritual es
por último lo que nos permitirá superar las crisis. Por
eso debemos estar agradecidos de experimentar dicho
Una filiali­ sufrimiento en carne propia, ya que así descubriremos
dad sencilla personalmente el sentido que él entraña: animarse a
y heroica
una filialidad sencilla y heroica.

264
Decimotercera Conferencia

EL HEROISMO DE
LA ENTREGA A DIOS PADRE

Recapitulación

Estamos estudiando más de cerca la crisis de nues­


tro tiempo para comprender mejor la importancia y el
valor de una auténtica infancia espiritual como medio
para vencerla, vale decir, para superar ese peculiar y
grave desamparo que aqueja al hombre de hoy.
Con este fin nos proponíamos ahondar en dos
pensamientos: el primero de ellos nos decía que el des­
amparo es parte de la esencia de la existencia humana,
incluso de la vida cristiana. Esta verdad es muy
importante; sin embargo no ha sido tenida en cuenta y,
más aún, ha sido olvidada. De ahí la confusión interior
y la falta de claridad del hombre actual. El segundo
pensamiento nos recordaba que esa realidad evidente
del desamparo "esencial" del hombre ha alcanzado su
pico más elevado en nuestros días. Dicho con otras
palabras: ese desamparo que es componente normal de
la existencia humana y cristiana se ha agravado tanto
que presiona con fuerza incontenible al hombre hacién­
dolo clamar al cielo.
Por eso es oportuno meditar sobre el desamparo
del hombre tal como se da en cada uno de los estratos
de su ser y de su vida. Recordemos que ese desampa­
ro se manifiesta ante todo en la inestabilidad y la diver­
gencia o bien no coincidencia de los destinos humanos.
En la conferencia de esta noche enfocaremos uno
de esos estratos, el inferior, el de los instintos.

265
Crisis de fortuna y desamparo

El hombre instintivo o bien el "animal" que hay en


nosotros, se orienta hacia tres tipos de bienes: vitales,
económicos y hedonistas. Los hombres de hoy
absolutizan y divinizan esos bienes. Según esos tipos
Tres tipos de inclinaciones se habla de hombres vitalistas,
de bienes economicistas y hedonistas. El hombre vitalista
absolutiza los bienes vitales: raza y suelo patrio, salud
física y psíquica, etc. Nosotros los católicos a veces so­
lemos subestimar un poco estos valores. Por otra par­
te, el hombre economicista absolutiza los bienes econó­
micos y el hedonista los bienes de consumo.
Analicemos ahora el hecho en sí, sus causas y po­
sible solución de este estado de cosas.

El hecho

Tanto los bienes vitales como los económicos y


hedonistas están sujetos a un continuo cambio, a una
continua inseguridad, variación e inestabilidad. No
hace falta buscar mucho para dar con las pruebas. Sólo
Cambio
continuo
hace falta observar un mapamundi. ¿Cómo se distri­
buía la riqueza ayer y cómo se distribuye hoy? Pense­
mos en cada pueblo, en cada país: todos están someti­
dos a inestabilidad y variaciones en todo sentido. O
bien recordemos a algunos hombres en particular,
amigos o conocidos, o nosotros mismos, nuestra fami­
Hoy en
lia, tanto la de sangre como la espiritual...¡cuántos cam­
la cima... bios en ellos! Hoy en la cima, mañana en un valle; hoy
disfrutando de una sólida posición económica, mañana
sumidos en la inseguridad; hoy con la posibilidad de
darse tal o cual gusto, mañana pobres como ratones de
sacristía; hoy sanos, mañana enfermos.

Causas

Sin embargo nuestra atención se dirige ante todo


hacia el tema de las causas de la variabilidad y desam­

266
paro de la vida humana. En el final de la conferencia
anterior hablábamos de la crisis de fortuna. Decíamos
que el término provenía de Maquiavelo, un hombre Anticipo de
que de alguna manera se había anticipado a su tiempo. Maquiavelo
Fue un pensador frío y dado al cálculo, pero a la vez un
buen conocedor del hombre. A la luz de sus observa­
ciones y experiencias de vida constató que son dos los
poderes entre 'los cuales el hombre se debate: uno
racional y otro vital. Al primero lo llamó "virtü" y al
otro "fortuna". Fortuna es la fuerza alógica e irracional
del destino. ¿Qué quiso decirnos con estos conceptos?
¿Qué vivió y qué enseñó Maquiavelo? Los hombres Dominar
deben esforzarse por acceder al poder valiéndose de la la vida
razón y así dominar la vida. Por la razón y el cálculo se accediendo
puede dominar muchos de los ámbitos donde se des­ al poder
pliega la vida humana. En nuestra época vemos y escu­
chamos lo mismo entre los políticos de los países
vecinos. Quien hoy detenta el poder...¡cómo se ha
adueñado de la vida!
Maquiavelo fue lo suficientemente sagaz como
para advertir que con la mera razón no se puede domi­
nar por completo la vida y que sobre el fondo oscuro La fuerza
de la existencia humana hay cosas que no se someten irracional
al imperio de la razón. A esa entelequia oculta la llamó del destino
fuerza alógica e irracional del destino y puede ser estu­
diada al tratar los temas de la legitimidad ontológica de
las cosas, las catástrofes naturales y la existencia de una
oscura omnipotencia universal.
Quien comprenda cabalmente nuestra consigna
favorita "ordo essendi est ordo agendi" entenderá lo
que nos quiere decir Maquiavelo. Vuelvan a observar
la situación en los países vecinos...Cuando las revolu­
ciones despojan al ser humano de su libertad personal,
se convierten en revoluciones "ontológicas" porque
lesionan la legitimidad ontológica de las cosas y por
eso están condenadas a fracasar un día.
Por otro lado no olvidemos que los dictadores y

267
aquellos que tienen un manejo de la psicología de ma­
sas, poseen una habilidad especial para crear entre sus
subordinados la ilusión de libertad. Mientras logren
mantener ese espejismo de libertad, la revolución que
propician seguirá en pie. Pero tan pronto como los en­
gañados adviertan que se los ha despojado de lo más
personal, de su libertad, se acaba la revolución o bien
se produce una carnicería espantosa.
Recordemos que lo mismo sucederá si en el trato
con la mujer cometo algo en contra de su manera de
Situaciones ser. Obrar en contra del ser engendra situaciones que a
insostenibles la larga son insostenibles. Por eso todo dictador, caudi­
llo o dominador de la vida depende por último de la
estructura ontológica de las cosas.
En este campo lo importante es discernir y mante­
No exigir ner una orientación y actitud adecuadas, vale decir, no
nada contra exigir jamás algo que vaya contra el ser mismo de las
el ser de cosas. Esa conducta me protegerá de la fuerza alógica
las cosas e irracional del destino.
La fuerza del destino se manifiesta también en lo
que comúnmente llamamos catástrofes naturales. Ya lo
Catástrofes saben por experiencia: súbitamente se cubre el cielo de
naturales nubes de tormenta y se desencadena la tempestad con
terrible fragor de rayos y truenos. ¿Cómo resguardar­
se de un suceso tan repentino? Quizás se pueda tomar
tal o cual medida de precaución, pero no hay nada que
garantice una seguridad absoluta.
Una última forma de manifestación de la fuerza
alógica del destino es la oscura omnipotencia que pa­
rece regir la suerte de todo el mundo y de cada hombre
Una fuerza con la despreocupación y los caprichos de un niño.
alógica
Reparen en la fina observación de la vida que subyace
en estos postulados de Maquiavelo. Así sucede real­
mente. Al acontecer mundial no podemos darle una
explicación exclusivamente racional o reducirlo a la
causalidad de factores concretos; siempre queda un

268
margen enorme de ambigüedad, como si se tratase de 1
un caprichoso juego de niños.
El filósofo Heráclito1 fue un gran observador de la
vida. Pues bien, al meditar sobre la realidad concluyó
con estupor: "¡Caramba!, detrás de todo acontecer pa­ Heráclito:
rece que hay un "logos alógico"! Palabras curiosas y un logos
bellas...¿Qué quiso decir? En el devenir del mundo alógico
existe mucho de razón, pero también de sinrazón.
Meditemos estas cosas y hechos tan descarnados para
salir un poco de nuestra seguridad burguesa. Heráclito
va más allá y se dice: "Pareciera que detrás del aconte­
cer del universo hubiese alguien que jugase con el
mundo como un niño dedicado a su juego". En efecto,
los peones son puestos y quitados del tablero como si
obedeciesen a la voluntad antojadiza de un chico, a la
que llamamos oscura omnipotencia universal.

Solución

Una manera de solucionar este gran enigma es


asumir una actitud filosófica y una psicológica bien de­
terminadas. En nuestros países vecinos observamos
que se ha tomado posición frente a este problema y se
ha adoptado una actitud que cundió como reguero de
pólvora.
Todo depende de cómo interpretemos esa oscura
omnipotencia universal. Si nuestra fe nos dice que de­
trás de ella hay un Dios que es padre, adoptaremos una Detrás hay
determinada actitud, comprenderemos mejor lo que un Dios que
es Padre
quiere decir la expresión "riesgo de la entrega". No
obstante, recordemos siempre que hay mucha oscuri­
dad; las cosas no son tan claras y luminosas como nos
gustaría. Naturalmente, si nosotros desde chicos he-

1. Heráclito (Efeso, ca. 536 - 470 a. C.): Filósofo griego. Autor de


"Sobre la naturaleza", en la que se encuentra por primera vez
una investigación sobre el hombre y una concepción del
sentido de la vida humana.

269
mos cultivado una fe "ingenua", ya tendremos solucio­
nado prácticamente estos enigmas del mundo y de la
vida. Pero aún no hay respuesta para las otras personas
Me entrego
que me rodean ni tampoco para mi propia razón. Esos
a Dios Padre
enigmas han sido dilucidados sólo por nuestra infancia
espiritual. La salida definitiva de esta maraña y terrible
tiniebla sólo puede brindarla el riesgo de la entrega:
"Yo me entrego a ese Dios Padre", o bien: "Cierro mis
ojos y me abandono ciega y sencillamente a Dios"...¡El
riesgo de la infancia espiritual!
A esa fortuna, vista ahora en su forma más cruda
como desamparo ante una oscura omnipotencia uni­
versal, suele llamársela también "crisis de Job". Tenien­
do en cuenta nuestra manera de vivir, quizás no la
hayamos experimentado nunca. ¿Por qué? En parte
porque no meditamos consecuentemente nuestra pro­
La crisis pia vida y en parte porque somos muy creyentes. Si
de Job este último es nuestro caso... bueno, no hay mayor pro­
blema; pero si es el primero, creo que deberíamos refle­
xionar sobre la crisis de Job en todo su espanto, negru­
ra, tiniebla e incertidumbre. Por favor, vuelvan a
considerar la situación en los países vecinos, donde la
crisis se puede palpar con las manos. Que cada religio­
so tome conciencia de que hoy, en cualquier momento,
puede verse asaltado por la crisis de Job. Por eso sería
bueno que meditasen de antemano el tema, para saber
dónde está la solución.
En esas horas decisivas hay un pensamiento muy
bello que nos puede ayudar: Somos seres pendulares,
y por eso nuestra seguridad es aquella del péndulo. Lo
Seguridad que nos dará seguridad definitiva en un plano superior
en un plano es el riesgo de una entrega sencilla y simple al Padre.
superior
Afírmense con tiempo sobre este fundamento, de lo
contrario, ¡cuánta confusión y desilusión cuando los
alcance la crisis de Job! Nos acosará como un león vo­
raz. Para cobrar ánimos y arriesgarse realmente al he­
roísmo de la infancia espiritual, es necesario redoblar

270
los esfuerzos en el cumplimiento de la meditación y en
la observancia de sus Constituciones y todos los me­
dios que su comunidad les pone a disposición para el
cultivo del espíritu.
Contemplen la situación de nuestra sociedad a
escala mundial. ¿Cómo le responde el hombre a esa
oscura omnipotencia universal? Con la rebeldía. Esta
actitud es comprensible ya desde un punto de vista
puramente psicológico: entrega o rebelión; entrega que Entrega o
desafía y supera toda tiniebla o, de lo contrario, una rebelión
terrible rebelión. Mañana les brindaré otros enfoques
sobre este tema y les expondré cómo en los países ve­
cinos la actitud fundamental es: "Rebelión contra el
destino, cueste lo que cueste. En alas del espíritu de
aventura, arrojarse al agua y nadar a brazo partido...
¿que adonde voy? No lo sé...".
Meditemos cuál de estas actitudes es la nuestra.
Permítanme dar la respuesta en nombre de la mayoría:
nuestra actitud no es en verdad la rebeldía de que ha­
cen gala nuestros adversarios; pero tampoco es la en­
trega totalmente heroica, simple y filial. En muchos de
nosotros subyace una buena dosis de rebeldía frente a
las dificultades que nos plantea la vida, tales como Amargura
aquellas con los superiores y en todas las otras áreas a como forma
de rebelión
las cuales ya hice referencia. Si me dejo arrastrar a la
amargura por esas dificultades (ya les dije que nuestros
conventos y parroquias están llenos de hombres amar­
gados), ¿no es esa misma amargura una especie de
rebelión?
Adviertan que si al abordar esas dificultades no
nos esforzamos por ser heroicos, nos derrumbaremos.
La rebeldía en la que podemos incurrir no es necesaria­ El quietismo
mente una orientada sin más ni más contra Dios, sino es otra
esa especie de acedía que suele invadirnos y que, repi­ forma de
to, es una forma de rebeldía contra la Providencia. Lo rebeldía
que puede salvarnos de todos estos tipos de crisis (de
fortuna, de Job, etc.) no es otra cosa que la asunción del

271
gran riesgo de la infancia espiritual. Suficiente por hoy;
mañana concluiremos la meditación de estos pensa­
mientos.

272
Decimocuarta Conferencia

CUANDO DIOS NOS PRUEBA

Recapitulación

Para captar más hondamente el significado de la


infancia espiritual y así entusiasmarnos más por nues­
tra comunidad y su tarea y misión, recordemos que la
existencia humana está signada por un desamparo ge­
neral. Podemos hablar de la situación del hombre como
un estar arrojado a la vida o bien un no sentirse ple­
namente cobijado...No importa tanto los términos en sí
mismos siempre y cuando tengamos en claro el objeto
al que aludimos. Ese desamparo presente en tantos
aspectos de la vida humana puede presentarse de tres
maneras, que designamos crisis de fortuna o situación
de Job, crisis de conocimiento y crisis de salvación.
Ya conocemos la crisis de fortuna, la que experi­
mentamos continuamente. Hay que estar preparados
para el caso de que la actual situación económica inter­
nacional lleve a nuestro Instituto a sufrir más y más
una crisis de fortuna. En nuestro caso, las manifestacio­
nes concretas de esa crisis son la preocupación por la
subsistencia material de la comunidad, por las voca­
ciones necesarias, etc.
Quizás recuerden, en este contexto, la conclusión
a la que arribamos ayer por la tarde: podemos resistir­
nos tozudamente a tales crisis, o bien resignarnos a
ellas con un cierto quietismo; pero ambas actitudes no
son las correctas. ¿Qué hacer pues? Ayer decíamos, ha­
blando desde un punto de vista filosófico, que nuestro

273
gran riesgo de la infancia espiritual. Suficiente por hoy;
mañana concluiremos la meditación de estos pensa­
mientos.

272
Decimocuarta Conferencia

CUANDO DIOS NOS PRUEBA

Recapitulación

Para captar más hondamente el significado de la


infancia espiritual y así entusiasmarnos más por nues­
tra comunidad y su tarea y misión, recordemos que la
existencia humana está signada por un desamparo ge­
neral. Podemos hablar de la situación del hombre como
un estar arrojado a la vida o bien un no sentirse ple­
namente cobijado...No importa tanto los términos en sí
mismos siempre y cuando tengamos en claro el objeto
al que aludimos. Ese desamparo presente en tantos
aspectos de la vida humana puede presentarse de tres
maneras, que designamos crisis de fortuna o situación
de Job, crisis de conocimiento y crisis de salvación.
Ya conocemos la crisis de fortuna, la que experi­
mentamos continuamente. Hay que estar preparados
para el caso de que la actual situación económica inter­
nacional lleve a nuestro Instituto a sufrir más y más
una crisis de fortuna. En nuestro caso, las manifestacio­
nes concretas de esa crisis son la preocupación por la
subsistencia material de la comunidad, por las voca­
ciones necesarias, etc.
Quizás recuerden, en este contexto, la conclusión
a la que arribamos ayer por la tarde: podemos resistir­
nos tozudamente a tales crisis, o bien resignarnos a
ellas con un cierto quietismo; pero ambas actitudes no
son las correctas. ¿Qué hacer pues? Ayer decíamos, ha­
blando desde un punto de vista filosófico, que nuestro

273
camino es el del heroísmo en la entrega a Aquel que
está detrás de la oscuridad. Dios es padre, Dios es bue­
no, bueno es todo lo que El hace...
Para tales situaciones de crisis de Job o crisis de
fortuna, la Sagrada Escritura nos ofrece un hermoso
Obligar pensamiento: "Buscad primero su Reino y su justicia, y
a la
Providencia
todas esas cosas se os darán por añadidura" (Mt 6,33).
Creo que deberíamos tomar estas palabras al pie de la
letra. Cuando nos asalte la crisis económica, no sólo el
ecónomo de la comunidad sino todos nosotros de­
bemos hacernos cargo de la misma. ¿Qué hacer para
cumplir de la mejor manera nuestra responsabilidad en
esta área? Aspirar a la santidad que exige nuestro esta­
do, aspirar al heroísmo de la infancia espiritual. Creo
que de esa manera "obligaremos" a la sabia Providen­
cia divina a suministrarnos los medios necesarios para
Dios nos nuestra subsistencia. Más adelante, cuando tratemos el
abraza tema de la pobreza, volveremos sobre este punto. En
con mayor este contexto me parece que nunca será suficiente el
calidez énfasis que pongamos en que lo fundamental y lo más
importante es aspirar a la infancia espiritual. Si esas
crisis nos impulsan a arrojarnos más decididamente en
los brazos de Dios, pueden estar seguros de que Dios
volverá a abrazarnos con mayor calidez.
Creo que lo mismo vale para nuestras vocaciones.
Hablando con toda franqueza, debo reconocer que
aquí, en Suiza, hay una gran competencia en cuanto a
la captación de vocaciones. Hasta es posible que a ve­
ces se caiga en actitudes poco generosas como, por
ejemplo, que varias comunidades religiosas se disputen
entre sí un mismo candidato...¡Imagínense los humos
que tendrá después ese muchacho y lo que pensará de
sí mismo!
Permítanme comentarles lo que pienso sobre este
último punto. Si somos una comunidad que se esfuer­
za realmente por mantener en alto el espíritu de la in­
fancia espiritual, entonces si yo fuera Dios -permítan-

274
me esta comparación y lenguaje tan humanos- enviaría
a mis hijos más queridos allí donde recibirán la mejor
educación. Vale decir, si cultivamos el verdadero espí­
ritu, ese espíritu atraerá a otros. Naturalmente hay que
hacer también la propaganda adecuada; pero les
advierto que si nos aferramos en exceso a esos medios
materiales, a la larga alcanzaremos lo contrario de lo
esperado. Es evidente que no podemos abordar a esas Contrario de
posibles vocaciones sólo con el mero planteo de exigen­ lo esperado
cias. Si nos empeñamos efectivamente en cultivar el es­
píritu de la comunidad, vale decir, el espíritu de la in­
fancia espiritual, de la entrega sencilla y heroica a Dios,
¿no les parece que Dios velará entonces por nuestra
subsistencia económica y por buenas vocaciones? Por
supuesto, no hay que dejar de lado una cuota de pre­
ocupación de nuestra parte; sí, hay que preocuparse,
pero sin caer en la ansiedad \
Traten de aplicar con realismo estos pensamientos
a su realidad concreta.
De manera similar, procuremos comprender y
aplicar objetivamente lo que hemos escuchado sobre las
otras crisis anejas a la existencia humana.

Desamparo a nivel intelectual

A nivel de su intelecto, el ser humano sufre una


crisis de conocimiento. Nosotros, que vivimos con sen­
cillez en el espíritu de la fe, quizás no la padezcamos
con tanta intensidad. Vista más de cerca, esta crisis se
desdobla en una originada en la incertidumbre filosó­
fica y otra que surge de la pregunta por Dios.
Supongamos que no fuésemos católicos, y por lo
tanto no vivamos en el espíritu de la fe ni cultivemos la
infancia espiritual, y nos enfrentásemos a esos dos pro­
blemas mencionados. Verán entonces qué abismo

1. Cf. Mt 6,25-34

275
monstruoso de inseguridad se abrirá bajo nuestros
Perdemos
pies. Perderemos la seguridad de que la trascendencia
seguridad en sea una realidad tan absolutamente segura como lo
la trascen­ enseñamos a los demás; que no es tan "matemática­
dencia mente" cierta como pensábamos.

Incertidumbre filosófica

¿Qué es la incertidumbre filosófica? Es la cuestión


de los "prima principia" (primeros principios) de la es­
colástica, de la filosofía, o bien la ley de la causa sufi­
ciente y la contradicción. ¿Son estas leyes matemáti­
Primeros
principios
camente ciertas? La escolástica dio una respuesta al
interrogante diciendo que esos principios son "per se
nota" (evidentes en sí mismos); vale decir, da por su­
puesto que tales principios existen y no son
demostrables ni se pueden demostrar. En alas de su
proverbial integridad y realismo, la escolástica aceptó
a nivel pre-reflexivo estos principios como ciertos, y
aprovechó la fuerza de los mismos para embarcarse en
el plano metafísico y hacer luz sobre el contenido obje­
tivo de las grandes verdades trascendentes.
Pero luego vino Descartes2, quien al abordar el
problema declaró que por razones metodológicas con­

2. René Descartes (1596-1650): Filósofo y matemático francés.


En su abordaje de la filosofía, adoptó una actitud de cautela
que se hace patente en su método, cuyo punto de arranque es
la duda. Esta duda se refiere a todos los conocimientos, tanto
los derivados de los sentidos cuanto de los adquiridos por el
uso del intelecto. Pero para Descartes hay algo de lo que no
se puede dudar, y es el pensamiento (una forma del cual es
la duda), es decir, su propia existencia como ser pensante. Y
esto es lo que se expresa con la fórmula: cogito, ergo sum
(pienso, por lo tanto existo). La razón es pues lo que le
proporciona la primera certeza. Por esto se ha considerado a
Descartes fundador de la filosofía moderna, en la dirección
que tomó en los países europeos, que es principalmente
racionalista y subjetivista.

276
sideraría a esos principios como no verdaderos. Su te­
sis era que había que enfrentar a nuestra propia capa­
cidad de raciocinio con una actitud de radical descon­
fianza. Hablaba así de un "genius malignus, summe La duda de
potens et summe callidus" (genio maligno, poderoso y Descartes
astuto en grado sumo). En efecto, podemos engañarnos
con bastante frecuencia. Descartes comienza a hacer de
la Metafísica un criticismo; y luego le hicieron coro
muchísimos otros filósofos. ¡Cuántas angustias se aba­
tieron desde entonces sobre tantos pensadores! Traten
de imaginar las penas de Tántalo3 que sufre el hombre
de hoy cuando aventura su pensamiento en este
terreno, que se le presenta absolutamente inseguro o al
menos incierto.
Ese criticismo del que hacíamos mención tiene
enormes desventajas, pero para nosotros tiene también
la gran ventaja de advertirnos que no hay que presen­
tar las cosas en un santiamén como si todo fuese ya
absoluta y matemáticamente seguro.
En este punto les recuerdo una frase de Pascal4
que aún no les he citado. Personalmente me ha resulta-

3. Según la mitología griega, Tántalo era hijo de Zeus y por


haber delinquido contra los dioses fue precipitado a los El agua se
infiernos. Allí fue condenado a permanecer en un lago cuya apartaba de
agua le llegaba a la barba y se apartaba de su boca cada vez su boca
que, poseído de una sed ardiente, quería beber de ella;
además estaba rodeado de árboles frutales cuyas ramas se
elevaban hasta el cielo cada vez que, devorado por el
hambre, quería tomar de sus frutos.
4. Pascal, Blas (1623-1662): Pensador, escritor y hombre de
ciencia francés. Son famosos sus Pensamientos sobre la
religión, publicados postumos, en 1670. Su cristianismo, Entre el
entre agustiniano y jansenista, su honda sensibilidad y escepticismo
lucidez, descubren un alma que luchaba entre el escepticismo y la fe
y la fe; entre la filosofía y la ciencia, que lo encaminaban hacia
el racionalismo, y el misticismo agudo, sentido cada vez con
mayor fuerza. La frase citada en nuestro texto procede de
Pensamientos, n. 581 y 582.

277
do de mucho provecho en esos momentos cuando me
planteo la pregunta de por qué Dios ha cercado de
tanta oscuridad nuestra razón. Pascal nos dice -y me
¿Por qué gustaría repetirles su respuesta para que cale bien hon­
hay tanta do en nuestro corazón- que Dios puso sus miras ante
oscuridad? todo en la voluntad del hombre; nosotros diríamos: "en
el amor del hombre". Dios quiere el amor, vale decir, la
voluntad del hombre. Pascal añade que si Dios hubie­
se dado a la razón humana una luz y una seguridad
absolutas, se correría el peligro de que la voluntad del
hombre quedase sin cultivo alguno.
Les pido a todos aquellos que hayan experimenta­
do problemas similares que reflexionen sobre si éste no
A menor es acaso el sentido de la incertidumbre intelectual. No
seguridad pregunto por la causa, sino por el sentido. A pesar de
intelectual, toda esta incertidumbre que cargamos sobre nosotros,
mayor unión
Dios nos ayuda a hallar y recorrer el camino de este
con Dios
mundo, tan oscuro a veces como boca de lobo. "La ma­
yor de todas ellas es la caridad" (1 Co 13,13). Cuanto
menos seguridad se tenga a nivel intelectual, tanto
mayor debe ser la fervorosa unión a Dios de nuestro
amor y voluntad.
Más adelante, cuando arribemos al punto culmi­
nante de nuestras reflexiones, les explicaré con mayor
detenimiento en qué consiste la cumbre de este riesgo.
Máximo Pero permítanme adelantárselo un poco: ella consiste
amor con en arriesgar un máximo de amor basándose en un mí­
seguridad
mínima nimo de conocimiento puramente natural. Les hablo de
"un mínimo" con toda intención. Parto del supuesto de
que todos nosotros somos buscadores a nivel intelec­
tual y deseamos tener seguridad definitiva sobre los
interrogantes que nos inquietan. Desde este punto de
vista les hablo pues de "un mínimo".
Pero desde otro ángulo hago referencia también a
una luz abundante. Tenemos mucha claridad y luz;
pero al abordar la vida concreta y lo que debemos ha­
cer, descubrimos que esa luz es sólo un mínimo de se-

278
guridad puramente humana. En resumen, sobre la base 1
de ese mínimo de seguridad y certidumbre puramen- ’
te naturales debemos asumir el riesgo de un amor y de
una entrega de la voluntad lo más grande posible.
Goethe nos dio en cierta oportunidad un consejo
similar: "Mientras estés sereno habrá una solución". La
expresión "estar sereno" podemos interpretarla con Soledad y
todo derecho en el sentido de no andar de prisa, no compañía
correr detrás de las cosas, ni vivir la vida simplemente de Dios
arrojándonos a ella, sino más bien cultivar la soledad y
la compañía de Dios. Si obramos así, habrá aún solucio­
nes para lo que enfrentemos. Aquellos de nosotros que
tenemos más años de vida y hemos asumido muchas
luchas en el plano del espíritu, deberíamos hallar a la
luz de la infancia espiritual una solución brillante para
todos los problemas.
Sería bueno que nosotros, que en el futuro aborda­
remos la tarea de proclamar la infancia espiritual al
mundo de hoy, vivenciemos personalmente algo de esa
inseguridad espiritual de nuestro tiempo, para que así,
al predicar el mensaje de la infancia espiritual, nuestro
testimonio esté saturado de valor y los hombres que
nos escuchen se sientan íntimamente comprendidos.
En otra oportunidad, Pascal dijo que el corazón tie­
ne su propia lógica y la razón, la suya. Así es, si ama­
mos a Dios, para la razón será fácil decir "sí" a todo lo Afecto
que El quiera. Se trata de verdades que ya nos enseña- piadoso de
ba la escolástica, cuando hablaba del pius credulitatis credulidad
affectus (afecto piadoso de credulidad). He aquí la ló­
gica de la voluntad. Es el corazón quien tiene que que­
rerlo; así fue siempre. No piensen que la palma en este
campo se la lleva lo racional o intelectual.
De todas maneras, ustedes perciben que entre la
intelectualidad de hoy reina una cierta crisis de cono­
cimiento en torno de los principios primordiales. No se
los digo como invitación a plegarse a esa crisis que pue­
de afectar nuestra salud espiritual. No; creo que hoy

279
podemos afirmarnos con confianza en el terreno de la
escolástica. No obstante les repito, para que lo ten­
Incerti-
dumbre gamos claro: una cuota de cierta incertidumbre es parte
intelectual de la naturaleza humana; la certidumbre no es tan
absoluta como solemos representarla comúnmente, lle­
vados por nuestro afán humano de tener en esta área
una certidumbre matemática y no sólo una certidum­
bre metafísica, ni mucho menos una física o moral.

La filosofía y la cuestión de Dios

Si examinamos la certeza que nos procura la filo­


sofía arribamos a un resultado similar: ¿Puede demos­
trarse filosóficamente la existencia de Dios?, ¿puede
¿Puede
demostrarse demostrarse matemáticamente que Dios existe? Estos
la existencia interrogantes se traducen para el pensador de hoy en
de Dios? dos cuestiones capitales: la necesidad y la perfección
ontológicas del ser absoluto.
En cuanto a la necesidad ontológica de Dios, para
nosotros, los católicos, este punto está resuelto: noso­
Nosotros tros creemos. Recuerden lo que nos dice el Vaticano I:
creemos Deum solo rationis lumine certo cognosci posse (Sólo
en virtud de la certera luz de la razón se puede conocer
a Dios). Pero, naturalmente, con eso no se está dicien­
do que Dios sea demostrable matemáticamente. ¡Cómo
viene luchando la humanidad, desde hace milenios,
con la cuestión de Dios! ¡Cuán a menudo la existencia
de Dios y su perfección ontológica han sido demos­
tradas y reiteradamente negadas! Observen la situación
de los países vecinos: ¿Qué se está diciendo allí sobre la
existencia de un ser supremo? Por favor, aunque este
problema les resulte lejano a su experiencia personal,
manténganse abiertos a él a nivel intelectual. No
olviden que para Kant el problema de la certeza de la
existencia de Dios constituía el problema más candente
de la filosofía moderna. Pero ante la tarea de
comprender a Dios con objetividad racional -con las

280
herramientas de la razón-, de entender su necesidad
ontológica -no causa sui, sino ratio sui ipsius (no apun­
tando tanto a las causas de su existencia cuanto a la
razón de ser de sí mismo)-; o dicho con otras palabras,
frente al interrogante de la necesidad y la perfección
ontológicas de Dios, Kant soha preguntarse por qué esa
necesidad y perfección ontológicas son atributos de El
y no del hombre.
Quizás este planteo kantiano nos haga son­
reír...Pero tengamos en cuenta que para un intelecto
humano afirmado exclusivamente en el terreno de la
razón, esas preguntas constituyen problemas muy se­
rios. Todo nos habla nuevamente de un espacio de
inseguridad en el que se mueve el hombre. Hay una
crisis de conocimiento...¡Deo gratias! No percibir esa
crisis de conocimiento a causa de nuestra apatía perso­ Crisis de
nal no significa ninguna virtud de nuestra parte, pero conocimiento
sí cuando ello se deba a que ya hemos hallado la segu­
ridad en un plano superior. Permítanme retornar al
ideario de Pascal y preguntarles de nuevo dónde ha
puesto Dios miras. Dios apunta a un perfeccionamiento
de nuestra voluntad. Si la razón no permaneciese en
una cierta penumbra, la voluntad se deslizaría hacia la
abulia. Todos tenemos algunas experiencias en este
sentido, hechas en la vida práctica. En efecto, conoce­
mos muchas personas muy dotadas intelectualmente y
con muchas energías, pero en cuanto a su volun­
tad...terminan por ser verdaderos canallas, porque su
voluntad no quiere vincularse a Dios.

Desamparo provocado por la inseguridad en cuanto a la


propia salvación

Esta inseguridad en cuanto a la propia salvación


se manifiesta de diversas maneras. En la siguiente re­
flexión daremos dos pasos. En primer lugar haremos
un enfoque general de la misma y luego nos detendre­
mos a ahondar cada uno de sus aspectos.

281
Inseguridad general

Caminar en Dios y vivir en Dios acarrea al enten­


dimiento humano muchas crisis. Hablamos pues de
crisis de la razón. Como filósofos católicos sabemos que
el hombre siente por naturaleza un impulso hacia Dios;
sin embargo no debemos pasar por alto que avanzar
Avanzar hacia el Dios de la Revelación es para nuestro intelec­
hacia un to como avanzar hacia un despeñadero. Ese abismo
abismo
entraña a su vez, dicho con las palabras de Karl Barth5,
una noche negrísima; pero finalmente es un precipicio
sobre el cual la razón debe saltar para reconocer así al
Dios Revelado, que es trino y personal. No queremos
escatimar nada de este misterio; las cosas son así...¡es
de noche!
Piensen ahora cómo sienten nuestra voluntad y
nuestro corazón cuando caminamos, estamos y vamos
Dios se hacia Dios. A menudo la voluntad y el corazón perci­
esconde y ben que hay una tensión entre el Dios escondido y el
luego se revelado: un día ese Dios se nos esconde, otro día se
revela nos revela.

Causas

Ayer hablábamos de dos características de la vida:


la no coincidencia de los destinos humanos y la inesta­
bilidad de todo. Creo que ambas aparecen con la ma­
yor intensidad en el hombre religioso y su vinculación

5. Karl Barth (1886-1968): Teólogo protestante suizo. Su obra


cumbre es la Dogmática eclesiástica, la más importante
sistematización teológica del s.XX dentro del pensamiento
protestante. Barth comprende que la fe no puede ser un mero
espacio vacío y que implica cierta racionalidad, no previa o
anterior, sino interior a ella. Por otra parte, el concepto de
revelación o Palabra de Dios, ajena al mundo y a la historia,
se irá identificando a lo largo de su obra con la persona de
Cristo, configurándose así un cristocentrismo que es típico de
su pensamiento.

282
con Dios, su diálogo de amor con el Altísimo. Estoy
convencido de que Dios procede así con el hombre en
razón de un amor y una sabiduría inmensos y plenos
de ternura.
Nosotros, hombres religiosos, ¿no estamos acaso
expuestos al peligro de sucumbir en cualquier momen­ Seguridad
to a un refinado egoísmo? Permítanme una formu­ en el
lación bastante atrevida: quizás no haya personas tan convento
egoístas como las religiosas. ¿Por qué abandonamos la
inseguridad del mundo? Para hallar la seguridad en el
convento.
Recuerdo una conocida frase de San Francisco de
Sales: busquemos al Dios de las consolaciones y no las
consolaciones de Dios. Posiblemente estas palabras les
aclaren un poco el punto que estamos tratando.
Ya que como religiosos corremos seriamente el pe­
ligro de abandonar el mundo sólo para buscar las
consolaciones de Dios en una comunidad, Dios, por A veces
amor a nosotros, nos apartará de sí muchísimas veces Dios nos
sumiendo nuestra razón, voluntad y corazón en la aparta
oscuridad y las tinieblas. El obra así para educarnos
adecuadamente como hijos suyos que gozan de los
mismos derechos de su propio Unigénito. Debemos
aprender a girar como niños en torno del Padre; no
esperemos que El sea quien gire en torno de nosotros;
por eso el Padre nos educa en la abnegación. Dios nos
aparta una y otra vez de sí para hacernos verdaderos
hijos suyos.
Mediten sobre la vida de los místicos. Verán que
en los estadios más elevados de su camino de perfec­ La noche
ción sufrieron como ninguno esas dos características de oscura de
la vida: divergencia e inestabilidad. Reflexionen sobre los místicos
el tremendo abandono que sufrieron de parte de Dios;
piensen en la noche oscura del alma, de los sentidos,
del espíritu. Las almas con dotes místicas extraordina ­
rias padecen pruebas extraordinarias. Es una ley
universal: Dios Padre educa a su hijo para que llegue a

283
ser realmente su hijo; por eso, cuanto más lo atrae ha­
cia sí y lo quiere asemejar a sí, tanto más procura des­
ligarlo de su egoísmo enfermizo.
Reflexionen sobre la vida religiosa y cómo en ella
se documenta la diversidad de destinos y la inestabili­
dad de las cosas.

Diversidad

Comparemos nuestra vida religiosa con la de


aquellos que se han formado con nosotros. ¿Cómo me
trata Dios y cómo a los demás? Quizás mi situación sea
buena gracias a su misericordia, o tal vez no; sea como
fuere, me enfrento con una serie de enigmas. Pero hay
más; está este cohermano mío que durante el noviciado
se esforzó mucho y sin embargo no le fue muy bien,
mientras que Dios a mí me concedió muchas gracias.
¿Cuál es la explicación de la diversidad? Vuelvo a pen­
sar en Heráclito, quien compara todo el acontecer
Diversidad mundial con el juego de un muchacho. Esta imagen
de destinos también reaparece en el Cristianismo, vertida en diver­
sas formulaciones, en boca de los grandes místicos. La
metáfora del juego caprichoso de un niño expresa mu­
chas veces la idea que nos hacemos del trato que Dios
nos dispensa a nosotros mismos y dispensa a nuestros
prójimos. En efecto, al hacer esas comparaciones entre
nosotros y los demás, bien podemos decir que todo
parece un juego arbitrario y caprichoso.
A esta luz se entiende mejor aquella otra imagen
similar de Santa Teresita del Niño Jesús: "Soy como
Soy como una pelotita de Dios..."6. Aquí tienen otra referencia al
una pelotita chico que juega, o mejor dicho, al Padre que juega. El
de Dios Padre es la medida de las cosas; El puede hacer lo que
quiera con su hijo, para eso es el Padre. ¿Qué soy yo?
Una pelotita con la que El juega. Reflexionen sobre la

6. Cf. Conferencia 3, nota 12.

284
profunda abnegación que entraña esta actitud: hoy en
la palma de su mano, mañana quizás en el lodo, u ol­
vidada en el sótano y finalmente tomada y tratada con Solución
todo cariño. Mediten este tipo de entrega a Dios...¿Se a los
problemas
dan cuenta entonces de lo que significa ser un hijo del más graves
Padre? En la filialidad está la solución de los problemas
más graves de la vida; no en los discursos brillantes,
sino sólo en decir "sí" con sencillez, ya sea que se nos
trate como pelota vasca o como pelota de fútbol...no sé
cual de ellas reciba el trato más duro.
En Santa Teresa de Avila hallamos una idea simi­
lar, pero formulada con otra imagen. El mundo, la re­
ligión y cada persona están como ante el tablero, jugan­
do al ajedrez con Dios7. Santa Teresa medita sobre Con la reina,
cómo hacer jaque mate al Rey, a Aquel que rige el mun­ Jaque mate
do, al Padre del Cielo, y concluye que ello es posible a Dios
valiéndose de la reina. Si la reina se destaca por un
amor y una humildad heroicas, pondrá al Rey
enseguida en jaque y le hará mate8. Observen cómo

7. Cf. Santa Teresa de Avila, Camino de perfección, op. cit.,


cap.XVI, 1:"Y no os parezca mucho todo esto, que voy
entablando el juego -como dicen. Pedísteisme os dijese el
principio de oración; yo, hijas, aunque no me llevó Dios por
este principio, porque aun no le debo tener de estas virtudes,
no sé otro. Pues creed que quien no sabe concertar las piezas
en el juego de ajedrez, que sabrá mal jugar, y si no sabe dar
jaque, no sabrá dar mate. Así me habéis de reprender porque
hablo en cosas de juego no habiéndole en esta casa ni
habiéndole de haber. Aquí veréis la madre que os dió Dios, "Daremos
que hasta esta vanidad sabía; más dicen que es lícito algunas mate a este
veces. Y cuán lícito será para nosotras esta manera de jugar, Rey divino"
y cuán presto, si mucho lo usamos, daremos mate a este Rey
divino, que no se nos podrá ir de las manos ni querrá".

8. Cf.Ibid., 1 y 4:"La dama es la que más guerra le puede hacer


en este juego, y todas las otras piezas ayudan. No hay dama
que así le haga rendir como la humildad; ésta le trajo del cielo
en las entrañas de la Virgen y con ella le traeremos nosotras
de un cabello a nuestras almas. Y creed que quien más

285
aquí se vierte plásticamente -quizás con una imagen
El se deja más atractiva aún- lo que expresábamos con la sencilla
ganar formulación: "Riesgo de la infancia espiritual": el Padre
se deja ganar por la simplicidad y la infancia espiritual,
y no por otra cosa.

Inestabilidad

Repasen la otra característica de la vida humana,


la inestabilidad. Detengámonos en el punto y contem­
plemos cómo se da esa inestabilidad en el área religio­
sa, tanto en mi propio caso cómo en el de los demás.
Una y otra vez advertimos que el fenómeno de la ines­
tabilidad cobra especial intensidad en la vida de ciertas
personas. ¿Cuál es el ciclo al que por lo común está
Primero
atrae y
sometida una persona religiosa? En un primer momen­
luego se to Dios atrae al alma. Es el niño, el Padre que comien­
aparta za a entablar su juego. Pero no pasa mucho tiempo
hasta que Dios aparta de sí a su hijo. Elijan ustedes
mismos las palabras para expresar esta nueva etapa.
Serán tanto más duras cuanto más hayan sufrido situa­
ciones similares. Dios aleja de sí al niño arrojándolo a
cualquier rincón, inclusive al sótano. Pero hay veces en
que no se trata sólo de un sótano -lo cual no sería tan
malo- sino una mazmorra donde pululan ratas y toda
clase de sabandijas.

más le tendrá, y quien menos, menos; porque no puedo yo


entender cómo haya ni pueda haber humildad sin amor, ni
amor sin humildad, ni es posible estar estas dos virtudes sin
gran desasimiento de todo lo criado...".
"Más contemplación es otra cosa, hijas, que éste es el engaño
que todos traemos, que en llegándose uno un rato cada día a
pensar sus pecados (que está obligado a ello si es cristiano de
más que nombre) luego dicen es muy contemplativo; y aun
él se quiere, más yerra. En los principios no supo entablar el
juego, pensó bastaba conocer las piezas para dar mate, y es
imposible, que no se da este Rey sino a quien se le da del
todo".

286
Santa Teresa de Jesús (1515-1582)

287
Ahí comienza la lucha ciclópea. Este es el estado
en el que se despierta "el mundo" en el alma del hom­
bre religioso; en el que hacen eclosión todos los instin­
tos; en el que el alma se ve atormentada por las tenta­
ciones con una violencia mayor a aquella padecida en
años juveniles. Se reencienden todas las pasiones, in­
cluso las que hasta ese momento habían estado ador­
Todas las
pasiones se
mecidas. La persona se experimenta toda ella como un
encienden gran tumulto, un escenario de luchas, un campo de ba­
talla. Quizás he cargado un poco las tintas en esta des­
cripción, pero cada uno de nosotros ha hecho, a su ma­
nera, la experiencia de este estado interior. Y quizás pa­
ra algunos esta descripción sea aún demasiado agua­
da...

Nuestra actitud en tales momentos

Es en esa hora cuando comienza la auténtica vida


religiosa. ¿En qué medida? La situación que se sufre es
la de una tremenda inestabilidad; pues bien, frente a
ella hay que asumir una actitud determinada. Algunos
¿Entregarme pueden llegar a rebelarse contra Dios diciéndose:
a Dios? "¿Qué?, ¿Yo, entregarme a Dios? De ninguna manera;
lo hago a un lado y vuelvo al mundo...¡ya verán quién
soy!" Y así se lanzará a una vida mucho peor que la
gente del mundo. Permítanme hacer una nueva refe­
rencia a la situación que se vive en los países vecinos.
¿Cómo explicar lo que le pasó a tal o cual religio­
Huye
so? Acabamos de dar una explicación psicológica a
cuando Dios esos procesos. Quien ha gustado de las cosas de Dios y
comienza a huyó cuando Dios comenzó a educarlo como un Padre
educarlo a su hijo, desarrollará un espíritu mundano mucho
peor que en el caso del hombre de mundo común.
Esas horas de crisis son las más importantes de
nuestra vida religiosa. Sería una bendición de Dios
hallarse en una situación tal y tener la oportunidad de
realizar un noviciado, pero uno bien sano y auténtico.
Ahora tienen la ocasión de participar de cuatro sema-

288
ñas de ejercicios espirituales. Si llegasen a notar que se
encuentran realmente en una situación así, aprovechen
estas cuatro semanas para luchar con Dios. El místico
Juan Tauler9 dijo que "la serenidad en el abandono es
la suprema perfección". Recuerden estas palabras. Esa
actitud sería auténtica hombría, o, si prefieren, la cima
de la infancia espiritual. Cuando pongo en mis labios la
expresión "infancia espiritual", lo hago siempre
considerándola lo más grande que hay en el cielo y en
la tierra.
A la luz de lo meditado pueden comprender me­
jor a Santa Teresita, cuando dice que ella es como una
pelotita de Dios. Ya no lo tomaremos como mera fan­
tasía; ya no hablamos de "sentimientos dulzones", no;
ahora el hijo, en el calabozo del abandono, debe excla­
mar sin cesar, con sencillez y plegando totalmente su
voluntad a aquella del Padre: "¡Sí, Padre! ¡Ita, Pater! ¡Lo
acepto sin resistirme!"
Al contemplar nuestra vida pasada observamos
que a menudo hemos aprovechado mal esas situacio­
nes tan difíciles. Muchas veces nos sumieron en la
amargura, en el resentimiento contra Dios y la comuni­
dad y sus superiores. No obremos así; suframos, diga­
mos que tal o cual cosa no es justa (volveré sobre el
punto más tarde, cuando hablemos de la obediencia)
pero no nos amarguemos; antes bien, descubramos
detrás de todo la mano de Dios que lo permite.

9. Johannes Tauler (1300-1361): Místico alemán, nacido y


muerto en Estrasburgo. Ingresó muy joven en la Orden de los
Predicadores y pronto llamó la atención por su elocuencia, su
profundo conocimiento del corazón humano y su
experiencia mística. Tauler es el más genuino discípulo de
Eckhardt, si bien evitó toda tendencia panteísta. Sus
sermones son una guía práctica de vida y presentan un
camino para la unión con Dios. Predicó principalmente en la
región del Rin, contra el misticismo herético de los Hermanos
del Libre Espíritu.

289
En esas horas se manifiesta la verdadera santidad.
La santidad no consiste en experimentar cálidos senti­
mientos. Naturalmente, si Dios los da, démosle gracias,
pero no pensemos que son lo fundamental. La verda­
dera santidad reside en el abandono filial, en la entre­
Verdadera ga filial de sí mismo. ¿Cuándo abandonarse a Dios si
santidad no en esos momentos en los cuales callan todas las
campanas y respiramos sólo el aire de la cárcel? Esas
son las situaciones donde crecemos como hijos de Dios.
Les recuerdo aquel paso del Cantar de los Cantares10,
¿Cuándo cuando el novio atisba por sobre los muros...El deja a
abandonarse su hijo en la prisión. Pero sólo es una metáfora. En ta­
a Dios? les situaciones el Padre del Cielo está más interesado
que nunca en nosotros. En esos momentos se decide si
El puede tratarnos como sus hijos, o no sé cómo. Si nos
ponemos dócilmente a su disposición, a pesar de no
saber lo que pueda hacer con nosotros, sí sabemos
empero que lo que haga será para nuestro bien, para su
glorificación.
Nuestra comunidad es joven y se está empeñando
por formar santos entre sus filas. Nuestra Familia se ha­
lla aún en su etapa inicial y por eso tanto ustedes como
Suprema
yo esperamos que Dios nos atraiga fuertemente hacia
perfección
sí; de ahí la importancia de aprovechar esos momentos
de abandono. Vendrán con toda seguridad; de no ser
así, ello significaría que hay algo que no está en orden.
Naturalmente no hace falta que vengan con tal o cual
matiz, pero vendrán inexorablemente. Serenidad en el
abandono es suprema perfección.

Inseguridad en particular

De esta manera les he presentado en unas pocas


pinceladas la inseguridad en cuanto a la propia salva­
ción. Permítanme ahora detenerme en los detalles de
esa crisis. Les digo pues que ella puede darse a nivel de

10. Cf. Cant5,2-6

290
la relación con Dios, de la revelación divina o bien de
mi salvación personal en sentido estrictísimo.
Creo que estamos de acuerdo en lo esencial; cono­
cemos el significado de todas estas crisis para nuestro
desarrollo y somos concientes de que ellas pertenecen
al núcleo de la existencia humana. Les será de mucho
provecho abordar estas realidades con naturalidad. Si
las consideran como cosas extraordinarias no estarán
ya asumiendo la actitud correcta ante ellas.

La relación con Dios

En este punto hay que discernir la cuestión filosó­


fica de Dios de aquella religiosa. El filósofo aspira a un
conocimiento de Dios, a una seguridad filosófica de la
existencia de Dios. El religioso centra su interés más
bien en el problema de nuestra relación de amor con el
Dios vivo.
¿Cómo es nuestra relación de amor con el Dios
vivo? ¿Está unida a una gran crisis? Si es así, les repi­
to lo ya dicho: Dios realiza un continuo juego de escon­
derse y manifestarse. Así lo hace conmigo, así ocurre en
mi vida y eso es lo que me dicen mis propias
experiencias. Repasen la no coincidencia, la inestabili­
dad a la que está sometida esta relación de amor.

Diversidad

¡Cuánta diversidad en nuestra pequeña comuni­


dad! Tanto de parte de Dios cuanto de los hombres. De
parte de Dios porque El es libre de hacer lo que quiera.
En la lectura de las comidas y también en las conferen­
cias se nos hablaba de las tres maneras de la presencia
y acción divinas. Sí, es cierto; Dios está en todas partes,
también en mí. Pero sin embargo es igualmente cierto
que Dios no está en cada hombre con la misma
intensidad; El no habla a cada persona con la misma

291
claridad. ¡Qué pena Dios mío! ¿o acaso habría que de­
Como el cir: ¡Gracias Dios mío!? Depende... Hay hombres a
cazador a quienes Dios persigue como el cazador a su presa, que
su presa no descansa hasta que ésta se le rinda. Y hay otros
hombres a los cuales Dios parece volverles continua­
mente la espalda.
Detengámonos un poco y meditemos a cuál de
estas dos clases pertenece cada uno de nosotros. Esta­
¿Me mos en ejercicios espirituales y no queremos dorarnos
persigue la píldora. ¿Me persigue Dios? ¿Me llama El de alguna
Dios? manera, como lo llamaba por entonces a San Agustín
diciéndole por boca de un niño: ¡Tolle, lege! (tómalo y
léelo)11 hasta que yo abra el libro de sus misericordias?
¿Cómo me ha tratado Dios hasta ahora?
Digamos, en resumen, que las no coincidencias en
mi relación de amor con Dios tienen como causa prime­
ra a Dios mismo; pero nosotros somos la segunda.
Frente a ese Dios que nos habla y actúa en nues­
tras vidas podemos asumir tres actitudes. La primera
es la indiferencia: le volvemos la espalda. La segunda
Indiferencia, es la rebeldía. No tolero que El perturbe mi tranquili­
rebelión y dad. La tercera es la entrega sin reservas. ¿Cuál de ellas
entrega
es la varonil? En mi relación de amor con Dios mucho
depende de la manera en que me doy a El y en cómo El
se me brinda.
San Agustín decía: "Timeo Dominum prae-
tereuntem"...Temo al Señor que pasa y golpea la puerta
de mi corazón...y que al no abrirle siguió su camino.
Quizás el Padre del Cielo se canse de golpear cuando
Temo que
se canse
no se hace caso de sus llamadas. Meditemos si muchas
veces no ha sido ésa nuestra actitud. Dicho con otras
palabras, en los momentos difíciles de mi vida, de mi
vida interior y aquella de la comunidad, ¿he luchado
con energía? La medida de esa lucha les dará la medi-

11. San Agustín, "Las Confesiones", VIII, 12, en: Obras de San
Agustín, op. cit, pág 339.

292
da de su propio crecimiento o bien de su disminución. 1
¿Se trata de ser hombres adultos o bien niños peque- ¿Cómo me
ños? Cuánto más pequeños nos hagamos como hijos comporté?
más hombres seremos. ¿Me comporté en esas dificulta­
des como un hombre o lo hice con sencillez y filia­
lidad?
Dios es quien nos envía esas pruebas y nos enviará
más en el futuro. Quizás no nos envíe otras de otro tipo
porque quizás no las superaríamos.

Inestabilidad

Ya les hablé en varias oportunidades sobre este tó­


pico. Observen cuán inestable es esa relación de amor:
hoy se la vive con calidez, mañana se experimenta Calidez,
frialdad y pasado mañana...quizás ya no queden frialdad,
rastros de ella. ¿Por qué ocurre así? Hay que volver a
impulsar a nuestra alma hacia el heroísmo de la infan- ¿Por qué?
cia espiritual. Dios quiere nuestra voluntad y nuestro
corazón. Si reparamos en nuestra vida personal:
¡Cuántas cosas hay en ella que no entendemos o bien
malinterpretamos! ¿Qué desea Dios de nosotros?
Pascal nos recuerda que El se ha fijado en nuestra vo­
luntad; nosotros diríamos, traduciéndolo a nuestra
manera de hablar: Dios se ha fijado en nuestro amor
filial. Precisamente en esos momentos de inestabilidad
debemos permanecer serenos y decir: "Sí, Padre, hága­
se tu voluntad así en la tierra como en el cielo...". Quien
obre así dará un testimonio de heroísmo, y se educará
y crecerá en la grandeza divina. ¿Acaso el Unigénito
del Padre del Cielo no ha sufrido todos esos estados de
ánimo? Mediten sobre los distintos momentos de ines­
tabilidad...

Crisis a nivel de la revelación

En este punto distinguimos una crisis en sentido


estricto y una en sentido amplio.

293
¿Existe realmente una revelación sobrenatural?
¿Revelación ¿Nos fue concedida solamente a nosotros? ¿Ha sido co­
sobrenatural? rrectamente interpretada? Se trata de preguntas muy
serias. Cuando vayan a trabajar en los países de misión
y vean que allí se ha desarrollado también una sana
cultura, quizás se planteen estos interrogantes sobre
¿Podemos nuestra propia fe. Y tanto más urgente se nos harán
compro­ estas preguntas al contemplar los países vecinos, don­
barla? de se está gestando otro tipo de sociedad: ¿Cómo es la
revelación? ¿Podemos realmente comprobarla? Sabe­
mos que los praeambula fidei (preámbulos de la fe)
sólo nos brindan una seguridad moral. Aun cuando
demostrase todo desde el punto de vista científico,
nunca obtendré una seguridad matemática.
La meditación sobre Cristo me lleva al campo de
la revelación en sentido amplio. Contemplen a Jesús y
hallarán que más allá de toda divinidad existe en su
Tensión
persona una tremenda dosis de humanidad. A veces
entre lo
divino y lo no se sabe cuál de sus dos facetas quiere mostramos, si
humano la divina o más bien la humana. Además hay momen­
tos en que lo divino pasa totalmente a un segundo pla­
no. Sea como fuere, en la vida de Cristo observamos
una continua tensión entre el elemento divino y aquel
humano.
Les repito que hay horas en las que lo humano res­
plandece con tal intensidad en Cristo que eclipsa casi
totalmente a lo divino. Piensen en el instante de la
muerte del Señor: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me
has abandonado?" (Mt 27,46) ¿Queda aquí algo de di­
vino? Es curioso, pero, ¿por qué Dios no ha revelado las
cosas con mayor claridad? ¿Por que Jesús en su muerte
ha dejado que brille tanto el elemento de su hu­
manidad?
Se trata de la misma pregunta que nos hacemos al
abordar el tema de la Iglesia. Tal como le ocurrió al
Señor, así le ocurre a la Iglesia. De manera similar a
Jesús, pero con mayor intensidad, Ella tiene un rostro

294
divino y uno humano. Cuando los que están en la mi­
sión observan a su alredor una floreciente cultura fun­
Como una
dada sobre una religión no cristiana, se dicen mil veces: pequeña
"Nos sentimos como una pequeña secta incrustada en secta
la gran masa de los que no piensan como nosotros."
Comprendo muy bien eso que les pasa; comprendo
que entonces en nuestro espíritu se produzca un cierto
ensombrecimiento, que éste se vea como velado por la
preocupación. Al reparar hoy en la Iglesia de los países
vecinos, casi podríamos decir que la Iglesia ha sido
realmente despojada de lo divino. Imagínense lo difí­
cil que será creer en una Iglesia tal. A pesar de todo de­
bemos asumir esas pruebas de la fe.
Lo importante en este sentido es presentar la cri­
sis del cristiano con objetividad y no hacernos muchas
¿Por qué
ilusiones. ¿Por qué ocurre todo esto? ¿Por qué es tan es­
tan escasa
casa la seguridad? ¿Por qué no al menos la cuota sufi­ seguridad?
ciente de seguridad como para aquietar nuestra razón?
La respuesta es siempre la misma: ¿Qué quiere Dios? El
riesgo de la infancia espiritual. Darán siempre con la ¿Qué
misma respuesta; no hay otra. Así irán percibiendo quiere
cuánto hay que luchar hasta conquistar nuestro ideal Dios?
de familia, para luego poder brindarlo a los demás.
¿Acaso no se puede decir lo mismo de la insegu­
ridad en cuanto a la propia salvación en su sentido
estrictísimo? La gran pregunta de esta modalidad de la
crisis es si iré o no al cielo, si formo parte o no del nú­
mero de los escogidos, si en la hora de la muerte esta­
ré o no en estado de gracia santificante. Es un serio
interrogante. Pero hay otro: ¿Soy un hijo de Dios hic et ¿Iré al cielo?
nunc (aquí y ahora)? Aquellos de nosotros que tengan
una mayor inclinación a la cavilación quizás hayan
pasado a menudo por noches oscuras de este tipo. A su ¿Estaré
en gracia?
vez, los de temperamento obsesivo y propensos a la
ansiedad habrán sufrido estados similares. Pero si so­
mos sinceros con nosotros mismos, podemos decir que
todos -aunque estemos libres de obsesiones- sufrimos

295
en algún momento esa inseguridad. San Pablo decía de
sí mismo que no sabía si era digno de ser amado u
odiado12. ¿Quién sabe si al final de su vida estará o no
en gracia? ¿Acaso no cayeron los cedros del Líbano?
Prueben y gusten en este punto dónde se encuen­
tra nuestro cobijamiento. Dios permite nuestro desam­
paro, más aún, él quiere que nosotros experimentemos
Dios lo muchas veces un total desamparo para que hallemos
permite cobijamiento en un plano superior: el amparo filial en
El. Ño seamos soberbios en cuanto a la seguridad de
nuestra salvación, no lo seamos de ninguna manera,
pero tampoco nos obsesionemos con ella. En la actitud
de confianza y fe filiales hallaremos una certeza de
salvación. El riesgo de una infancia espiritual simple y
sencilla es, por último, el remedio fundamental para
curar la crisis existencial y cotidiana que acosa al hom­
bre común, al cristiano. Les repito que cuanto más ob­
serven y contemplen la vida, tanto más vibrará esta
Seguridad verdad en su corazón. Permítanme que vuelva a recor­
del péndulo
darles el ejemplo del péndulo. No pretendamos tener
la seguridad de una mesa sino aquella del péndulo.
Aquí en la tierra no hay seguridad alguna que pueda
serenarnos. Sólo hay un péndulo que oscila en el aire.
La solución de todos los problemas reside en la vincu­
lación íntima, sencilla y filial al Padre. Si no os hacéis
como los niños, no podréis entrar en el reino de los
cielos...¡Qué acentos han cobrado ahora estas palabras!
La más Quiero ser un niño con toda el alma. Cuanto mayor y
pequeña en más maduro sea, tanto más sencillo quisiera ser; por­
la tierra que el niño más sencillo es el más grande en el Reino de
los Cielos. He aquí el pensamiento favorito de Weiss,
quien en su Apología nos dice que la más grande en el
Reino de los Cielos fue la más pequeña aquí en la tierra:
María.

12. Cf. Rm 7

296
Aumento del desamparo en la época actual

Al enfocar el tiempo actual...¿es necesario recalcar


algunos aspectos del desamparo? He remarcado a pro­
pósito la crisis ordinaria del hombre. Para que perciba­
mos con mayor nitidez la crisis ordinaria, Dios permi­
te la crisis extraordinaria. No nos abandonemos a una
vida de hartura burguesa; nos irá desgastando y
aniquilando, y cuando suene la alarma y estalle la gue­
rra, no sabremos qué hacer.
Hay distintas maneras de presentar la crisis y el
desamparo extraordinarios que se padece hoy. Podría
hacerlo desde el plano fenomenológico, vale decir, des­
cribir detalladamente la extrema y total inseguridad
del hombre de hoy; o bien rastrear las raíces de esa si­
tuación desde un punto de vista filosófico y psicológi­
co; o bien recurrir a un análisis histórico. Para nuestros
fines bastará con algunas ideas en torno a la historia de
ese desamparo; sin pretender trazar un cuadro comple­
to, sino más bien dar algunas pinceladas para profun­
dizar las primeras impresiones que tenemos de este
tema.

Vigencia de las constantes del desamparo en la historia

Ya hablamos de las constantes del desamparo y


delimitamos tres leyes: amparo junto al desamparo,
amparo en el desamparo y desamparo en el amparo.
Al repasar rápidamente la historia del desamparo
podemos decir que estas leyes son de validez universal,
vale decir, rigen para todas las épocas de la historia.
Ahora bien, debo agregar que el fenómeno del desam­
paro no se ha dado a lo largo de la historia con la
intensidad con que se registra hoy día. Hay épocas en
que todo parece funcionar con la exactitud de un reloj.
Nosotros mismos hemos experimentado tiempos así;
pero en la práctica el fenómeno del desamparo se do­
cumenta igualmente en ellas. En esos tiempos hay que

297
procurar estar bien pertrechados porque en menos de
Segurida­ que canta un gallo todas las seguridades se pueden ve­
des que nir abajo. En las misiones se experimentan mil veces
se vienen esos avatares; y también se lo observa en la realidad de
abajo
la Alemania de hoy.
Lo mismo vale para nuestra propia vida. Por años
todo en mi interior se ha mantenido inmutable; pero de
pronto caen rayos y centellas, todo se convulsiona, hace
erupción, y las tentaciones se suceden una tras otra. Así
acontece también en la sociedad. Montesquieu13 decía
que los tiempos más felices de la historia son los más
aburridos. Claro, todo depende de lo que él entienda
por felicidad. Si felicidad equivale a hartura burguesa,
quizás tenga razón. Sin embargo me parece que si no­
sotros contemplamos los grandes contextos de la histo­
Epocas
ria tendríamos que decir lo contrario de Montesquieu:
felices,
épocas las épocas más felices de la historia son las más
movidas movidas y motivadoras. ¿Saben por qué? Porque en
ellas somos apartados de la hartura burguesa, nos des­
prendemos de las cosas y no buscamos la seguridad allí
donde no debemos buscarla.
Creo que pueden aplicar esta reflexión a la histo­
ria de su propia comunidad. Los tiempos más felices de
una comunidad son aquellos que han sido los más re­
volucionados. ¿Por qué? Si los ponemos bajo la lupa
descubriremos que en ellos hemos experimentado con
la mayor intensidad el impulso a refugiarnos en nues­
tro "nido original". De otra manera nos expondríamos

13. Charles Louis de Montesquieu (1689-1755): Pensador y


escritor francés. Influido en un primer momento por Bossuet,
el autor pasa de la concepción providencialista de su maestro
a un nuevo sentido de la filosofía de la historia racional y
laico. Su obra El espíritu de las leyes revela al legislador
enciclopedista que suma ideas históricas, económicas y
sociales.

298
al peligro de hacernos demasiado "sedentarios". No
por esto quiero decir que tengamos que provocar revo­
luciones para que la comunidad viva tiempos felices,
pero en caso de que vengan tiempos revolucionados y
revolucionarios hay que ver las cosas con esa visión
constructiva y entresacar con todo cuidado el mayor
bien posible del mal que suframos. Las constantes del
desamparo existen en todos los tiempos, sólo que no se
manifiestan a veces con la suficiente contundencia y
nitidez. La intensidad con que se revelan varía de una
época a otra. Hoy vivimos en un tiempo en que las
constantes del amparo y del desamparo se pueden
"palpar" con la mano; y creo que debemos darle gra­
cias a Dios por ello, porque de esa manera comprende­
mos con mayor profundidad el sentido del amparo y
del desamparo. En esos tiempos el Espíritu Santo des­ Todo
pliega una gran actividad y todo impulsa -tanto en el impulsa
plano natural como en el sobrenatural- al cultivo de hacia allí
una gran infancia espiritual. Recuerden por lo tanto
que su comunidad tiene una gran misión, que todo lo
que está escrito en las Constituciones es providencia de
Dios. Ustedes saben que ellas están bien funda­
mentadas...¡desarrollen entonces una fuerte conciencia
de misión!
Si estudiamos la vigencia de esas constantes en la
historia, ¿qué observamos entonces? Detengámonos
un poco en la Antigüedad. Me gusta repasar esa era de
la humanidad para comprender mejor el fenómeno
actual del neopaganismo. Constatamos que la Antigüe­
dad sentía un hondo respeto por esa oscura
omnipotencia universal. Recuerden lo que les decía
ayer sobre la angustia y la crisis que sufre el hombre al
experimentar que, más allá de toda bonanza, en cual­
quier momento puede sucumbir. Les repito que la
Antigüedad asumía una actitud de respeto ante la
imprevisibilidad del acontecer mundial. Frente a las
ruinas de Cartago, muchos hombres de armas dijeron:

299
"Hoy te tocó a ti; mañana me tocará a mí...¡Oh, fuga­
cidad de las cosas terrenales!". Ellos reconocieron las
Una fuerza constantes del amparo y del desamparo y se inclinaron
oscura con respeto y temor reverencial ante esa fuerza oscura.

Durante su punto culminante en la Edad Media, el


cristianismo fue concibiendo más claramente a esa
En la Edad fuerza oscura como fuerza de la Providencia. El cristia­
Media no de la Edad Media supo entregarse cabalmente, en
toda ocasión, a la Divina Providencia.
Luego despunta el siglo XVIII, en el cual se creyó
que todo podía analizarse racionalmente. Se decía que
todo estaba asegurado; que no importaba que uno
En el muriera hoy o dentro de veinte años, porque en defini­
siglo XVIII tiva se estaba perpetuamente asegurado. Y sin embar­
go el siglo XVIII fue un tiempo tan inseguro como el
actual.
Se ha afirmado que el siglo pasado ofrecía comple­
ta seguridad. No obstante, ¡cuánta inseguridad hubo y
hay en los siglos XIX y XX! ¡Absoluta inseguridad en
todos los planos!
Casi podría decir que si Jesús estuviese aquí y aho­
ra en mi lugar, nos volvería a advertir: "Si no os hacéis
como los niños...". Estamos enfocando el tema de la
inseguridad porque somos hijos de nuestro tiempo y,
como tales, estamos sumergidos en la corriente de los
acontecimientos que nos toca vivir. Pero lo que nos
ocurre no es tan grave. Si tenemos deudas -hoy es co­
mún- o quizás preocupaciones por tal o cual cosa, re­
cordemos siempre: "Si no os hacéis como los ni­
Todavía ños"...Todavía buscamos en exceso nuestra propia se­
buscamos guridad. Por mucho tiempo seguiremos corriendo ese
seguridad peligro. En nuestro tiempo hay una fuerte tendencia al
autoendiosamiento. ¿Qué nos escribiría Jesús en el li­
bro de nuestra Familia? "Si no os hacéis como los ni­
ños...". Si el mundo no se hace de nuevo niño, ¿se ima­
ginan lo que Dios hará con él? Antes se escuchaba a

300
menudo hablar del "siglo del niño"14. Creo que hoy de­
beríamos retomar esa expresión, pero dándole un nue­
vo significado: o este siglo se hace de nuevo un siglo
del niño, y se salva, o no se hace ya niño... y se pierde.

14. La frase se aplica al siglo XX, y se hizo famosa por el libro de


la autora sueca Ellen Ney, El siglo del niño.

301
Decimoquinta Conferencia

EL SI PERSONAL
Y PATERNAL DE DIOS ,

Recapitulación

Para tener una visión clara de la importancia de la


infancia espiritual en el plano temporal, reflexionare­
mos sobre dos puntos: la crisis del tiempo y la salva­
ción de este tiempo.
Decíamos que la crisis de nuestra época estriba en
una inseguridad y desamparo extraordinarios y
globales. Si en el futuro se nos brinda la ocasión o bien
disponemos del tiempo necesario, sería bueno exami­
nar la obra del filósofo Peter Wust, quien se ocupa con
predilección y detalle de esta crisis.

Asumir el riesgo de la infancia espiritual

Pasemos ahora al tema de la salvación de esta épo­


ca ¿Cómo trataremos este tema del riesgo en esta hora
y en la siguiente? Podemos argüir que ya lo conoce­
mos; pero, precisamente, si la salvación del mundo Todos
dependiese del "conocimiento", todos seríamos ya san­ seríamos
tos. Lo que nos proponemos ahora es grabar lo más santos
profundamente posible en nuestro corazón la respues­
ta que acabamos de mencionar arriba. De ahí que en las
dos conferencias que seguirán no les ofreceré ideas o
pensamientos nuevos, sino que nuestro empeño de
aquí en más se cifrará en saturar de valores una idea
que ya conocemos.
Un teólogo dijo una vez que el hombre más temi­
do por el diablo es aquel que ha leído, de cabo a cabo,

303
un solo libro religioso. Ustedes se imaginan lo que
quiere decir con estas palabras; ellas son una traduc­
ción del dicho tradicional: Timeo lectorem unius libri.
*
Una idea De manera similar, ¿no se podría decir que el demonio
única siente respeto por el hombre que encarna vitalmente
una única idea? ¿No vale ello de manera especial en el
caso de nuestro ideal de comunidad? A lo largo de
nuestras reflexiones hemos comprobado que la infan­
cia espiritual es nuestro ideal de comunidad por
excelencia. "Quiero saber cuál es tu gran idea...". Noso­
tros la conocemos. No lograr que esa idea cobre vida en
Cobra vida
nosotros y en nuestra comunidad será indicio de que el
diablo ha consumado una de sus obras maestras:
alejarnos de lo esencial, impedir que vivamos y viven-
ciemos lo que según los planes de Dios debemos vivir
y vivenciar en la comunidad. Si sólo pensamos esa idea
grandiosa y magnífica pero no la vivimos ni amamos,
cuando llegue el final de nuestra vida, el final de los
tiempos, y echemos una mirada retrospectiva sobre la
historia de la comunidad, ¿quién osará poner en sus
labios aquellas palabras del Señor: He llevado a cabo la
obra que me encomendaste realizar1? ...¿He encarnado
realmente, en la comunidad y a través de ella, la idea
que debía encarnar?
En resumen, esforcémonos en grabar en nuestro
corazón y voluntad ese riesgo de la infancia espiritual.
No lo hagamos sólo ahora, en esta conferencia y en la
siguiente; o bien durante los ejercicios, sino hasta el fi­
nal de nuestra vida.

Otras formulaciones para "infancia espiritual"

Decíamos pues que queremos esforzarnos en me­


ditar y exponer los pensamientos que seguirán de la
manera más simple y sencilla que sea posible. Por eso

* Temo al lector de un solo libro.


1. Cf. Jn 17,4

304
nos planteamos la pregunta sobre la posibilidad de
encontrar otras formulaciones para expresar ese "ries­
go de la infancia espiritual". La búsqueda de for­
mulaciones equivalentes es un recurso que suelo em­
plear con gusto para explicitar mejor los temas.
Quizás hayan oído hablar de un pequeño francés,
Guido Fontgalland, cuya biografía corre hoy de mano
en mano. Estaba íntimamente compenetrado con el
Espíritu Santo y meditaba sobre cuál es la palabra que
más alegra a Dios. Contemplando la escena de la
Anunciación, se dijo que esa palabra sería sin duda
aquella que María respondió al Padre del Cielo que le La palabra
hablaba por boca del ángel. Al leer que la Sma.Virgen mas amada
pronunció su "fíat", Guido comprendió enseguida con
claridad que la palabra "sí" es la que más ama el
Padre...¡el riesgo de la infancia espiritual!
Ustedes ya se dan cuenta de lo que quiero decir: el
riesgo es decir sí. También Jesús pronunció ese sí en
una situación difícil de su vida: Ita Pater, ¡sí Padre! Pero El riesgo
María es quien se le anticipó: su "Ecce...fiat". He de decir sí
aquí...hágase en mí, es la versión femenina del decir sí.
Dios ama ese sí, y con él persigue un cierto objetivo en
el acontecer mundial.
¿Desean otras formulaciones? Volvámonos hacia
nuestra gente sencilla. ¿Con qué otras palabras expre­
san ese "riesgo"? La gente habla de una fe viva en la
Divina Providencia. Reparen en el término "viva".
¿Cómo vivificar la fe en la Divina Providencia? A tra­
vés del cultivo de la esperanza y del amor. Acentúen
mucho este punto. En nuestros oídos de teólogos resue­
na la sentencia: Fides caritate formata...la fe que actúa
por la caridad 2.
Apliquemos estas palabras, en su sentido más
amplio, a nuestra fe en la Divina Providencia: ella debe
ser viva, no quedar en la pura razón ni sólo en una pe-

2. Cf. Gal 5,6

305
queña dosis en la voluntad; no, ella tiene que modelar,
formar y transformar a todo el hombre.
Ya que su comunidad venera especialmente a San­
ta Teresita, contemplen el testimonio que la santa de
Lisieux nos da en este punto. ¿Qué diría ella sobre el
Víctima riesgo de la infancia espiritual, del decir sí, de la fe viva
de la mise­
en la Divina Providencia? Tengo la impresión de que
ricordia
conocía ya todos estos términos. Además de ellos,
Santa Teresita utiliza otro que entraña toda una ascesis,
pero que no se entiende tan fácilmente. En efecto, ella
nos hablaría de ser víctima de la misericordia3.
Permítanme hacer una breve exégesis de estas úl­
timas palabras. Quizás hemos oído hablar frecuente­
mente de "víctima de la justicia", y nos formamos la
imagen de un Padre del Cielo más o menos cruel y san­
guinario, un Dios sediento de venganza que exige
víctimas; ha sido agraviado en su justicia y quiere víc­
timas expiatorias: "Se enfurece el mar y clama por una
víctima"4. Así se enfurecería el Padre del Cielo -según
la imaginación de algunos- y por eso los hombres se
vuelven a El diciéndole: "Sí, Padre, es cierto, te hemos
ofendido gravemente, Tú debes tener tu víctima
expiatoria; pero deja ir a los demás, yo haré expiación
por ellos".
Víctima de la justicia...Una víctima tal tiene su ple­
na razón de ser, pero Santa Teresita nos habla en reali­
Confianza dad de víctima de la misericordia. ¿Qué significa esto?
en la mise­ Que la persona sacrifica a la misericordia divina todos
ricordia sus derechos. La víctima de la misericordia sabe que
de Dios
nuestras buenas obras, realizadas en estado de gracia,
nos dan derecho a una recompensa. Sin embargo no
echa mano de ellas, no se aferra a ellas. Cuando la

3. Santa Teresita del Niño Jesús, Historia de un alma, op. cit.,


Cap.VIII.

4. Cf. Federico Schiller, Guillermo Tell, Act I, esc.l.

306
víctima de la misericordia pone su confianza en el
amor de Dios, cifra todo derecho en la misericordia de
Dios.
Adviertan la acentuación nueva que se introduce
en la expresión "víctima de la misericordia" relia tam­
bién se esfuerza en la realización de buenas obras, pero
no repara tanto en dichas obras cuanto en la misericor­
dia de Dios, a la que se confía sin reservas, a la que con­
sidera como el derecho que la asiste y sobre el cual se
afirma.
¿Me permiten ofrecerles una versión más popular
de lo que estamos diciendo? Si se perdiese el Libro de
la Vida, vale decir, aquel en el cual se dice metafórica­
mente que están inscriptas todas nuestras buenas
obras, la víctima de la justicia se vería sumida en la Garantía de
pobreza. ¿Cómo hará entonces para llegar al cielo? Ya la miseri­
no existe lo que le daba derecho a la bienaventuranza, cordia
precisamente porque el registro de las buenas obras se
ha esfumado. Sin embargo, en ese mismo caso, la víc­
tima de la misericordia marcharía al cielo como dos y
dos son cuatro. ¿Por qué? Porque aunque haya desapa­
recido ese libro, no se habrá extinguido el derecho en el
cual ha puesto su confianza: ella confía, con todo lo que
es y tiene, en la misericordia divina.
Les repito que la víctima de la misericordia sólo
tiene un recurso en el cual confía: la misericordia de
Dios. Pero no; tiene además otro recurso al cual apelar:
su miseria personal. ¿Se dan cuenta de la infancia espi­
ritual extraordinariamente heroica que entraña la
entrega de la víctima de la misericordia? Ella ofrenda
todos sus derechos y deposita con plena conciencia su Entrega
confianza en la misericordia divina; actitud que equi­ todos sus
vale a reconocer la propia miseria. Ya fundamentamos derechos
este tema desde el punto de vista psicológico, cuando
decíamos que la bondad paternal de Dios no podía
oponer resistencia a la debilidad reconocida y acepta­
da de sus hijos. De esta manera tienen una "piedra de

307
toque" psicológica en aquella frase del Evangelio: "De­
rribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los
humildes" (Le 1, 52).
Naturalmente podríamos hallar otras formu­
laciones del mismo tema y no nos vendría mal detener­
nos sobre estos puntos en la meditación personal.
Conozco una cantidad de personas que en los momen­
Misericordia tos de dificultad acostumbran repetir la jaculatoria:
de Dios Mater habebit curam5. Es lo mismo, sólo que expresa­
do "desde arriba": la Sma.Virgen cuidará, Ella es una
manifestación de la misericordia de Dios. Tienen asi­
mismo otras expresiones como Deus providebit (Gn
22, 8), Dios proveerá. He aquí una aplicación concreta
de la fe viva en la Divina Providencia. También podría
recordarles aquellos versos que ya escuchamos:
En el rugido de la tempestades
y el ulular de los céfiros
entre el fuego de los relámpagos
y el fragor de los truenos
yo pienso tranquilo
como el hijo del barquero:
"Mi padre es timonel de la nave:
¡yo nada temo!".
Traten de crear ustedes mismos una consigna de
este estilo, destinada tanto para el uso personal cuan­
to comunitario. Tiene que ser una jaculatoria que haga
vibrar, que reavive el espíritu. En tiempos de la guerra
Crear una
jaculatoria
tuve oportunidad de ser dirigente de una comunidad
propia en la que se rezaba continuamente Mater habebit
curam. La jaculatoria era repetida sin cesar aún en
medio del caos más tremendo y de las batallas más san­
grientas que trajo consigo la contienda. Esa breve
oración era una manera sencilla de tomar conciencia
del riesgo de la infancia espiritual.

5. Esta jaculatoria fue utilizada con predilección por San Vicente


Pallotti y se ha hecho usual en la Familia de Schoenstatt.

308
No puedo detenerme más en estos pensamientos
introductorios; además ustedes ya intuyen el propósi­
to que persigo: desmenuzar estas ideas y hacer que se
vayan grabando así paulatinamente en nuestro cora­
zón.
Para alcanzar con mayor profundidad este objeti­
vo, plantearé y daré respuesta a dos cuestiones. La
primera trata de las propiedades de la infancia espiri­
tual. A partir de ahora utilizaré la expresión "decir sí" Decir sí
para designar a la infancia espiritual; esta nueva
formulación suena mucho más "ingenua" y a la vez
concreta. Indagaremos entonces la propiedades y los
frutos de la actitud de decir sí. Les repito que no se trata
en este segmento de avanzar en la presentación de nue­
vas ideas sino más bien en profundizar a nivel afectivo
las que ya hemos estudiado.

Propiedades del sí

Nuestro sí debe ser en primer lugar lúcido, y lue­


go audaz.

Lúcido

Volvamos a auscultar el tiempo actual y detectare­


mos enseguida que estamos en medio de una vida
moderna que fluye y bulle en plenitud.

Corrientes antagónicas

¿Por qué destaco el adjetivo "lúcido"? Porque nos


marca la línea divisoria entre un sí católico y uno no ca­ El "sí" lúcido
tólico. Hoy se puede percibir prácticamente en todas ycatólico
el "sí" no
partes un serio anhelo de decir sí. De casi todas las co­
rrientes modernas de pensamiento que pretenden mo­
delar la vida de hoy nos llega un eco de ansiedad.
Todas claman por decir sí. ¿Pero que clase de sí es ese?
Dividamos rápidamente las aguas.

309
Nuestro sí es lúcido. Con esta aclaración nos de­
claramos en oposición al sí del ciego decisionismo
irracional y demarcamos la frontera con un ciego
decisionismo quietista. Con estos dos términos,
decisionismo irracional y decisionismo quietista, resu­
mo todas las corrientes de pensamiento que se oponen
a la nuestra.

Decisionismo irracional ciego

Este decisionismo irracional se manifiesta en dos


niveles, uno puramente filosófico y otro teológico.

A nivel filosófico

En este punto debemos traer a colación a


Heidegger. Les advierto que estos comentarios míos
son muy superficiales; no pretendo dar una lección de
filosofía, sino repasar estos conocimientos en la medi­
da en que sean necesarios y se adecúen a nuestro con­
texto.
Habíamos visto que Heidegger hablaba de que el
hombre había sido "arrojado" a la vida y de la "deci­
sión" con que debemos abordar la vida. ¿Cómo valorar
esto para nuestra búsqueda ascética? Según Heidegger,
Heidegger: el hombre ha sido simplemente arrojado a la vida,
el hombre como si hubiera sido lanzado en el medio de un mar
no sabe tempestuoso. ¿Qué tiene que hacer entonces? Decir sí
de dónde
con decisión. ¿Qué clase de sí? Un sí ciego; el hombre
vino ni a
dónde va. no sabe de dónde vino ni adonde va. Un sí temerario y
aventurero. Hemos sido simplemente lanzados al agua
y luchamos intrépidamente con las olas. Hay que na­
dar a brazo partido, abriéndose paso a diestra y sinies­
tra. Tengo que ir hacia alguna parte, tengo que luchar.
Todo no es sino un temerario sí a las luchas de la vida.
Esta es la actitud de vida del decisionismo irracional.
Frente a este tipo de decisión, ¿cómo es nuestro sí? Es
un sí claro; naturalmente habría que agregar que es

310
también claroscuro, porque sería equivocado desdecir­
me ahora de todo lo que les he presentado en las
últimas conferencias. Siempre queda un margen de Un margen
mucha sombra, aún en la fe. En la Santificación de la de mucha
vida diaria6 se presenta a la fe como un claroscuro. Así sombra
también lo escuchamos en las lecturas de las comidas,
aunque al comer uno apenas presta atención a pensa­
mientos más elaborados. Lo mismo ocurre con el mis­
terio que nos sale al encuentro en los dogmas; él es
también un claroscuro o una penumbra.
En resumen, la posición irracionalista cultiva un sí
ciego, y nosotros uno luminoso o bien con sus cla­
roscuros; el decisionismo irracional propone un sí te­ El sí
merario y nosotros uno valiente. De todo lo que re­ temerario
flexionamos hoy por la mañana se desprende que es
así, que efectivamente hace falta valentía.
Repasen el ideario de los precursores de la filoso­
fía moderna, por ejemplo Kierkegaard, quien hablaba
en cierta oportunidad de los estadios de la vida.
Kierkegaard había observado cuidadosamente la vida
y llegado a la convicción de que ella conformaba un
todo orgánico; y nos habló de la ley del crecimiento
orgánico. Estaba asimismo persuadido de que ese cre­
cimiento orgánico no es lineal sino que contempla es­
tadios y segmentos.
Observen la vida de los grandes hombres y tam­
bién la suya propia. ¿Acaso no arribamos periódica­
mente a una cierta frontera, no damos con una determi­
nada barrera? ¿Qué hacer? Sea como fuere, sentimos el
"corte" que ese momento significa en nuestra vida. El riesgo
Notamos que saltar por encima de esa valla supone un de saltar las
cierto riesgo, advertimos que nuestra vida deja ya de barreras
ser tan tranquila, plácida y cómoda; percibimos que
nuestro camino se proyecta hacia un plano superior.

6. Cf. Nailis, M. A., Santificación de la vida diaria, op. cit.,


pág. 50.

311
Antes tomábamos conciencia de las limitaciones, aho­
ra se trata de trascenderlas.
Todos nosotros, ya sea como misioneros o bien
como hombres que están en contacto directo con la
En la vida moderna, deberíamos "nadar" en estas reflexio­
oscuridad nes. ¿Qué quiere Dios? El hombre común necesita co­
de la fe raje para desarrollarse en el plano puramente natural;
imagínense cuánto coraje necesitará entonces para
adentrarse en la oscuridad de la fe.

A nivel teológico

Nuestro sí no es el del ciego decisionismo irra­


cional, en el sentido de la moderna filosofía hei-
El sí deggeriana, ni tampoco el sí ciego de la teología
desesperado dialéctica. Sólo basta con repasar a Karl Barth. En su
obra observamos ese sí ciego. Pero a diferencia de
aquel de Heidegger, el suyo es un sí desesperado que
traduce todo el espíritu del tiempo.
¿Se dan cuenta de la grandeza que entraña nues­
tra infancia espiritual? Nuestro sí no es desesperado,
Un sí alegre sino valiente y alegre, aun cuando a veces esté unido a
muchas situaciones de angustia.

Decisionismo quietista ciego

Al contemplar las corrientes del tiempo de hoy


desde el punto de vista filosófico, advertimos que exis­
te un quietismo ciego. Irracionalismo y quietismo... Los
extremos se tocan. Pregunten a los filósofos de entre
Inestabilidad ustedes que hayan estudiado a Jaspers. Indudablemen­
generalizada te este filósofo sabe trazarnos un cuadro brillante de la
situación actual...pero, ¿qué actitud asume ante la
vida?: En vista de la inestabilidad generalizada, no
tomar ninguna decisión sino permanecer en segundo
plano.

312
¡Cuántos hombres hay, aún en nuestras filas, que
no toman ninguna decisión! Siempren encuentran una
excusa para abstenerse de decisiones. Esperan y Profundo
esperan...quizás nos lleve una ola, pero tal vez no... sentido de
Esta es la actitud que asumen ante la vida los filósofos nuestro sí
del quietismo ciego. Ustedes ya perciben que la cues­
tión de decir sí es el punto de intersección de todas las
corrientes de vida de hoy. El sí tiene un sentido
extraordinariamente profundo.
A este quietismo puede sumarse el sí del
fatalismo. ¿Qué es el fatalismo? La cosmovisión de Quietismo y
aquel que dice: "¡Bueno, la cosas son así y punto! fatalismo
¡Dolce far rúente!". Y de ese modo dejan que todo pase.
Al analizar estas corrientes de hoy, harían bien en
constatar si ellas no han incidido en ustedes mismos.
Homo sum, et nihil humanum a me alienum7... Siem­
pre es muy aconsejable observarse agudamente y cono­
cerse a sí mismo. Así comprenderemos más fácilmente
el tiempo que nos toca vivir y no hará falta andar
inquiriendo por todas partes, removiendo cielo y tierra.

Particularidades

Pasemos a observar ciertas particularidades de


este sí. ¿Qué significa un sí lúcido? Que mi sí tiene que El sí
estar iluminado y esclarecido por la luz de la fe. iluminado
por la fe
Tres sí del Padre del Cielo

¿Qué me dice esa luz de la fe? Que mi sí presupo­


ne tres sí del Padre del Cielo. En primer lugar, es Dios
quien tiene que decir su "Ita", y recién entonces puedo

7. Terencio, Heautontimorumenos, I, 1, 25: "Homo sum;


humani nil a me alienum est": Soy hombre, nada de lo
humano me es ajeno.

313
yo pronunciar el mío. ¿Cómo es ese ¡Ita fili! ¡Ita, filia!
(Sí, hijo; sí, hija). Es ante todo un sí paternalmente bon­
El sí de Dios dadoso; en segundo lugar, es paternalmente personal
y, por último, paternalmente heroico. Permítanme
expresar estas cosas con un tono ingenuo y sencillo, si
bien quizás demasiado antropomórfico para el gusto
de ustedes.

Un sí paternalmente bondadoso

Para que mi sí sea lúcido, antes de pronunciarlo


deberé esperar que el Padre del Cielo haya dicho pri­
mero su sí. Y ese sí suyo es paternalmente bondadoso.
¿Qué horizonte se nos abre en este punto? Como teólo­
gos tenemos que tender hacia lo esencial. Estamos en
presencia de la grande y profunda realidad de la Divi­
na Providencia. Ella es la que nos brindará luz.
¿Qué nos dice la enseñanza de la Divina Providen­
cia? Que desde toda la eternidad, Dios ha trazado, por
amor y bondad, un gran plan universal y también el
El pequeño pequeño plan de mi propia vida; y que El, respetando
plan para mí plenamente mi libertad personal y asimismo en razón
de su amor, dispone y guía todo para que ese plan
universal y el plan de mi vida se cumplan hasta el final,
hasta la última jota.
Al analizar esta idea hallaremos que la fe en la
Divina Providencia presupone dos actos. En primer
Comprender lugar, un acto de entendimiento. Este acto es, dicho hu­
el proyecto manamente, el proyecto que Dios traza, el plan que di­
seña mi vida y todo el acontecer mundial. El segundo
es -naturalmente Dios es y sigue siendo el mismo- un
acto de voluntad; se trata de la ejecución del proyecto.
Ejecutar el Les pido entonces que, en la medida en que puedan
proyecto pronunciarla con profunda convicción, hagan suyas
aquella consigna: "Suceda lo que suceda, Dios ha
trazado desde toda la eternidad el plan de mi vida".
Observen la calidez y el sentimiento de libertad que
surgen en nuestro interior al pronunciar esas palabras.

314
Yo conozco una religiosa, una persona sencilla, del
pueblo, que vive enteramente de la fe en la Divina Pro­
videncia. Actualmente está en las misiones; ustedes
saben que en ellas uno se encuentra con todo tipo de
realidades. Una persona joven en una comunidad jo­
ven quizás tenga que sufrir más en la misiones que un
hombre ya hecho y derecho. Pues bien, el pensamien­
to favorito de esta religiosa es: "Pase lo que pase, el Pa­
dre del Cielo ya ha trazado el plan de mi vida, ya lo ha
escrito. La Sma.Virgen guarda ese plan en un Santua­
rio de Alemania; Ella pliega sus manos en oración por
mí. Sólo tengo que decir sí". Esta actitud revela sabidu­
ría de vida, conocimiento del arte de vivir, dominio de
la vida. Quien logre modelar la vida con tan pocos y
profundos pensamientos, creo que es más que cual­
quier otro que tenga vaya Dios a saber cuánta ciencia
almacenada en su cabeza.
¿Cuál es entonces su tarea? Decir sencillamente sí.
Lo peor que podemos hacer es justamente decir no. Si
decimos que sí, entonces todo está bien.
Quizás ustedes me digan que diciendo sí han he­
cho algunas tonterías. Pues bien, las tonterías están
también contempladas en el plan de mi vida; no para
que las cometa, sino porque las cometo. Les recuerdo
en este punto un pensamiento de San Francisco de Sa­
les: "¡Ah! el padre conoce a su hijo; El sabe que es pe­
queño, que sólo puede dar pasos cortos y a menudo
tropieza y cae". Si digo un sí valiente, entonces todo
está bien; entonces podré reemprender el camino.
Recordemos aquellas otras palabras: "¡Dios escul­
tor, dame golpes de mazo y hunde en mí tu escoplo,
que soy la piedra!", o mejor en la otra versión: "¡Dios
escultor, golpea, que soy tu hijo!". Esto no es más otra
cosa que otra formulación de lo que nos dice el Evange­
lio: "Mi Padre es el viñador; todo sarmiento que en mí
no da fruto lo corta" (Jn 15, ls.). Piensen en sus dificul­
tades personales y en aquellas de la comunidad y de la

315
Iglesia. El Padre tiene ciertamente propósitos muy es­
peciales, de otra manera no podaría así su viña. Pase
Mi padre es
viñador lo que pase, "mi padre es timonel de la nave: ¡yo nada
temo!". Hablar así no es superficialidad, al contrario:
yo sufro con la Iglesia y quisiera que las cosas fueran de
Es el otro modo, pero sigo tranquilamente mi camino y pro­
timonel nuncio mi Ita, Pater. Ese sí debe ser lúcido y también
lleno de amor; precisamente porque lo recibo de la
mano bondadosa del Padre del Cielo.

Un sí paternalmente personal

En segundo lugar, el sí del Padre del Cielo es tam­


bién paternalmente personal. Quiero destacar expresa­
mente este pensamiento porque es muy necesario para
nosotros. Si contemplamos el término "paternalmente"
desde el punto de vista subjetivo y objetivo, compren­
deremos con nitidez que el sí del Padre es realmente
personal.

Punto de vista subjetivo

¿Quién pronuncia ese sí? El Padre como persona.


Es muy importante recordar que el Padre no es ningún
No es un "Ello" sino un "Tú". Por eso mi amor al Padre no debe
"Ello" ser un amor referido a un "Ello", sino a un "Tú". Nos­
otros, varones, somos muy proclives a amar imperso­
nalmente. Para muchos de nosotros, el fruto práctico
que extraigamos de estos ejercicios quizás sea el haber
aprendido a dialogar más con un Dios que es persona.
¿Saben cuál es el peligro que así evitaremos? El del sí
deísta, fatalista y panteísta.
Ustedes advierten ya hacia adonde estoy apuntan­
do. Muchos de nosotros viven en la práctica como si
El deísta fuesen deístas o fatalistas. ¿Qué presupone esta acti­
y el fatalista
tud? El deísta y el fatalista piensan que si bien Dios ha
creado todo, se retiró luego a algún cómodo rincón del
cielo sin preocuparse más de la marcha del mundo.

316
Frente a esta actitud les digo con toda claridad y deter­
minación que nuestro sí es un sí teísta.
Nuestro sí tampoco debe ser panteísta. En los paí­
ses vecinos constatamos un panteísmo radical que na­
turalmente desemboca pronto en un abierto materialis­
mo. En oposición a este movimiento, nosotros procla­
mamos con sencillez, autenticidad y fidelidad, que
nuestro sí es personal.

Punto de vista objetivo

Hay que detenerse un poco más en este segmento.


El sí de Dios es un sí personal a nuestra propia perso­
na. Dios me ama a mí personalmente. No creo que us­
tedes acepten cabalmente este hecho, ni tampoco creo
que en mí mismo lo acepte vitalmente. Si estuviésemos
realmente convencidos de que Dios nos ama como per­
sonas, que nos ama personalmente -San Pablo decía:
"dilexit me", me amó, (Gál 2, 20)- experimentaríamos
que toda nuestra vida da un vuelco, que abandona sus
antiguos cauces. Al rezar solemos dirigir nuestras ora­
ciones a un Dios impersonal y llegamos a suponer que
Dios también nos ama con un amor impersonal y no
con un amor a un tú; nos resulta extraña la idea de que
El nos ame como personas.
Repasen los pasajes de la Escritura que insisten en
la idea de que Dios no sólo nos ama personalmente
sino también como a la niña de sus ojos8. Observen
cómo en la liturgia reaparece frecuentemente ese tipo
de expresiones9, o bien en la oración de la comunión en
la fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús.
Para pronunciar nuestro sí lúcido tenemos que es­
cuchar el sí personal y paternal de Dios. Mediten este

8. Cf. Dt 32,10; Sal 17 (16), 8; Zac 2,12

9. Cf. las Completas de la Liturgia de las Horas.

317
pensamiento con toda seriedad. Ahora que les he tra­
zado un amplio horizonte complementario, vuelvo al
tema de la fe en la Divina Providencia. Pues bien, una
sana teología católica contempla tres proyecciones de
esta fe: hay una Divina Providencia general, otra espe­
cial y por último una especialísima.

Providencia en sentido general

El libro de la Sabiduría (14,3) nos dice: "Y es Tu


Providencia, Padre, quien guía" el universo. ¿De qué
nos está hablando la Escritura? De que Dios, por su
El libro de
bondad, poder y fidelidad, guía todas las cosas hacia su
la Sabiduría fin, tanto a los pájaros que vuelan por los aires, como a
las plantas y a la azucena en flor. Esta es la Providen­
cia general en el más amplio sentido de la palabra. ¿Soy
yo también objeto de esta Providencia general? ¡Sin
duda! Pero soy todavía más: como persona soy objeto
del amor especial de la persona del Padre del Cielo.

Providencia en sentido estricto

Los teólogos dicen que el objeto de la Providencia


especial son las personas que han recibido dones y gra­
cias particulares. A ella se refieren todos los pasajes del
Providencia Nuevo y del Antiguo Testamento que comparan al
especial Padre del Cielo con una gallina, una madre, etc. Cote­
jemos esas perícopas y meditémoslas regularmente. Si
alguna vez alguien confecciona su propio libro de
meditaciones, sería bueno que espigase en esos lugares
de la Biblia.
Observen la belleza de las imágenes: el niño des­
cansando sobre el pecho materno; o bien acunado en el
regazo de su madre (Is 66,11-13); la madre que es inca­
"Yo no paz de olvidar a su hijo...y aunque lo olvidase, "Yo no
te olvido" te olvido" (Is 49,15). Ya en el Nuevo Testamento, la
imagen de la gallina y sus pollitos (Mt 23,37; Le 13,34);
la de los lirios del campo y las aves del cielo

318
(Mt 6,26ss.). El Padre cuida de ellos, ¡cuánto más no lo
hará por vosotros, hombres de poca fe! El Padre se pre­ Nuevo
ocupa hasta de nuestras más pequeñas necesidades. En Testamento:
la edad de oro de Israel había una Providencia especial el Padre
para el pueblo; Dios amaba más bien al pueblo en ge­ ama a cada
hombre
neral, y no tanto al individuo en particular. El Nuevo
Testamento no se cansa de repetir que el Padre ama a
cada hombre y se preocupa de sus más pequeñas nece­
sidades. Deberíamos recibir estas cosas como un "nue­
vo Evangelio"...

Providencia especialísima

Es la que vela por aquel hombre que pertenece a


los escogidos, a los que obtienen la gracia de la perse­ Para los
verancia; los que no sólo han sido agraciados sino que escogidos
alcanzan finalmente la gloria. Y ahora se plantea la di­
fícil cuestión de si uno mismo puede contarse entre los
que son objeto de una "providentia specialissima". De
ser así, uno pertenecería -según las palabras de San
Pablo- al número de aquellos por los cuales Dios creó
¿Estoy
todo el universo 10. ¿Quién se anima a dar una respues­ entre los
ta a este interrogante? Yo sólo formulo la pregunta. Sea escogidos?
como fuere, somos objeto de la providentia specialis,
amados personalmente por Dios. En el caso de que
pueda suponer que soy también objeto de la provi­
dentia specialissima de Dios, ello querrá decir entonces
que Dios me ama de una manera muy particular.
Ya saben que los teólogos que conocen e investi­
gan estos temas con mucha mayor profundidad que
nosotros, buscan criterios por los cuales se pueda su­
poner la pertenencia de una persona al número de los
elegidos. Entre estos criterios figura el de un profundo
amor a la Sma.Virgen. Se dice que este es uno de los
más seguros. Pero naturalmente nos movemos en el

10. Cf. Rm 4,13 ss. y I Co 3,21-23

319
plano de lo que se supone, de lo relativo. El misterio no
deja que descorramos su velo. Quien sea sencillamente
filial sabrá saltar por sobre el abismo. Por otra parte,
¿por qué dudar de que los teólogos tengan razón? Si
nuestras santas Constituciones nos exhortan a cultivar
una profunda devoción mariana, ¡demos gracias a
Dios!: Haciendo lo que nos exige la comunidad habre­
mos cumplido con todo.
De todas estas reflexiones, les sugiero que profun­
dicen en el siguiente pensamiento: Mi "Ita, Pater" debe
estar iluminado por un triple "Ita, fili". El Padre
pronuncia para mí no sólo un sí paternalmente bonda­
doso y personal, sino también un sí heroico. La frase
suena un poco extraña: "Un sí paternalmente heroico".
Medida del Naturalmente, Dios no experimenta fatiga alguna en su
amor del actividad; pero examinen por un momento la idea des-
Padre ¿e un pUnto de vista antropomórfico. Así comprende­
rán lo que quiero decir al citarles aquellas palabras del
Nuevo Testamento: tanto amó Dios al mundo que hizo
que su Hijo unigénito se hiciera carne y muriese cruen­
tamente en la cruz11. ¿Qué conclusión extraemos de su
pasión y muerte? Ellas son la prueba de la medida del
amor del Padre hacia mí. También a mí me amó tanto
que entregó a su propio Hijo por mi salvación.
En realidad debería detenerme nuevamente en
este punto y ahondar en su meditación. Hay citas muy
conocidas de la Sagrada Escritura que pueden brindar­
me un mejor acceso a estas realidades. Esforcémonos
Un alto Por Penetrar en ellas. Hemos sidos comprados a gran
precio precio. Estudiemos la medida de nuestro valor. Si que­
remos ser como los niños tenemos que tomar concien­
cia del alto valor de nuestra persona. No se dejen ma-
sificar. Esa ha sido la causa de por qué hemos tomado

11. Cf. I Jn 3,16; 4,9

320
el rábano por las hojas. Sí, hemos hecho las cosas al
revés, hablamos siempre de la bondad de Dios y de vez
en cuando de la miseria del hombre. Sin embargo el Reconoce
hombre de hoy necesita decirse con mayor decisiómy tu dignidad
claridad: Agnosce, homo, dignitatem tuam (Reconoce,
oh hombre, tu dignidad)12. El niño debe experimentar
que está rodeado de amor, debe sentir la fe en la
medida de lo posible.
Estas reflexiones les dan también un panorama de
las razones de la profunda y radical reorientación de
nuestro pensamiento. En Dios y a causa de Dios, el
hombre actual debe vivenciar por todos los medios una
elevación de su valor como persona. De ahí que en
nuestro tiempo -y más allá de las razones que nos asis­ No subrayar
tan- no hay que machacar tanto en la insignificancia del tanto la
ser humano: "¡Oh hombre, ¿qué eres tú en compara­ pequeñez
ción con todo el universo?" sino ver su realidad desde humana
otro ángulo: "¡Cuán pequeño es todo este universo en
comparación con un hombre en gracia de Dios!". ¿Es
verdadera esta exclamación? Sin duda alguna...¡Qué es
la belleza de las montañas, etc., frente a un hombre en
gracia!
Hoy necesitamos la conciencia de un elevado va­
lor personal. Verán cómo esa conciencia despertará en
ustedes el respeto por ustedes mismos y a la vez un pro­ Un elevado
fundo amor filial. "Habéis sido bien comprados" valor
(I Co 6, 20). Contemplo la vida de Jesús no sólo para personal
decir que soy un hombre pobre y pecador sino también
para reconocer mi valor, para que esa meditación de su
vida me modele con miras a la vivencia del amor del
Padre: Tanto me amó el Padre que entregó a su propio
hijo hasta el punto de dejar que lo crucificasen. No hace
falta internalizar muchas verdades, puedo vivir de esta
sola verdad.

12. Cf. León I El Grande, Sermo 21, in Nativitate Domini 1, 3,


PL 54,192; Sermo 27, in Nativitate Domini, 7, 6, PL, 54,220.

321
¡Cuán poco captamos tales realidades, cuán poco
comprendemos aquellas palabras de San Pablo:
"Dilexit me"!
Si conocen la psicología del amor -ya hablamos
del tema- estarán de acuerdo en que el amor, y no el te­
mor, es el instinto fundamental en la naturaleza. El
Amor temor es también un instinto fundamental; y ello se
y temor puede apreciar en los países vecinos; pero quien domi­
ne a los hombres por el temor, ejercerá su autoridad
sobre ellos sólo mientras empuñe el látigo.
En la educación todo depende de la captación de
ese instinto de amar que hay en el ser humano; y la
Pedagogía manera más rápida de captarlo es cuando la persona se
de Don sabe amada. He ahí la maravillosa pedagogía de Don
Bosco Bosco: "Dios me ama". El hombre debe experimentarse
amado por Dios para que se despierte su instinto de
amar. Ahora sabemos pues lo que tenemos que hacer
para abordar la tarea educativa.
Les recuerdo que ser padre no es ser un abuelo bo­
Paternidad nachón; no, paternidad es energía, pero en ella debe
es energía haber también la correspondiente cuota de amor y bon­
dad.
Debemos preguntarnos si vivimos de ese mundo,
si estamos persuadidos de que el Padre ha pronuncia­
do y pronuncia continuamente su triple ¡Ita, fili!
Un cuento de las misiones dice que una vez un co­
merciante llegó a cierta tribu cuyo cacique estaba a
punto de ejecutar a un delincuente de un flechazo. El
mercader sintió compasión de él y pidió que se lo en­
tregasen. Pero el cacique quería derramar sangre y
disparó la flecha. El hombre blanco extendió rápida­
mente su mano sobre el pecho del reo. La saeta la per­
foró y de la herida comenzó a manar sangre. "Tú que­
rías sangre, pues bien, ¡aquí la tienes!" le dijo al caci­
que, quien, impresionado, le concedió la vida al que ha­
bía sido condenado a muerte.

322
San Juan Basco ( 1815-1888)

323
Ustedes ya comprenden lo que quiero decirles:
¿Qué es todo lo que hizo ese comerciante en compara­
ción con lo hecho por Jesús? Nademos en el mar de las
misericordias de Dios, comprobemos cómo nos ama
Dios; nunca será suficiente lo que hagamos en este
sentido.
Ocho días tenemos de ejercicios; pero precisaría­
mos más de ocho días para modificar nuestras actitu­
des, para reorientar toda nuestra vida. En este lapso po­
demos escuchar lo que nos ofrecen las conferencias,
pero es muy breve para elaborar todo el material en la
meditación y la oración. Piensen por ejemplo en los fru­
tos que cosecharían si fundasen su educación sobre los
principios de la infancia espiritual. No son principios
endebles, al contrario, les puedo decir que son el cami­
no para cultivar el heroísmo en ustedes mismos y en la
juventud que tengan que formar. Tal o cual otro edu­
La infancia cador quizás obtenga frutos similares recurriendo a
espiritual otros medios, pero a la larga fracasará. No nos engañe­
parece fácil mos, estas cosas de la infancia espiritual sabe Dios cuán
fáciles parecen de poner en práctica; pero una vez que
comiencen a vivirlas notarán que en ellas subyace una
fuerza tremenda que nos asombrará, y al mismo tiem­
po nos hará felices, precisamente porque la infancia
espiritual es la proyección, en la vida cotidiana, de una
delicada ley del ser.

Heroico

En resumen, ¿cuáles son las cualidades que debe


tener mi "Ita, Pater". Debe ser lúcido y arriesgado. En
lugar de "arriesgado", puedo decir también "heroico".
Les recuerdo que siempre giramos en torno del mismo
pensamiento. Permítanme agregar que ese sí heroico y
arriesgado debe ser asimismo interior y exteriormente
heroico. Si Dios quiere, en la próxima conferencia nos
explayaremos sobre este punto.

324
Decimosexta Conferencia

EL AMOR DEL PADRE


ESTA DETRAS DE LA CRUZ

Audacia como actitud

La salvación de este tiempo, el camino de salida


para su crisis, está en asumir el riesgo de la infancia es­
piritual, en decir un sí lúcido y audaz a todo lo que
alegra al Padre. Hemos repasado juntos los aspectos
que entraña ese sí; para saber ahora cómo es la audacia
de la que hablamos y cómo se manifesta en un sí senci­
llo debemos distinguir entre una audacia como actitud
y otra como obra y testimonio.
La audacia como actitud consiste, vista a grandes
rasgos, en lograr un máximo de amor y de humildad a
partir de un mínimo de conocimiento natural y un es­
caso grado de conocimiento claroscuro de fe.
Creo que esta ha sido una definición muy impor­
tante. Vuelvo a repetirla, con el pedido de que la medi­
ten en todas sus dimensiones. Ella compendia y lleva a
un denominador común todo lo que he venido
diciendo hasta ahora. La actitud de la audacia consis­
te en lograr un máximo de amor y de humildad a par­
tir de un mínimo de conocimiento natural y de un es­
caso grado de conocimiento claroscuro de fe.
Pues bien, ahora no sé por cuál de las facetas de
esta importante tesis debo comenzar.
En primer lugar les recuerdo la debilidad de nues­
tro conocimiento natural, especialmente cuando se tra­
ta de los praeambula fidei. Sabemos desde siempre, y
así lo hemos enseñado, que los motiva credibilitatis
(motivos para creer) sólo transmiten una seguridad

325
moral. Frente a la exigencia de todo lo que tenemos que
construir sobre ese fundamento, me parece -y ustedes
coincidirán conmigo-, que el conocimiento natural es
exiguo, mínimo. Haríamos bien en asumir genero­
samente esta realidad de la escasez de nuestro conoci­
miento natural. No estamos diciendo que ya no haya
misterios en el cielo ni en la tierra; ni tampoco que todo
se pueda calcular y demostrar al pie de la letra. Sería
una actitud completamente estéril en nuestro tiempo,
y además inútilmente provocativa para nuestro adver­
sario, sin olvidar que además pecaríamos de insinceros.
Les recuerdo asimimismo que incluso nuestro co­
nocimiento de fe es siempre una cognición que se con­
suma en la penumbra. Repasemos lo que ya dijimos
sobre la fe en la Divina Providencia: ¡Cuántos hechos
En la incomprensibles existen en el acontecer mundial, en la
penumbra marcha de este mundo! ¿Acaso lo que vemos a nuestro
alrededor es perfectamente claro? Por cierto que no.
Para que este mínimo de conocimiento natural y
escaso grado de conocimiento claroscuro de fe fructifi­
que en un máximo de amor y de humildad, hay que
respetar dos condiciones: una considerable cuota de
Captar la gracia y una visión de los planes de Dios para con el
voluntad mundo; planes estos que apuntan más a captar la vo­
del hombre luntad del hombre y no tanto a iluminar su razón. No
estoy diciendo nada nuevo, sino que continuamos gra­
vitando en torno de una misma serie de pensamientos.
Desde estos dos puntos de vista -la gracia divina y los
planes de Dios- me parece que toda la problemática del
pensamiento actual se torna más o menos clara y
comprensible. Sin el auxilio de la gracia en nuestra
¡Cuánta cognición e investigación, ¿cómo pretender el logro de
oscuridad! un máximo de amor y humildad? Les repito que si
Dios no tuviese la intención de apuntar sobre todo a
nuestra voluntad, no podríamos entender el porqué de
tanta oscuridad en el acontecer mundial.

326
Un máximo de amor...Creo que por lo común el
mundo en general no es capaz de arriesgar ese máximo
de amor. Por eso la historia nos dice que tanto Jesús
como su Padre del Cielo se volvieron con preferencia a
los "pequeños": "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo Máximo
y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios amor con
e inteligentes y se las has revelado a pequeños" (Mt 11, escaso
25; Le 10, 21). En efecto, sólo los pequeños logran un conocimiento
máximo de amor a partir de un mínimo o escaso grado
de conocimiento natural y sobrenatural. Es lamentable
comprobar en la vida de la Iglesia, de las órdenes, y
quizás en nuestra propia vida, que a pesar de todo el
cultivo de las virtudes se descuide tanto la vida del
amor.
Permítanme ofrecerles una observación directa de
la vida que puede ser avalada por la psicología. Imagi­
nen el siguiente caso: conocemos una cantidad de
hermanos de comunidad. Los conocemos de antes y los
hemos admirado. Luego la vida nos acercó y nos cupo
en suerte trabajar junto a ellos. Entonces notamos que
no todo en ellos era tan noble ni perfecto como se veía
desde lejos. Y ahora son ya gente mayor. Plantéense la
siguiente pregunta: ¿Conocemos muchos hermanos de
esa edad a los que miremos con un grande y profundo
respeto? Me refiero a un respeto humano profundo.
Quizás nuestro respeto no sea espontáneo sino fruto de
un esfuerzo consciente. Repito la pregunta: ¿Conocen
muchos hombres mayores, hermanos de comunidad,
que despierten espontáneamente su respeto? ¿Saben Ancianos
por qué en la ancianidad suele ocurrir que desilu­ que desilu­
sionemos terriblemente a los demás? Porque descuida­ sionan
mos mucho el amor, que es lo más importante de
nuestras vidas, la fuerza que nos puede transformar
interiormente.
No hay virtud como el amor que modele tan pro­
fundamente nuestra alma. Está bien que aspiremos a
toda una cantidad de virtudes tales como la humildad,
la obediencia, la pureza, etc.; pero ninguna de ellas

327
transforma tanto al hombre como el amor. Si asumen
con claridad este pensamiento tendrán un acceso mu­
cho más rápido hacia un cultivo directo del amor de
Dios tanto en ustedes mismos como en su labor peda­
gógica.
El amor es por excelencia una fuerza unitiva y
Fuerza asemejadora. Las otras virtudes tienen su pequeña cuo­
asemejadora ta de fuerza asemejadora, pero en definitiva la fuerza
unitiva e igualadora por antonomasia es el amor. Por
eso creo que desde el principio del proceso educativo
hay que volver a acentuar con mayor intensidad el
amor, de otro modo cuando lleguemos a la senectud
nos desilusionaremos terriblemente de nosotros mis­
mos y de los demás. Es preferible tolerar algunas im­
Tolerar im­ perfecciones -que todos cometemos- o bien algún de­
perfecciones
fecto, pero no fallar en el cultivo del amor; no sólo
entregarse al trabajo a rajatabla, sino trabajar de tal
manera que la labor sea para mí una oportunidad de
crecer en el amor. Si no obramos así, ¿se imaginan
cómo será en el futuro la vida de comunidad? Hoy por
hoy las cosas marchan todavía; si hay alguien que no
me gusta, ¡que se arregle! Pero cuando avancemos en
edad y no nos hayamos formado ni divinizado interior­
mente, ¡no quiero pensar cómo será entonces la vida
Los comunitaria! ¿Cómo mostrará el catolicismo su fuerza
hombres plasmadora si no logra manifestarla en sus hombres de
de élite élite? Nosotros, los sacerdotes y religiosos, deberíamos
ser testimonio de lo que el catolicismo es capaz de
realizar en la educación. Ya lo hemos dicho en otra
oportunidad. Quizás ahora no adviertan la envergadu­
ra de estas breves ideas que hemos planteado. Pero
observen la vida que los rodea...
Recordemos que hay que asumir el riesgo del
amor, cueste lo que cueste. Cuanto más cruz y sufri­
miento padezcamos, cuanto mayor el desamparo, tanto
más sabremos qué es lo que Dios quiere: ligar a él toda
la fuerza de nuestro amor. No me canso de recalcar en
este punto que la ley de los estadios que nos propone

328
Kierkegaard no sólo vale para el orden natural o bien
para cuando pasamos del orden natural al sobrenatu­
ral, sino que ella rige también en el orden sobrenatural.
También en el campo de nuestra ascesis y aspiraciones
religiosas existen barreras frente a las cuales percibi­ ¿Me
mos que se inicia una nueva etapa. Y a ese nuevo esta­ arriesgaré
dio sólo podremos conquistarlo al precio de asumir el a saltar la
tremendo riesgo de la humildad y del amor. Y sabemos valla?
que eso es lo importante a la hora de decidirse. Puede
ser que uno u otro de nosotros esté luchando en estos
días por una decisión de ese tipo. ¿Me arriesgaré a
saltar la valla? Debo intentarlo. Pero por favor, no la
audacia del intelecto, porque ya hemos pensado sabe No
Dios cuánto. No superaremos la barrera con el pensar hacerlo con
el pensar
sino con el amar. Por eso todos debemos ser héroes del
amor, unos más, otros menos, según las condiciones de
cada uno. Eso es lo que Dios quiere, en ello consiste el
riesgo, la audacia del sí.
El sí audaz es fruto del máximo de amor y humil­
dad que podemos lograr con la ayuda de la gracia.
Observen que simultáneamente estoy hablando de hu­
mildad. En efecto, renunciar a nuestro entendimiento,
que nos impulsa a obtener la mayor claridad con­
ceptual, sólo es posible si en nosotros hay un máximo
de humildad. Quizás más adelante vuelva sobre el tó­ Entendimiento
pico de la humildad. No se imaginan la cantidad de y humildad
concepciones erróneas de humildad que existen al pre­
sente en las filas católicas; no se imaginan la cantidad
de hombres enfermos que educamos en el campo
católico...todo con el pretexto de la humildad. Por eso
es importante tener el valor de aclarar bien los térmi­
nos. No teman incurrir en superficialidad al abordar el
tratamiento del tema de la humildad. La verdad es
siempre lo mejor, ella nos hace libres1, también en esta
área de la humildad.

1. Cf. Jn 8, 32

329
Dejemos por ahora el tema. Creo que ya les he da­
do una respuesta general: decir sí con audacia es luchar
y aspirar, con la ayuda de la gracia, a un máximo de
amor y sana humildad a partir de un mínimo de cono­
cimiento natural y de un exiguo grado claroscuro de
conocimiento de fe.

Mi reacción al sí del Padre del Cielo

Interrumpamos por un momento el desarrollo de


esta línea de reflexión para pasar a su aplicación con­
creta en la vida diaria. Cuando una persona ha inter­
nalizado esa actitud de audacia, reacciona frente a las
dificultades de la vida pronunciando un "Ita". Ese sí
Propiedades
presenta, al igual que aquel del Padre del Cielo, tres
del "sí"
propiedades. En primer lugar es un sí filial y alegre a
mi camino de vida; en segundo lugar es un sí filial y
audaz a mi camino de cruz2; y por último es un sí filial
y confiado a mi camino hacia el cielo. Observen que se
produce un juego de palabras: camino de vida - cami­
no de cruz - camino hacia el cielo; pero es un juego de
palabras que alberga un hondo significado.

Sí filial y alegre a mi camino de vida

Al contemplar la ruta por la que Dios me ha con­


ducido, me digo a la luz de la fe y del amor: "Verdade­
ramente este sendero es un camino de vida. Tomen esa
Vida en
la tierra
expresión "camino de vida" al pie de la letra. Es un
camino que vivifica, da y promete vida aquí en la tie­
rra. Podemos desplegar en tres aspectos ese sí filial y
alegre a mi camino de vida: es un sí a mi camino de

2. La palabra alemana original es "Kreuzweg", que significa


"Via crucis". Pero el Padre Kentenich realiza aquí un juego de
palabras con el término "camino", para lo cual mantenemos
su equivalencia en castellano, traduciendo así literalmente
"camino de cruz".

330
vida más seguro, a mi camino de vida más feliz y a mi
camino de vida más fecundo. No crean que estos enun­
ciados son un juego retórico; comprueben su exactitud
a nivel dogmático, ya que sólo podremos aventurar
estas cosas tan serias si los cimientos han sido coloca­
dos con firmeza.

Sí a mi camino de vida más seguro

¿Es cierto? ¿Es mi camino de vida el más seguro?


¡Por supuesto! ¿Por qué?

Fundamentación

Cosechemos ahora los frutos de las reflexiones que


vinimos haciendo hasta aquí. ¿Quién me trazó ese ca­
mino? ¡Mi Padre! ¿Es suficiente esta razón? ¿Acaso mi
Padre no escogerá para mí, para su hijo, el camino de ¿Quién
vida más seguro? Busquen una respuesta para la pre- lo escogió?
gunta. Si es cierto todo lo que hemos meditado en la
última conferencia, la consecuencia necesaria del plan­
teo sería que mi camino de vida es realmente el más
seguro.
Permítanme marcarles una segunda razón, que va
empero provista de un cierto signo de interrogación. El
segundo motivo por el cual mi camino de vida es el
más seguro se relaciona con la cuestión de mi pertenen­
cia o no al número de los escogidos. Si formase parte de ¿Soy de los
él, entonces el interrogante sobre si mi camino de vida escogidos?
es el más seguro estaría respondido definitivamente.
¿Pertenezco a los escogidos? La sola pregunta nos
estremece. Con fe sencilla me animo a suponer filial- Un camino
mente que así es, precisamente porque Dios me ha "a medida”
concedido el don real de una profunda piedad
mañana. Sea como fuere, creo que podría suponer que
mi camino de vida es para mí el más seguro de todos,
mucho más seguro que en el caso de que yo mismo me
lo hubiese "cortado a medida".

331
Consecuencia

Grábense bien lo que reflexionaremos ahora, espe­


cialmente en estos tiempos tan inseguros que corren: a
quien hoy sea superior de comunidad, ¡cuán difícil se
le hará percibir la voluntad y los planes de Dios! Pare­
ciera como si no hubiese genio humano que lograse
detectarlos; tanta es la inestabilidad y variabilidad de
Dificultades la situación actual, que quien quisiera descubrir esos
planes tendría que ser casi como el mismo Dios. Y en
los países vecinos esta realidad se torna más grave. Si
a pesar de nuestras inseguridades en el plano espiritual
y de la posibilidad casi segura de incurrir en errores,
mantenemos la fe en que detrás de todo está la mano
de Dios, en que Dios a pesar de todo nos lleva por el
camino más seguro, habremos extraído plenamente la
consecuencia de lo que es la fe en la Divina Provi­
dencia.
Mi camino de vida es el camino más seguro...Si
mis superiores me mandan algo y tengo algunas obje­
ciones lícitas que hacer, las expondré llanamente. Eso
es parte de una genuina y sana obediencia católica y
me parece que es un procedimiento asegurado en su
comunidad. Mañana volveré sobre el tema.
¿Qué significa pues que mi camino de vida es el
más seguro? Ya lo dije, pero vuelvo a repetirlo dada su
importancia: mi preocupación más grande debe ser
vivir infinitamente despreocupado cada segundo y
Vivir des­ momento de mi vida. Hago lo que está en mis manos
preocupado hacer y con todo respeto y franqueza expondré a mis
superiores mi punto de vista. En caso de que ellos de­
cidan otra cosa que la prevista por mí, lo único que me
quedará por hacer será procurar que mi preocupación
más grande sea la de vivir cada segundo infinitamen­
te despreocupado.
Les estoy hablando en superlativos con toda inten­
ción, para que las ideas calen en ustedes. Examinen si

332
todo es cierto; ¿consiste en esto el heroísmo? ¿Se trata
aquí de heroísmo? ¡Ciertamente! ¡Cuánto sacrificio se le
exige a nuestra razón y nuestra voluntad!
Meditemos la proclama de los pastores en los
campos de Belén: "¡Gloria in excelsis Deo, et in térra
pax hominibus bonae voluntatis". Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres de buena volun­
tad". ¿Qué palabras nos interesan? Bonae volun- Será lo mejor
tatis...paz a los hombres de buena voluntad; no a los para mí
peritos y doctores. La docilidad y la infancia espiritual
son las que hallarán la paz...¡Qué gozosa realidad! No
sé lo que me sucederá en el próximo instante; no, no lo
sé, pero sí sé que ello será lo mejor para mí. Aunque yo
fuese el que pudiese elegir, creo que no podría hacer­
lo tan bien como Dios.
Dejar que Dios elija por nosotros nos infunde una
actitud genuinamente católica casi de "despreo­
cupación", si me permiten el término. Esa des­
preocupación genuinamente católica debería reflejarse
en nuestro cuerpo y alma. Por lo común estamos in­
tranquilos y ansiosos a causa de las interferencias que Preocuparme
hay en nuestro espíritu. En efecto, suelen atormentar­ de vivir des­
nos preocupaciones relacionadas con nuestro pasado. preocupado
Pero lo pasado...¡pisado! Sólo debo preocuparme de
vivir despreocupado; no por soberbia -ello significaría
que no me entendieron bien- sino porque el Padre es el
que empuña el timón de la barca de mi vida. Natural­
mente El permite que ese timón sea guiado por hom­
bres mortales, pecadores y falibles; pero precisamente Es más fácil
en esto radica el heroísmo. Si fuese el mismo Dios mortificar el
quien lo hiciese, todo estaría en orden; pero tampoco cuerpo
en ese caso estaríamos satisfechos y nos seguiríamos
preguntando si es Dios el que está detrás de lo que nos
sucede. Creo que habría que poner el acento en este
tipo de heroísmo y no tanto -permítanme hablar con
toda franqueza- en sabe Dios qué clase de morti­
ficaciones corporales. Estoy convencido de que es más

333
fácil triturar el cuerpo que asumir el heroísmo espiri­
tual. Por eso dejen siempre que lo central sea lo central
y lo secundario, lo secundario. Las otras cosas quizás
contribuyan moderadamente a alcanzar la meta, pero
lo fundamental es el amor y, con él, la confianza filial.
Newman, cuyo pensamiento anticipó tanto al
tiempo actual y de quien podemos aprender mucho,
nos dice que hay que ocupar en cada instante el lugar
Quedarse donde el Padre del Cielo nos quiere tener y quedarse
donde allí hasta que El vuelva a trasladarnos hacia otro lugar.
El diga Quizás se puedan malinterpretar estas palabras, pero
es bueno expresarlas con cierta contundencia, para
andar por la vida con paso firme.
Mi sí es un sí filial y alegre a mi camino de vida
más seguro. Recuerden que ese sí supone igualmente
heroísmo y audacia. En estos días estamos implorando
esa audacia en la oración. Escuchamos que sólo quien
Amor de de alguna manera posea un máximo de amor filial será
Dios y amor capaz de tal audacia. De ahí que lo fundamental y más
fraterno profundo sea aspirar a amar más. Si en el futuro tienen
el tiempo necesario o se les presenta la oportunidad,
harían bien en repasar y elaborar personalmente la ter­
cera parte de La santificación de la vida diaria. Es muy
importante para nuestra vida comunitaria contemplar
la santidad también desde el punto de vista del amor
fraterno y no sólo del amor de Dios. La tercera parte de
la obra mencionada, titulada "La vinculación a los
hombres", parte del amor de Dios y lo aplica al amor
fraterno.

Sí a mi camino de vida más feliz

Les digo además que ese sí a mi camino de vida es


también un sí filial y alegre a mi camino de vida más
feliz. ¿Qué quiere decir esto? Que mi camino de vida es
para mí el más feliz. Mediten si ello es cierto.

334
Prueba

La filosofía nos ofrece una primera prueba de que


ese camino de vida es el más feliz para mí. A través de
mi vida Dios quiere aumentar su gloria, y lo hace de
forma original. La gloria de Dios conlleva simultánea­
mente mi propia felicidad. Vale decir que si yo glorifico
a Dios con mi vida, tal como El lo quiere, seré feliz, tal
como El lo ha previsto. Como misionero en China, di­
rector espiritual, ecónomo, encargado de las vocacio­
nes, etc., mi camino de vida será el más feliz para mí
aun cuando mis inclinaciones naturales se orienten
hacia otra dirección; ese camino será pues el más feliz
para mí precisamente porque Dios está detrás de El y
la obediencia me garantiza su presencia.
¿Por qué ocurre así? La razón metafísica o dogmá­
tica profunda es que el crecimiento de la gloria de Dios
está siempre unido al crecimiento de nuestra propia fe­
licidad. Cuando busco a Dios soy el hombre más feliz.

Confirmación

El Evangelio nos confirma este profundo pensa­


miento. Jesús dijo: "El que encuentra su vida, la perde­
rá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará" (Mt 10,
39; Me 8,35). ¿Qué significa esa frase? Si busco mis pro­
pios intereses, si sigo mis caprichos y pretendo tal o
cual cosa a pesar de que la voluntad de Dios es otra, en­
tonces cabe para mi caso lo dicho por el Señor: "El que
encuentra su vida...", quien se preocupa de sus propios
intereses, "la perderá"; perderá sus intereses y perderá
lo más importante: su propia vida. En cambio, "el que
pierda su vida por mí", si hago sencilla ofrenda a Dios
de mis intereses, mis necesidades y preocupaciones,
"encontrará su vida"; encontraré, ganaré a Dios, gozaré
de una vida feliz.

335
Consecuencia

Para ser hijos auténticos no hay que preguntarse


dónde somos más felices sino dónde le damos más ale­
¿Dónde le gría al Padre. He aquí una reorientación pedagógico
damos más psicológica esencial. El hijo "menor de edad" e in­
alegría? maduro se pregunta dónde será más feliz, dónde estará
más cobijado, mientras que el hijo purificado se pre­
gunta qué es lo que le causa más alegría al Padre. Na­
turalmente, a esa mayor alegría estará unido el mayor
cobijamiento, que en este caso será una consecuencia y
no una finalidad. En efecto, el cobijamiento es conse­
cuencia de la entrega total.
Les recuerdo en este punto lo que ya dijimos sobre
la mesa de la Familia, a la cual no hay que concebir sólo
como mesa de placeres, sino también de sacrificios.
¿Qué quiero hacer en la comunidad? ¡Darle alegría a
Dios! Cuanto más maduros seamos tanto más tenemos
Buscamos
a Dios que eliminar la búsqueda consciente y directa de
cobijamiento y descanso. Así es, si buscamos a Dios
desinteresadamente, el descanso, la felicidad y el co­
bijamiento surgirán espontáneamente. Por eso como
Familia deberían tener la vivencia del calor de hogar,
del fuego llameante de un amor que sepa sobrellevar y
servir a los demás. He ido modelando estos pensa­
mientos a partir de algunas lecturas de Adolf Kolping3,
que tan bien solía manejar el lenguaje popular.
Lo fundamental es siempre lo mismo: la búsque­
da abnegada de Dios. Y esa es también la actitud que
debo cultivar cuando me halle sentado a la mesa de la
Familia.

3. Adolfo Kolping (1813-1865): Sacerdote alemán, gran


inspirador de asociaciones obreras católicas que apuntan a
formar a sus miembros en un cristianismo vivido en el
trabajo, la familia y la sociedad, a la vez que procuran
ofrecerles ayudas concretas para realizar la tarea a la cual se
sientan vocacionados.

336
Sería erróneo que el superior se dijese: "Me encar-
garé de que la mesa de la Familia sea efectivamente
una mesa de sacrificios". No; el superior velará para Dos facetas
que en ella haya comida y esparcimiento. Como ven,
las cosas tienen siempre dos facetas. Si yo como supe­
rior soy el permanente e inmanente asceta...¡que Dios
se apiade de la comunidad! Entonces no sólo debería­
mos ser todos santos canonizables sino canonizados, si
es que logramos soportar a un superior de ese tipo.
¿Qué exigían los antiguos de sus superiores? Ellos de­
cían que no tenía que ser demasiado sano, ni demasia­
do santo, ni demasiado sabio. Hay mucha sabiduría de
vida en este axioma.
Tengan como principio que quien sea superior no
deberá cuidar de la ascética ya que cada uno de noso­
tros tiene que preocuparse de ella. Naturalmente, si
ahora estuviese hablando sólo a superiores, diría las Todo ei?,un
cosas de otra forma. Como superior velare para que eqU¡iibrado
todo se mantenga en un promedio equilibrado; jamás
plantearé exigencias que sobrepasen ese promedio; pro­
curaré que haya una mesa bien servida como en un
hogar de clase media y que las exigencias en lo atinente
a la salud sean normales. En cambio, como subordi­
nado contemplaré estas cosas desde otro punto de vis­
ta.
Si hemos sido buenos subordinados, quizás sea­
mos algún día auténticos superiores.
El sí a mi camino de vida es un sí a mi camino de
vida más feliz.

Sí a mi camino de vida más fecundo

En tercer lugar tenemos el sí a nuestro camino de


vida más fecundo. Hablamos de fecundidad porque Vocación
nuestra vocación es apostólica. Dios nos llamó a la fe- apostólica
cundidad y El cuidará de que donde vaya y esté, ten­
ga oportunidad de trabajar apostólicamente, de mane­
ra directa o indirecta (a través de mi renuncia).

337
¿Cómo es mi Ita Pater? Es un sí filial y alegre a mi
camino de vida más seguro, a mi camino de vida más
feliz y más fecundo.

Sí filial audaz y enérgico a mi camino de cruz

Agreguemos que ese sí es un sí filial audaz y enér­


gico a mi camino de cruz. No hay otra posibilidad,
nuestro camino de vida es también un camino de cruz.
No hay Así ocurre con mi camino de vida personal y con aquel
alternativa de la Familia y de la Iglesia. Para tener un panorama
más claro de este nuevo sí, les adelanto que es un sí a
un camino de cruz difícil, a un camino de cruz sencillo
(la contradicción es sólo aparente) y a un camino de
cruz fecundo.

Camino de cruz difícil

¿Es mi camino de vida un camino de cruz? Creo


Así ocurrió que debería serlo, ¿saben por qué? Hay una respuesta
con Jesús muy sencilla: porque así también lo fue el camino de
vida de Jesús.
Otro enfoque del tema nos dice que nuestro cami­
no de vida es un camino de cruz en razón de que so­
Purificación
y dolor
mos creaturas afectadas por el pecado original, que tie­
nen el alma emponzoñada y a quienes el Padre quiere
purificar de su veneno. Todo proceso de purificación
está unido al dolor.
Me parece que nosotros tenemos que estar
preparados, más que otras generaciones, para asumir
un camino de cruz serio y difícil. ¿Saben por qué? Por­
Revivir su
que vivimos en el tiempo de hoy. Hay épocas de la his­
pasión toria en las que Jesús quiere que se viva su vida glorio­
sa y otras en las que procura que se reviva su pasión.
Hoy vivimos en un tiempo de estas últimas caracterís­
ticas. ¿Qué significa esto para nosotros? Asumir, desde
un principio, que nuestro camino de vida será un cami­
no de cruz.

338
Les pido por favor que se detengan un momento
en este punto y mediten sobre su cruz particular. Qui­
zás ella sea una gran tentación, o una obsesión, o algo
anormal y enfermizo que tengamos en el alma. No ol­
viden que eso es nuestra cruz. Al contemplarlo pode­
mos decir, según el caso, "Deo Gratias", "Fiat" o "Si­
tio"4; pero no olviden que se trata de nuestra cruz per­
sonal. Quizás sea el sufrimiento de no ser reconocido
por los cohermanos o superiores; o bien la sensación de
ser continuamente perseguido, olvidado, tenido en
poco y negado...Cuando esa cruz me pese, exclamaré
¡Deo Gratias!

Camino de cruz fácil

Mi camino de vida es un camino de cruz, más aún,


de pesada cruz. Hay que considerarlo como algo evi­
dente; pero el niño está dispuesto a decir sí a todo. En
este punto es importante recordar siempre que si bien
el Padre ha manifestado su paternidad en su Hijo
Unigénito enviándole una cruz tremenda, no por eso
debemos tener un concepto equivocado de paternidad.
Si digo sí, si soy dócil y me dejo formar por Dios, pue­
do contar con que el Padre del Cielo trabajará en mí, y
hará su labor a destajo. Tengamos siempre presente
que todo sucede por amor. Sólo hay una cosa que un
hombre noble no puede soportar: pensar que la cruz
sólo sea castigo decretado por mera justicia. Cultive­
mos y eduquémonos en la fe de que detrás de la cruz
está el amor del Padre. El envía la cruz por amor, por
un amor real. Verán entonces cómo a pesar de todo el
camino de cruz se convierte en camino de bendiciones,
de felicidad.
Se podría agregar también que, a despecho de las
dificultades, el camino de cruz se hace finalmente lla­
no. ¿Por qué? Porque el Padre ha previsto ese camino

4. "Gracias a Dios", "Hágase" (Le 1,38), "Tengo sed" (Jn 19,29).

339
para mí. Recuerdo ahora esas verdades simples y senci­
llas de las que se nutre nuestro pueblo y que repite sin
aspavientos: "Dios no nos manda más cosas de las que
podamos soportar". Repasemos en este tema de la cruz
El envía las enseñanzas de nuestros padres y abuelos. Su
la gracia sabiduría era auténticamente cristiana, acrisolada y
necesaria justificada en la vida concreta, cosa que no puede decir­
se de la mera palabrería sabihonda. Hay que tener la
sencilla convicción de que Dios nos enviará la gracia
necesaria; si El nos carga la cruz, su peso no excederá
nuestras fuerzas.
Quizás recuerden la leyenda o parábola de la cruz.
Había una vez un hombre que se quejaba a Dios de que
su cruz era demasiado pesada. Dios lo escuchó, se la
quitó, y enseñándole un jardín sembrado de cruces, le
dijo: "-Ahora elije una cruz de entre todas estas". Ima­
gínense la alegría de nuestro hombre cuando ya no
Esta es la sintió sobre sus hombros la cruz, y cómo corrió alivia­
cruz que me
sienta
do. Pero era una buena persona y quería cargar con
una cruz. Así pues comenzó a probarse una de aque­
llas; una le resultó demasiado liviana; otra, demasiado
pesada. En un rincón encontró por último la que pare­
cía cuadrarle a la perfección. La tomó y se la llevó al
Padre del Cielo diciéndole: "-Esta es la cruz que me
sienta..." y Dios le replicó: "-Pues bien, esa es justamen­
te la que has venido llevando hasta ahora".
La moraleja del cuento es una verdad simple y sen­
cilla: Dios no envía una cruz más pesada de lo que
nuestras fuerzas puedan soportar. Por eso mi camino
de cruz es un camino relativamente fácil.

Sí, a un camino de cruz fecundo

Mi camino de cruz se hace más fácil todavía al


considerar que es un camino fecundo. Si somos clava­
dos a la cruz como Jesús, entonces, junto al Señor, lle­
varemos al mundo hacia el Padre del Cielo (Jn 12,32).
Vale decir que mi camino de cruz es pues una oportu­

340
nidad de actuar creativamente. Por todo eso, ¡Deo
gratias!

Sí filial y confiado a mi camino hacia el cielo

Finalmente mi sí es un sí filial y confiado a mi ca­


mino al cielo. ¿Qué quiero decir con estas palabras? ¿Llegaré
¿Concluirá un día mi camino en el cielo? Vuelve a sur­ al cielo?
gir el interrogante sobre si pertenecemos o no a los
escogidos. No puedo dar una respuesta en este punto.
Me parece que sólo la infancia espiritual tiene algo que
decirnos sobre el tema. Sólo el heroísmo de la confianza
nos brindará algo más o menos satisfactorio. Los
cedros del Líbano cayeron...y son tantos los coher­
manos que han quedado en el camino...
Uno de ustedes me hacía hoy un comentario inte­
resante. No creo cometer una indiscreción al repetirlo. Desgaste
Pues bien, mi interlocutor escuchó de Roma la especie moral de los
de que luego de algunos años de trabajo misional, el misioneros
50% de los misioneros sufre un desgaste moral ¡Por el
amor de Dios! ¡Imagínense! ¡Qué hermoso camino al
cielo les espera en las misiones!
¿Saben lo que pienso al respecto? Que la estadís­
tica vale para aquellos que al ser enviados a la misión
ya tenían problemas en esa área. Comprenden lo que
quiero decirles. Suele decirse -a pesar de no ser cierto- Problemas
que hay comunidades que envían al extranjero a aque­ previos
llos que no necesitan en casa. Si esto último fuera cier­
to, entonces el porcentaje de los que sufren deterioro
moral en las misiones no sería del orden del 50% sino
del 100%.
En segundo lugar les confío algo que suelo repetir
a nuestras Hermanas: Si de alguna manera ya somos
un poco niños, notaremos que nuestro crecimiento será
mayor cuando arrecien las dificultades que cuando
haya pocas que enfrentar. Allá en Alemania, yo les
digo siempre a las Hermanas que den continuamente

341
gracias a Dios, aún en el caso de que no puedan reali­
zar el Terciado5; las mismas dificultades les servirán de
"sustituto" del Terciado, de instancia educativa, siem­
pre y cuando las asuman como niños.
Vivan su ideal, y jamás tendrán que temer que la
mitad de la comunidad sufra derrumbe moral alguno,
a pesar de que es la primera vez que escucho semejante
Vivan su estadística; y a quienes la avalan les diría en buen ro­
ideal mance que se equivocan. A una comunidad como la
que pintan habría que disolverla, porque uno de cada
dos miembros se estaría diciendo: "¡Mejor dejar este
asunto del sacerdocio y las misiones!" Además el caso
no coincide con mis propias experiencias personales
sobre el tema.
Cuando les hablo de que "el héroe crece con el cre­
cimiento de las dificultades" les estoy marcando al mis­
Deben traer mo tiempo la necesidad de realizar una buena selección
el germen de las vocaciones. Si están convencidos de tener una
del heroísmo valiosa misión que cumplir, sólo deberán aceptar en la
comunidad a quienes ya lleven en sí un germen de
heroísmo; naturalmente, aquellos que sean "moral­
mente discapacitados" se derrumbarán ante la empresa
que les propone la comunidad. Recuerden que el pos­
tulante debe tener predisposición al heroísmo, la au­
dacia y virtudes semejantes.

Audacia en los hechos

La audacia debe manifestarse con hechos en la


medida en que las circunstancias de la vida lo exijan.
Permítanme presentarles rápidamente esa audacia des­
de tres puntos de vista: su razón de ser, clases y
propiedades.

5. Períodos o cursos de formación dentro de la comunidad


religiosa.

342
Razón

La razón de esa audacia en la vida cotidiana es cla­


ra como el agua: si poseo la actitud del heroísmo, ello
debería proyectarse necesariamente en hechos concre­
tos. Para nosotros es algo evidente; y la Sagrada
Escritura nos habla con total transparencia sobre el
tema. En efecto, Jesús colocó al heroísmo en la raíz El heroísmo
misma del cristianismo. Solemos olvidar con facilidad cristiano
esta realidad del heroísmo cristiano; especialmente
quienes vivimos permanentemente en un medio bur­
gués. En vista de la especial labor misional de su comu­
nidad, ustedes tienen bien presente los azares de una
vida más expuesta. Profundicen entonces la medita- ..
ción del heroísmo cristiano. Repasen por ejemplo las hartura
palabras del Señor: "Desde los días de Juan el Bautis- burguesa
ta hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y
los violentos -no se habla de la violencia política- lo
arrebatan" (Mt 11,12). Vale decir que el cristianismo es
una religión de heroísmo', no de hartura burguesa.
Dicho sea de paso, no tomen a mal que algunos no
creyentes que ocupan lugares de poder en la sociedad
rechacen al cristianismo; en realidad lo hacen porque g lo
sólo han conocido un cristianismo burgués. En este conocen
sentido todos nosotros tendríamos que conformar un e¡ heroísmo
frente homogéneo y bien cohesionado ¿Por qué pelear- burgués
se entre hermanos? El adversario está frente a nosotros
congregando un ejército de héroes...¿y nosotros? A
veces me vuelve a la memoria lo que decía Górres
cuando comparaba a los alemanes con los caballos.
¿Hacia dónde apuntan sus herraduras cuando son
atacados? hacia adentro, en lugar de hacerlo contra el
enemigo. Están integrando un mismo escuadrón y sin
embargo se pelean entre sí. ¿No hacemos a menudo lo
mismo en las filas católicas? Deberíamos obviar una
serie de pequeñeces y trivialidades que nos incomo­
dan. Hoy es la totalidad lo que está en juego. En resu-

343
men, por deseo y voluntad de su fundador, el cristia­
nismo es una religión heroica.

Clases

Veamos otros pasajes de la Sagrada Escritura so­


bre el heroísmo: "Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión
de pecado, sácatelo y arrójalo de ti;" (Mt 5,29; 18,9; Me
9, 47) O bien: "Y todo aquel que haya dejado casas,
hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda
por mi nombre..." (Mt 19, 29). Esta no es una con­
Jesús pide
heroísmo vocatoria para cobardes; el cristianismo exige heroísmo
radical. Al releer estos lugares del Evangelio percibirán
la siguiente nota: Jesús no sólo nos pide una actitud
heroica sino también hechos heroicos.
Naturalmente hay que agregar enseguida que el
Señor es razonable; no exige de todos un máximo he­
roísmo. En los países vecinos cualquier mocoso preten­
de convertirse en héroe de un día para el otro, como si
fuese soplar y hacer botellas. Observen la sabia medi­
da de Jesús. El pensó a la Iglesia universal como Igle­
sia popular; sabía que la masa del pueblo ni es heroica
ni puede ser heroica. Y algo similar ocurre en nuestro
caso; si bien conformamos una élite, tan pronto como
aumente nuestro número, nos convertiremos rápida­
La masa mente en masa. Esta observación al margen me intro­
niveladora duce de nuevo en el tema de la función de los superio­
res. Es curioso, la masa es muy inflamable, y también
lo es la "masa" de la élite. Cuanto mayor sea el número
de los que se congreguen, tanto mayor la pérdida de la
independencia. Si estuviésemos solos, seríamos
personas muy enérgicas, porque la masa actúa como
factor nivelador. Por eso Jesús mantiene una medida
equilibrada y no quiere apagar el pabilo humeante (Mt
12, 20).
Por otro lado leemos las grandes exigencias de Je­
sús. ¿Cómo hallar un punto medio? Mi opinión es la
siguiente, y quizás esté en lo cierto: si planteamos gran-

344
des exigencias, que ellas vayan unidas a una exhorta­
ción a la generosidad. Como educadores y superiores
recuerden que si hacen recaer todo el peso de las exi­
gencias en el "tú debes" a nivel moral y teológico, las Acentuar el
personas nobles se derrumbarán. Me parece que esto "si quieres”
vale especialmente para el pueblo suizo, que es tan de­
mocrático por naturaleza; tengan en cuenta esa su pre­
disposición a la democracia. Por lo tanto, si planteamos
las más altas exigencias, coloquemos el acento no en el
"tú debes hacerlo" sino en el "Si quieres". Así obró
también Jesús.
San Ignacio supo presentar el tema de manera clá­
sica. Repasen la meditación de las dos banderas6. Por
un lado, Lucifer rodeado de humo y azufre, comandan­
do la masa con bramidos de toro, ordenándole a cada
uno que vaya a la derecha o a la izquierda según él lo Si quieres ser
determine. Así se pinta al demonio ¿Y Jesús? No está perfecto...
sentado en el trono, sino de pie en medio de los suyos.
Es una imagen muy hermosa. Sus palabras "Si quieres
ser perfecto..." (Mt 19,21) constituyen una exhortación
a la buena voluntad.
Gobernar una comunidad es un arte; por un lado,
exigir inexorablemente lo que es debido y, por otro, des­ Despertar
pertar el heroísmo apelando al "Si quieres". Quien el heroísmo
halle en esta área el punto medio, será un maestro de la
educación. El cristianismo exige heroísmo; pero se trata
por lo común de un heroísmo presentado como una
gran exigencia planteada al "Si tú quieres" y no al "Tú Situaciones
debes". Naturalmente, hay situaciones en las cuales no límite
existe otra salida, tiempos en los cuales cada cristiano
o es un héroe o no puede seguir siendo más cristiano.
Y a una situación tal nos estamos acercando paulatina­
mente.

6. San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, semana


segunda, día cuarto.

345
En circunstancias normales, el héroe es el santo de
la vida diaria, el que en medio de la simple coti­
dianidad modela su vida a partir de un gran espíritu de
amor; pero cuando esas circunstancias cambian, Jesús,
o sencillamente el cristianismo, exigen heroísmo en
nuestro testimonio y sacrificios. Una religión heroica
nos pide actos de heroísmo.
Edúquense continuamente en el heroísmo prácti­
co, porque la misión que tienen así lo exige. Saben
Como mejor que yo que si no van a las misiones como héroes,
héroe o irán como esclavos; no hay medias tintas en este cam­
como po. El heroísmo les dará libertad. Si no apuntan de co­
esclavo razón a lo esencial, la vida en la misión los sumirá en la
mediocridad; y al cabo de algunos años sufrirán el
desgaste moral de aquel 50% de que hablaba la estadís­
tica.
El hombre, el héroe, crece al calor de ideales eleva­
dos. Por eso, cuando hablemos a los jóvenes sobre las
misiones, no les pintemos las cosas color de rosa; digá­
moslas tal como son. Hay muchos hombres que edu­
car con miras a muchos objetivos. Si exagero en mis
descripciones, es preferible hacerlo cargando las tintas
sobre el lado negativo y explicarles: "En las misiones
Mostrar
la verdad les espera esto y aquello otro". Naturalmente, siempre
esforzándonos por decir la verdad. Cuídense de pintar
las cosas color de rosa, porque así educarán per­
sonas...¿cómo decirlo?, que no lograrán ser fieles a sus
metas y se derrumbarán cuando aparezcan las dificul­
tades. Si creen que allá en las misiones pasarán una
vida cómoda y por eso quieren ir hacia allí, entonces
mejor quédense en casa. En resumen, me parece que
hay que despertar el heroísmo en el hombre, en todos
los aspectos de su vida. El ser humano -al menos el de
índole noble- está predispuesto por naturaleza al
heroísmo. Nosotros mismos queremos ser élite...Por
eso hay que pronunciar un sí audaz. Y lo que pronun­
ciemos interiormente debe convertirse en hechos con­
cretos.

346
Propiedades del sí audaz

Considerando la sensibilidad del hombre de hoy,


podemos decir que ese sí presenta dos propiedades: es
fiel y preparado para la lucha.

Fiel

Fidelidad de la razón, del corazón y de la volun­


tad. Permanezcan fieles a la Iglesia de Cristo y a su
propia comunidad. Queremos ser fieles a la comuni­
dad, más allá de las imperfeccciones que tenga. La Igle­
sia de Cristo presenta imperfecciones; toda organi­
zación humana las tiene. Sin embargo, mantenemos la
fidelidad. La fidelidad es heroica cuando seguimos
siendo fieles a pesar de que, hablando humanamente,
tendríamos razones suficientes para dejar de serlo. Si
sostienen desde el principio la concepción de que la
mesa de la Familia es una mesa de sacrificios -procuren
los superiores que no sea una mesa de excesivos sacrifi­
cios-; si toman en cuenta ambos aspectos de esa mesa,
sus placeres y sacrificios, lograrán formar hombres
sanos y conformar una comunidad sana.
Queremos ser fieles con la razón, el corazón y la
voluntad, aún cuando la fidelidad nos resulte difícil; de
otro modo no habría heroísmo en nuestra actitud.
Les confío una opinión mía muy personal. Hay
algo en la vida que me produce bastante rechazo y es el
caso de comunidades que le hablan a cualquier extra­
ño sobre los lados oscuros de la comunidad. Natural­
mente, donde hay hombres suceden cosas humanas.
Pero no es coherente, y no debería serlo, que le espete­
mos arbitraria e inescrupulosamente a cualquiera todas
las cosas desagradables que vivamos en la comunidad.
Ello hablaría de nuestra falta de carácter, de nuestras
carencias a nivel de actitud o conciencia de familia. Por
lo común son las comunidades más viejas las que
suelen incurrir en este vicio; y realmente me apena. Los

347
jesuítas no obran así; en general constituyen una
comunidad que cultiva la reserva. Nadie sabe lo que
ocurre detrás de las bambalinas. Naturalmente pasan
cosas; si conocen al ser humano sabrán que es eviden­
te que pasen cosas, en todas partes se cuecen habas.
No sé si están de acuerdo con todo esto. Yo sim­
plemente les expongo mis convicciones. En la comuni­
dad hay siempre cosas en ebullición; pues bien, se las
confiaré a mi superior. Frente a ellos sabré a veces ma­
nifestar incluso mi enojo, ya que una sana obediencia
Obediencia
y franqueza deja margen a la franqueza. Si dentro de la comunidad
no tengo oportunidad de "desembuchar" todo lo que
me aflige, sería inhumano exigir que uno no se
desahogue frente a un extraño. Mucho depende enton­
ces de la manera en que armonicemos ambos extremos.
Como superiores de una comunidad deberíamos
asumir como el más grande gesto de confianza hacia
nosotros que, dado el caso, se nos diga: "Usted ha obra­
do mal, merecería ser destituido del cargo". Debería­
Aflojar las mos educarnos en este sentido. Con un gesto tal de
tensiones confianza como el que acabamos de citar, se descom­
prime toda situación de tensión. Pero si insisto en: "Ro­
déame de murallas/dice la piadosa madre en su can­
ción..."7, vale decir, en ser tratado con guantes de seda,
claro, seré muy bien tratado, aunque sólo exte-
riormente, mientras que las aguas turbias buscarán tar­
de o temprano abrirse cauce por otro lado. Por eso tam­
bién habría que tener una adecuada dosis de concien­
cia de estado.
No es necesario que digan sí a lo que les estoy ex­
poniendo; se trata de mis opiniones personales. En ge­
neral se oponen a casi todas las experiencias que he te­
nido con comunidades religiosas, incluidas las femeni-

7. Estribillo de la balada Los muros de Dios, de Clemens


Brentano, compuesto en 1815.

348
ñas, si bien en estas últimas hay factores que hacen más
comprensible el caso, a pesar de que no lo justifica.
Compréndanme bien, por favor, una cosa es ha­
blar sobre esos temas de la comunidad para hacer una
consulta o buscar consejo, y otra es vaciar ante cual­ Reserva ante
quier extraño el costal de todas las miserias humanas extraños
que uno esté sufriendo.
Menciónenme una comunidad en la que no suce­
dan cosas humanas...Si pueden citarme una, les diré
entonces que los miembros de esa comunidad han sido
concebidos sin pecado. Pero esto sería una herejía; na­
die ha sido concebido sin pecado, y mucho menos toda ¿Qué puedo
una comunidad. Seamos mucho más sobrios en este cambiar?
punto y contemos con las debilidades humanas. Ellas
son una tarea para mí. Al enfrentarlas me diré: ¿Qué
puedo cambiar? ¿Tiene sentido hablar mucho? Si lo tie­
ne, lo haré, y si no lo tiene, pues bien, apretaré los
dientes.
Reformaré la comunidad en la medida en que me
reforme a mí mismo, en la medida en que reforme el
pequeño grupo en el que esté como profesor, rector,
etc. Allí crearé el estado ideal según mis posibilidades. Diferentes
Cuando comience a construir ese estado ideal advertiré ópticas
que tampoco puedo lograrlo. Si alguna vez llegan a
superiores verán las cosas con otro cristal. Aquellos
que como subordinados quizás daban la impresión de
tener todo en orden, cuando ocupan cargos de superio­
res suelen ser los más insoportables e hipersensibles.
Examinémonos a nosotros mismos y contemple­
mos las debilidades humanas descubriendo en ellas
una tarea. Esto es lo que yo llamo heroísmo fiel. El ob­ Me
jeto de mi audacia debe ser la fidelidad; pero, por otra contemplo
parte, si soy superior debo agradecer cuando alguien en la
me critique cara a cara. Dicho familiarmente, yo no to­ debilidad
ajena
lero que se me ataque por la espalda. Que esas cosas
sucedan depende en gran parte del superior. Suponga­

349
mos que mi superior es un inútil; no por ello me diré:
"Si él es un inútil, yo también". Al contrario, trataré de
ser potencialmente algo más.
Meditemos con plena sobriedad sobre este tema.
Quizás más tarde tengan oportunidad de hacer mu­
No fuimos chas experiencias en el contacto con otras comuni­
concebidos
dades. Entonces se darán cuenta de que no todo lo que
sin pecado
reluce es oro; y que tampoco reluce en muchas partes.
Mirando las cosas de cerca, notarán mucha oscuridad,
precisamente porque no hemos sido concebidos sin
pecado.

Preparado para la lucha

En segundo lugar, nuestro sí tiene que estar pre­


parado para la lucha. Utilizo el término de "prepara­
do" porque está de moda en los países vecinos. Es
asombroso cómo se puede preparar a un pueblo en un
dos por tres para la lucha. También nosotros debemos
disponernos a la lucha; ¿por quién? por la Iglesia, el
Reino de Dios en la misión, etc.
Tenemos que aprestarnos a la lucha por la comu­
nidad. Nadie tomará a mal que diga que mi comuni­
dad es la panacea. Para los franciscanos será su propia
comunidad, etc. Orgullo de mi parte sería decir que
todos deben coincidir conmigo en esa opinión. Tengo
que aprestarme a luchar por mi comunidad cuando se
la insulte, y hacerlo con valentía.
Mi condición de miembro de la comunidad, pre­
parado para la lucha, debe manifiestarse en el hecho de
llevar a la comunidad vocaciones dignas de ella. Es
importante tener un correcto principio de selección. Si
se acepta arbitrariamente a todo el que solicite admi­
sión, habrá que despedir luego a esa gente con la mis­
ma arbitrariedad, so pena de que la comunidad vaya
para atrás como el cangrejo.

350
Estar listos para la lucha significa que por amor a
la comunidad realicen en todas partes un trabajo de
alta calidad. En este punto tenemos que mantener una
ética, un honor de estado.
Hasta aquí pues algunas constantes generales.
Repitámonos unos a otros: "¡Despertad y despertaos!". Despertad
Si nuestro sí es iluminado y audaz, podemos hacernos y despertaos
a la mar -cada uno y la comunidad en su conjunto- y
contar con que la bendición de Dios acompañará nues­
tros emprendimientos.

351
Decimoséptima Conferencia

LOS FRUTOS DE LA
INFANCIA ESPIRITUAL

¿Hemos tomado conciencia de que aún nos halla­


mos en la primera parte? Y pronto acabarán los ejerci­
cios... Por eso hoy vamos a esforzarnos realmente para
finalizar este primer punto.

Frutos del sí

Hemos examinado las propiedades del sí y ahora


nos preguntaremos por los frutos que produce. En pri­
mer lugar les advierto sobre una posible malin- Un sí
terpretación. La actitud de decir sí suena como algo extraordina­
bastante pasivo. No obstante, si me han entendido co­ riamente
rrectamente, se darán cuenta de que ese sí es extraor­ activo y em­
prendedor
dinariamente activo y emprendedor. Quien tenga ya
sus años y sea un hombre maduro comprenderá que el
sí que hemos propuesto entraña siempre la máxima
actividad. Tuvimos además oportunidad de subrayar
esa actividad e iniciativa cuando hablamos de estar Prepararse
preparados para la lucha. Quien tenga interés en des­ para la
lucha
tacar más la dimensión de la iniciativa y de la enérgi­
ca autonomía e independencia de nuestro sí, puede
hacer confluir todo en el tema del prepararse para la
lucha.
¿Qué frutos produce el sí? Vuelvo a pedirles que
no esperen ideas nuevas; se trata más bien de profun­ Dos frutos
dizar en todos los sentidos lo que ya conocemos, y de del sí
grabarlo en nuestro corazón. Dos son los frutos que
cosecharemos con la gracia de Dios. En primer lugar,
nuestro sí nos brinda seguridad y, en segundo lugar,
fuerza.
353
Seguridad

No piensen que dejaré sin efecto lo que hablamos


sobre la inseguridad y el desamparo; no, en absoluto.
Por eso les aclaro enseguida que decir sí nos da segu-
Seguridad ridad, pero en un plano superior. Observen que en este
en el plano plano terrenal en el que vivimos, jamás hallaremos la
superior seguridad que anhelamos; sólo en una esfera superior,
en Dios, encontraremos realmente la seguridad y
cobijamiento que esperamos. Diligentibus Deum
omnia cooperantur in bonum. Rm 8,281: Esta es la ver­
sión paulina de lo que intento decir. Si tratamos de
amar a Dios y crecer en el amor en medio de todos los
golpes del destino, inseguridades y desamparos, las co­
sas que sucedan redundarán en nuestro mayor bien.
Les pido que entiendan bien este pensamiento.
No se trata de decir: "Yo te amo Dios mío, por eso ya
no sufriré ninguna crisis económica ni habrá malas co­
sechas en mis campos". Diligentibus Deum omnia
cooperantur in bonum significa lo que ya expresamos
a nuestra manera: estar seguros y cobijados en Dios.
No nos Consideren nuevamente el ejemplo del péndulo. Pode-
libramos mos mecerlo de un lado a otro. Así también ocurre con
de las nuestro propio péndulo, nuestra vida. Ella quizás se
dificultades vea empujada de un lado a otro, arrastrada por todo el
mundo, vapuleada por las crisis económicas. Asuma­
mos las dificultades; queremos y podemos hacerlo; no
pretendemos eludirlas. Si mediante la entrega a Dios
nos librásemos de las dificultades, correríamos el gran
peligro de volver a descender al plano inferior. No de­
bemos permanecer en el plano inferior, sino dirigirnos
hacia el corazón de Dios. El sentido de toda inseguri­
dad y desamparo es lograr una seguridad y un cobija­
miento más elevados en la mano y el corazón de Dios;

1. "Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios


para bien de los que lo aman".

354
y esto vale tanto para la vida de cada uno -medítenlo
y aplíquenlo en su propio caso- cuanto para la vida de
todo el pueblo.
Detengámonos un poco en esta idea y sigamos de­
sarrollando el lincamiento; ¿no les parece que el senti­
do último del tiempo actual es preparar una nueva
época signada por una fe ardiente?; ¿no les parece que Se prepara
ello sería posible y aún evidente y acorde con la manera una nueva
época
en que Dios rige el mundo? Observen que esto nos
lleva a encarar los enigmas del universo. Si el sentido
del desamparo personal es conquistar un amparo más
elevado en Dios, creo que también podría decirse que
el sentido del desamparo de los pueblos es que el
género humano alcance un cobijamiento más elevado
y profundo en Dios.
Para analizar en detalle este pensamiento, piensen
en primer lugar en el tema de la crisis de fortuna o cri­
sis de Job, luego en la crisis de conocimiento y final­
mente en la inseguridad en cuanto a la propia salva­
ción; y por último apliquen a estas tres crisis el princi­
pio que enunciamos más arriba: el sentido del desam­
paro es lograr un amparo más elevado en Dios.

Crisis de fortuna

En este punto tenemos dos posibilidades; o me


cuento -como individuo o comunidad- entre los de la
clase pudiente, y por lo tanto no me presionan ni ator­
mentan mayormente los azares económicos, políticos y Si soy pobre,
otros por el estilo; o bien soy de la clase de los pobres. ¿qué pasa?
Suponiendo que este último fuera nuestro caso, ¿cómo
me educará el sí? La seguridad en un plano superior
me ayudará a desarrollar tres actitudes: confianza,
amparo en la riqueza de Dios y desprendimiento de lo
terreno.
En primer lugar, la actitud de una confianza ilimi­
tada. ¿Es cierto? Según todo lo dicho, debería serlo, al

355
menos desde el punto de vista teórico. En segundo lu­
gar, la actitud de un profundo amparo en la riqueza de
Entender Dios. No tengo ninguna riqueza terrenal, y ello tiene la
mejor las gran ventaja de que me permitirá entender mejor las
riquezas riquezas de Dios. Sea como fuere, quien pronuncie el sí
de Dios filial será siempre rico en Dios, aunque sea pobre como
un mendigo. Incluso se sentirá tanto más rico cuanto
más pobre sea exteriormente en bienes económicos.
Finalmente, la pobreza desarrolla en nosotros una
actitud de desprendimiento de todo lo terreno. Estaré
desprendido, desligado de todo lo terrenal, al menos de
todo apego desordenado a las cosas terrenales.
Si Dios pone a mi disposición los bienes económi­
cos necesarios o quizá incluso los utilitarios, si gozamos
en general de una buena posición económica y sin
embargo somos niños y pronunciamos nuestro sí, ¿qué
actitud se deberá desarrollar en nosotros? La de un
¿Si no soy continuo y sencillo: "¡Gracias, Dios mío!", la gratitud
pobre? hacia Dios, porque nos ha ayudado y concedido
paternalmente esos bienes materiales. Además una sen­
cilla humildad, porque reconoceremos que tales bienes
son de Dios; y los emplearemos con la conciencia de
que daremos cuenta del uso que hayamos hecho de
ellos. Y por último, la disposición permanente a renun­
ciar en cada momento a tales bienes, si así lo determi­
nase el plan y deseo de Dios.
Creo que de esta manera les he esbozado clara­
mente cómo conducirnos tanto en la crisis como en la
seguridad económicas. Hay que ser pues como niños,
así como lo haría un miembro de su comunidad a la luz
de su ideal, en todas las dificultades y seguridades
económicas.
Apliquen estos principios, si les parece, especial­
mente a aquellos que se ocupan de los asuntos econó­
micos de la comunidad.

356
Crisis de conocimiento

¿Cómo superar esta crisis mediante una sencilla


infancia espiritual? La infancia espiritual perfecciona
tanto al científico cuanto a la ciencia misma.
Hablemos en primer lugar del científico. Si bien
tomaré como ejemplo al filósofo, ello vale también, ana­
lógicamente, para todos los que se dediquen a la
ciencia. En el caso de quienes desarrollan una intensa
actividad científica, la infancia espiritual apunta no
sólo a un perfeccionamiento del intelecto sino también
de la vida concreta. Mañana, cuando hablemos de la
sabiduría, volveré sobre el tema, enfocándolo desde
Perfecciona­
otro punto de vista. Filosofía significa, etimológi­
miento de
camente, amor a la sabiduría. Por eso para nosotros, re­ la vida y
ligiosos, la ciencia tiene que ser siempre sabiduría; y no sólo
sabiduría es perfeccionamiento de la vida y no sólo del del espíritu
espíritu. De ahí que quien se aboque a la ciencia sin ser
niño, correrá el peligro de hacerse superficial tanto en
el plano religioso cuanto caracterológico.
En segundo lugar les subrayo que la infancia espi­
ritual no sólo hace fecundo al científico, sino también a
la ciencia misma. Ya saben por qué. Hablamos ante
todo del filósofo, porque la infancia espiritual nos
transmite un contacto directo con el ser de las cosas y
nos da una salud espiritual auténtica que son útiles y
necesarias para la labor científica.

Crisis de inseguridad en cuanto a la propia salvación

No hace falta decir mucho más sobre este punto.


Ya vimos que cuanto más grande sea la inseguridad en Caemos
cuanto a la propia salvación, tanto más fuerte el impul­ de todos
so hacia el corazón de Dios e intenso el anhelo de bus­ los "nidos
car en nuestro nido original la seguridad que necesita­ secundarios"
mos. Grabémonos bien la palabra "nido original". Un
hombre vinculado al nido es aquel que experimenta un

357
fuerte anhelo de tener un nido. ¿Qué fin persigue Dios
cuando permite que nos caigamos de muchos nidos
"secundarios"? Introducirnos en el nido primordial, en
el nido original de su santísimo corazón.
Si echamos una mirada retrospectiva sobre lo que
venimos diciendo, estarán de acuerdo en que la segu­
ridad es un fruto profundo, valioso y delicioso de la
infancia espiritual. Pero, por favor, no la seguridad en
el plano inferior -allí reina inseguridad permanente-
sino la seguridad en el plano superior, en Dios.

Fuerza

El segundo fruto de la infancia espiritual es la


fuerza. ¿Dónde aplicarla? A todas esas situaciones don­
de experimentemos angustia y ansiedad. La infancia
Sobrellevar espiritual nos da fuerzas para sobrellevar y en gran
estados parte superar correctamente los estados de angustia y
de angustia ansiedad. Recuerden lo que les he dicho desde el punto
de vista psicológico. Psicológica y filosóficamente
hablando, la ley de la vinculación orgánica entre natu­
raleza y gracia nos indica que debemos esforzarnos en
aplicar los remedios adecuados contra las causas de la
angustia y de la ansiedad. ¿Qué hacer? En primer lu­
gar, plantear la pregunta sobre el origen de esos esta­
dos. Sus causas son de naturaleza física o psíquica.

Causas físicas

Si la causa reside en insuficiencias orgánicas, ha­


brá que aplicar los remedios correspondientes. ¿Cuá­
les? Bueno, ya saben, hay que consultar al médico, etc.
La visita En relación con este tema de los médicos, les doy una
al médico opinión muy personal que no tienen por qué compar­
tir conmigo: no se confíen demasiado en los médicos; si
van mucho a ellos se enfermarán cada vez más. Ante
un problema dado, yo no iría enseguida al médico. Si

358
hay una insuficiencia orgánica, entonces está bien, es
lícito consultar al médico para obtener un diagnóstico.
Por lo demás, esforcémonos en cultivar un sentido de
vida sano en todas las áreas.

Consejos para cultivar un sano sentimiento de vida

Procuremos desarrollar un sentimiento de vida


sano. Hay que educarse en el reconocimiento de los
propios límites, de tal manera que uno mismo pueda Reconocer
detectar hasta dónde puede ir y dónde detenerse. Eso los propios
es algo que ningún médico nos podrá decir; a lo sumo límites
nos aconsejará: "Haga usted la prueba". Si tenemos ese
sentimiento de vida sano, sabremos entonces decirnos
a nosotros mismos: "Siento que hasta aquí puedo llegar
y no más". Tener un autoconocimiento de esta índole
es ya haber logrado mucho.
Seamos razonables en todo, aún en las cosas más
cotidianas y comunes. Démonos el margen de movi­ Ser
miento que necesitemos. No sé si hago bien en expo­ razonable
nerles estos temas, ya que por lo común somos gente en todo
sana. Pero cuando estén en la labor apostólica y, por
ejemplo, deban confesar monjas, recuerden que la gen­
te a veces se avergüenza de decir las cosas en el confe­
sionario. Les advierto que hay muchas enfermedades
serias que tienen su origen en deficiencias del me­
tabolismo; lo que a su vez acarrea toda una serie de
trastornos psíquicos. Así suele suceder entre las mon­
jas. Se pasa por alto el clamor de la naturaleza uno, dos,
tres, cuatro, cinco días, porque hay mucho que hacer.
Esa actitud es en sí peor que una enfermedad grave.
Prestemos mucho más atención a las cosas cotidia­
nas; ellas nos librarán de afecciones físicas, o al menos Discerni­
nos ayudarán a mitigarlas. Si existen causas orgánicas, miento, no
hay que eliminarlas con la asistencia del médico. En la obsesiones
mayoría de las veces podemos superar los malestares
poniendo nuestra cuota de buena voluntad y obser­
vando cuidadosamente qué sucede, sin estar obse-

359
sivamente pendientes de lo corporal. Cultivemos un
sentimiento de vida sano; naturalmente, cuando
Educarnos avancemos en edad habrá que ir al médico, ya que en
en la esa etapa de la vida no podemos esperar que el cuerpo
austeridad genere los anticuerpos o defensas necesarias con la
misma eficiencia con que lo hacía en los años de juven­
tud. En general creo que especialmente nosotros, como
sacerdotes y misioneros, tenemos que educarnos en la
austeridad.
Permítanme otra observación. En Alemania hay
un dicho popular que dice: "Más vale gastar el dinero
"Gastar en en la panadería que en la farmacia". Se dan cuenta de
la panadería lo que quiero decirles. Es evidente que debemos procu­
y no en la
farmacia"
rar que nuestra alimentación sea la suficiente y adecua­
da. Una alimentación a la altura de una buena mesa
burguesa se ha hecho ya uso generalizado en todas las
comunidades religiosas. Es cierto que es preferible
ahorrar en cualquier otra cosa menos en la comida.
Una buena alimentación juega también su papel en la
prevención y tratamiento de estados de angustia y
ansiedad, ya que contribuye a mantenernos físicamen­
te en buen estado y con buenas defensas.
San Francisco de Sales aconseja que en los años de
juventud hay que ser parcos en lo que hace a quitarle
horas al sueño2. Aún los ascetas más ancianos y auste­
ros opinan que mejor es azotarse que no retacear el sue­

2. Así lo hace por ejemplo en dos cartas a la abadesa Rosa


Bourgeois, de la abadía de Puits d'Orbe. En la carta n. 231, del
9 de octubre de 1604 dice lo siguiente: "Por lo demás, mi
estimada señora, usted debe ser quien en primer lugar
respete el orden no sólo para el oficio divino sino también
para el acostarse y levantarse. De otra manera no conservará
una buena salud. Así se observa en todas las comunidades.
Pasar las noches en vela es peligroso para la cabeza y el
estómago". Y en la carta n. 231, del 22 de noviembre de 1604:
"Si le desagrada la cama y no quiere permanecer en ella tanto
tiempo como las demás, le permitiría que se levante una hora

360
ño. En la juventud quizá seamos resistentes, pero más No reta
adelante padeceremos las consecuencias, si Dios no nos el sueñi
da de nuevo gracias especiales.

Causas psíquicas

Cuando se detectan estados de angustia y ansie­


dad, sus causas no residen nunca sólo a nivel corporal.
Las afecciones físicas y sus consecuencias se habrán
proyectado ya en la psiquis. Los médicos aconsejan por
ejemplo el cambio de ambiente y de aires. Pues bien,
inténtenlo, quizás les signifique un alivio y un paliati­
vo. Pero estoy convencido -y quizás ustedes también-
de que un cuadro de profunda angustia y ansiedad no
se supera con un cambio de ambiente físico. He aquí el
punto que me interesa: podemos poner adecua­
damente todos los medios que se aconseje, pero no lo­
grarán su objetivo sin la añadidura de la cuota corres­
pondiente de "ingenuidad" e infancia espiritual.
Existen otros medios de naturaleza netamente es­ El "agere
piritual. Es lo que en líneas generales llamamos "agere contra"
contra" (actuar en contra), que también puede em­
plearse con fines terapéuticos.
Tomemos por ejemplo el caso de los estados de
angustia y ansiedad que sufrimos a nivel del entendi­ Nivel enten­
miento. Preguntémonos por qué se originan y luego, dimiento
agere contra. Quien padezca esos estados sabrá que por
lo común el agere contra no los cura, pero los alivia.
Se puede aplicar el agere contra también a nivel
volitivo. Nuevamente nos preguntaremos por la causa Nivel
o bien impedimento que me coloca la voluntad para volitivo
realizar determinada acción. Por ejemplo, me resulta

antes; ya que, mi querida hemana, no se imagina cuán


peligroso es pasar las noches en vela y cuánto perdjudican el
espíritu. En la juventud no se lo nota, pero luego es causa de
muchas deficiencias psicológicas".

361
difícil rezar la misa en cierto altar. Mientras sean jóve­
nes, no cedan ante tales obstáculos.
Tengamos en cuenta que con la simple aplicación
"Procurar del agere contra no conseguiremos nuestro objetivo,
alegría al sino que hay que agregarle las motivaciones espiritua­
Padre" les que correspondan. Y la más simple y efectiva de
ellas es "procurarle alegría al Padre del Cielo". Si a El
lo alegra que yo en cierta oportunidad haga un pape­
lón mayúsculo, entonces yo también me alegraré de
ello y así pues iré a ese altar y celebraré la misa.
Observen cómo la infancia espiritual nos da fuer­
za para detener ciertas cosas, sobrellevarlas o bien, en
ciertos casos, superarlas completamente.
No sé si los médicos avalarán todo lo que les digo
a propósito de estos temas. Creo que un sano médico
católico tratará siempre de armonizar ciencia y religión,
Armonizar y lo hará ciertamente por razones medicinales. Incluso
ciencia
y religión
hay médicos no creyentes que saben emplear magis­
tralmente estas motivaciones religiosas en el trata­
miento de sus pacientes católicos o cristianos; ellos tie­
nen un "olfato" para percibir que detrás de lo religio­
so hay una fuerza efectiva.
Lo experimentamos en nosotros mismos. No estu­
diemos demasiado, más bien experimentemos más. Si
Experimen­ lo vivenciamos en nosotros tendremos un conocimien­
temos más to seguro; si lo percibimos en los otros, tendremos un
conocimiento experiencial fundamentado en las viven­
cias ajenas. No descartemos el conocimiento que nos
brindan las experiencias, llevados por el gusto de cal­
cular y conceptualizar.

C. La Infancia espiritual es camino para la comprensión de


las Constituciones (no desarrollado)

Me parece que habría que concluir ya el primer


lineamiento, el del valor de la infancia espiritual. Al
presentarles el esquema general, les hablé de un segun­

362
do punto. No sólo nos interesa hablar de la infancia es­
piritual como camino de salida de las crisis del tiempo
sino también como camino para la comprensión y ob­
servación consciente de nuestras santas Constituciones.
En realidad me había propuesto hacer un "corte
transversal" de sus Constituciones. Entre tanto, hemos
hecho abundantes referencias a ellas; además nos
queda mucho material por desarrollar y quizás algunos
de ustedes asuman con gusto la tarea de dedicarse al
tema de las Constituciones. Por lo tanto me dispensa­
ré de abordarlo.
Mañana comenzaremos con el segundo pilar, la
raíz de la infancia espiritual. Hasta ahora nos hemos
movido en torno de una sola idea central. Quizás nos
hayamos fatigado un poco y sintamos la necesidad de
explorar nuevos horizontes. No olvidemos repasar
todo en la oración, porque el mero conocimiento no es
suficiente si no recibe su fecundidad del Espíritu San­
to y de la gracia.

363
Decimoctava Conferencia

LA SABIDURIA SANTA

Luego de habernos ocupado con relativo


detenimiento del valor de la infancia espiritual, y de
haberlo decantado también a nivel vivencial, quizás no
nos resulte difícil colocar con mayor rapidez los restan­
tes pilares de nuestro "edificio".

SEGUNDO PILAR:
RAIZ Y FUENTE DE LA INFANCIA ESPIRITUAL

Nos hallamos así frente a la cuestión de la raíz y


fuente de la infancia espiritual.
Al surgir en nosotros el anhelo de este gran bien
nos preguntamos espontáneamente sobre lo que tene­
mos que hacer para conquistarlo. Esta pregunta nos lle­
va a su vez a investigar la raíz y fuente psicológicas de
la infancia espiritual. Si hacemos un poco de memoria,
notaremos que en ciertos momentos de nuestros ejerci­
cios hemos esbozado una respuesta a ese interrogante.
Cuando hablábamos por primera vez de la gran­
deza de la infancia espiritual, subrayamos que para al­
canzarla era necesario no sólo plenitud de fuerzas va­
roniles sino también prudencia y sabiduría de anciano.
Y citamos aquellas palabras de Tagore: "Dios quiere
que reconquistemos, en santa sabiduría, nuestro ser de Necesitamos
niños". Aparentemente lo que quiere decir Tagore es una santa
sabiduría
más bien el resultado de una sana experiencia y
observación de la vida. Tomamos sus palabras tal como
las dijo y las interpretamos a nuestra manera, vale

365
decir, a la luz de la fe, pero al mismo tiempo inspirados
en una sana filosofía y psicología.

Santa sabiduría - Sapientia coelestis

¿Cuál es la fuente de la filialidad? La sabiduría


santa.

Confrontación

Antes de ir a los detalles, consultemos la Sagrada


Escritura. ¿Por qué se habla de una sabiduría santa?
Estos términos suscitan enseguida los opuestos: existe
también una sabiduría no santa. Ahora vamos vislum­
Sabiduría brando mejor el panorama: la sabiduría santa es la
santa y fuente de la infancia espiritual y la sabiduría no santa
sabiduría es la fuente de la puerilidad. La Sagrada Escritura uti­
mundana liza para "santo" y "no santo" otros términos. Lean por
favor la epístola de Santiago. ¿Cómo caracteriza Santia­
go la sabiduría? Nos habla de una sapientia coelestis y
de una mundana1. Pasemos ahora a interpretar lo que
nos dice Tagore sobre la sabiduría santa.

Sapientia coelestis

En sentido bíblico, la sabiduría santa es la sa­


pientia coelestis.
¿Cómo tenemos que representárnosla? Es la sabi­
duría que Dios nos muestra como el sumo bien y que
Sabiduría nos da fuerza para aspirar a ese sumo bien con todos
que muestra los medios y alejar de nosotros todo lo que ofenda o
Dios procure una menor alegría a ese sumo bien. ¿Saben con
qué término designábamos antes este proceso vital,
esta tarea? Cuando vuelvan a repasar todos los ejerci­
cios, vayan trazando líneas transversales. Pues bien, a

1. Cf. Sant 3,15; ICo 1,24; 2, 7; 2Co 1,12 e.a.

366
esto lo llamamos en su momento "Simplicidad"2. Vale Aparo®
todo 10|
decir entonces que la sabiduría es la fuente de la sim­
que no’
plicidad. Simplicidad es carencia de dobleces: todo
para Dios, omnia uni. La sabiduría nos da esa simpli­ un bien
supremo
cidad, nos permite reconocer y amar a Dios como el
bien supremo y hacer a un lado todo lo demás.
Jesús nos enseña la sapientia coelestis cuando nos
exhorta a buscarla como si fuese un gran tesoro escon­
dido en el campo3. San Pablo a su vez nos instruye en
esa sapientia coelestis cuando describe su propio pen­
sar y querer: "Lo que era para mí ganancia, lo he juzga­
do una pérdida a causa de Cristo...y lo tengo como
basura para ganar a Cristo"(Flp 3,7ss.). He aquí el sen­
tido amplio y profundo de la simplicidad de la cual
mana la fuente de la sabiduría. La entrega total de sí a
Dios y a Cristo es una donación total de la persona.
Entrego todo. Observen el planteo de San Pablo, cómo
él considera a todo lo terrenal como basura; y todo lo
que es basura es evidentemente un no valor destinado
a ser arrojado. ¿Para qué? Para ganar a Cris­
to...sapientia coelestis.
Meditemos el caso de San Francisco: despreció las
riquezas terrenales para ganar al Padre del Cielo y a
Cristo.

Sapientia mundana

Santiago llama sapientia mundana a la sabiduría


no santa. Nos estamos introduciendo en una nueva
constelación de ideas; por eso permítanme ir paso a
paso hasta que luego podamos tener una visión de
conjunto.

2. Cf. conferencias 9 y 10
3. Cf. Mt 13,44

367
Visión bíblica del mundo

Repasemos lo que nos dice la exégesis sobre el


concepto "mundo". Es un tema que a nosotros nos in­
teresa especialmente, ya que conformamos un eslabón
intermedio entre el clero diocesano y el clero regular.
Creo que desde el punto de vista bíblico podemos
considerar e interpretar el concepto "mundo" en dos
sentidos.
Por "mundo" entendemos en primer lugar los
hombres malos y sus principios malos. De ahí que esté
escrito: "Nolite conformare huic mundo"4 Rm 12,2. No
debemos acomodarnos al mundo, ni a los principios
malos y ofensivos de Dios que sostienen ese mundo y
los hombres de mentalidad mundana.
En segundo lugar, mundo puede significar todo lo
creado, lo terrenal, lo creatural, pero sólo en la medida
en que ejerzan una influencia negativa sobre nosotros,
o bien pretendan esclavizarnos. Por eso mundo signifi­
ca también todo lo que me quiere y puede ligar a sí de
manera desordenada. Y con este sentido lo emplea San
Juan: "No améis al mundo. Si alguien ama al mundo,
El mundo
suscita tres
el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que
apetitos: hay en el mundo -la concupiscencia de los ojos y la jac­
avaricia, tancia de las riquezas- no viene del Padre, sino del
lujuria y mundo."(IJn 2,15). En este pasaje mundo se refiere
poder entonces a las cosas terrenas, creadas, en tanto que pue­
den suscitar y fomentar en nosotros tres apetitos: ava­
ricia, lujuria y ambición de poder.
Ese afán de las cosas mundanas se puede proyec­
tar de tres maneras. Santiago5 nos ofrece los siguientes
términos: sapientia terrena, sapientia animalis y
sapientia diabólica, o bien sabiduría terrena, sensual y
diabólica.

4. "No os acomodéis al mundo presente"


5. Cf. Sant 3,15

368
Sapientia terrena

¿Qué significa sapientia terrena? Es la dependen­


cia desordenada de bienes materiales económicos.
Apegarse a las cosas terrenas, dejarse seducir y atraer
por el mundo; es dejarse guiar y conducir por una sa­
biduría que no es la sapientia coelestis, fundada en la
filialidad, sino la sapientia terrena, expresión de pueri­
lidad.

Sapientia animalis

En la Sagrada Escritura aparecen a menudo estas


palabras, también en los escritos de San Pablo: el hom­
bre terrenal, carnal, el homo animalis, el que no entien­
de lo que es el Espíritu de Dios. El homo spiritualis es
quien comprende todo6. La sapientia animalis es una
sabiduría que busca ansiosamente los placeres de los
sentidos. Vale decir que es un apego desordenado a los
placeres sensibles y mundanos y no tanto a las posesio­
nes.

Sapientia diabólica

Es el anhelo desordenado de valer, de dar rienda


suelta a la ambición de poder.
Repasen personalmente estas ideas y sopesen pa­
labra por palabra; así comprenderán rápidamente los No
contextos psicológicos. ¿Cuál es el punto de intersec­ consideran
ción, la encrucijada donde confluyen las distintas rami­ a Dios como
ficaciones de la sapientia mundana? Todas coinciden sumo bien
en considerar como sumo bien no a Dios sino a algo no
divino o antidivino, a algo creado; y esto supone una
completa inversión de la verdad.

6. Cf. ICo 2,14

369
Huir del espíritu mundano

Para establecer un puente hacia una nueva re­


flexión, les recuerdo que el mundo siempre ha querido
Retener a poner mano sobre los hijos de Dios; y lo intenta tam­
los hijos bién hoy. Recuerden que el cristianismo se ha esforza­
de Dios do muy seriamente desde siempre por mantener lejos
de sus hijos el espíritu mundano o bien la sabiduría
mundana.
Al estudiar la historia de la Iglesia, la historia de
las órdenes y de la Iglesia primitiva, notamos el afán de
huir del mundo, de escapar del lazo del espíritu mun­
Huir del dano. Se quería huir del mundo. ¿Por qué razón?
mundo Porque se era consciente de lo difícil que es evitar el
buscando espíritu mundano. No se deseaba abandonar el mundo
la sabiduría por el mero hecho de estar fuera de él, sino para abra­
santa zar la sapientia coelestis. Se pensaba que vivir en el
mundo, estar librado al espíritu mundano y respirar
por todos los poros del alma ese espíritu nefasto era
todo una misma cosa; de ahí la urgencia de dejar el
El espíritu mundo. El espíritu mundano y el peligro de sucumbir
del mundo ante él influyó -si bien no como único factor- en la fun­
penetra en dación de las órdenes en general. Así se explica tam­
el convento bién el serio empeño de arraigar en las comunidades
religiosas la sapientia coelestis. Sabemos que a menu­
do se fracasa en este intento y que en el convento se
vuelve a encontrar, y con mayor intensidad, el mundo
que se creía haber abandonado definitivamente.

Seguro contra el espíritu mundano

Pregúntense si su Instituto no es también un me­


dio para huir del espíritu mundano. ¿O sólo entraron a
la comunidad para trabajar en la pastoral y en las mi­
siones? Creo que por lo común no es así. Indirecta o di­
rectamente debe de haber intervenido algo que estuvo
siempre presente en los cristianos a lo largo de los si­

370
glos: incorporarse a una comunidad para estar más
asegurados contra el espíritu mundano. Doy por sen­
tado que ustedes aceptan desde un principio este pun­
to de vista auténtico y claro.
Les pido que examinen si están convencidos de
que parte del sentido de su comunidad surge del hecho
de que ustedes se quieran inmunizar contra el espíritu
mundano en el seno de una comunidad santa y des­
prenderse interiormente de la sapientia mundana en
una comunidad en la que anide la sapientia coelestis.

Nuestra tarea: eliminar la raíz de la sabiduría no santa

¿Qué hacer para detectar y excavar el manantial


de la sabiduría santa? Permítanme plantearles una se­
rie de imperativos. En primer lugar tenemos que esfor­
zarnos seriamente por eliminar de nuestra alma la raíz
de la sabiduría no santa; y, en segundo lugar, esforzar­
nos de manera lúcida y efectiva por conquistar la raíz
de la sabiduría santa.
Les propongo dos pensamientos, uno a manera de
fundamentación de este imperativo y el otro como
explicitación de sus efectos.

Fundamentación

¿Por qué hay que eliminar en nosotros la sabidu­


ría no santa? Les doy dos razones para ello. Son plena­
mente comprensibles, de allí que sólo bastará mencio­
narlas.
En primer lugar les pregunto si acaso no tendría­
mos derecho de interpretar las palabras de Jesús: "Si no
os convertís..." como: "Si no elimináis la raíz de la sa­
biduría no santa...". Comprueben desde el punto de
vista de la exégesis bíblica por qué nuestra interpreta­
ción sería válida.

371
En segundo lugar les recuerdo la ley de oposición:
no puedo considerar a Dios como el sumo bien y al
Considerar mismo tiempo adorar a la criatura como tal. Si al hacer­
a Dios como nos niños exigimos de nosotros una entrega total de
el sumo bien
nuestro ser a Dios, de ese modo queda excluido todo lo
que llamamos sabiduría no santa.
En este punto les vuelvo a recordar que existen
muchísimos sacerdotes del clero diocesano y del clero
regular -y quizás también nosotros nos contamos entre
ellos- que intentan el malabarismo diabólico de amal­
Un mala- gamar ambas sabidurías, la celestial y la terrenal. Quie­
barismo ren estar a sus anchas en el mundo y disfrutar los
diabólico placeres del mundo, y a la vez estar con Dios y gozar
de Dios. Esas personas son las que se condenan a la
mediocridad, no sólo a sí mismas sino también a todos
los que las rodean.
Creo que en otra oportunidad les decía que la tra­
gedia de la Iglesia de hoy no reside tanto en que los
malos sean malos sino en que los buenos no se esfuer­
zan por ser plenamente buenos. Aplicado ahora a la
vida de las comunidades religiosas y de los sacerdotes
en general: la tragedia consiste en que nosotros debe­
ríamos ser hombres de élite en virtud de nuestra voca­
Demasiadas ción y sin embargo no tenemos el coraje de ser total­
concesiones
al mundo mente buenos, sino que hacemos demasiadas concesio­
nes a la mediocridad o, dicho más concretamente,
hacemos demasiadas concesiones al mundo. Así pues
queremos estar sentados en dos sillas, lo que jamás nos
resultará cómodo. Sería mucho más simple sentarse en
una sola silla, aún cuando ésta fuese "el mundo".
Comprueben cuán peligroso es vivir hoy; ¿por
qué? Porque el mundo intenta atraparnos con miles y
millones de tentáculos. Nuestro mundo ha creado un
mercado de consumo; pensemos por ejemplo en la ra­
dio, el auto, etc...cosas que naturalmente pueden ser
"bautizadas" y servir a Dios y al espíritu de oración.
Pero fíjense cómo en nuestros días en todas partes se

372
nos procura seducir con propaganda en favor del con­
sumo y del consumir. En la actualidad es muy difícil
permanecer en el mundo y no ser víctima del espíritu
mundano. Mediten y profundicen esta última reflexión
en los días que nos restan aquí. Para seguir en el
mundo y no resignar ante ese espíritu mundano hace
falta echar raíces muy hondas en la sabiduría santa. Y
para ello hay que aprovechar lúcida y efectivamente los El mundo
tiempos de que disponemos para el cultivo del espíri­ es como
tu, especialmente los tiempos de oración. ¿Hemos teni­ una telaraña
do presente este objetivo como una idea clara y
orientadora? Los santos solían comparar el mundo y el
espíritu mundano con una telaraña: quien cae en ella
queda atrapado y no sale más, tal como le sucede a la
mosca. La hazaña consiste en estar rodeado conti­
nuamente por esa telaraña y sin embargo no enredar­
se en ella. Asuman esa difícil tarea; recuerden que no es
posible servir a Dios y a las riquezas7, ni considerar al
Espíritu de Dios y a la vez al espíritu mundano como
valor supremo. Debemos ser íntegros: al pan, pan y al
vino, vino. Esto no vale sólo para nosotros como
comunidad, sino para todo aquel que quiera llegar a la
santidad.
¿Quieren además una tercera y cuarta razón por la
cual arrancar las raíces de la sabiduría no santa? Somos
Hacer míos
hijos del Padre y por eso tenemos que hacer nuestros los valores
los valores del Padre. ¿Qué dice San Pablo sobre el Pa­ del Padre
dre del Cielo? La sabiduría de este mundo es necedad
a los ojos de Dios8. Si soy pues hijo del Padre, deberé
hacer míos los valores del Padre.
Pero hay una razón más: si soy hermano y miem­
bro de Jesús, sus valores tendrán que ser también los
míos. ¿Cómo actuó el Señor frente a ese espíritu mun­
dano? Su vida fue una rotunda, una enorme protesta

7. Cf. Mt 6,24
8. Cf.l Co 3,19

373
contra todo lo que significa el término "mundo" en su
acepción negativa.

Consecuencias

¿Cuáles son pues las consecuencias de ese serio es­


fuerzo, de ese trabajo de eliminación de las raíces de la
sabiduría mundana? Se lo planteo con sobriedad y cla­
ridad: tenemos que empeñarnos seria, lúcida y efecti­
vamente por superar todo apego desordenado a lo que
sea no divino o antidivino. Esta es ya vieja sabiduría
cristiana.
Por supuesto, pueden emplear otros términos
para designar esa eliminación o labor de erradicación.
La ascética ignaciana prefiere hablar en este sentido de
"vencer los afectos desordenados". La Imitación de
Agradar Cristo9 nos dice que procuremos ser hombres libres;
sólo a Dios libres de la esclavitud de los apegos desordenados. En
nuestros días se prefiere expresar estos contenidos de
manera positiva y se dice que busquemos agradar sólo
a Dios. Naturalmente, hay que saber qué se quiere de­
cir con esa formulación. Se trata, sin duda, de superar
y erradicar de nosotros los apegos desordenados a
cosas creadas.
Quiero subrayar que estamos refiriéndonos a ape­
gos desordenados; ya que existen apegos ordenados.
Cuidémonos de abordar las realidades de este mundo
Apegos con criterios poco lúcidos. No hay que andar destru­
ordenados
yendo cosas a diestra y siniestra. Las cosas son de Dios
y para Dios. Repasen la tercera parte del libro La santi­
ficación de la vida diaria, que se preocupa de exponer
cuidadosamente los límites de los apegos ordenados.
San Francisco de Sales nos brinda un hermoso ejemplo.
Nos dice que debemos esforzarnos seriamente por
pasar por entre todas las criaturas y tomarlas a todas

9. Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, 1,6; III, 37.

374
para arribar de la manera más rápida posible al cora­
zón de Dios. Si toda nuestras fuerzas de amor pertene­
cen a Dios, ellas revertirán sobre las criaturas. Pertenez­
co en Dios a la criatura y amo en Dios a la creatura10. Lo
que hay que superar son los apegos desordenados, no
los ordenados.
Esto vale no sólo para la vinculación a los hom­
bres, sino también para la vinculación a las cosas. Les
recuerdo en este sentido el tema del descanso. No es
correcto decir: "No me tomaré un descanso porque
quiero eliminar todo lo que sea espíritu mundano". No
caigamos en extremos, cuando descansemos, disfrute­
mos de las cosas creadas. Existen naturalmente sacer­
dotes que continuamente necesitan descanso; pero
"descanso" entre comillas. Quizás necesite por un cier­
to tiempo alguna cuota extra de descanso, pero no No caer
en extremos
puede ser que éste se transforme en estado permanen­
te. Por otro lado, cuídense de darle un margen excesi­
vamente exiguo al descanso. Quien no descansa lo su­
ficiente, quien disfruta muy poco de las criaturas, ten­
ga en cuenta que en el futuro quizás se enfrente con
problemas físicos y psíquicos. No seamos mezquinos
con el descanso, pero siempre manteniendo la mesura
en la duración y la manera en cómo descansamos.
Sería muy prudente que una comunidad joven
como la suya fuese creando una cierta tradición en esta
área. Observen cuán rápido aumenta la afición al des­
Crear
canso. Tomen por ejemplo a los sacerdotes diocesanos. tradiciones
En Alemania era normal en otros tiempos que duran­
te las vacaciones uno haya estado en tales o cuales ba­
ños termales. ¿Eran estos momentos de auténtico des­
canso? Personalmente creo que no. Les repito que es
importante que la comunidad desarrolle una cierta tra­
dición en este sentido, ya que no existen reglamentacio-

10. Cf. Sosa, Horacio, "La vinculación a las cosas, dinámica de


la relación y múltiple mensaje", en: Carisma n.30: Amar lo
creado, Ed. Patris,Santiago, Chile, 1991, págs. 9-31.

375
nes al respecto. Una tradición, un uso, pueden adquirir
con el tiempo carácter de ley. En una etapa inicial como
esta en la que se encuentran, hay que prestarle más
atención a estas cosas. Las generaciones futuras se
apoyarán en lo que ustedes hayan creado hoy. Sean
cual fueren los usos que se vayan cristalizando, hay
No huimos
del mundo que tener siempre presente el principio de santidad.
para pasarlo Precisamente porque no queremos ser un rebaño
bien cualquiera que huyó del mundo para pasarlo bien. Si
así fuere, bueno, ya podemos ir liando los petates.
Queremos que nuestra comunidad sea una madre fe­
cunda de santos; y desde este punto de vista hay que
considerar y valorar el descanso y todos los otros temas
que nos preocupen.
Procuremos seriamente eliminar todos los apegos
Renunciar desordenados a las criaturas que haya en nosotros. ¿Qué
por amor significa esto en concreto? Renunciar por amor a las
criaturas, ya sea de manera perpetua o bien temporal.

Renuncia perpetua

Renuncia perpetua...claro, si renuncio para siem­


pre a una criatura, se reduce el peligro de que me escla­
vice a ella. Pero permítanme agregar que esa renuncia
se realiza por amor.
Les contaré a modo de ejemplo una anécdota del
hermano del cardenal Vaughan. Cierta vez el pequeño
estaba a la mesa y cometió algún acto reprochable,
quizás haber comido con demasiada avidez. El padre le
llamó la atención, recordándole que no debía esclavi­
zarse a las cosas materiales. El niño era muy sensible y
Nunca
me verás
aquel reproche le dolió. En su confusión atinó a respon­
fumando der a su padre: "¿Pero, papá, por qué entonces tú nece­
sitas fumar siempre tu pipa luego del almuerzo?". El
padre se levantó entonces de la mesa, y al cabo de un
rato regresó y dijo al pequeño: "Desde hoy no me ve­
rás nunca más fumando pipa". No les digo que deba­
mos hacer lo mismo; sólo me interesa destacar que evi­

376
dentemente la renuncia perpetua nos preserva de la
esclavización.
Si no podemos decidirnos a renunciar para siem­
pre a tal o cual cosa, será sabiduría cristiana renunciar
a ellas de modo temporal. No hay ascética que omita Eliminar la
tales renuncias temporales, realizadas asimismo por sabiduría
no santa con
amor. Ya conocen aquel axioma: "El cristiano renuncia
renuncias
siempre a las cosas pecaminosas y a veces temporal­
mente a las permitidas". Me parece que sin renuncias,
practicadas regularmente, no podremos eliminar en
nosotros la sabiduría no santa.

Cultivo del espíritu de los votos

En primer lugar me preguntaré a qué cosas puedo


renunciar. Para tener una respuesta más concreta les
ofrezco una segunda versión de esta misma idea.
Hablar de renunciar por amor a las cosas creadas,
de manera perpetua o transitoria, equivale a hablar del
cultivo del espíritu de los votos. Hay que cultivar el
espíritu de los votos. Creo que será útil detenerse un
poco en este tema que ha cobrado hoy mucha actuali­ El cultivo
dad entre innumerables sacerdotes diocesanos. Hare­ del espíritu
mos dos enfoques del tema. En primer lugar hablare­ de los votos
mos del espíritu de los votos, que es en sí mismo
supratemporal; y en segundo lugar nos referiremos a
los seguros de ese espíritu, que están condicionados
por el tiempo y en conexión con las Constituciones de
la comunidad.

¿Qué entendemos por espíritu de los votos?

Espíritu de los votos es la independencia interior,


obrada por amor, frente a las criaturas. Naturalmente
este espíritu debe ser cultivado por todo cristiano, tam­
bién por todo sacerdote. Ninguna persona que de algu­
na manera quiera ser santa, puede omitir ese cultivo.
De ahí que también nosotros, miembros de una comu­

377
nidad, acentuemos por todos los medios el espíritu de
los votos.
Ya saben que dicho espíritu se expresa en la Igle­
sia como espíritu de pobreza, obediencia y pureza. Lo
que les digo tiene validez general, tanto para el sacer­
dote diocesano cuanto para la empleada doméstica que
quiera ser santa.

Espíritu de pobreza
Fundamentos

Permítanme recordarles que según la convicción


de los ascetas, el espíritu de pobreza está en la raíz
misma de la santidad. Y esto es tan cierto, que los fun­
dadores de órdenes dieron un lugar preeminente a los
principios de pobreza en sus respectivas reglas. Esto es
Raíz de la muy cierto. Por eso ustedes, en el caso de ser invitados
santidad a participar de la fundación de una nueva comunidad,
no presten nunca su colaboración si no están seguros de
que esa comunidad reconoce los principios de
pobreza.En una comunidad religiosa el principio de
pobreza debe estar incluido y garantizado en sus Cons­
tituciones. Más adelante les demostraré que hubo
miembros de comunidades religiosas que no fueron
santos a pesar de estar en una comunidad sino precisa­
mente porque estuvieron en una comunidad. Por otro
lado, es posible que estando solo se asuma mucho
mejor los principios de la santidad que formando par­
te de una comunidad. Si alguna vez un miembro de la
comunidad es canonizado, deberá demostrarse que
esos principios -ahora nos referimos a aquellos de la
pobreza- que rigen en su instituto y tal como se los
cultiva allí, han hecho santo a ese miembro.
Si repasamos un poco la historia de la Iglesia, po­
demos decir a priori -sin que haga falta demostrarlo a
posteriori- que quizás no haya ninguna comunidad
religiosa que sucumbiera a causa de una pobreza exce­
siva, pero sí a causa de una riqueza excesiva. Contem-

378
píen la Iglesia de hoy; en ella hallarán comunidades
florecientes. Notarán que ellas sujetan con firmeza las
riendas en lo que atañe a los principios de pobreza.
Hay incluso comunidades cuyos rectores deben jurar Pobreza
que durante su priorato no tolerarán que se mitigue en excesiva y
riqueza
lo más mínimo el principio de pobreza. Se dan cuenta
excesiva
entonces de la importancia fundamental que tiene el
espíritu de pobreza para alcanzar una santidad autén­
tica, y para toda comunidad que quiera ser madre de
santos.
Ya han hecho varias veces los ejercicios igna-
cianos. ¿Han descubierto toda la psicología que sub­
yace en la meditación de las dos banderas?n¿Qué sig­
nifican esas enseñas? Los principios fundamentales: el
pabellón de Jesús es símbolo de todos los principios del
Señor; aquél del demonio es a su vez resumen de todos El estandarte
los principios del mal. ¿Cómo pinta el santo de Loyola de Cristo y
esos dos estandartes? El de Cristo se llama "Amor a la el estandarte
de Satanás
pobreza y desprecio". Es una formulación muy logra­
da a nivel psicológico y teológico. ¿Y la de Satanás? En
un primer momento nos parece bastante indiferente:
Amor a las cosas materiales, a la honra y al prestigio.
Para comprender mejor el contexto, estudien en algún
libro sobre el tema todas las delicadas realidades que
nos presentan los pensamientos de San Ignacio en el
plano psicológico.
De toda esta reflexión podemos concluir que como
individuo y miembro de una comunidad religiosa no
podré ser santo si en dicha comunidad el principio de
pobreza no está sólidamente garantizado.

Aplicación práctica

Quizás me digan que en líneas generales están de


acuerdo conmigo, pero que les gustaría saber cómo se
concreta ese espíritu de pobreza en la práctica. Ahora

11. Cf. conferencia 16, nota 14

379
les responderé este interrogante enfocando primero la
realidad del individuo. En lo que hace a la comunidad,
me detendré en ese punto cuando hablemos más tarde
sobre cómo garantizar el espíritu de pobreza. Pues
bien, sólo basta volverse a los antiguos ascetas y pre­
guntarles qué tengo que hacer para cultivar el espíritu
de pobreza. Haré un resumen de las respuestas que nos
propone la ascética tradicional porque ya nos son bas­
tante conocidas. En primer lugar debemos aprender a
Profunda renunciar, por amor, a las cosas materiales superfinas,
actitud
en segundo lugar por amor renunciar a lo necesario y
interior de
mendigo por último cultivar ante Dios una profunda actitud
interior de mendigo. Por lo demás ya estamos leyendo
en las comidas el capítulo de La santificación de la
vida diaria que trata sobre la vinculación heroica a las
cosas12. Como además se une a ello la lectura de las
encíclicas, el asunto se hará largo de enumerar. Quien
aspire a la santidad debe saber una serie de cosas sobre
el cultivo de la pobreza; para ello paso a trazarles ahora
un breve panorama del tema.

Renuncia a lo superfino

El primer grado es la renuncia a las cosas super­


finas. Renunciamos a lo superfino...¿qué es "super­
fino"? Por supuesto, no hay que entrar ahora en so­
fismas, ni meterse en quebraderos de cabeza. Si simple­
mente nos esforzamos por cultivar un amor a Dios
verdadero y genuino, entonces detectaremos poco a
poco por nosotros mismos que tales o cuales cosas son
superfinas y que podríamos renunciar a ellas. Al mar­
gen permítanme decirles que en este campo su comuni­
dad tiene que cumplir una gran tarea de frente a las
generaciones futuras. Yo mismo dirijo una comunidad
religiosa fundada sobre principios similares a los de us­

12. Cf. Nailis, M.A. La santificación de la vida diaria, op. cit.,


parte II, pág. 141.

380
tedes. Les confieso que mi preocupación más grande es
garantizar en ellas la pobreza. Cuanto más avanzo en
edad, tanto mejor percibo los extremos en que suelen
caer las órdenes religiosas en esta área, que buscan re­
glamentar hasta los mínimos detalles. Así suele decir­ Evitar
se por ejemplo: "En la habitación sólo se permite tener los excesos
uno o dos cuadros". Quien dirija una comunidad y sea
responsable de la ascética y la aspiración a la santidad
de sus miembros, sabe de casos semejantes.
Eviten el exceso de minuciosidad en las reglamen­
taciones. Reglamentar las cosas hasta en sus mínimos
detalles va contra el espíritu de su comunidad; lo que
no quiere decir que no veamos con realismo el proble­
ma del cultivo de la pobreza, con todas las dificultades
que trae aparejado. No esperemos ni exijamos que se
reglamente autoritariamente todo, hasta en sus míni­
mos detalles. Por otro lado, somos la generación prime­
ra, la generación fundadora; y llevados por esta
responsabilidad debemos preguntarnos por la manera Crear
y modos en que podemos crear tradiciones comunita­ tradiciones
rias que a la vez respeten la libertad del individuo. Es comunitarias
una labor muy ardua para ustedes. En efecto, el con­
cepto "superfino" es relativo, también desde el punto
de vista teórico. Cuando hablamos de cosas superfinas
lo hacemos con referencia a nuestro estado de vida.
Para saber qué es superfino y qué no, habría que plan­ ¿Cómo
definir lo
tearse qué es lo adecuado a nuestro estado de vida, y superfluo?
qué cosas no lo son.

Renuncia a lo necesario

Nos enfrentamos luego con el término "necesa­


rio". Se trata de lo que es necesario desde el punto de
vista de nuestro estado, y no de cosas "necesarias" para
vivir. Pero el tema admite un amplio espectro
hermeneútico. Les pido que mediten estas cuestiones y
no las despachen en un abrir y cerrar de ojos.

381
Para cooperar en la fundación de una comunidad
firme, hay que animarse a abordar el problema de la
pobreza y poner manos a la obra. En general no sufro
El tema de mayores crisis en lo que hace al cumplimiento de mis
la pobreza responsabilidades de director de una comunidad reli­
genera giosa, pero cuando enfrento el tema de la pobreza, ahí
dificultades me veo realmente en dificultades. En el caso de la mu­
jer las cosas se tornan más agudas que en el caso del
varón; porque ella, esgrimiendo el argumento del espí­
ritu de familia, exige continuamente cosas.
Les digo con toda sinceridad que la posesión tem­
poral o transitoria de ciertas cosas es razonable. Les
doy un ejemplo concreto que quizás nos puede concer­
Poseer tran­ nir a todos, para que vean que debemos y podemos
sitoriamente ventilar este problema. Pues bien, quizás sea mejor po­
ciertas cosas seer por un tiempo una habitación confortable y bien
amoblada que padecer por otro lado sabe Dios cuántas
dificultades a nivel sexual. Seamos sinceros al abordar
la realidad: es posible que un ambiente familiar cálido
y delicado nos proteja contra toda una serie de com­
plicaciones en el área sexual. No hay una panacea con­
tra estas dificultades...Son un problema objetivo para
todo hombre; y en el plano subjetivo es más difícil aún
para la mujer. Naturalmente, podría detenerme en el
tema e intentar una respuesta para cada una de las fa­
cetas de esta cuestión. Así se ha hecho en La santifica­
ción de la vida diaria, cuando se habla de que "no
pocos temen que la pobreza en el mobiliario y en el
vestido estropee el gusto y haga tosca a la gente"13. A
la luz de esas reflexiones podemos concluir que si la
pobreza se practica por amor, si se han abierto para
nosotros las riquezas del amor, ese peligro estará con­
jurado y aún una pared blanca podrá satisfacer nuestra
necesidad de belleza.

13. Ibídem, pág. 165.

382
Les propongo libremente estas ideas, a manera de
motivación, sin pretender una solución definitiva al
problema. No me siento con derecho a hacerlo.
Pregúntense qué es "superfluo". Ustedes no tie­
nen a nadie que ande detrás diciéndoles: "¡No hagan
esto!, ¡ni tampoco aquello! Plantéense pues con mayor Definir lo
razón si lo que hacen le causa alegría a Dios o no. To­ que es
men estas cosas en serio, tanto a nivel personal cuanto superfluo
comunitario. Si se consideran cofundadores de la
comunidad, no sólo contemplen cada acción personal
en sí misma sino en su proyección sobre las generacio­
nes futuras. Amar la comunidad significa también que
una de las cuestiones más importantes para nosotros
sea cómo garantizar el principio de pobreza.
Nos hallamos estudiando el segundo grado de la
pobreza; tenemos que renunciar a lo necesario, incluso
a lo que nos corresponde en virtud de nuestro estado
de vida. En las misiones tendremos abundantes opor­
tunidades de practicar renuncias de este género, pero
que sea siempre por amor...

Actitud de mendigo ante Dios

El tercer grado es el cultivo de una actitud de men­


digo ante Dios. ¿No tendemos a creer que ya poseemos
esa actitud? Atención, no nos engañemos. ¿Qué signi­ Las cosas
fica tener una verdadera actitud de mendigo ante Dios? pertenecen
Desde un punto de vista ascético podemos decir que a Dios y
acepto
las cosas no me pertenecen a mí sino a Dios. Si asumo privarme
con seriedad esa realidad, aceptaré que se me prive de de ellas
ellas, incluso que a veces no tenga un pedazo de pan
que llevarme a la boca. Cultivar realmente esa actitud
significa practicarla en la vida cotidiana.

Espíritu de obediencia

Mi intención es destacar los principios fundamen­


tales. En cuanto a la obediencia, recuerden que en el

383
caso de ustedes ella cobra una importancia muy espe-
Unico cial como en poquísimas otras comunidades. ¿Por qué?
vínculo Porque la obediencia es para ustedes el único vínculo
válido para que garantiza la cohesión de la comunidad a nivel
la cohesión organizativo. Más adelante volveré sobre este punto,
cuando me detenga un poco más sobre el aspecto
organizativo de su comunidad.
Denle al cultivo de la obediencia el lugar que le co­
rresponde. De otra manera su comunidad no estará
asegurada a nivel organizativo, aún cuando en ella ten­
gan una promesa solemne que obligue bajo juramento.
La comunidad que yo dirijo acentúa radicalmente el
espíritu de obediencia14. Quien conozca la comunidad
estará de acuerdo en que la educación para la obedien­
cia es un factor vital para el Instituto como tal. A su vez
la educación para la pobreza es un factor vital para la
santidad de la comunidad. Por otra parte, la co­
munidad no subsistirá a la larga como organización si
no se garantiza el elemento cohesionante que es la obe­
diencia. Volveré enseguida sobre el tema; por ahora me
interesa más el enfoque ascético del mismo.

14.E1 Instituto secular que dirigía el Padre Kentenich era el de


las Hermanas de María (fundado en 1926), del cual él mismo
fue su fundador y director espiritual hasta su muerte (salvo
en el período de su exilio, años 1951-1965). La forma de
vinculación en la que se "acentúa radicalmente la
obediencia" es la Consagración Contrato de los Institutos
Seculares schoenstattianos. Se trata de un contrato jurídico
del Instituto con el miembro ingresante, que en virtud de la
obediencia familiar obliga a éste último a cultivar la forma de
vida de la comunidad y recibe su dimensión religiosa
mediante una consagración que obliga en conciencia y que se
traduce en una inserción en la Alianza de Amor con la
Sma.Virgen del 18 de octubre de 1914. De ahí que en los
Institutos Seculares de Schoenstatt los consejos evangélicos
de la pobreza y de la castidad sean garantizados "sólo"
mediante la obediencia.

384
Desde el punto de vista de la ascesis se puede dis­
tinguir tres tipos de obediencia que deben brotar de
una misma motivación: el amor.
En primer lugar, la obediencia de la ejecución. Está
claro que la obediencia católica ve la autoridad de Dios
detrás de todo aquel que manda en virtud de derecho. Obediencia
Este es naturalmente el fundamento de la obediencia de la
católica. En último término no me inclino ante la auto­ ejecución
ridad de un hombre, sino ante Dios. Por eso la obedien­
cia debe estar unida al amor. ¿Cómo será la ejecución
de lo mandado? Puntual y exacta. Si queremos ser
santos tenemos que tomar las cosas en serio. En segun­
do lugar existe la obediencia de la voluntad. Hay Obediencia
obediencia de la voluntad cuando uno también quiere de la
lo que quiere el superior. Este tipo de obediencia no voluntad
trae aparejado mayores dificultades. Por último tene­
mos la obediencia de la razón. Les repito que estoy pre­
sentando estos principios a hombres que realmente
quieren ser santos. Claro, si uno vive en la comunidad
sin un compromiso interior con ella y de manera
mediocre, quizás se diga: "Me basta con la obediencia
de la ejecución y con un poco de obediencia de la vo­
luntad; no me preocupa la obediencia de la razón". Obediencia
Esta actitud es indigna, y la persona que piense así está de la razón
realmente por debajo de la línea de la mediocridad. Yo
doy por supuesto entonces que todos nosotros quere­
mos hacer a fondo lo que debemos hacer; de lo contra­
rio estaremos jugando con Dios, con la gracia y con el
instituto.
Ahora viene una pregunta objetivamente difícil:
¿Cómo practicar la obediencia de la razón? Paso a dar­
les ejemplos muy concretos de la vida diaria. Para de­
limitar claramente los principios, supongamos el caso
de que nuestros superiores cometan una tontería tras
otra. Pues bien, si quiero ser santo tengo que practicar
la obediencia de la razón, a la que frecuentemente se
denomina "obediencia ciega", y que por otra parte vale
igualmente para los sacerdotes diocesanos. La objeción

385
que se puede hacer enseguida es la siguiente: "¡Por el
¿Anular mi amor ¿e oíos¡ ¿Acaso habré de aniquilar mi capacidad
raciocinio. raciocinio?" pqo; pOr cierfo que no, no queremos ni
debemos hacerlo.

Obediencia ciega
Principios

Consideremos ahora una serie de principios para esa


obediencia ciega, tal como se desprende tanto de una
sana concepción de gracia como de una sana filosofía.

Actitud objetiva fundamental

En primer lugar hay que afirmarse sobre la convic­


ción de que Dios me conduce, gobierna y santifica a
Dios me través de mis superiores. Esta es la actitud objetiva fun­
conduce damental. Deberíamos inculcar constantemente este
a través principio en la educación antes de pasar demasiado
de mis rápidamente a la práctica. La cosmovisión católica nos
superiores
dice que por lo común Dios me conduce a través de
otros. Recuerden lo que hizo Jesús cuando San Pablo
fue derribado por el rayo de la gracia. El le hubiese
podido decir que hiciese tal o cual cosa; pero no lo hizo.
Antes bien, lo envió a un sacerdote (Hech 9). Aplicado
a nosotros, esto quiere decir que Dios obra en todas
estas cosas a través de nuestros superiores; y eso es lo
fundamental.

Actitud subjetiva fundamental

La primera actitud fundamental debe ser a priori:


"Lo que dicen mis superiores es lo correcto". ¿Por qué
Lo correcto hago esta afirmación? Medítenlo. Más arriba decíamos
que Dios nos conduce a través de terceros. Si este fun­
damento "dogmático" es cierto, mi actitud subjetiva
fundamental será tener fe en que lo que mis superiores
me dicen es lo correcto. Me afirmaré a priori sobre este
fundamento. Por supuesto, el hombre de hoy -ya lo sa­

386
bemos- manifiesta la actitud opuesta: "Correcto es todo
lo que yo digo; lo que dice el superior es puro dispara­
te de cabo a cabo". Pero el día en que esa persona deja
de ser mi superior, entonces sí, volverá a tener razón...
Intuyo la objeción que me harán: "Pero, ¿y si veo
que el superior está cometiendo realmente una tonte­
ría?". Seamos sinceros, y admitamos que, por cierto,
mis superiores pueden equivocarse. No hay carisma
Mis
que sea totalmente infalible en todo; hoy soy subor­ superiores
dinado y mañana puedo ser superior. Hasta el Santo pueden
Padre puede cometer tonterías. El no tiene el carisma equivocarse
de la infalibilidad en todas las cosas. Cometer tonterías
es un derecho humano fundamental al que no pode­
mos renunciar. Seamos siempre razonables y tomemos
las cosas tal como son, de lo contrario nos fabularemos
una ascética que más tarde se hará trizas. Nosotros con­
tamos pues con la comisión de tonterías.
Prosigamos devanando el caso. Supongamos que
yo tenga la intención de poner en inmediata ejecución
lo que diga el superior, pero...¡lo que me manda no es
correcto! Ya he comprobado mil veces que ese superior
no tiene buena mano para gobernar. Sí, concedo que Aún así
sea así; pero también en tales casos debemos practicar practicar la
obediencia
la obediencia ciega. Naturalmente doy por sentado que
ciega
no se trata de mandatos que nos obliguen a pecar; ór­
denes de ese tipo no deben ser acatadas. Agreguemos
asimismo que lo que el superior me manda es poco
prudente, no tan bueno e inclusive puede acarrearle
perjuicios económicos a la comunidad, o bien dañar su
prestigio, etc. ¿Qué hacer entonces? A mi parecer, en
tales casos una sana obediencia católica me garantiza el
derecho, más aún, me impone mesuradamente la obli­
gación de presentar con respeto mi objeción.
Hacer objeciones con respeto es parte de la obe­
diencia ciega. El superior tiene libertad para seguir
manteniendo su opinión. Si yo fuera superior, quizás Con respeto

387
haría lo mismo. Que el subordinado piense de otra
manera no perturba su relación con el superior. La
prudencia me aconsejará sobre cuándo y cuán frecuen­
temente haga objeciones, sobre el grado de franqueza
con que las realice y la forma concreta de expresarlas.
Soy consciente de que estos principios pueden ser uti­
No abusar lizados mal. Hay personas que tienen un 99,9% de fran­
queza y sólo un décimo de espíritu de subordinación.
Se puede abusar enseguida de las cosas cuando no se
las contempla en su totalidad.
Continuemos con el mismo ejemplo. Pues bien, he
ejercitado la franqueza, pero el superior insiste en que
las cosas se hagan según su parecer; ¿qué me resta por
hacer? Cegar la razón puramente natural para que res­
Cuando el plandezca con mayor claridad la luz sobrenatural de la
superior fe. Esto suena en un primer momento como una bro­
insiste ma, pero es algo muy serio. ¿Qué estoy diciendo? Que
Dios también me puede conducir, a mí y a la comuni­
dad, a través de las faltas y tonterías de los superiores.
A la luz de la fe yo sé que Dios es capaz de hacer que
aún lo erróneo e inclusive lo pecaminoso pueda redun­
dar en el bien de los suyos. Mi actitud será pues la de
hacer sin amargura lo que el superior quiera. Ese es el
Todo con la momento de la verdadera virtud. Porque bien podría
impronta de decirme: "¡Y bueno!, ya no me queda nada más que
la santidad hacer a regañadientes lo que me manda mi superior".
Y entonces vendrán situaciones en las que quizás sea
pisoteado, empujado, golpeado y qué sé yo cuántas
otras calamidades. Naturalmente, si fuese el superior
sería muy dueño de obrar de otra manera. Recordemos
que es muy importante que todo lo que hagamos lleve
al menos la impronta de la santidad. Que tal o cual cosa
fracase en virtud de mi debilidad personal, es algo
humano y hay que asumirlo como tal; pero los princi­
pios deben mantenerse inconmoviblemente.
Permítanme leerles lo que dice al respecto La
santificación de la vida diaria: "El santo de la vida dia­
ria conoce el arte de santificar todas sus relaciones y de

388
transformarlas todas en servicio de Dios. La luz de la fe
le enseña que, si es súbdito, Dios le habla por medio de
sus superiores, y le dirige y santifica por ellos. En todas
las cosas aspira a la mayor perfección. No se contenta
con la ejecución exacta, pronta y perfecta de todo lo que
se le ha prescrito o aconsejado, ni le basta conformar su
voluntad con la del superior; sino que procura
conseguir el supremo grado de obediencia, que es la
obediencia de entendimiento, la obediencia ciega. Por
eso si se afirma desde un principio en la convicción de Sinceridad,
que todo lo que manda el superior es menos útil, lo iniciativa y
respetuosa
hace ver así con sinceridad y humildad. Y si ve que no
obediencia
ha surtido efecto, cierra los ojos de su entendimiento
con obediencia ciega, y deja brillar en el alma con todo
replandor la luz de la fe, que le enseña claramente
cómo Dios, con los planes de su Providencia, sabe en­
derezar al mayor bien todas las cosas, incluso los desa­
ciertos de los superiores, con tal de que los hombres se
esfuercen en amarle. Y sigue adelante su camino, sin
que se turben ni se amarguen las relaciones mutuas.
Lo cual no impide que, más tarde, cuando pueda
decidir por sí mismo en aquel asunto, procure darle la
solución que le pareciere buena en el acatamiento de
Dios. De esta forma sabe armonizar la sinceridad, la
propia iniciativa y la respetuosa obediencia"15.

Espíritu de pureza

Volveré sobre el tema de la pureza cuando hable


más adelante16 de la esencia de la infancia espiritual. El
espíritu de pureza es el de la entrega indivisa a Dios.
Renunciamos al uso lícito de las fuerzas sexuales en
razón de una entrega indivisa.

15. Nailis, M.A, La santificación de la vida diaria, op. cit.,


pág. 222.
16. Conferencia 23

389
¿Qué puntos destacar de este tema con miras a la
práctica? Procuremos cultivar una cierta y sana descon­
fianza, una cierta precaución y finalmente un adecua­
do respeto. Por ahora dejaremos de lado el aspecto
metafísico y nos abocaremos a la dimensión práctica.

Una sana desconfianza

Esta sana desconfianza se nos presenta en corres­


pondencia, a manera de eco, de la confianza en Dios
que debemos cultivar. No me detendré ahora en este
punto.

Precaución

Dentro de esta área temática quiero destacar el


punto de la compasión. Ustedes tienen un frecuente
trato con mujeres; al abordar esos contactos, recuerden
que la mayoría de los dignos sacerdotes que tuvieron
dificultades en su trato con el sexo opuesto atribuyen
esos problemas al hecho de haber caído en actitudes de
compasión para los cuales no estaban suficientemente
preparados. La compasión es el enemigo más grande
de la pureza. No piensen que estoy cargando las tintas,
Peligro de la o insistiendo en que tal o cual cosa sea pecado. Por cier­
compasión to que no; las cosas no se convierten en pecado de un
día para el otro. Pero piensen la realidad con sinceri­
dad. Ustedes son sacerdotes nobles y puros; es natural
que al enfrentar a una mujer que se halla en estado de
total desvalimiento experimenten una gran compasión.
Den gracias a Dios por ello. No queremos sofocar esa
compasión; pero recuerden que en razón de que somos
cuerpo y alma esa compasión espiritual se proyecta
rápidamente al cuerpo. La tendencia natural es
expresar la compasión también mediante una caricia.
No estoy diciendo que esto sea enseguida pecado, pero
como comunidad deberían legarle a las generaciones
futuras, a manera de tradición, la norma de permane­

390
cer absolutamente intacto. La santificación de la vida
diaria17 emplea en este sentido el término "Permanecer
intacto como corresponde a nuestro estado de vida".

Respeto

Pasamos así al tercer punto, el respeto. Nosotros,


los que estamos en medio de la vida, debemos regla­
mentar nuestra relación con el sexo opuesto según cier­ Interiormente
libre y
tos principios. Los que me parecen correctos son los exteriormente
siguientes: mantenerse interiormente libre y exterior- intacto
mente intacto. Sin estos dos principios nadie podrá a la
larga llevar una vida acorde con su estado.
Les pido que de una vez por todas cesen de repe­
tir que esos contactos no son pecado. Por otra parte, es
lógico que si tachamos a todo de pecado, habrá algo
que se rebele en nosotros. Todos sabemos suficiente
moral como para comprender que una simple caricia
no es pecado. Pero jo propongo estos dos principios
porque ellos están en armonía con las más delicadas
leyes del ser de la persona virginal. Esa plena posesión
de mi persona frente al otro sexo está fundada en Dios.
Les confieso que es algo de una belleza incomparable
ver dos personas juntas y saber que se aman prescin­
diendo de todo contacto corporal.
A esa realidad de mantenerse intacto como corres­
ponde a nuestro estado de vida yo la llamaría en cier­
to sentido "relativamente absoluta". ¿Qué significa
esto? Se lo expresaré con toda franqueza, dándole un Absoluta­
enfoque psicológico para que lo comprendamos mejor mente
intacto
a nivel práctico y emocional. Bastaría decir "mantener­
se intacto", pero yo agrego "absolutamente intacto",
porque existen circunstancias en que la naturaleza nos
impulsa fuertemente al contacto. Naturalmente, hay

17. Ibidem, pág 224 ss.

391
que respetar las reglas de comportamiento y cortesía,
pero no toquemos a la otra persona por ternura, no to­
carla más allá de lo que las reglas de comportamiento
lo exijan, ni tampoco hacerlo por ternura en los casos
en que esas mismas reglas estipulen un contacto físico.
Eso es mantenerse absolutamente intacto. No entraré
en detalle en este tema; quizás más tarde se ofrezca la
oportunidad de hacerlo.
Su comunidad tiene mucha libertad, y cada uno
puede relacionarse libremente fuera de ella. Por eso me
El área de parece que aparte de una plena libertad interior, en el
los contactos área de los contactos corporales ustedes deberían ob­
corporales servar algo más que la regula tactus18. Esto se lo digo
también a los sacerdotes diocesanos. Si obran así,
entonces su actividad apostólica será ampliamente
bendecida.
En caso de cometer una falta en este campo, -no
hace falta que necesariamente sea pecado- deberían
tomar como norma confesarla cuando acudan al sacra­
Aunque no mento de la reconciliación; no porque sea pecado, sino
sea pecado
para obligarse a sí mismos a ajustarse a los principios.
Por lo común nos mantenemos firmes en esta área de
los contactos, pero no olvidemos que en ella enfrenta­
mos siempre grandes responsabilidades y trabajos a
cumplir.
El respeto de los principios nos preservará de sor­
presas. En el futuro se presentarán casos -en las misio­
No nes o bien aquí mismo- en los que no sabremos qué
sabremos hacer. Casos en los que, por ejemplo, nos diremos que
qué hacer permitiéndonos tal o cual caricia salvaremos a alguien.
¡No consientan en ello! Ustedes ya advierten que yo no
soy ningún aprendiz; he tenido infinidad de oportuni­
dades de observar la vida. Desde el punto de vista de
la psicología de la mujer, les digo que lo que la mujer

18. Se alude a la serie de sugerencias establecidas para los


religiosos en lo concerniente a su trato con el sexo opuesto.

392
recibe de ustedes con prescindencia de contacto físico,
ya no lo recibirá cuando recurran a una caricia para
despertar en ella tal o cual sentimiento noble. Lo noble
que fue alentado con prescindencia de todo contacto
físico, se destruirá cuando se introduzca la caricia. No No hacer
insistamos en "abrir" el corazón de la mujer; luchemos concesiones
más bien por una conducta íntegra. Precisamente la
actitud de su comunidad es fundamentar las cosas
desde arriba, no desde abajo. Enfrentaremos casos muy
concretos y cotidianos en los que quizás no haya nada
de malo; pero que al observarlos a la luz del ideal ad­
vertiremos que no debemos hacer frente a ellos ningu­
na concesión. Mediten lo que podrían hacer en este
sentido.
En resumen, ¿de qué les he hablado hasta ahora?
Sobre la importancia de eliminar en nosotros la raíz de
la sabiduría no santa mediante una seria aspiración y
cultivo del espíritu de los votos.

Las vinculaciones, garantía del espíritu de los votos

Creo que debo ir concluyendo esta conferencia; la


hora ya ha pasado. Les ofrezco un esquema de este úl­
timo punto; mediten ustedes solos estas ideas.
Hablamos pues de garantizar; y lo hacemos no re­
parando tanto en el individuo cuanto en la comunidad.
Por otra parte, el individuo también necesita garantías.
Reflexionen sobre la necesidad de estas garantías,
a las que llamamos vinculaciones. No sólo se trata de
vinculaciones hacia arriba, obradas por amor, sino de
vinculaciones hacia abajo. Estas son necesarias al indi­
viduo a causa de nuestra naturaleza humana afectada Una utopía
por el pecado original. Mantener sólo vinculaciones
hacia arriba es una utopía. Podría demostrarles que el
amor no es tan fuerte como para existir sin una serie de
equilibradas vinculaciones. Las vinculaciones son aún

393
más importantes para la comunidad en su conjunto.
Baste recordar aquel pensamiento ya citado: la comu­
nidad es pecado original concentrado y a la vez gracia
concentrada. Hay que tomar conciencia de ello para
tener ideas claras.
¿Cómo definir esas vinculaciones? Desde el pun­
to de vista de la comunidad, una vinculación puede ser
considerada como principio ascético, organizativo y
pedagógico. Les pido que estudien en qué medida se
ha previsto en su comunidad vinculaciones que abar­
quen estos tres aspectos.
Hoy por la tarde, si gustan, volveremos sobre este
punto y concluiremos el tema de la sabiduría.

394
Decimonovena Conferencia

VINCULOS OBLIGATORIOS
Y VINCULOS CON DIOS

Recapitulación

Quien quiera tener un árbol lozano deberá cuidar


también de sus raíces. Si comparamos a la infancia es­
piritual con un árbol, veremos que su raíz es la sabidu­ Aspirar a
la sabiduría
ría santa. De ahí el imperativo que nos proponemos: divina
"Aspirar a la sabiduría divina"; lo que a su vez impli­
ca esforzarse por eliminar la raíz de la sabiduría no san­
ta. Hoy por la mañana escuchamos lo que significa, en
sus distintos aspectos, extirpar las raíces de la sabidu­
ría no santa; y nuestras reflexiones concluyeron con la
consigna de empeñarse por vivir el espíritu de los vo­
tos.
El espíritu de los votos abarca desprendimiento y
vinculación. Vinculación por amor y desprendimiento,
por amor, de todo lo desordenado. Sin el espíritu de los Desprendi­
votos no hay verdadera vida de santidad ni aspiración miento de
lo desor­
a la santidad. Como Familia queremos ser una comu­
denado
nidad santa, y por eso estamos muy interesados en que
el espíritu de los votos sea practicado no sólo de mane­
ra casual sino que esté integrado, garantizado y culti­
vado en toda la Familia.
En este marco las palabras "Santas Constitu­
ciones" cobran nueva resonancia. Las Constituciones
son para nosotros leyes en cuya inspiración estuvo pre­
sente el Espíritu Santo y que son realmente capaces de
modelar santos.

395
Preocupados por el bienestar de nuestra Familia,
nos preguntamos ahora sobre cómo asegurar el espíri­
tu de los votos. Por lo común, a esos seguros se los lla­
ma "vínculos" y pueden ser concebidos como un prin­
cipio ascético, organizativo y pedagógico1.

La vinculación como principio ascético

Desde el punto de vista ascético, las vinculaciones


pueden ser entendidas como un vínculo de amor crea­
do por amor; un lazo que debe ser fortalecido y afirma­
El amor do por el amor. Dicho en términos filosóficos, en razón
asume de su tendencia a lo inmanente, el amor busca asumir
una forma una cierta forma; el amor como actitud impulsa a
realizar determinadas acciones. De ahí que la vincula­
ción sea en primer lugar una expresión del amor y en
segundo lugar un medio para profundizar y asegurar
el amor.

1. Las siguientes reflexiones del Padre Kentenich hacen


referencia a una problemática muy actual para la comunidad
misionera a la cual predicaba los ejercicios (véase el prólogo
de este libro). Pero el Padre Kentenich inserta estos temas en
un horizonte más amplio.
El principio a partir del cual desplegará su tesis es: "Vínculos
obligatorios sólo los necesarios, libertad toda la posible, y por
encima de todo, cultivo del espíritu". Este es uno de los
Vínculos principios fundamentales de todo su pensamiento y obra
obligatorios pastoral en general. Se trata evidentemente de una cuestión
que sofocan capital de la vida y la sociedad humanas. Desde el punto de
el espíritu vista antropológico y cultural, el Padre Kentenich parte de la
convicción de que los vínculos obligatorios -con mayor razón
cuando se los acumula arbitrariamente- pueden derivar con
facilidad en formas anquilosadas que sofocan el espíritu. Por
eso en su propia fundación, el Movimiento de Schoenstatt,
apunta a educar un tipo de hombre que en virtud de una
fuerte orientación hacia elevados ideales sea capaz de
bastarse con un mínimo de vínculos obligatorios; y que
también pueda asumir y dar un sentido a esos vínculos

396
Les recuerdo que los votos son también un vínculo
de amor. Si pasan por alto esta realidad perderán de
vista todo el contexto orgánico. El voto es una vincula­
ción que surge del amor a Dios.

El vínculo como principio organizativo

Nos interesa un poco más este segundo aspecto de


la vinculación. En el marco de la organización de la co­
munidad, la vinculación es formal y directamente no
sólo un vínculo de amor sino sobre todo una vincula­
ción jurídica y obligatoria.
Todo fundador de comunidad procura crear una
Familia que pueda mantenerse a flote aún cuando el
espíritu ya no comporte ni inspire a la comunidad. Por
eso es necesario -supongamos que todos nosotros fué­ ¿Hay
semos los fundadores de nuestra Familia- meditar con suficientes
cuidado si los vínculos que tenemos son suficientes vínculos
para que
para que la Familia pueda seguir existiendo más allá de sobreviva la
nuestra muerte. Formar una Familia para que nos com­ obra?
porte y sostenga sólo a nosotros es un ideal muy
mezquino. Queremos colaborar en una obra que nos
sobreviva, que con la gracia de Dios se pueda mantener
hasta la consumación de los siglos. De ahí que nos
planteemos una seria cuestión jurídica: ¿tenemos pocos
o demasiados vínculos? Debe haber vinculaciones; y el
fundador de una comunidad se pregunta ante todo si
los vínculos establecidos son suficientes para sostener

obligatorios como seguro necesario para la vida


comunitaria. De esta manera el Padre Kentenich quiere Un mínimo
colaborar en la tarea de hacer que todas las formas de de vínculos
comunidad de la sociedad y la Iglesia, con sus respectivas obligatorios
reglamentaciones, sean vividas en todo momento con una
actitud de compromiso y libertad.
Desde el punto de vista bíblico, se trata siempre de la
asunción de la libertad a que nos convoca Cristo, enmarcada
por su parte en el respeto y la vigencia de la ley del espíritu.

397
al Instituto no sólo en tiempos prósperos sino también
en épocas en que no florezca el espíritu del amor.
Repasemos nuestras Constituciones y pregunté­
monos si existe un principio organizativo que esté pre­
Sólo los sente en todas y cada una de las reglamentaciones que
necesarios ella estipula. La respuesta es ¡sí! Y ese principio es:
"Vínculos obligatorios sólo los necesarios, libertad toda
la posible, y por encima de todo cultivo del espíritu".

Vínculos obligatorios sólo los necesarios

Adviertan que en estas palabras se colocan dos


acentos. Al primero lo comprenden bien: Vínculos obli­
gatorios sólo los necesarios; y el segundo es: Vínculos
obligatorios también en la medida en que sean necesa­
rios. A los organizadores les preocupa que la comuni­
Para dad tenga vínculos suficientes como para existir y
hombres mantenerse como tal. Eso es lo importante, aun cuan­
mediana­ do se introduzcan vínculos que no me agraden perso­
mente nalmente. En definitiva, se trata de buscar vínculos que
dotados
en tiempos difíciles puedan mantener a flote a hombres
medianamente dotados. Al organizar una comunidad
no debemos contar con que ella estará integrada por
hombres de dotes extraordinarias. El organizador no se
preocupa de los que poseen dotes extraordinarias, sino
del hombre ordinario y común. Procuremos por lo
tanto atenernos a la constante: Vinculaciones obligato­
rias sólo en la medida en que sean necesarias; vincula­
ciones obligatorias también las necesarias; pero, por
otro lado, sólo en la medida en que sean necesarias. En
este equilibrio radica la gran originalidad de nuestro
Instituto.
Aprendamos también a mirar la realidad con otro
cristal que el de la ascética. Desde el punto de vista as­
cético, podemos prescribir toda una cantidad de víncu­
los obligatorios, seis o más votos. Pero hay que ver si
ello es prudente en el plano organizativo. Les estoy ha­
blando ahora desde el ángulo organizativo; aprenda­

398
mos a diferenciar los enfoques, porque de otra manera
no nos entenderemos y seremos injustos con las órde­
nes religiosas tradicionales. Les repito que en cuanto a
su organización, la originalidad de su comunidad
radica en estipular sólo los vínculos obligatorios que
son realmente necesarios.
Nos hallamos así frente a la gran cuestión de si
este principio ha sido correctamente meditado y puesto
en práctica. Reflexionemos nuevamente sobre el tema.
El primer aspecto era el que nos recordaba que hay que
tener vínculos obligatorios también en la medida en
que sean necesarios. Creo que no hace falta detenerse
en este aspecto. En general, ustedes piensan que ya tie­
nen demasiados vínculos obligatorios, y más de lo
necesario. Examinaremos por eso el otro aspecto: Vín­
Vínculo
culos sólo los necesarios. de derecho
¿Qué nos está diciendo este principio en particu­ natural y
lar? Quizás dos cosas: en primer lugar, cuando basta de derecho
positivo
un vínculo no necesitamos otro complementario; y en
segundo lugar, cuando basta un vínculo de derecho
natural no necesitamos otro de derecho positivo.

Si un vínculo es suficiente, no necesitamos un segundo

Creo que esta constante está vigente en su comu­


nidad. Si se comparan con las órdenes más severas o
con las comunidades religiosas tradicionales, notarán
que todas ellas observan por lo menos tres votos: po­
breza, castidad y obediencia; vale decir, tres vínculos
obligatorios. Nosotros acabamos de proponer que hay La
que tener vínculos obligatorios sólo en la medida en obediencia
que sean necesarios; y que cuando baste un solo víncu­
lo no hay que sumarle un segundo o un tercero. Uste­
des tienen un único vínculo obligatorio: la obediencia.
Desde que comenzó a existir su comunidad, la obe­
diencia es el vínculo obligatorio que la mantiene a flo­
te; ella es el único vínculo obligatorio garantizado a
nivel organizativo. Si han comprendido cabalmente

399
esta realidad y la tienen en cuenta en su labor educati­
va dentro de la comunidad, advertirán cuán importan­
te es infundir a la Familia el espíritu de obediencia, ya
que en el cumplimiento de la misma se decide la
supervivencia o la ruina de su Instituto.
Les recuerdo asimismo que en su comunidad la
pobreza está garantizada por la obediencia. ¿Y qué
Pobreza y pasa con la castidad? En este punto damos por senta­
castidad, do el cultivo del celibato. Pero, más allá de ello, ustedes
garantizadas no tienen, como otras comunidades, un vínculo obliga­
por la torio extra para la observancia de la castidad; ustedes
obediencia
sólo tienen el vínculo que obliga a cualquier sacerdote.
A lo sumo se podría decir que la castidad está de algu­
na manera garantizada por la obediencia, ya que el
superior puede mandar sobre ciertos aspectos que ha­
cen a la castidad.

Cuando basta un vínculo de derecho natural no necesitamos


otro de derecho positivo

Este tema ha quedado ahora fuera de toda discu­


sión en vista de que Roma se ha pronunciado sobre el
mismo2. Roma sostiene que su Instituto, fundado en el
derecho puramente natural, no tiene vínculos obligato­
rios suficientemente asegurados y desde el punto de
vista organizativo opina que habría que tener la mayor
cantidad posible de vínculos obligatorios hacia abajo.
Les repito entonces que para ustedes este caso está
prácticamente cerrado, precisamente porque Roma se
expidió sobre él. A mí sólo me resta señalarles cómo
son los vínculos de derecho natural y cuáles los de de­
recho positivo.

2. En virtud de sus Constituciones, los miembros de la


comunidad sólo estaban obligados al vínculo de la
obediencia. Pero la Congregación para los Religiosos había
insistido en que aquellos miembros que aún no hubiesen
asumido la obligación del celibato como sacerdotes, debían
realizar obligatoriamente un voto privado de castidad.

400
Vínculos obligatorios de derecho natural

Lograremos una comprensión más rápida del


tema si comparamos a nuestra Familia con una familia
natural, con un matrimonio. La familia natural se cons­
Contrato de
tituye mediante un contrato. Ahora bien, estoy conven­ la familia
cido de que ese contrato, que establece el vínculo de natural
ustedes con el Instituto y del Instituto con ustedes,
debe ser un contrato bilateral que obligue bajo pecado
grave y en razón de la justicia conmutativa3 ¿Por qué?
Porque se trata de un asunto de mucha seriedad.
En este mismo sentido jurídico podríamos decir
que un Instituto que no tome estos seguros para garan­
tizar una cierta estabilidad y permanencia de sus
miembros, correrá peligro de desmembrarse en cual­
quier momento. Tomemos un ejemplo concreto. Su­ Importancia
pongan que la perseverancia obligase sólo bajo pecado de la
leve, vale decir, bajo fidelidad...¡Qué difícil se haría la estabilidad
supervivencia de la comunidad! Imagínense, cada uno
podría renunciar en cualquier momento a la comuni­
dad o simplemente marcharse. Ello significaría que si
estuviésemos en una parroquia o en la misión y de re­
pente nos asaltasen las ganas de hacer mutis por el foro
podríamos hacerlo sin problema alguno. Con estas re­
glas de juego sería imposible hacerse cargo de una

3. Esta fórmula resume y condensa diferentes puntos de vista.


El contrato obliga a ambos contrayentes, al miembro y a la
comunidad. De ahí que sea un contrato "bilateral". Y ello Para
ocurre en sentido estrictamente jurídico, ya que se habla de no-sacerdotes:
"obligación". El fundamento es el derecho natural, tal como voto privado
lo evidencia el contexto: en razón de la ley social de castidad
fundamental de la justicia, el contrato obliga a ambos
contrayentes a cumplir el uno hacia el otro los deberes que se
han impuesto; por eso se menciona la justicia conmutativa,
que regula las interrelaciones humanas. En la medida en que
éstas últimas tengan también una dimensión religiosa, el
pacto suscripto en esos casos obligará bajo pecado grave.

401
misión; o bien la cosa no contaría con las garantías su­
ficientes. El bienestar de una comunidad exige necesa­
Como en riamente que lo que constituye en realidad la familia, la
la familia
fidelidad y la perseverancia, sean obligatorias bajo pe­
cado grave. Mediten el tema, a ver si están de acuerdo
con este enfoque. La familia natural se constituye a
partir de un contrato y también la nuestra.
En virtud del contrato matrimonial no sólo se con­
forma el matrimonio sino también la raíz de la familia
toda. Naturalmente, la familia otorga a los padres, en
ciertas circunstancias, el derecho de mandar a sus hijos
bajo pena leve o grave. Aplicado a nuestro caso, el
contrato da origen a la familia, y el carácter familiar de
El derecho nuestra comunidad es fundamento y fuente para el
a mandar derecho de los superiores de mandar en virtud de la
autoridad domina tiva (via potestatis domina tivae). El
contrato crea la familia y ello otorga a los superiores el
derecho de mandar. He aquí la sucesión y consecuen­
cia lógicas. Desde este punto de vista, nuestro Institu­
to se funda sobre bases de derecho natural, por lo cual
los superiores tendrían también el derecho de mandar
bajo pena grave. Algo similar ocurre en el caso de la
comunidad de Hermanas que dirijo.
A todo esto se añade un nuevo derecho y obliga­
ción exigido por Roma. Es algo similar a lo que sucede
con el contrato matrimonial que Jesús elevó a la catego­
ría de sacramento. Se trata del juramento. El juramen­
Dimensión to está en correspondencia con el grado de obligatorie­
religiosa
dad del contrato sellado. El juramento introduce una
de lo
obligatorio nueva dimensión de la obligatoriedad: la religiosa. En
resumen, sus superiores tienen frente a ustedes dos
derechos: mandar en virtud de la religión y de la auto­
ridad dominativa.
Sus Constituciones reconocen ambos derechos y a
la vez se afirman en el principio: Vínculos obligatorios
sólo los necesarios. Yo reservo a los superiores mayo­

402
res el derecho de obligar en virtud de la religión. Los
superiores menores sólo pueden obligar en virtud de la
autoridad domina tiva.
Mediten estos pensamientos y advertirán por qué
su comunidad debe cultivar un carácter marcadamente Con el
familiar. Precisamente porque está estructurada y con­ modelo de
formada según el tipo de la familia natural. Seamos la familia
fieles a este principio, y con mucho amor. Asumamos natural
el juramento. Quizás se pueda probar que es mejor así;
el tiempo lo dirá.
Nosotros nos alegramos de esos vínculos emana­
dos del derecho natural, y ellos son el fundamento del
carácter familiar de nuestra comunidad; ahora la infan­
cia espiritual, la paternidad e inclusive el derecho que
tienen los rectores cobran un sentido especial. Como ya Obediencia
les dije, las Constituciones postulan que los rectores familiar,
militarmente
poseen un derecho paternal derivado, lo cual es algo
firme
muy bien meditado. Las Constituciones se nos
aparecen ahora en toda su transparencia. La obedien­
cia que tenemos que practicar y observar asume una
impronta propia: ella debe ser familiar, no militar. Por
cierto, no piensen que obediencia familiar es lo mismo
que camaradería. Ño; la obediencia familiar debe ser
tan firme como la militar, pero animada de amor. Obe­
decer familiarmente es obedecer por amor al Padre del
Cielo, por amor al superior que es semejanza suya; y
por amor a la comunidad. Esa observancia de la obe­
diencia es lo que le dará a su Instituto una impronta de
transparencia.
Valdría la pena meditar toda la vida de su Institu­
to a la luz de estas ideas. Verán cómo estimulará su
amor hacia él. Por más órdenes y voces de mando que
den, si no aman la comunidad, difícilmente podrán
mantenerla a flote. Pero cuando haya amor hacia la
comunidad, podrán exigir mucho, como por ejemplo,
que no se ventile fuera de la Familia lo que pueda ser
perjudicial para ella, ya que uno es parte de la Familia

403
y la Familia es parte de uno. Esto es lo que yo llamo un
sano amor propio de la Familia.
Quien esté entusiasmado por la Familia, hará sa­
crificios por ella. Salvo aquellos casos en que alguien se
haya hecho sacerdote para dedicarse a la pastoral y la
comunidad lo destine a otro tipo de trabajos, por ejem­
Sacrificios
plo, a labores de secretaría. Finalmente el individuo en
por la
Familia cuestión exclamará: "¡No aguanto más! ¡Quiero ir a
trabajar en la pastoral!". Está claro que dentro de toda
comunidad hay puestos ingratos que exigen muchos
sacrificios. Pero si yo sé que la Familia es una parte de
mí, si amo a la Familia, lograré renunciar a la
satisfacción de deseos personales legítimos. Si no ocu­
rre así, nos pasará como al estado multipartidario, don­
de cada partido corta su porción del todo. No tener
conciencia de familia es preguntarse qué me puede dar
la comunidad y no qué puedo darle yo a la comunidad.
Si la segunda es nuestra opción, nuestra vida comuni­
taria presentará otros rasgos. La Familia no es en pri­
mer lugar una mesa de placeres, sino de sacrificios.
Desde el punto de vista organizativo, el principio
que nos orienta es -con sus matices-: Vínculos obligato­
rios sólo los necesarios.
Mediten si hubiesen seguido otro principio en el
caso de que les hubiese tocado fundar un Instituto si­
milar; y no sólo para mantenerlo a flote, sino para que
se desarrolle como una totalidad. Naturalmente no lo
Mirar habría fundado como un botecito para mí solo, para
más allá que me mantenga diez años sobre las aguas. Para cala­
fatear un bote semejante no necesitaré mucha brea,
pero sí hace falta mucha para el arca que estamos cons­
truyendo, porque quién sabe cuántas marejadas tendrá
que sortear. No piensen sólo en su propia persona, sino
más allá, en la comunidad; tengan siempre grandes
ideales en su horizonte.
De esta manera hemos meditado las dos partes de
la primera sección del principio: "Vínculos obligatorios

404
sólo los necesarios, libertad toda la posible, y por enci­
ma de todo cultivo del espíritu". Esos dos aspectos
eran: "Vínculos obligatorios sólo los necesarios" y
"Vínculos obligatorios también los que sean necesa­ Preocuparse
rios". En la educación de nuestros novicios o hermanos por el
yo recalcaría que los vínculos obligatorios son necesa­ contexto
rios. En una comunidad de su tipo no debería ocurrir
como en ciertas órdenes, que toman las cosas tal como
están prescritas, sin preocuparse en absoluto por el
contexto. Nosotros en cambio debemos saber por qué
las cosas son así. Tenemos que discernirlas para defen­
der nuestra originalidad: "estos vínculos y no más" o
bien "nos arreglamos con tales y cuales vínculos".

Por encima de todo, libertad y cultivo del espíritu

Pasemos a la segunda parte del principio que nos


ocupa. No hace falta que vuelva sobre el tema de la li­
bertad porque ya está contemplada en la primera par­
te. Sí en cambio enfocaremos el tópico del cultivo del
espíritu.

La organización de la comunidad exige cultivo del espíritu

Hemos visto clarísimamente la importancia que


revisten los vínculos en la organización de la comuni­
dad. A ellos debe sumarse y garantizarse, también des­
de el punto de vista organizativo, muchos medios de
cultivo del espíritu, de tal manera que se pueda decir
con toda razón: "quien se quede en la comunidad y
observe estos pocos vínculos y ese fuerte cultivo del
espíritu, llegará a ser una personalidad cabal".
Hasta aquí hicimos un enfoque organizativo del
tema. En cuanto al enfoque ascético, habría que hablar
de la importancia de aprovechar bien las prácticas
devocionales, de aumentarlas, etc., cosas estas que co­
rren por cuenta de cada miembro. Como organizador,
rector, por ejemplo, tendré en cuenta que una parte

405
esencial en la labor de formar una comunidad es la de­
finición de medios para cultivar el espíritu. También en
este punto existe una gran transparencia en sus Cons­
Acentuar tituciones, tanto en líneas generales cuanto en los míni­
los vínculos mos detalles. Cuando las hojeé por primera vez me
hacia arriba llamó la atención la frase recurrente: "dar importancia
al cumplimiento de las prácticas de devoción". Supon­
gamos que fundaran una comunidad semejante a ésta,
con pocos vínculos hacia abajo. En ese caso habría que
acentuar los vínculos hacia arriba y asegurarlos desde
el punto de vista organizativo. De ahí que el rector de
Asegu­
rarlos en lo
una casa filial de la comunidad no debería dispensar
organizativo fácilmente del cumplimiento de tales prácticas argu­
yendo: "dos por dos son cuatro...y como excepción
puede ser también cinco; así que lo dispenso a usted...".
Naturalmente, el rector puede hacerlo; pero si
constituyen una comunidad consecuente acentuarán
en muchos casos el cumplimiento de las prácticas de
devoción más fuertemente que como lo hacen los
religiosos.
Les hablo tal como pienso. Quizás se asombren si
alguna vez examinan el Instituto que yo mismo dirijo.
El principio ha sido aplicado en él con mayor severidad
En las aún; inclusive en lo que atañe al cultivo del espíritu. Me
Hermanas gustaría comentarles todo lo que se ha previsto en re­
de María lación con el cultivo del espíritu. En primer lugar, dos
años de noviciado; luego un mes de ejercicios espiri­
tuales; a continuación, un contrato, primero por un
año, luego por dos; sigue medio año de formación lla­
mado "terciado"; finalizado éste, se hace un contrato
por tres años y luego uno perpetuo, después de haber
realizado otro medio año de formación (segundo "ter­
ciado"). De esta manera se aplica radicalmente el prin­
cipio visto, y con total transparencia.
En sus Constituciones se establece que cada diez
años todo miembro de la comunidad tiene derecho a
realizar cuatro semanas de ejercicios espirituales. Si yo
hubiese sido el organizador de una comunidad como la

406
suya hubiera prescrito que cada diez años cada miem­
bro debe pasar cuatro semanas de retiro. Si contempla­
se sólo mi caso personal hablaría de "puedo", pero
como organizador hay que tener otra manera de pen­
sar y hablar que no necesariamente coincide con la del
enfoque puramente ascético. Siempre es difícil conciliar
los diferentes puntos de vista.
Espero que estén de acuerdo conmigo en la conse­
cuencia con que hay que aplicar los principios. Esta
convicción nos resultará muy valiosa. Hoy en día sur­
gen muchas comunidades nuevas -es el Espíritu Santo
quien debe estar obrando en esto- que tratan de mitigar
las vinculaciones hacia abajo. Pero la mayoría de estas Si se
fundaciones fracasan, ¿saben por qué? A la luz de mis suprime
experiencias les digo sin rodeos que esos Institutos fra­ algo
casan en su intento porque dejan de lado algo que
tienen las órdenes religiosas, y no ponen nada nuevo
en el lugar que ha quedado vacío. ¿Se dan cuenta de lo
que ocurre entonces? Si nos limitamos a decir: "no
quiero ni esto ni aquello" y así sucesivamente, a la lar­
ga se desembocará en un cierto "libertinaje", si me
permiten exagerar un poco los términos. Si se suprime
algo, hay que poner otra cosa en su lugar. Ustedes de­
ben representar al nuevo tipo de hombre; si no quieren
hacerlo, su Instituto perderá fuerza de empuje y no
suscitará al héroe que duerme en ustedes.
La misión exige cultivo del espíritu

Hemos enfocado el principio desde el punto de


vista organizativo y me ha quedado la convicción -qui­
zás ustedes piensen de otra manera- de que mediante
la aplicación consecuente de ese principio el Espíritu Diferenciar
Santo quiere lograr un nuevo tipo de hombre. Procura­ lo orga­
ré expresarme con cuidado porque es difícil marcar los nizativo de
límites del tema sin herir aquí o allá, sin invadir el lo ascético
campo de las órdenes religiosas. Nos entenderemos
mejor si tenemos presente la diferencia entre los
enfoques "organizativo" y "ascético".

407
Pongámonos en el lugar del organizador. Por
ejemplo, tengo una comunidad que dirigir y me alegro
Tendencia
de todos los vínculos obligatorios; basta un silbido para
a exigir que toda la comunidad se ponga firme...¡bienvenidos
muchos entonces todos los votos que fueren: cinco, diez...!
votos Naturalmente, los religiosos protestarán si digo que los
votos sólo tienen carácter organizativo. Los votos tie­
nen también carácter ascético en la medida en que son
vinculaciones basadas en el amor; en este sentido, ellos
son algo más que meros lazos jurídicos.
Retomemos el ejemplo del superior. Supongamos
que fuese superior general de su comunidad (me sen­
tiría muy bien con ustedes) y en mi labor de gobierno
no quiero escoger la vía más cómoda y mediocre. Su­
pongamos entonces que al abordar la organización de
la comunidad -y luego de una exhaustiva meditación-
adhiero al principio de tener sólo los vínculos obligato­
rios que sean necesarios para mantener a flote la
Se necesita comunidad, para mantener los límites que ella se ha
extra­
trazado. ¿Qué haré entonces como superior? Necesitaré
ordinaria
magnani­ para el Instituto hombres que sean capaces de respon­
midad der a ese esquema de escasos vínculos obligatorios, ya
que evidentemente no todos tienen una estructura per­
sonal apropiada para desempeñarse en una comuni­
dad con escasos vínculos obligatorios. Dicho en otras
palabras, como organizador tengo que suponer que
estoy frente a un grupo de hombres que cultivan una
extraordinaria magnanimidad. ¿Puedo suponerlo en
ustedes? ¿No tendríamos que ser por antonomasia
hombres magnánimos?
Si hablase para religiosos, ellos seguramente me
preguntarían: ¿y nosotros? Pues bien, les repito que es­
toy hablando como organizador de una comunidad.
Naturalmente, los religiosos pueden ser quizás más
magnánimos que nosotros. La comunidad debe estar
construida sobre el fundamento de la magnanimidad y
la educación que se imparta en ella deberá despertar el
espíritu de la generosidad. De lo contrario el superior

408
se verá impotente para gobernarla. Si como rector de
un Instituto nos viésemos constreñidos a obligar a al­ Sólo
guien a obedecer bajo pecado grave, en esos casos yo obedece
francamente aconsejaría apartar de la Familia a la per­ bajo
sona en cuestión. De otro modo, ¿a dónde iremos a amenaza
de pecado
parar si tenemos que acudir una y otra vez a las medi­ grave
das más severas? Naturalmente hay que reservar un
derecho o recurso jurídico para cada caso, pero desde
el punto de vista organizativo, su Instituto apunta en
general al logro de un tipo de hombre original. ¿Cuá­
les son las características de este hombre? Es una per­
sonalidad orientada a la magnanimidad con todo su
ser y de manera especialísima4.
Proseguiré desarrollando el tema haciéndome car­
go del peligro de ser malinterpretado totalmente. En la
medida en que ustedes encarnen ese tipo de hombre
original, el Espíritu Santo les dará una tarea, la de ir al
mundo a trabajar con el pueblo y con los sacerdotes

4. La magnanimidad no está vista aquí como una virtud más,


sino que reviste una importancia especial para la formación
y estilo de vida de un tipo muy determinado de comunidad.
El P.Kentenich apuntó a plasmar con consecuencia en su
fundación todo lo que expone aquí sobre la magnanimidad.
En la historia de las órdenes observamos el desarrollo de
formas comunitarias de cuño original. Piénsese por ejemplo
en las órdenes monásticas y sus principios de stabilitas loci
(estabilidad local) y ora et labora (ora y trabaja); o las
comunidades mendicantes y su acentuación de un estilo de
vida signado por la pobreza; o bien en nuestro siglo las
comunidades de Charles de Foucauld y su vida entre los más
pobres. De manera similar, el P. Kentenich quería configurar
un estilo comunitario caracterizado por pocos vínculos
obligatorios y una máxima medida de cultivo de los ideales.
A esta aspiración se une la esperanza de que sus fundaciones, Eslabón
en especial los Institutos seculares, sean una especie de entre laicos
"eslabón" entre laicos y religiosos. Con los primeros y religiosos
comparten la realidad de estar en el mundo sin vínculos
obligatorios complementarios; y con los segundos la
aspiración común a la santidad.

409
diocesanos y, en segundo lugar, -quizás no les cause
mucha gracia- ir a trabajar con las órdenes religiosas.
Si encarnan con claridad y realismo el tipo huma­
no al que aspiran, ¿tendrán realmente una misión que
Los cumplir para con los religiosos? Pasemos a esbozar
religiosos más de cerca este tema. Si nuestro Instituto demuestra
que desde el punto de vista organizativo es capaz de
vivir con pocos vínculos obligatorios y desarrollar a la
vez un hondo cultivo del espíritu y formar hombres
santos, ello revertirá sobre las órdenes religiosas, quie­
nes a la luz del ejemplo de ustedes, quizás no sigan
acentuando tanto sus vínculos obligatorios como prin­
cipios organizativos y se esfuercen mucho más en in­
fundir vida a todos los vínculos que ya tengan.
¿Les quedó clara la idea? Sea como fuere, valdría
la pena meditar este punto. En la medida en que digan
"sí" al Instituto en lo profundo del alma, le cobrarán un
Imperfec­ gran cariño, a despecho de todas las imperfecciones
ciones que pueda tener. La novia de Cristo tiene también sus
inevitables "arrugas"; y eso no es algo grave. Un hombre maduro
puede pasar por alto las arrugas si la novia, la comuni­
dad, le agrada en su esencia. Y nuestra novia nos gus­
ta. Si amamos cálidamente a la Familia, no nos deten­
dremos en esas pequeñeces ni en otras quizás peores.
Vuelvo a pedirles que reflexionen cada uno de es­
tos pensamientos. Me gustaría que no los tomasen
como dogmas, porque se trata de ideas nuevas. Y natu­
ralmente no tengo nada en contra si alguien que sus­
Nuevo tipo tente otro punto de vista no está de acuerdo con mis
de hombre planteos. Mi convicción es que para que una comuni­
dad como la suya alcance su plenitud deberá contar
con ideas claras y mantener en su mira la formación de
un nuevo tipo de hombre.
Decíamos que en razón de su originalidad, uste­
des tienen una gran misión que cumplir entre el pueblo

410
y los sacerdotes diocesanos; y eso está claro como el
agua.
En resumen, el principio organizativo es: "víncu­
los obligatorios sólo los necesarios, libertad toda la po­
sible, y por encima de todo cultivo del espíritu".
De todo lo dicho quizás se podría hacer derivar un
segundo principio. Posiblemente su formulación les re­
sulte nueva y no tan agradable. Me imagino muy bien Entre el
que ustedes se dicen con absoluta seguridad: "Somos clero seglar
sacerdotes seculares". Y así es, por cierto. Sin embargo y el clero
viven en comunidad y tienen vínculos obligatorios regular
similares a los de una orden religiosa; de ahí que sean
algo más que sacerdotes diocesanos. Por eso no sé si se
pondrán de acuerdo en que ustedes son una realidad
intermedia entre sacerdotes del clero seglar y aquellos
del clero regular. Nuestra originalidad y misión
participan de ambas vocaciones.
Desde este mismo punto de vista constatamos que
en nuestro Instituto existen dos fuentes de derecho:
una es la esencia de la comunidad, vale decir, si vivi­
mos en una comunidad, es necesario que haya determi­
nados vínculos obligatorios. La segunda fuente es otro Dos fuentes
de sus vínculos obligatorios: la promissio iurata, la de derecho
promesa jurada, que hace que su Instituto sea semejan­
te a las órdenes religiosas. Aparte de estos vínculos,
¿tenemos otros que estén inspirados en la vida de las
órdenes? En estas últimas se constatan ambas fuentes:
la comunidad y los votos. Si se pusiesen más de acuer­
do en estos puntos, se comprometerían con mayor
calidez con su Instituto y se dirían: "si bien somos sa­
cerdotes seculares, en razón de ser una comunidad que
se entiende como Familia, podríamos agregar tal o cual
cosa para fomentar el cultivo de lo familiar". Dicho en
pocas palabras, en esta área se enfrentan con nuevos
desafíos que asumir, especialmente con miras a la
formación de sus vocaciones. No sería bueno que estas
cuestiones fuesen objeto de discusión recurrente entre

411
las generaciones que vendrán. Tener hoy claridad al
respecto es poder educar a la próxima generación con
principios claros.

El vínculo como principio pedagógico

En tercer lugar les decía que los vínculos pueden


ser considerados como un principio pedagógico. Re­
cordemos que "Vínculos obligatorios sólo los necesa­
rios, libertad toda la posible, y por encima de todo cul­
tivo del espíritu". ¿Por qué los vínculos son también un
principio pedagógico? En primer lugar porque ellos
son realmente principios para la formación o educa­
ción, y en segundo lugar porque constituyen un prin­
cipio de selección.

Principios para la formación

Procuremos por todos los medios formar un tipo


de hombre que acentúe con todas sus fuerzas los vín­
culos hacia arriba, vale decir, que cultive una gran
Dispuesto
magnanimidad, que a la menor indicación reaccione
a obedecer con relativa rapidez y esté dispuesto a obedecer por
por amor amor, aún cuando no se le exija algo de manera expre­
sa. Este es pues el principio para la formación. Hace
falta un cierto arte para formar hombres así. Me imagi­
no que algunos levantarán la voz de protesta diciendo
que es una utopía, que no se puede educar tales
No es hombres, que difícilmente lo haya hecho la Iglesia ja­
una utopía más. Nuestra tarea será pues demostrar que esto no es
una utopía, porque si así lo fuese, entonces habría que
dar marcha atrás con nuestro Instituto.

Principio de selección

En la comunidad sólo hay que admitir a personas


en las que se pueda plasmar con éxito este principio. El
principio de selección reviste fundamental importancia
para toda comunidad "de pura cepa". Si admiten a

412
cualquiera que se postule, con el tiempo la comunidad
se aguará o bien tendrán que darle una nueva estructu­
ra. No orienten el Instituto según los hombres que Seleccionar
pidan ser admitidos a él, sino seleccionen los candida­
tos según la misión del Instituto. De otro modo no
tendrán vocaciones sanas. Si piensan con claridad y
consecuencia y plantean las exigencias que corres­ Enseñar con
pondan, quizás no sufran nunca escasez de vocaciones. nuestro
Todo hombre noble se siente motivado por las exigen­ testimonio
cias. Pero no olvidemos que nosotros mismos tenemos
que tratar de asumir esas exigencias. Si sólo plantea­
mos exigencias "de palabra", pero enseñamos todo lo
contrario con nuestra conducta, nuestro testimonio
personal será falaz y la comunidad no será atractiva
para ningún hombre noble.
Repasen estas ideas y coméntenlas entre ustedes
con toda franqueza. Los que dentro de una comunidad
estén abocados a la labor de educar, deberán tener una
gran claridad y unidad de criterios, de tal manera que
no eduque uno de una forma y otro de una muy distin­
ta.

Hacer nuestra la raíz de la sabiduría santa

Tenemos que eliminar las raíces de la sabiduría no


santa y hacer nuestras y cultivar, por todos los medios,
las raíces de la sabiduría santa. La sabiduría santa es la
fuente de la auténtica infancia espiritual.
Existen dos concepciones de sabiduría. La sabidu­
ría puede ser entendida como virtud y como don del
Espíritu Santo. A su vez la virtud de la sabiduría pue­
de ser enfocada como virtud natural y sobrenatural.
Creo que estarán de acuerdo en considerar a una y a
otra como una totalidad, ya que al fin y al cabo son
iguales en sus consecuencias. Sólo habría que hacer la
salvedad de que la sabiduría sobrenatural dimana de la
gracia.

413
Por todo esto, cuando hablemos de la sabiduría
santa y aspiremos a ella, nos estaremos refiriendo en
primer lugar a la virtud de la sabiduría y en segundo
lugar al don de la sabiduría. En la medida en que logre­
mos hacer nuestros la virtud y el don de la sabiduría
podremos proyectar una infancia espiritual auténtica y
cabal en nuestra propia vida y en aquella de la Familia.

La virtud de la sabiduría
Lo que la sabiduría no es

La sabiduría puede ser conocimiento, pero no


todo conocimiento es sabiduría. ¿Qué es por lo tanto
sabiduría?
En primer lugar, sabiduría no equivale a erudi­
ción. La razón más profunda de ello es que la erudición
apunta directamente al perfeccionamiento del entendi­
No se trata miento, mientras que la sabiduría en cambio está orien­
de erudición tada al perfeccionamiento de la vida y del ser. Por eso
el hombre sabio ve la vida y las cosas con profundidad
y transparencia, en tanto que esa misma claridad en el
hombre erudito puede fácilmente derivar en una
actitud de autosuficiencia y cinismo intelectual. Obser­
ven en la vida concreta la gran diferencia que se detecta
a menudo entre erudición y sabiduría.
En segundo lugar, la sabiduría tampoco equivale
a enciclopedismo. Pascal habla en este sentido de
dogmáticos y pirronistas5. Los dogmáticos son los har­
Dogmáticos tos de conocimiento que tienen a su saber por seguro e
y pirronistas inamovible. Ya pueden advertir cuán poco respeto tie­
nen estos hombres por la verdad. Los pirronistas son
en cambio los sedientos de saber y que jamás llegan a
tomar una decisión porque siempre se dicen: "esto no
es verdad, aquello tampoco...". Ambos son enciclope­

5. Blas Pascal, Pensées, n. 434.

414
distas, cada uno a su manera. La sabiduría sabe hallar
el medio justo. La sabiduría tiene respeto por la luz de
la verdad y por la oscuridad de la verdad.

Lo que la sabiduría es

Pasemos ahora al enfoque positivo de la sabiduría.


En general podemos decir que es un saber de caracte­
rísticas especiales. ¿Qué notas debe tener el conoci­
miento para que sea sabiduría? La sabiduría es conoci­
miento pleno de asombro y respeto; la sabiduría es
conocimiento cualitativo; la sabiduría es un conoci­
miento personal y experiencial; la sabiduría es un cono­
cimiento carismático y, por último, la sabiduría es un
conocimiento inagotable.
Por ahora les presento este esquema que trataré de
desarrollar en la próxima conferencia. Me parece que
deberíamos meditar más las cuestiones que hacen a la
organización de la comunidad. Naturalmente, siempre
con el acompañamiento de la oración. ¿De qué nos sir­
ven por último las Constituciones, si no comprende­
mos su espíritu? ¿De qué nos sirve ver una a una toda La "gran
la serie de ideas que contienen las Constituciones si no idea" de la
comprendemos la gran idea que ha creado nuestra comunidad
comunidad y quiere hacerla grande? "Quiero saber
cuál es tu gran idea". Si tienen claridad sobre esa gran
idea y procuran que no sólo sea un complejo de verda­
des sino también de valores, verán qué hermosa misión
tendrán en la Iglesia, especialmente en un tiempo como
el nuestro, que es tan terriblemente revolucionario. Su
tarea será ahora llevar a la oración los pensamientos
que hemos expuesto sobre la comunidad y meditarlos
en todas sus dimensiones.

415
Vigésima Conferencia

MARIA Y EL ESPIRITU SANTO

Saber lleno de asombro respetuoso

La sabiduría, considerada tanto como virtud natu­


ral y sobrenatural y también como un don, es la fuen­
te de la infancia espiritual auténtica y verdadera. A ma­
nera de motivación para aspirar con mayor seriedad a
la infancia espiritual o a la sabiduría, meditemos las
características que debe tener el conocimiento para que
sea sabiduría. Habíamos dicho que esas características
eran cinco.
Volvamos a contemplar todo el panorama actual
desde un punto de vista filosófico. ¿Por qué hablamos
de un conocimiento enmarcado en el respeto y el asom­
Intelección
bro? Porque el conocimiento no sólo implica una y amor
intelección, sino también amor; y esto por dos razones:
porque sabiduría es asombrarse ante la luz de la ver­
dad y la calidez de la bondad; y, paralelamente, sabi­
duría es asombrarse ante la oscuridad de la verdad y la
oscuridad de la bondad.
Examinemos y aclaremos un poco estos postula­
dos desde la filosofía. Quizás recuerdan de sus estudios
filosóficos axiomas tales como "Ens et unum (verum,
bonum...) convertuntur"1. Este es el punto de partida
para comprender qué es la sabiduría.

1. "El ser es tanto unidad cuanto verdad y bondad".

41?
La expresión "Ens et unum convertuntur" nos está
diciendo que el ser es una individualidad, una totali­
dad completa en sí misma. ¿Y qué entendemos por
"verum"? Se trata de una de esas ideas recurrentes que
Un pensa­ ya hemos meditado muchas veces: toda cosa creada es
miento de un pensamiento encamado de Dios. Conocer un obje­
Dios to implica un acto de intelección y al mismo tiempo un
perfeccionamiento de nuestro entendimiento precisa­
mente porque al conocer una cosa inteligimos un
pensamiento que Dios ha pensado. Se trata pues de un
conocimiento unido a una intelección.
Asimismo tenemos presente aquella otra
formulación que decía que toda cosa creada es un de­
seo encarnado de Dios. Para ella rige también el axio­
Un deseo
encarnado ma citado: Ens et unum (bonum, verum...) convertun­
de Dios tur. Toda cosa creada implica un deseo de Dios. Habrá
amor en el conocimiento si nos entregamos a esa bon­
dad que se nos aparece plasmada en la cosa creada.
Para ilustrar esta reflexión tomemos una verdad
abstracta, por ejemplo, 2x2=4. Esta operación matemá­
tica es un verum, pero también un bonum, ¿por qué?
Porque en la medida en que sepa que 2x2=4, cuando
tenga que pagarle una cuenta al panadero, etc., no seré
engañado, por lo tanto esa verdad es evidentemente un
bonum. Por otra parte, si 2x2=4 es una manifestación
de un pensamiento divino, ello trae aparejado una
depuración y purificación de mi voluntad. ¿Por qué?
Porque me habré inclinado ante un pensamiento de
Dios que no sólo implica una verdad sino también
bondad. De tal modo que la sabiduría no es sólo
intelección sino también amor, respetuoso asombro
ante la luz de la verdad y la calidez de la bondad que
se transparentan en esa verdad.
Hay que reparar enseguida en la otra cara y recor­
dar que la sabiduría conlleva también respeto y asom­
bro ante la oscuridad de la verdad. Hoy por la maña­
na hablamos de dogmáticos y pirronistas. Toda verdad

418
contiene por último un destello divino. ¿Podré alguna
vez agotar completamente una verdad? En realidad, se
puede ahondar sin fin en ella. Ya dijimos que los dog­
mas nos presentan un claroscuro o bien una penumbra.
Digamos que nos ofrecen un claroscuro; entonces todo Un destello
divino
conocimiento natural es como una penumbra. Si bien
podemos profundizar un conocimiento, no podemos
decir tan rápidamente que hemos agotado las
posibilidades de conocimiento que nos ofrece una cosa.
En resumen, la sabiduría supone siempre un
respetuoso asombro ante la oscuridad de la verdad.
Les repito que toda verdad presenta dos faces: una
de luz y otra de sombra. Si así sucede con las verdades
naturales, ¡cuánto más con las sobrenaturales! Mi cien­ Aceptar la
cia se habrá trocado en sabiduría cuando sea capaz de oscuridad
inclinarme ante la oscuridad que haya en la verdad. de la verdad

Decíamos asimismo que toda idea divina encama­


da es un deseo encarnado de Dios; de ahí que
análogamente podamos afirmar que en la bondad divi­
na reflejada en cada cosa creada hay también un poco
de sombra. No podemos conocer hasta el fondo la bon­
dad de la creatura. ¡Cuánta distancia hay entre la cosa
que existe y el ser último que la sustenta! ¿Cómo llegar
hasta él? La sabiduría es el camino. La sabiduría Llegar al
penetra en lo profundo hasta descubrir el ser absoluto ser absoluto
de todo
en el fundamento de todo lo existente; hasta dar con
Aquel que dijo de sí mismo: "Yo soy el que soy" (Ex 3,
13).
Digamos en fin que ese conocimiento pleno de res­
peto y asombro es en sí mismo una fuerza creadora de
primera categoría. A esta luz comprenderemos mejor
por qué hoy quedan pocos hombres creativos. ¿Qué es
lo que nos falta? La fuerza creadora del respeto, del
asombro, de la sabiduría.
Desde el punto de vista de la evolución del niño,
¿cuándo toma éste conciencia del "tú"? Los especialis-

419
tas nos dicen hoy con claridad que la prueba principal
y más contundente de que un niño ha alcanzado una
plena conciencia de sí mismo reside en su actitud de
asombro respetuoso. Dicha actitud aparece plasmada
Lleno de
asombro,
en el fresco de la creación de Adán, de Miguel Angel.
Adán abre Ustedes conocen la obra. En ella contemplamos la figu­
sus ojos ra poderosa de Dios Padre que toca con la punta de su
dedo al dormido Adán, quien entonces abre sus ojos
lleno de asombro. ¡Qué ardiente admiración, qué cáli­
do amor! Adán reacciona enseguida al contacto de la
bondad de Dios.
La actitud de asombro en el niño indica que éste
ha comenzado a desplegar la conciencia plena de sí
mismo. El primer acto consciente del niño es pues un
asombro respetuoso ante todo lo que percibe.
Fuerza creadora...Comprueben si en la ciencia se
puede lograr algo creativo sin respeto ni sabiduría o
bien en la educación sin una actitud de respeto y asom­
bro. Valdría la pena que los educadores meditasen más
La otra faz
del amor este tema: el verdadero amor incluye el respeto. Si el
respetuoso amor es el principio creativo de la educación, no deben
pasar jamás por alto que la otra faz del amor es el
respeto. El amor -también el conyugal, el paternal y el
amical- tiene un camino de ida hacia el otro y otro de
vuelta. Al primero lo llamamos "amor" en sentido
estricto y al segundo, "asombro respetuoso".

Saber cualitativo

En segundo lugar, la sabiduría es un saber cuali­


tativo. Ya hemos tocado lo esencial de este punto. La
sabiduría no se detiene en la superficie, sino que tien­
de hacia lo central, va de lo exterior a lo interior. En
cuanto es actividad cognoscitiva, no descansa hasta
descubrir, en el fundamento ontológico de las cosas, a
Aquel que le dice: "¡Animo!, que soy yo; no temáis"
(Mt 14, 27). La sabiduría verdadera busca remontarse

420
siempre a lo último, a Dios, al principio de los princi­
pios. De ahí que la sabiduría sea un conocimiento cua­
litativo y no meramente cuantitativo.

Saber personal y experiencial

La razón de que la sabiduría sea un saber personal


y experiencial está contenida ya en el primer punto: la
sabiduría comprende no sólo una intelección, sino tam­
bién amor. El verdadero amor no es mero conocimien­
to abstracto, sino personal y experiencial. Por eso la
sabiduría siempre perfecciona, y debe perfeccionar, a la
persona.
Saber carismático

Existe una virtud natural de la sabiduría; pero los


teólogos nos dicen además, y con razón, que sin una es­ Especial
pecial asistencia divina el conocimiento no puede asistencia
convertirse en sabiduría. La virtud sobrenatural de la divina
sabiduría surge por la acción de Dios, quien viene a
nosotros con sus gracias actuales para que nuestro
conocimiento se convierta en verdadera sabiduría.

Saber inagotable

La sabiduría es conocimiento inagotable porque


está unido al amor; y el amor puede crecer sin fin, pre­
cisamente porque nunca termina de conocer a su obje­
to, que por último es el bien supremo.

La aridez espiritual

Detengámonos en este punto, y desplacémonos


del plano de la teoría al de la vida cotidiana, para fijar
algunos consejos prácticos.
¿Por qué a veces nuestra sabiduría se agota tan rá­
pidamente? Quizás porque sufra la carencia de alguno
de sus elementos esenciales.

421
Abordaremos ahora un pensamiento que reviste
una extraordinaria importancia para nuestra ascética.
La sabiduría entraña amor; de ahí que los tiempos más
difíciles, significativos y decisivos de nuestra vida reli­
giosa sean aquellos cuando el amor de Dios se retira de
nosotros, cuando la aridez hace presa de nuestra alma.
Si no logramos una adecuada conducta en esos
períodos, no creceremos en el amor y por lo tanto no
crecerá nuestra sabiduría. Para que nuestro conoci­
miento sea inagotable, y se torne así sabiduría, esforcé­
monos por comprender y amar adecuadamente a Dios
en los períodos de sequedad espiritual.
¿Qué hacer en las horas de aridez? En primer lu­
gar, cuidarnos de compensaciones inadecuadas. Com­
prueben cómo en tales situaciones se acentúa el afán de
¿Qué hacer recurrir a compensaciones, que no necesariamente son
en las horas peligrosas. Por ejemplo, ¿cuándo comemos con mayor
de aridez? voracidad? Cuando no hallamos alegría en la oración.
Tomo a propósito casos muy cotidianos; ustedes sa­
brán aplicarlos según convenga. Cuando no sentimos
el amor de Dios comenzamos a transgredir límites en
las comidas, o bien en el uso de nuestros sentidos; o
bien andamos de la Ceca a la Meca, de visita en visita.
Estas cosas no son a priori pecado...pero ¿se dan cuenta
dónde está el peligro? Con esta situación de aridez
Dios nos quiere hacer tocar fondo; y con ello persigue
un propósito especial. Si nosotros echamos mano de las
Propósito compensaciones aludidas,obstaculizamos a Dios en su
de Dios:
propósito. ¿Cuál es ese propósito divino? La concentra­
concentrar
nuestras ción de mis fuerzas espirituales. Tenemos que soportar
fuerzas esa concentración. Dios espera de nosotros que en esa
situación le elevemos nuestros anhelos y afectos; y
debemos hacerlo con mucho amor. Además no hay que
dejar de hacer lo que nos habíamos fijado ya antes. Por
ejemplo, si nos propusimos cumplir cuidadosamente
con la meditación diaria que prescriben las Consti­
tuciones, la realizaremos al pie de la letra. En este
sentido, San Ignacio de Loyola aconsejaría aplicar el

422
"agere contra", y prolongar por un minuto más la
meditación. ¿Por qué? Para dar a Dios la respuesta co­
rrecta a la solicitud y exigencia que nos plantea.
Si profundizan en la reflexión de este tema verán
que en esos períodos de sequedad se corre mucho pe­
ligro de entregarse a compensaciones. Junto a las com­
pensaciones peligrosas existen naturalmente otras que
no lo son. Por ejemplo, en tales situaciones cultivare­
Compensa­
mos conscientemente una actitud de jovialidad y ale­ ciones no
gría; o bien nos permitiremos disfrutar de algo natural, peligrosas
siempre en el marco de las obligaciones cotidianas; o
bien mitigaremos un poco el ritmo del estudio. Por
supuesto, el arte está en saber hallar el equilibrio en
todo.
Hay que saber actuar con inteligencia cuando nos
sentimos psíquicamente cansados. Pero en cuanto co­
mencemos a buscar compensasiones en goces sensibles
tales como comer con avidez, etc., se acentuará con
mayor facilidad una tendencia al goce a nivel sexual.
¿Cuándo se presentan más intensamente las tentacio­
nes contra la santa pureza? Cuando no hallamos paz en
Dios. Comprueben si esto ocurre así o no. De ahí que la Mayor
verdadera sabiduría nos indique que en tales situacio­ recogimiento
nes hay que procurar un mayor recogimiento; en lugar
de dispersar y derramar las fuerzas, hay que concen­
trarlas en profundos anhelos de Dios.
Recuerden que no podemos vivir sin alegrías. Si
no nos esforzamos por tener nuestras alegrías en Dios,
correremos detrás de aquellas del mundo. No olvide­
mos este principio en nuestra labor educativa. Es Clausurar
indispensable educar la alegría; no sólo a nuestros chi­ un instituto
cos, sino también a los adultos. Ya conocen la frase de sin alegría
Monseñor Keppler en su opúsculo Más alegría: "Un
instituto donde no haya alegría está listo para ser
clausurado enseguida". Y tiene razón; ¿por qué?, ¿cuál
es la causa más profunda? Si en un instituto ya no se

423
respira aire de alegría, con el tiempo se respirará segu-
rísimamente aire viciado. Para nuestra meditación de
hoy habría que tomar este pensamiento al pie de la le­
tra. Cultivemos por tanto la alegría en todos los am­
bientes y momentos de nuestra vida. Cuando Dios nos
quite la alegría que tenemos en El, cuando nos haga
tocar fondo -y recordemos que suele hacerlo con fre­
cuencia para que seamos más abnegados y generosos-
tengamos cuidado de no entregarnos indebidamente a
algún impulso de nuestra vida instintiva. Por supues­
to, podemos procurarnos algunas compensaciones per­
mitidas, pero ser a la vez estrictos con la observación de
todo lo que prescriben las Constituciones, y así cumplir
especialmente con el silencio religioso, etc.
Me parece que en esta área deberíamos desarrollar
una habilidad especial. Procuremos ser maestros de la
vida, y no sólo quedarnos a nivel de los aprendices. A
menudo tomamos la vida religiosa con gran superfi­
cialidad y no ahondamos en lo profundo. Trabajamos
y trabajamos, lanzamos y volvemos a arrojar las redes,
y sin embargo no pescamos nada. ¿Por qué? Porque no
tenemos la lucidez necesaria.
Creo que de esta manera les he dicho lo esencial
sobre la virtud de la sabiduría. No les doy más ejem­
plos del tema porque en nuestra vida cotidiana la vir­
La virtud no tud de la sabiduría coincide por lo común con el don de
es suficiente la sabiduría. Nosotros aspiramos a un grado superior
de la infancia espiritual, de ahí que la sola virtud de la
sabiduría no nos sea suficiente. Ya pronto se darán
cuenta por qué. Aspiremos entonces por todos los me­
dios a conquistar el don de la sabiduría.
Sabiduría como don del Espíritu Santo

En este punto de la sabiduría como don del Espí­


ritu Santo, nuestra reflexión comienza a hacerse más
concreta. En efecto, las verdades que giran en tomo del
tema pueden ser presentadas de una manera más pal­
pable.
424
Meditaremos dos aspectos; en primer lugar, la sa­
biduría como don del Espíritu Santo; y, en segundo
lugar, la sabiduría como un determinado don del Espí­
ritu Santo. Creo que con estos dos enfoques abarcare­
mos todo lo que nos interesa.

Tarea del Espíritu Santo

Sería bueno e inteligente de nuestra parte recordar


rápidamente cuál es la tarea que desempeña el Espíri­
tu Santo en nuestra vida religiosa. Con este fin recurri­
remos a la dogmática y tomaremos de ella los elemen­
tos que sean más necesarios para nuestra reflexión.
Cinco son esos elementos:
En primer lugar, el Espíritu Santo es el promotor
por excelencia de nuestra vida de gracia, de la vida di­
vina. Dejemos por ahora la explicación de este punto,
ya que para nosotros es algo natural, es una verdad -
digámoslo así- "cotidiana". A lo largo de estos días
hablamos en varias oportunidades -y lo escuchamos en
las lecturas de las comidas- sobre la participación hu­
mana en la naturaleza divina; sobre la elevación y
encumbramiento de nuestra naturaleza por obra de la
gracia. ¿Quién nos regala la participación en la natura­ El
leza divina? El Espíritu Santo. El es el promotor de Espíritu
nuestro nuevo estado, de la vida de la gracia. En efec­ Santo
to, el Espíritu Santo nos otorga una naturaleza otorga lo
"sobrenatural"
"sobrenatural", la vida divina, la gracia santificante; y
con ese nuevo fundamento y principio de vida -los di­
ferentes términos designan una misma cosa- nos regala
las nuevas capacidades sobrenaturales: las virtudes
infusas, los dones del Espíritu Santo y las virtudes
cardinales.
En segundo lugar, el Espíritu Santo es también el
promotor de nuestros actos obrados en la gracia. El es
nuestro colaborador, en la medida en que nos otorga
gracias actuales.

425
En tercer lugar el Espíritu Santo es promotor de la
Promueve verdadera santidad, ante todo por el camino de las vir­
la santidad tudes. Al hablar aquí de virtudes nos referimos a las so­
brenaturales y las cardinales; para desarrollarlas nece­
sitamos la colaboración del Espíritu Santo.
En cuarto lugar, a través de sus siete dones, el Es­
píritu Santo es el promotor de la santidad.
De esta manera hemos establecido el enlace nece­
sario para comprender la segunda acentuación que
adelantáramos: la sabiduría es un don del Espíritu San­
to. Ahora surge en nosotros espontáneamente la
La sabiduría pregunta sobre qué entendemos por dones del Espíri­
tu Santo. El Espíritu Santo obra en nosotros a través de
sus dones y mediante ellos nos va conduciendo por el
camino de la santidad. Por dones del Espíritu Santo
entendemos las capacidades infundidas sobrena­
turalmente que habilitan e inclinan a la persona a se­
guir las inspiraciones del Espíritu Santo de manera rá­
pida, segura, alegre y heroica. Creo que debería expli­
car un poco cada una de estas palabras.
Dones - Virtudes
Ustedes advierten que los dones del Espíritu Santo
y las virtudes divinas infundidas sobrenaturalmente
coinciden en muchos puntos pero también presentan
una línea divisoria que separa y distingue unos de
otras.
¿En qué coinciden los dones y las virtudes? Am­
bos son capacidades y facultades infundidas sobre­
naturalmente. ¿Qué quiere decir esto? Aunque una
Capacidades persona se desarrolle brillantemente por sus propias
infundidas fuerzas, jamás llegará a un estado o edad en la que
sobrenatu­
pueda decir que esas virtudes y dones infundidos
ralmente
sobrenaturalmente se desplegarán por sí mismos, de
modo inmanente. Esos dones nos llegan desde afuera.
La gracia es, según su más íntima esencia, algo sobre­
natural (supernaturale quo ad substantiam); y así son
también los dones del Espíritu Santo.
426
Repasen lo que nos dice la dogmática sobre ese
supernaturale quo ad substantiam, para volver así a
cultivar un respeto profundo hacia lo divino y los do­
nes infusos. Jamás alcanzaremos esta plenitud de do­
nes por nuestras propias fuerzas, por más empeño que Solos, no
pongamos. Los teólogos nos dicen que supernaturale podemos
quo ad substantiam dicitur id quod excedit omnes alcanzar los
exigentias et vires naturae tum creatae tum creabilis dones
(Sobrenatural según su más íntima esencia...es lo que
excede a todas las exigencias y fuerzas de la naturale­
za tanto creada como creable). ¿Qué nos está diciendo
esta definición? Que no hay naturaleza creada ni
creable que sea congenial a esa realidad sobrenatural
que designamos 'supernaturale quo ad substantiam'.
De esta manera se revela con claridad la grandeza
infinita del regalo que es para la creatura dotada de
espíritu, para el hombre, esa gracia divina y los dones
y virtudes que trae aparejado. En resumen, los dones
son infusos, nos son otorgados desde afuera.
¿Cuál es la diferencia entre los dones y las virtu­
des? Los teólogos nos dicen que en general ambos -tan­ Gracia
to las virtudes infusas cuanto los dones del Espíritu santificante
Santo- son concedidos en el momento de recibir la
gracia; vale decir que con la gracia santificante recibi­
mos a la vez todos los dones que ella comporta.
Por ejemplo, en el bautismo se nos brinda la gra­
cia santificante y con ella no sólo las virtudes sobrena­
turales, sino también los dones sobrenaturales. Los
entendidos agregan que los dones se desarrollarán re­
cién más tarde. Hay otros que opinan que entre tanto
los dones actúan virtualmente en los estados inferiores
de la vida religiosa, pero explícita y formalmente co­
mienzan a obrar recién cuando el hombre haya alcan­
zado una cierta altura moral. De ahí que en la última
parte de la definición decíamos: "capacidades infundi­
das sobrenaturalmente que habilitan e inclinan a la
persona..."

427
Me interesa recalcar que al otorgamiento de la gra­
cia va ligado simultáneamente la concesión de las capa­
cidades y dones de los que venimos hablando. ¿Cuán­
do comienzan a actuar explícita y formalmente esos
dones? Cuando la persona se ha esforzado durante un
cierto tiempo, con la ayuda de la gracia actual, por
cultivar las virtudes teologales y cardinales.
En este punto comienza a hacerse más clara la di­
ferencia entre el cultivo de las virtudes y aquel de los
dones. Cuando están obrando en mí las virtudes -ya
sean las teologales o bien las cardinales, o ambas a la
vez- el papel fundamental lo desempeña mi propia
actividad que aspira y se empeña en la vivencia de esas
virtudes.
En el transcurso de estos ejercicios hemos hecho
alusión varias veces al pensamiento: "ego cum gratia et
gratia mecum" (yo con la gracia y la gracia conmigo).
Desde un punto de vista psicológico y pedagógico les
La propia
actividad digo que hay períodos en la vida cuando tenemos que
en el centro trabajar como si fuésemos molinistas -¡no estoy dicien­
do que debamos ser molinistas!-; momentos en los que
tenemos que colocar nuestra propia actividad más
decididamente en el centro, si bien se tratará de una
actividad alentada por la gracia actual. Esta nos ayuda­
rá a juzgar y obrar a la luz de la razón.
Por otra parte, cuando comienzan a actuar los do­
nes del Espíritu Santo, no será entonces la actividad
La actividad propia la que ocupe el centro, sino la actividad de Dios.
de Dios De ahí que -hablando siempre más bien como psicólo­
en el centro go y pedagogo- todos los cristianos esforzados llegarán
a una etapa en la que vivan como si fueran tomistas2.
Aquí dejamos de lado la discusión teórica sobre cuál
actitud sea la correcta, la molinista o la tomista; en esta

2. Esta diferenciación entre tomistas y molinistas se remonta a


las dos tesis defendidas en las disputas sobre la gracia que se
sostuvieron en los siglos XVI y XVII. En ellas se trató de
aclarar teológica y racionalmente la relación existente entre

428
oportunidad a nosotros nos interesa enfocar el desarro­
llo de la persona.

Disposición a los dones

En este momento preciso de nuestra vida, ¿está


obrando el Espíritu Santo con fuerza en nosotros, de tal
manera que podamos decir que es lo central de mi vida ¿Qué es lo
espiritual, que lo principal es la actividad de Dios y no central?
la mía? Tendría que ser así, pero muy a menudo no es
este el caso, precisamente porque no nos esforzamos
por cultivar las virtudes teologales y cardinales con la
ayuda de la gracia actual.
En la educación de nuestros jóvenes, cuando esta­
mos en plena labor con los chicos, no pensemos que el
Día a día,
Espíritu Santo simplemente soplará sobre ellos y los ejercitar las
arrebatará. No; hay que practicar día a día las virtudes virtudes
morales; hay que ejercitar día a día las virtudes cardi­
nales: la fe, la esperanza y la caridad. Tenemos que
enseñar al muchacho a esforzarse.
Hay tres cosas que podemos hacer para disponer­
nos de manera adecuada a una mayor actividad del
Espíritu Santo y sus dones en nosotros. Eduquémonos
y eduquemos a los demás en las siguientes actitudes:

gracia y libertad. Las corrientes que se enfrentaron por


entonces eran la de los tomistas, que sustentaban los
postulados del dominico Báñez, y la de los molinistas,
afirmados en aquellos de Molina, que eran apoyados
especialmente por la Compañía de Jesús. El debate no pudo
por último dirimirse, ya que tanto la gracia como la libertad
humana están ligadas al encuentro de Dios y del hombre; un
encuentro que es original y sobre el que difícilmente se
pueden realizar cálculos.
La "solución" práctica del Padre Kentenich debe ser ubicada
sobre este fondo. Esta integra los diferentes puntos de vista
respetando las distintas experiencias y las diferentes fases del
desarrollo religioso del hombre.

429
Recogimiento

En primer lugar, recogimiento de nuestro espíritu;


vale decir, esforzarse -siempre con la ayuda de la gra­
Concentrar
cia- en estar recogidos. Las fuerzas espirituales tienen
las fuerzas que estar concentradas en Dios. Se trata de un recogi­
espirituales miento y soledad llenos de Dios y no de un ensi­
en Dios mismamiento egoísta y enfermizo; si este último fuese
el caso, no habría una disposición adecuada para una
intervención más intensa del Espíritu Santo. Tenemos
que educar hombres y ser nosotros mismos hombres
que puedan estar en soledad con Dios.
Esto cuesta a veces algunas fatigas, pero sin es­
fuerzos no alcanzaremos la meta.

Caminar en Dios

Otra actitud a transmitir en la educación es el con­


tinuo caminar en y con Dios. Ese "continuo" es sin em­
bargo relativo. Recuerden lo que ya hablamos sobre el
caminar en Dios. Habíamos hecho hincapié en nuestra
propia actividad; pero jamás alcanzaremos un continuo
caminar en Dios si no nos ayuda el Espíritu Santo.
Esforcémonos de nuestra parte por contemplar
frecuentemente a Dios a la luz de la fe, hablarle y ofre­
cerle sacrificios. ¿Qué sacrificios son estos? Los que
Ofrecerle hacemos en el campo de las virtudes, ya sean las cardi­
sacrificios nales o bien las teologales.
Hay que educar al joven en la pureza, en la humil­
dad, etc. Seamos razonables y no pensemos que Dios se
encargará de todo. No hay peros, tenemos que abocar­
nos con toda seriedad a la labor de educar. Lo que
escuchan sobre la pedagogía jesuíta y sus matices apa­
rentemente molinistas, se justifica en la educación de
un joven sano. No queremos instalar en nuestra comu­
nidad el debate entre estas teorías; ambos puntos de

430
vista -tomista y molinista- no resuelven por entero el
problema de la educación. Uno ofrece sus claves, el
otro, las suyas; se trata de diferentes puntos de partida. ¿Qué
Lo importante en la educación es atender a las distin­ virtudes
tas etapas y evolución de la persona. Aplicado a nues­ cardinales
tro caso: ¿qué virtudes cardinales debo acentuar en mi acentuar?
aspiración a la santidad? ¿Quizás la modestia? ¿O bien
el amor fraterno? No esperemos hasta que el Espíritu
Santo tome la iniciativa; hay que crear la disposición en
nosotros para su venida.
Anhelos

Por último, podemos preparar nuestra alma a una


intervención más profunda del Espíritu Santo median­ Anhelar
te hondos anhelos. No olvidemos que tenemos que ser el Espíritu
hombres de anhelos, de anhelos del Espíritu Santo. Santo
Envía tu soplo y son creados/y renuevas la faz de la
tierra" (Sal 104, 30).
Hagamos un examen de conciencia y pregunté­
monos si en nuestro desarrollo religioso y moral hemos
alcanzado un punto en el cual decir que tenemos un
buen nivel y un cierto cultivo permanente de los tres
aspectos mencionados: recogimiento, caminar en Dios
y anhelos de Dios. Normalmente todos podríamos es­
tar ya en una situación en la que el Espíritu Santo ac­
tuase en nosotros de manera relevante.

El Espíritu Santo actúa a través de sus dones

¿Cómo actúa el Espíritu Santo a través de sus do­


nes? Los teólogos han tratado de socorrer las limitacio­
nes de nuestro entendimiento proponiéndonos algunas
imágenes.
Imágenes

Así nos dicen por ejemplo que nos imaginemos el


caso de la travesía de un lago. Podríamos hacerlo con

431
una canoa; pero se cierne una tormenta. Por lo tanto,
para alcanzar la otra orilla habrá que remar con denue­
do. En esta situación nuestra propia actividad ocupa el
Una canoa punto central. Remaremos pues con todas nuestras
energías. Este es el caso de la persona que está practi­
cando las virtudes, tanto las teologales cuanto las car­
dinales. ¿Qué ocurre cuando esa misma persona está
bajo la acción del Espíritu Santo y sus dones? Hay que
modificar el ejemplo dado. Ya no se trata de una canoa,
Un velero sino de un velero: el velamen son los dones del Espíri­
tu Santo entendidos como capacidades. Cuando el
Espíritu haga soplar un viento favorable en las velas, la
nave avanzará con rapidez y seguridad. He aquí pues
al hombre bajo la acción del Espíritu Santo y sus dones.
Existen otras metáforas de este tipo, tales como
aquella del niño que da sus primeros pasos. Su madre
lo asiste, y apela a diversos tipos de ayuda, colocándo­
se frente al niño y estimulando con sus gestos las capa­
cidades para andar que tiene su hijo. O bien se pone
Primeros
pasos del detrás del chico y lo deja caminar solo, siguiéndolo de
niño cerca para amortiguar cualquier caída, o sostenerlo si
es necesario. Sea como fuere, en este último caso es la
propia actividad del niño la que ocupa el lugar central.
El ejemplo ilustra la situación de la persona que se es­
fuerza en la práctica de las virtudes.
Podemos imaginar por otra parte la escena de la
madre que estrecha fuertemente al niño en sus brazos,
de tal manera que es ella quien despliega la actividad
La madre principal. Esta es otra imagen para describir el caso del
que abraza hombre colocado bajo la acción de los dones del Espí­
al niño ritu Santo. Les recuerdo que todas las imágenes tienen
sus puntos flacos.
Hay quienes prefieren la metáfora del instrumen­
to musical. Cuando soy yo quien tañe las cuerdas del
¿Quién instrumento, es mi propia actividad la que está en el
toca? centro. Pero si es el Espíritu Santo quien las toca, pode­

432
mos hablar de la acción de los dones del Espíritu San­
to sobre el hombre. El primer caso lo podemos definir
como "ego cum gratia" (yo con la gracia de Dios), y el
segundo, "gratia Dei mecum" (la gracia de Dios conmi­
go). Por eso definimos a los dones del Espíritu Santo La gracia
de Dios
como capacidades infundidas sobrenaturalmente que conmigo
habilitan e inclinan a la persona a seguir las inspiracio­
nes del Espíritu Santo. Vale decir que el alma sigue
ante todo los impulsos del Espíritu Santo y no aquellos
de la propia razón.

Necesidad de los dones del Espíritu Santo

Meditemos ahora sobre quien está bajo esta acción


del Espíritu Santo. ¿No es natural que esa persona asu­
ma con fortaleza las más grandes dificultades y avan­
ce heroicamente en el camino de la santidad? Los teó­
logos y entendidos nos dicen que la santidad verdade­
ra y heroica comienza en el momento en que el Espíri­
tu Santo capta y colma el alma. Jamás alcanzaremos el
heroísmo del amor, de la pureza, etc., sin una especial
actividad del Espíritu Santo y sus dones. Nuestra gene­ Olvidamos
ración cultiva una relación muy pobre con esta perso­ la relación
na de la Sma.Trinidad, y por eso presenta el triste con el
Espíritu
cuadro de una escasa aspiración a la santidad. Santo
Naturalmente, no hace falta que esa relación exista
siempre de manera explícita; pero verán que cuando
una persona hace progresos en su vida espiritual, cuan­
do está bajo la acción del Espíritu Santo, desarrolla un
sensor para percibir ese accionar del Espíritu. El
heroísmo sólo es posible cuando el Espíritu Santo y sus
dones cala profundamente en el alma del hombre.

María mediadora de los dones del Espíritu Santo

En nuestra comunidad solemos recurrir con mu­


cho cariño a la Sma.Virgen; no olvidemos que lo hace­
mos así porque sabemos que María está en estrecha

433
relación con el Espíritu Santo. Ustedes la veneran bajo
la advocación Regina Apostolorum (Reina de los Após­
toles) y Mater boni consilii (Madre del Buen Consejo);
advocaciones estas que aluden a la escena del
Cenáculo, a la Madre de Jesús que está entre nosotros
y reina en nosotros. Y tal como Ella escuchó las súpli­
cas de la joven comunidad cristiana e intercedió para
ella el Espíritu Santo, así también intercederá para que
nuestra Familia reciba ese mismo Espíritu. ¡Necesi­
Incesante tamos el Espíritu Santo! Cuando pienso en todas las
fluir de cosas que aún deben estudiar y meditar para compren­
intuiciones
der mejor las metas de su comunidad...Reflexionen
sobre este punto. Sólo con el minucioso estudio perso­
nal -si bien siempre con el auxilio de la gracia-, no llega­
rán a la meta como corresponde. Pero si la Sma.Virgen
les implora el Espíritu Santo, advertirán la diferencia:
con la asistencia del Espíritu Santo se obra con mayor
seguridad, se llena el alma de lumbre, se estimula un
incesante fluir de intuiciones en nuestra alma que
brotan como si ya no necesitásemos esforzarnos por
ellas. Porque será el Espíritu Santo quien nos esté
llevando, y él nos regala luz y energía.
Una comunidad en la que no aliente el Espíritu
Santo no podrá ser llevada por el camino de la santi­
dad. Les repito por lo tanto que debemos permanecer
siempre fieles a la Sma.Virgen, y no sólo por razones
María entre psicológicas, que por otra parte tienen su razón de ser.
nosotros En efecto, nosotros, que conformamos una comunidad
de hombres, tenemos a María entre nosotros como a la
mujer pura. Pero no debe ser la motivación última. La
causa fundamental de que Ella esté en medio de noso­
tros es su relación con la gracia, su vinculación a Dios,
especialmente su relación con el Espíritu Santo. En
nosotros tiene que reeditarse la escena del Cenáculo.
Como pedagogos, en nuestra labor de conducir a
los jóvenes hacia la Sma.Virgen no debemos perder de
vista la relación de María con el Espíritu Santo. No hace
falta hablarle explícitamente a la juventud sobre el Es­

434
píritu Santo, pero sí debemos ofrecer a todos nuestros
chicos a la Sma.Virgen, para que interceda para ellos el
Espíritu Santo.
Necesito el Espíritu Santo para tener claridad. Una Para tener
comunidad joven necesita diez veces más el Espíritu claridad
Santo; necesita fuerzas para llevar a cabo lo que haya
reconocido como justo. Por todo esto recordemos siem­
pre que la sabiduría es un don del Espíritu Santo y por
eso hay que esforzarse por alcanzarlo.
Como corolario de esta conferencia quiero agregar
que la sabiduría es un determinado don del Espíritu
Santo. Nos queda por estudiar aún cuál es en detalle la
función de la sabiduría según la opinión de los teólogos
y místicos. Pero lo dejamos para esta noche, aunque no
sea mucho lo que resta por decir.
Que todos estos pensamientos nos brinden sereni­
dad y nos motiven a la meditación; que reenciendan en No es
nosotros el anhelo del Espíritu Santo; que nos den la posible
claridad necesaria para reconocer que sin el Espíritu infancia
Santo jamás alcanzaremos el espíritu de familia, el es­ espiritual
sin el
píritu de la infancia espiritual. De esta manera nos
Espíritu
motivaremos a esforzarnos con mayor profundidad y Santo
seriedad para recibir el Espíritu Santo. Y esa labor se
canalizará a través de anhelos más fuertes, del empeño
serio por comprender e inteligir los pensamientos de
Dios y el continuo caminar en El.

435
Vigésimo primera Conferencia

LA TRANSFORMACION EN DIOS

La sabiduría es un determinado don del Espíritu Santo

La fuente de la infancia espiritual es la sabiduría.


Esta es un don especial y particular del Espíritu Santo.
¿Qué función desempeña el don de la sabiduría en
nuestra vida espiritual? Para tener una visión clara y
coherente de este punto habría que recordar todas las
características de la sabiduría que ya vimos al hablar de
la virtud de la sabiduría, pero proyectándolas en un
plano superior. Hay que tener presente que sólo el Es­
píritu de Dios, el Espíritu Santo, es quien puede rega­
larnos esas cualidades en la medida deseada.

Conocimiento lleno de asombro y respeto

En primer lugar el don de la sabiduría es para


nosotros un conocimiento pleno de respeto y asombro,
un extraordinario saber marcado por el respeto y el
asombro. Los místicos dicen en este sentido que el don
de la sabiduría es para el alma una luz de extraordina­
ria claridad y calidez. Y cada uno a su manera nos ofre­
ce algunas imágenes para expresarlo.

Claridad

Pensemos, por ejemplo, en un ciego de nacimien­


to que durante toda su vida ha escuchado magníficas Un ciego de
descripciones de la plenitud y esplendor de la natura­ nacimiento
leza. ¡Imagínense el cuadro que este ciego tendrá en su
mente de la belleza del firmamento, de la hermosura de

437
la naturaleza, los bosques, árboles y plantas! Ahora
bien, imaginemos que recupera milagrosa y repentina­
mente la visión y recibe el don de la luz... ¿Qué será
todo lo que se había imaginado frente a la realidad de
la naturaleza contemplada tal cual es? Los místicos di­
cen que algo así sucede cuando comienzan a actuar los
dones del Espíritu Santo en una persona que hasta ese
momento ha visto y vivenciado a Dios y lo divino sólo
a nivel de la virtud de la sabiduría.
Cuando los dones del Espíritu Santo, el don de la
sabiduría, colma el alma, nos sentimos como ciegos que
Ciegos recobran la luz ¿No debería motivarnos esto a pedir y
que suplicar sobre todo a la Sma.Virgen para que por su
recobran intercesión se nos envíe el Espíritu Santo? ¡Con qué
la luz
profundidad contemplará entonces el hijo a su padre
en toda circunstancia, en todos los golpes del destino!
¡Con qué hondura comprenderá el hijo al Padre en la
plenitud de su luz!

Calidez

Los místicos agregan que esa luz no sólo posee


una claridad sino también una calidez extraordinaria.
El conocimiento del alma en la luz y en la fuerza del
Espíritu Santo está siempre unido a una profunda y
tierna intimidad y dulzura. Es evidente además que el
Tierna don de la sabiduría nos transmite un saber pleno de
intimidad respeto y asombro. ¿No quisiéramos pues pedir este
y dulzura don? ¿No quisiéramos sentirnos frente a Dios más que
pequeños y crear en nosotros, más que hasta ahora, la
disposición necesaria para la acción del Espíritu Santo
mediante una vida de recogimiento, de anhelos de
Dios y de mortificación?

Conocimiento cualitativo

Lo que vale para la virtud de la sabiduría como co­


nocimiento cualitativo, vale también, y en infinita

438
medida, para el don de la sabiduría. Repasemos el pen­
samiento de San Juan. El santo ha logrado resumir bri­
llantemente en una sola frase la esencia de Dios: Deus
caritas est (Dios es amor, Jn 4, 8.16); sus palabras nos
ofrecen una visión de conjunto. Esta clara visión de Visión
conjunto -aparentemente un extraordinario conoci­ profunda de
miento cualitativo- sólo puede ser fruto del don del las esencias
Espíritu Santo, del don de la sabiduría. O bien si nos fi­
jamos en San Pablo, cómo él abarca todo el panorama
del mundo desde el punto de vista de que Cristo está
en nosotros y nosotros en Cristo; pues bien, esta visión
profunda, esta recapitulación de todos los conocimien­
tos, que se llevan así a un denominador común, es un
efecto del don del Espíritu Santo.
¿No deberíamos esforzarnos más por lograr esa
visión de conjunto? Para entender correctamente nues­
tras Constituciones, necesitamos el Espíritu Santo; con
su ayuda comprenderemos todo desde un punto de
vista coherente y homogéneo. Recemos entonces para
que el Espíritu Santo ilumine a cada uno de nosotros,
especialmente a los superiores.

Conocimiento experiencial

El don de la sabiduría es también un saber perso­


nal y experiencial, pero en un plano infinitamente su­
perior a aquel de la virtud de la sabiduría. Los místicos
nos dicen que el don del Espíritu Santo no sólo regala
a la persona luz sino además un amor extraordina­
riamente rico. A su vez el amor encendido por el Espí­
ritu Santo a través del don de la sabiduría posee dos
propiedades: por un lado, posee una intimidad, delica­
deza y dulzura extraordinariamente profundas y, por
otro, nos capacita extraordinariamente para compren­
der. Esto es a lo que tanto aspira nuestro corazón.
Queremos encontrar, ver y amar a Dios en todas partes
-Deum quaerere in ómnibus: in hominibus et rebus-.
Aunque nos empeñemos mucho por caminar siempre

439
en la presencia de Dios, no lo lograremos sin el auxilio
de la gracia correspondiente.
Caminar siempre en la presencia de Dios, amar a
Dios en todo, y con un amor realmente vivo, es sólo
imaginable si el Espíritu Santo ha colmado nuestra
alma con el don de la sabiduría.
¿Qué hacer para superar las falencias en el campo
Orar más del contacto y la unión continuas a Dios? Por un lado,
a la Sma. retomar con seriedad nuestros esfuerzos en este senti­
Virgen do y, por otro, orar más a la Sma.Virgen para que nos
envíe el Espíritu Santo. Así gastaremos la dulzura del
amor de Dios y lo tendremos en nosotros y con noso­
tros.

Carismático

El don de la sabiduría es un conocimiento caris­


mático. Esto es algo evidente; sólo puede ser comuni­
cado por la acción y actividad incomparables de Dios.
No puedo elaborarlo ni conquistarlo por mí mismo.
Dios es quien me regala todos estos grandes dones y
gracias de su abundante tesoro y desbordante amor.

Inagotable

El don de la sabiduría nos transmite por último un


saber inagotable. Los místicos nos recuerdan en este
sentido que el don de la sabiduría nos obsequia lo más
grande y profundo en la genuina acepción de estos tér­
minos, la así llamada transformado in Deum (transfor­
mación en Dios). A menudo rezamos con el Apóstol:
"No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gál
2, 20). Pero en realidad quien puede repetir estas
palabras en su sentido más pleno es aquel que haya
alcanzado la transformación en Dios. ¿Qué implica esa
transformación? En primer lugar una purificación y
depuración extraordinariamente profundas de nues­
tros instintos. Tan profundo cala Dios en nuestra vida

440
que sentimos que todas nuestras fuerzas se recogen en
El. Bajo la acción divina, las energías puramente
naturales se ordenan y sujetan tan estrictamente que Utiliza
Dios puede tañerlas como a cuerdas de un instru­ nuestro
mento. Dios se hace entonces presente en el alma con entendimien­
to, voluntad
gran intensidad; gobierna y utiliza con gran soberanía y corazón
el entendimiento, la voluntad y el corazón; lo puramen­
te natural de la persona -especialmente las partes más
débiles de su naturaleza- se aquietan sensiblemente;
más aún, se constata un cierto grado de mitigación de
la actividad propia de tal modo que Dios pasa a ser
para el alma todo en todo y uno en todo.
Por favor, mediten si esto no es precisamente ser
niño...Cuando la persona alcanza la transformación en El Espíritu
Dios, Cristo comienza a reinar en ella, Jesús cobra figu­ Santo nos
ra en el Hijo de Dios. Así comprenderemos y transforma
vivenciaremos cabalmente lo que significa que el Espí­ en niños
ritu Santo, el Espíritu de la filiación, es quien nos hace auténticos
hablar con suspiros inefables1 y nos transforma en ni­
ños auténticos que se dirigen al Padre diciéndole: "Pa­
dre Nuestro" (Mt 6, 9); y finalmente entenderemos en
toda su magnitud aquellas palabras: "Si no os hacéis
como los niños...". La filiación divina será nuestro bien
más grande; estaremos en el Señor y en El marchare­
mos a pasos agigantados hacia el Padre.
De esta manera hemos resumido lo más esencial
sobre la sabiduría, la fuente de la infancia espiritual.
Quien tenga anhelos de alcanzar la infancia espiritual
puede ciertamente apelar a todos los medios naturales
para subsanar las falencias que tenga en esta área, y
emplear todos los otros medios mencionados más arri­
ba. Pero no pasemos por alto que debemos rezar más,
unirnos a la Sma.Virgen y junto a Ella implorar el Es­
píritu Santo, para que regale a nuestra pequeña fami­
lia el Espíritu de la filiación divina.

l.Cf. Rm8,15. 26

441
Procuren entonces, cuando atiendan a sus herma­
nos o hermanas, que de alguna manera ellos también
Orar sumen sus oraciones y sacrificios para que la Familia
y ofrecer reciba el Espíritu Santo, el Espíritu de la infancia espi­
sacrificios ritual y de la filiación divina. Es un regalo tan extraor­
dinario que vale la pena poner todos los medios para
obtenerlo. Nosotros mismos tenemos que orar y ofrecer
sacrificios. Nuestros sacrificios moverán más a la
Sma.Virgen a interceder para nuestra Familia el Espí­
ritu Santo... Así comprenderemos lo que significan
"Recibisteis aquellas palabras de San Pablo: "No recibisteis un es­
un espíritu
de hijos"
píritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien,
recibisteis un espíritu de hijos." (Rm 8,15). Es el Espí­
ritu Santo con sus dones, especialmente el de la sabidu­
ría. Y en este contexto exclamaremos: "¡Abbá, Padre!
(ibidem.). Fíjense en los ecos que despierta ahora esta
frase en nosotros. Hasta hoy era algo de contornos di­
fusos, pero a partir de esta jornada pasa a ser una voz
que commueve toda el alma.

442
Vigésimo segunda Conferencia

ESENCIA DE LA INFANCIA ESPIRITUAL

Hasta ahora fueron dos los pilares que hemos co­


locado como cimiento: el valor y la raíz de la infancia
espiritual. Pero el edificio de la infancia espiritual que
queremos levantar no se puede sustentar sólo sobre
estos dos pilares. Hoy tenemos que esforzarnos por co­
nocer y plantar los dos restantes. Ya no nos queda
mucho tiempo, pero no importa. Luego de todo lo que
hemos venido diciendo nos comprendemos mejor y
podremos sistematizar con rapidez toda una serie de
ideas que hasta el momento tratamos de manera
tangencial.
Nos enfrentamos con la tercera cuestión, la de la
esencia de la infancia espiritual. Sería bueno repasar las
respuestas dadas hasta el momento; son más de lo que
puede suponerse a primera vista. Mejor aún, ya hemos
puntualizado lo esencial; la tarea ahora consiste en
rever uno u otro tema enfocándolo desde distintos án­
gulos.
Al recorrer todo lo expuesto en estos días sobre la
infancia espiritual observamos que hay definiciones ex­
plícitas de la infancia espiritual, formuladas con clari­
dad y nitidez, y otras que fueron surgiendo inconscien­
temente y nos siguieron acompañando de manera táci­
ta. Reviendo este último tipo de descripciones sobre lo
que es infancia espiritual, me viene a la mente toda una
cantidad de frases de grandes hombres que ahora Schopenhauer:
podemos entender muy bien. Por ejemplo aquella de "infancia es
genialidad"
Schopenhauer: "Infancia es genialidad" ¿Tiene razón o
no? Quien haya seguido con atención las reflexiones de

443
ayer y experimentado alguna vez lo que decíamos
sobre los dones del Espíritu Santo, creo que podría afir­
mar lo siguiente: "Estar bajo el influjo de los dones del
Espíritu Santo es desarrollar una especial genialidad en
el plano religioso". Cuando el cristiano camina plena­
mente en la fuerza del Espíritu Santo se transforma en
un "genio" en el campo religioso y moral.
Por todo esto deberíamos comprender ya que la
infancia espiritual es efectivamente genialidad o, si pre­
Genialidad
es santidad
fieren, santidad heroica, lo que en nuestro lenguaje
heroica vendría a significar lo mismo. ¿No han estado vibran­
do estas ideas a lo largo de las conferencias?
Recordemos aquel otro pensamiento de New­
man1, que decía que la infancia espiritual es la perfec­
Newman ción del cristiano. Se trata siempre de lo mismo. Cuan­
to más pensamientos citen sobre el tema, tanto mayor
la claridad y brillo que revestirá su ideal de Familia y
mayor el entusiasmo con que lo asumirán.
Pasemos ahora a Przywara, quien en estas cosas
sigue a Newman. Pues bien, Przywara nos dice que la
infancia espiritual es personalidad por excelencia. ¿Tie­
ne razón? ¿En qué sentido la tiene? Sea como fuere, si
la infancia espiritual es nuestro ideal de Familia, tienen
que hacer todo lo posible para que se convierta en un
complejo de ideas y valores predominante. Si bien ver­
tido en una formulación más moderna, esto es precisa­
mente lo que escribía en una circular su Superior Gene­

1. "La infancia espiritual es la imagen del estado perfecto del


cristiano. Así lo estableció el Señor cuando dijo que para
poder entrar en su Reino todos deberíamos hacernos como
niños. Pero la infancia es algo perimido, pasado. Los adultos
tienen capacidades, pasiones, metas, principios, puntos de
vista y obligaciones que no tienen los niños. Sin embargo,
debemos ser como niños. Deberíamos ver en ello la
perfección cristiana, deberíamos tenerlo siempre presente y
hacerlo nuestra meta". Newman, Sermones... citado según la
edición Przywara - Karrer.

444
ral a propósito de la observancia de las Constituciones.
Les repito que nuestra formulación es más actualizada
y moderna. Sería bueno que repasaran la conferencia
donde nos explayamos en este punto de la correspon­
dencia entre ideales y valores.
Hagamos asimismo una revisión de las definicio­
nes más sistemáticas y sobrias de infancia espiritual. En
primer lugar les recuerdo lo expuesto sobre el hecho de
que la infancia espiritual no es autocomplacencia sino
obsequio y entrega de sí mismo. Me imagino muy bien
que algunos luchan con la siguiente cuestión: "Sí, Infancia
queremos ser niños, pero también queremos disfrutar espiritual
un poco, queremos poseer cosas". Ya les advertí en como
entrega de
varias oportunidades que en nuestros sacerdotes sí mismo
jóvenes -no sólo en su Instituto sino en general, en las
demás comunidades y entre el clero secular- existe hoy
una necesidad instintiva y muy fuerte de vivir en fami­
lia. Esto es algo bien sano, pero hoy en día se pone un
acento de excesiva unilateralidad sobre tal necesidad,
en vez de dar más lugar a la experiencia concreta de
familia. Por eso sería bueno que desde el principio es­
tablezcamos con claridad que la infancia espiritual no
es ante todo disfrutar sino entregarse.
Creo que no hace falta demostrar la exactitud de
esta última afirmación. Piensen por ejemplo en todo lo
que debe asumir el hijo cuando entrega su propio en­
tendimiento. La infancia espiritual consiste en arriesgar
un máximo de amor basándose en un mínimo de cono­
cimiento puramente natural. Mediten si esto es real­
mente entrega...¡seguro que sí! Observen que si la
infancia espiritual es genialidad, está claro entonces
que no puede ser lo mismo que autocomplacencia,
porque autocomplacencia no es genialidad, ya que de
otro modo la gente del mundo sería más genial que los
mismísimos santos. No; en este campo hay que tener
ideas claras. Por supuesto, desde el punto de vista del
método una cosa es exponer una a una las ideas y otra
es aplicarlas a la vida concreta. En lo que toca a noso-

445
tros, debemos tener presente, con claridad meridiana,
que la infancia espiritual es entrega de sí mismo y no
ante todo autocomplacencia.
Quizás deba recordarles de nuevo todas las serias
reflexiones que hicimos en este sentido. ¿Es la infancia
espiritual cobijamiento? Aquí debemos aclarar -no nos
Cobijamiento cansemos de recalcarlo- que infancia espiritual es
en un plano cobijamiento en un plano superior. Ella no es, al menos
superior
en su más plena expresión, primeramente cobijamiento
económico o político, tal como a veces nos la imagina­
mos. Ya saben cuántas cosas comprende la infancia
espiritual en un plano superior, en Dios...¡Qué grande
es la entrega que implica! La infancia espiritual es pues
sobre todo entrega y recién luego cobijamiento. ¡Cuán­
to hay que entregar!
Quizás en este contexto sea oportuno recordar
otras frases clásicas tales como aquella: "Dejaré que el
Padre del Cielo me trate como a un juguete: una pelo­
ta, una pelotita...". Por cierto, estas palabras suenan
muy delicadas y beatíficas en las horas de sosiego. Pero
cuando Dios nos tome para jugar a su placer con noso­
tros según todas las reglas, entonces no deberemos
Reconocer pasar por alto que somos hombres de carne y hueso. Es
a Dios en muy hermoso, hablando humanamente -al menos a mí
medio del me impresiona mucho-, cuando en tales situaciones
dolor somos capaces de sufrir mucho y reconocer a Dios en
medio del dolor. Siempre fui enemigo de la concepción
"india" del dolor. Si en las horas de sufrimiento no so­
mos capaces de percibir que es Dios quien está "jugan­
do" con nosotros según todas las reglas, ya no seremos
niños, sino soldados o quizás indios.
¿Qué es infancia espiritual? Mediten lo que diji­
mos sobre el niño como manifestación original de Dios;
no creo que haga falta repetir las cosas en detalle: el
niño es una señal original de Dios, un reflejo original de
Dios y una unión original a Dios. En resumen, hemos
presentado clara y concretamente a la infancia espiri­

446
tual según distintos enfoques, de tal manera que esta­
mos suficientemente pertrechados para asumir la vida
cotidiana.
En esta jornada contemplamos la dimensión psi­
cológica de la educación, de allí que nos interese tam­
bién "martillar" sobre las ideas centrales para que calen
en lo profundo de nuestro corazón. Para ello tenemos
que volver a enfocar el tema de la infancia espiritual
pero desde otro ángulo: el de su esencia.

TERCER PILAR:

Recapitularé lo dicho hasta ahora pero más bien


en un plano metafísico. La esencia de la infancia espi­
ritual está integrada por tres grandes componentes o
elementos fundamentales: piedad de niño, sencillez de
niño y pureza de niño.
Creo que todo lo dicho hasta ahora puede resu­
mirse análogamente en estos tres elementos. En razón
del horizonte pedagógico de nuestra jornada debemos
repasar de nuevo estos componentes. Quizás repita­
mos algunas cosas ya vistas, pero las profundizaremos
en nuevas dimensiones; o bien veremos nuevamente
ideas conocidas que cobrarán nuevos ecos y matices.

Piedad de niño

Al abordar el tema de la piedad de niño es necesa­


rio en primer lugar aclarar los términos. Hoy es impor­
tante depurar ciertos conceptos porque en muchos
ambientes reina una cierta "corrupción de palabras".
Por eso es prudente redefinir y delimitar las palabras
que usemos. Con esto no quiero decir que rechacemos
todas las nuevas formulaciones que se hayan acuñado
en este campo; hay que recurrir a ellas ya que la gente
tiene hoy otra sensibilidad que la de ayer. ¿Qué enten­
demos por piedad?

447
Interpretación de la piedad

A la piedad podemos interpretarla de dos modos:


en sentido estricto y en sentido amplio. Trataré de ofre­
cerles un resumen de cómo veo yo este tema, pero de
una manera más bien espontánea, sin detenerme en
todos los pasos que me llevaron a esos resultados.
La piedad en sentido estricto es respeto por el pa­
dre y la patria naturales y a la vez por el padre y la pa­
¿Qué es tria sobrenaturales. Esto es en resumen lo que sobre el
la piedad? tema nos dice Santo Tomás de Aquino en diversos
pasajes de su obra2, y lo que hoy siguen diciendo mu­
chos autores que se han inspirado en él. Piedad es pues
respeto por el padre y la patria naturales, y, elevándo­
nos a un plano superior, respeto por el padre y patria
sobrenaturales.
Permítanme recordarles al margen que el amor a
la patria es también una virtud; no lo olvidemos. El
amor a la patria está en la misma línea que el amor al
Amor a padre. Lo mismo vale para el amor filial, para el respe­
la patria to, cuando lo proyectamos en una esfera superior. Pie­
y a la dad es asimismo amor a la Iglesia. El amor a la Iglesia
comunidad pueden incluirlo dentro del amor a su propia comuni­
dad. De esta manera la piedad vendría a significar tam­
bién respeto por la comunidad.
La piedad en sentido amplio es respeto por Dios y
todo lo divino, y también por todos los reflejos de Dios,
Respeto por especialmente lo que es y lo que está en gestación, en
Dios y todos razón y en la medida en que son huellas o semejanzas
sus reflejos del Creador. Detengámonos un poco en este punto.
Ustedes advierten que en la definición de piedad he­
mos ido ascendiendo de lo natural a lo sobrenatural,
para descender nuevamente, y en todo sentido, a lo
natural. Es así entonces que piedad es respeto por Dios

2. Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, q 101, a 1,


corp.; q 121, a 1, ad 3.

448
y lo divino en la naturaleza y la cultura. Luego de es­
tas reflexiones podemos avanzar con mayor facilidad
hacia el análisis de lo que es una genuina y correcta pie­
dad.
Pasemos a enfocar el tema de Dios. ¿Qué es la pie­
dad en relación con Dios? Si sabemos lo que es piedad
en relación con Dios sabremos también lo que es pie­ Sentirse
dad para con los hombres, para con todo lo que tiene enardecido
ser, las creaturas en general. Si examinamos el pensa­ y horro­
miento de San Agustín y cotejamos la vida concreta, rizado
hallaremos que la piedad entraña dos componentes
que conforman una unidad de tensión. La piedad es
sentirse enardecido y horrorizado a la vez.
Apliquemos esto en primer lugar a Dios, porque
así lo entenderemos mejor. Piedad es sentir amor ar­ Amor
diente. ¿Por qué? Porque Dios es amor. Piedad es te­ ardiente
mor reverencial, porque Dios es también la fuerza, el y temor
poder, la omnipotencia. "Et inardesco et inhorresco" reverencial
(me siento enardecido y horrorizado), dice San
Agustín3.
Meditemos por un momento si nuestra relación
personal con el Padre del Cielo está caracterizada por
estos sentimientos de que nos habla San Agustín. Qui­
zás tengan aún muy presente todo lo que les he dicho
sobre la falsa imagen de padre. Paternidad no es blan­
dura de abuelo o bisabuelo. Si no tenemos un concep­
to correcto de padre, no alentarán en nosotros esos dos
elementos del respeto: el amor ardiente y el temor
reverencial. Deben considerarse dichosos aquellos de ¿Qué falta
nosotros que en su profundo crecimiento en Dios, y a en nuestra
la luz del amor y de la gloria divinos, experimentan relación
toda su miseria. Preguntémonos que es lo que más nos con Dios?
falta en nuestra relación con Dios: ¿el temor reverencial
o el amor ardiente?, ¿o quizás ambos?

3. San Agustín, "Las Confesiones", op. cit, pág. 473.

449
Luego de este examen de conciencia podremos in­
terpretar el respeto debido a cada ser, a cada creatura.
Respeto Por ejemplo, tomemos el caso de que seamos directores
por Dios espirituales o profesores. Si tenemos respeto por Dios
y por toda y lo divino, sentiremos respeto por cada uno de los
creatura chicos que tengamos que educar, y, salvando las
distancias, por toda creatura, aún por la mosca que está
en la pared.
Sigamos reflexionando sobre las consecuencias de
este respeto en su proyección sobre la vida concreta. Si
hay que tener respeto por toda creatura, por todo ser
humano, con mayor razón deberemos respetar a nues­
Piedad es tros hermanos de comunidad y a nuestros superiores
"devoción" ¿Tengo esta piedad?, ¿cultivo el temor reverencial y el
amor ardiente?, ¿es la piedad una línea que va y retor­
na? Si consideramos a la piedad en este sentido amplio
como respeto por Dios y lo divino, estarán de acuerdo
en que piedad significa análogamente "devoción"; pie­
dad será así igual a devoción.
¿Saben por qué les llamo tanto la atención sobre
este último aspecto? Porque hoy día están apareciendo
algunos libros que pretenden presentar de manera ori­
ginal a la devoción masculina diciendo que ésta consis­
te en estar piadosamente en presencia de Dios, que es
respeto por Dios. Les contesto diciendo que sí, es cierto;
pero ello no constituye una originalidad exclusiva de la
devoción masculina sino de todo tipo de devoción. Al
La devoción meditar sobre el respeto háganlo teniendo en cuenta
es amor
cuál es la otra cara de la moneda: el amor. Verán enton­
respetuoso
ces que el corazón de la devoción es el amor respetuo­
so; o bien advertirán la necesidad de acentuar
periódicamente el respeto porque el hombre de hoy ha
perdido terriblemente el sentido del respeto. El amor
respetuoso, como totalidad orgánica, es la esencia de
una genuina y sana devoción cristiana.

450
Consecuencias de la piedad de niño

De este modo tenemos ya un primer punto de en­


lace. Para comprender la piedad de niño tenemos que ¿Cómo se
reflexionar sobre la devoción del niño. ¿Cómo se mani­ manifiesta
fiesta la devoción de niño, la relación fundamental del la devoción
niño con Dios? Creo que tenemos la respuesta a flor de de niño?
labios: la devoción de niño se manifiesta en la fe, la
esperanza y el amor de niño.
Quizás recuerdan cuando hablamos de la manifes­
tación original de Dios, y más exactamente sobre la
unión original a Dios. En aquel momento aclaramos
que no desarrollaríamos ese punto sino que volvería­
mos a él más tarde. Este es el lugar y la ocasión de ha­
cerlo. Se nos abre así un amplio campo a explorar. De
toda la cantidad de ideas que se nos ofrecen pondré de
relieve algunas que revisten especial actualidad para
nosotros.

Fe de niño

¿Cómo es la fe de niño? Recordemos la ley vista4:


"las cosas nobles y buenas que un niño tiene por natu­
raleza, pero sólo transitoriamente y en escasa medida,
tenemos que conquistarlas nosotros, de manera perfec­
ta y como estado permanente, al precio de luchas, es­
fuerzos y oración serios".
¿Cómo es la fe de niño? Repasemos nuestras ob­
servaciones de la vida. En el niño se puede distinguir
una fe en el padre natural y en las cosas puramente na­
turales, y una en el Padre del Cielo.
Un niño más o menos auténtico cree ciegamente
en su padre, en toda circunstancia. Si lo dice papá, será Un niño cree
cierto, aún cuando todos los demás sostengan lo con­ ciegamente
trario. ¡Papá lo dijo, por lo tanto es cierto! Pueden ima- en su padre

4. Cf. conferencias 6 y 8

451
ginarse entonces qué terrible conmoción será para la
afectividad del niño si más tarde se desilusiona de su
padre; será como si todo a su alrededor, cielo y tierra,
comenzase a tambalearse.
Dicho sea de paso, ¡cuán grande y pesada es la res­
ponsabilidad que asumimos cuando hay hombres que
nos aman como un niño a su padre! Quizás recuerdan
las palabras que en su momento dirigiese un hombre
del pueblo a San Francisco de Asís: "Francisco, tú sabes
No
desilusionar
cuántos son los que te aman y siguen. Procura no
a los que desilusionar a ninguno de ellos". Al percibir el amor
te aman que me tienen mis chicos, u otras personas subordina­
das a mí, que resuene en mis oídos la siguiente adver­
tencia: "¡Procura que más tarde ellos no se desilusionen
de ti!". Debo preocuparme de ello. En la práctica esa
gente se desilusionará de mí; es natural, porque yo no
soy Dios, sino sólo un pequeño reflejo suyo. Quien me
conozca con mayor exactitud se desilusionará conti­
nuamente de mí.Parte de la razón de ser de las criatu­
ras es desilusionarnos. Esta es la clave para interpretar
aquel versículo del Evangelio: "Es necesario que él
Mi realidad crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30). Como hombre
y su imagen maduro me haré cargo de todas las debilidades que ex­
perimente en mí. Con humildad y gratitud aceptaré
que las personas que hasta ayer casi me adoraron, hoy
me vuelvan más y más la espalda al irme conociendo
mejor. Procuraré en lo posible que no se desilusionen
de mí, trataré de ser tal como ellos me conocieron en un
principio, aún cuando esa imagen que se hayan hecho
de mí no sea totalmente correcta.
¿Por qué el ¿Por qué el niño cree en su padre? Por piedad, por
niño cree en un profundo respeto, un respeto por el ser y las palabras
su padre? del padre que brotan desde lo hondo de su alma.

Transfieran ahora esa fe de niño a la relación con


el Padre del Cielo. En este punto me expresaré con toda
sencillez. La fe del niño en el Padre del Cielo se mani­
fiesta en un hambre insaciable de Dios y de lo divino.

452
Vayan recordando en este tema toda esa serie de sim­
ples y encantadoras observaciones de la vida. La litera­
tura nos da muchos ejemplos de cómo un niño pregun­
ta por Dios. Los adultos no sabemos darle una
respuesta. ¡Cuánto hambre de conocimiento religioso
teórico y práctico tiene el niño! Si el niño ve, por ejem­
plo, que el padre y la madre comulgan, o se arrodillan Temor
respetuosamente delante del Santísimo, tratará de imi­ reverencial
tarlos con su peculiar inocencia, llevado por ese afán del niño
imitativo propio de los chicos. Así es, el niño experi­
menta un temor reverencial ante lo divino y un gran
hambre de lo divino. Cuánto más ingenuo, espontáneo
y auténtico sea el niño, tanto más cautivante su hambre
de saber de Dios.
Permítanme plantearles una pregunta personal:
¿Tenemos hambre de Dios? No sé cómo será aquí, pero
en los lugares donde suelo ejercer la mayor parte de mi
tarea pastoral observo que nosotros los sacerdotes de­
mostramos una terrible hartura y autosuficiencia en Terrible
este sentido. Ya casi no nos interesa seguir formándo­ hartura
nos religiosamente. Pero pasemos a una pregunta más
concreta: ¿cuándo hemos leído y elaborado por última
vez un libro religioso? Quizás espigamos uno al azar
porque necesitábamos algún material para la predi­
cación o la catcquesis. Creo que deberíamos aprender
del hambre de saber religioso que tiene el niño. Debe­
ríamos tener como propósito leer un libro a fondo cada
año. Tenemos el tiempo y los medios necesarios para
hacerlo y redundará en nuestro propio crecimiento
personal. Elaboraremos ese libro a despecho de si tene­
mos o no ganas de hacerlo. Queremos ser como niños,
cultivar una fe de niño, y por eso queremos tener ham­
bre de formación religiosa.
Prosigan meditando estas ideas en detalle; para elfo
recuerden el axioma citado: "Ser de la manera más per­
fecta posible lo que el niño es de manera imperfecta."

453
Características

Preguntémonos, a modo de resumen, cuáles son


las características de nuestra fe de niño. Permítanme
esbozárselas con unos breves trazos. Nuestra fe de niño
es creencia inconmovible, viva y victoriosa en todo lo
que el Padre nos ha dicho a través de su Iglesia. Estos
contenidos no son nuevos, pero sí lo es su formulación,
ingenua y simple. Sería bueno volver a tomar concien­
cia de las características de la fe de niño, tal como se
desprenden de la observación que hacemos de ellos.

Firme

Nuestra fe debe consistir en tener por cierto lo que


el Padre nos dice a través de su Iglesia; recordemos que
Originalidad en esto reside la originalidad de la fe católica. Ella es
de la fe
católica
más bien un acto del entendimiento y no primeramente
de la voluntad, como es el caso de la fe fiducial de los
protestantes5.
Al leer o escuchar noticias de los países vecinos
observamos que allí la gente repite expresiones tales
como: "yo creo en Alemania", "mi fe es alemana",
"creo que Alemania tiene una misión", etc. Todo esto
nos dice que en esos países se ha falsificado el concep­
to de lo que es fe y que ya no se trata de la fe católica.
Por eso hay que aclarar los conceptos y subrayar que la

5. La fe fiducial (del latín fiducia, confianza) se remonta a la


"confianza del corazón" de la que hablaba Lutero. Según este
reformador, ella constituía el elemento fundamental del acto
de fe. En este contexto, el Padre Kentenich apunta
evidentemente a destacar las consecuencias históricas de
tales unilateralidades (de extracción protestante) en el
tratamiento de la fe. Al mismo tiempo le interesa acentuar el
elemento personal -la confianza filial- que existe en la fe, y
para ello se detiene en la reflexión de estas características de
la fe de niño.

454
fe es un acto del entendimiento, es dar algo por cierto,
con actitud firme e inconmovible.
¿Por qué mi fe tiene que ser firme e inconmovible?
En primer lugar en razón del aspecto formal de la fe del
niño: el niño cree porque es papá quien lo ha dicho. De
manera similar, nosotros creemos con firmeza porque
es el Padre quien lo ha dicho; porque es el Dios
trinitario quien ha hablado y lo que El dice es siempre
verdadero, aún cuando yo no pueda entenderlo. Por
todo ello nosotros creemos firme e inconmoviblemente
en el Padre Dios.
Observen por favor cómo Jesús encarece en varias
oportunidades el don de la fe. De su propia boca escu­
chamos que es un regalo absolutamente necesario6.
Asimismo es un regalo precioso y valioso, ¿por qué?
Cuando Jesús obraba milagros y resucitaba muertos
Un don
realizaba esos prodigios sin aspavientos; pero cuando precioso
vio a un hombre que tenía fe de niño se maravilló y ex­
clamó con todo respeto: "Os aseguro que en Israel no he
encontrado en nadie una fe tan grande" (Mt 8,10); "Di­
chosos los que no han visto y han creído" (Jn 20,29). A
juicio de Jesús, la fe sencilla en Dios Padre es un don
precioso.
En segundo lugar, la fe debe ser también firme e
inconmovible en razón de su función en la vida religio­
sa. El Concilio de Trento nos dice que "fides est radix,
initium et fundamentum omnis iustificationis"7. Si la fe
es el fundamento del edificio, para que éste sea firme

6. Cf. Me 16,16; Le 8,12; Jn 3,18,36


7. Concilio de Trento, sexto período de sesiones, Decreto sobre
la justificación, cap. 8: "Fides est humanae salutis initium,
fundamentum et radix omnis iustificationis" - La fe es
principio de salvación para el hombre, fundamento y raíz de
toda justificación.

455
deberá tener colocado sus cimientos con igual firmeza.
Funda­ Sobre los pilares de la sencilla fe de niño se levanta toda
mento del nuestra vida religiosa, nuestro amor, nuestras aspira­
edificio ciones y esperanzas; es lógico entonces que mi fe deba
ser firme e inconmovible.

Viva

Fe viva significa muchas cosas: viva en relación


con el Dios Trino, viva en relación con otros objetos de
la fe, tanto profanos como sacros, y viva también en
Vislumbro ciertas circunstancias de la vida. A la luz de la fe veo
la mano siempre lo divino detrás de todo y en todo, vislumbro
del Padre
la mano del Padre en los golpes del destino. Tal como
ocurre en el caso del niño, la fe debe llegar a ser el "ele­
mento vital" de la vida. El niño cree en el padre y por
eso confía en lo que éste le dice y su amor hacia él es
inmenso.

Victoriosa

La fe debe ser victoriosa como aquella del niño. Lo


que dice el Padre se hará finalmente realidad, aunque
sea a costa de muchos trabajos: "Lo que ha conseguido
la victoria sobre el mundo es nuestra fe" (1 Jn 5,4). De
ahí que a mi parecer en nuestra relación con la comu­
Una grave nidad no hay error más grande que perder la fe en la
equivocación bondad y providencia divinas para con ella. Muchas
son las equivocaciones en las que podemos incurrir, y
una de las más graves es desconfiar de la bondad de
Dios. Algo similar vale para mi vida y aspiraciones per­
sonales. La piedad de niño debe manifestarse en mí
como fe sencilla y filial. Si no os hacéis como los ni­
ños...Continúen meditando a solas estos pensamientos
para captar con mayor nitidez la realidad de la fe des­
de el punto de vista de la metafísica.

456
Confianza de niño

La piedad de niño se revela en segundo lugar en


la confianza. Vuelvan a tener presente en este punto el
mismo esquema que seguimos más arriba. "Las cosas
nobles y buenas que un niño tiene por naturaleza, pero
sólo transitoriamente y en escasa medida, tenemos que
conquistarlas nosotros, de manera perfecta y como es­
tado permanente, al precio de luchas, esfuerzos y ora­
ción serios". Observen cómo es la confianza del niño en
su padre y en su madre; ella se traduce en una fe firme
como la roca en el poder bondadoso y fuerte.
¿Por qué el niño vive esa alegría tan propia de su
edad? ¿Por qué en cierto sentido se puede decir que él
también tiene confianza en sí mismo? Porque no ha Presencia
experimentado suficientemente las limitaciones de sus de un poder
capacidades. El cree en un poder fuerte y benefactor fuerte y
que está dentro de sí mismo y a su alrededor. El poder bondadoso
que rodea al niño es generalmente el poder paternal o
maternal. El niño ha vivenciado mil veces que más allá
de las necesidades de su hogar y a pesar de que a veces
hubo que ajustarse los cinturones, por lo común el pa­
dre y la madre pararon la olla, lo vistieron, etc. El niño
percibe y vivencia que está rodeado por un poder
fuerte y bondadoso.
En el caso del niño religioso pueden transferir esta
vivencia al plano sobrenatural. En este punto pueden
citar toda una cantidad de ejemplos de la confianza del
niño. Cuando un niño quiere la conversión de su pa­
dre, de su hermano o de otro ser querido, "obliga" al
Padre del Cielo mediante su confianza inconmovible.
¿Qué conclusiones puedo sacar para mí, para no­
sotros? Hay que ser lo que el niño es...También yo debo
cultivar una confianza inconmovible en Dios Padre, o
dicho más exactamente: en la omnipotencia, la bondad

457
y la fidelidad del Padre. Estas son las tres cualidades
del Padre en la que cree tan firmemente el niño con
Omnipotente, confianza natural y sobrenatural. Para fortalecer mi
bondadoso confianza de niño habré de vivir permanentemente en
yfiel la omnipotencia, la bondad y la fidelidad del Padre;
tomaré conciencia en todo momento de que el Padre
del cielo es omnipotente, bondadoso y fiel.

Confianza de la Sma. Virgen

Quizás quieran meditar alguna vez sobre la con­


fianza de niño de la Sma.Virgen y cómo ella experi-
En el mentó la omnipotencia, la bondad y la fidelidad divi-
Magnificat ñas. Para ello sólo bastará detenerse en el Magníficat.
Observen en él cuáles son las cualidades de Dios sobre
las que se afirma la confianza de María.
En primer lugar, la omnipotencia de Dios. Para el
pensamiento bíblico, en especial el veterotesta-
mentario, la omnipotencia divina se representa simbó­
licamente por el dedo de Dios.8 Dios toca la cumbre de
las montañas con su dedo y éstas comienzan a humear.
El brazo Fíjense que la Sma.Virgen no habla del dedo de Dios
de Dios sino del brazo de Dios9; medítenlo para formarse una
idea cabal de la profundidad que puede alcanzar la
confianza del cristiano. La confianza del niño auténti­
co se funda en lo más hondo, en la omnipotencia
divina: "Adjutorium nostrum in nomine Domini, qui
fecit coelum et terram" (Sal 124, 8).
Los que somos de países vecinos tenemos que
considerarnos dichosos de perder cada vez más los
fundamentos naturales de nuestra confianza. El dere­
cho, la verdad, la tradición, todo se está derrumbando.
En esos países nuestros ya no se puede vivir, ni estar
alegre ni contento si no se gira en redondo y se retoma

8. Cf. Ex 8,15; Dt 9,10; Sal 8,4; Dn 5,5; Me 7,33; Le 11,20


9. Cf. Le 1,51

458
al eje fundamental de nuestra confianza: Dios. "En ti,
Yahveh, me cobijo, ¡Oh, no sea confundido jamás!" (Sal
31, 2; 71,1). ¡Cuánto tiempo necesitamos para desper­
tar con sencillez en nosotros la confianza de niño!
La lengua sánscrita tiene una palabra que designa
a la vez al padre y a la madre. Esa palabra es "pitáru"10.
Dios sería pues pitáru, vale decir, padre y madre a la
vez. El niño encuentra en Dios Padre todo lo que de
algún modo busca y considera como grande y digno de
confianza.
En el Magníficat la Sma.Virgen hace referencia a la
bondad y finalmente a la fidelidad de Dios. Repasen el
texto para renovarse en la confianza ilimitada en la
bondad de Dios. En este punto pueden hacer confluir
todas las expresiones, unas más teóricas y otras más
plásticas, que hemos utilizado en estos días, por ejem­
plo aquellos versos que dicen:
En el rugido de las tempestades
y el ulular de los céfiros
entre el fuego de los relámpagos
y el fragor de los truenos
yo pienso tranquilo
como el hijo del barquero:
"Mi padre es timonel de la nave:
¡yo nada temo!"
Otra formulación clave que vale la pena reme­
morar es la que nos advierte que "nuestra preocupa­
ción más grande debe ser vivir cada segundo infinita­ Confianza
mente despreocupados". Esta despreocupación no bro­ inconmovible
ta de una actitud de negligencia, sino de confianza en
Dios. No estamos despreocupados porque nos desinte­

10. Se trata de una forma plural. En singular la palabra "pitá"


significa "padre", y la forma plural "pitáru", padres, vale
decir, padre y madre. Asimismo en griego y latín no clásicos
acontece algo similar. En efecto, "patéres" o bien "patres"
pueden designar a ambos progenitores.

459
resamos de lo que ocurre en la tierra; no, nos preocupa­
remos mesuradamente de lo terrenal, pero detrás de
nuestro obrar estará siempre la confianza inconmo­
vible que se expresa en las palabras: "Mater habebit
curam".

Amor de niño

Mediten en tercer lugar sobre el amor de niño.


¿Cómo es el amor del niño hacia el padre natural y el
sobrenatural? En primer lugar observamos que es ob­
vio que en circunstancias normales el niño ame filial­
mente a su padre y, junto con él, a sus hermanos. El
auténtico amor filial es también amor fraterno. Sería
bueno que en su meditación repasen muchos ejemplos
del amor al padre, a la madre y a los hermanos, toma­
dos de la vida cotidiana. Sabemos que también se dan
casos de desamor, pero por ahora no queremos dete­
nernos en ellos; más bien nos interesa conocer la di­
mensión noble de estos afectos.
En segundo lugar reflexionen sobre el amor de
niño, auténtico y sobrenatural, hacia el Padre del Cie­
lo. Creo que en este sentido podríamos decir, a mane­
ra de postulado, que ese amor es realmente un trato de
amor con Dios, genuino, íntimo y delicado. He aquí lo
Santos grande del amor y la piedad de niño. Repasen la pie­
juveniles dad de nuestros santos juveniles, por ejemplo la bio­
grafía de la pequeña Nelli11. En ella podemos contem­
plar el trato delicado que estos niños y jóvenes cultiva­
ron con Jesús. Nos harán mucho bien su ingenuidad,
autenticidad y originalidad. Si tenemos oportunidad
de escuchar a un hombre noble, tal vez un sacerdote,
en su lecho de muerte, constataremos con qué sencillez
filial conversa con Dios. Es cierto lo que dijo un gran
hombre, al afirmar que es en el momento de la muerte

11. Nelli Organ (1903-1908). Cf. Bihlmeyer, Nelli vom heiligen


Gott.

460
cuando se despierta el niño dentro de nosotros. He
pensado muchas veces si en la hora de mi paso de este
mundo mantendré un diálogo tan filial con Dios. En la hora
¿Cómo es el contacto del hombre de hoy con su Dios? de la muerte
Sabemos pensar muchas cosas, pero...¿cómo será ese
trato ingenuo y filial con Dios en la hora de nuestro
tránsito?
Mediten la relación que cultiva la pequeña Nelli
con Dios, ¡cuántas cosas son para ella "naturales"! Ella
podía intercambiar todas sus cosas con Dios. Si El le
hubiese dado una pelota, Nelli a su vez le hubiese po­
dido ofrecer, por ejemplo, sus zapatos...¡una candidez
como difícilmente pueda encontrarse otra! Pero, ¿qué
es lo que no puede hacer un niño? ¡Ah! Si pudiésemos
obrar así de nuevo...Les digo estas cosas aplicándolas
también a mi propio caso. Si volviésemos a cultivar un Un trato
trato sencillo con Dios estaríamos nuevamente funda­ sencillo
dos sobre el cimiento de la sabiduría. Todos nuestros con Dios
estudios deberían ser como una escalera que uno usa
para ascender y después deja de lado. Queremos dia­
logar con Dios con sencillez, simplicidad y candidez;
queremos aprender a conversar con El. Tanto en mo­
mentos de alegría como dolor, estaré siempre junto a
El. Así lo pueden ver en la historia de la pequeña Nelli.
Leer libros de este género podría ser uno de los
propósitos a tomar. Los mayores los leerán más rápida­
mente. Sería bueno que tuviesen tales lecturas, y por
dos, tres o cinco años sólo leyesen libros que tratasen
de este tema; pero, naturalmente, siempre y cuando
estén de acuerdo con todo lo que les he venido dicien­
do. De lo contrario picarán un poco de aquí y otro de a-
llá; y una lectura anulará la otra y derrocharán fuerzas.
Hagamos todo lo posible para formar un frente
bien compacto, para crear el tipo de hombre que Dios
quiere de nosotros. Por eso valdría la pena estimular­
se mutuamente en este tipo de lecturas que armonizan

461
con nuestro carisma, que ofrecen una fundamentación
de nuestro ideal y profundizan tal o cual aspecto de
nuestra misión. Asimismo nuestros directores espiri­
tuales no sólo deberían hablar sino encomendar la lec­
tura y elaboración de libros. De ese modo verán cómo
hay otros autores que con respeto nos aportan otros
enfoques sobre la infancia espiritual.
Reflexionemos de qué manera podemos aprender
del niño en nuestro trato de amor original, simple y
ferviente con Dios. Lean en este sentido las vidas de los
santos Juan Berchmans y Estanislao Kotska; reparen
también en la sencilla relación que cultivaba este últi­
mo con la Sma.Virgen. El pequeño Estanislao le había
pedido a María Santísima la gracia de morir en el día
Ser de la Asunción. No recuerdo ahora si firmó con su san­
escuchado
gre esta súplica o de qué otro modo lo hizo, lo cierto es
es natural
para un que para él había de suceder así. Para un niño es "na­
niño tural" que su ruego sea escuchado. No es necesario co­
piar al pie de la letra esas cosas, ya que no son indis­
pensables para la vivencia de la infancia espiritual.
Creo que deberíamos volver a hablar entre noso­
tros con mayor benevolencia y autenticidad sobre tales
gestos y ejemplos vivos de infancia espiritual. Por lo
general solemos subestimarlos con escepticismo senil;
sin embargo, cuando encontremos hombres que han
conservado esa autencidad de niño, no debemos des­
preciarlos jamás. Cuando veamos o leamos sobre la
infancia espiritual que otros han cultivado, se desper­
tará ese niño tan sano que duerme en nosotros y culti­
varemos según nuestro propio carisma lo que otros
han cultivado según el suyo.
Si alguien alguna vez escribe un libro sobre la in­
fancia espiritual haría bien en reunir muchos ejemplos,
tiernos y delicados, de la conducta de los niños
.
* Hay
* Véase, en ese sentido, el libro "María Jesús... un milagro de
amor", Ana María Figueroa, Editorial Patris S.A., 1992,
Santiago, Chile

462
que ver todo el mundo que nos rodea desde el punto
de vista de nuestro ideal. Recordemos nuevamente la
idea directriz: Ser como los niños, ¿cómo lograrlo? Es­ Intimo trato
forzándonos por un íntimo trato de amor con Dios... de amor con
pero, ¿cómo? No daré respuesta a este interrogante. Dios
San Francisco de Sales diría que simplemente hay que
decidirse por empezar a amar. Así como a caminar se
aprende caminando, a amar se aprende amando. Cono­
cimientos no nos faltan.

Características

¿Cómo debe ser el amor al Padre del Cielo? Les ex­


pongo a continuación algunas características de ese
amor.
En primer lugar el amor verdadero debe ser
celoso...pero en el buen sentido de la palabra. El niño
quiere ser el preferido de su padre; esto es algo muy Amor celoso
común en la familia. Pero el amor debe ser celoso tam­
bién desde otro punto de vista: no debe haber nada en
mí que no ame al padre; no debe haber en mí otro amor
que esté separado del amor filial al Padre.
Comprueben si estas notas del amor filial se des­
prenden de la observación directa de la vida. No sólo
hay que ir por la vida como filósofos sino también
como observadores de la vida. Lo que deduzco como
filósofo debe estar fundamentado en la vida y vice­
versa.
¿Cómo debe ser mi amor? Debe ser, en segundo
lugar, un amor insatisfecho. Observemos a la gente
que ama a Dios con total sencillez. Notaremos que tie­ Amor
nen la sensación de que aman muy poco a Dios; com­ insatisfecho
probaremos que son hombres insatisfechos. La causa
reside en el objeto mismo del amor. Cuanto más nos
acercamos a Dios, tanto más advertimos la distancia y
la limitación de nuestro amor. Es amargo percibir tan
fuertemente los límites de nuestra capacidad de amar,

463
de nuestro amor. Cuando experimente esta limitación,
lo más importante será volverse hacia el Espíritu San­
Ampliar to; sólo él es quien puede ampliar nuestra capacidad de
el amor
amar. Cuanto mayor sea nuestro crecimiento en la sen­
cillez, tanto más fuerte será nuestro anhelo del Espíri­
tu Santo. El amor insatisfecho se esfuerza por un mayor
conocimiento, por ampliar el amor.
En tercer lugar mi amor debe ser crucificado. Ya
saben por qué: porque el amor es una fuerza ase­
mejadora y unitiva y porque la alegría más grande que
Amor Jesús le dio al Padre del Cielo fue cuando se entregó a
crucificado sí mismo en una actitud de infinita infancia espiritual
en el Huerto de los Olivos y en la cruz. Por eso el amor
de niño hacia el Padre experimenta a menudo el ansia
de ser también un amor crucificado. Estas cosas suenan
muy simples en el lenguaje de la infancia espiritual,
pero entrañan un tremendo heroísmo.
En cuarto lugar, el amor de niño es victorioso.
Dios, que me ha concedido un pedacito de su amor,
Amor hará que ese amor irradie a través de todo mi ser. Lle­
victorioso gará el día en que su amor y el amor hacia El triunfen
plenamente. "Pero la mayor de todas ellas es la cari­
dad" (ICo 13,13).
Así vuelvo a una idea que he acentuado ya mu­
chas veces. Tómenla como el consejo más práctico que
se lleven de estos ejercicios: "Aprendamos a amar a
Dios con amor de niño".
Repasen la Sagrada Escritura y también La
Santificación de la vida diaria, en cuyas páginas se
canta un himno al amor y se nos muestra cómo cada
acto de nuestra vida puede ser una clara irradiación del
amor.
No olviden que el amor es la esencia de la santi­
dad. Tampoco pasen por alto que hoy asistimos a una
gigantesca división de los espíritus. En el bando contra­
rio se fanatiza a la gente con el odio, por eso debemos

464
Jesucristo y Juan

"El amor es una fuerza unitiva y asemejadora."


J. Kentenich

465
volver a tomar conciencia de la fuerza primordial del
Cuando
cristianismo: el amor de Dios. Cuanto mayor el odio
nos odian con que se nos persiga, tanto más se debe avivar el
amor filial al Padre y, en razón de ese mismo amor fi­
lial, reencender el amor a los hijos del Padre.
Decimos pues que el amor es la esencia de la san­
tidad; profundicemos este pensamiente repasando
aquellas palabras de Jesús: "Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El
segundo es semejante a éste" (Mt 22, 37). Para inter­
pretar este pasaje del Evangelio nos puede ser útil la
meditación del texto de San Pablo donde el apóstol de
los gentiles nos habla del amor como compendio de
todo lo que Dios espera de sus hijos.12
El amor es una fuerza unitiva y asemejadora. He
aquí el pensamiento central que no debemos olvidar
tan rápidamente. Si queremos llegar a ser hombres
Hasta el maduros, llenos de Dios y de elevada moral, debemos
último comenzar lo más pronto posible a amar y esforzarnos
suspiro por amar hasta el último suspiro. San Pablo nos dice:
"Yo olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está
por delante" (Flp 3, 13). También nosotros queremos
lanzarnos hacia el amor de Dios porque esa es la fuer­
za unitiva y transformadora. Las virtudes morales
transforman al hombre hasta un cierto punto; es recién
el amor quien logra transformarlo en profundidad.
Podemos decir por último que el amor es el alma,
la madre, la reina de todas las virtudes. Así lo dijo San
Pablo en su Himno al amor13 donde enumera una serie
de virtudes...: el amor es paciente, manso, humilde, etc.

12. Cf. Rm 13, 8-10; Gál 5,14


13. Cf. ICo 13

466
Como Instituto queremos vivir plenamente los
ideales y ser hombres íntegros. Por eso todos nosotros,
jóvenes y viejos, debemos reconocer que lo supremo es
el amor, en especial el amor filial. Aspiramos entonces
a ser niños que amen con amor sencillo al Padre, para El siglo
que surja así un nuevo sol. El siglo XX debe ser el siglo del niño
del niño. Si no os hacéis como los niños, no entraréis en
el Reino de los Cielos...

467
Vigésimo tercera Conferencia

LA PUREZA

Pureza de nino

Tres son los componentes de la infancia espiritual:


la piedad, la pureza y la simplicidad. Así lo confirman
nuestras observaciones de la vida cotidiana; de ahí que
hablemos ya con cierta seguridad de devoción de niño
o piedad filial, y de pureza, serenidad y simplicidad de
niño.
En esta conferencia nos ocuparemos de la pureza
de niño. Observen nuevamente la honda relación entre
infancia espiritual y pureza. Cuando observamos a un
niño sentimos nostalgia al pensar espontáneamente en
nuestra propia niñez, en aquel tiempo cuando aún no
se manifestaba nuestra vida instintiva.
Teniendo presente las metas de nuestros ejercicios,
les hablaré de las tres características de la pureza de
niño: instintiva, rica, fecunda y, por último, encantado­ Características
ra y tranquilizadora. Ustedes me dirán si he observado
correctamente la vida cotidiana y por lo tanto son
válidas estas notas de la pureza de niño. En lo futuro,
cuando reparen en los niños, háganlo desde estos tres
puntos de vista. No olviden además la gran ley que nos
marca siempre el rumbo: hay que ser lo que son los
niños...Las cosas nobles y buenas que un niño tiene por
naturaleza, pero sólo transitoriamente y en escasa me­
dida, tenemos que conquistarlas nosotros, de manera
perfecta y como estado permanente, al precio de
luchas, esfuerzos y oración serios.

469
Pureza instintiva

Meditemos qué entendemos por pureza instintiva.


Para ello realizaremos primero una confrontación de
términos y luego el análisis correspondiente.
Confrontemos la pureza instintiva con su contra­
partida más tajante, la pureza exclusivamente volun-
tarista. Creo que la vida cotidiana nos ofrece enseguida
Pureza una clarificación de los valores de cada una. Cuando en
voluntaria nosotros todo se rebela, desencadena y ruge; cuando
nuestros afectos nos impulsan hacia lo bajo; cuando en
ese trance es únicamente la voluntad quien dice ¡no!
tenemos entonces una pureza exclusivamente volitiva.
Sólo la voluntad es la que se resiste, mientras que todos
los instintos se inclinan hacia abajo.
¿Qué sería entonces la pureza instintiva? Al con­
traponerla a aquella volitiva notamos el alto valor que
Instintos ella reviste. Pureza instintiva es el estado en el que
silenciosos nuestros instintos callan y permanecen santamente in­
tactos. Como ya advierten enseguida, esta pureza
instintiva es objeto de nuestro más ferviente anhelo.
Repasemos otras expresiones sinónimas de "pure­
za instintiva" para que su contenido cale más hondo en
nosotros. Se podría hablar de una pureza subconscien­
te y aún -si me lo permiten- de impecabilidad, término
que naturalmente es muy relativo. Recordemos que ese
estado de impecabilidad era aquel del paraíso, donde
gozábamos de dos dones: el donum gratiae y el donum
integritatis1. La pureza instintiva es de alguna manera

1. El don de la gracia es la participación en la naturaleza divina,


Restaurar el estado de gracia que Dios concede al hombre; mientras que
la armonía el don de integridad es el que crea la armonía en el hombre
en el hombre entre sus distintos estratos ontológicos. El hombre perdió
ambos dones al cometer el pecado original. Para el Padre
Kentenich, esta concepción cristiana de la esencia humana
afectada por el pecado original marca el rumbo de todo
esfuerzo pedagógico: restaurar de algún modo, con ayuda de

470
similar al donum integritatis, que perdimos como
consecuencia del pecado original. En el orden actual en
que vivimos, el donum gratiae, recobrado en virtud de
la pasión y muerte del Señor, apunta a la reconquista Reconquistar
del donum integritatis. Pero recién en la visión beatífica la integridad
alcanzaremos la cumbre definitiva. En efecto, recién en
la eternidad, cuando contemplemos y amemos a Dios
bienaventurados y felices, gozaremos de una pureza
instintiva en su sentido más acabado. Por eso al hablar
de la pureza instintiva a la cual podemos aspirar en la
tierra, y que es análoga a aquella del niño, sabemos que
es relativa.

Contemplemos al niño

Sabemos que los instintos están latentes, como cu­


biertos por un tenue velo, y que se despiertan o estimu­
lan con mucha facilidad. De ahí esa profunda nostalgia
Los instintos
que sentimos al mirar a un niño. ¿Qué será de ese niño? adormecidos
Sus instintos aún están adormecidos, pero al acecho, y
pueden excitarse con extraordinaria celeridad. En
realidad la libertad interior del niño es igual a su
pureza instintiva; que naturalmente no es perpetua ni
completa.
Contemplen a un niño así...¡cuán original es fren­
te a la vida! Las deliciosas ocurrencias de los niños nos
invitan a reír. Estudien la conducta de los niños y re­
unirán una cantidad de pequeñas observaciones con­
cretas. El niño tiene un trato muy cordial con las cosas,
aún con aquellas que atañen a la sexualidad. Por otra
parte notarán que cuando enfrenta cosas más compli­

la gracia divina concedida en el bautismo, la unidad


armónica de las distintas potencias en el hombre. Más allá de
que la fe y la experiencia práctica nos digan que ese unidad
última nos será regalada recién en nuestra consumación, en
el cielo, el anhelo y el esfuerzo en pos de esa restauración son
siempre decisivos en la labor pedagógica.

471
cadas o bien peligrosas, hace gala de un fino instinto.
Por ejemplo, cuando una niña es llevada por sus pa­
dres a una reunión y se la induce a una conducta un
tanto ambigua o no clara, comprobarán que la criatura
manifiesta una gran resistencia y sólo a costa de gran­
des esfuerzos accederá al deseo de sus padres. Pre­
cisamente porque el niño advierte que ése no es su lu­
gar. Mediten lo que se cuenta de San Estanislao Kostka.
Su pureza instintiva era tan grande -sopesen ahora
cada palabra- que el pequeño llegaba literalmente a
desmayarse al enfrentar la mundanidad que se estila­
ba en la casa paterna.

Reconquista de la pureza instintiva

¿Qué hacer para recobrar esa pureza instintiva?


En primer lugar creo que debemos entusiasmarnos por
el elevado y hermoso ideal de una pureza de tales ca­
racterísticas. No nos conformemos con decir: "No co­
"Quien sólo meter pecados contra la pureza". Quien sólo quiera
quiere evitar evitar el pecado, caerá en él. Ese tipo de hombre es to­
el pecado, talmente opuesto al que ustedes quieren lograr. El tono
caerá en él" fundamental de su esencia debe ser la magnanimidad.
Y a esa magnanimidad hay que cultivarla también en
relación con el sexto mandamiento. Enciendan en uste­
des y en sus alumnos el entusiasmo por esa delicada
pureza, por ese altísimo grado de pureza. Para ello hay
que aplicar todos los medios para conservar la pureza
a la que estamos obligados y asegurarnos ese fino gra­
do de pureza que es la pureza instintiva.

Conservar la pureza obligatoria

La pureza obligatoria es aquella que se traduce en


la prescripción: "No cometer ningún pecado contra la
santa pureza".
No quisiera fatigarlos, pero creo que les prestaré
un servicio si les resumo rápidamente qué es el pecado

472
grave contra la pureza. La moral nos dice que toda falta
de castidad voluntaria es pecado grave. Volun­
tario... Cuando se suscitan en nosotros sensaciones que
van contra la castidad y consentimos voluntariamente
en ello, cometemos pecado grave.
Se dice a menudo que no hay parvitas materiae
quoad sextum (en el sexto mandamiento no hay con
respecto a esta área que se estudia nada insignificante
o irrelevante). Los teólogos fundamentan el postulado
haciendo una comparación con el instinto de conserva­
ción. En los casos en que entra a operar el instinto de
conservación se trata normalmente de una parvitas
materiae: por ejemplo, cometo algún exceso o algo por
el estilo. Pero, ¿por qué en relación con el sexto manda­
miento no habría parvitas materiae? Los teólogos que
enfocan el asunto desde un punto de vista más psico­
lógico nos dicen que admitir esta última tesis sería
aumentar el riesgo del autoengaño.
A la luz de mis experiencias pastorales les aclaro
que no hay parvitas materiae, pero eso no quiere decir
que nuestras posibles faltas contra la santa pureza sean
por lo común de naturaleza grave. Por otra parte, la
pastoral nos señala que si cultivamos nuestra religiosi­
dad y en general hacemos lo que exigen de nosotros la
comunidad y las Constituciones, el sexto mandamiento
se convertirá en el mandamiento contra el cual se po­
drá cometer la mayor cantidad de pecados veniales o
bien no se cometerá ningún pecado. Creo que me en­
tienden. Estoy dando por supuesto que somos perso­
nas que se esfuerzan continuamente por crecer en el
plano religioso.
A pesar de esa seria ley que proponen los teólo­
gos, es posible que para nosotros sólo haya pecados ve­
niales o bien ningún pecado; no por carencia de
materia, sino por falta de conocimiento o de pleno con­
sentimiento. En la mayoría de los casos constataremos
en este sentido una cierta carencia. Hay que tener el va-

473
lor de aplicar al sexto mandamiento la ley general de la
Sin con­ teología moral: non nocet sensus dummodo absit
sentimiento consensos (sin consentimiento voluntario no es pecado
voluntario lo que ocurra en el área de los sentidos). Si somos real­
no es mente hombres esforzados, en este campo no debemos
pecado
dejarnos asaltar por temores. Obremos resueltamente
y mantengamos la serenidad. En lugar de cavilaciones,
cultivemos el amor y dejemos a Dios todo lo demás.
Pasemos a aplicar esta ley a los casos concretos.
Toda falta de castidad libremente consentida es peca­
do grave en el sentido expuesto más arriba. La ley pue­
de aplicarse de tres maneras:
En primer lugar, toda descarga de energías sexua­
les consentida libremente es pecado grave, salvo, natu­
ralmente, en el marco del matrimonio y en la medida
de lo que está permitido en él (lo mismo vale para los
puntos siguientes). En segundo lugar, todo placer
sexual consentido libremente es pecado grave. Por úl­
timo, es pecado grave todo lo que haga con el claro
propósito de despertar en mí o en otro placer sexual o
bien preparar la descarga de dicha energía.
En relación al placer sexual, les presento breve­
mente una definición inspirada en San Agustín. No
Considera­ debemos equiparar el placer sexual a esa sensación
ciones de agradable que recorre nuestro cuerpo cuando estira­
San Agustín mos los miembros o bien aquel otro agradable-desa-
gradable que puede experimentarse cuando elimina­
mos una comezón. San Agustín nos dice que el placer
sexual es una sensación en los órganos genitales o,
como suele llamarlos, las partes pudendas. Cuando se
estimula fuertemente a esos órganos, surge el placer
sexual. La experiencia nos dice que la naturaleza pro­
cura periódicamente desahogarse y relajarse en el área
sexual. Por eso los teólogos nos dicen que si repenti­
namente nos sentimos estimulados y experimenta­

474
mos que todo nuestro cuerpo se revoluciona, no esta­
mos obligados a reprimir sensaciones y pulsiones.
Es importante, especialmente en la juventud, no
sobreacentuar la teoría de la represión, porque la expe­ No sobre­
riencia nos demuestra que ella fácilmente deriva en ob­ acentuar la
sesiones. No estamos obligados a reprimir, más bien represión
habría que trabajar más a nivel intelectual y espiritual
y permanecer tranquilos. Permítanme repetirles un
concepto que ya he utilizado y aclarado: el método de
eclipsamiento. Frente a estimulaciones de este tipo, lo
mejor que podemos hacer es cultivar seriamente el
amor de Dios, regalarle a Dios con gran sencillez las
fuerzas de nuestro amor cada mañana al despertar.
Me estoy expresando sumariamente porque lo
que nos interesa es recobrar la claridad de nuestras
pautas para la vida cotidiana. Todas las faltas de pudor
que podemos cometer voluntaria o inadvertidamente
son por lo común pecados veniales y, de haber una
causa, no constituyen pecado, salvo cuando uno permi­
te o busca algo con la intención de despertar el placer
sexual.

Aspirar a un alto grado de pureza

El cultivo de la pureza instintiva exige empeñarse


primero por la pureza a la que estamos obligados. Pero
más allá de ella hay que cuidar y proteger una pureza
de alto grado. Y éste debería ser en verdad nuestro rei­
no.
Para que no necesitemos acentuar demasiado
fuertemente la dimensión de la obligatoriedad, haría­ Custodiar
mos bien en erigir una serie de torres en derredor de el castillo de
la santa pureza. La pureza es como un castillo y para la pureza
guardarlo hay que custodiar y cuidar continuamente
sus torres.

475
Una sana ascética nos ofrece tres tipos de medios
para custodiar esas torres: medios preventivos, de pro­
tección y de fortalecimiento. No olviden que todos es­
tos medios deben ser expresión de amor, porque el
amor es el gran medio para guardar en nosotros la
pureza de la manera más delicada y profunda. Si le
entregamos nuestro amor a Dios de modo indiviso,
entonces no buscará tan rápidamente remontarse por
otros cauces. En este punto vale lo que dijera San
Agustín: Ama a Dios y haz lo que quieras2. Si bien aho­
ra presentaremos una serie de medios específicos, no
pasen por alto que ellos deben estar siempre inspirados
por el principio fundamental del amor. Y en este
sentido, un profundo y sano amor a Dios es un factor
muy importante para la conservación de la pureza.

Medios de prevención

El amor es lo que nos motiva a utilizar los medios


preventivos, que pueden resumirse en la consigna:
Rehuir las "Fuga animada y lúcida de toda ocasión peligrosa".
ocasiones Observen que hablo de "animada" con toda intención.
peligrosas Me refiero a que la fuga debe estar animada por el
amor. No olviden este pensamiento y llévenselo consi­
go al concluir los ejercicios, aún cuando más tarde ten­
gan oportunidad de estudiar el tema en detalle en el
libro La santificación de la vida diaria. De esa mane­
ra tendrán un sólido punto de vista y no se dejarán
engañar por cosas periféricas.
Hablamos pues de fuga lúcida; ¿por qué? Cuando
enfrentamos peligros unidos a nuestro trabajo profe­
sional -y deben contar con tales momentos en su labor
en las misiones- naturalmente no debemos huir; el
amor nos guiará por el camino correcto. Pero cuando
mi tarea me exija tal o cual cosa, un amor lúcido sabrá

2. Cf. San Agustín, Comentario sobre 1 Jn 7, 8 (PL 35,2033):


"Ama, et fac quod vis."

476
también sugerirme una cierta reserva o bien una cier­
ta fuga.
Hay tres tipos de fugas que podemos practicar por
amor y como medio preventivo: fuga del espíritu mun­
dano, fuga cautelosa ante el sexo opuesto y fuga de lec­
turas no convenientes.

Huir del espíritu mundano

Tomen en serio esta fuga. No crean que estoy pen­


sando en el pecado. Estamos hablando de un alto gra­
do de pureza, de delicadeza, del aroma de la pureza.
¿Cómo conservar o recobrar en lo posible la magia de
la pureza, el aroma de estar intacto? Lo que les diga
ahora es algo que "podemos" hacer, pero no se trata de
que "debamos" hacerlo ya mismo. Si en nosotros existe
un fuerte amor, él nos impulsará a hacer uso de tal o
cual medio, entre ellos el de la fuga del espíritu mun­ Como una
dano. Les vuelvo a recordar lo que tanto nos subrayan telaraña
los santos: el mundo es como una telaraña...¿cómo
protegernos del espíritu mundano? Practicando la
fuga, en caso de que no esté obligado a vivir inmerso
en él.
¿Cómo es en la práctica esa fuga del espíritu mun­
dano?, ¿cómo implementarla durante las vacaciones?,
¿cómo ejercitarla cuando escuchamos radio o bien ho­
jeamos una revista? Naturalmente, como hombre ma­
duro puedo ver una diversidad de cosas. No queremos
ser miedosos y si lo fuésemos, habría que ejercitar el
"agere contra". No queremos arruinar la fragancia de
la pureza, por eso en la medida en que seamos perso­ Rehuir las
nas psíquicamente sanas y normales, el amor nos im­ ocasiones de
pulsará a rehuir las ocasiones de peligro. Compréndan­ peligro, sin
gazmoñería
me bien: no estoy haciendo una apología de la gazmo­
ñería; pero nosotros tenemos otras cosas que hacer,
grandes tareas a cumplir; tenemos que ocuparnos de
Dios y no disponemos de tiempo para dedicarnos a
cosas banales, a trivialidades.

477
Libertad interior ante el otro sexo

En este punto hay que ser muy sensatos. En el


mundo tendremos muchos contactos con el sexo
opuesto. Jesús murió por todos, por hombres y muje­
res. Está claro que debemos cultivar inexorablemente
Fuga hacia una actitud de libertad interior tanto frente al otro sexo
el mundo cuanto ante toda creatura. Esa libertad interior es un
sobrenatural medio eficacísimo. Para ello hay que practicar una con­
tinua fuga hacia el mundo sobrenatural. Hay que con­
templar a todo ser humano como un hijo de Dios y
miembro de Cristo, considerar al cuerpo y al alma de la
mujer como portadores y hogares del Dios Trino, o
bien como lo dice La santificación de la vida diaria,
como templos en miniatura de la Trinidad3. En un pla­
no psicológico, la experiencia nos dice que si amamos
a la Sma.Virgen, en la frente de toda joven o mujer
veremos una misteriosa corona de María. Por eso
eduquémonos y eduquemos a los nuestros en un pro­
fundo amor a María. Como futuros misioneros que es­
tarán expuestos a determinados peligros, introduzcan
sistemáticamente a sus vocaciones en el mundo de
María.
Todo esto es cierto; y también lo es que debemos
ser cautelosos, pero no por temor, sino por amor. Les
Mantener repito la ley ya enunciada: mantener la libertad interior
la libertad y permanecer exteriormente intactos. Ese permanecer
interior intactos que nos exige nuestro estado se profundiza en
nuestro caso hasta hacerse de alguna manera absoluto.
Decíamos que podemos permitirnos sólo los contactos
físicos que exijan las reglas de urbanidad corrientes;
pero hechos con ademán resoluto y sin ternuras.
Les brindaré ahora algunas sugerencias para la vi­
da cotidiana. Se trata de dos reglas pastorales prácticas:

3. Cf. Nailis, M.A. La santificación de la vida diaria, op. cit.,


pág. 48 ss.

478
En primer lugar, aquello que escriba -pienso natu­
ralmente en cartas a mujeres- debe estar redactado de
tal manera que pueda ser publicado enseguida en la Dos normas
útiles
prensa enemiga. En segundo lugar, lo que haga debe
ser hecho de tal manera que yo pueda ser fotografiado
al hacerlo.
Creo que si observan estas dos reglas prácticas, se
protegerán a ustedes mismos y protegerán a su comu­
nidad de muchos males. Ya me conocen y saben que no
soy de aquellos que en todo ven enseguida el pecado;
pero me parece que el tipo de hombre que deben
conformar tiene que regirse por la siguiente consigna:
Por abajo, evitar en lo posible el pecado, y por arriba, Menos
aspirar al maximalismo más elevado. Aplicado ahora miedo al
al tema de la pureza: aspiramos a lo más delicado por pecado y
amor y no por miedo. Uno de los dichos favoritos de amar más
San Francisco de Sales era: "No tener tanto miedo al a la virtud
pecado sino amar más a la virtud", lo que refleja la ac­
titud positiva de su ascética.
Hasta aquí pues dos reglas prácticas que pueden
ser importantes en este campo. Asimismo pueden in­
cluir en ellas lo que les expuse en relación con la direc­
ción espiritual epistolar.
Permítanme enfocar un nuevo aspecto psicológi­
co que reviste mucha importancia para nuestro com­
portamiento. Se trata de una frase que se atribuye a San
Agustín: "Amor spiritualis generat amorem affec-
tuosum" (de una inclinación espiritual surge una
afectiva). Examinemos el caso de nuestra relación con
el sexo opuesto. Al tratar con la mujer en el confesiona­
rio o donde fuere, al desplegar una cierta paternidad en Una cierta
virtud de mi sacerdocio, es perfectamente natural que paternidad
se despierte en nosotros un amor spiritualis. Cuando
falta ese amor espiritual no se tiene la fuerza creadora
para educar sólidamente a otra persona. Igualmente
natural es que el amor espiritual genera amor
afectuoso. Somos creaturas con cuerpo y alma; y el

479
amor espiritual produce enseguida -especialmente en
nuestra relación con la mujer- una resonancia en nues­
tros propios afectos. Pero como ya lo dijimos antes, esto
es perfectamente natural.
Los más jóvenes a menudo caen en gran inquietud
interior y piensan que el diablo anda suelto cuando se
experimenta una sentimiento de atracción hacia la
mujer. Hay que recordar entonces que evidentemente
nuestra actitud psicológica y afectiva frente al otro sexo
es distinta a aquella que se tiene frente al mismo sexo.
Al principio lo sentimos como una sensación descono­
cida, especialmente si hemos sido educados en
internados. Díganse en tales casos con total claridad:
"¡Es algo natural! “ y prosigan su camino; todo estará
en orden. Si no fuese así, posiblemente habría algunas
falencias.
San Agustín nos sigue diciendo que "Amor
affectuosus generat amorem oboedientialem (de una
inclinación afectiva surge una relación de depen­
dencia). La mujer tiene necesidad de apoyo y cobi­
jamiento, y en su desvalimiento está dispuesta con
mucho gusto a entregar toda su voluntad, y muy a
menudo a hacer tal o cual voto. Desde el punto de vista
de la psicología femenina, esto es algo natural. Por eso
como confesores no crean que es algo especial que una
mujer quiera prestarles obediencia o depender total­
mente de ustedes. Según tengo entendido, a los jesuítas
se les prohíbe aceptar votos de obediencia de parte de
Votos de mujeres. Hay mucha sabiduría en ello. Si en razón de
obediencia mi tarea no tengo un trato frecuente con mujeres, yo
de la mujer sería muy cauteloso en la aceptación de tales votos.
Ustedes advierten por qué. El voto de obediencia supo­
ne una cantidad dé vínculos, contacto epistolar y deter­
minadas relaciones, por eso no debemos consentir
enseguida en dichos votos. Nosotros tenemos tareas
más grandes que cumplir; por otra parte, no piensen
que detrás de esos votos hay siempre un anhelo de

480
santidad. En el caso de la mujer es algo
natural...Veamos las cosas con mayor serenidad. Aín
cuando ese afecto de la mujer hacia nosotros se con­
vierta en entusiasmo, habría que verlo como algo nor­
mal. No piensen que por eso se viene el mundo abajo
o que ustedes son malos directores espirituales o con­
fesores. Precisamente si no se produjesen esos entusias­
mos, habría que pensar en inutilidad o anormalidad de
su parte.
Suelo repetir a nuestros sacerdotes diocesanos que
estas cosas son naturales, pero que comienzan a dejar El fuego
de ser buenas cuando nosotros mismos empezamos a pronto se
entusiasmarnos. Recuerden que los demás pueden en­ extinguirá
tusiasmarse, pero que nosotros no debemos hacerlo.
Mientras el fuego sea sólo una modesta hoguera que
arde en la otra persona, pronto se extinguirá, pero si le
echamos más leña, si sumamos nuestro fuego al otro, la
cosa comienza a tomar otro cariz.
San Agustín prosigue diciendo que amor
oboedientialis generat amorem familiarem, et amor
familiaris amorem camalem (de una relación de depen­
dencia surge una de familiaridad, y de ésta puede
resultar amor carnal). Podría darse una familiaridad
condicionada por motivos de nuestra labor sacerdotal.
Supongamos, por ejemplo, que fuesen directores de
una comunidad de religiosas, lo que no suele ocurrir
con frecuencia. En ese caso pues hay que ser cautelosos.
Cuando notemos que se va gestando lentamente una
familiaridad, meditemos el asunto y consultémoslo con
toda franqueza con nuestro confesor, porque este es el
campo en que el ser humano es más propenso a come­
ter errores. ¿Por qué? Porque su naturaleza se siente
halagada, porque Dios ha formado un campo magné­
tico entre ambos sexos. No tengamos miedo, pero sea­
mos siempre sensatos, andemos con cuidado y exami­
nemos nuestra conducta guiados por un confesor sano
y sensato.

481
Creo que con estas reflexiones les he trazado un
lincamiento claro. Les repito que sean cuidadosos. Se-
Ser muy gún las ocasiones que se presenten, seamos también
cuidadosos prudentes ante personas de nuestro mismo sexo. En
cuanto a este último punto, en este país se es un poco
más sensato; en cambio en los países vecinos a veces
hay que ser más cuidadoso frente a los hombres que a
las mujeres. Hoy se interpreta todo "como si...". Cuan­
do nos toque vivir en una atmósfera de esas caracterís­
ticas, hay que obrar con mayor cautela, pero no por
miedo.

Lecturas no convenientes

Ya les dije que cuando estamos psíquicamente


cansados, cuando nos sentimos agotados y áridos,
cuando no hallamos consuelo ni alegría en Dios, au­
menta nuestra disposición a echar mano de compen­
saciones peligrosas. Me parece que para nosotros las
novelas pueden significar una compensación de ese
tipo. Suele suceder que lo que no se puede gozar en la
realidad, se disfruta en la fantasía. Resulta difícil mar-
La lectura car los límites en este campo. Haber leído tal o cual
como com- novela es parte de la cultura general; lo importante es
pensación qUe esas lecturas no se conviertan para nosotros en
peligrosa compensaciones peligrosas. Obremos a conciencia. Sea
como fuere, existen entre nosotros sacerdotes que
cuando están cansados y no encuentran una adecuada
alegría en Dios, devoran novela tras novela. Natural­
mente, algo muy distinto es que yo por motivos de for­
mación personal me tome el tiempo necesario para leer
una novela. Tratemos de hallar el justo medio en esta
área.
Como comunidad deberíamos tener un cierto or­
gullo de demostrar a la sociedad que nosotros, en cuan­
to a formación, podemos tener el buen nivel que tienen
otros. Yo, en su lugar, me plantearía la siguiente

482
consigna: "Dar testimonio del derecho a existir que tie­
ne el tipo de hombre que propone nuestro Instituto". Y
lo haría también aunque ya tuviésemos reconocimiento
jurídico, porque dicho reconocimiento no implica au­
tomáticamente que seamos reconocidos por la gente.
Estoy convencido de que si ustedes viven con pu­
reza los ideales de su comunidad recibirán una gran
cantidad de vocaciones. Las metas que se han fijado
están en plena consonancia con el gusto por la demo­
cracia y la libertad característico del pueblo suizo. Lo
correcto es pues aspirar a lo más elevado con libertad
y no por presiones. Recuerden por eso: vínculos obliga­
torios sólo los necesarios, pero también en la medida en
que sean necesarios. Repitan esta consigna a los más
jóvenes. Bien me puedo imaginar que los que tienen
entre quince y veinte años se pregunten sorprendidos:
"¿Por qué no tenemos votos?; ¿acaso no se habla de
votos en los libros de ascética?". Estén preparados para
responder con convicción que nosotros queremos lo­
grar las mismas metas que las órdenes religiosas, que
queremos para la Iglesia lo mismo que ellas quieren.
De esa manera equilibraremos las cosas. Dirijan su Ins­
tituto y sus vocaciones más a través de los ideales que
por la mera organización. Naturalmente, ambos
aspectos son necesarios y deben estar presentes.
Hasta aquí hablamos pues de los medios de pre­
vención. En su aplicación no olviden nunca que la
motivación es el amor. Hay que prevenir por amor. Si Prevenir
separan los medios preventivos, del amor, los resulta­ por amor
dos serán la fatiga y la propensión a la obsesión.

Medios de protección

También en este punto hay que agregar la expre­


sión: "por amor". Los medios de protección son la
laboriosidad, el pudor y la templanza.

483
Laboriosidad

Repasen la psicología del trabajo. Cuando después


lean "La santificación de la vida diaria", tendrán opor­
tunidad de profundizar en la esencia del trabajo en el
capítulo titulado "Vinculación al trabajo", que es uno
de los más importantes del libro. En él se define al tra­
bajo como una participación en la actividad de Dios,
que es actividad de creación y donación de sí mismo4'
. Ahora no desarrollaré el tema en detalle, porque lo
pueden leer en dicha obra. Pero recordemos la defini­
ción para comprender la íntima relación entre laborio­
sidad y pureza: Trabajo es participación en la actividad
de Dios, que es actividad de creación y donación de sí
mismo.
La experiencia nos dice que el hombre ha sido
creado por Dios para que sea creador y no mero hace­
dor de cosas. La tragedia de la situación social de hoy
radica precisamente en que la mayoría de los hombres
Simples están condenados a ser simples hacedores. Si meditan
"hacedores" un poco sobre esta realidad, experimentarán una in­
mensa compasión frente a la humanidad de hoy y com­
prenderán por qué sufre tantas crisis y presiones en el
campo de la sexualidad. Cuando un hombre no puede
desplegar sus fuerzas creativas en un trabajo adecuado,
se siente compelido a desarrollarse creativamente en
un plano inferior. Ustedes advierten lo que quiero
decirles...
Estudien estos fenómenos en ustedes mismos.
Silenciar Cuando estuvieron ocupados en labores productivas,
muchas fecundas; cuando pudieron desplegar su creatividad,
tentaciones por ejemplo, en la pastoral, habrán notado que se silen­
con la ciaron muchas tentaciones. O tomen el caso de cuando
creatividad
van caminando por una gran ciudad: si tienen una ta­
rea precisa que realizar, una diligencia que hacer, les

4. Ibidem, parte II.

484
aseguro que aunque desfilen todas las mujeres y joven-
citas del mundo a su lado, no sentirán mayores
inquietudes; pero si van paseando y mirando todo a su
alrededor, la naturaleza reaccionará rápidamente.
Meditemos también sobre el caso de quien es des­
tinado al puesto de secretario y no gusta de ese traba­
jo. Les aseguro que muy pronto tendrá que soportar Compen-
tentaciones, precisamente porque la naturaleza buscará saciones en
compensaciones en un plano inferior. ¿Qué significa un plano
inferior
esto para mí en el caso de que sea superior de una
comunidad? Ciertamente, puedo exigir de mis subor­
dinados que acaten mi autoridad y asuman el puesto
asignado. Pero en mi "trastienda" reflexionaré conti­
nuamente si he hallado para esa persona concreta la
tarea que le cuadra y en la cual pueda desarrollarse
creativamente.
Les hago enseguida una observación al respecto.
Quizás nos digamos: "Por fin hallé la causa de las difi­
cultades y tentaciones que sufro. Pero ahora no entien­
do por qué mi superior presta tan poca atención a mis
deseos y necesidades". Sobre este punto les ofrezco dos
respuestas:
La primera es que disciernan siempre ambos gru­
pos, el de los superiores y el de los subordinados.
Como subordinado debo educarme de tal manera que
pueda ir adelante en la vida aunque me adjudiquen
una ocupación que no me motive internamente. Creo
que tendría que hacerlo en razón de mi vinculación con
el tiempo en que vivo. En efecto, millones de hombres
deben vivir hoy así, y yo me solidarizo con ellos.
Pasemos a la segunda respuesta, que es mucho
más importante. Desde un punto de vista psicológico
hablamos de planos. Cuando mi naturaleza no pueda
dar cauce a su creatividad en el plano correspondiente,
deberá buscarlo en uno superior. Tenemos que dar
cauce a nuestra creatividad. En el caso de que atiendan
en el confesionario a desempleados o personas descon-

485
tentas con su trabajo, traten de estimular sus fuerzas
creativas. También en la predicación apelen con fre­
cuencia a dichas fuerzas. Elevemos las energías creado­
Energías ras hacia un plano superior. Por ejemplo, mi renuncia
creadoras a una actividad que me satisfaga será un aporte, una
hacia el ayuda que brinde a Jesús para redimir creativamente al
plano mundo. Desde el punto de vista psicológico esta
superior
actitud es extraordinariamente delicada y clara. No
crean que se trata de un mero "truco" psicológico. Si
observan la vida hallarán que hay muchísimos hom­
bres que recorren este camino. Naturalmente sería una
lástima que frente al problema de un puesto de traba­
jo que no me satisface me dijese simplemente: "Soy
miembro de una comunidad, por eso exijo del superior
que tenga todo en cuenta, que no se olvide de nada".
El bien de la comunidad exige que por amor a ella
no pocos renuncien temporaria o permanentemente a
una ocupación satisfactoria. Si tienen un cálido amor
por su comunidad, verán que la renuncia es una mane­
ra de colaborar creativamente con la comunidad. Hay
que hacerlo tanto por amor a ella cuanto por amor a
Jesús. Relean el capítulo mencionado de La santifi­
cación de la vida diaria. Allí se resume todo lo que se
puede decir sobre el tema; si bien está dirigido a los
laicos, vale también para sacerdotes.
Pues bien, ya comprenden mejor el papel del su­
perior. La "tienda" le dice que él es quien manda; pero
en su "trastienda" piensa de otra manera, porque allí
reflexiona si está obrando certeramente o no. Ocasio­
nalmente se deslizan cosas de la trastienda a la tienda,
pero no siempre ocurre así.
Con todo esto comprendemos mejor la íntima re­
lación que existe entre pureza y laboriosidad, pero tam­
bién entre pureza, laboriosidad y bienestar general de
la comunidad.

486
Me parece que esta reflexión debería ser muy
motivadora para personas que se interesan por lo so­
cial. El mundo de hoy clama, padece y se fractura con­
tinuamente a causa de trabajos que no satisfacen o bien
debido a la falta de trabajo. Nosotros, que vivimos en
comunidad, tenemos que dar ejemplo de cómo asumir Encauzar
airosamente tales situaciones. Ustedes se dan cuenta las fuerzas
también de que no podremos ayudar al hombre de hoy espirituales
a salir de la crisis sexual si no logramos brindarle y psíquicas
actividades más creativas en las cuales encauzar sus
fuerzas espirituales y psíquicas. Comprobarán que el
hombre será capaz, basándose en un gran anhelo de
santidad, de renunciar por toda su vida a un trabajo
que lo satisfaga.
Para iluminar un poco más la íntima relación en­
tre laboriosidad y pureza les propongo un punto com­
plementario de reflexión: si tenemos un trabajo en el
cual encauzar nuestra creatividad, él nos deparará tan­
ta alegría -visto desde un punto de vista psicológico y
humano- que las otras alegrías que se nos puedan ofre­
cer en un plano inferior no serán tan atractivas o al
menos su atracción no será tan continua como en el
caso de que tuviésemos un trabajo que nos digusta.
¿Qué consecuencias se desprenden de esta re­
flexión? Cultivemos la alegría del trabajo, también por
razones de pedagogía de la sexualidad. Cultivar cons­ Cultivar
cientemente la alegría por todo crecimiento ético, por la alegría
más pequeño que fuere. No precipitarse y decir en­ del trabajo
seguida: "¡mortifiqúense!". Sí, también hay que decir­
lo, pero no olviden cultivar la alegría por cada peque­
ña victoria que se obtenga. Quien no sienta alegría de
ser noble y bueno, echará mano de alegrías que son
malas.
Si nuestra actividad es creativa -y con esto les mar­
co un nuevo aspecto- no tendremos entonces fuerzas
para esas otras cosas.

487
Meditemos cómo debe ser nuestro trabajo, en par­
ticular para alcanzar esa meta. Vuelvo a llamarles la
Modelo:
atención sobre los niños. ¿Qué les parece? ¿Es el juego
El juego trabajo para el niño? Es importante con vistas a las
de los niños misiones pero también para todo tipo de educación,
observar que el niño trabaja real, seria y tranquilamen­
te. En el juego de los niños pueden "leer" las caracterís­
ticas que debe tener nuestro trabajo.
¿Por qué el juego es trabajo para el niño? Porque
es despliegue de su instinto de hacer cosas. Por eso,
ayudemos al niño a aprender a jugar, porque el juego
es auténtico trabajo. También nosotros procuramos tra­
bajar con autenticidad. Naturalmente no en el juego,
porque sólo para el niño el juego es trabajo serio. El
niño ama a su padre y a su madre; y cuando juega, ellos
deben jugar con él o bien apartarse y no molestarlo.
Pero no es mi tarea ahora detenerme en la descripción
de estas tiernas notas del juego infantil.
¿Cuándo trabajamos nosotros con tanta seriedad?
Mientras estuvimos en el Seminario no había otra alter­
nativa. Pero...¿y más tarde?
En esto de trabajar con seriedad hay momentos en
los que tenemos que ganar en astucia a nuestra propia
naturaleza. Pregúntense en primer lugar cómo aprove­
chan su tiempo libre. Una comunidad como la suya
depende más que otra de la personalidad libre de cada
uno de sus miembros. A veces admiro en este sentido
a los jesuítas, por ejemplo al anciano director espiritual
que tienen aquí, ¡cómo sigue estudiando a pesar de su
edad! Tenemos que trabajar; para eso elegimos este
camino. No vinimos aquí para estudiar lo más necesa­
rio y luego decirnos: "Muy bien, haré lo que sea mi
obligación y deber insoslayables, pero sólo para que no
se me expulse de la comunidad...como era en un prin­
cipio, ahora y siempre...". Nuestro trabajo debe ser real­
mente serio y profesional; también en razón de la san­
ta pureza. Pero el principio más fundamental es que mi

488
trabajo alegra a Dios. El Padre del Cielo está siempre en
actividad, también hoy. Por eso aboquémonos al
trabajo que nos corresponda. La bienaventuranza del
cielo no consiste en un mero estado de reposo.
Como comunidad joven deberían proponerse con
cierto orgullo la meta de forjar algo creativo, aún cuan­
do trabajen, por ejemplo, como profesores. A las clases
no hay simplemente que "darlas", sino tratar de que Forjar algo
sean fecundas y sanas. Procuremos enriquecer la cien­ creativo
cia y fecundar la sociedad, ¡intentémoslo! Naturalmen­
te, en la medida de nuestras propias capacidades, ya
que no todos son capaces de hacerlo. Pero de alguna
manera todos debemos cultivar una laboriosidad de
primera categoría. Que nuestro planteo no sea: "hay
que ser como los niños; pues bien, si para los niños el
juego es trabajo, ergo...". Eso sería pueril de nuestra
parte. Para nosotros el juego no es trabajo, pero bien
puede ser recreación. Más allá de toda recreación, hay
que trabajar con seriedad.
La vida es breve y nuestros adversarios trabajan
intensamente...¿Y el diablo? ¿Se imaginan cómo trabaja
el diablo? Se cuenta que Don Bosco solía repetir: "El
diablo trabaja por cien, ¡por cuántos más debemos tra­
bajar entonces nosotros!". Que esta consigna cale has­ "El diablo
ta la médula de nuestra comunidad. Por otra parte, este trabaja
tema de la laboriosidad no es algo que se pueda contro­ por cien"
lar. Uno, como superior, tiene que contar siempre con
la medianía de los miembros de la comunidad; pero en
cuanto a nosotros mismos, debemos exigirnos el
máximo posible, aspirar a lo más elevado.
Esto vale también para los estudios ulteriores, ya
sea en la especialidad de la filosofía (no cualquiera
puede estudiar filosofía), la dogmática, etc. San Fran­
cisco de Sales acostumbraba decir que para el sacerdo­
te la ciencia es su octavo sacramento. Si en el futuro se
interesan por la espiritualidad salesiana y la siguen,
sigan a "todo" el santo, y no tomen sólo aquello que les

489
resulte cómodo. San Francisco de Sales es un santo de
Tener dos pura raza. En otra ocasión dijo que un sacerdote debe
ojos: de la tener dos ojos: el de la piedad y el de la ciencia. Apli­
piedad y de quen este pensamiento a ustedes mismos. Quizás algu­
la ciencia no deba decirse que ya no tiene ojos o bien que a lo
mejor necesitaría usar anteojos.
Muchas comunidades han incorporado en sus
Constituciones la norma de que los miembros estén
siempre ocupados en las tareas que correspondan a su
ministerio. Creo que también nosotros deberíamos to­
mar este principio. Piensen lo que pueden hacer en este
sentido. Naturalmente, es cierto que hay muchos hom­
bres que necesitan primero ser motivados para el
trabajo. Por eso en la educación de sus vocaciones pro­
curen que haya motivación para el trabajo intenso.
Por otra parte, no me parece inteligente insistir en
que nadie puede tener "hobbies". Reflexionen sobre lo
Actitud que ocurre cuando nos ponemos viejos. En esa edad
ante los nos ocupamos fielmente de nuestro hobby. Por supues­
"hobbies" to, esa ocupación no debe cultivarse en extremo. Hace
falta un fino tacto pedagógico para integrar un hobby
en el marco de la totalidad de nuestras obligaciones.
Que dicha ocupación no se haga pasión que absorba a
toda la persona. Tomemos por ejemplo el hobby de
coleccionar escarabajos. Está claro que podemos
coleccionarlos si eso nos causa alegría y si de esa
manera hacemos una contribución a las ciencias natu­
rales. Pero nuestra actividad de coleccionista debe te­
ner sus límites, ya que no es nuestra ocupación princi­
pal. Como ven, las cosas cambian según el enfoque que
le demos.
Piensen además en sus largas vacaciones. ¿Qué
hacen en ese tiempo? Naturalmente, queremos descan­
sar. Por ejemplo, si todos los años se toman dos meses
seguidos de vacaciones en los que no hacen nada -si no
os hacéis como los niños...pero "niños" escrito con
comillas- serán muchas las fuerzas que se pierdan.

490
Estoy convencido de que no se descansa no haciendo No se
nada. Así también lo afirman los médicos de hoy. descansa
Nuestras vacaciones no deben consistir en no hacer no haciendo
nada
nada, sino en un sano cambio de actividades.
El hombre busca una ocupación creativa. Si obser­
vamos el trabajo del niño, su juego, comprobaremos
una tercera característica: la tranquilidad. En el juego,
el niño trabaja con tranquilidad. Se entrega a un juego
concreto como si fuese el único que existiese.
Lo que tengamos que hacer, hagámoslo también con
tranquilidad y constancia. Aquel de nosotros que sea
aún joven, trate de formarse en todos los campos posi­
bles. Supongamos que trabajan en una escuela, por cin­
co, diez o más años, y de pronto deben volver a la labor
de predicar, ¿podrán hacerlo? Reflexionen con sensatez
sobre este punto: hay que formarse para los años de la
madurez y de la vejez. ¿Qué puedo hacer cuando sea
una persona entrada en años?¿Qué?... quizás no pueda
predicar, quizás tampoco me haya formado como
confesor porque nunca me tocó desempeñar esa labor...
Si somos superiores, veamos el futuro de nuestros
subordinados un poco desde este punto de vista. No
todos pueden dedicarse plenamente al trabajo, pero
hay que conservar en todos la capacidad y la voluntad
de trabajar. Donde esté y donde pueda, tengo que apli­
carme al trabajo. Hay que tener la calificación suficiente Trabajar
como para ser siempre capaz de trabajar por el Reino siempre por
de Dios. Mientras pueda hacerlo, sacaré el máximo el Reino de
rendimiento de mis fuerzas. No hay que reglamentar Dios
todo, pero precisamente por eso hay que dejar un mar­
gen mayor a la iniciativa personal.
Examinemos otro caso. Por ejemplo, tengo una
hermosa relación con los hermanos. ¿Cómo hacer para
despertar el espíritu de iniciativa en ellos? ¡Cuántas
fuerzas están latentes en mis hermanos, esperando que
alguien las despierte! A veces pienso que si los sacer-

491
dotes diocesanos tuviesen a alguien que despertase sus
iniciativas en tal o cual dirección, ¡cuántas cosas buenas
podrían hacer! En este punto la comunidad tiene sus
ventajas. Hay comunidades que poseen el carisma de
despertar fuerzas entre sus propias filas. Por ejemplo,
si tengo un hermano que manifiesta ciertas dotes en tal
o cual área -por ejemplo la retórica- lo alentaré, seré
feliz de que tenga ese talento. Quizás al principio sin­
tamos como un complejo de inferioridad ante él, pero
ese sentimiento debe desaparecer. Busquemos las
oportunidades en las cuales desarrollar nuestras capa­
cidades, y desplegarlas con valentía. No digan: "Fula­
no ha cometido una tontería y ahora volverá a cometer
otra". Todos nosotros crecemos a través de esas "ton­
terías". Especialmente cuando una comunidad no tie­
ne muchas tradiciones, cada uno de sus miembros debe
abrirse camino a sí mismo. Y nos lo abriremos si
tenemos buena voluntad. Si queremos lo mejor para
nosotros mismos, para Dios y nuestra comunidad, en­
Abrir tonces todo estará bien. Todos queremos estar en la
una brecha vanguardia de la comunidad; pero agradezcamos al
hacia lo alto mismo tiempo a todos aquellos que nos precedieron o
preceden en el camino. En todas partes hay que abrir
una brecha hacia lo alto....
Queremos proteger nuestra pureza, y para ello
hay que poner el acento en una laboriosidad radical,
íntegra y real.
Bueno, el tiempo ha pasado, ya es hora de comer;
me he detenido largamente en el tema "trabajo".

492
Vigésimo cuarta Conferencia

EL PUDOR
Y LA TEMPLANZA

Recapitulación

Hemos dicho que la pureza de niño es el segundo


elemento constitutivo de la auténtica infancia espiri­
tual. En la medida en que veamos y reconozcamos a la
pureza como una pureza instintiva, -por cierto, relati­
va- se despertará en nosotros el anhelo de hacerla nues­ Ver los ojos
tra. Queremos ser, en la medida de lo posible, personas límpidos
puras hasta en su nivel subconsciente; y ser además del niño
transparentes, llenos de espíritu, de moralidad, de
Dios. De ahí el dolor, oculto y el anhelo que surge en
nosotros cuando contemplamos los ojos límpidos de
un niño.
Meditábamos sobre lo que podíamos hacer para
asumir la pureza instintiva, conservarla o recon­
quistarla mesuradamente. Dimos dos respuestas: por
un lado, asegurar el cumplimiento de aquello a lo que
estamos obligados y, por otro, asegurarnos por amor
un alto grado de pureza, conservar o reconquistar la
fragancia de esa pureza.
Para alcanzar el objetivo presentamos tres tipos de
medios. En primer lugar, los preventivos, que no debe­
mos aplicar separados del amor, porque de esa mane­
ra no nos llevarán a la meta deseada.
Al tratar sobre la pureza instintiva estoy entrando
en una serie de detalles concretos, lo cual no acostum­
bro hacer comúnmente en este campo. Pero lo he hecho
para señalar cómo un sano amor se manifiesta en la

493
práctica, y cómo el ideal motiva la conducta en el caso
particular. Pasemos ahora al segundo medio, el pudor.

Pudor

Se suele hablar también de recato o sentimiento de


pudor. ¿Cómo definir esta virtud o bien este instinto?
Se puede marcar una diferencia entre pudor y recato.
Cubrir Pero ahora no tenemos tiempo para detenernos en tal
lo menos distinción. Por pudor entendemos la moción instintiva
bueno ¿e ¡a naturaleza de cubrir algo no conveniente o menos
bueno en razón de la dignidad de la persona. Creo que
esta definición abarca todo lo que de alguna manera
está presente en nuestro pensamiento.
Ustedes advierten que el sentimiento de pudor es
un fenómeno concomitante del pecado original, vale
decir, está ligado a nuestra naturaleza afectada por di­
cho pecado. No existía en nuestro estado paradisíaco,
porque por entonces no había nada que fuese malo o
En el estado menos bueno. El pudor es un efecto del pecado origi-
paradisíaco nal que además nos recuerda cosas que son muy
desagradables a nuestra naturaleza. San Agustín nos
dice que antes de la caída, Adán y Eva estaban cubier­
tos con la vestidura de la gracia santificante. Por su­
puesto, esto es una metáfora. San Agustín nos quiere
decir que en ellos no había aún desorden; pero una vez
No había que pecaron, su vida instintiva despertó y entró en re­
desorden belión. Desde entonces el ser humano experimenta un
sentimiento de pudor cada vez que se excitan sus
instintos. Sea cual fuere el área donde se despierte el
instinto, el hombre noble siente una cierta nostalgia
ante ese fenómeno. Los teólogos y psicólogos nos
confirman que es en el campo de la sexualidad donde
los instintos se han rebelado con mayor intensidad.
En resumen, el pudor se experimenta en todas las
áreas donde surja una pulsión desordenada, pero espe­
cialmente en conexión con la sexualidad. San Agustín
nos llama la atención sobre el hecho de que el instinto

494
sexual puede hacerse tan fuerte que el sujeto puede
perder el control. Por eso suele llamar a los genitales
partes pudendas, debido a que la excitación de los
mismos despierta inmediatamente en el hombre un
sentimiento de pudor.
Podríamos entonces pensar que el pudor es una
lamentable consecuencia del pecado original. Sin em­
bargo en este punto tenemos un ejemplo clásico de Ventajas
del pudor
cómo Dios sabe conducir todo hacia el bien: el pudor es
una consecuencia del pecado original que debemos
agradecer. Dios puede conducir todo hacia el bien, aún
el pecado, ¡cuánto más no hará con las consecuencias
del pecado! ¿Cuáles son las ventajas del pudor?
Desde un punto de vista teológico, la experiencia
del pudor nos recuerda siempre nuestro estado ante­
rior, enciende en nosotros el anhelo del Paraíso y pro­
fundiza nuestra humildad. Desde un punto de vista
psicológico constatamos, por experiencia u observa­ Recuerda
ción, que el instinto sexual puede tornarse muy fuerte. un estado
Dios, en su sabiduría, ha creado en esta área un anterior
"contrapeso". Si al deseo sexual quiero ponerle un mu­
ro de contención apoyándome sólo en la voluntad, ha­
brá ocasiones en las que fracasaré. Dios creó un contra­
peso para el sentimiento de la sexualidad: el sentimien­
to de pudor. Vale decir, equilibró un sentimiento con
otro.
El pudor es un contrapeso natural ubicado en la
misma área de la sexualidad y sirve como protección
natural contra las descargas del instinto sexual. La con­
clusión que podemos sacar es la siguiente: cuanto más
delicado sea el pudor, tanto más asegurada estará
nuestra vida sexual. Otra consecuencia que se despren­
de de esto es que si queremos ser magnánimos y repre­
sentar con pureza el tipo de hombre que desea
encarnar nuestra comunidad, tenemos que poner más
cuidado en el cultivo de la pureza, aún cuando estemos
a solas, y hacerlo de manera similar a como otros se es-

495
fuerzan por evitar un pecado grave. Lo que hagamos
en este sentido por cultivar nuestro pudor será un
modo de asegurar más fuertemente nuestra sexuali­
dad.
Un sano pudor es una sólida protección. Pero exis­
Pudor te también un pudor no sano. Aquí vuelvo a recordar­
no sano les mi idea favorita, que quizás ustedes ya hayan hecho
suya: para formar una comunidad sana, para encarnar
el nuevo tipo de hombre que dé respuesta a la crisis de
nuestro tiempo, hay que procurar que nuestra
sexualidad sea bien sana, en la medida en que ello sea
posible a nuestra naturaleza afectada por el pecado
original. Por eso es importante educar también a sus
jóvenes para que conserven un sano pudor.
¿Cuándo deja de ser sano el pudor? En primer lu­
gar, y es evidente, cuando la persona no sabe ejercitarlo
debidamente. En segundo lugar, cuando se pierde la
libertad interior; falta de libertad interior es también
falta de un sano pudor.
Examinen la causa de por qué muchos sacerdotes
sufren y se desangran tanto debido a la escasez de li­
bertad interior y por qué sufrimos inhibiciones frente a
la sexualidad. Les doy dos respuestas, una que es cono­
cida y para nosotros otra que no lo es tanto.
Una libertad interior precaria puede deberse a la
escasez de pureza. Les advierto que las personas que
están contaminadas en su interior con lo sexual, escu­
chan y ven todo ambiguamente. Quien está enfermo a
nivel sexual no puede tener libertad interior.
Una libertad interior precaria suele estar en corres­
pondencia con una visión sobrenatural precaria de la
Visión sexualidad. Es obvio que si no conozco la gran ley de
precaria
de la hacer transparente el instinto sexual, veré todo a través
sexualidad del cristal de la sexualidad y no seré interiormente li­
bre. Habrá que lograr entonces una nueva visión a la
luz de la fe que me permita contemplar el fluir de la

496
vida divina en el fondo del alma de las personas, tan­
to hombres como mujeres, como si lo mirase a través de
un cristal. De ese modo tendremos una nueva visión de
la vida que serenará muchísimo nuestro instinto
sexual.
Mi experiencia me enseña que hay hombres que
sufren falta de libertad interior aun cuando sean capa­
ces de enmarcar la sexualidad dentro de las coordena­
das del mundo sobrenatural. Esto se explica por la
existencia de una visión de la sexualidad creyente e in­
telectual y otra creyente y vivencial. Repasemos algu­
nos ejemplos que ilustren el problema.
Si desde niño me he criado con una sexualidad ex­
cesivamente marcada por falta de libertad interior; o
dicho de otro modo, si mi primera información sobre lo Primera
sexual proviene de la calle y está acompañada sabe información
Dios por qué imágenes, más tarde será tremendamen­
te difícil mantener la libertad interior frente a la sexua­
lidad. Contemplen en este tema a todo el hombre des­
de un punto de vista psicológico. La razón puede incor­ Visión
porar con relativa facilidad una visión transfigurada de transfigurada
la sexualidad, pero no así el sentimiento. En efecto, si
nuestra afectividad ha desarrollado una actitud mar­
cadamente negativa ante la sexualidad, verán cuán di­
fícil nos será, como sacerdotes maduros, lograr un
abordaje y una vivencia transfigurada de los afectos
unidos a lo sexual.
¿Qué hacer en el campo de la psicología y de la
teología para liberar, para darle más libertad interior a
nuesta afectividad? Les ofrezco varias respuestas a este
interrogante, si bien sólo en forma de bosquejos.
Desde un punto de vista psicológico, es bueno que
la persona que sufra falta de libertad interior frente a la
sexualidad busque un sacerdote noble, interiormente Un medio
libre y sencillo, con quien conversar sobre las dificulta­ psicológico
des afectivas. Repito que estoy hablando desde un
ángulo puramente psicológico. La sugerencia hecha

497
quizás parezca tomada del psicoanálisis, pero no es así,
se trata, más bien de una sana observación de la vida.
Cuando alguien se sienta falto de libertad interior en
cuanto a sus afectos y se encuentra con otra persona
que irradia serenidad y libertad interior, el beneficio
que recibirá será muy grande: la persona intranquila
asumirá paulatinamente la actitud serena de su
interlocutor.
Un medio Disponemos también de un medio sobrenatural:
sobrenatural invocar más y más el Espíritu Santo.
No pretendo brindarles un curso de pedagogía
sexual, pero para una comunidad que quiere realizar
grandes cosas es muy importante que sus educadores
formen a las vocaciones, desde el principio, en una
sana sexualidad. Naturalmente, con sus matices. No es
aconsejable conservar miembros que estén muy afecta­
dos en su sexualidad. Puede haber quienes tengan una
muy buena conducta, pero si padecen continua ansie­
Obsesión
sexual dad y permanente obsesión sexual, no me parece que
deban seguir integrados a la comunidad. Apliquemos
nuestro principio de selección, para lo cual hace falta
una buena dosis de franqueza y autenticidad, que po­
demos ir desarrollando orgánicamente. No decimos
que sea a priori malo que una persona sufra tal o cual
cosa: homo sum, et nihil humanum a me alienum (Soy
un ser humano, y nada de lo humano me es ajeno).
Pero deberá tener la fuerza interior de sobrellevar y so­
portar ese padecimiento, que por otra parte no tiene
que manifestarse fuertemente hacia afuera. Esto es im­
portante, porque la experiencia nos advierte que en su
edad madura los sacerdotes pueden caer en libertinaje
y verse acosados por obsesiones sexuales. Cuando la
obsesión se hace muy fuerte y dura mucho tiempo,
surge el peligro de resignar y decirse: "¡Basta!, ¡me doy
por vencido!". Esforcémonos pues por volver a cultivar
un delicado pudor.

498
Les ofreceré ahora algunas indicaciones concretas
sobre el tema, formuladas a manera de pregunta: cuan­
do voy a la cama y estoy acostado en ella, ¿no debería
hacerlo con la actitud con la cual voy hacia el altar y me
comporto allí? Naturalmente, salvando la diferencia de Ser nobles
materia de cada caso. Elijo a propósito una formulación en todo
contundente para estos planteos, a fin de que se nos
grabe bien que debemos ser nobles en todo nuestro ser
y en todos los aspectos de nuestra vida.
Lo mismo vale para el caso de los ejercicios de
gimnasia, terapias medicinales o bien cuando por razo­
nes médicas se nos exija despojarnos de nuestra ropa.
Será correcto cuando sean medios para alcanzar un fin
específico. Si en este punto soy muy liberal, ¿no perde­
ré con el tiempo algo de la fragancia de la pureza? Por
razones de salud psicológica y espiritual yo preferiría
en esta área renunciar a una u otra cosa.
Preguntémonos si no podemos renovar nuestra
mentalidad y afectividad en este tema del pudor. El ca­
tolicismo de hoy ha asumido frente a él una actitud
demasiado teológico moral. Se dice por ejemplo: "no es Con libertad
pecado, por lo tanto...¡adelante!". Que no sea este nues­ interior, no
tro enfoque. Más bien preguntémonos si el asunto en con miedo
cuestión se adecúa más a las delicadas leyes del ser de
nuestra naturaleza. Planteémonos las exigencias con
libertad interior y no por miedo. Si cumplo las exigen­
cias por miedo, acabaré enfermándome. Si soy dema­
siado temeroso, habré de emplear el agere contra para
recobrar un cierto equilibrio.

Templanza

El tercer medio para cultivar la pureza instintiva


es la templanza. ¿Qué relación hay entre templanza y
pureza? La templanza es regulación del instinto de Templanza
comer. Las personas espirituales, especialmente las en el comer
mujeres, sufren mucho cuando notan que han cedido
muy fuertemente al instinto de comer. Lo experimen­

499
tan como una lesión del estilo de vida noble, un
abajamiento del yo mejor. Si nos esforzamos en regular
el instinto de comer, en la medida en que es también un
instinto de disfrutar, habremos levantado indirec­
tamente muros protectores de la pureza. Es una reali­
dad obvia.
¿Cómo practicar la templanza en la comida y la
bebida? Los maestros de espiritualidad nos dicen que
por lo común hay que fijarse una medida concreta. Por
ejemplo, de tal alimento o bebida tomaré tal o cual por­
ción. Esa regulación, y no el ayuno, es la que nos
permitirá dominar el instinto. No cedamos a la arbitra­
riedad en nuestro consumo.
Algo similar se puede decir de la cuota de sueño.
Si estoy solo, no será tan importante el momento exacto
Regulación en el cual me levante, pero no debe haber arbitrariedad
del sueño en ello. Si durante las vacaciones puedo dormir más me
diré: "muy bien, lo haré, pero determinaré la hora de
levantada esta noche, y no mañana por la mañana". Si
lo hago al otro día, ya sabemos cuáles suelen ser los
resultados...
La persona noble y de alto nivel ético trabaja con­
Arbitrarie­ tra la arbitrariedad de los instintos. Esto es lo esencial,
dad de los y no tanto reparar en detalles ínfimos, en el "poquito
instintos más " o en el "poquito menos".

Hay personas que pueden ayunar sabe Dios cuán­


to; pero luego del ayuno...comen como barril sin fondo
y beben como esponjas. Se dice que hay tribus africanas
que pueden devorar un elefante y luego ayunar por
largo tiempo. Pero el hombre de alto nivel ético debe
tener sus instintos disciplinados, lo que es en sí una
manera de mortificación que cala hondo debido a la
continuidad con que hay que ejercitarla.

Medios de fortalecimiento

Llegamos así al último grupo de medios. A ellos


pertenecen la recepción de los sacramentos, la oración

500
y la mortificación. Mediten sobre la íntima relación que
existe entre ellos y la pureza. Les recuerdo que no en­
foquen un medio aisladamente, sino siempre en co­
E1 sentido
nexión con el amor. El amor es la motivación última y de la pureza
la protección perfecta de nuestra pureza. El sentido de virginal
nuestra pureza virginal es el amor indiviso; nosotros
queremos regalar a Dios toda la fuerza de nuestro
amor, pero de manera indivisa; vale decir, cuanto más
indiviso sea el amor que le ofrende a Dios, tanto más
"natural" será la pureza.

Pureza rica y fecunda

Observemos al niño y preguntémonos por la se­


gunda propiedad de su pureza: la pureza de niño es
rica y fecunda. Quien tenga el don de observar la vida,
que estudie a los niños desde este punto de vista.
Pasando a un plano más metafísico, les planteo el
siguiente interrogante: ¿por qué el niño suele mante­
ner aquietados sus instintos por tan largos períodos? El niño
La psicología nos dice que ello ocurre así porque el vive en
niño vive en un mundo trascendente, en un mundo un mundo
espiritual. El niño está familiarizado con el mundo de trascendente
los ángeles, juega con los ángeles o con el Niño Jesús.
Con esto quiero expresarles que la pureza del niño es
rica. El vive en un mundo sobrenatural o al menos del
más allá, de ahí que pueda mantener dominada su vida
instintiva.
Hemos observado pues en el niño la gran ley del
contenido positivo de la pureza. Si mis intereses giran
continuamente en torno de Dios y de su causa, conser­
varé el sentido positivo de la pureza, y esa pureza será
rica, de lo contrario se convertirá en una pureza ator­
mentada. Pero nosotros no queremos ser hombres de
una virginidad atormentada; no, nuestra pureza debe
ser rica.
La conclusión que se desprende de todo esto es la
misma sobre la cual nuestra comunidad nos llama tan-

501
to la atención: hay que cultivar la magnanimidad por
muchos motivos, entre los cuales está el de la pureza.
El cultivo de la magnanimidad asegura la pureza en
nosotros.
No hablen mucho de pureza en la educación de
los jovenes. Yo también me dedicaba antes a la labor
docente. Era en tiempos de la Primera Guerra Mundial.
Palabrería Nunca hablaba de pureza, salvo cuando los muchachos
sobre la debían partir al frente de batalla. Siempre me bastó con
pureza proponerles metas positivas. Las metas positivas ase­
guran la pureza; la palabrería sobre la pureza no tiene
mucho sentido. A nivel privado quizás sea necesario
algunas veces detenerse más en el tema, pero si logran
una atmósfera de generosidad en la comunidad, las
dificultades en esta área no serán tan grandes. Cuanto
más me esfuerce por regalar a Dios las fuerzas de mi
amor, tanto más elevado será mi nivel en el campo de
la pedagogía de la sexualidad.
La pureza de niño es también extraordinariamente
fecunda. ¿Por qué? En primer lugar, en razón de su
Contamina­ misma riqueza. Es muy importante cuidar la educación
ción de la de la fantasía de nuestros jóvenes. Si nuestro compro­
fantasía miso fuese mayor en este punto, especialmente en
nuestros internados, tendríamos más asegurada la pu­
reza. Una vez que la fantasía se contamina, verán cómo
se agota la fecundidad y la riqueza de ser puro.
¿En qué consiste la fecundidad de mi pureza? Po­
dríamos citar muchos enfoques de este asunto.
La pureza exige un profundo conocimiento de
Dios: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque
ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Es posible fundamentar la
íntima razón de ser de esta realidad. La pureza fomenta
extraordinariamente el amor de Dios. La pureza es fe­
cunda, en especial la virginal, porque demuestra a los
matrimonios cómo con la ayuda de la gracia se puede
dominar heroicamente el instinto. Esto puede y debe
motivar a los cónyuges a observar también su castidad

502
y pureza matrimonial con la ayuda de la gracia. Pure­
za -he aquí el sentido positivo- es estar entregado a la
causa de Dios. Hay mujeres solteras que cuando llegan
a la vejez regalan la fuerza de su amor a perros y gatos;
creo que hubieran hecho mejor en casarse.
Retornando al tema de la laboriosidad, les repito
que debemos trabajar por el Reino de Dios. Este es el
sentido de la entrega virginal. Tenemos que ser fecun­ Luchar
dos; si no lo somos estaremos rehuyendo la vida real. como los
Los hombres casados luchan más que nosotros. ¡Cuán­ hombres
casados
to se preocupan y trabajan por su mujer e hijos! Noso­
tros en cambio hacemos algo y enseguida lo abandona­
mos y nos vamos a otra parte.
Es importante comprender mejor las relaciones in­
ternas de las cosas, así como la psicología natural y so­
brenatural del ser humano, y prestarles mucho más
importancia en nuestras prédicas y conferencias. En
estos días me vino varias veces a la mente la siguiente
idea: si hubiese sido otra persona y no yo quien les dijo
a ustedes estas cosas, quizás habrían experimentado
una cierta resistencia; pero si contemplan los temas en
su contexto global, les parecerán evidentes. ¿Por qué?
Porque nos está hablando la verdad objetiva, el contex­
to objetivo, aquella ley que amo tanto: ordo essendi est
ordo agendi. Si señalamos esta ley, experimentaremos
una mayor claridad interior y tendremos más fuerza de
empuje para la acción.

Pureza encantadora y tranquilizadora

La tercera propiedad de la pureza de niño es ser


delicada y tranquilizadora. Basta con mencionar estos
términos.
¿Por qué es tan encantador un niño? Porque es in­
genuo y muy puro, y porque esa ingenuidad y pureza
nos recuerda espontáneamente la belleza, el esplendor
y la felicidad del paraíso. ¿No es acaso encantador en-

503
contrar un hombre verdaderamente puro, cuyo ser
expande el aroma del estar intacto? Es muy hermoso
Un hombre observar la naturaleza, contemplar el bosque, asom­
verdadera­ brarse ante el cielo estrellado, admirar la majestad del
mente puro mar...pero si somos educadores auténticos no habrá
nada más bello para nosotros que un hombre entrega­
do a Dios. El verdadero educador debería tener como
una especial alegría en ello. Acostumbrémonos a apre­
El que ciar la belleza de la persona que pertenece plenamen­
pertenece te a Dios. Aunque no sea exteriormente bella, aunque
a Dios sea incluso fea, eso no nos perturbará, porque la her­
mosura que admiramos es la que irradia el alma. Com­
pruébenlo, observen a un hombre realmente puro y
noble. El niño es un fuerte ¡Sursum corda! ¡Vé conquis­
tando lo que eres realmente!
Fíjense también cómo la libertad interior del niño
es serena y tranquiliza especialmente a personas que
están atravesando alguna crisis de pureza. Creo que
tampoco hace falta explayarme en este punto; les pido
que observen ustedes mismos estas realidades. Si he­
Irradia
serenidad
mos hecho nuestra la pureza cultivada por amor,
irradiaremos tranquilidad; pero no lo olviden: pureza
por amor. Si mi subconsciente está captado por un
amor real a Dios, ¡cuánta serenidad emanará de mí! ¡y
cuántos hombres necesitan hoy esa tranquilidad depu­
rada! No hace falta mucha palabrería, sólo basta dar el
ejemplo de una vida vivida en la gracia, de una pure­
za sencilla e interiormente libre.
No teman que una educación en esa sencillez dis­
minuya su capacidad de asumir la vida concreta. Les
hago esta aclaración a la luz de numerosas experien­
Sencillez no cias. Las personas que están genuinamente arraigadas
vulnerable en Dios pueden más tarde caminar con plena libertad
interior por en medio de la más terrible suciedad. No es
cierto que uno primero se deba acostumbrar a la
suciedad. No; no es así. A lo que me debo acostumbrar
es al sol; yo mismo debo ponerme al sol, de ese modo
los rayos que me traspasen traspasarán más tarde la

504
suciedad por la que quizás me toque andar, sin que yo
sea contaminado por ella. Si esta es la orientación de
nuestra educación, obraremos lo correcto tanto aquí
como en nuestra labor en las misiones y no caeremos "Si tu ojo
en gazmoñerías, sino que procederemos con decisión está sano,
cuando sea necesario o bien lo exijan las costumbres de todo tu
los países de misión en donde trabajemos. Este cuerpo
estará
lineamiento nos ayudará además a mantener siempre luminoso"
la serenidad; así lo dice el Evangelio: "Si tu ojo está sa­
no, todo tu cuerpo estará luminoso" (Mt 6,22; Le 11,34).
A esta cita podemos interpretarla, dentro de nuestro
contexto, de la siguiente manera: "Si nuestro corazón
está entregado a Dios por amor, la pureza estará
protegida de la mejor manera".
La tragedia de nuestra educación es que medimos
todo excesivamente según el grado de obligatoriedad
de las cosas y demasiado poco según la magna­
nimidad. Olvidamos que el hombre es un organismo y
que en este punto de la pureza hay que respetar las
más delicadas fibras y trabazones. Todo educador debe
ser un psicólogo con carisma, aunque no hace falta que
haya estudiado psicología. No perdamos nunca de vis­
ta la totalidad orgánica del ser humano.
Al considerar ahora la cantidad de personas que
sufren las más terribles tentaciones contra la pureza e
indagar las causas de ello, compruebo que las tentacio­
nes están relacionadas con el hecho de que tales perso­
nas han perdido tacto y pudor en su trato con cosas
muy delicadas. Hay que tomar conciencia de ello. Na­
turalmente no es pecado haber faltado al tacto en cosas No me
pequeñas; pero nosotros no buscamos sólo evitar el permito
pecado, sino ver los contextos más delicados en los que todo lo
que no es
están insertas las cosas. No puedo decir sin más ni más: pecado
"Iré hasta el borde del abismo y ahí me detendré". No,
no podemos hacerlo; porque si vamos hasta el borde
del precipicio, caeremos repentinamente en él. Tampo­
co digamos: "Me permitiré todo lo que no sea pecado".

505
Aspirar a lo más elevado es la mejor manera de asegu­
rarse de no caer en el abismo.

Sencillez de niño

Existe un tercer elemento constitutivo de la autén­


tica infancia espiritual: la sencillez. Seguramente se
darán por satisfechos si los remito a lo que ya hablamos
sobre el tema. Lo explicado en aquel momento es bas­
tante claro y comprensible, si bien necesita naturalmen­
te algunos complementos en distintas áreas. Durante
todos estos días he venido pensando si no tendría que
escribir algún opúsculo sobre la infancia espiritual, en
el cual exponer todo con mayor detalle.
Les hablé de la sencillez en su manifestación más
elevada. Si representamos a la infancia espiritual como
un árbol, la sencillez será uno de sus frutos y la humil­
dad, la raíz. No es imaginable la sencillez sin la humil­
dad. A su vez, el tronco de ese árbol es la veracidad. He
aquí pues dos importantes complementos de la verda­
dera infancia espiritual.

Falsa concepción de humildad

La humildad integra el grupo de aquellas virtudes


que menos se comprende hoy en día en nuestras filas
católicas y tampoco entre las órdenes religiosas. Una
Hoy no se imagen más clara de la humildad nos ahorrará muchas
comprende malas experiencias. Démosle importancia a esta virtud
la humildad capital, especialmente si estamos trabajando en interna­
dos o bien somos educadores de nuestras vocaciones.
La pureza se asegurará espontáneamente si educamos
a nuestros jóvenes en una humildad sana y llena de
amor de Dios. Si me decido alguna vez a escribir sobre
la infancia espiritual, trataría de compendiar todo lo
que en este contexto vale la pena saber sobre la humil­
dad. Advertirán entonces cómo nuestra manera de
pensar se fundamenta sobre los cimientos de una vieja

506
tradición. Se trata de antiguas verdades, que hoy día
cobran nuevas resonancias, adecuándose a la vida del
hombre de hoy.
En esa adaptación de viejas verdades a necesida­
des nuevas estriba igualmente el sentido de la pedago­
gía. El pedagogo tiene que presentar las verdades tra­
dicionales adecuándolas al hombre de hoy, que es tan
terriblemente mecanicista en su manera de pensar. No separar
Cuando el pedagogo actual presenta la humildad sepa­ humildad
de amor
rándola del amor, contribuye a enfermar al hombre. No
hay otra virtud moral que dependa tanto del amor para
existir como la humildad. Separarla del amor es
generar una enfermedad psíquica. A raíz de su vida y
aspiraciones religiosas, muchos han enfermado en lu­
gar de haber conquistado la humildad. Tengamos
mucho cuidado; ya hay por todos lados bastante gen­
te afectada psíquicamente. ¡Cuántos complejos de infe­
rioridad arrastramos con nosotros! No debe ser así;
procuremos superarlos.

Humildad sana

Una humildad sana es el mejor remedio contra los


complejos de inferioridad y el afán de valer. La mane­
ra como aspiramos a la humildad, la cultivamos y en­
señamos, nos lleva precisamente a lograr lo contrario
de lo que queremos. Esa falsa humildad intensifica el El afan
afán enfermizo de valer y los complejos de inferio­ enfermizo
ridad. Estos complejos no tienen nada que ver con la de valer
humildad. En La santificación de la vida diaria se con­
signa en varios pasajes que una humildad sana, unida
por supuesto al amor, aumenta la resistencia de
nuestros nervios debilitados. Estoy convencido de que
las perturbaciones nerviosas pueder ser curadas por la
humildad unida al amor.
Recuerdo ahora un caso que aconteció reciente­
mente. Había una religiosa tan afectada de los nervios
que cuando escuchaba algún ruido no sólo se sobresal­

507
taba sino que gritaba. Pero se libró por completo de ese
problema ¿Cómo? Al sentir que perdía el control de sus
nervios se esforzaba por alegrarse basándose en la
consigna: "En realidad merezco mucho más castigo de
parte de Dios por todo el mal que he hecho; me alegro
pues de tener ahora oportunidad de sufrir con El".
¡Cuánto había luchado ya esta religiosa por curarse!
Las cosas no resultan siempre como uno quiere. Sea
como fuere, si queremos conformar una comunidad
sana, tenemos que darle mucha importancia al cultivo
de un gran amor y de una sana humildad. Vale decir,
no hagamos concesiones en esta área.
Espero tener más adelante oportunidad de seguir
desplegando este tema. Verán que lo que les digo coin­
cide exactamente con lo que proponen los maestros de
espiritualidad, entre otros, los de la Edad Media; sólo
es necesario enmarcarlo en el contexto histórico corres­
pondiente. El hombre medieval podía ver las cosas una
separada de la otra, en cambio el hombre actual debe
contemplarlas en una visión de conjunto.
Nuestro director espiritual -quien me ha tirado de
la oreja por haber hablado de él sin pedirle permiso-
remarca también que nuestra ascética tiene que tomar
Entrelaza­ más en cuenta la psicología y me parece que su opinión
miento de es muy correcta. Nuestra ascética es demasiado "lógi­
las virtudes ca". Para expresarlo de una manera más gráfica: traza
líneas de arriba hacia abajo pero no traza transversales.
Por ejemplo, un muchacho entra al noviciado y se le
dice allí que hay que ser humilde. Lee los once o doce
grados de la humildad propuestos por San Bernardo1

1. Los doce grados de la humildad que menciona San Bernardo


de Claraval se entienden sobre el fondo de los grados de la
humildad que aparecen en la Regla de San Benito, que a su
vez conforman un pequeño compendio de vida espiritual
para los monjes. Lo que le interesa al Padre Kentenich es el
íntimo entrelazamiento de las virtudes entre sí. Lo que nos
transmite en este párrafo no son ideas accesorias, sino parte
esencial de su concepción de lo que es una "ascética
orgánica".
508
y los escala rápidamente. Una vez en la cumbre, se da
cuenta de que se ha hecho más orgulloso que antes...¡El
caso típico! Se conquista grado tras grado de la humil­
dad y se pasa por alto las demás virtudes. Hay que
tener en cuenta a todo nuestro psiquismo, contemplán­
dolo en su "corte transversal". He aquí el aspecto de
originalidad de La santificación de la vida diaria. El
santo de la vida diaria procura armonizar
cuidadosamente la naturaleza con la gracia. Com­
parémoslo con un río. El río tiene dos orillas: una es la
gracia, la otra, la naturaleza.
Hemos tocado los temas esenciales de la naturale­ Conectar
za y de la gracia, pero la originalidad reside en conec­ naturaleza
tar naturaleza y gracia en el plano psicológico. Al ha­ y gracia en
el plano
cerlo no hay que olvidar la filosofía y la teología, de lo psicológico
contrario nos extraviaremos. Hay que unir todo en una
visión de conjunto.
De esta manera les he presentado lo fundamental
sobre la esencia de la verdadera filialidad. Si echamos
una breve mirada retrospectiva advertiremos que colo­
camos tres pilares centrales y nos queda aún un cuar­
to. El primero era el valor, el segundo, la raíz, y el
tercero, la esencia de la infancia espiritual.

CUARTO PILAR:
CAMINOS DE INFANCIA ESPIRITUAL

Queremos saber cuáles son los caminos que nos


llevan a la sabiduría. ¿Qué caminos conocemos ya? En
primer lugar les recordaré algunas respuestas que ya
dimos y luego me detendré en los tres caminos de la
infancia espiritual.

Repaso de las respuestas ya dadas

Buscar caminos de infancia espiritual es buscar ca­


minos de sabiduría. Recordemos lo dicho en otra opor­

509
tunidad sobre la infancia espiritual como un instinto
natural y divino. Aquí está la clave de la respuesta a la
Buscar pregunta sobre los caminos. Para conocer esas sendas,
caminos de fortalezcamos en nosotros el instinto divino y des­
sabiduría pertemos el don de la sabiduría. Seamos pues maestros
de humildad, de confianza, oración y mortificación.
Estos son los medios que nos ayudarán a activar en
nosotros el don de la sabiduría, a encender la ver­
dadera infancia espiritual surgida de la sabiduría, y a
acrecentar el instinto natural de la infancia espiritual.
¿Qué hacer entonces? Las respuestas están ya da­
das: tratar de completar y posgustar aquello de lo que
¿Cómo se ha carecido en esta área; o bien buscar un "tú", una
lograrlo? persona frente a la cual yo pueda experimentarme niño
o volver a serlo, si ya lo he sido una vez; o por último,
tratar con niños y hombres que vivan la infancia espi­
ritual.

Los tres caminos de la infancia espiritual

La nueva respuesta que les ofrezco se fundamen­


ta a su vez en lo que ya dijimos. Hay tres caminos para
alcanzar la infancia espiritual: el eclesial, el litúrgico y
el mariano2. Estoy separando elementos que en sí mis­
mos configuran una totalidad. La división se hace para
justificar ciertas acentuaciones, pero tenemos que es­
forzarnos por recorrer los tres caminos.

Camino eclesial

Tengamos presente en este punto aquellas pala­


bras de Scheeben, quien en su tiempo luchó tanto por
la causa de la infabilidad del Santo Padre. Fue un teó­

2. En estos tres caminos el Padre Kentenich capta las corrientes


espirituales del catolicismo de su tiempo y las pone en
conexión con el tema central de la infancia espiritual. De ese
modo la infancia espiritual se manifiesta como un valor
universal y fecundo.

510
logo de fuste y un fino psicólogo. En cuanto a la infa­
libilidad, con breves razonamientos puso de relieve
que no se trataba de algo totalmente abstracto sino de
la infalibilidad de un hombre vivo; no de la infalibi­
lidad del Papado, sino de la del Papa.
Lo que yo llamo camino eclesial es designado "es­
píritu eclesial" por la ascética tradicional -por ejemplo, Filialidad
San Agustín-. Trasladen este pensamiento al campo de ante el Santo
la filialidad. Debo practicar la filialidad frente al Santo Padre
Padre; esto es lo que evidentemente nos está pidiendo
el Espíritu Santo a través del dogma de la infalibilidad
del Papa. En este punto preciso el hombre debe ser
niño ante otro hombre.
Mediten si este no es un camino de infancia espi­
ritual. Más arriba hablábamos de experimentar la
filialidad ante otra persona, que puede darse por pri­
mera vez o bien ser una manera de renovarla, si se la
tiene ya conquistada. Si proseguimos devanando este
mismo pensamiento, arribamos a la siguiente conclu­
sión: contemplemos a la autoridad eclesiástica también
como una instancia frente a la cual desarrollar nuestra
infancia espiritual. No piensen que esto va en desme­
dro de lo dicho sobre la obediencia. Podemos ejercitar
la franqueza frente a la autoridad, ello no significa ca­
rencia de infancia espiritual.

Camino litúrgico

La liturgia, sanamente entendida, es muy impor­


tante para nosotros debido a que en su centro está Dios
Padre: "Ad Patrem". Medítenlo y compruébenlo. Para
enseñar a otros teórica y prácticamente la infancia es­
piritual, celebren la misa con profundidad y en el sen­
tido de Ad Patrem. Me detengo ahora en la liturgia de
la misa porque hoy es puesta en primer plano, pero lo Actitud
que decimos vale para toda la liturgia. La actitud litúrgica
litúrgica, la oración y el sacrificio de la liturgia tienen
como aspiración final: Ad Patrem. Si soy un niño sen-

511
cilio trabajaré armónicamente con el Movimiento
Litúrgico.
Dos son las corrientes en el Movimiento Litúrgico.
Una tiene una visión más intelectual de liturgia. Si cen­
tramos el enfoque excesivamente en la realidad de ser
miembros de Cristo descuidando la dimensión del Ad
Patrem, la misa no logrará nunca transformarnos inte­
riormente. Cuando encuentren personas cuya manera
de darse y conducirse es excesivamente litúrgica,
comprobarán que su religiosidad esconde no raras ve­
ces un intelectualismo unilateral. La realidad de ser
miembros de Cristo suele ser para esas personas una
mera idea. Sólo quien sea un niño sencillo conseguirá
a la larga comprender correctamente la eucaristía. Sea­
mos como los niños para ser litúrgicos y viceversa.
Fíjense como opera el Ad Patrem en la misa y en
la liturgia en su totalidad. La norma de estilo, estruc­
Adoración a
turación y orientación de la Liturgia es: Per Christum
través de la in Spiritu Sancto ad Patrem (hacia el Padre, por Cristo
Eucaristía y en el Espíritu Santo). ¿Qué es la misa? Podemos con­
siderarla como un medio de adoración. En la misa
Jesús adora filialmente al Padre; de manera similar,
también nosotros debemos adorar filialmente al Padre
a través de la eucaristía. Y lo hacemos en Jesús.
Quizás estas breves pinceladas basten para mos­
La liturgia, trarles que la liturgia es una incomparable escuela de la
escuela de infancia espiritual. Ahora hay que avanzar hacia la
infancia esencia, y no confundir la liturgia con la forma litúr­
espiritual gica. ¿Cuál es la esencia de la liturgia? Per Christum in
Spiritu Sancto ad Patrem.
Sería bueno examinar los elementos de espiri­
tualidad benedictina que su instituto ha integrado en
sí. Su comunidad tiene además aportes de la espiri­
tualidad jesuíta y franciscana. Todo esto brinda un
interesante material para una tesis doctoral. Una nue­
va orientación como la suya, que propone un tipo hu­
mano de nuevas características, espiga en lo ya existen­

512
te y propone una nueva y especial interrelación de esos
elementos. Esta aspiración justifica ya la razón de ser
de su comunidad, más allá de las motivaciones sobre­
naturales. Todo gran movimiento nuevo se forma de
manera semejante. Por supuesto, hay movimientos que
dan respuesta a una situación o realidad extrema. Pero
esas corrientes radicales dan paso a su vez a una nue­
va radicalización. Lo sano para una corriente espiritual
es aquello que quieren encarnar. La espiritualidad de
su comunidad contiene muchos elementos ya presen­
tes en la tradición de la Iglesia, pero ustedes dan un
paso más en el desarrollo y ampliación de los mismos.
En este sentido se puede decir que son una comunidad
nueva, y ello se puede comprobar. Desde el punto de
vista de la filosofíá de la cultura, esa comprobación les
dará fuerza de empuje. Sólo basta con tener claras las
ideas. Pero dejemos este punto...Estábamos hablando
del camino litúrgico. Es un camino hacia una auténti­
ca infancia espiritual.
El tercer camino es el mariano. Pero esta noche no
seguiré adelante con esta reflexión, para no ver todo de
una vez; a las cosas buenas hay que saborearlas lenta­
mente.

513
Vigésimo quinta Conferencia

MARIA
Y LA INFANCIA ESPIRITUAL

El camino mariano

Habíamos mencionado al camino mariano como


tercera senda para llegar a las fuentes de la infancia
espiritual y practicarla adecuadamente; y ello no nos
sorprende. Contemplemos nuestra vida y veremos que
muchos de nosotros podrán decir que gracias a su re­
lación sencilla y filial con la Sma.Virgen lograron cul­
tivar la infancia espiritual ante Dios. Nuevamente es
Scheeben quien nos subraya con nitidez que Dios, en
su maravillosa sabiduría, sabe armonizar naturaleza y Madre
gracia. Así lo expone en el grandioso debate académi­ natural y
co con sus opositores, especialmente contra los adver­ madre
en lo
sarios del Vaticano e impugnadores del dogma de la
sobrenatural
Inmaculada. Dios ha creado en el hombre una necesi­
dad de tener madre y le dio una madre natural; del
mismo modo respetó y satisfizo dicha necesidad en el
orden sobrenatural, regalándole en este sentido una
madre verdadera. Así como la madre tiene en la vida
natural la tarea de despertar el amor filial y ligarlo a sí,
y a su vez encauzarlo hacia el padre de familia, así tam­
bién, de un modo análogo, la Sma. Virgen tiene, en el
Reino de los Cielos y aquí en la tierra, la tarea de susci­
tar el amor filial y remontarlo hacia el Padre.
Sería bueno e inteligente de nuestra parte tener
siempre presente los contextos generales, y hacerlo
también en el campo de la devoción mariana. Cada
persona necesita su tiempo hasta haber experimentado
vitalmente tal o cual verdad de la fe; pero nosotros
debemos conocer esas verdades y saber transmitirlas

515
oportunamente. A esta luz comprendemos mejor por
Filialidad
qué el actual Pontífice
* en su encíclica sobre el
con Dios sacerdocio no sólo desea que nosotros los sacerdotes
y con la cultivemos una sencilla relación filial con el Padre Ce­
Sma.Virgen lestial, sino también con la Sma. Virgen. Reparemos en
estos lincamientos trazados en el Reino de Dios y ten­
gámoslos más en cuenta.
Repasemos todo el mundo de la infancia espiritual
que hemos presentado.Varias veces citamos al
Rembrandtdeutsche, quien nos advertía que la mejor
manera de aprender la infancia espiritual era deján­
dose instruir por María.
Todas estas reflexiones, como también nuestras
propias experiencias, nos demuestran que el camino
mariano es un camino muy útil para alcanzar una ge­
nuina infancia espiritual.
Ciertamente, cuando éramos más jóvenes no sa­
bíamos hablar con nivel académico sobre estas cosas,
pero fuimos creciendo, con sencillez, en la infancia es­
Buscar algo
piritual ante nuestra Madre y Reina. Transmitamos a
más que nuestros muchachos esa experiencia personal de devo­
cobijamiento ción mañana para que puedan saciar en ella su necesi­
dad de cobijamiento. Así será, sin duda. Pero una au­
téntica infancia espiritual no debe apuntar sólo a
calmar la necesidad de cobijamiento, sino desembocar
en una actitud caballeresca y generar temple de caba­
lleros. De ahí esa serie de etapas que en este sentido
comprende la educación de los niños: primero, satis­
facer en la Sma. Virgen la necesidad de contacto, apo­
yo y cobijamiento; luego aprender de Ella a luchar por
el Reino de Dios y entregarse generosamente por la
causa de Jesús y del Dios Trino.
Expresiones simples como "Madre de Dios",
"Nuestra Madre" y "Reina" resumen todo lo que les he
dicho en estos días.

* El Pontífice era Pió XI

516
Me parece que luego de finalizados estos ejercicios
no hay que ir enseguida a transmitir todos los conteni­
dos vistos a nuestros jóvenes. Más bien habrá llegado
la hora del pedagogo que sabe discernir y escoger, que
repite muchísimas veces tal o cual pensamiento o idea.
Porque hay que tener en cuenta que una cosa es lo que
yo debo saber y otra lo que debo transmitir.
Vuelvo a recordarles que las reflexiones hechas
crean enseguida una atmósfera mariana, nos conven­
cen desde el principio de que el camino mariano no
sólo es un camino a secas sino un camino privilegiado
para cultivar la infancia espiritual ante el Padre del
Cielo.
Permítanme exponerles sistemáticamente algunos
pensamientos que en realidad podrían ofrecernos ma­
terial para otra tanda de ejerccios. Pues bien, les digo
que la Sma.Virgen exige de nosotros la infancia espiri­
tual para con Dios Padre y fomenta en nosotros esa
infancia.

María exige la infancia espiritual

A través de sus palabras, de su ser y de su acción,


la Sma.Virgen exige la infancia espiritual.
Meditemos sobre el primer punto, la palabra. Sólo
me basta citar una frase del Evangelio que nos hace
vibrar hondamente: "Haced lo que El os diga" (Jn 2,5). "Haced
María nos indica a Jesús, quien se nos presenta como el lo que El
Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). ¿Y qué dijo Je- os dlga"
sús? Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el
Reino de los Cielos... Me parece que la tarea favorita de
la Sma.Virgen, como Portadora ministerial de Cristo, es
indicarnos la persona de Jesús, para que Su palabra se
haga vida y acción en nosotros.
María Santísima nos exige también infancia espi­
ritual a través de su ser. En este campo pueden apreciar
nuevamente los grandes y claros lineamientos del Rei-

517
no de Dios. María se convirtió en nuestra madre por
Pasa a ser libre decisión y por un "sí" pronunciado con plena con­
nuestra ciencia. La Sma.Virgen pasó a ser nuestra madre en el
madre preciso momento en que se constituyó madre del Se­
ñor. En el calvario volvió a ser confirmada solemne­
mente en este su peculiar papel: "Mujer, ahí tienes a tu
hijo"..."Ahí tienes a tu madre" (Jn 19, 26).
Les recuerdo lo que hablamos sobre el ser padre y
el sentido paternal. Ya saben que los términos "padre"
y "paternidad" son conceptos relativos y correlativos;
que el ser padre y el sentido paternal exigen como
complementación el ser niño y el sentir de niño. ¿Aca­
so no se puede aplicar esto perfectamente, si bien en
otro plano, a la Sma.Virgen? Ella asumió la maternidad
y los deberes y derechos de madre; y es por eso que, en
lo que hace a su ser, depende esencialmente de noso­
tros, sus hijos, y de nuestro ser y sentir de niño.
Rememoremos lo que nos decía Pestalozzi y apli-
quémoslo a la Sma.Virgen -naturalmente, adaptando
su sentido original-: "La mayor desgracia del hombre
actual es la pérdida del sentir de niño...". Acomodan­
do un poco este pensamiento a nuestra reflexión
mañana podríamos reformularlo así: el debilitamiento
y quizás pérdida del sentir de niño en nuestra relación
La pérdida con la Sma.Virgen es una gran desgracia para los cris­
del sentir tianos de hoy. Les digo esto con un cierto énfasis que
de niño y la quizás no corresponde a la realidad de su devoción
Sma. Virgen mariana. Pero el fundamento de ese énfasis se funda­
menta en el hecho de que en nuestros días existe en el
ámbito católico, y especialmente entre los sacerdotes jó­
venes, un peculiar rechazo de la maternidad de María.
Se contempla a la Sma.Virgen como la imagen ideal del
alma unida a Dios, pero ya no se busca inculcar en la
conciencia de la gente la imagen de María como Madre
del pueblo. Por supuesto, no se reprueba esta gran
verdad en el plano teórico, ya que no es posible
hacerlo, pero sí en el plano de la vida concreta. ¿Qué les

518
JohannH. Pestalozzi (1746-1827)

519
parece? ¿Acaso no es una gran pérdida para los cristia­
nos de hoy?
¿Por qué es una desgracia? El motivo nos lo dice
un poco más adelante el mismo Pestalozzi, cuando
habla del ser padre y del sentir paternal de Dios. ¿Por
qué la pérdida de la actitud filial ante Dios es la desgra­
Dejarnos
modelar cia más grande? Porque de esa manera Dios no puede
filialmente desarrollar su actividad paternal y pedagógica. ¿Aca­
por Ella so no vale esto mismo para la Sma.Virgen? Su fuerza
educativa depende, de modo similar al caso del Padre
Celestial, de que nos dejemos modelar filialmente.
No sé si estarán de acuerdo en que prosiga deva­
nando este pensamiento y agregue que la Sma.Virgen,
como madre, tiene una fuerte inclinación a la actividad
educativa. En efecto, educar es algo que hace a la esen­
cia de la maternidad. Ahora bien, era bastante poca la
labor educativa que Ella podía desplegar en relación
con Jesús, su hijo. De ahí se infiere que para desarrollar
plenamente todo su potencial educador, María necesi­
tase de más hijos dispuestos a dejarse educar. Tenien­
do presente toda la línea de reflexión de estos ejercicios,
comprenderemos con cuánta razón podemos decir que
la Sma. Virgen exige de nosotros la infancia espiritual
no sólo a través de su palabra, sino también a través de
su ser maternal.
Con la misma razón puedo afirmar que Ella exige
asimismo nuestro sentir de niño a través de su activi­
dad y de su obrar. Supongo que María ha desarrollado
su actividad maternal suficiente o abundantemente en
cada uno de nosotros y en toda la comunidad. No sé en
qué medida están convencidos de que Ella ha reinado
en su comunidad, intercediendo por ella y protegién­
dola. Sea como fuere, sería prudente inculcar el cultivo
de una profunda devoción mariana a las vocaciones
que vendrán y cultivarla nosotros mismos en nuestros
corazones.

520
No sé si cometo una indiscreción comentándoles
que si Dios ha bendecido mi actividad entre ustedes,
ello debe ser visto por lo menos como un regalo de la Todo mi
Sma. Virgen. Si bien en estos días apenas he hecho re­ quehacer
ferencia a estas cosas más personales, no me avergüen­ como obra e
zo de confesar que yo considero a todo mi quehacer instrumento
de María
sacerdotal como obra e instrumento en las manos de
María. En el caso de que en estos días les haya podido
servir de algo, todas las gracias deben ser dadas a la
Sma. Virgen, porque yo mismo le atribuyo todo a Ella.
Esta es también la razón de por qué realizo siempre mi
tarea con total serenidad: porque me siento en depen­
dencia de María Santísima, como obra e intrumento
suyo. Quizás ustedes tengan otras pruebas más sustan­
ciosas, valiosas y sólidas de que es la Sma.Virgen quien
ha estado detrás de la obra. Todo lo bueno que Ella
obra en la Familia exige a su vez de nosotros una acti­
tud filial y una infancia espiritual.
Es curioso cómo su instituto ha permanecido fiel
a su esencia. Valdría la pena que alguien estudiase y
expusiese cronológicamente cuáles fueron las fuerzas
que actuaron en la comunidad para que mantuviese
tan puro el carisma a despecho de las luchas que tuvo
que encarar. ¿Ha surgido nuestra comunidad en de­
pendencia de María? No puedo dar ninguna respues­
ta a este interrogante. Simplemente lo planteo para que
lo mediten y reflexionen. De todos modos creo que po­
dría decir a priori que hemos experimentado sufi­
cientemente la actividad maternal de la Sma. Virgen y
que en ello podemos ver una invitación urgente a cul­
tivar una sencilla infancia espiritual.
En resumen, María exige nuestra infancia espiri­
tual. Llevemos a nuestros jóvenes hacia Ella; que nues­ Llevar los
tra comunidad recorra también el camino hacia María. jóvenes
hacia Ella
Cuanto más acoja Ella a esa juventud y a toda nuestra
comunidad, tanto más insistente será su exigencia de
infancia espiritual.

521
Según tengo entendido, ustedes veneran a la
Sma.Virgen como su patrona bajo dos advocaciones1.
¿Qué significa que María es patrona? ¿Lo fue siempre?
¿La tuvieron como patrona desde los inicios? Ello sería
una prueba de que la Sma.Virgen ha unido sus manos
en oración intercesora por nosotros. Ella es patrona,
por lo tanto tiene evidentemente derechos de patronato
sobre ustedes y toda su comunidad.

La Sma. Virgen fomenta la infancia espiritual

En segundo lugar debo destacar que María fomen­


Ejemplo ta la infancia espiritual. Pero...¿de qué manera lo hace?
clásico de
infancia Por un lado, siendo Ella misma un ejemplo clásico de
espiritual infancia espiritual; y por otro, formándonos y mode­
lándonos a nosotros mismos en una infancia espiritual
clásica.
Este punto nos brindaría abundantísimo material
para otros ejercicios. Pues bien, procuren aplicar a la
Sma.Virgen todo lo que les he venido diciendo sobre la
infancia espiritual y comprueben si Ella ha vivido esa
infancia.
¿Cómo es la piedad de niño que cultivó María?
¿Cómo es su fe, su esperanza y su amor de niño? Como
ven, el material es muy rico; basta abrir la Sagrada Es­
critura para comprobarlo. También pueden consultar
la serie de dogmas marianos. ¿Cómo es la pureza de
niño que vivió la Sma.Virgen? La Sagrada Escritura y
los dogmas nos darán muchos elementos para la me­
ditación de estos temas. ¿Y su sencillez, humildad y
veracidad de niño? Realmente, estamos frente a un ma­
terial muy rico. Más aún, podríamos repetir estos ejer­
cicios focalizándolos en la Bendita entre las mujeres.

1. La comunidad religiosa que constituía el auditorio del Padre


Kentenich en esta ocasión estaba bajo el patronato de María
Reina de los Apóstoles y Nuestra Señora del Buen Consejo.

522
Desde el punto de vista pedagógico, es muy valio­
so que transmitan a las generaciones venideras una
imagen de María trazada según las coordenadas que
hemos delineado. Nuestro pueblo y juventud católicos
siguen amando a la Sma.Virgen. Todo católico lleva ese
amor en la sangre. ¡Fíjense qué importantísima Aliada
tenemos! Meditemos sobre el mes de María, cuando la
Madre de Jesús se nos presenta en todo su esplendor...
¿Qué es lo que Ella irradia? La infancia espiritual, en­
carnada en toda su persona. Durante ese mes podre­
mos seguramente hablar sobre la infancia espiritual
con mayor sencillez.
La Sma.Virgen ilustra lo que es la infancia espiri­
tual, Ella forma y modela en nosotros esa infancia. Ya
saben cómo lo hace. En primer lugar a través de su in­
tercesión; lo cual es evidente al considerar que Ella mis­
ma ama la infancia espiritual. En otra oportunidad ci­ La más
tamos aquella frase del P. Weiss: "La más grande en el pequeña,
aquí en la
Reino de los Cielos fue la más pequeña aquí en la tie­ tierra
rra"; y vimos cómo trata de demostrarlo. Si María ha
amado tanto la infancia espiritual, ¿no es evidente en­
tonces que Ella una sus manos en oración para interce­
demos ante Dios esa gracia de la infancia espiritual?
¿No es también obvio que María interceda por noso­
tros, especialmente por nuestra comunidad, ante el Es­
Ella
píritu Santo? Porque sin el Espíritu Santo nunca llega­ implorará
remos a ser auténticos niños; sin el Espíritu Santo nues­ el espíritu
tra comunidad jamás recibirá el espíritu de la infancia de filiación
espiritual en toda su hondura, ni mucho menos será para
capaz de asumirlo como una tradición y herencia de la nosotros
espiritualidad cristiana. Entreguémonos pues a María,
cada uno de nosotros en particular y toda la Familia en
general, y Ella implorará para nuestra comunidad el
Espíritu Santo, a fin de que recibamos el espíritu de la
filiación2 y ya no volvamos a perderlo.

2. Cf. Rm 8,15

523
Contemplemos ahora este proceso de vida con un
enfoque psicológico. Si nos esforzamos en regalar a
María nuestra alma y la de aquellos que nos fueron
Poner los confiados, si nos empeñamos en vincularnos a Ella,
cimientos ¿qué sucederá?, ¿acaso no hemos escuchado que el
amor posee una fuerza asemejadora y unitiva? No po­
demos amar a María sin hacernos semejantes a Ella. He
aquí la psicología del amor, en este caso, del amor a
María: amar a la Sma.Virgen significa asemejarse a Ella.
En virtud de su intercesión y también del crecimiento
del amor filial en nosotros, la Madre de Jesús pone en
nosotros los cimientos de una profunda infancia espiri­
tual.

Petición final de los ejercicios

De este modo llegamos al final de nuestros ejerci­


cios. Quizás me digan con razón que ellos nos ofrecen
una cantidad enorme de material. Es cierto. Yo sé -y
ustedes también- que es imposible elaborar todo ese
material en tan pocos días. Nos hemos dispensado
mutuamente de seguir la forma tradicional de los ejer­
cicios. Si contemplamos los temas vistos con mayor
detenimiento, notamos que se prestan para ser elabo­
rado en un tiempo de ejercicios, precisamente porque
abarcan todo lo que nos interesa en estos días de refle­
xión, más allá de la gran cantidad que representan.
¿Qué nos llevamos de estos días? ¿Cómo respon­
der a este interrogante? Quizás sea bueno formular
como petición lo que quiero añadir a modo de conclu­
sión. Que ella exprese todo lo que se ha ido desper­
tando en lo profundo de nuestra alma. Esa petición es
la siguiente: "Señor, vincúlame y ten piedad de mí".
Señor...vincúlame...¿a quién? Vincúlame en amor
filial a Ti y a Dios Padre. Tienes que ligarme Tú; yo no
puedo hacerlo solo. Sé misericordioso conmigo y yo
haré del alma de la Familia mi propia alma. He ahí lo

524
importante: que experimente real y profundamente en
mí el alma de la Familia.
Señor, vincúlame a Ti y habrás hecho misericordia
conmigo; Señor, átame a la Familia que has vuelto a
fundar y colocado manifiestamente en este mundo con Vincúlame
nuevas tareas para los nuevos tiempos. Señor, vincúla­ a la Familia
me a la Familia. Que se encienda en mí el amor por la y a Ella
Familia, un amor cálidamente filial, encantador y sa­ con amor
crificial. Sé misericordioso conmigo regalándome ese filial
amor para que yo pase por alto las sombras y difi­
cultades...o mejor dicho, para que pueda verlas en
contextos más amplios. Señor, lígame, sí, vincúlame a
la Bendita entre las Mujeres, a María.
Permítanme hacerles una pequeña confidencia.
Cuando asumo alguna responsabilidad mayor en mi
labor pastoral, me infunde una gran alegría y satisfac­
ción interior saber que aquellos que Dios ha acercado
a mi vida se entregan a la Sma.Virgen. Así me sucedía
en otros tiempos, cuando era un joven sacerdote dedi­
cado a la docencia. Desde que he comprendido un poco
más los grandes contextos de la economía de salvación,
mi alegría más grande es llevar a mis jóvenes a la Sma. Ella seguirá
Virgen. Precisamente porque soy consciente de que yo amparando
no puedo estar siempre junto a ellos. Por otra parte, a nuestros
aunque pudiésemos seguir juntos, con el paso del tiem­ jóvenes
po cesa en la mayoría de los casos esa profunda rela­
ción paternal sacerdotal entre educador y educando.
Pero si confiamos a nuestros jóvenes a la Sma.Virgen,
sabemos que Ella los amparará, porque María es la
omnipotencia suplicante, la Virgen fiel. No sé pues si
quieren unirse a esta súplica, o si debo pronunciarla en
nombre de todos ustedes: ¡Señor, vincúlanos a la Sma.
Virgen y así habrás hecho misericordia con nosotros!
Ciertamente tienen en sus Constituciones grandes
lincamientos que suponen grandes tareas. Por eso qui­
zás se digan: "¿Y ahora qué? ¡Ahora comienzan real-

525
mente los ejercicios!". Sí, tienen razón. Por eso creo que
deberíamos orar todos: Señor, vincúlame a la Sma.
Señor, ten Virgen; ten misericordia y regálame y regala a toda la
misericordia
Familia un amor a María profundo y ferviente. Y ese
vínculo del amor a María nos llevará adelante en nues­
tro camino y nos mantendrá unidos; y en virtud de él
la Sma.Virgen cuidará de que nuestra Familia sea lo
que el Padre ha previsto para ella desde toda la eterni­
dad.
Los tiempos que corren se tornan cada vez más
sombríos. La Iglesia tiene que salir a la arena y en los
años venideros deberá seguir haciéndolo para enfren­
tarse con corrientes espirituales fuertemente influ­
enciadas por el demonio. En medio de este panorama
se nos presenta la Mujer Apocalíptica, la Sma.Virgen
del Protoevangelio. "Cunetas haereses tu sola
interemisti in universo mundo"...Así ora la Iglesia: Tú
sola has vencido en todo el mundo a todas las herejías.
O bien podemos decir, si les parece, que esas herejías
no han podido ser vencidas sin la colaboración de Ma­
ría.
Crezcamos más y más en la conciencia de nuestro
estado de vida, de tal modo que tengamos la fe senci­
lla de que Dios nos ha traído a su Iglesia como un nue­
vo regimiento... ¿cómo decirlo?, como un regimiento
Un de élite. Cuando la batalla llegaba a su punto culmi­
regimiento nante y parecía que la derrota era inminente, los anti­
de élite
guos romanos exclamaban: "Res ad triarios venit" 3.
¿Acaso no podríamos suponer que hemos sido pensa­
dos como un regimiento de esas características para la
Iglesia que hoy se halla empeñada en una gran

3. "El resultado del combate depende ahora de los triarios". Los


triarios eran los guerreros veteranos que conformaban la
tercera falange del ejército, que era llamada a combatir recién
cuando flaqueaban las dos primeras. Cf. Tito Livio, Historia
de Roma, VIII, 8, II.

526
confrontación? Yo así lo creo, justamente porque estoy
convencido de que el tipo de hombre que ustedes quie­
ren encarnar reviste una importancia decisiva para la
lucha que en nuestro tiempo están librando las distin­
tas corrientes espirituales e ideologías. Incluso se lo po­
dría demostrar. Ustedes advierten que yo mismo me
nutro de estas ideas, que se trata de pensamientos que
no hago aparecer como por arte de magia sino que son
reales e inspiran toda mi actividad.
Si quieren conformar un regimiento de "genios",
un regimiento de elite de las características expuestas,
creo que harían bien en estrechar filas junto a la ense­
ña de María, pero con mayor decisión que la puesta en
práctica hasta ahora. La Sma.Virgen debe ser su Capi­ Estrechar
tana personal y la Capitana de toda la comunidad. Y filas junto
así no harán otra cosa sino cumplir lo que dicen sus a su enseña
Constituciones; sólo basta con desplegar todo lo que se
halla germinalmente en este punto.
¿Cómo se nos presenta la Sma. Virgen? Pulchra ut
luna, electa ut sol, terribilis ut castrorum acies
ordinata4. Si cumplen lo que les he dicho, su comuni­
dad se hará cada vez más digna de merecer esos adje­
tivos; en efecto, su Familia será, como María: pulchra ut
lima, electa ut sol, terribilis ut castrorum acies ordinata.
No sé en absoluto qué han hecho hasta ahora para
profundizar la devoción mañana, ni me he preocupa­
do de informarme al respecto. Por mi parte los exhor­
to a estrechar filas junto a la enseña de la Sma.Virgen Ella es
con mayor entusiasmo. Ella es nuestra patrona, por lo nuestra
tanto, reconozcámosla como tal. Ella es nuestra reina, patrona
nuestra Capitana, nuestra Maríscala. Sí, así es. Por todo
esto podemos confiar en que María sabrá mejor que
nadie velar por nuestra Familia. Tomen por ejemplo

4. Bella como la luna, refulgente como el sol, imponente como


batallones (Cant 6,10).

527
una persona genial y colóquenla a la cabeza de su
comunidad...sin embargo...¡qué será ese genio en com­
paración con el poder de María Santísima!
Hay una frase de Vicente Pallotti que es muy
motivadora para mi vida y la de todos aquellos con los
cuales trabajo y vivo. Se trata de una frase que nos legó
Vicente Pallotti: Mater habebit curam5. Cuando las
Mater Hermanas de María viajan hacia las misiones, graban
habebit sobre cada objeto de su equipaje unas siglas claves:
curam m.h.c - Mater habebit curam. Hace poco un grupo de
ellas tuvo que sufrir una fuerte tempestad en alta mar,
que hizo temer a la tripulación un posible naufragio.
Finalmente no pasó nada, pero en esas horas de angus­
tia aquellas tres letras m.h.c. les infundieron la sereni­
dad necesaria. Mater habebit curam...Algo así deberían
grabarse ustedes también.
Otra frase inspiradora es: "La Sma.Virgen es la
gran misionera. Ella obrará milagros". No me detendré
Ella en demostrarles dogmáticamente la veracidad de esta
obrará aserción. Es una frase que yo pronuncio con piedad de
milagros niño y cuento con que ustedes la escuchen con actitud
de niño. Mediten si no podrían elegir a la Bendita en­
tre las Mujeres como Formadora, Modeladora y
Educadora del nuevo tipo humano que se proponen
encarnar, para que Ella se convierta así en apoyo y se­
guro de su obra.
Mañana realizarán la consagración. Está bien que
así sea. Quizás alguna vez vuelvan a consagrarse a la
Sma.Virgen todos juntos como Familia. Háganlo con la
conciencia de que Ella debe llegar a ser nuestra Educa­
dora y Madre, precisamente porque las nuestras son
metas muy novedosas y tenemos escasa experiencia
preliminar. Otra cosa sería si ustedes se conformasen
con ser una comunidad como cualquier otra; si su ac­
titud fuese simplemente la de emular lo que hacen los

5. La Madre cuidará.

528
demás. Pero les repito que lo que ustedes quieren es
algo muy novedoso y para conseguirlo necesitan de
una "Omnipotencia suplicante". En efecto, les hace fal­
ta alguien que posea fuerzas mayores que las humanas, Necesitan
que posea una pedagogía y sabiduría superiores a las fuerzas
de los hombres. Sería valioso para su instituto que al­ mayores
que las
guna vez se plantease la necesidad de renovar la consa­ humanas
gración a María y volver a ofrecerle a Ella todos sus bie­
nes, su ser, su capacidad, su pasado, presente y futuro.
De ese modo María manifestará sus glorias en ustedes
y se harán realidad aquellas palabras: "Mater habuit,
habet et habebit curam6" y "Ella es y seguirá siendo la
gran misionera que obrará milagros en toda la
Familia".

6. La Madre ha cuidado, cuida y cuidará.

529
BIBLIOGRAFIA

Padre José Kentenich


Dios, ¿dónde estás?,
Hermanas de María, Florencio Varela, Argentina, 1972.
Dios mi Padre,
Hermanas de María, Florencio Varela, Argentina, s.a.
El levanta a los pequeños,
Ed. Schoenstatt, Santiago, Chile, 1983.
En las manos de Dios,
Hermanas de María, Santiago, Chile, 1983.
Girar en torno de Dios,
Hermanas de María, Horencio Varela, Argentina, 1988.
Hacia el Padre,
Ed. Patris, Santiago, Chile, 1990.
Jornada de educación mariana,
Ed. Patris, Buenos Aires, Argentina, 1989, Colección Grandes Jornadas,
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María Educadora,
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"Si no cambiáis y os hacéis como niños...",
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Tú y tu Dios,
Hermanas de María, Florencio Varela, Argentina, 1986.
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Otros autores
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La pequeña consagración, Ed. Patris, Santiago, Chile, 1989.
Carmena, Guillermo,
Hacia la integración de la personalidad. Un aporte para la autoeducación a la luz de
Schoenstatt, Ed. Patris, Buenos Aires, Argentina, 1992.
Colección Cuadernos PBC - Pequeña Biblioteca Católica,
Ed. Patris, Santiago, Chile:
n. 3 : ¿Qué piensa Dios del hombre?
n. 8 : ¿Cómo discernir la vocación?
n. 11: Santidad en el trabajo
n. 13: La opción por el celibato y la virginidad
n. 14: Educar, una vocación de servicio.
Fernández, Jaime,
Caminos de Autoeducación, Ed. Schoenstatt, Santiago, Chile, 1987.
Fernández, Rafael,
En búsqueda de la propia identidad, Ed. Patris, Buenos Aires, Argentina, 1984.
Francisco de Sales,
Cartas a religiosas, Seleccionadas y presentadas por Lamberto de Echeverría,
Ed. Católica, Madrid, España, 1988.
Herraiz, Maximiliano,
La oración, historia de amistad, Ed. Espiritualidad, Madrid, España, 1985.
Kierkegaard, Sóren,
Las obras del amor, Ed. Guadarrama, Madrid, España, 1965.
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El camino espiritual a la luz de los ejercicios ignacianos, Ed. Sal Terrae, Santander,
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En la escuela de los grandes orantes, Ed. Narcea, Madrid, España, 1979.
Six, Jean Francois,
La verdadera infancia de Teresa de Lisieux, Ed. Studium, Madrid, España, 1976.
Sosa, Horacio,
"La vinculación a las cosas, dinámica de la relación y múltiple mensaje", en:
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"Como los niños", Carisma, n. 28, Ed. Patris, Santiago, Chile - Buenos Aires,
Argentina, 1989.
532
INDICE DE PERSONAS Y LUGARES

Agustín: 41, 292,449,474 ss., 479,494,511


Alfonso María de Ligorio: 192
Berchmans, Juan: 462
Bernardo de Claraval: 16 s., 27,508
Bonifacio: 13
Bosco, Juan: 44 ss., 322,489
Descartes, René: 276
Eberschweiler, Wilhelm: 176
Eva: 494
Francisco de Asís: 152,367,452
Francisco de Sales: 42,62ss., 127,175,315,360,374,479,489
Heidegger, Martín: 245ss., 247,310
Heráclito: 269,284
Hettinger, Francisco Serafín: 173
Ignacio de Loyola: 78,164,196,345,379,422
Kant, Emanuel: 280
Keppler, Paúl Wilhelm: 423
Kierkegaard, Sóren: 245,311,329
Kostka, Estanislao: 472
Langbehn, Julio: 66,91,92,243,516
Maquiavelo, Nicolás: 263,267,268
Miguel Angel: 420
Montesquieu, Charles: 298
Moisés: 144
Newman, John Henry: 248,334,444
Nietzsche, Friedrich: 33
Nicodemo: 117
Pallotti, Vicente: 528
Pascal, Blas: 277,279,281,293,414

533
Pablo: 24,67s., 93s., 104, 119, 296, 317,319,367ss„ 373,386,466s.
Pestalozzi, Johann Heinrich: 47,51s., 55,71,185,244,518s.
Pedro: 109s, 206
Pío X:137
Przywara, Eric: 444
Rembrandtdeutsche: Véase Langbehn, J.
Roma: 341,400,402
Scheeben, Matthias Josef: 242,510
Schopenhauer, Arthur: 79,443s.
Stolz, Alban: 124
Tagore: 47,65,68,365
Tauler, Juan: 289
Teresa de Avila: 285
Teresita de Lisieux: 68s., 97,284,289,306s., 317
Tomás de Aquino: 139,448
Vaughan, Heribert: 376
Vicente de Paúl: 127
Weiss, Albert María: 296,523
Wust, Peter: 244s.

534
INDICE TEMATICO

Adaptación: 14,33,68
Adoración: 147s., 227,372,452
Afectividad, afectos: 36,71,90,151,165,204,289
Agere contra: 164s., 361s., 423,477,499
Ajedrez: 285
Analogia entis: 53s., 166
Angustia: 205,245,250ss., 299,358,479
-de Jesús: 212
Apegos: 188s., 192,356,368s., 374s.
Apóstol, apostolado: 18,24,33,108ss., 110s., 125,140,147ss., 217s„ 337
Aroma: 477s., 493,499,504
Atmósfera: 162,482,502,517
Austeridad: 22,95,170,201,360
Autoridad: 384,511
Benedictinos: 73,512
Bondad: 322,417,419
-de Dios: 40ss., 134,140,221,321,418,456,459
Cobijamiento: 78,245s„ 257,260,299,336s.
-en Dios: 263s., 296,355s.
Complejo de inferioridad: 492,507
Complementación:
-necesidad de: 52ss., 57,78,159
Confesión/confesor: 216,234ss., 235,236,359,392,479,481s., 485,491
Conversión: 92,216s., 238,457
Creatura: 42,122,140,153,188ss„ 338,372, 374ss., 377,419,449s. 478
Crisis: 243,246,270, 274s„ 282s., 299,335,381 s., 526
Cristo: Véase Jesús

535
Dependencia:
- de Dios: 78s.
-de María: 520s.
-del confesor: 481s.
Convento: 271,370
-muros conventuales: 128ss., 147,149
Cruz:
-camino: 18,41, 62s., 75,146s„ 164,177,185,196s., 320,328, 338,
339,464
Desasimiento: 152s., 171,173,181,194,284
Desahogo: 210 s.
Desarraigo: 244
Descanso:
-en Dios: 102,153s., 257
-personal: 291s., 490s.
Desvalimiento: 55,92,390,480
Diablo: 18,103,221s., 257,304s„ 379,480s., 489
Espíritu Santo: 39,93s., 179ss., 193,233,237ss., 299,363,395,406,424,
442,464,498,511,523
Familia: 29, 69, 83, 92, 200s„ 266,336ss., 433,441,444,482
Fantasía: 234,253,482,502
Fe: 137-142,368ss., 321,325s., 355,429,454ss.
-de niño: 173,177ss., 216,269,276,295s., 317,331,451-456,522
Felicidad: 124,160,298,335ss., 470,492,503
Filiación: 118 s.
Getsemaní: 210 ss., 464
Gracia: 14, 97s., 138ss„ 181,226,229,340, 361,363, 385,426,433s., 439,
422,502
-actuales: 422,426ss., 469
-santificante: 221s., 295s„ 307,426s., 470,495
Hermano/a: 127,153,206,374,507
Humildad: 248,259,285,327ss., 430,452,495, 506s„ 510,522
Ingenuidad: 168,361,460

536
Inhabitación divina: 134s.
Irracionalismo: 311-313
Jesús (Cristo)
-Hijo de Dios: 27,39, 74s., 92,104-111,105,117-119,123,166,
199ss., 283,320s., 339,501
-Señor: 27s., 211s.
-Esposo: 29
-Mesías: 27,108,367,439ss.
-Profeta y Maestro: 110,117
-Camino, verdad y vida: 517
Límites/limitaciones: 100,162,180s., 312,328,457,463
Liturgia: 69, 74,108,145,209,317,403s.
Madre: 83s., 87,92s., 111,121,168,238,432s., 515
Magníficat: 458s.
Mandamientos: 229,472s.
María:
-amor filial a: 91s„ 319,434s„ 478s., 516s., 521-526
-Capitana: 527
-corona misteriosa: 478
-Gran Misionera: 528s.
-Madre del Buen Consejo: 232,434,522
-Mater habebit curam: 324,460,528ss.
-Mujer apocalíptica: 526
-Pulchra ut luna: 527
-Regina Apostolorum: 433,522
-Speculum justitiae: 167
-Vencedora de herejías: 525
-y el Espíritu Santo: 433s., 438s., 441,523s.
-y la infancia espiritual: 92,517-524
Meditación: 21,113,135,144,150s., 205,227,270,318
Mentira: 235ss.
Misericordia: 284„ 306s., 324,450,524

537
Misiones: 14s.z 295, 298,315,342,346,350,371,383,392,401,476,488,
505, 613s.
Mortificación: 133,157,159-163,164,184-196,333,418,440,487,500,510
Mujer: 37, 80s., 210, 234,242,268,382s., 392,393,478-482,503
-comunidades femeninas: 127s., 348
-psicología de la: 97,480,497,499,528
Nobleza: 119,148,159,231,499
Noche oscura: 282,296
Noviciado: 115,284,289,405,406,508
Oración: 61,120,140,150s„ 173-178,204,208s., 233,363,415,422,441,
500,501,510,512
-de Jesús: 204,208
-de San Francisco de Asís: 151
-de San Ignacio de Loyola: 196
-de San Nicolás de Flue: 194
Perserverancia: 226,319,401
Pobreza: 355,378-383,468
Poder:
-de María: 527
-oscuro: 251s., 300
-paternal y maternal: 457s.
Posgustar: 232,510
Posvivenciar: 88-91
Pudor: 494ss., 498s.
Pureza: 160,226s., 328,391,400,423,431,433
-de niño: 161,235,447,469-506,522
-espíritu de: 377,389-393
-virginal: 501ss.
Quietismo: 273,310,312
Religiosidad: 113,178,450,490
-del hombre: 61s., 81s., 142,316s., 450
-del niño: 451-467
Sacrificio: 137,139s., 153,166,306ss., 346,430,441

538
Santidad: 149s., 163,171,176,193,223, 274,290,378,388,433,444,487
-cumbre: 179,186,196
-definición: 97,154,290,335,466s.
-raíz: 378
Selección (principio de): 69,342,350,408,412,498,517
Sencillez/simplicidad: 171
-de Dios Padre: 123,166,169,171,183,198s.
-del niño: 167ss., 447,469,506,522
Soledad: 17,158s., 175,224,279
Sufrimiento:
-de Jesús: 204,209s.
-y entrega filial: 212,290,447
Tarea/misión: 24s., 51,128,204
-de los Betlemitas: 30,51,64,73,82,89s., 127ss., 141,197s.,
205ss., 273,279,299,343,346, 380,406-413,
478,525s.
Trabajo:
-definición: 484
-de Jesús: 25,205-208
-desempleo: 485
-laboriosidad: 484-494,502
-pastoral: 25
-por Dios: 127,491-502
-serio: 25,165,487ss.
Varón/hombre: 26,41s., 142,316,328,382,431
-esencia: 80,88
-maduro/auténtico: 66s., 79s., 154,191-194,196,293
Vida:
-actual, moderna, real: 192,296,309,311,447,502
-de la fe: 131,140s., 177s.
-dominar la: 104,146s., 267s., 315,504
-filosofía de: 245s., 260s.
-humana: 247,249ss., 264s., 273s., 291

539
-proceso vital: 76,89,118,136,154,168,250,367,524
-religiosa: 135,143s., 263,284, 288s., 422,424s., 427,455s.
-sabiduría de: 234,315,337,374
Vinculación:
-a Dios: 524s.
-a la comunidad: 525
-a María: 522-529
Vinculaciones/seguros: 371,377ss., 381ss., 393-413,496
-como principio ascético: 393-398
-como principio organizativo: 130,393-405
-como principio pedagógico: 393s., 410s.
Virginidad: 22s., 133,391s., 400,411s., 501ss.
Vocación/vocaciones:19s., 69,162,205,273ss.

540
INDICE ANALITICO

PRESENTACION _________________________________________ 7

Primera Conferencia
EXTENDER ANHELANTES NUESTRAS MANOS
HACIA DIOS
Introducción_____________________________________________ 13
Meta de los ejercicios_____________________________________ 15
Llamado por Dios _______________________________________ 19
Extraordinaria ___________________________________________19
Reconocible______________________________________________ 20
Eficaz___________________________________________________ 20
Consagrado a Dios ______________________________________ 20
Corona martyrum_______________________________________ 22
Corona virginum________________________________________ 22
Corona doctorum________________________________________ 22
Enviado por Dios________________________________________ 24

Segunda Conferencia
LA PATERNIDAD ES LA ESENCIA DE DIOS _________________ 27
Recapitulación__________________________________________ 27
Ampliación: El ejemplo de Cristo__________________________27
Limitación: Seleccionar___________________________________ 28
Formulación definitiva___________________________________ 29
Respuesta del hombre de hoy_____________________________ 29
Nuestra respuesta _______________________________________ 30
Las dificultades nos obligan a discernir____________________ 31
Dos tipos de infancia espiritual____________________________ 32
Lincamientos basados en la infancia espiritual para
vivir y aspirar a la santidad ______________________________ 33
PRIMER PILAR:
EL VALOR DE LA INFANCIA ESPIRITUAL___________________________ 34
A. La infancia espiritual es el camino
por excelencia para ir al cielo___________________________ 36
Prueba de la Sagrada Escritura____________________________ 37
Hechos salvíficos________________________________________ 38
La paternidad divina_____________________________________ 39

541
El hecho_________________________________________________ 39
El amor, ley fundamental universal_______________________ 40
Todo por amor__________________________________________ 40
Todo mediante amor_____________________________________ 41
Todo para el amor______________________________________ 42
Consecuencias para la actividad del educador______________ 44
Interpretación___________________________________________ 46
Saturación de valores ____________________________________ 46

Tercera Conferencia
EL HOMBRE NIÑO ES OMNIPOTENTE ANTE DIOS __________ 49
Explicación______________________________________________50
Fundamentación ________________________________________ 51
La filosofía y la psicología del amor_______________________ 52
Igualdad ________________________________________ 53
Desigualdad________________________________________ ___ 53
Base del tronco y tronco__________________________________ 57
Aplicación al neopaganismo______________________________ 57
Escasa acentuación de la inmanencia y acentuación
unilateral de la trascendencia de Dios_____________________ 58
Vivencias de la guerra y de la posguerra___________________ 58
Hybris desenfrenada_____________________________________ 60
Neopaganismo__________________________________________ 61
Ejemplos de infancia espiritual____________________________ 62
La sabiduría del anciano__________________________________ 68
Nuestra propia infancia espiritual _________________________ 69

Cuarta Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL ES UN CLAMOR
DE LA NATURALEZA DEL HOMBRE_______________________ 73
El hecho_________________________________________________ 74
Interpretación____________________________________________74
Valoración__________________________________________ ___ 75
La infancia espiritual es un instinto no sólo humano
sino también divino______________________________________ 76
La predisposición a ser niño es un instinto humano________ 76
Demostración filosófica __________________________________ 77
Fundamentación por el testimoniode grandes hombres _____ 78
Desde el punto de vista de la esencia del hombre__________ 80

542
La falsa religiosidad "masculina"__________________________81
Infancia espiritual no desarrollada_________________________82
Definición______ ________________________________________ 83
Causa____________ ______________________________________ 83
Consecuencia____________________________________________84
Remedio________________________________________________ 86
Primera respuesta: Meditar_______________________________ 86
Segunda respuesta: Unir__________________________________ 87
Tercera respuesta: Comparar______________________________ 88
Cuarta respuesta: Posvivenciar____________________________ 88
La infancia espiritual es un instinto espiritual y divino ______91
Consideración preliminar_________________________________ 92
Fundamentación ________________________________________ 93
Nuestra propia infancia espiritual sobrenatural_____________ 94
Infancia espiritual malograda_____________________________ 94
Infancia espiritual íntegra_________________________________ 95

Quinta Conferencia
EL SENTIDO DE SER HOMBRE ES HACERSE NIÑO___________ 99
Recapitulación__________________________________________ 99
El sentido de ser hombre es hacerse niño __________________ 99
Imagen cristiana del hombre
Aspecto estático________________________________________ 100
Liminal ________________________________________________ 100
Pendular_______________________________________________ 101
Buscador_______________________________________________ 102
Sublime y contradictorio________________________________ 103
Aspecto dinámico ______________________________________ 104
Conclusión__________________________________ __ _______ 104

Sexta Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL ES EL CAMINO
HACIA EL CIELO________________________________________ 107
Recapitulación_________________________________________ 107
Palabras salvíficas de Jesús ______________________________ 108
Palabras centrales ______________________________________ 108
Palabras contextúales___________________________________ 110
Ley del Reino de los niños_______________________________ 110
Formulación negativa___________________________________ 111

543
Formulación positiva ___________________________________ 112
Contenido de la infancia espiritual________________________115
Asumir una nueva manera de ser_________________________ 116
Ser niños, de una manera nueva y divina________________ 117
Tres tipos de filiación y paternidad ______________________ 118
Una nueva actitud filial noble y divina___________________ 120
Manifestación divina original ____________________________ 122
Señal original de Dios___________________________________ 123
Señala directamente a Dios ______________________________ 123
Señala indirectamente a Dios__________________ 125
Consecuencia: Ser nosotros mismos señales
originales de Dios ______________________________________ 126

Séptima Conferencia
ESCUCHAR A DIOS EN LA VIDA MISMA________ _ _________ 129
Recapitulación_________________________________________ 129
Vivir en la cercanía de Dios______________________________ 129
Vínculos obligatorios sólo los necesarios__________________ 130
Libertad, toda la posible_________________________________ 131
Por encima de todo cultivo del espíritu___________________ 131
Sentido de las prácticas de devoción _____________________ 131
Fundamento de la vida en y con Dios ____________________ 132
Dios es una realidad____________________________________ 132
Personal________________________________________________ 133
Ineludible______________________________________________ 134
Omnipresencia divina___________________________________ 134
Praesentia supernaturalis________________________________ 134
Lineamientos basados en este fundamento:
Trato continuo y amoroso con Dios_______________________136
Mirar con frecuencia a Dios______________________________ 137
Gratia Dei externa______________________________________ 138
Gratia Dei interna ______________________________________ 139
Hablar frecuentemente con Dios__________________________ 142
¿Cómo debe ser el diálogo con Dios?_____________________ 143
Prácticas de devoción:
"Escuela de amor" _____________________________________ 144
Momentos oportunos___________________________________ 145
Profundizar_____________________________________________ 150
Simplificar______________________________________________ 151
Multiplicar _____________________________________________ 152

544
Recapitulación__________________________________________152
Ofrecer sacrificios a Dios
Fundamentación _______________________________________ 153
Características __________________________________________154

Octava Conferencia
EL RECOGIMIENTO CONTINUO EN DIOS__________________ 157
Recapitulación__________________________________________157
Mortificación lúcida, orgánica____________________________ 157
El caso del melancólico__________________________________ 158
El caso del sanguíneo ___________________________________ 158
Mortificación negativa y positiva_________________________ 159
Aplicaciones del método positivo: casos__________________ 160
Primer caso: Tentaciones de índole sexual ________________ 160
Segundo caso: Madurez_________________________________ 162
Tercer caso: Juventud___________________________________ 163
Seriedad de la mortificación______________________________ 163
Mortificación pasiva____________________________________ 164
Mortificación activa_____________________________________ 164
Reflejo original de Dios__________________________________ 166
Sencillez_______________________________________________ 166
La imagen original: El Padre del Cielo____________________ 167
Nosotros somos trasunto del niño ________________________169
Reflejar la sencillez del Padre ____________________________ 170
Concentración de todas las fuerzas en Dios _______________ 172
Motivaciones ___________________________________________ 173
Fervor ________________________________________________ 174
Fidelidad en lo pequeño_________________________________ 176
Vivir de la fe____________________________________________ 177
Los dones del Espíritu Santo_____________________________ 178
Santidad heroica _______________________________________ 179
Asunción de limitaciones________________________________ 180

Novena Conferencia
BASTA REPETIR "SI, PADRE"______________________________ 183
Recapitulación_________________________________________ 183
Desasimiento _____ ____________________________________ 184
Activo _____________ 184
Pasivo _________________________________________________ 184
Motivación negativa____________________________________ 185

545
Motivación positiva_____________________________________ 185
Los enigmas se solucionan_______________________________ 186
El Padre me educa como a las niñas de sus ojos___________ 188
Superar el voluntarismo enfermizo _______________________188
Superar el ansia enfermiza de valer_______________________ 189
Función de desengaño __________________________________ 191

Décima Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL ES ENTREGA DE SI MISMO ___ _ 197
Recapitulación_________________________________________ 197
Ser un reflejo lo más perfecto posible
de la entrega de Jesús___________________________________ 199
La entrega de sí mismo es la cumbre
de la infancia espiritual__________________________________ 199
La entrega de Jesús a la voluntad del Padre______________ 202
Entrega filial y trabajo___________________________________ 204
Entrega filial y oración__________________________________ 208
Entrega filial y sufrimiento ______________________________ 209
Dejar libertad__________________________________________ 211
No tratar de calmar demasiado rápidamente al que sufre__ 213
Ser un reflejo lo más perfecto posible de Jesús____________ 214
Una unión original a Dios______________________________ 216

Undécima Conferencia
LA ASCETICA DE LA INFANCIA ESPIRITUAL ______________ 217
Adquirir un nuevo ser __________________________________ 217
¿Qué debemos abandonar? ______________________________ 217
El pecado_______________________________________________ 218
El pecado mortal _______________________________________ 220
Aniquila el ser filial_____________________________________ 220
Aniquila el sentido filial_________________________________ 222
El pecado venial________________________________________ 224
Consecuencias _________________________________________ 225
Paz y libertad de los hijos de Dios ________________________225
La buena muerte _______________________________________ 226
Las cuatro exhortaciones de la muerte__________________ 227
Las imperfecciones _____________________________________ 228
Indiferencia ante las inspiraciones de Dios______________ _ 229

546
Cumplir las Constituciones por generosidad______________ 229
Evitar las imperfecciones________________________________ 231
Amor filial íntimo ______________________________________ 232
Amor filial eficaz_______________________________________ 233
Primera actitud: Compromiso serio______________________ 233
Velar___________________________________________________ 234
Arrepentimiento _______________________________________ 235
Penitencia___________________________________________ 236
Segunda actitud: Temor de Dios__________________________ 237

Duodécima Conferencia
LA INFANCIA ESPIRITUAL COMO REMEDIO A LAS CRISIS _ 241
Recapitulación_________________________________________ 241
B. La infancia espiritual es el camino
para vencer las crisis de nuestro tiempo___________________ 241
Males del tiempo
Inautenticidad _________________________________________ 241
Arrogancia _____________________________________________ 242
Senilidad__ ____________________________________________ 243
Remedio ___ ___________________________________________246
La falta de cobijamiento general y ordinaria_______________ 250
Enfoque psicológico ____________________________________ 250
Miedo______ ___________________________________________ 250
Angustia_______________________________________________ 251
Tipos de miedo:
Miedo disimulado______________________________________ 251
Miedo simulador_______________________________________ 252
Miedo desembozado____________________________________ 252
Sujeto del miedo _______________________________________ 252
El cuerpo_______________________________________________ 253
Objeto del miedo_______________________________________ 254
El medio ambiente______________________________________ 254
En la relación con uno mismo y con los demás_____________ 256
El más allá______________________________________________ 257
Efectos del miedo_______________________________________ 257
Enfoque filosófico ______________________________________ 260
Constantes del desamparo_______________________________ 260
Causa del desamparo___________________________________ 262

547
Decimotercera Conferencia
EL HEROISMO DE LA ENTREGA A DIOS PADRE_____________265
Recapitulación_________________________________________ 265
Crisis de fortuna y desamparo ___________________________ 266
El hecho________________________________________________ 266
Causas_________________________________________________ 266
Solución________________________________________________ 269

Decimocuarta Conferencia
CUANDO DIOS NOS PRUEBA_____________________________ 273
Recapitulación_________________________________________ 273
Desamparo a nivel intelectual____________________________ 275
Incertidumbre filosófica_________________________________ 276
La filosofía y la cuestión de Dios__________________________ 280
Desamparo provocado por la inseguridad en cuanto
a la propia salvación____________________________________ 281
Inseguridad general ____________________________________ 282
Causas_____________ ___________________________________282
Diversidad _____________________________________________ 284
Inestabilidad____________________________________________286
Nuestra actitud en tales momentos ______________________ 288
Inseguridad en particular________________________________ 290
La relación con Dios ____________________________________ 291
Diversidad _____________________________________________ 291
Inestabilidad___________________________ ________________293
Crisis a nivel de la revelación ____________________________ 293
Aumento del desamparo en la época actual_______________ 297
Vigencia de las constantes del desamparo en la historia____ 297

Decimoquinta Conferencia
EL SI PERSONAL Y PATERNAL DE DIOS ___________________ 303
Recapitulación____________________________ 303
Asumir el riesgo de la infancia espiritual _________________ 303
Otras formulaciones para "infancia espiritual" ____________ 304
Propiedades del sí______________________________________ 309
Lúcido_________________________________________________ 309
Corrientes antagónicas__________________________________ 309
Decisionismo irracional ciego____________________________ 310

548
A nivel filosófico _______________________________________ 310
A nivel teológico _______________________________________ 312
Decisionismo quietista ciego_____________________________ 312
Particularidades________________________________________ 313
Tres sí del Padre del Cielo_______________________________ 313
Un sí paternalmente bondadoso __________________________314
Un sí paternalmente personal____________________________ 316
Punto de vista subjetivo_________________________________ 316
Punto de vista objetivo__________________________________ 317
Providencia en sentido general___________________________ 318
Providencia en sentido estricto___________________________ 318
Providencia especialísima _______________________________ 319
Heroico ________________________________________________ 324

Decimosexta Conferencia
EL AMOR DEL PADRE ESTA DETRAS DE LA CRUZ _________ 325
Audacia como actitud___________________________________ 325
Mi reacción al sí del Padre del Cielo______________________ 330
Sí filial y alegre a mi camino de vida_____________________ 330
Sí a mi camino de vida más seguro_______________________ 331
Fundamentación _______________________________________ 331
Consecuencia__________________________________________ 332
Sí a mi camino de vida más feliz__________________________334
Prueba_________________________________________________ 335
Confirmación__________________________________________ 335
Consecuencia _ ________________________________________ 336
Sí a mi camino de vida más fecundo _____________________ 337
Sí filial, audaz y enérgico a mi camino de cruz_____________ 338
Camino de cruz difícil___________________________________ 338
Camino de cruz fácil____________________________________ 339
Sí a un camino de cruz fecundo___________________________ 340
Sí filial y confiado a mi camino hacia el cielo______________ 341
Audacia en los hechos___________________________________ 342
Razón__________________________________________________ 343
Clases_______ _________________________________________ 344
Propiedades del sí audaz________________________________ 347
Fiel____________________________________________________ 347
Preparado para la lucha_________________________________ 350

549
Decimoséptima Conferencia
LOS FRUTOS DE LA INFANCIA ESPIRITUAL _______________ 353
Frutos del sí ___________________________________________ 353
Seguridad __________________________________________ 354
Crisis de fortuna _______________________________________ 355
Crisis de conocimiento__________________________________ 357
Crisis de inseguridad en cuanto a la propia salvación_______ 357
Fuerza __________________________________________ _____ 358
Causas físicas__________________________________________ 358
Consejos para cultivar un sano sentimiento de vida________ 359
Causas psíquicas_______________________________________ 361
C. La infancia espiritual es camino para la comprensión
de las Constituciones (no desarrollado)____________________ 362

Decimoctava Conferencia
LA SABIDURIA SANTA __________________________________ 365
SEGUNDO PILAR:
RAIZ Y FUENTE DE LA INFANCIA ESPIRITUAL__________________ 365
Santa sabiduría - Sapientia coelestis______________________ 366
Confrontación____________________________________________366
Sapientia coelestis______________________________________ 366
Sapientia mundana_____________________________________ 367
Visión bíblica del mundo________________________________ 368
Sapientia terrena _______________________________________ 369
Sapientia animalis______________________________________ 369
Sapientia diabólica______________________________________ 369
Huir del espíritu mundano ______________________________ 370
Seguro contra el espíritu mundano________________________370
Nuestra tarea: eliminar la raíz de la sabiduría no santa _____371
Fundamentación _______________________________________ 371
Consecuencias _________________________________________ 374
Renuncia perpetua______________________________________ 376
Cultivo del espíritu de los votos__________________________ 377
¿Qué entendemos por espíritu de los votos?_______________ 377
Espíritu de pobreza
Fundamentos__________________________________________ 378
Aplicación práctica _____________________________________ 379
Renuncia a lo superfluo _________________________________ 380
Renuncia a lo necesario__________________________________ 381

550
Actitud de mendigo ante Dios____________________________ 383
Espíritu de obediencia __________________________________ 383
Obediencia ciega
Principios ______________________________________________ 386
Actitud objetiva fundamental____________________________ 386
Actitud subjetiva fundamental___________________________ 386
Espíritu de pureza______________________________________ 389
Una sana desconfianza__________________________________ 390
Precaución______________________________________________ 390
Respeto _______________________________________________ 391
Las vinculaciones, garantía del espíritu de los votos________ 393

Decimonovena Conferencia
VINCULOS OBLIGATORIOS Y VINCULOS CON DIOS_________ 395
Recapitulación_________________________________________ 395
La vinculación como principio ascético___________________ 396
El vínculo como principio organizativo___________________ 397
Vínculos obligatorios
sólo los necesarios______________________________________ 398
Si un vínculo es suficiente, no necesitamos un segundo____ 399
Cuando basta un vínculo de derecho natural
no necesitamos otro de derecho positivo_________________ 400
Vínculos obligatorios de derecho natural ________________ 401
Por encima de todo, libertad y cultivo del espíritu ________ 405
La organización de la comunidad exige
cultivo del espíritu______________________________________ 405
La misión exige cultivo del espíritu______________________ 407
El vínculo como principio pedagógico____________________ 412
Principios para la formación _____________________________ 412
Principio de selección___________________________________ 412
Hacer nuestra la raíz de la sabiduría santa_______________ 413
La virtud de la sabiduría
Lo que la sabiduría no es _______________________________ 414
Lo que la sabiduría es__________________________________ 415

Vigésima Conferencia
MARIA Y EL ESPIRITU SANTO ___________________________ 417
Saber lleno de asombro respetuoso ______________________ 417
Saber cualitativo_____________________ _ ______________ __ 420

551
Saber personal y experiencial ____________________________ 421
Saber carismático_______________________________________ 421
Saber inagotable________________________________________ 421
La aridez espiritual_____________________________________ 421
Sabiduría como don del Espíritu Santo___________________ 424
Tarea del Espíritu Santo_________________________________ 425
Dones - Virtudes _______________________________________ 426
Disposición a los dones__________________________________ 429
Recogimiento__________________________________________ 430
Caminar en Dios _______________________________________ 430
Anhelos________________________________________________ 431
El Espíritu Santo actúa a través de sus dones______________ 431
Imágenes_______________________________________________ 431
Necesidad de los dones del Espíritu Santo________________ 433
María mediadora de los dones del Espíritu Santo__________ 433

Vigésimo primera Conferencia


LA TRANSFORMACION EN DIOS__________________________ 437
La sabiduría es un determinado don del Espíritu Santo____ 437
Conocimiento lleno de asombro y respeto ________________ 437
Claridad _______________________________________________ 437
Calidez_________________________________________________ 438
Conocimiento cualitativo________________________________ 438
Conocimiento experiencial_______________________________ 439
Carismático____________________________________________ 440
Inagotable______________________________________________440

Vigésimo segunda Conferencia


ESENCIA DE LA INFANCIA ESPIRITUAL___________________443
TERCER PILAR________________________________________________ 447
Piedad de niño_________________________________________ 447
Interpretación de la piedad ______________________________ 448
Consecuencias de lapiedad de niño_______________________ 451
Fe de niño______________________________________________451
Características _________________________________________ 454
Firme__________________________________________________ 454
Viva___________________________________________________ 456
Victoriosa ______________________________________________ 456

552
Confianza de niño______________________________________ 457
Confianza de la Sma. Virgen_____________________________ 458
Amor de niño___________________________________________460
Características _________________________________________ 463

Vigésimo tercera Conferencia


LA PUREZA____________________________________________ 469
Pureza de niño_________________________________________ 469
Pureza instintiva _______________________________________ 470
Contemplemos al niño __________________________________ 471
Reconquista de la pureza instintiva______________________ 472
Conservar la pureza obligatoria __________________________ 472
Aspirar a un alto grado de pureza _______________________ 475
Medios de prevención___________________________________ 476
Huir del espíritu mundano ______________________________ 477
Libertad interior ante el otro sexo_________________________478
Lecturas no convenientes________________________________ 482
Medios de protección___________________________________ 483
Laboriosidad____________________________________________484

Vigésimo cuarta Conferencia


EL PUDOR Y LA TEMPLANZA_____________________________ 493
Recapitulación .________________________________________ 493
Pudor__________________________________________________ 494
Templanza _____________________________________________ 499
Medios de fortalecimiento_______________________________ 500
Pureza rica y fecunda___________________________________ 501
Pureza encantadora y tranquilizadora____________________ 503
Sencillez de niño _______________________________________ 506
Falsa concepción de humildad ___________________________ 506
Humildad sana_________________________________________ 507
CUARTO PILAR:
CAMINOS DE INFANCIA ESPIRITUAL____________________________ 509
Repaso de las respuestas ya dadas_______________________ 509
Los tres caminos de la infancia espiritual _________________ 510
Camino eclesial ________________________________________ 510
Camino litúrgico _______________________________________ 511

553
Vigésimo quinta Conferencia
MARIA Y LA INFANCIA ESPIRITUAL_____________________ 515
El camino mariano______________________________________ 515
María exige la infancia espiritual ________________________ 517
La Sma.Virgen fomenta la infancia espiritual_____________ 522
Petición final de los ejercicios ___________________________ 524

554
El P. José Kentenich desarrolla el tema
de la infancia espiritual a lo largo de los
veinticinco capítulos de este libro, que
corresponden a otras tantas conferencias
de un retiro a una comunidad de |
sacerdotes en Suiza.
El autor analiza la infancia espiritual y
sus implicaciones con gran rigor
teológico pero, pese a ello, su manera de
tratar el tema abunda en elocuentes
percepciones muy vitales que despiertan
ecos profundos en el lector. El resultado
es un texto sin grandes dificultades, de
interés creciente, que genera importantes
interrogantes personales a todo aquel
que acepta sumergirse en ese modo
distinto de considerar la vida, tal como
nos pedía el Salvador: Si no os hacéis
como los niños...
El P. Kentenich, citando a Pestalozzi,
expresa que la mayor desgracia del
hombre actual es la pérdida del sentir de
niño, porque ello imposibilita la
actividad paternal de Dios. Vale decir,
para que Dios pueda desarrollar su
bondad y riquezas paternales, es
indispensable que éstas sean despertadas
por el desvalimiento del ser humano. El
hombre niño y humilde obtiene de Dios
todo lo que quiere.
Reconquistar ese sentir de niño es
entonces la mayor felicidad que
podríamos brindar a la humanidad de
hoy y, cualquiera sea el ámbito donde
nos toque actuar, siempre debiera
desprenderse de nosotros elj
inconfundible perfume del sentir de
niño.
Pero organizar una cruzada para
reconquistar la tierra perdida de la
infancia exige movilizar fuerzas
varoniles. No es un sendero fácil: Se
necesita mucha hombría para poder
formar al niño en el adulto, por más
paradojal que eso pudiera parecer. Unai
situación absolutamente análoga sel
plantea en la vida de la mujer.
La infancia espiritual es sin duda un bien
inmenso. El largo retiro del P. José
Kentenich, que Editorial Patris ofrece
hoy en su cuidada primera versión en
castellano, contribuirá sin duda a una
mejor comprensión de este aspecto
realmente esencial del cristianismo.

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