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Ensayo

Todas las personas comenzamos a aprender desde que nacemos. Durante los primeros años

de vida, es cuando el cerebro está en su máximo potencial de maduración, y por esto, se

debe aprovechar para estimularlo desde una edad baja. El aprendizaje en edad temprana

promoverá el desarrollo del niño, mejorando su formación motriz, social e intelectual.

Existen importantes evidencias en los campos de la fisiología, nutrición, salud, sociología,

psicología y educación, las cuales demuestran que el desarrollo de la inteligencia, la

personalidad y el comportamiento social en los seres humanos ocurre más rápidamente

durante los primeros años. La estimulación intelectual insuficiente puede llegar a provocar

daños graves y posiblemente irreversibles sobre el desarrollo.

La atención, el cuidado y una educación de buena calidad son factores determinantes para

que los procesos físicos, sociales, emocionales y cognitivos se desenvuelvan

apropiadamente y contribuyan a ampliar las opciones de los niños a lo largo de su vida.

Cuando el cerebro se desarrolla bajo condiciones óptimas, aumenta el potencial de

aprendizaje y disminuyen las posibilidades de fracaso en la escuela.

Por ello, los programas educativos que promueven la interacción con el medio físico,

natural y socio-cultural pueden fomentar el desarrollo cerebral y las potencialidades de

aprendizaje. Además, la mitad del desarrollo del intelecto se produce antes de los cuatro

años de edad, debido a la relación existente entre la tasa de crecimiento del cerebro durante

los primeros años y el efecto de la estimulación perceptual sobre la estructura y

organización de las conexiones neuronales. 


Las competencias se definen como un saber hacer y poder hacer, y le facilitan al niño

relacionarse consigo mismo, con los demás y darle significado a su entorno físico y social,

además potencian sus habilidades y le permiten volverse autónomo para tomar decisiones,

solucionar problemas e interactuar.

En los meses iniciales de vida, estas se perciben como la capacidad que tiene un bebé de

interactuar con el mundo.

En los primeros cinco años, deben desarrollarse tres competencias básicas: la constitución

del sí mismo, la construcción del mundo como realidad y la formación del espíritu

científico-técnico.

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