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La antropología cristiana constituye la base histórica que ha inspirado y fundamentado los

derechos humanos. Lo explica el teólogo Juan Luis Lorda en «Antropología cristiana. Del
Concilio Vaticano II a Juan Pablo II» (Ediciones Palabra).

Lorda (Pamplona, 1955) es ingeniero industrial y doctor en teología. Enseña desde el 1983 en
la Universidad de Navarra y es autor de «Para ser cristiano» o «El arte de vivir», traducidos a
distintas lenguas.

En esta entrevista concedida a Zenit expone la aportación de Juan Pablo II a una mayor
comprensión de la antropología cristiana.

--¿Cuál es la aportación de Karol Wojtyla a la antropología cristiana?

--Lorda: Todavía es difícil juzgar la influencia de Karol Wojtyla en la teología católica, porque
nos falta perspectiva. De todas formas, mi impresión, después de haberlo estudiado durante
años, es que se trata de una influencia gigantesca, especialmente en la fundamentación
antropológica de la moral: la doctrina sobre la sexualidad, el amor conyugal, la procreación y la
dignidad de la vida humana.

Creo que se puede decir honradamente que ha mejorado sensiblemente la enseñanza


teológica en todos estos temas. Y se refleja claramente en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Hay un antes y un después.

--¿Por qué la antropología cristiana es uno de los puntos fuertes de la evangelización?

--Lorda: Porque descubre cómo es el hombre y cuáles son sus aspiraciones más profundas. El
centro de la evangelización cristiana es Dios: llevar al hombre moderno a descubrir que Dios
nos ama porque es Padre nuestro. Ese es el centro del mensaje de Jesucristo.

Pero ese camino se facilita cuando una persona descubre cómo es y que sus aspiraciones más
profundas se dirigen a Dios. La Iglesia tiene una sabiduría sobre el hombre, un humanismo
cristiano, que es un tesoro cultural de primer orden: porque da sentido a la vida, lleva a vivir
dignamente y hace a los hombres felices. Es una luz maravillosa en el mundo.
Muchos de nuestros contemporáneos, cuando piensan en sí mismos, creen que son el fruto
ciego de las fuerzas materiales, un protozoo evolucionado por casualidad. Nosotros sabemos
que somos hijos de Dios, que tenemos un Padre que nos quiere, que somos hermanos y nos
espera un destino de amor, del que ya podemos vivir.

Entendemos el sentido de la inteligencia y de la libertad, del amor y de la familia. Esto es


belleza. Lo otro es oscuridad y degradación. Lo decía Dostoievsky: «sólo la belleza salvará el
mundo».

¿La antropología cristiana es un buen fundamento para los derechos humanos, como señala
monseñor Fernando Sebastián, arzobispo de Pamplona, en el prólogo de su libro?

--Lorda: Se podría decir incluso que la antropología cristiana es el fundamento histórico de los
derechos humanos.

Porque los que contribuyeron a formar esa doctrina, aunque en algún caso habían perdido la
fe, tenían la matriz cultural cristiana. Creían que los hombres somos libres y responsables de
nuestros actos; que somos iguales; que somos personas y que tenemos una dignidad
inalienable. Todo esto viene de la fe cristiana.

Si uno piensa que el hombre es fruto ciego de la evolución de la materia, un protozoo


evolucionado por casualidad, como decía antes, no le sale este resultado: no puede deducir
que somos libres y responsables; no puede deducir que somos iguales; y no puede deducir que
somos personas ni que tenemos una dignidad inalienable.

De hecho, el materialismo científico está destruyendo la cultura jurídica y moral de la


Modernidad. Estamos en pleno ataque a la vida humana, en las cuestiones bioéticas.

Se están haciendo embriones para usos terapéuticos, porque piensan que el embrión --que es
un ser humano-- es sólo un paquete de células sin dignidad, como un cultivo celular
cualquiera.

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