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Introducción
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Maestría en Antropología Social, CIESAS, Ciudad de México, Marzo de 2014.
En este sentido “La publicación en 1928 de Adolescencia, sexo y cultura en Samoa de
Mead inaugura un período en el que, en Estados Unidos, se editan un número
significativo de monografías escritas por antropólogas que describen la vida de las
mujeres en diversas sociedades primitivas” (Méndez, 2008:69). Esta publicación marcó
un parteaguas en las tendencias antropológicas que milenariamente habían ignorado a
las mujeres como tema central de estudio. Es evidente que atender a un grupo
poblacional que había sido desatendido, conllevó muchas consecuencias que fueron
transformando paulatinamente el saber antropológico.
Pero no sólo fue importante romper con la invisibilización de las mujeres en los
estudios antropológicos, sino que con el posterior surgimiento del feminismo surgió y
se consolidó una categoría que vino a poner fin a la incuestionada tradición
androcéntrica y biologicista: la categoría de género. En su acepción más reciente,
"género" apareció entre las feministas americanas que hacían énfasis en el carácter
social de las distinciones basadas en el sexo. Esta palabra indicaba rechazo al
determinismo biológico de términos como "sexo" o "diferencia sexual". Pero el término
se fue introduciendo en el vocabulario analítico de las ciencias sociales y no sólo vino a
transformar la manera en la que se miraban y analizaban los fenómenos sociales, sino
que:
Además, y quizá sea lo más importante, género fue un término propuesto por
quienes afirmaban que el saber de las mujeres transformaría
fundamentalmente los paradigmas de la disciplina. Las estudiosas feministas
pronto indicaron que el estudio de las mujeres no sólo alumbraría temas
nuevos, sino que forzaría también a una reconsideración crítica de las premisas
y normas de la obra académica existente (Scott, 1996:267).
Así pues, el surgimiento de esta categoría es acorde con las críticas sobre el sitio desde
donde se produce el conocimiento: “Estas antropólogas inician una revisión crítica del
androcentrismo en la antropología y en el pensamiento socialista respecto a las
mujeres” (Lamas, 1986:180).
La antropología ya se había interesado en como se manifiestan las diferencias entre
hombres y mujeres en diferentes culturas (Lamas, 1986:174; Mead, 1990:40), estas
diferencias –los roles sexuales– habían sido registradas en los trabajos etnográficos,
sobre todo con el interés de ver como cada cultura manifiesta esta diferencia, y en la
búsqueda de encontrar tanto su variabilidad como su universalidad. Sin embargo, esta
variación no se había analizado de una manera crítica ni con una categoría que diera
cuenta del carácter cultural y no determinado biológicamente, de estas diferencias.
Además, estos estudios han sido revisados y cuestionados por su sesgo androcéntrico
desde una perspectiva que incluye el género –y no sólo el sexo– como categoría de
análisis. Esta categoría aporta un análisis crítico de la subordinación de las mujeres, de
modo que “se añadieron matices y precisiones que modificaron y enriquecieron
sustancialmente el conjunto de la teoría y la información antropológica” (Lamas,
1986:181). A pesar de que no ha sido atendida aún en todos los estudios
antropológicos, en realidad la categoría de género ha aportado un cuestionamiento
profundo a las formas en las que se analizaban las sociedades y la cultura. A
continuación, pretendo revisar las anticipaciones y aportaciones del trabajo de Mead
para la construcción de esta categoría.
Ella fue una de las primeras en definir las diferencias de género como construcción
cultural, que venía con una tradición de antropología culturalista y que se interesó en
estudiar a las mujeres. La aproximación inicial tenía que ver sobre todo con cuestiones
metodológicas, en las sociedades con fuertes divisiones y normas restrictivas entre los
sexos, es más sencillo que una mujer pueda acceder a informantes mujeres para el
trabajo etnográfico. Margaret Mead utilizó métodos específicos para estudiar a los
individuos en las culturas, considerando elementos biológicos, psicológicos y
culturales, algo que hasta entonces no se había hecho en este campo. (Sullivan,
2008:205). De manera implícita, esto también visibiliza la poca atención que en la
antropología se ha puesto en estudiar a las mujeres: “debido a la escasez de etnólogas,
nuestro conocimiento de las jóvenes primitivas es mucho más superficial que el de los
muchachos” (Mead, 1990:43).
Para comprender estos procesos Mead nos dice que “El único método es el del
antropólogo; ir a una civilización diferente y efectuar un estudio de los seres humanos
bajo diferentes condiciones culturales en alguna otra parte del mundo” (Mead, 1990:
42) También hace hincapié en la importancia de estudiar no sólo sociedades “más
sencillas”, sino que tengan una tradición histórica diferente a la que se planea
comprender (en este caso, a la occidental) (Mead, 1990:43).
Una de las propuestas de Mead va en el sentido de que si las divisiones sexuales son
culturales y por tanto artificiales, su flexibilización o eliminación podrá permitir un
mayor desarrollo de los individuos sin las limitaciones impuestas culturalmente para
su género, dado que estas imposiciones coartan la libertad y el desarrollo de los
individuos relegándolos sólo a ciertos ámbitos y actividades restringidas. Todo esto,
partiendo que nada es innato en los sexos, es adquirido culturalmente (Méndez,
2008:77-79)
Así pues, Margaret Mead en sus estudios “either anticipated later concerns or put
forth what are really more sophisticated versions of ideas and concerns that those
which have followed” (Sullivan, 2008:226). Todas estas aportaciones sentaron las bases
para la consolidación del género como una categoría empleada en el análisis no sólo
antropológico, sino en otras ciencias sociales. La importancia de esta categoría es que
introduce la diferencia entre una característica biológica (sexual) con la construcción
cultural en torno a ella, lo cual vino a cuestionar la naturalidad de los roles sexuales y
de la división sexual del trabajo, cambiando estas categorías por la de género. La
antropología comenzó a preocuparse por definir las características que el género tiene
en las diferentes sociedades: asignación de género, identidad de género y rol. Con
algunas características psicológicas que dan cuenta de la adquisición del género en la
cultura y su relación con la identidad.
Conclusiones
El trabajo de Mead fue importante no sólo por su inclusión del estudio de las mujeres,
pues es de llamar la atención que la ciencia enfocada en el estudio del ser humano
hubiera relegado a más de la mitad de la población de sus trabajos, sino
especialmente por su comprensión del género como una construcción cultural.
Aunque la escuela Boasiana y el culturalismo habían puesto el enfoque en el origen
principalmente cultural de múltiples elementos de las sociedades humanas, el género
permanecía bastante intacto, considerándose aún determinado en gran medida por la
biología.