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Gerencia Regional Forestal del Gobierno Regional de Ucayali presentó cifras sobre pérdida de bosques

registradas entre enero y el 13 de agosto del 2021. El narcotráfico sigue siendo una amenaza para las
áreas naturales protegidas y comunidades nativas.La depredación forestal actual en esta región
amazónica es mayor que la reportada en el mismo periodo del año pasado. Nuevas pistas de aterrizaje
para la salida de droga están sobre concesiones forestales y pueblos en situación de aislamiento o
contacto inicial.

Dos horas de viaje por el río Tacshitea y unos 50 minutos de caminata entre la selva espesa que
antecede al Parque Nacional Sierra del Divisor, ese es el último recorrido que Samuel ha realizado desde
la comunidad nativa Nuevo Saposoa, en el distrito de Callería, región Ucayali, donde vive hace 46 años.
El sector al que accedió es una extensión de cuatro hectáreas de bosque primario depredado y cercano
al caserío Parinari. La ubicación la obtuvo a partir de una de las 22 alertas de deforestación que ha
emitido la plataforma Global Forest Watch, para ese territorio shipibo conibo, en lo que va de setiembre.
Hace nueve años Samuel monitorea el estado de los bosques próximos a los pueblos indígenas situados
en la zona de amortiguamiento de Sierra del Divisor. Para eso ha sido capacitado. Él es un activo
guardián del bosque, aunque su labor lo lleva siempre a escenarios críticos.

En este lado de la selva peruana cada alerta entraña una historia distinta pero con un denominador
común. Las alarmas que el comunero de Nuevo Saposoa detecta pueden trasladarlo unas veces hasta
zonas con más de seis hectáreas de deforestación, y otras a terrenos que apenas han comenzado a ser
depredados. Todos los indicadores que recibe, sin embargo, están relacionados con la tala
indiscriminada para el cultivo de hoja de coca. 

Parinari, a donde ha sido su desplazamiento más reciente, es un caserío habitado por personas no
indígenas que hasta el 2015 estuvieron asentadas en Nuevo Saposoa. Samuel dice que estos invasores
llegaron a sembrar 30 hectáreas de cocales en su comunidad. Pero las alertas de deforestación que iba
captando permitieron al personal del Proyecto Especial de Control y Reducción del cultivo de la Coca en
el Alto Huallaga (Corah) llegar hasta las chacras de coca y erradicarlas. Los foráneos dedicados a esta
actividad se vieron obligados a desplazarse.

“Ahora están en Parinari, un caserío que limita con Nuevo Saposoa y que está cerca del parque nacional.
Tenemos varias alertas de siembra ilícita ahí. Hay al menos 50 hectáreas de cocales por ese sector”,
detalla a Mongabay Latam. Parinari es un centro poblado de paso en la ruta desde Nuevo Saposoa hacia
el Parque Nacional Sierra del Divisor, área natural protegida de 1.4 millones de hectáreas, ubicada entre
Ucayali y Loreto. El caserío San Pablo de Anguillal, que también colinda con Nuevo Saposoa, aunque
más cercano al parque nacional que Parinari, es otro sector al cual apuntan con frecuencia las alertas de
deforestación por sembríos de hoja de coca. Ambos (Parinari y San Pablo de Anguillal) están asentados
en la zona de amortiguamiento de Sierra del Divisor y son focos de depredación y riesgo permanente
para el parque nacional.

Fuentes locales aseguran que los comuneros de Patria Nueva, pueblo shipibo considerado como otra de
las puertas de entrada a Sierra del Divisor, detectaron que en San Pablo de Anguillal se elabora
constantemente clorhidrato de cocaína. Además que, hace cuatro meses, durante un patrullaje
comunitario por este caserío, siguiendo un camino agreste que trazaba abundantes matas de coca
hallaron una poza de maceración.

“Con la llegada de la pandemia vino mucha gente de la ciudad a buscar territorios y ahora sus
actividades amenazan nuestro bosque”, narran los shipibos de Nuevo Saposoa. Esta comunidad alberga
a 230 habitantes y es una de las más pobladas entre las 12 correspondientes a la zona de
amortiguamiento del parque nacional. Samuel es uno de los coordinadores de estos pueblos debido a la
pericia que ha desarrollado en el manejo de nuevas tecnologías para la lucha contra la deforestación.
Según cuenta el comunero, primero fue instruido por Rainforest Foundation y luego por la ONG Global
Conservation. Hoy en día, además de verificar las alertas, encabeza patrullajes por los contornos
del Parque Nacional Sierra del Divisor. Lo que ocurre en el límite sureste de Sierra del Divisor es apenas
una muestra de la cruda situación forestal vigente en toda la región Ucayali. Una realidad que ha
quedado expuesta en un reciente informe oficial sobre pérdida de bosques, el cual incluye, entre otros
detalles alarmantes, una deforestación de más de 12 mil hectáreas y el hallazgo de 9 pistas de aterrizaje
para los envíos de droga al extranjero.

Narcotráfico sigue ganando terreno : El pasado 27 de agosto, la Gerencia Regional Forestal de Fauna
Silvestre (Gerffs) del Gobierno Regional de Ucayali realizó un sobrevuelo para identificar los sectores de
mayor desbosque en esta parte de la Amazonía próxima a la frontera con Brasil. La comitiva, integrada
también por representantes de la Fiscalía Especializada en Delitos de Tráfico Ilícito de Drogas y de la
Dirección Antidrogas de la Policía Nacional del Perú, se enfocó principalmente en la zona sur de Sierra
del Divisor. Nuevo Saposoa fue una de las zonas de inspección en campo así como los sitios de tala
indiscriminada a donde conducen las alertas que recibe Samuel. En el sobrevuelo no solo quedó en
evidencia que la deforestación y la amenaza del narcotráfico carcomen territorios de comunidades
nativas, sino también concesiones forestales y áreas por las que transitan los pueblos indígenas en
aislamiento y contacto inicial.

De acuerdo con la plataforma de monitoreo satelital Global Forest Watch, se registraron 590 alertas de
deforestación, en los caseríos de Anguillal y Parinari, desde inicios de enero hasta el 17 de setiembre de
este año. En la zona oeste del parque, cerca del poblado de Anguillal, se registraron 484 alertas de
deforestación y estas señales se incrementaron a partir de julio pasado. Es así como entre inicios de julio
y mediados de setiembre se detectaron 377 de estas, es decir, un 77 % del total detectado en el año.
Mientras tanto, en la zona sur del Parque Sierra del Divisor, cerca de los poblados de Parinari y Korin
Bari, se detectaron 106 alertas. Solo entre los meses de agosto y mediados de setiembre se
concentraron 89, un 83 % del total. Samuel detectó 22 de ellas en lo que va del año, se emitieron 106
alertas de deforestación en la zona sur del Parque Sierra del Divisor, cerca de los poblados de Parinari y
Korin Bari. Imagen: Global Forest Watch.

La evaluación en campo de la Gerffs permitió entonces constatar los resultados incluidos en el último
informe sobre pérdida de cobertura boscosa en Ucayali y las alertas detectadas en los patrullajes de las
comunidades. El documento fue elaborado por el Área de Catastro y Monitoreo Satelital de la Gerffs, y
tiene como dato principal que esta región registró una deforestación de 12 345 hectáreas entre el 1 de
enero y el 13 de agosto del 2021. Solo entre julio y lo contabilizado en agosto hubo 7835 hectáreas de
bosques devastados, es decir, el 63.48 % del total de la superficie afectada. Las cifras revelan que la tala
ilegal con fines de narcotráfico ha recrudecido ya que, de acuerdo con la Gerffs, durante el mismo
periodo del 2020 la depredación forestal en Ucayali llegó, aproximadamente, a 9000 hectáreas.

La particularidad de los puntos de deforestación detectados es que están en zonas de difícil acceso,
principalmente, en la frontera con Brasil. Las proyecciones de los funcionarios de la Gerffs indican que a
fin de año la cifra de desbosque en Ucayali superará las 42 463 hectáreas registradas el 2020, en caso
las entidades competentes no tomen las acciones necesarias desde ahora. La gerencia forestal del
Gobierno Regional de Ucayali apunta que la pérdida de bosques en esta región es propiciada por el
narcotráfico pues se trata de sectores totalmente depredados, y no a causa de una tala selectiva que
podría ser atribuida a madereros ilegales.

El estudio para el periodo enero-agosto 2021 da cuenta, además, de que Raymondi, distrito ubicado en
la provincia de Atalaya, tiene la mayor pérdida de superficie boscosa: 2402 hectáreas. Lo sigue el distrito
de Masisea, en la provincia de Coronel Portillo, cuya depredación forestal alcanza las 1716 hectáreas.
Tahuanía, en la provincia de Atalaya, tiene 1666 hectáreas de bosques devastados. Estos tres distritos
acumulan casi el 47 % de la deforestación en todo Ucayali. Nueva Requena y Callería, jurisdicción donde
está situado Nuevo Saposoa, llegan a 1144 y 1106 hectáreas de desbosque, respectivamente.

Las áreas más afectadas por la deforestación en Ucayali están, además, sobre concesiones con fines
forestales, de conservación, ecoturismo y bosque local. Aquí han sido identificadas 4009 hectáreas de
depredación, o sea el 32.48 %. La segunda categoría territorial con mayor perjuicio corresponde a las
comunidades nativas. El desbosque en los pueblos indígenas ucayalinos suma 2710 hectáreas, es decir,
el 21.95 %. En Sinchi Roca 1 y 2 hubo una pérdida de 300 hectáreas de bosques. Santa Rosa reportó
141 hectáreas y Mariscal Cáceres tuvo 50 hectáreas de devastación forestal. En los últimos 20 años, las
comunidades nativas de Ucayali han perdido 100 085.15 hectáreas de bosques. Los años en que esta
depredación se agudizó fueron 2019 (8216 hectáreas) y 2020 (9701 hectáreas).

Las cuatro comunidades que, de acuerdo con el informe, registran mayor pérdida de cobertura boscosa
pertenecen a la provincia de Padre de Abad. Flor de Ucayali, en el distrito de Callería, provincia de
Coronel Portillo, no figura al menos entre las cinco jurisdicciones más deforestadas de Ucayali. Sin
embargo, el exjefe de esta comunidad y actual vicepresidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo
de la Selva Peruana (Aidesep), Miguel Guimaraes, sostiene que la depredación de bosques en Flor de
Ucayali ya bordea las 3000 hectáreas. El dirigente está convencido de que el desbosque en Ucayali en lo
que va del año es mucho mayor a la cifra establecida en el informe de la Gerfss (12 345 hectáreas).
“Pienso que han evaluado solo las zonas que tienen mayor conflicto, pero hay otros sectores donde el
narcotráfico está operando silenciosamente como el distrito de Iparía y por la quebrada del río Utiquinía.
En Flor de Ucayali, por ejemplo, no es visible esta situación”, declara Guimaraes a Mongabay Latam.

El pasado 1 de julio las fiscalías en Materia Ambiental y Antidrogas, junto con personal de la Gerffs y la
Policía, realizaron una intervención en Flor de Ucayali. Allí hallaron amplias extensiones de sembríos de
coca y tres campamentos para la elaboración de droga. El operativo multisectorial se desarrolló en el
límite de Flor de Ucayali con el caserío Santa Sofía, luego de que las autoridades recibieran denuncias
sobre la presencia del narcotráfico en aquel contorno de la comunidad. Pero Miguel Guimaraes dice que
las autoridades solo llegaron al punto donde recién empiezan las chacras de hoja de coca y no
recorrieron ni el 50 % del territorio invadido por cultivos ilícitos. “Desde el lugar al que llegó la comitiva
hay una hora de camino en que se pueden ver puros cocales. Luego de la intervención los invasores se
retiraron unos días pero luego regresaron y, con ellos, las amenazas a la comunidad”, indica con
preocupación.

Hasta julio de este año, la Defensoría del Pueblo consigna que nueve defensores indígenas y
ambientalistas fueron asesinados desde el 2020. Se trata de casos sobre los cuales la institución tuvo
conocimiento por denuncias o a través de los medios de prensa, según le explicó a Mongabay Latam la
jefa del programa de Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo, Nelly Aedo. Santiago Vega Chota,
indígena cacataibo a quien mataron en julio del 2020, por ejemplo, no está incluido en la lista. Pero en la
nómina sí figura el caso de Herasmo García, otro cacataibo asesinado a fines de febrero del 2021.
Ambos pertenecían a Sinchi Roca, la comunidad nativa de Ucayali más deforestada por el narcotráfico
en lo que va del 2021, según el estudio de la Gerffs. Días antes de la muerte de García, se produjo el
asesinato del también cacataibo Yenes Ríos, cerca de su comunidad, Puerto Nuevo (Ucayali). De los
tres homicidios perpetrados contra indígenas este 2021, dos fueron en Ucayali. En todos los casos las
investigaciones apuntan a narcotraficantes.

Nueve pistas más : La Gerencia Regional Forestal de Fauna Silvestre (Gerffs) de Ucayali informó que el
estudio sobre el desbosque actual en esta región es resultado de los análisis a las alertas tempranas de
deforestación y la evaluación en detalle de diversas imágenes satelitales. A partir de esta metodología, el
Área de Catastro y Monitoreo Satelital detectó nueve pistas de aterrizaje clandestinas que fueron
habilitadas por el narcotráfico entre el 1 de enero y el 13 de agosto del 2021. De estas, cinco están sobre
concesiones forestales, una en un área no catastrada, otra en un predio privado y dos trazas dentro de
territorios de reservas indígenas. Una de estas últimas se ubica sobre el área de ocupación del pueblo
indígena en situación de aislamiento y contacto inicial cacataibo – zona norte, en Aguaytía (provincia de
Padre Abad), considerado vulnerable por el Estado peruano y las convenciones internacionales. La vía
fue abierta entre junio y agosto.

Según la Gerffs, las pistas miden entre 800 y 1200 metros de largo, y llegan a tener de 12 a 40 metros de
ancho. De las nueve pistas identificadas este año, hasta el 13 de agosto, dos están situadas en el distrito
de Raymondi, dos en Sepahua y dos en Padre Abad. En tanto, hay una en el distrito de Masisea, otra en
Curimaná y una pista más para la salida de droga en Callería. En todo el 2020, la misma gerencia
detectó 45 pistas clandestinas en Ucayali, 13 de estas habilitadas sobre comunidades nativas. Es decir,
en el último año y medio, indica la Gerffs, las mafias de narcotráfico asentadas en esta región amazónica
abrieron 54 pistas de aterrizaje clandestinas, principalmente, en zonas de difícil acceso y cercanas a la
frontera con Brasil.

Berlin Diques, presidente de la Organización Regional Aidesep Ucayali (ORAU), que agrupa a 13
federaciones y representa a 340 comunidades nativas de Loreto, Ucayali y Huánuco, también considera
que el problema predominante para los pueblos indígenas, actualmente, es el narcotráfico y sus delitos
conexos por encima de la tala ilegal. Durante la presentación del informe de la Gerffs, Diques fue
enfático: “¿Tenemos que esperar a que muera otro indígena para estar en la alarma nacional?, ¿y
solamente por reclamar nuestros derechos? No puede ser. Los concesionarios de Tahuanía (provincia
de Atalaya) están siendo retirados por presión del narcotráfico. Tenemos que accionar, no podemos
convertirnos en un segundo Vraem (valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, zona que abarca las
mayores extensiones de sembríos de hoja de coca en el Perú)”.

La emergencia sanitaria en el Perú generada por la propagación del coronavirus también ha sido un
factor determinante para la crítica situación forestal de Ucayali. Así lo considera el coordinador de la
Segunda Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de esta región, Froebel Dumas
Campos Malpartida. El fiscal detalla que la ausencia del Estado en comunidades, carreteras y vías
fluviales durante la pandemia ha posibilitado las invasiones de tierras, el retiro ilegal de madera y, tras
ello, el incremento de las parcelas de coca. Hace 15 días un grupo de fiscales del despacho que
encabeza Campos ingresó a la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Sierra del Divisor, un
sector colindante a una de las vertientes del río Aguaytía donde, en noviembre del año pasado, el
personal fiscal había hallado una pista de aterrizaje y amplias extensiones de cocales. El escenario
actual es el mismo, asegura, prueba de la actividad permanente del narcotráfico allí.

“Hay que entender que el narcotráfico compra a la gente cuando entra a un lugar. Da empleo, dádivas y
a veces la gente no sabe qué está ocurriendo en sus zonas. Por eso en muchos lugares no ponen la
denuncia que corresponde”, explica. Mongabay Latam solicitó una entrevista con el jefe de la oficina de
la Dirección Antidrogas de la Policía Nacional del Perú en Pucallpa, pero hasta el cierre de este informe
no obtuvimos respuesta.

En Nuevo Saposoa y Patria Nueva, dos de las comunidades denominadas ‘puerta’ a Sierra del Divisor,
ya casi no se registran alertas por deforestación. Samuel, uno de los shipibo conibo que coordina allá la
lucha contra la devastación de los bosques, dice que el problema grave está en sus colindancias o las
proximidades al parque nacional. Desde esos focos convulsos de narcotráfico todavía llegan las
amenazas contra su comunidad y él mismo. “Siempre hay rencores con nosotros porque saben que
hacemos patrullaje y monitoreo. Igual vamos a seguir”, señala con determinación. No sabe a dónde lo va
a llevar la próxima alerta que atienda, pero sí que puede encontrar un lugar peor cada vez.

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