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¿PABLO PRORROMANO?

Una de las cosas que me inquietan como lector de Pablo es su usual caracterización como
prorromano, es decir, como alguien que estaba a favor del orden establecido del Imperio Romano.
Usualmente, este parecer se establece por varios motivos:

1. En sus cartas auténticas, hay un pasaje que, sin duda, parece estar a favor de dicho orden. Sus
versos dicen lo siguiente:

"Sométase toda persona a las autoridades superiores, pues no hay autoridad sino bajo Dios, y las
que existen, por Dios han sido ordenadas. De modo que quien resiste a la autoridad se opone a la
ordenación divina, y los rebeldes recibirán sobre sí mismos la condenación. Pues los magistrados
no son de temer por las buenas obras, sino por las malas. Y ¿quieres no temer a la autoridad?
Obra el bien y tendrás de ella alabanza, pues para ti es un ministro de Dios para el bien. Pero, si
obras el mal, teme: pues no en vano lleva la espada: pues es un ministro de Dios vengador para la
ira contra el que obra el mal. Por tanto, es preciso someterse, no solo por la ira, sino también en
conciencia. Por esto, pues, pagáis los tributos; pues son servidores de Dios ocupados asiduamente
en eso. Devolved a todos lo que se debe: a quien tributo, tributo; a quien tasa, tasa; a quien
temor, temor; a quien honor, honor" (Romanos 13:1-7).

2. Hechos de Apóstoles presenta un panorama en el que Pablo es ciudadano romano y, por esta
capacidad, recurre a su ciudadanía para escapar de algunos escarmientos, además de apelar a
César (Hechos 16:37-38; 22:22-29; 25:6-23).

3. Evangelios que son afines al paulinismo muestran cierta simpatía con los romanos y gentiles,
por ejemplo, en el caso del Evangelio de Marcos o el Evangelio de Lucas. De hecho, en todos los
evangelios, hay una gradual "exoneración" de Pilato en contra del liderato judío.

Estos asuntos me han hecho pensar durante días recientes que no he podido hacer nada mientras
estaba enfermo, y (a veces) casi lo único que hacía por horas era mirar al techo mientras
escuchaba podcasts y audiolibros.

EL ESCENARIO HISTÓRICO DEL JESUANISMO NACIENTE

En décadas recientes, gracias al desarrollo de la Nueva Perspectiva sobre Pablo, y su versión más
radical, "Pablo dentro del Judaísmo", se recalca el hecho de que el Apóstol nunca dejó de ser judío,
jamás se "convirtió" al cristianismo, sino que, por vocación, se sumó a los esfuerzos del
movimiento de Jesús.

Por declaraciones y expresiones hechas por sus propias cartas sabemos que Pablo era
judeohelenista de la diáspora, su fuente de conocimiento de la Torah era la Septuaginta, y
culturalmente respiraba por doquier pensamiento grecorromano del oriente del Mediterráneo. En
sus cartas, podemos darnos cuenta de su alto nivel de cultura, su familiaridad con refranes
populares típicos de ese mundo, el tipo de "negociaciones culturales" que tenían que hacer los
judíos en sus sinagogas, su relación con "temerosos de Dios" y los "prosélitos", etc. Es más,
tenemos constancia de que creció dentro de una matriz cultural donde se daban "negociaciones
culturales" en el seno del judaísmo.
Esto estaba ocurriendo en el cristianismo primitivo desde el mismo comienzo. El movimiento de
Jesús comenzó como uno de origen rural, en una región que tenía un historial de resistencia
antirromana (e.g. Judas de Galilea y su levantamiento contra el censo, y el levantamiento de sus
hijos Jacob y Simón). Sus primeros partidarios solían formar parte del movimiento profético de
Juan el Bautista, cuyo mensaje contra un rey vasallo fue probablemente lo que condujo a su
eventual arresto y ejecución. Tenemos en los evangelios rastros de información que nos dejan
saber que el movimiento de Jesús era también vigilado por las fuerzas de inteligencia de Antipas y
las romanas. En un momento dado, hasta Jesús fue advertido de que Antipas planificaba arrestarle
por sus actividades en Galilea (Lucas 13:31-35). Asimismo, conocemos la persecución de los
Herodes al movimiento de Jesús, que no cesó con la crucifixión del maestro, sino que tenemos
noticias de que uno de sus estudiantes, Jacob el hermano de Juan, fue ejecutado por Herodes
Agripa I (Hechos 12:1-2). No olvidemos tampoco dos de los cargos importantes que le llevaron a
Jesús directo a una condena por crucifixión: la prohibición del tributo a César y la
autoproclamación como "Rey de los Judíos" (Marcos 15:1-27; Lucas 23:2).

Cuando los exestudiantes (ahora emisarios de "Jesús resucitado") movieron su centro de


predicación de Galilea a Jerusalén, hubo un cambio de ambiente: de la ruralía a la urbanidad, con
todas sus implicaciones. Aunque en Jerusalén los judíos no tenían el mismo tipo de presiones
culturales que tuvieron, por dar ejemplos, en Antioquía, Alejandría, Éfeso, Corinto o la misma
Roma, los emisarios (Pedro, Jacob y su hermano Juan, además de Jacob, hermano de Jesús y
algunos otros) se encontraron en un nuevo estadio. Aunque Hechos nos reporta que los emisarios
y los jesuanos en general observaban el culto en el Templo, es muy probable que interpretaran el
movimiento como un "gobierno alterno" al oficialista. Hay dos razones para pensarlo:

1. Jesús se había autodeclarado futuro rey de Israel, es decir, Mesías. Ante las noticias
pospascuales de un Jesús resucitado, adoptado como Hijo de Dios y heredero del derecho
supremo al Señorío del mundo, los emisarios operaron como una reserva del Reino en lo que el
Mesías regresaba.

2. Jacob, el hermano de Jesús, tenía una justificación para ser la cabeza del movimiento de Jesús.
Probablemente, como emisario, no solo alegaba haber visto a su hermano resucitado, sino que
ante la ausencia de su prole (de Jesús), le correspondía a él guardar lo "sembrado" del Reino de
Dios en la tierra en lo que el Mesías regresaba.

Siendo un movimiento mesianista, sin duda, sus miembros estaban siendo objeto de vigilancia de
las autoridades. La ejecución de Jacob "el mayor", de cuyos detalles Hechos mantiene un silencio
sepulcral, puede ser un indicio de ello. La proclamación de un Mesías crucificado ya era suficiente
para indicarle al público la naturaleza de la agrupación. Las palabras de Pablo son iluminadoras en
relación con la recepción de una noticia como esa:

"... Y mientras que los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros, por el
contrario, proclamamos al Mesías crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los
gentiles" (1 Corintios 1:22-23).

Sin embargo, toda la evidencia (la extremadamente poca que tenemos del periodo del 30 al 50
e.c.) parece indicar dos cosas:
* El movimiento de Jesús comenzó siendo diverso. La movida de las actividades de los emisarios a
Jerusalén significó un contacto importante no solo con judíos jerosolimitanos, sino también
judeohelenistas de la diáspora. Esto llevó a no pocos conflictos entre ambos sectores, algo que ni
tan siquiera Hechos pudo ocultar, dado que quería explicar los orígenes de la asistencia
(diaconado) (Hechos 6:1).

* El movimiento de Jesús parece haber sido mucho más exitoso en la diáspora que en Judea. La
primera noticia fiable que tenemos de una asociación jesuana fuera de Jerusalén es la de
Damasco, en Siria. Esta región se encuentra relativamente cerca a la de Galilea, donde Jesús
mismo predicó y también era el lugar en el que, sospechamos, salió la primera noticia de la
resurrección, presumiblemente por parte de Pedro (1 Corintios 15:5; Marcos 16:7). Sabemos que
uno de los emisarios (no confundir con los Doce) fue José Bernabé, un judío de la diáspora (Hechos
4:36-37). Pablo mismo nos dice que conoció a dos emisarios judíos llamados por vocación antes de
él (ca. 33-35 e.c.), sus nombres son notablemente gentiles: Andrónico (nombre griego) y Junia
(nombre romano) (Romanos 16:7). Esto coloca la vocación de los emisarios al mismo comienzo del
movimiento de Jesús.

Más aún, el grupo jerusalemita se le presentó un problema adicional, ya para el 45 e.c., era
evidente que el mensaje paulino representaba una seria amenaza para el sector más judaizante de
Judea. La pregunta de muchos estudiosos es, ¿por qué ese sector no parece haberse expresado
con tanta fuerza antes? Probablemente, se pensó que el "Buen Anuncio" paulino iba a ser uno
marginal. Sin embargo, la actividad de la asociación antioquena en su región y en otros lugares
representaba una amenaza a un jesuanismo puramente exigente de la observancia de la Torah. El
acuerdo de Jerusalén, probablemente realizado entre el 45 al 48 e.c., y el conflicto en Antioquía
(ca. 49 e.c.) muestra las maneras en las que el judaísmo jesuano adoptaba una posición típica de
las "negociaciones" culturales con sectores gentiles que querían integrarse al movimiento sin
circuncidarse y sin observar el sábado. Aun así, si no deseaban velar el kosher, le exigió que judíos
y gentiles comieran en mesas distintas---con el privilegio a los judíos en detrimento de los gentiles
(Gálatas 2:11-14).

Es más, para la década del 50 e.c., parece haber existido un nutrido grupo jesuanos en Roma,
cuyos miembros no eran solamente judíos, sino también gentiles. La larga lista al final de la carta
paulina a los romanos sugiere ya una labor que se estaba llevando a cabo en el lugar por parte de
los paulinos (Romanos 16). Puede ser que el saludo introductorio de Romanos que contiene unos
aparentes semitismos (Romanos 1:3-4) y el hecho de que originalmente el jesuanismo romano se
hubiera organizado alrededor de ancianos, cuyo organismo central era una autoridad colegiada,
parecen indicar que los primeros en organizar estas asociaciones fueron sectores judíos, tal vez
vinculados con el sector palestinense. Abona a nuestro parecer unos indicios (nada certeros) de
que los cristianos pudieron estar involucrados con unos "alborotos" en Roma, incidente que
Hechos vincula con Prisca y Áquila, quienes pertenecían al movimiento de Jesús. Según Suetonio,
ciertos judíos fueron agitados a instancias de un tal "Crestus". No podemos asegurar a ciencia
cierta que se trata de "Cristo", pero este parecido tan notable y el vínculo que Hechos hace con
dos cristianos influyentes, especialmente en relación con un alboroto, no deben pasar
inadvertidos (Hechos 18:1-4).

LOS ESTUDIOS RECIENTES EN RELACIÓN CON PABLO


Todo lo anterior indica que es muy ingenuo pensar que cuando Pablo se unió al movimiento de
Jesús, él sabía perfectamente a qué tipo de agrupación estaba asociándose: a un grupo
apocalíptico y mesianista. Como se puede notar en sus cartas, él mismo era apocalíptico y
mesianista (no hace falta citar nada, está declarado en todas sus cartas auténticas).

Su fuente de diferencia con algunos cristianos jerusalemitas, a los llamados "falsos hermanos",
consistía en el asunto del requerimiento de la estricta observancia de la Torah como requisito para
la membresía en el jesuanismo. Sin embargo, se ha reconocido desde tiempos de la Nueva
Perspectiva sobre Pablo y del llamado "Pablo Dentro del Judaísmo", que hay que concebir al
judaísmo como una de muchas religiones grecorromanas, no como algo que se daba al margen del
mundo grecorromano. Pablo entendía bien que la "fe" ("pistis" en griego, "fides" en latín) era una
de estas nociones que estructuraba por completo el mundo grecorromano, incluyendo al
judaísmo. No se trataba de "creer", sino de "confiar", de tener "lealtad", sea una deidad, al
emperador, a sus representantes, a las relaciones comerciales, a las amistades, relaciones entre
amo y esclavo, el señor y su cliente, entre el hombre y mujer en el ámbito del matrimonio, del
religioso con sus ancestros, etc.

Para Pablo, al igual que Jesús, la práctica de las enseñanzas jesuanas implicaban adelantar "hoy" lo
que sería el Reino de Dios en el futuro. En las asociaciones paulinas, la conversión de gentiles
exigía un cambio significativo en sus vidas: un cambio de "fe", de confianza, de los dioses de la
ciudad, de los ancestros, de las familias, al dios supremo Yahveh. Pablo entendió muy bien que en
el contexto social grecorromano, era la confianza a Yahveh lo que definía a todo hijo de Abraham.
Para Pablo, Yahveh estaba por encima de todos los dioses (incluyendo los daimonia), y su Hijo, el
Mesías, regía sobre todos los señores de la tierra (1 Corintios 8:5-6; 10:18-22). Esto también
implicaba alterar las relaciones de confianza/lealtad dentro de las mismas asociaciones. Los amos
y esclavos, señores y clientes, hombres y mujeres, judíos y griegos debían ser todos iguales ante el
Mesías, ya que por el bautismo se habían "revestido del Mesías" y, por tanto, dado ese hecho
debían actuar consecuentes con el futuro Reino predicado en el "Buen Anuncio" (Gálatas 3:27-29).

Hasta aquí, esto ha sido reconocido en las últimas décadas. Sin embargo, muchos no suelen
derivar de aquí las consecuencias más importantes del mensaje paulino, a saber:

1. El régimen presente no era el deseable. Al contrario, era uno pasajero, a punto de terminar.
Todo esto es consecuente con lo que sabemos del mesianismo y el judaísmo apocalíptico de la
época.

2. Se reconoce el presente régimen como uno gobernado por los daimonia (deidades de las
esferas inferiores): dioses de la ciudad, dioses de la familia, los dioses grecorromanos, etc. El orden
jerárquico y de poder en esa época establecía una continuidad entre la voluntad de dichas
deidades y señores con los humanos a cargo de mantener la pax romana, incluyendo a reyes
vasallos.

3. Pablo llamaba al cambio de fides (pistis en griego) de los señores y daimonia del mundo al dios
altísimo, al verdaderamente inmortal y eterno, es decir, al Dios de la promesa. Asimismo, por
encima de cualquier señor, debía haber un cambio de confianza/lealtad de los señores de la tierra
al verdadero Señor del Cosmos, el Mesías. Esta propuesta radical significaba el abandono de los
cultos de la ciudad, de no participar en sacrificios dedicados a los dioses, abandonar la confianza
en los ancestros, y adoptar una nueva lealtad en Dios y su Hijo.

4. El cambio de confianza/lealtad significa inevitablemente que los paganos bautizados no pueden


participar de cultos sagrados dedicados a otras deidades. La comunión con los daimonia y la
comunión en el Mesías son mutuamente excluyentes (1 Corintios 10:18-22).

5. El bautismo y la confianza en Dios y su Mesías implicaban una adopción de los gentiles como
hijos de Dios, en igualdad de condiciones que los judíos, también hijos de Dios en virtud de esa
misma confianza (Gálatas 3:26; Romanos 8:15; 9:26). Esto no es poca cosa. Para un gentil, eso
significaba estar en el futuro en una condición superior a la de cualquier deidad, a cualquier otro
ser celeste por debajo del Mesías (como veremos en breve) y cualquier otra autoridad, incluyendo
la imperial.

6. Esto implica que a la hora de tomar partido en disputas internas de las asociaciones, no se debía
participar en tribunales paganos. Pablo lo dice tan claramente en sus cartas auténticas, que su
lectura no permite ambigüedades:

"¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene un pleito con otro, a llevar la causa ante los injustos
[ante los que no velan la Torah], y no ante los santos? ¿No sabéis que los santos juzgarán al
mundo? Y si por vosotros se va a juzgar al mundo, ¿sois acaso indignos de juzgar esos asuntos
menores? ¿No sabéis que juzgaremos a los mensajeros celestes? Y ¡cómo no ciertamente las cosas
de esta vida! Así pus, si tenéis pleitos de las cosas de esta vida, ¿tomáis como jueces a los que la
congregación tiene en nada? Para vuestra vergüenza lo digo: ¿No hay entre vosotros ningún sabio
que pueda juzgar entre los hermanos, sino que vais a pleitear hermano contra hermano, y eso
ante infieles? Ciertamente ya es una derrota total entre vosotros que haya pleitos de unos contra
otros. ¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros más bien despojar? ¡Al
contrario! Sois vosotros los que obráis injusticia y despojáis a los demás. Y esto, a hermanos" (1
Corintios 6:1-8).

Cito este pasaje entero, porque choca de frente con Romanos 13:1-7 que citamos al comienzo de
esta exposición (o al menos, su interpretación usual). Recordemos que los tribunales eran
instancias no solo de decisiones políticas o jurídicas, sino que también formaban parte de todo el
andamiaje establecido por los dioses, al menos según la visión antigua.

Nada de lo dicho anteriormente es consecuente con un Pablo que estaba a favor del régimen del
Imperio Romano. Si acaso, todo lo dicho está en contra de esa interpretación.

CUESTIONAMIENTO DEL "PABLO PRORROMANO"

Todo lo anterior nos invita a echarle una nueva mirada a las supuestas razones que se esgrimen
para argumentar un "Pablo prorromano".

Comencemos con el segundo argumento, la ciudadanía romana paulina. Hoy, la comunidad de


expertos se halla dividida en torno al tema, ya que Hechos de Apóstoles es el único testimonio que
tenemos sobre la supuesta ciudadanía. De ser cierto, este hecho nada más no refuta la evidencia
de un Pablo que se posiciona contra el orden establecido. Aun así, debemos recordar que él revela
en sus cartas haber sido apaleado en varias ocasiones. Esto es significativo porque la Lex Porcia
prohibía explícitamente cualquier apaleamiento a un ciudadano romano (2 Corintios 11:25). No
tenemos testimonio alguno en sus cartas auténticas información alguna sobre su ciudadanía
romana.

En cuanto a los evangelios que han sido vistos como paulinos, el asunto es más complejo, debido a
que estos escritos se insertan, no solo en el ambiente de temor a las autoridades romanas tras la
extrema matanza y destrucción del Templo de Jerusalén bajo Tito, sino que se forjaron en la
aparente lucha que se dio en el seno del judaísmo entre el fariseísmo y el movimiento de Jesús.
Miembros jesuanos de las sinagogas parecen haber sufrido golpes por parte de sus autoridades y
luego expulsados de sus respectivas comunidades. Aunque es tema para otra postal, debemos
mantener en mente que ninguno de los evangelios exonera completamente a las autoridades
romanas. Sin embargo, sí les hace cómplices de un liderato judío. Esta pugna contra el liderato
judío en tiempos en que se escribieron los evangelios se refleja en su contenido. Esta no es la
situación que vivía Pablo en su tiempo.

Finalmente, encontramos el problema de Romanos 13:1-7. El pasaje tiene unos enormes


problemas a la luz de lo presentado. Esto no ha pasado inadvertido entre los expertos. Un ejemplo
de la perplejidad que representa el pasaje se encuentra Antonio Piñero, cuyo análisis del texto en
su libro recién publicado comienza diciendo:

"Es sorprendente que Pablo, un judío mesianista, haya escrito este texto en el que se muestra
totalmente sumiso a un Estado que teóricamente se opone al reinado total del Mesías, el Hijo de
Dios y único señor".

Estamos totalmente de acuerdo. Esto ha llevado a no pocos intérpretes a ver todo el pasaje como
una interpolación posterior. Esto se debe a las siguientes razones (me baso en Senén Vidal):

1. El texto Romanos 13:1-7 rompe el hilo de la discusión entre 12:9-21 y 13:8-10 (tema del
"amor"). Hay en 12:21 una admonición en segunda persona plural, que cambia repentinamente en
13:1 a tercera persona singular.

2. En cuanto a la normativa fuera de la asociación, Pablo se expresa en 12:14.17-21.

3. El texto no cuadra dentro del marco de la exhortación.

4. Parece más bien un texto posterior en un ambiente en el que se deseaba presentar


apologéticamente al cristianismo como un movimiento obediente a las autoridades civiles.

Aun así, hay muchos que argumentan en contra de este pasaje como interpolación posterior. He
aquí algunos de los argumentos (me baso en los presentados por Robert Jewett):

1. El texto en cuestión aparece en todos nuestros manuscritos de la carta a los romanos.

2. El abrupto cambio de 12:21 a 13:1-7 puede reflejar las circunstancias redaccionales del autor y
no necesariamente responde a una interpolación.

3. El pasaje mismo no excluye que el orden presente haya sido establecido por Dios como algo
temporero hasta la parusía.

4. El pasaje de 13:8-9 parece fluir mejor de 13:1-7, que si se enlaza con 12:21.
Es importante recalcar que, de ser 13:1-7 un texto paulino, su interpretación debe atemperarse a
lo que Pablo dice en el resto de sus cartas. Aun así, en mi humilde (inexperta) opinión, el parecer
de Jewett no me parece convincente. Algunos de los argumentos me parecen estar intentando
salvar las contradicciones del pasaje con el contenido de las cartas auténticas, no solo con los
pasajes que ya vimos, sino con otros que definitivamente refuerzan nuestra opinión:

"... Pero en todo esto salimos vencedores, gracias a aquel que nos amó. Pues estoy persuadido
que ni la muerte ni la vida ni los mensajeros celestes ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni
las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de
Dios en Jesús, el Mesías, señor nuestro" (Romanos 8:37-39, nuestro énfasis).

Esta confianza incondicional del Mesías, por encima de todas las potencias, sean celestes o
terrestres, no tiene correspondencia con Romanos 13:1-7.

CONCLUSIÓN

Vuelvo a enfatizar que lo anterior son solo apuntes de lo que estuve pensando en torno al tema de
un "Pablo prorromano". Expongo las razones por las que pienso que esa no es la perspectiva que
uno deba tener en torno a Pablo a partir de sus cartas auténticas.

Viendo las cosas "desde lejos", me parece que todavía el consenso de los expertos no se ha
movido a revaluar lo que Pablo tuvo que decir en su época a la luz de lo que ahora sabemos tanto
de la religión civil como de los cultos privados. Igualmente, deben sacarse las consecuencias
lógicas de la depuración del mensaje paulino de los prejuicios cristianos milenarios (especialmente
los que católicos y protestantes han tenido por siglos) y ser colocado en la realidad de la época: lo
que realmente significaban los términos "pistis" (fe), "sotería" (salvación), "Jristós" (Mesías,
Unigido), "daimonia" (deidades inferiores), etc.

El Pablo que veo en sus cartas auténticas, no es un Pablo "prorromano", sino un emisario que se
unió a un movimiento que él sabía que era sedicioso y cuyo mensaje ---aunque cauteloso---
reflejaba una insatisfacción con el orden establecido, y deseaba su pronta sustitución por un Reino
de Dios que ya se llevaba en la práctica en las asociaciones que fundaba en la gentilidad.

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