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El espacio es la circunstancia previa a la existencia de todo, se extiende infinitamente en

todas direcciones y adquiere únicamente el carácter habitable cuando este es domado


por el hombre.
La habitabilidad alude a una condición esencial del hombre, pues las personas tienden a
modificar su espacio de acuerdo a sus necesidades y tratan de adaptarlo considerando
sus límites, con el fin de que sea útil y óptimo para ellos mismos y para su comunidad.
De este modo, la habitabilidad no sólo se hace presente con el espacio físico construido,
sino también con el factor social y la necesidad de interactuar unos con otros, por lo que
tanto la variable material como social van de la mano en la habitabilidad y se vuelven
determinantes para producción dialéctica y dinámica del espacio.

El espacio como dimensión únicamente física y geométrica existe antes de


la habitabilidad; es una condición de lo habitable, pero en el espacio
adquiere una dimensión de lo posible al generar la habitabilidad, la cual
implica tanto lo social como lo material. (Castillo, 2012)

El ser humano es inherente al tiempo, pues no puede vivir fuera del transcurso de este,
menos aún sin controlar y poseer el espacio, y debido a que este último es lo
propiamente humano, el habitar resulta del hombre que vive y construye en el espacio-
tiempo a partir de sus necesidades y relaciones sociales. De esta manera el hecho
arquitectónico se concibe como consecuencia de la expresión y el habitar del hombre y
la sociedad en el espacio-tiempo.
El hecho arquitectónico es una construcción social producto de la historia, por lo que
representa el espíritu de una época, la forma de vida de una sociedad o cultura en un
tiempo específico y queda expresado físicamente. Por lo tanto, este no es estudiado para
ser comprendido en el presente, sino en el pasado y en lo que significó cada uno de ellos
para las sociedades de su tiempo.
Así, el hecho arquitectónico se hace imprescindible en la historia como evidencia física
de la memoria de una sociedad, el cual queda inscrito en el tiempo y pasa a formar parte
de la herencia cultural de una sociedad.

“El patrimonio arquitectónico es el escenario del pasado humano. Si los


documentos son la memoria escrita del pasado, el patrimonio arquitectónico
es la memoria construida de la historia. Hay que considerar el patrimonio
arquitectónico como una fuente histórica, ya que ilustra diferentes aspectos
de la vida humana: el imaginario, la sociedad, la tecnología, la economía, la
vida cotidiana, etc.” (Lleida, 2010).
La necesidad de comprender las particularidades por las que se dio en primer lugar su
construcción, evidencia que más allá del hecho arquitectónico como tal, este nace a
partir de un sistema social en un momento determinado de la historia, es decir, a partir
de un constructo social. Y aquellos valores que le son depositados en el presente van de
la mano con el rol y la relevancia que tuvieron en la vida cotidiana individual o
colectiva de una sociedad, evidenciando el valor intrínseco e intangible del hecho
arquitectónico y haciendo a la memoria parte del patrimonio que debe ser transmitido.
En este sentido, para que el patrimonio pueda ser heredado de manera íntegra es
necesario que la sociedad lo acoja nuevamente como parte de su vida, integrándolo a las
necesidades y manifestaciones sociales de la nueva contemporaneidad y buscando usos
compatibles y respetuosos que permitan revitalizar el patrimonio arquitectónico.
“Porque el patrimonio edificado y en sentido general lo patrimonial alude a
su condición ineludible de construcción social, de artificio y por ende es
susceptible de ser validado socialmente y valorado desde sus sujetos
patrimoniales. Estos actores sociales son quienes final y auténticamente les
asignan a los objetos patrimoniales sus valores y les dan sentido en el
tiempo presente, a su vez tiempo metodológico del patrimonio. En esa
perspectiva, desarrollar una mirada patrimonial con un enfoque
transgeneracional aporta a ese intercambio de afectos, vínculos, conexiones,
saberes y usos que lo hagan verdaderamente real, sostenible y posible
mediante su reapropiación social” (Hayakawa 2020)

El hecho arquitectónico permuta a través del tiempo, en tal sentido debe ser concebido
con la intención de destacar su legado y otorgarle un renovado valor para las
generaciones futuras, lo que conlleva a contemplar no solo su construcción física
tangible sino también su construcción cotidiana como espacio vivo y utilizado, sin que
se transforme en un elemento carente de habitabilidad y en consecuencia indiferente
para la sociedad.
Este espacio habitado aunque pertenece a otro tiempo, es en sí mismo un atestado
histórico indispensable que reúne datos relevantes y significativos de la sociedad en su
época para su conocimiento y posterior valoración, es así que se busca definir las
situaciones culturales e históricas en las que fue materializado el hecho arquitectónico,
teniendo en consideración los múltiples factores que lo llevaron a ser lo que es dentro
del contexto en el que surgió y en efecto los motivos de su transformación en el tiempo.

“Que las huellas del pasado no sean solamente residuos, sino también
testimonios actualizados del pasado que ya no es, pero que ha sido; hacer
que el 'haber sido' del pasado sea salvado a pesar de su 'no ser más': de todo
ello es capaz la piedra que dura. Es necesario ver el espacio habitado como
texto, al que hay que releer intertextualmente, esto es el acto de historiar, de
construir y deconstruir la historia” (Ricoeur, 1999).
Entender e investigar el hecho arquitectónico en toda su complejidad conlleva a tomar
decisiones mucho más pertinentes, para que estos elementos del pasado se vinculen en
el presente reinventándose y concibiéndose de una forma distinta, pero adaptándose a la
comunidad contemporánea que lo vive desde su propio sentido cultural.
Existen diversas maneras de intervenir en un inmueble patrimonial y tanto la
rehabilitación como el reciclaje son formas de garantizar que la obra arquitectónica
permanezca en el tiempo, integrando el edificio a la vida contemporánea, evitando la
pérdida de su habitabilidad y logrando una nueva integración con la sociedad.
Es esencial entender un inmueble patrimonial como un fenómeno social y humano que
se desarrolló en un determinado tiempo, si bien con cualidades y atributos inherentes a
todo objeto material; también como un receptor de vida y relaciones sociales en su
tiempo, las cuales actuaron y siguen actuando de alguna u otra manera y que
desencadenan en su conservación, transformación o destrucción, por lo que para
garantizar la continuidad de cualquier inmueble patrimonial es necesario considerar su
capacidad económica, física y social, pero también su capacidad para satisfacer las
necesidades propias del presente sin comprometer a los usuarios futuros.

“Actualmente, en un contexto de creciente diversidad de proyectos que


buscan la recuperación y conservación del patrimonio arquitectónico, la
rehabilitación arquitectónica es entendida como el conjunto de acciones que
permiten habilitar un lugar o una obra existente recuperando las funciones
desempeñadas en ellos, o bien, integrándoles nuevos usos. Es decir, habilitar
los espacios de modo que puedan reincorporarse funcionalmente a la
sociedad, adaptándose a formas de vida contemporánea y que, mediante una
nueva significación, se integren como parte de la memoria colectiva de los
habitantes. Rehabilitar implica mejorar el hecho de habitar, buscando el
equilibrio entre los aspectos técnicos, la preservación de los valores
patrimoniales y los criterios de equidad social, de eficiencia económica y de
preservación del medio ambiente (los tres puntales de la sostenibilidad)”
(RehabiMed, 2005, p. 13).
El reciclaje en arquitectura es una solución que pretende iniciar un nuevo ciclo de vida
en un edificio con el fin de prolongar su vida útil y dando respuesta a las necesidades
actuales a partir de una nueva función. Y es justamente esa capacidad de adaptación a
un uso coherente la que permitirá al edificio durar en el tiempo para ser disfrutada por
las futuras generaciones.
Esta estrategia implica más que recuperar el elemento arquitectónico como tal,
reinsertar el componente social para formar parte de la vida cotidiana de la sociedad,
con el fin de darle al inmueble la posibilidad de servir nuevamente a su sociedad que es
para lo que estaba destinado desde un principio.
A partir de la premisa del respeto hacia los ciclos naturales, el reciclaje para
la restauración no es más que una estrategia de intervención por la cual se
somete a una edificación, que por motivos externos o internos dejó de
funcionar, a un proceso de reutilización, conservando o modificando el uso
anterior para uno nuevo. En este sentido el reciclaje se presenta como una
alternativa para intervenir elementos existentes, los cuales presentan
condiciones de deterioro y vulnerabilidad social, y necesitan de un cambio
significativo, para lo cual se revalora la condición habitable de la
arquitectura y su entorno existente, asumiendo su legado, historia e
identidad, para propiciar en ellos la apropiación social y el vínculo con sus
habitantes. (Linares, 2008)

El reciclaje arquitectonico esta ligado a la flexibilidad espacial, en consecuencia se


vincula al espacio publico, el cual se caracteriza por la dimanica social y convivencia
ciudadana que esta implica, de igual manera el espacio publico se conforma de
elementos espaciales para la poblacion en donde pueden llevar acabo actividades
sociales y culturales.
La capacidad del reciclaje arquitectonico implica nuevas oportunidades, entre ellas el
cambio de paradigma y pensamiento, lo cuallleva a entender la arquitectura vinculada a
su funcion social, considerando que la arquitectura, en efecto el espacio es un servicio a
la sociedad y responde a la necesidades que esta comprende, de este modo la adaptacion
de espacios para nuevos uso, permite al edificio perdurar en el tiempo.

El reciclaje arquitectónico va de la mano con intervenciones al espacio


público en el contexto inmediato de la intervención procurando así, acoplar
el espacio intervenido a las necesidades poblacionales, trayendo beneficios
para la calidad de vida de los ciudadanos, el entorno ambiental y social del
espacio púbico (Rodríguez Valencia & Posada, 2009).

El espacio arquitectónico obsoleto o en desuso se genera debido a la brecha


generacional, entendiendo que ha perdido su funcionalidad por no adaptarse a las
necesidades actuales de la población, es así que mediante el reciclaje se pretende
proveer de un nuevo ciclo de vida a un espacio arquitectónico proporcionando criterios
de flexibilidad, adaptabilidad y sostenibilidad, las cuales traen consigo la posibilidad de
albergar nuevos usos que en efecto satisfacen las necesidades de los ciudadanos.
A lo largo del tiempo se ha derribado y construido edificaciones nuevas sin valorar y
evaluar las consecuencias medioambientales de este accionar, es así que el mercado de
la construcción se ha empeñado en producir obra nueva dejando de lado el reciclaje y la
reutilización de lo existente como posible alternativa de provecho en el rubro
constructivo.
El reciclaje arquitectónico en particular representa un compromiso con el medio
ambiente, en ese sentido se presenta como una posible solución sostenible frente al
excesivo consumo del territorio y al daño medioambiental masivo que se viene dando
en la actualidad, las cuales traen consecuencias devastadoras, asimismo es una
alternativa para aprovechar los recursos disponibles y optimizarlos para emplearlos
nuevamente, adaptándose a necesidades actuales, de tal manera que, mediante estas
acciones, los criterios sostenibles blinden sus posibilidades y refuercen la consciencia
ambiental.
La arquitectura ha conseguido transformar la imagen de la ciudad y dar un
nuevo significado a áreas en desuso o sin coherencia con su entorno por
medio del reciclaje de edificios. Además de propiciar un avance en la ciudad
reduce el impacto al medio ambiente por la construcción de nuevos
edificios. (Cáceres E, 2017)
Es necesario aproximar la arquitectura a la sociedad y sus necesidades, entender al
usuario como parte fundamental de la arquitectura y eje principal de nuevas formas de
uso. Puesto que mediante el ciudadano se identifican hábitos y costumbres sociales
propios de una sociedad, lo cual conlleva a pensar de manera óptima la estrategia de
satisfacción a dichas necesidades, es por ello que la participación ciudadana en aspectos
urbanos como el diseño de la ciudad y el espacio público es imprescindible

El reciclaje arquitectónico observa y comprende la lógica de lo preexistente,


involucra a los ciudadanos como actores del desarrollo, y busca de forma
integral soluciones a los problemas (Arteaga Arredondo & Escallón Gartner,
2012).

El usuario es un componente fundamental, va más a allá de identificar sus necesidades,


implica incluirlo activamente en dicho proceso, a través de la cooperación y
participación ciudadana, puesto que mediante la participación activa los ciudadanos
pueden valorar la calidad y cualidad espacial, y en consecuencia generar identidad. Por
consiguiente, el usuario puede ser un agente muy activo tanto en el desarrollo como en
el manejo del espacio, brindándole la opción de apropiarse del espacio a su manera, en
efecto puede llegar a ser el responsable de que la arquitectura perdure y no desaparezca
con el pasar del tiempo.
El éxito de las intervenciones se ve directamente influido por la componente
participativa, tal se vio evidenciado en el proyecto de Bo Bardi, vecinos y
residentes estuvieron involucrados en un proceso de participación donde se
identificaron sus necesidades, sus deseos para la fábrica y lo que esperaban
del lugar. Todo ello favorece un mayor grado de aceptación al cambio
(Chacón Linares, 2013) y de ello deviene el generar un sentido de
pertenencia y de apropiación de la población con el nuevo uso de la
intervención.

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