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LA MUERTE DE CRISTO

La muerte no es solo una manifestación del pecado. La muerte es también


manifestación de nuestro conmorir con Cristo, la culminación de la apropiación,
por parte nuestra, de su muerte redentora. ¿Cómo puede ser esto la muerte? Es lo
que se explica desde las páginas 63 a la 75 afirmando como la muerte misma de
Cristo, como hecho que transforma la muerte para el que cree y ama en algo
completamente distinto de lo que sería y es para el que no «muere en el
Señor».

1. Encarnación y muerte: el Verbo de Dios se hizo del todo semejante a


nosotros, menos en el pecado, también se hace semejante a nosotros en la muerte.
Cristo muere nuestra propia muerte, la muerte de nuestra raza caída en Adán. Lo
cual, no quiere decir que su muerte sea en todos sus aspectos existenciales igual a
la nuestra. La Escritura liga la muerte de Cristo con su bajada a los infiernos, que
era considerado como parte esencial de la muerte de todos los hombres, antes de
la encarnación del Verbo. La semejanza entre la muerte de Cristo y la del hombre
caído no se reduce solo a un dato empírico e histórico, sino en su valor redentor.

2. la doctrina teológica de la redención: el autor desarrolla deficiencias


explicativas que engloben la totalidad de la muerte de Cristo. Dice que se hace
hincapié exclusivamente en el aspecto de satisfacción de los actos libres de la
voluntad de Cristo.

Las acciones de la naturaleza humana de Jesús son esencialmente finitas, por


razón de la persona divina, cuya dignidad es infinita, tienen valor infinito. Este
valor infinito de las acciones de Cristo (obediencia, aceptación de la muerte) hace
posible la redención de la humanidad caída, la cual estaba en la imposibilidad de
satisfacer por sus pecados. Pues el pecado de la criatura libre significa una ofensa
infinita de la majestad de Dios, que no puede ser reparada por la satisfacción de
una pura criatura.

La magnitud de la injuria ------- se mide por la dignidad del ofendido=Dios

La importancia moral de la satisfacción------ se mide por la dignidad del que


satisface= El Hijo

La voluntad redentora de Dios y su deseo de devolver al hombre la gracia, a pesar


de la exigencia de una satisfacción condigna, es obra pura de bondad y
misericordia divina, ya que es Dios quien envía al Verbo humanado al mundo.
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3. ¿Por qué la muerte y no otra acción para la redención?: la muerte como
expresión de la encarnación, salvando las diferencias de las muertes de los demás.
La Sagrada Escritura habla de, un sacrificio cruento que supone la muerte de la
víctima; una transformación y reconciliación de la creación entera por la muerte
de Cristo. Habla de una transformación y reconciliación de la creación entera por
la muerte de Cristo.

La doctrina sobre la redención, como satisfacción, deja sin solucionar la cuestión


de porqué hemos sido redimidos precisamente por la muerte de Cristo.

Otra deficiencia explicativa de la doctrina de la redención está en que la acción


redentora de Cristo está más bien centrada en la paciencia y obediencia con que
Cristo acepta el dolor o la causa de la muerte, que en la muerte de Cristo en sí
misma.

4. Significación redentora de la muerte de Cristo: Cristo se hizo de la raza de


Adán caído. Cristo no dio una satisfacción cualquiera por el pecado. Operó y
sufrió precisa y concretamente la muerte que es la aparición, la expresión y
manifestación visible del pecado en el mundo. Esto lo hizo con absoluta libertad y
como acción y manifestación de la gracia que, como vida divinizante de la
humanidad, le conviene necesariamente por razón de su persona divina. Por este
hecho la muerte se convirtió en algo completamente distinto de lo que sería o
hubiera sido en un hombre en que no se dan la pura libertad exenta de toda
flaqueza concupiscente, y la vida de la gracia como derecho propio.

5. La doctrina del descenso de Cristo a los infiernos: no solo es una acción


soteriológica a favor de los hombres que se salvaron antes de la encarnación del
Hijo; también es la expresión bíblica de la identidad esencial de la muerte de
Cristo con las restantes muertes humanas y, por ende, un momento interno de la
muerte del Señor. Es la solidaridad soteriológica llevada hasta las últimas
consecuencias.

El mundo como todo y como espacio del obrar personal de los hombres se ha
hecho otro del que sería si Cristo no hubiera muerto. Se han abierto posibilidades
para el obrar personal de los otros hombres, de naturaleza real ontológica, que no
se hubiera dado sin la muerte del Señor. La muerte de Cristo ha creado una
situación de salud de todos los espíritus que por su corporeidad pertenecen al
mundo.

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