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KUTÍ, LA NIÑA QUE QUERÍA LA LUNA dorado pez del río, ascendió por las escalinatas de oro y las

En el reino vicús, una noche, sobre la florida torre rodeada de enredaderas de flores, hacia la-1-empinada torre.
puentes colgantes y pirámides, la princesa Kutí quedó Con la sola mirada, el rey aterró e hizo salir a todas las
hechizada. doncellas y damas nodrizas.
La Luna parecía un joyero colgando entre las estrellas. La -Hija mía, dime, ¿qué puedo hacer para que no mueras? -
princesa Kutí no pudo evitar un hondo suspiro: Preguntó, de rodillas ante la niña. Se le corrieron dos
  -¡Guau, qué hermosa Luna! -exclamó. Pero, de repente, lo que lágrimas. El Que Nunca Llora, estaba llorando.
fue una alegría en la princesa Kutí, ¡se tornó en tristeza! Kutí no contestó. Sólo miraba fascinada la Luna. Una Luna
Kutí, la niña más engreída del rey, enfermó de nostalgia. Y ahora más bella. La rodeadan estrellas y luceros, ante el
sintió morir. Tanto le gustaba esa Luna que creyó que se gran ventanal. -Pídeme el más caro deseo -insistió el rey-.
moriría si no la tenía como joya suya, entre sus manos. ¡Y ordenaré que se cumpla!
Y dijo: -Quiero la luna. ¡O moriré de pena si no la tengo entre mis -Mi deseo es sencillo, padre -dijo Kutí, suspirando.
manos!
-¿Cuál es? -dijo intrigado el rey-. Me alegrará ver tu gozo
 Y como nadie le hizo caso, su nostalgia se agravó. Y, es
cuando poseas, temblando en tus manos, ese obsequio.
verdad, Kutí fue empeorando tanto que esa misma noche,
-Quiero la Luna... Mírala allá, arriba. ¿No es linda?
entre lágrimas y alta fiebre, estuvo por morir.
  -¿La Luna? -asustado, tragó saliva el rey, saltando como un
 Al día siguiente, justo al atardecer, cuando volvía a salir la
mono que hubiese sido picado por avispa; se puso de pie-.
Luna enorme y redonda sobre los torreones, enjoyando de
¡Es imposible! ¡Imposible! -Quiero la Luna. O muero, padre.
platería y piedras preciosas los jardines y albercas, apareció
 -Pero, ¿por qué la Luna? ¡Es inalcanzable!
el rey muy preocupado.
 -¡Quiero la Luna! ¡Sólo la Luna! -Kutí, acostumbrada a ver
Era Yoveraqué, Gran General de Guerreros, el que Nunca
consentidos todos sus caprichos, no entendía por qué su
suplica Ni Se Rinde, el Siempre Bien Admirado, y el de los
padre, el hombre más temido, sabio y poderoso del Reino
Grande Ojos de Jaguar ante quien todos se arrodillan y
Vicús, hablaba de imposibles. El rey, pensativo, calló.
humillan. Y era cierto, Kutí, entre todas sus quinientas
La princesa Kutí se puso a sollozar sobre su almohada de
setenta y seis hijas, por ser la última, era la favorita y la más
plumas de garza rosada. Entonces, en lágrimas, dijo:
engreída.
-No comprendo cómo las nodrizas ni tú, poderoso padre,
Y el rey no podía soportar más la pena. Apenas se enteró de
siendo mayores, inteligentes, no pueden cumplir con mi
su mal apresuró sus pasos y, veloz como jabalina arrojada al
deseo. ¡Si es tan sencillo! ¡Sólo pido la Luna! ¡Quiero para mí -¡No quiero oír eso! -baladró molesto el rey
la Luna! Yoveraqué-  Quiero una respuesta sabia. Para mi hija todo
El rey agilizó sus pies de venado de monte, y corrió a es posible. Nunca la defraudé. Tampoco quiero que muera.
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llamar a sus siete sabios. -2- 
Si ella muere, ¡ustedes pierden la cabeza! ¡Y largo de aquí! -
Estos se reunieron en el acto.
y, seguido, dijo-.  ¡Llamen a los Ministros! ¡Quiero impartir
El rey Yoveraqué, imperturbable, les dijo
una orden!Los Ministros llegaron, volvieron a besarle los
  -No deseo azotarlos. Ni cortarles la cabeza. Pero, quiero
pies.
para mi hija el más caro deseo.
 Los siete sabios, de rodillas, sin ofrecer la espalda al rey, se
  -Jamás te hemos fallado, mi señor. Hemos cumplido siempre
retiraron para seguir la sabia discusión.
tus más delicados caprichos -dijo el más sabio de los sabios.
 -Digan a todos los hombres del pueblo -dijo el rey
   -Espero que hoy también se cumplan.
Yoveraqué-, que quien baje la Luna, ¡será dichoso! Le daré la
   -Ordena, oh, señor de señores.  -Es solicitud de mi hija Kutí.
mitad de mi reino. ¡Muchas riquezas! Y si aquel es joven y
-¿Qué desea?  -Quiere la Luna. Les ordeno que bajen la Luna
soltero, le daré por esposa a mi hija cuando esté en edad de
para ella. ¡O muere! -¿La Luna?  ¡Jamás! ¡Nadie ha logrado
matrimonio.
bajar la Luna! ¡Ni llegar a ella!
La noticia se difundió como vuelo de picaflor asustado,
 -¡La cabeza de cada uno de ustedes está en juego! No quiero
maravillando a todos.
ordenar que se las arranchen. ¡Hagan lo imposible! Reúnanse
La luz del ingenio creador iluminó el corazón de los más
en Congreso. Discutan. ¡Son ustedes los sabios! Pero, ¡bajen
sabios y jóvenes artistas del reino. Y el cerebro de todos
la Luna! ¡Quiero la Luna para la princesa Kutí, mi hija!
maquinó al máximo su mejor astucia deseando construir la
-Pero, oh, mi gran señor, ¿quién podría? ¿Cómo bajar la
ingeniosa máquina que lograse alcanzar y bajar la encendida
Luna? -¡Largo! -dijo el de los ojos de jaguar, furioso-. ¡No me
Luna.
repliquen! ¡Piensen! Tienen una hora para decidir.
 Pronto se vio por todas las plazas y calles que se
Yo aquí, espero la solución.
empezaban a construir los aparatos más increíbles e
Los siete sabios discutieron, planificaron, hicieron cálculos
inverosímiles para lograr el más loco propósito. ¡Tratar de
matemáticos. Luego se acercaron al rey Yoveraqué, humildes,
apresar la Luna! ¡Enjaularla! ¡Cogerla con unas lianas!
a besarle sus pies; y dijo el más sabio de los sabios:
 Hubo quien hizo la escalera más alta, con diez mil peldaños.
-¡Señor, es imposible! ¡No hay vara de carrizo que llegue tan
 A la escalera se la veía que crecía y subía y crecía más y
lejos! ¡Ni iguana alada que llegue hasta allí! ¡Es imposible
subía, caracoleando entre las nubes, sobre los árboles. Con
hacer un puente de mariposas hasta la luna!
un hombrecito que la escalaba y escalaba; pero que de Pero la Luna, indiferente, no descendía de su sagrado palacio.
pronto caía, desde lo más alto, como un mosquito sin alas,  Por último, otro mago suplicó a un Arco Iris que esplendía
hacia el lejano mar. ufano y multicolor en el cielo:
 Otros alzaron un gran andamio, tiraban jabalinas tratando  -¡Arco Iris, deja que suba a tu florida cumbre, y que pueda
de arponear la Luna y atraerla, ¡pero, nada! ¡Hasta que yo bajar la Luna para Kutí, la princesa! Todos elogiarán tus
andamio y jabalinero caían y se enredaban entre las nubes! colores bellos y tu delicada nobleza.
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 Pero el Arco Iris, al oír esto, se turbó de timidez y en el
 Y hasta hubo un mago que, teniendo amaestradas a cinco
acto desapareció, avergonzado por tanto halago.     
arañitas, les ordenó hacer un puente tejido en finos hilos de
Los siete sabios volvieron ante el rey Yoveraqué, le traían
plata. Y, en seguida, ordenó a un picaflor para que en su pico
una nueva propuesta. El rey los escuchó sin mucho interés,
llevase ese puente hacia la Luna y pueda ella por ahí resbalar
siempre molesto y afligido.
y caer a tierra. El picaflor entonces voló y voló llevando en su
El más sabio de los siete sabios, dijo:
pico tan delicado puente de hilos de plata. Pero dicen que se
-Oh, Señor, le podríamos ofrecer a Kutí, la princesa, diez
extravió en la noche por un viento de luceros y que tampoco
mil picaflores en una jaula. -No –dijo el rey-. ¡No quiere
alcanzó la Luna. (¿Por eso sería que en cada noche de
eso!
estrellas algunos ven a un picaflor llevando en el pico un
-Le podríamos traer cinco mil vicuñas, de las más finas; tres
puente de plata, congelado, como un pajarito arco iris, en
mil pavos reales, ocho mil papagayos, un millón de mariposas,
alguna constelación?)  
cien mil monitos de ojos azules… ¡Cien chinos!
Pero, ¿y la Luna? Nada. Nadie podía alcanzarla.
-¡No! ¡No! ¡No! –dijo el rey, a punto de llorar-. ¡No quiere
Otros, los poetas, los músicos, los pintores, con cierta
eso!
astucia la llamaban:
-Mil gallitos de las rocas con las colas hechas cascadas de
 -¡Luuunaaa! ¡Luuuniiitaaa! Linda, preciosa, ¡baja y ven! Te
diamantes y flores. Cincuenta osos de anteojos únicos en el
acariciaremos. Te engreiremos. Te rodearemos de flores. Te
universo. Trescientas mil pavitas de ala blanca...
brindaremos sacrificios. Te rociaremos con perfumes. ¡Ven...
-No –dijo el rey
  Y otros:
-Podríamos hacerle cien días de fiesta de risa y alegría. Con
 -¡Lunita, baja aquí, a mis manos! Adornarás el palacio de Kutí,
acróbatas. Con pirománticos. Con cien magos donde rían
la princesa. ¡Te adorará como a divinidad que eres!
todos los niños de esta gran nación Vicús.
 -¡Luna, y te hará jugar con monitos! ¡Con osos! ¡Con pumas
amaestrados y con venaditos!
-No. Tampoco. ¡Jamás! Conozco a Kutí. Es una niña como -¿Una rana? -¡Una miserable rana! –rugió el rey,
todas las niñas. Engreída, caprichosa. Quiere la Luna. ¡La furioso-. ¡Búsquenla! ¡Tráiganla!
Luna! ¡Bájenme la Luna! -Pero, mi señor, ¿traer una rana? –se asustó un ministro.
El rey Yoveraqué se levantó de su asiento de pieles de -¡Quiero a la rana que dijo que podía bajar la Luna! –remarcó
vicuña y mantos con pluma de garza rosada; los siete sabios el rey-. No es una rana cualquiera. ¡La quiero aquí, ahora mismo!
huyeron. Asustados, veloces como abejorros alborotados, los
El rey, enfermo de pena, salió al jardín de su palacio. Gritó, ministros revolaron hacia la alberca, con ropa y todo se
de dolor: hundieron sigilosos en el pantano. Hasta que oyeron:
-¡Quiero la Luna! ¿Quién puede bajar la Luna para Kutí, mi -¡Yo puedo bajar la Luna! ¡Yo puedo bajar la Luna! –era una
niña? ¡No quiero que muera! Oh, no, no. rana fea, ¡de las más grandes que se haya visto, porque
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tenía cuerpo de persona y era jorobadita- ¡Yo puedo! ¡Yo
Las ranas, los grillos, las chicharras que cantaban por las
puedo!
orillas de la alberca, entre los bejucos y las flores, callaron
Los ministros la atraparon y llevaron ante el rey.
de susto. ¡Nunca había oído de un dios y hombre, una súplica - 7 -

tan dolida! Se conmovieron. Cogiéndola de la nuca con las puntas de los dedos la
El rey se fue a dormir. Asomó la Luna, espléndida, en el arrojaron a los pies del hijo de los dioses, Yoveraqué; éste
centro de un torbellino de estrellas y luceros. habló primero: -¿Es cierto que tú puedes bajar la Luna?
Al rato se escuchó por las orillas de la alberca, de nuevo, el -Depende –dijo el jorobadito con Cara de Rana.
ruido de los grillos y las ranas. Pero, de pronto, entre todas -¿De qué depende? –dijo Yoveraqué. -De quién quiera la
las voces se oyó:-¡Yo puedo bajar la luna! ¡Yo puedo bajar la Luna.
luna! -La quiere Kutí, mi hija.
El rey, que no podía dormir, salió corriendo, llamó a sus -¿Y sabe usted, oh divino señor, qué piensa su hija Kutí de la
ministros: -¿Han oído? Luna?
Los ministros creyeron que el rey deliraba. ¡Tanto era su -Oh, no había reparado en eso.
sufrimiento! -No, mi rey. No hemos oído nada. -Entonces –dijo el hombrecito-. ¿Me permite que yo
-Son las ranas –dijo, afiebrado, el rey-. ¡Hay allí una que converse con su hija? ¡Es posible que ella tenga la solución!
dice que puede bajar la Luna! -¡Increíble! –dijo el rey-. ¡Cómo eres de inteligente, amigo
Los ministros agrandaron los ojos, quedaron perplejos. Jorobadito con Cara de Rana! Tienes razón. Anda, ve y
habla con Kutí, la de los dulces ojos de lorito, mi princesa -¡Cuelgan los aretes, en sus orejas, como chispas de luceros!
engreída. –suspiró Kutí.
El Jorobadito con Cara de Rana se vio con Kutí, la de los -Vuelvo mañana –afirmó el Jorobadito y partió veloz, y
dulces ojos de lorito; dijo ella adelantándose: corrió hacia el orfebre del palacio. Y dio la orden:
-¿Me has traído tú, la Luna? -¡Eh, tú, orfebre! En nombre del rey Yoveraqué, ¡quiero una
-Si me explicas cómo ves tú a la Luna, podré alcanzártela – medalla de oro y plata fina! Yo te indicaré cómo hacerla.
le dijo el jorobadito.    -Bah, batracio asqueroso, ¡vete de aquí! ¡Y no me quites el
-Oh, pero si es tan  fácil –dijo kutí-. ¿Por qué la gente sueño! –protestó el orfebre.
grande nunca me entiende? ¡El rey Yoveraqué te quitará la cabeza si no haces lo que te
-Yo te entiendo –dijo el Jorobadito con Cara de Rana-. digo! –dijo el Jorobadito.
Dime. ¿A qué distancia ves la Luna? El orfebre, aterrado, se puso a trabajar toda la noche con
-Oh! -exclamó la princesa-; pero, ¿tú no la ves aquí, tan el amigo de Kutí.
cerca? Aquí, sobre las ramas altas del lúcumo, ¡ahí sobre sus Al día siguiente, el Jorobadito subió hacia la torre de la
florecitas! princesa ¡y le mostró un bello medallón! ¡Relucía tal como
-¿Tan cerca la ves? -¡Sí! –dijo la niña. Kutí había descrito la luna! Con sus venados y los pájaros
-Bueno –dijo el Jorobadito-. Voy ahora mismo a alcanzarla. sobre los cuernos, el venadito mamando de la madre, el río
Me subo al árbol, la atrapo con una cadenita de oro, y de estrellas de oro y los aretes con florecitas doradas.
mañana por la mañana la tendrás en tus manos. -Oh, pero qué bello obsequio –se iluminó el rostro de Kutí, la
-8- princesa-. ¡Por fin tengo a launa en mis manos!
-Oh, qué bueno eres –dijo la princesa. -Dime algo más –dijo -9-
el Jorobadito con Cara de Rana, agrandando los ojos-. Y, ¡La lograste atrapar! ¡Oh, Jorobadito, eres el más sabio y
¿qué ves en la cara de la luna? ¿Ves lo que yo veo? bueno! Más que todos los ministros de este reino.
-Ah, ¡veo una manada de venados dorados! –suspiró Kutí-. ¡Y El jorobadito, con la Luna forjada en tan precioso medallón,
ahí, una madre venado dando de mamar a su crío! Mientras sujeta con una cadenilla de oro la colocó en el cuello de
los otros venados, con pajaritos sobre los cuernos, beben Kutí; y ella le agradeció con un beso en la mejilla y fue la
agua en un río de diamantes y estrellas de oro fino. Y, niña más feliz. ¡Por fin tenía a su Luna amada!
también ahí veo, ¡los aretes de la luna!, ¿los ves tú? -Sí – Tanto, que sanó de su mal de nostalgia. Y se puso a jugar,
dijo, feliz, el Jorobadito. correr y saltar por los jardines y puentes colgantes del
palacio.
Y Cuando los siete sabios vieron esto, y que el rey -¿Cómo explicas entonces que la Luna haya vuelto a salir en
Yoveraqué ya reía dichoso, llenos de celo y envidia, fueron a el cielo, si yo ayer te la bajé, y hoy la tienes de medallón en
decirle ¡algo que nadie había pensado! tu pecho? –interrogó el Jorobadito.
-¿Y cuando vuelva a salir la Luna y, Kutí, tu hija, la vea de -¡Qué tonto eres! –rió la princesa-. La respuesta es fácil.
nuevo en el cielo? ¿Cuánto será su desencanto? ¡Dirá que la ¿No sabes tú que cuando se me cae un diente, luego me
engañaron! ¡Te odiará a ti y a nosotros! crece otro en el mismo lugar? ¿Las uñas y el cabello no
-Oh ¡es verdad! –lamentó el rey, otra vez afligido-. ¡Llamen vuelven a crecer cuando se cortan? ¡Así la Luna ha vuelto a
de nuevo al Jorobadito con Cara de Rana! –ordenó. renacer en el cielo!
Los siete sabios escaparon para no verse comprometidos en -¡Cierto! ¡Cierto! –aplaudió, feliz, el Jorobadito.
tamaño lío, seguros de recuperar el respeto del rey. -Los mayores siempre hacen problemas por cosas tan
-Ay, amigo –casi lloró el rey ante el jorobadito-. ¡Yo también simples –razonó la niña-. Rara vez nos escuchan, y cuando lo
estoy a punto de morir de pena! hacen: ¡no ponen mucho interés y así muy pocos nos
Y le contó el problema: “¿Qué dirá la princesa Kutí cuando entienden!
descubra que la Luna sigue en el cielo? ¿Se molestará por el -Yo sí te entiendo –dijo el Jorobadito. Y corrió como un
engaño? ¿Cuánto me odiará?” mosquito loco de alegría, con la buena noticia al rey.
-No podría ponerle una venda sobre las pestañas –dijo el El rey hizo apalear a los siete sabios. Quiso hacerles cortar
rey-. ¡Ni arrancarle los ojos! -No te preocupes, oh magnífico la cabeza, pero el Jorobadito rogó que les perdonara,
y divino Yoveraqué –dijo el Jorobadito. porque ya habían aprendido una lección.
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Entonces el rey abrazó al Jorobadito y le rogó: -Oh, lindo
Permite que yo vaya de nuevo donde tu hija y que ella misma
amigo, quédate a vivir aquí. Te daré todas mis joyas. La
resuelva el dilema. -Oh, tampoco había pesando en eso –
mitad de mi reino. Sólo que no puedo prometerte en
suspiró el rey. -Los niños, a veces, son más sabios que los
matrimonio a mi hija porque eres una rana del pantano.
adultos –dijo el Jorobadito-. Tal vez, para ella, el problema no - 11 -
sea un problema. El jorobadito fue y habló con la princesa: -Oh, no. No soy una rana –dijo el Jorobadito con cara de Rana.
-Mira, Kutí, ¡El cielo! ¡Ha vuelto a salir la luna! -Entonces, ¿quién eres? -Un hechizo –dijo el Jorobadito-.
-Sí –dijo Kutí, alegre, chispeándole los ojos de lorito-. Ha La maldición de una bruja cruel, enamorada de mí. ¡Al ver
vuelto, ¡y está más linda que nunca! que yo no la amaba, me transformó así! ¡Nunca volveré a ser
el hombre que fui! -Yo te ayudaré –dijo el rey, indignado, y
ordenó enseguida-: ¡Quiero a todas las hechiceras de Vicús
en mi palacio! Que las quemen una por una hasta que confiesen
quién te hizo el daño.
Apresaron a todas las brujas. Apenas se supo lo que se
proponía el rey, ¡Todas las harpías señalaron a la hechicera
malvada!
El rey ordenó que transforme al Jorobadito a su imagen
natural. Y así se hizo. El Jorobadito había sido un niño
campesino de los más pobres. El rey, conmovido, dijo:
-Oh, hijo mío, ¡te casarás con Kutí, mi preciosa niña!
Dejarás esos harapos y serás un príncipe desde hoy. ¡Es un
premio a tu sabiduría!
Kutí y el niño, ahora príncipe, se cogieron de la mano. Y Kutí
besó su mejilla.
-Y, ustedes, brujas ¡Fuera! -ordenó el rey-. ¡Vuelven, vuelen!
Las brujas se transformaron en mariposas de todos los
colores y se fueron.
Años después, Kutí y el joven príncipe, se casaron en el
Sagrado Templo de la Luna.
La bruja que había sido mala, a quién se le perdonó la vida,
en agradecimiento obsequió a los novios recién casados una
alfombra voladora hecha de plumas de colibrí y de
mariposas encantadas.
-12- Fin.

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