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ISSN 0254-9220

Nº 38 2013
Debates en Sociología
N° 38, 2013
Revista del Departamento de Ciencias Sociales
Pontificia Universidad Católica del Perú

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La revista Debates en Sociología es una publicación anual editada desde 1977 por el Departamento
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Temática: La revista publica resultados de investigaciones sociológicas, así como ensayos y dis-
cusiones teóricas, principalmente sobre la realidad social peruana y latinoamericana. También se
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Tiraje: 200 ejemplares, marzo 2014
Impreso en el Perú – Printed in Peru
Contenido

Investigaciones
Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del
movimiento cocalero en el Perú
Nicolás Zevallos y Jaris Mujica 5

Prostitución: permitida y estigmatizada. Perspectivas discursivas a partir de


las historias de vida de seis mujeres que se prostituyen en El Trocadero
Sharon Gorenstein 29

Entre la abundancia y la escasez de agua: discursos, poder y biocombustibles


en Piura, Perú
Patricia Urteaga Crovetto 55

Ensayos
El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder
de Manuel Castells
Esteban Torres 81

¿Cómo explicar la campaña por revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana,


Susana Villarán? Una hipótesis sobre el poder y la política en la capital
Omar Cavero Cornejo 108

Reseñas
Sampson, Robert (2012). Great American City: Chicago and the Enduring
Neighborhood Effect. Chicago – Londres: The University of Chicago Press.
Omar Pereyra 129

Angosto Ferrández, Luis Fernando y Sabine Kradolfer (eds.) (2012).


Everlasting Countdowns. Race, Ethnicity and National Censuses in Latin
American States. Newcastle upon Tyne: Cambridge Scholars Publishing,
Tania Vásquez Luque 133

Drinot, Paulo (2011). The Allure of Labor. Workers, Race and the Making of
the Peruvian State. Durham y Londres: Duke University Press.
Miguel F. Canessa Montejo 137

Indicaciones para los autores 141


Debates en Sociología N° 38, 2013, pp. 5-28
ISSN 0254-9220

Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación


política del movimiento cocalero en el Perú

Nicolás Zevallos* y Jaris Mujica**

* Doctorando en Ciencia Política, magíster en Ciencia Política y bachiller en Derecho por la Ponti-
ficia Universidad Católica del Perú. Investigador principal del Laboratorio de Criminología Social y
Estudios sobre la Violencia – CISEPA PUCP. Correo-e: nzevallos@pucp.pe
** Candidato a doctor en Ciencia Política, Magíster en Ciencia Política y licenciado en Antropología
por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Investigador principal del Laboratorio de Crimino-
logía Social y Estudios sobre la Violencia – CISEPA PUCP. Correo-e: jmujica@pucp.edu.pe
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento


cocalero en el Perú
Resumen
En Perú, el movimiento cocalero surgió como una respuesta a la postura del Estado en contra de la
proliferación de cultivos ilícitos de hoja de coca. Para defender este producto, ha recurrido principal-
mente a tres tipos de organizaciones para la intermediación política: los grupos de presión a través del
gremio cocalero, partidos políticos y los grupos insurgentes. Este artículo muestra que, en el ejercicio
de esta intermediación, estos tres actores despliegan discursos y prácticas muchas veces contradicto-
rias, forjando la estructura coyuntural y permeable del movimiento, de acuerdo con el ámbito político
en el que el movimiento requiere desplazarse para defender el cultivo de la hoja de coca.
Palabras clave: movimientos sociales, organizaciones políticas, cultivos ilícitos, políticas antidrogas,
Perú, hoja de coca.

Consideration about the tensions within the political intermediation of Coca Leaf
Producers Movement in Peru
Abstract
In Peru, the coca growers’ movement emerged as a response to the State stance against the prolif-
eration of illicit cultivation of coca leaf. To defend this product, this social movement has appealed
mainly to three kinds of actors: pressure groups, political parties and insurgent groups. This article
points that, in the exercise of this intermediation, these three actors deploy contradictory discourses
and practices, according to the political arenas in which the movement requires navigate to defend the
cultivation of the coca leaf.
Keywords: social movements, political organizations, ilicit crops, antidrugs policies, Peru, coca leaf.

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Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

La racionalidad de las políticas públicas es una de las formas posibles para dar
cuenta del significado de un problema público y para establecer las relaciones para
resolverlo, mas no es la única (Arellano, 1996, p.  333). En los espacios locales
y en el seno de la formación de colectividades existen otras maneras de abordar
los problemas; que no necesariamente buscan la eficiencia y maximización de los
recursos, a diferencia de la mirada impresa en la estructura formal de las políticas
públicas (Segura, 2009). Esa tensión de aproximaciones implica que actores con
racionalidades diferentes a la estatal se movilicen (O´Donnell y Ozlak, 1981,
pp. 115-116), y evidencien los rasgos de escenarios políticos heterogéneos respecto
a intereses y objetivos (Medellín, 1997). Entre las diversas formas en que se
disponen las tensiones respecto al Estado se encuentran los movimientos sociales. El
comportamiento de estos actores tiende a modificar el panorama de las relaciones
sociales, afectando el universo y la jerarquización de los problemas públicos.
(O´Donnell y Ozlak, 1981, p. 110).
Un movimiento social está constituido por redes de grupos e individuos que
comparten una «identidad colectiva» y cuyo objetivo es tratar de «prevenir, alcanzar
o resistir un cambio social» (Kolb, 2000, p. 19). Para algunos la existencia de un
movimiento social requiere i) un sentido de solidaridad fuertemente enraizado,
ii)  identidad colectiva y iii) oportunidad política (Tarrow, citado por Van Dun,
2009, p. 214). Desde la mirada de los nuevos movimientos sociales (Touraine, 1999),
para que un movimiento social exista y subsista se requiere una oposición al orden
imperante desde una serie de valores esenciales para un conjunto de la sociedad
(Meyer, 2004, p.  134). Así, un movimiento social devendría en un conjunto de
redes de grupos e individuos caracterizados por su sentido de solidaridad e identidad
colectiva, que se movilizan en tensión a la institucionalidad de una postura estatal
ante un problema público, por considerar que representa un orden imperante
diferente a sus valores (u objetivos).
Existe una relación bidireccional entre las políticas públicas y los movimientos
sociales (Özen y Özen, 2010, p. 36). Junto a que la toma de postura del Estado
puede generar movilización social, esta última puede influenciar en los contenidos
de las políticas públicas. De esta manera, si un movimiento social se siente efectiva
o potencialmente afectado por determinada política, puede apostar por movilizarse
a fin de resistir el impacto negativo o promover un impacto positivo de la misma.
Esta movilización sienta sus bases en la existencia de racionalidades distintas para
abordar un mismo problema público: una forma estatal, marcada por la necesidad
de efectividad en el cumplimiento de metas burocráticas y administrativas, acotada
por la disponibilidad de recursos públicos; otra forma que responde a la proliferación
del descontento ante el orden imperante que representa la toma de posición del
Estado (Jenkins y Perrow, 1977, p. 250).

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

La racionalidad que el Estado plasma en su institucionalidad no es solo cues-


tionada en el fondo, sino también en términos de la forma en que se encuentra
estructurada (Kolb, 2000, p. 19). Así, los movimientos sociales —y en este caso
el movimiento cocalero en el Perú— representan retos organizados que usan un
amplio rango de tácticas y estrategias dentro o fuera de la política formal, a fin
de lograr sus propios objetivos, por lo que puede apelar a tácticas que pueden ser
o no legales o institucionalizadas (Meyer, 2003, p. 30). ¿Qué es lo relevante? Esta
movilización social generada en tensión a una postura estatal, puede oscilar entre la
legalidad y la ilegalidad, a fin de defender valores e intereses. Lo particular en ello es
que se llegue a recurrir a estas estrategias de manera simultánea, aun cuando en deter-
minados escenarios pueda resultar contradictorio (Arellano, 1996, p. 326).
Para concretar tales estrategias, los movimientos sociales recurren a las organiza-
ciones y actores que los integran, en tanto se trata de organizaciones operativamente
diferenciadas del movimiento (Tilly, 1993). Así, si bien los movimientos sociales se
reconocen como estructuras de intermediación, no siempre tienen por sí mismos el
poder suficiente para participar formal e informalmente en, por ejemplo, los pro-
cesos de estructuración de políticas públicas (Özen y Özen, 2010, p. 33). Así, en
ciertos casos el movimiento social no existe por sí mismo sino por medio de las
redes de organizaciones que lo componen (y que las intermedian ante otras arenas).
Si bien puede resultar común señalar que un movimiento social se moviliza a favor
o en contra de alguna medida que afecte sus intereses, tal movilización se hace ope-
rativamente efectiva a través de alguna organización, por ejemplo, un gremio o
alguna organización social de base.
En ese horizonte debe considerarse que la participación en las arenas políticas
donde se discute tanto la postura estatal como su traducción en políticas públicas, es
restrictiva, encontrándose abierta solo para que determinadas organizaciones logren
integrarse en el sistema de presión que influye en la formulación de políticas. Así,
cada arena política está marcada por reglas y recursos que canalizan determinado
tipo de acciones (Jasper, 2002, p. 5). Cada arena habrá de asimilar tipos de acción
diferenciada, dando cabida a su vez a formas de organización diferentes. Estas orga-
nizaciones abordarán los problemas de acuerdo a los criterios específicos de su
campo de acción (Lorenc, 2005). Por ello, el movimiento social requiere construir
alianzas políticas (formales o no) con organizaciones capaces de moverse ya sea dentro
o fuera del margen legal e institucional (intermediación), a fin de que sus reclamos se
hagan visibles con algo de éxito (Giugni y Passy, 1998). Ocurre así que, cuando las
arenas legales no tengan capacidad de resolver los conflictos en torno a una política,
se generarán alternativas extra institucionales y extralegales (Medellín, 1997).
Por lo tanto, para el caso del movimiento cocalero, se propone comprender la
intermediación desde tres tipos de organizaciones, encontrando que cada una de estas

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Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

responde a una arena política particular. Cuando se trate de la intermediación de los


intereses del movimiento social en la arena de la representación política en la toma
de decisiones, serán los partidos políticos quienes deban asimilar sus propuestas,
por ejemplo, en sus plataformas electorales. Cuando se trate de generar presión
pública, arena menos institucionalizada que la anterior, serán las organizaciones
gremiales en tanto grupos de presión quienes asuman estos intereses en sus acciones
de protesta. En los extremos en los que el movimiento social sea intermediado por
grupos insurgentes en el margen de arenas extralegales, el direccionamiento de sus
actos violentistas estará relacionado con los intereses del colectivo. Este último tipo
de intermediación extralegal y extrainstitucional ocurre aun cuando el recurso de la
violencia es uno de los principales peligros que amenazan la formación de los nuevos
movimientos sociales (Touraine, 1999). El movimiento social puede recurrir simul-
tánea o alternativamente a estas diferentes arenas, requiriendo la intermediación de
diferentes organizaciones, de acuerdo a la conveniencia de los resultados que logre
conseguir en cada una de estas (Jasper, 2002, p. 5).
Este artículo explora la manera en que se expresan aquellas tensiones en el ejer-
cicio de la intermediación política para la defensa del cultivo de hoja de coca durante
la primera década de este siglo, y a partir de tres actores (que no son los únicos,
pero sí los más evidentes). Se parte de la premisa que, de acuerdo a la arena en
la que el movimiento cocalero (como estructura con núcleos claros, pero bordes
difusos) requiera desplegarse, habrá de recurrir a una organización con objetivos
particulares, que puede llegar a perseguir objetivos diferentes a los de las otras orga-
nizaciones que también interceden por el movimiento.
Para ello, se ha recolectado información en dos de las principales zonas de pro-
ducción cocalera, donde tienen lugar esta intermediación: el Alto Huallaga, en la
zona nororiental del Perú y en el valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE), en la
zona centro sur del país1. Cabe precisar que el objetivo de este recojo no tiene prin-
cipalmente un propósito comparativo, siguiéndose como criterio para la selección
de estas zonas la disponibilidad de información dado el importante desarrollo que
ha tenido el movimiento cocalero en estos tres territorios. Para realizar el análisis,
se ha recurrido a un enfoque cualitativo del fenómeno, de manera que junto a
la revisión documental y de bases de datos, se han aplicado entrevistas a actores
clave (especialistas, agricultores cocaleros y excocaleros, técnicos responsables de
proyectos de control de cultivos), así como observaciones de campo no sistemáticas.

1
La información de terreno ha sido recogida por Nicolás Zevallos y su equipo de campo entre 2010
y 2012, y procesada por el equipo del Laboratorio de Criminología Social entre 2012 y 2013.

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

1. Las organizaciones intermediarias y su relación con la formación


del movimiento cocalero en el Perú

La toma de posición del Estado frente a la proliferación de los cultivos de hoja


de coca ha sido crucial en la emergencia del movimiento cocalero en el Perú y
ha generado espacios de coalición que producen identidades por oposición a las
políticas estatales (Meyer, 2004, p. 140). En esta línea, el «movimiento cocalero»
puede comprenderse como un «movimiento social» que organiza esfuerzos para
oponerse a políticas que, desde su perspectiva, corresponden a estructuras sociales
y económicas opresivas (Petras y Veltmeyer, 2006, p. 33). Ese movimiento surge
no solo por la política específica, sino por la proliferación del descontento que se
genera en un sector de la población debido a que implica un cambio percibido de
manera negativa para su forma de vida (Jenkins y Perrow, 1977, p. 250). Si bien
existen diversos detonantes para la movilización, su estructura como movimiento
responde a la toma de posición del Estado sobre los medios a los que recurren para
su subsistencia.
Estos elementos permiten entender por qué el movimiento cocalero emerge en
zonas donde la proliferación de este cultivo formó parte neurálgica de la formación
de la comunidad2. La erradicación forzada ha sido desde un inicio, y especialmente
luego del conflicto armado interno, el principal motivo por el que se organizaban las
movilizaciones. Sin embargo, este ha sido solo un primer incentivo para la movili-
zación, ya que posteriormente el movimiento integró nuevas demandas y logrò que
la identidad cocalera se forme en torno a un sentido de exclusión (Van Dun, 2009,
pp. 191-197). Estas propuestas han variado con los años, aceptándose incluso la
reducción gradual y concertada de las áreas cultivadas o solicitándose la ampliación
de los programas de desarrollo alternativo (Bebbington et al., 2008).

2
En el Alto Huallaga, la hoja de coca no ha sido simplemente un producto agrícola, sino la protago-
nista y dinamizadora de un proyecto histórico de colonización del territorio nororiental. El boom de la
coca entre 1970 y 1990 significó un importante cambio de rumbo para el valle del Alto Huallaga. Tan
solo en el departamento de Huánuco la coca pasó de ocupar 2460 ha en 1972 a 28 800 has en 1985
(Van Dun 2009, p. 90). Para 1990, los cultivos llegaron a 210 000 ha a nivel nacional (UNODC,
2010). Este crecimiento respondía al asentamiento de traficantes internacionales, que luego dieron
espacio a traficantes peruanos. Con este crecimiento, también cambió la forma en que se distribuía el
cultivo, pues si para fines de la década de 1970 el 54% se encontraba en el Cusco y el 24% en el de
Huánuco, para inicios de la década de 1980, la participación del Cusco cayó a 13%, concentrándose el
36% en Huánuco y el 45% en San Martín (CVR, 2003). Desde 1991 la extensión de cultivos empezó
a reducirse, pero es a partir de 1995 que, con el corte del puente aéreo entre Perú y Colombia y la
consecuente caída de los precios de la hoja de coca, la extensión de los cultivos se redujo hasta llegar
a 38 000 en 1999, el punto más bajo de los últimos treinta años. Desde el año 2000, los cultivos han
vuelto a crecer nuevamente, hasta alcanzar las 62 500 ha en 2011 (UNODC, 2012).

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Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

Con el tiempo, el movimiento cocalero ha desarrollado ciertas características


(Bebbington et al., 2008). En primer lugar, es poco común encontrar que el movi-
miento cocalero articule agendas nucleares con otros movimientos sociales pues,
aun cuando pueda vinculárseles al movimiento agrario o llegue a integrar pro-
puestas semejantes, sus organizaciones suelen ser independientes y mantener una
dinámica propia. Esto está vinculado a un segundo elemento, dado que se trata
de la defensa de un producto ilícito, llevando a que otras instancias de la sociedad
civil marquen relativa distancia. En tercer lugar, se trata de un movimiento capaz
de tomar medidas radicales, aun cuando dicha perspectiva no tenga necesariamente
una proyección ideológica determinada. En cierta medida, estas características no
solo han mermado en algún momento la identificación del movimiento cocalero,
sino que han permeado otro elemento: la relación con organizaciones intermediarias
(Tilly, 1993).
Los movimientos sociales tienden a estar envueltos en un campo multiorganiza-
cional, definido por las organizaciones con las que el movimiento puede establecer
vínculos específicos (intermediaciones). Estas organizaciones brindan al movi-
miento una serie de recursos que le permite proyectar sus intereses en diferentes
arenas (Klandersman, citado por Kolb, 2000, p. 35). Desde su surgimiento hasta
la actualidad, el movimiento cocalero ha logrado constituir relaciones sustancial-
mente con tres tipos de organizaciones que le han permitido intervenir de diferente
manera en el espacio público: las organizaciones gremiales, los partidos políticos
y, en el extremo más violento, los grupos insurgentes. Para el caso concreto, las
organizaciones gremiales le han permitido al movimiento cocalero contar con
interlocutores para ejercer presión pública, principalmente ante el gobierno central
(Bebbington et al., 2008). Los partidos políticos han permitido que sus principales
dirigentes intenten suerte en procesos electorales locales, regionales y nacionales
con relativo éxito, a fin de insertarse en la conducción del Estado a diversos niveles.
Finalmente, Sendero Luminoso como grupo insurgente, tanto en el Alto Huallaga
como en el VRAE, ha servido como fuerza armada para resistir (tanto simbólica
como militarmente) a los operativos de erradicación forzosa.

2. La construcción de espacios de relación del movimiento cocalero


con las organizaciones intermediarias

El tránsito del movimiento cocalero da cuenta de los espacios donde se ha ido


construyendo progresivamente la intermediación con las tres organizaciones
políticas estudiadas. En la génesis del movimiento se encuentran los gremios. Si
bien desde la década de 1950 existían ya organizaciones de productores cocaleros
(como la Federación Provincial de Campesinos de La Convención, Yanatile y Lares

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

—Fepcacyl— fundada en 1950), la primera referencia de resistencia a la política


estatal frente a los cultivos de hoja de coca data de 1964, cuando se crea el Comité
de Productores de Coca de Tingo María, frente a la promulgación del decreto
supremo 245, que delimitaba las zonas autorizadas para la producción autorizada y
determinaba plazos para que los agricultores transiten hacia otros cultivos alterna-
tivos a la hoja de coca.
En 1978, con la promulgación de la ley 22095 de Represión del Tráfico Ilí-
cito de Drogas, se declaraba la guerra al cultivo ilegal. En ese marco, entre fines
de 1979 e inicios de 1980, tuvieron lugar los dos primeros grandes operativos de
erradicación Mar Verde I y Mar Verde II, siendo la primera vez que más de 1500
sinchis, efectivos de la marina y agentes de la Administración para el Control de
Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) ocuparon Tingo María. Como respuesta a
estas acciones, surgió el Comité Regional de Productores de Coca de la provincia
de Leoncio Prado, quienes desarrollaron los primeros grandes paros entre 1979 y
1982 (CVR, 2003).
Han sido varias las organizaciones gremiales que han asumido el protagonismo
público en nombre del movimiento cocalero (CVR, 2003), y son diversas la razones
que han hecho difícil articular de manera sostenida una organización nacional
que les permita dialogar con el gobierno central. En primer lugar, algunos gre-
mios estaban más preocupados por la defensa local de sus intereses: por ejemplo,
Fepcacyl ubicado en La Convención y Lares en el Cusco, al integrar a agricultores
lícitos son resistentes a coordinar con otras agremiaciones que consideran vincu-
ladas al narcotráfico, por lo que prefieren concentrar su atención en su interacción
con la Empresa Nacional de la Coca (Enaco) (Durand, 2005, p. 119).
Si bien en algún momento la Central Nacional de Cocaleros del Perú (Cenacop)
intentó articular nacionalmente a los gremios de productores, fue recién en el 2003
que la Confederación Nacional de Productores Agropecuarios de las Cuencas Coca-
leras del Perú (Conpaccp) logró integrar los intereses de la mayor parte de los
agricultores organizados de las zonas productivas. La Conpaccp constituyó una
organización paraguas que se vio fortalecida por el recrudecimiento de la erradica-
ción (Van Dun, 2009, p. 205). Sin embargo, no estuvo libre de dificultades desde
su creación debido a la poca organización de sus bases locales, pero principalmente
por las diferencias regionales y culturales de sus integrantes, así como por el prota-
gonismo de sus líderes nacionales.
Parte de las dificultades asociadas al protagonismo de sus líderes nacionales se
enmarca en el relacionamiento con partidos políticos, siendo estos, sin embargo,
los que tienen una aparición más tardía en la evolución del movimiento social.
Así como se tejieron relaciones con organizaciones gremiales, los partidos polí-
ticos también han jugado un rol importante, entendiendo que si un movimiento

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Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

social puede ganar acceso institucional al proceso de políticas, tiene mayor opor-
tunidad para lograr un cambio en las mismas (Kolb, 2000, p.  65). Los partidos
políticos ofrecen la posibilidad de participar de las decisiones del gobierno (Burs-
tein y Linton, 2002, p. 385), y para lograr el acceso institucional, el movimiento
cocalero optó por varios caminos (ante la ausencia de un partido cocalero). Por
ejemplo, los principales dirigentes de la Conpaccp al ver que, a pesar de sus movi-
lizaciones, no lograban frenar la implementación de las estrategias de control de
cultivos, especialmente de la erradicación, optaron por la participación partidaria
(Van Dun, 2009, p. 286).
Algunos dirigentes buscaron insertarse en la política nacional, a través de can-
didaturas al Legislativo. Los cocaleros del Alto Huallaga establecieron alianzas con
el Partido Nacionalista del Perú liderado por el candidato Ollanta Humala, quien
llevó en su lista parlamentaria a las dirigentas Elsa Malpartida y Nancy Obregón en
el período 2006-2011. El objetivo de estas era, desde el Parlamento, «acabar con
las acciones de erradicación». Ahora, si bien lograron ser elegidas representantes, no
pudieron contar con el apoyo de su bancada para llevar adelante una reforma legis-
lativa que les permitiera frenar las acciones de control e interdicción (Bebbington et
al., 2008). Otros dirigentes apuntaron a copar los espacios locales, aprovechando el
soporte del movimiento, a fin de promover desde ahí la protección de los cultivos
de hoja de coca. Es así que Nelson Palomino (dirigente cocalero del VRAE) fundó
en Pichari el partido Kuska Perú, que sirvió de plataforma para sumar a varios
dirigentes del VRAE en movimientos regionales de cara a las elecciones municipales
y regionales (Van Dun, 2009) Esas dos opciones no mostraron los logros esperados,
generando desconfianza en la población y significando un quiebre interno en la ya
complicada organización de la Conpaccp.
Se organizaron porque ellos pensaban llegar a la Presidencia de la República, pero
iban probando poco a poco [...]. Aplaudieron, hicieron mesadas todo para la
asunción pero después en el ejercicio, eran un desastre. [...] Al congreso no han
tenido una buena participación porque el objetivo de ellos era legalizar la coca,
vinieron con esa carta. Después ya vieron que era inviable. (Especialista en tráfico
ilícito de drogas)
Líderes, líderes no hay. Los que más o menos representaban han sido usados por
grandes políticos y la gente se ha dado cuenta. [...] La gente ya no confía tanto.
No podría decir que haya representantes fuertes en el valle. (Dirigente cocalero
del VRAE)

Aquellas, sin embargo, no han sido las únicas relaciones constituidas por el
movimiento cocalero con organizaciones políticas intermediarias. Los grupos insur-
gentes ofrecen múltiples servicios a los agricultores cocaleros, ya que dan protección
frente a la Policía Antidrogas, a la par que los protegen de los narcotraficantes.

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

A cambio de ello, reciben apoyo de la población para expandir operativa y polí-


ticamente su accionar armado (Felbab-Brown, 2010). Esto no ocurre de manera
homogénea, pues existen particularidades regionales, sobre todo debido a la
­diferencia de la ­presencia de Sendero Luminoso en las dos principales zonas coca-
leras (CVR, 2003): si bien en el Alto Huallaga el dinero de las actividades ilícitas
se utilizó para financiar a las columnas senderistas, en el VRAE, el dinero generado
con la venta de la hoja de coca, sirvió para cubrir los recursos que dejaron de generar
los campesinos que pasaron de trabajar la tierra a combatir a tiempo completo a este
grupo (Tapia, 1995)3.
Así, por un lado, a fines de la primera e inicios de la segunda década del siglo
XIX, Sendero Luminoso del Alto Huallaga, comandado por el camarada «Artemio»
(capturado a inicios de 2012) era uno de los grupos más importantes. El discurso
de esta facción no era de continuidad de la lucha armada, sino que se plegaban a la
«línea acuerdista» planteada por Abimael Guzmán luego de su captura. Sin embargo,
seguían operando como intermediarios entre la comunidad y el narcotráfico, tra-
tando de controlar las organizaciones sociales y políticas del valle y desplegando
acciones contra la erradicación. Por otro lado se situaba el autodenominado Milita-
rizado Partido Comunista del Perú (MPCP-VRAE), quienes manifestaban su total
desvinculación con el mando y la «línea acuerdista» de Guzmán. La crítica que se
construye hacia él está basada en la búsqueda de un acuerdo de paz y una solu-
ción política. Este hecho es elemento clave para la asignación del calificativo de
«revisionista» a Guzmán, y el que da pie para construir este distanciamiento con la
vertiente genética de Sendero Luminoso. A la par, progresivamente han ido cons-
truyendo argumentos para solidificar su acercamiento hacia la población, hacia las
comunidades contra las cuales alguna vez atentaron. Para ello, el MPCP-VRAE ha
desplegado una sostenida campaña de recuperación de la confianza de la población.
En resumen, más allá de las motivaciones específicas, las razones estructurales
y las explicaciones de contexto, es una evidencia de que en la práctica las organiza-
ciones gremiales, los partidos políticos y los grupos insurgentes han jugado un rol
importante para el movimiento cocalero, como actores relevantes en la defensa polí-
tica de sus intereses. Sin embargo, en ese ejercicio han mostrado particularidades
que se manifiestan tanto en sus discursos como en sus estrategias de acción.

3
Las pretensiones iniciales de Sendero Luminoso se vieron frustradas con la caída de Abimael
Guzmán en 1992 y posteriormente con la del camarada «Feliciano» en 1999. Luego de ello, siguieron
adelante dos facciones que, en términos prácticos, deben ser analizadas como dos organizaciones
totalmente distintas tanto en su organización, proyección e incluso, en su discurso. Así, para fines ana-
líticos, en lo sucesivo se denominará Sendero Luminoso o SL-AH a la organización del Alto Huallaga.
Para la organización insurgente ubicada en el VRAE, se utilizará la denominación Militarizado Partido
Comunista del Perú o MPCP-VRAE.

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Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

3. El discurso de las organizaciones intermediarias frente al control


de cultivos

Los gremios cocaleros han desarrollado con cierta claridad las demandas del movi-
miento social al que se articulan, aun cuando presentan algunas particularidades
relacionadas al escenario local al que pertenecen4. Los intentos por integrar una
agenda nacional han llevado a identificar al menos cuatro ejes. Haciendo una revisión
a las demandas planteadas en las acciones de protesta y conflictos protagonizados
por los gremios cocaleros entre 2007 y 2010, en el primer plano, se encuentran las
demandas relativas al estatus de la hoja de coca. En estas, el movimiento demanda
el reconocimiento de la hoja como patrimonio nacional, suspendiendo la efecti-
vidad de las leyes relativas a su proscripción, en especial la ley 22095. Junto a ello,
se reclama la protección y promoción del cultivo, ya en la línea de suspender la
erradicación forzosa, empadronar a los agricultores cocaleros y mejorar los pagos
de Enaco.
En tercer lugar, se exige que el Estado fiscalice a tres instancias importantes, rela-
tivas al control de cultivos y la lucha contra las drogas. Por un lado, la Comisión
Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), ente rector de la política
antidrogas en el Perú y que juega un papel clave en la promoción del control de cul-
tivos, especialmente desde el desarrollo alternativo. Por otro lado, las organizaciones
no gubernamentales (ONG) que operan en los valles, también dedicados princi-
palmente a acciones relativas al desarrollo alternativo. Finalmente, ya de manera
concreta sobre el aspecto, se demanda fiscalizar los programas y proyectos de desa-
rrollo alternativo, buscando sancionar a quienes no hayan logrado los impactos
planificados. En cuarto lugar, las demandas de los gremios cocaleros también han
integrado mejoras para el desarrollo local: se ha reclamado la promoción de la diver-
sificación de cultivos y la mejora de los circuitos comerciales. Asimismo, se exige
que el Estado realice mayor y mejor inversión pública en las zonas cocaleras.

4
Mientras que en el Alto Huallaga los reclamos son bastante más amplios y pragmáticos, en el
VRAE y en La Convención, las demandas tienen un fuerte componente étnico. Así, mientras los pri-
meros demandan mejores condiciones de vida y mayor presencia del Estado, los segundos suman a su
demanda la tutela de la hoja de coca por ser una planta sagrada.

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Tabla 1. Ejes y propuestas de los gremios cocaleros


Ejes Propuestas
Estatus de la hoja de coca Declarar la hoja de coca como patrimonio nacional,
protegiendo su cultivo.
Suspender la efectividad de la ley 22095, de
Represión al Tráfico Ilícito de Drogas, base legal
de la proscripción de cultivos.
Protección y promoción del cultivo Suspender la erradicación forzosa.
Realizar un nuevo empadronamiento de Enaco a fin
de admitir a nuevos agricultores.
Mejora de los precios de compra que ofrece Enaco
por la hoja de coca.
Fiscalización de las intervenciones Desactivar Devida, por tratarse de una organización
institucionales ineficiente.
Retirar a los organismos no gubernamentales que
operaban en los valles.
Desarrollo integral en paralelo a la Promover la diversificación de cultivos.
actividad cocalera Mejorar los servicios públicos en las zonas cocaleras.
Fuente: Reporte de monitores en conflicto, Defensoría del Pueblo a diciembre 2012. Elaboración propia.

Llama la atención el tratamiento que recibe el desarrollo alternativo: por un lado,


el fuerte énfasis al rechazo institucional de las organizaciones sociales y estatales dedi-
cadas al control de cultivos en la zona, en especial de Devida y de las ONG. Sin
embargo, el principal enfoque de ambas es la promoción de la diversificación de cul-
tivos, así como las mejoras en términos de inversión pública en la zona, siendo estos
dos aspectos que son demandados en el mismo pliego de reclamos. En esa línea, se
puede interpretar que no se rechaza la estrategia, sino la implementación de la misma.
Por su parte, si se revisan los planes de gobierno de los partidos y movimientos
políticos ganadores de los dos últimos procesos electorales regionales y locales, se
puede encontrar dos tendencias en el tratamiento de las estrategias de control de
cultivos, ya sea para establecer críticas o para proponer alternativas respecto a la hoja
de coca5. En estos casos, existe un tratamiento diferenciado de acuerdo al plano en
el que se manifiesta cada propuesta o crítica. Entre los primeros elementos impor-
tantes destacan el que la erradicación tenga tan poca presencia en los planes de
gobierno a nivel distrital. Asimismo, que el desarrollo alternativo aparezca tanto en
el plano crítico como en el propositivo.

5
Para el análisis se ha revisado y codificado el tratamiento hecho a las estrategias de control de cultivos
en los planes de gobierno de los partidos ganadores de las elecciones distritales (58), provinciales (18) y
regionales (8) de las zonas cocaleras de Ayacucho, Cusco, Huánuco y San Martín para 2006 y 2011.

16
Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

En el plano crítico, las ideas respecto al control de cultivos se plantean de manera


general como la defensa de la hoja de coca, ante, por ejemplo, «…la ausencia de una
propuesta seria, sustentable y sostenible de desarrollo agropecuario…»6. Cuando
se entra en detalle sobre las estrategias, se señala que: i) la compra monopólica de
Enaco afecta negativamente la agricultura. Este hecho es resaltado especialmente
en los distritos de La Convención7; ii) la erradicación es una amenaza que repre-
senta la intromisión extranjera en la política nacional, implementada por agentes
de política internacional. Este discurso aparece incluso en zonas donde no opera la
erradicación8; iii) el desarrollo alternativo requiere ser monitoreado de manera cer-
cana a fin de que cumpla con sus objetivos. En este caso, no se plantea una crítica
tan cerrada sino más bien el interés por tener acceso al control de la gestión de estos
proyectos9.
En el plano propositivo, los planteamientos de corte económico y político pre-
dominan en la agenda electoral. Sin embargo, resulta interesante que junto a la
industrialización y a la legalización del cultivo, se encuentre también la promoción
de proyectos de desarrollo alternativo. Si se mira en contraste con la lectura pro-
puesta desde el plano crítico, no se manifiesta oposición a esta estrategia, sino que
se proponen mejoras para la misma. Así, las propuestas plantean: i) la industriali-
zación de la hoja de coca, aspecto para el cual se propone incluso un porcentaje del
presupuesto municipal, a fin de generar una empresa local que permita la comercia-
lización del referido producto10; ii) la legalización de la hoja de coca, promoviendo
su defensa legal, asunto para el cual también se dispone de presupuesto en los planes
de gobierno11; iii) el fomento de los cultivos alternativos, mediante la instalación
de infraestructura adecuada para su cultivo, así como su industrialización a fin de
generar nuevos mercados laborales12.
Si se evalúan tanto las críticas como las propuestas electorales, llama la atención
que la única que se vincula estrechamente con todos los intereses es el desarrollo

6
Ver: Plan de gobierno del Movimiento Regional Frente Amplio. Elecciones 2006 en el distrito de
José Crespo y Castillo, Huánuco.
7
Ver: Planes de gobierno del Partido Nacionalista del Perú para las elecciones distritales de 2006 en
Ocobamba o de la Alianza Nacionalista para las elecciones distritales de 2010 en Huayopata.
8
Al respecto, revisar los planes de gobierno de Unión por el Perú para las elecciones distritales de
2006 en Pichari o de Somos Perú en el mismo proceso para el distrito de Vilcabamba, ambos en el
Cusco. En ambas zonas no se implementan operativos de erradicación.
9
Ver: Plan de gobierno de Despertar Nacional para las elecciones provinciales de 2010 en Tocache.
10
Ver: Plan de gobierno de Unión por el Perú para las elecciones 2006 en el distrito de Echarate.
11
Ver: Planes de gobierno de Qatun Tarpuy para la elección distrital de 2006 en el distrito de Sivia, así
como de 2006 y 2010 de los partidos ganadores en el distrito del Mozón para las elecciones distritales.
12
Sobre el tema, se recomienda revisar los planes de gobierno de Somos Perú para las elecciones dis-
tritales de Vilcabamba de 2006, así como el Plan de gobierno de Nueva Amazonía, para las elecciones
regionales de 2006 en San Martín.

17
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

alternativo. En esa línea, no solo ocurre que esta estrategia de control de cultivos es
la única presente en el plano de las propuestas y cuyas críticas no están centradas
en su desaparición, sino en su mejora (el desarrollo alternativo es la estrategia que
genera menos resistencias, al punto de ser integrada como demanda de las organi-
zaciones partidarias). Además, incluyendo las propuestas de industrialización y de
legalización de hoja de coca, es la única que expresamente es vinculada a la genera-
ción de mercados y de mano de obra, diferenciándose naturalmente por tratarse de
cultivos distintos.
Por otro lado, las organizaciones derivadas del Sendero Luminoso histórico,
han asumido explícitamente la defensa política del cultivo de la hoja de coca. Sin
embargo, sus discursos han presentado matices en las dos zonas donde tiene pre-
sencia esta organización. En las declaraciones del capturado camarada «Artemio»,
si bien no se muestra en contra de los cultivos de hoja de coca y demandan el fin
de «la erradicación violenta y forzosa» (Comité Regional Metropolitano – Partido
Comunista del Perú, 2010), sí expresa una disposición positiva hacia los cultivos
alternativos, sin dejar de criticar la implementación de estos programas.
Tercero, posición de ‘Artemio’ sobre la coca.- Aquí es donde se encontrará las
mayores sorpresas. ‘Artemio’ expresa su discrepancia con los dirigentes de las dos
organizaciones cocaleras en el Alto Huallaga, a quienes considera ‘sectarios’ por
concentrarse solo en la coca. Y, aunque critica al PDA (Programa de Desarrollo
Alternativo), ‘Artemio’ no plantea una defensa cerrada de la coca sino, por lo con-
trario, se concentra en cultivos alternativos (cacao, café, piña, sacha inchi) y en
ganadería. Además expresa la necesidad de evitar deforestación y de reforestar. En
lugar de hablar sobre política cocalera, habla sobre una «política agraria». En los
hechos, suena como un predicador de la sustitución de cultivos y su discurso deja
a la coca en un lugar secundario. (IDL-Reporteros, 2010)

Por su parte, el MPCP-VRAE plantea algo distinto a Artemio. Así, buena parte
de la defensa de los intereses cocaleros se concentra en diferenciar la actividad coca-
lera del narcotráfico, argumentando que el agricultor, víctima de la erradicación, es
un productor agrícola a quien el Estado «deben felicitarlos, por tener la capacidad
de generarse ellos mismos un trabajo» (Comité Regional Metropolitano-Partido
Comunista del Perú, CC-PCP, 2009). Del mismo modo, en línea con su distancia-
miento con la organización del Alto Huallaga así como con la posición originaria de
Guzmán, critica su posición respecto a la erradicación forzosa y al desarrollo alter-
nativo, demostrando desconfianza frente a las estrategias estatales:
¿Qué esperan del narco Estado? ¿Desarrollo, cultivo alternativo, generación
de puestos de trabajo? Es naturaleza de todo narco Estado el monopolio de la
fuerza reaccionaria para proteger los intereses de sus financistas; bancos y grupos
­financieros dedicados al blanqueo de dinero del narcotráfico, la DEA y DINANDRO

18
Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

son sus brazos armados, DEVIDA y CORAH son sus carnes de cañón. El campesino
cocalero sabe que este Estado jamás llenará sus estómagos con alimentos, más que
con balas. De allí la necesidad de la organización popular, la incorporación a la
guerra popular democrática, para barrer a las fuerzas armadas reaccionarias que
aseguran la erradicación de nuestra fuente de sustento diario. (CC-PCP, 2009)
Ellos dicen así genéricamente, la defensa de la coca y del campesinado. Ellos más
defiende, ellos dicen «anteriormente que te dio Guzmán o Feliciano. Te organi-
zaba, te decía que no permitas el ingreso de los militares. Pero cuando vienen ellos
se retiraban. Nosotros no, vamos estar acá». Entonces cuando viene un operativo
ellos lo emboscan, por lo tanto el operativo aborta. Son mucho más prácticos.
(Especialista en tráfico ilícito de drogas)

Ambas organizaciones plantean posturas incluso contradictorias respecto al con-


trol de cultivos. En el Alto Huallaga, el cultivo alternativo llegó a ser aceptado por
SL dadas las presiones de los agricultores. En contraste, en el VRAE, la postura de
los senderistas es de desconfianza

4. El accionar de las organizaciones intermediarias y la defensa del


cultivo

Las organizaciones gremiales han logrado la movilización del apoyo en contra del
control de cultivos mediante acciones de protesta pública. Este tipo de acciones
deben entenderse como una modalidad mediante la cual se busca mostrar oposición
frente a ciertas políticas, cuyo objetivo es lograr una respuesta favorable del Estado
o del sistema económico (Lipsky, 1968, p. 1145). De acuerdo al monitoreo de
conflictos que realiza la Defensoría del Pueblo, entre 2007 y 2011, las acciones de
protesta realizadas con mayor frecuencia han sido las movilizaciones locales, seguidas
de los bloqueos de carreteras y los paros regionales (aunque también hubo acciones
más radicales, como tomas de local, sabotaje a instalaciones públicas o privadas).
La movilización nacional realizada en octubre de 2007 luego del incumplimiento
del Acta de Tocache en la que (de acuerdo a los gremios cocaleros) el Estado se
comprometía a suspender la erradicación, ha sido el único episodio nacional
registrado en este lapso. Sin embargo, contrasta con la marcha nacional que la misma
organización (Conpaccp) logró realizar en 2003, que consistió en una marcha de
sacrificio desde el Alto Huallaga hacia Lima, y que le valió a la organización ser
reconocida como «interlocutor válido» en el debate público sobre el recrudecimiento
de las acciones de erradicación en el Huallaga (Castillo y Durand, 2008, p. 51). Estas
acciones de protesta han implicado trece conflictos sociales registrados, situaciones
en las que, de acuerdo a la Defensoría del Pueblo, existe una tensión sostenida entre
el grupo movilizado y el Estado.

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Gráfico 1. Conflictos sociales y acciones de conflicto reportados que involucran a gremios


cocaleros (2007-2012)

Fuente: Monitoreo de conflictos. Defensoría del Pueblo. Elaboración propia.

Las estrategias de control de cultivos han tenido presencia diferenciada en


estas acciones. La erradicación ha sido la estrategia que más rechazo ha desper-
tado, estando presente en dieciséis de las veintiséis situaciones registradas por la
Defensoría del Pueblo. El sistema de licencias y de comercialización que protago-
niza Enaco también ha tenido presencia, solo que en menor medida y concentrada
principalmente en el valle de La Convención, donde los agricultores consideran que
el pago que la empresa nacional hace por arroba de hoja de coca está por debajo de
lo que el mercado ofrece, aun cuando su destino sea el tráfico ilícito de drogas o el
contrabando13. El desarrollo alternativo tampoco ha estado libre de las demandas
de los gremios, quienes generalmente concentran su atención en el mal manejo de
estos proyectos o en su poca efectividad.
El único caso reportado refiere a Sandia en Puno, donde la Federación Provin-
cial de Campesinos logró paralizar y expulsar un proyecto de cultivos alternativos
para la sustitución de la hoja de coca por cacao, café y madera. Entre los argumentos
esgrimidos para este rechazo, se señalaba que los proyectos nunca logran los resul-
tados ofrecidos. Las tres estrategias de control de cultivos están presentes en mayor
o menor medida en las demandas con las que las organizaciones gremiales canalizan
los intereses del movimiento cocalero. En ellas, la erradicación es sin duda la que
genera mayores movilizaciones.

13
Respecto a los conflictos con Enaco, revisar la información provista por la Defensoría del
Pueblo sobre los paros cocaleros en La Convención, Kosñipata, Lares y Yanatile en los Reportes
de Conflictos 50 y 70.

20
Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

Gráfico 2. Demandas relacionadas a las estrategias de control de cultivos en conflictos sociales y


acciones de protesta de gremios cocaleros (2007-2012)

Fuente: Monitoreo de conflictos, Defensoría del Pueblo. Elaboración propia.

Por su parte, el accionar de los partidos políticos se configura casi exclusivamente


en los procesos electorales. Por eso es difícil estudiar su accionar respecto a la ejecución
continuada de estrategias de control de cultivos. En el escenario electoral, la relación
entre el partido político y el movimiento es funcional y coyuntural, sin importar que
la alianza suponga coincidencias en cuestiones de fondo ni la articulación real de
una agenda común (Bebbington et al., 2008). Si bien los candidatos en los planos
nacional, regional y local tienen propuestas vinculadas con los intereses cocaleros, no
corresponden a posturas ideológicas consensuadas. Ello ocurre porque los partidos
políticos operan como «franquicias» a nivel local en esos procesos electorales. Para los
candidatos interesados en un espacio a nivel parlamentario, la alianza con un partido
nacional consiste básicamente en conducir la campaña en la localidad (lo que implica
generar apoyo y movilizar recursos), a cambio de ser parte de la lista parlamentaria.
Para los candidatos a un espacio regional o local ocurre algo semejante, pues debido a
la necesidad que tienen los partidos de mantener su inscripción vigente, requieren candi-
datos locales que puedan asegurarles suficientes votos, aun cuando la postura ideológica
llegue a ser contradictoria (o al menos no estar alineada con sus elementos discursivos
formales). En todo caso, siempre queda la opción de inscribir un movimiento local inde-
pendiente, o generar una alianza temporal a fin de contar con la formalidad para participar
en elecciones. Importa entender que esto tiene impacto también en la construcción del
discurso electoral. Como lo importante es ganar el apoyo en la localidad, es menos rele-
vante i) si las propuestas locales están ideológicamente articuladas con lo que plantea el
partido a nivel nacional o ii) si el espacio local al que se postula tiene reales competencias
para atender el asunto propuesto.

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

La relación coyuntural lleva a que durante la campaña las relaciones y acciones


sean sobre todo discursivas. Cuando se trata de un alcalde electo, la única estrategia de
control de cultivos que está dentro de su posible campo de acción es la del desarrollo
alternativo, puesto que la erradicación es controlada totalmente por el gobierno cen-
tral y la gestión monopólica del cultivo lícito se efectúa desde una empresa también
de alcance nacional. En cambio, los programas de desarrollo alternativo, fuera que los
implemente la cooperación, una ONG o el propio Estado, requieren coordinaciones
con las autoridades locales. Este aspecto, sumado a la posibilidad de acceso a recursos
que puedan potenciar los logros de su gestión, conlleva que cuando candidatos prio-
ricen estos temas, y que al ser electos busquen ejecutar acciones sobre el desarrollo
alternativo. Sin embargo, estas están mayormente referidas a lograr su implementa-
ción, siempre que los logros redunden en su protagonismo político.
Aun con eso, lo coyuntural ha pesado mucho al momento de integrar propuestas
prococaleras en las agendas electorales. El principal problema que han tenido los
dirigentes cocaleros que en 2006 se integraron a plataformas electorales, fue su escasa
capacidad para cumplir con sus «promesas», especialmente respecto a la protección
del cultivo. Eso se ha reflejado en la importancia que se le ha dado al tratamiento del
tema en los planes de gobierno de los veintinueve ganadores de los distritos de las
cuatro regiones que conforman las dos cuencas cocaleras más importantes: se refleja
un importante retroceso en el tratamiento del tema. Si en 2006 trece ganadores no
tocaron el tema «hoja de coca» en sus planes de gobierno, en 2010 esta cifra aumentó
a dieciséis. Más significativo aún resulta encontrar que entre ambas elecciones, el
número de propuestas ha pasado de veinticuatro a siete y se ha reducido a casi la
cuarta parte. En gran medida, ello responde a que los candidatos consideraron poco
estratégico tratar el tema, a fin de lograr éxito en la contienda electoral.

Gráfico 3. Frecuencia de propuestas y críticas sobre hoja de coca y control de cultivos en planes de
gobierno de candidatos electos a nivel distrital en zonas cocaleras en procesos de 2006 y de 2010*

Fuente: Infogob. Elaboración propia.


*Distritos con presencia de cultivos de hoja de coca de los departamentos de Ayacucho, Cusco, Huánuco y San
Martín.

22
Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

Por otro lado, el cambio de discurso del MPCP-VRAE, así como la diferencia
de su accionar con respecto al SL-AH, se hace evidente en el tipo de víctimas que
han tenido sus incursiones en los últimos años. Mientras que SL-AH ha cobrado
85 víctimas civiles entre 2000 y 2010, el MPCP-VRAE ha cobrado 13. En con-
traste, la facción del VRAE ha concentrado sus esfuerzos en las fuerzas del orden,
de manera que sus acciones han tenido como resultado 63 muertes entre oficiales y
suboficiales de las Fuerzas Armadas, la Policía y los ronderos. En el Alto Huallaga,
esa cifra ha sido la mitad. En el VRAE, debido a los sostenidos enfrentamientos
entre las Fuerzas Armadas y el grupo insurgente, se han reportado más víctimas de
Sendero en ese lapso de tiempo, siendo poco más del doble que en el Alto Huallaga.
Con estos resultados, puede argumentarse que la principal diferencia entre el VRAE
y el Alto Huallaga es el foco del enfrentamiento que tiene cada facción.

Gráfico 4. Víctimas de las facciones de Sendero Luminoso según tipo (2000 - 2010)

Fuente: Anuarios estadísticos PNP. Elaboración propia.


* Se incluye a los ronderos entre las fuerzas del orden.

Para Sendero Luminoso en el Alto Huallaga la erradicación es el principal


foco de los ataques. En los últimos cinco años, los operativos de erradicación han
sido atacados sostenidamente en la zona del Alto Huallaga, con diverso el tipo de
acciones implementadas y un total de 46 heridos hasta 2011.
Asimismo, es interesante que el MPCP-VRAE ha logrado construir una cierta
legitimidad en una zona donde son escasas las estrategias de control de cultivos. Si
bien Enaco tiene empadronados a casi cinco mil productores en la zona ayacuchana
del valle, no se han reportado conflictos en los que haya mediado la intervención
de la organización insurgente. Asimismo, como en este territorio no se erradica,
no se hace necesario desplegar acciones armadas de protección ­semejantes a las
implementadas en el Alto Huallaga. Finalmente, a pesar del manifiesto rechazo

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

y desconfianza por el desarrollo alternativo ya que siguiendo con su postura con-


frontacional, rechaza de plano toda opción que venga desde el Estado, durante la
vigencia de la Estrategia Nacional de Lucha contra las Drogas 2007-2011, no se
han reportado acciones de amedrentamiento de los hermanos Quispe Palomino en
contra de los cultivos de café o cacao.
En términos generales, el discurso de Sendero Luminoso tanto en el VRAE
como en el Alto Huallaga es menos explícito discursivamente sobre el control
de cultivos que respecto a otras organizaciones intermediarias. Sin embargo, sus
acciones armadas son bastante claras. Como ha ocurrido con las otras organiza-
ciones, la erradicación ha sido la que despertó más acciones violentas, pero tiene
lugar solo en dos zonas cocaleras, una de las cuales tenía hasta hace poco tiempo
una fuerte presencia de este grupo armado. Nuevamente, resulta relevante que el
desarrollo alternativo, aun cuando provenga de fuentes de cooperación externa, sea
la estrategia que genera menos resistencias.

5. Consideraciones finales: lecturas sobre las tensiones entre las


formas de intermediación del movimiento cocalero

Las organizaciones gremiales, los partidos políticos y los grupos insurgentes han jugado
un rol importante para el movimiento cocalero, y han sido actores relevantes en
la defensa política de sus intereses. Sin embargo, cada una de esos actores implica
escenarios de premisas, demandas y estrategias diferentes (e incluso contradictorias
entre sí).
El gremio cocalero ha nacido con el movimiento, y tiene presencia desde sus
primeras acciones de resistencia al control de cultivos. Sus objetivos principales
han sido claros: presionar al gobierno para que deponga su postura frente a la hoja
de coca. En ese trayecto, el gremio ha mostrado varias dificultades relacionadas
sustancialmente a sus diferencias e intereses regionales. Mientras en el valle de La
Convención el foco del reclamo está en el precio pagado por Enaco, en el Alto
Huallaga se trata de la resistencia a los operativos del Proyecto Especial de Control
y Reducción de Cultivos en el Alto Huallaga - Corah (aunque debe quedar claro
que, en estos casos, no se rechaza la institucionalidad estatal, sino que se cuestiona
la manera en la que se dispone hacia los cultivos).
La vocación del movimiento cocalero por reconocer (al menos de manera ins-
trumental) la vigencia de la institucionalidad, se ve reforzada en su relación con
intermitente con los partidos políticos y las plataformas electorales. Partiendo de
la premisa que integrar un partido político puede darle al movimiento cocalero
mayor accesibilidad a la toma de decisiones del Estado, líderes locales y nacionales
han optado por ser candidatos para diversos cargos. Más allá de los intereses y

24
Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

a­ spiraciones personales de los dirigentes, o de las reales competencias que tienen los
gobiernos locales para influir en el control de cultivos, lo relevante es que la integra-
ción a una organización partidaria implica el reconocimiento de la «importancia»
de la vía democrática-procedimental.
En contraste, resulta relevante que el movimiento también recurra a la
intermediación de una organización política cuya principal vocación es la des-
trucción-transformación de esa institucionalidad: la relación de intermediación
ocasional del movimiento cocalero con organizaciones insurgentes llama la aten-
ción sobre su interés por mantenerse dentro del plano institucional y legal. Así, las
organizaciones insurgentes personificadas en un primer momento por SL-AH y en
tiempos más recientes por los remanentes de esta organización y del MPCP-VRAE,
han servido como resistencia armada, en algunos casos simbólica y en otros efectiva,
para reducir la efectividad del control de cultivos, especialmente de la erradicación.
Así, aun con el ejercicio de la presión pública mediante paros y huelgas protago-
nizadas por los gremios, el movimiento cocalero se encuentra en el ejercicio de un
derecho reconocido por el marco normativo nacional, pero las acciones armadas
desplegadas por Sendero Luminoso están fuera de ese escenario.
¿Cuál es el asunto relevante aquí? Pues que la amplia gama de demandas
diferenciadas y los rostros contradictorios de varios de los actores que se relacionan
e intermedian el movimiento.
En el plano discursivo, se hacen evidentes las diferentes arenas y rostros en los
que se encarna el movimiento cocalero según el tipo de organización por la cual es
intermediada. A la par que se podía exigir más presencia del Estado desde los gremios
y los partidos, se rechazaba su presencia desde las organizaciones insurgentes. Por
otro lado, en el caso de las acciones desplegadas por las organizaciones intermediarias
para defender el cultivo ocurre algo semejante: al mismo tiempo que con los
gremios se busca presionar al Estado y que desde los partidos políticos se quiere
formar gobierno para conducir al mismo con una perspectiva favorable al cultivo
de hoja de coca, desde las organizaciones insurgentes se busca reducir la capacidad
de acción del Estado.
Ello sugiere una estructura fragmentaria y heterogénea, así como compartimentos
sin un centro de articulación estable. Al estar compuesta y vinculada (por lo menos
discursivamente) a una serie diversa de entidades y organizaciones, cada cual puede
asumir un mismo objetivo desde diferentes aristas que, incluso, pueden parecer
contradictorias.
¿Cuál es la racionalidad del movimiento cocalero? Pues parece que en tal sentido,
resulta complejo pensar al movimiento desde una única racionalidad. Asimismo,
es difícil decir que la variedad de sus rostros y organizaciones obedece a un carácter
instrumental interno, pues la inconsistencia práctica entre las posiciones divergentes

25
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

que llegan a asumir las organizaciones que los intermedian parecen no tener un
enfoque de maximización de recursos: lo que de un lado puede ser considerado
un logro, para otra arista que persigue el mismo objetivo, puede representar una
amenaza14.
Lo relevante es que aquellas tensiones entre los fragmentos que componen
el movimiento y entre las herramientas, estrategias y discursos de las arenas de
intermediación parecen mostrar la convivencia de campos diferenciados y de
contradicciones que, paradójicamente, no parecen competir entre sí, y por lo tanto,
a pesar de las tensiones, generan campos de defensa política del cultivo de hoja de
coca. La bandera «coca o muerte», izada durante los últimos años, parece reflejar la
radicalidad discursiva en un escenario que tiene un objeto común, pero múltiples
objetivos y singularidades.

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com/2010/03/barrer-la-capitulacion-revisionista-con.html

14
Por ejemplo, en los inicios del movimiento cocalero en el VRAE, el involucramiento de Sendero
Luminoso con las organizaciones de agricultores, llevó a que las fuerzas del orden desconfíen de estos,
incluyéndolos dentro de su lista de objetivos de control. En la actualidad, el accionar de dirigentes al
sumarse a los partidos políticos y no lograr cumplir sus metas por estar simplemente fuera del alcance
de sus competencias, merma la capacidad de las organizaciones gremiales de conducir las demandas
del movimiento, ya que genera quiebres institucionales internos.

26
Zevallos y Mujica / Consideraciones sobre las tensiones en la intermediación política del movimiento cocalero

Durand, F. (2005). El problema cocalero y el comercio informal para uso tradicional.


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28
Debates en Sociología N° 38, 2013, pp. 29-54
ISSN 0254-9220

Prostitución: permitida y estigmatizada. Perspectivas


discursivas a partir de las historias de vida de seis
mujeres que se prostituyen en El Trocadero*

Sharon Gorenstein**

* El presente artículo se basa en los resultados de mi tesis de licenciatura en la Facultad de Ciencias


Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Quiero resaltar el gran apoyo de Aldo Panfichi,
mi asesor y maestro, y especial énfasis a «las chicas de la oficina», mujeres que me dieron anteojos
nuevos para entender su realidad.
** Licenciada por la Pontificia Universidad Católica del Perú en la especialidad de Sociología. Profe-
sora de la Pontificia Universidad Católica del Perú e investigadora y consultora en temas de género y
educación. Correo-e: sh.gorenstein@gmail.com
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Prostitución: permitida y estigmatizada. Perspectivas discursivas a partir de las his-


torias de vida de seis mujeres que se prostituyen en El Trocadero

Resumen
El fenómeno social de la prostitución se encuentra inmerso en una gran cantidad de situaciones,
lamentablemente la mayor parte de ellas invisibilizadas y oscurecidas desde los estigmas generados a
partir del orden moral y social imperante. Es posible, sin embargo, dentro de esta variedad de situacio-
nes, interpretar a la prostitución desde el contexto de un antiguo prostíbulo con licencia que, desde los
años setenta, ha albergado a un gran número de mujeres que optaron por ejercer la prostitución. Es a
partir de este contexto que se busca desentrañar una situación paradójica a partir de seis entrevistas a
profundidad a mujeres que se prostituyen en El Trocadero: mujeres que aun trabajando en un prostí-
bulo legal se encuentran estigmatizadas socialmente.
Palabras clave: trabajo, abstracción, identidad, estigma, vergüenza

Prostitution: allowed and stigmatized. Discursive perspectives from the life stories
of six women who prostitute in El Trocadero

Abstract
The social phenomenon of prostitution is immersed in a lot of situations, unfortunately most of them
are invisible and obscured from the stigmas generated from the prevailing social and moral order. It
is possible, however, within this range of situations, to interpret prostitution from the context of a
former licensed brothel that, since the seventies, has given refuge to a large number of women who
chose to work in prostitution. It is from this context that, the investigation, seeks to unravel a paradox
situation from six depth interviews to women who prostitute in El Trocadero: women that even work-
ing in a legal brothel are socially stigmatized.
Keywords: work, abstraction, identity, stigma, shame

30
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

1. Introducción
En el Perú, la prostitución no es considerada un delito por la ley, lo que sí está
considerado delito es el proxenetismo: obtener beneficios económicos a partir
de la explotación sexual a una persona. La prostitución es considerada como una
actividad legal entre personas adultas que, sin embargo, no es reconocida como
una actividad laboral, ya que no encuentra cabida dentro de los campos laborales
convencionales. La prostitución, al igual que el proxenetismo, implica una remu-
neración económica a partir del servicio sexual de una persona. Sin embargo, en la
prostitución, es la persona que realiza el servicio sexual quien gana íntegramente a
partir de su servicio y quien decide por voluntad propia ejercer la actividad. En ese
sentido la prostitución en sí no quiebra la ley, pero quiebra el orden social y el orden
moral por ser considerada como una actividad ilegítima de ser elegida por voluntad
propia que, además, se apropia íntegramente de su ganancia.
Es a partir de este supuesto, que la prostitución puede ser considerada como un
fenómeno social estigmatizado. El estigma es entendido como lo que no cumple con
el requerimiento de los códigos morales dominantes (Wuthnow, 1989). Un estigma
deriva de la interpretación que le dé un grupo de personas pertenecientes a una
determinada cultura con significados particulares que construyen y reconstruyen ima-
ginarios acerca de lo deseable en una sociedad. En la prostitución, el estigma refiere a
un comportamiento sexual y uso del cuerpo no deseado y vergonzoso para la sociedad.
Existen dos prostíbulos legales en el Callao y ocho en Lima Metropolitana
(Movimiento El Pozo, 2005). Todos están regulados varias instituciones estatales,
tales como la municipalidad de su distrito, el Ministerio de Trabajo y el Ministerio
de Salud1. El hecho de contar con prostíbulos con licencia trae de por sí una incon-
gruencia normativa con respecto de las implicancias prácticas de la normatividad
legal, ya que las mujeres que se prostituyen son consideradas solo parcialmente como
trabajadoras: no poseen derechos ni deberes laborales. No obstante, se encuentran
desempeñando su actividad en un espacio que sí los posee dado que los estableci-
mientos pagan impuestos.
Esta investigación no pretende responder a todas las problemáticas acerca de la
prostitución, sino que, a partir de la pregunta ¿cómo construyen, las mujeres que
se prostituyen, los significados y la legitimación de su actividad?, se busca analizar
los discursos de las mujeres que se prostituyen en El Trocadero, para cuestionar el
estigma y para entender las motivaciones que las llevaron a elegir la prostitución
como actividad laboral.

1
Proyecto «Hacia un proyecto de empoderamiento de los derechos humanos de las trabajadoras
sexuales en Perú»: recopilación de normas legales relacionadas al trabajo sexual. Disponible en: http://
www.cepesju.org/mat_new/estudios/estudio_normasl_mvd.pdf

31
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

El presente texto se ha organizado en ocho secciones, incluyendo a la introduc-


ción. La sección 2 incluye los aspectos metodológicos de la investigación. Desde
la sección 3 hasta la sección 7 se presentan los hallazgos a partir de los nudos pro-
blemáticos: trabajo, tránsito, abstracción, identidad y estigma, con referencia a las
herramientas teóricas utilizadas para el análisis. Finalmente, la sección 8 concluye la
presentación del texto con reflexiones finales que permiten plantear algunas nuevas
interrogantes.

2. Metodología de investigación
El presente estudio es de carácter explicativo y se basa en técnicas cualitativas de
investigación. Se consideró importante realizar el análisis desde las perspectivas dis-
cursivas de las mujeres que se prostituyen, ya que son ellas las que experimentan la
actividad y que, a su vez, se encuentran estigmatizadas socialmente. La posibilidad
de indagar en la subjetividad de las mujeres que se prostituyen sirve para com-
prender la prostitución directamente, porque permite construir un diálogo con los
actoras directas.
A partir de la importancia del diálogo es que se utilizó, como estrategia de aná-
lisis, historias de vida de las mujeres que se prostituyen en su actividad como tal2,
dentro del período de trabajo en El Trocadero. Estas historias de vida en la acti-
vidad permitieron una mejor aproximación a la subjetividad de las entrevistadas,
lo que ayudó a entender cómo la prostitución se convirtió en su actividad laboral;
cómo se les presentó como opción, cómo lograron insertarse en ese mundo, cómo
se sienten con respecto de su actividad, cómo funciona la relación con sus clientes
y si experimentaron vergüenza; cómo manejaron el estigma social; entre otras inte-
rrogantes.
Por tratarse del análisis a profundidad de historias de vida en la actividad, se
realizaron entrevistas a seis mujeres que ejercen la prostitución en El Trocadero
del Callao3. El centrarse en un número reducido de entrevistas permitió un aná-
lisis a profundidad en sus subjetividades, lo que hubiese sido difícil de obtener
por la recopilación de datos mediante entrevistas estructuradas o semiestructuradas.
Esto se complementó con entrevistas y focus informales, y observaciones de campo

2
Las «historias de vida» refieren a las historias de vida en la actividad, desde el momento en que la
mujer decidió ejercer la actividad en adelante, mientras se mantenga ejerciendo la prostitución, en El
Trocadero.
3
Cuando el contenido de la tesis se refiera a «las mujeres que se prostituyen» se estará haciendo
referencia a estas seis mujeres. No se tiene como objetivo generalizar a las demás mujeres que se
prostituyen en El Trocadero dado que que seis mujeres no cumplen con ser una muestra estadísticamente
significativa, que permita generalizar.

32
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

dentro de los períodos de noviembre de 2011 a julio de 2012. Esto permitió un


seguimiento constante, luego de las entrevistas a profundidad, que aclaró y brindó
mayor información que permitió indagar aún más en la subjetividad de las entre-
vistadas4. Cabe resaltar que aún considerando que el análisis discursivo se centrará
en las mujeres mismas, no significa que se dejarán de considerar discursos y argu-
mentaciones externas; esto se utilizará de manera complementaria por considerar
importante el análisis dialógico.

3. Trabajo no clásico: el producto inmaterial de la mujer que se


prostituye

El concepto de trabajo clásico marxista se utiliza como herramienta metodológica


para diferenciarlo del trabajo no clásico, que admite formas de trabajo distintas,
en múltiples situaciones y condiciones, que dejan de adecuarse de forma estricta a
la línea clásica fabril. La posibilidad de admitir formas de trabajo distintas a las de
carácter formal y la progresiva evolución del trabajador como supervisor de máquinas
en los Grundrisse de Marx, dan cabida al concepto de «producción inmaterial», el
cual permite una mejor comprensión de las condiciones laborales de la prostitución
analizadas en los discursos de las mujeres que se prostituyen en El Trocadero.
Las transformaciones en los procesos de trabajo y su producción han terminado
por alterar la lógica de producción de mercancías clásica con relación a los tipos de
valores de uso y en la concepción del producto mismo.
En el primer caso, la concepción de «valor» —valorización en cuestión del
tiempo—, en la mercancía se flexibiliza si se introduce la medición de productos
inmateriales: en la producción inmaterial se rompe con la reproducción social del
capital clásico, y se da cabida a la fuerza social de los trabajadores. Esta fuerza es
posible debido a que el tiempo de trabajo deja de normar la jornada de manera
estricta. En el caso de la prostitución en El Trocadero, el tiempo de trabajo y su
costo, depende de la negociación previa que se realice con el cliente, sobre la base
de un mínimo de treinta soles por «servicio básico» —que incluye sexo vaginal, oral
y poses— definido por el establecimiento. Asimismo, el servicio puede durar desde

4
Las entrevistas a profundidad formales finalizaron en marzo de 2012; sin embargo, el seguimiento
luego de su finalización, permitió generar una relación de mayor empatía con las entrevistadas que
dio acceso a su red de información oculta: chismes de otras trabajadoras, de ellas mismas, del local,
de la administración, de la ilegalidad y «la otra cara de El Trocadero». Logré mantenerme en contacto
especialmente con tres de ellas en mayor medida, y pude conocer la casa y familia de una de ellas; fui
invitada al Baby Shower de una de sus compañeras, «Tieta», la cual no quiso ser entrevistada, pero
con la que se logró tener empatía. Finalmente, un evento que causó gran motivación y placer fue la
celebración de mi cumpleaños en El Trocadero, con torta, regalo, fotos y canciones.

33
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

quince minutos hasta una hora, y puede implicar distintas actividades sin depender
de una cantidad de tiempo estática para su realización. Esto, nuevamente, depen-
diendo de la negociación previa con el cliente.
La valorización en cuestión del tiempo sigue siendo una unidad importante para
la medición del costo del servicio. Así, la ganancia de la mujer que se prostituye se
estima por el número de servicios realizados que consumen una fracción de la jor-
nada de trabajo, pero que no se encuentran predeterminados más allá del concepto
de «servicio básico». Todo lo que implique algo más allá del servicio básico se realiza
sobre la base de la negociación, en la que la mujer tiene la última palabra.
F: «Treinta soles, incluye lo básico, ya si el cliente me pide algo más… yo cobro ciento
veinte la hora, más yo trabajo por hora, y ya lo que venga la hora, o sea yo le hago
masajes, se trata de que… yo trato de engañar en esa hora5, le digo <ay, que estás
estresado>, para que pase el tiempo y le doy una atención… tú sabes que no es porque
yo sepa, sino es que es normal que toda persona, que todas las personas tengamos
problemas, entonces le digo <oye, pero ¿Cómo has estado?, ¿Has tenido problemas?>
entonces ya, vamos a hacerte masajitos y tanta nota, entonces ya faltando quince
minutos, veinte minutos ya le digo <ya ven para atenderte> y al cliente más es que le
gusta eso pues. (Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

V: «Cobro treinta soles por el servicio… el servicio normal pues ¿no? que dura quince,
veinte minutos, hjm, pero si a veces piden una hora, media hora, yo ya les cobro un
poquito más [...]. O sea oral, vaginal, unas poses y ya este… «la cola», como le decimos
acá, ese cuesta… o sea, puedes pedirle diez soles más… o depende pues… veinte…
depende pues, y por más tiempo yo también ya veo, a veces la hora cobramos cien,
ciento veinte, hjm, ajá». (Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

En el segundo caso, acerca de la concepción del producto, evidencia que no


es posible encontrar a un sujeto enajenado de sí mismo en la producción inma-
terial (Marx, 1968), sino a un nuevo sujeto, un «individuo social» (Marx, 1985)
como trabajador inmaterial por depender de sus energías cognitivas. Esto lo con-
vierte en improductivo en comparación con el trabajador clásico que genera valor
y capital. En el caso de la prostitución en El Trocadero, las mujeres que se prosti-
tuyen no son productos materiales, ni los producen: las mujeres utilizan su cuerpo
como medio de trabajo para brindar placer —producto inmaterial— que finaliza
cuando culmina el servicio definido a partir de un tiempo previamente negociado.

5
La ganancia por servicio cumple un período de tiempo negociado; sin embargo, aun respetando la
hora, no existe una performance predeterminada por unidad de tiempo exacto, tan solo cumplimiento
de la hora.

34
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

El trabajo de estas mujeres depende del placer que puedan producir en un determi-
nado momento en el cliente, ya que el placer no es compartido6.
J: «Yo, por ejemplo, utilizo mi cuerpo y vendo lo que el cliente me pida, si es, este, por
decirte oral y poses… eso, ya esos son treinta soles, así, si es oral y anal, esos son cua-
renta soles, cuarenta soles le cobramos, mi cuerpo sería como mi herramienta de trabajo
<Sh: Y tú, entonces, ¿Qué es lo que das?> Sexo… sexo… sexo y un rato de compañía,
nada más [...] yo uso mi cuerpo y ellos vienen a comprar el producto ¿no? y com-
pran sexo… placer… compañía… Eso». (Entrevista a una mujer que se prostituye.
Marzo, 2012).

El nuevo tipo de capital que surge de la producción inmaterial «no es capital, en


el sentido usual, y no tiene como destino primario el de servir a la producción de
sobrevalor, ni tampoco de valor, en el sentido usual» (Gorz, 2005). Por eso es que la
riqueza se encuentra ahora desligada de la creación de valor: el valor mercantil que
pudiese tener un producto inmaterial no da lugar a una riqueza que es regulada por
el capital, da lugar a un capital como relación social que permite a la mujer que se
prostituye tener ganancias individuales para su subsistencia como fin en sí mismo.
Estas trabajadoras no quedan restringidas a la producción de mercancías mate-
riales, sino que se incorpora su subjetividad crítica a la nueva lógica del capital, así
también como a la apropiación de sus ganancias de forma íntegra. Con una sub-
jetividad distinta a la del trabajador enajenado-mercancía; la producción de valor
queda entonces sometida a la cooperación intersubjetiva del trabajo inmaterial. En
la prostitución, el producto no se separa de su productor, se produce, circula y con-
sume, conjuntamente con el cliente en un mismo espacio y tiempo.
Finalmente, esta clase de trabajo no produce valores de uso externos al traba-
jador en forma materializada, sino que existen en su interior. Así, el servicio de una
mujer que se prostituye satisface una necesidad de placer. El disfrute solo existe en
una actividad inseparable de la mujer misma, y en cuanto a su trabajo, cuando ter-
mina el servicio también termina el disfrute. Se goza de la actividad misma, de la
repercusión de placer en el cuerpo y, el cuerpo, como medio para la acumulación de
ganancias que genera capital en forma de relación social. La mujer, por lo tanto, no
puede ser entendida como una mercancía.

4. Del tránsito y la transformación entre subuniversos


Un subuniverso es un espacio que posee un mundo sociocultural típico con parti-
cularidades que no son propias de la creación de los individuos que lo componen.

6
Las mujeres entrevistadas afirman que en algunos casos sí han sentido placer cuando se sintieron
atraídas por el cliente.

35
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Tiene una preorganización histórica que posee distancias sociales entre grupos y
que constituye el marco de libertad de las potencialidades de los individuos y el
alcance de las posibilidades de acción. La organización previa de un subuniverso se
encuentra impregnada de referencias apresentacionales7. Esto debido a que el indi-
viduo se encuentra en ambientes previamente simbolizados con herencia social del
conocimiento, tipificaciones significativas del mundo, conocimiento socialmente
aprobado, etc. (Schutz, 1996, p. 309), y marcas de posición en la realidad fáctica:
estatus, rol y prestigio dentro de cada grupo (Schutz, 1996, p. 311).
A partir de la posibilidad de tipificación de las relaciones sociales dentro de un
subuniverso, se considera necesario hacer la distinción entre dos subuniversos por
los cuales transitan y performan las mujeres que se prostituyen en El Trocadero8.
S: «Porque, porque las pinturas de ahí son exagerado, entonces al salir de mi casa
pintada así, entonces este, la gente como que te ve y ya saca sus conclusiones, entonces
por eso es que no me pinto así, como debo de pintarme ahí en el trabajo ¿no?, por la
pintura, más por la pintura, y la forma a veces que se le escapa a uno de caminar, de
hablar ¿no?, sí». (Entrevista a una mujer que se prostituye. Noviembre, 2011).

H: «Yo cuando llego acá ya me cambio toda, ya me pongo mi ropa para trabajar,
pero no voy a venir maquillada pue, ya yo me maquillo acá dentro porque se usa bas-
tante maquillaje [...] acá cambio mi rostro, me maquillo bien, me peino y ya, mis
peinados… como que no me reconozcan, como que cambio por completo acá dentro,
por lo que te decía que el maquillaje es bastante pues, ahí ya yo cambio, por lo que
me pongo mi bikini también, estoy diferente». (Entrevista a una mujer que se pros-
tituye. Marzo, 2012).

Estos subuniversos dan lugar a la constitución del estigma hacia las mujeres que
se prostituyen por estar insertas en ambos, uno dentro del otro, aun con fronteras
que los limitan debido a sus significatividades. El primer subuniverso, el subuni-
verso mayor, es el más grande, el que contiene a la sociedad que, a partir de códigos
morales, estigmatiza su actividad y con la cual tienen que coexistir cotidianamente
fuera del ámbito laboral. El segundo subuniverso, el subuniverso menor, es el más
pequeño y está contenido dentro del primero. Este es el de El Trocadero, lugar de
trabajo en el que desempeñan el rol de prostitutas y en el que el estigma se decons-
truye y genera permisividad.

7
Schutz toma el concepto de «apresentación» de Husserl para dar cuenta de los procesos de
representación a partir de las cuales el hombre experimentan distintas realidades, más allá de su
percepción inmediata de su mundo. Esto incluye símbolos y marcas comunes dentro de un mismo
ambiente sociocultural.
8
El tránsito entre subuniversos es ejemplificado en la necesidad de transformarse según el subuni-
verso en el que se encuentre.

36
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

El subuniverso mayor incluye un <conocimiento socialmente aprobado> que tipi-


fica los modos de comportamiento y expectativas de la sociedad. Este subuniverso
incluye un sistema de significatividades con gestos miméticos de desaprobación hacia
la prostitución, por parte de las mujeres, por considerarla como una actividad que
altera el orden del ambiente sociocultural típico. En este ambiente, las mujeres que se
prostituyen —en su rol de prostitutas— no podrían comunicarse «eficazmente» con
los otros miembros del subuniverso por no poseer un sistema de significatividades
común. Para poder comunicarse con los otros es necesario, por lo tanto, que asuman
un rol socialmente aceptado y con prestigio dentro de la sociedad, y que asuman las
significatividades impuestas, al menos para su devenir en ese ambiente.
Por ejemplo, cuando ella se va a al mercado:
V: «Ah no, ahí soy un ama de casa, no, un ama de casa, o sea una cualquiera, una
señora de casa ja, estoy en otro lugar pues, igual yo cocino, lavo, jeje, hago mis cosas».
(Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

F: «Para dentro soy otra persona por así decirlo, yo separo mi vida personal de mi tra-
bajo». (Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012. Ver anexo 2.5).

El subuniverso menor, es el subuniverso de «la prostitución». Para el caso de las


mujeres que trabajan en El Trocadero, es el ambiente laboral típico en el que desem-
peñan el rol de prostitutas, en el que el <conocimiento socialmente aprobado> del
subuniverso mayor se deconstruye y se convierte en permisivo. En este ambiente,
las personas implicadas —tanto las mujeres que se prostituyen como los demás tra-
bajadores del lugar— poseen un sistema de significatividades similar por el rol que
asumen en el trabajo, lo cual permite dejar de lado las estigmatizaciones sociales y
naturalizar su actividad.
En este subuniverso es posible señalar que, las mujeres que se prostituyen, si
bien saben de la desaprobación social que posee su trabajo, pueden todas comuni-
carse «eficazmente» por compartir un sistema de símbolos similar: todas conocen
el estigma que poseen. Sin embargo, las marcas negativas impuestas son dejadas de
lado, por lo que los márgenes de acción cambian. A primera impresión se supon-
dría que, en este subuniverso, se esperaría que una mujer sea seductora, coqueta y
ardiente. Estas características, en oposición al comportamiento esperado de mujer
del subuniverso mayor se dan en cierta medida, pero también son compartidas
con características que se opondrían, como la de mujer virtuosa: delicada, cariñosa
y con «trato de pareja». Es en este subuniverso en el que las características de una
mujer virtuosa y de una mujer no virtuosa confluyen en un comportamiento que, a
primera vista, se opondría según el subuniverso de pertenencia esperada.
Existen fronteras entre ambos subuniversos, aun estando uno dentro de otro.
Sin embargo, en el subuniverso menor, algunas expectativas de comportamiento del

37
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

subuniverso mayor permanecen; aun cuando los roles difieran según el ambiente: el
rol de prostituta no se espera, bajo ninguna excepción en el subuniverso mayor. Por
otro lado, el tránsito entre subuniversos es lo que prueba la existencia de su frontera,
ya que supone un cambio en la performance de la mujer debido a la tajante dife-
rencia con respecto a las expectativas de lo que supone su comportamiento según
el subuniverso en el que se encuentre inserta. La performance de una mujer que se
prostituye pueda incluir un comportamiento esperado del subuniverso mayor, pero
no implica que deje de transformarse visualmente para ejercer su actividad laboral.

5. Abstracción como mecanismo de defensa y legitimación


Los conceptos del «mi» y el «yo» son utilizados por George Mead (1982)9 para
explicar el surgimiento de la persona. Para él, la persona se constituye como tal, solo
cuando se convierte en objeto para sí; esto se da solo cuando adopta las actitudes
de los otros individuos hacia él, bajo un proceso de abstracción. Esta abstracción es
un pensamiento preparatorio (conversación interna) para la acción social que invo-
lucra necesariamente a otra persona. El «mi» representa a las actitudes organizadas
pertenecientes a un determinado subuniverso a las cuales el individuo reacciona
como un «yo». El «yo» es la reacción al «mi» social, no siempre predecible: permite
creatividad y subversión en la acción, lo que implica el supuesto previo de que no
es posible pensar si no se ha internalizado el sistema de significaciones sociales. Solo
así es posible cuestionarlas.
Es posible decir de que el comportamiento esperado del subuniverso mayor
puede verse reflejado en las actitudes del «mi» social que suponen las normativi-
dades sociales y culturales de una comunidad. En la prostitución, es posible afirmar
la existencia de un «yo» subversivo que cuestiona y se aleja de su «mi» social; esto
permite ubicarlo dentro del subuniverso menor que deconstruye el estigma y genera

9
Cabe destacar que para Mead es posible distinguir a la persona de su cuerpo. Él señala que el
cuerpo puede existir y operar en forma inteligente sin que haya una persona involucrada en la expe-
riencia. Esta investigación no considera la idea de la separación entre el cuerpo y la Persona de la
misma manera en que es enfocada por Mead por considerarla fuera de la línea de análisis que se toma
en esta investigación. La línea de análisis de esta investigación supone considerar a la persona como
sujeto encarnado intencional que actúa en el mundo a través de su cuerpo. En este caso, el cuerpo de
las mujeres que se prostituyen, actúa en el espacio y en la situación (Merleau-Ponty, 1975, pp. 109-
111) de dentro de El Trocadero. Su movimiento implica un comportamiento significativo dentro de
ese mundo de significados. Es la encarnación de la subjetividad (Escribano, 2004, p. 187), pertenece
al espacio y se es persona en él (Merleau-Ponty, 1975, pp. 165-167). La investigación sí considerará la
posibilidad de separación entre la persona misma («mi» y «yo») y el cuerpo como herramienta teórica
que permitirá explicar la posibilidad de abstracción de las mujeres que se prostituyen frente al estigma
inserto y la utilización de su cuerpo como su herramienta de trabajo para brindar placer.

38
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

permisividad. El «yo» subversivo cuestiona e innova con respecto a su accionar espe-


rado y las significaciones que trae consigo.
El «yo» subversivo de la mujer que se prostituye se hace evidente en tres situa-
ciones. La primera supone a un «mi» social que en su corporeidad es acompañado de
un cuerpo aculturado a partir del subuniverso en el que se encuentre inserto. El «yo»
subversivo cuestiona la conformación de su cuerpo, transforma su aculturación, lo
modifica y le añade nuevos significados. La mujer que se prostituye, al tomar el rol
de prostituta, agrega características desde la idea de mujer virtuosa, se disfraza, ya que
viste su cuerpo y actúa de manera provocativa, maquilla su rostro, y se transforma en
su papel para colocarse en una situación y un espacio que permite representarlo. Por
otro lado, en la segunda situación, el «yo» no se satisface por una necesidad impuesta
socialmente —como lo sería el caso de una sociedad capitalista tradicional—, se
caracteriza por un deseo hacia lo nuevo. Ese deseo implica, por parte de la mujer
que se prostituye, el querer controlar sus acciones fuera del estimado del subuniverso
mayor. Supone una innovación por el hecho de compartir y transitar a través de las
fronteras de dos subuniversos a partir de su propia disposición, aun cuando hayan
comportamientos que se mantengan, como el del «trato de pareja». Finalmente, el
«yo» subversivo de la mujer que se prostituye, dentro de la cooperación intersub-
jetiva, supone al «yo» subversivo del cliente10; y es que la intersubjetividad supone
la participación y encarnación del otro para la formación de significados: la comu-
nicación no deposita todo el pensamiento, sino con la voz, los gestos, las palabras,
los movimientos (Escribano, 2004). Esto crea significados en compañía del otro;
implica una expresión hacia otro.
Además, considerando que las mujeres que se prostituyen comparten y transitan
entre las fronteras de dos subuniversos, hay partes de su persona que solo existen
en uno u otro11. Existen dos líneas distintas de comunicación dependiendo del
subuniverso en el que la mujer que se prostituye se encuentre. Así, se obtienen dos
series de actividades que permiten la disociación de la persona. Para el caso especí-
fico de la posibilidad de abstracción del «yo» en el subuniverso menor, Mead señala
que «las disociaciones tienen tendencia a darse cuando un acontecimiento conduce
a perturbaciones emocionales. Lo que es separado sigue su propio camino» [...] «es
concebible que, bajo un anestésico, se produzca una disociación de las experiencias,
de modo que los sufrimientos de uno ya no le pertenecen» (Mead, 1982). Esto se
ejemplifica en el discurso de las entrevistadas con respecto a la incomodidad de su
primera como prostitutas, y también para la separación voluntaria de su placer.

10
En ese sentido, se estima que el cliente también cuestione su rol fuera de El Trocadero —de padre,
esposo, etc.— para tomar el rol de «cliente».
11
Mead afirma la normalidad de las personalidades múltiples. Esto depende del ambiente y de las
personas con que se tenga contacto.

39
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

J: «Para mí fue lo peor, fue horrible, era un asco, era como si me hubiera metido a un
panal y no hubiese podido salir nunca, fue horrible —con el paso del tiempo— ya me
acostumbré, ya con el tiempo uno se acostumbra, pero ahora igual me molesta estar
con varios hombres ¿no?, no es que me guste hacerlo con ellos, porque no me gusta que
me toquen… pero con el tiempo ya me he acostumbrado, ya repito no más… a veces
cuando pienso en que me siento incomoda ¿no?, pero trato de no pensar en eso pues,
porque yo me mantengo sola, y sacado a mis niños adelante, yo no le robo a nadie».
(Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

H: Bueno, mi primera vez cuando estub… horrible… no me gusto, no me gusto


porque era un no sé, sentí que era rara pue, me sentía rara, tar con uno y con otro
hombre [...] no me acostumbraba al principio, horrible era, no me gustaba. —Luego
de la primera vez— trabajando he comprado mis cosas [...] de ahí de mi hija le
pago sus estudios, le compro de todo, por, por, trabajando en esto… como que si no
me hubiese venido acá no hubiera tenido la plata para pagarle estudio a mi hija. —
Actualmente —comparado con las primeras veces… bueno, bueno acá tú sabe que se
viene a trabajar por plata, por plata, y no es porque me gusta [...] a mí no es que me
guste estar con uno, con otro, pero ya lo haces por la plata, ya no piensas en quién es
ese o quién es el otro, [...] ya te acostumbras también [...] es por la misma necesitad
pue, ya con el tiempo te acostumbras. (Entrevista a una mujer que se prostituye.
Marzo, 2012).

El anestésico, para el caso de la prostitución, se refiere a la posibilidad de abs-


tracción del «yo» de la mujer que se prostituye como técnica mecánica que permite
dejar de lado los estigmas que su «mi» tiene inserto. La mujer, entonces, ya no
reacciona hacia algo que inicialmente la incomodaba: ha mecanizado su actividad
porque racionalmente, la ha objetivado y la ha relacionado a su papel como prosti-
tuta dentro de su lugar de trabajo, conjuntamente con el papel del cliente. Esto, sin
embargo, no invalida la posibilidad de que la mujer que se prostituye pueda sentir
nuevamente incomodidad en ciertos momentos y situaciones12.
El papel de prostituta, finalmente, termina por performarse dentro de una
situación imaginaria13 a modo de actuación motivada, además, por una necesidad
económica. Sin embargo, esta objetivación y situación imaginaria no necesariamente
se mantiene constante. La mujer que se prostituye transita entre dos subuniversos,
por lo que al salir del subuniverso menor y caer en consideración del estigma que
posee su actividad, es posible que recuerde la incomodidad que originalmente le
producía su trabajo.

12
Algunas entrevistadas comentaban experiencias propias, y de otras compañeras, en las que se
sintieron muy incómodas e incluso temerosas. Esto se da en casos en que el cliente no respeta la nego-
ciación previa con la mujer que se prostituye y trata de performar de una manera distinta que, muchas
veces, puede «desactivar» el anestésico.
13
Actuación en una situación determinada.

40
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

F: «¿Qué siento?... nada… trabajo y tengo que tratar de hacerlo bien para que el
cliente se termine ¿no?, si me voy a poner con tabús que no esto o lo otro me voy
a desconcentrar y tengo que trabajar bien para… tengo que trabajar bien para que
sea rápido pues ¿no? eso es… —con respecto cómo se siente— ida… mi mente
está en que estoy trabajando, yo estoy en mi trabajo y me comporto como en mi tra-
bajo, nada sentimental todo es trabajo» (Entrevista a una mujer que se prostituye.
Marzo, 2012).

Las mujeres que se prostituyen incorporan y desincorporan su experiencia con-


tinuamente: la valorizan y la desvalorizan, partiendo del hecho de la incomodidad
inicial en paralelo a la necesidad económica, las cuales justifican la necesidad del
anestésico, situación imaginaria y del tránsito entre subuniversos.
Es a partir de este supuesto que la mujer que se prostituye no se entrega consti-
tuida como persona mientras actúa, mientras realiza su actividad y remite a su fase
subversiva del «yo», lo que implica además, bajo la idea de cooperación productiva
del trabajo inmaterial, que el cliente (coproductor) también se encuentre en la fase
subversiva de su «yo». La conducta social en la prostitución puede entenderse como
un proceso subversivo y creativo por parte de los actores involucrados que utilizan
la abstracción del «yo» dentro de una situación en particular —dentro de un pros-
tíbulo— para dejar de lado las normatividades y valores sociales representados en
el «mi» que implican estigmatizaciones con respecto de los significados de la pros-
titución; así también como la justificación de la elección de la actividad debido a
necesidades económicas. Esto permitiría, de alguna manera, la posibilidad de eli-
minar el estigma y de legitimar su actividad dentro de su establecimiento de trabajo.

6. De la existencia de «identidad»: la mujer que se prostituye no es


una prostituta

A partir de la posibilidad creativa del «yo» es que se utilizará el concepto de «iden-


tidad» —entre comillas— para dar cuenta de la diferenciación del concepto de
identidad —a secas— el cual hace referencia a la continuidad de algo —identidad
global u holística— en contraposición a la variedad y el cambio (Giner, 1998,
p.  366). El concepto de «identidad» —entre comillas— es utilizado a modo de
herramienta para enfatizar la posibilidad de entenderse de manera múltiple múl-
tiples identidades o parciales —y de ejecutarse según roles. Se propone la idea de
que la identidad en sí misma no existe (Butler, 2001), esto se aplica para el caso de
prostitución observado. En este caso, en la «identidad» existen ­identificaciones que
refieren a los diversos significados objetivados de la actividad para los actores que la
conforman, existe una cooperación intersubjetiva, entre la mujer que se prostituye
y el cliente, que deviene en el comportamiento según roles.

41
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Cuando la mujer que se prostituye se encuentra en el subuniverso menor adopta


el rol de prostituta, el cual aplica una disociación y una abstracción que le permite
dejar de lado las perturbaciones emocionales que el estigma de su actividad le pro-
duce. La adopción de un rol implica la performance de un papel preperformativo:
acto previamente ensayado para el desempeño de su actividad. Este rol supone una
«identidad para», construida sobre la base de una intencionalidad con objetivos
determinados y una «identidad porque» en el sentido que explica el sentido del
objetivo y sus características. Ambas conformando la «identidad» a modo de rol
para el desempeño de un papel en un determinado ambiente.
Con respecto de la adopción de un rol de prostituta, una entrevistada hace una
analogía entre su cuarto y un teatro en el que ella performa,
F: «Totalmente… coqueta… claro, totalmente, de mi cuarto para adentro yo soy otra
persona, de mi cuarto para afuera soy seria —ella se viste— con hilo, mis tacos, mis
tacos altotes, me maquillo, me plancho el pelo, así diferente —su actitud es— deli-
cada, soy bien delicada… sí, bien delicada, femenina pues, les pregunto que cómo
están, a veces conversamos más también, depende… pero femenina siempre» (Entre-
vista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

Es importante, sin embargo, volver a la posibilidad de creación de una identidad


de prostituta hacia la mujer que se prostituye a partir del subuniverso mayor que
estigmatiza a la prostitución para valorizar en mayor medida la idea de «identidad».
Este subuniverso restrictivo posee una estructura universal con respecto al género
que desemboca en una identidad hegemónica14 con respecto a lo que significa ser
«mujer». La perspectiva de una identidad hegemónica anula a personas, conside-
radas de género femenino, que no se adaptan a este modelo.
Dentro de este modelo no existe la posibilidad de que una mujer que se pros-
tituye sea madre o esposa a la vez (Nencel, 1996). Esta idea parte del movimiento
marianista (Stevens, 1997), que a lo largo de la historia a supuesto a la prostituta
como antítesis (Caulfield, 1993) de la mujer virtuosa. Es así que, dentro de la iden-
tidad de mujer que supone el subuniverso mayor, la mujer que se prostituye no
cumple con los requerimientos sociales y valores morales. Todo esto se considera
a partir de que la condición de la mujer que se prostituye tiene una fuerte carga
peyorativa que se mantiene «inmóvil» con respecto de su significación: la mujer

14
«La hegemonía pone el énfasis en los modos en que opera el poder para formar nuestra compren-
sión cotidiana de las relaciones sociales y para orquestar las maneras que consentimos (y reproducimos)
esas relaciones tácitas y disimuladas del poder» (Butler, 2011, p. 21). Para el caso de las mujeres que
se prostituyen, en la cotidianidad del subuniverso mayor, no existe la posibilidad de relacionar el con-
cepto de prostituta con el de mujer esperado.

42
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

que se prostituye es15 una prostituta. Así, las mujeres que se prostituyen se encuen-
tran estigmatizadas y se atienen a adjetivos dicotómicos tales como puta, impura,
sucia, no-respetable; en contra de lo que culturalmente debería reflejar una mujer
virtuosa: madre, pura, respetable, decente, limpia, entre otros (Burnham, 1993;
Brake, 1982; Barrig, 1981; Nencel, 1996).
S: «Claro, porque, porque te señala la gente, te discriminan ¿no? porque discrimi-
nación no es que tú eres blanco yo soy negro, discriminación hay de todo tipo ¿no?
entonces como que te discriminan ¿no? te dicen (personas): <¡ay ella es puta!> entonces
como que, porque tienen la ignorancia de que nosotras las meretrices tenemos muchas
enfermedades, entonces al saber la otra persona que nosotros somos así dicen (per-
sonas): <¡ay ella puede tener hasta sida!>, entonces te discriminan de una u otra
forma, entonces mejor evitemos ¿no? para no tener esa, como se puede decir, sen-
tirnos mal o bajar nuestra autoestima» (Entrevista a una mujer que se prostituye.
Noviembre, 2011).

Es así que una mujer, por ser madre y relacionarse con el adjetivo de pureza y
decencia, desde el subuniverso mayor, no puede encajar dentro de las categorías
de impureza e indecencia de la prostituta, lo que impide relacionar ambos con-
ceptos. Luego de considerar dichas dicotomías con respecto al enfrentamiento entre
prostituta-sucia versus mujer-limpia, o prostituta-indecente versus mujer-decente,
es posible analizar el caso del concepto de «mujer-prostituta» como identidad que
excluye su posibilidad de performatividad16 dentro de la categoría de «mujer».
A partir del concepto de identidad —a secas— previamente explicado, es posible
afirmar que la mujer que se prostituye ha estado sujeta a la «identidad de prosti-
tuta» que, por ser «inmóvil», no ha permitido la posibilidad de resignificación de
sus estigmas.
Existen dos problemas principales para el caso de las mujeres que se prostituyen.
El primero muestra que la mujer que se prostituye es identificada por la sociedad
como «prostituta» en sí misma, como lo que es —su identidad—; esto hace que se
generalice la idea de que las mujeres que se prostituyen son de una determinada
manera y tienen una conducta determinada, distinta de lo que se espera que sea una
«mujer» virtuosa (Stevens, 1997; Barrig, 1981) o una «mujer de su casa» (Nencel,
1996). El segundo problema evidencia que debido al fuerte estigma que existe por
encasillar (e inmovilizar) el significado de «prostituta» existe un fuerte rechazo en el

15
Afirmar que la mujer «es», es considerar que ya está realizada; es considerarla como una categoría
cerrada, llena, que limita la posibilidad de construirse sobre la base de su experiencia y llenarla de
significados. De ahí que se posea una carga «inmóvil», invariable con respecto de su significación.
16
La tipificación de lo que significa ser mujer no admite el hecho de que una mujer utilice su cuerpo
para vender placeres sexuales.

43
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

discurso público que las determina peyorativamente como no virtuosas o las victi-
miza de manera comprensiva (Walkowitz, 1980, p. 20; Caulfield, 1993, p. 153)17.
La identidad de «mujer-prostituta» no solo implica una tipificación con respecto
a su modo de conducta esperado, sino que ese modo de conducta, de acción y reac-
ción se encuentra reflejado en el uso de su cuerpo: la persona es su cuerpo, señaló
Merleau-Ponty (1975). La conducta esperada de una «mujer-prostituta», desde
el concepto de identidad —a secas— supone vestirse de manera provocativa, ser
seductora, ser sexual y sentir placer al ser tocada por muchos hombres, etc.: preparar
su cuerpo y su actitud para conseguir sus objetivos. Nuevamente, esta conducta
esperada no se desarrolla tal cual en la práctica: se da usualmente la combinación
entre «trato de pareja» y mujer sexual y seductora.
Con respecto a la conducta esperada y la forma de comportarse, en el rol de
prostituta
C: «Sonriente, y adentro pues lo más provocativa posible pues, porque lo que yo busco
que se exciten a que me chanquen, o sea más mi chamba es excitarlo al cliente que
tener relaciones, como soy senona, ya hay, hay, hago un proceso, una atmosfera, no soy
fría trato de seducirlo, bailarle… así, para que se excite» (Entrevista a una mujer que
se prostituye. Marzo, 2012).

La creación de la atmósfera también implica ser amable —sonriente—, cari-


ñosa, y dar, muchas veces, un «trato de pareja». Esta conducta también se relaciona
con la actitud para conseguir sus objetivos económicos. Las entrevistadas señalan
que los clientes usualmente la combinación entre: «trato de pareja» y mujer sexual
y seductora.
Desde este punto de vista, inmerso en el subuniverso mayor y a partir de un
«mi» social acerca de lo que significa ser mujer, la «mujer-prostituta» utiliza su sexo
para brindar placeres y cobrar por ellos; además, crea una atmósfera con caracterís-
ticas de tipos de mujer que se considerarían opuestos: mujer virtuosa versus mujer
no virtuosa. Esto le permite controlar su placer y decidir acerca de su goce. Además,
la «mujer-prostituta» vende placeres a muchas personas, clásicamente del género
típicamente masculino, oponiéndose a la idea esperada de identidad de mujer de un
solo hombre para toda la vida y la indisociabilidad entre el sexo y el amor.
La posibilidad de rearticular y resignificar, a partir del concepto de «identidad»,
conlleva a poder entender la categoría de mujer desde la deconstrucción de la

17
La victimización comprensiva se refiere a que, de alguna manera, se avala la posibilidad de ejercer la
prostitución, pero a modo de una alternativa extrema empujada por la necesidad, por lo que la mujer
que se prostituye termina por ser una víctima de su propia actividad. No se enfoca desde el punto de
vista de una actividad elegida voluntariamente por una mujer como su modo legítimo de subsistencia
y ganancia.

44
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

estructura de género normativo inserto en el subuniverso mayor. La «identidad»


supone una subversión en las normas culturales que se reciben acerca de lo que
se identifica con el género femenino: una mujer puede identificarse y desidentifi-
carse con un rol, lo que en práctica permite asumir comportamientos esperados
de distintos tipos de mujer, incluso opuestos. La identificación con un rol implica
un fenómeno social múltiple, con múltiples identidades creadas a partir de la
experiencia de la misma persona. Así, una mujer que se prostituye, dentro del
concepto de «identidad» puede ser «prostituta», «madre», «esposa», «hija», «traba-
jadora», lo que posibilita que aun encontrándose inserta en el subuniverso menor,
no necesariamente anula comportamientos que podría tener en el subuniverso
mayor. La «identidad» —o identificación con el rol— de «prostituta» que toma
la mujer que se prostituye termina por limitarse en el contexto que ella misma
determine.
H: «Bueno yo me refiero a sí como soy, así como cualquier otra persona ¿no? como cual-
quiera chica, como cualquiera persona, yo trabajo acá, también tengo mi hija pue, yo
también soy mamá ¿no?, acá si pue, soy prostituta, ese es mi trabajo acá». (Entrevista
a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).
F: Yo soy una mamá que cuida a sus hijos, que me preocupo que estén bien, que hayan
salido bien, acá yo soy… hmmm… como dices una «prostituta» jaja (Entrevista a
una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

La mujer que se prostituye, así como cualquier otra persona, tiene la posibilidad
de identificación y desidentificación con un rol a partir de una situación o acti-
vidad. En este caso, la mujer que se prostituye se identifica con la «identidad» de
prostituta mientras realiza el servicio de prostitución; cuando este finaliza, no nece-
sariamente se identifica con él. La mujer que se prostituye, por lo tanto, no es una
prostituta, ejerce ese rol —con características de comportamientos que ella misma
construye— mientras desempeña su actividad. La «identidad», finalmente, a partir
de la multiplicidad de identificaciones y roles que puede tener inserta, es vacía de
categorías inmóviles, porque no tiene un sentido final y trascendente (Scott, 1988,
p. 49). Esta solo puede ser llenada a partir de las propias experiencias subjetivas de
la mujer que la construya.

7. De la ambigüedad de los discursos de las mujeres que se prostituyen:


estigmatizadas y estigmatizadoras

«Estigmatizadas y estigmatizadoras» se refiere a la habilidad de las mujeres que se


prostituyen por administrar su performance desde la posición de estigmatizadas
para pasar a ser estigmatizadoras de sí mismas: son conscientes de su estigma

45
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

—estigmatizadas— y siempre lo consideran como socialmente negativo18 —estig-


matizadoras— por lo que es indispensable esconder su relación laboral con la
prostitución.
A partir de las secciones anteriores, cabe resaltar la necesidad de deconstruc-
ción de las normas del orden social y moral que consideran a la prostitución como
una actividad ilegítima de ser elegida, desde un concepto de identidad —a secas—
«inmóvil», por una «mujer». Esto revela el fuerte estigma que la prostitución trae
consigo por ser considerada como una actividad desviada. Si bien las distintas prác-
ticas sexuales han adquirido mayor evidencia a lo largo de la historia, el estigma con
respecto a actividades como la prostitución se ha mantenido a lo largo del tiempo:
ha surgido el término de «trabajadora sexual» como reivindicativo. Sin embargo, el
agregado peyorativo de «puta» sigue tan perenne como el ideal de «mujer-madre».
Asimismo, la existencia de fronteras entre subuniversos, el tránsito y el cambio de
performance según el ambiente en el que se encuentren, refuerzan aún más esta
idea: la prostitución aun no siendo un delito por la ley, sino una actividad legal, se
encuentra fuertemente estigmatizada y es administrada por las mujeres que se pros-
tituyen a modo de una doble vida.
El estigma consta de aquello que todos conocen como lo convencionalmente
«malo» (Burnham, 1993), como lo que no cumple con el requerimiento de los
códigos morales (Wuthnow, 1989) por no poseer una «identidad normal» (Goffman,
1970) aprobada socialmente. Implica la acción de aparatos de control con carácter
originalmente moral hacia un grupo o individuos, generando un proceso de eti-
quetamiento que marca a la persona que se considera socialmente desviada por no
cumplir con los requerimientos morales de una sociedad acotándosele una iden-
tidad en particular que conlleva a la exclusión (Ginner, 1998, p. 269).
Para el caso de las mujeres que se prostituyen en El Trocadero, el estigma puede
ubicarse en dos situaciones. Primero, el estigma de ser consideradas en sí mismas
como prostitutas; es decir, como su identidad —a secas—. Segundo, el estigma
heredado, es decir la posibilidad de que sus hijos sean considerados como «hijos de
puta» —a secas—, en el sentido de que se encuentran corrompidos por «herencia»,
por lo que se considera que son marginales y no tienen moral, aun no habiendo rea-
lizado ningún acto desviado o trasgresor. Poseerían el «peor insulto» que se podría
acuñar sobre la base del concepto de «mujer virtuosa».
Una de las entrevistadas señala que sí le molestaría que se refieran a ella como
«prostituta» fuera de El Trocadero,

18
Existen activistas a favor de la prostitución como Ángela Villón que, aun siendo consciente del
estigma, lo utiliza para, a diferencia de las entrevistadas, mostrarlo como parte de su discurso político.
En este caso, no vale que la mujer se estigmatice, ya que debe de ser consciente de que su actividad es
legal e involucra autonomía con respecto a su elección.

46
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

F: «Afuera sí pero acá… que importa. Yo soy una mamá que cuida a sus hijos, que
me preocupo que estén bien, que hayan salido bien, acá yo soy… hmmm… como dices
una «prostituta» jaja» (Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

Otra entrevistada cuenta acerca de cómo se sintió de ser insultada fuera de El


Trocadero al ser considerada como prostituta en tanto identidad,
J: a veces cuando yo salía a la calle, los hombres me conocían y me gritaban hasta de
«puta» en la calle… hombres que me habían visto aquí y vecinos también que habían
venido de donde yo vivía, este… y me veían mal, inclusive cuando yo salía de mi casa,
todas las mujeres se sentaban ahí y yo tenía que pasar por delante de ellas, justo a la
hora que yo salía ellas estaban sentadas ahí… ajá, y los vecinos se volvieron unos… me
veían, cliente que me veían en la calle me gritaban de «puta», una vez a uno le mandé
una cachetada por eso… le metí tres encima todavía… (Entrevista a una mujer que
se prostituye. Marzo, 2012).

Con respecto al estigma heredado y al miedo de que los hijos se enteren dice S:
«Sí, ya tiene 10 años está en 5to, dos años más entra a lo que es este secundaria ¿no?
entonces ya comienza a tener roce con los de IV y V, que mayormente a veces puede ir a dar
sus escapadas al Troca, sí hay de 17, 18 años que ingresan, pero así solapa entran, Entonces
vaya ser que uno de ellos de otro salón me puedan ver, le puedan decir como fastidio ¿no?
porque a veces uno se bromea y hay un pequeño roce, un pequeño pleito (compañero): <sí,
pero tu mamá es así>, entonces como que a mi hijo le puedan bajar la moral ¿no?» (Entre-
vista a una mujer que se prostituye. Noviembre, 2011. Ver anexo 2.1).

El primer caso supone considerar a la mujer que se prostituye como desviada;


el estigma se ejercita en el etiquetaje de «identidad de prostituta», a la mujer que
se prostituye, por no considerarla como una «mujer verdadera», ni a la prostitu-
ción como un «trabajo para mujer» virtuosa (Stevens, 1997; Barrig, 1981). Esta
identidad invalida la posibilidad de que, por ejemplo, pueda pensarse de ella como
madre, como pareja estable dentro de una relación amorosa o legítimamente como
trabajadora independiente.
El segundo caso revela que existe temor por parte de las mujeres que se pros-
tituyen de que el estigma del que son conscientes sea heredado por sus hijos: esto
supondría que sus hijos quedarían marcados. Como se explicó en la sección 4, cada
subuniverso genera marcas de posición en la realidad fáctica: estatus, rol y prestigio
dentro de cada grupo (Schutz, 1996, p. 311). Las marcas funcionan como recorda-
torios subjetivos» (Schutz, 1996, p. 227) que terminan por etiquetar a una persona.
En este caso, la marca que supondría la «identidad de prostituta», en el caso del
estigma que supone una identidad —a secas— terminaría por crear la «identidad
de hijo de puta» lo cual, en el subuniverso mayor, disminuiría su estatus y prestigio
por estar corrompidos de manera hereditaria.

47
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Ha sido posible ubicar el estigma en dos situaciones con discursos no homogé-


neos en los que es posible encontrar una fuerte importancia de la variable «familia».
Las mujeres que se prostituyen en El Trocadero mantienen discursos acerca del
conocimiento de su estigma que muchas veces se sobreponen y convergen en con-
cepciones ambiguas que terminan por oponerse. Esta oposición se revela en dos
discursos acerca de la importancia que le dan a su estigma: 1. El desinterés con res-
pecto a lo que puedan decir de ellas y, 2. La fuerte importancia de ser reconocidas
como prostitutas en sí mismas fuera del subuniverso menor y en su ámbito familiar.
Con respecto al temor de ser reconocida fuera, dicen
C: «Eh… ¡no! como que no le paro pleito, o sea como que yo pienso, como que yo me
he encerrado en el mundo de lograr mis objetivos, como que vivo en mi mundo —y
si alguien le comentase a su familia— Lo negaría, es mi palabra contra de ellos pues
¿no?» (Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).
F: «La verdad no ah, no tengo miedo, porque no vivo de las apariencias, alguien de
afuera no, si es la familia sí, pero si es alguien de afuera no, no me interesa». Sin
embargo, con respecto al sentimiento de vergüenza dice «Acá no, que se enteren
afuera sí, de mi trabajo para dentro soy otra persona por así decirlo, yo separo mi vida
personal de mi trabajo» (Entrevista a una mujer que se prostituye. Marzo, 2012).

En el primer caso, el estigma se encuentra anestesiado, ha perdido su poder y se


ha vuelto tolerable. No se niega su existencia, sin embargo, se ha objetivado, por lo
que se contempla desde afuera19 y se anula la reacción de sentimiento (Mead, 1982,
pp. 31-32). Esto se relaciona con la posibilidad de que la mujer que se prostituye
conciba a su actividad a modo de rol, lo que supone el concepto de «identidad» que
le permite resignificarse, adoptar múltiples identidades y distintas performances,
algunas opuestas, como se señaló en la sección anterior.
En el segundo caso, el estigma no ha perdido influencia en su subjetividad, lo que
se refleja en un sentimiento de temor por ser reconocidas fuera de su establecimiento
de trabajo con la identidad —a secas— de prostituta. Este discurso es ejemplifi-
cado en tres partes: 1. En la importancia de trans-formarse20 para ejercer el rol de
prostitutas: maquillarse, vestirse de manera provocativa, actuar de forma coqueta y
cariñosa, llegar siempre en taxi y algunas veces con la cara cubierta, crear un ambiente
sensual y cómodo en su cuarto, etc. 2. En la importancia de evitar que su familia

19
Se relaciona con la posibilidad de disociación del «yo» subversivo para dejar de lado los estigmas
que trae el «mi» social: la mujer que se prostituye, en este caso, concibe su actividad como mecánica,
en el sentido de que asume su rol de prostituta dentro de su lugar de trabajo: El Trocadero.
20
La separación de la palabra «trans-formarse» sirve para ejemplificar la idea de re-formación, en
el sentido de performar de distinta manera según el subuniverso: cambiar la vestimenta, la forma de
actuar, etc.

48
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

sepa de la actividad que realizan, por o que muchas de ellas viven solas —o con sus
hijos de ser pequeños—, en lugares lejanos a su familia; y diciéndoles sus familias
que trabajan en otra actividad, y 3. En que si bien se reconocen a ellas mismas como
trabajadoras independientes y valoran el hecho de considerar a la prostitución como
un trabajo, no abogan por el reconocimiento público de su actividad21. Esto refuerza
el discurso de no-identidad de prostituta por el de múltiples identidades.
La ubicación del estigma en dos situaciones y en dos discursos ambiguos ejem-
plifica su fuerte influencia en las mujeres que se prostituyen en El Trocadero: existe
un temor constante con respecto a ser marcadas y etiquetadas socialmente. Si bien
su primera aproximación sobre la prostitución las empodera con respecto a estigma
social, la contradicción emerge conforme avanza su discurso. Las mujeres que se
prostituyen son conscientes de su punto de vista con respecto a la actividad que rea-
lizan como un trabajo legítimamente elegido por ellas. Sin embargo, la constante
convivencia y tránsito entre subuniversos invalida la posibilidad de mantenerse
anestesiadas. Resulta imposible dejar de lado las normatividades sociales y morales
del subuniverso social que estigmatiza a la prostitución y en el cual ellas también se
encuentran insertas.
Las mujeres que se prostituyen son conscientes que, desde el enfoque del subuni-
verso mayor, la «prostituta» como identidad —a secas— posee un comportamiento
sexual y uso del cuerpo que no es deseado por la sociedad. Esas características deben
de ser, por tanto, escondidas fuera de El Trocadero. La necesidad de ser escon-
didas, de cambiar de performance por no cumplir con las significatividades del
subuniverso mayor que estigmatiza a la prostitución convierte a las mujeres que se
prostituyen, finalmente, en estigmatizadas y en estigmatizadoras (Goffman, 1970).
Por administrar su performance según un conjunto de expectativas sociales, encuen-
tran la necesidad de esconder su rol de prostitutas por no sentirse fuera de lugar.
Estas mujeres son vistas de forma peyorativa por la sociedad que las estigmatiza,
pero también por ellas mismas, lo que hace necesario la existencia de su doble vida.
Las mujeres que se prostituyen, por último, perciben que los atributos dentro de
su rol como prostitutas suponen una posición desprestigiada, impura y de «mujer
mala» (Stevens, 1997) de la cual difícilmente pueden imaginarse exentas.

21
Con algunas excepciones como el de la activista Ángela Villón, presidenta de la Asociación de
Trabajadoras Sexuales Miluska Vida y Dignidad que sí promueve el reconocimiento público de la
prostitución y a ella misma como trabajadora sexual. En este caso, la prostitución forma parte de su
identidad como sujeto político y supone un cambio en el sentido del estigma: este es utilizado como
un recurso para la formulación de su discurso político a favor de la prostitución como trabajo legítimo.

49
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

8. Reflexiones finales

Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado; no me importa lo que has
hecho, lo que hacés, ni lo que harás; los favores recibidos creo habértelos pagado [...]
y mañana cuando seas deslocado mueble viejo y no tengas esperanzas en el pobre
corazón, si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo, acordate de este amigo que
ha de jugarse el pellejo pa ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión. («Mano
a mano». Carlos Gardel, 1930).

Al igual que las mujeres entrevistadas, esta investigación no posee una identidad
total; no posee una identidad en sí misma que le permita ser concluyente de afir-
maciones finales que supongan un juicio de verdad —o acercamiento a la verdad.
Posee una «identidad» múltiple que le permite mantenerse en construcción, posee
problemáticas abiertas a futuras investigaciones que hacen interesante cuestionar
ciertos aspectos relevantes.
Inicialmente se hace una clara separación entre el sexo y el amor, sin embargo
a medida que uno se adentra, sorprende un vulevú22: un cuarto sombrío lleno de
medias luces, propicio de sexo que invita al goce y a la lujuria, pero que termina
por convertirse en un ambiente de siniestra pureza habitado por un preocupado y
nostálgico hombre en busca de la añoranza de una mujer. Sin embargo, en esa año-
ranza, el cuerpo no permite trascender los límites de su soledad. El acto sexual solo
frustra y es la conversación la que calma y permite evadir la dura realidad cotidiana.
Es así que, uno de los aspectos más curiosos es la idea de «placer», considerado
a lo largo de la investigación. Inicialmente y desde un enfoque materialista clásico,
la mujer que se prostituye es considerada como un recipiente utilizable para la des-
carga —eyaculación— masculina. Sin embargo, esta idea ha sido contrarrestada. La
idea de «placeres» intenta develar que los clientes que acuden a solicitar un servicio
no se limitan a querer penetrar y eyacular en la trabajadora, sino que demandan
otras actividades. No son unos simples animales hambrientos de sexo que necesitan,
a como dé lugar, descargar sus fluidos para evitar cometer una locura23.
La actividad más resaltante es la conversación. En ella se tratan temas del diario
vivir como el trabajo, la familia y los problemas de pareja. La mujer, en su rol de
prostituta, oferta el placer de la compañía, de la mujer comprensiva y cariñosa
que le permite al cliente «descargarse» de sus problemas. La descarga, en este caso
emocional, termina por convertirse en un servicio, más allá de cualquier otro, en

Del francés: «demasiada cortesía». Expresión del tango.


22

El enfoque clásico de la necesidad de «descarga» consideraba que una de las labores «filantrópicas»
23

de las prostitutas era evitar que los hombres cometiesen adulterio y violación. La descarga de fluidos
corporales era inevitable para los hombres.

50
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

el sentido sexual. Muchos de estos clientes se consideran como «amigos», ya que


pagan repetidas veces por horas de compañía e incluso brindan regalos por la rela-
ción de «amistad» que mantienen, extra al pago por el servicio.
Las trabajadoras les brindan un «trato de pareja» que sin duda cuestiona el pro-
pósito inicial de la visita. Los clientes pagan por el placer de la conversación, de la
comunicación, que el sexo no cubre en sus ofertas. La búsqueda de una relación
afectiva es justamente lo que interfiere con el propósito inicial de la prostitución,
y lo que hace que esta misma no quede clara en su contenido. El «trato de pareja»
que se ofrece, en consonancia con los requerimientos del cliente, va más allá de
una simple relación social e un intercambio económico, permite un vínculo afec-
tivo que, en algunos casos, se convierte en una relación amorosa entre un hombre
y una «chica de su casa»: performance presente tanto dentro como fuera del rol de
prostituta.
Esto conlleva a destacar la gran capacidad performativa de las mujeres que se
prostituyen. En El Trocadero, las características aparentemente opuestas de «mujer»
se combinan en el modo pre-performativo. El recurso teatral de ambientación y
performance de las mujeres que se prostituyen supone portarse de manera seduc-
tora y ardiente, pero también supone un «trato de pareja» incluido en el tipo ideal
de mujer virtuosa ¿Qué mejor actuación que la de una mujer que pretende querer?
Si aquella boca mentía el amor que me ofrecía por aquellos ojos brujos yo habría dado
siempre más. («Cuesta abajo». Carlos Gardel).

No se trata de indagar acerca del nivel de veracidad del cariño, sino tan solo de
la capacidad creativa para montar una escena capaz de satisfacer el placer de la com-
pañía romántica: de ofertar el amor.
No es de extrañar que puedan combinarse características a primera vista
opuestas. Ellas, como actoras creativas, le dan vida a su personaje según las particu-
laridades que consideren complacientes. Además, no es de extrañar que a medida
que pase el tiempo, en el ejercicio de la prostitución, posean mayores experiencias
y entrenamiento del cuerpo que les provea más herramientas para modificarlo, para
trans-formarlo y actuarlo.
Es a partir de la repetición y la mecanización que los roles formados para el
curioso servicio de «trato de pareja» permitan prevalecer características del amor
romántico, caballeresco. El «amigo» que visita constantemente a su amada y ella que
lo consuela de sus cuitas, esas que tienen como núcleo un amor imposible, oculto,
desafiante a la sociedad.
Y todo a media luz, que es un brujo el amor; a media luz los besos, a media luz los dos.
Y todo a media luz, crepúsculo interior; que suave terciopelo la media luz del amor.
(«A media luz». Carlos Gardel).

51
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Pero todo esto vendible, ofertable y demandado por un sujeto que escapa a la
cotidianidad, que por el tiempo que dura el servicio se convierte en un caballero
que abandona su animalidad y que, tal vez, al igual que la amada, prefiere ejercitar
ese rol para aplacar el estigma del que es consciente.
Seguidamente, las contradicciones abandonan las letras del tango, pero no sus
orígenes y su continuo desarrollo: la industrialización, que a sus orillas constituyó
un grupo humano de carácter marginal y, que al pasar de los años, terminó por ubi-
carse en la cuna de la legalidad, pero que aun así convive con sus irregularidades.
La licencia de El Trocadero muchas veces no puede controlar algunas irregulari-
dades e ilegalidades producidas dentro. Así como la gran capacidad que tienen las
trabajadoras de transitar en sus papeles performativos, en la práctica las normas
legales de funcionamiento conviven con ilegalidades encubiertas que, más allá de
ser conocidas son difíciles de probar. El prostíbulo transita entre la legalidad y la ile-
galidad según la perspectiva visual desde la que se la observe. De la misma manera,
la prostitución solo puede ser entendida como un trabajo de carácter flexible, no
predeterminado.
Se utiliza el concepto de perspectiva visual porque: un hombre parado frente a
la puerta de una prostituta podría ser un cliente que espera su turno, sin embargo,
en varios casos resulta ser su proxeneta. Él cuenta la cantidad de servicios realizados
para, finalizando la jornada, cobrar por la espera. De la misma manera, una mujer
que trabaja a primera vista tranquila y al parecer conforme con su trabajo podría
estar influenciada por drogas que atenúen su realidad. Este es el caso del «detrás del
telón», de lo que se conoce pero no se puede probar, de la parte que no cubre la
licencia municipal por mera «ignorancia».
Lo que desde la perspectiva formal se juega a ignorar es el hecho de que aun
en un prostíbulo legal puede existir proxenetismo encubierto. La modalidad es,
inicialmente, bastante parecida al modo de acceso de una mujer que decide volun-
tariamente prostituirse y al de un cliente. La mujer paga por el alquiler de su cuarto
y el cliente paga su entrada a El Trocadero. Sin embargo, aun habiendo entrado de
forma separada, el «cliente» —que es en realidad un proxeneta— se para frente al
cuarto de la mujer a la cual explota y le cuenta los «pases» —servicios— que realiza
para luego cobrarle lo adquirido. En algunos casos el proxeneta exige una cantidad
total por día de trabajo, por lo que la mujer explotada debe tratar de conseguir el
dinero a como dé lugar. Esto muchas veces repercute en el hecho de que acepte
cosas que no desea realizar o que afecten su salud, como las relaciones sexuales sin
preservativo.
Aun dentro de la legalidad pueden encontrarse casos como estos que escapan a
la definición de prostitución que postula esta investigación. Los proxenetas mani-
pulan la condición de libre elección de la mujer de prostituirse, para sacar provecho

52
Gorenstein / Prostitución: permitida y estigmatizada

y explotarlas. Si bien, teóricamente la delimitación acerca de qué es prostitución


podría parecer clara, en la práctica existe una delgada línea que la separa del proxe-
netismo, debido a la flexibilidad laboral que la caracteriza. Como en este caso,
ambas conviven dentro de un mismo ambiente en el que transitan sus significados
según el punto de vista del que se observe.
Finalmente, se revela la incongruencia en misma legalidad, el hecho de que las
mujeres que se prostituyen no posean ni deberes ni derechos laborales; pero que tra-
bajen en un establecimiento que sí los tiene. A primera impresión parecerían líneas
introductorias a una propuesta que interceda por su reconocimiento, sin embargo
no es así, ya que estas mujeres no quieren ser reconocidas. Por consiguiente, ¿niegan
su ciudadanía voluntariamente al mantenerse en la ilegalidad? Lo revelador, en este
punto, es que exigirles un reconocimiento legal, desde su propia perspectiva, reco-
nocerse públicamente como trabajadoras sexuales, terminaría por comprometer su
sensibilidad y la relación con su familia.
En realidad, si se habla de derecho y deberes, el derecho que consideran estas
mujeres es el de guardar silencio, el de limitar su rol de prostitutas a la esfera pri-
vada, a su establecimiento de trabajo. Su deber es mantenerse a ellas mismas y a su
familia Por otro lado, ¿por qué querer ser ciudadanas de un país que estigmatiza
su actividad? Finalmente, identificarse públicamente con la prostitución termina
por convertirse en una elección muy personal que, a diferencia de grupos políticos
en defensa del trabajo sexual, no tiene por qué realizarse. Abogar necesariamente
por los derechos laborales y sociales de una mujer que se prostituye terminaría por
construir un pensamiento absoluto de cómo se debería de pensar. Esto significaría,
en efecto, sostener la existencia de una identidad total de las mujeres que se prosti-
tuyen, pensamiento que esta investigación rechaza.

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54
Debates en Sociología N° 38, 2013, pp. 55-80
ISSN 0254-9220

Entre la abundancia y la escasez de agua:


discursos, poder y biocombustibles en Piura, Perú

Patricia Urteaga Crovetto*

* Pontificia Universidad Católica del Perú. Este artículo ha sido elaborado en el marco del proyecto
The Transnationalization of Local Water Battles. Water Accumulation by Agribusiness in Peru and Ecuador
and the Politics of Corporate Social Responsibility, a cargo de la Universidad de Wageningen y la Ponti-
ficia Universidad Católica del Perú.
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Entre la abundancia y la escasez de agua: discursos, poder y biocombustibles en


Piura, Perú

Resumen
A principios del año 2000 los biocombustibles se promovieron en el Perú mediante discursos que
subrayaban sus beneficios para el país. No solo responderían al incremento de los precios de los com-
bustibles fósiles en los mercados internacionales sino también aumentarían el nivel de empleo al crear
puestos de trabajo en zonas rurales, contribuirían a cambiar la matriz energética, así como reducirían
los gases de carbono para desacelerar los cambios climáticos. Para el año 2006 varias empresas habían
mostrado interés en producir etanol de la caña de azúcar en una zona semiárida de Piura. La inversión
incluía la adquisición de grandes extensiones de terreno además de derechos de agua suficientes para
irrigar extensas áreas de monocultivos. Desde el enfoque de la ecología política, en este artículo analizo
cómo se usaron las ideas de abundancia y escasez de agua para construir discursos que aseguraran los
derechos de agua de las empresas de biocombustibles en perjuicio de las comunidades campesinas y los
pequeños productores, que eran los usuarios tradicionales del agua. Finalmente, argumento que estos
discursos contribuyeron a la producción de un «paisaje hídrico» que no solo reforzó la insostenibilidad
hídrica sino también las desigualdades sociales en esa cuenca.
Palabras clave: ..................

Between water abundance and scarcity: the cultural politics of biofuels in Piura,
Northern Peru

In early 2000 the promotion of biofuels in Peru was set through the construction of discourses stress-
ing their benefit to the country. Biofuels would not only respond to the increasing prices of fossill fuels
in international markets, but it would also improve employment level by creating jobs in rural areas,
contribute to change the energetic matrix and decrease carbon gases to slow down climatic changes.
By 2006, several companies showed interest in producing ethanol from sugar cane in Piura, a semiraid
area located in the northern coast of Peru. Investment included the acquisition of large extensions
of land in addition to water rights adequate enough to irrigate large areas of monocrop production.
From a political ecology framework, here I analyze how these companies discursively played with the
ideas of water abundance and scarcity to secure their water rights to the detriment of peasant commu-
nities and smallholders who were traditional water rights holders. Finally, I argue that these discourses
contributed to the production of a «waterscape» that not only reinforced water unsustainability but
also social inequalities.
Key words: ..................

56
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

Introducción
Hoy en día el agua es sin duda un recurso disputado. Múltiples intereses, a menudo
contrapuestos, giran alrededor del control del agua y de la forma como este debería
distribuirse y asignarse. Las controversias y conflictos que surgen por la distribu-
ción del agua son generalmente precedidos por una serie de discursos acerca de la
cantidad de agua existente en una cuenca. Los discursos no solo imaginan la oferta
de agua en la cuenca, sino también moldean y deciden qué intereses deberían pre-
valecer y, por ende, cómo debería distribuirse el agua. Precisamente, este ensayo
analiza esas contiendas discursivas en Piura, una región semiárida costera en la que
empresas de biocombustibles vienen sembrando caña de azúcar para producir etanol
desde 2006. Para entonces varias empresas internacionales y nacionales se intere-
saron en Piura como una región apropiada para establecer plantaciones de caña de
azúcar y producir etanol. A partir de ello surgieron preocupaciones acerca de la pre-
sión que dichas empresas podrían ejercer sobre el balance hídrico en la cuenca del
Chira. En respuesta a estas preocupaciones, las empresas pusieron mucho esfuerzo
en demostrar discursivamente la abundancia de agua en la cuenca de manera que
se permitiera las plantaciones de caña de azúcar. En este artículo analizo las con-
tiendas discursivas que surgieron entre los años 2006 y 2007 sobre la oferta de
agua en la cuenca del Chira, en Piura, Perú. En la primera parte, reflexiono sobre
la utilidad teórica de relacionar la ecología política y la antropología para analizar
los discursos e imaginarios sobre la abundancia y la escasez de agua. Luego describo
la cuenca del Chira, en Piura. Seguidamente, analizo cómo estos discursos —los
de las empresas, el estado y las poblaciones locales— compitieron en condiciones
desiguales, luego de lo cual se impuso un paisaje hídrico particular en la región.
Finalmente concluyo resaltando la importancia de los discursos para analizar cómo
se va formando el poder en contiendas en torno de los recursos hídricos. Los datos
para este ­artículo han sido recogidos de fuentes primarias y secundarias. En Piura
entrevisté a expertos en agua y agricultura, a autoridades del gobierno regional,
miembros de comunidades campesinas, a pequeños agricultores, trabajadores y
representantes de las empresas, etc. También visité el río Chira y algunos canales del
sistema Poechos1. En Lima entrevisté a autoridades agrícolas, académicos y expertos
en biocombustibles y agua.

El sistema Poechos es una infraestructura hidráulica construida en cuatro etapas entre 1970 y 2004.
1

57
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

1. El agua y la formación de discursos. Perspectivas de la ecología


política y la antropología

Por lo general, los ecologistas políticos han enfatizado los aspectos materiales de los
conflictos ambientales para evidenciar las desigualdades de poder: «los procesos sub-
yacentes [...] que [...] generan injusticias sociales y ambientales…, la acumulación
continua de capital y las asimetrías extraordinarias de los poderes económico y polí-
tico que están involucradas en ese proceso» (Harvey, 2005, p. 352). Les interesaba
especialmente develar los distintos términos de intercambio material en conflictos
ambientales, por lo cual incidían en cuestionar «quién gana y quién paga por algo,
quién se beneficia y quién es víctima [...] a causa de determinados procesos de
cambio circulatorio metabólico» para eventualmente democratizar la «distribución
del poder social y una forma más inclusiva de producir naturalezas» (Swyngedouw,
2004, p. 30).
Pese a que los ecologistas políticos neomarxistas incluyen en sus análisis no solo
aspectos naturales y físicos, sino también aspectos sociales, culturales, económicos,
técnicos y políticos de la distribución ecológica2 en su intento por subrayar las des-
igualdades materiales establecidas en esos conflictos, algunos han subestimado la
importancia de lo simbólico (véase Martínez-Alier, 2010; p. 107; también 1998
y 2002; además, Mung’ong’o, 2009). Una crítica proveniente de la antropología
social ha señalado que la ecología política ha desarrollado una «visión excesiva-
mente determinista sobre la estructura social [que] a menudo eclipsa las maneras
en que, mediante lenguajes culturales, se articulan los reclamos que compiten por
recursos en complejos contextos de la política local» (Moore, 1998, p. 381). Últi-
mamente, ecologistas políticos posmodernos han señalado que es imperativo ver
más allá de la materialidad para incluir los aspectos socioconstructivos de las des-
igualdades ecológicas (véase Peet y Watts, 1993). Trabajos recientes de ecologistas
políticos para comprender las políticas ambientales han respondido al llamado de
los antropólogos para examinar cuidadosamente «la infinidad de luchas por las cate-
gorías culturales mediante las cuales se disputa el acceso a recursos ambientales
indispensables» (Moore, 1998, p.  382)3. Desde el año 2000 la ecología política
ha dado un vuelco hacia lo simbólico. Por ejemplo, en su análisis de los conflictos
ambientales, Swyngedouw (2006) analiza la socionaturaleza híbrida del agua, seña-
lando la relación intrínseca que existe «entre las transformaciones de, y en el ciclo
hidrológico», y los diferentes tipos de relaciones de poder (Swyngedouw, 2004).
En su descripción detallada del desarrollo de la ecología política, Escobar (2010)

2
Ecologistas políticos, como Swyngedouw (2009) y Gandy (2004) usan metáforas como androides,
circulación, hibridez, paisajes hídricos para reflejar las peculiaridades involucradas en este ambiente.
3
Para una crítica antropológica de la ecología política, ver Moore (1998).

58
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

concluye que la generación posmoderna de ecologistas políticos4 está interesada


en el constructivismo social. De hecho, «las ecologías políticas post-estructurales
intentan comprender cómo se reproducen las relaciones de poder desiguales entre
grupos sociales y el “conocimiento” que interviene en las interacciones humano-
ambientales, como los actuales cambios ecológicos a todo nivel» (Baghel y Nusser,
2010, p. 233).
El concepto de Foucault sobre los discursos como instrumentos simbólicos
mediante los cuales se producen los objetos de conocimiento es de interés para este
análisis ya que nos permite entender cómo se construyeron las representaciones
de la abundancia de agua en la cuenca del Chira y cómo estas, simultáneamente,
afectaron y contribuyeron a la constitución de paisajes hídricos. La creación de
determinada «socionaturaleza» del agua va de la mano con la formación de «conoci-
mientos» mediante discursos. Foucault señala que los discursos son representaciones
culturales que reflejan la realidad de una manera particular. Los discursos son,
asimismo, prácticas sociales que construyen conocimientos facilitando el poder
mediante la naturalización de determinado tipo de conocimiento. En este proceso,
los discursos constituyen simultáneamente al individuo «como efecto y objeto de
poder» (1977, p. 192). El interés de Foucault se enfoca en la epistemología detrás
los discursos, a los que describe como «regímenes de verdad». Mediante la naturali-
zación de los regímenes de verdad se justifican algunos modos de pensar, mientras
que otros se prohíben. En su análisis histórico de la prisión, el autor habla sobre
un proyecto de reforma criminal del siglo XVIII y sobre cómo las representaciones
sociales se usaron como un instrumento más eficiente del poder:
Este discurso proporcionó [...] una suerte de fórmula general para el ejercicio del
poder sobre los hombres: la ‘mente’ como una superficie de inscripción para el
poder, con la semiología como su herramienta; el sometimiento de los cuerpos
mediante el control de las ideas; el análisis de las representaciones como un prin-
cipio de una política de los cuerpos que era mucho más efectiva que la anatomía
ritual de la tortura y la ejecución. El pensamiento de los Ideólogos no solo fue una
teoría del individuo y la sociedad; se desarrolló como una tecnología de poderes
sutiles, efectivos y económicos, en oposición al gasto opulento de poder del sobe-
rano. (Foucault, 1977, p. 102).

En el marco de la ecología política, en este artículo uso el enfoque de Foucault


sobre el discurso para analizar la contienda que se desarrolló respecto a la formación
discursiva de la abundancia de agua en el valle del Chira, en Piura, Perú, durante los
años 2006-2007. Así como sucede con la tierra, la escasez y la abundancia de agua
pueden entenderse como producto de dinámicas materiales y simbólicas i­ mpulsadas

Provienen del posestructuralismo, el posmarxismo, estudios poscoloniales, etc. (Escobar, 2010).


4

59
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

por fuerzas locales, nacionales e internacionales con diferenciales de poder que des-
pliegan distintas representaciones, prácticas culturales y políticas vinculadas al agua.
A continuación abordo las ideas de escasez y abundancia de agua para develar cómo
son representadas mediante discursos que responden a intereses económicos y polí-
ticos que determinan las formas específicas en que debe distribuirse el agua en el
valle del Chira en Piura.

2. Discursos sobre la escasez/abundancia del agua


Históricamente, la escasez de agua ha sido usada para promover determinados
intereses políticos y económicos (a decir, las oportunidades del mercado para la
inversión, la escasez de energía para desarrollar energía hidroeléctrica, la mala ges-
tión del agua que haga imprescindible gestiones y políticas nuevas que faciliten el
subsidio estatal al sector privado) (Bakker, 2000; Johnston, 2005; Ahlers, 2008;
FAO, 2012). Ello fue comprobado por Johnston (2005) quien criticó las voces alar-
mistas dentro del Sistema de las Naciones Unidas y de los organismos financieros
internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que
señalaban el problema de la escasez de agua con el objetivo de promover una fór-
mula específica para superarlo: «A veces, la escasez se crea como un sub-producto
de la adopción de decisiones sobre los recursos que prioriza un uso sobre otro. Otras
veces, la percepción de escasez se crea para impulsar y promover diversas agendas
políticas» (Johnston, 2005, pp. 140, 144).
Basándose en estudios de caso, Bakker (2000), Ahlers (2008), Mehta (2007) y
Budds (2012) demuestran cómo la escasez es socialmente construida para benefi-
ciar determinados procesos políticos y económicos. Bakker (2000) describe cómo la
sequía de 1995 en Yorkshire, Inglaterra, fue la excusa perfecta para volver a regular
y privatizar el agua. Ahlers (2008) muestra cómo en el norte de México la sequía
fue producto de un incremento en la demanda hídrica que la agricultura comer-
cial, la expansión de las maquiladoras y otros usos productivos del agua generaron,
mientras que la oferta de agua seguía siendo la misma. La sequía fue duramente
sentida por los campesinos debido a que el Estado mexicano eliminó el subsidio
que solía ayudarlos en tiempos de crisis. Mehta (2007) demuestra cómo en el caso
de la península de Kutch en el distrito de Gujarat, India, la escasez era general-
mente atribuida a la escasa precipitación pluvial y las frecuentes sequías, por lo que
los responsables confiaron en el Proyecto Sardar Sarovar para resolverla. El pro-
yecto incluía la construcción de varias represas sobre el río Narmada con fines de
regadío e hidroeléctricos. Para promover la construcción de las represas se naturalizó
la escasez discursivamente atendiendo así los intereses de actores muy poderosos que
habían invertido en el proyecto. De manera similar, Budds (2012) analiza la ­gestión

60
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

del agua en el valle de La Ligua ubicado en el norte de Chile para probar cómo se
refuta socialmente la escasez. Mientras los que viven en la parte baja del valle y río
abajo aseguran que la escasez es provocada por los usuarios ubicados en la parte
alta (que hacen un extenso uso de las aguas subterráneas para regar sus tierras para
la agroexportación), estos consideran que la escasez de agua es imposible en Chile.
Acá, la conceptualización de la escasez como producto de las condiciones hidrogeo-
lógicas oculta el hecho de que fue provocada, antes que nada, por el incremento
del consumo de agua para la agroexportación. Del mismo modo, en Ica, Perú, la
sobreexplotación de aguas subterráneas para el riego de productos agroindustriales
en el desierto fue la causa principal de la escasez de agua al grado de agotar el acuí-
fero. La solución ofrecida tanto por los usuarios de agua de Ica como por el gobierno
central fue la construcción de un proyecto hidráulico para canalizar el agua desde las
alturas de Huancavelica y llevarlo hasta la costa de Ica. Por lo tanto, la construcción
discursiva de la abundancia de agua en las partes altas de la cuenca tuvo el propósito
de encubrir las prácticas no sostenibles de riego en la parte baja de la cuenca que
fueron las que finalmente ocasionaron la escasez hídrica (Urteaga, 2013).
La estructura del conocimiento creada alrededor de la idea de la escasez o la
abundancia de agua puede contribuir a crear percepciones de aquellos fenómenos
físicos que influyen sobre las prácticas sociales y las decisiones políticas que apuntan
a transformar los paisajes hídricos para atender determinadas agendas. En este artí-
culo sostengo que la escasez y la abundancia de agua como estrategias discursivas
(Nader, 1997) podrían tener consecuencias catastróficas similares a las de los fenó-
menos físicos, no solo porque permiten la transformación de la naturaleza sino
también porque podrían poner seriamente en riesgo a aquellos excluidos de los
beneficios de esas transformaciones (véase Wali, 1989 y Johnston, 2005). Las repre-
sentaciones implementadas mediante estrategias discursivas pueden generar «efectos
de verdad»(véase Alonso, 1988) con consecuencias políticas, sociales y económicas
que podrían reforzar las desigualdades sociales y las prácticas no sostenibles. En rea-
lidad, «si bien las condiciones hidrológicas físicas pueden producir escasez de agua,
los discursos de “escasez” y “abundancia” se utilizan para movilizar los intereses de
diversos agricultores» (Budds, 2012, p. 72), que frecuentemente perjudican a otros.
En este sentido, «se debe prestar [...] atención especial a las relaciones de poder social
[...] por las que ocurren las transformaciones hidrosociales. Esto también incluiría el
análisis de los discursos y argumentos que se activan para defender o legitimar determi-
nadas estrategias» (Swyngedouw, 2009, p. 57, mis cursivas). Mediante el análisis de
los discursos podemos descubrir cómo las «estrategias discursivas [...] crean “efectos
de verdad”» (Alonso, 1988, p. 35) que transforman la naturaleza y producen paisajes
hídricos. Un paisaje hídrico «no es simplemente una escala espacial alternativa, sino
una configuración ­socioespacial constituida por procesos sociales y ecológicos que se

61
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

manifiestan a través de la naturaleza particular de los flujos, artefactos, instituciones


e imaginarios que caracterizan un contexto específico» (Budds e Hinojosa-Valencia,
2012, p. 125). En el caso que analizamos aquí los intentos por convencer acerca de
la abundancia de agua en el valle del Chira, no solo mediante recursos técnico-dis-
cursivos sino también políticos, fueron clave para la modernización agrícola de Piura
facilitando las plantaciones de caña de azúcar para producir etanol. Ello constituyó
solo un paso en el largo proceso histórico piurano por transformar en mercancías,
gradual pero ininterrumpidamente, la tierra y sobretodo el agua. En la siguiente sec-
ción, describo la región Piura en la costa norte del Perú.

3. Piura, una región semiárida de la costa norte


La extensión de Piura es de alrededor del 3% del Perú. Región fronteriza con ocho
provincias, Piura comparte tres cuencas con Ecuador: Catamayo-Chira, Puyango-
Tumbes y Zarumilla. El 62% de la cuenca Catamayo-Chira está en el Perú, con cerca
de 9800 km2 5. Geográficamente, Piura no solo tiene zonas costeras sino también
regiones que alcanzan los 2700 metros sobre el nivel del mar (msnm). Productiva-
mente, Piura está dividida en tres sectores. Paita y Talara; Piura, Sullana, Sechura y
el valle costeño de Morropón; y Huancabamba, Ayabaca y la sierra de Morropón
(Cabrejos, 2011; véase también Revesz y Oliden, 2011). Piura cuenta con una
población de 1 700 000 habitantes (Cabrejos, 2011), de los cuales la mayoría está
vinculada al sector agrícola. El valle del Chira se ubica en las provincias de Sullana
y Paita, con zonas agrícolas y sistemas ecológicos como los bosques secos. La apro-
piación de tierras (cultivadas y no cultivadas) y la fragmentación de estas han ido de
la mano en el proceso de transformación de esta zona en una región agroindustrial.
En 2004 las zonas costeras de Piura contaban con aproximadamente 103 474
hectáreas de superficie agrícola, de las cuales 98,5% eran irrigadas y solo 1,5% corres-
pondía a agricultura alimentada por lluvias (Gobierno Regional de Piura, Dirección
General de Agricultura, 2006). La llegada de las corporaciones agroindustriales a los
valles de Piura, como el del Chira, transformó no solo la propiedad de la tierra sino
también el uso del agua. En una década (de 2000 a 2009), las hectáreas cultivadas se
elevaron a 76,13% y alcanzaron aproximadamente 41 930,97 ha en 2009. Un gran
porcentaje estaba destinado al arroz, seguido de la caña de azúcar, el plátano y el
limón. La caña de azúcar es el primer cultivo entre los productos semipermanentes
(Gobierno Regional de Piura, Dirección General de Agricultura, 20012).

Véase: http://hispagua.cedex.es/sites/default/files/especiales/Trasvases/monograficocuencas2012/
5

Cuencas-compartidas-peru-ecuador.html

62
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

La decisión de cultivar caña de azúcar para la producción de etanol en Piura fue


tomada por el gobierno central, con el apoyo del gobierno regional (véase Silva,
2008; Gallo, 2009 y Deforge-Lagier (2009). Las tierras «eriazas», consideradas
bienes comunes6 por las comunidades campesinas, los pequeños agricultores, y las
pequeñas asociaciones agrícolas y ganaderas, de pronto se transformaron en bienes
de propiedad privada restringidos. Este hecho pronto resaltó las desigualdades
sociales entre las comunidades locales y los empresarios recién llegados, particular-
mente en relación a la adquisición de derechos de tierra y de agua. La legislación
regional y nacional desempeñó un rol fundamental en el establecimiento de una
gobernanza de los biocombustibles en Piura que incluía facilidades en la adquisi-
ción de tierras y agua. El marco normativo que permitía la apropiación de tierras
fue diseñado durante el régimen político de Fujimori, a principios de los años
noventa (véase Urteaga, 2008), específicamente para desarrollar la agroindustria en
las zonas costeras. En julio de 1991 el decreto legislativo 653 aprobó la Ley de Pro-
moción de las Inversiones en el Sector Agrario, que abrió este último al mercado7.
Como consecuencia, en la actualidad las grandes corporaciones agroindustriales
concentran el 70% de la superficie cultivada para la caña de azúcar, mientras que
los pequeños agricultores retienen apenas el 30%8. En Piura los resultados de esta
política se hicieron evidentes para mediados de la década de 1990, cuando apare-
cieron las transferencias de terreno que cubrían tierras eriazas, tierras comunales,
entre otros9. A continuación, describo la situación de los recursos hídricos en el
valle del Chira en Piura.

4. El agua: un terreno disputado


El concepto de paisaje hídrico puede echar luces sobre la construcción discursiva
de la abundancia de agua en el valle del Chira, en Piura. Como demuestra Swynge-
douw (1999) en su análisis del programa para la construcción de represas de España,
una representación particular se construye a través de y se imbuye en estos trabajos
hidráulicos, que permiten que el capital fluya. De modo similar, la infraestructura

6
Por ejemplo, los pastores locales usaban tierras eriazas que no estaban formalizadas para su ganado,
los pequeños agricultores también lo usaban para sus productos de pan llevar o como bosques. Véase
Sabogal (2013).
7
Por ejemplo, el numeral «d» del artículo 2 del decreto legislativo 653 promueve la inversión en
tierras eriazas para la agricultura, la ganadería, la industria forestal o agrícola; mientras el artículo 9
señala que aquellos productores agrícolas que eran propietarios de más de cinco hectáreas de tierra
podrían hipotecar sus tierras a favor de cualquier personal natural o jurídica.
8
Véase: http://www.minag.gob.pe/portal/sector-agrario/agricola/cultivos-de-importancia-nacional/
azúcar/producción25? start=1
9
Ingeniero Carlos Cabrejos, comunicación personal, 26.08.12.

63
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

hidráulica de Piura ha sido el símbolo de progreso y el medio para transformar con-


figuraciones socioespaciales en regímenes de tierra y agua privados. Históricamente,
Piura ha sufrido transformaciones constantes impulsadas especialmente desde el
gobierno central para ampliar la frontera agrícola mediante infraestructura hidráu-
lica. En estos trabajos hidráulicos se engranan representaciones de Piura como un
emporio para la agroexportación.
La reorganización del espacio y la ampliación del área cultivada a partir de la
implementación de la red regional de infraestructura de riego se realizan en cuatro
etapas sucesivas que marcan cada una de ellas, una intervención creciente del
Estado. Al principio, serán agricultores privados los que construirán los primeros
canales en el Bajo Piura y en el Chira (1895-1905). A fines del oncenio de Leguía
será la comisión presidida por Sutton la encargada de ejecutar unas ampliaciones
de los canales en estos mismos valles (década de los ’30). Posteriormente, Odría
conseguirá la ayuda del Banco Mundial para la derivación del Quiroz afluente
del Chira y la creación de la Colonización San Lorenzo (1951-1964). Por último,
con la construcción del reservorio de Poechos y el Proyecto Chira-Piura todavía en
curso, se interconectó las dos cuencas hidrográficas, permitiendo al Bajo Piura
disponer de agua a lo largo del año y el paso del riego por bombeo al riego por
gravedad. (Revesz y Oliden, 2011, pp. 158-159)

Por lo tanto, no es casual que el agua haya sido una preocupación crucial no
solo para los campesinos y los pequeños agricultores, sino también para las grandes
corporaciones agroindustriales y para el estado mismo. De hecho, el Plan Nacional
de Agroenergía (2009-2020), redactado por el Ministerio de Agricultura, menciona
algunos riesgos que la producción de biocombustibles en la costa puede significar
para el agua: la falta de información acerca de la oferta de agua en las cuencas, inclu-
yendo agua azul, verde y blanca, etc., el poco conocimiento que hay acerca de los
marco normativo existente para la utilización del agua, la falta de claridad sobre los
derechos y obligaciones con respecto al agua, la excesiva informalidad de los dere-
chos de agua, los problemas relacionados con la salinidad de los suelos debido al
riego ineficiente y a la falta de estructura de drenaje en valles tales como el de Chira,
la falta de cultivos adecuados a los suelos y el déficit de agua que caracteriza la costa
peruana, la deficiente infraestructura hidráulica debido a la sedimentación (Minis-
terio de Agricultura, 2009, p. 13).
Sin embargo, la mayoría de autoridades encargadas de promover los biocom-
bustibles no consideraron el agua en los esquemas de inversión. Aparentemente,
la necesidad de promover los biocombustibles eclipsó cualquier dato de la realidad
que pudiera fungir de obstáculo. Isabel Quispe10 señala: «El agua no ha sido tema

Profesora de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Comunicación personal (25.10.12).


10

64
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

de discusión en el proceso del diseño de la Ley de Fomento de los Biocombustibles.


No existe ningún enfoque ambiental hacia la sostenibilidad integral». El agua no
fue tema de discusión no solo en la promoción de biocombustibles sino tampoco
en la asignación de derechos de agua y de tierra a estos nuevos usuarios de agua para
agricultura. Las autoridades regionales y nacionales dieron prioridad a las empresas
de biocombustibles en la asignación de derechos de agua sobre otros actores locales
que previamente habían solicitado derechos de agua sin éxito. Con ello no solo
crearon desigualdades sociales sino también subestimaron las advertencias sobre la
extrema vulnerabilidad del balance hídrico en el valle del Chira, debido a la exce-
siva demanda comercial de agua pero también a la inevitable sedimentación de la
reserva de Poechos.
Con el fin de responder a las críticas que los culpaban por la eventual escasez de
agua en el valle del Chira, las corporaciones de biocombustibles y el gobierno cen-
tral elaboraron argumentos que no solo aseguraron que había suficiente agua en el
sistema hídrico de Chira, sino también mostraron que habían utilizado el agua de
manera eficiente. Mientras que las corporaciones sostenían que su uso de la tecno-
logía les permitía ser usuarios eficientes de agua, el gobierno nacional, a través de
un enfoque de oferta de agua, subrayaba que las aguas subterráneas todavía eran
abundantes en la región. Los argumentos sobre la eficiencia de las empresas en el
uso del agua fueron desafiados por expertos, que calcularon que una hectárea de
caña de azúcar regada con sistemas altamente tecnificados de irrigación utiliza entre
17 000 m3 y 20 000 m3 11. Además, argumentan, la caña de azúcar es un cultivo que
requiere de agua de riego durante todo el año, mientras que el arroz solo es esta-
cional. En cuanto al Estado, en 2008 el Instituto Nacional de Recursos Naturales
(Inrena) respondió: «Todavía hay 1371 Mm3 de aguas subterráneas sin explotar,
especialmente en la zona norte del país. Actualmente [2008], se están explotando
solamente 874 Mm3» (Ortiz, 2008). Bajo un enfoque exclusivo de oferta de agua, el
Inrena sostuvo que era necesario desarrollar más proyectos de infraestructura para
ahorrar agua, con lo cual «alcanzaríamos 12 400 Mm3» (Ortiz, 2008). A pesar de
los discursos iniciales para crear la idea de abundancia de agua en el valle del Chira,
mostraré en la siguiente sección cómo las plantaciones de caña de azúcar repre-
sentan verdaderos problemas para el balance hídrico de la cuenca.

11
Ingeniero Ricardo Pineda, comunicación personal, agosto 2012. Torres Aguas (1995, p. 196) cal-
cula que el consumo de agua de la caña de azúcar «oscila/ranges entre 1200 y 1500 mm al año,
mientras en zonas subtropicales en las que las épocas secas son más largas y la evaporación es mayor
que en las zonas tropicales, es un poco mayor».

65
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

5. El río Chira y la caña de azúcar para el etanol


Entre los ríos de Piura el Chira no se caracteriza por bajos volúmenes de agua. En
2007 las autoridades del agua sostenían que en promedio, en malos años, el caudal
del río era aproximadamente 3000 Mm3, mientras que la demanda hídrica alcanzaba
los 1600 Mm3 (Silva, 2008). No obstante, cuando uno toma en cuenta la variable
temporal (el agua llega de enero a abril) y el hecho de que Chira-Piura es un sistema
integrado que cubre la demanda de los ríos del Medio y Bajo Piura y Chira, existen
menos razones para ser optimista. Los expertos consideran que, a la larga, esta presión
sobre los recursos hídricos ciertamente aumentará los conflictos por el agua en el valle:
Esta es más o menos la dinámica del Chira: aún hay y seguro habrá conflictos
por el agua debido a que no todas las áreas proyectadas están siendo cultivadas y
porque los valles están en crisis. Los valles nunca estuvieron cultivados al cien por
ciento …el Chira tiene 80,000 hectáreas que están bajo riego, pero en realidad en
las últimas campañas agrícolas no se han sembrado ni siquiera 50,000 hectáreas.
Por lo tanto, [en teoría] tendríamos agua para 30,000 hectáreas… Ahora que se
están sembrando más zonas, además del ineficiente uso del agua que caracte-
riza a este valle, los conflictos seguramente surgirán. Los conflictos hídricos están
empezando a aparecer y el agua será un gran problema …12.

Un reconocido ingeniero hidráulico me dijo: «La población local ya tenía pro-


blemas con el agua incluso antes que las compañías de caña de azúcar llegaran al
valle del Chira»13. De hecho, junto con la cantidad de agua concedida a las empresas
de bioetanol, también hay empresas agroindustriales que siembran cultivos orgá-
nicos para la exportación, como plátanos, uvas, etc. Además, los llamados usuarios
«informales» bombean agua de la cola del sistema regulado Chira-Piura. Comu-
nidades campesinas como San Lucas de Colán y Tamarindo han reclamado sin
éxito el acceso a más agua para sus tierras de cultivo, mientras que lo contrario
ocurre con las empresas de bioetanol como Agrícola del Chira, cuya demanda de
agua ha sido satisfecha. Además, los sedimentos de la presa del sistema regulado
de Poechos están obstruyendo y reduciendo su capacidad de almacenamiento a la
mitad (Deforge-Lagier, 2009; Gobierno Regional de Piura, Dirección Regional de
Agricultura, 2006).
En 2011 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (Food and Agricultural Organization – FAO) organizó un proyecto
de investigación para analizar los efectos de los cultivos bioenergéticos sobre las
­disponibilidad de agua la cuenca Chira-Piura. Usando el programa de cómputo

Ingeniero Carlos Cabrejos, comunicación personal, 26.08.12.


12

Ingeniero Ricardo Pineda, comunicación personal, August 2012.


13

66
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

WEAP (Water Evaluation and Planning), Ramos (2011) trabajó sobre cuatro posibles
escenarios en el año 2030. El primero mantenía la oferta y la demanda de agua, exclu-
yendo los nuevos cultivos bioenergéticos, a excepción de los que ya estaban instalados.
El segundo aumentó la demanda hídrica en 24 000 hectáreas de caña de azúcar; mien-
tras que las demás variables se mantuvieron constantes. El tercer escenario suponía un
incremento de 24 000 hectáreas de sorgo. Finalmente, el cuarto suponía una amplia-
ción de las zonas de caña de azúcar y otros cultivos de pequeños agricultores, así como
una mayor presión sobre el nivel operativo de la represa. El estudio concluyó que las
instituciones del estado no toman en cuenta el manejo del agua en la planificación del
uso de las tierras: «Los resultados para los escenarios 2, 3 y 4 indican una reducción
de la confiabilidad del sistema hidráulico, que lleva a disminuir la demanda hídrica
de los agricultores cubierta de 90 por ciento a …84, 89 y 85 por ciento, y de 80 por
ciento a 60, 74 y 52 por ciento de los cultivos bioenergéticos». El autor sostiene que
«el escenario 1 es satisfactorio con limitaciones, y que los escenarios 2, 3 y 4 son insa-
tisfactorios» (Ramos, 2011, p. 69). En pocas palabras, aumentar las áreas de cultivo
con caña de azúcar para producir etanol podría afectar la disponibilidad de agua que
cubre la demanda del sistema regulado Chira-Piura, impactando así no solo a los
demás usuarios de agua sino también a las mismas empresas productoras de bioetanol.
Este análisis coincide con un estudio publicado en 2010 por la Academia Nacional
de Ciencias (National Academy of Sciences – NAS) de Estados Unidos de Norteamé-
rica, que concluyó que «aumentar la producción de etanol podría ejercer más presión
sobre los recursos hídricos porque se expandirían los cultivos para biocombustibles en
regiones más secas que requerirían nuevos riegos» (Huffaker, 2010, p. 130). La evi-
dencia de la vulnerabilidad del agua en la cuenca del Chira no constituía un escenario
auspicioso para las empresas de biocombustibles. El problema del agua estaba muy
vinculado al esquema corporativo para adquirir miles de hectáreas de tierras eriazas en
Chira, como se verá a continuación.

6. Apropiación de la tierra y el agua en el valle del Chira. El proyecto


de biocombustibles de «M»

Informes internacionales sobre el estado de la tierra en el mundo afirman que los


proyectos de producción de caña de azúcar para bioetanol transforman no solo la
tierra sino también los usos del agua (HLPE, 2011; FAO, 2011; Oxfam Interna-
cional, 2011). Desde el año 2000 aproximadamente 80 millones de hectáreas se han
negociado en países en desarrollo. El desarrollo de la agroindustria basada en la agri-
cultura de riego es uno de los elementos que aumentan la demanda de agua a niveles
nunca antes vistos (véase Huffaker, 2010), afectando los ecosistemas y la subsistencia
de las comunidades, los agricultores y los pueblos indígenas vulnerables.

67
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

El análisis del proyecto empresarial de biocombustibles de «M» requiere que


la tierra y el agua se estudien de manera interrelacionada. El proceso de produc-
ción de biocombustibles en el valle del Chira supuso varias operaciones, la primera
de la cuales fue la conversión de miles de hectáreas de tierras marginales (tierras
eriazas) en tierras agrícolas, y en segundo lugar, los discursos que se diseñaron sobre
la oferta de agua del sistema regulado de Poechos para responder los intereses de las
empresas de biocombustibles que adquirían tierras en el valle del Chira. Aquellos a
favor de los biocombustibles afirmaban que había suficiente agua en la cuenca para
regar más de 15 000 ha de caña de azúcar, mientras que los que se oponían argu-
mentaban que la escasez de agua era una realidad en el sistema Chira Piura incluso
antes de las plantaciones de caña de azúcar.  En esta sección, me referiré a la trans-
formación de tierras eriazas en tierras agrícolas.
En agosto de 2003 se aprobó la Ley de Promoción del Mercado de Biocom-
bustibles (ley 28054), cuya promotora fue la legisladora Fabiola Morales14. Al año
siguiente, el gobierno central emitió el reglamento de la ley. Inmediatamente un
año después, en 2005, se nombró un Comité Especial de Promoción de la Inver-
sión Privada en la región Piura. El mismo año el Proyecto Especial Chira-Piura
otorgó el Gobierno Regional de la reserva de las tierras eriazas cercanas a la margen
izquierda del río Chira para el desarrollo de un proyecto privado para la produc-
ción de etanol. La llegada de las empresas de bioetanol en Piura aceleró el proceso
de adquisición de tierras, activando el mercado de tierras. La adquisición de tie-
rras por las corporaciones agroindustriales se inició a mediados de 1990, cuando
el costo de una hectárea era tenía un precio muy bajo. Inclusive tierras eriazas más
baratas que eran consideradas sin utilidad por el gobierno regional se pusieron a
la venta. Actualmente, el precio de una hectárea en los valles más productivos de
Piura oscilaría entre 1500 y 2000 dólares15. Las condiciones climáticas del valle es
uno de los factores que contribuyó al surgimiento de este mercado de tierras. Está
comprobado que el clima del Chira favorece el cultivo de caña de azúcar. De hecho,
mientras en Piura se produce aproximadamente 132,5 toneladas por hectárea, en
Brasil se produce solo la mitad (Ortiz, 2008). Sin embargo, las mismas condiciones
climáticas que favorecen el desarrollo del cultivo también lo dificultan porque el
agua es a menudo un bien disputado en las zonas semiáridas donde se cultiva la
caña de azúcar (véase McCornick, Awulachew y Abebe, 2008, citados en Deforge-
Lagier, 2009, p. 26).
No existen datos exactos sobre la cantidad de tierra vendida en Piura desde
mediados de la década de 1990.  Algunos aseguran que se han vendido alrededor

Fabiola Morales pertenece al partido de derecha Solidaridad Nacional.


14

Ing. Carlos Cabrejos,, comunicación personal, 26.08.12.


15

68
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

de 150  000 hectáreas, mientras que en el valle del Chira se estiman 37  000 ha
vendidas.34 Extraoficialmente se conoce que las hectáreas vendidas a corporaciones
agroindustriales incluían tierras de comunidades, tierras del Estado, tierras para
pastoreo, entre otras16, muchas de los cuales habían sido clasificadas como tierras
eriazas17,  a pesar de que varias comunidades, grupos de agricultores y asociaciones
de pastores las poseían y/o las utilizaban de alguna forma para sus actividades eco-
nómicas36.. Este hecho no solo ha transformado la propiedad de la tierra y los
medios de subsistencia en el valle del Chira, sino también la gestión del agua porque
varias hectáreas de tierras eriazas se han incorporado al sistema hidráulico regu-
lado como económicamente productivas y, por lo tanto, con necesidad de agua. En
Piura la mayor parte de las tierras que obtuvieron las empresas de biocombustibles
fue tierra eriaza, con lo cual «las tierras que no estaban produciendo ningún cultivo
[serían] modificadas para producir caña de azúcar» (Deforge-Lagier, 2009, p. 49).
Esta tierra improductiva, una vez transformada, presiona por la oferta de agua de la
cuenca Chira-Piura. Por esta razón, señalan que «los cambios en el uso de la tierra
intensifican la explotación del suelo, incrementan la extracción de agua y aumentan
la contaminación del agua» (Deforge-Lagier, 2009, p. 49).
En la actualidad se podría identificar hasta cuatro tipos de propietarios en la
región: «en el primer grupo, hay grandes corporaciones con más de 1000 hectáreas;
en el segundo grupo, pequeñas y medianas empresas con más de 100 hectáreas; en
el tercer grupo podemos encontrar grandes y medianos propietarios de tierras con
más de 5 y hasta 99 hectáreas y, el último, está formado por pequeños propieta-
rios...» (Cabrejos, 2011, p. 44). Entre los primeros está la corporación «M», a la que
en 2006 el gobierno regional de Piura le otorgó 10 000 hectáreas de tierras eriazas,
a través del Proyecto Especial Chira-Piura. En la primera etapa, «M» adquirió tie-
rras de la siguiente manera: 400, 5232, 1701, 1230, 196 y 877 hectáreas. Un tercio
de estas tierras estaban ocupadas por pequeños agricultores y ganaderos, que no
solo las consideraban bienes colectivos, sino que las usaban para sus actividades
económicas. El impacto no se limitó a la apropiación de tierras sino también a la
acumulación de agua, lo que fue cuidadosamente diseñado mediante discursos téc-
nicos y jurídicos, como se observará en la siguiente sección.

16
También se incluyó un cementerio en el área vendida por el Gobierno Regional a una empresa de
Biocombustibles en Piura. Ing. Cabrejos, comunicación personal, 26.08.12.
17
Legalmente, las tierras eriazas son aquellas que no pueden cultivarse debido a la escasez o el exceso
de agua por lo que se requiere inversión para ser trasformadas en tierras cultivables. El artículo 24 del
decreto legislativo 653 define las tierras eriazas y menciona como ejemplos las praderas con pastos
naturales, las tierras protegidas y aquellas que constituyen patrimonio arqueológico. Véase también la
ley 26505 o Ley de la Inversión Privada en el Desarrollo de las Actividades Económicas en las Tierras
del Territorio Nacional y de las Comunidades Campesinas y Nativas.

69
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

7. Debates discursivos sobre la disponibilidad de agua en la cuenca


del Chira

En esta sección analizo el conflicto que surgió en 2006 cuando «M» requirió agua
para cultivar 10 000 hectáreas de caña de azúcar para etanol en el valle del Chira.
«M» requería una reserva de agua de aproximadamente 186,6 m3, que corría de la
represa de Sullana «hasta perderse en el mar». Generalmente, esta agua se denomina
«caudal de retorno» y se define como agua superficial que no puede ser almacenada
en los embalses, agua superficial que fluye hacia el mar y agua subterránea del acuí-
fero (Gallo, 2009). Esta observación es importante ya que ha sido el argumento
que «M» usó para afirmar que no competiría con otros usos agrícolas del agua del
sistema regulado.
Uno de los puntos más conflictivos consistió en demostrar la existencia de un
volumen de agua suficiente para cubrir la demanda adicional que significaría esta
inversión para el sistema hidráulico regulado. Se produjo así una batalla burocrá-
tica dirigida principalmente por instituciones del estado acerca de la asignación de
una reserva de agua de 186 Mm3 para «M». En el grupo opuesto al cultivo de caña
de azúcar para etanol se encontraban principalmente las autoridades regionales de
agua, como el presidente de la Junta Directiva de la Autoridad Autónoma de la
Cuenca Hidrográfica Chira Piura (AACH-CHP), el gerente general de la AACH-
CHP y de la Autoridad Técnica del Distrito de Riego (ATDR) Chira, así como los
agricultores de las Juntas de Usuarios del Medio y Bajo Piura, y la Junta de Usua-
rios de Sechura, las comisiones de regantes de los márgenes derecho e izquierdo del
río Chira, y del distrito El Arenal, quienes estaban definitivamente en contra de
la concesión de agua a «M». El segundo grupo, a favor de la producción de bioe-
tanol, estaba conformado principalmente por las autoridades del gobierno regional
y nacional, algunos dirigentes de la Junta de Usuarios del Chira y la corporación
«M» (Gallo, 2009).
En agosto de 2005 las autoridades de la AACH-CHP recomendaron que «M»
elaborara un estudio hidrológico y un balance hídrico. Se suponía que el estudio
hidrológico evaluaría el volumen de agua disponible para el proyecto de etanol.
Solo un mes después, «M» tenía listo el estudio que envió al gobierno regional para
su aprobación. La Evaluación de Impacto Ambiental de «M» contenía suficientes
datos como para concluir sobre la abundancia de agua en el Chira:
El EIA [de 2006] [incluye] estudios hidrológicos y de balance hídrico de la cuenca
del río Chira. El ámbito de aplicación se extiende desde la represa de Sullana
hasta el estuario del río Chira. Este concluye que el balance hídrico es suficiente
para abastecer de agua a los actuales usuarios de agua, preservar el flujo ambiental
y [llevar a cabo] el proyecto de agrocombustibles. No obstante, el acceso a los datos

70
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

es ­limitado, y solo están disponibles el informe y las conclusiones principales.


Impide cualquier evaluación de la fiabilidad de la conclusión, ya que no se tiene
acceso a datos detallados. (Deforge-Lagier, 2009, p. 47, mis cursivas).

Tras un minucioso análisis del estudio hidrológico, tanto la AACH-CHP como


la ATDR Chira recomendaron que se revisara puesto que este no incluía el volumen
de agua disponible durante la época seca, cuando los niveles de agua son bajos.
Durante esta época, señalaron, «el volumen de agua que se pierde en el mar es nega-
tivo. La oferta de agua no es suficiente para atender la constante demanda hídrica
del Proyecto Especial Chira-Piura»18. Las autoridades del agua deberían —recomen-
daba el informe de la AACH-CHP de 200619— revisar el estudio antes de conceder
cualquier derecho de agua a «M». Ese mismo año, el gerente general del Proyecto
Especial Chira-Piura apoyó el informe enviado por la AACH-CHP y recomendó
igualmente la revisión del estudio hidrológico antes de conceder a «M» el derecho a
los flujos de retorno. También remarcó que el tipo de derecho de agua que en cual-
quier caso le correspondería a «M» sería un «permiso» no una «licencia». El primero
se refiere a flujos de retorno que se pierden en el mar, mientras la segunda está rela-
cionada con flujos superficiales procedentes del río. El gerente general del Proyecto
Especial Chira-Piura, sostuvo: «El sistema regulado Chira-Piura no tiene posibi-
lidad alguna de atender las tierras eriazas de la margen izquierda del río Chira aguas
abajo del reservorio Sullana, por lo que en caso de déficit de agua la responsabilidad
será únicamente de «M»20. Las autoridades locales de agua que estaban en contra de
la medida basaron su posición en el hecho de que un balance hídrico debería tomar
en cuenta la disponibilidad de agua durante las diferentes estaciones: 
Un representante de una institución gubernamental menciona que «en un año
normal no hay escasez de agua. Pero…algunos años hay sequía y entonces los agricul-
tores y pastores se ven afectados por la falta de disponibilidad de agua». [Un] gerente
de otro organismo gubernamental, PECHP [Proyecto Especial Chira-Piura] ,
comparte esta inquietud. En un diario local (La República, 2008) él señala el pro-
blema del agotamiento del agua. Sugiere una revisión de la licencia otorgada a
una extensión de 500 ha para cultivos permanentes, autorizada por la [Autoridad]
Autónoma del Chira. Esas declaraciones verbales son confirmadas por un docu-
mento enviado por el INRENA, [que] describe un déficit de agua de agosto a enero
en el punto de medida de Montero. Por otra parte, un profesor confirma que la dis-
ponibilidad de agua es suficiente sobre la base de un cálculo anual: el río Chira
presenta una disponibilidad de 3000 Mm3 al año, mientras que las necesidades
humanas para el uso agrícola, industrial y doméstico del mismo es de 1800 Mm3

18
Informe 1-2006-AACH.
19
Informe 1-2006-AACH.
20
Oficio 580-2006-GRP-PECHP.

71
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

máximo. Sin embargo, si bien existe un alto nivel hídrico durante 3 meses, de
junio a diciembre no hay suficiente agua para todos los usuarios. (Deforge-Lagier,
2009, p. 47, mis cursivas).

Los expertos sostenían que existía una duda razonable en cuanto a la disponibi-
lidad de agua de la cuenca para cubrir 15 000 ha de nuevas tierras adquiridas para
biocombustibles porque el balance hídrico original de la cuenca Chira-Piura no
tomó en cuenta la extensión de la frontera agrícola, incluso cuando el reservorio de
agua de Poechos estaba operando con la capacidad para la que había sido diseñado21.
Sin embargo, las suspicaces autoridades del gobierno regional de Piura decidieron
realizar otro estudio para «demostrar» que había suficiente agua para todo. El debate
discursivo debía ser resuelto. Por ello, mediante la ordenanza regional 110-2006/
GRP-CR, el gobierno regional llevó a cabo un estudio del balance hídrico que
indicó que:
el volumen total de agua que suministran el [río Chira] y el sistema de riego es sufi-
ciente para abastecer de agua a todos los usuarios. Existe suficiente agua disponible
para abastecer la demanda actual de los usuarios de 290 Mm3, considerando una
pérdida del 30% y una demanda adicional de 186 Mm3 del proyecto [«M»].
Ellos sí toman en cuenta el suministro del río Chira además del de la reserva de
Poechos. Es importante señalar que el estudio se basa en una demanda agroin-
dustrial adicional de 10672 hectáreas. Pareciera que la necesidad de la segunda
empresa [6,000 ha más] no se ha tomado en cuenta en este estudio realizado en
2006. (Deforge-Lagier, 2009, p. 47, mis cursivas).

La participación de las autoridades nacionales del agua puso fin al conflicto


discursivo. Tras evaluar el balance hídrico elaborado por «M» que cubría desde
la represa Sullana hasta el estuario del río Chira, Inrena sostuvo que era posible
reservar 186 Mm3 para «M» provenientes de caudales de retorno del río Chira aguas
abajo de la represa Sullana y de aguas subterráneas del acuífero ubicado entre la
represa de Sullana y el estuario del Chira, que serían destinados a usos agrícolas e
industriales22. Inrena también exigió que la autoridad regional del agua elaborara
un balance hídrico de la cuenca para determinar el caudal ecológico de la parte
baja del río y le ordenó que supervisara este flujo. Mientras tanto, «M» necesitaba
adquirir 10  684,15 hectáreas, propiedad del Proyecto Especial Chira-Piura, para
proyectos agrícolas e industriales relacionados con la producción de etanol. En julio
de 2006, el Gobierno Regional de Piura le adjudicó aproximadamente 10 600 ha
de tierras eriazas por US$640 588 y un pago anual de US$500 000 por veinte años.

Silva (2008); Ramos, comunicación personal, abril 2013.


21

Véase: Informe 036-2006-INRENA-IRH-DIRH-MAN/ACF.


22

72
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

«M» se comprometía contractualmente, además, a transformar 1000 ha de arroz de


los agricultores locales en caña de azúcar23.
En setiembre de 2006, mediante decreto supremo 056-2006-AG, el Gobierno
nacional neutralizó tanto al gobierno regional como a las autoridades locales del
agua de Piura, reservándole a «M» por dos años 186 Mm3 de flujos de retorno
y aguas subterráneas de la cuenca Chira aguas abajo de la represa Sullana hasta
su estuario. A pesar de la oposición del presidente de la Junta de Directores de la
AACH-CHP24, quien ya había informado que su institución no había dado su
consentimiento para la aprobación del decreto supremo 056-2006-AG, el gobierno
nacional decidió que estableciendo los flujos mínimos del río o el caudal ecoló-
gico del río Chira en 0,3 m3/s la discusión estaba zanjada25. De manera similar, el
Gobierno Regional de Piura determinó que «M» debería presentar un Programa
de Desarrollo para la reserva hídrica, y que este debería hacer que se cumplan los
requisitos legales para solicitar una «Licencia»26. En este caso, el Gobierno Regional
de Piura también pasó por alto la recomendación de las autoridades regionales del
agua que indicaba que, en cualquier caso, el derecho que le correspondería a «M»
sería un «permiso» (derecho de agua sobre el caudal de retorno) no una «licencia»
(derecho de agua sobre los flujos superficiales del río).
En enero de 2007, luego que se hubiese firmado el contrato entre «M» y el
Gobierno Regional de Piura, las Comisiones de Regantes del Medio y Bajo Piura
enviaron un documento al presidente del Directorio de la AACH CHP para expre-
sarles su preocupación en torno a la decisión de atender la demanda de agua de «M».
Ellos señalaban la irresponsabilidad de las autoridades regionales y del Gobierno
central, que otorgaron este volumen de agua a una empresa sin tomar en cuenta a
los pequeños agricultores ni el flujo ecológico. Durante la época seca, cuando no
hay flujo de retorno, sostenían, la empresa usaría el agua del sistema regulado, afec-
tando, así, sus medios de vida (Gallo, 2009). Pero los dados ya estaban echados.
Una vez que el debate discursivo fue zanjado por el Gobierno central estable-
ciendo que había suficiente agua para todos los usuarios en la cuenca y que este
formalizara la reserva de agua para «M», la Autoridad Nacional del Agua ­transformó
su discurso de abundancia de agua en la cuenca del Chira en uno de escasez de
agua. Por este motivo, en mayo de 2007 el Ministerio de Agricultura emitió una
norma27 mediante la cual se estableció que los recursos hídricos de la cuenca Chira
se habían agotado y, por ello, ya no se podría otorgar más derechos de agua. Esta

23
Acuerdo del Consejo Regional de Piura 352-2006/GRP-CR.
24
Véase: oficio 518-2006-AACH CHP.
25
Véase: resolución ministerial 01497-2007-AG.
26
Véase: acuerdo del Consejo Regional 368-2006/GR Piura-CR.
27
Resolución ministerial 380-2007-AG.

73
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

norma afectó a los usuarios de agua que habían estado solicitando derechos de agua
sin éxito, pero también a los pequeños agricultores y las comunidades locales que
deseaban sembrar nuevos cultivos, e incluso, a empresas que deseaban invertir en
caña de azúcar para etanol28.
Luego que el estudio hidráulico fuese aprobado por la Autoridad Nacional del
Agua, la configuración de un nuevo paisaje hídrico empezó a tomar forma. «M»
realizó su propia ingeniería hidráulica, que suponía no solo el cambio del uso de la
tierra, sino también la transformación de tierras eriazas a tierras agrícolas, estudios
arqueológicos, estudios sobre el flujo ecológico del río, etc. Luego, la Autoridad
Nacional del Agua emitió la resolución directoral 1497-2006-IRH y «M» pre-
sentó un expediente para sustentar el proyecto de construcción de dos estaciones
de bombeo de agua llamadas Macacará y El Arenal29. Para la estación de bombeo
Macacará, ubicada en el distrito de La Huaca, «M» recibió una «Licencia» de la
Autoridad Nacional del Agua para aproximadamente 2 452 800 m3 de agua super-
ficiales del río Chira para el uso industrial de la planta de producción de etanol30.
Los reservorios de agua de «M» (estaciones de bombeo) tienen 400 m y 280 m, que
suman un total de 650 000 m3, con 8 metros de profundidad.
En mayo de 2009 «M» requería que la Autoridad Nacional del Agua le otorgara
«Licencias» para el riego de miles de hectáreas de semillas de caña de azúcar. En la
primera etapa, se programaron 7800 ha, pero finalmente se sembraron 7500 ha.
Durante la segunda etapa, no se podían sembrar las 2300 ha debido a la calidad del
suelo, pero las autoridades de agua le permitieron tomar agua de los terrenos adya-
centes que fueron adquiridos de pequeños agricultores. Las «licencias» no solo se
otorgaron para usos industriales del agua, también se otorgaron para usos agrícolas,
confirmando así los temores iniciales de los pequeños agricultores y las organiza-
ciones de usuarios de agua que aseguraban que la corporación terminaría usando el
agua del sistema y no solo los flujos de retorno (véase la tabla 1). La empresa señala
que el volumen del flujo de retorno asignado legalmente es suficiente para todo lo
que ya se ha sembrado y también para las áreas proyectadas. Por los volúmenes de
agua usados por «M» en enero de 2013 se pagó a la Junta de Usuarios de la margen
izquierda del río Chira S/. 0,02794/m3.

28
Por ejemplo, BioLatina.
29
Véase: resolución 565-2008-INRENA
30
Véase: resolución directoral 0316-2012- ANA-AAA-JZ-V. Esta «licencia» renovó una anterior
otorgada mediante resolución administrativa 0389-2011-ANA-AAA-JZ-V.

74
Tabla 1. Licencias» otorgadas a «M» en 2009 para uso agrícola del agua

Tipo de Unidad Ámbito de organización Ámbito Tipo Clase de Fuente Volumen


Resolución Fecha
derecho catastral de usuarios administrativo de uso fuente de agua (m3)
030-2009
Licencia 03/03/2009 04127 COMREG El Arenal ALA Chira Agrícola Superficial Chira 2,628,540.00
ANA-ALA Chira
030-2009
Licencia 03/03/2009 11530 COMREG El Arenal ALA Chira Agrícola Superficial Chira 3,742,380.00
ANA-ALA Chira
030-2009
Licencia 03/03/2009 11530 COMREG El Arenal ALA Chira Agrícola Superficial Chira 129,080.00
ANA-ALA Chira
030-2009
Licencia 03/03/2009 04127 COMREG El Arenal ALA Chira Agrícola Superficial Chira 2,628,540.00
ANA-ALA Chira
030-2009
Licencia 03/03/2009 11530 COMREG El Arenal ALA Chira Agrícola Superficial Chira 3,742,380.00
ANA-ALA Chira
030-2009
Licencia 03/03/2009 11530 COMREG El Arenal ALA Chira Agrícola Superficial Chira 129,080.00
ANA-ALA Chira
                  13,000,000.00 m3
Fuente: Sistema de Información de Recursos Hídricos. En: http://www.ana.gob.pe:8080/rada/wfrmDetaDUA_xU.aspx. Consulta: 31/09/13.

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Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

8. ¿Hay o no hay agua? Discursos, poder y biocombustibles


La llegada de nuevos actores empresariales a Piura ha contribuido a la transforma-
ción tanto de los recursos tierra y agua, como de sus usos. Antes de su llegada la
distribución de agua se basaba en las tierras agrícolas existentes. La transformación
de tierras eriazas en cultivables que la empresa de biocombustibles «M» llevó a
cabo cambió las bases del esquema inicial del sistema de riego regulado, así como
la propia gestión del agua, alarmando a los pequeños usuarios y organizaciones de
agua debido a la posibilidad de escasez hídrica.
Los discursos formulados para favorecer los proyectos de biocombustibles
fueron cuidadosamente diseñados para proyectar la idea de abundancia hídrica en
la cuenca Chira-Piura para cubrir la nueva demanda de riego de más de 10 000 ha
de caña de azúcar para la producción de etanol. Sin embargo, el estudio de balance
hídrico elaborado por la empresa «M, que aseguraba la abundancia de agua en la
cuenca Chira, no tomó en cuenta las diferentes estaciones sino el promedio total de
la oferta anual de agua. Los discursos técnicos elaborados en el conflicto se orien-
taban a crear las condiciones de posibilidad para que el poder operara mediante la
proyección de una representación sobre la situación del agua que favoreciera a su
empresa. El conflicto discursivo continuó cuando las autoridades regionales de agua
y otros usuarios agrícolas afirmaron que el balance hídrico de «M»’ era inexacto,
porque solo había considerado la oferta promedio anual, ocultando así la escasa dis-
ponibilidad hídrica durante la época seca (de mayo a diciembre), los usos reales del
agua, la sedimentación real de la reserva de Poechos y las necesidades agrícolas de
los antiguos y nuevos usuarios de agua.
Este estudio de caso muestra, como sostiene Foucault, cómo los discursos
imaginan socionaturalezas, en las que se basan las decisiones políticas para la distri-
bución del agua que terminan transformando definitivamente los paisajes hídricos.
Al imaginar abundancia de agua en la cuenca del Chira, los discursos crearon las
condiciones de posibilidad para configurar un paisaje hídrico de acuerdo a los
intereses empresariales, lo cual fue en detrimento de los pequeños agricultores, las
comunidades campesinas locales e incluso otras empresas. De hecho, a través de
estrategias discursivas sobre la abundancia de agua en la cuenca del Chira, el poder
político y económico, regional y nacional, finalmente acumuló agua y capital en
perjuicio de otros usuarios y actores (no usuarios) más vulnerables. El desarrollo
del proyecto de biocombustibles en el valle del Chira significó no solo el despojo
de tierras eriazas consideradas bienes comunes, que en la práctica eran usadas por
las comunidades, agricultores y pastores locales. Las poblaciones locales también
fueron despojadas del agua en la medida que los flujos de retorno que fueron asig-
nados al proyecto de biocombustibles de «M» también eran usados por agricultores

76
Urteaga / Entre la abundancia y la escasez de agua

que legalmente no eran considerados usuarios de agua, pero, además, porque lo


más probable era que la escasez de agua que se generaría durante la época seca los
afectaría a ellos, a los pequeños agricultores y a las comunidades locales más que a
las empresas de bioetanol cuya tecnología y capital les permitiría almacenar agua
suficiente para todo el año. El cultivo a gran escala de caña de azúcar en Piura ha
producido así múltiples impactos ambientales y sociales en el entorno de pequeños
y medianos usuarios de tierras y agua, los agricultores y las comunidades campe-
sinas. Los discursos que contribuyeron a la creación de este «paisaje hídrico» en
Piura han reforzado no solo las inequidades sociales, sino también la (in)sostenibi-
lidad hídrica para beneficiar al mercado.

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ISSN 0254-9220

El enmarcado de la mente: análisis de una clave central


de la visión del poder de Manuel Castells

Esteban Torres*

* Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Nacional de La Plata, Argentina / Universidad Autó-


noma de Barcelona, España). Profesor regular de la Cátedra de Sociología / Teoría Social, Universidad
Nacional de Córdoba (UNC), Argentina. Investigador de CONICET en el Centro de Investigación
y Estudios en Cultura y Sociedad (CIECS), UNC. Correo-e: esteban.tc@gmail.com
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de


Manuel Castells

Resumen
En el presente artículo analizamos de modo sistemático y pormenorizado un aspecto central de la
perspectiva sociológica contemporánea del poder de Manuel Castells: la cuestión del enmarcado o mo-
delado de la mente. El estudio nos permitirá descubrir, principalmente, la proliferación de un discurso
edificado a partir de dos operaciones teóricas ocultadas por el autor: la postulación de una lógica de
imposición como lógica excluyente del poder y del poder de enmarcado, y la separación entre el poder
y las mentes. Demostramos que tal discurso encarna un movimiento contradictorio en tanto asume
con frecuencia una forma marcadamente ideológica que tiende a enmascarar las operaciones mencio-
nadas. La apropiación que efectúa Castells de la teoría de Entman, su fuente teórica principal en este
caso, aporta pruebas significativas para evidenciar tales hallazgos.
Palabras clave: poder, mente, cognición, teoría sociológica, comunicación política.

Mind framing: Analysis of a central key of Manuel Castells´s vision of power

Abstract
In this paper, we analize in systematic and detailed terms one central aspect of Manuel Castells´s
contemporary sociological perspective of power: the question of frame or modeling mind. The research
will allow us to discover, mainly, the proliferation of a discourse built from two theoretical operations
hidden by the author: the postulation of a logic of imposition as exclusionary logic of power or power
of framed, and the separation between power and minds. We demonstrate that such discourse embo-
dies a contradictory movement as often assumed a markedly ideological form that tend to mask the
mentioned operations. Castells´s appropriation of Entman´s theory, his mainly theoretical source in
this case, provides significant evidence to demonstrate such findings.
Keywords: power, mind, cognition, sociological theory, political communication.

82
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

1. Introducción
En el presente artículo nos ocupamos del análisis sistemático y pormenorizado de un
aspecto central de la perspectiva sociológica del poder de Manuel Castells, tal como la
formula en los últimos tiempos: la cuestión del enmarcado o modelado de la mente. La
comprensión de este aspecto nos interesa, por ello mismo, en la medida que colabora
en el esclarecimiento de la visión del poder de nuestro autor. A partir de 2009 la teoría
del poder de Castells, y en particular la relación que establece entre poder y comuni-
cación, se abre a la preocupación por los procesos de cognición social e individual. La
referencia a la cuestión mental ingresa en su formulación sobre el poder, por un lado,
a partir del reconocimiento de la comunicación como dimensión principal del poder,
y por el otro, a partir de un nuevo discurso metodológico que alude muy tímidamente
a la limitación de cierta mirada estructural, y que propone completarla a partir de una
teoría cognitiva de la agencia. Respecto a este segundo punto nuestro autor anuncia
que la integración de la perspectiva de la estructura y de la agencia, de la determina-
ción estructural con los procesos cognitivos, es la transición analítica clave de su libro
Comunicación y poder (Castells, 2009, p. 27). De este modo, en lo que respecta a la
determinación de la forma comunicativa del poder, Castells señala que es necesario no
solo estudiar cómo y quién origina los mensajes y cómo se transmiten o forman en las
redes electrónicas de comunicación, sino también cómo se procesan en las redes cere-
brales (p. 25). De la misma manera, nuestro autor no duda en afirmar que el emisor
del mensaje (redes de comunicación y las empresas propietarias) es solo una de las
condiciones para la construcción del significado —está en su origen— y que la otra
es la mente de receptor, ya sea individual o colectiva (p. 537). Comprometido —al
menos en apariencia— en la promoción del nuevo enfoque sociológico integrador,
Castells señala que los mecanismos de construcción del poder se pueden identificar en
última instancia en las formas concretas de conexión entre las redes de comunicación
y de significado en nuestro mundo y las redes de comunicación y de significado de
nuestro cerebro (p. 25). Insistimos que lo novedoso del discurso explícito de Castells
en este último texto es el reconocimiento de la necesidad de comprender de qué
forma la mente humana procesa estos mensajes y cómo se traduce tal proceso en el
ámbito político. Ahora bien, una de la hipótesis que intentaremos demostrar en este
punto es que la ansiada integración no llega a concretarse, no al menos de un modo
satisfactorio.
Como ya insinuamos, la forma general que adopta el nuevo enfoque sociológico
integrado sobre el aspecto comunicacional del poder se sintetiza en buena medida
a partir de la noción de proceso de enmarcado o modelado de la mente1, que como

1
Todo indica que Castells pretende instalar la idea del enmarcado de las mentes como una innova-
ción conceptual al interior de las teorías del poder, dando a entender que todas ellas están en cierto

83
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

luego veremos se desentiende de las acepciones desarrolladas por la propia tra-


dición sociológica. De aquí en adelante emplearemos la noción de enmarcado y
de modelado como sinónimos, tal como lo efectúa nuestro autor. Si bien la refe-
rencia al vínculo entre mente y poder aparece por primera vez en 1997 —y de allí
en adelante se presenta muy esporádicamente—2, el desarrollo teórico más siste-
mático de dicha relación se concreta en 2009 en su libro Comunicación y poder3.
En este último se presenta y desarrolla por vez primera el concepto de enmar-
cado o modelado de la mente. Desde el momento que el proceso de modelado o
enmarcado de la mente se convierte en uno de los aspectos y de las formulaciones
concretas centrales del reconocimiento más general por parte de Castells de la

punto desactualizadas: «Aunque las teorías sobre el poder y la observación histórica apuntan a la
importancia decisiva del monopolio de la violencia por parte del estado como origen del poder social,
sostengo que dicha capacidad requiere el enmarcado individual y colectivo de las mentes» (Castells,
2009, p.  535). Aquí el enmarcado de las mentes ingresa como una forma concreta de aludir a la
dimensión simbólica del poder. Ahora bien, ¿en qué teorías del poder está pensando Castells? Pareciera
que principalmente en la perspectiva de Weber, aunque asumiendo una lectura equívoca, estadocén-
trica, de su teoría del poder, entendida esta como pura violencia institucionalizada y desprovista en
todo momento de cualquier legitimidad. De tal modo la presenta principalmente en su primer libro
relevante de ruptura con el marxismo (La ciudad y las masas, sociología de los movimientos sociales
urbanos, 1983, p. 411) y luego tiende a conservarla en buena medida. De la manera en que efectúa
la afirmación, nuestro autor tiende a desconocer aquellas teorías sociales clásicas y contemporáneas
del poder que hacen de lo simbólico una dimensión crítica o la dimensión principal del poder (Ej.,
Gramsci, Williams, Foucault, Bourdieu, Baudrillard, Mann, Thompson, Laclau, etc.). Para poder sos-
tener dicha afirmación, antes que aludir a las teorías del poder, nuestro autor quizás debería referirse
directamente a las teorías del Estado, pero es evidente que con ello se desvanecería su pretensión de
generalidad social. En cualquier caso, es menester señalar que la originalidad del autor español consiste
en ofrecer un abordaje al problema de la relación entre mente o cognición y poder social desde una
matriz sociológica general.
2
En 1997 Castells llega a sostener por única vez que la sede del poder simbólico es la mente de la
gente. En concreto, nuestro autor dirá: «El nuevo poder reside en los códigos de información y en las
imágenes de representación en torno a los cuales las sociedades organizan sus instituciones y la gente
construye sus vidas y decide su conducta. La sede de este poder es la mente de la gente» (Castells et al.,
2007, p. 463). Ahora bien, es fácil observar que las nociones de residencia y sede del poder son equi-
valentes, y por lo tanto el poder, tal como lo describe Castells, no podría situarse en ambos elementos.
Al tener que elegir entre uno y otro, y tomando como referencia la trayectoria conceptual de nuestro
autor, nos inclinamos a suponer que la sede del poder simbólico finalmente no es la mente de la gente
sino el espacio de producción y difusión de información e imágenes. Luego, en 2005, Castells afirma
—también por única vez— que «la dominación del espacio mediático sobre la mente de las personas
trabaja con base en un mecanismo fundamental: presencia / ausencia de mensajes en el espacio mediá-
tico (traducido del portugués) (Castells, 2005, p. 25). El reconocimiento del poder de los medios sobre
la mente de la gente, en cierto modo confirma la validez de nuestra suposición anterior. La referencia
a la lógica de dominación del espacio mediático como cierta lógica de presencia/ausencia no vuelve a
repetirse en dichos términos.
3
Si bien luego del texto mencionado nuestro autor continuó escribiendo y publicando textos orien-
tados a exponer su nueva teoría del poder (ver en especial Castells, 2011), estos tienden en gran
medida a reproducir la conceptualización ya desarrollada en 2009.

84
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

comunicación como forma o forma principal de poder, que pone en juego en tér-
minos generales a partir de 19944, este se sitúa como una de las claves principales
y al mismo tiempo más polémicas de su visión sociológica actual del poder. El
problema principal que aquí se plantea, y que atañe a su sentido polémico, es que
pudimos corroborar que el discurso explícito que despliega Castells no se condice
en gran medida con su visión teórica sustantiva. Al calor de un movimiento dis-
cursivo acentuadamente contradictorio, la posición explicitada de nuestro autor
tiende a cobrar una forma básicamente ideológica, en el sentido marxiano clásico
del término, esto es, asociado a cierta idea de falsedad o de enmascaramiento. Tal
aseveración se evidencia en el presente estudio principalmente a partir del encu-
brimiento de dos operaciones teóricas que efectúa Castells: la adopción de una
lógica de imposición como lógica excluyente del poder y del poder de enmarcado,
y luego la separación que efectúa nuestro autor entre el poder y las mentes. La pri-
mera la tiende a ocultar a partir de un discurso que promociona una racionalidad
dialógica y/o interaccionista basada en la construcción social de significados, y
la segunda a partir de un relato de mutua interpenetración entre poder y mente,
de integración parcial entre ambos. En cualquier caso, tales descubrimientos per-
miten visualizar el modo específico en que la visión sociológica del poder de
Castells se inclina a favor de universalizar la lógica de actuación de los actores
dominantes, o dicho en términos más efectistas, de los dominadores. A nuestro
entender, tal hallazgo en sí mismo ya justifica con creces la validez del presente
estudio. De este modo, el tema que nos ocupa, el análisis conceptual de la noción
de enmarcado de la mente y su relación con el concepto de poder, reviste la mayor
importancia ya que si no logramos acceder a su plena comprensión no podremos
dilucidar los aspectos centrales que encierra el discurso sociológico más reciente
de uno de los científicos sociales más prestigiosos del planeta en estas horas, así
como imaginar posibles vías de superación de tal perspectiva. Por otra parte cons-
tatamos que la temática específica del artículo, los aspectos de su concepto de
poder desentrañados en estas páginas, pese a la importancia central que adquiere
en la teorización de Castells, no han sido analizados sistemáticamente por los
comentaristas del texto de referencia del presente estudio5. Entendemos que tal
desatención garantiza en buena medida la originalidad del trabajo.

4
Para nuestro autor las formas esenciales de ejercicio del poder o de construcción de poder son
básicamente dos: coerción y comunicación, expresado también como coerción e influencia (siendo
esta última para Castells su forma comunicativa) o violencia física y comunicación, si bien en algunos
casos la comunicación se insinúa como forma única de poder. Si bien dicha distinción no termina de
resultar convincente por varios motivos, su análisis excede los objetivos del presente artículo.
5
No registramos estudios sistemáticos y detallados sobre los elementos teóricos centrales de Comu-
nicación y poder, menos aún sobre su concepto de poder. Simplemente pudimos identificar algunas
reseñas y textos más bien superficiales (Fuchs, 2009; Van Dijk, 2010; Howard, 2011; Pickard, 2011;

85
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Proponemos abordar el presente análisis en cinco instancias: en primer lugar y de


modo introductorio, intentamos situar, muy brevemente, el análisis del enmarcado
de la mente en el contexto de las tendencias sociohistóricas generales y particular-
mente comunicacionales de la última década que menciona Castells en sus propios
escritos, y que entendemos que acompaña y en algún grado incide en el despliegue
del tema en cuestión. En segundo lugar optamos por analizar las distintas referen-
cias específicas que propone nuestro autor en torno a la relación directa entre el
poder y el enmarcado de la mente; en el tercer punto nos concentramos en aquellas
referencias a los procesos de comunicación que aluden a la misma articulación y que
están en gran medida ligados a los primeros; en cuarto lugar revisamos el propio
concepto de enmarcado —y en menor medida el de mente—, prestando atención
a la apropiación que efectúa Castells de la teoría de Entman. En quinto lugar, nos
ocupamos de ensayar una breve explicación sobre los motivos por los cuales nuestro
autor no toma en consideración las nociones de marco o de enmarcado desarro-
lladas por el pensamiento sociológico contemporáneo, y finalmente, en sexto lugar,
analizamos las esporádicas referencias que propone Castells sobre el vínculo entre
el contrapoder, la mente y el proceso de enmarcado. Vale la pena añadir que el
presente trabajo se orienta tanto a la identificación y la exposición como a la pro-
blematización de las formas conceptuales ofrecidas por Castells.

2. Las coordenadas sociohistóricas de Castells


El proceso de enmarcado de la mente, tal como lo conceptualiza el sociólogo
español, merece considerarse de modo contextualizado, aunque tal registro no
resulte central en nuestro estudio. Entendemos que dicho concepto no sobre-
vuela el campo de batalla —expresión de Quentin Skinner— sino que fija una
relación de dependencia con su situación sociohistórica, si bien ello no implica en
este caso la adopción de una posición contextualista. En nuestros términos no hay
determinación contextual de los conceptos, aunque sí cierta incidencia, imposible
de mensurar en general y menos aún a partir del presente ensayo. Acotando los
alcances de tal supuesto, aquí simplemente nos situamos en el marco de las ten-
dencias sociohistóricas contemporáneas que reconoce y explicita nuestro autor (la
situación sociohistórica del concepto se reduce a la situación sociohistórica perci-
bida por el autor) y que resultan contemporáneas al concepto sujeto a investigación
teórica —si bien no se presentan de modo articulado en los diferentes textos—,
entendiendo aquí por contemporáneo el período que abarca desde principios del

Munch, 2012; Kavada, 2011), que si bien abordan aspectos importantes del libro en ningún caso se
ocupan del análisis de la relación conceptual que propone Castells entre poder y discurso.

86
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

siglo XXI hasta 2009, momento del desarrollo teórico central, casi excluyente, de la
noción en cuestión. De este modo, a partir de la combinación del registro de Cas-
tells y el nuestro, podemos decir que el tiempo de la presente centuria es el tiempo
de la comunicación y el enmarcado de la mente como forma principal de poder.
En resumidas cuentas, en sus textos de la primera década del siglo XXI Castells
hace referencia a cuatro tendencias sociales generales, siendo las dos primeras las más
importantes: la oposición entre globalización e identidad (local6) (Castells, 2006a,
2009; Castells y Arsenault, 2008b), la globalización de las actividades económicas,
comunicativas y culturales centrales (Castells, 2000b, 2008), la reestructuración
del capitalismo —con énfasis en la desregulación y la liberalización— (Castells,
2000a), y finalmente la diversidad, especificación e individualización de la vida, el
trabajo, el espacio y la comunicación (Castells, 2000b). Las tres primeras tenden-
cias mencionadas —junto a otras— caracterizan igualmente para nuestro autor
la década de 1990. En el plano de la comunicación, que es el campo específico
involucrado en el proceso de enmarcado, Castells alude en primer lugar a cinco
procesos generales: el surgimiento de la autocomunicación de masas —en referencia
a Internet, las redes sociales, y la tecnología móvil7— (Castells, 2007b, 2009; Cas-
tells et al., 2007; Castells y Arsenault, 2008a, 2008b; Linchuan Qui, 2008), el
desarrollo de un nuevo sistema de medios que encierra las expresiones culturales y
formas de comunicación en un hipertexto digital global/local interactivo (Castells,
2000a, 2004a, 2005, 2007a, 2009), la globalización de la comunicación (en los
controles financieros y tecnológicos) (Castells, 2003a, 2004b, 2008, 2009; Castells
y Arsenault, 2008a; ), la universalización de Internet como medio de comuni-
cación interactiva (Castells, 2000a, 2001; 2002c; 2002b), el desarrollo de redes
horizontales de comunicación interactiva (Castells, 2000b, 2005, 2007b, 2009)
y finalmente la determinación cada vez mayor de las relaciones de poder por el
campo de la comunicación (Castells, 2007b; 2008c; 2009; Linchuan Qui, 2008).
A las tendencias de este primer nivel las secunda un grupo importante de siete ten-
dencias comunicacionales fuertemente relacionadas o bien emparentadas con las
primeras: la digitalización del sistema de comunicación (Castells, 2005; 2008b;
2009; Castells y Arsenault, 2008a), la expansión de la comunicación inalámbrica
(Castells, 2004b; Castells et al., 2007; Castells y Arsenault, 2008a), el carácter local
/ global del negocio mediático de los grupos empresariales (Castells, 2001, 2005,
2009), la extensión del poder de procesamiento de información y comunicación de
Internet a todos los ámbitos de la vida social (Castells, 2001; 2007b), la ruptura de
los patrones de comunicación social (Castells, 2000b; 2004a; Castells y Himanen,

Aclaración nuestra.
6

Aclaración nuestra.
7

87
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

2002), la influencia sin paralelo de las organizaciones multimedia, la concentra-


ción del negocio y la propiedad mediática (Castells, 2008b; 2008c) y finalmente
la reestructuración / desregulación de la comunicación (Castells, 2001; 2009). Es
precisamente en el marco general de tal registro de reconocimiento empírico y ten-
dencial que nuestro autor se ocupa de conceptualizar el proceso de enmarcado de
la mente, lo cual no implica de ningún modo, como ya señalamos, que podamos
transitar —ascender o descender— de modo directo e inteligible de lo concreto de
las referencias tendenciales al plano más abstracto de las definiciones conceptuales.
Ingresemos ahora en este último territorio.

3. El poder y el enmarcado de la mente


Siguiendo con el plan indicado, a partir de aquí proponemos recuperar las distintas
referencias que aparecen en Comunicación y poder en torno al vínculo entre el poder
y el enmarcado de la mente —otorgándole un número de identificación a cada
una—, para luego analizarlas en su conjunto. En torno a dicha articulación Castells
propone una batería de afirmaciones diversas, que agrupamos en tres fracciones
según las formas expositivas que adquieren. En un primer grupo registramos la
identificación directa del poder con el modelado-enmarcado de la mente, aludiendo en
algunos casos a los procesos de comunicación. Castells (2009) afirma lo siguiente:

– [1] «Mi hipótesis de trabajo es que la forma esencial de poder está en la capa-
cidad para modelar la mente» (p. 24);
– [2] «Las relaciones de poder se basan en gran medida en la capacidad para
modelar las mentes construyendo significados a través de la creación de imá-
genes» (p. 262);
– [3] «El ejercicio del poder opera mediante la activación de redes de asociación
entre acontecimientos e imágenes mentales8 a través de procesos de comunica-
ción» (p. 259);
– [4] «La forma decisiva de ejercicio del poder se lleva a cabo mediante el mode-
lado de la mente» (p. 392);
– [5] «La batalla primordial por la definición de las normas de la sociedad y la apli-
cación de dichas normas9 a la vida diaria gira en torno al modelado de la mente»
(p. 24);

8
Veremos más adelante que dicha activación de redes de asociación es sinónimo de enmarcado de la
mente.
9
La batalla primordial por la definición de las normas de la sociedad y la aplicación de dichas
normas a la que alude Castells es para este sinónimo de la batalla por el poder.

88
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

– [6] «La capacidad para emplear con éxito la violencia o la intimidación10 requiere
el enmarcado individual y colectivo de las mentes» (p. 535).
En un segundo grupo recolectamos las referencias a la identificación entre poder,
comunicación y mente que se presentan —de distintos modos— a partir de la noción
de «construcción en la mente», lo cual invita a imaginar una relación más horizontal
e interactiva entre dichos elementos. En cualquier caso, las presentes afirmaciones
emplean otros términos para aludir a lo mismo que el primer grupo:

– [7] «El poder se construye en nuestra mente a través del proceso de comunica-
ción» (p. 25);
– [8] «Las relaciones de poder se construyen en la mente a través de procesos de
comunicación» (p. 30);
– [9] «El poder se ejerce fundamentalmente construyendo significados en la mente
humana mediante los procesos de comunicación que tienen lugar en las redes
multimedia globales-locales de comunicación de masas» (p. 535);
– [10] «Las relaciones de poder se construyen en gran medida en la mente humana»
(p. 537).

Finalmente, en un tercer grupo reunimos apenas dos afirmaciones, que pese a


resultar semejantes a las de los grupos anteriores, no se ajustan a su modo de for-
mulación:

– [11] «Las redes —de poder ejercen el poder influyendo en la mente humana
principalmente (pero no solo) a través de las redes multimedia de comunicación
de masas» (p. 548);
– [12] «El poder funciona actuando sobre la mente a través de los mensajes»
(p. 27).

En el primer grupo podemos observar cómo Castells emplea tres modos similares
de aludir a la relación entre poder y modelado de la mente. En términos simpli-
ficados, nuestro autor dirá que la forma principal de poder es la capacidad para
modelar la mente [1 y 2], que aquella opera mediante el enmarcado de la mente [3
y 4] y finalmente que requiere del enmarcado de la mente [5]. La primera acepción
implica sostener que el poder es principalmente capacidad para modelar la mente,
lo que equivaldría a decir, dada la igualación que asume Castells entre poder y capa-
cidad11, que el poder es principalmente poder para modelar la mente. Veremos en

10
Nuevamente, aquí «la capacidad para emplear con éxito la violencia o la intimidación» equivale en
los términos de nuestro autor al poder físico o poder material.
11
Exceptuando un breve período de tiempo, a lo largo de su producción científica, que se inicia en
1967, Castells define en primera instancia al poder como una capacidad. El poder como capacidad

89
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

el próximo punto que el modelado de la mente es sinónimo de ­comunicación, por


lo que el poder para modelar la mente es igualmente el poder de la comunicación.
Como nota accesoria podemos señalar que en este primer grupo Castells tiende a
emplear poder y relaciones de poder como sinónimos12. En el segundo grupo el
poder ya no modela la mente sino que se construye en la mente o en gran medida en
la mente a través de procesos de comunicación [7, 8, 9 y 10]. Esta segunda frac-
ción no aborda otro aspecto del poder o bien un pliego diferente de la relación
entre poder y mente, sino simplemente expresa de otra forma el mismo proceso
de enmarcado de la mente. Finalmente en el tercer grupo Castells señala básica-
mente que el poder influye en la mente [11] y que actúa sobre la mente [12]. Como
podemos comprobar con cierta facilidad, entre el poder como capacidad modela-
dora de la mente, capacidad construida en el cerebro, capacidad de influencia en
la mente y capacidad sobre la mente, se plantean diferencias sustantivas de sen-
tido que atañen centralmente a la propia lógica social del poder. Ya presentados en
términos generales los rasgos principales de cada uno de los grupos, aquí nos ocu-
pamos exclusivamente de dos aspectos que involucran a los tres agrupamientos: el
primer punto atañe a la primacía de la lógica de imposición y el segundo a la separa-
ción entre el poder y las mentes.
Respecto al primero de los puntos, pudimos descubrir que el poder de enmarcar
la mente se rige prácticamente por una lógica de imposición, y en ningún caso
por una racionalidad dialógica basada en la construcción social de significados, tal
como por momentos insinúa Castells. Esta constatación es completamente ocul-
tada o bien minimizada por nuestro autor. Disipando todo eufemismo, podemos
decir que el poder para enmarcar la mente es el poder de los productores y los
difusores dominantes para enmarcar la mente de los otros, de los demás o de las
mayorías receptoras. En el tercer punto demostraremos con exactitud cómo nuestro
autor manipula el concepto de enmarcado de Entman (no correspondería año; ya
que remite tanto a la apropiación de Castells en su obra, como a dos textos de
Entman), para intentar minimizar la lógica de imposición que lo constituye en pri-
mera instancia. Luego, las afirmaciones del segundo grupo son conceptualmente
erróneas. Simplemente operan a partir de una lógica de persuasión: el enmarcado
de las mentes se presenta como un proceso de construcción de significados a partir
de la comunicación. Para poder dimensionar las referencias de este segundo grupo

está centrado en las atribuciones propias de un actor, sea individual o colectivo, y por tanto tiende a
desconocer —o sino a minimizar— la dimensión sociorrelacional y sociocontextual del poder. Sobre
la relación entre poder y capacidad en el período 1967-1982, ver Torres, (2011a).
12
Tal equivalencia, sin embargo, no conlleva en ningún momento de la obra del sociólogo español la
fijación de una visión dialógica o relacional del poder. De este modo, la noción de relación de poder
asume una formula discursiva desprovista de valor conceptual. Para un análisis del vínculo entre las
nociones de poder y de relación social en el período 1967-1982, ver Torres (2011b).

90
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

es imprescindible recodificarlas: donde Castells dice que el poder se ejerce funda-


mentalmente construyendo significados en la mente humana mediante procesos de
comunicación, debería decir que el poder se ejerce fundamentalmente i­mponiendo
significados en o sobre la mente humana (de los otros) mediante procesos de difu-
sión o de transmisión, o lo que es lo mismo, mediante el proceso de enmarcado
individual y colectivo de las mentes. La igualación del enmarcado —que es un
proceso centrado en primera instancia en la capacidad emisora— con la construc-
ción de significado, disipa la potencial razón constructivista de este último. Desde
la impronta difusionista de Castells es realmente difícil pensar de un modo cohe-
rente en la posibilidad de cierta construcción de significados por parte de la mente
de un receptor —aun reconociendo que este tiene cierta actividad autónoma— ya
que prima la imposición sobre la construcción o bien porque dicha construcción
se rige por una lógica de imposición del poder. Nos atreveríamos a adelantar que
el enmarcado es antes construcción unilateral e imposición que construcción com-
partida, por más que esta sea asimétrica. La primacía de la lógica de la imposición
se comprueba finalmente en el tercer grupo. Allí el poder influye en la mente [11]
y actúa sobre la mente [12]. Todo indica que primero el poder funciona actuando
sobre la mente a través de los mensajes y que luego la mente procesa los mensajes
(del poder). Ahora bien, si el poder actúa sobre la mente, ¿cómo sostener que existe
un poder de la mente? ¿Cuál sería? Para Castells, ¿antes que crear —como reco-
nocería entre otros Cornelius Castoriadis (1975)— la mente reacciona al poder?
Dichos interrogantes abren la puerta al segundo aspecto anunciado en este punto:
la separación entre el poder y las mentes.
Si el poder de enmarcar las mentes es finalmente el poder de Unos de enmarcar
la mente de los demás podemos constatar la existencia de una separación en el plano
explícito de la teoría entre el poder y las mentes. Posiblemente esta sea la operación
teórica central de Castells en el presente apartado. En el ámbito de la comuni-
cación, el poder o el poder de enmarcar sería entonces, en primera instancia, la
capacidad de los productores y difusores de símbolos, mientras que las mentes, así

91
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

formulado en términos generales por nuestro autor, serían propiedad exclusiva de


los receptores, sometidos a dichos poder. Si consideramos que la separación entre
el poder y las mentes tiende a inscribirse en la ley general del poder de Castells13,
deberíamos asumir que la actividad de la mente individual y social se rige por una
lógica reactiva antes que proactiva: la mente siempre reaccionaría al poder en vez
de crearlo en cierto punto. Consideramos que la separación entre el poder y las
mentes se concreta a su vez a partir de tres operaciones teóricas específicas y com-
plementarias: la identificación —implícita— de las mentes individuales y colectivas
como mentes de los receptores, la completa omisión de la mente del dominador y sus cir-
cunstancias o bien de la experiencia mental de la dominación, y el desconocimiento
de la relación existente —más allá de los elementos cognitivos comunes— entre las
experiencias mentales de los actores dominantes y de los actores dominados. Estas tres
operaciones teóricas impiden aproximarnos a la comprensión del poder a partir de
la articulación sugerida por Castells entre el mundo social (constituido por rela-
ciones desiguales y a partir del dualismo espacial comentado en el pie de página
10) y el mundo cognitivo (en el cual todos seríamos/somos potencialmente iguales
—o solo biológicamente desiguales—). Aquí vemos nuevamente cómo el segundo
grupo de referencias ofrecería una imagen errónea de la relación sustancial que
sostiene entre poder y mente, desde el momento que allí sugiere un vínculo de
inclusión entre ambos: el poder se construye en la mente. Distinto es el caso del
tercer grupo: tanto el poder que influye en la mente [11] como el poder que actúa
sobre la mente [12] podrían leerse a partir de la hipótesis de la separación (y even-
tualmente oposición) entre ambos. El supuesto sobre el divorcio entre el poder y las
mentes tira por la borda la propuesta integradora entre estructura social y cognición
que propone Castells, y que ya comentamos debidamente a inicios del apartado.

13
La ley general del poder de Castells postula que «donde hay dominación hay resistencia a la domi-
nación». Eventualmente esta fórmula cobra otras formas, como puede ser el antagonismo entre poder
y contrapoder. Nos atrevemos a sostener que esta regla determina en gran medida la teoría social de
nuestro autor, particularmente a partir de 1981, de una forma muy polémica: acompañando una
nueva visión dual del espacio social y de la sociedad como un todo. Castells hace referencia explícita
a dicha ley del poder en seis oportunidades abarcando un período de 25 años (entre 1981 y 2006):
1981; 1997; 1998; 2006b. A partir de 1981 Castells transforma la oposición entre el espacio de los
flujos y el espacio de los lugares, o lo que es prácticamente lo mismo, entre el espacio local y el espacio
global, en la oposición central de su teoría social. De allí en adelante la dicotomía espacial del autor,
su teoría del espacio dual, operará en primera instancia en todas sus categorías sociorrelacionales,
incluida la de poder. La ley del poder señalada encarna en primera instancia el enfrentamiento entre
dos lógicas o formas espaciales: la dominación se inscribe exclusivamente en el espacio global, mien-
tras la que resistencia lo hace en el espacio local. Para un análisis detallado de la ley en cuestión, ver
Torres (2013).

92
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

4. La comunicación y el enmarcado de la mente


Tal como señalamos previamente, la comunicación es la forma principal de poder
reconocida por Castells en 2009, siendo el ejercicio material de la violencia organi-
zada la forma restante. Cuando en el primer grupo de referencias del punto anterior
nuestro autor reconoce que el poder fundamental es el poder de enmarcado de
la mente, sencillamente está haciendo referencia a la dimensión comunicativa del
poder. De este modo, aclarando los términos, consideramos que la comunicación
—en tanto dimensión del poder— es el proceso de enmarcado de la mente. Si el
poder es el enmarcado de la mente lo es en tanto es comunicación. Ahora bien,
en principio, para Castells no toda comunicación es proceso de enmarcado de las
mentes: solamente lo es la comunicación que es poder. La comunicación —como
señalamos anteriormente— puede vincularse también con el contrapoder, y por
tanto es un concepto con una ubicuidad mayor que la noción de poder. Así como
a partir de 1997 Castells distingue entre poder y contrapoder, y tiende a separar
espacialmente el ejercicio de ambos poderes (el poder como ejercicio proactivo en el
espacio global y el contrapoder como ejercicio reactivo en el espacio local), no dife-
rencia en cambio entre comunicación y contra-comunicación. Podemos identificar
referencias diversas sobre el vínculo entre comunicación y enmarcado de la mente.
Estas eventualmente permiten proyectar ideas diferentes sobre la idea de comu-
nicación, al igual que ocurre en el punto anterior en relación con el poder. Una
proporción importante de las citas que expondremos pertenecen al mismo párrafo
que las referencias del punto anterior. Aquí optamos por agrupar las diferentes afir-
maciones en dos fracciones. La primera de ellas, en sintonía con el primer grupo del
punto anterior, alude más directamente al proceso de enmarcado. Veamos entonces:

– [13] «La comunicación del significado se convierte en la fuente del poder social
por su capacidad de enmarcar la mente humana (puesto que el significado deter-
mina en gran medida la acción)» (Castells, 2009, p. 189);
– [14] «La capacidad de programación14 depende en última instancia de la posi-
bilidad de generar, difundir y poner en práctica los discursos15 que enmarcan la
acción humana» (p. 85);
– [15] «Los códigos culturales enmarcan la mente» (p. 533);
– [16] «El modelado de la mente depende en gran medida de la comunicación y
en última instancia de la política mediática» (p. 392);

14
La capacidad de programación representa para Castells la forma principal de poder en red, según la
tipología que propone en Comunicación y poder, y anteriormente, en una versión preliminar, en 2004a
y 2008c.
15
En Comunicación y poder (2009) los discursos quedan contenidos en la noción general de comuni-
cación.

93
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

– [17] «Las redes de comunicación constituyen el entorno simbólico para la


manipulación de las imágenes y el procesamiento de la información en nuestras
mentes, los determinantes definitivos de las prácticas individuales y colectivas»
(p. 533);
– [18] «Los discursos en nuestra sociedad moldean la mente a través de una tec-
nología concreta: las redes de comunicación que organizan la comunicación
socializada» (p. 85).

El segundo grupo, también en sintonía con la segunda fracción del punto


anterior, tiende a presentar la relación entre comunicación y mente a partir de
nociones tales como «compartir significado», «interacción social» y «construcción
de significado en», lo cual nuevamente invita a una lectura alejada y eventualmente
enfrentada con la lógica de imposición del poder:
– [19] «La comunicación es fundamental en la batalla del poder, ya que es
mediante la comunicación como la mente humana interactúa con su entorno
social y natural» (p. 24);
– [20] «La comunicación se produce activando las mentes para compartir signifi-
cado» (p. 192);
– [21] «La construcción de significado en la mente humana depende princi-
palmente de los flujos de información e imágenes procesados en las redes de
comunicación» (p. 537);
– [22] «Las redes de comunicación procesan la construcción de significados sobre
la que se asienta el poder» (p. 548).

En términos generales podemos observar que la noción de comunicación experi-


menta mayores variaciones que el concepto de poder. En el caso del primer grupo se
hace relativamente evidente el predominio de una visión de la comunicación y la
cultura centrada en la producción y la difusión de símbolos, que es precisamente
la idea que sugiere el concepto de enmarcado de las mentes, aunque dicha mirada
no resulta unívoca. Puestos a analizar caso por caso, consideramos que en la [13]
la noción de comunicación que acompaña la expresión «comunicación de signifi-
cado» equivale a cierta idea de transmisión o difusión, pese a que eventualmente
se podría traducir —siguiendo los términos de Castells— como construcción de
significados. Es razonable suponer que nuestro autor no emplea explícitamente la
noción de transmisión o difusión de significado, no solamente porque represen-
taría un error —ya que el significado en ningún caso se transmite—, sino porque
dejaría más al descubierto su visión difusionista de la comunicación y la cultura,
y por tanto del poder social. La [14] es otro buen ejemplo de la misma perspec-
tiva: Castells alude primero a la generación, luego a la difusión y solo finalmente
a la puesta en práctica los discursos. Dicha secuencia no parece estructurada a

94
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

partir de una lógica circular. De este modo, todo indica que la puesta en prác-
tica de los discursos, que en abstracto parece aludir a un proceso sociodiscursivo
general, significa para Castells el último eslabón de la secuencia sugerida, y por lo
tanto expresa la forma concreta de cierto aterrizaje de los discursos en el espacio
social local (luego de que estos son creados y difundidos por los actores domi-
nantes). En el caso de la [15], al decir que los códigos culturales enmarcan la
mente, nuestro autor nuevamente estaría omitiendo que no todos los actores
sociales son productores o potenciales productores de dichos códigos. Hay que
recordar que para Castells la mente es básicamente la mente del receptor (por más
activa que resultase) y por tanto la mente de un actor dominado o bien condenado
a la sublevación. Luego, cuando nuestro autor reconoce en la [16] que el mode-
lado de la mente depende en gran medida de la comunicación, está indicando que
depende principalmente de los medios de comunicación de masas (y no de toda la
comunicación, que puede llegar a incluir los procesos interpersonales y de autoco-
municación de masas) y más en concreto de los grupos privados de comunicación
global, dejando sin posibilidades de emisión —menos aún legítimas— al Estado-
nación y las organizaciones sociales principales. Ahora bien, en la [17], al referirse
a la manipulación de las imágenes y el procesamiento de la información en nuestras
mentes, Castells ofrece un discurso ambiguo a partir del cual la mente del receptor
bien podría resultar la manipuladora de imágenes y la procesadora de información
principal. Entendemos que ello es falso. La clave de distorsión aquí vuelve a ser
la preposición «en». Por lo tanto, atento a las creencias de nuestro autor, donde
este dice «en», consideramos que debería decir «sobre». Ello devuelve la referencia
a un proceso social e informacional marcado por la lógica de los dominadores. El
caso de la [18] no genera mayores inconvenientes, ya que allí la lógica mencionada
del enmarcado actúa con cierta claridad: los discursos (en tanto forma discursiva
del poder) se imponen sobre la mente colectiva. Aquí simplemente registramos
que las redes de comunicación se conciben como tecnologías, mientras que en la
[17] se aludía a las primeras como entorno simbólico, lo cual no es precisamente
lo mismo. En síntesis, en el primer grupo surgen variaciones importantes de la
noción de comunicación, pero la gran mayoría tiende a confirmar una relación de
identificación directa con el enmarcado de la mente.
En el segundo grupo podemos apreciar el empleo de ciertas expresiones que
tienden a producir efectos de lectura en algún grado opuestos al primer grupo.
Ello representa una deficiencia significativa en la medida en que ambas aluden a
un mismo proceso de comunicación y enmarcado. Las ideas de la mente humana
interactuando con su entorno social y natural mediante la comunicación [19], de la
activación de las mentes para compartir significado [20] y de la construcción de sig-
nificado en la mente humana [21] nos remiten a una visión más bien dialógica e

95
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

interaccionista del vínculo entre mente y comunicación, donde la mente es en todos


los casos productora de significados. Si bien es cierto que Castells reconoce la exis-
tencia de redes de comunicación conformadas desde la mente —junto a las redes de
comunicación del mundo social— dicho acepción no es precisamente la que se pone
en juego en este caso. Al decir que la comunicación se produce activando las mentes
para compartir significado [20], nuestro autor está manipulando la expresión de un
modo importante. Aquí más bien correspondería decir que la comunicación se pro-
duce a partir de una lógica de imposición de marcos, y en este sentido el significado
que se comparte es aquel que ya ha sido impuesto/enmarcado16.

5. El concepto de enmarcado
Hasta aquí analizamos los vínculos entre el poder, la comunicación y el proceso
de enmarcado o moldeado de la mente, tal como se presentan principalmente en
Comunicación y poder, sin hacer referencia a las propias definiciones de enmarcado
y de mente que ofrece Castells en dicho libro. Los resultados que arroja tal aná-
lisis resultan esenciales para apuntalar las posiciones que sostenemos en los puntos
anteriores. Nos ocuparemos en primer lugar del proceso de enmarcado. Nuestro
autor elige emplear uno de los principales textos de Robert Entman, reconocido
politólogo y experto en comunicación norteamericano, profesor de Medios y
asuntos públicos en la School of Media and Public Affairs de la Universidad George
­Washington, como fuente teórica del concepto:
El enmarcado es el proceso de «seleccionar y resaltar algunos aspectos de los acon-
tecimientos o asuntos y establecer relaciones entre ellos con el fin de promover
una determinada interpretación, evaluación y/o solución»17. El enmarcado es
un mecanismo fundamental de activación de la mente porque relaciona direc-
tamente la estructura de una narración transmitida por los medios con las redes
neuronales del cerebro. Recuérdese que los marcos mentales son redes neuronales
asociativas18 (Castells, 2009, p. 218).

Aquí vuelve a resultar clave la personificación de la mente sobre la cual el enmar-


cado actúa. Es precisamente la lógica social que rige la relación que sugiere Castells
entre la transmisión de los medios y las redes neuronales del cerebro la que aquí
estaría en el ojo de la tormenta. Su esclarecimiento permite dimensionar la fuerza

16
En cuanto a las nociones de redes de comunicación que emplea Castells en el segundo grupo, no
es posible saber a ciencia cierta si se trata o no de una referencia principalmente tecnológica.
17
Entman, 2004, p. 5 (Projections of power, Framing News, Public Opinion, and US Foreign Policy,
Chicago University Press) (pie de página de Castells).
18
Cursivas del autor.

96
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

persuasiva que adquiere la promoción de ciertas ideas, tal como las menciona
Entman en la cita previa. Sobre el proceso de enmarcado nuestro autor también
aseveraba en páginas anteriores:
Los marcos son redes neuronales de asociación a las que se puede acceder desde el
lenguaje a través de conexiones metafóricas. Enmarcar significa activar redes neu-
ronales específicas. En el lenguaje, las palabras se asocian en campos semánticos.
Estos campos semánticos se refieren a marcos conceptuales. Así pues, el lenguaje y
la mente se comunican por marcos que estructuran narraciones que activan redes
cerebrales (p. 197).

Si para Castells enmarcar significa «activar redes neuronales específicas» enten-


demos que dicha activación —siempre en los términos de nuestro autor— proviene
o se inicia desde afuera, o quizás más exactamente, desde arriba, de arriba hacia
abajo, aspecto que nunca reconoce explícitamente. ¿Podría entonces A activar
ciertas redes neuronales de B? ¿En qué medida los marcos tienden a imponerse?
Sobre la base de la argumentación expuesta en la primera cita, ¿podríamos suponer
que nuestro autor sostiene que el significado transmitido por los medios d ­ etermina
en gran medida la acción de la audiencia? Para lograr calibrar la visión de Cas-
tells sobre el proceso de enmarcado resulta vital revisar la apropiación que realiza
del trabajo de Entman. El concepto de enmarcado de este último se inscribe en
un esquema de explicación regional que el autor llama «modelo de activación en
cascada» o más sencillamente «modelo en cascada», aplicado al análisis político
coyuntural en Estados Unidos. Según Entman, dicho modelo explica cómo los
marcos interpretativos se activan y se extienden desde el nivel superior de un sis-
tema estratificado (la Casa Blanca) a la red de una élite no gubernamental, y de allí
a las organizaciones de noticias y sus textos, y finalmente al público, y luego cómo
las interpretaciones se retroalimentan desde los niveles inferiores a los superiores
(Entman, 2003, p. 415)19. Entman ofrece la siguiente figura para ilustrar el flujo de
influencia en cascada conectando cada nivel del sistema:
Más allá de la presentación general del autor, lo concreto es que el modelo prác-
ticamente se concentra en la explicación del proceso de enmarcado como un flujo
estratificado y descendente. En tal dirección, la siguiente cita de Entman resulta
esclarecedora:

97
Traducción propia del inglés.
19
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Figura 1. Activación en cascada (Entman, 2003, p. 19).

Si las ideas expresadas son más variadas, el enmarcado puede ser menos uni-
direccional. La metáfora de la cascada fue elegida en parte para enfatizar que
la capacidad para promover la propagación de marcos es estratificada; algunos
actores tienen más poder que otros para impulsar ideas en las noticias y luego en
el público. El presidente y los principales asesores gozan de la mayor capacidad
independiente para decidir qué asociaciones mentales activar y de la mayor pro-
babilidad de que sus pensamientos se conviertan en parte de la circulación general
de las ideas, y los líderes del Congreso gozan de mayor autonomía e influencia
que los asesores parlamentarios20 (Entman, 2004, p. 9).

Llegados a este punto podemos suponer que existe la posibilidad que Castells
omita la referencia al modelo en cascada con el fin de borrar la referencia explícita
a la distribución desigual del poder de enmarcado, a su lógica predominantemente
unidireccional y descendente, y finalmente a la función protagónica del poder
estatal en el proceso de enmarcado. Por otra parte, vemos cómo el propio concepto
de marco que define Entman se aleja del que eventualmente sugiere nuestro autor,
ya que el primero se identifica con los textos producidos y se opone explícitamente

Traducción propia del inglés.


20

98
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

a ser considerado parte de un proceso que ocurre al interior de la mente —que es en


cierto modo lo que sugiere nuestro autor, al menos parcialmente—:
Los académicos han utilizado el término «marco» de modo intercambiable con
conceptos estrechamente relacionados como los de esquemas, heurísticas, y
textos. Para aclarar las cosas, este estudio emplea el término «esquemas» para refe-
rirse a los procesos interpretativos que ocurren en la mente humana, y emplea
«marcos» para referirse a los textos. Los esquemas son agrupamientos o nodos de
ideas conexas y sentimientos almacenados en la memoria21 (Entman, 2004, p. 7).

De este modo, Entman concibe los marcos como textos concretos inscriptos
en relaciones de poder, incorporando la referencia a las condiciones de produc-
ción social de dichos textos. En cualquier caso, el autor reconoce que el proceso de
enmarcado de un actor o un acontecimiento se efectúa a partir de una situación de
dominación total de un marco o de un escenario de lucha competitiva entre marcos
—siendo esta última más bien una excepción—. En ambas situaciones la capacidad
de enmarcado es un patrimonio de los marcos creados por los actores sociales domi-
nantes, y no precisamente por las mentes individuales y colectivas de los receptores:
El enmarque de un actor, una cuestión o un evento dado durante un período
de tiempo definido puede ser clasificado a lo largo de un continuum que va
desde la dominación total de un marco a un enfrentamiento totalmente parejo
entre marcos en competencia. A veces, uno de los marcos potenciales de una
situación domina tan profundamente los medios de comunicación que las lec-
turas alternativas se vuelven prácticamente irrelevantes para la política. En estos
casos, el marco dominante produce resultados de encuestas extraordinariamente
unilaterales, que desalientan a los disidentes políticos a manifestarse en contra,
consolidando así el mantenimiento del marco22 (Entman, 2003, p. 417).

En relación con el eventual escenario de competencias entre marcos, Entman


reconoce que la paridad entre marcos es la excepción y no la regla (Entman, 2003,
p.  418). En principio, este conjunto de reflexiones no son tomadas en conside-
ración por Castells. La única referencia aislada y más bien accidental de nuestro
autor al proceso de enmarcado desde una mirada más relacional de las dinámicas
de poder se presenta cuando Castells, después de reconocer que es necesario poner
de relieve el poder del marco en el proceso de ejercicio del poder, se pregunta:
«¿Pero quién enmarca a quién, cómo y por qué?» (Castells, 2009, p. 259). Tal como
demostramos, esta afirmación no obtiene ninguna respuesta satisfactoria por parte

Traducción propia del inglés.


21

Traducción propia del inglés.


22

99
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

del sociólogo español. Lo que sí deja entrever es que enmarcar es enmarcar al otro,
tal como reconocimos más arriba, acercando dicho proceso a la lisa manipulación.
Para concluir este punto aludiremos en términos muy acotados a la noción de
mente que emplea nuestro autor. Simplemente mencionaremos dos brevísimas defi-
niciones que presenta Castells en Comunicación y poder. Nuestro autor dirá que «la
mente es un proceso de creación y manipulación de imágenes mentales (visuales o
no) en el cerebro» (Castells, 2009, p. 192) y luego señalará que la mente colectiva es
el contexto cultural en el que se recibe el mensaje (p. 537). Pese a que no lo admite en
ningún momento, para Castells la mente, y más aún la mente colectiva, es la mente
del receptor. Paradójicamente Castells presenta dicha mente en primera instancia
como un proceso creativo y/o productivo. Aquí sin dudas se constata una disonancia
respetable entre la impronta supuestamente creativa de la mente y la mente colec-
tiva concebida como espacio de recepción. En cualquier caso, si decidimos validar
la primera referencia, deberíamos reconocer que se trata de un proceso de creación
débil, extremadamente condicionado por la imposición creativa de las clases domi-
nantes. Para explicar la posición de Castells quizás convenga introducir la relación
entre creador y creado: la audiencia se r­ esolvería en la tensión entre la imposición de
imágenes por parte de los actores sociales dominantes y su modo de creación siempre
reactiva. La imposición de los primeros determinaría un actor creado (y progra-
mado) por estos. Para Castells, la resistencia al proyecto de dominación imaginaria
no parece introducirse como un elemento crítico de la actividad mental. Queda la
sensación de que la creatividad que señala Castells representa la creatividad de las
mentes dominantes. ¿O acaso cuán c­ reativa es la mente de «lo programado», en los
términos ya analizados? Suponemos que antes que creadora de imágenes, la mente
que concibe Castells es re-creadora de imágenes dominantes o bien activadora de imá-
genes. Para el sociólogo español, al igual que para Entman, enmarcar es imponer,
aunque nuestro autor opta por no reconocerlo explícitamente. En cualquier caso, el
tema del enmarcado de la mente es el tema central de su último libro. Castells no
dudará en afirmar, haciendo gala de su posición antiestatal, que quien gane la batalla
de la mente de la gente gobernará, porque los aparatos rígidos y potentes —en alu-
sión principalmente al Estado nación— no serán un rival, en un espacio de tiempo
razonable, para las mentes movilizadas en torno a las redes alternativas y flexibles
(Castells, 2009, p. 463). Incluso proyecta más allá la cuestión del enmarcado, de
un modo exageradamente enigmático: dirá que las conexiones ocultas entre las rela-
ciones de poder, la mente y los procesos de comunicación muy bien pudieran ser el
código fuente de la condición humana (p. 30). Finalmente es importante señalar que
en ningún momento Castells se preocupa por analizar cuán democrático o no resulta
el proceso de enmarcación cultural.

100
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

6. El enmarcado y la exclusión de la sociología


El concepto de enmarcado cuenta con un historial de desarrollo relativamente
fecundo en el pensamiento sociológico contemporáneo, siendo las obras de
Erving Goffman y luego la heterogénea sociología de los movimientos sociales,
principalmente estadounidense, sus referencias centrales. A primera vista podría
resultar llamativo que nuestro autor decida no dialogar con algunas de las perspec-
tivas contenidas en tal corriente, dado que, por un lado, su objetivo central es la
edificación de una mirada sociológica sobre el poder, y por el otro, que continúa
autopromocionándose como un sociólogo comprometido con el devenir y la lucha
de los movimientos sociales. Uno de los posibles motivos de tal exclusión, fácil-
mente constatable, es que al momento de escribir y publicar Comunicación y poder
(2009) nuestro autor se encuentra trabajando al interior de redes académicas corres-
pondientes al campo de los estudios de comunicación, y que tal posición, según
suponemos, influye en cierta medida en sus elecciones teóricas, más en concreto
en su particular opción por Entman. Ahora bien, dada la táctica de producción
no-disciplinaria o bien interdisciplinaria que habitualmente emplea Castells, y que
nuevamente exhibe en el texto en cuestión, entendemos que tal acontecimiento
no termina de explicar la exclusión de los conceptos de enmarcado provenientes
de la sociología. Partiendo de reconocer la posición mencionada, consideramos,
en cambio, que es la diferencia insalvable entre el sentido difusionista y mediacén-
trico del enmarcado que desea transmitir Castells en su teoría sociológica, en los
­términos ya expuestos, y aquellos significados disponibles en el acervo de la tradi-
ción sociológica, la que orienta su elección hacia la adopción excluyente de ciertas
perspectivas de la comunicación mediática.
Si acudimos a la noción de marco de Goffman tomada de Gregory Bateson
—desarrollada principalmente en el libro Frame Analysis. An Essay on the Organi-
zation of Experience (Goffman, 1974)—, se hace evidente el desinterés que podría
despertar en Castells. En resumidísimas cuentas, y sin entrar en detalles —ya que
trasciende los objetivos del presente artículo—, tal versión del concepto centra su
atención en los procesos de atribución de sentido que se dan en las interacciones
sociales, destacando las capacidades reflexivas de los actores y la producción de
sentido como un proceso social dialógico. Goffman propone un concepto socioló-
gico de marco en sentido amplio, que integra dimensiones naturales, cognitivas y
sociales, y que por tanto se constituye como un todo más allá de la voluntad de los
actores sociales e individuales. No todo marco sino un tipo específico, el «marco
transformado», como producto que opera en segunda instancia, está en condiciones
de ser manipulado por actores concretos. Si bien abundan las discusiones en torno
a la lógica más o menos interaccionista u objetivista que finalmente asume el con-

101
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

cepto de enmarcado en el trabajo del sociólogo canadiense-norteamericano (ver,


por ej., Nizet y Rigaux, 2006), cualquiera de las coordenadas disponibles se distan-
cian de la acepción difusionista e instrumentalista que promueve nuestro autor. Por
su parte, respecto a la corriente de análisis desarrollada por la sociología norteame-
ricana de los movimientos sociales bajo el título de frame perspective, el problema
central que podría experimentar Castells sería algo diferente. Lo que registramos
principalmente es una incompatibilidad de puntos de vista: mientras los primeros
se preocupan por la construcción social de la protesta asumiendo cierto compro-
miso con los propios movimientos, nuestro autor, como en parte ya pudimos
comprobar, se sensibiliza, más allá de su discurso sociodialéctico, con los procesos
de imposición cultural de los grupos mediáticos dominantes. Inspirada en buena
medida en la teoría goffmaniana, la corriente sociológica aludida, en sus diferentes
variaciones (que no son menores, pero que no estamos en condiciones de precisar
aquí), se ocupa a grandes rasgos, a partir de principios de la década de 1980 del siglo
pasado, de la revalorización de la dimensión simbólica de los movimientos sociales,
cobrando un valor analítico especial la producción cultural y el uso que hacen de
esquemas de ­interpretación, lo cual permite dotar de inteligibilidad a los contextos
de acción colectiva (ver principalmente Snow et al.; 1986; Johnston y Klander-
mans; 1995; Tarrow, 1997; Snow y Benford, 2000; Swidler, 1995; Donati; 1992;
Gamson, 1992; Gamson y Meyer, 1999; Cefaï, 2001; 2007; Rivas, 1998). En cual-
quier caso, se trata de entender la experiencia de los movimientos sociales tomando
en consideración su propio punto de vista, y eventualmente de potenciar sus pro-
yectos particulares. El hecho de que la mayoría de las sociologías de los movimientos
sociales se preocupen crecientemente de los medios, las redes y las tecnologías de
la comunicación, e incluso reconozcan su gravitación en la definición del proceso
de enmarcado, no significa que suscriban a una visión sociológica mediacéntrica
semejante a la que promueve nuestro autor, edificada a partir de la adulteración de
una visión del enmarcado como el que propone Entman, que entiende la sociedad
civil en primera instancia como un conglomerado más o menos activos de agentes
receptores individuales, y que por tanto minimiza el reconocimiento de las formas
de organización colectiva presentes y activas en el entramado social. Los pocos ele-
mentos aquí expuestos resultan suficientes para comprender por qué nuestro autor
elige desestimar toda referencia al pensamiento sociológico de la frame perspective.

7. Enmarcado y contrapoder
Del mismo modo que Castells reconoce que el poder es principalmente poder para
enmarcar la mente o poder de la comunicación, en aquellas pocas ocasiones que
se refiere a las posibilidades expansivas de los movimientos de contrapoder, deja

102
Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

entrever que dependen de la misma noción de enmarcado, que es expresión del


poder (y no del contrapoder). Castells no duda en señalar que, actuando sobre
los códigos culturales que enmarcan la mente, los movimientos sociales ofrecen la
posibilidad de crear otro mundo diferente, distinto de la reproducción de normas y
disciplinas incorporadas en las instituciones de la sociedad (Castells, 2009, p. 533).
De lo que se trataría en este caso —según Castells— es de modificar las relaciones
de poder influyendo en la mente colectiva23 (p. 24). Nuestro autor afirma que para
lograr el cambio social es necesario reprogramar las redes de comunicación (p. 533).
Recurriendo a un lenguaje con ribetes electrónicos, Castells agrega que la creación
de nuevos contenidos y nuevas formas en dichas redes que conectan las mentes
y su entorno comunicativo equivale a recablear nuestras mentes24 (p.  533). Según
Castells, cuanto mayor sea la autonomía de los sujetos comunicadores respecto a
los controladores de los nodos de comunicación sociales, mayores serán las opor-
tunidades para introducir mensajes que cuestionan los valores dominantes y los
intereses en redes de comunicación (p. 533). Sumado a ello, nuestro autor reconoce
la existencia de cierta sinergia entre la creación de nuevos significados y el naci-
miento de la autocomunicación de masas (p. 533), que como ya sabemos se vincula
centralmente con Internet y la tecnología de redes inalámbricas. De un modo algo
sorprendente, el conjunto de las reflexiones previas le sirven de evidencia a Castells
para sostener que la tecnología de la comunicación que moldea un entorno comuni-
cativo determinado tiene consecuencias importantes en el proceso de cambio social
(p. 533). Podemos suponer que su lenguaje tecnologizado no es más que la mani-
festación discursiva de una posición teórica general que tiende a inclinarse hacia
cierto determinismo tecnológico que en este caso promocionan los actores de con-
trapoder25. No sería irrazonable pensar que la novedosa autonomía real y potencial

23
La cursiva es nuestra.
24
La cursiva es nuestra.
25
Si bien en el presente trabajo no abordamos sistemáticamente la filosofía de la técnica y la teoría
social de la tecnología del Castells, podemos adelantar una de nuestras hipótesis centrales en torno al
determinismo tecnológico que por momentos le adjudicamos a nuestro autor. Diremos que mientras
que en la dimensión política de su teoría las TIC refuerzan principalmente los movimientos de con-
trapoder (y no así los poderes políticos establecidos), en la dimensión económica, en cambio, aquellas
potencian exclusivamente los poderes establecidos (y en ningún caso los proyectos económicos alter-
nativos —que efectivamente son escasos—). En ambos casos encarna cierta ideología de la libertad.
Castells trata dicha contradicción al interior de su teoría de la evolución social. El punto crítico es que
para nuestro autor, que aquí demuestra su filiación parcial al marxismo, lo económico —o más pre-
cisamente lo tecnoeconómico— determina la dinámica social. De este modo, el contrapoder político
potenciado por las TIC, que mencionamos en el cuerpo del texto, tiende a operar sobre un proceso de
causación social previamente clausurado por el autor. Esta reflexión conduce a dos de los problemas más
espinosos que abordan las teorías del cambio social: la cuestión de la direccionalidad del cambio y de la
irreversibilidad o no de los patrones de cambio social. En líneas generales, Castells declara que el proceso

103
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

de los sujetos solo se hace materialmente posible en los términos de Castells a partir
del empleo de las nuevas tecnologías de la comunicación. Algo similar sucede con
la noción de «sujetos comunicadores» que emplea nuestro autor más arriba. Desde
que constatamos que la comunicación es casi exclusivamente la forma principal del
poder (y no del contrapoder), los sujetos comunicadores no serían aquellos sujetos
que simplemente emplean las tecnologías de la información y comunicación (TIC)
para relacionarse, sino los actores dominantes, esto es, los principales productores
y difusores de símbolos. Si la mente individual y colectiva se circunscribe para Cas-
tells al ámbito de la recepción, y si los medios de comunicación dominantes aún
siguen siendo —ampliamente— para nuestro autor los medios de comunicación de
masas (y no los medios de autocomunicación), la proactividad inherente a la noción
de «sujetos comunicadores» no encuentra asidero en la realidad social. A nuestro
entender, la identificación que sugiere nuestro autor entre las TIC y la capacidad
de comunicación de los sujetos no logra desembarazarse de una ideología montada
sobre cierto optimismo tecnológico.
Respecto a los problemas centrales del presente apartado, podemos constatar
que así como nuestro autor emplea con frecuencia las nociones de contrapoder y
esporádicamente la de contraprogramación, tan solo en una ocasión a lo largo del
libro de 2009 Castells utiliza la noción de contraenmarcado. Nuestro autor simple-
mente aludirá, de un modo lacónico y descriptivo, a la interacción entre enmarcado
y contraenmarcado en la configuración de la mente humana mediante el proceso de
comunicación (p. 227). Nos atreveríamos a decir que en la teoría del poder dual de
Castells (comentada muy brevemente en pie de página 10) la atención en el movi-
miento de contrapoder es ciertamente accesoria. La impresión es que la noción
de contrapoder sigue habitando de modo subsumido en el sistema conceptual del
poder, y por lo tanto en una perspectiva que le resulta ajena. Como ejemplo de ello
podemos recuperar las dos primeras expresiones marcadas con cursiva. Castells elige
hacer referencia a los códigos culturales que enmarcan la mente y no a aquellos que
la contraenmarcan, y luego a la modificación de las relaciones de poder a partir
de la influencia en la mente colectiva y no a partir de la contrainfluencia en dicha
mente. Si bien tanto la inclusión de la noción de contraenmarcado como de con-
trainfluencia resultan estéticamente cuestionables, no sucede lo mismo en el plano
conceptual. Siguiendo los postulados centrales de la perspectiva del poder dual de
Castells, la influencia es una expresión simbólica del poder y eventualmente una
manifestación de un poder social débil, pero no del contrapoder. Nuestro autor

tecnoeconómico en marcha es completamente irreversible, y no así los procesos culturales y políticos.


Ahora bien, desde el momento que nuestro autor entiende que lo económico determina lo social, el pos-
tulado sobre la reversibilidad política se desactiva automáticamente. Para Castells, el futuro será incierto
políticamente pero en todos los casos la nueva sociedad será un modo de organización capitalista.

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Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

proyecta una ley general del poder centrada en la oposición espacial entre poder y
contrapoder, que no solo desacredita en primera instancia las fuerzas de la sociedad
local (ni qué mencionar la desaparición espacial de la sociedad nacional) a partir de
su encasillamiento en la noción de contrapoder, sino que además posterga el desa-
rrollo conceptual del contrapoder.

8. A modo de conclusión
La forma general que adopta el nuevo enfoque sociológico integrado de Castells
sobre el aspecto comunicacional del poder se sintetiza en buena medida a partir de
la noción de proceso de enmarcado o modelado de la mente, cuyos elementos centrales
analizamos en el presente trabajo. Pudimos comprobar incluso que la comunicación,
en tanto dimensión o forma principal del poder, es en si el proceso de enmarcado
de la mente. En el cierre de este artículo quisiera hacer hincapié en lo que considero
son los dos hallazgos centrales de nuestro análisis.
La exploración conceptual nos permitió develar, en primer lugar, que el poder de
enmarcar la mente se rige prácticamente y en todos los casos por una lógica de impo-
sición, unidireccional y descendente, de arriba hacia abajo, y en ningún caso por
una racionalidad dialógica basada en la construcción social de significados, tal como
por momentos insinúa Castells. Para nuestro autor, así como también para Entman,
enmarcar es imponer. En este sentido no sería exagerado señalar que Castells inscribe
explícitamente el enmarcado de la mente y el poder en una lisa teoría de la mani-
pulación. Al correr las distintas capas y pliegues contradictorios del discurso teórico
del sociólogo español logramos reconocer que el poder para enmarcar la mente es
prácticamente para este el poder de los productores y los difusores dominantes para
enmarcar la mente de los otros, de los demás o de las mayorías receptoras, aspecto
que nunca reconoce abiertamente. Aquí la comunicación o el poder comunicacional
no es más ni menos que una lógica de imposición de marcos, y en este sentido el
significado que se comparte es aquel que ya ha sido impuesto/enmarcado. Ya demos-
tramos cómo nuestro autor manipula el concepto de enmarcado de Entman para
intentar minimizar la lógica de imposición que lo constituye en primera instancia.
En segundo lugar, comprobamos a lo largo del artículo que la ansiada comple-
mentación del enfoque estructural a partir de la inclusión de lógica cognitiva de la
agencia no llega a concretarse, no al menos de un modo satisfactorio. En un primer
momento, descubrimos que los factores sociales del poder y los procesos cogni-
tivos operan en la práctica de forma inarticulada; no es posible registrar la puesta
en funcionamiento de una lógica de conexión entre la dimensión estructural y de
la agencia. Luego, más allá de ciertas declaraciones de Castells, pudimos observar
que el poder se inscribe en la dimensión social estructural y no así en la dimensión

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

cognitiva de las mentes, y por lo tanto no puede concebirse como un proceso que
se constituye entre ambas dimensiones, y por ende como una clave explicativa de
dicha relación. Ello queda en evidencia a partir de la maniobra de separación que
efectúa Castells, en esta ocasión de modo subyacente, entre el poder y las mentes.
Finalmente, vinculado con el punto anterior, constatamos que la dimensión social
estructural prácticamente determina los procesos cognitivos, echando por tierra la
dialéctica sugerida por nuestro autor entre mentes, poderes y sociedades. A modo de
ejemplo, es importante señalar que aquí no se trata de poner en cuestión la partici-
pación conjunta de emisor y receptor en el proceso de significación, tal como sugiere
Castells. Ello sin dudas no tiene sentido. Lo que estamos intentando comprender es
la determinación social de las relaciones de poder en dicho proceso. En tal dirección,
consideramos que Castells finalmente concibe —desde las coordenadas centrales de
su teoría— una incidencia ínfima y reactiva del receptor individual y de la recepción
colectiva en la definición de contenidos e imágenes del proceso de significación,
contradiciendo la idea de influencia e interacción recíproca tal como sugiere líneas
arriba. De este modo, para Castells la sede del poder simbólico no es la mente de la
gente —como sugiere en cierto momento— sino el espacio de producción y difu-
sión de información e imágenes, como ya indicamos al inicio. Será objetivo de otro
estudio evaluar en qué precisa medida el reconocimiento de una lógica de imposi-
ción como lógica social excluyente del poder, así como la separación radical entre
poder y mente, representan un obstáculo teórico y epistemológico para comprender
los procesos concretos de constitución social del poder en el convulsionado mundo
en que vivimos, así como proponer una vía de superación a la posición de nuestro
autor. Respecto a este último aspecto, podemos adelantar simplemente que resultará
imprescindible abrir el concepto de poder de Castells, asumiendo una racionalidad
no circunscripta exclusivamente a una lógica de imposición, iniciando a partir de
allí una aproximación sociorrelacional, dialógica y eventualmente interaccionista a
los procesos de constitución simbólica y material del poder, que permita una articu-
lación más satisfactoria entre los elementos estructurales y las teorías de la agencia,
recuperando la posibilidad de habilitar a los actores sociales como actores de poder,
rescatando algunos elementos valiosos que provee el pensamiento sociológico de la
frame perspective. Finalmente, a partir de las recomposiciones mencionadas, se vuelve
imprescindible reconsiderar la teoría del Estado del sociólogo español, para escapar
de los cerrojos que establece su visión antiestatal.

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Torres / El enmarcado de la mente: análisis de una clave central de la visión del poder de Manuel Castells

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ISSN 0254-9220

¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa


de Lima Metropolitana, Susana Villarán? Una hipótesis
sobre el poder y la política en la capital 1

Omar Cavero Cornejo2

1
El presente ensayo tiene como principal insumo la ponencia titulada «La Lima de la revocatoria.
Un análisis del poder», presentada en el grupo de Sociología política del IX Congreso Nacional de
Sociología y Pre ALAS 2013, realizado en la UNMSM entre los días 5 y 8 de agosto de 2013, la misma
que se apoya en artículos de opinión sobre el tema escritos en el blog www.omarcavero.lamula.pe.
Aprovecho para agradecer los comentarios de Tomás Osores y Guillermo Rochabrún, que resultaron
sumamente provechosos. Por supuesto, los errores cometidos son exclusiva responsabilidad del autor.
2
Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Católica del Perú y docente en el Departa-
mento de Ciencias sociales de la misma universidad. Correo electrónico: cavero.omar@gmail.com
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

¿Cómo explicar la campaña por revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana,


Susana Villarán? Una hipótesis sobre el poder y la política en la capital

Resumen
El ensayo se pregunta cómo explicar la constitución de un sector impulsor de la campaña por revocar
a la alcaldesa de Lima Metropolitana, Susana Villarán, el año 2013. El análisis se centra en el carácter
de las relaciones de poder dentro de las cuales se constituyen instituciones, actores, intereses y posi-
bilidades de acción. La hipótesis propuesta es que el conglomerado de intereses que se organizó para
tal fin revela un tipo de organización del poder en forma de red: una estructura flexible de vínculos
entre personas, grupos y organizaciones en torno a distintos recursos, siendo uno de ellos el acceso al
Estado. Los sectores que impulsaron la campaña del SÍ expresarían, antes que oposiciones ideológicas,
la resistencia de redes incomodadas por acciones de la gestión.
Palabras clave: sociología política, consulta de revocatoria, relaciones de poder, redes.

How to explain the campaign to revoke Lima Metropolitana’s mayor, Susana


Villarán? An hypothesis about power and politics in the capital

Abstract
The present essay attempts to explain the formation of a sector who leaded the campaign to revoke
Lima Metropolitana’s mayor, Susana Villarán, in 2013. The analysis focuses on the nature of power
relations, within which institutions, actors, interests and chances of action are constituted. Our hy-
pothesis is that the conglomerate of interests that organized for this purpose reveals a type of power
organization in a network way: a flexible structure of links between people, groups and organizations,
around different resources, one of which is State access. Sectors that led the «Yes» campaign express,
rather than ideological differences, some networks resistance, bothered by management actions.
Keywords: Political Sociology, revoke consulting, power relations, networks.

110
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

1. Introducción
En el presente ensayo quisiera abordar desde la Sociología un tema que fue el centro
de la agenda mediática y política en Lima Metropolitana (Perú) entre fines del año
2012 e inicios del año 2013, un tema alrededor del cual se configuró la coyuntura
y se alinearon las fuerzas políticas de la capital. Me refiero al proceso de consulta
popular de revocatoria que enfrentó la actual alcaldesa de Lima, Susana Villarán.
Brevemente, para situarnos en el contexto de tal coyuntura, recordemos algunos
aspectos del caso, sin afán de exhaustividad, y hagamos un mapeo rápido de algunos
actores protagonistas en esos meses.
Fue la primera consulta de revocatoria realizada en la historia de la capital. Poco
después de un año de haber sido elegida, Villarán, candidata de una confluencia de
partidos identificados como de izquierda3 (la Confluencia por Lima), enfrentó una
campaña de revocatoria impulsada por el abogado Marco Tulio Gutiérrez, principal
dirigente del denominado «Comité pro-revocatoria».
Esta organización comenzó en enero del año 2012 la recolección de las 400 000
firmas que, según la Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos
(ley 26300), son necesarias para solicitar una consulta popular de revocatoria en la
ciudad de Lima. El 6 de julio fue entregado el último lote de firmas4 y a finales de
octubre del mismo año estas fueron aprobadas. Inició así la campaña.
El discurso oficial del Comité pro-revocatoria fue que ellos recogían un clamor
ciudadano contra la ineficiencia de la gestión y que su campaña era una iniciativa
independiente, no partidaria. No obstante, se sumaron a ella tres fuertes partidos
en el trascurso del proceso.
Si nos basamos en la cobertura de los medios de comunicación, el primero en
aparecer —aunque negando su participación— fue Solidaridad Nacional (SN),
partido del exalcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio.
Ante las denuncias periodísticas de la existencia de vínculos entre Castañeda y
Gutiérrez, ambos respondieron que se conocían —fueron regidores de Lima entre
1981 y 1983—, pero que no había ningún tipo de coordinación entre los dos.

3
La Confluencia por Lima postuló con la inscripción del partido Fuerza Social (FS), y está con-
formada por partidos y agrupaciones que se reconocen de izquierda como: Fuerza Social, Tierra y
Libertad, Movimiento Nueva Izquierda, Partido Socialista, Movimiento por el Poder Popular, Voz
Socialista, entre otros.
4
Conviene recordar que el plazo legal de entrega de las firmas vencía el 5 de julio, pero ante un error
administrativo del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec), encargado de revisar
las firmas, que informó a los promotores que el plazo límite era el 6 de julio, el Jurado Nacional de
Elecciones, presidido por Hugo Sivina, dispuso que se continúe con el proceso. Aquello fue funda-
mental para que se llevara a cabo la consulta. Más información en: http://www.laprimeraperu.pe/
online/politica/cuestionan-decision-del-jne-ante-revision-de-firmas-para-revocatoria_120427.html

111
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

No obstante ello, el partido del sol se sumó de forma oficial a la campaña pocos días
antes de la fecha de la consulta, programada para el 17 de marzo.
El segundo en mostrarse fue el fujimorismo, sobre todo tras los sucesos de vio-
lencia que ocurrieron en el frustrado desalojo —realizado por la Policía Nacional
del Perú (PNP) en coordinación con la Municipalidad de Lima Metropolitana—
de los comerciantes del centro mayorista de acopio de alimentos La Parada, que se
negaban a trasladarse al nuevo centro ubicado en el distrito de Santa Anita.
El operativo policial encontró una gran resistencia. Se denunció que se había
contratado delincuentes y matones para evitar el desalojo. Circularon imágenes
de policías agredidos por turbas de decenas de personas. Tras verse sobrepasada la
policía, se registraron saqueos en otras zonas, como en el conocido centro comercial
de Gamarra. El saldo final ese día 25 de octubre fue la muerte de 2 civiles y 108
heridos, la mayoría de ellos efectivos policiales5.
Algunos congresistas del partido de Fujimori, como Julio Gagó, se sumaron a los
comerciantes que se resistían al traslado. Más adelante la parlamentaria fujimorista
Martha Moyano6 se sumó también a la campaña por el SÍ. Aun así, sin embargo,
este partido declaró que dejaba a discreción de sus militantes apoyar el SÍ o el NO.
Por último, el partido aprista se sumó públicamente en diciembre de 2012 y fue
una de las organizaciones más visibles en la campaña del SÍ durante el verano de
2013, y aportaron varios de los principales voceros, entre ellos Mauricio Mulder y
Nidia Vílchez, además de la maquinaria partidaria.
Así, a inicios de 2013, la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropo-
litana congregó a tres partidos con importante presencia en la política nacional y en
Lima en particular: SN, APRA y fujimorismo.
Asimismo, los impulsores de la revocatoria articularon en torno a su agenda a
dos sectores sociales opositores a la gestión: un grupo de comerciantes mayoristas
y un grupo de empresarios del transporte público. En el primer caso, la oposición
giró sobre todo en torno al cierre de La Parada y la reubicación en Santa Anita. En
el segundo caso, el motivo central de las críticas a la gestión fue la reforma del trans-
porte, que tenía como principales objetivos acabar con la informalidad, ordenar las
rutas y renovar las flotas.
Del lado de los defensores de la gestión, en esta coyuntura se ubicaron no solo
organizaciones de izquierda, jóvenes independientes y algunas organizaciones
sociales aliadas, sino también el Partido Popular Cristiano (PPC) y la C ­ onfederación

5
Véase: http://elcomercio.pe/actualidad/1487826/noticia-se-elevo-dos-muertos-violencia-vandalismo-
parada
6
Más información en: http://peru21.pe/politica/revocadores-presentan-frente-si-revocatoria-susana-
villaran-2111813

112
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP), actores representa-


tivos de los sectores empresariales más fuertes en el país.
Veamos ahora qué hay respecto a las voluntades ciudadanas. Si bien la voluntad
del electorado debe diferenciarse siempre de los sectores organizados que impulsan
las campañas a las que este se adhiere con su voto, pues finalmente una elección
condensa en un voto percepciones de lo más diversas, destacan dos hechos. El pri-
mero es que los sectores socioeconómicos D y E, que fueron fundamentales para
que Villarán ganara la alcaldía (Tanaka, 2010), expresaron su disconformidad con
la gestión con una intención de voto por el SÍ cercana al 50% a menos de dos
semanas de las elecciones7. El segundo hecho es que en los sectores A y B la apro-
bación de la gestión era mayor ahora que al inicio de la asunción de la alcaldesa.
Villarán, en dos años de alcaldesa, se alejaba de los sectores D y E y era más aceptada
por los sectores A y B.
Sabemos ya el desenlace de la consulta. Luego de una reñida campaña y con
resultados bastante ajustados, la alcaldesa se mantuvo en el cargo (51.3% votó por
que no sea revocada), dejaron sus cargos 22 de 39 regidores8 y se convocarán elec-
ciones de Concejo municipal en noviembre del año pasado9.
Estamos hoy frente a un escenario político distinto en varios aspectos y los temas
de coyuntura son otros, de modo que resulta un buen momento para hacer un
balance y preguntarse cómo entender el conjunto de hechos que configuraron esa
coyuntura, que abarca la campaña y la consulta de revocatoria.
Dentro de las diversas posibilidades de acercamiento a tales hechos, en esta oca-
sión quisiera plantear dos preguntas específicas, conectadas entre sí.
La primera: ¿cómo explicar la confluencia de intereses y la organización del sector
impulsor del proceso de revocatoria y de la campaña por el SÍ10?
La segunda: ¿qué nos dice el proceso de configuración de aquella oposición sobre la
forma en que se organizan las relaciones de poder en la ciudad de Lima?
Aunque las coyunturas son fenómenos de corto alcance, inestables por defini-
ción, incluso marcadas por el azar, son también expresiones de procesos de mayor
profundidad, mediados por acciones concretas de personas, grupos e instituciones.

7
Según la encuesta de GfK publicada el 3 de marzo, a solo catorce días de la consulta de revocatoria,
la intención de voto del SÍ era de 52% y de 47% en los niveles socioeconómicos (NSE) D y E, respec-
tivamente, mientras que en el sector A/B era de 39%. Fuente: Diario La República, 3/3/13.
8
Fueron revocados la mayoría de los regidores de Fuerza Social (FS), el partido de la alcaldesa: 19 de
21. Del Partido Popular Cristiano (PPC), de oposición, se mantuvieron 11 de 13 regidores. Fuente:
ONPE.
9
El presente artículo se escribe en el mes de agosto del año 2013.
10
Cabe recordar que la alusión al «SÍ», se entiende en tanto la consulta de revocatoria se formuló de
la siguiente manera: «¿Debe dejar el cargo de alcalde?» / «¿Debe dejar el cargo de regidor?», debajo el
nombre de la persona en el cargo y al lado las opciones SÍ y NO.

113
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Por ello, su análisis puede permitir encontrar pistas sobre características más estables
de las relaciones de poder, los entramados institucionales, las alineaciones políticas
y la estructura social.
En esa línea, el ensayo se dividirá en tres partes. En primer lugar, se recogerán
algunas de las interpretaciones más comunes desde las que se buscó entender el
proceso de revocatoria, se mostrarán sus límites y se argumentará la pertinencia de
realizar un análisis del poder para comprender el juego político y, en particular, la
conformación de una oposición organizada contra Villarán.
En segundo lugar, se propondrá y sustentará una hipótesis sobre las caracterís-
ticas de las relaciones de poder que se expresan en la configuración de la oposición
a la alcaldesa, desde donde se impulsó el proceso de revocatoria, y la necesidad de
un estudio más exhaustivo en esa dirección.
En tercer lugar, se realizarán algunas reflexiones teóricas sobre la estructura social
peruana y el entramado institucional que organizan la política realmente existente,
a modo de agenda futura de investigación.

2. Algunas interpretaciones y la necesidad de ir más allá de las ausencias


Por la cercanía de los hechos, la mayoría de visiones recogidas provienen de columnas
de opinión y percepciones presentes en el debate público, difíciles de documentar
académicamente. Concentrémonos en las explicaciones que se ensayaron sobre el
carácter de la oposición que enfrentó Villarán en el marco del proceso de revocatoria.
Una interpretación muy difundida por un sector de los actores políticos aliados
a Villarán, fue que la alcaldesa era atacada por sectores de «derecha» por ser ella de
«izquierda». Dentro del variado espectro de organizaciones «progresistas» o explí-
citamente de izquierda fue esa la opinión mayoritaria, y a ella apeló Villarán para
recuperar las alianzas de la Confluencia. El mensaje era del tipo: las fuerzas de
derecha quieren detener un gobierno progresista11.
A tal lectura varios analistas políticos, cuyas visiones se expresaban en columnas
de opinión, agregaron ubicaciones al centro de la escala y moderaron la afirmación

11
Con diversos términos, la idea era la misma que la expresada por el partido Tierra y Libertad en
una nota de prensa del 31/10/12: «La revocatoria impulsada por sectores de la derecha, en contu-
bernio con la mafia de Castañeda Lossio y avalada ilegalmente por el Jurado Nacional de Elecciones,
sumado a los paros de las mafias del transporte y a la asonada delincuencial de las mafias de La Parada,
son todas parte de una campaña de sectores políticos y empresariales que intentan recuperar el con-
trol de los recursos municipales para manejarlos como les dé la gana» (Fuente: La República). En la
misma línea se encuentran las declaraciones de Susana Villarán el 1 de marzo de 2013, en una reunión
con partidos de izquierda: «Decían que íbamos a durar un mes, que nos íbamos a sacar los ojos. Pero
aquí estamos, gobernando Lima después de tres décadas en que las fuerzas progresistas no pudieron
gobernar la ciudad». (Fuente: La Razón).

114
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

pero sin perder la esencia de la misma. Villarán sería de centro-izquierda y sus ene-
migos serían de la «extrema derecha». La centro-derecha (o la derecha no extrema,
en todo caso), donde ubican a una derecha liberal como la que representaría el PPC,
sí la apoyaba.
¿Qué diferenciaba a la centro-derecha de la extrema derecha? En la lógica de esta
lectura, la diferencia sería la apuesta de la primera por fortalecer las instituciones
democráticas y apoyar la gobernabilidad de la ciudad.
Partiendo de un diagnóstico en el que la estabilidad es necesaria para fortalecer
la democracia, una campaña para revocar a la alcaldesa de la ciudad capital iría en
el camino contrario a ese fortalecimiento, generando desorden, pérdida de conti-
nuidad en reformas importantes y gastos innecesarios. A ese discurso apeló también
otro sector de los actores políticos aliados a Villarán, el PPC, cuya presencia en
el Concejo estaba igualmente en riesgo en tanto los promotores de la revocatoria
solicitaban una revocatoria total —el eslogan era «40 veces SÍ»—, lo que les daba
mayores probabilidades de revocar a la alcaldesa y/o a sus regidores12.
Se combinaban así dos ejes: izquierda/derecha y democrático/no democrático,
pues en tales análisis lo liberal fue asociado al respeto de las instituciones y del plu-
ralismo político.
Uno de los analistas más representativos de esta posición fue el politólogo Steven
Levitsky (2012, 2013), pero con algunas diferencias otros como Fernando Tuesta
expresaron opiniones similares13.
Ahora bien, ambas visiones parten de dos afirmaciones discutibles. La primera,
que Villarán era atacada por la derecha (o extrema derecha) por ser de izquierda (o
de centro-izquierda). La segunda, que es posible entender la oposición (organizada)
a Villarán a partir de alineaciones en una escala de preferencias políticas del tipo
izquierda/derecha.
Sobre la primera afirmación, decir que Susana Villarán es de izquierda es discu-
tible. Si bien postuló con una confluencia de partidos y organizaciones de izquierda,
no dudó en deslindar de sus aliados durante su campaña electoral ante las presiones
de los principales medios de comunicación. En las elecciones p ­ residenciales, por

12
Si más de un tercio de los regidores eran revocados, debían convocarse nuevas elecciones de Con-
sejo, aun si la alcaldesa se mantuviera en el cargo. Un resumen muy útil de los escenarios posibles que
abría la consulta de revocatoria es el que realiza Fernando Tuesta en su artículo «Los cuatro escenarios
de la revocatoria» (Tuesta, 2013).
13
En los planteamientos de Tuesta, el énfasis es puesto en el diseño institucional y en las consecuen-
cias de este en términos de incentivos para determinados comportamientos políticos. En particular,
Tuesta señala que la forma en que está diseñada la consulta de revocatoria genera ingobernabilidad
e inestabilidad pues resulta un incentivo para los opositores a la gestión de turno. Se infiere que los
impulsores del proceso de revocatoria no tienen el debido respeto por la institucionalidad democrá-
tica. Sus artículos pueden encontrarse en su blog: http://blog.pucp.edu.pe/fernandotuesta.

115
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

ejemplo, el candidato de su partido, Manuel Rodríguez Cuadros, fue enfático al


afirmar que hay solo una economía posible y esa es la de mercado14. Además, en la
coyuntura de revocatoria tuvo el respaldo del Partido Popular Cristiano (PPC), Perú
Posible (PP), Acción Popular (AP) y la Confederación Nacional de Instituciones
Empresariales Privadas (Confiep), como ya se mencionó al inicio: organizaciones
claramente identificadas con la derecha.
¿Es de izquierda entonces? Lo cierto es que para fines de nuestro análisis la
respuesta a tal pregunta es irrelevante, pero sí debe recalcarse algo a partir de lo
dicho: en términos políticos, su propuesta no tendría por qué serle especialmente
incómoda a la derecha. Incluso, en la campaña por el NO estuvo muy presente un
discurso a favor de las inversiones, la estabilidad política y el orden público, valores
frecuentemente defendidos por estos sectores políticos.
Sin embargo, también es cierto que sus principales enemigos se ubican clara-
mente a la derecha: SN, fujimorismo y Apra. En ellos se encuentra además un
discurso fuertemente anti-izquierdista, también presente en líderes de opinión y
medios de comunicación aliados suyos y militantemente críticos de Villarán. Pién-
sese, por ejemplo, en el diario Correo, del Grupo Agois Banchero.
¿Tenemos entonces una derecha dividida, inconsistente en sus compromisos ideo-
lógicos? ¿Es una división entre derecha democrática y no democrática? ¿Se trata de
una centro-izquierda aliada a una centro-derecha y opuesta a una extrema-derecha?
¿Nos sirve utilizar una escala del tipo izquierda-derecha? Mi impresión es que
esta herramienta analítica presenta grandes límites y esta coyuntura lo demuestra.
Tampoco resulta muy útil para el análisis trazar una línea divisoria entre quienes
apoyan el fortalecimiento de las instituciones formales de un régimen democrático
y quienes no.
El evidente carácter normativo de esa división —las instituciones deben ser estas
y la democracia debe ser así— lleva el análisis político hacia una práctica, a mi
juicio, perniciosa: identificar ausencias en relación con un referente ideal y no estu-
diar el carácter sustantivo y real de lo político.
Esta crítica se dirige a buena parte de los sentidos comunes sobre la política que
se han difundido desde la academia peruana, sobre todo desde la ciencia política
basada en corrientes institucionalistas, aunque también se encuentra en algunas
expresiones de la práctica sociológica, sobre todo la más influida por lo que perdura
de las teorías sobre la modernización.

14
Así lo afirmó en una entrevista con la periodista Mariella Balbi. Ante la pregunta sobre si plantea
cambiar el modelo neoliberal, como lo afirmaría el Movimiento Nueva Izquierda (MNI), Rodríguez
respondió: «Eso no lo dice FS ni lo diré yo como candidato. En el mundo solo hay un modelo de eco-
nomía: el del mercado. No me interesa lo que plantean las partes conflictivas de la alianza sino lo que
propone FS». (El Comercio, 12/12/10).

116
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

Tales sentidos comunes muchas veces toman formas propias más allá del conte-
nido original que aportó a su nacimiento. Provienen algunas veces de afirmaciones
explícitas y defendidas por intelectuales, y otras de razonamientos poco formalizados
que se popularizan a través de la adopción por parte de determinado público (aca-
démico o no) de ideas de «analistas» o «comentaristas» expresadas en espacios de
difusión de información, como periódicos, radios o canales de televisión, o acaso
libros, conferencias, artículos, etc. Son, finalmente, formas de razonar la realidad que
se problematizan poco pero que tienen suma importancia pues están en la base de
la construcción de preguntas sobre la realidad, primer paso para cualquier análisis.
Pensemos en afirmaciones como las siguientes, frecuentemente usadas para
explicar las características del sistema político peruano. No hay partidos políticos
institucionales que formen un sistema de partidos. Los electores no tienen pre-
ferencias estables sino que son muy volátiles. No existe una cultura democrática
fuertemente arraigada sino que aún persisten valoraciones autoritarias. No son
sólidas las instituciones, tienen poca aprobación y en algunos casos poco tiempo
de vida estable. Las leyes y los procedimientos son constantemente trasgredidos por
irregularidades de diverso tipo y actos de corrupción. Antes que lo formal y lo ins-
titucional, prima lo informal. Antes que gobernabilidad y estabilidad, es recurrente
la ingobernabilidad y la crisis.
En todas ellas tenemos una constatación de ausencias o negaciones. Es como
si se pusiera a la realidad política frente a un espejo que diera un reflejo diferente
al esperado, un reflejo ideal que se inspira en las democracias occidentales de pos-
guerra que tienen lugar en países industrializados y en esquemas teóricos elaborados
desde aquellas experiencias históricas.
Cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué no analizar la estructura de poder
real en nuestra sociedad y su correlato institucional, entendiendo lo institucional
como formas de ordenar las conductas y las situaciones sociales, algo que va más allá
de lo normativo positivo y que se construye en el marco de tal estructura de poder?
Si en Lima lo formal e institucional no es la regla, sino la excepción, como apa-
rentemente sucede, ¿por qué aquella intuición nos debería llevar a buscar entender
la política dentro de esos marcos institucionales ideales antes que desde las manifes-
taciones políticas concretas de la realidad social?
Es preciso, pues, desplazar el punto de enunciación. Si nos ubicamos en la órbita
formal-institucional no pasaremos de constatar que hay un gran entorno que es su
negación o su ausencia. La negación podría llegar a verse como lo común, lo exten-
dido, pero no pasaría de tener un carácter residual en el análisis: lo que no es como
debería ser.
Además de la consecuente frustración de sentir que «falta todo» o que «falla
todo», podríamos caer en lo que a mi juicio fue el principal límite de la idea clásica

117
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

de «desborde popular» propuesta por José Matos Mar (1988): todo lo no oficial es
parte de un caótico desborde.
¿Y si nos ubicamos en el lado del desborde?

3. Analizar la política como expresión de relaciones de poder


¿Cómo analizar la política desde un punto de enunciación que no tenga com-
promisos con un «deber ser» que nos lleve hacia una permanente constatación de
ausencias? Una posibilidad es partir de algunos planteamientos teóricos fundamen-
tales de la sociología, y de la sociología política en particular.
Mi intención no es hacer un balance exhaustivo de la teoría sociológica sobre la
política ni mucho menos plantear una teoría alternativa, así que me limitaré a rea-
lizar un recuento lógico muy simple de proposiciones que considero medulares en
un marco teórico consistente sobre la política. Son las siguientes:

1. La política, como sucede con toda práctica humana, es un fenómeno social. Al


ser así, la política es elaborada, definida y practicada en el marco de relaciones
sociales. Recordemos que las personas nos constituimos como tales, actuamos
y somos, necesariamente, en relaciones sociales. Norbert Elias (2000) insiste
mucho en ello y los principales aportes de la teoría sociológica clásica suscriben
esta proposición.
2. Si la política —sigamos acá una definición amplia basada en Balandier (2005)
y Weber (2008)— es la competencia activa entre agentes en torno a la toma de
decisiones sobre lo público, entonces será necesario preguntarnos por aquellos ele-
mentos que resulten relevantes para tener éxito en esa competencia, para que los
intereses que uno defiende tengan un lugar en la agenda pública y se realicen en
acciones concretas desde las instituciones de autoridad15.
3. Como tales agentes están situados en relaciones sociales, entonces será necesario
identificar las características de las relaciones de poder en las que están inmersos,
y aquí el poder, siguiendo a Max Weber, será entendido como la «probabilidad
de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aun contra toda
resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad» (Weber, 2008,
p. 43).
4. Tal definición de poder nos lleva a preguntarnos por los fundamentos de tales
probabilidades asimétricas y por cómo son organizadas estas asimetrías, sin
las que no podría existir el poder. Para acercarnos al estudio de las a­ simetrías

15
Nótese que, como sugiere indirectamente Quijano (2000) al hablar de «autoridad colectiva», no
estoy adelantando la afirmación «Estado», para evitar encorsetar lo político a un tipo de institución
histórica y culturalmente específica como es el Estado moderno.

118
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

más estables en la organización de las relaciones sociales, resulta necesario


comprender los patrones estructurados de acceso a los recursos tangibles y no
tangibles producidos socialmente, o, dicho de otro modo, comprender la estruc-
tura de desigualdades sociales, como propone Orlando Plaza (2005).
5. En conclusión, analizar la política implica situar a los actores en relaciones
de poder, cuya forma depende directamente de las características de la estruc-
tura social: organización general del entramado de relaciones sociales donde se
producen y reproducen las formas de desigualdad social. Así, las formas institu-
cionales aparecen como espacios, recursos y/o elementos de reproducción que
serán relevantes o no, y en cierto grado, para la competencia política depen-
diendo de las relaciones de poder que las producen y a cuya reproducción
aportan. En esa línea se ubica, por ejemplo, el énfasis de Piven y Cloward (2005)
en la importancia de la construcción y ruptura de reglas, en tanto estas orga-
nizan y definen las prácticas, y el llamado de Bourdieu (1997, 2000) a analizar
el Estado como uno de los pilares de la reproducción material y simbólica de la
dominación.

Las cinco proposiciones anteriores nos pueden ayudar a entender, por ejemplo,
que quizá ganar una elección presidencial dé poder para lograr un interés específico,
pero tener la propiedad de varios medios de comunicación y la capacidad, por lo
tanto, de influir en la generación o agravamiento de una crisis política, pueda sig-
nificar contar con un recurso más efectivo para lograr el interés propio, que ocupar
la presidencia del país. Del mismo modo, podríamos comprender que sea posible
que ser ministro del Interior dé amplios recursos para realizar reformas en la Policía
Nacional, pero que si dentro de ella existen redes de corrupción articuladas al nar-
cotráfico o a la delincuencia común, o a ambos, pueda suceder que estas tengan
mayor poder que quien dirige el sector. Los ejemplos son múltiples. Como se ve,
en términos analíticos, es posible acercarnos a la política sin antes comprometernos
con un deber ser institucional.

4. Las relaciones de poder activas en la campaña por la revocatoria


Ahora bien, teniendo presente lo argumentado, volvamos a la pregunta de partida:
cómo entender la constitución organizada de una oposición impulsora de la revo-
catoria y qué nos sugiere tal fenómeno sobre las características de las relaciones de
poder en Lima.
En la organización de la revocatoria y en la dirección de la campaña política por
que gane el SÍ, encontramos pocas alineaciones políticas explícitas y transparentes.
Además de la visibilidad de Marco Tulio Gutiérrez, el promotor inicial de la cam-
paña, hay una serie de personas que aparecen en el proceso pero que niegan luego

119
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

su participación. La información periodística, sin embargo, permite identificar a


algunos actores y sus vínculos16.
Comencemos por Marco Tulio Gutiérrez. Él ha sido consultor y asesor legal del
exalcalde Luis Castañeda en cuatro oportunidades. Llegó a ganar en 2008 cerca
de 40  000 soles como consultor. Esta es una de las principales evidencias de su
­vínculo con el exalcalde, quien se especula que podría estar detrás de la promo-
ción de la revocatoria. Pero no es el único indicio. También existen audios que
hicieron público que Castañeda tomaba decisiones sobre cómo debería ser el cierre
de ­campaña17.
Se suman los vínculos directos entre los organizadores de la revocatoria y Solida-
ridad Nacional. Por ejemplo, audios, fotos y declaraciones relacionan a Marco Tulio
Gutiérrez con José Luna, encargado del dinero de la campaña y congresista del par-
tido mencionado. También lo asocian a Boris Alegría, del mismo partido, que fue
representante legal de los revocadores cuando presentaron las firmas en el Jurado
Nacional de Elecciones (JNE).
Por otro lado, es posible identificar vínculos con el fujimorismo. Un primer
indicio de tal relación fue Hugo Sivina, persona presuntamente vinculada al exasesor
presidencial de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos18. Sivina, en su calidad de
presidente del JNE, aprobó fuera de la fecha legal las firmas presentadas para iniciar
el proceso, lo que desde algunas lecturas periodísticas podría inferirse como algún
tipo de apoyo del fujimorismo a los impulsores del SÍ. Además de eso ha habido
participaciones directas de miembros de este partido —como se mencionó al inicio,
Gagó y Moyano, por ejemplo— y de varios comités distritales suyos.
En tercer lugar, recordemos el apoyo del partido aprista, que a pocos meses
de iniciada la campaña por la revocatoria asumió el liderazgo político, apoyando
con todo el aparato partidario la promoción del SÍ. Incluso, algunos plantearon la

16
Un buen resumen del historial personal de los actores vinculados al proceso se encuentra en
Diario16. Véase el siguiente enlace: http://diario16.pe/noticia/22045-la-telaraana-de-una-mentira-
llamada-revocatoria. Otro artículo que resume bastante de la información periodística disponible se
encuentra en el blog El útero de Marita, disponible en el siguiente enlace: http://utero.pe/2012/10/
17
A menos de dos días de las elecciones, se difundió un audio en el que se mostraba a Castañeda
Lossio coordinando el fin de la campaña del SÍ, evidenciando que el ex alcalde, que negaba todo
tipo de vínculo públicamente, no solo participaba, sino que tenía poder de decisión en la campaña.
La noticia puede encontrar en: http://elcomercio.pe/actualidad/1550638/noticia-audio-confirmaria-
participacion-castaneda-campana-si-revocar-villaran
18
Sobre el vínculo, la revista Caretas muestra una foto de Sivina, entonces vocal supremo presidente
de la Sala Penal Permanente, brindando con Montesinos el año 2000, con el Poder Judicial interve-
nido por el régimen de Fujimori. La nota se encuentra disponible en el siguiente enlace: http://www.
caretas.com.pe/2001/1683/secciones/marfon.phtml

120
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

­ osibilidad de que el expresidente y principal líder aprista, Alan García, haya sido
p
«el cerebro detrás de la campaña del SÍ»19.
Finalmente está el apoyo de un grupo de empresarios formales e informales
(medianos y grandes) dedicados a la comercialización de alimentos en el exmer-
cado mayorista La Parada y otro de empresarios formales e informales (medianos y
grandes) dedicados al transporte público de pasajeros, como ya vimos.
¿Con qué interés buscaban revocarla quienes promovían la campaña por la revo-
catoria? Una vez identificados estos sectores organizados y algunos de sus operadores
nos hemos trasladado al plano de los intereses particulares en pugna, algo que nos
aleja definitivamente de la sola oposición ideológica y que nos lleva a preguntarnos
quiénes ganan, quiénes pierden y qué ganan o pierden con la permanencia de la gestión.
No es fácil determinar esos intereses con contundencia por la falta de informa-
ción, pero se pueden plantear algunas hipótesis.
Del lado de los grupos de grandes y medianos empresarios de La Parada y del
transporte público, es identificable la oposición a reformas que implicarían impor-
tantes mermas de poder (control y dinero, sobre todo) para los afectados.
En el primer caso, un traslado y una obligación a la formalización pueden tener
como efecto la desestructuración de dinámicas económicas asociadas al espacio en
el que se ubicaba La Parada, lo que podría ir en detrimento de la gravitación eco-
nómica y el control de facto que beneficiaban a algunos comerciantes que supieron
situarse mejor. Asimismo, la reforma también reduciría el margen de ganancia rela-
cionado a la evasión de impuestos, bastante grande si se toma en cuenta que se trata
de capitales que comercian enormes cantidades de bienes diarios para abastecer a
una ciudad de más de ocho millones de personas20.
En el segundo caso, la reforma del transporte plantea no solo la formalización,
que tiene un impacto por el lado de la tributación, como en el caso anterior y que
además implica el reconocimiento de derechos laborales a choferes y cobradores,
sino también la necesidad de ordenar rutas y renovar flotas. Así, con la reforma no
solo se desestructurarían posiciones de control en ciertos ámbitos socioespaciales
sino que se reducirían también los márgenes de ganancia inmediata dada la presión
por incurrir en gastos nuevos.
Del lado de Solidaridad Nacional una hipótesis tejida por algunos medios de
comunicación es que la oposición de Castañeda se radicalizó cuando Villarán
investigó a su gestión y, en particular, trató de ir al fondo del denominado «caso
Comunicore», un fraude millonario en el que se vio inmersa la gestión del

19
Fue el caso del exprocurador supranacional Luis Alberto Salgado. Sus declaraciones son recogidas
en el diario La Primera. Véase el enlace: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/politica/garcia-
tras-la-revocatoria_129481.html
20
Es la estimación que realiza el INEI para el año 2010, sobre la base del censo del año 2007.

121
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

exalcalde21. El anuncio de tal investigación fue uno de los primeros de la gestión.


Desde esta hipótesis, la campaña para revocar a Villarán podría entenderse como
una forma de frenar las indagaciones de la gestión o como una suerte de venganza
política que de ser exitosa permitiría el regreso de Castañeda a la alcaldía.
Del lado del Apra y el fujimorismo es más difícil tejer una hipótesis consistente,
pero puede presumirse que existían vínculos clientelares importantes que unían el
servicio específico de movilizar una campaña, con algún tipo de favor a cambio, sea
económico, político o de otra índole.
Entonces, en función de la información periodística disponible, puede plan-
tearse que en la oposición a Villarán expresada en la campaña para revocarla, se
relacionan actores políticos públicos (Luis Castañeda, dirigentes apristas, algunos
alcaldes distritales), operadores políticos de menor o mayor exposición (Boris Ale-
gría, José Luna, Marco Tulio Gutiérrez) y en cargos clave (Hugo Sivina), y sectores
empresariales informales (algunos comerciantes mayoristas y de transporte público),
grupos de intereses que convergerían en torno a una enemiga común: la alcaldesa.
Como se aprecia la sola diferencia ideológica o la identificación de falencias ins-
titucionales que hacen posible aquella consulta de revocatoria sería ampliamente
insuficiente para explicar por qué confluyeron tales intereses, cómo se articularon
organizadamente entre sí y cómo se movilizaron recursos de diverso tipo para sacar
adelante la campaña del SÍ.
Al respecto propongo que podemos entender tal articulación de actores e inte-
reses como una estructuración del poder en forma de red, planteamiento que pasaré
a explicar a continuación.

5. Una hipótesis: el poder como red


La hipótesis que sostengo y que me gustaría poner en discusión mediante este
ensayo es que las relaciones de poder que se activan en aquella coyuntura para
organizar la oposición a Villarán —hacer confluir tal cúmulo de intereses—, tienen
como forma principal, aunque no la única, la red y que aquella forma de organizar
el poder, además, podría ser la predominante en la organización de la competencia
política y del acceso a los recursos del Estado en Lima.

21
«Comunicore fue la empresa que compró parte de la deuda de la Municipalidad de Lima con la
compañía de limpieza ReLima Ambiental S.A. por 35,9 millones de soles, desde 1998. En enero de
2006, el municipio de Lima, bajo la dirección de Luis Castañeda Lossio, le saldó a Comunicore la
totalidad de los 35,9 millones de soles, de los cuales 15,4 millones se depositaron en cuentas de fun-
cionarios de ReLima. Luego de realizado este pago, la cuestionada firma fue literalmente desactivada»
(Diario La Primera). Véase el siguiente enlace: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/politica/
el-sonado-caso-comunicore_130973.html

122
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

Esta forma de red debe ser entendida como una estructura flexible, anclada sobre
todo en relaciones personales, que traspasa los límites institucionales formales, que orga-
niza el acceso a los recursos más relevantes para lograr la propia voluntad tanto en el
ámbito público como en el privado y que permite la conformación de nodos organiza-
cionales, institucionales y grupales, supeditados a la lógica que definan las relaciones
personales mencionadas.
Las redes están organizadas, pero su organización es diferente a la de las organi-
zaciones sociales con fronteras delimitadas y objetivos explícitos, como se esperaría
desde la perspectiva pluralista estadounidense, donde la pluralidad de intereses se
ve representada en organizaciones de la sociedad civil y partidos políticos estables
(Dahl, 1991)22.
Estas redes tienen límites difusos, se desarrollan sobre todo mediante lazos per-
sonales, atraviesan diversas esferas institucionales (cruzan las dicotomías formal/
informal, legal/ilegal, institucional/no institucional, público/privado, etc.) y orga-
nizan el acceso a distintos tipos de recursos tangibles y no tangibles, relevantes
—como todo recurso— en tanto amplían la posibilidad de lograr la propia voluntad
dentro de una relación social.
Si centramos el análisis en el juego político, por ejemplo, vemos que las orga-
nizaciones políticas —se acerquen o no a los modelos de partido de la academia
anglosajona: institucionales, con cuadros profesionales, con ideología explícita, con
representación estable en el electorado, etc.— toman la forma de nodos dentro
de ese entramado de redes y se articulan con mayor o menor éxito a las relaciones
de poder que ahí se desenvuelven. Antes que una competencia frente a las redes,
pueden tomar la forma de nodos dentro de estas, pueden hacer de ella su hábitat e
incluso —nada lo impide— encabezarlas.
Así, en el escenario en el que se definirá el éxito o fracaso en la competencia sobre
la toma de decisiones públicas —la política— se articularán o competirán intereses
diversos: grandes capitales (formales o informales, nacionales o transnacionales),
pequeños y medianos empresarios (también formales o informales), mafias del nar-
cotráfico, mafias del contrabando, bandas delincuenciales, funcionarios corruptos
o limpios, contrabandistas, sindicatos, asociaciones vecinales, grupos familiares,
población dispersa con peso electoral o sin él, frentes de defensa con capacidad
de movilización o sin ella, medios de comunicación grandes y pequeños, organi-
zaciones no gubernamentales, centros financieros transnacionales, calificadoras de
riesgo país, organizaciones multilaterales, Estados extranjeros. Y un largo etcétera.

22
Frente a una visión similar ironiza Carlos Meléndez cuando afirma: «Los politólogos también
sueñan. Cuando lo hacen, conciben una política basada en organizaciones sólidas (formales e infor-
males), con vínculos estrechos con la sociedad (también organizada), con militantes registrados en
comités en todo el país» (Meléndez, 2012).

123
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

En el marco de tal conglomerado de intereses —a veces convergentes y otras


en competencia— los partidos ofrecerán la posibilidad de utilizar los recursos del
Estado: otorgar concesiones, facilitar o quitar licencias de funcionamiento, con-
tratar con empresas, proteger o expulsar funcionarios, desaparecer opositores,
realizar obras de infraestructura, indultar presos, otorgar títulos, etc.
Así, volviendo al caso del intento de revocatoria a Villarán, tendríamos que ella
sin tener que ser incómoda a la derecha (sin tener que ser «de izquierda») ni plantear
cambios de gran trascendencia, había despertado la respuesta de redes de poder que
se veían incomodadas con acciones como la investigación de la gestión anterior, el
ordenamiento de la distribución mayorista de alimentos y la reforma del transporte
público, por solo mencionar algunos aspectos visibles de contradicción de intereses.
El Apra, el fujimorismo y SN, competidores en otras áreas, se habrían asociado
en esa reacción, ofreciendo, como nodos políticos de redes mayores, la posibilidad
de sacar a la alcaldesa y a sus regidores del cargo, y así restablecer «el orden».
Quienes constituían las cabezas de red —faltaría información para determinarlo
con certeza— movieron sus cartas, pusieron en acción sus recursos y juntaron a las
fuerzas políticas que parecen haberse acomodado mejor a la lógica de ese orden.
Esas fuerzas han comprendido bastante bien la lógica del poder en una ciudad
como Lima, consolidándose como nodos eficientes de entramados de redes que les
permiten operar con cierta estabilidad y fuerza en la escena política.
Esos partidos son el Apra, el fujimorismo y Solidaridad Nacional, los que tienen
mayores cuestionamientos por corrupción pero que están también entre los que
tienen las bases políticas más sólidas y estables.

6. Reflexiones teóricas finales


Quisiera enfatizar que el presente ensayo tiene la intención de problematizar, abrir
líneas futuras de investigación y motivar un diálogo que enriquezca los plantea-
mientos expuestos. Por tal razón, me gustaría terminar ofreciendo algunos apuntes
teóricos complementarios, relacionados al argumento central que he podido exponer.

Sobre el concepto de red


La idea de red que he desarrollado no parte de la propuesta de Manuel Castells sobre
la sociedad red (Castells, 2006), pero tiene varios puntos en común. En términos
generales, la descripción de la estructura de red es la misma: nodos interconectados
de importancia variable, una estructura sin centro donde se procesan flujos de diverso
orden, flexible, dinámica y con objetivos y reglas de funcionamiento particulares.
A nivel de forma, una diferencia con el marco teórico de este autor radicaría en
la caracterización del límite de la red, que para Castells es absoluto, pues solo está

124
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

dentro de la red lo que comparte su código. A mi modo de ver en las redes de poder
en Lima, el carácter personal e informal hace que sus límites sean difusos, aunque
pudiera haber espacios de mayor definición.
Finalmente, a nivel de propuesta teórica, el concepto de red que desarrolla Cas-
tells se ubica en una hipótesis mayor: que nos encontramos dentro de un nuevo
paradigma tecnológico, el informacionalismo, y la red es la estructura social predo-
minante, sostenida en el desarrollo de la microelectrónica. La hipótesis que presento
no se ubica a ese nivel.
Por otro lado, la propuesta que expongo aquí está también en directo diálogo
con los trabajos de etnografía política sobre la corrupción realizados por Jaris Mujica
(2011), basados sobre todo en las propuestas teóricas de Michael Foucault.
Comparto con Mujica la búsqueda de explicaciones de las relaciones de poder
a partir de su carácter concreto y no de lo que no son. Si la corrupción es vista
desde un inicio solo como una trasgresión, es muy difícil entender cómo se man-
tiene y reproduce en el tiempo. Ahora bien, un acercamiento a las relaciones de
poder desde una perspectiva macro, buscando identificar características de forma
que estén asociadas a la estructura social y al entramado institucional, podría com-
plementar el análisis micropolítico y viceversa.

La forma de red y procesos sociales de las últimas tres décadas en el Perú


Aunque es definitivamente algo que debe investigarse mucho más, esta forma de
red que toma el poder en Lima puede ser la predominante también en la dinámica
política de escala nacional en el Perú, sobre todo como un fenómeno asociado a lo
que, desde otras perspectivas, ha sido denominado como «informalidad» o «mar-
ginalidad», dos términos con contenidos teóricos diferentes pero que buscan dar
cuenta de fenómenos similares.
En las aguas revueltas de la década de 1980 confluyeron, expresadas en múltiples
crisis (económica, de seguridad, de representación), el colapso del modelo de orden
que trató de construir el gobierno militar de Velasco Alvarado y el derrumbamiento
—¿definitivo?— de las ficciones ideológicas e institucionales que elaboraron desde
el siglo XIX la oligarquía y la intelectualidad criolla. Lima, la capital de un país cen-
tralista, fue, sin lugar a dudas, escenario privilegiado de esos procesos.
¿Qué vino después de las crisis? ¿Qué cambió en términos de estructura social
y de entramado institucional? ¿Se trató de una «refundación»? ¿Se superaron las
­contradicciones que eclosionaron en esa llamada «década perdida»? ¿Lo que vino
luego emergió del llamado «Perú real», como era la esperanza de Matos Mar en 1988?
Al parecer, la nueva estabilidad lograda tuvo como base los efectos de las crisis,
pero estuvo lejos de ser una refundación. Los grandes grupos de poder económico,
como antaño con una predominancia extranjera, construyeron a través de Fujimori

125
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

un orden jurídico y una estructura estatal a la medida de sus intereses (Adrianzén,


2009; Durand, 2003), los que para realizarse no requerían enfrentar a fondo el caó-
tico escenario poscrisis a nivel social, que, a modo de una erupción de lava que se
enfría y solidifica, fue consolidándose como un orden particular, cuyo funciona-
miento es preciso conocer.
En ese orden podríamos identificar prácticas organizadas en instituciones
sociales, pautas de conducta que no tienen por qué ser legales o compatibles con
los discursos oficiales, pero ser funcionales a esos arreglos institucionales, y también
podríamos identificar qué relaciones de poder se tejen dentro; es decir: cómo se
organiza socialmente la utilización de los recursos disponibles y qué papel tienen la
acción política y el Estado en ello.
¿Será posible rastrear, desde el análisis de la forma en que se organiza el poder,
la existencia de un orden social, así este sea radicalmente diferente al deseado desde
ciertas escuelas teóricas y determinadas expectativas normativas?

La forma de red y la estructura social del Perú


Es necesario entender las características de la estructura social que está expresándose
en esa forma del poder. Insisto en que aquí nos ayudan muy poco los moldes insti-
tucionales de otras realidades, por lo menos como punto de partida.
Como el poder es la capacidad de realizar determinados intereses utilizando
recursos a los que se accede en medio de relaciones sociales concretas, resulta nece-
sario pensar en cómo se generan tales recursos disponibles, cómo se organizan los
accesos a estos y desde qué posiciones se plantea su disputa.
Hacer aquello requiere estudiar la estructura social y, en particular, la forma en
que se estructuran las desigualdades sociales.
¿Cómo es nuestra estructura social? Es una pregunta de primera importancia
para la sociología peruana y, por supuesto, el presente ensayo no la responderá con
exhaustividad. Pero pueden apuntarse algunas ideas.
Por ejemplo, el hecho de que los recursos públicos sean utilizados mediante
redes ancladas en relaciones personales que articulan a grandes y chicos, nos puede
indicar que en esta estructura se opera con inclusiones particulares y exclusiones
generales, como sugería Guillermo Nugent (2008) cuando se refería a la cultura del
gamonalismo, en el marco de sus reflexiones sobre la choledad.
Siguiendo esta indicación, el clientelismo político y la corrupción a pequeña
escala, ¿serían modalidades de inclusión a determinadas redes y recursos vinculados a
la actuación del Estado?, ¿lo serían también los grandes actos de corrupción y la cap-
tura institucional de dimensiones clave del aparato estatal y del orden jurídico por
parte de grandes capitales? La situación parece ser la siguiente: no hay derechos uni-
versales garantizados, pero hay vías personales para acceder a la atención del Estado.

126
Cavero Cornejo / ¿Cómo explicar la campaña para revocar a la alcaldesa de Lima Metropolitana?

Algo similar parece suceder en el plano laboral, donde la denominada «informa-


lidad» implica a la mayoría de la población económicamente activa en el Perú, en
una estructura económica donde el 99,3% de las unidades productivas son micro y
pequeñas empresas (Plades, 2010), el 49,9% de los trabajadores están subempleados
(ENAHO, 2009) y el sector servicios explica más del 50% del PBI (INEI, 2012).
Estaríamos dentro y fuera del Estado y dentro y fuera del mercado, como señala
Aníbal Quijano (2010). Podríamos incluso extender los ejemplos a la vivienda y a
los circuitos culturales.
Ese carácter ambiguo en el que la gran mayoría de los peruanos y de sus prácticas
está fuera de los límites institucionales formales en las distintas áreas de la existencia
social es especialmente característico de Lima, aunque no solo de ella.
En la década de 1960, Quijano buscaba teorizar con el concepto de margina-
lidad una realidad estructural muy similar en América Latina, donde encontraba
como un rasgo común una modernización marcada por grandes migraciones hacia
las ciudades y un capitalismo dependiente.
Decía: «la marginalidad social consiste en un modo limitado e inconsistente-
mente estructurado de pertenencia y participación en la estructura general de la
sociedad» (Quijano, 1966, p. 34). ¿Tenemos algo similar en el Perú de 2013?
De ser ese el caso, ¿cómo se expresaría aquello en los procesos y los arreglos polí-
ticos?, ¿qué implicancias tiene aquella inconsistencia estructural en la organización
del acceso a recursos, la conformación de intereses, la constitución de actores polí-
ticos y la competencia por el acceso a posiciones de autoridad pública?, ¿qué nos dice
sobre cómo funciona la política peruana, sobre cómo es antes que sobre cómo no es?
Hay una rica agenda de investigación en sociología política por delante.

Referencias bibliográficas
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pueblo. Lima: Otra Mirada.
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127
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

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Diario16: www.diario16.pe
Útero de Marita: www.utero.pe
Diario La República: www.larepublica.pe
Diario La Razón: www.larazon.com.pe
Caretas: http://www.caretas.com.pe
Diario La Primera: www.diariolaprimeraperu.com
Diario Perú21: http://peru21.pe/

Fuentes de información oficial


Organismo Nacional de Procesos Electorales (ONPE): www.onpe.gob.pe
Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI): www.inei.gob.pe

128
Debates en Sociología N° 38, 2013, pp. 129-132
ISSN 0254-9220

Sampson, Robert (2012). Great American City: Chicago and the


Enduring Neighborhood Effect. Chicago y Londres: The University of
Chicago Press.

Omar Pereyra*

Hay mucho que decir sobre Great American City (GCA), pero empezaré diciendo
que este es uno de los libros más importantes de sociología urbana en lo que va
del siglo. Creo que GAC, además de revisar muchos de los temas centrales de la
sociología urbana y de ser un libro innovador teórica y metodológicamente, nos
invita a pensar estos y otros temas desde lo que Sampson llama una «sociología
contextual»1. Por las dimensiones de este proyecto y por las consecuencias de dicha
propuesta, creo que GAC va a dar lugar a mucho que estudiar y discutir (sea a favor
o en contra) en los próximos años, tanto en sociología urbana, en otras áreas de
la sociología, en las políticas públicas y otras áreas en donde el contexto deba ser
tomado en serio.
Una de las preguntas centrales de GAC es ver cómo y en qué medida el barrio
o contexto tiene efecto en la vida de los individuos2. Sampson muestra, a través de
una combinación de métodos bastante sofisticados (análisis estadístico, espacial,
de redes, experimentos en la calle y observación sistemática) dos grandes procesos.
Primero que las características sociales del contexto moldean el sistema cultural

* Licenciado en Sociología, Pontificia Universidad Católica del Perú. M.A. en Ciencias Sociales, The
University of Chicago. Ph.D. en Sociología, Brown University. Profesor del Departamento de Socio-
logía, Pontificia Universidad Católica del Perú. Correo-e: pereyra.o@pucp.edu.pe
1
Este giro es, como el mismo Sampson lo señala, un regreso a uno de los postulados centrales de la
Escuela de Chicago. De este modo, Sampson cita a Abbott (1997) cuando dice que uno de los prin-
cipios que guía su trabajo es el principio que: «… ningún hecho social tiene sentido si es abstraído de
su contexto social, espacial (generalmente geográfico) y temporal.» (p. 68).
2
En adelante usaré las palabras contexto y barrio indistintamente.
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

local, el cual a su vez afecta las percepciones individuales, que a su vez influyen
en las acciones y respuestas individuales y colectivas. Segundo, las características
sociales de los barrios se mantienen a lo largo del tiempo generando desigualdades
persistentes3. En otras palabras, los individuos actúan de forma diferente en barrios
distintos, y vivir en un barrio y no en otro tiene efectos importantes para las opor-
tunidades de vida de las personas (por ejemplo, en niveles de criminalidad, tasas
de desempleo, deserción escolar, embarazo adolescente, salud infantil e incluso en
nuestros sesgos a la hora de elegir un nuevo lugar para vivir). Sampson llama a este
fenómeno «efecto barrio» (neighborhood effect). En contra de las perspectivas que
enfatizan la disminución de la importancia del lugar o del barrio dado que las redes
y dinámicas sociales se encuentran dispersas por la ciudad o por efecto de la tecno-
logía, Sampson presenta evidencia bastante sólida que muestra que el barrio sigue
siendo central para los individuos, sobre todo en lo que respecta a generación de
desigualdades y oportunidades de vida.
El siguiente paso es medir dicho «efecto barrio». Para ello Sampson sugiere
la necesidad de desarrollar una «ecométrica» (ecometrics) entendida como «… la
ciencia de medir mecanismos barriales y medidas a nivel barrio» (p. 60). En este
punto, Sampson elabora la noción de «eficacia colectiva» (collective efficacy) como
una forma de aproximarnos al efecto barrio. Eficacia colectiva se refiere a la unión
de procesos de cohesión social y de expectativas compartidas (p. 152). Vale la pena
aclarar que para Sampson el barrio no es una «comunidad», sino un espacio geo-
gráfico cuyos habitantes pueden tener relaciones sociales cercanas o no. Que un
barrio sea también una comunidad es más bien un hecho contingente. De hecho,
la mayoría de las veces no lo es4.
Para observar el efecto barrio, Sampson compara los barrios de Chicago como
si estos fueran «laboratorios naturales» (p. 77). Siguiendo la lógica de una socio-
logía contextual, Sampson sugiere el uso de observación sistemática y el uso de
experimentos en «el mundo real» (o datos que se asemejen a estos)5. Uno de estos
experimentos es el dejar correspondencia abandonada cerca a una dirección para

3
Anteriormente autores como Wilson a través del concepto de «efectos de concentración» (1987)
y Massey y Denton a través del concepto de «híper-segregación» (1993) habían señalado que dichos
fenómenos generan desventajas y peores oportunidades de vida para la población (principalmente
negra) concentrada en guetos. Sin embargo, la innovación de Sampson radica en señalar el mecanismo
por el cual dichos fenómenos ocurren y en separar lo que efectivamente es efecto del contexto y no de
dinámicas micro o macro.
4
Ver Wellman (1979) y Fischer (1982).
5
Sampson critica a las ciencias sociales que, por un complejo de inferioridad frente al modelo de la
física, realizan estudios en laboratorios artificiales, los cuales intencionalmente buscan des-contextua-
lizar a los participantes en dichos experimentos para «controlar» la información y evitar que esta se
«contamine».

130
Pereyra /Reseña de Great American City: Chicago and the Enduring Neighborhood Effect

ver si la carta llega a su destinatario, además de medir el tiempo que ello toma. El
resultado: en algunos barrios el altruismo se practica más que en otros. De forma
similar, Sampson analiza una base de datos de tasas de atención a ataques cardiacos
en la calle (una situación similar a un experimento espontáneo). Aunque no existe
una relación clara entre esta eficacia colectiva y el nivel organizativo del barrio, sí
ocurre que la eficacia colectiva es menor en los barrios en donde se combinan niveles
altos de pobreza y de delincuencia.
Puede objetarse que Sampson tiene cierta orientación moralista en la definición
de eficacia colectiva asociada a alguna idea de lo que es un «buen barrio». Sabemos
en cambio que la ciudad se asemeja a un mosaico de subculturas con valores y
aspiraciones distintas, incluso con diversas concepciones de lo que es «normal» y
lo que es «bueno»6. Sabemos también que muchos barrios que Sampson calificaría
como desorganizados o poco efectivos son en realidad bastante organizados, pero
de una forma distinta, incluso a contracorriente de los parámetros aceptados por la
sociedad7. Sampson es consciente de esta crítica y sustenta su posición siguiendo la
tesis del «velo de la ignorancia» de Rawls. Sampson señala que aunque existen sub-
culturas distintas en la ciudad y formas alternativas de orden, todos compartimos
una idea aproximada de lo que es «justicia» y lo que es «bueno» y deseamos vivir en
barrios donde se practica el altruismo, donde hay menor criminalidad y que ofrezca
mejores condiciones de vida (capítulo 9).
Algunos dirán que GAC es otro libro del tipo Escuela de Chicago que pone
nuevamente a Chicago como el centro desde el cual mirar los procesos urbanos y a
la sociedad contemporánea. Y sí, es un estudio hecho en Chicago. Pero lo impor-
tante en GAC no es Chicago. Lo realmente importante es que el efecto barrio se
puede observar de manera muy clara en dicha ciudad, pero este aparece también
en otras ciudades de Estados Unidos, así como también, aunque con menor inten-
sidad, en formaciones institucionales y culturales tan distintas como Estocolmo,
Londres, Bogotá, São Paulo, Tianjin (China), Brisbane (Australia) y Moshi (Tan-
zania) (p. 166)8. Sampson reconoce que los casos de Brasil y Colombia muestran
que la concentración de pobreza y violencia pude llevar a altos niveles organizativos
y de eficacia colectiva (p. 167). Sabemos que los niveles de cooperación y de orga-
nización pueden ser bastante altos en barrios marginales en su etapa de formación

6
Ver Fischer (1995).
7
Ver por ejemplo White (1955), Suttles (1968) y Sánchez-Jankowski (2008) sobre el rol de las pan-
dillas en el mantenimiento del orden en el barrio y en la defensa de sus habitantes.
8
Sobre este nivel exagerado del efecto barrio en EE.UU. y los mecanismos que explican la creación
y persistencia de desigualdades, Sampson comenta: «Podría incluso arriesgarme a decir que lo que
es verdaderamente (norte)americano no es tanto la desigualdad entre individuos sino entre barrios»
(p. 356).

131
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

(Roberts, 1995) pero, ¿se mantiene esta organización y cooperación a lo largo del
tiempo, cuando el barrio se convierte en una trampa de pobreza con altos niveles de
violencia? GAC nos invita a seguir investigando.

Referencias
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School. Social Forces, 75, 1149-1182.
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White, W. F. (1955). Street Corner Society: The Social Structure of an Italian Slum. Chicago:
The University of Chicago Press.

132
Debates en Sociología N° 38, 2013, pp. 133-136
ISSN 0254-9220

Angosto Ferrández, Luis Fernando y Sabine Kradolfer (eds.) (2012).


Everlasting Countdowns. Race, Ethnicity and National Censuses in
Latin American States. Newcastle upon Tyne: Cambridge Scholars
Publishing, 339 pp.

Tania Vásquez Luque*

El reciente volumen editado Everlasting Countdowns. Race, Ethnicity and National


Censuses in Latin American States incluye trabajos sustantivos sobre lo que ha sido
en el pasado y lo que es en el presente en América Latina la labor de diseñar y llevar
a cabo censos nacionales de población, en particular, cuando esta labor involucra
distinguir, clasificar o agrupar a las poblaciones por categorías de raza y etnicidad.
La tarea encomendada a los autores de los capítulos parece ser la de presentar des-
cripciones completas y críticas sobre la inclusión u omisión de variables de raza y
etnicidad a lo largo de la historia censal de cada uno de los casos nacionales presen-
tados en el libro: Argentina, Bolivia, Colombia, Guatemala, Panamá, Perú y Brasil.
La premisa unificadora del libro, que se discute de diferentes formas en la intro-
ducción y a lo largo de los diez capítulos de los que consta el volumen, es que a
través de los censos de población los Estados realizan una empresa eminentemente
política, obtienen una imagen de la sociedad y en este sentido «dan forma» a las
poblaciones «nacionales» sobre las que gobiernan (p. 1). Por cierto, la realización de
la enumeración universal de una población se compone de muchas decisiones. Estas
decisiones definitivamente articulan criterios técnicos (p. 4) pero están lejos de ser
neutrales o completamente «objetivas» y tienen consecuencias definitivas. Son
decisiones que llevan inscritas acciones políticas, que persiguen objetivos de admi-
nistración pública organizados de acuerdo a «modelos de gobierno» (p. 13), reflejan

*
Ph.D. en Sociología, Universidad de Texas, Austin. Investigadora asociada del Instituto de Estu-
dios Peruanos (IEP). Profesora de la Especialidad de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales.
Pontificia Universidad Católica del Perú. Correo-e: taniavasquez@iep.org.pe)
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

contiendas políticas, conllevan orientaciones ideológicas, también ­categorizaciones


socialmente compartidas o en pugna sobre raza y etnicidad, y responden a ten-
dencias materiales e ideológicas de tipo internacional y global. Consideremos,
en particular, que al diseñar un censo, se hacen prevalecer algunas dimensiones a
identificar y medir por sobre otras; luego respecto a cada dimensión, se elige una
selección de categorías de respuesta, en este caso de raza y de etnicidad, y no otras; se
decide una manera de formular preguntas; se decide un tipo de administración del
cuestionario; y de esta forma y considerando lo azarosa que puede resultar la admi-
nistración final de una cartilla censal, se termina obteniendo resultados de datos
agregados (que básicamente son presentados parcialmente), los que conforman una
imagen de la sociedad a la que se quiere retratar y conocer mediante un censo. Este
retrato o imagen es por todas esas razones «elaborada», más aún cuando la enu-
meración no solo se dirige a las personas sino a las entidades sociales en las que las
personas están insertas («[e]n la práctica de contar entidades sociales, no hay un
método exacto u objetivo, por ello no hay ningún aspecto que no es ´fabricado´»,
p. 7). Como corolario, de acuerdo a esa imagen de la sociedad es que se diseñan (o
esa es la tendencia o práctica esperable) las políticas que se implementan en esta.
En estas ideas, como se puede esperar, resuena la literatura que se ha detenido
a examinar a los censos de población como herramientas de la constitución de los
Estados-nación (Anderson, 1983; Scott, 1998). Justamente, una de las contribu-
ciones de este libro es que revisa esa literatura, si bien sobre todo como justificación
del enfoque usado y también vasta literatura sobre raza y etnicidad, todo esto a pro-
pósito del material empírico reunido para estudiar cada uno de los casos nacionales.
De esta forma este trabajo de varios autores contribuye con el primer acercamiento
a los estudios comparativos sobre la temática, entre América Latina y otras regiones
del mundo (ver Kertzer y Arel, 2004) y también con la primera aproximación y
afianzamiento de los estudios comparativos sobre la temática, al interior de Amé-
rica Latina.
Respecto a lo último, los autores trabajan acertadamente en el establecimiento
de parámetros útiles a la comparación entre los casos nacionales vía la estrategia
de identificar «patrones sociológicos comunes», «corrientes ideológicas salientes» y
«modelos de gobierno» (p. 13) los que habrían condicionado cómo se formaron y
usaron las categorías raciales y étnicas usadas en los censos latinoamericanos. Entre
estos parámetros de comparación se señalan: (a) la gran influencia de los «pro-
yectos liberales y de modernización estatal del s. XIX» en América Latina (p. 14),
(b) los «proyectos nacionales e ideologías de mestizaje y ‘blanqueamiento’» (p. 15),
(c) la influencia del indigenismo institucional (aquel que se convierte también en
una «ideología estatal», p.  17) con el consecuente abandono de las categorías de
raza y el acercamiento a la identificación de lo indígena a partir de diferencias

134
Vásquez / Reseña de Everlasting Countdowns. Race, Ethnicity and National Censuses in Latin American States

culturales; (d) el rol de la antropología y la academia en el moldeamiento de la


«indigeneidad» a través de censos; y ya más contemporáneamente; (e) el impacto
de nuevas formas de activismo político, la influencia de redes sociales internacio-
nales guiadas por la emergencia de la «política de la identidad» durante la década
de 1970, la internacionalización de las luchas indígenas y con ello el objetivo de
coordinar políticas estatales asociadas a los pueblos indígenas a nivel internacional
(p. 22) (un reflejo evidente de esto es el surgimiento en la región del «multicultu-
ralismo constitucional» durante la década de 1990); finalmente, (f ) la intervención
de organizaciones internacionales como Naciones Unidas, el Banco Interamericano
de Desarrollo y el Banco Mundial en la preponderancia que toma el principio de
la autoidentificación como elemento central en la definición de indigeneidad. De
forma clave, se observa el impacto de las estipulaciones del Convenio 169 de la
Organización del Trabajo (OIT) para pueblos indígenas y tribales que se ven refle-
jadas en el diseño de los censos de 1990 en adelante.
El libro consta de los siguientes capítulos: (1) a cargo de los editores «Race,
Ethnicity and National Census in Latin American States: Comparative Perspec-
tives»; (2) «Are there Still Indians in Argentina? Indigenous Peoples and the 2001
and 2010 Population Censuses» (Pilar Barrientos); (3) «Bolivia: Indigenous Iden-
tities and Collective Subjects in the Andes» (Pablo Regalsky); (4) «Who Counts
Indigenous People, How are They Counted and What For? Census Policies and
the Construction of Indigeneity in Colombia» (Gloria Lopera); (5) «The Conver-
gence of the ‘Indigenous’ and ‘Ladino’ Categories in the Guatemalan Census of
2002» (Gemma Celigueta); (6) «The Social and Political Construction of Racial
and Ethnic Categories in National Censuses of Panama, 1911-2010» (Mónica
Martínez); (7) «From Pre-Modern ‘Indians’ to ‘Contemporary Indigenous People’:
Race and Ethnicity in Peruvian Censuses 1827-2007» (David Sulmont y Néstor
Valdivia); (8) «National Censuses and Indigeneity in Venezuela» (Luis Angosto);
(9) «Ethnic/Racial Statistics: Brazil and a overview of the Americas» (Jose Luis Pre-
truccelli) y (10) «Indigenoues Peoples and Afro-Descendants: The difficult Art of
Counting».
Por comprensible interés aquí nos detenemos en reseñar el capítulo sobre Perú
a cargo de David Sulmont y Néstor Valdivia quienes se proponen «presentar una
revisión crítica de las varias estrategias empleadas por el Estado para clasificar a
la población peruana en términos étnicos o raciales» (p.  185). Esta es una revi-
sión completa hasta 2011 (2012 es el año de publicación del libro) puesto que
considera todos los censos republicanos desde el de 1827 hasta el de 2007 pero tam-
bién considera desde 2000 otras fuentes de datos en las que se ensayan preguntas
de autoidentificación étnica. Así, distinguen cuatro fases de estadísticas raciales y
étnicas en el Perú las que abordan en detalle: (I) La de los censos de 1827, censos

135
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

parciales de 1920, y 1940 en el que se emplean categorías raciales registradas por


parte del empadronador y en el caso de 1940 en una combinación accidentada de
autoidentificación en este caso «racial» y registro «objetivo» por parte del empadro-
nador. (II) La del censo de 1961 y el uso de un «aproximamiento antropológico»
propio de esos años, para identificar diferencias culturales en la población (lenguaje,
costumbres, vestimenta). (III) La del censo de 1972, 1981 y 1993, en los que solo
se incluyen preguntas sobre lengua materna indígena pero básicamente con el fin de
evaluar «los avances y limitaciones del sistema educativo para alfabetizar a la pobla-
ción» (p. 187). Y (IV) la de 2000 en adelante que comprende los censos de 2005, en
el que se omite preguntas sobre etnicidad, y de 2007 en el que se incluye solo una
pregunta sobre «el idioma o lengua con el que aprendió a hablar»; como parte de
esta etapa también se examinan los ensayos de inclusión de preguntas de autoiden-
tificación étnica en la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) desde el año 2000,
la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDES) de 2006 y 2009 y la única
Encuesta Continua (ENCO) de 2006. Los esfuerzos/ensayos de la última fase, son
alentadores y suponen retos muy importantes. Por nuestra parte consideramos que
las preguntas de autoidentificación son fundamentales y deben continuar inclu-
yéndose, probando sistemáticamente la mejor manera de hacerlo. Por ahora, sin
embargo, pareciera que las que ya se han ensayado agrupan dimensiones distintas
en los mismos indicadores y que al menos dos tipos de objetivos guiaron su formu-
lación. Tal vez considerar dos conjuntos de preguntas serviría, diseñando por un
lado un conjunto de preguntas dirigidas a miembros y descendientes de pueblos
indígenas en asociación directa a la recolección de información sobre ocupación,
tenencia y propiedad colectiva de territorios (Regalsky en el mismo volumen pre-
senta interesantes argumentos) y diseñando otro conjunto de preguntas que tengan
el objetivo de identificar percepciones sobre «raza» por autoidentificación para la
mejor comprensión de brechas en derechos y vulnerabilidades sociales condicio-
nadas por las categorías de esa variable.

Referencias
Anderson, B. (1983). Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of
Nationalism. Londres: Verso.
Kertzer, D. I. y Arel, D. (2004). Census and Identity. The Politics of Race, Ethnicity, and Lan-
guage in National Censuses. Cambridge: Cambridge University Press
Scott, J. (1998). Seeing like the State. How Certain Schemes to Improve the Human Condition
Have Failed. New Haven: Yale University.

136
Debates en Sociología N° 38, 2013, pp. 137-139
ISSN 0254-9220

Drinot, Paulo (2011). The Allure of Labor. Workers, Race and the Making
of the Peruvian State. Durham y Londres: Duke University Press.

Miguel F. Canessa Montejo*

El historiador peruano Paulo Drinot presenta una investigación sobre el mundo del
trabajo peruano de la primera parte del siglo XX con una visión controversial sobre
lo que la historiografía tradicional suele presentarlo.
La visión tradicional sobre el Estado oligárquico señala que los gobiernos que se
suceden a lo largo de buena parte del siglo XX se caracterizaron por reprimir dura-
mente cualquier oposición política a los intereses de la oligarquía y promulgar una
normativa que reconoce derechos laborales con el objetivo de minar la influencia de
ideologías revolucionarias dentro de los trabajadores.
Drinot plantea que esa lectura resulta incompleta a la luz de su investigación.
La regulación laboral no solo tiene un objetivo político contra los partidos de
izquierda, sino que también evidencian un proyecto de Estado laboral (Labor State)
formulado por las élites del país. Este proyecto consiste en identificar la industria-
lización del país como la herramienta principal para lograr que el país salga de su
atraso y se conduzca como una nación «moderna y civilizada». La elite peruana esta-
blece que el atraso del país proviene de un problema de la raza predominante en el
Perú, los indígenas, quienes por un proceso histórico no son laboriosos. De acuerdo
a esta visión, el país no puede avanzar hacia el progreso mientras no se resuelva esta
problemática. Por ello, se plantea que la industrialización puede cumplir esa tarea al
lograr que los indios se transformen en civilizados trabajadores mestizos, es decir, en
agentes de progreso. Drinot pone el acento en que esa visión racial es la que explica
la acción pública del Estado. No se trata de una cuestión económica sino cultural.
Esto explica porque la regulación laboral excluye de su ámbito de aplicación a la

Pontificia Universidad Católica del Perú.


*
Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

población indígena, ya sea porque no se les consideran trabajadores, o porque no


laboran dentro de fábricas. Desde esa visión, el trabajo solo se materializa en la
industria. Así, la construcción del Estado peruano se sostiene sobre la exclusión de
lo indígena.
El autor resalta que las elites son conscientes de que la conflictividad laboral
es inherente a ese proceso de industrialización, por lo que el Estado debe cumplir
una tarea arbitral entre los empresarios y los trabajadores, de modo que las normas
aseguren una paz laboral en los centros de trabajo. Las elites plantean que la indus-
trialización le otorga un carácter tutelar al Estado en las relaciones laborales. Drinot
resalta que la política laboral de los gobiernos peruanos —especialmente, con la
creación de la Sección del Trabajo, la construcción de barrios obreros, la creación de
restaurantes populares, la conformación del seguro social obrero— deben ser inter-
pretados como la materialización de ese proyecto de las elites peruanas.
Apoyándose en Foucault, Drinot recupera su visión de la gobernabilidad y de
sus dos racionalidades: la de disciplina —expresada en la creencia de la necesidad
del control laboral por ser una amenaza social— y la de gobierno —expresada en
la creencia de la necesidad de proteger y mejorar el trabajo por ser un agente de
progreso—. Son estas dos racionalidades que se complementan las que permiten
explicar la política laboral peruana. Sin mencionarlo, el autor deja traslucir que la
historiografía tradicional solo se concentra en la primera racionalidad dejando de
lado la otra, por ello su análisis resulta incompleto.
A partir de este marco teórico, el libro analiza a las cuatro agencias del Estado: la
Sección del Trabajo, los barrios obreros, los restaurantes populares y el seguro social
obrero como la materialización donde concurren las dos racionalidades mencio-
nadas. Para persuadir al lector de su análisis, se apoya en una abundante bibliografía,
especialmente en libros y revistas de la época.
El valioso aporte del libro es evidenciar que la política laboral de la primera
parte del siglo XX no puede reducirse a una lectura instrumental del Estado como
represor de los trabajadores. Sin embargo, peca en sobrevalorar el peso de los plan-
teamientos de las elites sobre su plasmación real en la acción gubernamental.
Las elites que señala el autor son en realidad un sector de la intelectualidad que
tuvo escasa influencia sobre la oligarquía. Muestra de ello son que la Sección del
Trabajo resulta ineficaz en lograr hacer cumplir las normas laborales dentro de las
empresas, o que los empresarios se resisten a la constitución del seguro social. Ni
bien la oligarquía se opone firmemente a las propuestas de esa intelectualidad, los
gobiernos los apartan de la dirección pública. En el libro la acción de los trabaja-
dores se ve empequeñecida por el rol que cumple la elite. Aparecen las luchas de
los trabajadores solo como el detonante de la medida gubernamental, porque en
realidad la elite ha convencido previamente que la demanda exigida resulta con-

138
Canessa / Reseña de The Allure of Labor. Workers, Race and the Making of the Peruvian State

veniente para el progreso del país. Además, resulta controversial postular que se
viene constituyendo un Estado laboral, cuando la regulación laboral solo cubre a
una minoría de peruanos, regulación diseñada desde el Estado con exclusión de los
indígenas y de los que se considera trabajadores.
Una visión crítica de la historiografía tradicional sobre el Estado oligárquico no
requiere caer en una visión pendular sobre los hechos, mostrar que existe una lec-
tura incompleta es un valioso aporte sobre este período de la historia peruana.

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Indicaciones para los autores

1. Debates en Sociología acepta tres tipos de contribuciones: investigaciones, ensayos y


reseñas/comentarios. Los envíos a la revista deben ser trabajos originales que no estén
siendo evaluados para publicación en otras editoriales. Los artículos serán evaluados
preliminarmente por el director, luego, serán enviados a revisores académicos. Estos lo
juzgarán en función de los siguientes criterios: originalidad de la aproximación, sustento
teórico a la argumentación, calidad de la metodología y uso de la información, claridad
y coherencia del artículo. Los comentarios serán devueltos en un plazo máximo de dos
meses. Los revisores pueden rechazar el artículo, aceptarlo como está o con revisiones
menores, o aceptarlo con revisiones mayores. La versión revisada debe incluir respuestas
a los comentarios de los revisores. En el caso de los ensayos y reseñas se evaluará funda-
mentalmente la claridad en la argumentación y respaldo de las ideas.
2. En la primera página se debe incluir el título del escrito, el nombre de cada autor,
correo electrónico, grados académicos y afiliaciones institucionales actuales. Opcio-
nalmente en esta sección se deben incluir los agradecimientos. En el caso de las
investigaciones y ensayos, en la segunda página se debe incluir en castellano e inglés:
título, resumen de máximo 150 palabras y de 3 a 5 palabras clave.
3. La revisión de los escritos es anónima, por lo que los autores no deben hacer mención
a su identidad en el cuerpo del escrito. A partir de la segunda página no se debe incluir
ninguna referencia explícita o tácita a la autoría del escrito.
4. En extensión las investigaciones y ensayos no deben sobrepasar las 14 000 palabras,
incluyendo notas, tablas, apéndices y referencias bibliográficas. En el caso de las reseñas
y comentarios, deben tener como máximo 1500 palabras.
5. El texto debe estar justificado con tipo de letra Times New Roman tamaño 12,
espacio de interlineado 1,5, con márgenes de 2,5 cm superior e inferior y 2,5 cm a los
lados. A lo largo del texto se utilizará la coma para decimales, con un máximo de tres
decimales (por ejemplo: 0,048). Al escribir números de más de cuatro cifras, se agru-
parán estas de tres en tres, y separando los grupos por espacios en blanco (por ejemplo:
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6. Los cuadros (tablas, gráficos e ilustraciones) deberán estar insertados en el cuerpo
del texto. Cada cuadro debe ser encabezado por una numeración única a lo largo del
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los cuadros deben indicar la fuente de los datos y de su elaboración. Las tablas deben
incluir una descripción mínima para cada columna y fila.
7. Debates en Sociología sigue el sistema de citación autor-año, estilo APA. Toda citación
debe estar inserta en el texto y detallada al final del documento, en la lista de referen-
cias. No deben usarse abreviaturas del tipo «loc. cit.», «op. cit.», «ídem», «ibíd»; por otra
parte, en la primera aparición solo debe usarse «et al.» para documentos con seis o más
autores. A continuación presentamos ejemplos de las dos formas de citar en el texto.

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Debates en Sociología N° 38, 2013 / ISSN 0254-9220

Forma 1 Forma 2
Dubet y Martuccelli (1998) (Dubet y Martuccelli, 1998)
Dubet y Martuccelli (1998, p. 121) (Dubet y Martuccelli, 1998, p. 121)
Dubet y Martuccelli (1998, pp. 52-54)
Lareau (2002, 2003), Montero (1995) (Lareau, 2002, 2003; Montero, 1995)

Para mayor información sobre el estilo, por favor consultar el manual de estilo APA
(sexta edición). Para aspectos básicos, recomendamos la siguiente página: http://flash1r.
apa.org/apastyle/basics/
8. Al final del escrito se debe incluir una lista de referencias completas, ordenada alfabéti-
camente según el primer apellido del autor. Las referencias deben contener el apellido y las
iniciales de todos los autores del documento. Todas las fuentes citadas en el texto deben estar
en la lista de referencias y viceversa. Presentamos algunos ejemplos a continuación.
Libro
Dubet, F. y Martuccelli, D. (1998). En la escuela. Sociología de la experiencia escolar.
Buenos Aires: Losada Editores.
Capítulo en libro
Montero, C. (1995). Ciclos de vida y tiempos de escuela: el caso de las mujeres en el
Perú. En S. Bourque, C. Montero y T. Tovar (Eds.), ¿Todos igualitos? Género y educación
(pp. 43-66). Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
Artículo
Beck, A., Epstein, N., Brown, G., y Steer, R. (1988). Un inventario para medir la
ansiedad clínica: propiedades psicométricas. Revista de Psicología Clínica, 56, 893-950.
Lareau, A. (2002). Invisible inequality: Social class and childbearing in black familias
and white families. American Sociological Review, 67, 747-776.
Documento en la web
Tremblay, R., Nagin, D. y Petitclerc, A. (2008). Prevenir la violencia a través del apren-
dizaje de la primera infancia. Disponible en http://www.excellence-earlychildhood.ca/
documents/ tremblay05.pdf

9. Las notas a pie de página deben ser utilizadas para comentarios cortos y sustantivos.
Se pueden incluir anexos al final del texto con información adicional.
10. Los textos deben estar en MS Word y deben enviarse únicamente al correo electró-
nico institucional de la Revista.
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ticipar en el proceso de selección de escritos. Se deberán realizar los procedimientos de
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la información una vez iniciado el proceso editorial.
Consulta y recepción de trabajos: revistadebates@pucp.edu.pe

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