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Qué se entiende por nacionalismo?

Arrigo Coen Anitúa

Para entender qué es nacionalismo se debe tener antes una idea de nación, y para saber qué es nación es necesario el
conocimiento previo de lo que se conceptúa como pueblo.
Hay que comenzar, pues, por tratar de definir el concepto de pueblo (cuyo nombre heredamos directamente del latín
populus, con la misma denotación en nuestra lengua).
Propongo como género próximo de esa definición ‘comunidad humana’, y como diferencia específica, ‘cuyos
miembros tienen la voluntad de convivir bajo el mismo orden jurídico’.
Comunidad, en cuanto que entre sus miembros hay un nexo orgánico intrínseco, simultaneidad especial y acción
recíproca; humana, porque cuando se habla de población referida a otra especie es sólo en sentido figurado, por
analogía con la del hombre.
Salvo el de ‘voluntad de convivencia’, no es posible hallar otro rasgo indispensable como elemento constitutivo de esa
‘comunidad humana’ que se trata de especificar: ni la raza –concepto cuyo uso resulta temerario y comienza a preferirse
el vocablo etnia–, ni el territorio, ni la historia, ni la religión, ni las costumbres son ideas que convengan a la
caracterización deseada.  Tampoco la constitución en Estado equivale a una concertación popular.  El factor lengua es
el que más se acerca como nota distintiva sine qua non para la integración de un pueblo.
Queda, por último, el orden jurídico para especificar a su vez la razón de esa voluntad de convivencia, bajo un
‘conjunto de normas vigentes, interreferidas, jerarquizadas, que puedan regir cualquier momento de la vida colectiva’.
Definido así el concepto de pueblo, conviene diferenciar lo popular (del latín popularis, ‘lo que se acomoda y es afecto
al genio del pueblo’) de lo populista (de populismo, ‘la hipócrita exaltación de los valores y aspiraciones del pueblo, con
fines demagógicos’).
Y ahora sí, establecida, por oposición a la de populista, la idea de popular, consideremos la descripción que del
concepto de nación hace Erick Kahler, acentuando el valor de las tradiciones para caracterizarlo:
Es una comunidad secular, basada en un

carácter popular especial, en una forma de vida


homogénea, en las costumbres, instituciones y
formas de cultura que surgen de la interacción

de estirpes populares específicas y la naturaleza

de un país.  La suma de las costumbres y logros

profanos de tal comunidad crean gradualmente

un acervo de recuerdos instintivos al que

llamamos tradición. Ésta conecta

intrínsecamente a cada individuo de la

comunidad con el tesoro vital de su pasado

étnico.  El complejo todo de costumbres, hábitos

y logros se convierte en un foco de vida para los

individuos de la comunidad, un foco que es una

analogía profana del papel que desempeñaba la

divinidad entre las tribus antiguas, y así la

tradición es la religión profana de una nación.


A Marco Tulio Cicerón no le bastaba, para satisfacer la idea de pueblo, que un conglomerado de individuos estuviese
reunido de cualquier modo o por una causa cualquiera, en cualquier lugar, con cualesquiera intereses; él exigía el
consentimiento de un mismo derecho, es decir, lo que hoy entendemos por la citada voluntad colectiva de aceptar un
mismo orden jurídico y someterse a él.
Ya en el siglo XVIII, Carlos de Secondat, barón de Montesquieu (quizás el precursor del parlamentarismo moderno),
discurriendo acerca del concepto de nación, aduce las causas naturales o geográficas, y las tradicionales, como los
usos, costumbres y creencias (religión) que confluyen a la integración de un ‘espíritu general’ o ‘espíritu nacional’ de un
pueblo.
El orden jurídico  –voluntariamente acatado por cada individuo– con la fuerza de la colectividad garantiza la igualdad
de todos (concepto lato de democracia): como lo personal es ‘lo inherente a la persona’, así lo nacional es ‘lo pertinente
a la nación’, y de igual modo la personalidad es la ‘calidad de persona’ como la nacionalidad es la ‘calidad de
nacional’.                                            
En un marco, pues, de suma de consensos individuales, pese a la diversidad de razas, de religiones, de límites
geográficos y aun de lenguas, si se logra sincretizar el pasado, solidarizarse en el presente y proyectarse al futuro con
objetivos comunes, se asume una personalidad nacional propia, esto es, se constituye la nación, porque, en virtud de
las semejanzas de experiencias históricas y de particularidades y modalidades, se puede integrar un todo: un organismo
social viviente.

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