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Se trafica con los mismos animales o con productos derivados de esos animales, como pieles,
colmillos o plumas. Muchas especies se ese trafica con los mismos animales o con productos
derivados de esos animales, como pieles, colmillos o plumas. Muchas especies se encuentran
amenazadas, como los grandes simios, los lémures o las tortugas de mar. Y existen otras en
peligro de desaparición, como delfines, lobos o nutrias.
Las selvas de Iberoamérica son las principales fuentes del tráfico de especies hacia la Unión
Europea, primer importador mundial de pieles de reptil, loros, boas y pitones, y segundo de
primates. El negocio genera ganancias de cientos de millones de dólares anuales. El furor por
las especies exóticas es tal que los coleccionistas llegan a pagar entre 500 y un millón de
dólares por un guacamayo grande. El tráfico ilegal de animales, provenientes de toda América
Latina, tiene su punto de entrada más importante en España, que los re-exporta al resto del
continente. En Brasil se capturan más de 38 millones de animales al año, pero 90 por ciento de
ellos muere durante la caza o el transporte.
Los canales del comercio tienen fronteras frágiles. Los traficantes usan las mismas vías que los
importadores para transportar animales de América Latina a Europa: vuelos directos y barcos
trasatlánticos. Falsifican certificados, hacen triangulaciones y camuflan la mercancía, la
mezclan con cargas o la mandan en cajas con doble fondo. En una misma jaula se pueden
encontrar especies con y sin certificados. Se transportan, por ejemplo, serpientes venenosas
con tortugas y cuando pasan por la aduana nadie se atreve a verificar su contenido.