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UNIVERSIDAD PÚBLICA DE EL ALTO

ÁREA DE CIENCIAS ECONÓMICAS, FINANCIERAS Y


ADMINISTRATIVAS
CARRERA DE: COMERCIO INTERNACIONAL

TRABAJO PRACTICO DE DIPLOMACIA


Y PROTOCOLO
TITULO:

“TRABAJO PRACTICO N°1”

RESUMEN DEL PRIMER TEMA


DIPLOMACIA

Autores: Haniel Tola Sanchez


Materia: DIPLOMACIA Y PROTOCOLO
Curso: 8vo “C” Noche

EL ALTO – BOLIVIA
2022
I. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA DIPLOMACIA

A. LA DIPLOMACIA EN LA ANTIGÜEDAD Y EN LA EDAD MEDIA

Salvo casos excepcionales, la diplomacia hasta el Renacimiento se muestra de manera eventual,


temporal y para asuntos concretos, bien para rendir homenaje o por cortesía, bien para solucionar un
problema definido o para ofrecer solución a un tema de interés común o para comerciar el bienestar, o
sea, la diplomacia es, en este lapso de la Historia, ad hoc.

Es común aceptar que la diplomacia es, como observa REDSLOB, «tan vieja como los pueblos mismos»,
de esta forma se reconoce solemnemente en el preámbulo del Pacto de Viena de 1961 sobre
Interrelaciones diplomáticas, cuyo párrafo primero, manifiesta: «Teniendo presente que a partir de viejos
tiempos los pueblos de cada una de los países han identificado el estatuto de los burócratas
diplomáticos». NUMELIN concretará que la diplomacia nace de la necesidad de los pueblos de tener
relación pacíficamente entre sí y no únicamente para situar fin a una lucha —dadas las interacciones
primordialmente bélicas de los pueblos primitivos— sino además para solucionar «intereses recíprocos
que presuponen un contacto y una participación entre las personas y las comunidades [...]», como son
los asuntos relativos al reparto de aguas de un manantial o la unión de 2 equipos humanos ante un
tercero; sea como sea, apunta NICOLSON, aquellas interrelaciones tenían sitio por medio de emisarios
que actuaban como representantes de la colectividad para comerciar pacíficamente los asuntos que les
perjudicaban, siendo considerados como personas sagradas, lo cual significaba un trato particular
consistente en determinados privilegios e inmunidades, como por ejemplo la inviolabilidad, lo que
esperaba una gigantesca concesión, toda vez que en las comunidades primitivas los extranjeros eran
tenidos por peligrosos e impuros.

La Antigüedad histórica da ya una gigantesca riqueza de ejemplos, a partir del oriente asiático hasta los
pueblos mediterráneos, que presentan el ejercicio y el costo de la diplomacia; en todo caso, cualquier
persona que sea el cometido de los enviados, se entiende que son representantes de sus pueblos en
cuyo nombre trabajan y por esto tienen que ser tratados con especial deferencia, castigándose con
graves penas los atentados a sus personas. emergen intercambios diplomáticos entre China, Corea,
Japón, Tíbet, la India, las naciones del Sudeste y el archipiélago malayo durante el siglo III a.C.— en los
10 libros dedicados a la política exterior, confiere un papel importante a la diplomacia para lograr un
equilibrio pacífico entre los reyes, cuyo complemento natural es el espionaje interior y exterior y el
Código de Manú, sin embargo con materiales viejos, dedica buena parte a la diplomacia y a los
diplomáticos, basando el arte de la diplomacia en la función de impedir la guerra y consolidar el bienestar.

En el planeta mediterráneo tiene una particular trascendencia Egipto, que en tiempos de la VI dinastía
(siglo XXV a. C.) alcanzó establecer negociaciones con las tribus de la nación de Punt, y en el II milenio
apareció en la corte de Egipto una categoría particular de servidores que eran enviados como
mensajeros a los pueblos asiáticos (asirios, hititas), a los que se refieren las Normas de Ahtor y el Relato
del egipcio Sinuhet; se conocía la práctica de las negociaciones diplomáticas previas a las actividades
de guerra, y entre Egipto y otros territorios de Oriente alcanzó establecerse un trueque sistemático de
embajadas. son 2 de los más relevantes documentos de la diplomacia del Antiguo Oriente: la
correspondencia de Tell-el- Amarna conformada por cartas de los príncipes de Siria y Palestina al faraón

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de Egipto, y el célebre tratado entre el faraón Ramsés II y el monarca hitita Hattusil III de fecha discutida:
1269 a. C., como se sugiere en la nota al tratado que se mantiene en el Museo del Antiguo Oriente, en
Estambul; 1278 a. según Jacques Pirenne en su Historia de la Cultura del Antiguo Egipto; y 1277 a. que
es la que parece deducirse de la obra de Claire Lalouette Ram- sés II; el tratado ha sido hecho tras
largas e relevantes negociaciones luego de la lucha de Qadesh (1294 a. C.), que tiene un extenso
contenido y es, además, el más antiguo tratado que se mantiene, aunque el más antiguo del que se
tiene noticia sea el tratado de tranquilidad entre Eannato de la ciudad-estado mesopotámica de Lagash
y los representantes de la además ciudad-estado mesopotámica de Umma, celebrado alrededor del año
3100 a. interrelaciones diplomáticas una determinada seguridad de manera, por su implementación
recurrente, aunque no llegasen a existir misiones permanentes; no obstante, la diplomacia griega se
crea en un entorno modesto al realizarse primordialmente en las interacciones entre los pequeños
estados o conjuntos de estados de todo el mundo heleno y con sus vecinos inmediatos, y ello pese a
que las consideraciones étnicas o el panhelenismo, como habitualmente se ha mantenido, no fueron ni
el primordial elemento, ni significa más que una pequeña parte en la diplomacia griega.

En ciertos puntos la diplomacia surge como una actitud negativa y defensiva, más que como una
actividad de manera positiva constructiva y altruista; la acción diplomática va por delante de la guerra, o
sea, antecedente de presentarse a la guerra se adoptan posiciones diplomáticas, poseen sitio pedidos
y ofrecimientos y se promueve el arbitraje; solamente frente a la derrota se acudirá al batallón, empero,
entonces, como una necesidad y con la emoción de una postura moralmente justa; las consideraciones
ideológicas fueron claras en los objetivos y práctica de la diplomacia griega, empero básicamente como
pretexto y material para la propaganda. enviados y las soluciones sobre diplomacia solían ser antes
acordadas por un comité de 5 consejeros en forma de resolución preliminar; frente a la asamblea, dada
su condición de organización soberana y por sus funcionalidades, actuaban los enviados extranjeros y
daban cuenta de su tarea los enviados propios.

Los griegos usaban distintas palabras para llamar a quienes eran despachados con misiones
diplomáticas; de esta forma, los heraldos (kerykes), los enviados (presbeis) y los mensajeros (angeloi),
si bien la primordial diferencia se daba entre los heraldos y los demás 2; los primeros estaban
incardinados en la más vieja tradición social y religiosa, constituían una profesión que les daba un status
específico y honorable en sociedad, tenían diversidad de labores y disfrutaban de determinada forma de
inmunidad diplomática que no gozaban automáticamente los enviados generalmente; sin embargo, el
concepto angeloi de más extenso sentido, podía utilizarse para nombrar a los que realizaban
funcionalidades de presbeis, sin embargo ni una de las 3 denominaciones estaba originalmente, ni
primordialmente, conectada a la diplomacia, eran, por consiguiente, en palabras de ADCOCK, amateurs.

Roma, dada su condición hegemónica, no valora la diplomacia en el mismo nivel que los griegos,
prefiriendo la guerra para la solución de los conflictos, empero acepta, generalmente, el sistema de la
diplomacia griega. La diplomacia es ejercida en Roma en los tiempos más viejos por la escuela
sacerdotal de los fetiales, a cuyo cargo estaba la protección de los convenios mundiales y la ceremonia
de testimonio de la guerra y la conclusión del bienestar, cometido que siguieron manteniendo hasta el
último lapso del Imperio Romano en que la diplomacia es ejercida casi exclusivamente por los prelados
de el templo.

La caída del Imperio Romano de Occidente en poder de los «pueblos bárbaros» no va a significar una
disolución o desaparición del ejercicio de la diplomacia, sino que, a la inversa, los reyes bárbaros
asimilan las maneras y usos diplomáticos del Imperio Romano; la diplomacia llega a ser instrumento
común de aquellos reinos en las interrelaciones entre sí y en las colaboraciones con el Imperio Bizantino,
y sus enviados reciben el nombre de nuntii, missi o legati; más todavía, se debería a Casiodoro, bajo el

reinado de Teodorico, la publicación, durante el siglo VI, de las Variae en las que se recogen los usos

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y prácticas de la diplomacia romana y criterios para la votación de los enviados; además en el mismo
siglo VI, es de interés para esta materia, la recolección de cartas del Papa San Gregorio Magno.

Por otro lado, entre los monarcas y príncipes germánicos va a aparecer, ya a partir de la segunda mitad
del siglo VI y evidentemente desde el siglo XI, la práctica de comerciar personalmente o en su presencia,
naciendo de esta forma la que hoy se denomina diplomacia directa, aunque con antecedentes durante
el siglo XIII a.

Aunque en Bizancio no existía la tarea diplomática persistente, la representación diplomática estaba


demasiado hecha; al embajador se le proveía de un archivo imperial acreditativo (prokuratorikon) y,
frecuentemente, de normas secretas con las exigencias máximas y mínimas en las que se le concedían
al embajador plenos poderes para comerciar; en medio de éstos documentos escritos, cuyo uso se va
realizando cada vez más recurrente en Occidente, más que nada desde el siglo XII, se llegan a
diferenciar evidentemente las cartas credenciales y los plenos poderes.

Por otro lado, el Papa enviaba además representantes ad hoc frente a el Jefe supremo, los reyes y los
Concilios, con las denominaciones, prácticamente, de legados y nuncios —que finalmente de la Edad
Media llegan a acuñarse como propias de los enviados de la Santa Sede— con específico sentido y
rango: los legados para las más altas funcionalidades, primordialmente eclesiásticas, como
representantes individuales del Papa (particularmente los legati a latere) y los nuncios, de rango
inferior con menores poderes y delegados a asuntos temporales y de menor trascendencia y más bien
— hasta donde la exclusión era posible— como representantes de la Santa Sede.

Los enviados son denominados legados y además, con un sentido genérico, nuncios, utilizándose,
desde el siglo XII, los términos embajador y orador, con sentido de enviado diplomático, que se
impondrán finalmente de la Edad Media como las denominaciones habituales de los representantes de
los poderes civiles, iguales a las de legado y nuncio, más propias de la Santa Sede.

Atrae aquí hacer una especial alusión a la figura de los procuradores, procuratores, enviados
primordialmente frente a la curia romana a lo largo de los siglos XIII y XIV y en donde prácticamente se
configura la organización; el procurador es un plenipotenciario, un representante jurídico, principalmente
para asuntos particulares del representado, sin embargo no un representante diplomático en sentido
preciso, por esa razón no es asimilable a los nuncios, comprendidos genéricamente como enviados
(embajadores, oradores, legados o nuncios en sentido estricto), éstos y los procuradores son 2 oficios
diversos, usados para diferentes objetivos que tienen la posibilidad de o no encajar en las mismas
personas. El procurador actuaba y hablaba por sí en nombre de su primordial, negociaba y concluía sin
alusión al primordial, empero carecía de carácter representativo simbólico; por otro lado, los nuncios
hablaban por boca de quien les enviaba y le representaban de manera simbólica en las rituales, sin
embargo no tenían poderes para comerciar. dichos 2 realizados podían ser encomendados a una misma
persona, una vez que de esta forma se consideraba conveniente por el tema a intentar, nombrándosele
entonces a ésta nuncio y procurador, lo cual, con la aparición de la diplomacia persistente se ha sido
realizando más recurrente, bajo las denominaciones de embajador y plenipotenciario, sin embargo aún
entendidas como 2 funcionalidades diversas y que cada una había de ser otorgada expresamente para
que su titular pudiese actuar en la doble calidad. Fundada en firme la diplomacia persistente, la condición
de embajador, orador o nuncio involucra la doble funcionalidad de representación simbólica y capacidad
para comerciar, lo cual no obsta para que todavía actualmente, las denominaciones de embajador y
plenipotenciario, se usen conjuntamente, aunque sea como fórmula de estilo en las cartas credenciales.

B. LA DIPLOMACIA EN LAS EDADES MODERNA Y CONTEMPORÁNEA

El desarrollo de la diplomacia durante la Edad Media va a desembocar en la que se denominará

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diplomacia persistente, que se muestra como la más adecuada para atender correctamente a las
necesidades que ordena una totalmente nueva configuración de la sociedad mundial y que significará
un cambio de la más grande trascendencia en la evolución histórica de la diplomacia.

Esta diplomacia persistente no se puede confundir con esas misiones temporales que, por razón de su
objeto y por la dificultad creciente de las relaciones internacionales, se alargan a lo extenso de extenso
tiempo, como era, además, recurrente en el mismo siglo XV, y ello pues las misiones permanentes se
envían, a diferencia de la diplomacia ad hoc, para conservar interrelaciones sucesivas y comprender, en
inicio, todo tipo de asuntos existentes o que logren surgir entre los entes que acuden a ella, y de allí la
necesidad de la permanencia. En impacto, un rasgo común de las embajadas permanentes es que su
establecimiento llega desde la realidad de representantes residentes no oficiales o semi- oficiales, sin
embargo ubicados, por esos frente a quienes tenían que actuar, como auténticos agentes de sus
enviantes con capacidad para afirmar la comunicación constante entre enviante y receptor y la
administración de diversas asuntos; asimismo proporcionaban al enviante datos acerca de el caso
general en su sitio de residencia y las intenciones del gobernante, o sea, tales representantes ejercían
unas funcionalidades en general que iban a ser las propias de las misiones permanentes; dichos agentes
se convierten, en buen número de casos, en los primeros diplomáticos permanentes al conferírseles
nombramiento de representantes oficiales, por esa razón, el inicio de la diplomacia persistente nace de
facto, debido a que en los nombramientos no se concretan las propiedades propias de la misma.
Además, el envío de representantes diplomáticos con carácter persistente conoce antecedentes, entre
los que cabe resaltar, primordialmente, en importancia a su carácter oficial y a la generalidad de sus
funcionalidades, los sucesivos procuradores que a principios del siglo XIV representaron en París a los
reyes de Inglaterra y, más que nada, esos procuradores permanentes frente a la curia romana que ya
durante el siglo XIV, y evidentemente en la primera mitad del XV, llegan a aceptar a la vez la condición
de embajadores; unos y otros podrían ser, de esta forma, los antecesores más inmediatos y directos de
la nueva diplomacia persistente.

Por otro lado, la aparición y desarrollo de la diplomacia persistente se genera

En conclusión, la diplomacia persistente puede considerarse como un componente bastante más de la


cultura renacentista o, una vez que menos, una efecto ineludible de la misma; más precisamente
WECKMANN mencionará que «la nueva diplomacia era una efecto natural de los nuevos puntos de la
política, la cual, paralelamente, estuvo definida por la nueva concepción del Estado».

Aunque esta diplomacia nada difiere, en sus notas fundamentales, de épocas anteriores, en cuanto que
todavía es el medio oficial formal de tener relación 2 colectividades o entes políticos autónomos o, ahora,
soberanos, no obstante la diplomacia persistente va a dar, por la misma razón de su realidad, relevantes
recursos para el desarrollo de la diplomacia generalmente. Entre éstos cabe resaltar la
profesionalización de los representantes diplomáticos, ya que la permanencia continuada en sus puestos
en el exterior ordena la sola dedicación a tal actividad y conduce a que estas personas sean las únicas
accesibles para sucesivos destinos diplomáticos, lo cual supondrá, si no la aparición de una carrera en
el sentido administrativo —que no se establecerá, en su caso, hasta entonces de la burocratización del
Estado—, sí la formación de una clase de individuos especialmente cualificadas, como expertos, para
el manejo de misiones permanentes; en segundo sitio, esta profesionalización va a conducir al
progresivo alejamiento de los eclesiásticos de la diplomacia, haciéndose ésta laica, dando sitio al
carácter secular propio de la diplomacia actualizada; en tercer sitio, por lo cual respecta a las
funcionalidades, las misiones permanentes van a aceptar una funcionalidad de información general
sobre el Estado de residencia, que se estima como una de las más relevantes, elemental para la
preparación de la política exterior del Estado enviante, que llegará a transformarse en clásica de la
diplomacia persistente y, actualmente, quizá en la más específica o fundamental, siendo, inclusive, el
motivo de ser del mantenimiento o establecimiento de interacciones permanentes; en fin, como resultado

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de la generalidad de sus funcionalidades y del extenso lapso de su estancia en el puesto, los
embajadores permanentes estarán provistos de amplios poderes discrecionales debido a lo cual estén,
en inicio, legitimados para actuar, en nombre del Estado que les acredita, en todos los múltiples asuntos
que se presenten. de las primeras misiones diplomáticas permanentes en el sentido nuevo, es a Venecia
a quien se debería la configuración y la más completa organización de la nueva forma de diplomacia,
sobre cuyo modelo se producirá su desarrollo en fases posteriores, de allí que Venecia sea considerada
como «escuela y prueba de embajadores» y la diplomacia persistente —y aun la actualizada
diplomacia,

Desde el bienestar de Lodi, en 1454, que pone fin a las guerras de la primera mitad del siglo XV entre
los Estados italianos, la diplomacia persistente es ya usada por todos los Estados de la península, al
considerársela instrumento correcto para conservar una elemental política de equilibrio.

La implementación de esta diplomacia va aceptándose paulatinamente en todo el siglo XVI y luego del
bienestar de Vervins, en 1598, que pone fin a las guerras de religión del Renacimiento, su adopción se
alarga inmediatamente, más que nada gracias al fomento dado por Francia, que ostenta ahora la
supremacía europea y provoca que la diplomacia —entre cuyos fines se mete la consecución del
denominado «interés nacional»—, se desarrolle y configure de acuerdo con el molde y esquemas
franceses que se imponen y mantendrán, obviamente, hasta 1815. a partir de Westfalia o quizá,
inclusive, A partir de Vervins, se puede fijar, por consiguiente, el principio de la formación de la que se
llamaría diplomacia clásico o diplomacia tradicional, cuyas técnicas y normas se enraízan en la
diplomacia persistente, que se obliga ya precisamente sobre la anterior diplomacia temporal, que,
aunque sin desaparecer en ningún instante, pierde su trascendencia de primer orden para las
interrelaciones bilaterales entre los Estados.

Durante los dos primeros siglos, XVI y XVII, la institución diplomática no está cristalizada en formas
jurídicas definitivas, de tal manera que:
a) El agente diplomático es todavía objeto de una difusa desconfianza, considerándose que es enviado
para llevar a cabo acciones de espionaje más que funciones de cooperación internacional; de ahí que,
para justificar la recepción de una misión permanente, se acuda con frecuencia a la ficción de que su
envío significa un homenaje continuo del Estado enviante al receptor. b) El fundamento jurídico de la
inmunidad diplomática está en el carácter del agente diplomático como representante personal de su
soberano.
c) No existen aún reglas seguras sobre precedencia entre los diversos representantes extranjeros,
produciéndose frecuentes incidentes, a veces de importancia para las relaciones entre los Estados
afectados, que se resuelven ad hoc.
d)La misión diplomática no goza todavía de una organización estable, siendo los empleados personales
del jefe de misión sus colaboradores. e) Tampoco existe una clara clasificación de las categorías de
agentes diplomáticos, distinguiéndose, solamente, entre embajadores que están investidos de la más
alta dignidad y representan a la persona del soberano; los «residentes», de rango menos elevado no
dotados de carácter representativo; y los «agentes» en sentido estricto.
Por otro lado, la tarea diplomática persistente involucra secuelas de especial trascendencia en la figura
del representante diplomático, en el nuevo modo de ser de las relaciones internacionales y en el
desarrollo del derecho mundial. De esta forma, el mánager diplomático no es tan únicamente el órgano
para manifestar la voluntad de su Estado y el negociador en las colaboraciones con otro Estado, sino
que, además y más que nada, es el observador persistente del propio Estado en la vida interna e mundial
del Estado frente a el cual está acreditado, funcionalidad ésta que servirá, en especial, para facilitar el
mutuo entendimiento de los Estados y, por esto, para posibilitar la solución pacífica de las controversias
entre ellos y para la cooperación universal. En tercer sitio, alrededor de la figura del representante
diplomático persistente se va a desarrollar exuberante ideología internacionalista que va a servir para
sustentar la regulación de la

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Sin solución de continuidad con los siglos anteriores, en todo el siglo XVIII se iría completando y fijando,
tanto por la práctica, como por la ideología, la manera de ser de la diplomacia típica, emergiendo un
derecho diplomático, que, como ya se ha señalado, alcanza su cristalización en el Congreso de Viena
de 1815, en el cual se aprobará el Reglamento sobre los agentes diplomáticos, y que va a servir de base
y punto de alusión para el desarrollo subsiguiente de la diplomacia y del derecho diplomático, hasta la
codificación de 1961.

Tras ese proceso evolutivo, la diplomacia presenta los siguientes rasgos:

a) Los diplomáticos son representantes de un Estado y no del soberano, aunque a los jefes de la misión
se les siga denominando embajadores de Su Majestad, ya que incluso en las monarquías absolutas el
rey encarna cada vez menos al Estado.
b) Estos diplomáticos forman parte de la Administración del Estado y pertenecen a un mismo cuerpo
social, con una educación similar, una misma experiencia profesional e incluso con objetivos comunes.
c) Las negociaciones se desarrollan de un modo continuo entre los gobiernos a través, casi
exclusivamente, de los diplomáticos, en cuya función gozan de gran independencia y actúan de manera
reservada, confidencial o secreta; es una diplomacia de gabinete, alejada de las presiones de la opinión
pública, al tener ésta, todavía, una importancia restringida a la política interna; se llega así a unos
acuerdos negociados con la lentitud precisa para favorecer la maduración de las soluciones, y de aquí
la moderación de los objetivos.
d) Aun cuando en las negociaciones se busque el interés nacional, se tiene en cuenta el interés general
representado tanto por el equilibrio político entre la oligarquía de las grandes potencias europeas, como
por el mantenimiento de un orden jerárquico.
e) La actividad de espionaje e incluso de subversión que todavía se ejercía en el siglo XVIII, tiende a
desaparecer, reduciéndose a sus estrictos términos la función de observación e información, con el
objeto, ya señalado, de dar a conocer al Estado acreditante la situación general del Estado receptor y
sirva de elemento para la formulación de la política exterior de aquél.

Gracias a dichos aspectos, la diplomacia en este lapso tendrá una enorme predominación en la política
exterior de los Estados y, por ende, en la manera de ser de la sociedad universal, toda vez que el planeta
cerrado y homogéneo de los diplomáticos, únicos conocedores de las técnicas y de las modalidades de
una negociación, no aceptan intromisiones de «gentes extrañas» y, por consiguiente, condicionan las
metas deseadas por sus Estados, mediatizándolas en lo cual ellos, debido a su capacidad de control,
tomen en cuenta apropiado conseguir; es de esta forma la actualidad de la diplomacia típica o clásico,
la «Edad de Oro» de los diplomáticos.
El principio de una totalmente nueva fase en la evolución de la diplomacia puede fijarse en

Influyen en esta evolución el valor que consigue la crítica pública; el desarrollo del fenómeno organizativo
universal; el avance científico, más que nada en lo cual tiene relación con la velocidad de las
comunicaciones; la expansión de la negociación diplomática a bastante varios campos de las relaciones
internacionales, que exigen particulares conocimientos técnicos, por lo cual se necesita que participen
en la negociación profesionales en la materia concreta que se trate; y nuestra evolución del derecho
universal. Dichos componentes van a dar por sentado no únicamente un proceso de perfeccionamiento
y habituación de la diplomacia a los nuevos tiempos y sus exigencias, sino, además y más que nada, la
aparición de novedosas maneras de diplomacia (como la diplomacia parlamentaria) y el desarrollo y
implementación profunda de otras maneras ya conocidas históricamente (así, la diplomacia de
conferencia, la diplomacia particular, la diplomacia directa y la diplomacia itinerante); ello involucra la
modificación de la diplomacia tradicional y termina con el carácter cuasi único que la diplomacia
persistente tiene en la fase anterior, la cual, aunque manteniendo una utilidad elemental, cede, en ciertos

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entornos de su actividad el protagonismo a las novedosas maneras. Ahora bien, aunque se tome la
fecha de 1919, por encajar con el principio de una totalmente nueva etapa en las relaciones
internacionales y en la ordenación de la sociedad mundial, en verdad, parte de los componentes que
inciden en la evolución de esta fase de la diplomacia empiezan a presentarse, si bien no sea de manera
decisiva, durante el siglo XIX y aun a fines del XVIII.

En buena medida, el nuevo carácter de la diplomacia se debería a que el establecimiento de los


sistemas democráticos pide y conlleva la necesidad del control público sobre toda la actividad del Estado;
no obstante, la incidencia de tal control sobre la diplomacia no coincide con el orto de la aparición de
tales sistemas, o no se crea a partir de entonces de forma real e ininterrumpida, pues, como mencionaría
GOGORDAN, «a un Estado por el momento no le es viable cambiar las condiciones y las normas de la
diplomacia, igualmente que él solamente no podría modificar las prácticas que conforman el derecho de
gentes. De esta forma, la diplomacia de USA de América, si bien de iure sometida al control democrático,
éste no alcanzaría, hasta bien asentada la libertad, a la actividad y personalidad de sus primordiales
diplomáticos; y la diplomacia de la Revolución francesa o si se desea su doctrina antidiplomática, decaía
en 1795 volviéndose a los métodos clásicos. La predominación del control público empezará a ser
distinguida en el segundo cuarto del siglo XIX, pudiéndose individualizar en el testimonio elaborada por
George CANNING (en 1826) proclamando que la crítica pública era «el poder más tremendo que quizá
haya sido nunca puesto en acción en la historia del género humano»; sea como sea, el proceso hacia
la llamada diplomacia democrática se confirma progresivamente desde la Primera Guerra Mundial, bajo
el signo de el testimonio «wilsoniana» de los «Catorce Puntos», de enero de 1918, en cuyo Punto
Primero se pronuncia por la diplomacia pública o abierta, debido a que luego de los tratados de
tranquilidad, que deberían ser concluidos abiertamente, «no habrá más convenios de todo el mundo
privados, cualquier persona que sea su naturaleza, sino que la diplomacia procederá continuamente
franca y públicamente». En impacto, el control de la actividad ad extra de un Estado, ejercido en una
sociedad democrática por la crítica pública, especialmente por el parlamento, aunque logre ser un control
de la idea (control previo), es, prácticamente, un control sobre los resultados de la acción exterior, por
consiguiente, sea como sea, un control de la política exterior, empero no de la negociación en cuanto
tal, o sea, de la diplomacia como uno de los medios de llevar a cabo tal política. Por lo tanto, el «nuevo»
carácter de la diplomacia democrática no es tal más que en el tamaño en que, en la negociación
diplomática, se deba intentar obtener unos resultados que logren ser aceptados por el control público
que constitucionalmente se practica sobre la actividad del Estado, teniendo presente, justamente, la
postura al respecto de la crítica pública nacional o universal.

No obstante, la publicidad de la negociación, que en estas maneras de diplomacia tiene sitio por medio
del debate, queda en la práctica sustancialmente reducida, debido a que los resultados más positivos y
concretos acostumbran alcanzarse por medio de negociaciones secretas o confidenciales paralelas, de
entorno limitado o bastante limitado, entre las diferentes delegaciones o delegados particulares de los
Estados en la conferencia o en los órganos de la organización, o por medio de negociaciones en
reuniones de profesionales o en reuniones de comisiones, e inclusive, en el seno de las empresas de
todo el mundo, por medio de la llamada diplomacia discreta (quiet diplomacy) elaborada por el primordial
órgano personal administrativo o político-administrativo (secretario general, director general, etcétera.)
con los representantes de los Estados miembros, y aun mediante conversaciones informales —por tanto
sin carácter diplomático— entre los representantes de los Estados. Y ello es de esta forma ya que, como
mencionaría Dag HAMMARSKJÖLD, «una extensa vivencia demostró que la negociación en público por
sí sola no da resultado [...]; es necesario ejercer los principios y los procedimientos de la diplomacia
clásico más extensamente, al lado de los métodos públicos».

entorno ha llevado a PANIKKAR a mencionar que «La negociación es en esencia un procedimiento


secreto: nada es más desastroso para eso que una publicidad mal considerada y fundamentalmente
toda publicidad está mal concebida una vez que las negociaciones permanecen teniendo lugar»; en

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impacto, la naturaleza confidencial de la diplomacia es y fue mundial, en todo tiempo y sitio y, por
supuesto, en la práctica, los gobiernos piensan que, por lo menos, se necesita el secreto en
determinadas zonas de cada negociación, debiéndose dictaminar cuáles y en qué instante van a poder
hacerse públicas y cuáles han de seguir estando confidenciales.

C. LA SITUACIÓN ACTUAL

La diplomacia en el instante presente muestra la implementación constante y simultánea de una


pluralidad de maneras, atendiendo a la más grande idoneidad de todas ellas según el propósito a
conseguir y las situaciones específicas en que se haya de actuar, produciéndose una continuidad y
flexibilidad de extenso espectro en la actividad diplomática.

De esta forma, en impacto, se actúa mediante las distintas maneras de diplomacia ad hoc, como son,
por una sección, respecto al entorno bilateral, la diplomacia directa (sobre todo por los ministros de
interrelaciones exteriores) y las misiones especiales, o las dos en la manera específica de diplomacia
itinerante — especialmente la primera—; y, por otra, en el campo multilateral, la diplomacia de
conferencia y la diplomacia parlamentaria en las empresas de todo el mundo. críticas, de diverso
contenido y alcance a la diplomacia que, según WATSON, tienen la posibilidad de encuadrarse en 3
conjuntos: en primera instancia, aquéllas que se relacionan con lo inadecuado de las instituciones y
procedimientos diplomáticos, a partir de 1914, por su imposibilidad para prevenir conflictos armados; en
segundo sitio, las referentes al secreto, en especial de la diplomacia bilateral clásico, que, mencionan,
hace a la misma peligrosa, enmarañada e inmoral; en tercer sitio, las que señalan lo obsoleto de ciertas
instituciones de la diplomacia actualizada, como son, más que nada, los diplomáticos expertos y la
diplomacia persistente, en la era del desarrollo tecnológico.

Las críticas a la diplomacia multilateral se muestran en 2 campos, de un lado, a favor de la plena


implementación de cada una de sus maneras recientes y pasadas y, de otro, como crítica a puntos
específicos de la diplomacia contemporánea «omnilateral», como la que se desarrolla en la ONU.

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