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Esta disciplina se conoce en inglés por otros términos como Pervasive computing, ambient
intelligence, Calm technology, Things That Think y Everyware. Desde hace unos años también
se denomina inteligencia ambiental. Desde el punto de vista de los elementos actores, se le
conoce también como elementos del Internet de las Cosas (IoT), computación háptica, e
incluso la inteligencia artificial.
En lugar de proponer una definición única para la computación ubicua, y para dichos términos
relacionados, una taxonomía de las propiedades para la computación ubicua ha sido
propuesta, de donde distintos tipos de aplicaciones y sistemas ubicuos pueden ser descritos.
La computación ubicua toca una vasta gama de tópicos, incluyendo el cómputo distribuido,
computación móvil, redes móviles, computación contextual y semántica, redes de sensores e
interacción hombre-máquina.
¿Cuántas veces utilizamos nuevas tecnologías sin darnos cuenta? A diario hacemos uso de
dispositivos tecnológicos sin ser conscientes de ello y es que hemos integrado tecnología en
muchas de nuestras acciones cotidianas de manera automática.
Hace ya unos cuantos años, en 1988, el informático americano Mark Weiser introdujo el
concepto de computación ubicua y acuñó el término intentando englobar los diferentes
dispositivos diseñados en función de cuatro principios:
Unos años más tarde, Weiser escribió un artículo titulado El ordenador del siglo XXI en el que
afirmó: “Las tecnologías más profundas son aquellas que desaparecen. Ellas se tejen en la
fábrica de la vida diaria hasta ser indistinguibles”. Por su visión y su perspectiva Weiser es
conocido como el creador del paradigma de la computación ubicua.
Desde entonces el concepto ha ido evolucionando y actualmente hablamos de inteligencia
ambiental. El término define la unión entre tecnología y bienestar que, gracias a la
computación ubicua, supone una mejora sustancial en la vida del ciudadano, construyendo
una relación más segura, sostenible, natural y productiva entre el usuario y la tecnología.
Además de las aplicaciones en nuestras rutinas diarias, estos ambientes inteligentes también
suponen un valor añadido a nivel social, es el caso, por ejemplo, del sector sanitario, donde
infinidad de procesos digitalizados facilitan su desarrollo y funcionamiento.
Conclusión.
Bibliografía.