La polinización es la transferencia de granos de polen de
la parte masculina de una flor (antera) a la parte femenina (estigma) de otra o de la misma flor. Es un proceso ecológico de gran importancia. El resultado de la transferencia es la fecundación de la planta. El nuevo óvulo formado contiene la carga genética de ambos padres con la que se formarán semillas, frutos y una nueva generación de plantas. La transferencia de polen puede hacerse por el viento, o el agua, pero en la gran mayoría de las plantas se lleva a cabo a través de animales polinizadores. Mariposas, abejas, colibríes, murciélagos y muchos otros grupos de animales buscan alimento en el néctar y polen de las flores. Al alimentarse, accidentalmente quedan impregnados de polen que transportan a las siguientes flores que visitan. 𝔽𝕃𝕆ℝ𝔼ℤ La flor es el órgano reproductivo de las plantas (monocotiledóneas y dicotiledóneas). La parte femenina es el gineceo (del griego, gunaikos mujer y oikos, casa), que consta de estigma, estilo y ovario. La parte masculina es el androceo (del griego, andros y oikos casa), que contiene la antera que consta de polen y filamento. Hay una gran variedad de flores y muchas formas de polinización. Algunas plantas (dioicas), como el sauce y el fresno, tienen individuos con flores femeninas e individuos con flores masculinas. Otras plantas tienen individuos con flores de ambos sexos en la misma planta (monoicas), como los encinos, ailes, liquidámbar, calabaza, maíz. Unas plantas más tienen flores (perfectas o bisexuales) en donde se encuentran los dos sexos, como las magnolias, tomates, chiles, cafeto, y manzano. Con los arreglos anteriores, entonces puede haber polinización cruzada cuando la fertilización sucede entre flores distintas o autopolinización cuando el polen solo es transferido en la misma flor. ¿Qué es un polinizador?
Los polinizadores son animales que se alimentan del
néctar o polen de las flores y durante sus visitas transportan accidentalmente polen de una flor a otra, permitiendo la reproducción de las plantas y la producción de frutos. Los polinizadores realizan la fecundación cruzada de las plantas, son responsables de la producción de frutos en muchas especies y con este intercambio mantienen su diversidad genética. Se estima que cerca de 200 vertebrados y 10 mil insectos que realizan esta función en el mundo están amenazados (Chambers et al. 2004). ¿Por qué son importantes?
Los polinizadores son esenciales en nuestro ambiente.
Abejas, abejorros, mariposas, colibríes, murciélagos nectarívoros, entre otros, al alimentarse de néctar y polen mueven el polen de una flor a otra asistiendo a su reproducción y por ende a la formación de frutos. Los polinizadores son responsables de la reproducción sexual de más del 80% de las plantas vasculares terrestres (IPBES 2016). De las 316 plantas cultivadas en México 236 son utilizadas como comestibles. De ellas se consumen los frutos o semillas de 171, de las cuales 85% depende en cierta medida de los polinizadores (Ashworth et al. 2009).
¿Qué sucede con los polinizadores?
Desde mediados de la década de los 90 se ha observado
una disminución drástica en las poblaciones de polinizadores en Europa y Estados Unidos. Al parecer esta tendencia está sucediendo a nivel mundial debido al uso de pesticidas en cultivos, competencia y desplazamiento por especies introducidas, así como transformación de sus hábitats (IPBES 2016).
Los tipos de polinización
Aunque muchos vegetales son hermafroditas, es decir, tienen ambos aparatos reproductores (masculino y femenino) localizados en la misma flor, casi nunca se reproducen juntos (autogamia) y el polen de una flor viaja a otra flor de su misma especie, u otra de características muy similares, para fecundarla. Esto es lo que se conoce como fecundación cruzada o heterogamia. Este fenómeno confiere a la descendencia un aumento de las posibilidades de supervivencia al mismo tiempo que una dotación genética distinta y variable, de tal manera que la norma común en todos los vegetales y sobre todo en aquellos de interés agrícola, es precisamente este tipo de fecundación, que genera asimismo mayores resultados productivos en las cosechas. En líneas generales, hay tres tipos de polinización: se llama anemófila cuando el polen llega a las flores transportado por el viento; hidrófila cuando el transporte lo realiza el agua, y por último zoófila cuando corre a cargo de un animal. Este último caso es mucho más frecuente y eficaz. Dentro de la polinización zoófila, sin duda la más importante es la entomófila, o sea, la polinización realizada por insectos polinizadores. No es de extrañar que sea la más destacada, si tenemos en cuenta que éstos son el mayor grupo dentro del Reino animal. Además, los insectos están difundidos por toda la Tierra, suelen ser voladores y tienen un tamaño adecuado para ese cometido. Así, las flores y los insectos constituyen el más claro ejemplo de mutualismo entre el Reino animal y el vegetal. Miles de años de evolución los han adaptado mutuamente, de modo que ambos consiguen grandes ventajas con ello. Si el color, la elegancia, la gracia y la fragancia de las flores nos atraen y despiertan nuestra sensibilidad, dentro del universo natural no están concebidos para representar nuestros sentimientos, sino para atraer a los insectos polinizadores, que hacen de intermediarios en la fecundación. El papel de las abejas en la polinización Entre la infinidad de insectos que participan en la polinización, la abeja melífera (Apis mellífera) es con mucho la más eficaz. Este predominio se acentúa en el caso de las plantas de interés agrícola. Si hace varios años de cada cien insectos visitadores, las abejas eran 70-80, hoy día, debido al progresivo retroceso de especies polinizadoras salvajes a causa de las condiciones ambientales, el porcentaje alcanza el 90-95% de todas las visitas de insectos. Por lo tanto se puede considerar a la abeja como una profesional de la polinización. La función polinizadora también se relaciona con la organización colectiva de miles de individuos y con el ciclo biológico de una colonia de abejas. Sólo ellas, al superar en masa el invierno, están preparadas y con todas sus energías en la primavera para el trabajo de polinización que da inicio en muchas hectáreas de cultivo. Haciendo un recuento, vemos que en una colonia de medianas dimensiones viven unos 60.000 individuos, de los que 2/3 (unos 40.000 aproximadamente) más o menos salen todos los días a por polen y néctar, con una frecuencia diaria de 15 ó 20 viajes, durante cada uno de los cuales visitan de 30 a 50 flores. Una vez hechas las cuentas, para una sola colonia, en un día alcanzamos ya la magnitud de millones de flores visitadas diariamente. Si consideramos, por experimentos realizados, un radio medio de trabajo de 1.500 m, cada colmena se encargaría de 700 hectáreas de terreno. Si además tenemos en cuenta que cada flor cede a la abeja néctar en cantidades que se miden en miligramos, para cada kilo de miel hacen falta cientos de miles de visitas. Este rápido repaso nos puede dar una idea de la magnitud del fenómeno. La gran capacidad de adaptación de la abeja a cualquier tipo de flora es otro tanto a su favor, y más aún al estar combinada con su estricta fidelidad a una especie vegetal dada, pues cuando las abejas han elegido una especie determinada, trabajan con ella hasta que agotan sus reservas tanto de néctar como de polen. De hecho, los granos de polen que transportan en sus patas son, en el 90% de los casos, de una sola especie en concreto. La dimensión agrícola actual revaloriza el papel de la abeja como profesional de la polinización. La modernización de la agricultura, basada en los monocultivos, los cultivos protegidos, el recurso a la hibridación y el uso creciente de variedades autoestériles requieren un importante trabajo de polinización, concentrado en poco tiempo y en condiciones especiales (invernaderos). Y unos de los motivos del predominio de la abeja como polinizador son los considerables y no siempre positivos cambios que la sociedad humana provoca en el medio. La continua extensión de las áreas urbanas, la deforestación, la contaminación ambiental, además del tipo de agricultura que acabamos de mencionar y sobre todo el recurrir a la química en cantidades masivas, a menudo indiscriminadas, para la lucha contra las plagas de los cultivos, han provocado la disminución y la total desaparición en algunas áreas de los polinizadores salvajes: abejorros, abejas solitarias, avispas, dípteros, coleópteros, etc., que en cierta medida contribuían a la polinización. Abeja negra El sector apícola de Canarias tradicionalmente ha manejado en sus colmenas la abeja que existía de manera salvaje en el medio natural, conocida como Abeja Negra, por su característico aspecto oscuro que contrasta con abejas de otras latitudes. Es una abeja rústica, bien adaptada al peculiar clima de las Islas Canarias. En los últimos 20 años, debido al contacto de la apicultura isleña con la de otras latitudes, así como por la instalación en el pasado en Canarias de iniciativas empresariales relacionadas con la cría de abejas, se ha producido la llegada de abejas seleccionadas pertenecientes a otras razas, con finalidades de tipo productivo. Las razas que se han introducido han sido mayoritariamente italianas, caucásicas e híbridos como Buckfast, y debido a la forma natural de reproducción de las abejas ha tenido su reflejo directo en la hibridación (mezcla genética) de las abejas negras locales. La hibridación debido al constante aporte, aún en la actualidad, de estas razas de abejas seleccionadas es un proceso casi irreversible en muchas zonas y la Abeja Negra canaria original tenderá a desaparecer si no se adoptan medidas que lo eviten. El análisis de las características de la Abeja Negra de Canarias se ha propiciado, gracias a la demanda del sector apícola de Canarias, a ser objeto de estudios por distintos organismos de investigación como la Universidad de Córdoba, de Murcia o del País Vasco, y a una serie de publicaciones científicas de carácter nacional e internacional. Todos los estudios han ido confirmando la especificidad de la abeja negra canaria, y por ello, el Gobierno de Canarias a través de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, llevó a cabo un proyecto de recuperación y selección de la abeja negra canaria en la Isla de La Palma, territorio en el que la hibridación por especies foráneas había sido menor, por lo que la raza se encuentraba en mayor estado de pureza. Tras diversas teorías sobre las especificidades de la Abeja Negra Canaria, en la actualidad los expertos concluyen que esta, merced a marcadores genéticos (haplotipos) exclusivos encontrados en abejas de La Palma, así como de Tenerife, La Gomera, El Hierro y Gran Canaria, es un ecotipo de abeja específica de las Islas Canarias, que pertenece al tronco A (africano) de las abejas melíferas, y por tanto está próxima a las poblaciones de abejas existentes en el sur de la Península Ibérica y en las zonas del continente africano cercanas a Canarias; como la mayoría de los seres vivos de las Islas Canarias son consecuencia del efecto del aislamiento durante siglos en su proceso de evolución y adaptación al medio, constituyendo de este modo a ser parte integrante de la biodiversidad específica de Canarias.
Biología y reproducción de la abeja sin aguijón Nannotrigona perilampoides: Una potencial polinizadora de cultivos en invemadero para zonas tropicales de México