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Antecedentes:

Los adolescentes tienen un riesgo considerable de contraer el VIH. Ciertas


evidencias indican que el 50% de los nuevos casos de infecciones por VIH se
produce en jóvenes menores de 25 años y el 25% en menores de 22 años (Office
of National AIDS Policy, 1996). Según las investigaciones, en torno al 17% de
todos los casos de SIDA que se conocen procede de la infección por el VIH en el
segundo decenio de vida; es decir, entre los 10 y los 19 años (CDC, 1999). Este
resultado es especialmente preocupante habida cuenta de que el grupo de
población de adolescentes es menos activo sexualmente que el grupo de adultos;
aun así, la mayoría de los contagios del VIH entre los adolescentes se debe al
contacto sexual más que a otras formas de contagio, como el compartir agujas y
jeringuillas para la inyección de drogas (CDC, 1999; Rosenberg y Biggar, 1998).
Como ocurre con otras ETS, los índices de contagio por VIH dependen también de
diferencias de sexo y de raza. Cada vez es mayor el número de mujeres jóvenes
infectadas por el VIH. Las últimas investigaciones señalan que la incidencia del
SIDA en las ciudades de los Estados Unidos entre adolescentes y adultos jóvenes
no ha disminuido, habiendo una cantidad mucho mayor de jóvenes
afroamericanas diagnosticadas de SIDA en comparación con sus compañeros
masculinos (Denning y Flemming, 1998). Igualmente, el número de adolescentes
afroamericanos infectados por el VIH es muy elevado (CDC, 1999; Valleroy et al.,
1998). Entender los antecedentes del riesgo del VIH y de las conductas de
protección entre los adolescentes ha sido un reto complejo e inmenso para los
investigadores y los profesionales de la salud pública. La tarea es especialmente
ardua porque la investigación empírica de estas personas, de su conducta privada
y a menudo no revelada, es complicada desde el punto de vista logístico.

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