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Semana Santa: el momento en que el oficialismo y la


oposición defendieron juntos la democracia
Raúl Alfonsín, en el balcón de la Casa Rosada durante los episodios de Semana Santa de 1987; a su izquierda, Antonio Cafiero y José Luis Manzano

LA NACION > Política • Noticia Original PUBLICIDAD

Miguel Ángel Toma recuerda cómo el peronismo renovador se instaló en la Casa Rosada
para acompañar al gobierno de Raúl Alfonsín, ante la conmoción por el levantamiento
48
carapintada de Aldo Rico; “si se rompía el orden constitucional todos éramos boleta”,
recuerda

Exclusivo suscriptor

12 de septiembre de 2022 • 00:01

Por Mariano De Vedia


LA NACION

E
n medio de tantas crisis que sacudieron al país, la recuperación de la democracia puede
mostrar, como cantaba Sui Generis, que “hubo un tiempo que fue hermoso”. En una
situación atípica, el oficialismo y la oposición dejaron de lado sus diferencias e hicieron un
frente común para defender la estabilidad constitucional, frente al levantamiento
carapintada de Semana Santa, en abril de 1987, cuando gobernaba el presidente radical Raúl
Alfonsín.

“En la Argentina de hoy es difícil pensar algo así”, rememoró el dirigente justicialista Miguel
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Ángel Toma, en aquel momento diputado nacional y vicepresidente de la Comisión de
Defensa, que se instaló en la Casa Rosada, junto a pesos pesados del peronismo renovador,
como Antonio Cafiero, Carlos Grosso y José Luis Manzano. Toma fue el vocero de ese
grupo ante la prensa, con la misión de mostrar cohesión con el gobierno radical y actuar codo a
codo con el secretario general de la Presidencia, Carlos Becerra, y el ministro de Defensa,
Horacio Jaunarena.

La foto histórica del balcón de la Casa Rosada, con un presidente radical rodeado de
dirigentes peronistas, constituye una postal casi imposible de lograr. La imagen refleja una
tensión que se trasladaba a la Plaza de Mayo, colmada al igual que otras plazas en el interior. Más leídas de Política

“Nos propusimos tomar las decisiones por consenso. La mayoría teníamos menos de 40 Investigación. Los
1
mensajes del jefe de la
años y éramos conscientes de que el país estaba a un paso de retroceder a los tiempos oscuros”,
banda de los “copitos”
explicó Toma, en un extenso diálogo con LA NACION. que sugieren que el
ataque a Cristina fue
planificado

Diálogo. El proyecto
2
que salta la grieta
política y consigue el
apoyo del kirchnerismo
y de Juntos por el
Cambio

"No fue lógico". El


3
detalle del ataque
contra Cristina Kirchner
que sorprendió a
Sandra Arroyo Salgado

Dupla opositora.
4
¿Fórmulas cruzadas en
Raúl Alfonsín y Antonio Cafiero, en el balcón de la Casa Rosada, en una acción conjuntra entre el oficialismo y la JxC?: Crece la sintonía
oposición, ante la rebelión carapintada de 1987 política entre Patricia
Bullrich y Alfredo
Cornejo
A los 72 años, Toma tiene en claro las diferencias con el escenario de confrontación que
hoy vive el país, con un kirchnerismo que domina la escena. “En ese tiempo existía la conciencia
de que en los grandes temas centrales y estratégicos no podíamos disentir”, resumió, a 35 años
de distancia.

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Esa sintonía entre el oficialismo y la oposición fue el punto de partida para acuerdos básicos,
que con el correr de los años –en las sucesivas presidencias de Alfonsín, Carlos Menem y
Fernando de la Rúa- derivaron en la sanción de las leyes de defensa nacional, seguridad interior
y de inteligencia, todas ellas aprobadas casi por unanimidad y vitales para temas sensibles en
una democracia que se iba consolidando.

“Alfonsín no intentó un rédito personal, ni sectorial, ni buscó fracturar a la sociedad.


Convocó a todos. Se avanzó en una política de Estado a partir de una crisis porque había un
demócrata en el Gobierno y había demócratas en la oposición. Hoy no hay demócratas en el
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Gobierno. No hay tipos con la estatura de Alfonsín, que después de un cimbronazo de esa
naturaleza llamó a pensar políticas en conjunto”, describió el exlegislador. Y marcó un contraste
notable con el panorama actual: “Hoy hay un Alberto Fernández que dice que los
periodistas son una banda que sirve a intereses políticos y económicos, que
nosotros –la oposición- también somos una banda y la Justicia lo mismo. Somos los odiadores”.

Cómo se llegó

Miguel Ángel Toma, en la Casa Rosada, durante la Semana Santa de 1987; a su lado, Raúl Rabanaque
Caballero (Partido Intransigente)

En la Semana Santa de 1987, el avance de los juicios a los militares había generado la
reacción de varios oficiales, encabezados por el teniente coronel Aldo Rico, que se acuartelaron
en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo. “Sus planteos no estaban para nada claros.
Había infinidad de interpretaciones, desde el intento de un golpe de Estado hasta la
reivindicación de las Fuerzas Armadas. Era una situación muy confusa. Pero lo percibíamos
como una amenaza a la democracia, recientemente recuperada”, recordó el exdiputado Toma.

En su visión, el contexto sumaba dos circunstancias históricas: el radicalismo había vuelto al


poder después de 20 años y el peronismo había perdido por primera vez una elección,
en 1983.

“La UCR ya había hecho su proceso de cambio, con el liderazgo de Alfonsín. Los que veníamos
demorados éramos los peronistas, que habíamos iniciado la renovación, tras la derrota de 1983.
Eso llevó a que nuestra generación avanzara en la ocupación de espacios institucionales
partidarios”, explicó.

-¿Era fuerte la disputa en el peronismo?

-Sí. El peronismo renovador había recuperado el control del partido, a partir de la figura de
Cafiero en la provincia de Buenos Aires. En Capital, ya había empezado la renovación en 1985,
cuando la lista de candidatos a diputados fue encabezada por Grosso, Eduardo Vaca, Roberto
Digón y yo, en cuarto lugar. En esa elección Cafiero ingresó como diputado nacional, pero a
través de un frente con la democracia cristiana, porque el partido en la provincia lo controlaba
Herminio Iglesias.

-¿Cómo era la convivencia con el radicalismo? ¿Había tensiones?

-Había debates fuertísimos, pero también acuerdos muy sólidos. Cuando la continuidad
institucional estuvo en riesgo nos encontró a todos juntos y esto se verificó en la asonada de
Rico. Nosotros teníamos una fractura interna en el bloque de diputados: el PJ ortodoxo,
conducido por el sindicalista petrolero Diego Ibáñez, y el peronismo renovador, que era
mayoritario, encabezado por Jose Luis Manzano. De allí surgen otras figuras, como José
Manuel de la Sota, Jorge Busti, José Octavio Bordón, Diego Guelar. Y en el radicalismo había
figuras extraordinarias, como Juan Carlos Pugliese, César Jaroslavsky, Jesús Rodríguez, Raúl
Baglini, Federico Storani, Marcelo Stubrin, todos de un alto nivel.

-De todos modos, el PJ impide la reforma sindical.

-Había una oposición del conjunto del peronismo porque todavía tenía una presencia muy
fuerte el sector ortodoxo, que se modificó tras la elección parlamentaria de 1985. Eso produjo
un cambio generacional y una actitud distinta en la oposición.

-¿El sector sindical pesaba?

-Pesaba, pero con diferencias. Una cosa eran los gremios ortodoxos, pero del lado nuestro había
un sindicalismo más actualizado, incluso con Saúl Ubaldini. Había una confrontación muy
dura, como lo muestran los 13 paros generales de la CGT. Pero también existía la conciencia de
que en los grandes temas centrales y estratégicos no podíamos disentir.

Miguel Angel Toma, a los 72 años, recuerda los esfuerzos comunes del oficialismo y de la oposición por
defender la democracia
Santiago Filipuzzi - LA NACION

Todo se compartía
Para Toma, la expresión más clara de ese acuerdo entre las fuerzas políticas fue Semana Santa.
“Ahí estuvimos de acuerdo y todos pusimos el hombro por encima de nuestras diferencias para
defender la democracia”, afirmó el dirigente.

Así, abordó las coincidencias entre aquel peronismo que intentaba reponerse de la caída
electoral de 1983 y el radicalismo de Alfonsín desde una perspectiva intelectual e histórica. “No
planteábamos la realidad desde el pensamiento del filósofo Ernesto Laclau, el teórico
reivindicado por el kirchnerismo, que enseña que para acumular poder tenés que construir
un enemigo y demonizarlo. Partíamos de la concepción del abrazo de Perón y Balbín,
de la unidad nacional”, expone.

Con el tiempo se habló de que el balcón de la Casa Rosada, el mismo al que se había asomado
Juan Domingo Perón el 17 de octubre de 1945, presentaba riesgos de fisuras y una capacidad
limitada. Pero nadie reparaba en prevenciones arquitectónicas, ante la amenaza militar.

Las urgencias políticas de ese momento se reflejan en la famosa foto del balcón, cuando en un
momento de máxima tensión Alfonsín anuncia a la multitud reunida frente a la Casa Rosada
que irá a Campo de Mayo a intimar la rendición de los sediciosos. Al lado del
presidente radical aparecen Cafiero, Manzano, Grosso y otros dirigentes de primera línea de la
oposición. El propio Alfonsín los invitó a que lo acompañaran en el balcón. “No nos metimos de
guapos, ni nos colamos”, precisó

-Me instalé desde el primer día de la crisis en la Casa Rosada, junto a Becerra y Jaunarena. Yo
era el vocero del peronismo renovador, en apoyo a las acciones que desarrollaba el Gobierno
para neutralizar la amenaza.

-¿Cómo era la convivencia con los radicales en esas jornadas de tensión?

-Los principales referentes del peronismo renovador estábamos en contacto permanente. En el


momento de máxima tensión, Diego Guelar, Grosso, Cafiero y Manzano fueron a Campo de
Mayo para acompañar a Alfonsín. Yo expresaba nuestra posición en los medios, en la Casa
Rosada. Estábamos poniendo el cuerpo, no solo en forma declamativa. Una foto muestra a
Grosso y Jesús Rodríguez parando a la gente en la puerta de Campo de Mayo para que no
ingresaran, porque teníamos miedo de que se produjera un enfrentamiento entre civiles y
militares. Había muchas personas enardecidas.

-¿Había un límite en ese acompañamiento?

-Acompañamos absolutamente. A nosotros no nos preocupaba si esto consolidaba o no a


Alfonsín. O si nos consolidaba a nosotros. Sabíamos que si se rompía el orden constitucional
todos éramos boleta. Nadie se salvaba. Existía un interés superior y estratégico que nos
unificaba.

Aldo Rico,, en Campo de Mayo, con oficiales del Ejército que participaron del primer levantamiento carapintada,
en 1987, en un desafío al gobierno de Raúl Alfonsín

-¿Benefició, finalmente, al PJ esa movida?

-Había, por supuesto, muchas especulaciones. En la práctica, aún sin proponérnoslo, benefició
al peronismo. Porque nos dio lo que nos faltaba frente a la percepción del peronismo anterior,
que era corporativista y no comprometido con la democracia. Nos dio chapa de demócratas.
Pero no fue un resultado buscado, sino la consecuencia de una conducta motivada por un
interés superior. Eso fue muy importante para la elección presidencial de 1989, que vino
después.

-¿Qué tipo de conversaciones mantenían?

-Seguíamos todo minuto a minuto. Yo estaba en comunicación permanente con Becerra y


Jaunarena. Y nosotros teníamos militares, asesores nuestros que formaban el “grupo de los 33
orientales” y nos pasaban las novedades que había en las fuerzas.

El surgimiento de ese grupo de convivencia entre peronistas y militares se remonta a comienzos


de los años 70, antes de la asunción presidencial de Héctor J. Cámpora, con la creación del
Comando Tecnológico Peronista (CTP), una agrupación política destinada a la formación de
equipos técnicos y planes para un eventual acceso al gobierno. Los jefes de la CTP eran Julián
Licastro, José Luis Fernández Vanoli –ambos militares que habían sido echados del Ejército
por negarse a reprimir en el Cordobazo - y Carlos Grosso, un licenciado en letras que había sido
seminarista jesuita, militaba en el peronismo y dictaba clases de literatura hispanoamericana
en el Colegio Máximo de San Miguel, donde Toma fue uno de sus alumnos.

“En el CTP armábamos el Boletín Informativo Peronista (BIP), que distribuíamos a 250
oficiales, a los que queríamos comprometer para que se sumaran al campo nacional y popular”,
explicó el exlegislador. En 1978, ya en el gobierno de Jorge Rafael Videla, hubo una filtración y
llegó la Policía, que entre otros materiales se llevó un listado con los nombres de los 250
oficiales a los que les llegaba el boletín. En pocos días, el Ejército echó a los 33 más activos.
“Cuando volvió la democracia nosotros los llevamos como asesores en temas de defensa. Los
llamábamos ‘los 33 orientales’ y en los sucesos de Semana Santa nos anticipaban cómo
repercutía el levantamiento en las unidades militares. Compartíamos toda esa información con
Becerra y Jaunarena”, reveló Toma.

La escena del balcón


-¿Los tomó de sorpresa la decisión de Alfonsín de ir a Campo de Mayo?

-No, nos anticiparon a nosotros la decisión. Yo les avisé por teléfono a Cafiero y a Grosso.
Cuando lo anunció en el balcón, nosotros lo sabíamos y organizamos que algunos se trasladaran
a Campo de Mayo para ayudar a contener a la gente. Guelar los llevó a ellos en un auto.
También fueron Oscar Alende, líder del Partido Intransigente, el sindicalista Hugo Curto, por la
CGT, y empresarios como Roberto Favelevic, que presidía la Unión Industrial Argentina, entre
otros.

-En el balcón Aparece Vicente Saadi, identificado más con el peronismo ortodoxo.

-Claro. Saadi era senador y presidía nuestro bloque, Pero la renovación arrastró a todos en el
peronismo. La impronta del peronismo ya era nuestra.

-¿Qué posición tenía Carlos Menem?

-Menem había apoyado el plebiscito por el Beagle, al que Saadi se opuso. Menem ya estaba en
esa tesitura. A partir de Semana Santa se constituye el triunvirato del peronismo: Cafiero,
Menem y Grosso. Al año siguiente hicimos el evento más trascendente de la historia del
peronismo: la interna Menem-Cafiero. La estructura partidaria la manejaban de punta a punta
Cafiero y los gobernadores, más toda la estructura de los bloques del Senado y de la Cámara de
Diputados e hicimos una elección tan transparente que nos ganó Carlos Menem. Los que
manejaban el aparato perdieron contra el outsider. Menem ganó con los “rojo punzó”, pero
gobernó con la renovación.

-¿Nunca volvieron a presentarse condiciones para un acercamiento entre el


oficialismo y la oposición?

-El radicalismo adoptó la misma postura con Menem en 1990, cuando se produjo el alzamiento
de Villa Martelli, con Seineldín. Yo, como presidente de la Comisión de Defensa, fui rápido a la
Casa Rosada a ver al Presidente, y él ya estaba desayunando con César Jaroslavsky, presidente
del bloque de la UCR.

"Alfonsín convocó a todos. No buscó fracturar a la sociedad", rememoró el exdiputado peronista Miguel Ángel
Toma
Santiago Filipuzzi - LA NACION

Miguel Ángel Toma, ayer y hoy


Referente del peronismo porteño, Miguel Ángel Toma nació el 18 de septiembre de 1949, en
Buenos Aires. Estudió en el Colegio Máximo, de San Miguel, y es egresado de la Facultad
de Filosofía y Teología, con el título expedido por la Universidad del Salvador. Siguió esa
carrera luego de cursar un año como seminarista entre los jesuitas, cuando en la misma sede
cursaba Jorge Bergoglio su último año de teología.

Fiel a sus inquietudes políticas y sociales, Toma dio sus primeros pasos en el peronismo junto a
Carlos Grosso y, tras la recuperación de la democracia, en 1983, se enroló en el peronismo
renovador, liderado por Antonio Cafiero. Fue diputado nacional durante cuatro períodos y
actuó, entre otras áreas, en la Comisión de Defensa. Acompañó la presidencia de Carlos
Menem y, a partir de la articulación con sectores del radicalismo, participó de la elaboración
por consenso de las leyes nacionales de defensa, de seguridad interior y de inteligencia,
sancionadas en distintos períodos y sobre temas que siempre consideró estratégicas.

Fue titular de la Secretaría de Inteligencia durante el gobierno de Eduardo Duhalde y hoy


milita en el Peronismo Republicano, con Miguel Ángel Pichetto, Ramón Puerta y Juan
Carlos Romero, entre otros. Hoy su medio de vida y actividad laboral es a través de su
consultora TCC Advice, dedicada a la gestión empresarial, comercial y administrativa.

Por Mariano De Vedia

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