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La religión está para

salvar almas, no planetas


Aunque haya quienes piensen, con buen
criterio, que sin habitat (*) adecuado y
cuidado, no hay especies que puedan
vivir en él, corresponde recurrir al
conocido refrán de "zapatero a tus
zapatos".

La religión no tiene por objetivo


inmiscuirse en las cuestiones "del
mundo" como puede hacerlo una
organización social de las muchas que
hay, sino que busca arriar corazones
hacia las cosas de Dios.

Hace mucho tiempo que hay gente


repitiendo sin saber que si la Iglesia
Católica vendiera sus riquezas
materiales se podría dar comida y cobijo
a todos los que lo necesitan. Fuera de la
exageración que esto implica, lo cierto es
que "el mundo" se ocuparía
rápidamente de fabricar nuevos
hambrientos y pobres.

La Iglesia Católica se ha dedicado y se


dedica directamente a cientos de
actividades relacionadas con la
alimentación, la protección, la educación,
el acompañamiento de millones de
personas, pero ninguna de estas
acciones son hechas como lo pueden
hacer simples organizaciones
humanitarias, sino con la intención de
llevar almas a Dios.

Simultáneamente a la ayuda social, miles


de hombres y mujeres (consagrados y
laicos) buscan llevar el mensaje cristiano
para que más personas se comprometan
cristianamente para erradicar el hambre,
el dolor, la soledad y el abandono. Esto
es lo que representa muchísimo más
dinero que lo que pudieran valer
edificios y obras de arte vaticanos.

De ahí que no le corresponde a la


jerarquía eclesiástica obviar en sus
declaraciones ese objetivo central de lo
que deben ser sus desvelos. Lo que no
se dice, lo que se da por sabido y
entendido, termina por desaparecer. Y
es eso lo que busca “el mundo”, que
Dios desaparezca, que no cuente, que
sea un hecho privado, que sea él quien
"marque la agenda".

"En ciertas zonas del mundo, sería


conveniente consumir menos carne,
esto también puede ayudar a salvar el
medio ambiente", dijo el Papa Francisco
a los participantes en la “EU Youth
Conference”, reunidos en Praga, la
capital de República Checa, que preside
el Consejo de la Unión Europea.

La comunicación que envió el pontífice a


los jóvenes reunidos en ese encuentro
con representantes de 27 países, no
especificó de qué manera comer menos
carne “salva” el medio ambiente, salvo
que haga suyas las argumentaciones de
los fanáticos de Greenpeace o de la
F.A.O., la dependencia de las Naciones
Unidas que viene fracasando desde
hace 77 años en su misión de
erradicar el hambre.

Las proteínas de la carne son


macromoléculas imprescindibles para
el correcto funcionamiento del
organismo, cuya función principal es la
formación y reparación de las estructuras
corporales. El aporte proteico
recomendado en la alimentación diaria
oscila entre un 10-15 % del Gasto
Energético Total.

La carne está principalmente compuesta


por proteínas, apreciadas por su alta
calidad debido a su perfil aminoacídico y
a su alta proporción en aminoácidos
esenciales, en comparación con otras
fuentes de proteínas de origen vegetal.

Establecer una oposición entre alimentos


de origen vegetal o de origen animal, sin
considerar que ambos, en las
proporciones adecuadas aportan lo
necesario al hombre, es inadecuado.

Por otra parte, Jorge Bergoglio dijo en


su carta que le alegró comprobar que
"mientras las generaciones anteriores
hablaban mucho y concluían poco" los
jóvenes de hoy son "capaces de tomar
iniciativas concretas". Una frase
interesante, aunque es difícil saber a
quiénes se refería con aquello de
“generaciones anteriores”.

"Si en el pasado vuestros ancestros


viajaron a otros continentes, no
siempre por intereses nobles (tampoco
aclaró a qué se refería), ahora os toca a
vosotros presentar al mundo una
nueva cara de Europa", declaró el
Papa Francisco quien no dudó en
señalar que "viendo cómo va este
mundo dirigido por los adultos y los
mayores", parece que "tal vez" deberían
ser los jóvenes los que educaran "a los
adultos en la fraternidad y la
convivencia pacífica".
Ante este punto, vale considerar que los
jóvenes no llegaron de otro planeta,
sino que han sido formados en éste por
sus padres, entre otros adultos. Esto
indicaría que habría adultos "que valen
la pena" por el buen trabajo realizado en
esos jóvenes.

Un curioso planteo si no fuera que,


además, llegó a mencionar lo dicho por
“alguien” (sin precisar quién) que habría
señalado que “si el mundo estuviera
gobernado por mujeres, no habría
tantas guerras, porque quienes tienen
la misión de dar la vida no pueden
tomar decisiones de muerte”, cargando
las tintas sobre la idea de que hay
guerras porque hay varones gobernando.

Las guerras, los conflictos, las masacres,


surgen por motivos diversos que no
están relacionados con el sexo de los
mandatarios. Valga recordar que quien
dispuso bombardear y hundir el crucero
Gral. Belgrano fuera de la zona de
exclusión, llevando deliberadamente a la
muerte a 323 argentinos (hombres), fue
una mujer.

Siguiendo su particular razonamiento, sin


base sólida, el obispo de Roma
sentenció que le "gusta pensar que si
el mundo estuviera gobernado por los
jóvenes, no habría tantas guerras; los
que tienen toda la vida por delante no
quieren romperla y tirarla, sino que
quieren vivirla plenamente".

Esa plenitud a la que hace


referencia Francisco tampoco aparece
explicada y merecería hacerse. Existen
millones de jóvenes sanos, con buenos
proyectos de vida, dedicados y
solidarios. Aunque también hay muchos
millones de existencias vacías, sin
compromiso, viviendo el momento,
rendidos al disfrute "pleno", pero sin el
mínimo interés en el futuro (propio o
ajeno).

Invitando a la rebelión, Francisco instó a
los jóvenes a gritar, hacer ruido, a opinar
sobre lo que concierne a su futuro, como
si en Europa no se los escuchara. "Ya
sabéis que cuando un profesor tiene
en su clase alumnos exigentes,
críticos y atentos, se ve estimulado a
trabajar más y a preparar mejor las
lecciones" expuso, asumiendo cierto
deber de los educandos de controlar a
sus educadores.
No sorprende entonces, que luego
invocara al pedagogo marxista Paulo
Freire y destacara que no hay
"emisores" y "destinatarios" en
educación.

Es verdad que el escrito invitó a los


jóvenes a leer las encíclicas “Laudato si”
(Alabado seas, 2015) y “Fratelli tutti”
(Todos hermanos, 2020), el Documento
sobre la Fraternidad Humana (2019) y la
exhortación apostólica “Christus vivit”
(Cristo vive, 2019), pero no hay en él
menciones explícitas de Dios, de su Hijo
o la Santísima Virgen, o sentido de la
vida para un cristiano.

Es evidente que los temas


medioambientales le interesan
muchísimo al pontífice. Por eso en su
mensaje enviado a los participantes de la
conferencia “Resiliencia de las personas
y los ecosistemas bajo el estrés
climático” (organizada por la Pontificia
Academia de las Ciencias), tuvo ocasión
de seguir en el tópico.

La resiliencia –valga aclararlo- es un


término que se aplica a personas, no a
los ecosistemas. Son las personas las
que pueden tener la capacidad de
romper un círculo de marginalidad o
maltrato, o circunstancias traumáticas
como la muerte de un ser querido, un
accidente, una experiencia extrema,
etc. Salvo que uno piense que la Tierra
es un ser vivo (la fantasía de la
“pachamama”), el término resiliencia es
inadecuado.

En esta nueva
participación, Francisco elige hablar de
"comunión universal" y de "conversión
ecológica", para referirse a la unión del
hombre y la naturaleza en el primer caso
y al cambio de mentalidad hacia el
cuidado del planeta en el segundo. Sería
mejor reservar "comunión" y
"conversión" a la materia específica de
quien ocupa la silla de San Pedro.

Tal vez esta inclinación radical por los


temas medioambientales explica por qué
la Santa Sede adhirió al Acuerdo de
París, una iniciativa de reducción de
gases de efecto invernadero nacida al
amparo de las Naciones Unidas que
incorpora el reconocimiento de los
derechos humanos y la perspectiva de
género no solo en el contenido del
acuerdo, sino en sus análisis, planes y
perspectivas. En su preámbulo, el
Acuerdo de París señala:
“...el cambio climático es un problema
de toda la humanidad y que, al
adoptar medidas para hacerle frente,
las Partes deberían respetar,
promover y tener en cuenta sus
respectivas obligaciones relativas a
los derechos humanos, el derecho a
la salud, los derechos de los pueblos
indígenas, las comunidades locales,
los migrantes, los niños, las personas
con discapacidad y las personas en
situaciones vulnerables y el derecho
al desarrollo, así como la igualdad de
género, el empoderamiento de la
mujer y la equidad intergeneracional.”

Además, el Acuerdo reconoce la


necesidad de incorporar la perspectiva
de género interseccional en los planes
de adaptación y mitigación, en el artículo
7, inciso 5:

“Las Partes reconocen que la labor de


adaptación debería llevarse a cabo
mediante un enfoque que deje el
control en manos de los países,
responda a las cuestiones de género
y sea participativo y del todo
transparente, tomando en
consideración a los grupos,
comunidades y ecosistemas
vulnerables, y que dicha labor debería
basarse e inspirarse en la mejor
información científica disponible y,
cuando corresponda, en los
conocimientos tradicionales, los
conocimientos de los pueblos
indígenas y los sistemas de
conocimientos locales, con miras a
integrar la adaptación en las políticas
y medidas socioeconómicas y
ambientales pertinentes, cuando sea
el caso.”

Es comprobado que el término “género”


no refiere a hombre o mujer, sino a una
amplia gama de “posibilidades”
antinaturales. ¿Qué tendrá que ver
tener la fantasía de haber nacido “en
el cuerpo equivocado” con el
calentamiento global? Nadie en su
sano juicio podría dar una respuesta
inteligente a ese punto que no debería
haber sido pasado por alto por la Santa
Sede.
”La Iglesia muere porque los pastores
tienen miedo de hablar con verdad y
claridad. ¡Tenemos miedo de los
medios de comunicación, de la
opinión pública, de nuestros
hermanos! Pero el buen pastor da su
vida por sus ovejas. Nosotros los
obispos deberíamos temblar ante la
idea de nuestros silencios culpables,
de nuestros silencios connivencia,
nuestros silencios condescendientes
con el mundo", señaló en Marzo de
2019 el Cardenal Robert Sarah. Y dos
años después insistió al decir “Más que
nunca, la Iglesia necesita obispos que
hablen con claridad, libertad y
fidelidad a Jesucristo y a las
enseñanzas doctrinales y morales de
su Evangelio”.

Francisco nació en Buenos Aires el 17


de Diciembre de 1936 y
en 1957 ingresó al seminario para ser
sacerdote. Fue ordenado obispo
en 1992 y cardenal en 2001. Es Papa
desde el 13 de Marzo de 2013.

En los 9 años de papado visitó 11 países


de América (Brasil, Ecuador, Bolivia,
Paraguay, Cuba, Estados Unidos de
América, México, Colombia, Chile, Perú,
Panamá), 44 del resto del mundo
(Jordania, Israel, Palestina, Corea del
Sur, Albania, Francia, Turquía, Sri Lanka,
Filipinas, Bosnia y Herzegovina, Kenia,
República Centroafricana, Uganda,
Grecia, Armenia, Polonia, Georgia,
Azerbaiyán, Suecia, Egipto, Portugal,
Bangladesh, Myanmar, Suiza, Irlanda,
Estonia, Letonia, Lituania, Emiratos
Árabes Unidos, Marruecos, Macedonia,
Bulgaria, Rumania, Mozambique,
Madagascar, Mauricio, Tailandia, Japón,
Irak, Hungría, Eslovaquia, Chipre, Grecia
y Malta), además de realizar 27 viajes
dentro de Italia.

Consultado sobre si volvería a la


Argentina, el pontífice aseguró que no.
(*) El término no lleva acento como
ninguna palabra del latín

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