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EMOCIONAL
INTRODUCCION
En la última década hemos asistido a un bombardeo constante de noticias de hechos de
violencia, que constituyen el fiel reflejo de nuestro grado de torpeza emocional, de nuestra
desesperación y de la insensatez de nuestra sociedad. Estos años constituyen la apretada
crónica de la rabia y la desesperación que bullen en la callada soledad de unos niños cuya
madre trabajadora los deja con la televisión como única niñera, en el sufrimiento de los niños
abandonados, descuidados o que han sido víctimas de abusos. Este malestar emocional
también es el causante del alarmante incremento de la depresión en todo el mundo y de las
secuelas que deja tras de sí la inquietante oleada de violencia. Abuso emocional, heridas de
bala y estrés postraumático son expresiones que han llegado a formar parte del léxico familiar
de la última década, al igual que el moderno cambio de eslogan desde el jovial “¡Que tenga un
buen día!” a la suspicacia de “¡Hazme tener un buen día!”.
Daniel Goleman, desde su trabajo como psicólogo y periodista, nos dice que ha podido
constatar la existencia de dos tendencias contrapuestas, una que refleja la creciente calamidad
de nuestra vida emocional y la otra que parece brindarnos algunas soluciones sumamente
esperanzadoras.
Este aporte de datos neurobiológicos nos permite comprender con mayor claridad que nunca
la manera en que los centros emocionales del cerebro nos incitan a la rabia o al llanto, el
modo en que sus regiones más arcaicas nos arrastran a la guerra o al amor y la forma en que
podemos canalizarlas hacia el bien o hacia el mal. Esta comprensión de la actividad
emocional y de sus deficiencias pone a nuestro alcance nuevas soluciones para remediar la
crisis emocional colectiva.
Hoy la ciencia se halla en condiciones de hablar con autoridad de las cuestiones más
apremiantes y contradictorias relativas a los aspectos más irracionales del psiquismo. Esta
tarea constituye un desafío para quienes suscriben una visión estrecha de la inteligencia y
aseguran que el CI (Coeficiente Intelectual) es un dato genético que no puede ser modificado
por la experiencia vital y que el destino de nuestras vidas se halla, en buena medida,
determinado por esta aptitud. Pero este argumento pasa por alto una cuestión decisiva: ¿qué
cambios podemos llevar a cabo para que a nuestros hijos les vaya bien en la vida?, ¿qué
factores entran en juego, por ejemplo, cuando personas con un elevado CI no saben qué hacer
mientras que otras, con un modesto, o incluso con un bajo CI, lo hacen sorprendentemente
bien?. Esta diferencia radica en el conjunto de habilidades que hemos dado en llamar
Inteligencia Emocional, habilidades entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la
perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo. Y todas estas capacidades pueden
enseñarse a los niños, brindándoles así la oportunidad de sacar el mejor rendimiento posible al
potencial intelectual que les haya correspondido en la genética.
Por el mismo motivo, la raíz del altruismo radica en la empatía, en la habilidad para
comprender las emociones de los demás y es por ello por lo que la falta de sensibilidad hacia
las necesidades o la desesperación ajenas es una muestra patente de falta de consideración. Y
si existen dos actitudes morales que nuestro tiempo necesita con urgencia son el autocontrol y
el altruismo.
Este modelo ampliado de lo que significa “ser inteligente” otorga a las emociones un papel
central en el conjunto de aptitudes necesarias para vivir.
CONCEPTO
La aparición del concepto de inteligencia emocional (IE), en la década de los noventa, inicia a
partir del artículo publicado por Peter Salovey y John Mayer: Imagination, Cognition and
Personality (Salovey & Mayer, 1990); esto ha cobrado gran popularidad en sectores como el
científico internacional y el de la comunidad en general. Dicha expansión se debe en parte al
éxito que tuvo el best seller Emotional Intelligence, escrito por el psicólogo y periodista
Daniel Goleman en 1995. En el interior de ésta resuena con gran fuerza la necesidad del
estudio de la inteligencia humana, donde no solamente prevalece el estudio de los aspectos
cognitivos e intelectuales, sino que señala la importancia adecuada en el uso y gestión del
mundo emocional y social a fin de comprender el rumbo de la vida de las personas.
Antes de iniciar con la descripción de los modelos de la IE, se hace necesaria una breve
revisión histórica del concepto de inteligencia y sus principales representantes.
RAICES HISTORICAS
La inteligencia ha sido uno de los temas más frecuentemente afrontados por los psicólogos. El
estudio de la inteligencia constituye un sector de investigación que nace al mismo tiempo que
la psicología experimental.
Uno de los principales objetivos que impulsaron originariamente la investigación en esta área
es la necesidad de medir las diferencias individuales en las habilidades intelectuales, y cómo
estas son utilizadas en diversos ámbitos, con intereses de tipo diagnóstico o heurístico.
2) el contexto, que hace referencia al ambiente exterior del individuo y que integra la
inteligencia social;
• Por otro lado, el modelo de inteligencia desarrollado por Guilford (1971) amplía
considerablemente la naturaleza de la inteligencia al adicionar factores como el juicio social,
es decir, la valoración del comportamiento de los otros individuos y la creatividad entendida
como pensamiento divergente. La estructura del intelecto de Guilford es extremadamente
variada, puesto que incluye un número amplio de habilidades mentales. En su modelo,
considera la existencia de 120 factores de base o habilidades primarias; este modelo
posteriormente fue ampliado a 150 factores.
De esta forma, Guilford considera la estructura del intelecto como el producto de las
interacciones de tres procesos de base:
Gardner formula la primera hipótesis sobre la teoría de las inteligencias múltiples en su libro
The shattered mind (1993), que posteriormente sería definida en uno de los libros más
importantes de Gardner, Frame of mind (1993), en el cual afirma la existencia de siete
diferentes tipos de inteligencia, de las cuales un individuo puede hacer uso dependiendo de la
situación específica en que se encuentre:
Según Mayer y Salovey, “la inteligencia emocional incluye la habilidad para percibir con
precisión, valorar y expresar emoción; la habilidad de acceder y/o generar sentimientos
cuando facilitan pensamientos; la habilidad de comprender la emoción y el conocimiento
emocional; y la habilidad para regular las emociones para promover crecimiento emocional
e intelectual”. La inteligencia emocional se refiere a un “pensador con un corazón” que
percibe, comprende y maneja relaciones sociales.
El modelo desarrollado por Bar-On introduce el término cociente emocional (EC), el cual,
relacionado con la IE, señala que la esfera emocional y la cognitiva contribuyen en igual
medida a las potencialidades de una persona; es decir que esta confluencia explica cómo un
individuo se relaciona con las personas que lo rodean y con su ambiente.
Bar-On, con el objeto de sostener su afirmación, ha conducido estudios que buscan la relación
de la IE con la salud física y psicológica, la interacción social, el rendimiento escolar y
laboral, bienestar subjetivo y la realización del ser. De esta misma forma el modelo ha
encontrado su aplicabilidad en diversos contextos, como el laboral, educativo, médico clínico
y de investigación en programas de prevención.
Modelo de Inteligencia Emocional de Daniel Goleman
Para Daniel Goleman la Inteligencia Emocional consiste en:
1) Conocer las propias emociones: El principio de Sócrates "conócete a ti mismo" se refiere a
esta pieza clave de la inteligencia emocional: tener conciencia de las propias emociones;
reconocer un sentimiento en el momento en que ocurre. Una incapacidad en este sentido nos
deja a merced de las emociones incontroladas.
2) Manejar las emociones: La habilidad para manejar los propios sentimientos a fin de que se
expresen de forma apropiada se fundamenta en la toma de conciencia de las propias
emociones. La habilidad para suavizar expresiones de ira, furia o irritabilidad es fundamental
en las relaciones interpersonales.
3) Motivarse a sí mismo: Una emoción tiende a impulsar hacia una acción. Por eso, emoción
y motivación están íntimamente interrelacionadas. Encaminar las emociones, y la motivación
consecuente, hacia el logro de objetivos es esencial para prestar atención, automotivarse,
manejarse y realizar actividades creativas. El autocontrol emocional conlleva a demorar
gratificaciones y dominar la impulsividad, lo cual suele estar presente en el logro de muchos
objetivos. Las personas que poseen estas habilidades tienden a ser más productivas y efectivas
en las actividades que emprenden.
4) Reconocer las emociones de los demás: Un don de gentes fundamental es la empatía, la
cual se basa en el conocimiento de las propias emociones, para luego poder reconocer las
emociones de los demás. La empatía es la base del altruismo. Las personas empáticas
sintonizan mejor con las sutiles señales que indican lo que los demás necesitan o desean. Esto
las hace apropiadas para las profesiones de la ayuda y servicios en sentido amplio (profesores,
orientadores, pedagogos, psicólogos, psicopedagogos, médicos, abogados, expertos en ventas,
etc.).
5) Establecer relaciones: El arte de establecer buenas relaciones con los demás es, en gran
medida, la habilidad de manejar las emociones de los demás. La competencia social y las
habilidades que conlleva, son la base del liderazgo, popularidad y eficiencia interpersonal. Las
personas que dominan estas habilidades sociales son capaces de interactuar de forma suave y
efectiva con los demás.
INSTRUMENTOS DE MEDICION DE LA IE
Prosiguiendo la revisión acerca de los instrumentos de medición, se han identificado tres tipos
de métodos: