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UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA-


Dra. María Fernanda García de los Arcos

HISTORIA DE EUROPA III, SIGLO XIX

EXPOSICIÓN ANALÍTICA 6: LAS SOCIEDADES DECIMONÓNICAS

Líneas generales de la demografía


Los caracteres principales de la demografía del periodo son: aumento de la población
total europea y crecimiento de la población urbana manteniéndose la mayoría de la
población rural, si bien en descenso en relación con el número de habitantes de las
ciudades. El modelo demográfico sigue siendo el inaugurado hacia mediados del siglo
XVIII: alta natalidad, descenso de la mortalidad infantil y adulta, y aumento de la
esperanza de vida.
Si bien el crecimiento de la población fue un fenómeno mundial, en el caso de Europa
las causas que se señalan han sido bastante trabajadas: 1) la Revolución agrícola que
suministró mejores alimentos en mayores cantidades; 2) el cambio climático de la
primera mitad del siglo XVIII; 3) con la excepción de Irlanda, duramente castigada por
las crisis de 1845-1850, se vio el fin de las hambrunas si bien hubo periodos de
escasez; 4) los transportes mejoraron; 5) las condiciones de higiene igualmente y 7) ya
en el siglo XIX, el progreso de la medicina se hizo sentir. De finales de la centuria
anterior data la primera vacuna, de la viruela, cuyos buenos resultados animaron a
seguir investigando por esta vía. Si bien todo ello es positivo, no se puede exagerar su
impacto social pues es preciso anotar el alcance numérico en la población. Entre las
epidemias y enfermedades más graves se cuentan las pestes, el tifus, la tos ferina, la
viruela, el cólera (desde 1830-1847), la malaria y la que fue un terrible azote no
superado en esta época, la tuberculosis.
En cuanto a las posibilidades de cuantificación desde finales del siglo XVIII se entra en
la llamada era estadística por lo cual estos censos de población se unen a otras
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fuentes documentales: parroquiales, municipales, electorales, fiscales, arqueológicas,


quintas de soldados, encuestas administrativas, etc.

CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN EUROPEA EN MILLONES DE PERSONAS


Año millones
1700 …….. 110
1750……….120-140
1800……….180-190
1914…….....450-460

La densidad de población en número de habitantes por kilómetro cuadrado (hab/km2)


pasó de 18.7 en 1800 a 26.6 en 1850 y 40.1 en 1900. Los territorios más densamente
poblados fueron Bélgica, Países bajos, Inglaterra, Gales y Alemania.

RELACIÓN DE LA POBLACIÓN EUROPEA CON LA POBLACIÓN MUNDIAL

1800…….. 21%
1850……. 22-23%
1900……. 25%
1914…….. 27.3%

La estructura social
En el periodo de estudio conviven clases y grupos sociales antiguos, transformados,
algunos marginados, otros con prestigio entre los que se cuentan los rentistas. Con el
tiempo se delimitan las dos clases fundamentales del sistema capitalista: la burguesía y
el proletariado. En comparación con épocas anteriores se desarrolla una mayor
movilidad social con un crecimiento cuantitativo y cualitativo de las clases medias,
mientras se forman las sociedades llamadas “de masas”, con un creciente peso (que
no hay que magnificar) de los grupos populares en los entornos urbanos, gracias a sus
propias reivindicaciones, a un acceso más amplio a la educación y al crecimiento
igualmente relativo de las ventajas del llamado Estado benefactor.
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El análisis de las clases sociales en cuanto a renta, posibilidades económicas, etc.


tiene que completarse en el estudio de la Historia con otros elementos que se refieren a
la psicología colectiva, lo que se llamaron mentalidades, a las representaciones,
valores, formas de convivencia y de situarse en el complicado campo del prestigio
social, del juicio de los otros. Así se puede hablar de los “pobres con dignidad”, del
“aristócrata arruinado”, de la “solterona”, la “señorita de pueblo”…, todo un conjunto de
prejuicios y falsedades pero bien presentes y actuantes en la vida cotidiana. En las
colonias se encuentra en algunos casos el fenómeno que los franceses llamaron el
“petit blanc”, literalmente el “blanquito”, persona sin medios de fortuna que por el color
de su piel y su origen pretendía una falsa superioridad. Todo ello convivía con
auténticos valores de identidad de grupo como el orgullo de clase de los trabajadores,
su prurito de honradez, limpieza, corrección en el vestir…
Si bien la vieja aristocracia perdió poder sin embargo mantuvo prestigio y muchas
veces riqueza e influencia. Su vida refinada y elitista se forjaba en la familia y el
ambiente de iguales en las escuelas y universidades que se reservaban a los miembros
de esta minoría. Igualmente personas de ese origen tuvieron altos cargos en los
ejércitos, en la marina, en las diferentes Iglesias y en la administración colonial (a partir
de finales de los años cincuenta la India británica tuvo a su frente un virrey cuyo
nombramiento recaía en hombres de la más encumbrada nobleza). Otros grupos de la
alta aristocracia fueron significativos en una buena parte de las naciones. En Prusia y
en la Alemania unificada se destacaron los junkers, nobles terratenientes que resultaron
beneficiados con el paso del régimen señorial al capitalismo agrario y gozaron de
amplias parcelas de poder. En general la aristocracia tenía una personalidad
heterogénea como sucedía en la Francia de los Notables y, en muchos casos, esto se
incrementaba con la adquisición o concesión de títulos nobiliarios a favor de burgueses
como por ejemplo los famosos Rothschild. En Rusia, tanto la alta como la pequeña
nobleza tenían una definitiva presencia en la administración, el ejército, la marina, el
mundo de las artes, de la cultura y de ellas salieron incluso destacados revolucionarios.
El caso de Suiza, uno de los pocos ejemplos de república, nos señala una clase
poderosa de patricios que se encuentran también en Venecia, Parma, Toscana y
Módena formando verdaderas dinastías oligárquicas.
El amplio sector social que recibe el nombre de burguesía presentaba tantas
diferencias en su seno que es difícil definirla. En ella encontramos a los grandes
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empresarios que manejaban la industria, el comercio y las finanzas, algunos


entroncados con la nobleza pero dedicados a los negocios en los cuales se destacaban
distintas categorías de acuerdo a la pujanza económica. Hubo una concentración
empresarial, un crecimiento de las sociedades anónimas, se hicieron grandes
consorcios industriales, famosos cárteles o trusts, pero también pervivieron las
empresas familiares de mediana o baja capacidad. Pero la alta burguesía en buena
parte de Europa se configuró como la clase dominante conforme el sistema capitalista
avanzaba en su formación. Imponía valores, modelos culturales y adquirió ciertos
hábitos por su contacto con la aristocracia, como el mecenazgo, el coleccionismo de
piezas artísticas y diversas formas elitistas de consumo.
Las clases medias crecieron y plantean igualmente tal variedad entre sus componentes
hasta el extremo de que es preciso hablar de niveles que tienen como criterios de
definición la capacidad económica, pero igualmente la educación. Se encuentran las
profesiones de carácter universitario o técnico: médicos, abogados, arquitectos,
farmacéuticos, ingenieros, etc., pero también eclesiásticos y artistas bien situados.
En otro rango de la escala social y económica, se sitúa una multitud de oficios, algunos
antiguos como zapateros, sastres, ceramistas, impresores, guarnicioneros, plateros,
doradores, carpinteros, tenderos, modistas, tejedores, tintoreros… Nacieron oficios
nuevos como litógrafos, fotógrafos, maquinistas, conductores de vehículos a motor
(chauffeurs), etc. Esta diversidad de situaciones sociales y económicas conduce a
sopesar las realidades del mundo del trabajo. Ciertamente el proletariado se desarrolló
con el tiempo, pero coexistió con lo que se debe categorizar simplemente como
trabajadores manuales, artesanos o empleados de los sectores comerciales, del
transporte y domésticos así como pequeños comerciantes. Entre ellos, a veces
productores autónomos que en algunos casos fueron perdiendo esa capacidad ante las
imposiciones del capital mercantil. A principios de los años treinta se dio un gran
movimiento de protesta de los trabajadores de la seda (canuts) en la ciudad francesa
de Lyon. Entre otras causas porque se encontraban disminuidos por su dependencia
de los comerciantes que les compraban la producción y desde una posición dominante
fijaban los precios y otras modalidades.
A principios del siglo XIX un verdadero proletariado industrial no existía más que en la
Gran Bretaña, pero se fue formando en número creciente a lo largo de las décadas
siguientes en buena parte de Europa, lo cual fue uno de los grandes cambios de la
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época contemporánea. Esta clase obrera vivió un proceso de diversificación desde los
peones sin cualificación a una naciente “aristocracia obrera” (conceptualización no
aceptada por todos) de alta formación especializada, cuya categoría y remuneración
económica los acercaba a los técnicos. Una parte de los trabajadores de base procedía
de movimientos migratorios dentro de la misma Europa. En la Gran Bretaña se contaron
por decenas de miles los irlandeses que llegaban cada año a ocupar puestos inferiores
en el mundo laboral. Como se verá las reivindicaciones condujeron a una mejoría de las
condiciones de trabajo con reducción de las horas semanales y aumento de salarios.
Gran novedad fueron los barrios de nueva creación que albergaron a familias de
obreros.
En proceso de disminución paulatina, debido a la tecnificación de las labores
agropecuarias, la población rural se mantuvo como mayoritaria en el conjunto de
Europa. Hay que señalar en ella igualmente la diversidad como factor característico. Se
mantenía la existencia de lo que había sido la figura del latifundista de origen noble, los
Land lords y squire británicos, los junkers ya mencionados y otros. Pero esta clase rural
superior se combinaba con un empresariado agrícola de decisiva importancia en el
sistema capitalista, que cultivaba sus campos con arreglo a las innovaciones que
aparecían en el sector, maximizando las ganancias y empleando mano de obra
asalariada, la cual constituyó un proletariado agrícola de peones y jornaleros que
trabajaban muchas veces sin garantías laborales. Creció la figura del campesino
propietario sin relevancia económica pero con suficiencia de medios. Las conquistas de
la Revolución Francesa crearon un campesinado medio con bastante autonomía. Junto
a ello se encontraban los pequeños propietarios (pegujaleros, cottagers) que sufrían los
pesares del minifundio con explotaciones que por su reducido tamaño no podían ser
maquinizadas. Algunos de ellos combinaban la explotación de su parcela con algún
trabajo asalariado bien en el campo, bien en las ciudades o pueblos.
Una gran diferencia se presentaba a nivel jurídico entre los campesinos libres y los
dependientes hasta la emancipación de la servidumbre. En Prusia y parte de la Europa
central el final de ese sistema (llamado robot en algunas zonas) tuvo lugar hacia la
década de los años treinta, mientras que los siervos de Rusia se mantuvieron en esta
situación hasta que se produjeron los efectos sociales de los decretos de abolición de la
servidumbre emitidos en 1858 y 1859.
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Una forma que continuó vigente en la explotación de la tierra fue la aparcería, sistema
de contrato entre un propietario de la tierra y una persona que se encargaría de su
cultivo, repartiendo el fruto de las cosechas entre ambos a partes iguales o
dividiéndolas en tres porciones (tercería).
Es conveniente recordar el proceso de privatización de la tierra que motivó grandes
cambios en la situación del campesinado más modesto ya que éste perdió igualmente
el derecho de uso de los bienes que habían sido comunales, como la caza, la pesca, el
corte de leña, la explotación de frutos silvestres en los bosques, etc.

Fuentes: Armengaud, Carpentier/Lebrun, Palmade, Hobsbawm

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