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Yo creo cada vez más que los surrealistas al final nos estamos convirtiendo en curas. Es una
idea que me ronda desde hace ya mucho tiempo, hasta tal punto que tengo entre mis
proyectos urgentes el de inventar una religión, puesto que no hay curas sin religión. Por
desgracia, no tengo tiempo y aunque cuanto antes comenzara mucho mejor, eso no es
extremadamente grave, pues se trata de una cuestión tal que no viene de doscientos años.
Esta religión, con el mismo rango que las otras existentes y como toda verdadera conquista
de la civilización, surgirá por la necesidad de defenderla de la abrumadora supremacía de
la naturaleza, a lo que sumaría un segundo motivo, el imperioso deseo de corregir las
imperfecciones de la cultura, imperfecciones “dolorosamente sentidas” (Freud).
Desde el punto de vista de una mítica, según el psicoanálisis, el origen religioso reside en
las relaciones padre-hijo. Dios es un padre exaltado, la nostalgia del padre es la raíz de la
necesidad religiosa, el mito afectivo de la nueva religión debe renovar el crimen primitivo
del padre, pero sin la ingesta, es decir, superando el sentimiento de culpabilidad, algo de
hecho posible por el nuevo clima moral surrealista. Se trata de la religión de los hijos para
la esclavitud de Guillermo Tell, para la esclavitud de dios, rabia anti-panteísta,
ceremoniales de descrédito de la naturaleza.
El establecimiento de nuevas jerarquías, más brutales y rigurosas que nunca, tiene que ser
establecido por el progreso de las ciencias particulares y también por personas
aparentemente arbitrarias y por la imaginación objetiva resultante de nuevos credos
religiosos.
Verificación de las más vastas y máximas plenitudes “vitales” del hombre en todos los
sentidos, en detrimento de algunos otros sobre los que recaerán la crueldad y los cataclismos
de la plenitud, la agresión, la aniquilación, sadismos “experimentales” e incluso la
hiperestesia del capricho efímero. Sacrificios humanos, o sea, apoteosis de “la injusticia”
en el sentido cristiano de la palabra.
Para todos los imbuidos del espíritu real del hombre y condición preestablecida, la supresión
de todos los sistemas coercitivos supondrá la plenitud vital de nuevas civilizaciones del
mismo color, las cuales por estos momentáneos caracteres incivilizados y primarios, ejercen
el rol primitivo, originario, totémico y paternal.
Esta religión amenaza por consiguiente a todos los partidos políticos y permite que los
antagonismos políticos más opuestos se agrupen fanáticamente en su seno.
Esto no prejuzga las consecuencias morales prácticas. Por ejemplo, el material de los
sacrificios humanos será escogido a menudo entre las jerarquías expansivas e imaginativas,
pues la lujuria de la angustia y ,por tanto, de placer, que les ha de procurar la posibilidad
de la pena de muerte, es esencial a toda “plenitud vital que se ejerce en todas las
direcciones”.
Keyserling dice justamente que la guerra europea fue ganada por las razas de color, hay
que optar por participar y ahondar los antagonismos en función del dominio de una o de la
otra. El dominio o la sumisión a la esclavitud de todas las razas de color, (algo tal vez
posible, si todos los blancos se unieran fanáticamente), podría provocar inmensas
posibilidades de ilusiones inmediatas a los hombres blancos. Desde el punto de vista mítico,
esto podría identificarse con un nuevo crimen de los hijos contra esta cosa obscura.
La nueva religión será física en lo moral, epsicológica en lo ceremonial, biológica en los
mitos y en lo social, y fanática en lo racional-materialista, dialéctica en lo irracional,
delirante y hitleriana en la afectividad, científica en los dogmas.
ACTIVIDAD
PARANOICA-CRÍTICA
Queridísimo Breton, he aquí algunas notas que quizás nos servirán para el laboratorio
secreto de ‘Contre-attaque’. No dudo de que podemos sacar de ellas todo o al menos una
atmósfera anticristiana y biológica, clima condicional de toda nueva ideología subversiva
desde mi punto de vista.
Haré todo lo posible para ir el domingo y confío en vernos más a menudo una vez haya
acabado la mudanza, que ya está casi hecha.
Salvador Dalí
1935