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En estos últimos tiempos, tanto en los foros de debate y discusión sobre temas educativos
como en la literatura pedagógica, se centra el interés de cada vez un número mayor de
profesionales de la educación en temas como atención a la diversidad, a favor de la
diversidad, educación en y para la diversidad, etc. De todas maneras, este hecho no implica
necesariamente que la cultura de la diversidad en toda su máxima significación haya
entrado a formar parte de nuestra educación, de nuestras prácticas escolares. Como
sucede en muchas ocasiones en nuestra sociedad contemporánea, la utilización fácil e
interesada de determinados conceptos convierte a éstos en poco más que palabras de
moda, en simplemente eslóganes, corriendo el peligro de ir desvalorizándose al mismo
ritmo y frecuencia con que van siendo progresivamente usados. Además, es cierto también
que no era para todos los que usan el término diversidad éste tiene el mismo significado, ni
parte de los mismos supuestos ideológicos, ni presupone los mismos procesos de acción
educativa.
Por este motivo y porque para nosotros éste es un concepto clave y fundamental en nuestra
propuesta educativa, debemos empezar calificando su significado teórico – ideológico. Este
proceso de Conceptualización no es fácil dado su fuerte carácter ideológico (Sáez, 1997),
su evidente sentido social y su polivalencia (Gimeno, 1993).
Porque entendemos que su significación plena está estrechamente vinculada con el mundo
de las actitudes y los valores. Y la ideología, como plantea Apple (1986), tiene su origen en
la cognición humana, forma parte del entorno social y político en que se mueve y se
configura en un sistema de creencias y valores que son los que guían la acción y el
comportamiento.
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pues, que la diversidad es una característica inherente a la naturaleza humana y una
posibilidad para la mejora y el enriquecimiento de las condiciones y relaciones sociales y
culturales entre las personas y entre los grupos sociales.
La distinción entre diferencia, diversidad y desigualdad que nos aporta López Melero
(1997e) nos ayuda a corroborar el carácter axiológico que otorgamos a la diversidad. Según
este autor, si diversidad hace referencia a la identificación de la persona tal y como es y no
como se desearía que fuera o no fuera, la diferencia supone una apreciación subjetiva en
la medida que es ya la valoración de la diversidad; valoración a partir de la cual se pueden
originar distintas actitudes, ya sean de rechazo (discriminación, antipatía, racismos,
intolerancia, ...), ya sean de aceptación y comprensión (simpatía, tolerancia, solidaridad,...).
Por último, la desigualdad, noción contraria a la igualdad, nos remite al establecimiento de
jerarquías entre las personas en función de criterios de distinta índole (de poder social,
económico, político, de género, étnico, etc.)
Entender que ser diferente no es un defecto sino algo valioso, ofrece un nuevo marco
educativo en el cual la diversidad emerge como uno de sus principios esenciales. No
obstante, es de suma importancia que no olvidemos que no sólo tiene que ver con el entorno
educativo; en realidad, el reconocimiento de la diversidad y la valoración positiva de la
diferencia configuran (quizás tengamos que ser más precisos y decir “deberían configurar”)
una nueva forma de entender las relaciones sociales y culturales, nueva manera de pensar,
actuar, convivir y sentir.
Aceptando esta visión más global del análisis de la diversidad en el entorno educativo,
centraremos ahora nuestra atención en la diversidad en el alumnado ya que pensamos que,
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en la mayoría de ocasiones, es ésta la que ha actuado y actúa como detonante para que
se introduzca dicha temática en las reflexiones teóricas y en las propuestas y proyectos
educativos. Cuando, en el Capítulo 3, tratemos con más detenimiento aspectos curriculares,
organizativos y profesionales del contexto escolar, consideraremos ineludiblemente la
diversidad como una característica presente en los distintos componentes del escenario
educativo.
Al observar la realidad educativa fácilmente nos podemos dar cuenta que no hay, entre el
alumnado, dos personas iguales. Numerosos aspectos y miles de combinaciones distintas
las hacen distintas. Tampoco es difícil constatar que las diferencias pueden ser de muy
diversa tipología, hecho que nos remite a las primeras líneas de este subapartado cuando
nos hemos referido al carácter polivalente del término diversidad (Gimeno, 93).
En este sentido, Cela y otros (1997) plantean que la diversidad puede venir determinada
por tres grandes dimensiones: la social, la personal, y la referida a los aspectos psicológicos
relacionados con los procesos de enseñanza – aprendizaje. Más específicamente, hablan
de los siguientes aspectos como factores de diversidad en el alumnado (ídem: 25 – 26):
• Aspectos sociales: procedencia geográfica y cultural; nivel socio – económico; rol social
(tipologías familiares, percepción social del trabajo de las familias).
• Aspectos personales o físicos: aquellas diferencias que tienen que ver con cuestiones
relacionadas con la herencia, o aquellas derivadas de determinadas jerarquizaciones que
los modelos culturales imponen (color de la piel, femenino / masculino, aproximación o
alejamiento del patrón de belleza...)
Analizando esta tabla, se puede constatar que son numerosas las diferencias observables
entre las personas y los grupos así como distintos pueden ser sus orígenes no explicables
si nos situamos al margen del contexto socio – político y de la mentalidad de los padres y
profesores. La constatación de las diferencias y el análisis de su origen determinan la
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necesidad de responder de manera diversificada (distintas posibilidades y distintas
estrategias) desde la institución educativa y desde los profesores. Se destaca, también, en
la propuesta de Gimeno (ídem: 33), que la respuesta a la diversidad es más una “opción
ética” que una opción “técnico – pedagógica”: antes que plantearse las medidas técnicas,
es preciso tomar postura ética, social y política sobre los dilemas que la diversidad origina
al contexto educativo. En definitiva, y tal como ya avanzábamos en líneas anteriores, la
opción por la diversidad es ante todo axiológica.
Las dos aportaciones anteriores referidas al análisis de la diversidad entre el alumnado nos
remiten, evidentemente, a la pluralidad y la complejidad de realidades que el concepto de
diversidad incluye. La diversidad no hace referencia directa a las personas que socialmente
se las identifica como “deficientes” en sus múltiples y tradicionales categorizaciones
(deficientes, psíquicos, sensoriales, físicos, psicótico – comportamentales, etc.),
consideración relacionada con una visión muy concreta, y a nuestro entender en ocasiones
desfasada, privativa y discriminatoria, de la llamada – desde
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Tabla 1.1. Cuadro heurístico sobre las diferencias en educación (Gimeno. 1993: 33)
hace mucho y todavía hoy – Educación Especial1. La diversidad la queremos mirar desde
otra perspectiva, desde un planteamiento comprensivo amplio en el cual contemplamos
positivamente rasgos diferenciales de distinta índole (tal y como ya acabamos de ilustrar)
que interaccionando unos con otros hace que , siempre, unos seamos diferentes a los otros.
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comunicativa (Porras, 1998; Santos Guerra, 1995). En consecuencia, aquella realidad en
que “todos” tenemos cabida, todos con nuestras diferentes culturas y formas de vida.
Así pues, asumiendo esta sociedad democrática como el marco de referencia de nuestra
propuesta de cambio en la cultura educativa, necesariamente debemos pensar en la
necesidad de ir construyendo una educación abierta a todos, una educación que no excluya
a nadie sino que incluya las voces de todos sean cuales sean sus diferencias, una
educación que asuma las diferencias como un valor, como una fuente de enriquecimiento
y de mejora de las concepciones y las prácticas educativas; en definitiva, una educación
más justa, y solidaria, una educación en la diversidad.
Para completar esta idea sobre este proceso de trabajo para dar respuesta educativa
positiva al fenómeno de la diversidad, Jiménez e Illán (1997: 44-45) exponen la
multidimensionalidad desde la que debe abordarse dicha actuación. Concretamente
proponen que, desde el punto de vista del conocimiento pedagógico y de los alumnos, esta
tares se puede plantear, “como mínimo” interrelacionando tres grandes ámbitos:
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• El ámbito de la política educativa: está es una dimensión importante por distintas
razones: a) el fuerte poder de incidencia de las orientaciones y textos legales en las
líneas de funcionamiento y en las prácticas didácticas adoptadas por los
profesionales; b) la insatisfacción y desencanto de los profesionales ante la
posibilidad de acceder a poca información y formación cuando es necesario afrontar
una nueva situación educativa; y c) la competencia, normalmente no activada, para
impulsar y mantener líneas de investigación que contribuyan a analizar y valorar las
implicaciones de los procesos de implantación de los cambios educativos.
Sirvan estas propuestas globales de acción como unos primeros apuntes para
ilustrar el enfoque general que debe adoptar la respuesta educativa en la diversidad
en el contexto escolar. Este temática será motivo de reflexión y análisis en sucesivos
apartados, en especial en el apartado 3 (capitulo 2) y a lo largo del capitulo 3.
No quisiéramos, sin embargo, terminar este apartado sin, en primer lugar, introducir
un concepto, hoy de uso cada vez más extendido, y que en el análisis de su
significado encontraremos la posibilidad de afinar y ajustar la idea de diversidad: la
interculturalidad. Y en segundo lugar y para finalizar, explicitar de forma clara, y a
modo de síntesis de la reflexión que hemos estado realizando, hacia donde se dirige
nuestra propuesta de cambio educativo, nuestra postura educativa concretada en la
educación en la diversidad.
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justicia e igualdad. Sin embargo, no es menos verdad que en la sociedad de hoy los
mecanismos de resistencia a este respecto cultural son un hecho incuestionable. Y no solo
cuando desde las realidades sociales de carácter neoliberal se consideran a las diferencias
de intereses, normas, costumbres, etc. Como pobreza o como incumplimiento de los
principios y valores de su “cultura verdadera”, también o cuando frente a la cultura
occidental hegemónica se originan fenómenos radicales de fundamentalismo religioso o
nacionalismo exacerbado; de tal manera que nos encontramos que “se está combatiendo
un racismo con otro, una xenofobia con otra, una marginación y/o persecución con otra”
(Porras, 1998:92).
“La intolerancia es uno de los problemas más graves que tenemos que resolver para el
comienzo del siglo XXI (...) Es el rechazo de las diferencias que existen entre los individuos
y las culturas (...) que debilitan a los principios democráticos y la paz mundial.
(...) Entre las actitudes que el Año de las Naciones Unidas por la Tolerancia pretende
combatir figuran; el racismo, es decir, la superioridad de unas razas sobre otras; (...) el
etnocentrismo, es decir, la voluntad de un grupo étnico de crear una identidad nacional
única eliminado la cultura y la lengua de otros grupos étnicos; el nacionalismo planteado de
forma extrema (...), acompañado a menudo de la xenofobia, es decir, el odio y la hostilidad
hacia los extranjeros (...); la animosidad religiosa que sitúa en una posición de fuerza o
privilegia a aquellas personas cuya fe es oficialmente reconocida como la única
interpretación auténtica de la verdad religiosa o espiritual” (UNESCO, 1995b: 1 -3).
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Así pues, la educación intercultural, planteada como una necesidad ante nuestra realidad
pluricultural, debe proponer la consideración de la diversidad como un valor enriquecedor y
positivo para cambiar la escuela y sus referentes culturales, el pensamiento del profesor y
las prácticas de enseñanza-aprendizaje (López Melero, 1997c).
Sin abandonar las reflexiones planteadas hasta el momento, más bien al contrario,
reanalizándolas y reconstruyéndolas desde nuestra visión más personal, queremos
terminar este apartado definiendo, con claridad y de modo sintético, nuestra propuesta de
cambio educativo, nuestra postura educativa, en definitiva, nuestro compromiso con la
educación en la diversidad.
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respeto mutuo, el conocimiento de otros estilos de vida, la capacidad crítica al analizar
situaciones de discriminación y desigualdad, la capacidad de descentración para
comprender al otro, etc.
Hemos definido educación y diversidad, nos falta la partícula en, que nos remite al tipo de
relación que se establece entre ambas nociones, concretamente nos indica que la
diversidad está comprendida implícitamente en la educación.
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