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RESUMEN POR CAPÍTULOS 

DE LA OBRA TODAS LAS


SANGRES
CAPITULO I.
El viejo subió a lo alto de la torre de la iglesia. Borracho. Llegó hasta las campanas, empezó a llorar
copiosamente. Temió caer, se arrodilló en la piedra, bajo el arco de la cúpula. Apareció bruscamente cuando
su hijo mayor don Fermín llegó hasta el centro del atrio. Acababa de salir del templo su otro hijo, don
Bruno. El viejo estaba vestido de levita; sobre la camisa blanca, una corbata vieja de seda brillante, se
agitaba con el aire. ¡Señores voy a morir! Dijo con solemnidad. Oíd mi última voluntad. El borracho guardo
silencio porque en ese instante salió el cura. Te estaba esperando ¡traga hostias! Anticristo, llora, arrodíllate,
te necesito de testigo. Tú bruno, solo eres Caín y parricida, tú hermano es peor que tú ¡Muladar! Akatank´a.
Tú Fermín, el peor, el primogénito. Indudablemente se dirigía a sus hijos. ¡Cura anticristo voy a morir!
Quiero que se respete mi última voluntad. Dejó mi casa y todo lo que hay en mis despensas, sala, dormitorio
y corredores, a los indios y a los caballeros pobres. El cura vaciló largo rato. Luego se dirigió a donde
estaban los hermanos. Ha sido un testamento público señores. En su delirio el caballero ha establecido una
voluntad. No nos oponemos. Contesto don Fermín. El viejo caminaba lentamente. Se detuvo en la esquina,
donde empezaba ya su solar. Continuó hablando: cuando muera entren a mí casa, nadie le va a detener.
Ustedes solitos llegaran a todas partes y llévense cuanto es mío. A mi huérfano Anto ya lo he asegurado.
Dame todo ordenó el viejo. Anto obedeció. Me vigilarás desde la puerta. No voy a estremecerme ni a
manotear. Me estiraré fuerte. Abrió el cajón de la mesa y sacó una cajita azul, de lata. La destapó, echó
varias pastillas a un vaso de aguardiente. El cañazo tomó un color azul denso. Anto fue donde la señora y le
dijo: “el señor se despide”. Dice le perdones de todo. Es su última hora. Para siempre se despide. Anto se
decidió entrar en la sala. El cuerpo del anciano se convulsionaba débilmente.

Bruno y Fermín conversaron de todos los atropellos que habían cometido con sus padres. Pero en este
momento no se trata de que yo sea un ladrón y tú un violador dios nos juzgará. Decían los hermanos. De
pronto empezaron a doblar las campanas anunciando la muerte del viejo. El cura apareció y abrió la iglesia,
los “herederos” del gran caballero se llevaban cuanto podían de su casa. Se oyó un tumulto afuera, en el
patio, y a la vez del cura que recitaba en latín. Los hermanos don Fermín y Bruno y el Anto recibieron el
pésame. Don Rendón Willca había llegado de Lima y otro joven era hijo del herrero Bellido, daban su
pésame. Los hermanos Bruno y Fermín se fueron a ver a su madre. Los señores habían recorrido toda la
casa. La kurku Gertrudis seguía a don Bruno parecía una hormiga.

CAPITULO II.
Nemesio Carhuamayo, mandón de la hacienda Providencia de don Bruno. Avisaba a todos los indios
colonos que habrá cabildo en la casa hacienda. Con el primer rayo de sol al día siguiente, ingresaron al
inmenso patio de la hacienda los quinientos jefes de familia, siervos de don Bruno. “Habrá mita. Iremos por
turnos de dos cientos cincuenta a trabajar en la mina de mi hermano. Irán  también los mozos” expresó don
Bruno. El trabajo es orden de Dios para el colono. Solicitaron que se vendiera comida a Paraybamba que se
estaban muriendo de hambre. Don Fermín tenía sus ambiciones como minero que era. Mandó traer la vieja
pistola de Bruno, tenía en sus manos la antigua pistola del abuelo. Se encaminó a la casa del Herrero
Bellido, después de una pelea con su hijo Perico, don Fermín le encargó la vieja pistola para que la limpie y
la aceite. ¡El gran revolver del patrón viejo! Exclamó entusiasmado Bellido. Don Fermín ofrece trabajo a
Perico en las minas y se despide.

La Kurku Gertrudis cantaba triste. Tal vez recordaba que don Bruno la maltrato, la violó. Su voz era algo
dispar como de anciana. El Anto recordó que a la Kurku la recogió la gran señora cuando tenía tres años de
edad. Los señores de San Pedro empobrecieron. Don Ricardo de la Torre y Condemarin decía: “somos más
pobre que los indios”. Las minas habían fracasado. Tenían envidia de don Fermín y don Bruno. Ellos si
estaban bien. Tanto en los negocios de la mina como en la hacienda. Los varayok´s de la comunidad de San
Pedro de Lahuaymarca llegaron a las moyas de su pertenencia. No eran malas tierras. Producían: papas,
trigo, cebada, habas, quinua, maíz. La comunidad llegó a dominar la parte barrancosa de la quebrada. Los
comuneros de San Pedro, no eran pues miserables como los de Paraybamba. Tenían tierras extensas.
Bajaban a servir a los muchos señores, pero no como siervos, sino como peones a quienes se debía pagar y
se les pagaba un jornal más bien simbólico que efectivo.
Don Demetrio Rendón Willca, cuando ya mozo. Su padre quería matricularlo en la escuela pública de San
Pedro. Por eso el director de la escuela fue a consultar con el gran señor si debía matricular al ya mozo
Demetrio Rendón Willca, en la sección preparatoria. Si ya es mozo admítalo. Los chicos lo harán correr.
¿No sabe usted que los chicos son más crueles que los grandes, cuando quieren martirizar o fregar a los
débiles? Dicho y hecho pocas semanas después, bien aleccionados por sus padres los estudiantes mayores
empezaban a hostilizar al indio. Demetrio se defendió y fue castigado con quince azotes bien dados. Con la
cabeza herida y manando sangre subió las montañas y jamás regresó. Poco después partió  hacia Lima. Ocho
años después regresó, sin anunciar su llegada, se reunió con los varayok´s, se encontró con Pancorvo, sin
embargo evitó hablar con él.

San Pedro empobreció, las minas se agotaron. Los Aragón de Peralta se engrandecieron. La comunidad de
indios estaba ya fortalecida y más cuando el varayok alcalde anunció en cabildo, que los indios no
trabajarían por menos de dos soles diarios de jornal. Brañes pidió el castigo a los cinco varayok´s. Los
colgaron de la barra al concluir el cabildo. Don Fermín Aragón de Peralta asistió al próximo cabildo y
demostró que el acuerdo del común era “conforme a derecho” y que no permitiría que se aplicara el castigo
infamante de la barra a nadie más. La barra y el cepo fueron desarmados y arrojados al rio. Los indios
siguieron dando a los vecinos arruinados el mismo trato respetuoso. Pero no trabajaban para nadie que no les
pagara el jornal adelantado.

CAPITULO III.
Hernán Cabrejos Seminario, era agente secreto del consorcio Wisther-Bozart. Su misión. Que todo el
mineral de la más alta ley de plata y otros metales que se encuentran en la montaña Apark´ora de San Pedro,
deberían de ir al Consorcio. Mientras tanto debería de encontrar día a día la fórmula de frenar al cholo
impaciente y de nervio don Fermín Aragón de Peralta. “Tenemos que amarrarlo antes de que se haga más
grande”.

Conversa con Matilde, esposa de Fermín, sembrando la duda con respecto de su cuñado don Bruno. Matilde
le hace saber a Cabrejos de que Bruno su cuñado, vive en un sitio en que una persona de corazón, puede
volverse fanático, lealmente. ¿Usted sabe que don Fermín está preparando o ya tiene adobados a su hermano
y a los vecinos de San Pedro para devorárselos? Es posible el sabrá lo que hace. Lo siento por Bruno
responde Matilde. Cabrejos también le dice que Rendón es un cholo taimado y que tengan mucho cuidado.
En esos momentos llega don Fermín,  y los esposos charlan. Matilde le dice que tenga mucho cuidado con
Cabrejos y Rendón. Los tengo por las orejas responde el esposo. ¿Y Bruno tu hermano me odia y con razón?
Procuraremos que se hunda por si mismo. Será  fácil exasperarlo.  Bruno caerá de rodillas. El minero vio
lentamente que los ojos de su esposa se humedecieron.

Cabrejos había decidido tomar al Gálico como su agente secreto en San Pedro. Era necesario que los vecinos
pusieran la mayor resistencia a vender sus tierras  de la Esmeralda a don Fermín. Debía también él fortalecer
a don Bruno. Cita a Rendón y le hace tomar aguardiente fino de caña. Lo interroga le dice: ¡Que don Fermín
se va a comer a los mierdas esos caballeros vecinos de San Pedro; después se va a comer a su hermano,
después se va a comer a los comuneros, a ti te va a comer! Yo puedo defender a los indios. Puedo ser tu
amigo. Tú quieres quitar su mina al patrón grande. Yo trabajador de corazón responde Rendón. ¡No cholo de
mierda! Tú ocultas algo. ¡Cuidado conmigo! Sacó un fajo de billetes y se lo ofreció a Demetrio Rendón
WIllca y éste no aceptó. Cabrejos borracho ordena a su chofer Gregorio que lo lleve  a Asunta, para pedirles
favores sexuales. Al llegar a la tienda de Asunta ella se dirige al Ingeniero con estas palabras. “Usted se ha
equivocado Ingeniero. Somos honradas todavía. ¡Váyase Ingeniero! Mi honra ha sido manchada. Se retiran
en su jeep Cabrejos junto a su chofer Gregorio y Perico Bellido su contador. En el camino Cabrejos
reconoce la grandeza y el honor de Asunta. Gregorio se había enamorado de la Asunta. Serás la sombra de
Rendón. Yo represento a una empresa con millones. La mina caerá en mi poder. Sólo una cosa se necesita.
Que los indios no trabajen rápido. Yo conozco a los indios voy a inventar que en la mina hay un encanto feo:
Amaru grande que come indios. Cabrejos le entregó un fajo de billetes eran tres mil soles. Es un adelanto
Gregorio prepárate a luchar contra Rendón. Enterado de que su hermano vendría a observar a sus colonos
don Fermín mandó construir una pequeña plataforma en el  galpón y ordenó llevar una silla de vaqueta para
que don Bruno lo usara. La comunidad de San Pedro de Lahuaymarca representada por don Demetrio ya no
tenía el cerro de Apark´ora. Tres cientos colonos, la primera partida que había llegado permanecieron
callados e inmóviles. Como si no estuvieran vivos. Don Fermín conversando con Rendón dijo: “Estas minas
no serán de los gringos”. Que no se lleven todos los gringos, sino lo que es justo;  y lo que sea justo que
quede para nosotros.

CAPITULO IV.
Dos cientos colonos  más llegaron a  San Juan de Apark´ora. El colono es más peor que el perro. Las
mujeres e hijos de los tres cientos obreros que tenía la mina corrieron desde el galpón hacia el caserío. Los
habitantes eran arequipeños y mestizos, cusqueños y parinacochanos consideraban a los peones de choza
como gente inferior. Algunas cantinas pertenecían a las mujeres “que se vendían”. Las radiolas,
tragamonedas que habían instalado ya en dos cantinas del caserío retumbaban en el bajo techo de calamina y
en la callejuela. Matilde y don Fermín vieron el desfile y el ingreso de los indios desde la terraza. Cuando
tocan los pututos, el trabajo ha de hacerse a manera de competencia deportiva y en beneficio común. Por
teléfono don Fermín hizo saber a los obreros que se les doblara el jornal. Los exhortó a que tuvieran el
máximo cuidado con los tiros. El capitán de la mina prometió que no iba a ocurrir ningún accidente.  Los
primeros estampidos de los tiros oprimieron el corazón de los indios. Esperaron en silencio el estallido en
cadena de los explosivos, cuidándose como se les había explicado que debían hacerlo. ¡Qué manera de
trabajar organizadamente! ¡Qué forma de obedecer!  Sus jefes. No había si no de no tener miedo, de trabajar
mejor, de vencer la oscuridad de no atemorizarse a si alguien muere con los explosivos. A ese Rendón le
sale como candela del corazón cuando habla.

Don Bruno llega a la casa de don Fermín y es recibido por Matilde. Sentado a gusto, pero con aplomo, en
uno de los confortables, miraba con admiración y no disimulado entusiasmo a su cuñada. Los indios son más
felices que nosotros. ¡No deben ser ricos jamás! ¡No deben aprender la ambición que los convierta en
cernícalos furiosos por sacarse los ojos, unos a otros! ¡Nada de ambición! ¡La humildad y la obediencia de
Jesús! ¡Su pureza! Entonces pidió la presencia de Rendón. Cuando vino saludó a todos pero don Bruno no
respondió el saludo. ¿Qué han hecho con mis indios? Preguntó en quechua. Están trabajando en faena, mejor
que la hormiga. ¡Basta hijo! Yo te bendigo. Entonces Rendón se retiró del Caserío feliz y volvió a la mina.

Cabrejos ordenó  a Gregorio para que grite en la mina. Simulando a la serpiente Amaru. Para que los indios
se asusten y no trabajen más. ¡No fallara Ingeniero! Conozco bien a los indios. Inmediatamente Gregorio se
va donde la Asunta le da serenata y le deposita en la rendija de su tienda los seis mil soles que le dio
Cabrejos. Llegado el momento se disfraza de indio y se va de madrugada a la mina. Un grito agudo, como el
de una bestia herida embistiente, llegó desde el túnel. Y luego otro grito más agudo y penetrante, más
desconocido, llegó soplando por la mina. Y nuevamente el grito acercándose, se prolongó más que los otros.
Y por cuarta vez el gritó recomenzó, de más cerca y con otro aire. Pero en ese instante empezó a estallar la
cadena de tiros y cortó el grito. Poco después salieron despavoridos. Pero menos los indios que Rendón
ordenaba. Instantes después sacaban el cuerpo totalmente molido de Gregorio. Los restos fueron llevados a
la capilla y despedido con oraciones.

CAPITULO V.
Doña Adelaida hizo la señal de la cruz sobre la frente cuando escuchó la voz solitaria de la campana mayor.
Llaman a Cabildo. De la Torre y el Gálico temían a esta señora. Tomó asiento;  eran unos dos cientos
vecinos. Entre ellas la señorita Asunta de la Torre. La propuesta: “No vender ni una vara más de nuestra
maizales de la Esmeralda” a Fermín Aragón de Peralta. La mina secará la pampa en donde vivimos. Por su
parte Asunta abrió el papelito que le habían mandado, leyó el mensaje: “Ingeniero Cabrejos matando
inocente maestro Gregorio, queriendo para gringos maizal Esmeralda Ingeniero engañando a don Ricardo,
Fabricio, Ambrosio, Brañez vendido ya! Entonces doña Adelaida agarró a bastonazos a todos llamándolos
cobardes. Se fue con Asunta de la Torre a su casa y le invitó a almorzar.

Estamos solos, Cabrejos, nuevamente. ¿Usted envió a alguien para que hiciera de Amaru? En la mina dijo
don Fermín. ¿Quién desearía esa dicha para mí? Su hermano Bruno respondió Cabrejos. Don Fermín sacó la
pistola y apuntó a la cabeza de su invitado. Enojado casi de inmediato mandó a su mayordomo en busca de
Rendón Willca. Se presentó Demetrio y dijo: “Patrón Aragonés de Peralta, ingeniero Cabrejos es criminal
del maestro Gregorio Altamirano…” pero no había juez para él. Ponle frenito. Fuerte. Cuídate patrón. Yo,
comuneros, colonos contigo pues. Puedes irte ordenó don Fermín. Bajó Matilde que escuchaba. ¿Usted lo
hizo? ¡Señora! Yo no soy responsable de nada añadió Cabrejos. Fermín y Cabrejos conversaron que no hay
responsable por la muerte de Gregorio. Hablan de la mina y de negocios. Así el ingeniero no apareció como
vengativo y usted, será un buen patrón. Fermín dijo a Camayo que organice una fiesta en que todos los
indios se diviertan. ¡Ah! Conviene embriagar a la gente. Que olviden. Que no piensen.

Don Bruno se enteró que Cabrejos le había echado la culpa de la muerte de Gregorio por ello mandó llamar 
a su mayordomo grande en busca de Rendón para enterarse mejor del asunto.

Perico Bellido visita a ala Asunta pretencioso intenta besar su mano. Eso no se acostumbra aquí le dijo ella.
Sale de la tienda y se dirige a la casa de su padre, donde agarra el martillo y empieza a golpear el tronco
seco. Todos me odian. El mozo entró al dormitorio del padre y sacó de allí el fino poncho de vicuña luego
volvió a la tienda de la Asunta. Durante los días siguientes recorrió las cantinas. Discutía de política.
Proclamaba ser comunista. Ideaba un plan para derribar a su jefe y ascender él a cajero.

Rendón se dirige  la casa hacienda de don Bruno, iba montado en el mejor potro de la quebrada. Don Bruno
le solicitó que contara la historia del Amaru. Dijo que el mandón Carhuamayo salvó quizá al ingeniero de no
ser linchado por los indios, colonos peones y maestros.

Perico Bellido va donde Cabrejos. Y le dice: “Oiga usted porque despacho al Gregorio” todos los obreros y
maestros de la mina lo saben. Yo no lo despache le dijo Cabrejos despectivamente. Él quiso irse. Me pidió
dinero. Usted ya había pensado convertirlo en Amaru y mandarlo al infierno. Poco después Perico deja una
carta que a la letra decía: “Oye Aragón de pelotas, pongo, huevón, de la Wlisther and Bozart, tú y Cabrejos
mataron al rascatripas Gregorio Altamirano… Bueno pelotas me llevó con justo derecho y la bendición de
San Pedro. Treinta mil perros fieros de la caja…”

CAPITULO VI.
Entran a la casa hacienda de don Bruno tres hombre

de diferentes edades. “Sus indios han soliviantado a los comuneros de Paraybamba. Negocian con ellos en
apariencia, les fían carneros, lana, gallinas, papas y de hambrientos que eran se están levantando”. Don
Bruno respondió: Nosotros los caballeros sabemos lo que hacemos. Estamos enterados de lo que ocurre con
nuestras pertenencias, con nuestros indios y cumplimos la santa voluntad de dios. Después de un
intercambio de palabras los tres hombres abandonaron la casa hacienda sin antes lanzar una serie de
amenazas contra don Bruno. ¿Has oído? Si caballero lo he oído todo dijo Vicenta. ¿El hijo que llevas es
mío? Vicenta lloró. Don Bruno se volvió de espaldas. Por fin te necesito Vicenta. Ahora si te necesito. Ya en
el dormitorio Vicenta cantó. Don Bruno por primera vez le dio un beso en la frente a una mujer que cantaba
en el propio dormitorio de la casa hacienda. Su otra mujer una mestiza ya madura escuchaba la conversación
y atacó con un cuchillo a Vicenta don Bruno le disparó y la mató.

Los tres hacendados desmontaron a iniciativa del joven Monteagudo junto a un agitado pozo en que concluía
una larga cascada de agua. Discuten. Cisneros sin despedirse monta en su mula y se perdió a trote. El joven
Aquiles, le da alcance y le ofrece vender sus haciendas, cerrado el trato don Adalberto Cisneros le promete
pagar ¡ochocientos mil soles  al contado! Luego se despiden.

CAPITULO VII.
Doña Rosario. Agoniza. Puede decir sin embargo: “Matilde, Bruuuuno”. Pronunció mi nombre y el de
Matilde porque ella es ángel y yo demonio. La señora emitió un ronquido seco y murió. Llamaron a la kurku
y la hicieron repetir: “Perdón, señora” “Para el maldito Bruno”. Junto a ella esposa don Fermín su esposa
Matilde, el Anto. No hubo pésames. Los agentes Cabrejos y el propio ingeniero, habían logrado convencer a
los vecinos que los Aragón ya no tenían poder.

Fue un entierro con indios, asistieron todos los colonos y comuneros. Los K´ollanas cargaron el cajón de
acero. La multitud marchó rezando. Se presentaron doña Adelaida y la señorita Asunta. Don Bruno hizo
llamar a K´oto y a Mayhua. ¡Vivimos y morimos! Ya este no es un entierro de señores de sino de indios.
Cantaron un harawi. Asunta lloraba en silencio. Don Bruno se arrodilló y fue siguiendo el canto. Don Felipe
echó tres paladas de tierra sobre el cajón de acero. Los jóvenes más fuertes de Lahuaymarca y de la
Providencia también lo hicieron. Don Fermín sacó una cruz de acero. Y ordenó a Rendón que la pusiera en
el sepulcro. No había ni un solo vecino en el entierro de la señora. Cuando llegaron a la plaza tocaron el
Ángelus.

Anto entró en la sala le hizo llamar don Fermín. Además estaban su esposa Matilde y don Bruno. Te voy a
cambiar Paucarpata por Sullacancha, dos vacas y treinta carneros más. Continúo don Fermín dirigiéndose a
Anto. Luego lo amenazó con una pistola, pero Anto no declinó, no quiso el cambio. Al final don Fermín
aceptó. Poco después se fueron a la tienda de la Asunta donde le obsequió un botón de oro con un brillante
agradeciendo por haber  asistido al funeral de su madre.

Don Felipe Mayhua invitó una copa de cañazo a cada uno de los indios que asistieron al funeral. Los
colonos lloraban. Mientras tanto, los señores llegaban a la puerta de la casa señorial de los Aragón. Pasen
hermanos dijo don Bruno. Les comenta que va a tener un hijo y si les pasara algo ellos lo cuidarían. “Todos
me odian” mi hermano no tiene alma ni corazón, solo el metal maldito en la barriga, en la cabeza en las
venas. Y los vecinos tienen envidia y ambición en toda su sangre. El Gálico pegó a su mujer y le grita ¡Puta!
a la señorita Asunta. Demetrio lo agarró del cuello y lo botó al suelo.

Don Bruno llega a su casa hacienda poco después de la medianoche. Abrazó a Vicenta su mujer. ¡Mujercita
mía! Dijo casi sollozando el hacendado. Dentro de pocos días voy a hacer mi testamento. Voy a reconocer a
mi hijo antes que nazca. Vicenta le besó las manos. Luego le desató los zapatos.

CAPITULO VIII.
El ingeniero Cabrejos fue despedido por don Fermín. Bueno. Cabrejos le dijo, nuestras relaciones de trabajo
como usted habrá comprendido han cesado. Así es señor Aragón y tengo mi equipaje ya listo. Su liquidación
le dijo Aragón y le alcanzó un sobre.

El cholo Cisneros había comprado las haciendas de don Aquiles. Don Fermín fue a visitarlo. Filiberto lo
acompañó. Matilde despidió a su marido con mucho temor. Cisneros era inmisericorde y sin escrúpulos.
Don Adalberto Cisneros lo recibió. Bienvenido, ilustre amigo; a mi nueva hacienda. Hombres como usted yo
respeto. Es un honor. ¡Caray!. Lo mismo pienso de usted don Adalberto dijo Fermín. Invitó al minero a
pasar a la sala.

A la semana entrante habré llegado a la veta del mineral más fino del Perú: sulfacienuro de plata, llamado
rosicler. Son centenares y acaso miles de millones. Pero he agotado todo mi capital en esa empresa. Así es.
Yo lo ofrezco a usted el 40% si puede contar con diez millones. Obtendrá a cambió, no menos de unos
quinientos millones en cinco años. Cisneros no aceptó. Pero no discutamos. Esto se acabó. Mis caballos han
descansado lo suficiente. Nos veremos las caras dentro de cinco años. Don Fermín sacó sus espuelas de la
sala; se las calzó; prendió su linterna de mano y salió. Bajó las gradas del corredor sin mirar a Cisneros. Me
desengañó usted Cisneros dijo don Fermín. No porque se haya negado a ser mi socio sino porque no ha
dejado de ser un criado… ¡que me importa! Y se fue montando el moro. Adelina la criada rogó a Filiberto
que la llevara. ¡A picar entonces! Vine por diez millones, y me llevo a usted. Algo es algo. Aseveró el
minero.

Don Bruno se decidió ir a visitar las estancias donde Vivian sus colonos. Mando llamar a Carhuamayo de la
mina y al joven David K´oto. El primero llevó su colt y el segundo su dinamita. Llegó al mediodía a sus
estancias; encontró a cien paraybambas cultivando las nuevas tierras que él había cedido para sus colonos.
Los comuneros se quitaron los sombreros y fueron acercándose a la cancha con paso lento y solemne. “Nos
días” gran señor dijo el más viejo. “Nos días” corearon los otros. En ese cabildo don Bruno les dio las tierras
de Tokoswayk´o para que sembraran maíz. Luego se fue a Paraybamba para hacer nuevo cabildo y tener
autoridades. Pasaron por el puente construido. Los cien comuneros se formaron en dos columnas delante del
puente para que Aragón y sus pajes lo pasaran primero. Ya llegado a Paraybamba don Bruno observaba a los
indios. Mucho de los colonos eran flacos de aspecto enfermizo. El viejo de los comuneros ordenó, levantó el
brazo y dijo: “Abro cabildo”. No es domingo este viejo no es nadie para abrir cabildo, habló un hombre
adelantándose hacia don Bruno. ¿Y tú quién eres? Preguntó el hacendado Yo soy “vecino” de este pueblo.
Tengo mando. Don Bruno le apuntó con su pistola belga y lo mandó encarcelar.

Cuando el cabildo eligió al varayok´ alcalde y a cuatro regidores, don Bruno preguntó. ¿Y las varas?
Chamochumbi lo tiene contestaron. Pero ese atardecer en Paraybamba, don Bruno, Carhuamayo, Davicho y
los varayok´s elegidos, besaron la cinta de rodillas (bandera peruana). El bicolor pequeñísimo tuvo más luz
que el sol. Paraybambas, viejos, hombres, maduros, mujeres. Niños. Váyanse. Aquí con el gran señor vamos
a esperar a Cisneros.

Oyeron el tropel de los caballos de Cisneros. Se extrañó algo al ver las cruces inútiles de los troncos y los
trapos a la entrada de las casas. Salió una vieja con su hija, que le hizo recordar que el hijo que llevaba en su
vientre era de él. Cisneros ordenó a Pandulfo su mandón que le rebenqueara. Así lo hizo y el rebenque cruzó
la cara de la vieja. ¡Tiene que salir sangre! ¡Harto! Dijo el mayordomo. Luego se encontró con don Bruno.
“Buenas tardes señor Aragón de Peralta”, el gran señor de Parquiña lo saluda dijo por fin Cisneros. Esto
incomodó a don Bruno que le dijo: “su mula saludaría mejor” usted no aprende habría dicho: “Buenas tardes
señor Aragón de Peralta” simplemente. Pero don Adalberto Cisneros continuó humillando a los indios. El
viejo Varayok ´cansado de los insultos lo manda azotar y desnudar frente a todos los comuneros presentes
allí también se encontraba la mujer vieja con sangre en la cara, y su hija a la cual Cisneros violó. En castigo
y completamente desnudo es llevado casi al atardecer, a las altas cumbres nevadas. Montaron los tres. Don
Bruno espoleó suavemente su potro y este trotó. Iba rumbo a la Providencia.

CAPITULO IX:

Señor don Fermín: un manto padre, de rosicler lo espera. Brilla desde el piso hasta el techo. Era la
comunicación. ¡Felicitaciones! Allá voy Camargo. ¡Rosicler puro Matilde! Ahora puedo negociar. Hablaban
en el automóvil. Los hermanos Aragón se reunieron en la capital de la provincia, se dieron un abrazo y se
despidieron.

Don Bruno entró intempestivamente en el despacho Prefectural. ¿De qué se me acusa? Preguntó. “De
soliviantar a la comunidad de Paraybamba, de comunista. La comunidad ha hecho afrenta en la persona
respetabilísima del gran señor Adalberto Cisneros. Le volaron su mula a dinamitazo, lo desnudaron, lo
flagelaron… Entonces don Bruno  presentó a la vieja y a su hija embarazada. ¡Sabe usted porque hizo
flagelar Cisneros a esta anciana; porque lo hizo romper la cara a riendazos! Preñar a una india y darle
latigazos a su madre no importa don Bruno contestó el subprefecto. El mayordomo de Cisneros el señor
Pedraza salió en favor de don Bruno, posteriormente el subprefecto manda a su alférez quien lleva a don
Bruno y Pedraza a la plaza. Donde se tomaron una copita de cañazo.

Mientras tanto, don Fermín sin la asistencia de ningún abogado hablaba con el juez.  Estos documentos
señor Aragón no tiene valor alguno le decía el juez examinando los contrato de tierras de venta de la
Esmeralda.  El minero se puso de pie y abandonó el despacho.

Ya en Lima Fermín Aragón de Peralta se reúne con su abogado, quien le dice que solamente le
corresponderá el 10% y que la Wisther and Bozart considera que con ese porcentaje usted se volverá
millonario. Hicieron llamar a Cabrejos. El cual ofreció darle 20% y le dijo que el consorcio no cedería más.

Siete guardias y Pedraza llegaron Paraybamba, de madrugada. Comandaba a los guardias un sargento. Los
comuneros se encontraban en faena, en las tierras cedidas por don Bruno. El sargento mandó disparar por
dos veces consecutivas por encima de los comuneros, pero no se movían y seguían en faena. ¡Alcalde,
mandos: orden del “Gobiernos”! preséntese donde el señor sargento. Pregonó un guardia ayacuchano. Los
cuatro regidores varayok ´se encaminaron hacia el sargento y Pedraza. “Nos días” señor “Gobiernos”
sargento, saludo el viejo alcalde varayok´. Los cinco alcaldes envarados, atravesaron el campo ya detenidos.
Dos guardias fueron por David  K´oto a la Providencia David se entrega sin resistencia y es detenido.

Por su parte Cisneros llegó de noche a la ciudad. Habló con el subprefecto y permaneció oculto en la casa de
un compadre. Los seis detenidos marchaban en silencio y entraron a la ciudad, la gente los vio. ¡AY,
pobrecitos! ¡Alcaldes! ¡Y con la vara sobre la barriga! Entre el tumulto y las protestas una mestiza es
baleada por el teniente y muere. La subprefectura se colmó de vecinos notables. Casi todos le echaban la
culpa a los indios. En una banca, sentados y ya sueltos los alcalde esperaban. No hablaban. El subprefecto
invitó a: Arangoña, Sifuentes, Montes de Patrón, de la Molina y Eguiluz, para tomar consejo. Luego entró
don Bruno. Cisneros pasó luego de esperar unos minutos, por indicación del secretario. Después de un largo
conversatorio, en que algunos vecinos principales culpaban a los indios de todo lo sucedido y otros salían en
su defensa. Fueron puestos en libertad. ¡Adiós señor “Gobiernos”! ¡Gracias señor Aragón el señor dios dice
esta en tu cuerpito…! Basta de fregar ¡Salgan! El subprefecto despidió a los indios. David K´oto también fue
puesto en libertad.

Los alcaldes varayo´k visitan a don Bruno que les hace pasar a su inmensa sala y brindan con coñac.
Entretanto Cisneros llega a su residencia de la Parquiña y despide a Pedraza. “Oiga usted Pedraza usted se
va ahorita mismo de la Parquiña me ha traicionado”.

La villa de San Pedro de Lahuaymarca quedó como atontada. Los jóvenes emigraron a Lima casi todos.
Organizaron un débil club en la capital. ¿              Ustedes sabrán que Fermín Aragón y Cabrejos están en
Lima? ¿Saben que se va a dictar una orden de expropiación de toda la Esmeralda a diez centavos el metro
cuadrado? Las mujeres se echaron a llorar una tras otra. Claudio se comprometió a traer informaciones
completas. El Gálico se suicida después de tomar cañazo en la tienda de la Asunta, y devuelve a su mujer a
sus padres.

CAPITULO X.
El consorcio Wilster and Bozart sesiona y conforman la compañía Aparcora Mines. Al señor Aragón de
Peralta no se le ha concedido la gerencia de la mina como él lo solicitara. Cabrejos continúa en la mina y era
quien iba a dirigir a los indios por conocerlos bien. Aun así se mostraban disconformes por el trato recibido
por los grandes millonarios. Pues no se le concedía ninguna acción sobre la mina sino solamente un salario.
Se había dado un decreto de expropiación de tierras que eran indispensables para la construcción  de una
central hidroeléctrica y el desarrollo de la explotación. Asimismo el derecho de uso de las aguas del rio
Lahuaymarca.

Don Fermín es tentado por su hermano para dedicarse al negocio de la pesca. Acordaron al final que el
minero daría siete millones de soles de los quince que se requería para poner tres plantas de producción de
pescado. La idea de Fermín Aragón era volver a sus haciendas con maquinaria, personal calificado y
repotenciar el agro en su hacienda. Asimismo pagar treinta soles diarios a cada indio que trabaje en sus
tierras.

Tres jóvenes tocaron la residencia de don Fermín. Era la junta directiva del Club Social Deportivo de los
residentes de San Pedro en Lima. Le hacen saber sobre el decreto que el gobierno ha dado para la
expropiación de las tierras. El minero monta en cólera y se queda sorprendido. Da como donativo la sume de
diez mil soles para el Club. Luego se despidieron.

Sesionaron nuevamente los integrantes del club de San Pedro. Se abre la sesión dijo Claudio desde las mesa
del profesor Brañes. Rechazan los diez mil soles donados por don Fermín. Entran en polémica. En esos
instantes hace su ingreso die hombres vestidos de civil y detienen a los San pedrinos incluyendo a las
mujeres. Los golpean y amenazan con pistola en mano.

Don Fermín visita al senador en defensa de los Sanpedrinos, pero no obtiene nada. Bien señor he perdido el
tiempo en visitarlo a usted, pero no del todo, siga protegiendo a Cisneros, a don Lucas, y a Montes y eche
todo el peso de su influencia sobre mí. Le dijo al senador.

CAPITULO XI.
Los vecinos de San Pedro recibieron una notificación  del juez. Se reunieron. Anto hace saber que la
Esmeralda será expropiada a diez centavos el metro cuadrado por el gobierno. Tocan la campana de la
iglesia y todos se reúnen en cabildo. Acuerdan defender sus tierras hasta la muerte ¡Que nos maten a
balazos!
Llegan el Subprefecto y el juez. Son alcanzados por los alcaldes de San Pedro. Conversan. Y le hacen saber
su disconformidad por el derecho que expropia sus tierras. Asunta visita a Cabrejos y lo mata disparándole
en el pecho y en la oreja. Es detenida.

Llegaron a San Pedro el subprefecto y el juez y un pelotón de guardias. El viejo Bellido los alcanza y
comienza a insultarles. Le disparan y cae. El juez acompañado por el oficial, da conocimiento sobre el
decreto para que San Pedro y la Esmeralda sean desalojados y  entregados al poder de los dueños de la mina.
Los vecinos aceptan pero primero proponen incendiar todo San Pedro. Una llamarada salía de la boca y las
ventanas de la iglesia.

El ingeniero Velasco observa como la iglesia se quema. “El consorcio se enterará con agrado del éxodo de
esta gente”. El Ingeniero Hidalgo presenta su renuncia. “soy un peruano  que considera su patria sobre todas
la cosas”. ¡Señores ingenieros la pampa gratis! ¡Y con un solo muerto! ¡Felicítenme! Dijo el subprefecto

Parten en el coche; el juez el ingeniero Hidalgo renunciante y la señorita Asunta en calidad de detenida.
Asunta mira por última vez su pueblo que arde en llamas. El coche faldeó el cerro. Ya no se veía más San
Pedro.

Apark´ora hormigueaba de gente venida de provincias. Construyeron un campamento con departamentos. La


prostitución se acrecentó más. Las jóvenes         que venían de lejos se prostituían  con facilidad. Eran
manipuladas y humilladas por los indios que no comprendía su oficio.

Antenor, Félix Portales, el celendino Obregón, Lluta, Febres y Justo Parlona, reclaman justos salarios para
los indios. Los acusan de comunistas y los mandan detener.

Don Bruno asiste a la entrevista del subprefecto y el Ingeniero Velasco le da a conocer que le quitará el agua
del rio que alimenta sus molinos. Además que tiene orden de empitarlos a la primera zamarrada que haga
por “alterar la paz y el orden social”. La compañía Aparcora debe de estar en paz no solo con ustedes sino
con todos los señores hacendados. Don Bruno es acusado de comunista así como Rendón Willka. Aragón les
presenta una carta para que lean. La carta era la garantía firmada por el senador como apoyo al minero.

CAPITULO XII.
Don Bruno observa el pueblo de San Pedro en ruinas y llora. Es consolado por Rendón Willka. Demetrio
hizo repicar las campanas por orden de don Bruno. ¡Toca resucita al pueblo! Se presentaron solitario don
Ricardo y doña Adelaida y los cinco alcaldes del común. Acuerdan entre ellos “resucitar” a San Pedro y
restaurar la iglesia. Don Fermín había llevado una maestra para la escuela. Don Adalberto Cisneros se
presenta ante don Ricardo y doña Adelaida y se va en busca de don Bruno a la Providencia. En el camino se
encontró con el indio Campo que lleva un pequeño bastón con anillos de plata para el hijo de don Bruno.
Luego se dirige a conversar con el ingeniero Velasco. Cisneros se emborracha. El subprefecto le pide
“veinte mil fierros” para que le ayude a eliminar a don Bruno. Su eterno rival.

Los vecinos de San Pedro, llegaron a la carretera principal enloquecidos, algunos volvieron a Lahuaymarca
a solicitar ayuda. Reconocieron a la Kurku Gertrudis que trabajaba en la iglesia. Ella cantó su himno en
quechua que tenía aire de harawi. Los comuneros lloraban. El antiguo sacristán de la iglesia quemada de San
Pedro recibe la solicitud del padre para que se quede, éste no quiere y muere de pena. Es enterrado en el
cementerio de indios. Don Bruno y Rendón Willka asisten a su entierro.

El ingeniero Hidalgo visita la hacienda de don Bruno. Quien le presenta a Vicenta. ¿Por qué y cómo siendo
usted de una familia ilustre que ha considerado inferiores no solamente a los indios, sino a todos los
habitantes de la sierra, se interesa con aparente e increíble buena intención por los indios? Preguntó don
Bruno. Soy católico moderno, deseo practicar la doctrina socialista de la iglesia, responde Hidalgo. Luego
solicita trabajo en la hacienda de don Bruno pero éste no acepta. Y lo manda donde su hermano Fermín.
Rendón Willka lo acompaña. ¿Cree usted en dios? Le pegunta el ingeniero. ¿Cuál dios será? Zar, Cabrejos
oyendo misa, arrodillándose en la iglesia de San Pedro, Don Lucas llevando santos frailes a su hacienda,
Cisneros también. Don Lucas mata indios, don Cisneros mata indios, el Zar con Cabrejos desde Lima les
quita el alimento a trescientos caballeros antiguos. ¿Cuál dios es de ti? Joven Hidalgo La pregunta caía por
su propio peso.

Don Fermín recibió al ingeniero Hidalgo con complacencia le hizo calcular para construir un nuevo
acueducto.

CAPITULO XIII.
Los diarios de Lima “informaron” a su manera sobre el incendio de la iglesia de San Pedro, la muerte de
Cabrejos y la posesión de la compañía Aparcora. Se reunieron nuevamente los habitantes de la villa de San
Pedro y sacaron en andas a los patrones de la villa señorial y enrumbaron al pueblo de indios. Todos
lloraban.

El zar designa nuevo subprefecto. Los buldóceres aplanaban la Esmeralda, Anto asesina al capataz de un
balazo en el cráneo. Al ver que destruían su casa. Luego se lanzó contra el gran buldócer llevaba un paquete
en la mano. Veinte cartuchos de dinamita estallaron. La pampa madre se quedó sin sombra, sin frescura,
puro polvo.

Don Bruno y Rendón recibieron la noticia de la muerte de Anto. Se entera que la esposa se encuentra  entre
las paredes todavía de la casa. Don Bruno llora y se echa la culpa por prestar a sus indios para el
descubrimiento de la mina. Se prepara para ir a la hacienda de don Lucas donde los indios están muriendo de
hambre y comido por los piojos. “Bueno Demetrio, la hacienda, mi hijo, mi mujer y mis colonos se quedan
bajo tu responsabilidad” Todo está legalmente arreglado. Bien ¡Adiós!

Llegó a la hacienda de don Lucas. Los indios famélicos los seguían. Le dijo al mayordomo: no te asustes
hijo anúnciame con tu patrón. Soy don Bruno Aragón de Peralta. Don Lucas estaba en camisa, con fino
pantalón de hilo. Don Bruno no le dio tiempo de huir, con un certero balazo en el pecho lo tumbó. ¡Anda
remátalo! Ordenó a Satuco. He matado a don Lucas por orden del cielo dijo.

Luego, se dirige a la hacienda de don Fermín su hermano y le dispara en la pierna. Haciéndole responsable
por toda la destrucción causada por la mina. Con la cabeza apoyada en la pared, las manos sobre las rodillas,
los ojos medio cerrados don Bruno empezó a llorar.

CAPITULO XIV.
Don Fermín es operado por el médico de la mina y llevado con avión a Lima. Hidalgo es detenido y
encarcelado junto con don Bruno. La cárcel apesta. El padre de Hidalgo llega en un avión especial al día
siguiente. Hidalgo sale de la cárcel. Se le veía feliz. Al oír la noticia de que don Bruno mató a don Lucas e
hirió a su hermano. Vicenta con su hijo en brazos y Rendón Willka llaman a cabildo. Los organizaron y les
dan tierras para trabajar ¡Ya no serán mas colonos! Sino comuneros libres. Vicenta y su hijo salieron de la
Providencia, en el potro negro. Dos K´ollanas lo escoltaron. Se detuvo un instante bajo el arco grande  de la
casa hacienda ¡Pisonay! Dijo conteniendo las lágrimas. Árbol de mi hacienda, árbol de mi esposo, árbol de
mi hijo, árbol de mí ¡Tú lloras sangre, cada año! Llamearas por siempre en mi memoria, bajo mi pecho, en
mis venas. Árbol de Dios y el rio. Cuida a Rendón Willka. Llegaron los guardias cinco días después del
cabildo. Se entrevistan con Rendón Willka. Pablo Pumayauri un joven indio es puesto en la pared, junto a su
madre y es fusilado sin piedad alguna. ¡Capitán! ¡Señor Capitán! Dijo Rendón Willka nuestro corazón está
de fuego ¡Aquí en todas partes hemos conocido la patria al fin! Y usted no va a matar a la patria, señor. Si
quieres, si te provoca, dame la muertecita, la pequeña muerte, capitán. El oficial lo hizo matar. Y así fue
muerto Rendón Willka. En una cima don Adalberto Cisneros el abusador de indios acompañado por veinte
guardias lloraba. ¿Estoy desnudo? Preguntó. Me han enfriado esos indios amaestrados por el Rendón. Creo
que me han enfriado para siempre.

DATOS DE LA OBRA TODAS LAS SANGRES


La obra todas las sangres fue publicada en 1964 y es la quinta novela del escritor peruano José María
Arguedas.
PERSONAJES PRINCIPALES
Don Andrés Aragón y Peralta – Es el jefe de la familia más poderosa de la villa de San Pedro de
Lahuaymarca.
Don Fermín Aragón de Peralta – Es un hombre ambicioso y obsesionado por el poder económico.
Don Bruno Aragón de Peralta – Es un hombre violento con sus trabajadores a quienes azota sin piedad.
Demetrio Rendón Willka- Es el comunero de Lahuaymarca, sabio, sereno y valiente. Representante de
todos los indio de la comunidad.
PERSONAJES SECUNDARIOS
La kurku Gertrudis, VicentaMatilde, Nemesio Carhuamayo, Policarpo Coello, Adrián K’oto, Santos
K’oyowasi, Justo Pariona, Anto, Hernán Cabrejos Seminario, Gregorio, Perico Bellido, Don Alberto
Camargo, Felipe Maywa , Ricardo de La Torre, Asunta de La Torre, El subprefecto Llerena, Don Adalberto
Cisneros, Don Aquiles Monteagudo Ganosa, Don Lucas, El Zar, Palalo, El ingeniero Velazco, y Don Jorge
Hidalgo Larrabure.

MENSAJE DE LA OBRA TODAS LAS SANGRES


Los caballeros antiguos (hacendados), los mestizos, los indios, los colonos (indios esclavos). Son despojados
de sus tierras, por el Consorcio Wlisther and Bozart. Que en su afán de lucro no mide las consecuencias de
sus actos. Por el interés desmedido en la explotación de la mina de plata de Apark´ora. Hace de San Pedro,
una tierra en ruinas, donde el agua del rio Lahuaymarca que un comienzo servía para los regadíos de las
chacras así como para el funcionamiento de molinos de piedra, sea convertida en un rio inútil destinado a
una hidroeléctrica. El zar, el senador, el juez, el subprefecto, la policía, el ingeniero Cisneros, representan al
Consorcio Wilster and Bozart. Mientras, los hermanos Fermín y Bruno Aragón de Peralta, Rendón Willca,
los hacendados empobrecidos, los mestizos, los indios, los comuneros y por último los colonos que son
indios esclavos representan al pueblo de San Pedro. Que posteriormente sería “exterminada” por el
consorcio. El autor hace alusión de “Todas las Sangres” por la participación de diferentes entes, desde el
indio colono hasta el zar que es un personaje “blanco” que tiene derecho a todo. Asimismo por el árbol
“pisonay” que año tras año llora sangre.

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