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Comienza la guerra

entre las dos simientes

En Génesis 4 descubrimos el primero de una serie de choques entre las


dos simientes hostiles. Cuando Dios llama a un pueblo para poner en él su
nombre, sólo puede hacerlo de entre la familia caída de Adán, cada uno de
cuyos miembros son esclavos del “dios de este siglo”, el diablo. Algunos
de ellos responderán a la voluntad de Dios y se convertirán en la simiente
de la mujer; otros, por el contrario, la rechazarán, llegando a constituir la
simiente de Satanás; lo cual dividirá a la raza humana en dos familias o
simientes en guerra: los hijos de Dios y los hijos del diablo.
Lleno de rabia y de odio contra Dios y sus elegidos, Satanás peleará
contra la familia del Señor. Los hijos de Dios se convertirán en el objeto de
la inquina de los que no pertenecen a dicha familia: aquellos todavía
caídos en Adán que siguen siendo simiente de la serpiente.

Caín y Abel
La mayoría de las veces, las personalidades sobrenaturales invisibles que
constituyen la simiente de Satanás no pueden verse; los que sí resultan
visibles son los agentes humanos a través de los cuales actúan (Efesios
6.12). En Génesis 4, Caín se presenta como uno de esos “hijos de
desobediencia”, el comienzo de la línea perversa de la simiente de
Satanás. El diablo hará guerra contra los primeros santos por medio de su
simiente, en este caso de Caín. Por eso comenzamos por él.

Expreso de esa manera la hostilidad mutua porque en tales relatos el


antagonismo es más de parte de la descendencia de la serpiente que
viceversa. Por lo general, resulta de una reacción negativa de la simiente
humana de Satanás al estilo de vida justo que caracteriza a la simiente
también humana de la mujer. La vida piadosa del pueblo de Dios despierta
celos, enojo y resistencia de parte de la gente perversa; sentimientos que
pueden llegar a convertirse en odio declarado. La descendencia de los
justos tiene que sufrir y morir a menudo a manos de la simiente injusta.
Esto es exactamente lo que sucedió en la historia que nos ocupa.

Caín y Abel pueden considerarse como los primeros representantes de las


dos simientes en guerra de que habla Dios en Génesis 3.15: Caín de la
serpiente y Abel de la mujer.

Después de la Caída, nuestros primeros padres demostraron ser una


pareja temerosa de Dios: dos de sus tres hijos, cuyos nombres se registran
en Génesis 4 y 5, anduvieron evidentemente en la fe de aquellos. Eva
exclama gozosa después del nacimiento de su primogénito, Caín: “Por
voluntad de Jehová he adquirido varón”.
En esta frase hay al mismo tiempo agradecimiento y alabanza.
Agradecimiento por la liberación del dolor y el peligro ya que era el primer
niño nacido de una mujer, no cabe duda de que se tiene en mente la
maldición de Génesis 3.16, y alabanza porque Jehová está manifestando
su gracia y fidelidad al conceder un hijo. También debería repararse en el
uso del nombre “Yahvé”. Evidentemente, entonces, ya que el nombre
enfatiza su misericordiosa fidelidad, Eva alaba a Dios por el hecho de que
Aquel que había prometido victoria a la simiente de la mujer deja que nazca
realmente. Nada indica que pensara que aquella misma simiente, Caín,
sería quien aplastara personalmente la cabeza de la serpiente, pero en
cualquier caso, ahora tenía una señal de la fidelidad de Yahvé.
Adán y Eva estaban presentes cuando Dios anunció la maldición y la
promesa a la serpiente en Génesis 3.15. Lo que vemos en el capítulo 4,
versículo 1, es una muestra de que Eva nunca olvidó aquellas palabras. Es
probable que al ponerles nombre a sus primeros y terceros hijos tuvieron
en cuenta lo dicho en Génesis 3.15.

No obstante, Eva se equivocó con Caín. ¡Qué grande debió ser su


desilusión cuando éste se manifestó más como la simiente de Satanás (1
Juan 3.12) que como la descendencia prometida de la mujer! ¡Qué
tragedia para la primera madre! Es el modelo de muchas mujeres piadosas
a través de los siglos que han visto a algún hijo predilecto apartarse de
Dios. ¡Cuánto sufren esas mujeres!
El versículo 2a se refiere al nacimiento del hermano menor: Abel. No se da
ninguna explicación acerca de por qué se le llamó así (“aliento”), como en
el caso de Caín. Siendo éste el primogénito, se atribuye mucha
importancia a su nacimiento.
Escena primera: Versículos 2 al 5
Estos versículos constituyen la primera escena. Toda ella es narración.
Los principales actores: Caín y Abel. Yahvé no habla. En primer lugar se
menciona la ocupación de Abel y luego la de Caín. Sin embargo, la
ofrenda de este último se registra antes que la de su hermano.

Se ha dado mucha importancia al por qué la ofrenda de Abel fue acepta y


la de Caín rechazada. Caín trajo del “fruto de la tierra”, mientras que Abel
sacrificó un animal (sangre). No obstante esto no parece ser lo importante
del relato. Las ofrendas de grano y de otros frutos de la tierra no sólo
habrían de revelarse aceptables más tarde, sino que la ley de Dios las
mandaría.
¿Por qué no fue aceptada la ofrenda de Caín y sí la de Abel? Las dos
explicaciones más corrientes son: primera, los diferentes motivos de
ambos hermanos, que sólo Dios conoce (Hebreos 11.4); y segunda, las
diferentes actitudes que tenían los dos hijos de Adán y Eva en cuanto a la
adoración.
Un vistazo a la descripción de ambas ofrendas parece respaldar esta
interpretación: “Abel trajo de los primogénitos de sus ovejas, de lo más
gordo de ellas” (Génesis 4.4). “Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda
a Jehová” (v. 3). No se menciona que fueran “los primeros frutos de la
tierra”, como más tarde exigiría la ley, sino simplemente que era fruto de la
tierra.

El hecho de que trajeran sacrificios, por sí solo, revela que Adán y Eva
comprendían cómo se debía adorar a Dios después de su caída. Sabían
de la necesidad de ofrendas sacrificiales y enseñaron a sus hijos a
hacerlas.

Abel hizo como se le había enseñado, pero Caín actuó según su propio
criterio. Como consecuencia de ello, Moisés expresa: “Y miró Jehová con
agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y la ofrenda
suya” (vv. 4–5). Dios responde a la actitud de cada hijo antes que a sus
ofrendas. En realidad la diferencia estaba en las distintas actitudes
internas de obediencia, fe y verdadero amor al Señor.
Ambos hijos fueron educados en el mismo hogar, por los mismos padres
piadosos (resulta interesante constatar que la fe de Eva se destaca sobre
la de Adán en el capítulo 4) y bajo idénticas circunstancias. A los dos se
les enseñó a adorar y a presentar ofrendas al Señor. Sin embargo, el
corazón de uno de ellos, Abel, se inclinó por Dios para agradarle mediante
la fe; mientras que el del otro, Caín, se inclinó hacia sí mismo para actuar
según su propia voluntad.
La reacción de Caín en el versículo 5, cuando Dios rechaza su ofrenda, se
describe con palabras fuertes. En primer lugar, se “ensañó en gran
manera”, y después “decayó su semblante” y anduvo “cabizbajo y
deprimido”.

No se nos dice de qué manera conocieron ambos hermanos la reacción de


Dios a sus ofrendas, pero Él se la hizo saber. Caín no se sintió confuso en
cuanto a la razón de no haber sido acepto, sino que, en vez de ello, se
enfureció tanto contra Dios como contra su hermano. Cayó en un gran
abatimiento producido por la autocompasión y un enojo profundo.
Además, en la persona de Caín se nos pinta el retrato de un hombre
perverso que sin embargo desea ser considerado justo. Tales personas
hacen verdaderamente, de labios para fuera, esfuerzos ímprobos por
merecer ser bien tratados por Dios; y manteniendo el corazón envuelto en
engaño, no le presentan más que una careta; de modo que en su ansiosa y
esforzada adoración religiosa no hay nada sincero, nada que no sea mera
apariencia. Cuando, más tarde, descubren que no obtienen ninguna ventaja
de ello, traicionan el veneno que hay en sus mentes; porque no sólo se
quejan contra Dios, sino que estallan en ira manifiesta, demostrando que, si
pudieran, con gusto arrancarían al Señor de su trono celestial. Tal es el
orgullo innato de los hipócritas.

Escena segunda: Versículos 6 y 7


Esta escena comienza con la respuesta de Dios al ensañamiento y la
depresión de Caín (4.6–7). El que dicha respuesta haya sido registrada
resulta de gran ayuda para entender lo que estaba ocurriendo en la vida
de Caín desde la omnisciente perspectiva de Dios. Se nos muestra al
Señor dispuesto a perdonar y aceptar a Caín en su familia. La respuesta
de Dios (v. 7) constituye sin embargo uno de los versículos más difíciles de
traducir e interpretar del libro de Génesis.
Dios empieza con dos preguntas directas: “¿Por qué te has ensañado, y
por qué ha decaído tu semblante?” Y al hacerlas muestra una gran
compasión. Naturalmente, sabía la contestación a ambas; pero su
propósito parece ser el de dar a Caín la oportunidad de reflexionar sobre
las verdaderas razones de su enojo y tristeza.

Esta interpretación se ve además respaldada por la tercera pregunta de


Dios en el versículo 7: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” Otros
traducen: “Si bien hicieres, ¿no se levantará tu semblante?” Y también: “Si
bien hicieres, ¿acaso no hay perdón?”

Aunque puede objetarse que el perdón no se obtiene mediante buenas


obras, tampoco se trata de eso. Lo importante es que Caín ha pecado. Él
lo sabe y Dios también. El Señor quiere perdonarle y aceptarle, pero debe
reconocer primero su pecado y confesarlo. Si lo hace, Dios le invita a venir
a Él. El Señor no ha aceptado en forma arbitraria a Abel en detrimento de
Caín, como afirman ciertos comentaristas. Tiene el corazón lo
suficientemente grande para ambos. Caín debe reconocer su falta y venir a
Él con un corazón sincero, arrepentido, y Dios lo perdonará y aceptará.
Creo que lo que motiva las tres preguntas de Dios, pero sobre todo esta
última, es el deseo de que Caín se arrepienta.
Después de esas tres preguntas, Dios hace una seria advertencia y da una
exhortación o promesa. Todo ello demuestra su gracia hacia Caín. “Caín,
todavía no es demasiado tarde”, está diciendo Dios. “También te aceptaré
como he aceptado a tu hermano Abel”.

El pecado de Caín y el campo sobrenatural perverso


En seguida viene la seria advertencia de Dios, en la cual descubrimos
algunas de las dimensiones de guerra espiritual que tenía el problema de
pecado de Caín: “Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo
esto, a ti será su deseo”.
Se trata de una palabra poderosa y también de la primera aparición del
término pecado en la Biblia. Esta advertencia, además, arroja luz sobre la
naturaleza del pecado en sí. Aquí el pecado se personifica; recibe vida
independiente como si se tratase de un animal e incluso de una serpiente
acechando a la puerta de la casa de Caín, lista para destruirle.

Creo que esta posición es correcta. En realidad se trata de la opinión del


Nuevo Testamento. El apóstol Juan se refiere al problema del pecado de
Caín como algo satánico (1 Juan 3.12). ¿Estaba Caín endemoniado?
El poder dominante del mal que se revela en esta historia es el mundo
sobrenatural perverso. El pecado personificado estaba presente en la vida
de Caín (v. 7). Juan dice que, así como los creyentes son “de Dios” (1
Juan 5.19), Caín era “del maligno” (1 Juan 3.12). Pertenecía a Satanás
como nosotros pertenecemos a Dios. De igual manera que los creyentes
comparten la vida de Dios, que mora en ellos, Caín compartía la vida de
Satanás, el cual vivía dentro de él. Aunque tal vez aquello no fuera cierto
todavía en esa etapa de pecado en que se encontraba cuando Dios le
habló (vv. 6–7), se haría realidad inmediatamente después. El Señor
advirtió a Caín de que el demonio del pecado le esperaba fuera para
“poseerle”. Tenía puesto su “deseo” en él.

La advertencia de Dios aquí constituye una palabra de gracia para Caín. El


Señor sabía adónde se dirigía éste e intervino para avisarle. Le estaba
diciendo: “¡Detente Caín! Vuelve atrás. Vas hacia el desastre”. Dios sigue
en su intento de detener a Caín y le dice: “Tú te enseñorearás de él”. Es
decir: “Debes enseñorearte del demonio personal de pecado que está a tu
puerta”.

Dios habla a Caín como a un hijo obstinado, y saca de él lo que duerme en


su corazón y le acecha cual animal salvaje junto a su puerta. Y lo que hizo
con Caín, lo hace con todo aquel que esté dispuesto simplemente a mirar
en su corazón y a escuchar la voz de Dios.
Y anticipándonos, el versículo 8 expresa:
El pecado de Caín respecto a su hermano fue principalmente de celos que
terminaron en odio. Un pecado que en comparación con otros parece débil
e insignificante, pero que lleva dentro de sí una gran capacidad de
desarrollo.
La ira, la amargura y el rencor son algunos de los agarraderos más
peligrosos para el pecado en la vida humana. De ahí las apasionadas
advertencias de Pablo al respecto (Hebreos 12.15; Efesios 4.26–27; 5.29–
6.2; Colosenses 3.8–17). En el relato de Génesis, vemos a Caín
experimentar esto mismo.

Ahora la narración da un giro drástico para mostrar las posibilidades de


desarrollo que encierra el pecado, el cual, para entonces, ya se había
adherido firmemente al hombre; posibilidades para el mal que ningún
hombre hubiera sospechado jamás que escondiese. De repente, ese
pecado sale a la luz y manifiesta a plenitud su perversa naturaleza y lo
terrible que entraña.

Escena tercera: Versículo 8


Caín asesina a su creyente y piadoso hermano Abel.
La razón por la que es asesinado Abel son los celos y la envidia
desenfrenados de Caín. En vez de aceptar la decisión de Dios, Caín
rechaza a aquel a quien Dios ha aceptado. Pero esta reacción no hace
sino exacerbar su dilema: ha eliminado a Abel, pero ¿qué hacer ahora con
Dios?
El primer asesinato fue un fratricidio. No podía el pecado haber mostrado
de una manera más drástica las posibilidades que se esconden en él. En
la segunda generación ya había alcanzado las proporciones de asesinato.
Es obvio que el término «simiente de la mujer» (3.15) debe experimentar
cierta modificación. Aquí tenemos ya un caso claro de cómo “la simiente
de la mujer se había convertido (en parte) en la simiente de la serpiente”

Escena cuarta: Versículos 9 al 14


Esta escena, como la segunda, es un diálogo entre el Señor y Caín. Los
versículos 6 y 7 no registran las respuestas de Caín, si es que las hubo.
Aquí aparecen íntegramente. El interrogatorio divino de Caín y la
subsiguiente formulación de maldiciones, se asemejan al “trato semejante
que recibió Adán (cf. 4.9 y 3.9; 4.10 y 3.13; 4.11 y 3.14, 17; 4.12 y 3.17–
19). Muchas de las palabras claves del capítulo 3 aparecen aquí de nuevo:
“saber”, “guarda”, “maldito”, “tierra”, “echar”.
Concluimos nuestro comentario de Génesis 4 con la última parte del
versículo 8: “Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató”.
Así el pecado de Adán había crecido hasta llegar al fratricidio en su hijo
Caín fue el primer hombre que permitió al pecado reinar en él, alguien “del
maligno” (1 Juan 3.12). En él, la simiente de la mujer había llegado ya a ser
la simiente de la serpiente; y con su acción, la verdadera naturaleza del
maligno salió a luz abiertamente como el que es “homicida desde el
principio”. De manera que ya entonces había surgido ese contraste entre
dos simientes distintas dentro de la raza humana que se observa en toda la
historia de la humanidad.
Con esta historia había comenzado la guerra espiritual, que continúa hasta
hoy, entre las dos simientes, los dos reinos. La contienda espiritual estalló
en toda su fuerza. El resto de la Biblia no hace sino seguir la pista de lo
que hemos visto aquí las “dos simientes distintas dentro de la raza humana
que se observa en toda la historia de la humanidad”.

La simiente de la serpiente hiere el talón de la simiente de la mujer. El


injusto Caín asesina a su justo hermano Abel (1 Juan 3.12). Desde
entonces el mundo jamás ha conocido la paz.

La guerra espiritual, basados en


El libro de los Jueces.

Experimentando plena victoria

Después de que los hijos de Israel se arrepintieron y clamaron al Señor por


liberación, él envió su socorro. Esta liberación comienza con una palabra
específica de parte del Señor, indicando lo que ellos deberían hacer.
Correspondía a los hijos de Israel recibir y obedecer aquello que el Señor
ordenó en su Palabra.
« ...¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Vé, junta a tu
gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de
Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti el arroyo de Cisón a
Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo
entregaré en tus manos?» (Jue. 4:6-7). «Y juntó Barac a Zabulón y a
Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su mando; y Débora
subió con él» (Jue. 4:10).

El Señor había dado instrucciones muy específicas a Barac: él debería


llevar diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón al
monte de Tabor, y desde allí ellos descenderían contra sus enemigos. En
obediencia a la Palabra, Barac vuelve a Cedes y convoca a Zabulón y a
Neftalí (4:10).
Queridos hermanos: ¿De dónde somos convocados para la batalla?
«Cedes» es el lugar apropiado. En Josué 21:32 se nos dice que Cedes era
una de las ciudades de refugio donde el homicida estaría seguro de su
vengador. Fue desde esa ciudad que Barac convocó al pueblo a subir al
monte y luego ir a la batalla.

¿De qué nos habla esta figura de la ciudad de refugio? Ella nos recuerda
la obra de la cruz. Es en ella que tenemos refugio. Solamente a partir de
allí podemos salir a la batalla.

Si usted parte de cualquier otro lugar, ciertamente será derrotado ante


«Jabín y su ejército». Toda nuestra victoria tiene su fundamento en la obra
del Señor en la cruz. Fue allí en la cruz que el Señor despojó a principados
y potestades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos. (Col. 2:15).

Fue allí también que nuestro viejo hombre fue vencido, fue crucificado
(Romanos 6:6). Es a partir de esa «ciudad de refugio», y solamente desde
ella, que nos tornamos vencedores en la batalla. ¡Aleluya! ¡Bendito es
nuestro Señor Jesús!
Ahora, ¿por qué la convocación para la batalla fue específicamente para
Zabulón y Neftalí? Debe haber más respuestas, pero se me ocurre que era
porque el enemigo estaba cerca de ellas. La ciudad donde Jabín construyó
su «cuartel general» estaba en el territorio de Neftalí, y Zabulón era su
vecino. Ellos deberían asumir la batalla primero en nombre del Señor y a
favor de todo su pueblo. Sin embargo, aunque la responsabilidad de tomar
la delantera era de esas dos tribus, se esperaba que las demás tribus de
Israel fuesen en socorro de ellos, como se demuestra en el cántico de
Débora en el capítulo 5.

De la misma forma con nosotros hoy, somos llamados a batallar


directamente en aquello que nos han afligido, que está «cerca de nosotros,
que es nuestro vecino», y también a socorrer cuando sea el caso a
«aquellos que están en la tribu de Neftalí y Zabulón». Eso nos habla de
nuestra batalla, que en verdad es corporativa. Somos miembros los unos
de los otros. La batalla de nuestros hermanos en Cristo debe ser también
la nuestra.
Después de esa convocación en Cedes ellos van al monte Tabor como el
Señor ordenó. De lo alto, ellos podrían tener una visión del campo de
batalla. «Tabor» significa «propósito». Y de la misma forma como ellos
fueron llamados a ir a ese lugar, somos también llamados a participar del
propósito de Dios.
Cuando pensamos en el propósito de Dios, sabemos que existe un gran
propósito, o usando las palabras de la Escrituras «el propósito eterno que
hizo en Cristo Jesús» (Ef. 3:11). Las Escrituras afirman que Dios reunirá
todas las cosas en Cristo (Ef. 1:10). O, dicho en otras palabras, pondrá
todo bajo la autoridad del Señor Jesucristo. Ese es el gran propósito de
Dios y por su gracia somos participantes de él.

Hay muchos enemigos que pueden estar oprimiendo al pueblo de Dios. Y


todos nuestros enemigos que nos están oprimiendo –las cosas que
intentan sacarlos de la voluntad de Dios, la sabiduría de este mundo, toda
su lujuria, todo aquello de que nos habla Canaán– precisan ser vencidos
para que el propósito de Dios se cumpla en nuestras vidas. Debemos
cooperar con el Señor, para que él nos conduzca a la victoria. Debemos
decir ‘Sí’, debemos oír, aceptar el llamado, la convocación del Señor, e ir.
Después de haber ido al monte Tabor, “entonces Débora dijo a Barac:
Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en
tus manos.¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac descendió del
monte Tabor, y diez mil hombres en pos de él” (Jue. 4:14). ¡Es el Señor
quien va al frente en esta batalla! “Y Jehová quebrantó a Sísara, a todos
sus carros y a todo su ejército, a filo de espada delante de Barac; y Sísara
descendió del carro, y huyó a pie” (4:15). En respuesta al clamor del
pueblo, Dios se movió desde los cielos y envió la liberación. La Palabra del
Señor se cumplió fielmente.

Después de ir Barac al monte Tabor con el pueblo, el Señor, tal como


había dicho, indujo a Sísara con su ejército y sus carros herrados a ir hasta
el arroyo de Cisón. ¡Y qué cosa tremenda! Ved lo que sucedió en ese
arroyo. Nos lo dice Débora en su cántico: “Desde los cielos pelearon las
estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara; los barrió el torrente de
Cisón, el antiguo torrente, el torrente de Cisón ...” (5:20-21). Cayó lluvia
torrencial, el torrente de Cedrón se desbordó y todos los carros del
enemigo fueron arrastrados. El poder del enemigo fue anulado y así todo
el ejército de Sísara fue derrotado.

¡Alegrémonos en el Señor, pues nuestra victoria viene de lo alto, de Aquél


que está sentado en el trono y tiene bajo su control todas las cosas!

Separados completamente
“Y Sísara huyó a pie a la tienda de Jael mujer de Heber ceneo ... Pero Jael
mujer de Heber tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su
mano, se le acercó calladamente y le metió la estaca por las sienes, y la
enclavó en la tierra ... y así murió” (4:17, 21).
Correspondió a Jael la oportunidad de dar fin al enemigo. Ella, junto con
Heber, su marido, salió de en medio de los ceneos, se separó de ellos, y
armó su tienda en otro lugar. Sin embargo, pese a esa separación, ella y
su marido todavía continuaban siendo amigos del opresor de Israel:
“porque había paz entre Jabín rey de Hazor y la casa de Heber ceneo”
(4:17). Pero, finalmente, fue ella quien asestó el golpe fatal sobre el
enemigo de Dios.
Vemos aquí otro principio importante en este asunto de la batalla:
Debemos separarnos de todo aquello que es hostil al Señor y a su pueblo.
Esa separación está también relacionada con nuestra santificación.

Muchas veces nosotros hemos hecho una separación parcial de las cosas
que pertenecen a Jabín y a Canaán, de las cosas de este mundo, de la
sabiduría de este mundo. Todavía estamos ‘flirteando’ con esas cosas.
Estamos separados, pero no completamente. Pero gracias a Dios, cuando
esa amistad con el mundo fuere rota, podremos ver de manera cabal en
nuestras vidas la victoria sobre nuestros enemigos.

Vea lo que el Señor dice a Josué, después de que Israel fuera derrotado
por sus enemigos en Hai: “Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos
para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en
medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que
hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros” (7:13). ¡Qué aviso
solemne! ¡Debemos separarnos de todo lo que es anatema delante del
Señor y así veremos al Señor actuando en nuestras vidas y las de su
pueblo!

La figura de Jael tomando la estaca de la tienda y clavándola en la frente


de Sísara, nos indica cuánto nos es necesario tener una actitud radical en
relación a nuestra mente carnal. Dejo aquí el testimonio y la instrucción de
la Palabra de Dios en Colosenses 3:1-10: “Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra
de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.(...).
Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las
cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, (...) No
mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con
sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo
creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”.
Esto nos indica un camino de separación, de santificación, que nos hará
experimentar plena victoria sobre nuestros enemigos, ¡sea nuestra carne,
el mundo o el diablo!

El cántico de victoria y los Vencedores

En Jueces 4, Débora miraba la batalla en una perspectiva futura. Pero en


Jueces 5, su mirada se vuelca hacia el pasado, hacia lo que aconteció
durante el desarrollo de la batalla.

En el capítulo 5 de Jueces tenemos una figura muy viva de lo que


sucederá en el tribunal de Cristo. En aquel día, delante del Señor, en una
gran reunión de la familia de Dios, él va a recordar la situación de cada
uno de nosotros, de cómo nos comportamos durante la batalla. Y en aquel
día cada uno de nosotros recibirá del Señor su alabanza o su reprimenda.
En el regreso del Señor Jesús, antes de inaugurarse su reino milenial (Ap.
20:1-6), acontecerá en los aires el tribunal de Cristo, ante el cual todos
nosotros –solamente los hijos de Dios, los redimidos por la sangre del
Señor Jesús vamos a comparecer (2ª Cor. 5:10). En ese tribunal, las obras
de los cristianos serán juzgadas, serán probadas (1ª Cor. 3:12-15) por
Aquel que tiene los ojos como llama de fuego (Ap. 1:14). Entretanto, los
incrédulos comparecerán ante el trono blanco al final de ese reino (Ap.
20:11-15).

En ese tribunal serán concedidos los galardones para aquellos que


permanecieron fieles al Señor durante el tiempo presente. Ahora, existe la
posibilidad de que un creyente genuino pierda privilegios reservados para
él, aunque su salvación eterna esté asegurada. Como nos dice en 1ª
Corintios 3:15: “... él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque
así como por fuego.”

En verdad, el mayor privilegio que será concedido al cristiano es poder


reinar con Cristo en su reino milenial. Por eso las Escrituras nos advierten:
“... ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Flp. 3:12). Todo
aquello que no hayamos tratado delante del Señor, y que no haya sido
confesado y borrado por la sangre del Señor Jesús, aparecerá en aquel
día. Las Escrituras nos exhortan a ordenar hoy nuestros caminos con el
Señor, nunca mañana. Como por ejemplo, se nos dice que no se ponga el
sol sobre nuestro enojo (Ef. 4:26); o sea, no podemos dejar que acabe un
día sin resolver ese asunto delante del Señor.
¡Ah, mis queridos, cuántas cosas terribles muchos de los hijos de Dios
cargan por tantos años y nunca arreglan delante del Señor! Cuántas
desavenencias entre hermanos en Cristo que nunca son arregladas; no
hay perdón mutuo. Ciertamente, cuando el Señor vuelva, todo será traído
a la luz. ¡Hoy, ahora, es el tiempo de hacer los arreglos! Por eso Juan, el
apóstol, nos exhorta en su carta diciendo: “Y ahora, hijitos, permaneced en
él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su
venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2:28).

¿Cómo nos hemos comportado en el tiempo de la batalla? Veremos que


en el cántico de Débora hay algunas personas que son recordadas con
alabanza y otras con reprimendas, ¡e incluso con maldiciones! ¿Usted se
acuerda de la parábola de los talentos en Mateo 25? Hubo siervos que
fueron alabados por su señor y otro que fue reprendido y maldecido. ¡Oh,
cuán serio es esto! Esto es un cuadro que sucederá en el tribunal de
Cristo. Que el Señor por su gracia y su misericordia nos ayude.

¡El cántico de Débora es el cántico de los vencedores! De aquellos que


estuvieron en el campo de batalla y experimentaron la victoria. Nadie
puede cantar este cántico si no es un vencedor. No es la alegría de la
salvación que está siendo celebrada, sino el regocijo por la victoria que el
Señor nos concedió en el campo de batalla.

Cuando el pueblo de Israel atravesó el Mar Rojo, ellos también cantaron


un cántico. Pero en ese cántico Moisés apunta hacia la redención. El
pueblo de Dios fue redimido, fue sacado de Egipto. Todo el pueblo, todos
los hijos de Israel, pudieron entonar ese cántico. Pero el cántico como el
que Débora entonó, solamente pueden cantarlo aquellos que estuvieron
en el campo de batalla y vencieron.

¿Usted recuerda de la situación que vivieron Pablo y Silas? Después de


predicar la palabra de Dios fueron encarcelados, pero a medianoche
entonaban himnos al Señor. No sé qué himnos cantaban ellos. Mas, con
toda seguridad, eran himnos de victoria. ¡Los cánticos de los vencedores!
Cuán bien habrán sonado a los oídos de Aquel que nos conduce a la
victoria, que el Señor manifestó su aprobación rompiendo sus cadenas.

En el momento de la batalla puede ser tan difícil la situación, tan terrible


muchas veces. Pero después que termina, podemos mirar para atrás y ver
los hechos del Señor por nosotros y su liberación. ¡Vemos que nuestro
Dios es el Señor de los Ejércitos!

Después de terminada la batalla, Débora mira hacia atrás y, junto a Barac,


cantan ese cántico profético.

A pesar de ser un cántico rico en detalles, quiero aprovechar para destacar


más los aspectos de la batalla corporativa, en vez que los aspectos
individuales, como hicimos en la meditación del capítulo 4 de Jueces.
Vamos a considerar primero aquellos que fueron nombrados con alabanza.

“El pueblo de Zabulón expuso su vida hasta la muerte, y Neftalí en las


alturas del campo” (Jue. 5:18). Zabulón, junto con Neftalí, estuvieron en la
batalla y expusieron sus vidas. En el capítulo 12 de Apocalipsis se nos
habla de aquellos que vencieron al enemigo. Dice que «ellos le han
vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio
de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (v. 11).

Eso nos hace recordar las palabras de nuestro Señor Jesús: “Porque todo
el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por
causa de mí y del evangelio, la salvará” (Mr. 8:35). Esta vida aquí se
refiere a la vida del alma. La palabra traducida en Marcos y en Apocalipsis
por “vida” es la misma: alma. ¿Y qué nos quiere decir eso? Está
relacionado con negarnos a nosotros mismos. La vida de nuestra alma
(voluntad, emoción y mente) debe ser negada para que la voluntad, mente
y emoción de Cristo se manifieste en nosotros. ¿Eso significa que seremos
“fantoches” sin vida? ¡No! ¡En absoluto! Significa que toda vez que mi alma
esté en controversia con Dios, yo debo negarme a mí mismo y aceptar
aquello que es de Dios. Como nuestro propio Señor Jesús hizo: “Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”
(Lc. 22:42). En ese momento, el Señor se estaba negando a sí mismo. La
voluntad del Padre debía prevalecer.
Zabulón y Neftalí fueron convocados para la batalla y prontamente
atendieron al llamado. ¡Cuánto necesitamos hoy de Zabulones y Neftalíes!
Cuántas cosas han llevado al pueblo de Dios al cautiverio. ¡Cómo el
mundo ha hecho cautivo al pueblo de Dios! ¡Cuánta religiosidad entre el
pueblo de Dios! Una religiosidad que mantiene a los hijos de Dios cautivos
por aquello que es producido por el hombre y no por el Espíritu Santo.

¡Oh, cómo necesitamos soldados de Cristo que levanten sus “espadas” por
el Señor y por su pueblo! Soldados que tomen la Palabra de Dios, que es
la espada del Espíritu, para combatir todo aquello que pertenece a las
tinieblas y que se ha levantado como verdaderas fortalezas del enemigo,
impidiendo que los creyentes en Jesucristo vivan en la libertad de los hijos
de Dios (Gál. 2:4). Judas escribió su carta exhortándonos a contender
“diligentemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (v. 3).

En esta batalla contra Jabín –nuestros propios intereses, nuestra propia


sabiduría, las riquezas, todo aquello que es terreno– nosotros necesitamos
tener esta actitud de no amar la vida de nuestra alma.
Hubo también otros que, aunque no fueron convocados para la batalla, se
ofrecieron voluntariamente (v. 5:2) y fueron alabados por eso: Efraín,
Benjamín, Faquir e Isacar.
¡Cómo nos muestra esto la importancia de identificarnos con la luchas de
nuestros hermanos y hermanas en Cristo! Piense en las situaciones que
enfrentan los hermanos con los cuales usted convive. Por ejemplo, una
familia puede estar pasando por una tremenda lucha con un hijo que está
involucrado en drogas. El combate es terrible en todos los sentidos.
¿Qué hacemos en este caso? ¿Podemos simplemente quedar mirando de
lejos ese sufrimiento? A causa de que usted ama a los hermanos y al
Señor, usted se identifica con esa familia y va en su socorro en esa batalla.
¿Cómo? Al menos, orando sinceramente por aquel hijo y por aquellos
padres. Ofreciéndoles su amor y simpatía en su sufrimiento; animándoles
a permanecer firmes en el Señor mientras esperan la liberación para su
hijo. O puede ser que usted se sienta movido por el Espíritu de Dios a
ofrecer sus súplicas a favor de aquel joven con oración y ayuno. Es sólo un
ejemplo; pero el hecho es que usted se identificará con aquellos que
necesitan de socorro en la batalla y el Espíritu de Dios lo guiará en lo que
haya que hacer.
El hecho de que aquellas tribus se hayan ofrecido voluntariamente en la
batalla también nos recuerda lo que ha sucedido en la historia de la iglesia.
Hay algunas batallas del Señor por su pueblo que es necesario pelear. Y
generalmente el Señor levanta algunos “jueces” como Barac, y muchos se
ofrecen voluntariamente para batallar con ellos.

Piense en el caso de la Reforma. Dios levantó a Martín Lutero para


restaurar la verdad de la justificación por la fe. Todo el infierno se levantó
en contra, pero en esa batalla del Señor, ¡muchos se ofrecieron
voluntariamente y abrazaron esa causa exponiendo literalmente sus vidas
por amor al Señor y su verdad! Todas esas personas serán recordadas
con alabanza ante el tribunal de Cristo. ¡Sus nombres están registrados en
un memorial eterno delante de Dios! (Ml. 3:16).

Y fue así en varios períodos de la historia de la Iglesia. En cada mover del


Espíritu Santo, muchos se identificaron con la causa del Señor y se
unieron en la batalla por el Señor y su propósito para aquel momento
específico. Fue así también en el movimiento de la vida interior, en el
movimiento de santidad, en el movimiento más conocido como los
hermanos de Plymouth –Plymouth Brethern–. Ellos comenzaron a reunirse
sólo en el nombre del Señor y fueron usados por Dios para restaurar la
verdad de la iglesia como el cuerpo de Cristo y muchas otras verdades).

¡Muchas verdades de Dios fueron restauradas y nosotros las disfrutamos


hoy por causa de aquellos valientes que el Espíritu Santo levantó! Sus
nombres serán eternamente recordados por el Señor.

En el Nuevo Testamento usted encontrará muchos registros en este


sentido. Registros de aquellos que, por amor del Señor y a los hermanos,
pelearon la buena batalla.
Piensen en Pablo, el apóstol. Dios lo llamó a un ministerio, pero para
realizarlo él experimentó muchas luchas. Y el Espíritu Santo dejó
registrado en la palabra de Dios, las Escrituras eternas, el nombre de
algunos que fueron en socorro de Pablo. Por ejemplo, se nos dice que
Priscila y Aquila, colaboradores de Pablo en Cristo Jesús expusieron su
propia vida por la vida de Pablo (Ro. 16:3-4). Se unieron a Pablo en la
batalla por el Señor y por el Evangelio.

Alabado sea el Señor por todos los santos de Dios de todas las épocas
que pelearon las batallas del Señor. ¡Que el Espíritu Santo pueda levantar
muchos soldados de Cristo en este tiempo!

El Evangelio según San Mateo…


CAPITULO 4
LA SEGUNDA TENTACION. Mateo 4- 5-7

Satanás ahora "desafía" a Jesús a probar su fidelidad a Dios.


"Puesto que crees en la palabra de Dios", insinúa Satanás, ¿por qué
pruebas una de las promesas de Dios?. Satanás entonces cita, pero
equívocamente, el Salmo 91:11-12. "Si realmente crees que Dios te
cuida, ¡lánzate desde el pináculo del templo y que los Ángeles te
reciban!". Cristo le contesto usando las palabras de Deuteronomio
6:16, "No tentareis a Jehová vuestro Dios ....". Satanás dejo fuera una
frase importante: "en todos tus caminos", (Salmo 91:11). Dios guarda
sus promesas cuando guardamos sus caminos. Jesús dijo que
deberíamos vivir por cada palabra que Dios pronuncia, pero Satanás
le añade a la Biblia y le quita. Puede tergiversar la Biblia y darle a los
cristianos razones carnales para respaldar sus acciones insensatas.
Tengamos mucho cuidado con tomar las promesas de Dios fuera de
su contexto, o reclamar promesas al Señor cuando las circunstancias
nos son adversas.

Hacer algo sin la autoridad de la Biblia es pecar, porque "todo lo que


no proviene de fe, es pecado", (Ro. 14:23) ¡Estamos tentando a Dios
cuando le desafiamos de que intervenga cuando estamos en
problemas!. Esto no quiere decir que no "clamemos a El". Toda la
Biblia nos enseña a que debemos pedir al Señor que nos libere
cuando estemos en conflictos. Tentar a Dios es cuando ponemos sus
promesas entredicho, cuando tratamos de poner en duda su poder o
existencia a menos que nos lo demuestre a fin de convencernos o
convencer a otros de que sus promesas son ciertas. Satanás incita
constantemente a los creyentes a que Dios les demuestre lo que El
ha dicho en su Biblia, y ejemplos tenemos en el Éxodo de los
israelitas, siempre tentando a Dios y poniéndolo a prueba, unas veces
con el pan, otras con el agua, otras con los enemigos, etc. La
respuesta de Jesús a Satanás en esta segunda tentación fue
rechazada de la misma manera que la primera: "No tentarás al Señor
tu Dios", (Dt. 6:16)
Las dos tentaciones representan dos extremos. Una dice: Dios no
proveerá, así que debes proveer por ti mismo. La otra dice: Dios
proveerá, luego puedes cometer cualquier imprudencia para avalar tu
fe sabiendo que Dios te cuidara. La autentica vida de fe no es ni un
extremo ni otro, no es la desconfianza ni la imprudencia temeraria.
Creo mis hermanos, que la vida de la fe debe trazar una línea media
de una confianza sencilla pero sensata.

LA TERCERA TENTACION.

(Vers. 8-10) "Otra vez le llevo el diablo a un monte muy alto, y le


mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto
te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás,
porque escrito esta: Al Señor tu Dios adoraras y a él solo servirás." En
esta tercera con que el diablo tienta a Jesús, le ofrece una manera
fácil de llegar a ser Rey. Como príncipe de este mundo, (Jn. 14:30),
Dios le ha permitido a Satanás cierta cantidad de control sobre sus
reinos. De acuerdo con el Salmo 2:6-7, Dios ya le ha prometido estos
reinos a Cristo. Pero hemos de notar que en este Salmo citado le
lleva de regreso al Bautismo: "Tú eres mi Hijo". Pero tendría que morir
en la cruz para ganar este reino. Satanás estaba tratando de tentarlo
alejándolo de la cruz.
Cristo derrotó a Satanás en Deuteronomio 6:16, "A Jehová tu Dios
temerás y a El solo servirás...". Al que adoramos es al Dios que
servimos. Si una adora al dinero, vive para el dinero y le obedece. Si
adoramos a Dios, vivimos para Él y le obedecemos. No podemos
hacer las dos cosas, (Mt. 6:24 leer) "El diablo entonces le dejo; y he
aquí vinieron Ángeles y le servían". Muy posiblemente le servían
proporcionando aquella comida que necesitaba y que había sido la
causa inicial de sus tentaciones. Muy posiblemente, también, su
servicio tenia que ver con su estado anímico, después de esta dura
lucha con el enemigo. Al menos, este seria el caso años después,
cuando un ángel ministro al Señor en Getsemani, "y se le apareció un
ángel del cielo para fortalecerle", (Lc. 22:43) No sabemos exactamente,
como tampoco sabemos muchas veces lo que los Ángeles están
haciendo a favor nuestro. Solo en contadas ocasiones la Biblia corre
el velo que separa el mundo visible del invisible para hacernos
comprender que Dios emplea a sus siervos invisibles a favor de los
somos herederos de la salvación, (He. 1:14) Normalmente el servicio
de los Ángeles es algo escondido a nuestros ojos. Sin duda muchas
veces, cuando estamos luchando contra la tentación, recibimos sin
saberlo la ayuda y el consuelo de los Ángeles.
Decir también a esta clase, que en estas tentaciones de Cristo se
cumplieron dos tipos del Antiguo Testamento: Adán y David.
A) EL POSTRER ADAN. (1ª Co. 15:45)
1. Adán fue tentado en un hermoso jardín: Cristo luchó en un
desierto solitario.
2. Adán estaba en su mejor condición cuando fue tentado: Cristo
tenia hambre.
3. Adán era el rey de la antigua creación, (Gn. 1:26): Cristo es el
Rey de la nueva creación espiritual. (2ª Co. 5:17)
4. Adán pecó y perdió su dominio: Cristo obedeció y ganó de nuevo
lo que Adán había perdido. (Ro. 5:12-21)
5. Adán fue derrotado y trajo muerte a la humanidad: Cristo salió
victorioso y trajo vida a todos los que confían en él.

B) EL HIJO DE DAVID. (Mt. 1:1)


1. Tanto Cristo como David vinieron de Belén.
2. Ambos fueron escogidos y ungidos por Dios.
3. Ambos fueron "exiliados" y perseguidos antes de ser coronados.
4. Goliat desafió a Israel por cuarenta días; Satanás atacó a Cristo
cuarenta días. (1ª S. 17:16; Mt. 4:1-2)
5. David usó cinco piedras para matar al gigante; Cristo usó un libro,
(de cinco), la ley de Moisés, para derrotar a Satanás.
6. Goliat era un hombre fuerte; a Satanás se le compara con un
hombre fuerte. (Mt. 12:23-30)
7. David le cortó la cabeza al gigante con su espada; Cristo venció a
Satanás con la espada del Espíritu, LA PALABRA DE DIOS. (He.
4:12)

Marcos 1

Cuando comenzamos a leer las escrituras primeramente conocemos el


ataque de Satanás contra Adán y Eva, y el de su primera agresión contra
Jesús, creeríamos que conocemos como trabaja con sus estrategias. Pero
mas adelante sabríamos que la habilidad de Satanás para lanzar ataques
sistemáticos, bien organizados y continuos es contra cualquier número de
seres humanos a la vez, conseguido a través de sus huestes infernales.
En los evangelios, vemos al Señor viviendo y ministrando en un mundo
sobrenatural perverso sistematizado. Satanás y sus demonios están en
conflicto con la humanidad y con Jesús, y el Señor les ha declarado la
guerra. El ministerio de Jesús consistía en “atacar el dominio de Satanás y
liberar a los hombres del poder del mal”
El reino de nuestro Padre, en la enseñanza de Jesús, tiene un doble
mensaje: en el fin del siglo para destruir a Satanás, y en la misión de
Cristo para atarlo. De alguna forma más allá de la comprensión
humana, Jesús luchó con los poderes del mal, consiguió la victoria
sobre ellos, para que en el fin del siglo dichos poderes pudieran ser por
fin y para siempre quebrantados.

EL PRIMER CHOQUE DE JESÚS CON LOS DEMONIOS

Marcos 1 relata el primer enfrentamiento público de Jesús con los


demonios: la liberación de un hombre endemoniado en la sinagoga de
Capernaum (versículos 21–28).

El escenario (Marcos 1.21–22)


Esta liberación tuvo lugar en Galilea, en la ciudad de Capernaum, situada
al noroeste del Mar de Galilea y un lugar precioso incluso en la actualidad.
Según Mateo 4.12–17, Jesús se estableció en esa ciudad. Aquel era su
hogar siempre que estaba en la región, la ciudad de Simón Pedro y de su
hermano Andrés (v. 29).
La liberación ocurrió en la sinagoga, mientras el Señor estaba enseñando.
En los días de Jesús era práctica habitual permitir que los laicos
impartieran la enseñanza; y puesto que a Jesús se le llama más tarde rabí,
“maestro”, es evidente que se convirtió en un destacado rabino en las
sinagogas. El rasgo más llamativo de la doctrina del Señor era la autoridad
con que enseñaba (Versículos 22, 27).

Un demonio va a la iglesia (1.23)


Marcos escribe: “Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con
espíritu inmundo”. Y la descripción que hace Lucas de este mismo caso es
única en la Escritura. Dice que el hombre en cuestión estaba habitado por
“un espíritu de demonio inmundo” (Lucas 4.33).
Las sinagogas eran las iglesias locales de aquellos días. ¿Y qué clase de
personas va a la iglesia? Principalmente la gente religiosa. En general
todos ellos creen en Dios y en Cristo, y asisten allí porque quieren estar
donde se reúne el pueblo de Dios y donde sus necesidades pueden ser
satisfechas. Ese es el lugar donde los adoradores oran y alaban, y donde
se enseña la Biblia.

Así era también en el tiempo de nuestro Señor. La gente iba a la sinagoga


el día de reposo porque quería hacerlo, especialmente en las ciudades
gentiles como Capernaum. Aunque resulta imposible decir qué proporción
de los habitantes de la ciudad eran judíos y qué otra gentiles, a aquella
región se la llamaba “Galilea de los Gentiles” (Mateo 4.12–15). La
comunidad judía estaba siempre muy unida en ciudades como
Capernaum, y casi todos asistían a la sinagoga cada sábado.
Que es Capernaum:
Era la ciudad orgullosa de la incredulidad, comparada con la cual Tiro y
Sidón saldrían bien paradas en el día del juicio (Mateo 11.23–24). Resulta
un extraño comentario de la situación espiritual de Capernaum el que un
endemoniado pudiera adorar en la sinagoga de ellos, no suponiendo ese
hecho ninguna incongruencia, hasta que fue confrontado por Jesús y sin
que al parecer mostrara ningún deseo de ser liberado de su aflicción.
La afirmación de que el hombre aparentemente no tenía “ningún deseo de
ser liberado de su aflicción” es resultado de la ignorancia acerca de cómo
actúan los demonios y la gente endemoniada. Por lo general no anuncian
a sus víctimas que están presentes. A menos que el individuo nazca
endemoniado, ellos se introducen en la vida humana en un determinado
momento de trauma o de pecado. Ellos no quieren que se los descubra y
se ponen furiosos cuando esto sucede, como ocurrió con aquel demonio
(Versículos 23, 24). El individuo afligido, por lo general, no está consciente
de su demonización y permanecerá ignorante de su verdadero problema
hasta que una o más de las tres siguientes circunstancias produzcan un
cambio en la hasta entonces encubierta actividad del demonio en su vida.

Primera, que el espíritu malo sea obligado a manifestarse por un hombre


de Dios que actúa con autoridad en la esfera espiritual. Esto puede ocurrir
en el ministerio público como sucedió aquí.
Segunda, que la víctima comience a sospechar que sus problemas
personales tal vez sean parcialmente debidos a los demonios. Esto ocurre
por lo general cuando el individuo empieza a recibir enseñanza sobre el
reino demoníaco y a orar y librar la guerra espiritual de una manera muy
distinta a aquella estéril y flemática que suele emplear el creyente medio.
Cuando esto sucede, los demonios pueden comenzar a manifestar su
presencia a fin de intimidar al creyente; o tal vez por miedo, rabia o ambas
cosas.

Tercera, la aflicción demoníaca se hace tan aguda, y la víctima llega a


estar tan emocional, espiritual y a menudo físicamente dañada o
incapacitada (véase Marcos 5.1), que los demonios pueden dar a conocer
su presencia a la persona con el propósito de aumentar aun más su dolor.
Por eso se les llama “espíritus malos”.
Tanto Pedro como Andrés eran hombres trabajadores y miembros de su
sinagoga. Cuando pidieron permiso para que su amigo Jesús de Nazaret
enseñara, se les concedió de inmediato. Jesús, entonces, tomó el rollo de
manos del asistente de la sinagoga y leyó algunos de los conocidos
pasajes mesiánicos de Isaías. Luego explicó que el día de la visitación de
Dios había llegado a Israel y que se iban a romper las ataduras satánicas y
demoníacas de la humanidad. La redención de la culpabilidad, el castigo y
el poder del pecado por parte de Dios era inminente.

De repente al hombre endemoniado le sobrecogió el miedo. No podía


seguir mirando a los ojos de Jesús. La mirada del Maestro le quemaba;
parecía brillar con el fuego incandescente de la santidad de Dios,
haciéndole sentirse incómodo.
¿Qué me está sucediendo?, se preguntó. ¿Siento una ira profunda en mi
interior contra este Jesús. No quiero seguir escuchándole. Sus palabras
me perturban. Siento ira, rabia, miedo e incluso terror dentro de mí.

Algo en mi interior se levanta en rebeldía contra Él y me está dominando.


No puedo resistirlo más. ¿Qué me pasa?

Todo lo anterior sucedió en cosa de segundos, y de repente una


personalidad demoníaca surgió del interior de aquel hombre obligando al
cuerpo de su víctima a ponerse en pie y a gritar a Jesús, utilizando sus
cuerdas vocales e interrumpiendo la enseñanza del Maestro: “¡Ah! ¿qué
tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé
quién eres, el Santo de Dios” (Versículo 24).
Algo como lo anterior pudo suceder aquel sábado en Capernaum. Al
hombre no le importa su aflicción demoníaca, sino que como sucede con la
mayoría de las personas endemoniadas quizás no sabía que lo estaba. En
cuanto a la triste “situación espiritual de Capernaum un endemoniado
adorar en la sinagoga, no suponiendo ese hecho ninguna incongruencia,
hasta que fue confrontado por Jesús”, esto tampoco es nada inusual. Más
bien representa la norma que la excepción.

Esa clase de personas podrían encontrarse probablemente en la mayoría


de nuestras iglesias, aun de las más evangélicas. Marcos narra que “Jesús
predicaba en las sinagogas de Galilea, y echaba fuera demonios”
(Versículo 39). Este es un tipo de ministerio que se necesita hoy en
nuestras iglesias a nivel mundial.

Los demonios hacen lo que hacen, no lo que nosotros pensamos que


pueden o no pueden hacer. Si queremos evitar la ignorancia en cuanto a
las maquinaciones de nuestro enemigo (2 Corintios 2.11), no nos
atrevamos a estipular cuáles de ellas son aceptables para los espíritus
malos ni a imponer condiciones al Dios que les permite actuar en nuestro
medio.

El discurso demoníaco (1.24)


El demonio parece empezar con una pregunta, la cual, como en seguida
veremos, no es en absoluto real: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús
Nazareno?” La traducción literal sería: “¿Qué a nosotros y a ti, Jesús
Nazareno?” No se trata de ninguna pregunta. Según el diccionario, una
pregunta es “una forma de conseguir información o de comprobar el
conocimiento de alguien”. El demonio no buscaba información, ni tampoco
estaba tratando de verificar el conocimiento de Jesús. Aterrorizado y
furioso, lo único que hizo fue protestar contra la presencia y la enseñanza,
inquietantes y amenazadoras, de Jesús, el Santo de Dios.
El espíritu malo quería que Jesús se marchara y le dejase en paz. Junto a
sus compañeros había mantenido esclavizada a su víctima durante años,
infligiéndole un profundo daño interior hasta entonces. Quizás le habían
atormentado con “culpabilidad flotante”, una fuerte sensación de rechazo y
un sentimiento de inutilidad y desesperanza.
Ahora Jesús acerca del cual les había advertido su señor Satanás, estaba
en su sinagoga. Se veían obligados a oírle exponer el amenazador
mensaje del reino de Dios. Tenían que mirarle y soportar “sus ojos como
llama de fuego” (Apocalipsis 1.14). Su mirada, sus palabras y su presencia
personal producían un dolor insoportable en sus seres inmateriales. Y
puesto que estaban encarnados en el cuerpo de su víctima, ésta también
sentía el sufrimiento y estaba confuso por todo aquello. Se encontraban
aterrados por lo que tenían que soportar en la presencia de Jesús.

Por fin, no pudieron contener su dolor y su rabia por más tiempo y


estallaron en protestas: “Lárgate de aquí, Nazareno. No queremos nada
contigo”. Ahora lo habían estropeado todo, y todo el mundo, incluida su
víctima, sabía cuál era el origen verdadero del problema de aquel hombre:
estaba endemoniado.
Si los demonios se hubieran callado y hubiesen resistido el resto de la
enseñanza de Jesús sobre el reino, probablemente habrían seguido donde
estaban en la vida de su víctima, ya que el Señor no iba por ahí cazando
demonios. Jesús no lanzó una campaña de guerra espiritual en pro de los
endemoniados, ni tampoco la provocación a los demonios para que se
manifestaran con objeto de echarlos fuera era el enfoque principal de su
ministerio.

Sólo trataba con los espíritus malos cuando sus víctimas venían buscando
ayuda o cuando intentaban impedir su ministerio redentor; o también si su
presencia causaba agitación demoníaca en la vida de la persona, ya fuera
en un contexto de grupo o en combate individual.

2 Corintios…

Trasfondo Bíblico: 2 Corintios 10:1-6; 11:2-31


Verdad central: En las batallas espirituales, solamente las armas
espirituales son eficaces.
Texto Áureo: Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. 2 Corintios 10:4
Objetivos
1. Comprender los aspectos del conflicto espiritual que enfrentará el
cristiano.
2. Reconocer las limitaciones, depender de las armas espirituales que
Dios ofrece y madurar en la fe como resultado del conflicto espiritual.
Bosquejo
I. La guerra espiritual
A. Una súplica tierna
B. Las armas del espíritu
II. Confrontación de falsos maestros
A. Debilitación del fundamento
B. Expertos en el engaño
III. Sufrir por Cristo
A. Los conflictos de un apóstol
B. El sufrimiento interno
Introducción
El conflicto espiritual es el más furioso de todos los conflictos. Cuando
los ejércitos se enfrentan en la batalla, es un conflicto entre humanos,
una lucha contra enemigos visibles; saben de dónde vienen y cuándo
atacan. Aun en las guerras modernas las armas son físicas, pero no es
así en una batalla espiritual. El conflicto se lleva a cabo dentro de cada
creyente, en su espíritu, mente y emociones. Lucha contra un enemigo a
quien no puede ver. Así como un comandante militar diestro sabe que
debe elegir armas eficaces en la batalla que ha de pelear, Dios ha dado
las armas que se necesitan para triunfar en el ámbito espiritual. Un
capitán no espera que sus soldados peleen contra los tanques de guerra
con revólveres. Dios no espera que dependamos de la sabiduría y
habilidad humanas para resistir los ataques de Satanás. Para ser
victoriosos, los creyentes deben confiar en las armas que el Espíritu
Santo pone en sus manos.
Comentario Bíblico
I. La guerra espiritual (2 Corintios 10:1-6)
A. Una súplica tierna
Pregunta: ¿Por qué era de suma importancia que los creyentes
reconocieran la autoridad apostólica de Pablo?
Aparentemente la mayoría de los creyentes corintios apoyaban a Pablo.
Sin embargo, la minoría que se le oponía era implacable en sus
esfuerzos para desacreditar su ministerio. Las repetidas denuncias
hechas contra Pablo lo hicieron responder a los ataques. El estaba
preocupado por el daño hecho a su autoridad apostólica, no a él. Si ese
grupo podía destruir la confianza de los corintios en esa autoridad, el
ministerio de Pablo a ellos se volvería ineficaz.
Con ternura Pablo suplicó a la iglesia recordándole la mansedumbre de
Cristo, no con la mano de hierro de un dictador. Sin embargo, como se
puede notar, Pablo no quería que nadie confundiera su ternura con la
timidez cuando se trataba de la causa del evangelio. Sus enemigos lo
habían acusado de ser valiente sólo cuando estaba ausente. Decían que
Pablo expresaba sus reprensiones por carta, pero que era demasiado
cobarde para hacerlo cuando estaba presente en Corinto. Pablo le
suplicó a la iglesia que cuando regresara, no le hicieran demostrar a sus
enemigos el valor que decían que no tenía (versículo 2). Prefería servirles
con mansedumbre y ternura.
B. Las armas del Espíritu
Esta minoría de individuos ruidosos acusaba a Pablo de tener los
mismos motivos de los mundanos. Pablo le hizo frente a esa calumnia. El
caminaba "en la carne" (versículo 3) sólo en el sentido que todos los
humanos deben vivir en su cuerpo en este mundo.
Sin embargo. Pablo no dirigía su vida de acuerdo a las normas humanas
pecaminosas. Sabía que estaba en una batalla espiritual así que nunca
trató de pelear con armas carnales. Es inútil utilizar la sabiduría y
habilidades humanas contra los enemigos espirituales. El más sabio no
puede hacer nada contra las fuerzas espirituales malignas.
Pablo echó mano de las armas que el Espíritu Santo suple (versículo 4).
Luchó contra el enemigo con armas que incluían la oración de
intercesión, la Palabra de Dios y los dones sobrenaturales del Espíritu.
Estas armas pueden echar abajo toda resistencia que Satanás lanza.
Pregunta: ¿Cuáles son algunas fortalezas de Satanás en la sociedad
de hoy?
Aunque las "fortalezas" mencionadas en el versículo 4 no se
especifican, en seguida podemos reconocer algunos ejemplos. Satanás
usa instrumentos humanos para fortificar sus defensas y afirmar su lucha
contra Cristo. La gente impía hace un esfuerzo conjunto para resistir a la
autoridad de Dios. Algunas veces hay organizaciones que atacan al
cristianismo directamente, tal como los gobiernos que declaran ilegal la
propagación del evangelio. Existen fuerzas que promueven la actividad
pecaminosa dentro de la sociedad, tales como la pornografía y las
drogas. Las religiones falsas pueden alcanzar popularidad. En cualquiera
de estos casos, los enemigos de la Iglesia podrían estar respaldados por
lo que parece ser un fondo grande de finanzas. Nombres de personas
celebres podrían asociarse con estas fortalezas. Oponerse a ellas con
eficacia está más allá de los recursos personales o capacidades de
cualquier cristiano, pero Pablo dijo que las armas del Espíritu son más
poderosas.
Pregunta: ¿Por qué es importante que el fundamento doctrinal de la
Iglesia se mantenga firme?
Luego de dar una descripción de las fuerzas que se han afirmado para
la batalla contra la obra de Dios, Pablo expresa su deseo de restaurar la
potencia espiritual de la iglesia en Corinto. Quería estar seguro de que la
mayoría de los creyentes corintios estaban firmemente establecidos en la
fe y el respaldo de su ministerio. Cuando estuviera seguro se prepararía
para tratar con los pocos que todavía dividían a la congregación
(versículo 6).
Los enemigos que los cristianos enfrentan son formidables. Cada
creyente tiene desafíos que ponen a prueba su fe más allá de los límites
de su propia fuerza, pero es precisamente entonces cuando la victoria
espiritual está a su alcance. Como Pablo dice dos capítulos más
adelante, el poder de Dios se perfeccionará cuando lo débil del hombre
confíe en Él (12:9). El temor no tiene que paralizarlo. El Espíritu de Dios
pone a la disposición de los cristianos armas espirituales con las que
pueden obtener la victoria contra la oposición más resuelta.
II. Confrontación de falsos maestros (2 Corintios 11:2-4,13-15)
A. Debilitación del fundamento
En la batalla de Satanás contra la Iglesia, la mayoría de sus ataques no
son de frente. Una de sus estrategias más eficaces es la de debilitar el
fundamento doctrinal de la Iglesia al propagar el error. Pablo temía que
los emisarios del diablo en Corinto estaban usando esta táctica.
Pablo usó como ejemplo la seriedad y santidad de la relación
matrimonial para ilustrar la de la Iglesia con Cristo. Se consideraba como
un padre y a la iglesia en Corinto como la hija virgen que le había
prometido a Cristo como novia. Estaba consciente de otros que
competían por sus afectos, y se despertó su celo santo.
El comparó las artimañas de esos engañadores con la astucia de
Satanás cuando engañó a Eva. El conocía la estrategia del enemigo y su
astucia al tratar de ganarse el favor de la novia de Cristo. "Sincera
fidelidad" se refiere a la devoción pura y sin desvíos que había
caracterizado la relación de los corintios con Cristo en el pasado. Si ellos
se rendían a las enseñanzas de los falsos apóstoles, esa sincera fidelidad
seria destruida (versículos 2-4).
B. Expertos en el engaño
Tenga en cuenta el engaño triple que el mensaje de los falsos maestros
presentaba: Jesús, espíritu y evangelio diferentes (versículo 4). Nadie
debe pensar que una enseñanza no puede investigarse para ver si es
errónea sólo porque el nombre de Jesús se menciona en ella. La gente a
veces usa el nombre de un personaje célebre para beneficio propio; los
falsos maestros religiosos también usan el nombre de Jesús con el
mismo fin. En la época de Pablo, fue "otro Jesús." El espíritu que
impulsaba a los falsos apóstoles en Corinto no era el Espíritu Santo sino
"otro espíritu". Su "evangelio" puede haber parecido espiritual, pero
era como el que Pablo mencionó en Gálatas 1:6,7: "No que haya otro,
sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el
evangelio de Cristo". Era otro mensaje religioso, no el de las buenas
nuevas de Jesucristo.
Pregunta: ¿De qué manera sigue el error religioso moderno reflejando
las mismas faltas básicas señaladas por Pablo?
El "otro Jesús" de los falsos maestros religiosos modernos a menudo es
una persona de hermoso carácter y lleno de buenas enseñanzas y dichos
maravillosos. Es un ejemplo de bondad y amor. Poco dispuestas a
aceptar la divinidad del verdadero Jesús, las religiones falsas presentan a
un Jesús que ocupa el mismo nivel de importancia que los otros maestros
religiosos de la historia. No es el Jesús del Nuevo Testamento. El Jesús
que esa gente predica no es el Hijo de Dios nacido de una virgen; el
Salvador del mundo que murió, resucitó y ascendió a los cielos; el Juez y
Rey venidero.
En los versículos 13-15 Pablo exhorta a los cristianos a no juzgar a los
maestros religiosos sólo por sus apariencias. Los falsos maestros hacen
todo lo posible por parecer genuinos. Ellos usan muchas de las mismas
expresiones de los maestros cristianos. Para tener éxito en el engaño,
siguen el ejemplo de Satanás, que es su líder. Satanás no le presenta
una cara horripilante al mundo. Se acerca a la gente para ofrecerle
muchos placeres y cosas hermosas. Con su falsa "religión" Satanás les
da una apariencia de espiritualidad a los estilos de vida que promueve.
Las primeras tentaciones que Satanás presenta a la gente no siempre
son hechos aparentemente terribles, aunque estos pueden venir después
que sus víctimas han caído en la red, engañadas por su disfraz de ángel
de luz. Como Satanás, los falsos maestros pueden paulatinamente llevar
a los inocentes cada vez más profundo en el pecado. También, como
Satanás, ellos tendrán que estar ante el tribunal de Dios. Su fin ha de ser
conforme a sus "obras" (versículo 15).
Las enseñanzas religiosas falsas pueden diferir en muchos aspectos,
pero tienen una serie de características en común. Esas enseñanzas
promueven una religión de obras, y niegan que el hombre necesita a un
Salvador. Muy a menudo, rechazan el principio de que el hombre ha de
dar cuenta a Dios de sus decisiones. Las enseñanzas falsas no
reconocen a Jesús como el Hijo de Dios, aunque a veces usan el mismo
lenguaje para engañar y encubrir ese hecho. Rechazan la expiación, la
resurrección y la segunda venida de Cristo. Los cristianos deben estar al
tanto del lenguaje engañoso de los falsos maestros. Su terminología
suena bien pero es sólo un disfraz para sus mentiras. Los cristianos no
pueden darse el lujo de ser crédulos y aceptar toda enseñanza que
parezca religiosa. Deben estar llenos del Espíritu y tener un buen
entendimiento de la Palabra escrita para mantenerse alerta contra las
estratagemas de Satanás.
III. Sufrir por Cristo (2 Corintios 11:23-31)
A. Los conflictos de un apóstol
Pregunta: ¿Por qué dijo Pablo que hablaba como loco al mencionar sus
sufrimientos?
Los conflictos espirituales pueden llevarlo a uno a sufrir físicamente
como dijo Pablo. Su relato de lo que tuvo que sufrir fue la respuesta a los
reclamos de los falsos apóstoles de Corinto. Pablo no era jactancioso, así
que cuando sintió la necesidad de jactarse para compararse a los
engañadores, dijo lo siguiente como prólogo a su comentario: "Como si
estuviera loco hablo" (versículo 23). Es decir, que tenía que hablar de
esa manera para referirse a las acusaciones de que era objeto.
El apóstol retó a los engañadores a que se asemejaran a él en lo que
había sufrido por Cristo. El trabajó constantemente más que cualquiera
de ellos; fue azotado, sufrió prisiones y estuvo en peligros de muerte a
causa de Cristo y su ministerio. Tales cosas no les ocurrieron a los falsos
apóstoles.
Algunos de los sufrimientos que Pablo mencionó están registrados en el
libro de Hechos. Por ejemplo, el naufragio. Fue azotado ocho veces,
cinco de las cuales fueron los cuarenta azotes menos uno administrados
por los judíos de las sinagogas. Sólo los azotes recibidos en Filipos se
describen en Hechos 16:22,23. Los detalles de la lapidación en Lisera
pueden encontrarse en Hechos 14. Pablo también mencionó una noche y
un día pasados en alta mar.
Pablo viajaba constantemente para propagar el evangelio. A menudo
cuando viajaba, corría el riesgo de que le hicieran daño. Ya fuera en alta
mar, las ciudades o el campo, sabia que corría muchos peligros. Había
ladrones en los lugares por donde viajaba. Algunos de los hombres que
pretendían ser "hermanos en la fe" eran sus enemigos. Y hasta la gente a
la que trataba de alcanzar con las buenas nuevas de Cristo lo trataron
mala en más de una ocasión. Pablo a menudo estaba adolorido y
agotado. Tenía noches de insomnio y a veces sufría hambre y pasaba
frío por falta de suficiente ropa.
B. El sufrimiento Interno
El sufrimiento físico no fue el único de Pablo. Siempre sentía la
responsabilidad de cuidar las iglesias. Si un creyente era débil o caía en
el pecado, Pablo sentía compasión por él. ¿Acaso sus detractores podían
decir lo mismo? Pablo concluyó al decir que si tenia que jactarse
("gloriarse") lo haría de las cosas que mostraran su debilidad. Pablo
podía clamar a Dios para que diera testimonio de la verdad.
Pregunta: ¿Cómo puede el sufrimiento interno ser a veces tan severo
como el maltrato físico?
Algunos creyentes tal vez no sean llamados a sufrir la clase de
dificultades físicas de Pablo, pero tarde o temprano su identificación con
Cristo hará que tengan que hacer alguna clase de sacrificio. Siempre que
el cristiano enfrente las pruebas. Dios estará presente para ofrecerle su
poder sustentador. Pablo aprendió que a medida que sus debilidades
físicas se volvían más evidentes durante las pruebas, el poder espiritual
de Dios era más abundante. No importa qué pruebas enfrente el cristiano,
la gracia de Dios es suficiente.
Aplicación
Las batallas espirituales deben pelearse con armas espirituales. Como
los soldados en la guerra, los cristianos deben ser diestros en el uso de
esas armas. Si las descuidan sabrán que es imposible vencer al enemigo.
Los cristianos deben afirmarse en las Escrituras para poder usar las
verdades de Dios contra Satanás tal como Jesús hizo cuando fue
tentado. Los cristianos deben orar para obtener poder para vencer las
fortalezas de Satanás que como humanos no pueden derribar. Deben
depender del poder y la gracia del Espíritu Santo que lleva a cabo lo que
ellos nunca podrían hacer solos.
El estudio de esta semana les da una respuesta a los que creen que la
doctrina verdadera no es importante. Las falsas enseñanzas pueden
destruir la vida del creyente y dividir a las congregaciones. Los creyentes
deben estar firmes en los caminos de Dios tal como los determinan la
vida de Jesús y la Palabra escrita, para ayudar a otros que hayan sido
engañados por el error y la mentira. Los falsos maestros son buenos
promotores de lo que propagan. Los cristianos no deben creer todo lo que
oyen, ni pensar que deben aceptar todo lo que parezca religioso.
Ningún sufrimiento es agradable, pero a veces puede ser el precio que
se paga por seguir a Cristo. El sacrificio es siempre parte de la vida del
cristiano. Nada, sin embargo, puede compararse con lo que Jesús tiene
reservado para los que le permanecen fieles hasta el fin.

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