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Problemas en torno a Un caso etnográfico


la restitución del mm ace tiempo subí con unos amigos
patrimonio. Una a un lugar llamado «los pilones»,
visión desde la UU
cerca de Cabezuela del Valle, un
pueblo del norte de Extremadura donde he
antropología hecho trabajo de campo U Son cinco kilóme-
tros de subida por pista de montaña entre
espeso bosque de castaños y robles, esfuerzo
que se ve recompensado al desembocar en un
hermoso paraje donde el río ha trazado una
veintena de piscinas, en caprichosa cascada.
La gente juega a subir y bajar su curso lan-
zándose por los toboganes naturales de la
roca.
Francisco Cruces Cada vez que he recibido alguna visita la
____________________ he llevado a este hermoso lugar. No soy el
único. Decenas de personas suben a bañarse
durante los días del verano: jóvenes residen-
tes del valle; emigrantes de retorno al pueblo
durante las vacaciones; forasteros como yo.
Lo interesante es que, aunque en el baño se
entremezclen, sus intereses y su percepción
sobre el lugar —y, lo que es más importante,
sobre el disfrute legítimo del mismo— no
coinciden.
Uno de mis visitantes madrileños, por ejem-
pío, exclamó al verlo: «¡esto es un acuapark
natural!». La metáfora del parque acuático no
es gratuita. Permite aislar al sitio de su contex-
to montaraz y pensarlo como un recinto de
recreo y diversión, lleno de toboganes, turbi-
nas y jacuzzies; con el añadido de ser natural y
por tanto gratuito. Otra amiga dijo algo simi-
lar, «Parece que lo hubiera hecho Disney».
Para la sensibilidad citadina, el uso de un espa-
cío de recreo como éste debiera tener límites
claros. Siempre que, felizmente, uno encuentra
una poza vacía, llegan muchachos del pueblo
dando voces y salpicando. Cuando más pláci-
do es el paseo, pasa un jeep a tu lado espar-
ciendo el polvo. En algunos puntos se acumu-
lan las basuras. «Los españoles no sabemos
cuidar lo que tenemos», me comentó uno de
mis huéspedes madrileños, «necesitamos un
guardia detrás de cada uno».
Otra perspectiva bien distinta es la de las
personas del pueblo de cierta edad. Al comen-
zar mi estancia de campo, me insistían en que
debía visitar los pilones; para ellos es motivo
de orgullo. «¡Qué tal si en Madrid tuviérais un
río como el Serte!». Más tarde descubrí algo

Francisco Cruces, Universidad de Salamanca


Política y Sociedad, 27 (1998), Madrid (PP. 77-87)
78 Francisco Cruces

llamativo: a veces, quienes así me animaban Se catalogue o no como un problema de


jamás habían estado en el lugar, pese a tenerlo patrimonio ecológico, es evidente que este
tan cerca. Ese es especialmente el caso de asunto involucraba cuestiones de fondo que
mujeres a quienes les da vergilenza mostrar su tienen que ver con sensibilidades, modos de
cuerpo en público, el lugar les parece poco vida y definiciones del territorio culturalmente
accesible, o sencillamente no les gusta tomar diferenciados. Los montes no valen simple-
el sol. Bastantes de ellas no saben nadar. El mente como montes, ni los ríos como ríos —ni
caso de los hombres, cuyo horizonte geográfi- siquiera para los ecologistas. Valen como
co siempre fue más amplio, no resulta diferen- «acuaparks», «redes fluviales de montaña»,
te. «Yo ya he ido demasiado», decía un cam- «naturaleza», lugares de trabajo o fuentes de
pesino que en tiempos tuvo que trabajar en riqueza, según los distintos actores y los dis-
aquellas gargantas acarreando traviesas de tintos valores puestos en juego.
madera y arrastra de ello serias lesiones de Particularmente hay dos aspectos del relato
columna. Una cosa es subir a cargar troncos; que me interesa destacar. Primero, la gente de
otra, subir a bañarse. la zona cuenta que el «descubrimiento» de este
A comienzos del verano, un grupo de jóve- paraje por sus habitantes no remonta más allá
nes ecologistas de Jerte -el pueblo colindante de hace diez años. No es que antes no estuvie-
a cuyo término municipal pertenece el paraje— ra allí, sino que nadie se fijó en él. Se acudía,
plantaron un cartel a la entrada del camino, no obstante, a trabajar a destajo en los bosques
prohibiendo la subida de coches. Nadie hizo colindantes. Irónicamente, el espacio se fue
mucho caso. Algunos de los que subían lo «descubriendo» debido a que las obras de una
hacían por motivos laborales, para acarrear urbanización, al desviar y secar el cauce del
leña o cerezas; pero la mayoría no. Los jóve- río, obligaron a la gente a subir a baflarse más
nes de Cabezuela arguyen que ellos siempre arriba. Dicho abstractamente, el mismo proce-
han subido en coche, que la pista ya está abier- so de modernización que deterioró algunos
ta y que la gente acostumbra hacerlo así. La entornos valorizó éste, generando la necesidad
costumbre adquiere valor de norma. Para ellos, de conservarlo.
la preocupación militante de los ecologistas La idea de patrimonio tiene, a mi juicio, bas-
por el «impacto medioambiental» y el «alto tante que ver con este proceso doble que pri-
valor ecológico de la red fluvial de montaña» mero separa o escinde objetos, lugares y
no justifica que les compliquen el acceso. Más expresiones del flujo de la vida social ordina-
bien echan la culpa de los daños a la creciente ria para luego tratar de retornarlos a ella, si
afluencia de visitantes no comarcanos. En su bien ya codificados, normalizados e interpreta-
discurso, los pilones aparecen como un patri- dos por un trabajo de mediación. Las reservas
monio de todo el valle, no de una población en ecológicas son naturaleza mediada, de la
particular. Tampoco ven en los carros un ele- misma manera que las colecciones museisticas
mento hostil o dañino, son artefactos mediados y las monografías
En cambio, el folleto informativo editado etnográficas, culturas mediadas; si bien la
por la Agencia de Medio Ambiente del gobier- naturaleza de la codificación será diferente en
no regional reza: «La red fluvial de montaña es cada caso. En lo que sigue trataré de analizar
un ecosistema muy sensible y escaso en nues- qué modificaciones ejercen las distintas
tra región, que puede alterarse de forma irre- mediaciones que constituyen algo en patrimo-
versible por un uso incorrecto... Esperamos su nio al operar sobre su materia bruta original,
colaboración y comprensión, conscientes de que no es otra sino la cultura en su sentido más
que es una tarea de todos el preservar y mejo- englobante y comprensivo.
rar este espacio natural». Finalmente, el alcal- Una segunda observación a que se presta el
de de Jerte dio la orden de que se cerrara el caso citado es la notable superposición de
paso con una valía a los vehículos de motor, sujetos sociales que se presentan en este con-
excepción hecha de los propietarios de fincas flicto como titulares de la propiedad o el uso
de la zona. El acuerdo se tomó a iniciativa de del patrimonio. Al hablar de «nuestra región»,
la Agencia, con el concurso del Ayuntamiento las hojas informativas de la Agencia de Medio
y los propietarios y con la activa presión de los Ambiente circunscriben el problema a la
ecologistas. Comunidad Autónoma de Extremadura. Mas
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expresiones como «la naturaleza es de todos» contextos de reivindicación étnica o de politi-


remiten a un sentimiento de patrimonio de la zación de las identidades territoriales). Con-
Humanidad. Los del pueblo de Jerte conside- viene dejar claro que no hay criterios cientifi-
ran que los pilones son cosa suya —están en su cos que puedan terciar en este tipo de proceso
término territorial—, pero los del resto del valle por la vía de naturalizarlo, es decir, de introdu-
juegan con la oposición «los de aquí»/~<los de cir en él una pretendida objetividad —por más
fuera» de forma que el uso secular de los que la objetividad pueda ser y de hecho sea
recursos del valle —el río, los bosques, los frecuentemente utilizada como arma por las
cerezos— identifique por igual a todos los habi- partes 2

tantes de la comarca. Finalmente, el acceso La perspectiva de este articulo es que el


privilegiado por parte de los propietarios de patrimonio cultural tiene que ser considerado
fincas («participes») añade un último nivel de en tanto que sistema de mediación y en tanto
titularidad, que de hecho se tiene en cuenta a la que espacio de negociación. La primera es una
hora de tomar la decisión de limitar el acceso dimensión fundamentalmente comunicativa;
rodado al paraje. Así, tenemos, de un nivel de la segunda es una dimensión política. No creo
menor a mayor inclusividad, los siguientes que ninguna de ambas sea sustituible por una
agentes con alguna pretensión sobre el paraje: tercera, la técnica, por esencial que ésta resul-
propietarios (con su junta de propietarios); jer- te en lo que la construcción del patrimonio
teños (con su municipio); comarcanos (sin tiene de trabajo institucional. En lo que sigue
representación directa); extremeños (con su trataré de argumentar los puntos siguientes:
Junta o gobierno regional); españoles (con su 1) el carácter ¡nediacional del concepto de
Estado nacional); y visitantes extranjeros (en patrimonio cultural; 2) la paradoja que coníle-
su desnuda condición de hombres). va su restitución a los actores sociales concre-
La anécdota nos muestra cómo la atribución tos que son sus portadores nominales; 3) la
de un sujeto actor o portador del patrimonio necesidad de entender la restitución del patri-
—sea éste ecológico, histórico, paisajístico, monio como una forma de reflexividad nego-
artístico, arquitectónico, gastronómico o lo ciada entre una diversidad de agentes sociales;
que se quiera— no es nunca aproblemática. La 4) los efectos sociales reconocidos de cual-
dificultad de los gestores de cualquier forma quier «política de la tradición».
de patrimonio para definirlo y acotarlo es deu-
dora de la que tienen los Estados para organi-
zar políticamente los colectivos que los com-
ponen, y correlativa a la que tienen los El mercado, el Estado y la
estudiosos para aislar unidades de análisis cuí- ciencia, mediadores culturales
tural bien delimitadas.
Pues el horizonte social de todo patrimonio
es siempre una construcción ideal: «la huma- n cualquier modelo de política cuí-
nidad», «la sociedad», «la comunidad», «el tural se produce siempre, de hecho,
interés general», «la colectividad», «la etnia», una imbricación y superposición de
«los portadores de la cultura»; es decir, un lógicas dispares, provenientes de las diversas
«todos nosotros». El problema del sujeto de la instancias que intervienen en el proceso con-
restitución es por consiguiente de carácter siderado: investigadores, administradores,
político, en la medida que implica procesos de técnicos, políticos, audiencias. Con fines
autodefinición y de heterodefinición colectiva expositivos podemos tratar de deslindarías,
en los que se ponen en marcha relaciones de preguntándonos en cada caso qué produce el
poder —dicho de otro modo, la capacidad de patrimonio cultural y qué destino final habrá
hacer valer como legítimo el punto de vista de darse a las salidas del sistema, su output.
propio sobre «quién es quién», «qué represen- Desde la lógica del mercado —que es tanto la
ta qué» y, sobre todo, «qué representa a quié- de la producción como la de la compraventa—,
nes». Si bien normalmente estos procesos el campo del patrimonio se configura como un
están dados por supuesto de forma aproblemá- conjunto de bienes. En el límite, a los bienes
tica, afloran en situaciones de conflicto como les puede ser asignado un valor económico
la del ejemplo (y, más agudamente todavía, en como mercancías, pero no necesariamente. De

~PbLU5&b
so Francisco Cruces

hecho, muchos de los elementos del patrimo- técnicos que se le subordinan (frente a, por
nio se consideran materialmente invaluables. ejemplo, el saber técnico, el sentido común o
En realidad, la característica esencial de la el conocimiento local) es su articulación uni-
acción del mercado capitalista sobre el patri- versalista en teorías explicativas. Dicha articu-
monio es el hecho de que lo constituya a partir lación conlíeva una peculiar distanciación res-
del principio económico del bien limitado, pecto a su objeto, normalmente obtenida por
definiendo valores escasos y sustrayéndolos a medio de sistemas abstractos de representa-
la obsolescencia normal del resto de la econo- ción -como la escritura—, así como por un
mía (Prat y Comelles, 1992). Así, la primera carácter racional y acumulativo.
condición para la conversión de un objeto en Ya se trate de «bienes», «autoimágenes» o
bien patrimonial es su escasez; ya sea porque, «conocimientos», los elementos del patrimo-
como ciertas especies animales, esté al borde nio articulan visiones del mundo que en parte
de la extinción; ya porque, como en el caso dc proceden del mundo social al que pertenecen,
las antiguedades, se trate de supervivientes al pero en parte también lo trascienden y trans-
paso del tiempo; ya porque, como en el caso de forman —son tanto «modelos de» como «mode-
la obra de arte, «no hay dos iguales». En buena los para» (cf. Geertz, 1987; Karp, 1992). En lo
medida, es de esta lógica de donde deriva la que difieren las diversas concepciones del
dimensión de espectáculo que caracteriza hoy patrimonio es en su énfasis diferencial sobre el
día al patrimonio cultural —un valor de consu- carácter de la mediación legítima. Por ejemplo,
mo—, así como su dimensión de distinción una propuesta basada en el concepto antropo-
social —un valor de prestigio—, cuando no lógico de cultura y en el carácter constituyente
todos los ciudadanos pueden acceder por igual de la investigación científica para el patrimo-
a tales bienes (cf. García Canclini, 1989). nio proyecta una fuerte sombra crítica sobre lo
En segundo lugar, podemos considerar la que Prat y Comelles han denominado la «men-
lógica de las instituciones del Estado, marca- talidad del anticuario», dominante en este
da por su dedicación a legislar, regular y campo, a causa de la cual los museos tienden a
administrar. Es esta intervención mediadora la convertirse en santuarios de devoción cultural
que propiamente instituye el campo del patri- -cuando no en puros cementerios donde se
monio como herencia, como legado comun. arraciman lo muerto, lo inútil, lo típico, lo fol-
El patrimonio es una «herencia» en la misma clórico y lo exótico (cf. 1993). Desde ese punto
medida que el Estado es una «casa familiar»: de vista, el capítulo de la restitución del patri-
su objeto son auwim&genes comunitarias monio cultural trataría de retornar conocimien-
(ideales) de la sociedad. En ocasiones, la tos formalizados sobre la cultura a sus agentes
sociedad civil habla en tales autoimágenes de una manera crítica, proporcionando a los
con voz propia, contestando las pretensiones individuos «las claves comprensivas de su pro-
de totalización institucional; si bien a la larga pia cultura» como «instrumento de autoconoci-
esta voz disonante suele ser integrada y apro- miento y de conocimiento de los otros» (Gar-
piada, tal y como ha mostrado muy documen- cia, 1993; Prats y Roigé, 1993). Ello conlíeva
tadamente Antonio Ariño para el caso de la colocar la investigación en primer plano de
fiesta de las Fallas en Valencia (1992). La cara al diseño de prioridades de conservación y
constitución de los sujetos políticos, la legiti- de difusión cultural.
mación del sistema de representación y su El problema con un planteamiento de esta
correspondencia con un territorio son los ejes naturaleza es que corre el riesgo de tornarse
fundamentales puestos en juego en esta diná- demasiado socrático. Si, por una parte, las
mica de relación entre instituciones y agentes concepciones tradicionales de lo que es patri-
parainstitucionales. monialmente «valioso», a menudo construidas
En tercer lugar, la lógica de la ciencia cons- de forma unilateral y autoritaria desde las
tituye el campo patrimonial en términos de agencias de conservación del Estado y otras
conocimiento. Desde luego, existen saberes instituciones (particularmente la Iglesia) nos
culturales que no son científicos, tanto en las resultan hoy esencialistas e inaceptables, por
culturas como a propósito de ellas. Entendido otra también resulta difícil aceptar que el auto-
en términos muy laxos, lo que singulariza al conocimiento nativo, su voz y reflexividad
conocimiento científico y los procedimientos propias, hayan de pasar necesariamente por la
Problemas en torno a la restitución del patrimonio... Sí

racionalización analítica que caracteriza a El carácter paradójico del


nuestras disciplinas. Volviendo al ejemplo ini- de cultural
cial, ¿a quién correspondería la visión más concepto patrimonio
«crítica» en cuanto a los usos del espacio
colectivo? ¿Al ecologista preocupado por el•
deterioro del entorno medioambiental? ¿Ala a paradoja a que me vengo refinen-
visitante de la ciudad, cuidadoso de las normas ~ do reside en el hecho de que se
de convivencia pública? ¿Al joven comarcano asigne a un cuerpo de especialistas,
que se resiste a perder el control sobre lugares legisladores y técnicos la función de construir
que considera suyos? ¿Al viejo campesino, y mantener un depósito de conocimientos,
orgulloso de un espacio que él no ha visitado documentos, objetos y expresiones que ha de
nunca, pero al que otros conceden valor? ¿Al representar la cultura viva del conjunto de la
investigador, que parasita de todas estas dife- sociedad. Resulta paradójico que sean las
rentes visiones? sociedades globalmente consideradas —la
Con respecto a otras comprensiones del «comunidad» o «comunidades» y su diversi-
patrimonio (a menudo obsesivamente feti- dad de grupos e individuos— el sujeto, titular y
chistas) la propuesta antropológica que ve en receptor de un proceso que sin embargo impli-
el estudio de la cultura el núcleo de la cons- ca en la práctica, sobre todo, a las instituciones
trucción patrimonial tiene la ventaja de hacer científicas que lo investigan, a las instituciones
visible con nitidez el abismo que separa el estatales que lo gestionan y a organismos
patrimonio cultural (en tanto representación internacionales que velan por él a distancia.
reflexiva de la cultura) de la cultura misma en Pues ese trabajo precisa contemplar las cultu-
su estado práctico. Sin embargo, posee tam- ras, por así decirlo, desde fuera, como objeto:
bién su propio sesgo: el de imponer un logo- objeto de inventario, de conservación, de
centrismo algo ingenuo que privilegia una investigación, de difusión, de legislación, de
lógica cognoscitiva y racional sobre las otras reanimación, de defensa y salvaguardia, etc.
mediaciones que de hecho confluyen en la Pero al mismo tiempo se quiere reconocer y
identificación y conservación del patrimonio. activar el carácter de las culturas mismas como
Ciertamente, al investigador que aborda el sujeto agente. Los especialistas investigan y
hecho cultural desde una perspectiva crítica y las instituciones administran, mas por defini-
holista le molesta indeciblemente asistir al ción el patrimonio pertenece a la sociedad.
espectáculo por el cual los museos se con- Cualquier noción de patrimonio, del tipo
vierten en templos, los restos arqueológicos que sea, está edificada sobre esta paradoja que
en objetos de mistificación política y las fies- conlíeva inevitables asunciones de valor sobre
tas y expresiones populares, o hasta sus mis- qué debe ser conservado y por qué razones.
mos sujetos, en mercaderías turísticas o artis- Para empezar, la paradoja es perceptible en la
ticas. Y, sin embargo, es precisamente en esas historia de las disciplinas que se han ocupado
mediaciones en las que en último término de tales temas. Conceptos como «pueblo»,
descansan las pretensiones de representación «tradición», o «cultura» se han fraguado a par-
del todo social, del «nosotros» colectivo, que tir de análisis elaborados por élites letradas
toda forma de patrimonio por definición esta- que eran iluministas, modernas y universalis-
blece. La sacralidad y la fetichización que tas, con escasa atención al sentido que tales
tanto molestan al investigador significan, conceptos pudieran tener entre los propios
para los demás agentes, algo similar a esa agentes de la tradición (Williams, 1976; Velas-
«ilusión bien fundada» que Durkheim viera co, 1988, 1990; Shiach, 1989).
en toda religión. De nada nos serviría profa- En el caso español, la encontramos igual-
nar las vitrinas si a cambio sacralizamos los mente en las sucesivas definiciones legales del
textos y las teorías. Trataré por tanto de resi- patrimonio, las cuales dan siempre por presu-
tuar la propuesta de restitución del patrimonio puesto el valor de sus contenidos —como si
en el contexto más general de la confluencia éstos fueran algo prefijado e indiscutible. Por
entre varios sistemas de mediación que com- ejemplo, en 1926, el patrimonio era «el con-
parten, todos ellos, una misma paradoja de junto de bienes muebles e inmuebles dignos de
fondo. ser conservados para la nación por razones de
82 Francisco Cruces

arte y de cultura». En 1933, «...cuantos El patrimonio cultural como


inmuebles y objetos muebles de interés artísti- de fuerza
co, arqueológico, paleontológico o histórico espacio y
haya en España, de antigUedad no menor de un negociación
siglo: también aquéllos que, sin esta antigue-
dad, tengan un valor artístico o histórico indis -r
cutible...». Y en 1985, «...inmuebles y objetos n las teorías recientes sobre el
muebles de interés artístico, histórico, paleon- patrimonio suelen distinguirse, en
tológico, arqueológico, etnográfico, científico términos técnicos, varias fases de
o técnico 1...! que tengan -valor artístico, histó- trabajo: a) investigación, b) conservación,
rico y antropológico» (Alvarez, 1992). Está c) difusión, d) restitución. La fase investigado-
claro entonces que patrimonio cultural es ra se dirige a la recogida sobre el terreno de
aquello que conservamos porque es digno de información culturalmente relevante, pero
ser conservado, porque posee un «valor»; pero sobre todo a la construcción de modelos que
¿quién puede imponer sus particulares defini- guíen tanto dicha recogida de datos como los
ciones sobre la excelencia y la dignidad cultu- pasos posteriores (García, 1993). La conserva-
ral? ¿Cómo es posible dar al «valor» y al ción y la difusión hacen referencia a los
«interés» del patrimonio un contenido que res- momentos, relativamente convencionalizados,
ponda a valores e intereses de la sociedad, y no de ordenación de las colecciones y su presen-
a estipulaciones arbitrarias de sus depositarios, tación a distintos públicos en diversos forma-
gestores y expertos? tos. Finalmente, la idea de restitución alude a
La paradoja que estoy tratando de ilustrar la pretensión ideal de una reinserción del pro-
también se hace presente en los documentos ceso en el contexto cultural del que partió, es
internacionales sobre el patrimonio cultural; decir, una devolución de los resultados a los
por ejemplo, en el documento de recomenda- propios agentes de cultura.
ción de la UNESCO de 1989 a los Estados Aunque necesaria a efectos prácticos, esta
sobre «la salvaguarda de la cultura tradicional idea resulta falaz si se entiende de forma res-
y popular». Primero, porque asimila en un tér- trictiva como el resultado final de un programa
mino único, genérico y singular («la cultura acabado y ya prefigurado desde arriba. Nor-
tradicional y popular») la pluralidad de las cuí- mativamente, el proceso de restitución no
turas y las tradiciones. En este sentido, el debiera limitarse a que las diversas instancias
documento es la punta de lanza de una imposi- técnicas elaboren sistemas de representación
ble misión civilizadora. Mientras que al que que sean luego retornados a las culturas de
vive en una cultura concreta es su cultura espe- donde se extrajeron sus objetos, datos y mate-
cífica la que normalmente le importa, a quien riales. Es preciso concebirlo de una manera
está interesado en estudiarlas o salvaguardar- más amplia, como el conjunto de los mecanis-
las parece que le importaran todas por igual. mos encaminados a inducir, a lo largo del pro-
Por otro lado, equipara de forma equívoca el ceso, alguna participación de los grupos socia-
ejercicio práctico de la cultura y su estudio, les implicados. Desde esta propuesta, la
archivo, conservación o difusión. Como si lo construcción del patrimonio puede entenderse,
que los investigadores, recopiladores, archi- más que como una fase terminal en la que se
vistas y difusores hacemos con las tradiciones ofrece un producto ya acabado (los «bienes
fuera lo mismo que lo que hacen con ellas sus culturales»), como un proceso de intercambio
portadores y practicantes. en el que una diversidad de agentes negocia
Obviamente, esta paradoja no es en absoluto posiciones de valor e interés sobre lo que es o
paralizante para las diversas instancias que no digno de conservación y estudio.
conforman y gestionan patrimonios. Sí implica, Al decir que los agentes sociales negocian
sin embargo, una conciencia clara de los lími- valores e intereses estamos tratando de hacer
tes de las pretensiones de representación del uso de una metáfora útil para describir hechos
todo social por las que éstos y aquéllas claman, complejos. En los dominios político y econó-
El patrimonio es siempre una construcción mico es frecuente encontrar ámbitos explícitos
convencional. La paradoja nos obliga a trabajar y formalizados donde pueden negociarse y
en un espacio de contradicción. dírimirse diferencias. Pero muchos de los con-

~RbEIE&t,
Problemas en torno a la restitución del patrimonio... 83

tenidos que incluye el patrimonio cultural no defensa del patrimonio cultural se ejerce unas
resultan tan fácilmente explicitables; la identi- veces en nombre de su carácter de «tesoro» o
dad personal y social no es algo que se pueda «riqueza»; otras, de «la diversidad cultural» o
«poner» sin más sobre la mesa. Dado que, aun- el «derecho de los pueblos»; pero también en
que de forma implícita, las representaciones favor de «la investigación científica»; así
culturales son también un espacio crucial de como de la «memoria cultural» o de la «cons-
encuentro y desencuentro entre intereses, iden- trucción de las identidades», etc. No es nece-
tidades, valores y puntos de vista, hemos recu- sario insistir en que estos valores, todos ellos
rrido a la metáfora de la negociación para ilu- legítimos, pueden ser heterogéneos y en oca-
minar este hecho, que igualmente sería siones verdaderamente incompatibles. Expre-
pensable en términos de traducción, mediación san, dicho sea de paso, desiguales posiciones
o intercambio (cf. García, Velasco et al., de poder y acceso al patrimonio común. Algu-
1991). nos de estos valores derivan de concepciones
El punto central que queremos subrayar es elitistas o iluministas de la cultura (como, por
que el patrimonio es un modo entre otros ejemplo, cuando se habla de «culturizar» a la
muchos de refiexividad de la cultura (es decir, gente, o, más eufemisticamente, de «sensibili-
de autorreferencia o autocontemplación). Los zar a la opinión pública»). Otros son propios
seres humanos tenemos, independientemente de categorías científicas o administrativas, úti-
de cualquier mediación institucional, la facul- les a los especialistas, pero ajenas y distantes
tad de tomarnos a nosotros mismos como obje- de la vida cotidiana de los individuos (como,
to en la fiesta y el ritual; en el discurso coti- por ejemplo, cuando se distingue entre cultura
diano; en la acción práctica; en los medios de material y no material; o entre distintas cate-
comunicación, masivos o no; en la acción polí- gorías de patrimonio —histórico, artístico,
tica y las relaciones con la autoridad, etc, arqueológico, etc.; o entre cultura popular y
(Diaz de Rada y Cruces, 1993). En este senti- masiva). Hay,porúltimo, valores locales,deri-
do, el patrimonio no es más que la forma extre- vados sencillamente del hecho de que las cons-
ma y racionalizada de esa reflexividad consus- trucciones del patrimonio permiten a las per-
tancial a la vida social. Sistematiza, objetiviza, sonas reconocerse en ellas.
legaliza y racionaliza una autoimagen preexis- Nuestro papel como estudiosos de las cultu-
tente en la sociedad de múltiples formas, ras no puede ser, obviamente, el de juzgar la
Por supuesto, reflexividad no significa nin- mayor o menor adecuación de estas diversas
gún tipo de ensimismamiento o narcisismo valoraciones. Desde el punto de vista de la res-
chovinista. La reflexividad es dialógica: titución el problema consiste en cómo conju-
implica también a los otros —otras presencias, gar y consensuar los distintos criterios de valor
voces e identidades, por relación a las cuales y formas de reflexividad de que son portadores
nos situamos, y que interpelan, contrastan o distintos grupos y agentes sociales. Y ésa no es
son espectadores de nuestra condición (Has- una cuestión que pueda estipularse a priori. En
trup, 1993). El concepto de reflexividad tam- primer lugar, se hace necesario investigar, en
bién da cuenta de otro de los rasgos más sobre- cada caso, quiénes son los potenciales interlo-
salientes de la cultura humana, que es su cutores de las instituciones en la construcción
vinculación a un contexto local. La indexicali- del patrimonio. Esto significa romper con el
dad inherente a la enunciación significa que estereotipo, presente en los documentos oficia-
cada vez que hablamos estamos, inevitable- les al uso sobre cultura popular y tradicional,
mente, diciendo cosas sobre la propia situa- de «los portavoces legítimos de las comunida-
ción del habla. Toda la actividad humana está des». Toda comunidad alberga una diversidad
marcada por este continuo juego de autodes- de voces, criterios y fuentes de legitimidad.
crípcíones, que a veces se objetivan en expre- Sus portavoces pueden ser o no visibles y
siones sólidas y cerradas, y a veces no. enraizarse en la comunidad de diversos
De ahí que sea imposible abordar el proble- modos. En consecuencia, no existe para este
ma de la restitución del patrimonio sin hacer problema una solución fácil, ante la posibili-
referencia a los distintos sistemas de valor dad de que ciertos portavoces fagociten de
sobre los que éste se edifica, e insistir en la hecho la participación comunitaria; o la inver-
necesidad de su renegociación permanente. La sa, igualmente indeseable, de que las institu-
84 Francisco Cruces

ciones decidan actuar por su cuenta, a soJas y Estados a intervenir en favor de ciertas formas
a ciegas, sin coordinarse con la trama civil. En «frágiles» o «amenazadas» por medio de una
cualquier caso, no cabe usar la legitimidad filosofía participativa (cf. García Canclini,
democrática delegada de las instituciones 1987). En la medida que todos estos modelos
como argumento para ignorar o «puentear» a se imbrican en la práctica y son más o menos
estos sectores especialmente activos e intere- frecuentemente invocados por distintos agen-
sados en lo cultural: agrupaciones, hermanda- tes -desde el Ministerio de Cultura hasta el
des, cofradías, mayordomías, asociaciones, ciudadano de la calle—, es tarea de los antropó-
fundaciones, eruditos locales, mecenas, patro- logos ayudar a desbrozar los supuestos y las
nazgos, sociedades gremiales, folclóricas, consecuencias que se siguen de cada uno de
vecinales, parroquiales, organizaciones indíge- ellos.
nas, ONOs, etc. Una auténtica restitución pasa La última razón de ser de dicha explicita-
por identificarlos y dar opción a que se incor- ción está en el respeto a la diversidad cultural
poren al proceso. (tanto entre las culturas como dentro de ellas).
Resulta también necesario conocer mejor Lo cual no supone un universo valorativo pre-
cómo perciben sus usuarios los objetos y cono- figurado, sino una suerte de valor m¿nitno que
cimientos del patrimonio cultural, dado que las ha de orientar cualquier intervención institu-
construcciones elaboradas por los especialistas cional sobre el patrimonio, del tipo que fuere,
son re-diseñadas y apropiadas por sus poten- para no traicionar radicalmente sus propias
ciales receptores de un modo interactivo al que formulaciones ideales.
hasta el momento se ha prestado atención insu-
ficiente (cf. Martín-Barbero, 1987).
En tercer lugar, se echan en falta los contex- Las « olíticas de la tradición»
tos apropiados, formales e informales, donde
esa negociación cultural pueda tener efecto. y sus efectos
Con frecuencia estas cuestiones son gestiona-
das desde organismos de ámbito nacional con SM
un carácter interdisciplinar. Posiblemente umerosos autores han venido
fuera más realista y operativo recurrir a ámbi- observando la existencia de polí-
tos y canales de comunicación menos institu- ticas de la tradición, así como la
cionalizados, más próximos a las realidades imposibilidad de que los Estados modernos se
que se trata de abordar en cada momento (v.g., sustraigan a ellas —puesto que cualquier tradt-
conferencias periódicas, museos comarcales y ción tiene lugar en un contexto más amplio de
consejos locales de participación). cambio cultural, estrategias modernizadoras y
A las distintas disciplinas de investigación contramodernizadoras, organización política,
social toca explicitar en la esfera pública los etc. (l-lobsbawn y Ranger, 1983; Poppi, 1992).
valores, supuestos e intereses implicados en Sin embargo, no son tantos los esfuerzos por
diferentes modelos de patrimonio, así como el deslindar analíticamente sus efectos. A modo
tipo de relación que éstos propugnan entre de hipótesis orientadoras, podemos sugerir
Estado y sociedad civil. Por ejemplo, ideas de cuatro importantes consecuencias que parece
autenticidad y pureza en la transmisión de las conllevar cualquier política cultural centrali-
tradiciones son propias de una forma de patri- zada (por «participativa» que se proclame) en
monialismo sustancialista heredado del la medida en que toma como objetos la tradi-
romanticismo y preocupado por fijar en colec- ción y las culturas llamadas tradicionales.
ciones los orígenes y raíces de los colectivos
nacionales. Otras opciones de política cultural
parecen asumir más bien un modelo redistri- 1. TRADICTONALIZAR
buidor de la cultura, entendida como bien
escaso que habría de ser repartido y difundido Existe una tendencia por la cual el Estado
entre la población, «sensibilizándola» y «edu- conserva mientras que el mercado de bienes
cándola» para ello. Aún otra clase de concep- culturales moderniza, transforma y renueva
ciones se preocupa por las implicaciones polí- (García Canclini, 1989). En esta especie de
ticas de la asimetría cultural, urgiendo a los división del trabajo sobre la cultura, las insti-
Problemas en torno a la restitución del patrimOniO... 85

tuciones públicas tienden a ser tradicionaliza- principio de no excluir a nadie, tratando de


doras. Y esto no sólo porque hayan de respon- explicitar los intereses y prioridades de las ms-
der a la demanda social de que ciertos objetos, tituciones y sirviendo de contrapeso a la verti-
símbolos, monumentos, etc., se guarden para calidad de relaciones de poder que marcan con
futuras generaciones; sino por que, además, el estigma de la indignidad cultural a los gru-
poseen una cierta capacidad para fijar, insti- pos económica y políticamente más débiles.
tuir, sancionar, unas formas culturales por
encima de otras, aún en casos en los que se
trata de formas más o menos recientes. No es 3. DEMARCAR
el Estado el único estamento generador de lo
«típico» y lo «museistico», pero si uno de Desde hace largo tiempo se ha venido reco-
capital importancia. nociendo el poder de los símbolos, las imáge-
Como contrapeso a tal inercia institucional nes y las representaciones en la configuración
sería deseable romper con una imagen pasiva e de los grupos humanos. Los conocimientos
inerte, mecánica, de la transmisión de la cultu- sobre la cultura sistematizados y organizados
ra, incluyendo en las concepciones del patri- en el patrimonio cultural son un ejemplo más
monio sus aspectos más vivos y dinámicos, de esta clase peculiar de eficacia. En su rever-
privilegiando la atención a los agentes concre- sión hacia la sociedad (ya sea en forma de imá-
tos que la protagonizan y a los procesos socia- genes, objetos significativos, monografías,
les más que a los productos. colecciones, discursos o modelos abstractos)
perfilan y refuerzan identidades; promueven
solidaridades y rechazos; conforman límites
2. LEGITIMAR sociales —reagrupando a sujetos separados o
separando a los que aparecían juntos—; generan
Uno de los efectos evidentes de la interven- consenso; desdibujan o encubren diferencias y
ción institucional sobre las culturas (incluyen- conflictos, o bien los ponen en evidencia;
do, desde luego, su estudio etnográfico y la construyen imágenes de comunidad; territoria-
producción de monografías, colecciones y lizan las culturas (pues si bien es cierto que
exposiciones) es el de constituir una fuente de toda cultura tiende a establecer algún límite
legitimación, en un doble sentido. Las institu- territorial, su conversión en patrimonio los fija
ciones obtienen legitimidad al aparecer asocia- y estabiliza en fronteras ideales que en muchos
das públicamente a representaciones de gran casos la realidad desmiente).
valor simbólico y al ofrecer formas de partici- Esta relativa capacidad de las categorías
pación social que exceden los mecanismos científicas, técnicas y administrativas para
ordinarios de la delegación política. Por su afectar a largo plazo las propias autodefinicio-
parte, los grupos e individuos pueden ver posi- nes de los grupos y culturas estudiadas debie-
tivamente sancionadas sus prácticas y modos ra ser reformulada en el sentido de respetar las
de vida y obtener así un reconocimiento social fronteras naturales y culturales de los grupos,
que en otros contextos se les niega. sin sobreimponer conceptos ajenos, especial-
Hay que dejar claro que esta función de mente cuando éstos pueden resultar degradan-
legitimación no es un mero intercambio ms- tes o peyorativos. También debiera traducirse
trumental o clientelista, sino un proceso en una atención selectiva a las dimensiones
expresivo sujeto a convenciones compartidas trans- e intra- territoriales de cada cultura
que limitan el margen de maniobra tanto de (menos tipificables y capitalizables para las
las instituciones como del resto de los agentes instituciones, pero fundamentales hoy día en la
sociales. Aún susceptible de frecuentes mani- vida de la gente).
pulaciones o distorsiones interesadas, la reía- La mencionada dimensión transterritorial
ción que los vincula a todos en torno al patri- hace referencia a dos aspectos relacionados: el
monio cultural no se reduce al populista «pan componente comparativo, necesario en cual-
y toros», o, como antiguamente se decía en quier comprensión cabal de la cultura; y la
España, «pan y calleja». atención a prácticas culturales y modos de vida
El reconocimiento de esta función legitima- que traspasan el ámbito nacional y tienen
dora conlíeva, a efectos prácticos, aplicar el como marco de referenciael proceso de globa-

paws~
86 Francisco Cruces

lización (piénsese, si no, en la importancia ción no de temáticas o contenidos enciclopédi-


actual de los movimientos migratorios o en las cos, sino de inquietudes relevantes para pobla-
subculturas juveniles urbanas). ciones concretas. Para que haya restitución no
La dimensión intraterritorial hace referencia basta con que el tema sea tradicional, oral, o
a la diversidad cultural presente al interior de popular; es mucho más importante que la pers-
toda cultura, la cual tiende a ser descuidada o pectiva de los protagonistas esté incorporada
minusvalorada en el esfuerzo por construir de en él, que puedan reconocerse a través suya.
ella una imagen cerrada y consistente con las Mediante estrategias interactivas en la elabora-
circunscripciones institucionales. Una imagen ción y presentación de los materiales, los
que en muchas ocasiones conviene más a la potenciales receptores participan directa o
autoridad política que a los participantes. indirectamente en la conformación del resulta-
do final.
En primer término, la restitución del patri-
4. OBJETIVAR monio aparece como una cuestión inequívo-
camente práctica, que conlieva normativas
El patrimonio cultural representa y expresa legales, tomas de decisión política, reglamen-
las culturas en términos abstractos, en modelos tos, procedimientos administrativos, estrate-
ideales, por medio de lenguajes extraños a la gias de acción, planes y calendarios, objeti-
práctica cotidiana y con ayuda de objetos y vos de comunicación, técnicas y medios
colecciones que resultan mudos para quien los audiovisuales, conferencias, actividades
contempla fuera del entorno en que se origina- pedagógicas y todo el entramado de recursos
ron. Produce objetivaciones a partir del flujo institucionales susceptibles de involucrar a
cambiante de las sociedades. los ciudadanos. Ellos son, idealmente, los
Uno de los aspectos inevitables de dicha titulares últimos. Pero, como toda cuestión
objetivación es la espectacularización. El inte- práctica, su ejercicio encierra también modos
rés contemporáneo por ciertas formas cultura- de poder y de control. No parece factible
les populares o tradicionales tiene el efecto practicar una restitución digna de ese nombre
paradójico de transformarlas en una especie de sin que las instituciones responsables reco-
representación de cara a lejanos públicos nozcan en algún grado la coautoría del proce-
receptores, primando sus dimensiones exter- so, compartiendo cuotas de ese poder en la
nas sobre los sentidos que los actores les pue- definición de prioridades con el conjunto de
dan dar. La misma investigación folclórica y los agentes implicados.
antropológica no escapa a este hecho (Cowan,
1987), cuya máxima expresión se encarna en
los medios de comunicación masiva. Por ello NOTAS
no es posible comprender el problema de la
espectacularización desde posiciones maxima- ¡ Este artículo es una revisión ampliada de un docu-

listas o puristas, en términos de pérdida de mento confeccionado en 1992 dentro del Grupo de tra-
autenticidad. En cierta manera todo patrimo- bajo del Minisierio de Cultura de España sobre la Reco-
nio es a la vez auténtico e inauténtico, puesto mendación de la UNESCO para la salvaguardia de la
que se trata de un sistema de representaciones. cultura
nc tradicionaldel
en Cabezuela y popular. La escena
Valle (Cáceres), etnográfica
durante oco-
la realiza-
Como tal está dotado, por definición, de un ción del proyecto «Formas de relación con la tradición»
buen grado de convencionalismo y teatralidad, para la Asamblea de Extremadura, 1993-94.
En relación con estos efectos objetivantes 2 Preguntándose «¿quiénes son los nativos»?, la

de las políticas culturales seria preciso tratar danesa Kirsten Hastrup ha ilustrado incisivamente este
de conservar una pluralidad de significados, de problema en el campo
Al poner nombre a las de la investigación
gentes antropológica.
que estudiaban, en ocasio-
niveles de lectura y de perspectivas divergen- nes los antropólogos han inventado pueblos que no se
tes. Hay un componente doctrinario en la denominaban así mismns como tales, cual es el caso de
insistencia pedagógica de que las interpreta- los Tallensi estudiados por Fortes, mientras que, a la
ciones de los receptores coincidan enteramen- inversa, hay nombres reclamados por más de un colecti-
te con el sentido propuesto por el que elabora yo,
que como los podemos
tampoco Mayas, los Gitanos
salvar o los Bretones
el problema —con
librando lo
ente-
y codifica el patrimonio. Habría también que ramenie su solución a los propios actores (Hastrup.
establecer las prioridades de actuación en fun- 1993)

‘1M31fi&I,
Problemas en torno a la restitución del patrimonio... 87

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