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so Francisco Cruces
hecho, muchos de los elementos del patrimo- técnicos que se le subordinan (frente a, por
nio se consideran materialmente invaluables. ejemplo, el saber técnico, el sentido común o
En realidad, la característica esencial de la el conocimiento local) es su articulación uni-
acción del mercado capitalista sobre el patri- versalista en teorías explicativas. Dicha articu-
monio es el hecho de que lo constituya a partir lación conlíeva una peculiar distanciación res-
del principio económico del bien limitado, pecto a su objeto, normalmente obtenida por
definiendo valores escasos y sustrayéndolos a medio de sistemas abstractos de representa-
la obsolescencia normal del resto de la econo- ción -como la escritura—, así como por un
mía (Prat y Comelles, 1992). Así, la primera carácter racional y acumulativo.
condición para la conversión de un objeto en Ya se trate de «bienes», «autoimágenes» o
bien patrimonial es su escasez; ya sea porque, «conocimientos», los elementos del patrimo-
como ciertas especies animales, esté al borde nio articulan visiones del mundo que en parte
de la extinción; ya porque, como en el caso dc proceden del mundo social al que pertenecen,
las antiguedades, se trate de supervivientes al pero en parte también lo trascienden y trans-
paso del tiempo; ya porque, como en el caso de forman —son tanto «modelos de» como «mode-
la obra de arte, «no hay dos iguales». En buena los para» (cf. Geertz, 1987; Karp, 1992). En lo
medida, es de esta lógica de donde deriva la que difieren las diversas concepciones del
dimensión de espectáculo que caracteriza hoy patrimonio es en su énfasis diferencial sobre el
día al patrimonio cultural —un valor de consu- carácter de la mediación legítima. Por ejemplo,
mo—, así como su dimensión de distinción una propuesta basada en el concepto antropo-
social —un valor de prestigio—, cuando no lógico de cultura y en el carácter constituyente
todos los ciudadanos pueden acceder por igual de la investigación científica para el patrimo-
a tales bienes (cf. García Canclini, 1989). nio proyecta una fuerte sombra crítica sobre lo
En segundo lugar, podemos considerar la que Prat y Comelles han denominado la «men-
lógica de las instituciones del Estado, marca- talidad del anticuario», dominante en este
da por su dedicación a legislar, regular y campo, a causa de la cual los museos tienden a
administrar. Es esta intervención mediadora la convertirse en santuarios de devoción cultural
que propiamente instituye el campo del patri- -cuando no en puros cementerios donde se
monio como herencia, como legado comun. arraciman lo muerto, lo inútil, lo típico, lo fol-
El patrimonio es una «herencia» en la misma clórico y lo exótico (cf. 1993). Desde ese punto
medida que el Estado es una «casa familiar»: de vista, el capítulo de la restitución del patri-
su objeto son auwim&genes comunitarias monio cultural trataría de retornar conocimien-
(ideales) de la sociedad. En ocasiones, la tos formalizados sobre la cultura a sus agentes
sociedad civil habla en tales autoimágenes de una manera crítica, proporcionando a los
con voz propia, contestando las pretensiones individuos «las claves comprensivas de su pro-
de totalización institucional; si bien a la larga pia cultura» como «instrumento de autoconoci-
esta voz disonante suele ser integrada y apro- miento y de conocimiento de los otros» (Gar-
piada, tal y como ha mostrado muy documen- cia, 1993; Prats y Roigé, 1993). Ello conlíeva
tadamente Antonio Ariño para el caso de la colocar la investigación en primer plano de
fiesta de las Fallas en Valencia (1992). La cara al diseño de prioridades de conservación y
constitución de los sujetos políticos, la legiti- de difusión cultural.
mación del sistema de representación y su El problema con un planteamiento de esta
correspondencia con un territorio son los ejes naturaleza es que corre el riesgo de tornarse
fundamentales puestos en juego en esta diná- demasiado socrático. Si, por una parte, las
mica de relación entre instituciones y agentes concepciones tradicionales de lo que es patri-
parainstitucionales. monialmente «valioso», a menudo construidas
En tercer lugar, la lógica de la ciencia cons- de forma unilateral y autoritaria desde las
tituye el campo patrimonial en términos de agencias de conservación del Estado y otras
conocimiento. Desde luego, existen saberes instituciones (particularmente la Iglesia) nos
culturales que no son científicos, tanto en las resultan hoy esencialistas e inaceptables, por
culturas como a propósito de ellas. Entendido otra también resulta difícil aceptar que el auto-
en términos muy laxos, lo que singulariza al conocimiento nativo, su voz y reflexividad
conocimiento científico y los procedimientos propias, hayan de pasar necesariamente por la
Problemas en torno a la restitución del patrimonio... Sí
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Problemas en torno a la restitución del patrimonio... 83
tenidos que incluye el patrimonio cultural no defensa del patrimonio cultural se ejerce unas
resultan tan fácilmente explicitables; la identi- veces en nombre de su carácter de «tesoro» o
dad personal y social no es algo que se pueda «riqueza»; otras, de «la diversidad cultural» o
«poner» sin más sobre la mesa. Dado que, aun- el «derecho de los pueblos»; pero también en
que de forma implícita, las representaciones favor de «la investigación científica»; así
culturales son también un espacio crucial de como de la «memoria cultural» o de la «cons-
encuentro y desencuentro entre intereses, iden- trucción de las identidades», etc. No es nece-
tidades, valores y puntos de vista, hemos recu- sario insistir en que estos valores, todos ellos
rrido a la metáfora de la negociación para ilu- legítimos, pueden ser heterogéneos y en oca-
minar este hecho, que igualmente sería siones verdaderamente incompatibles. Expre-
pensable en términos de traducción, mediación san, dicho sea de paso, desiguales posiciones
o intercambio (cf. García, Velasco et al., de poder y acceso al patrimonio común. Algu-
1991). nos de estos valores derivan de concepciones
El punto central que queremos subrayar es elitistas o iluministas de la cultura (como, por
que el patrimonio es un modo entre otros ejemplo, cuando se habla de «culturizar» a la
muchos de refiexividad de la cultura (es decir, gente, o, más eufemisticamente, de «sensibili-
de autorreferencia o autocontemplación). Los zar a la opinión pública»). Otros son propios
seres humanos tenemos, independientemente de categorías científicas o administrativas, úti-
de cualquier mediación institucional, la facul- les a los especialistas, pero ajenas y distantes
tad de tomarnos a nosotros mismos como obje- de la vida cotidiana de los individuos (como,
to en la fiesta y el ritual; en el discurso coti- por ejemplo, cuando se distingue entre cultura
diano; en la acción práctica; en los medios de material y no material; o entre distintas cate-
comunicación, masivos o no; en la acción polí- gorías de patrimonio —histórico, artístico,
tica y las relaciones con la autoridad, etc, arqueológico, etc.; o entre cultura popular y
(Diaz de Rada y Cruces, 1993). En este senti- masiva). Hay,porúltimo, valores locales,deri-
do, el patrimonio no es más que la forma extre- vados sencillamente del hecho de que las cons-
ma y racionalizada de esa reflexividad consus- trucciones del patrimonio permiten a las per-
tancial a la vida social. Sistematiza, objetiviza, sonas reconocerse en ellas.
legaliza y racionaliza una autoimagen preexis- Nuestro papel como estudiosos de las cultu-
tente en la sociedad de múltiples formas, ras no puede ser, obviamente, el de juzgar la
Por supuesto, reflexividad no significa nin- mayor o menor adecuación de estas diversas
gún tipo de ensimismamiento o narcisismo valoraciones. Desde el punto de vista de la res-
chovinista. La reflexividad es dialógica: titución el problema consiste en cómo conju-
implica también a los otros —otras presencias, gar y consensuar los distintos criterios de valor
voces e identidades, por relación a las cuales y formas de reflexividad de que son portadores
nos situamos, y que interpelan, contrastan o distintos grupos y agentes sociales. Y ésa no es
son espectadores de nuestra condición (Has- una cuestión que pueda estipularse a priori. En
trup, 1993). El concepto de reflexividad tam- primer lugar, se hace necesario investigar, en
bién da cuenta de otro de los rasgos más sobre- cada caso, quiénes son los potenciales interlo-
salientes de la cultura humana, que es su cutores de las instituciones en la construcción
vinculación a un contexto local. La indexicali- del patrimonio. Esto significa romper con el
dad inherente a la enunciación significa que estereotipo, presente en los documentos oficia-
cada vez que hablamos estamos, inevitable- les al uso sobre cultura popular y tradicional,
mente, diciendo cosas sobre la propia situa- de «los portavoces legítimos de las comunida-
ción del habla. Toda la actividad humana está des». Toda comunidad alberga una diversidad
marcada por este continuo juego de autodes- de voces, criterios y fuentes de legitimidad.
crípcíones, que a veces se objetivan en expre- Sus portavoces pueden ser o no visibles y
siones sólidas y cerradas, y a veces no. enraizarse en la comunidad de diversos
De ahí que sea imposible abordar el proble- modos. En consecuencia, no existe para este
ma de la restitución del patrimonio sin hacer problema una solución fácil, ante la posibili-
referencia a los distintos sistemas de valor dad de que ciertos portavoces fagociten de
sobre los que éste se edifica, e insistir en la hecho la participación comunitaria; o la inver-
necesidad de su renegociación permanente. La sa, igualmente indeseable, de que las institu-
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ciones decidan actuar por su cuenta, a soJas y Estados a intervenir en favor de ciertas formas
a ciegas, sin coordinarse con la trama civil. En «frágiles» o «amenazadas» por medio de una
cualquier caso, no cabe usar la legitimidad filosofía participativa (cf. García Canclini,
democrática delegada de las instituciones 1987). En la medida que todos estos modelos
como argumento para ignorar o «puentear» a se imbrican en la práctica y son más o menos
estos sectores especialmente activos e intere- frecuentemente invocados por distintos agen-
sados en lo cultural: agrupaciones, hermanda- tes -desde el Ministerio de Cultura hasta el
des, cofradías, mayordomías, asociaciones, ciudadano de la calle—, es tarea de los antropó-
fundaciones, eruditos locales, mecenas, patro- logos ayudar a desbrozar los supuestos y las
nazgos, sociedades gremiales, folclóricas, consecuencias que se siguen de cada uno de
vecinales, parroquiales, organizaciones indíge- ellos.
nas, ONOs, etc. Una auténtica restitución pasa La última razón de ser de dicha explicita-
por identificarlos y dar opción a que se incor- ción está en el respeto a la diversidad cultural
poren al proceso. (tanto entre las culturas como dentro de ellas).
Resulta también necesario conocer mejor Lo cual no supone un universo valorativo pre-
cómo perciben sus usuarios los objetos y cono- figurado, sino una suerte de valor m¿nitno que
cimientos del patrimonio cultural, dado que las ha de orientar cualquier intervención institu-
construcciones elaboradas por los especialistas cional sobre el patrimonio, del tipo que fuere,
son re-diseñadas y apropiadas por sus poten- para no traicionar radicalmente sus propias
ciales receptores de un modo interactivo al que formulaciones ideales.
hasta el momento se ha prestado atención insu-
ficiente (cf. Martín-Barbero, 1987).
En tercer lugar, se echan en falta los contex- Las « olíticas de la tradición»
tos apropiados, formales e informales, donde
esa negociación cultural pueda tener efecto. y sus efectos
Con frecuencia estas cuestiones son gestiona-
das desde organismos de ámbito nacional con SM
un carácter interdisciplinar. Posiblemente umerosos autores han venido
fuera más realista y operativo recurrir a ámbi- observando la existencia de polí-
tos y canales de comunicación menos institu- ticas de la tradición, así como la
cionalizados, más próximos a las realidades imposibilidad de que los Estados modernos se
que se trata de abordar en cada momento (v.g., sustraigan a ellas —puesto que cualquier tradt-
conferencias periódicas, museos comarcales y ción tiene lugar en un contexto más amplio de
consejos locales de participación). cambio cultural, estrategias modernizadoras y
A las distintas disciplinas de investigación contramodernizadoras, organización política,
social toca explicitar en la esfera pública los etc. (l-lobsbawn y Ranger, 1983; Poppi, 1992).
valores, supuestos e intereses implicados en Sin embargo, no son tantos los esfuerzos por
diferentes modelos de patrimonio, así como el deslindar analíticamente sus efectos. A modo
tipo de relación que éstos propugnan entre de hipótesis orientadoras, podemos sugerir
Estado y sociedad civil. Por ejemplo, ideas de cuatro importantes consecuencias que parece
autenticidad y pureza en la transmisión de las conllevar cualquier política cultural centrali-
tradiciones son propias de una forma de patri- zada (por «participativa» que se proclame) en
monialismo sustancialista heredado del la medida en que toma como objetos la tradi-
romanticismo y preocupado por fijar en colec- ción y las culturas llamadas tradicionales.
ciones los orígenes y raíces de los colectivos
nacionales. Otras opciones de política cultural
parecen asumir más bien un modelo redistri- 1. TRADICTONALIZAR
buidor de la cultura, entendida como bien
escaso que habría de ser repartido y difundido Existe una tendencia por la cual el Estado
entre la población, «sensibilizándola» y «edu- conserva mientras que el mercado de bienes
cándola» para ello. Aún otra clase de concep- culturales moderniza, transforma y renueva
ciones se preocupa por las implicaciones polí- (García Canclini, 1989). En esta especie de
ticas de la asimetría cultural, urgiendo a los división del trabajo sobre la cultura, las insti-
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listas o puristas, en términos de pérdida de mento confeccionado en 1992 dentro del Grupo de tra-
autenticidad. En cierta manera todo patrimo- bajo del Minisierio de Cultura de España sobre la Reco-
nio es a la vez auténtico e inauténtico, puesto mendación de la UNESCO para la salvaguardia de la
que se trata de un sistema de representaciones. cultura
nc tradicionaldel
en Cabezuela y popular. La escena
Valle (Cáceres), etnográfica
durante oco-
la realiza-
Como tal está dotado, por definición, de un ción del proyecto «Formas de relación con la tradición»
buen grado de convencionalismo y teatralidad, para la Asamblea de Extremadura, 1993-94.
En relación con estos efectos objetivantes 2 Preguntándose «¿quiénes son los nativos»?, la
de las políticas culturales seria preciso tratar danesa Kirsten Hastrup ha ilustrado incisivamente este
de conservar una pluralidad de significados, de problema en el campo
Al poner nombre a las de la investigación
gentes antropológica.
que estudiaban, en ocasio-
niveles de lectura y de perspectivas divergen- nes los antropólogos han inventado pueblos que no se
tes. Hay un componente doctrinario en la denominaban así mismns como tales, cual es el caso de
insistencia pedagógica de que las interpreta- los Tallensi estudiados por Fortes, mientras que, a la
ciones de los receptores coincidan enteramen- inversa, hay nombres reclamados por más de un colecti-
te con el sentido propuesto por el que elabora yo,
que como los podemos
tampoco Mayas, los Gitanos
salvar o los Bretones
el problema —con
librando lo
ente-
y codifica el patrimonio. Habría también que ramenie su solución a los propios actores (Hastrup.
establecer las prioridades de actuación en fun- 1993)
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