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Centro de
estudios
mexicanos y
centroamericanos
Etnografía de los confines | Andrés Medina, Ángela Ochoa
Anne MacKaye
Chapman Testimonios y
exploraciones
Soledad González Montes
p. 21-35
Texto completo
1 Note portant sur l'auteur*
2 El oficio o la vocación de antropóloga/etnógrafa es sin duda extraño: ¿por qué
ese afán de acercarse y conocer a los “otros”? ¿Cuál es el secreto de ese
impulso? ¿Qué pretendemos al reconstruir, “recuperar” otras vidas? ¿Qué
llevó a Anne MacKaye Chapman a dedicar su vida a un trabajo paciente,
sistemático, tenaz, apasionado, en tres puntos de nuestro continente: México,
Honduras y el extremo sur de Argentina y Chile? La respuesta —o al menos
una parte de la respuesta, la que ella quiere darnos— está en su obra misma: el
rescate de culturas en vías de desaparición. Su propósito ha sido, entonces,
guardar en el repositorio universal de la memoria humana el testimonio de los
mitos, los cuentos, los rituales y las formas ingeniosas en que estos pueblos
lograron adaptarse a entornos difíciles y hacer de ellos su hogar.
3 Pero eso no es todo. Anne ha buscado reivindicar la riqueza cultural y humana
de sociedades concebidas como “primitivas” por algunos, resaltando el valor
de la diversidad humana en todas las expresiones y contextos, aun cuando se
trate de pequeños grupos humanos cuyas formas de vida son muy diferentes
de la nuestra y que, por eso, justamente, parecerían estar “condenados” a
desaparecer. Su propósito es reconstruir la vitalidad de las expresiones
culturales, al mismo tiempo que dejar asentada la trágica historia de
relaciones interétnicas marcadas por la supremacía y el dominio de los más
fuertes (en términos tecnológicos y políticos), el uso del genocidio y el
etnocidio por codicia, descuido, indiferencia. Porque los grupos con los que
escogió trabajar fueron víctimas de estas prácticas. Saber que sus informantes
eran los últimos depositarios de una tradición milenaria que estaba en vías de
extinción, le dio a Anne un sentido de urgencia y de compromiso. Alguna vez
Anne me dijo que si los jóvenes quisieran volver los ojos hacia el pasado de sus
mayores, podrían encontrar en los libros de ella sus voces y su memoria.
Varios de sus libros están dedicados no sólo a la memoria de sus informantes,
sino también —mirando hacia el futuro— a los jóvenes.
4 Antes de que se pusiera de moda la discusión sobre la autoridad y la autoría en
los textos etnográficos, ella practicó el respeto a la voz de sus informantes,
dando pleno lugar a su individualidad, dejando en claro quién es quién en ese
diálogo intercultural que implica este tipo de investigación. Uno de los
aspectos que me parecen más entrañables de su trabajo es la descripción de la
relación que tuvo con sus informantes. Fue una relación de diálogo amistoso,
respetuoso. Muchas páginas de su obra ofrecen atisbos del placer que ambas
partes sintieron en el trabajo de recolección de testimonios que ella realizaba,
el sentido del humor, de afecto, de respeto mutuo que permeaba la relación, y
el valor que tanto la investigadora como sus informantes daban al universo
cultural que día tras día iban desgranando mediante la palabra. Podemos
percibir el alivio que estas personas sintieron al encontrar la escucha atenta e
infinitamente dispuesta de Anne y al saber que sus palabras podrían
trascender a través de la escritura.
5 Siguiendo el estilo de lo que fue la buena antropología clásica (por desgracia
cada vez menos frecuente), Anne convivió durante periodos prolongados con
sus informantes, que se convirtieron en amigos para toda la vida. En sus textos
no aparecen como entes abstractos, anónimos y despersonalizados; son
individuos de carne y hueso, con nombre y apellido: personalidades únicas, a
la vez que representativas y representantes de sus sociedades. Lola Kiepja,
chamán ona, la última depositaria de la cosmovisión de su pueblo, y Alfonso
Martínez, tolupan de la Montaña de la Flor, narrador extraordinario, son
personajes entrañables que nos abren las puertas a un universo cultural, en un
juego entre la creatividad individual y la pertenencia a un grupo humano.
6 Estos temas quiero abordar en las páginas que siguen. No pretendo ser
exhaustiva, porque la obra de Anne es extensa y compleja. Sólo quiero
compartir con quienes me lean algunos aspectos del trabajo etnográfico que ha
realizado Anne, que me atraen, que me parecen importantes, y que espero
despierten el deseo de leerla.
LOS COMIENZOS: LA ESCUELA NACIONAL DE
ANTROPOLOGÍA E HISTORIA Y MÁS ALLÁ
7 Por su historia familiar y por vocación, Anne ha sido multilingüe y
multicultural desde muy pequeña: nació en Los Ángeles, California, pero
siendo niña vivió con su familia una temporada en Niza, donde asistió a la
escuela y aprendió el francés. A México llegó inicial-mente para aprender
castellano y estudiar la cultura mexicana. Poco tiempo después ingresó a la
Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), donde estudió
antropología e inició un camino que nunca abandonó. Pertenece a la primera
generación de egresados de la enah, a la que siempre ha seguido considerando
su alma mater.
8 En su texto Genealogía de mis profesores e informantes, Anne describe a Paul
Kirchhoff como su principal y gran maestro de la enah en la década de 1940.
Fue a instancias de Kirchhoff que ella se inició en la lectura del alemán, para
leer las obras de Marx, Engels y Wittfogel que no estaban traducidas al
castellano o al inglés, así como los trabajos de Eduard Seler y Walter
Lehmann, estudiosos de la historia antigua de México y de Cen-troamérica. El
conocimiento del alemán le resultaría invaluable años más tarde para leer la
monumental obra de Martín Gusinde sobre los selk’nam, uno de los grupos
indígenas que ella investigó en Tierra del Fuego. También fue Kirchhoff quien
la instó a estudiar a los lencas a fin de dilucidar si realmente formaban parte
del área cultural mesoamericana, como él suponía.
9 Junto al profesor Wigberto Jiménez Moreno, Anne adquirió lo que llama su
“fascinación” por las fuentes históricas —un interés por la historia permanente
como elemento indispensable para comprender cualquier sociedad a la que
uno quiera acercarse en el presente—. Todas sus investigaciones etnográficas
han estado acompañadas por la reconstrucción de la historia de los grupos que
estudió, desde el pasado más antiguo hasta el presente. Inevitablemente, son
historias de conquista, despojo, explotación y marginación.
10 Fue el profesor Alfonso Villa Rojas quien introdujo a Anne y a sus compañeros
en el trabajo de campo en Chiapas, primero entre los tzotziles de Zinacantán y
luego entre los tzeltales de Oxchuc. A mediados de los cuarenta, el Instituto
Indigenista Interamericano, entonces dirigido por el arqueólogo Manuel
Gamio, la contrató para formar parte de un equipo de antropólogos que
estudiaba el problema de la oncocercosis en las poblaciones de la región
costera de Chiapas. Este fue el tercer trabajo de campo que la enah exigía
antes de que los alumnos pudieran elegir su tema de tesis. En esta
oportunidad Anne recorrió a caballo durante cinco meses los ejidos afectados.
No se limitó a cumplir los planes del Instituto, sino que tomó otras iniciativas,
acordes con su preocupación por conocer de manera directa las necesidades
de las comunidades —en los términos en que ellas mismas las expresaban—, y
por tratar de que la información reunida llegara a manos de las autoridades
que podían hacer algo a favor de esta población.
Como yo no estaba segura de que nuestros estudios iban a beneficiar a las
comunidades, en casi cada ejido que visité reunía a los hombres y a las mujeres
para presentarme y preguntarles cuáles eran sus necesidades más apremiantes.
Casi siempre se trataba de poder contar con una clínica, más o mejor atención
médica para atender la oncocercosis u otras enfermedades como el paludismo,
instalar una escuela primaria, u obtener ayuda para incrementar su producción
de café, maíz o frijol, su base de sustento. Luego de elaborar la petición del caso,
con las firmas o huellas digitales de los ejidatarios, cuando llegaba a un pueblo
con correo, la enviaba al gobernador de Chiapas, y los ministros
correspondientes (de salud, de educación, de economía) en la Capital. Esta
iniciativa mía no fue del agrado del director, mi patrón. Pero cuando se dio
cuenta de lo que hacía, ya casi había terminado el estudio. Con pocas
excepciones, los estudiantes de la Escuela teníamos una pronunciada conciencia
política (Chapman, 2004b: 12).
28 Anne prefiere hablar de los campesinos lencas porque, más que de un grupo
étnico, se trata de comunidades y familias que conservan una tradición en una
región ahora reducida a tres departamentos del suroeste de Honduras:
Intibucá, Lempira y La Paz. La lengua había desaparecido cuando Anne inició
su investigación en 1965. A principios de los ochenta, cuando terminó de
reunir la información para este libro, se perfilaba la posibilidad de que la
tradición también se perdiera, sobre todo por el ímpetu reformista de la iglesia
católica. En efecto, a lo largo de los años setenta, en la región lenca se
extendieron las agrupaciones de La Palabra de Dios, que veía a la religiosidad
sincrética (con un componente muy fuerte de la tradición de raíz
prehispánica) como una “corrupción” del catolicismo ortodoxo que, al igual
que las idolatrías de antaño, se debía erradicar.8
29 El fervor con que estas agrupaciones religiosas de base tomaron su labor
proseli-tista creó conflictos y confrontaciones en las comunidades. Anne
observó que esta labor evangelizadora tenía efectos ambivalentes. Evalué)
como positiva la campaña contra la embriaguez, pues ésta (como ocurre en
otros contextos) se asocia con el maltrato a las mujeres; de igual manera,
señaló que en algunas comunidades La Palabra de Dios creó o reforzó la
solidaridad en torno a los problemas de la tierra, la educación y la salud e
impulsó el cooperativismo. No obstante, no podía avalar un movimiento que
no respetaba la libertad religiosa y que atacaba las prácticas tradicionales,
erosionándolas hasta el punto de que su futuro resultaba incierto:
Es evidente que si el proceso continúa como hasta ahora, en una o dos
generaciones la tradición habrá sucumbido como lo hizo la lengua, dejando
rastros o huellas de los que antaño fue un complejo sistema simbólico
(Chapman, 1985: 16).
30 Para este estudio Anne trabajó con setenta y seis informantes, hombres y
mujeres de varias comunidades. Uno de los aspectos que me resulta muy
interesante en esta etnografía es que presenta versiones e interpretaciones
diversas, enfatizando así que la tradición no es totalmente homogénea o
unívoca. Esto es algo en lo que ha insistido la reflexión antropológica
posmoderna, pero no era una práctica frecuente cuando ella hizo su
investigación. Un buen ejemplo se observa en las explicaciones que le dieron
los guardianes del Arca de la Alianza sobre los vasos llenos de agua que
mantenían sobre el altar de la Auxiliaría de la Vara Alta de Moisés, en
Intibucá:
Esta agua tiene un contenido: guarda la respiración de las Varas (de Moisés).
Uno puede tomar (beber) esta agua y luego volver a llenar el vaso. Es para
esclarecer el espíritu (Eleute-rio González Gutiérrez).
Es porque Moisés partía las aguas e hizo brotar agua con su vara de partes
donde no había (Luis Sinforiano Rodríguez) (Chapman, 1986a: 107).
43 Hasta que un día, con la ayuda del Sol, los hombres descubrieron el secreto,
mataron a todas las mujeres —excepto a las no iniciadas— y se apoderaron del
Hain. Así las derrocaron e instauraron el dominio masculino.
44 En toda la obra de Anne el rigor y la disciplina de la investigación traslucen
una fina sensibilidad que la lleva a captar las personalidades individuales,
compenetrarse de su universo y expresarlo en una prosa extraordinariamente
precisa, en la que el arte de describir alcanza por momentos una intensidad
poética. Pero es en Drama and Power... y en Hain... donde el talento de Anne
para la escritura etnográfica alcanza su más lograda expresión. Aquí,
apoyándose en los relatos de Gusinde y en sus propios informantes, recrea la
calidad dramática del rito de paso de losjóvenes varones selk’nam, reviviendo
(como lo hace toda buena literatura) la gama de emociones que experimentan
los “novicios” (klóketen) en cada paso de la acción, que describe como si fuera
una escena en una obra de teatro. Veamos este pasaje en el que describe el
punto culminante del rito, el momento en que losjóvenes descubren el secreto
de los hombres:
Shoort [el espíritu que tortura a los klóketen durante el rito de iniciación y
asusta a mujeres y niños] se relaja; sentado en cuclillas, las manos entre las
piernas, la cabeza gacha, trata de disimular su respiración agitada. El klóketen
algunas veces se desmaya, no sólo por la prueba física que acaba de soportar,
sino también porque los ataques de Shoort, tan violentos, lo dejan perplejo;
tampoco entiende por qué todos los hombres están en su contra. Antes de que
tenga tiempo de recuperarse, su supervisor le da una orden sorprendente;
señalando la cabeza de Shoort exclama: “¡Toca a Shoort! ¿Es de roca o de
carne?”
46 El último Hain se celebré) alrededor de 1933, con los pocos sobrevivientes del
genocidio perpetrado por los buscadores de oro y los ganaderos. Para entonces
la mayor parte de los que quedaban trabajaba para las estancias de ovejas y
Anne se pregunta por qué los últimos selk’nam se aferraron, en una especie de
compulsión, por seguir reviviendo el ritual que había sido parte tan central de
su identidad cultural. La respuesta que nos da es que la nueva forma de vida
sólo les ofreció un terrible vacío:
la rutina en las estancias ovejeras era el trabajo, no la cultura. Vivían una
existencia incompleta, amputada. Habían tenido una sociedad de una gran
riqueza cultural, completa en todas sus manifestaciones, y de pronto, al cabo de
una o dos generaciones, resultaban ser proletarios, sin un pasado y sin una idea
—o un ideal— de futuro... (Chapman, 2002a: 43)
50 En los largos y gélidos meses que pasó con Lola Kiepja, Anne grabó cantos
chamánicos, lamentos, canciones de cuna, canciones que se cantaban en los
rituales del Hain, cantos del guanaco. Son testimonios sonoros
extraordinarios, conmovedores, poderosos, dirigidos a las fuerzas
sobrenaturales para que concedan sus dones a los mortales. Kiepja le pidió a
Anne que no dejara que nadie en Tierra del Fuego escuchara sus cantos,
porque no los comprenderían y se reirían de ellos. Sin embargo, en varias
ocasiones le dijo que estaba grabando esos cantos para los indios “del norte”,
es decir, los que viven del otro lado del Estrecho de Magallanes, en el
continente americano.
Además de cantos, grabamos vocabulario general, nombres propios, toponimias
y términos de parentesco. A veces [Lola] se aburría. También se reía de mi
empeño, sobre todo cuando quería grabar sus imitaciones de pájaros. Estas me
interesaban porque muchos de los nombres de pájaros en selk’nam son
onomatopéyicos.
Lo que realmente disfrutaba eran los cantos. Cuando cantaba los del Hain (la
ceremonia culminante de los selk’nam) se acompañaba haciendo pantomima de
los pasos del baile y gestos del espíritu en cuestión... Uno, llamado Shoort,
atemorizaba a las mujeres con su sola aparición, pues ellas creían que realmente
había surgido de las entrañas de la tierra para hacerles daño. Durante la
ceremonia las perseguía tirándoles objetos diversos. Mientras Lola imitaba su
paso corto y amenazador, me daba suaves estocadas con su bastón en las
costillas y, en un tono medio en broma, medio en serio, decía: “Shoort era muy
mañoso con las mujeres” (Chapman, 1990b: 28).
Bibliografía
BIBLIOGRAFÍA
Chapman, Anne, “Port of Trade Enclaves in Aztec and Maya Civilizations”, en
Karl Polanyi, Conrad M. Arensberg y Harry W. Pearson (eds.), Trade and
Markets in the Early Empires, The Free Press y Falcon’s Wing Press, Glencoe,
1957, pp. 114-153.
Los nicaraoy los chorotega según las fuentes históricas, Universidad de Costa
Rica (Serie Historia y Geografía), San José, 1960a.
“Llanto por los indios de Tierra del Fuego”, Journal de la Societé des
Américanistes, t. 62, París, 1975d, pp. 235-236.
Drama and Power in a Hunting Society. The Selk’nam of Tierra del Fuego,
Cambridge University Press, Inglaterra, 1982a.
Los hijos del copal y la candela. Ritos agrarios y tradición oral de los lencas
de Honduras, 1.1, iia-unam/cemca, México, 1985.
Notas
1. La traducción al español fue publicada en 1976 en Barcelona con el título Comercio y
mercado en los imperios antiguos.
2. “El nombre jicaque (escrito xicaque en la mayor parte de los documentos históricos) fue
durante la época colonial sinónimo de bárbaro, pagano, infiel, impío, salvaje, etc… Fue, en
todo caso, un término genérico que se aplicaba a cualquier grupo seminómada de Honduras y
de Nicaragua […] Aún hoy en día el término jicaque no ha perdido del todo la connotación
peyorativa de aquellos xicaques indomables que desbarataron tantos proyectos de
colonización y de evangelización.” (Chapman, 1982b: 36).
3. La tesis fue defendida en 1967 ante un jurado integrado por Glande Lévi-Strauss, Roger
Bastide y Julian Pitt-Rivers, en la Universidad de París, Sorbona (Chapman, 1982b: 7).
4. Subirana fue un misionero católico que trabajó entre los tolupanes del departamento de
Yoro, entre 1854 y 1865 (Chapman, 1982b: 249).
5. El título en inglés es Masters of Animals… (1992c), en referencia a los dueños
sobrenaturales de los animales silvestres.
6. Ibid., p. 34.
7. El trabajo de campo se realizó con estancias de duración variable en 1965, 1975, 1976, 1981
y 1982.
8. El último capítulo del tomo II (1986a) está dedicado a explicar el origen de La Palabra de
Dios en la Segunda Conferencia del Episcopado latinoamericano (Celam), celebrada en
Medellín en 1969, así como su desarrollo en la región lenca.
9. La traducción al castellano se publicó en 1986 con el título Los selk’nam. La vida de los
ona. Otro libro, Elfin de un mundo. Los selk’nam de Tierra del Fuego (1990b) reúne textos
diversos publicados previamente, con excepción del capítulo II, que es el guión de la película
Los onas: vida y muerte en Tierra del Fuego, y el capítulo V, con dos poemas suyos, uno en
memoria de Lola Kiepja y el otro dedicado a Ángela Loij, sus dos principales informantes,
hablantes de la lengua selk’nam.
10. “Lamento por los indios de Tierra del Fuego” es el capítulo III del libro El fin de un
mundo… (1990b: 85-88).
11. El guión está publicado como capítulo, el ii, en Chapman, 1990b: 37-82.
12. Los discos fueron editados por Folkways Records y el Smithsonian Institution. Las notas
descriptivas del volumen I, que reúne cantos chamánicos y de duelo, están publicadas en el
capítulo VIII de Elfin de un mundo (1990b: 179-226); el capítulo IX (227-281) reproduce las
notas del volumen II que contiene los cantos de la gran ceremonia de iniciación, el Hain.
Notas finales
* Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer, El Colegio de México.
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