Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ROLANDO KAROTHY
Una frase me resulta sugerente para tomarla como punto de partida de la clase de
hoy con el objeto de desplegar algunas cuestiones referidas a la ética de Kant tal
como nos interesa en función de repensar diversos problemas de la ética del
psicoanálisis y la tesis que Lacan plantea en este texto. Me refiero a la articulación
tan particular existente entre Kant y Sade.
La frase que tomaré como punto de partida es la que viene después de esa relación
que establece, no sólo desde el punto de vista cronológico, entre La filosofía en el
tocador y la Crítica de la razón práctica. Es decir: no establece una relación entre
cualquier obra de Sade y cualquier obra de Kant, sino particularmente entre esas
dos: La filosofía en el tocador, que es de 1796, y la Crítica de la razón práctica que
es ocho años anterior, de 1788 y que, a su vez, es posterior a la Crítica de la razón
pura, que es de 1781.
La frase que compara los textos mencionados dice: "La filosofía en el tocador viene
ocho años después de la Crítica de la razón práctica. Si, después de haber visto que
concuerda con ella, demostramos que la completa, diremos que da la verdad de la
Crítica".
El párrafo al que me refiero viene inmediatamente después del que leí y dice así:
"Con esto, los postulados en que ésta acaba: la coartada de la inmortalidad adonde
rechaza progreso, santidad y aun amor, todo lo que podría provenir de satisfactorio
de la ley, la garantía que necesita de una voluntad para quien el sujeto al que se
refiere la ley fuese inteligible, perdiendo incluso el chato apoyo de la función de
utilidad en la que Kant los confinaba, devuelven la obra a su diamante de
subversión".
Más adelante, salteo algunos párrafos a los cuales después vamos a volver, dice: "La
búsqueda del bien sería pues un callejón sin salida si no renaciese das Gute, el bien,
que es el objeto de la ley moral".
La búsqueda del Bien sería pues un callejón sin salida si no renaciese das Gute, es
decir, el Bien, que es el objeto de la ley moral. Concluyo con la cita directa de
Lacan que dice así: "Nos es indicado por la experiencia que tenemos de oír dentro
de nosotros mandatos, cuyo imperativo se presenta como categórico, dicho de otra
manera incondicional".
Voy a tomar algunas referencias de la obra kantiana para pensar estas citas de
Lacan. Tengo que hacer una breve incursión sobre algunos aspectos de la Crítica de
la razón pura porque es importante para entender estos términos que planteamos,
por ejemplo, los conceptos de inmortalidad, de Dios, lo condicionado y lo
incondicionado, la diferencia entre el bien y el bienestar, para llegar después a uno
de los conceptos fundamentales de la Crítica de la razón práctica que es el
imperativo categórico. Trataré de establecer alguna diferencia entre lo que podría
llamarse una crítica de la razón desde la perspectiva freudiana y lacaniana en una
diferencia con la Crítica de la razón pura y la Crítica de la razón práctica de Kant.
De este modo distingue tres ideas: la idea de Dios, la idea del alma y la idea del
mundo. Estas ideas no resultan de algo caprichoso sino que brotan de la
organización misma de la razón. Por eso la razón afirma estas ideas aunque no las
pueda conocer. Estos objetos a los cuales las ideas se refieren, Dios, el alma y el
mundo, no se pueden conocer. Pero sin embargo la razón, por su propia naturaleza,
produce esas ideas. Pero no podemos saber si existe o no Dios, queda indecidible.
Pero lo mismo sucede con la idea del alma y con la idea del mundo.
Kant fue el primero que dijo - me parece que este principio lo toma Lacan sobre
todo a partir del Seminario de la angustia y le da una vuelta particular - que el
"escándalo de la filosofía" es que nadie ha podido demostrar si existe un mundo
fuera de nosotros. Lo que Kant plantea no es que no se ha podido demostrar pero
ahora él sí lo va a poder demostrar y va a poder borrar ese escándalo y se va a erigir
en aquel que logre una demostración que nadie había podido plantear, sino que en
realidad lo que Kant dice es que justamente esa idea de la existencia del mundo es
indemostrable, lo mismo que la idea del alma y lo mismo que la idea de Dios.
Participante: - Perdón, entonces actúa más como motor que como realidad,
digamos; porque tampoco se detienen ahí entonces, a menos que sea una
contradicción. Entonces ¿actúa más como motor de la deriva que como punto de
llegada?
Sí, en relación al conocimiento, exactamente. Por eso después trataré de hacer una
relación entre este concepto de idea regulativa y el concepto de la Cosa en un
tiempo de la obra de Lacan. Se puede establecer alguna relación, obviamente dentro
de parámetros de pensamientos distintos. Tiene relación este concepto de
incondicionado tanto en el plano del conocimiento en la Crítica de la razón pura
como en el plano del ideal del bien en la Crítica de la razón práctica, con el
concepto de la Cosa en lo que podría llamarse ahora no la facultad de conocer sino
la facultad de desear en el caso del campo analítico. Así que efectivamente funciona
como motor, si.
Exacto, eso es, eso es. Por eso Kant hace un juego de palabras y dice que las ideas
no son algo dado, "gegeben", sino que representan una tarea, "Aufgabe", que nos es
propuesta, "aufgegeben". Juega con esos tres términos. Quiere decir que la idea es
algo que se nos propone por la naturaleza misma de la razón humana.
Exactamente. Pero lo interesante, esto es algo que siempre Kant remarca, es que las
ideas son regulativas: no les corresponde ningún objeto de la experiencia. En este
sentido, si aquello que tiene que ver con la experiencia Kant lo ubica siempre en el
plano de lo intuitivo, no hay ninguna intuición ni del alma ni del mundo ni de Dios.
Por eso, como todo concepto sin intuición es vacío -famosa frase de Kant -, las
ideas son vacías porque no tienen intuición alguna.
Este pequeño recorrido por un aspecto muy parcial de la Crítica de la razón pura me
interesa sobre todo para ubicar la diferencia entre lo condicionado y lo
incondicionado que muchas veces Lacan va a plantear en Kant con Sade y que es
útil para pensar lo mismo en el plano de la ética y en la Crítica de la razón práctica.
Todo esto es esencial para aquello que en la Crítica de la razón pura, se llama "la
dialéctica trascendental", que es una de las críticas más fuertes a la metafísica
tradicional.
Por un lado, Kant afirma que no podemos conocer lo absoluto puesto que todo
conocimiento humano se ciñe a los fenómenos del mundo, es decir a lo que está
determinado por los límites de la experiencia. Recordemos que no es posible
conocer a la cosa en sí sino a lo cosa tal como se nos aparece, que no es lo mismo
que la cosa en sí. Pero en este sentido, en tanto el hombre es un ser facultado de
razón, y la razón es la facultad de lo incondicionado, esta búsqueda de lo absoluto
es una disposición natural del hombre.
En el prefacio de la primera edición de la Crítica de la razón pura Kant dice que las
cuestiones metafísicas referidas a estas ideas: Dios, alma y mundo - agrega más
tarde la libertad -, son asuntos que no pueden ser indiferentes al hombre, tal como se
da por el hecho de que cada uno de nosotros siempre toma alguna posición respecto
de la existencia de Dios, la existencia del alma, aceptando o negando la libertad, etc.
(2)
Kant intenta una solución para esta imposibilidad de relación con lo absoluto pero
no en el campo de la razón pura o razón teórica o teorética -que es el campo del
conocimiento -, sino en el campo de la ética y de la moral, es decir en el campo de
lo que él llama "la razón práctica", es decir, la razón en tanto que determina la
acción del hombre.
La conciencia moral nos conduce a la idea del superyo freudiano. No por casualidad
Freud, que conocía estas ideas de Kant, relacionaba el superyo con el imperativo
categórico o conciencia moral. La conciencia moral no dice, por ejemplo, que hay
que hacer tal cosa porque esto nos va a permitir sentirnos bien, congraciarnos con
fulano o ganar dinero o lo que fuere, sino que dice que hay que hacer tal cosa y nada
más. El mandato es un mandato y no un criterio de conveniencia práctica, una
especie de regla de sagacidad, tampoco una regla de prudencia. La conciencia moral
dice: debo hacer tal cosa porque mi deber es hacerlo, y nada más, aunque me cueste
la vida, la fortuna o lo que sea. Es decir, lo que el deber manda, lo manda de un
modo incondicionado. Por eso Kant dice: si bien no conocemos lo incondicionado,
tenemos contacto con algo incondicionado a través de la conciencia moral. ¿Por
qué? Porque la conciencia moral ordena de un modo incondicionado. Ahí, cada uno
de nosotros tiene contacto con un mandato incondicionado.
Claro, exactamente. En este caso Kant dice: eso no es un imperativo categórico, eso
es un imperativo hipotético. Kant opone el imperativo categórico al imperativo
hipotético.
El que tiene una condición, exactamente. Pero el verdadero imperativo ético y moral
para Kant es incondicional, es decir, categórico. Que lo que el imperativo manda lo
manda sin más, esto quiere decir, sin ninguna condición.
Recién hablábamos del dinero, uno puede decir que el dinero puede servir para
hacer un viaje pero también puede servir para la corrupción, para sobornar.
Entonces, no se trata de que es bueno o malo, decía Kant, sino que se trata más bien
del modo en que él se emplea; lo mismo la inteligencia, no se trata de que sea buena
o mala sino que depende del modo en que se emplea.
En cambio, lo único que es bueno, absolutamente bueno, es la buena voluntad. Lo
único en el mundo o fuera de él que es absolutamente bueno es la buena voluntad.
Cuando dice mundo creo que ahí se refiere al mundo empírico y un poco más
adelante, Kant dice así: "La buena voluntad no es buena por lo que efectúa o realiza,
no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hallamos propuesto,
es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma".
En el plano jurídico también, sí. Ahora, cuando Kant habla del deber dice que el
deber es la buena voluntad bajo ciertas restricciones y obstáculos subjetivos, porque
en tanto el hombre no es sólo un ser racional sino también sensible, en él conviven
el mundo inteligible y el mundo de las pasiones, el mundo sensible; por eso es que
las acciones están determinadas por la razón pero también por lo que él llama
intenciones o inclinaciones, por ejemplo: el amor, el orgullo, el odio, el placer, la
avaricia, etc.
Las inclinaciones.
Esos son los obstáculos entre la ley moral y lo que él llama "la imperfección
subjetiva de la voluntad".
En el caso que hubiese una voluntad solamente racional sin este obstáculo subjetivo
de las inclinaciones pasionales, entonces se trataría de una voluntad perfectamente
buena y a esto Kant lo llama "la santidad". Es decir, la voluntad santa.
A mí me sorprendió que Lacan en Televisión dijera que la vía del santo es
equivalente a la vía del analista.
Sí.
Podríamos plantear que la definición más común del santo, como alguien que vive
conforme a la fe, es bastante endeble, bastante vaga, bastante pobre; pero en nuestra
terminología podríamos decir que el llamado santo es aquel que vive según el deseo
del Otro divino, según un Otro supremo supuesto, lo cual implica un sacrificio.
El santo sería aquel que presenta un rasgo de desapego con respecto a todos los
fines comunes y mundanos, es decir, en cuanto a todos los valores de goce
predominantes en el discurso de su tiempo. Lacan dice: el santo no muerde el
anzuelo de la justicia distributiva. Con lo cual rápidamente podemos decir: si no
muerde el anzuelo de la justicia distributiva es porque no tiene un funcionamiento
inicialmente democrático.
Es interesante hacer una relación de esta "vía de la santidad" con una expresión
parecida que usa Lacan: la "vía del analista". Esta última expresión es usada en uno
de los apartados de Variantes de la cura tipo mientras que la vía del santo es un
término que Lacan usa en Joyce, el síntoma.
Es interesante plantear que tanto el santo como el analista se relacionan con un texto
pero de un modo distinto. El santo se relaciona fundamentalmente con un texto
sagrado y por lo tanto con una verdad revelada; el analista se relaciona, entre otras
cosas, con el texto inconsciente pero ese texto, en tanto por esencia no es un texto
revelado,sólo debe abordarse a partir de los intervalos que permitirían en ese
discurso alcanzar la enunciación, es decir, la dimensión del decir inconsciente.
Todos sabemos que en la iglesia hay textos canónicos; sin embargo no hay ninguna
posibilidad de pensar una vía canónica, es decir, un conjunto de reglas, a partir de
las cuales alguien puede convertirse en santo. Lacan dice que no hay otra vía
canónica para la santidad que la escapatoria. El santo se vuelve santo por un desvío
en relación a las vías trazadas habitualmente para el conjunto de los fieles e
inclusive en relación con las vías que la iglesia misma define como los canones de
la santidad.
La iglesia vacila muchas veces en ese tipo de situaciones donde no sabe si alguien
está en una situación de excepcionalidad o bien se trata de un sujeto que hay que
sacarlo del conjunto, excomulgarlo, es decir, si se hace de él un santo o no. Se lo
nombra santo después de su muerte, a nadie se nombra santo en vida. Se decide que
salió de la comunidad: se lo santifica o bien se lo considera marginado, es decir, que
franqueó los límites de lo que la iglesia podía digerir.
En Radiofonía, ese texto tan cercano a Televisión, dice que el analista sabe que hay
otras materias para ser sujeto que los productos. Sabe que hay una verdad del plus
del gozar que es singular, propia del sujeto. El analista como el santo trabaja para
algo que es poco comercializable a nivel del mercado. Pero hay una diferencia
fuerte, y es quizás una de las diferencias más importantes, y es que un analista no
parece serlo todo el tiempo, no puede ser full-time. En cambio, a través de ocupar el
lugar de semblant del objeto-causa, que es justamente ahí donde opera en su
práctica, se da en ciertos momentos puntuales la posibilidad de la intervención
analítica. En cambio, a diferencia de esta función part-time del semblant del objeto,
el santo es alguien que tiene dedicación exclusiva.
Además hay una relación muy particular con la función de la máscara. Lacan utiliza
en algunas oportunidades una expresión que utilizó el General De Gaulle, en la
época de Mayo del '68, que es la "chienlit". De Gaulle usó esta palabra en el sentido
más despectivo, porque tiene dos sentidos. En el sentido más despectivo se usa
como desorden. Referido al movimiento del Mayo Francés del "68" dijo: "reforma
sí, la chienlit no". Chienlit en el sentido del desorden juvenil que no va a ningún
lado. Reformas, alguna transformación, sí; pero lo que dicen ustedes, no: la chienlit,
no. A Lacan le gustó esta palabra pero él la utiliza no en el sentido de Gaulle, sino
en el otro sentido que el término tiene que es disfraz o mascarada. El dice: le debo
mucho a De Gaulle porque usa un título que hace tiempo le pensaba dar a un
seminario, la "chienlit psychanalitique". No el desorden sino la mascarada, el
disfraz psicoanalítico. El dice: la chienlit psicoanalítica es una forma más de hablar
de los psicoanalistas disfrazados de psicoanalistas.
Ese texto tan conocido - Situación del psicoanálisis en 1956 - es de algún modo una
descripción de esto que tiempo después llama la chienlit psychanalitique. Si no hay
un cierto trabajo sobre lo que más adelante Lacan pensará en términos de pase, si no
se puede decir el modo en que un psicoanálisis conduce a la formación de un
analista, a la transformación de un psicoanalizante en analista, entonces alguien está
obligado a tomar eso que Lacan llama "aires de psicoanalista", es decir, un disfraz,
una mascarada (esta problemática la recuerda Colette Soler en ¿Qué psicoanálisis?).
El otro punto que me interesa marcar ahora es una referencia que hace Lacan pocas
veces pero que se conecta con este tema de la santidad en relación a la función del
analista y que es una referencia a Baltasar Gracián.
Gracián era un jesuita español que recién hace bastante poco tiempo es considerado
de la envergadura de Pascal y quizá tan grande como Nietzsche y que escribió
varios trabajos pero para nosotros interesan sobre todo tres ensayos que son: el
Oráculo manual y arte de prudencia, El héroe y El discreto y particularmente el
primero: Oráculo manual y arte de prudencia. Ahí es donde Gracián toma una
perspectiva que está en esta misma línea de lo que planteábamos para retomar
algunas ideas de Kant pero también sirve para establecer las diferencias con el
pensamiento de Lacan. Gracián dice que el hombre está obligado a rodear pero
también debe saber hacerle frente a un punto central, a ese punto de horror central,
que, según Gracián, es la envidia.
Participante: - Es kleiniano.
Es kleiniano hasta cierto punto porque en un momento analiza la envidia desde una
perspectiva similar a la de Lacan en el famoso ejemplo de San Agustín, el
colactaneum suum: dice que la envidia, que es monstruosa y mortal, hace planear
sobre el ser humano una torva mirada. Resulta que con esa mirada envenenada,
siguiendo el ejemplo de San Agustín, uno intenta apresar ese plus de goce que
supone que el otro está aprovechando dejándolo a uno marginado.
Ahí él ubica lo que llama el hombre de corte, como si dijéramos el hombre más
delicado, el hombre de la corte, el hombre que no cae en estas situaciones de
envidia, de tratar de apoderarse de algo del otro; en realidad lo que está
planteando es el camino de la santidad en el sentido que decíamos recién, el
modo en que es posible adquirir las virtudes posibles sin ofrecer a la mirada
malvada del otro la imagen de una perfección que excitaría su envidia. (3)
Las tres cualidades que plantea Gracián para la santidad se pueden articular
perfectamente con la posición del analista tal como el mismo Lacan lo expresa en
Televisión sobre todo porque el arte de la prudencia es la virtud cardinal de la
santidad.
El escritor español plantea que el arte de la prudencia consiste en tres virtudes que
son: el silencio, la ausencia y el parecer. El silencio, efectuemos una relación con la
posición del analista, no es el mutismo. El silencio no es el mutismo sino la
capacidad de decir a medias. Es decir, un suspenso de la palabra, que mantiene
el misterio, una manera de saber servirse de la verdad, expresión textual de
Gracián, que imita el procedimiento de Dios que mantiene a todos los hombres en
suspenso. De ahí la virtud del espíritu lacónico o bien oracular que eleva la
puntuación a la esencia misma de la palabra.
Un tema que trabajé en otra oportunidad pero que tiene relación con este desarrollo
es aquel que se plantea cuando se dice que el pase da la salida al discurso
capitalista, es decir, la decadencia de lo que Lacan, a partir del Seminario El reverso
del psicoanálisis, llama la letosa (lathouse en francés), que rima con ventosa,
aspiradoras del deseo, como los productos de consumo que se ofrecen en el
mercado. Me parece que la muestra que plantea Gracián tiene que ver con esto que
Lacan llama la decadencia de la letosa, es decir, que en vez de oponerse a lo que
podrían ser los funcionamientos de estos objetos de consumo o de la envidia, el arte
de la muestra demuestra que el parecer es el verdadero criterio del ser. De ahí que
hay una relación más o menos cercana con la famosa frase de Lacan "el analista
ocupa el lugar del semblant del objeto".
La mitad vale más que el todo, dijo una vez Gracián. Esa posición obliga a ser no
todo con el fin de hacer desear, y no tanto excitar el goce que anima la envidia. Es
decir, hacer desear una nada allí donde la envidia empujaría al suplicio del goce de
un ser en una especie de completitud imaginaria.
El desarrollo que efectúa Lacan como una verdadera política del psicoanálisis en
relación al capitalismo se juega en este tipo de apreciaciones. Pero todo esto fue una
especie de agregado para ubicar la idea de la santidad en el planteo que hace Lacan
y a partir de lo que decía Kant.
Hemos hablado muy rápidamente del sacrificio. Les había dicho la vez pasada que
la ética de Kant es también una ética sacrificial porque busca un principio moral que
pueda determinar la voluntad de un modo universal, es decir, determinar la voluntad
de cada sujeto de modo tal que esa determinación valga para todos, algo así como
un mandamiento que trasciende la singularidad, que para nosotros esencialmente es
la singularidad referida al plus de goce. Para actuar en conformidad con la ley en
tanto universal, es necesario sacrificar todo lo que es del orden de lo singular, que
Kant ubica con el término "patológico", es decir, lo relativo a la sensibilidad, al
padecer. En el campo de la sensibilidad, en el campo del padecer, no hay
universalidad posible porque ahí reina la diferencia. Por eso la ley moral kantiana es
una ley basada en la abolición de las diferencias. En este sentido es algo contrario a
la función del deseo del analista.
Unas pequeñas consideraciones más en relación al imperativo categórico. Una de
las fórmulas, porque hay varias fórmulas de Kant sobre el imperativo categórico, es
esta: "obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se
torne ley universal", lo cual significa que uno sólo obra o actúa moralmente cuando
deseamos que el principio de nuestro querer se transforme en ley válida para todos.
Kant está diciendo: uno nunca debe convertirse en excepción. Lo decisivo para
determinar el valor moral de un acto es saber si la máxima de esa acción es un
principio sobre la base del cual decido circunstancialmente obrar, o bien es una
máxima que al mismo tiempo la consideramos válida para cualquier otra persona en
todo caso.
No, no, porque siempre hay algún matiz de contenido. Lo que pasa es que el valor
es el forzamiento que el sujeto encuentra por lo incondicionado del mandato, por el
hecho de que hay un mandato. La forma de la ley es el mandato universal. Ahora
bien, aquello que se ordena puede ser variable porque puede ser una cosa o todo lo
contrario.
Otro enunciado del imperativo categórico porque, como les decía, Kant tiene varios
con algunos matices de diferencia, es: "obra de tal modo que uses la humanidad
tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro siempre como un fin al
mismo tiempo y nunca solamente como un medio". Se trata de ubicar esencialmente
a la ley como fin y no como un medio para otra cosa.
En Kant con Sade se puede encontrar varias veces la palabra ley pero en algunas
oportunidades escrito con mayúsculas y en otras oportunidades escrito con
minúscula. Por ejemplo, escribe con minúscula cuando dice que la ley y el deseo
reprimido son la misma cosa. Pero escribe con mayúscula cuando dice, en el
apólogo de Kant, que la horca no es la Ley.
Hay una relación entre la lógica del razonamiento que plantea Kant en la Crítica de
la razón pura y la Crítica de la razón práctica, cuando de un incondicional absoluto
se desprende una facultad y esto, a la vez, implica la síntesis trascendental y luego
la posibilidad de captación de los fenómenos. En cambio, en la Crítica de la razón
práctica ese incondicional determina lo que él llama la voluntad autónoma, que sólo
es posible en tanto se articula con esa ley que tiene carácter universal. A partir de
ahí es posible la acción moral empírica.
A partir de lo que sigue en el texto hay varias cuestiones que podemos ir dejando
para la vez que viene. Por ejemplo, el tema del depósito y el depositario, que trabaja
en la Crítica de la razón práctica y esta famosa frase que la toma del texto de Jarry,
Padre Ubú: "Viva Polonia porque si no hubiera Polonia no habría polacos". Esa es
una buena ejemplificación para pensar la crítica que hace Lacan a esta pretensión
universalista de la ley en Kant. (4) (5)
Trabajaríamos estas dos páginas que siguen y haría alguna relación de lo que decía
recién con el cuadrángulo de Peirce porque me parece que es lo que está subyacente
a esta idea que plantea Kant.
Bibliografía y notas
(1) Lacan afirma que "ningún fenómeno puede favorecerse de una relación
constante con el placer". Esta frase continúa una reflexión del maestro francés en la
cual sostiene que el principio del placer es la ley del bien (wohl) o bienestar
(Wohlstand) que, en la práctica, somete al sujeto al "encadenamiento fenomenal"
que determina sus objetos.
Kant, frente a esta posición, establece una crítica que funciona como una objeción
intrínseca que Lacan, a su vez, enuncia con dos frases:
b) "Ninguna ley pues de un bien tal puede enunciarse que definiese como voluntad
al sujeto que la introduce en su práctica".
La única posibilidad para evitar el callejón sin salida es, según Kant, diferenciar
entre wohl (bien) y das Gute (Bien), este último definido como objeto de la ley
moral.
Pero esa indiferencia, a la vez es una "intimación a la razón" que tiene el objeto de
incitarla a emprender la "más difícil de sus tareas, la del propio conocimiento, y
especialmente un tribunal que la asegure en sus pretensiones legítimas...".
(3) Serge André: Ser un santo, en ¿Conoce usted a Lacan?, Ed. Paidós, Barcelona,
1995, pág. 158.
(5) "Kant no formula ninguna razón para agudizar el principio de la autonomía a través de
la exigencia de que una ley moral tendría que ser capaz de poder surgir de una resolución
común de todos los seres racionales. Pero esto puede ser considerado como analítico. Una
ley moral se entiende como aquella que podría ser aprobada por un juicio racional, libre de
toda parcialidad. Esto significa que encontrará la aprobación de todo ser racional. Kant ha
expuesto reiteradamente que en este sentido las leyes morales tienen que ser racionales.
Muchas teorías modernas, concebidas bajo diferentes concepciones, plantean la misma
condición, por ejemplo, Firth con el espectador ideal, Rawls con la situación de elección
originaria, Habermas y Apel, con la comunidad ideal de comunicación". (Rüdiger Bittner:
Mandato moral o autonomía, Ed. Alfa, Barcelona, 1988, pág. 134).